De por qué el amor es ciego.

Hay en la vida de los hombres, un cierto instante, un momento, en el que su esencia quedará atrapada en los ojos de una mujer.
Por que las mujeres, tienen esa capacidad de succión, irrefrenable.

Hubo un hombre al que sus amigos le advirtieron de éste peligro, por que es algo callado, algo que sólo se rumora en las pláticas de billar o de borrachera, entre los amigos.

Éste hombre precavido del peligro, jamás miraba a los ojos de las mujeres que cortejaba. Era capaz de hacer desfallecer de amor a una mujer, sin siquiera haberle visto el color de sus ojos.

Pronto se corrió el rumor de que aquel hombre había logrado escapar al sortilegio, y de todos los lugares llegaron a buscarle, hombres y mujeres, los unos para curarse o aprender la técnica infalible de la inmunidad, las otras para lograr arrancarle su esencia.

A los unos les dijo: No deben de mirar a los ojos de las mujeres, ya que en el fondo de ellos subyace un agujero negro, como los que existen en el espacio, y que chupan todo, y nada se les escapa, ni siquiera la luz.

A las otras las amó, sin que ninguna de ellas lograra arrancarle su esencia con sus ojos.

La fama de aquel hombre desató multitudes, oleadas de fanáticos y periodistas que abarrotaban los lugares por los que pasaba.

Muy pronto comenzaron a vender lentes milagrosos, que aseguraban, habían sido calados por el mismísimo varón inconquistable, decían que con ellos, puestos, podían seducir a cuanta mujer sin peligro alguno.

Hubo muchos casamientos ese año.

Asediado por aquella muchedumbre, el hombre entró en tensión tal, que buscaba la incógnita en las calles, y a veces salía sólo de noche, por evitar los tumultos.

Creía que con el tiempo, el escándalo pasaría, y volvería su vida a la tranquilidad añorada, sucediendo todo lo contrario. Su historia era noticia en horario estelar, y de primera plana en todos los diarios. Habían ya instaurado un reallity show llamado, mírame a los ojos, en el que todos, perdían.

Estaba por estrenarse la película no autorizada de su vida.

Una noche, desesperado, pensó en el suicidio, su vida ya no era lo que solía. Colgó un mecate de la viga que sostenía el techo, y escaló por el librero, resbalando, en medio de telarañas, polvo y libros.

En su cara había caído un ejemplar de Edipo y al recordar ésta tragedia, una idea alejó de si los pensamientos suicidas.

Un quejido lastimero desgarró la noche, al cual contestaron a coro todos los perros de la zona.

Al día siguiente, el hombre salió portando sendas gafas negras, lo cual agotó en existencias las otras gafas milagrosas.
Como siempre, se arremolinaron en torno a él, periodistas, curiosos y paparazzis, una fanática ganó lugar entre la masa, gritándole: Te amo! Te amo! y colgándosele al cuello, entre el jaloneo y empellones, la fanática le tiró accidentalmente sus lentes.

Los flashes resplandecían y hubo más de una que se desmayó de la impresión: Se había vaciado los ojos.

El estupor duró varías semanas todavía dando contenido a los noticiarios y ello imprimió más expectación al estreno de la película, la cual incluso estuvo nominada para el oscar.

Efectivamente, con el tiempo, comenzaron a escasear los comentarios y las noticias sobre él, quedaron en el archivo.

Pronto se olvidó el asunto.

El hombre, volvió a saber del anonimato y de la tranquilidad, sólo que ahora, invidente, tropezaba por la vida.

Cierto día, esperando a cruzar la calle, una mano pequeña le tomó del brazo y le jaló guiándolo al otro lado. –gracias exclamó el hombre, y un perfume inundó sus sentidos, los que le quedaban.

Poco tiempo después, un periódico amarillista, en una nota de relleno, publicaba la boda del hombre inconquistable, con una pequeña mujer, de la cual se había enamorado por su aroma.

La moraleja es: ni aunque te saques los ojos, ni aunque uses los lentes milagrosos, ya sea por olor, o por el tacto, nuestra esencia, les pertenece a las mujeres.