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Día Uno.
¡No eran niños! ¡eran demonios! ¡y no estoy loca! ¡sáquenme de aquí!
Mis gritos podían oírse por todo el hospital, los demás enfermos empezaron a inquietarse, a gritar y chillar así que las paletas eléctricas tuvieron que hacerme callar, me estupidizaron y no volví a decir nada por el resto de la tarde. Luego dormí deseando no despertar nunca. Esto era inconcebible… ¡era peor que la inquisición! En aquel tiempo nos aprehendían y nos juzgaban como brujas, nos torturaban hasta hacernos confesar fuéramos o no culpables, casi todas ellas morían como brujas y todo el mundo sabía y se horrorizaba, pero podían conservar su dignidad hasta el final, pero ahora… ahora nos juzgan como a vulgares delincuentes o enfermas mentales, nos declaran locas y nos encierran en esos horribles lugares donde adormecen nuestros espíritus con pastillas amarillas y azules y choques eléctricos que doblegan nuestras mentes por un tiempo, todo esto por el irracional miedo a lo desconocido, a lo que no entienden y que declaran absurdo e inexistente.

Día Dos.
Tenía que matarlos, no podía dejar que hicieran más daño. Parecían niños comunes, pero envenenaban la mente de los niños de verdad y los convencían de hacer cosas terribles a sus mascotas y a sus padres, a cualquier gente. No fue fácil, no fue nada fácil. Aún con las armas comunes que las brujas tenemos, tuve que emplear los trucos que normalmente uso para demonios más poderosos, aprendí que no debo subestimar los poderes de los seres pequeños y de aparente inocencia. Logré derribar a tres desgraciados demonios, pero supongo que desde su podrido mundo están tomando venganza porque me hicieron esto… ¡esto que es peor que mil muertes! me han robado mi dignidad, me han bajado a nivel de un simple mortal, y no es sólo un mortal común y corriente, ¡una vulgar demente asesina de niños! Los niños son la representación de lo que es puro y sagrado en este mundo, lo que es limpio y da esperanza a los desventurados adultos, ¿a quién se le podía ocurrir la aberrante idea de asesinar a 3 hermosos e inocentes niños? ¿Que mente enferma podría fraguar algo tan horrendo? ¡Yo nunca haría algo así! Pero no eran niños, eran demonios, me cansé de decirlo, me cansé de gritarlo y de intentar que asociaran los crímenes que sus compañeritos de escuela habían estado cometiendo los 2 años pasados, intenté hacerles ver como esos niños no tenían padres ni había un registro de su nacimiento, pero nadie me escuchó. Nadie escucha a una mujer de 13 años, declarada demente y asesina de 3 supuestos niños. Lo van a lamentar. No me dejaron encargarme del cuarto demonio y va a seguir haciendo daño ¡si tan sólo alguien me escuchara! Seguramente va a venir por mí también, maté a sus hermanos y eso no lo perdonan jamás. No más pastillas, por favor, necesito pensar, y si viene necesito estar despierta para permanecer viva, y para ayudar a todos aquí cuando el caos empiece. No más pastillas, ¡No!

Día Tres.
Mañana es mi cumpleaños y a nadie le importa un bledo. A mi me importa un bledo, probablemente ni siquiera llegue a mañana, en los 2 minutos de lucidez que tengo antes de la siguiente dosis de drogas, lo he sentido cerca, rondando el hospital. Estoy perdida, ¡que alguien me ayude por Dios! ¡Desátenme! ¡Déjenme salir!

Día Cuatro.
¡Feliz cumpleaños a mí! Mierda, no es un feliz cumpleaños, hoy lo sentí más cerca que nunca y les dije del peligro que todos corríamos pero no me creyeron, quise hacerlos entender y sólo recibí una serie de electro choques que me noquearon la voluntad y me ponen en bandeja de plata para que él sólo llegue y me liquide. Bum. Felíz cumpleaños. Adiós. Cuando llega la hora de las pastillas las escondo en mi boca y no las trago, no quiero morir en un hospital así, con toda la gente creyendo que soy una loca con instintos asesinos que necesitan ser contenidos. Me hicieron un pastel microscópico que me mostraron en la noche, soplé la vela y me lo quitaron, ni una pequeña mordida siquiera. Es una burla. Me dijeron que el dulce y el chocolate podían exaltar mis ánimos y tendría que recibir más electro choques y en consideración a que era mi cumpleaños me lo advertían. Cuando les dije que de nada valía todo eso porque esa noche yo y otros más íbamos a morir, me dieron un par de pastillas amarillas que tampoco tragué, tenía que permanecer alerta. Esa noche vendría por mi y yo quería hacerle frente con toda la dignidad que mi condición me permitía, tenía que hacer sentir orgullosa a mi estirpe aunque muriera en el intento. Ningún demonio corrompe-niños iba a impedir que hiciera mi trabajo dignamente hasta el final. Yo sabía que Dios estaba de mi lado y algo iba a pasar, ¡algo tenía que pasar!

Día Cinco.
Amanecí, sobreviví, no me han matado, ¿porqué no me han matado? El estúpido demonio o los médicos, ¿porqué no me han matado? La misma rutina de siempre, pastillas, desayunar, juntarnos en la sala donde los pacientes nos reuníamos a perder el tiempo, compartir un par de palabras incoherentes y nuestros miedos. Esas mentes perturbadas y atormentadas me perturbaban a mi, la mitad de ellos estaban poseídos por algún demonio invasor, de hecho logré expulsar a un par de los más débiles, si tan sólo ellos supieran… Me voy a descansar, ¡siento que no puedo más!

Eran las 3 de la tarde cuando lo vi entrar en mi cuarto acolchonado y blanco de 3X4. Efectivamente parecía un niño de 6 años y sus facciones eran dulces, pero su mirada no engañaba a los más avezados, a los que se atrevían a ver más allá de la simple vista, como yo. No sé cómo entró ahí, no sé cómo se hizo invisible y nadie notó su presencia y finalmente eso no era realmente importante. Lo que importaba era saber cómo iba a hacer para sobrevivir.

Él se sentó en el suelo, recargado en la puerta y asumió la posición fetal. Me miró y empezó a entonar una cancioncilla que sonaba terriblemente tétrica a mis oídos y me torturaba el alma, hacía que tuviera visiones terribles de monstruos que se abalanzaban sobre mí e intentaban penetrar mi cuerpo y poseerme. No podía dejarlo hacerme esas cosas terribles, así que lancé un hechizo que lo hizo chillar y se detuvo un momento, permitiendo que yo recuperara energías. Cuando levantó la cara estaba furioso y pude ver en plenitud su horrible y verdadero rostro. Para este tiempo los guardias del hospital estaban afuera de mi habitación intentando entrar, golpeando fuertemente la puerta, pero el demonio no se los permitía, este hecho también lo distraía un poco y me daba un poco de ventaja.
Yo permanecía en mi cama y no dejaba de lanzar hechizos contra él que no dejaba de chillar de forma horrible atacándome también con hechizos y maldiciones. Me dolía la cabeza de forma horrible y sentía como si mi cuerpo ardiera en llamas. Mi cuerpo levitaba un medio metro por sobre la cama.
No podía rendirme, no podía permitir que me matara y que todo el trabajo hecho y todo el sufrimiento vivido los días pasados se fuera al caño. No podía permitir que ese horripilante ser permaneciera entre los humanos perturbando sus mentes e inspirándolos a hacer las cosas más aberrantes. Era una bruja muy joven y ciertamente no muy poderosa, pero me tomaba muy en serio la gran responsabilidad que conlleva la dádiva de los poderes que me habían sido concedidos por Dios para ayudar en la lucha contra el mal. Era mi trabajo, mi obligación.

Tuve que hacer acopio de todas mis energías para deshacerme de la tortura física a la que estaba siendo sometida y poder concentrarme en destruir a ese ente maléfico que seguía sentado en el marco de la puerta chillando y lanzando maleficios contra mí. Entonces la tortura cesó y el fuego que envolvía mi cuerpo se apagó. El horripilante ser estaba envuelto en llamas y pronto se volvió un pequeño montón de cenizas. El dolor cesó totalmente y yo sentí que mi espíritu abandonaba mi cuerpo; los guardias y enfermeros pudieron entonces entrar a mi cuarto y me encontraron tendida en la cama, inconsciente, sangrando profusamente por los oídos, la nariz, la boca, los ojos y las uñas. Tenía hematomas por todas partes y parecía sin vida. Otra vez electricidad en mi cuerpo, esta vez aplicada en mi corazón para intentar volverlo a la vida. Funcionó y regresé a la tierra de los vivos.

Cuando el Dr. Saavedra, mi médico tratante me preguntó qué había pasado le conté una versión corta de los hechos. Más electro choques y un nuevo interrogatorio, mismas respuestas. Supliqué que me dejaran morir y que cesara la tortura ya que había cumplido mi deber, pero el doctor no quiso. Entonces usé uno de mis poderes terrenales, la capacidad de análisis para hacer entrar en razón al Dr. Saavedra. Le pedí que explicara como es que tenía lógica todo lo que había sucedido. Estaba en una habitación acolchonada, debilitada por los electro choques y las pastillas (nunca le confesé que no las había tragado), tenía hematomas y heridas en lugares donde era imposible que hayan podido ser auto infligidas, yo no tenía forma de crear fuego con ninguna herramienta y aunque había cenizas en el suelo nada en la habitación se había quemado, ni siquiera el material acolchado alrededor del montón de cenizas cerca de la puerta, todos en el edificio habían escuchado mis gritos y los chillidos del aberrante demonio al mismo tiempo, y cuando entraron estábamos sólo el montón de cenizas y yo..

El Dr. Saavedra me miraba de forma extraña y se preparó para llamar a los enfermeros para que me regresaran a los electro choques. Yo estaba acostada en mi cama, miré al Dr. Saavedra a los ojos con desesperanza, y él empezó a sentir una opresión en el pecho. Quiso presionar el botón nuevamente para llamar a los enfermeros y una opresión mayor se lo impidió. ¡yo no sabía que podía hacer eso! Entonces entendió y se rindió, me miró y vi miedo y desconcierto en sus ojos. Cuando cerré los ojos y me relajé pudo moverse otra vez y se preparó para salir de ese lugar tan rápido como se lo permitían las piernas. Probablemente pensó que en ese momento tomaría mi escoba y saldría volando del lugar.

Una semana más.
Dormí por muchos días, no sabría decir cuántos. Los electro choques y las pastillas cesaron, me dejaron en paz. Cuando finalmente desperté todos los dolores y aflicciones de mi cuerpo habían desaparecido, pero sentía que mi espíritu había envejecido al menos 100 años. Salí de la habitación, la puerta no estaba cerrada así que lo hice sin problemas; fui a la oficina del Dr. Saavedra y cuando me vio entrar me miró con respeto esta vez, le dije con toda firmeza que quería salir de ahí, que yo no pertenecía a ese lugar. Curiosamente él también parecía haber envejecido 100 años, no me contestó y sólo me extendió una bolsa en la que había un par de mudas de ropa, dinero y un ejemplar de la Biblia. Salí de ese lugar por la puerta de enfrente y nadie me detuvo. Esa noche hubo un incendio en un pabellón del hospital siquiátrico y el Dr. Saavedra elaboró un informe en el que decía que yo lo había provocado y había muerto en el incidente. El personal del hospital apoyó su teoría y nadie dudó de su palabra, todos parecían aliviados por haberse deshecho de mí. Nunca nadie volvió a hablar sobre lo que verdaderamente sucedió esa noche.

Saliendo del hospital me fui a casa de mi abuela, quien sonrió cuando abrió la puerta y me vio. No hizo ni una sola pregunta, sólo me abrazó muy fuerte. Me bañó con hierbas y comimos en silencio, no hubo charlas inútiles, eso no es necesario entre nosotras, sólo paz en el aire. Me quedé dormida entre sus brazos mientras acariciaba mi cabello. Y luego desperté.

Texto agregado el 15-04-2006, y leído por 115 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-04-2006 Sentí la angustia y desesperación de estar encerrado en ese manicomio. Muy buen cuento, fluye con ligereza su lectura, espero subas mas cuentos pronto. Peter_6
21-04-2006 Un relato por demás interesante, no dejé de leerlo hasta el final. Todo lo referente a las brujas y a la insanía mental,son temas apasionantes para mi. Saludos. purpurinagirl
19-04-2006 Sumamente interesante y lúcido. Buen tema y muy bien narrado que no cansa en ningún momento y que es dificil adivinar el desenlace. Me gustó. Excelente tlaxcala
 
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