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[C:201106]

Que dirías si te dijera que quiero pasar el día de mi cumpleaños solo contigo. Ya te lo estoy preguntando indirectamente con esta preposición, pero no encuentro mejor manera que saber tu respuesta sin hacerte directamente la pregunta. Quizás no me atreva a hacerlo de frente porque temo tu negativa. Y aunque te pueda parecer lo más indecoroso que te he ofrecido, además de que nunca te he ofrecido nada, quisiera pasar toda la noche contigo abrazándote. Quiero besarte. Quiero también acariciar tu blanca piel, y oler tu sexo, besarlo y abrir mis ojos para ver tu gesto de placer. Sólo te pido esta noche, ésta noche que cumplo 43 años. Esta noche la quiero pasar a tu lado. Desnudos. Si hace frío nos taparemos, pero si hemos sudado mucho fumaremos un cigarrillo, beberemos lo que me pidas. Será en el lugar que tú escojas, a la hora que sea mejor para ti, en la noche. Te buscaré o si quieres te esperaré donde me digas. No le contaré a nadie que estuvimos juntos, y esperaré lo mismo de ti. Pero en el caso de que quieras que todos se enteren, que sea. Y no tendré otra opción que estar contigo, porque si se llega a saber no te gustará la idea de que seamos amantes. Pero si tú quieres puedo serlo. La dejaría por ti, a ella. Pienso en ti siempre. A veces cuando la beso susurro tu nombre. Ella no me escucha. Es sorda. Cuando nos acostamos me pide que le hable así no pueda escucharme. Yo te hablo a ti. Cuando la abrazo nunca cierro los ojos. Nunca te he mencionado, ni con señas ni nada. No sabía tu nombre. No sabía que conozco a una Jumel. No existías para ella. Para ella solo existía yo. Para mí sólo existías tú. Acostumbré a besarla poco. Casi siempre en la mejilla. A veces ni la tocaba. He escuchado algunas de sus lágrimas. En una oportunidad vi su columna vertebral que sobresalía de su flaca espalda, encogida en posición fetal. Pasé mi dedo desde donde nace en su nuca hasta el cóccix. Me pareció que se tranquilizó. Volteó. Me miró. Me dijo: “¿quien es Jumel?”. Hasta entonces no lo sabía. Encontró la carta en el bolsillo de mi saco. Le dije que era un cuento. Una ficción. Pero la descripción casi exacta de nuestra situación la afligió al leerla. No me creyó nada. Pasamos el día envueltos en las sábanas que nos regaló su madre el mes pasado por nuestro aniversario. Las sábanas son de ceda blanca, y cubierto he soñado contigo desde el primer día que dormí bajo ellas. Hizo un gran nudo y lo amarró a la viga del techo del rellano. Cuando llegué tenía de nuevo las vértebras expuestas. Desnuda sobre el piso dormía con las mejillas mugrosas. Se había secado las lágrimas con sus manos sucias. Cuando derribó el banquillo de la muerte con su pie le dio la fuerza para sujetarse del cuadro y arrastrarse hasta llegar al sobrepaso. El arrastre le ennegreció las manos por el polvo de meses. Se rompió la mandíbula al impactar con el piso. Un diente cayó cerca del banquillo. Fue lo primero que recogí al llegar. Lo puse en mi bolsillo del saco y luego me agaché. Pasé mi dedo desde donde nace en su nuca hasta el cóccix. Las conté ésta vez. Catorce. Catorce vértebras. Catorce años junto a ella. Catorce años lejos de ti. He gruñido durante mucho tiempo. Maldito nudo, ¿porque no se ajustó bien? La cargué. La cobijé. Dormí a su lado. Despertamos por la tarde. Luego de 16 horas de sueño. Sin sábanas de ceda blanca. Sin ti Jumel.

Texto agregado el 27-04-2006, y leído por 126 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-07-2006 me amarro a la lectura, pero me parecio lenta la narracion talvez por el mismo desanimo que causa la mujer del cuento, sigue escribiendo tocayo miguelangelmolinacastro
13-06-2006 Me impactó el conjunto. Retratas muchas cosas con detalle: la repulsión que un hombre siente por alguien que ya no ama, que ha llegado a detestarla hasta contar sus vértebras que sobresalen y ver la mugre en sus mejillas. Es una sencilla carta en la que estalla todo lo acumulado en años y que a la vez reclama un desesperado cambio. No soy amiga del halago, pero sigue escribiendo así, Miguel. Aplaudo el ensayo de ideas, el desprenderte de ti para encarnarte con soltura en un hombre de 43 años, luego quizá en un niño de 10 o una vieja de 75. De eso se trata. yamilethlq
 
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