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Ya no podía pensar, decir ni hacer nada. Estaba ahí tirado, muerto, sangrando en aquel cuarto con olor a sudor, nicotina y pólvora.

Acompañado de unas mesas de Pool y luz tenue, cayó por un disparo que atravesó toda la estancia hasta incrustarse en su pecho y recibir otros cuatro tiros en la espalda.

Jugaba con sus traidores competidores cuando un joven de negro, bastón en mano y sombrero de copa, sacaba de su terno antiguo un gran revólver y disparaba una vez.

Recordaba, mientras golpeaba la bola tres, que alguien faltaba en esa pequeña reunión de millonarios y poderosos señores de la ciudad. El mayordomo le decía que una persona quería conversar con él. El anfitríon le ordenó que lo dejara pasar.

La hora llegó, su mayordomo hizo pasar a los invitados después de una cordial bienvenida con un pequeño cóctel y algo que tomar. El anfitrión hablaba feliz y movía sus manos con esmero y delicadeza. En ese momento comenzaba la conspiración.

Los motores se apagaban de a poco, el mayordomo supo que debía atender de la mejor manera, su trabajo peligraba. Su amo, el señor Hutson, era el anfitrión de un pequeño partido de Pool. El último de su vida.

La casa era gigante, decían los sirvientes arreglando los muebles para la mejor acogida de los invitados. Al fondo de la sala de estar, el señor Hutson sentado leyendo las restantes páginas de "La Política" de Aristóteles, miraba a veces con su monóculo para sercionarse de que el trabajo era eficiente. Motores sonaban a lo lejos, Hutson se levantaba de su silla y peinaba su pelo canoso mientras lanzaba a la mesa de centro la obra griega.

Eran las cinco de la tarde y el amo de la casa despertaba de la siesta rutinaria de los días domingo. Éste, era uno especial. Hace una semana atrás invitó a los mejores jugadores y señores del Pool a su casa. Después de esto sería reconocido como uno más del circulo de jugadores de la alta sociedad de Gales. Los súbditos se movilizaban con rapidez, faltaban pocos minutos para que los invitados llegasen.

Nadie quería meter ruido alguno, ya que no sabían como reaccionaria el señor si lo despertaban. Aun que ya restaban minutos para las cinco, hora en la que se levantaba. Los platos eran llevados para las mesas principales y se organizaba la ubicación de los comestibles del futuro cóctel esperado, él cual Hutson había mandado hacer, sin dar referencia de los invitados que se estarían presentando una hora mas tarde.

Aquel hombre de nivel social alto era la víctima le decían a un tipo mientras le entregaban un revólver, apuntando al que se asomaba a la ventana de vez en cuando haciendo parecer que se recostaba. La fortuna que poseía no se comparaba a las otras de la ciudad. Merecía morir.

Hutson alcansó a ver al jardinero conversando con un tipo a lo lejos, creyó que era uno de los invitados perdido, pero era muy temprano todavía. No le extrañó ver a ese tipo con esmoquin, sombrero y bastón en mano.

Este es el tipo de personas que no sabe nada ni relaciona nada con nadie, no le temía a la muerte, ya que poseía dinero y en ese momento el dinero todo lo hacía. Habia jugado con un grupo de Pool galo de su nivel social, era conocido, pero no lo suficiente, hoy sería la posibilidad de hacerlo. Este era Hutson, odiado sin saberlo, personaje muy ingenuo. Pensaba, decia y hacía mucho. Comenzaba a prepararse para dormir su siesta dominical después del almuerzo. Miró el reloj y recordo la clave para entrar de los invitados: Cero.

Texto agregado el 02-05-2006, y leído por 119 visitantes. (0 votos)


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