Por primera vez desde hace mucho tiempo Elizabeth dejó todos los quehaceres del hogar, para dedicarse en cuerpo y alma a lo que la apasionó durante toda su vida.

Elizabeth era una muchacha tímida pero muy bondadosa, ella conoció a su esposo a los dieciocho años, él le prometió una vida llena de colores hermosos - como los que ella usaba para pintar hermosos paisajes - pero hasta ahora sólo le había entregado dolor a esta joven tan frágil y hermosa.

Cuando ya era de noche, y al ver que su marido se encontraba en un profundo sueño provocado por la borrachera, ella se dirigió a la habitación que había arreglado hace tantos años para pintar tranquilamente; aquel lugar que sólo uso un par de veces y que su esposo en una ocasión ordeno que se usara como cuarto de juegos.
Elizabeth recordó lo que pasó en ese momento.

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Por primera y única vez Elizabeth había tenido el atrevimiento de gritarle a su esposo, exigiendo la permanencia del cuarto como lo que él siempre le prometió antes de que se casaran, al escuchar todo lo que ella dijo él la golpeó brutalmente por insolente y malagradecida; tan fuerte fueron los golpes que Elizabeth tuvo que ser llevada de urgencia al hospital; ante el miedo de ser denunciado, su esposo prometió dejar esa habitación intacta, siempre y cuando ella mantuviera la boca cerrada.

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Elizabeth se encontraba hipnotizada mirando el lienzo vacío, lo miraba como si buscara en él las respuestas a cada por qué de su vida; al pasar un rato decidió ir a sentarse, cerró los ojos y dejó que su mente recordara aquellos momentos que tanto intentó olvidar, y que ahora eran necesarios para su obra.

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Después de unos meses Elizabeth se encontraba en perfecto estado, y a pesar de lo que su marido le había hecho, se sentía enormemente agradecida por haberse quedado con el pequeño cuarto. Unos días después, mientras ella pintaba un hermoso arcoiris encerrado en un universo lleno de oscuridad, su marido entró furioso a la habitación destruyendo todo a su paso, incluyendo el solitario arcoiris.
Aquella tarde Elizabeth se encontraba desnuda y lastimada sobre el suelo de la habitación, se sentía humillada y también sentía el odio más profundo que puede sentir un alma tan bella como la suya, pero su odio no iba dirigido a quien se lo merecía; todo la rabia era para ella, tantos pensamientos rondaban su cabeza .. pero luego vio lo que quedó de su cuadro, lo que quedaba del arcoiris la conmovió tanto que creyó que sus lágrimas se acabarían en ese momento; esa fue la última vez que entró a ese cuarto .. hasta ahora.

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Ya no había más que pensar, este sería el día de su obra maestra, aquella que postergó por demasiados años.. aquella que nunca debió imaginar. Cerró la puerta con llave y miró hacia la ventana un momento, a través de ella se podían observar las estrellas, se sentía avergonzada de que observaran tal espectáculo, asi que cerró la cortina.. unos segundos de oscuridad y por fin encendió la luz; se acercó lentamente al lugar donde guardaba las pocas pinturas y herramientas que tenía, pero en vez de sacar un pincel.. lo que sostenía su mano era un enorme cuchillo.

Encerrada en la habitación que con tanto cariño decoró junto a su - en ese tiempo - amado esposo, pensaba en que ya no había otra forma de ser feliz, y tranquila y delicadamente comenzó a hacer pequeñas heridas en su brazo izquierdo, el color de la sangre era perfecto para su obra; mientras más pensaba en su vida, con más furia realizaba los cortes.. la sangre manchaba el piso y salpicaba el lienzo que ahora reflejaba el profundo dolor de un artista consumido por el sufrimiento; poco a poco Elizabeth fue perdiendo el conocimiento.. su obra estaba terminada; el lienzo, las paredes, el techo, todo estaba cubierto por la desolación.. pero dentro de ese paisaje tan triste .. Elizabeth yacía sonriente, siendo el bello arcoiris dentro de esa macabra oscuridad.