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Advertencia inicial:
La siguiente es una historia real, con características propias de la realidad y por lo tanto verídica.
El contenido vertido en este relato presenta suspenso, revela miedo y se sugiere levantar la vista en este momento si no se esta preparado.
Además se requiere paciencia para comprender al tipo de detrás de la pantalla que ha tecleado durante horas. Solo lean.

Admito que el temor no me invadió por completo en la casa de Andrés. Pero faltó poco para que revelara mis inseguridades básicas, las iniciales, las que un niño presenta desde que es tal y que guarda profundamente con los años. Solo faltaba una historia para que me mostrara como un nato, una que permanecía en mi mente, una que me pasó años atrás y que no quería recordar…
También es cierto que no veía sombras de la nada, pero en mi mente se empezaban a formar. “Demonios” me decía, me está pasando otra vez, como aquella que estuve en la playa, en la misma arena con todos lo primos; contando esa clase de historias.
En una y otra me venían a la mente la choza de abobe y calamina, los ruidos estruendosos de gente moribunda (quizás ahorcada y descuartizada) y de risas macabras, que punzaban mis huesos con agujas, mostrándome al mismísimo…
Casi muero cuando me dijeron: “Trae más ramas para la fogata, están solo a unos cuantos pasos”. No me moví pues tenía los huesos rígidos, y los dientes tiritando con la misma melodía de aquella vez. Mi hermano tuvo que pararse y coger la leña, para que no se perdiese el rastro de los relatos.
Pero ya las cenizas estaban en mí…

Carlos empieza a interesarse, Patricio voltea y escucha, los tres en el ómnibus.

Cuando estábamos en segundo de secundaria, viajamos al colca. Yo había esperado ese momento ansioso pues la primera vez que fui con mis padres era muy pequeño para recordar la tierra de los cóndores.
Así partí con la mayoría de mi promoción.
Viaje pesado, agobiador, pero después de todo ya estaba allí.
Llegamos al colca a las 4 de la tarde, estuvimos en el pueblo hasta las 8.
-¿Dónde vamos a dormir?
- En los bungaloes.
- De acuerdo.
Dos horas para llegar a nuestra llamativa residencia. Una hora más para ubicarse en los bungaloes.
No había comprado una linterna, no pensé que fuésemos a usarla y ya me comenzaba a arrepentir.
Diego fue a mi lado en el ómnibus y felizmente sí tenía una linterna.
-Mierda, dos horas para llegar a estas casas estrambóticas, necesito mear. Se acomodo el pantalón y con la linterna en la otra mano buscaba un sitio en el cual miccionar.
-Esperemos a que todos se bajen- ya había elegido un lugar – no me gusta que me vean.
El último fue el chofer, bajó, se alejó unos 50 pasos y recién Diego prendió la linterna.
-¿Miras allá, detrás de los árboles? Ahí.
Caminaba raro, quizás por las ansias de miccionar, y rápido.
Me quedé parado a unos 10 metros, volteé y puse a prueba mi vista.
Lejos, quizás a unos 400 metros hasta el edificio principal. Con árboles por todas partes y cerros, a donde los ojos mirasen, cerros, cerros y más cerros.
Los árboles bailan aunque no son muy descriptivos, la luna y las estrellas no son suficientes para meterse en ellos, ni nosotros con una linterna de mano.
Pasan 40 segundos.
En realidad son 33. 3…3
Silencio.
Diego se cierra la bragueta y mira alrededor.
-Este lugar es muy raro, ni siquiera huele bien. –no es conocido que los descampados huelan bien, pero por lo menos ese olor no se te metía por las fosas, para llegar al encéfalo y aturdirlo a u vez.
Camina hacia mí, apunta mi rostro, luego el piso y…

El árbol que está arriba de él, escupe algo, sin forma, que casi golpea su cabeza.
Silencio.
Pasmados, hablamos por miradas, mirando al… pequeño cadáver. Me acerco, mis plantas crujen demasiado, ¿porqué? Silencio.

Lo miro, me mira, es un cuerpecito, un feto chico, parecía un cerdito a la distancia; de cerca es un ser aforme, con ojos negros vidriosos, con las manos juntas en el vientre como pidiendo algo, sin vida aparente, apestando.

-Mierda- Diego deja de apuntarlo, me pone como objetivo, luego al árbol, luego a los cerros.
Su luz (nuestra luz) se pierde.

-…Ayúdame…

No fui yo, no fue él, venía de la espesura, el silencio que continuó me permitió escuchar nuestras palpitaciones aunadas, solo por breves instantes.
Al escuchar otra vez el clamor salimos disparados.
Nunca en mi vida la había hecho tan rápido.
Nunca.

-No deben permanecer fuera a partir de las 12, mañana será un día muy pesado y necesitan dormir- Entramos rápidamente a la sala. Urbano no se dio cuenta, había mucha gente- Estaremos hasta las 12 en la fogata, no más- los ojos le relampaguearon- cuídense de no confundirse, los bungaloes 7 y 8 no son para nosotros, en el ala izquierda están desde el 1 al 8, en la derecha del 9 al 16- breve pausa, aún agitados.
-Según las listas- cuentas, maravillas, aún sabes hacerlo- cada grupo es de 8 personas.
-Aguilar de la Riva, bungaló número 4.
-Alcázar, el 2.
-Aranzáens: 3
-Aranibar, número 6.

-Ese es el nuestro- recién Diego apagó su linterna, y con tal “set of”, sus pulsaciones drenaron.
Continuó la distribución de grupos y nuestra búsqueda de Gabriel. Aunque, después de todo, él nos encontró.
-Donde se habían metido, pensé que un pishtaco, se los había llevado- se rió y nos llevó a la fogata. Siempre fue más alto que nosotros, 1.80 en segundo de secundaria.
En el patio, Fabrizio estaba ya comiendo, fue el primero en atravesar su salchicha con un palo y cocinarla en el fuego.
-¿Qué bungaló nos ha tocado?- pregunta sin expectación.
-El seis- respondí yo en vista de que Diego escrutaba a los árboles.

-Qué porquería, así va a ser difícil joder a todos los grupos, somos los más alejados- dijo Vásquez con el embutido en la boca.
Estando frente al fuego comenzó la ronda de historias “terroríficas”.
-Cuidado con sus palabras dijo Surco- las niñas no podrán dormir si mencionamos al chupa cabras- seguidamente miró a los felices, los que se pararon, ya temblando, con las salchichas en los palos.
Nada más que para ver nickelodeon en la sala principal.

-Y… ¿quién será el primero?- el chico de las flamas.
- Nada de huevaditas esta vez, drácula y el hombre lobo se pueden ir largando, junto con blancanieves y el cura sin cabeza.
Carlos baja la cabeza en el ómnibus, con Patricio en frente; damn piensas, y yo que quería hablar de Margarita la caza vampiros.
Silencio. (De voces por supuesto)
El fuego no dejaba de hablar y reírse de nosotros. (No se hace referencia a ninguna persona, sino a la fogata).
-Hace tiempo- comenzó Gabriel, conocía a una vieja que vivía más arriba de mi hato, su caserón era enorme y nadie nunca había entrado ni conocía lo que había dentro.
Me paro, doy unas cuantas vueltas, veo a todas partes buscando un animal. Ninguno que se deje ver, que quiera mostrarse. Es cierto que tenemos los oídos abiertos, y que escuchamos aunque no queramos, así que me llegaban ciertas frases, un nombre por ahí, pero no estaba con la cabeza ahí, en el cuento. Estaba en la base de un árbol.

-…se me cayó la pelota jugando fútbol y tuve que tocarle la puerta- hojas, hojitas, no como las que uno quiere, verdes; sino oscuras, que no saben moverse- una aldaba enorme, un portón antiguo, aterrorizante- no dejan salir ni una palabra desde adentro, que aburridas, creí que se moverían, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda; como otras hojas- toqué dos veces y miré hacia atrás, para no captar la construcción- Diego está mirando al piso, con el palo traza símbolos, hace garabatos. Tampoco presta mucha atención- Salió una anciana, más pequeña de lo que creía pueden ser la ancianas, busco mi pelota digo, cayó dentro de su casa. Ssi, sisea como serpiente, puedes recogerla. Mierda

Escuché la historia de Gabriel sin escucharla, aún la cosa pequeña con ojos vidriosos me daba vueltas a la cabeza. Miro a Diego, el mira al piso, camino hacia la puerta y el me alcanza.- Yo también me voy- pausadamente- esto no es algo que me agrade mucho, después de esta… cosa.
Salimos del edificio con falso de paja. Cuando salimos del porche, rodeado por una cerca pequeña, Diego prendió la linterna. Caminamos pegados, hablamos muchas cosas, sin abrir la boca, solo mirando el degradé de luz en el piso.
Un largo trayecto, enorme, agobiante.
-¿Así tan largo?- Carlos con ambas botellas, dedos pegajosos, expectante.
Mis ojos le dijeron que sí.

Así que entraste a la hato Gabriel, Vásques piensa, que tal valentía, y que llegaste hasta un jardín, jajajaja, ¿con una higuera dices?

El ambiente no era al mismo que nos imaginamos al partir, ni el que apreciamos al llegar, era solo una imagen de historia ofuscada, copiada y pegada miles de veces.
Estaba pesado y denso. Miro a changuich, también meloso.
Cuando entramos al jardín del Bungaló 6, Ego se metió la mano en el bolsillo. Solo en ese momento mira alrededor, se detiene en el árbol, sin algo en el piso.
Se lo han llevado, cree, yo lo hubiera hecho también de no quedarme clausurado de movimientos oculares, fijo en el ojal antiguo y frío.
Vuelta a la derecha, se cierra, vuelta a la izquierda, gira, lentamente sin hacerse esperar ni violentar.
Estábamos adentro.
Reconozco en la oscuridad tres cuartos a la derecha, y a su opuesta un pasadizo; entro al que esta frente mío, me echo, abro los brazos, mirando el techo.
Diego revisa el bungaló, no hace ruido (eso trata), halla dos cuartos amplios, el baño y al final del tunelillo la cocina. Él se aventura, él investiga, después de todo es él el que tiene la linterna. Finalizada la inspección se acerca a mi cuarto.
De una o dos camas, no me acuerdo, prende la luz y apaga la suya.
-Raro- mencionas. Me tapo los ojos, luz de los demonios, ya había supuesto que no era un feto sino un ave que se cayó del árbol, se rompió el huevo y ahí estaba.
Moría de sueño.
…ahí estaba…
-¿Qué crees que fue eso?- eran dos camas, aviar se sentó en la segunda.
Abrí los ojos y observé: pequeño, caliente, con muchas manchas rojas al estilo de película terrorífica.
-Un ave, una maldita ave- volteo a la izquierda, otra mancha, cierro los ojos; el ketchup ya en mi cabeza.
-Y si era un ave- lo dices incrédulo- ¿dónde estaba el maldito cascarón? O el jugo que siempre está dentro. ¡Donde! Y, qué cuando vinimos y ¡ya no estaba! ¡Ni un puto rastro!
Tenía razón, no podía ser tan suspicaz, pero el sueño hablo otra vez por mí.
- Un zorro, una viscacha, un perro salvaje. ¿Qué se yo? Pero se lo llevó, se lo tragó, comió, engulló, almorzó… fin. ¿Contento?
No.
Mi cuarto tiene una ventana mal cerrada que hace silbar al viento. Las cortinas se mueven, lo se porque yo lo haría, viento de mierda ¿porqué te burlas? Risa macabra.
Por fin el sueño pudo más, me dormí muy ligeramente en un estado AP. Pero, estaba dormido.
Dejé a Diego hablando, formulando teorías, moviendo la linterna, increpando.
Desperté a las 12 y media cuando llegaron los demás; recordando nada de ese sueño, pues sueño no era.
Diego me comprende, se levanta y abre la puerta.
Entra el grupo prendiendo las luces, como siempre después de rondas de cuentos raros, hacen bulla para no sentir el falso silencio. Reconocen.
-¿Qué tal los cuentos?- Diego a Gabriel.- mejor que los de mejía- devuelve la bola- esta vez si me tocaron bro, esta vez si que me comenzaron a asustar.
Diego no estaba asustado, mas sí intrigado, necesitaba respuestas como aquel niño que pierde de vista un caramelo. Solo porque el adulto lo escondió rápidamente cuando el pequeño se dio la vuelta.
Y, ¿Quién es esta vez el adulto?
Fabrizio es menos susceptible al miedo de historieta, es incluso más práctico.
- Todos a la sala para quedar lo de los cuartos- dice F.
Otra vez Diego responde por mí- David está durmiendo, así que si vamos a hablar, que sea en su cuarto.
-Ok.- …?

Entró Offdan, Cuy, Murki, Silva y después Gabriel con Vásquez.
-¿Qué mierda es eso que está en las paredes?- Offdan.
-Ketchup- para mis adentros.
-Cera roja- también yo.
-Eso no es cera, ni ketchup, es…es…-Gabriel se corta y abre la boca- … es sangre.
Me levanto inmediatamente- ¿Qué?- Fabrizio observa, no quiere tragarse la posibilidad, pero se pregunta, si no es, ¿qué es?
-Al demonio con la sangre- el sueño vuelve a hablar por mí, me quedo en esta cama.
-Como quieras-…? Quien dijo eso.
-Hay un cuarto con 3 camas y otro con 4.
Shaize, me quedo solo.
-Más placentero- la voz irreconocible.
-Menos bulla- Yo.

¿Carlitos, tu también callado? El ave si era un ave, se puede llamar moe, y tenlo por seguro nos seguirá hasta llegar.

No recuerdo como se organizaron, la cosa fue que salieron, hicieran ruido otra media hora y después se callaron.
Me paro, sigo con la misma ropa, voy al baño. Micciono (que rico), miro en el espejo, soy el mismo.
Como “vieja” (¿te cayó el saco?) que alquila un nuevo departamento, abro una puerta.
Um. Gabriel, Diego y Fabrizio; Hablando. Gabriel ahora, ora Vásquez, Diego callado, pero despierto. (No en vano desde inicial). Estas inquieto.
Cerré la puerta y me dirigí a mi habitación, todo muy cerca. Extendí la frazada en la cama, vieja, tétrica y me deje hacer sanguchito por un colchón mal oliente y una jamonada de alpaca.
Por fin podré dormir tranquilo. Dejo los engrudos para el día siguiente. Con la cabeza bajo la almohada y el cuerpo más abajo, doy cabida a otro sueño AP.
Como no entra en línea, tengo que estimularlo.
Una ovejita, dos ovejitas, tres ovejitas; sueño, sueño. Cuatro ovejitas y 5 y 6.
Una manada, un grupo de amigas, un colegio, una universidad; de ovejitas.
Todavía Nada.
…289 ovejas… 300 ovejas.
…-David- y ahora que quiere Diego. Ovejita, ovejita- David- ¿no puedes ir a otro lado a joder?- David- ovejita cayó con sueño y se durmió.
Pasan 5 minutos, David no se mueve, el subconsciente lanza imágenes, dulces recuerdos, se perfila un sueño; un tiro libre, gol ¿será?... (ojalá que no, porque yo soy arquero)
- David, ¿me estabas llamando?
El pequeño “d” se incorpora con ojos caídos.
-¿AH?, si si si, te estaba llamando, ¿lo hice 3 veces verdad?
-Sí, me suspiraste Diego tres veces.
- ¿Y los otros no se levantaron?
- Solo me llamaste a mí.
-(ete)- me.

Muy bien. De la intriga pasamos a las preguntas sin respuesta. De los espacios en blanco a las llamadas personales y de los clamores interiores al jardín, sí, salimos, nos sentamos en un muro alcanzable.
-¿Querías hablar conmigo? – Dieguito que bueno que no estaba dormido (no profundamente) aunque esta noche no me imagino así.
-Yo no te llamé- carambas, aquí se puede armar un lío- o sí, lo hice, pero justo después me dormí, y cuando estaba ya soñando, apareciste.
-Y de que… (Querías hablar, con tinta invisible)
Un grito estremecedor justo detrás de un cerro, de ser vivo, muriendo, de persona.
Esperamos, no nos movemos ni un poquito, ninguna luz en los demás bungaloes, ni en le nuestro.
Diego se levanta, con pies ligeros camina; me invita a hacerlo. Doy dos pasos, se entumecen mis pies pantorrillas, sube el punzar del viento como fría nova, al tercer paso me detiene.
-Diego- digo muy suave y aterrado- no puedo avanzar más.
Da la vuelta, me mira desperado y tieso, sus piernas también en cero.

-No te detengas- suspiro desde el cielo, como de Ángel; cálido, acogedor, tierno.

“Llegó la noche, suspiro clemente
reconozco esa voz, esa música
diciendo, espero esta noche
mis labios se abren
sea muy corta y demasiado clemente
clemente clemente
para que no me vengan recuerdos
paso cuarto, paso quinto
ni sueños” (bis)
“clemente”

Con tu nombre, letras invisibles.
Mis piernas sienten la sangre otra vez, el deseo, la fuerza, moviéndose hacia delante.
Diego sale del trance agitado, aún callado, sin prender la linterna. Sin apretar el gatillo, de un retazo de luz.
Gracias.
La misma posición agobiante para escuchar a mis primos, con la cabeza abajo, abrazando mis piernas; en el Colca.

Después de eso nos movíamos más rápido, revelados los árboles tan solo por la luna, estando nuestras narices aturdidas sin capacidad para quejarse del hedor.
Nuestro norte eran los gritos, nuestro sur desesperación, el oeste un punto vago, el este lobreguez soledad y putrefacción.
Aún no podía creérmelo, que alguien gritase de tal manera, pidiendo auxilio, matando su voz.
De súplica tornaba a llanto, de petición a quedo clamor.

Un cerro de proporciones apreciables con muchas rémoras adheridas a su piel, que de él dependían y que nos mordían los pies. Los cáctus estaban allí, pero sin hacerse presentes; también sentían nostalgia, temor, y para colmo la consumación del miedo prolongado.
Viéndonos escalar en una noche débilmente estrellada.
-Hey Diego, ¿sale una canción?- no quería una canción, pero con ella me habría librado de gran peso.
-Tarara- tarareando- subiendo este cerro por curiosidad.
-Larara- Larareando- con una linterna no en mi mano, negra y amarilla.
-Tiriri- Tiririando, con ichu que pica, au, jodes, ¿sabías?

Ninguna con ritmo, ninguna canción. Gastando palabras para solo tres metros, los últimos tres metros de subida.
Me siento en una piedra cansado. Dieguito da vueltas, donde estas, grita otra vez.
Piel de gallina, aullidos de perros, hueso y pellejo, no.
Aullido desgarrador, manipulado, falso. Comienzo a temblar entumeciéndome otra vez.
-Diego…- xq no me respondes, pienso.
Silencio. Sus ojos me miran con pavor.
-Diego, no puedo…- su voz apagada.

David cae, el ser que yacía tras el lo ha golpeado. ¿Una piedra? ¿Un palo?, no, su brazo.
-Mi-mi-mi-mi- Ego no puede continuar la historia tampoco. Trata de correr pero está pegado, trata de llorar pero no sabe como, sus ojos miran al demonio (ya esta bautizado) al par de menestras plomas pero brillantes que tiene por ojos. La bestia se ríe, brota una lágrima, avanza dos pasos, ya no respira, levanta el brazo, cierra los ojos, suspira- ayúdame.
Cae, se el olvida.
Andrés sigue hablando, no puedo respirar, los ojos se hunden; me abraza.

Escalando en hembruna me quedo a la mitad, ya no puedo.
Diego voltea- solo un poco más- brazos y piernas en la roca resbalando.
-Dame tu brazo.
Caigo
Me sostiene
Recibe el golpe.
Hans fumando sobre una piedra nos mira y dice: Santo Dios.
Y con el agua muy cerca, con la fogata ya encima ¿te pasa algo? Miro la arena, no respondo, todo al mismo tiempo.
Pasa una estrella velozmente, desaparece.
Luego Diego divaga, se extingue.

Para los demás sigue siendo la misma noche, para Gabriel y Fabrizio ya es algo más.
-No, no puede ser- observa Fabrizio.
-Las historias se crean- Gabriel- luego se cuentan y comienzan a existir- sus cortinas perrean dejando entrar en poco de luz- esta está en ti, ya no puedes sacártela- de verde a azul de azul a verde- eres parte de ella- último giro- aunque no lo quieras.
Fabrizio piensa, sostiene la frazada, aplica teorías aferrándose a ella.

Diego está otra vez parado, ¿o es la misma? Esperando sin querer el golpe ¿qué más le queda?
Percibe el tiempo en fracción, a pedazos, shot time.
Entra en contacto con su cara, pelo hirsuto, largo. David en el piso ¿muerto? Olor desagradable, fétido.
Lo noquea.

-Diego- Fabrizio.
-Diego – Gabriel.
El primero se para, busca en su bolsa, hurga en su mochila, la linterna; en la silla la casaca… Diego.
-No está con Mario, ni en el baño- G mayúscula detesta eso, salir. La puerta habla, mal cerrada, están afuera- no hermano- están lejos.
Salen y cierran la puerta, piensan rápido: ¿y ahora?
En el otro cuarto murky duerme boca arriba, Silva de izquierda, ronca. Hansito no lo hace, le ganaron, chesu, mugroso.

-Abrázame con fuerza- cierros los ojos me albergo en su seno.
Pero otra vez estoy allí, tirado y yerto.

-¡Por donde, por donde maldita sea!- F.V.Z La última vez que traje a esos tipos fue en primaria- G mayúscula- se perdieron en el cole, pero de mañana.
Caminaron y vieron el cerro, prendieron sus luces. Cuando pasaron por el bache ese que nos inmovilizó, disminuyeron la velocidad; aunque no paso nada a mayores pues una orquídea blanca, inyectada de azul lo impidió.
Una orquídea, orquídea, orquídea azul.

Además se quedaron abajo matándose de risa cuando Juancito decía: díganle a Indira que ya no podré, que nunca más tomaré la cuchilla de fanático.
Solo tenía dos huequitos en las manos. (el futuro de la khala esta perdido)
Ya animal.
Nosotros subimos el cerro por el mismísimo centro, ellos se iban inclinando a la izquierda por un vago suspiro. Griel, Griel, Gabriel.
Fue menos pesado para ellos, aunque de todas maneras jodido por el ichu.
Se introdujeron en un bosque pensando estarán allí.
Primero eucaliptos.
- Sería bueno que fuéramos más juntos pues no se mira ni un carajo, ni si quiera con las linternas- lo hacían a propósito.
Robles
-No-no-no-no creo que estén muy lejos. El frío corta las palabras- mentira, es el miedo.
Cipreses
-Hey, necesito mi casaca, ¿no crees que debemos regresar?
Higueras
Fabrizio, Fabrizio, ¿dónde estás?

No entran estas pestilencias en las teorías de Fabrizio, que zigzagueaba con la linterna, mirando al piso, no a los árboles.
Tierra
Los seres divinos se manifiestan a través de hechos. Así como hay bien hay mal, por lo tanto los seres malignos deberían revelarse por hechos, pero de ninguna manera ellos mismos.
Fango
Incredulidad, no creo pues mierda.
Piedrecitas
Aunque si algo pasara…tal vez creería.
-Gabriel-da la vuelta- ¿Desde cuando eres más pequeño?- recorcholis.

Que triste, Diego estaba en el piso moviendo a las justas las cejas.
Para él han pasado años, eras y para el relato tan solo minutos.
Su subconsciente lo paró, como con choques eléctricos, vamos Diegos, vamos.
-Demonios ¿Dónde estoy?... en el colca- te agarras la cabeza- sisisi shaize. ¿Dónde está David?- Fuerzas tu cintura y los abdominales, tienes 30 grados a tu favor- suficiente, malditamente suficiente para ver que no está su cuerpo. -¡¡¡Dónde estás!!!

Te paras lentamente, contabilizando tus huesos, completo. Es cierto que pensabas en la criatura pero más que todo en tu amigo.

-¿Lo hago?- Sigues las huellas, la primera de pies largos, la segunda de rodillas. (Su par de pares) se lo llevó arrastrando- no lo hago- ¿recuerdas el parvulario, cuando recogiste su lonchera y le dijiste: me llamó Diego?- lo hago- y el miedo, que hay de él, de la criatura, de sus peludas manos amorfas, muerte portantes- no lo hago- David se cae en el barro, Diego lo recoge y lleva al sanitario. 1ero de primaria- lo hago- la muerte se le aparece de miles de maneras, cada faceta más vil, cada rostro más amorfo- no lo hago- David se rompe la cabeza, cuarto de primaria, la sangre queda en los barrotes del pasamanos y decorando su cabeza (como siempre, lo ayudaste)- lo hago- podría atraparte, luego despojarte de la piel, malhadar tus músculos y arrojar tu esquema huesito por huesito- no lo hago carajo.- ¿ Y que del último fuera de la jaula, ah? ¿No lo sostuviste con tu brazo cuando estaba cayendo? ¿No perdiste tu seguridad por dar el brazo a tu hermano y amigo, pudiendo caer?- lo hago.

El debate se extiende un buen trecho, siempre paralelas las huellas a una acequia, húmedas. Como si lo hubiera sumergido en el canal, luego levantado y vuelto a arrastrar.
Estás frente a una casa: calamina, adobe y rara piedra. Un insulto a lo que conocemos como arquitectura. Los últimos retazos se pierden bajo la puerta.
La misma llora, gime, pero cede, entra Diego, entra.
Lo hiciste.

El demonio arrastra a su presa, este malgasta sus rodillas, las ocho entre dos. Está muerto, es lo que parece, inerte. Aunque bajo la luna estreñida y las ocho estrellas se vuelve a escuchar una voz.

-Levántate- esa es para él, esa es para mí- pues no estás solo entre la luna y las estrellas, entre el viento y los árboles, y las hojas y las ramas de esta tu canción. (Tinta invisible)
-Levántate- …
-Y, aunque no tengas hombros, puedes usar los míos, aunque no aliento, tienes mi intención, quiero que camines. Levántate, cumple tu misión- ¡OE QUÉ!
(Color verde, número cuatro)

Dolor de cabeza, temblor en las piernas y fatiga en el corazón. Aunque soplas y me llevas, me cuesta avanzar.
Puerta, puerta, puertita de metal.
Antes de entrar otra vez el gemido, el llanto plañidero salpicado de dolor.
Silencio.
Ahora si que entré.

-Vamos Fabrizio, ¿estás?- la linterna ilumina una higuera, la mueves un poco a la derecha y tienes otra. Rotas y rotas, ¿te desilusionarás más? -¿completamente rodeado?- sí lo estás.

Vasquecito saluda al señor enano- ¡Hola señor enano!- Frustración- Buenas noches nomo de fiesta- nada señor presidente, solo haces que nosotros nos matemos de risa en tu cara- Habla broster- jejeje risa de duende, ya saben de quien.

Otra vez siento la pestilencia, no hay nadie en ese cuarto. Hay unas cuantas estatuillas de madera en el piso, que resaltan vulgarmente el vientre femenino, hinchado y grotesco. Dos cráneos, unos cuantos huesos, costillas, tibias, falanges.
No me da miedo, es igualito al tío del laboratorio de química (el laboratorio de filburt) solo que desperdigado, perdido, con la sonrisa pícara que según mi amigo choki ostentan todas las calaveras.
Otro llanto, este más afónico que el anterior, me hace entrar por la segunda puerta.
Una mujer, vientre muy hinchado, noveno mes. Ah, si supieras cuantos kilos me has quitado de encima, no en vano Yavanna Kementári me ayudó a entrar.
Ajetreada por los dolores del parto, sudando, cargada de venas en todo el vientre; llorando. No puede hacerlo sola, Yavanna le dice abre las piernas, puja, puja.
Zapato lo hubiera hecho mejor, nuestro amigo ginecólogo.

De una higuera brota un duende que mira a Gabriel, este lo mira. La luz sólo alumbra al místico ser bajito y fornido, nariz larga; barba irregular.
Sonríe.
-¿Buscas esto?- pregunta a G mayúscula, extendiéndole una pelota de fútbol. ¿te extrañas Gabriel?, ¿la misma de tu historia?. El retaco ríe, G se preocupa, no puede ser.
Deja de apuntar al duende y levanta la linterna. El reducido mira su pelo.- ¡ORO!
Salta y se sostiene de sus hombros, Gabriel se mueve, disputa, recuerda las sesiones de gimnasio; hace un gran esfuerzo y lo tira.
Tengan en cuenta que Gabriel mide 1.80 y que el enano (pues eso era) no pasaba los 90 centímetros.

Puja, Puja.
Empieza a salir la cabeza, esta con un pelo muy fino. (claro, de bebe).
La mujer esta golpeada, lo saben por sus marcas, sus fuerzas drenan con cada esfuerzo, solo un poco más.

-¡AHHHH!- gritó el demonio. La puerta retumba, la calamina rechina. Miro esta puerta, todavía cerrada, cierro los ojos y espero, solo un poco más.

Corres, con el cabello dorado (¿supersaiyayin?), con el enano en la pierna.
Te topas con piedras, no resbalas, con rocas y tampoco te caes. (kaioken). Pero si te chocas – um ¿hermano?- ¿Gabriel?- Sí, te chocas con Vasquecito, que tiene un par al acecho y tu uno en la pierna. F.V.Z hurga en la mochila, te ríes para adentro.
-¿Una sorpresa?- Gabriel.
-Sorpresita.
Pateas al retaco y cae con los otros, todos feos. Sacas tu cortador, sorpresa- te dijimos luces portátiles, nada de rothmans, piensas y te cagas de la risa- ya atado (conectado) a la batería, apuntas. (chvr)
Enanos pensativos, quieren el oro de Gabriel (no saben que esta en supersayayin) pero no saben lo que les espera. ( la genkidama)
Uno, dos, tres
.-.-.-.-.--….-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-----.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Pobres enanos, duendes ciegos.

Salen los hombros, pequeño cuerpecito, discurre el sudor, abre la puerta.
Es el mismo, aunque a la luz parece un espectro. Carga un machete campesino muy afilado esos que usan para matar chanchos. Caminas, paso a paso te acercas, levantas el brazo (el noqueador) para acabar con el niño.

Otra vez suena la puerta. ¿Kementári?
- Hola- hermano eres tú! Sisí, el mismo, siempre te salvo. Ok.
Estas maltrecho aunque parado y con un crucifijo, una cruz, que ha viajado por el mundo, nacido en Italia, recorrido España y adornado Alemania.
Esa misma, 120 C.E guy.
Solo que esta vez en tu mano, en el año 2002 Diego.
El espectro voltea para atacar a Dieguito, pero yo lo jalo (o a los harapos que lleva encima), con la izquierda rasga mi pecho. Diablos, nada armónico, pésimo cirujano.

Como en todas las historias, siempre hay lapsus entre el bien y el mal, luchas de miradas, de “rasmillones”
Reproduciendo la escena me tienen cayendo, con unos cortecitos sobre los pectorales. Tienen a esa “mala mano” (risas) todavía estirada, la cara del espectro mirando a Diego y a “d” (virolo por supuesto). Tienen la derecha del demonio levantada, presta a golpear y a Ego con la cruz, pronta a decir: chau menestra.
Diego esquiva el machete con reflejos de Halcón, vista de Águila y ridiculez de gavilán pollero.
El arma cae, la cruz sale otra vez y la bestia grita descontrolada, sale corriendo del cuarto, pero en su intento de escape una tibia bastante afilada, colocada en la puerta a la usanza chamánica, atraviesa la segunda menestra todavía vidente… bueno, ya no.
Pierde el ojo y también la cabeza, porque lo que las tibias empiezan, colocadas a la “usanza chamánica”, terminan.

La mujer siguió pujando, salió el pequeño y lo envolvió. Nos mira agradeciéndonos y luego sale del cuarto, de la “disque casa” y de nuestra vista, desapareciendo, fundiéndose con la neblina.
Nos reímos, abrazo a mi amigo, te abrazo en la casa de Andrés y me miras sonreír.
Yavanna se la llevó, quien sabe a donde, eso no nos toca saber ni a ustedes.
Empezamos el regreso no sin antes mirar una “fiesta” a unos 200 metros. Fabrizio, sí quien más, con las luces de su cumpleaños, y quien sabe por ahí hasta el pisco sauer de las… (mil y quinientas con tinta invisible)

Obviamente ellos, bailando regaeton? Moviéndose epilépticamente. – Hey es hora de regresar- chesu, justo cuando esto me comenzaba a gustar- sí, para qué, a mi también.
- ¿Hora?- tres de la mañana- jajaja aún podemos ir a joder. Ese mugroso debe estar en el big game con Indirilla y chelinha chelinha. Jajajajajajaja.

Cuando pasamos por el paso, el que esta en la base del cerro, escuchamos otra vez.

“Llegó la noche suspiro clemente
diciendo, espero esta noche
sea muy corta, demasiado clemente
para que no me vengan recuerdos
ni sueños con tu nombre, ese
nombre que no olvido, ese
nombre que se queda clavado, ese
nombre tan bello y hermoso.
Llegó el día, y clemente
repite diciendo, espero el día
sea muy largo, demasiado clemente
para que pueda verte una vez más,
para ver tu rostro angelical
y poder decirte te quiero,
esa palabra que nunca te pude decir,
esa palabra que tal vez no podré
decirte jamás.

Nos miramos, sonreímos, y antes de entrar por la puerta principal jodemos.
- Mugroso, mugroso- pero esto ya no es parte de la historia (¿querías figurar?) pobeshito, te quedas con las ganas. Jajaja.





























































Texto agregado el 23-05-2006, y leído por 111 visitantes. (0 votos)


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