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Un entierro formal



El día en que murió Rubén Ávila, me encontraba fumando la targanina en mi vieja silla de caucho traída desde Belice, estaba con la mirada serena, viendo fijamente hacia el camino principal por donde sería pasado, me encontraba meditabundo; maniobrando por aquellos recuerdos que se aplastaban figurando ser caminos, caminos polvosos y terraplenes de mi vieja memoria, pase por las viejas calles ajedrezadas, me vi. detenido entres sus mercachifles comprando una pulsera de plata, tan vieja llena de cruces y santos que regale a Aída en nuestra noche de bodas, una pequeña polvareda me hizo entre abrir los ojos y perder ese recuerdo que me daba por soñar cada otoño, y seguir son el del camino a la montaña, ese día de frío y calor descomunal que nos hizo ayunar un mes entero nadie en todo el batallón podía dejar de soñar en su amada, y aquel que carecía de ella, solo tenía el amor del pueblo, el de sus fiestas y sus farras, el de sus cantinas donde seguro podía encontrar un amor a la medida de su bolsillo. Jamás ame a Aída mi esposa, tanto como ese día.



Esa mañana en que agonizaba mi coronel, Rubén Ávila, me sentí cansado, no quise ir a verlo como todos los que aun vivíamos de aquel viejo batallón, lo recordé entre brumas, sin su ropa de coronel, sin sus méritos, con aquel traje sastre de fiesta, como pocas veces lo vi. vestido siendo ya coronel, antes cuando era solo Rubén Ávila, mi amigo, mío y de todo el batallón, casi siempre andaba vestido para las fiestas como muñeco de sololoi, su brillante traje gris, su sombrero de ala corta con una pequeña pluma violácea; perfectamente planchado sin la mas mínima arruga, su reloj de bolso a las horas exactas, sus mancuernillas de oro que había ganado en una de sus tantas peleas de gallo a las que era aficionado, bien lustradas con alcohol alcanforado, y sus zapatos perfectamente brillantes y engrasados y una olorosa y grande azucena colgada en la solapa, jamás se le había visto sin ella, ni en la calle, ni en la guerra, los superiores y otras tropas a nosotros su pelotón. nos decían,”los guerrilleros del azuceno” y a el parecía gustarle el sobrenombre.



Aída mi mujer, había ido a ver a su esposa y a dejarle azúcar y otras cosas que fuera a necesitar, pues como sabia todo el pueblo, el coronel no tenía vuelta, entre esos trastros le di una azucena grande y olorosa con total confidencia y con ordenes estrictas de que se la diera al coronel de parte de su caudillo López, el sabría que hacer.

Según me dijo, después de darle la azucena al coronel la tomo entre sus manos y aspiro su olor con un gran suspiro, se puso la azucena en la solapa de su traje de civil y le dio una carta con un lacrado en forma de pétalo y su firma de pirata, le dijo –sabia que ese cabron de López me iba a mandar algo—tosió un poco y le dijo al oído, ante los ojos atónitos de cuantos estaban presentes, pues mi coronel, no hablaba casi con nadie, --pinches derechistas, no pudieron chingar al Azuceno !chingao¡-- y le apretó su mano; su esposa miró con zozobra a Aída, esta le dijo que solo le había pedido un vaso de agua, que me había mandado saludos y que quería un paño húmedo para secarse el calor; que inteligente es Aída mi mujer, siempre tapando nuestras pendejadas, cuando su esposa que había creído lo que le dijo Aída, le llevo el paño y el vaso de agua al coronel, este tomo todo sin remilgos.



No ley la carta, ni aunque la curiosidad de Aída mi esposa, me tentara, quería leerla justo cuando pasara el coronel Rubén Ávila y sus hazañas.

El sueño me había vencido, el puro había rodado hacia la calle y unos niños estaban jugando con el, fumándolo y riendo algunos que no habían aguantado el humo tosían y otros mas estaban sumidos en un letargo profundo. el sonido chillante y sonoro del platillo de la banda de viento me despertó de aquel sueño fabricado, el chile frito había dejado su sonido varias calles atrás y la canción con la que empezó la marcha fúnebre me llegaba por la espalda y subía hasta mis oídos, agarre mi bastón ganchado en la ventana, y golpeé el barandal, como advertencia de que devolvieran mi puro, todas las tardes de todos los días, me quitaban mi maldito puro y sus madres enojadas de que llegaban sus hijos apestosos a humo, me acusaban de enseñarles a fumar. Vaya pendejada decía cada vez que Aída me lo contaba.



Ese otoño en que dejamos la guerra, pues habíamos ganado parecía el mismo otoño en que murió el coronel Rubén Ávila, solo que los balazos y los gritos llenos de júbilos habían sido cambiados por el sonido del chile frito. Recuerdo que aquel otoño en que fuimos vencedores había tantas flores, rosas y enejumenes en el río como la mejor primavera, se parecía mucho a este otoño, pues en vez de barrer el almendro y de fumigar el chico por las termitas, junte tres canastos de repletos de almendras y chicos verdes listos para ser envueltos en papel periódico y madurarse.

Cuando estuvo a la vista la gran caja gris, donde el coronel Rubén Ávila dormía , vi. a mis compañeros de armas los veintitantos que quedaban, de esos, solo ocho podían levantar la caja, los demás tenían reumas en las reumas, y casi no podían ni con su alma, que según me acuerdo en alguna platica alguno de ellos comentó que pesaba mas que su propio cuerpo.



La caja tenía prendidas sus medallas y listones de honor, nuestros laureles dorados tapizaban su exterior y nuestros abrazos y momentos cubrían el interior de terciopelo rojo. Saqué la carta de mi bolso y rompí el lacre, saque los espejuelos de culo de botella de la bolsa de la camisa, apreté los ojos y leí un poco ronco.



A usted querido soldado



Creame que fue un gusto enorme haber sido su coronel, suyo y de todo el grupo de azúcenos, me encantó tanto haber ganado batallas con ustedes como perderlas, por que no fueron las batallas ganadas las que nos hicieron mas fuertes…como las perdidas.



PD Acá lo espero, ojala y no muy pronto. ¡gracias!



C. Rubén Ávila



Me pregunte tantas veces atrás, en medio de tantas peleas, en noches que parecian no terminar, que hubiera pasado conmigo de no haber sido soldado y, la respuesta venia a mi como el viento, podia sentirla acariciando mi cerebro, pero jamas verla. --Las heces de la vida las hemos dejado al vendaval de la suerte, de una suerte austera e ingrata como tratar de ganarse el pan de cada dia--, murmure --asi somos mi querido coronel, asi somos--.



Me sente con mi mujer a tomar la tasa de te de las siete, me noto callado, como encerrado en otro tiempo

¿en que piensa soldado? pregunto estragada por mi mirada ausente de toda vida, yo la mire detenidamente y justo cuando aprete su mano me di cuenta de que jamas hubiera sido tan feliz como aquel otoño de una tarde babilonica, cuando pase por el zócalo por una corazonada muy escarchada de olvidos como las que le daban al coronel estando cerca de su pueblo pensando que podian tendernos una emboscada, en la que me hizo como simbolo de nuestra amistad y de aquel cariño intimo que el tenia para conmigo, el grandisimo honor de poner a Aida mi mujer, en mi camino
--no solo le debo la vida en batalla mi azuceno, si no tambien en casualidades de amor-- ella me miraba extasiada comtemplado el suave arrullo de mis pupilas diafanas, mi piel tosca y resignada a la gravedad parecia volver a los tiempos de mejores amantes; se paro y me dio un beso en la frente e hicimos el amor en aquella cama donde soliamos hacerlo estando menos viejos sin medida al principio, como dos amantes fugaces, despues, como dos gotas de amor que saben tienen el perdon del tiempo como ganancia, nos dio el alba del otro dia todavia retozando, ella me miro mas satisfecha que nunca y menos ama de casa que siempre, y me dijo con aquel tono picaro en la voz ardua y costeña, como aquella primera vez me lo habia dicho despues de ganar mi primer merito en Sucre --veo que la guerra lo endurecio para bien mi querido soldado--sonrio y se levanto hacer el desayuno. Jamas hariamos el amor de nuevo.

Texto agregado el 02-06-2006, y leído por 270 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
15-07-2006 no pense que escribieras asi de bonito por algo eres mi hermano jajaj te quiero mucho sabes?? yo se que estamos lejos yo en otro pais pero aun desde donde estoy siempre te bendigo y sabes que cuentas conmigo que bonito escribes!! alikante
13-06-2006 wwwwwwwaaaauuuuuuuu!!!....Te pasaste!!:...Es realmente hermoso, sentí todo lo que tu personaje narrador, transmitía, me imagine cada escena, de verdad muy bueno, un texto completo, y sinceramente wwwwuuuuuaaaauuu, adios bendiciones!! paulinantoniad
06-06-2006 Emocionante y entretenido relato, recuerdos entre mezclados del amor y la vida militar... de la vida. Gracias por invitarme a la lectura de sus escritos. *****. Un beso. Pilef
03-06-2006 Vaya, hermoso texto. Traes a la memoria momentos de una epoca pasada pero aun vivida. Te dejo 5* angel_sin_alas
 
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