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7 de diciembre.

Mis meditaciones han estado abocadas en tratar de saber si existe la posibilidad de conocer eso que llamamos la naturaleza de las cosas. De antemano, al haberme propuesto tan complicada empresa, he sentido la necesidad de cuidar y no malgastar mis fuerzas, que considero pocas, para salir bien librado en caso de que tal objeto no pueda ser conocido. Tengo la sensación y creo no equivocarme, que la naturaleza humana está íntimamente ligada con la naturaleza de las cosas, que conforman el mundo del hombre, puesto que si, de alguna manera, nosotros podemos representarnos lo que vemos debe ser porque a nuestro interior existe un respaldo de la forma que se desea abstraer, se infiere que al tratar de conocer las cosas que nos interesan, iniciamos un camino que nos debe conducir por necesidad hasta el origen invisible de todo cuanto vemos. Ahora bien, si el hombre desea conocer, eso infiere facultades capaces de lograr el conocimiento, puesto que si no fuera de este modo, diríamos que el deseo de conocer es superfluo y en consecuencia vana ilusión. Existen dos facultades, a mi modo de ver, importantes para que el hombre se aventure a desear conocer, que son, a saber: la observación y la inteligencia.
El hombre vive en un mundo en el cual percibe, desea y se mueve para conseguir sus propósitos, por ello decimos que tiene voluntad. Sin embargo, la voluntad no es igual en todos, puesto que si así lo fuera, todos terminarían sus metas sin importar los trabajos y depresiones, lo que vemos es que no es así. Quienes han desarrollado su voluntad a extremo de no decaer hasta conseguir sus propósitos, deben haberlo hecho a partir de una educación que les fortaleciera el carácter. Quien se aboca a la investigación, debe proyectarla mayormente en la observación, la que será doblemente satisfactoria si es más penetrante que la de los demás.
Por su parte, la facultad de pensar se desarrolla como movimiento, pues quien piensa busca distinguir las cosas mayormente, por lo que se infiere que el movimiento debe ser resultado de una tensión entre cuerpo y alma, como si fueran ambas contradictorias, razón por la cual, el pensar debe ser una búsqueda de un punto medio para encontrar un equilibrio donde los atributos de ambas puedan traspasar las fronteras que corresponden a cada una por separado. El pensamiento es el conducto por el que una se comunica con la otra y viceversa, por tal motivo, el hombre podría encontrar la paz en el reposo y hacerse uno con su origen. Intentaré demostrar que la mente es camino y medio para trascender nuestro estado primitivo y conocer lo que esconde la naturaleza para poder contemplarla toda y descifrar cuál es la raíz exacta de la vida.
El conocimiento se lleva a cabo entre mi mente y voluntad. La concentración de la mente es de vital importancia, pues ella dirige la voluntad hacia el origen unitario de las cosas en el mundo, ambas, voluntad y mente, deben dar origen al pensamiento. El pensamiento es un elemento activo que se encarga de conocer las cosas en el mundo, éste puede desprenderse de mi cuerpo y atravesar la materia o permanecer dentro de la misma. En virtud de que es instantánea su movilidad, si la concentración no se rompe, el pensamiento podrá grabar una copia perfecta de la abstracción de la cosa en estudio en la conciencia, y, en consecuencia, utilizarla como peldaño para tratar de conocer el principio natural de las cosas en el mundo.


15 diciembre 9:00 pm

Acabo de retornar ayer de mi primera experimentación, con resultados, sí no satisfactorios, sí sorprendentes. Hay un tulipán con flor color rosa desarrollándose dentro de una maceta con dimensiones suficientes para su crecimiento en el sótano de mi casa. Tiene tallo leñoso y resistente, con una multitud de ramales que se van multiplicando conforme su altura va en aumento: se dividen en otras ramas y así sucesivamente. Sus hojas son estructuras laminares con forma aserrada, y muescas muy agudas e iguales en sus bordes, tiene nervaduras pronunciadas tanto en la cara superior como en la inferior, y una superficie muy áspera, el perciolo es muy robusto y cuenta con varias estípulas que son salientes que parecen perciolos en desarrollo.
Me di a la tarea de concentrar toda mi atención en este magnífico vegetal, según mis practicas anteriores. Pasé de la observación fáctica de la planta a la de mi cuerpo, que inmóvil mirara admirado a la primera. A través de mi espíritu, podía ver tan peculiar escena animada por un tinte de suspenso. Acto seguido, me interné al interior de dicho viviente en estudio, no sin antes recibir la sensación de cierta resistencia por parte del tallo, sensación que se asemeja análogamente a cuando se tienta un coloide; traspasé la corteza de aspecto áspero y fusiforme, junto con los tubos cribosos que constituyen el xilema, adentrándome hasta el floema, y sentí una cantidad asombrosa de líquidos ascendiendo con una lentitud increíble dentro de los tubos semitrasparentes que su ubicaban en capas circulares, con una película entre capa y capa con aspecto verdoso.
Mis recuerdos y preocupaciones se empezaron a disipar como por encanto en presencia de aquel espectáculo que invadía sin recato mi temeroso espíritu, era como si la pesada responsabilidad que me acongojara se situara de pronto dentro de un cuadro estético, donde mi función fuera solamente fungir como espectador, mitigando en el acto el infatigable ímpetu de la investigación.
La fructífera gama de facetas por las cuales la angustia cubre sus verdaderas intenciones caían dóciles frente a una diminuta y grotesca sensación de plenitud, que profanaba los límites de mi experiencia y daba cuenta de un más allá en el principio de mi exploración.

15 de diciembre 10 pm.

Sé que corro el riesgo de ser catalogado como loco al narrar esto que traté de omitir desde el principio, no obstante será de vital importancia para mí sacar a la luz la tormentosa experiencia que me arrastra y restringe la calma desde la lobreguez de algún rincón de mi mente.
Como ya he dicho, me hallaba en posesión de aquel ser vivo que tenía un metabolismo sumamente lento, como si fuera una décima parte del que afecta a mi cuerpo humano(según su rapidez). Podía ver a través de las hojas, de lo cual no me percaté sino después de unos segundos, que en aquel compartimento de ficción parecían una eternidad. La visión no era uniforme, pues estaba ligeramente confusa, hasta la más ínfima nervadura bloqueaba una buena definición del aspecto del mundo exterior de la planta, no sin añadir la extremada verdosidad, e infinidad de partículas de polvo y el incontable número de larvas de distinta especie que trasparentes se adherían a las hojas. Logré ver el entalle de mi cuerpo humano, con un rostro deformándose, a consecuencia de la enorme velocidad de movimiento que transcurría en el exterior; mis ojos conservaban un brillo muy peculiar, y al parecer, o al menos tuve esa impresión, se hallaban marginados de la deformación de los restantes miembros; las pupilas se me antojaban inmóviles, fuera de la esfera del cambio vertiginoso, parecía un horizonte que permanecía intacto, esperando la conclusión de algo...
El mundo externo continuaba aumentando su velocidad de cambio, mientras que un titánico adormilamiento mermaba mi sagacidad de entendimiento. Tuve la sensación de que el día y la noche transcurrían continuamente, como si la esencia de cada una de ellas finiquitara en un abrir y cerrar de ojos, pues el tiempo en el interior de la planta se contraía a pasos agigantados; sentía tanto el movimiento de absorción de la raiz, como la ósmosis de líquidos en los vasos, y el abrir y cerrar de los estomas transpirando el agua, todo a un solo ritmo con infinita paciencia...
La sensación producida en mí, en un principio, se convirtió después en un plácido estado de serenidad, a tal extremo que la imagen del exterior empezó a estar quieta y las figuras, en un principio sólidas, se me empezarón a presentar bizarras y planas, llegando a constituirse como un mundo bidimensional donde no se alcanzaban a definir las líneas y arcos que pertenecían a cada uno de los cuerpos de antaño. Los colores se desvanecieron al tomar tonalidades oscuras y blancas y me daba la impresión de que todo lo visto era una sola cosa desorganizada, como un garabato que giraba en torno a los ojos cortando lo demás del cuerpo; no sé por qué las miles de rayas y curvas no cruzaban los ojos y más aún desaparecían en ellos. Ciertamente no pienso que se me pueda creer, pero miraba un mundo bidimensional que se hallaba inmóvil...
De pronto una tremenda fuerza me movió hacia la raiz, sólo alcancé a observar que el exterior volvía a observarse tridimensional, y al mismo tiempo mis ojos abandonaban su pasividad... -¡Algo me está absorviendo...pero...¡qué carajos es!...¡Oh Dios mío!-...Subitamente desperté del letargo y fui presa del terror más extremo, pues una monstruosa fatiga me inmovilizaba; continué esforzándome pues parecía que miles de gelatinosos brazos deseaban encerrarme en aquel lugar...¡cielos!..todavía me acuerdo y se me erizan todos los pelos del cuerpo...
¡Salí!, claro que salí. No sé como, pero la vida que prevalecía en mí como ser humano regresaba a su cauce normal. Me hallaba sumamente excitado, con unas ancias locas de incorporarme y empezar a correr, sabría Dios en qué sentido, sólo correr, sin algún lugar fijo donde ir, intentaba sentir nuevamente el movimiento en mis miembros; sin embargo, la inmovilidad invadió mis sentidos, y permanecí reposando sin inmutarme ni un ápice, ¡Oh Dios míoo!...

22 de diciembre

Quizá ésta sea la última vez que escriba, ya que desde el acontecimiento del cual fui presa, me domina un estado depresivo que ya no logro controlar. No sé cual fue el error que cometí al iniciar el experimento en busca de un método seguro para el conocimiento de la naturaleza...¡Dios me bendiga!. Tal vez he traspasado límites que no me correspondía violar aunque sólo fuera con propósito de investigar, pero ahora ya es muy tarde para lamentarse. Sé que soy un hombre de poco ingenio que ha roto alguna barrera restringida, y ahora, con pleno juicio de mis facultades mentales acepto la consecuencia de mis actos y que Dios se apiade de mi alma...
Desde que regresé nuevamente a mi cuerpo, éste se resiste a obedecerme, pues el frío y el torpe maniobrar no superan su corrupción, además el olor fétido que desprende, domina el sótano y atrae a las moscas...
Claro que no se daría crédito al desaseo y lobreguez del cuarto, donde la voz humana parece extinguirse en las mismas fauces, temerosa de entrar en contacto con el ambiente que contiene un hedor especial y preña de miedo cada partícula. Me hallo sentado sobre una silla de madera medio desbaratada y sucia, cubierto con un cobertor. Frente a mí, me hace compañía una pequeña mesa sobre la cual mi diario deja escapar un aspecto inseguro de mi letra que se asemeja a cuando se escribe con la mano temblorosa. La escasa luz despedida por una miserable lámpara de petróleo que arde sobre una olla de peltre boca abajo, despierta siluetas en la pared que se mueven con mucha pompa, augurando con desatino algún festejo por alguna bienaventuranza. Con un pedazo de espejo a un lado del diario, miro un rostro cadaverico y corrupto con aire repentino de malicia, que para ser sincero, me produce terror. Los ojos notablemente hundidos, y la piel de mi rostro y manos descubren el demonio de la excesiva resequedad, acompañada de la lepra que empieza a moverse más rapidamente. Ya el sentido se ha acostumbrado al aire siniestro y apestoso que acompaña la humedad; además al polvo y telarañas que invaden el más recóndito espacio.
Al contemplar estos miserables despojos humanos, putrificándose fuera de la tierra, sé que me queda poco tiempo...
Fueron dos meses el intervalo de abandono de este cuerpo, que para mí sólo parecían minutos...pero el tiempo no perdona, y antes de regresar al vegetal, y borrar mi memoria, quisiera que ningún hombre continuara mis pasos...y que Dios, en su infinita bondad pueda perdonarme algún día...



Texto agregado el 09-07-2006, y leído por 194 visitantes. (0 votos)


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