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Con la insinuación viva en los ojos
y el alma aterrada
el pobre almirante que perdido
su tristeza ignora,
encerrando en su puño
la hoguera que se extingue
ante el sollozar de su pena
no vibran sus alas,
no alzan vuelo
las letanías sangrantes que despide su boca...

¿Qué habrá detrás de las gotas de cristal?
Que se esconde tras la serena amante
¿Qué silenciosa observa su timidez arrogante?
Por que la sonrisa que su estela ahuyenta
no es mas que olvido,
no es mas que miseria
Que apuñala el oscuro secreto?,
el delirio que su retrato recrea...

Y aterrado, el patriarca juega con su fría mirada
Que se difumina, con la fría ventisca asesina
El danzar del viento, el oleaje a muerte
Una manta roja, sobre su cuello ardiente;
Renace la princesa, de perfiles oscuros
Cual cuervo taciturno, de cantos en susurros.

Las noches insaciables, ella danzaba sobre el fuego;
Cuyos fríos paños blancos, bañados por los halos de Luna
Hacían de su rostro, un cruel retrato tallado por la maldad
Los sonidos del viento, como cuchillos desgarrando
La fina seda blanca que envolvía
El cuerpo desnudo en la tumba de mi amada
Llamaban el canto de los lobos y arrastraban su libertad

Sobre desiertos ignotos, donde las orquídeas crecían
Sangrando en contra de su voluntad;
Eran sus lágrimas las cuales alimentaban
De las rosas malditas, su apacible vanidad
Y como demonios hambrientos
Devorando almas, al unísono golpeteo de la cuerda más aguda del violín.

El patriarca aguardaba arrodillado en su tumba
Mientras la vieja iglesia, a orilla del horizonte
Tocaba lúgubremente, el cielo se quebraba
Las campanas sonaban a muerte;
El patriarca levantaba su mirada
Y en un sollozo, una lágrima de su rostro caía
Mientras callado, el cuervo interpretaba su silencio
El cual decía:
"Mientras besaba sus labios crisálidos
Sentía que el infierno ardía en mi boca
Y cada que me ahogaba en su mirada... "
Callado quedaba, y veía su cuerpo lánguido
Mientras besaba su mano, él cerraba sus párpados.

Sus ojos de tanto llanto, cedían hacia sus mejillas
La luna y un dulce canto, arrollaban a la muerta en su cuna...

Nueve esferas blancas
Y un ébano rosado
Sobre el sepulcro halado
De su amada
Coagulaban su vida
En infernal deseo;
Los sonidos del viento
Como gemidos del cielo
Desgarraban del patriarca
Su alma...

Sus ojos de tanto llanto, cedían hacia sus mejillas
La luna y un dulce canto, anunciaban un alma en plena herejía.

Y he ahí donde la soledad
le tomo de la mano,
cabizbaja, insipiente,
con la belleza de su amante
ahogada en el profundo océano de sus ojos...

Y nunca mas su llanto cubrirá su rostro,
sus lágrimas áridas y desiertas
ahora se consumen en el sonar de su canto,
la bella sirena que su alma cecerna
vivirá ciega y sorda
enmudecida tras la sombra del silencio...

Y a través de rayos plateados de Luna
El patriarca dedica a su Princesa
La melodía de violines nocturnos:
"El manjar de Dioses taciturnos".

Texto agregado el 31-07-2006, y leído por 77 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
31-07-2006 excelente :) %*¨5 GEHENA
 
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