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Inicio / Cuenteros Locales / Tildur / La Voz, capitulo III

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Los acordes de la distorsionada guitarra se fueron apagando poco a poco acompañados por los últimos latidos de la batería, y luego los focos que iluminaba el diminuto escenario comenzaron a iluminar cada vez menos, dejando a los espectadores entre las sombras y el silencio. Un silencio que fue rapidamente interrumpido por el grito de euforia de todos los presentes. Iria, apretada entre la marea humana, se abrió paso hasta uno de los laterales de la sala en busca de un poco de aire fresco. El concierto ya duraba hora y media, y no estaba claro que ya hubiese acabado, la emoción que le hacía corear cada una de las canciones, el constante movimiento y calor asfixiante habían acabado por dejarla exhausta. Echó un trago de una botella de agua que había en un rincón de aquel mugriento bajo insonorizado, y se sentó en un rincón para recuperar fuerzas. Su mente divago durante algún tiempo, mientras escuchaba los silbidos y las frases coreadas por la gente. Pasaron los minutos, y la banda, como ella esperaba, volvió al escenario, en medio de brilló cegador de los focos.

De pronto hubo un fuerte ruido en la entrada del lugar, y hombres armados comenzaron a entrar en la sala. La gente gritó y se aparto como pudo del grupo de asalto policial, pero los fusiles resultaban demasiado amenazantes para que nadie intentase huir. Laura no lo dudo. Desde su posición alejada, en la parte mas tenebrosa de la sala, confiaba en que no la hubieran visto, y tan solo unos pocos metros la separaban de las escaleras que la llevarían a la libertad. Justo cuando iba a cruzar la puerta hacia las escaleras, está se abrió de golpe, y un policía de asalto la derribo al suelo de un empujón, mientras más de los suyos penetraban en la sala.

- ¡Todo el mundo quieto! ¡Al suelo, al suelo!- Vociferaban las autoridades por todas partes.

Tan solo tenía 16 años. Si aquel era un concierto ilegal, y nadie debería estar allí, ella simplemente no podía, era una menor. Y además aquel no era su primer encuentro con la "justicia". Si la cogían, era casi seguro que le caerían varios años a la sombra. Eso si no le pasaba algo peor, como en los montones de leyendas urbanas que había oído al respecto. Desde su posición reclinada contra una pared, observó como los guardias se dispersaban por el local, apuntando a la gente e inmovilizandola. Algunos de ellos habían dejado de sujetar sus fusiles y ahora empuñaban unas largas porras, como la del que en esos momentos la miraba a través de su casco y le ordenaba que se echase al suelo de forma amenazante.

Las cosas sucedieron con una tremenda rapidez, sin que Iria tuviera siquiera tiempo de pensar. El policía alzó su brazo armado para golpearla con el, y ella, instintivamente, lanzó una patada desesperada, que fue a atinarle en los testículos a su contrario. Luego echó a correr guiada por su instinto. Los disparos que sonaron tras ella y las esquirlas que saltaron a su alrededor en lugar de asustarla espolearon mas su pánico, y ella simplemente corrió. Sin mirar atrás. Juraría que la seguían, al menos eso le decían los mismo instintos que le hacían correr de aquella manera por los estrechos callejones en medio de la noche. Corrió hasta quedarse sin fuerzas, y solo entonces miró atrás. Respiro aliviada al no ver nada, y se apoyó sobre sus rodillas mientras trataba de recuperar el resuello. De pronto alguien se interpuso entre ella y la farola de enfrente, proyectando su sombra a sus pies. A pesar de la iluminación artificial del lugar, o quizás precisamente debido a ella, apenas podía distinguirse una silueta sin formas definidas. Iria la miró con una mezcla de miedo, sorpresa y curiosidad.

- No puedes- Fue el sonido monocorde que ningún oído pudo escuchar.



El doctor Iglesias, un hombre ya entrado en años, de pelo canoso y cuerpo grande, observó la radiografía con aire ceñudo.

- Hum, ya veo. Me imagino que vienes por lo de las muelas ¿no?. Bueno... tal y como se ve aquí lo mejor es sacarlas, pero está complicado...

Víctor le miraba sin comprender nada. Cuando había abierto el extraño sobre con su dirección, había encontrado las radiografías y un escueto mensaje:

“Le recordamos que tiene usted cita con su dentista el día 24 a las 7:00. Trate de llegar puntual, siga al pie de la letra las instrucciones del doctor y procure no abrir demasiado la boca”

Desde el primer momento Víctor había estado seguro de que se trataba de un mensaje de Los Caballeros... sin embargo ahora se encontraba allí, frente al doctor, y esté parecía no tener ni idea de los Caballeros, o al menos no había mencionado nada al respecto. Por otro lado era reticente a hablar claro debido a ese inquietante “y procure no abrir demasiado la boca”. Quizás lo esperasen a la salida, o a lo mejor ya lo esperaban cuando entró pero no lo habían visto...

- Bueno, creo que lo mejor es que te lo miré un cirujano maxilofacial. Esto se sale de lo que puedo hacer yo como dentista.- Víctor se quedó mirando al doctor con la misma falta de entendimiento de hacía momentos- Emmm.. bien, conozco uno que es bastante bueno, espera un momento y te doy la dirección.

Víctor sonrió algo más tranquilo mientras el doctor Iglesias garabateaba una letras sobre un trozo de papel. Luego salió de la consulta apresuradamente y sin despedirse, y se dirigió hacia su nuevo destino. Le llevo algo menos de media hora llegar hasta él.

De nuevo caía aquella lluvia fina que apenas se notaba, pero que al cabo de un rato te calaba hasta los huesos. Aún así Víctor se detuvo a observar la placa metálica que había bajo la ventana del segundo piso, identificándolo como la consulta de un cirujano maxilofacial. El edificio era antiguo, o por lo menos parecía antiguo. Y no precisamente uno de estos edificios antiguos y esplendorosos, magníficamente conservados, si no más bien del estilo de edificio normal y corriente que se había ido deteriorando hasta llegar a ser la construcción decrepita de hoy en día. Se preguntó como era posible que alguien montase una clínica de cirugía maxilofaial en un lugar como ese. Tal vez aquel viejo edificio fuera el lugar donde se escondían Los Caballeros. Mientras observaba el edificio, alguien de entre la marea humana que circulaba a su alrededor, perpetuamente enfundados en sus paraguas, sus capuchas y sus sombreros, tropezó con él. Víctor apenas le presto atención, hasta que el desconocido dijo:

- Disculpas, caballero.- el hombre hizo una pausa mientras limpiaba las gotas e lluvia que se habían acumulado sobre su chaqueta- Suba al SEAT negro.

Dicho esto el extraño personaje continuo su camino sin más, perdiéndose en poco tiempo entre el resto de gente. Víctor miró a la acera y, efectivamente, encontró un SEAT negro, con un par de hombres en su interior. Las puertas permanecían cerradas, y ninguno de los ocupantes parecía mirarlo a él. Se acercó con cautela y, cuando estaba a pocos metros, los ocupantes comenzaron a mirarlo de manera extraña. ¿Se estaría confundiendo de coche?. Sus miedos se despejaron cuando uno de los ocupantes quitó el seguro de la puerta trasera. Víctor se subió al coche, que arranco y se incorporó calmadamente a la circulación. En su interior hubo un largo silencio, hasta que unos minutos después el conductor dijo:

- Estas seguro de lo que quieres hacer ¿verdad, chico?
- Si- Respondió Víctor con firmeza
- Ten en cuenta que no hay camino de vuelta. Aún estas a tiempo de bajarte y olvidar todo esto.- Víctor tan solo le devolvió una mirada de fría resolución.

Víctor tan solo le devolvió una mirada de fría resolución.

- ¿A dónde vamos?
- A ver a un cirujano- dijo el otro acompañante con una sonrisa

Texto agregado el 16-08-2006, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


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