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¿No te da angustia saber que ya viene tu marido? Danilsa, es que no hay quien te comprenda. Dicen que ya se vino de la finca y no tarda en llegar. Ese hombre debe venir furioso. Yo de ti no sabría que hacer. ¡Ay Danilsa! ¿Y te da risa lo que te digo? Es que tu si que estás hecha de un material distinto, ¿no? Ese hombre te va a matar apenas llegue. Pero como dicen, nadie te quita lo bailado. Es que yo hasta te envidio un poco. En tu situación yo si estuviera angustiada. Todo ha pasado por invitar dragueros a estas fiestas. Tienen la familia lejos y se enamoran de la primera que no les baja los ojos. Es que había que verte bailando con el electricista de la draga. Parecía que el mundo se les fuera a acabar ahí mismito. Ese muchacho tan lindo… había que verlo como te abrazaba. ¡Ay Danilsa! ¡Y tu no te quedabas atrás! Es que parecían uno solo. Y claro, el pueblo empezó a hablar ahí mismo. Que Danilsa esto, que Danilsa aquello, que tu marido rompiéndose la espalda en la finca y que tu descuidando a tus hijas por estar con ese electricista. Pero es que es bien lindo, ¿no? ¡Ay Danilsa, no te rías que ya viene tu marido! Por ahí andan diciendo que tu enredaste al draguero. Que lo mirabas con esos ojos tuyos que rinden a cualquiera. Que le sonreías con doble intención. ¡Pero es que el electricista tampoco era un angelito! Dicen que lo oyeron diciendo que por ti era capaz de cualquier cosa. Que no le importaba que tuvieras marido. Que tu eras tan hembra que le daban ganas de irse contigo. De recibirte con tus hijas. ¡Ay mi niña! Es que debe ser bonito que un hombre le hable a una así. Que le diga que por una hace lo que sea. Y se veía que a ti te gustaba. Danilsa, querida, es que tu cuerpo parecía que hablara. Tu te sentabas y con tu actitud lo llamabas. Peinabas a tus hijas y parecía que lo querías peinar a el. Lo mirabas y era como si lo invitaras a … ¡Ay Danilsa! Y tu marido que ya viene llegando! Pero andan diciendo que lo de la fiesta fue lo de menos. Las malas lenguas andan alborotadas. No falta quien diga que te vieron en Campo de la Cruz. Que dejaste a las niñas con tu tía y que él te estaba esperando allá. Y que cuando regresaste se te veía la felicidad en los ojos. ¡Niña! Es que esos ojos tuyos te delatan. Tu boca sabrá mentir muy bien, pero ellos no. Es que te veías transformada. ¿Y quien no se transforma con un hombre así? Es que hasta envidia me da. Pero que decencia tenía el electricista, ¿no Danilsa? Le pedía permiso a tu marido para bailar contigo. Y ya bailando, cuando ustedes dos eran uno, a tu marido le brillaban los ojos de ira. No se porqué no dijo nada. No sé cómo se aguantó. Pero se veía que la rabia lo consumía. Pobrecito. Tan trabajador que es. Todo el día en esa finca raspando la tierra. ¡Ay, Danilsa! Es que a veces me parece que las cosas no debieron ser así. Pero quien puede contenerse ante un hombre de esos. ¡Es que es guapo el maldingo! Lo que no sé si hiciste bien fue haberle reprochado a tu marido que se fuera a bailar a la caseta. El pobre no encontró otra forma de desahogarse. ¡Y tu que te fuiste a hacerle el reclamo! ¡Y que hasta le echaste una cerveza en la cara! ¡Virgen Santa! ¡Es que tienes unas cosas! Pero a fin de cuentas tenías razón. El electricista pedía permiso para bailar contigo y en cambio tu marido se fue sin decirle a nadie. ¡Danilsa, mi amor! No te rías que la cosa es grave y ya viene tu marido! Pero el asunto no hubiera pasado a mayores si no hubiera sido por ese Lúa. ¡Es si que es un hablador! ¿Quien le mandó a decirle esta mañana a tu marido que andabas con el electricista? Que al dia siguiente de la fiesta te habías ido al Campo de la Cruz con él. Que cuando él andaba en la finca te habían visto varias veces besándote con el electricista. Que todo eso dicen que el Lúa le dijo a tu marido. Y que el dijo que se venia por la tarde a arreglar el problema. Que anduvo hoy afilando los machetes. ¡Ay hija! Mira cómo corren los chismes. Yo creo que ya se vino de la finca. Yo no se en que va a parar todo esto. Perdona que te diga, pero me parece que la cosa no está para sonrisas. Es que te veo muy tranquila, Danilsa. ¿Estás tan segura del electricista que no le temes a tu marido? ¡Ay mi niña! Te confieso que te envidio y que yo en tu lugar estaría muerta de miedo pero satisfecha de haber estado en los ojos de un hombre como ese. Si, mi amor, te envidio con toda el alma. ¡Pero me voy porque ya mismito viene tu marido!

Texto agregado el 22-08-2006, y leído por 139 visitantes. (0 votos)


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