Desperté esa mañana con la imagen de un hombre. Aún sentía sus brazos en mi cintura. Mis piernas apenas me respondieron al intentar levantarme. Caminé con paso apresurado hacia el cuarto de baño, donde se encontraba mi reflejo más cercano. Observé mis ojos en exhaustiva búsqueda de algún vestigio de realidad o ilusión. Mi cabello se encontraba en un gran enredo pero me sentía hermosa. Lo cepillé sin cuidado hasta lograr un orden estético. Mi estómago no dejaba de dar saltos y mi corazón parecía a punto de estallar. Posé una mano en mi pecho tratando de detener mi pulso, en ese momento sentí mis senos más firmes y habían aumentado su tamaño solo un poco, nada perceptible a los ojos pero sí al tacto. Mi lengua exploró cada rincón de mi boca, acariciando cada diente con ternura. De repente el recuerdo del hombre del sueño se manifestó ante mí. Frente al espejo y a pocos centímetros de mi persona se encontraba el hombre que amo. Sus manos acariciaron los extremos de mi espalda, su nariz se sumergió en la cascada de mi cabello. Sus fuertes piernas me respaldaron mientras sus manos descendían lentamente hasta mis caderas. Al pestañear su imagen se desvaneció frente a mí y supuse que todo había sido un sueño maravilloso. Regresé algo desilusionada a mi habitación, me zambullí entre el mar de sábanas y cobijas pero descubrí que no estaba sola. Un cálido cuerpo aguardaba en el fondo. Su espalda parecía un desierto, me aferré a ella. Busqué sus labios sonrientes y cuando estaba a punto de hallarlos un estruendo me distrajo. Pestañeé desorientada encontrándome en una luminosa habitación y completamente sola. Cerré con gran esfuerzo mis ojos con el objetivo de regresar el tiempo, de que estuviera allí conmigo como hacía unos instantes. Unas saladas gotas sentenciaron mi tristeza y humedecieron mis ojos. La visión era borrosa pero distinguí que la puerta se abría y una figura invadía mi privacidad. Se aproximó a mi cama, la figura vestía solo su ropa íntima. Lentamente fue sumergiéndose en las sábanas. Sentí sus manos en mis piernas y ascendían suavemente. Llegaron a mi pubis, lo acariciaron y continuaron su camino. Finalmente arribaron a mis senos y los tocaron con delicadeza. Sus labios acompañados de una juguetona lengua los humedecieron. Allí fue cuando supe que ambos estábamos sin ropa alguna. Mi corazón se había acelerado y mi estómago daba saltos. Nuestras bocas se atrajeron como imanes mientras me penetraba sutilmente. El éxtasis me elevó al cielo y al regresar la figura se encontraba nuevamente en la puerta. Se volvió para mirarme, me indicó silencio posando su índice extendido sobre sus labios. Desapareció de mi vista pero sus pasos me indicaron que bajaba la escalera. A través de la puerta se colaban las voces de ese hombre y de mi madre, estaban desayunando. Supe que debía guardar el secreto, mi madre no podía enterarse que su pareja había sido mi primer amante. Y él tampoco. Al bajar a desayunar su mirada me acarició a espaldas de mi madre. Ella se dio cuenta del nuevo brillo en mis ojos y solo atiné a decir que se debía a un sueño que acababa de abandonarme.