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Cuando llegué parecía recuperado... quedaba en el ese gesto de dolor que induce el llanto... me abrazó como aferrándose a la vida, el mayordomo interrumpió portando una bandeja con magdalenas y café... no muy caliente... yo nunca había comido magdalenas... hablamos de todo un poco... entre otras me enteré de su ultimo fraude amoroso... un joven de mi edad, quien lo abandonó por uno menor... 19 años... contra los cuarenta y siete de Víctor... hablamos también de su asistencia en la aseguradora, una hora y veintisiete minutos después de lo convenido.
Uno de mis compañeros tramitó su seguro de vida... y un miembro del staff de abogados legalizó su testamento, yo sabía...
Estábamos sentados en un sillón muy cómodo, pero Victor me comunicó su necesidad de un baño con aceites y sales, que preparó Andrés, el mayordomo, al que autorizó a retirase de la casa, prescindiendo de sus servicios... me invitó a acompañarlo... nunca había estado en un yacuzzi, si los vi en algunas películas... pero nunca creí que alguna vez pisaría uno... Nos desnudamos... entramos en el inmenso recinto de fuertes chorros de agua... bebimos licor de menta... y oímos algunos conciertos de Mozart, ambos nos contamos una cantidad de historias de vida... todo en un marco de absoluto respeto... debo reconocer que en un primer momento dudé de sus intenciones... pero se portó como lo que era un caballero... hablamos de la muerte también, yo me explayé con solvencia, pero el esquivó el tema, me cortó de manera terminante, salimos de allí, nos secamos con unas toallas blanquísimas, muy mullidas, que olían como a flores silvestres... el mientras secaba su cabeza empezó a llorar nuevamente... la misma dosis de angustia que la primera vez... mechones de pelo caían de su cabeza al suelo, quedaban en la toalla...

- cáncer...?

- terminal... la promesa de una muerte horrenda…

- por eso lo mataste... eliminaste toda posibilidad de sufrimiento...

- nunca supe que lo hice...

Ariel se prolongaba en la angustia más atroz, su llanto silencioso se perdía en el tiempo, moría con cada lágrima...

volvimos al recibidor, el mismo preparó te de frutillas, no hablábamos...

- puedo pedirte un favor...

- el que quieras...

- En la mesada de la cocina dejé un frasco con gotero... en un vaso con agua, vertí 35 gotas... traémelo si? Es la hora...

No dudé... lo hice... cuando regresé me esperaba con la foto autografiada que encontrara usted en mi cocina... bebió del vaso, se incorporó, me entregó la foto, me abrazó, besó mi frente e invitó a que me retirara...

- no se si volveremos a vernos...

- hice algo mal...

- nunca... viajo... y no se si vuelvo...

- fue un placer conocerte...

- igualmente para mi, lástima que nos encontramos tan tarde...

- si precisas algo más ya sabés...

- gracias Ariel...

y me fui... la mañana siguiente, lo hallaron muerto, envenenado, la última llamada que registra su celular da cuentas del mío... el último ser viviente que lo acompañó fui yo... su mayordomo me vio entrar... pero no me vio salir estando Víctor aun con vida... mis huellas están en la tetina del gotero, usted fue la primera cara que vi ayer... y eso es todo...

- te arruinó la vida...

- yo salvé su alma... mientras disfrutábamos de aquel baño, me habló de sus creencias, aseguraba que suicidarse le costaría su entrada a un cielo... a un lugar paradisíaco de bienestar eterno... ese era el único motivo por el que decidía no quitarse la vida...

- los hombres deberíamos poder elegir cuando morir sin culpas religiosas... la eutanasia haría la dignidad de ciertos finales de historias, andrajosos, denigrantes...

- todos tenemos nuestro final de estadía... bien marcado... la voluntad de Dios no debería ser quebrantada por la arrogancia del hombre...

Si bien Arregui descreyó la última afirmación de Ariel, su convicción lo convenció de la certeza de la duda, la duda de la existencia de un ser superior y todopoderoso, la duda de la existencia de un lugar común dispuesto a las almas del bien.
El café se enfrió... las magdalenas intactas...
Arregui se despidió de Ariel, con la seguridad de nunca volver a verlo, el abrazó que los unió perduró en su cuerpo hasta el ultimo segundo de su respirar consciente, salió del recinto desdibujando su sonrisa, trocándola por un gesto de confusión y desengaño... que creer de lo narrado... las pericias psiquiátricas permitirían alguna que otra afirmación. Un agente lo detuvo cuando pedí hablar con el... aportaba yo más pruebas en contra de Ariel Furlong... el único beneficiario del seguro de vida de Victor Mejía era Arturo, por ende su tutor... Arregui no salía del asombro... Arturo ingresó a la dependencia en una jaula gris... asustado... indefenso... Bermudez que lo trasladaba se maravilló ante la belleza del felino... “es el bicho que quiere mi hija, cuesta un fangote de guita” dijo notoriamente resignado y feliz...

- Preguntémosle a Ariel... creo que le agradará por demás la idea de que te lo quedes...

Arregui ingresó nuevamente a la celda... yo lo acompañé... no había nadie allí, en la rústica cama improvisada con tablones y un colchón corroído por el paso del tiempo, vimos el pantalón que vestía Ariel... y solo eso... Arregui reía con la misma felicidad que experimentara minutos atrás... hermoso ruido que atrajo a Bermúdez, que ordenó la intensa búsqueda del prófugo... jamás lo encontraron.

Bermúdez cobró el seguro de vida de Mejía, Arregui nunca más sufrió una contractura.

- primer fin -

Texto agregado el 26-09-2006, y leído por 206 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-09-2006 Misterioso al princpio, apasionado al final. Me intriga saber qué otra cosa pudo pasar. perplejo
 
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