TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / yemaya / cuenteros

[C:267965]

“A mis pequeños diablitos, por
si la vida los lleva lejos de
casa, no olviden sus raices.”





TITULO: CUENTEROS
Autor: Maria Estenys Cutiño











Introducciòn:

Cuenteros, es una palabra cubana para definir al cuenta cuentos, ho mejor dicho para nominar aquella persona que le gusta hablar constantemente, pero lo màs importante es que no es un hablador cualquiera, sino uno que adorna las pàlabras, transportando al que escucha, a un mundo imaginario, desconocido, o fantàstico en dependencia del cuento y de su trama.
Es tan buen contador de cuentos, que puede lograr mantener en plena atenciòn, todos los 5 sentidos de los que escuchan, haciendo llorar, reir, electrizar el cuerpo por la corriente que emanan los espiritus, aterrorizar, y sobre todas las cosas, es capaz de hacer vivir o morir, a travès de un relato.
Nuestros antepasados en la pequeña isla en forma de caimàn, como todos los nacidos en amèrica, tienen fama de cuenteros, trasladando las historias a travès de generaciones, de boca en boca, sin necesidad de làpiz, ni papel para escribirlas, solo con la ayuda de imaginaciòn.
Entre nuestros cuenteros, que son millones, en toda la isla, el homenaje debemos hacerlos al padre de todo los cuenteros Onelio Jorge Cardoso, que puso en mi boca, el primer cuento
Y por supuesto a mis abuelos, que me contaron las otras historias y despertaron en mi el amor a recontar viejas historias del pasado.








El verano se acercaba lentamente ,calentando el aire que desaparecia,
para dejar espacio a la impaciencia y a infinidades de gotas de sudor, que se deslizaban por todo el rostro hasta quedar detenidas en el àngulo de la boca, sin saber si caer o evaporarse, antes de ser eliminadas por el pañuelo de color blanco, con las puntas bordadas por mi tia-abuela, hacia màs de medio siglo, y que de tanto lavarlo, casi habia quedado transparente.
Sentada en el bar, escribia afanosamente en mi computadora portàtil, haciendo buen uso de los avances tecnològicos, dejando que las palabras y los recuerdos, quedaran plasmados sobre la pantalla, como memorias a la màs increibles de mis vacaciones.
Domingo 27 Julio /2003
Habiamos llegado a Santiago, en el aèreo de la noche, una guia de turismo ,mulata por supuesto ,nos esperaba en el aeropuerto ,dejando ver una bellissima sonrisa dandonos la bienvenida he indicandonos la guagua que nos llevaria al hotel, mis hijos estaban deslumbrados , no pienso que fuera del paisaje, ya que la oscuridad lo cubria todo a nuestro alrededor, sino de los dientes blancos como pequeñas perlas ,rodeados de una boca bien delineada, casi perfecta de Maria Josè, nuestra guia, mientra mi marido Stefano como viejo camajàn, le miraba babeado, las curvas que sobresalian debajo del pantaloncito de rallas rojas y blancas, cortado casi debajo de las ùltimas curbas de la columma vertebral.
Llegamos al hotel bien entrada la noche, sòlo el tiempo de acomodarnos en la habitaciòn , una buena ducha y caer dormida, muerta sobre una de las camitas jimaguas, mientràs mi marido Stefano acompañado de mis hijos, recorrian el pueblo de Santiago.


Los senti regresar tarde en la noche entre murmullos y risas, mi marido trataba en vano de botarlos para el otro cuarto, impidiendo asi ,que pudieran despertarme.
- Fuera, a dormir, la mammina està demasiado cansada- decia empujandolos .
Senti las voces risueñas, que se alejaban por el pasillo del hotel, mientràs mi Stefano, se enfilaba en la cama, silencioso, tratando de no hacer el màs minimo ruido. Fingi dormir por un momento, pero, la risa, escapò de mi boca,mientràs lo acariciaba.
- ì Scusa amore ¡ ¿te despertè ?
-Claro, haces tu màs ruido tratando de callarlos, que ellos .- dije suspirando.
-Sabes, caminamos casi todo Santiago, hasta el parque Marti, estaban bailando, imaginate con lo penoso que es Paolo, lo sacaron una mulatas a bailar, no podiamos yo y Nando, nos moriamos de risa, le estuvimos dando cuero, hasta la puerta del cuarto- dijo mientràs una sonrisa de satisfacciòn, alumbraba su rostro, donde comenzaban a verse algunas arrugas.
-Ya es hora que aprenda, le gustan mucho las mulatas, pero no se decide ha aprender como Nando, que baila mejor que yo, que sabes es mucho decir-
-Mentirosa- dijo mientràs me besaba una y otra vez sobre los ojos y la boca.
-Sabes una cosa, aprovecharemos estas vacaciones y les daremos algunas lecciones, solamente le falta un poco de soltura, porque el oido para la mùsica lo tiene-
Stefano se rascaba la cabeza, señal suficiente para advertirme, que moria de sueños.
-Pobrecito mio, duerme, mañana debemos levantarnos tempranos para la escalada al Turquino, espero que las fuerzas nos acompañen- dije acariciandole la cabeza, mientràs lo sentia roncar, como si mis palabras hubieran caido en el vacio màs absoluto.





Lunes 28 de Luglio/2003
El sol entraba a raudales por la ventana del hotel, reflejando sus rayos sobre la cabeza de mi Stefano, su rostro era todavia angelical, las pequeñas arrugas que bordeaban su boca,
no eran profundas, estaba empezando a emvejentar, pero todavia era un hombre sexy, y sobre todo una “ buena hoja”, como diria mi sobrina Nany, especialista en cuestiones de cama.
-Despierta dormilòn-
-¿Ya es la hora?- dijo restregandose los ojos.
-Si, muevete, sino llegamos tarde al desayuno.
Durante un rato, saboreamos un buen cafè, de los mios, de los cosechados en mi tierra, que por supuesto son los mejores, cuando sentimos la voz melosa de la guia.
-Por favor, señores acomodecen, que estamos por salir- decia a travès del altoparlante la joven Maria Josè de apenas 22 años, mulata bellisima, como todas las mujeres de mi tierra. Mientràs mi hijo Pablo se babeaba en compañia de su padre.
-Vieja,? ya decidieron cuantos dias pasaremos en el Turquino?- preguntaba , tratando de conocer si le alcanzaria el tiempo, para disfrutar de la belleza que veian sus ojos, en el asiento delantero de la guagua.
- No, pienso que una semana, màs o menos, no debes estar demasiado en ansias, serà dificil, solamente en contacto con la montaña, y con nuestros antepasados- dije sonriendole, mientràs lo miraba con el rabillo del ojo, le preocupaba dormir en casas de campañas, porque le aterraban los bichos. Visitaba por primera vez, el lugar donde nacieron mis antepasados.
Nos detuvimos en un pequeño lomerio llamado Santo Domingo.
Estaba oscureciendo, los guias comenzaron a colocar las tiendas, para pasar la noche, mi hijo Fernàndo, miraba un poco asustado la vegetaciòn, amaba la ciudad y odiaba el campo, como yo. Miraba desconfiado todos los pequeños animalitos que le giraban alrededor, espantandolos con desencanto, estas vacaciones habian sido forzadas, hubiera preferido visitar una capital europea, antes que las montañas,miraba con desagrado el entusiamo de Paolo y de su padre, que despuès de un gran beso sobre mis
mejillas, planeaban bañarse en el rio Yara, que se encontraba cerca del campamento.
- Nando ¿No vas con tu hermano y tu padre ?- preguntè, todos le decian Nando, de pequeño, y el apodo habia quedado como nombre comùn, a veces hasta nos olvidabamos que se llamaba Fernàndo, como su abuelo paterno.
-Este lugar no tiene nada que ver conmigo, es tenebroso , solitario y lleno de bichos, me esta viniendo el estrès, y acabo de llegar- dijo frunciendo las cejas.
Era bellisimo, con sus grandes ojos azùles y su mirada penetrante, se parecia a su abuela, su belleza europea habia despertado la admiraciòn de las muchachitas guias, que nos acompañaban.
Nos sentamos delante del fuego, lo mirè con amor, no sabia como hacerle entender, lo importante que era para mi gente su montaña, sus rios, sus bosques, sus historias y leyendas ,como habian sido determinante en la conquista de nuestra liberaciòn nacional, era demasiado joven, pero habia llegado el momento de contarle la verdadera historia de sus ancestros.
Acomodò su cabeza sobre mis rodillas, en señal de aburrimiento, acariciè su rubia cabeza, entrelazando mis dedos dentro de sus pelos rizados, me recordaba a “Bebè y el señor Don Pomposo”, un viejo libro escrito por Marti, que siempre formò parte indimenticable debajo de mi almohada.
-Vieja, si tu nunca has vivido aqui, en estas lomas, ¿como puedes sentirte tan embriagada, de algo que nunca conocistes?- preguntò
-Primeramente no llamarme vieja, ockey, segundo, te contarè una historia, estoy segura que te harà cambiar de parecer.
Cuando tenia màs o menos 5 años, , mi madre comenzò a mandarnos de vacaciones a casa de los abuelos, en el centro de las montañas, yo odiaba las vacaciones, odiaba el campo y odiaba los bichos que se deslizaban constantemente debajo de mis pies, hasta un dia que mi abuela, al caer la noche me sentò a mi y a mis hermanos delante del fuego y nos contò todas las historias, que durante 20 años mi bisabuelo le habia contado a ella
Mis bisabuelos tenian una hacienda en un pueblo de Santiago de Cuba,llamado El Cobre- dije besando la imagen de la santa Occhun que adornaba mi cuello, la finca se llamaba “La Esperanza”, màs o menos a principio del siglo XIV, donde naciò tu abuela y todos mis tios, que en total eran 8, 7 varones y una hembra, mi madre.
Cuentan que mi bisabuelo, recorria las montañas, con sus mulas, trasladando el cafè recogidos en la cosecha, se pasaba a veces hasta 6 meses dentro de las montañas, a la caida del sol, se reunian delante del fuego para espantar los mosquitos ,a conversar y hacer cuentos, uno de los amigos de mi bisabuelo, contaba historias todas las noches de aparecidos, fantasmas y muertos, cosas ocurridas en los lomerios, estos cuentos se los contaba de regreso a mi abuela, que era todavia una niñita.
Habia empezado a caer la noche , habian terminado de instalar las casas de campaña , algunos muchachos comenzaron a sentarse alrededor del fuego, cuando estaba dispuesta a iniciar una mis historias , vi regresar a mi Stefano, dejando el cuento para el otro dia, bajo las sùplicas de todos los presentes por saber lo ocurrido dentro del lomerio. Mi marido tenia la preferencia, al menos por esta noche, mañana seria otro dia.
-Amor, estàs todo mojado, -dije besandolo repetidamente en la cabeza.
-El agua era increible, oscura y tenebrosa, pero fria, deliciosa,lo repetirè nuevamente mañana, cuando nos levantemos- dijo levantando las cejas en señal de satisfacciòn.
-Tu no crees que estàs un poquito viejo para estas aventuras, y ¿si te pica un bicho? debes estar atento, esta parte de las montaña es un poco peligrosa- comentè tratando de lograr su atenciòn.
-Principessa, io sono decendente da Cesare, es que debo demostrartelo- me aferrò fuertemente por la cintura, cubriendo mi boca en un largo y apasionante beso.
-No, deja para otro dia, tus demostraciones, en estas tiendas se oye todo- sonrei con picardia.
-Podemos dar un paseo por el rio- sonriò tratando de convencerme.
-Primero muerta, que salir fuera de la casa de campaña, nadie te mandò a cambiar mi hotel 5 estrellas por este tour al Turquino, asi que conformate.

Martes 29 de Julio/2003
Nos levantamos al amanecer , el sol radiante se reflejaba sobre la montaña, dejando ver franjas de luces de infinidades colores que atravezaban la cima del farallon, cuando llegamos a la tienda donde se servia el dasayuno, ya mis hijos, se atragantaban, sin siquiera esperarnos.
-Esto es hambre, parece que ustedes no comen desde hace algunos dias- sonrei acariciando la cabeza de Paolo, a quièn casi no habia visto, la noche anterior. Era diferente a su hermano Nando, el pelo negro, el color de la piel amulatada como yo , todo su cuerpo muscoloso, denotaba las raices de mi tierra, una sonrisa solar, en una boca carnosa de dientes blancos y parejos ,algunas vacacionistas europeas , lo guardaban tratando de despertar su interès, pero sus ojos no se apartaban de una de las guias, mulata Santiaguera, de pelo encaracolado, olor a tabaco y miel, cintura pequeña, que terminaban delineando una piernas esbeltas y parejas, que desaparecian debajo del mini short.
El guia jefe nos mostrò la ruta de Santo Domingo, que nos conduciria por 18 Km hasta la cima del Pico Turquino. Iniciamos la caminata, mientràs a nuestras espaldas, un grupo de jovenes nativos, levantaba el campamento, para colocarlo sobre mulas, que se acomodaban al final de la comitiva de escursionistas.
La habilidad de los guias, nacidos en la zona y acostumbrados a caminar, nos engañaban constantemente con sus afirmaciones, de las distancias que debiamos recorrer, friamente contestaban “al cantio de un gallo” ante nuestras preguntas insistentes, de los que nos quedaba por caminar, sin siquiera imaginarnos que al menos faltaban de 5 kilòmetros de lomerio, y 18 a 20 kilòmetros de subida.
Las mochilas, y el cansancio comenzaban hacerse pesante , mi hijo Nando, protestaba arrastrando su mochila por entre los arbustos, cansado y molesto, mientràs su hermano y su padre nos sonrien adelantandose, a la par del guia, como buenos exploradores, pero los años comienzaban a pesarme, me arrepientia una y mil veces de no hacer suficientes caminatas, para desarrollar mis fuerzas, y bajar el peso de mi cuerpo que se iba cubriendo de sudor, hasta el mismo huesito de la alegria. Estaba resbalosa, mojada è histèrica, ya comenzaba a cansarme la montaña, como a mi hijo Nando.
La naturaleza que comenzaba a extenderse ante nuestros ojos, nos deslumbraba, caminabamos en silencio, roto solamente por sonido de algunas ramas, que se agrupaban a nuestros pies. Subimos un sendero y cogimos un trillo de subida, rodeado de una fuerte vegetaciòn, que hacia la marcha lenta y trabajosa. Los helechos gigantes se atravesaban en nuestro camino, desafiandonos y cerrandonos el paso. Era increible la vegetaciòn que nos circundaba, solamente un trillo, de a penas un metro de ancho, dejado por los movimientos de hombres y bestias y rodeado de àrboles de diferentes variedades.
Nos moviamos atentos a no dejar los brazos entre la foresta, y los dedos de los pies entre las piedras y espinas que se enfilaban en nuestros zapatos, como si protegieran su privacidad de los instrusos.
Continuamos la marcha durante màs de tres horas, estabamos agotados y hambrientos, sòlo la satisfacciòn de ver a lo lejos los mulos con los suministros, me daban la fuerza para continuar, mientràs me dejaba arrastrar a duras penas por Stefanos, que ya comenzaba a dejar ver un pequeño cansancio en lo ùltimo de su mirada azùl como el cielo, que no lograbamos ver por la foresta.
Casi al anochecer llegamos al campamento in un lugar totalmente desconocido, creo que los guias decidieron improvisar un campamento teniendo en consideraciòn el cansancio de la gente.
Vimos llegar las mulas, tan cansadas como nosotros, iniciaron a preparar el campamento, entre las risas y el canto de los guias , el sonido de una guantanamera, entraba en mis oidos, dejando que las notas cubrieran todo el espacio y lo invadieran todo, hasta mis sentidos, me dejè caer sobre la yerba todavia bañada por el sol, estaba muerta del cansancio, me pierdo entre notas que empalagan mis recuerdos , me despierto al sonido de la campana, que avisaba, que la comida està servida.
Como siempre, mis hijos ya estaban comiendo cuando llegamos Stefano y yo.
-Ustedes no esperan, parecen dos muertos de hambre- digo besandolos sucesivamente, primero a Nando y luego a Paolo.
-Scusa Mammina, estas caminatas, me mataran o me dejaran sin pie- dice Nando, como siempre protestando, se parecia mucho a su tia, siempre llena de achaques , le sonrei, era lo ùnico que habia heredado de nuestra familia.Terminamos la comida, y nos deleitamos con un buen cafè Cubita, mientràs algunos encendian sus cigarros, me acerquè al fuego, donde me esperaban para escuchar una de mis historias.
Trataba de encontrar en los recuerdos de mi mente cansada, la mejor de mis historias, para empezar, la primera noche del cuentero.
“LA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE”
....Cuentan, que por allà, màs o menos en el siglo XVI cuando llegaron los colonizadores a la isla, trataron de imponerles a los indios un gobierno español, pero los expulsaron y los españoles tuvieron que salir huyendo atravesando montes y cienàgas para salvar el pellejo, hasta que llegaron a un poblado en la zona de Jobabo, los indios del lugar le dieron ayuda, por làstima a lo destruidos que llegaron, y en agradecimiento Alonso Ojedas, que fuè uno de los primeros conquistadores, construyò una pequeña ermita, posiblemente la primera en suelo cubano, con ramas de àrboles, colocando la imagen de Nuestra Señora enseñandoles a los indios a decir el “Ave Maria”.
Sin comprender muy bien el verdadero significado de la religiòn ,los indios de aquel lugar, veneraron la imagen y mantuvieron la ermita con gran esmero, cuando Ojeda se marchò.
Alrededor del 1612 era importante la sal para conservar las carnes y dos indios y un negrito de nueve años, fueron a la bahia de Nipe, en busca del sal, se llamaban curiosamente Juan de Hoyos, Rodrigo de Hoyos y Juan Moreno, conocidos por la tradiciòn como “los tres Juanes”.
Mientràs caminaban por la salera ocurriò la apariciòn de la estatua de la virgen, dice la leyenda que este fuè el relato que hiciera Juan Moreno cuando tenia ochenta y cinco años.
“Habiendo ranchado en Cayo Francès que està en medio de la bahia de Nipe para con buen tiempo ir a la salina, estando una mañana el mar calmo, salieron en la canoa antes de salir el sol, vieron una cosa blanca sobre la espuma del agua, que no distingueron lo que podia ser, y acercandose màs les pareciò pàjaros y ramas secas. Dijeron dichos indios “ Parece una niña”,cuando vieron la imagèn de Nuestra Señora la Virgen Santisima con su niño Jesùs en los brazos sobre una tablilla pequeña, escrito “Yo soy la Virgen de la
Caridad”, las ropas de la santa estaban secas, con gran alegria recogieron los tercios de sal, cargaron la santa sobre la canoa y regresaron al Hato de Barajagua.
El administrador de Real de Minas del Cobre, ordenò levantar una ermita, donde colocò la santa, una noche ha pesar de estar la puerta de ermita cerrada a llave, la santa habia desaparecido, se organizò una busqueda durante toda la noche, en vanos, ni tracha de la virgen, hasta que en la mañana, la encontarron como siempre en el altar, donde mismo la habian dejado la noche anterior, y la puerta cerrada con llave.
El hecho se repitiò tres o cuatros veces, hasta que pensaron que la santa queria cambiar de lugar y la trasladaron con gran pena para el Templo Parroquial del Cobre, situandola sobre el altar mayor., pero nuevamente volviò a desaparecer y a reaparecer a la mañana siguiente, hasta que una niña de nombre Apolonia subiò hasta el centro de las minas de cobre donde trabajaba su madre, la niña cuentan que iba cazando mariposas y recogiendo flores, cuando sobre la cima de una de las montañas viò a la Virgen de la Caridad.
La noticia de la pequeña Apolonia causò gran revuelo, Unos creian, otros no, pero la niña se mantuvo firme en su testimonio, asi que decidieron llevar a la virgen hasta la cima de la montaña y dejarla alli, hasta el 1927, el 8 de septiembre, que se le construyò un santuario,que diera asilo a todos los peligrinos que venian a visitarla.
Los devotos de la virgen, se llevan siempre como recuerdo un pedazo de piedra con pequeñas particulas de cobre, que brillan al sol, como pequeñas luces, en cambio le ofrecen a la santa flores de girasol, para adornar la capilla.

“Cecilia Valdès”
Contaba el escritor Cirillo Villaverde, que en el siglo XIX vivia una niña de nombre Cecilia Valdés, criada en una casa de maternidad, correteaba descalza por las empedradas calles habaneras sintetizando en sus pasos cantarines una época romántica y cruel, de amos y de esclavos.
Había entonces negros trabajando para comprar la libertad de sus hijos y que entraran en el mundo que soñaban, mientras que muchos blancos resbalaban para unirse sin quererlo a quienes abandonaban los grilletes; Cecilia Valdés venía creciendo entre los que sudaban dentro de cañaverales y entre los que paseaban en elegantes carruajes.





Ella vivía como personaje de novela, donde los demás la llamaban La Virgencita de Bronce y con los años fue metiéndose en el alma de los nacidos en esta tierra, hasta que un día empezó a respirar por si sola, abrió sus enormes y oscuros ojos, movió el cimbreante cuerpo dentro del vestido azùl, blanco y amarillo que le sentaba de maravillas, besó el aire y entró en el baile con gran coquetería, seduciendo a los músicos y a los jóvenes todos, a los gallegos aplatanados y a los criollos lijosos, que con ira miraban a los otros por sentirse diferentes.
La hermosa Cecilia mulata criolla ignoraba que era hija legitima del rico español Càndido de Gamboa y Leonardo el hijo de Don Càndido, sin conocer esto, cae rendido a sus pies y la convierte en su amante, Mientràs el mulato Josè Dolores Pimienta enamorado de Cecila sin ser correspondido. Presionado por las convicciones sociales, que eran demasiado importante en aquella època Leonardo abandona a Cecilia para casarse con la distinguida Isabel Llincheta. Al concluir la boda Pimienta alentado por los celos de Cecilia, mata delante de la iglesia a Leonardo, sin saber que Cecilia estaba esperando un hijo de su amante.
Al nacer la niña, del fruto del amor de los dos hermanos, Cecilia es recluida en el Hospital de Paula, dende se encuentra a su madre, enferma de la mente, la cual recupera la razòn y reconoce a su hija antes de morir.
Esta historia contada en un gran libro, cierra una època de diferencias de clases y amores destruidos por las posiciones sociales, otra cosa màs por la que deben sentirse contentos de vivir en esta època.





“La giraldilla


La Giraldilla es el más antiguo de los símbolos de la Ciudad de La Habana. Se trata de una veleta con la figura de una aborigen. Ésta sostiene en su mano derecha una varilla de palma, y en su mano izquierda la cruz de Calatrava. Tiene una altura de ciento diez centímetros, luce un medallón con el nombre del autor de la escultura, y lleva la falda recogida sobre el muslo derecho.
Cuenta la leyenda que el 20 de marzo de 1537 la Corona española nombraba a don Hernando de Soto séptimo gobernador español en Cuba, con la idea de que organizara una expedición a la Florida, debido a la cercanía de la Isla a la península descubierta por Ponce de León. El 12 de mayo de 1539 partía Soto de La Habana hacia la Florida, al frente de la expedición deseada por el Rey. Desde ese día, más que atender al gobierno, doña Isabel se pasaba horas enteras en lo más alto del castillo de la Fuerza -que por aquel entonces era vivienda del gobernador de Cuba-, escudriñando el horizonte con la esperanza de ver aparecer los barcos que le regresaban a su amado esposo. Aquella vigilia de años, convirtió a Isabel en un personaje legendario. Soto nunca regresó, murió en las cercanías del río Missisipi el 30 de junio de 1540, pero su leal esposa continuaba esperándolo. Dicen que Isabel finalmente murió de amor
Unos años más tarde un artista habanero de origen canario, Jerónimo Martín Pinzón (1607-1649) se inspiró en aquella mujer y esculpió una figura en su honor. Entre 1630 y 1634, y por orden del gobernador Juan de Bitrián y Viamontes fue fundida en bronce y colocada en la parte más alta del baluarte noroeste de la Real Fuerza. El gobernador Bitrán la llamó: "La Giraldilla", en recuerdo de "La Giralda" de su ciudad natal, Sevilla.
Poco a poco, la Giraldilla se fue convirtiendo en símbolo de la ciudad de La Habana, conservando para siempre en su resistente bronce la leyenda de Isabel de Bobadilla. Durante siglos, la veleta se mantuvo intacta en su sitio original, a pesar de que decenas de huracanes azotaron la Habana. El ciclón del 20 de octubre de 1926 la arrancó de su pedestal y la precipitó al patio de la fortaleza. La figura que se encuentra en la Real Fuerza hoy en día es una réplica, la original se halla en el Museo de la Ciudad -antiguo Palacio de los Capitanes Generales-.
Termino la historia dejando pensativos a los presentes , pero el cansancio empieza a notarse sobre mis ojos, prefiero ir a dormir, mañana serà una larga y dura jornada.
Miercoles 30 de Julio /2003
Nos levantamos a las 7 para desayunar, preparamos los bultos para iniciar la ascenciòn a las 9:00. Caminamos sobre una empinada carretera de 5 Km de largo, en el trayecto sentimos el canto del “Tocororo”, despertando la algarabia en el grupo, lògicamente espantando al pobre pàjaro, que se alejò huyendo como”alma que lleva el diablo”, dos horas màs tardes vimos un pitirri y un arriero, con su bellisimo plumaje rojizo en su larga cola.
Habia un manantial, con un agua fresquisima, que brotaba al pie de la montaña, protegida por unos tubos, para evitar la contaminaciòn del agua.
Nos detuvimos en Alto Naranjo un mirador natural desde donde podiamos ver Paso Malo, el encargado de recoger las aguas del rio Yara.
Ya en el comedor, comentabamos la belleza de los paisajes que poblaban la zona.
Hicimos un descanso de 2 horas, para continuar la ruta hacia el Pico Mella, todo estaba rodeado de una fuerte vegetaciòn, grandes cantidades de àrboles frondosos se alzaban desafiantes a ambos lados del camino acompañados todo el tiempo, por el canto armonioso de tocororos, zunzunes , ruiseñores, zorzal, y hasta un negrito, que se azomaba al tronco de un àrbol, deleitandonos con su canto. Durante toda la caminata, nos deslumbraron la inmensa vegetaciòn caribeña, que se ofrecia hermosa a nuestros pies, como si desafiara la civilizacion, que convierte los àrboles en rascacielos, y las flores en adornos florales, aqui todo era al natural, al verde, incontaminada y divina naturaleza,en face de extinciòn, que dejaba a nuestro paso un olor indimenticable de vida y perfumes.
Caminabamos lentamente, la subida era verdaderamente extenuante, los màs jòvenes se adelantaban, caminando imperturbados al lado de los guias, mientràs los màs viejos se quedaban al final de la comitiva, yo por supuesto estaba entre los màs viejos y los màs jòvenes, me sentia un poco avergonzada, de haber caminado estas montañas tantas veces durante toda mi vida, pero esos eran otros tiempos, diferentes y lejos hasta de mi imaginaciòn.
Casi al caer la tarde llegamos a la comunidad de La Platica”, a la entrada nos detuvimos a ver un bellisimo orquidiario, dejando nuestros criterios de jardineros, verdaderamente
lastimados, todo estaba florecido, con grandes orquideas de diferentes colores , durante un rato contemplamos la naturaleza que rodeaba el orquidiario, hasta que la voz de que debiamos continuarse se hizo escuchar, seguimos todo el sendero hasta el campamento donde montaron las casa de campañas y nos preparamos para la comida.

Mi marido y mi hijo Paolo, estaban entusiamados por la subida empinada, que se acercaba, mientràs que Nando, refunfuñaba de la ampollas que tenia en los pies. El guia nos diò una pomada para ponerle , y decidimos dejarlo en el campamento, pero no lo aceptò, no queria perderse las historias que iria contando durante el trayecto, estaba decidido a continuar, hasta la misma cima del Pico Turquino , aunque tuviera que caminar a cuatro patas, sobre el terreno, esto me llenò de gran orgullo, estaba segura, que esta escursiòn cambiaria su vida para siempre.
Despuès de comida , nos sentamos delante del fuego. La noche era oscura, la luna en quarto menguante, se reflejaba sobre el campamento, y los àrboles dandole un aspecto tenebroso, el grupo se apretaba delante del fuego, como queriendo pasar el miedo, a su vecino màs cercano, creo que era el momento de despertar el terror en los vacacionistas.
“EL GUIJE”
Contaba mi abuela, que por allà por Mayari, en un pueblecito llamado, Jaguey grande, aparecia todas las noches al lado del rio, un niño, no muy alto, con los pelos rizados, y ojos saltones, se dedicaba hacerle maldades a todos los guajiros, que atravesaban el rio, comenzando la gente a bordear la sabana, para no cruzarselo en su camino, hasta un dia que un recolector de cafè con su familia, construyò su bohio en la ribera del rio.
Tenian una hija bellisima, que iba todas las tardes a bañarse al riachuelo, de aguas cristalinas, a pesar de los consejos de la gente, de no quedarse hasta la caida del sol, que era la hora en que solia aparecer el Gϋije, como lo llamaban los campesinos.
La muchacha que se llamaba Mercedes, siempre llevaba una bolsa, con el peine y una toalla, y se pasaba horas peinandose el pelo negro, reflejado en el agua. Una tarde cuentan que sintiò la presencia de alguien en la otra orilla del riachuelo, cuando virò la cabeza, se encontrò de frente a un niñito, con la cabeza grande y los ojos saltones, que traia entre las manos una cuenca.

Al principio, le pareciò inofensivo, pero segùn se acercaba iba comenzando a cambiar de criterio, respecto a la figura horrenda, que reflejaba el agua, cuando estaba segura que lo mejor era salir corriendo, sintiò una voz que le cantaba, mientràs reia, brindandole un poco de miel, dentro de la cuenca, que traia en las manos.
Desde entonces se hicieron amigos, y todos los dias venia a la màrgenes del rio a comer la miel, que su horrendo amigo, buscaba para ella, hasta que la casaron y se trasladò a otra ciudad, fuè entonces cuando los vecinos de la laguna, sintieron el llanto de un niño, todos los dias al caer el sol, era el gϋije, que habia perdido una amiga, que habia logrado ver la belleza que llevaba por dentro.
A partir de ese momento, las bromas de poco gusto, comenzaron a rodear a los pobladores del batey, aparecian las vacas fuera de los corrales, las gallinas en los potreros y los caballos en los jardines, todos sabian que eran las bromas del gϋije, que triste por la pèrdida de su amiga, trataba de entretenerse asustando a los demàs.
Durante años, los arrieros que recorren las montañas y sabanas amarran las bestias cerca de fuego, y se protegen del guije con cuencas, cruces y todo aquello que pueda mantener alejado al pequeño e infeliz monstruo de la laguna.
El silencio se hizo aterrador, todos los cuerpos sudorosos, se pegaban unos a otros, mientràs miraban la oscuridad impenetrable de los àrboles vecinos, como si la horrible figura pudiera aparecer en qualquier momento, a jugarles una mala pasada.
La noche habia dejado su puesto a la madrugada, pero ante algunas insistencias, decidi contar otra historia de terror, asi se irian a dormir.

“ EL FANTASMA DE HATUEY”
Cuentan que por allà por Baracoa, en el ùltimo punto de la isla, un guajiro de regreso a casa casi a medianoche, mientràs cantaba dècimas, montado en su caballo, viò a lo lejos una luz, que se movia lentamente, en direcciòn a la montaña, por un momento, contuvo la respiraciòn, pensando que desapareceria como habia llegado, pero la luz se movia a su alrededor, poniendole de puntas los pelos de los brazos y del cuello, arriò con fuerza su caballo, clavandole las espuelas y partiendo al galope en direcciòn a su bohio, donde llegò blanco como el papel y con una diarreas que le duraron una semana.
Durante dias, los vecinos pasaron la historia de boca en boca, dandole el calificativo de pendejo y de cobarde, hasta que una noche, casi al entrada del invierno otro guajiro, viò la luz, que le venia encima, llegando a su casa con el caballo derrengado y casi muerto.
A la famosa luz, los vecinos del batey la llamaron la Luz de Yara, cuentan que ese mito estaba relacionado con el suplicio de Hatuey en la hoguera, que era un indio dominicano llegado a Cuba huyendo de los peninsulares de La Española. En Cuba se enfrentò a los conquistadores y fuè quemado vivo en la regiòn de Yara. Cuenta la leyenda que una tenue y misteriosa luz, desprendida de la inmensa hoguera del sacrificio, vaga errante por las noches, reclamando a los españoles el oro que se llevaron de Cuba.

“El fantasma de Olegario”
Contaban los pobladores de rio abajo, por allà por Palma Soriano, un pueblecito del segundo frente oriental, que habia una familia de guajiros, que tenia tres hijas, todas en edad de casarse, pero ningùn guajiro, se atravia a traspasar la tarantella de la finca, por el terror de quedarse frito, delante d ela escopeta del viejo Olegario, el padre de las muchachas.
Los jòvenes del pueblo, comentaban todos los dias en el almacèn, delante de una buena botella de ron, como podian despistar al viejo guajiro Olegario, para llevarle una de las hijas.
Hasta que llegò al batey un estudiante habanero, que venis de vicitar a su familia, en un poblado cercano.
Este muchacho de nombre Agapito, ideò un plan, despuès de haberse informado que el guajiro Olegario, le tenia terror a los muertos y aparecidos.
Prepararon algunas sàbanas con pequeños huecos, por donde sacar los ojos, y dentro de las sàbanas pusieron una linterna dejando que la luz, se filtrara a travès de los huecos de la cabeza.
Cuentan que esperaron al guajiro en las afuera de la finca, por màs de tres horas, hasta que sintieron el canto con que se daba valor mientràs atravezada la manigua, eran en cinco. Tratando de aguantar la risa, se plantaron delante del guajiro, que aterrorisado saliò corriendo como alma que lleva el diablo, cayendo fulminado de un infarto, casi delante al terraplen, que separaba la casa, del jardin.
Asustados los muchachos, avisaron corriendo al mèdico, pero nada se podia hacer, el viejo guajiro Olegario estaba muerto y bien muerto.
A partir de ese momento, muchos fueron los guajiros, que veian una luz, que rondaba la casa de las hijas, y alguno, hasta aseguraba que era el viejo Olegario, que habia regresado del màs allà, a proteger la reputaciòn de su familia.
Nadie podia asegurar si era cierto, o simplemente un viejo cuento, pero todas las noche, la sombra de una luz, que se movia alrededor de la casa hasta el amanecer, para desaparecer con los rayos del sol y regresar a la caida de la noche, auyentaba a todos los pretendientes. Por este motivo, las bellas hijas de Olegario, se quedaron para vestir santos, porque ninguno estaba dispuesto a enfrentarse al fantasma

Jueves 31 de Julio/2003
Nos levantamos a las 6:45 de la madrugada, debiamos finalizar la ascenciòn del Turquino para iniciar el descenso al otro dia. A partir de este momento comenzamos a ver unos carteles que anunciaban los kilometros recorridos, hicimos un alto en el kilometro 3, un
lugar llamado “Pico Palma Mocha”, tenia un mirador espectàcular, continuamos caminando, por un terreno que lo mismo subia que bajaba, llegamos al kilometro 7, el guia
nos pedia constantemente de estar atentos, porque a ambos lados del camino, habian barrancos, desde donde se podian ver infinidades de pino.
Casi al llegar al kilòmetro 10 tuvimos que detenernos porque comenzò un fuerte aguacero, esperamos por un poco , para continuar casi corriendo hasta el tramo que nos faltaba para llegar al campamento.Tuvimos que permanecer bajo techo, hasta casi llegada la noche, que amainò un poco y se comenzò a instalar las tiendas de campañas.
La campana anunciaba la hora de la comida, corrimos al comedor, en la tienda principal, afamados y muertos de cansancio, pero entusiastas y alegres, por la culminaciòn de nuestro tour.
Saboreamos un suculento plato de puerco, con arroz y frijoles negros, que por un momento nos hizo olvidar las ampollas de la extenuante caminata.
Todo estaba mojado, hasta la leña para hacer la fogata, asi que tuvimos que contentarnos con làmparas, improvisadas a nuestro alrededor. Estaba cansada pero la promesa de contar historias, no podia olvidarla, asi que llenè de aires mis pulmones y comenzè mi nuevo relato.
“ LA MILAGROSA”


Entre todas las leyendas., historias de muertos y de aparecidos, una que verdaderamente recuerdo con mucho amor, es la historia de la Milagrosa.
Amelia naciò el 29 de Enero de 1877, proveniente de la alta aristocracia habanera, joven hermosa y de gran estirpe social, acumulaba a su alreddeor gran cantidad de pretendientes por su gran belleza, pero sobre todas las cosas, por su gran sonrisa y su caràcter alegre y sociable.
Durante un largo tiempo, se mantuvo soltera, hasta se enamorò de un joven de nombre Josè Vicente Adot y Rabell, provocando la oposiciòn familiar, porque eran primos de segundo grado.
A pesar de las guerras con sus familiares se casaron y se convirtieron en la pareja màs bellas y enamorada de la època, hasta el 1901, en que saliò embarazada, y el mèdico le recomendò un reposo adsoluto, si queria salvar su gravidanza ,su marido en señal de complicidad, todas las mañana, se sentaba a los pies de la cama de su joven esposa, contandole todos los planes de trabajos, que debia cumplir durante todos el dia, si ella estaba dormida, se lo contaba igual a baja voz ,para no despertarla. Esperando que en su sueño bendiciera sus acciones como si fuera un diosa. No queria que el encierro por el embarazo, la obligara a estar alejada de sus empeños sociales.
Cuando el embarazo llegò a termino, su salud comenzò a meter en peligro su vida y la de su criatura, debido al aumentò d ela presiòn arterial, moriendo el 3 de Mayo de 1901, al sufrir un ataque de eclampsia (Hipertensiòn) a los ocho meses de ambarazo, al igual que su pequeña hija.
Ante el terrible dolor la familia decidiò enterrarla en la boveda del Cementerio de Colòn, entre làgrimas y dolor.
El viudo un capitàn de las guerras de independencia contra España, quedò verdaderamente turbado de la muerte de su mujer, no podia resignarse a la pèrdida de su mujer y de su pequeña hija, por lo venia a visitandola hasta dos veces al dia, en el cementerio.
Dias tras dias, los enterradores veian llegar delante de la tumba al pobre enamorado marido, que tocaba una de las cuatros argollas de la tapa del panteòn, la de la izquierda, la del corazòn de su joven esposa , como si quisiera avisar a su mujer que habia
llegado, conversaba con Amelia como si estuviera dormida y no muerta.
Durante años, venia en la mañana y durante la noche ,se paraba delante de la tumba, conversaba por un rato, y abandonaba el panteòn, con el sombrero sobre el pecho , caminando de espaldas para no dejar de mirarla, hasta desaparecer entre los grandes àrboles, que protegian la tumba.
Cuenta la historia que el marido abriò la tumba, trece años màs tarde, para enterrar a su padre y quiso ver a su amada por ùltima vez, , segùn se cuenta el cuerpo estaba intacto bellisima, con su pequeña hija sobre su pecho, como si la estuviera làctando. La voz fuè pasada de boca en boca, como un milagro.
El dolor volviò a postrarlo por algunos dias, hasta que decidiò volver al cementerio a hablar con Amelia, continuando el ritual de tocar las argollas de la izquierda y retirarse de espalda, hasta su muerte, cuarenta años despuès.
La leyenda de la Milagrosa sirviò de inspiraciòn al escultor cubano Josè Vilalta Saavedra, quien en 1914, realizò una obra en tamaño natural con el hermoso màrmol de Carrrara como materia prima, donde representò la figura de una mujer joven cuya vista se dirige hacia lo alto en señal de fè.
El brazo izquierdo de la estatua rodea a un recièn nacido y el derecho se apoya en una cruz latina, considerada simbolo de sacrificio.
La historia se divulgò como el viento, entre los habaneros, que convirtieron la tumba de Amelia, en un lugar donde pedir protecciòn para sus hijos, por un parto complicado, hasta de parejas que no podian tener hijos. Muchos fueron y han sido los milagros realizados por la Milagrosa, creando a su alrededor una inmensidad de devotos y peligrinos, que de espalda, dejan señales de agradecimiento, despuès de sonar la argolla de la izquierda de la bòveda.



Los ojos de mis compañeros del Tour, estaban llenos de làgrimas, la historia les habia impresionado, hasta el punto de querer visitar, el cementerio de la Habana, para conocer a Amelia.
“La muerte del gorriòn”
El jueves Santo del 25 de marzo de 1869, en plena lucha entre cubanos y españoles por la independencia de nuestro país, un tirador del séptimo batallón de voluntarios se encontró a un gorrión muerto mientras hacia su guardia en el Palacio de Gobierno en la Habana. En aquellos tiempos, cubanos y españoles se ofendían mutuamente llamándose bijiritas y gorriones, nombres de aves que fueron asumidos por cada bando como un símbolo. Así, el citado voluntario trasladó el animalito muerto al Cuerpo de Guardia, donde cabos y sargentos del Cuerpo de Voluntarios le rindieron honores militares.
Tras embalsamarlo, se le trasladó al Castillo de la Fuerza, donde quedó en capilla ardiente, en medio de gran cantidad de flores. No faltaron inspirados versos para el caído, como éste:
"Ilustre veterano de la guerra,
cubierto de gloriosas cicatrices.
Triunfante de cien batallas,
jamás volvió la espalda, a su eterno enemigo,
la bijirita..."
El velorio duró días y le llevaron por varias provincias. Imagínese usted que fue tanto el arroz- que es la comida del gorrión- lanzado al paso del Cortejo por las ciudades de Cárdenas y Matanzas, que los pies se hundían en un mar de granos. De nuevo en la capital, hubo honores de Jefes de Estado, donde estuvo presente hasta el mismísimo Capitán General. La histeria española llegó a tal punto, que en esos días fue sorprendido un gato comiéndose un gorrión. El gato fue apresado, sometido a torturas y acusado de conspirar contra la Colonia. Solo la intervención de su dueño, un catalán que dio fe de la fidelidad política del felino, pudo salvar a este de morir. ¿Qué les parece?. Pues nada que el cadáver del mencionado Gorrión fue depositado en el Obelisco del periódico de la Voz de Cuba en la calle 5 entre A y B, Cuartel oeste, del Cementerio de Colón.

“El muerto parao”
Hay personas que nacen de pie y la buena suerte les acompaña siempre, aunque sean malvados. Pero algunos logran lo que quieren aun después de muertos. Ese es el caso de Eugenio Casimiro Rodríguez Carta. En la Necrópolis de Colón, de pie y con fusil al lado, yace este asesino consumado. El mismo se llevó a la tumba a varias personas, y nunca pagó su deuda con la justicia.
En el año 1918 Rodríguez Carta cumplía cadena perpetua en el Castillo del Príncipe por haber asesinado al Alcalde de Cienfuegos. Conoció en ese lugar a una bella mujer que acudía a la cárcel para ver a su esposo, que era el jefe del Penal. Se trataba de María Teresa Zayas, hija de Alfredo Zayas, quien llegaría a ser presidente de la República. La buena suerte tocó a las puertas de Eugenio, pues la dama se enamoró de él y olvidó al marido. Al poco tiempo Eugenio saldría bajo indulto Presidencial y se casaría con la mujer, llegando hasta la mismísima Cámara de Representantes bajo la sombra de su suegro. Por ese entonces comenzó a preparar su sepulcro, en el que quería ser enterrado verticalmente pues afirmaba "un tipo que cayó de pie en la vida, tiene que caer parado también en el infierno".

Poco después volvería a caer tras las rejas nuevamente, esta vez por matar a tiros a un Senador. Las riquezas acumuladas y sus buenas relaciones le aseguraron un encierro lleno de comodidades y prebendas. Hoy se mantiene de pie, a pesar de estar muerto, único caso en este cementerio y creo que en el mundo. Sigue acompañado del fusil con que dio muerte al alcalde de Cienfuegos.
“La casa embrujada”
Cuentan que por allà por Altocedro, cerca de Santiago, habia una casa, donde habian vivido tres hermanas, dicen que todos los dias salian a recorrer el pueblo, con sus sombrillas de diferentes colores, se llevaban muy bien y estaban muy unidas, siempre se les veia juntas, a toda hora.
La finca donde vivian estaba rodeada de cañaverales y durante la cosecha contrataban obreros o guajiros d ela zona, para la corta o quemado de las plantaciones de caña.
El mayordomo que curaba sus negocios, realizaba las contrataciones de los trabajadores, hasta una mañana florecida del mes de Mayo, en que durante el corte apareciò un personaje en busca de trabajo, el mayordomo, le explicò, que todos los hombres necesarios habian sido contratados, pero el hombre, jòven y bello, por supuesto, no aceptò aquella explicaciòn y se dirigiò a la casona, para hablar con las hermanas.
Nunca se supo como, pero al regresar al mediodia el mayordomo, se encontrò con el joven, que habia sido contratado como mayordomo dentro de la finca, sin al menos consultarle. Esto hizo que el viejo mayordomo se ofendiera, y le declararò la guerra a las hermanas y al intruso que le habia robado el puesto.
Durante meses se veian a las hermanas una a una da sola con el mayordomo, hasta que al final de la cosecha, se corriò la voz, que las tres tenian una relaciòn en secreto, con el mismo hombre. Ya no salian juntas, ni se veian fuera de la casa, la tristeza habia dominado la finca, y ni los amigos o vecinos, ni los criados ò trabajadores de los cañaverales, las volvieron a ver, las puertas y ventanas se mantenian cerradas a cal y canto.
Las hermanas comenzaron a fajarse entre ellas, el llanto poblò la casa, dejando su surco de làgrimas,hasta que terminaron por matarse unas, a las otras, dejando todo en manos del mayordomo, las muertes inesperadas, ocurridas en menos de tres meses, levantò grande alboroto entre los guajiros.
El hombre continuò a dirigir la cosecha y el corte de la caña, pero siempre se le veia borracho, tirado por el suelo del trapiche o en los campos de caña, cuando le preguntaban siempre hacia la misma historia, las hermanas venian a visitarlo durante la noche, para vengarse de la traiciòn.
Los cañeros, comenzaron a sentri rumores de gritos y discusiones en la vieja casona, a las altas horas de la noche, terminando con ver salir corriendo al pobre mayordomo, que se trancaba en el trapiche, por miedo a la represalia de los fantasmas de las hermans
Cuentan que terminò metiendose un tiro entre ceja y ceja y dejando una nota, encima del trapiche que decia:
“Por amor a mis tres mujeres, me voy de este mundo, directo al infierno, asi no tendràn que seguir fajandose por mi”
Habia llegado el momento de ir a dormir entre fuertes ràfagas de viento y lluvia,que continuò durante toda la noche, el viento se hacia sentir entre los àrboles, como un gran lamento , una verdadera tormenta tropical inesperada.

Viernes 01 de Agosto/2003

Nos levantamos a las 7 de la mañana, el sol habia secado todo el terreno, asi que iniciamos la subida entre curvas y vegetaciòn del kilometro 10. Subiamos todo el tiempo, entre àrboleras y cantos de pàjaros totalmente desconocidos, comenzaban a zumbarme los oidos, decidimos hacer un alto, para beber al menos un poco de agua y refrescarnos del calor, a pesar del aguacero del dia anterior, como toda isla tropical, quedaba solamente un poco de fango como recuerdo de la tormenta de la noche anterior. Y el calor se hacia sentir.
Reanudamos la marcha hasta el Paso de los Monos, una zona llena de escaleras que hacian resbalar constantemente los pies, haciendo el movimiento màs cuidadoso y lento.
Habiamos llegados a 300 metros de la elevaciòn màs alta del pais, la belleza del paisaje, nos sorprendiò a todos, caminamos apresuradamente, estamos ansiosos por llegar al pico.
Llegamos casi al caer la noche, nos detuvimos embelesados de tanta belleza, que se extendia a nuestros pies. En la misma elevaciòn habia una emplanada, donde montamos el campamento, para iniciar el descenso temprano en la mañana.
La comida fuè ligera, habiamos casi finalizado el suministro, sòlo algunas verduras, galletas y salchichas, pero lògicamente no podia faltar la cerveza, que el guia, en compañia de mi Stefano habian arrastrado en grandes mochilas para brindar en la cima. Entre cervezas , cigarros , ron y mùsica, casi desapareciò la noche, con su cielo estrellado y una gran luna, que lo iluminaba todo, hasta los màs reconditos rincones del lomerio.
Verdaderamente estabamos cansados, por eso preparè los motores, para irme a la cama, pero un buen grupo esperaba los cuentos sentados alrededor del fuego, creo que los jòvenes no se dan cuenta que a mi edad necesito màs horas de sueños, rei del disparate que estaba pensando, cuando solamente tenia unos años màs, poquisimos, para no ser jòven todavia.

Me sentè delante del fuego, cruzando las piernas, como las bailarinas, los mirè sonriente y empezè una nueva historia.
“Casimiro malahoja”
Contaba mi abuela, que por allà por un pueblo del lomerio de Vuelta Abajo, vivia un comerciante de nombre Casimiro. Tendria màs o menos 40 años y se vanagloriaba de su potencia sexual, con las pobres guajiras del pueblo. Como administraba una bodega, llena de productos, màs de una aceptò sus favores por una libra de pan o un pedacito de tasajo, que poner en la mesa, a sus hijos y marido.
Era una època dificil, los centrales azùcareros estaban cerrados, porque habia terminado la cosecha, y casi todos estaban sin trabajo.
Casimiro continuaba su conquista con las pobres mujeres del pueblo, hasta que la hija de un guajiro, que estudiaba en Santigo regresò de vacaciones al pueblo.
Era bellisima, mulata de peil canela, como dijera el poeta, pero con un caràcter rebelde y sobre todo una lengua, que era mejor tenerla enfundada como un cuchillo dentro de su vaina, para evitar males mayores.
Comenzò a visitar la bodega de Casimiro, que raudo y veloz, comenzò el galanteo, saliendole hasta en la sombra, no la dejaba vivir, le mandaba flores, y con el muchacho que hacia los mandados, el pan caliente todos los dias.
Fuè tanto la insistencia, que Maria Josè, que asi se llamaba la guajiro, aceptò su galanteo, y comenzaron un romance. El alardeo de Casimiro era tanto, que una tarde, por la vuelta del rio, aceptò los avances impetuosos de su pretendiente, hasta consumarse el echo, detràs
de la cañada.
A la mañana siguiente se corriò la bola por todo el pueblo, que la joven guajira regresaba a Santiago, y Casimiro sintiendose despechado, comentò en la tienda, que la habia dejado porque no era pura. Unos de los presentes se lo contò a su mujer y esta a su vez corriò a casa de Maria Josè para contarle las barbaridades que estaba contando su prometido.
Maria Josè indignada, se dirigiò a la tienda y delante de todos los presentes, le gritò en la cara “mala hoja”, frase utilizada para definir aquellos hombres, que no tienen la calidad necesario durante el momento sexual.
La joven regresò a Santiago, pero el nombre de Casimiro cambiò, a pertir de ese momento le llamaron “mala hoja”, era tanta la verguenza, que cerrò la tienda y se trasladò para otro pueblo, quedando la frase “mala hoja” como una ofenza a los malos amantes.
Entre risas, nos fuimos a la cama, pero fèliz de saber que mi hombre no era una “mala hoja”.

Sabado 2 de Agosto/2003
A la mañana siguiente comenzamos a descender alrededor de las 9 de la mañana, despuès de una buena taza de cafè de las montañas, panes, salchichas y hasta un poco de leche, preparado por los guias, en un horno improvisado.
Todos los laterales de los caminos estaban bordeados por barrancos, de piedras que se precipitaban, al solamente rosarlas, por los que el guia nos pidiò de mantenernos unidos y de no aventurarnos fuera de sus ojos.
El camino està vez fuè diferente al de la subida, un poco dificil, por lo que llegamos al campamento del nivel del rio, donde decidimos montar el campamento, ante el eminente cansancio del grupo. La comida terminò temprano, por lo que decidi de comenzar màs temprano mis cuentos delante del fuego ,llevandome directo a la luz de la hoguera, donde ya un gran grupo me esperaba ansioso. Y como era de esperarse dejè para esta ocasiòn los cuentos màs importante sobre las raices afrocubana de nuestra religiòn” La santeria”, para hacer honor a mi cuñado, que era para mi ,el sacerdote supremo de los Babalao.



“ Los patakies”
La santeria es una religiòn afro-cubana , sincretista que mescla la creencia en los orichas o los dioses del panteòn Yoruba, un pueblo al sudeste de Nigeria, con los santos catòlicos.
Contiene un gran nùmero de mitos, cuentos y leyendas (patakies)que dan razòn de ser de muchas de sus ceremonias y costumbres, haciendola màs comprensibles.
Las divinidades màs importante del panteòn son 16 : Obbatalà, Occhùn, Yemayà, Oyà, Shangò, Eleggua, Ochosi, Orula,Ogùn,Babalu Aye,Oricha-oko,Obba, los Ibeyi,,Aganyù, Inle, Osain, y por supuesto Olloffi como padre supremo.
Patakin N° 1:
Una de las leyendas màs hermosas es la siguiente: Un babalawo (sacerdote de Ifà)elevò en pùblico la bandera de Shangò situandola a la misma altura que la bandera del reino. El rey, indignado, preguntò-¿Quièn se ha atrevido a poner la bandera de Shangò tan alta como la mia? El babalawo dijo- Yo, pues dios me manda adivinar.
-Pues adivina-replicò el rey. El babalawo dijo entonces con voz serena:- El reino marcha bien, pues no falta nada.pero va mal en los asuntos espirituales.Una sombra se cierne sobre esta tierra y oprime su alma. Sino se da paso a la espiritualidad, sobrevendrà un gran castigo.El rey montò en còlera.Mandò a detener al babalawo y ordenò su ejecuciòn para el dia siguiente.El rey tenia una hija a la que le gustaba andar libre. Pasò por la càrcel
y viò al babalawo encarcelado, cubierto con una hermosa capa roja, el color de Shangò-ìQuè hermosa capa!-dijo la princesa-es tuya, tòmala-dijo el bababawo desprendiendose de la capa -, total a mi me ajustician mañana. La joven princesa saliò al patio de la prisiòn envuelta en la llamatica capa roja.Los guardias pensaron que el babalawo se escapaba y dispararon sus nardos contra ella.La joven muriò y el rey quedò costernado.Mas reconociò su error.orednò liberar al babalawo y tambièn que la bandera de Shangò ondeara a la misma altura que la del reino.
Moraleja: Los locumies expresan que la religiòn, los dioses, los orichas, estàn por encima de los hombres.
Patakin N° 2:
Se dice que cierta vez Oggùn le habia tendido una trampa a Shangò para matarlo, pero que sus planes llegaron a oido de Oyà, ella fuè a ver a Shangò y se lo dijo: proponiendole
Vestirlo de mujer , con sayas de 9 colores y cortarse las trenzas.
Shangò aceptò la proposiciòn de Oyà, lo vistiò, consiguiò un caballo blanco, y un gato, montò a Shangò en el caballo, le puso el gato en la cabeza y echò a correr al caballo con Shangò vestido de mujer para donde estaba Oggùn. Al Oggùn ver aquellos dos focos de candela venir hacia èl, huyò despavorito creyendo que era Oloni( diablo). Por eso surge la leyenda o mito, que Santa Bàrbara( Shangò) es 6 meses hombre y 6 meses mujer

Patakin N° 3

Al saber que Oggún había querido fornicar con su propia madre, Obatalá ordenó matar a todos sus hijos varones. Cuando nació Changó, Elegba se lo llevó escondido a Dadá, para que lo criara. Poco después nació Orula y para salvarlo, Elegba lo enterró al pie de la Ceiba y le llevaba comida todos los días. Un día Obatalá enfermó; Elegba buscó corriendo a Changó para que lo curara. Cuando el gran curandero resolvió el problema de su padre, Elegba aprovechó la ocasión para pedir a Obatalá el perdon de Orula. El perdón fue concedido y entonces Changó lleno de alegría, cortó la ceiba, labró un tablero espléndido y le dio a su hermano, Orula el secreto de la adivinación. Es por eso que Orula dice: maferefum Elegba, maferefum Changó y por lo que el ékuele de Orula lleva un fragmento del collar de Changó.
Desde entonces,Orula es el dueño del tablero, el adivinador del futuro, y el consejero de los hombres, y es el intérprete del oráculo de Ifá.


Patakin N° 4
Eleggua era hijo de Okuboro, rey de Añagui. Un día, andaba con su séquito y vió una luz brillante con tres ojos, que estaba en el suelo. Al acercarse vio que era un coco seco. Elegba se lo llevó al palacio, le contó a sus padres lo que había visto y tiró el coco detrás de una puerta. Poco después todos se quedaron asombrados al ver la luz que salía del coco. Tres días más tarde, Elegba murió. Todo el mundo le cogió mucho respeto al coco, que seguía brillando, pero con el tiempo, la gente se olvidó de él. Así fue que el pueblo llego a verse en una situación desesperada y cuando se reunieron los viejos, llegaron a la conclusión, de que la causa estaba en el abandono del coco. Este, en efecto se hallaba vacío y comido por los bichos. Los viejos acordaron hacer algo sólido y perdurable y pensaron en colocar una piedra de santo en el lugar del coco, detrás de la puerta. Este fue el origen del nacimiento de Elegba como orisha.

Patakin N° 5
Oggún, el dueño del hierro, es irascible y solitario. Oggún estaba enamorado de su madre y varias veces quiso violarla, lo que no consiguió gracias a la vigilancia de Elegba. Un día Oggún se las arregló para conseguir su propósito, pero, para su desgracia, Obatala lo sorprendió. Antes de que éste pudiera decir nada, Oggún gritó: Yo mismo me voy a maldecir." Mientras que el mundo sea mundo lo único que voy a hacer es trabajar para la Ocha". Entonces se fue para el monte sin más compañía que sus perros, se escondió de los hombres y ningún orisha que no fuera Ochosi su hermano, el cazador, consiguió verlo.





Patakin N° 6
Ochosi es el mejor de los cazadores, y sus flechas no fallan nunca. Sin embargo, en una época nunca podía llegar hasta sus presas porque la espesura del monte se lo impedía, desesperado fue a ver a Orula, quien le aconsejó que hiciera ebbó. Ochosi y Oggún eran enemigos porque Echu había sembrado cizaña entre ellos, pero Oggún tenía un problema similar. Aunque nadie era capaz de hacer trillos en el monte con más rapidez que él, nunca conseguía matar a sus piezas y se le escapaban. También fue a ver a Orula y recibió instrucciones de hacer ebbo. Fue así que ambos rivales fueron al monte a cumplir con lo suyo. Sin darse cuenta, Ochosi dejó caer su ebbó encima de Oggún. Tuvieron una discusión fuerte, pero Ochosi se disculpó y se sentaron a conversar y a contarse sus problemas. Mientras hablaban a lo lejos pasó un venado. Rápido como un rayo, Ochosi se incorporó y le tiró una flecha que le atravesó el cuello dejándolo muerto.Ves dijo Ochosi, yo no lo puedo coger. Entonces Oggún cogió su machete y en un abrir y cerrar de ojos abrió un trillo hasta el venado. Muy contentos, llegaron hasta el animal, y lo compartieron. Desde ese momento convinieron en que eran necesarios el uno para el otro y que separados no eran nadie, por lo que hicieron un pacto en casa de Orula. Es por eso, que Ochosi el cazador, siempre anda con Oggun el dueño de los hierros

Patakin N° 7
Osùn era vigilante de Obatalá. Obatala vivía con su mujer Yemú y sus hijos: Oggún, Ochosi, y Eleggùa. Oggún estaba enamorado de su madre y varias veces estuvo a punto de violarla, pero Eleggùa siempre le avisaba a Osun quien venía y lo regañaba. Entonces Oggún echó a la calle a Eleggùa, y le diò montones de maíz a Osun para que no lo delatara, Osun comía y luego dormía, mientras Oggún disfrutaba de su madre, Eleggùa se lo contó a Obatalá, que no lo quería creer, pero al otro día volvió más temprano.
Obatalá vio a Osun acostado y a Oggún abusando de su madre, y llego a su casa furioso. Fue cuando Oggún se maldijo a si mismo y Obatalá le dijo a Osun : Confiaba en ti y te vendiste por maíz; y nombró a Eleggùa su vigilante.

Patakin N° 8
En el principio de las cosas, cuando Olordumare bajo al mundo, se hizo acompañar de su hijo Obatalá. Debajo del cielo, sólo había agua. Entonces Olordumare le entregó a Obatalá un puñado de tierra y una gallina. Obatalá echó la tierra formando un montículo en medio del mar. La gallina se puso a escarbar la tierra, esparciéndola y formando el mundo que conocemos. Olofi también encargó a Obatalá para que formara el cuerpo del hombre. Así lo hizo y culminó su faena alineándole la cabeza sobre, los hombros. Es por eso que Obatalá es el dueño de las cabezas

Patakin N° 9
Al principio aquí abajo solo había fuego y rocas ardientes. Entonces Olofi, quiso que el mundo existiera y convirtio el vapor de las llamas en nubes. De las nubes bajó el agua que apago el fuego. En los huecos enormes entre las rocas se formó Olokun, el Océano que es terrible y a quien todo el mundo teme. Pero el mar también es bueno, porque es la fuente de la vida, y el agua hizo venas en la tierra para que la vida se propagara. Esa es Yemayá la Madre de las Aguas.

Patakin N° 10
Ochún, gustaba de pasearse por el monte.Un día Oggún, le vio pasar y sintió que se le traspasaba el corazón. Impetuoso y brutal, corrió detras de la que despertaba sus deseos, decidido a poseerla. Ochún, huyó asustada. Pero Oggún, enardecido y violento, estaba por darle alcance, cuando ella, desesperada, se lanzó al río. Arrastrada por el torbellino de la corriente, llegó hasta la desembocadura donde se tropezó con Yemayá, que la tomó bajo su protección, y le regaló el río para que viviera. Por eso es que Ochún vive en el río y quiere tanto a Yemayá.

Patakin N° 11
Aggayú, el dueño del río, tuvo amores con Yemayá y de ellos nació Changó. Pero Yemayá no lo quiso y Obatalá lo recogió y lo crió. Al reconocerlo como hijo, le puso un collar blanco y punzó. Dijo que sería rey del mundo y le fabricó un castillo. Se casó con Obba, pero también vivía fijo con Oyá y Ochun. Oyá como se sabe, era la mujer de Oggún, pero se enamoró de Changó y se dejó robar por él. Este rapto dio origen a una guerra tremenda entre Changó y Oggún. Cuentan que como Changó peleaba y no tenía armas, Osain, que era su padrino, le preparó el secreto del guiro. Cuando lo tocaba con el dedo y se lo llevaba a la boca, podía echar candela por ella. Con eso vencía a sus enemigos. Cuando se oye tronar, se dice que es porque Changó anda de rumbantela con sus mujeres o que cabalga por el cielo.

Patakin N° 12
Babalú Ayé era muy mujeriego. Andaba continuamente de parranda, todo el mundo le perdió el respeto y la misma Ochún, que era su mujer, lo abandonó. Un Jueves Santo, Orula le advirtió: Hoy domínate y no andes con mujeres. Sin hacer caso del consejo de Orúmbila, esa noche se acostó con una de sus amantes. Al otro día amaneció con el cuerpo todo cubierto de llagas purulentas. La gente huía de él porque le tenía miedo al contagio y sólo lo seguían algunos perros a los que gustaba lamerle las llagas. Por mucho que suplicó, Olofi se negó a perdonarlo y al fin, Babalú Ayé murió. Pero a Ochún le dio lástima, y gracias a sus ardides consiguió que Olofi le devolviera la vida. Ahora Babalú Ayé sabía bien lo mucho que sufren los enfermos y por eso regresó tan caritativo y misericordioso.

Patakin N° 13
Aggayu Solá era un gigante poderoso y temido, el dueño del río que se precipitaba desde lo alto. Acostumbraba ayudar a cruzar la corriente, pero siempre exigía que le pagaran.
En cierta ocasión le hizo el favor a Yemayá,quien no tenía con que pagarle y tuvo que acostarse con él para contentarlo. De esta unión nació Changó, aunque Aggayú no supo nada. El gigante era tan temido que dejaba la puerta de su casa abierta de par en par, aunque la tenía abarrotada de viandas y frutas; nadie se hubiera atrevido a entrar. Un día, sin embargo, Changó que es muy fresco,se metió en la casa, se lo comió todo y hasta se acosto a dormir en su misma estera. Cuando Aggayú volvió del campo y vió el espectáculo, sin pensarlo dos veces agarró a Chango y lo tiró dentro de una hoguera, que por supuesto, no ardió. Entonces lo cargó y lo llevó a la orilla del mar para ahogarlo, pero Yemayá apareció y, le hizo saber, que era su propio hijo. En cierta ocasión Changó pasó por un pueblo y vió que la gente andaba como los zombies. Changó se empeñó en saber quién era el rey del pueblo y, tras muchos. esfuerzos, descubrió que era Aggayú y fue a verlo. Para qué tú quieres saber quién es el rey?, dijo Aggayú encolerizado y Changó le contestó: Papa, es que este pueblo no puede tener a la cabeza un rey tan fuerte. Todos andan muy mal, no oyen, no contestan, no hablan. No quiero que sigan sufriendo. Fue así como se pusieron de acuerdo y, desde entonces, Changó va a la cabeza y Aggayú a los hombros. Es por eso que los hijos de Aggayú tienen esa perfecta comunión con Changó.
-Ahora es mejor irse a la cama, esperando que nuestros Orichas nos protejan- dije levantandome, mientràs un pequeño rayo de luz se vislumbraba en la sabana.



A la mañana siguiente nos levantamos un poco tarde, eran casi las nueve, cuando iniciamos la bajada, estabamos contentos, habiamos cumplido nuestros deseos de visitar el pico màs alto de la isla.
Caminamos hasta tarde, para armar nuevamente el campamento casi a las 8 de la noche, entre risas y algarabia, nos sentamos delante del fuego, alrededor de las 11 bien entradas.
-Por favor pudieras contarnos un poco màs sobre los orichas- dijo una muchacha, que habia visto pocas veces delante del fuego.
-Los patakines se me han agotado, prefiero contarles otro cuento- dije suspirando, pienso que en el fondo, mi memoria me estaba jugando una mala pasada.

“DOLORES RONDON”








EPITAFIO ETERNO
Aquí Dolores Rondón
finalizó su carrera
ven mortal y considera
las grandezas cuáles son:
el orgullo y presunción,
la opulencia y el poder,
todo llega a fenecer
pues solo se inmortaliza
el mal que se economiza
y el bien que se puede hacer.

Hay en el cementerio de la ciudad de Camagüey, en medio justo de una calle interior, un pequeño monumento. Fue erigido en 1933 por la alcaldía municipal sobre la base de una antigua tumba. En una placa de mármol aparecen los versos que varias generaciones de camagüeyanos han memorizado cual epitafio eterno:
La poesía apareció hacia 1883. Estaba escrita con letras negras en una pequeña pieza de cedro pintada de blanco. Una estaca de madera dura la fijaba en la tierra de una tumba. Durante años, cada vez que la tablilla se deterioraba manos anónimas la restauraban. Así estuvo medio siglo. Dicen que fue Dolores Rondón una bella mulata criolla, nacida hacia 1812. La amaba el joven barbero mulato Francisco Juan de Moya y Escobar, a quien ella despreciaba. La presumida Dolores se casó con un oficial del ejército español, enviudó, empobreció y enfermó de muerte, allá por 1863.
Hasta se le atribuye haber vivido en la Península, de donde regresó al morir, arruinado, el esposo. Junto a su lecho en el Hospital de Mujeres del Carmen fue Francisco el único y último amparo de aquella infeliz mujer. Y pudo haber sido él quien escribió la composición .Es la historia de un amor imposible, los desdenes de ella y las cualidades que él estimaba fueron sus defectos. Esta es la leyenda, inmortalizada en libros y hasta en piezas teatrales y, por consiguiente, enriquecida.
Los historiadores han encontrado la existencia real de una parda, María Dolores Aguilera, hija natural, por lo que también aparece como Dolores Rondón. Nació en 1811. Murió de tisis en 1863, soltera y sin descendencia. Fue enterrada de limosna
“Lucifer vivía en la otra ciudad”
Contaba mi abuela, que por alla, por el año 1682, la villa de Remedios comenzó a vivir tiempos de verdadera zozobra e inquietud. Desde su púlpito, el padre González de la Cruz no se cansaba de repetir, día a día, que el pueblo desaparecería porque el demonio se había adueñado de él. Afirmaba el padre que en la gruta conocida por todos como Cueva de la Güira de Juana Márquez La Vieja, estaba la mismísima entrada al infierno. De sus palabras se desprendía que había que trasladar nuevamente la villa de lugar, porque los demonios emergerían un día de la cueva y darían muerte a sus habitantes.
Otro de los argumentos del padre González de la Cruz era que se podían sufrir frecuentes ataques de corsarios y piratas. Los remedianos nunca creyeron ni en lo primero ni en lo segundo, pero el cura de marras era incansable. El 4 de septiembre los vecinos vieron con asombro un acto de exorcismo realizado en la iglesia del pueblo. Según dio fe un notario que se llamó para el caso, se hizo presente un demonio llamado Lucifer, uno de los tantos que tenía en el cuerpo la negra esclava Leonarda, que servía a una de las más importantes señoras del vecindario.


Lucifer dijo que en la villa de Remedios había vecinos tan endemoniados que tenían en el cuerpo nada menos que cien legiones de demonios, pero los remedianos no acababan de entender que el propio Lucifer se dignara a ocuparse de ellos y seguían en sus trece, negándose a abandonar la villa. Después de muchas discusiones entre partidarios del padre González de la Cruz y los vecinos que no querían abandonar la villa, se emitió una Real Cédula el 29 de enero de 1684, que disponía el traslado de la villa de Remedios hasta el hato de Cupey. Sin embargo, muy pocas familias -se dice que 18 solamente- aceptaron abandonar el lugar, y el 15 de julio de 1689 se asentaron en el hato referido, con lo cual nació la villa de Santa Clara, actualmente una importante ciudad en el centro de la Isla y capital de la provincia de Villa Clara.
La mayoría de los vecinos quedaron en Remedios. Años después se inició una acción violenta para desalojar a los remedianos, cuentan que del incendio sólo se salvaron la iglesia y la casa del regidor, pero a pesar de todo, los vecinos del pequeño poblado acudieron a la Audiencia de Santo Domingo con su demanda y ésta, increíblemente, falló a su favor. A partir de entonces pudieron vivir tranquilamente en sus predios.
“El tesoro de Raclham”
La tradición pirática de Las Antillas no fue ajena a nuestro cuentos, por aquellas èpocas de mis abuelos desfilaban infinidad de narraciones de la época en que los Hermanos de la Costa atacaban a los galeones cargados de oro que pasaban por esos paraje obligatoriamente con rumbo a España, y se apoderaban de ricos botines para luego esconderlos en las blancas arenas de Cayo Esquivel.
También le llamaban “El Tesoro del Esquivel” a varios baùles con joyas y monedas de oro provenientes de unos barcos españoles que escondió en este sitio el intrépido pirata Jack Rackham más conocido en estos mares por “Calico Jack”.
Por los primeros meses del año 1720 un grupo de barcos de la flota española viajaba con rumbo a Europa proveniente de Matanzas con unos baules de joyas y dinero de los negocios de varias familias poderosas en la isla de Cuba. Cuenta la tradición que el astuto Calico Jack, que operaba entre Bahamas y los cayos de archipiélago Sabana–Camagüey, se escondió por el lado Este del Cayo Esquivel y al pasar la flota cañoneó por sorpresa a dos de los buques armados los cuales se hundieron al instante, quedando solamente el principal que le interesaba, donde iba la preciada carga, y que a pesar de poseer varios cañones no disparó ninguno, rindiédose en el acto, pero Calico desconfiado de una actitud tan pasiva lo asaltó con crueldad no dejando a un solo tripulante vivo., los cuales fueron arrojados al agua. El tesoro de baules fue encontrado en popa, y en medio de gran alegría y borracheras, fueron bajados por un grupo de piratas a las arenas de Cayo Esquivel del Norte donde fue enterrado. Calico Jack fue capturado poco tiempo después y ahorcado en Jamaica con todos sus hombres pero el tesoro aun permanece en algún rincón del legendario cayo esperando por un nuevo dueño que lo adopte.
Terminada la historia, y mirando los ojos en ancias de los presente les prometi otro patakin.
Patakin N° 14
El patakín de Oggún cuenta que todo lo mejor que había en el mundo, Iyemmú lo guardaba para Oggún; todo era poco para su hijo predilecto, que vestía mejor que nadie y ella lo atendia más que a su propio marido Obaibó.
Eran tantas y tan continuas las atenciones que Obaibó entro en sospechas. Aquel era un cariño muy raro, un cariño que parecía malo, no de madre, sino de mujer enamorada.
Un día Obaibó salió a dar una vuelta por el campo. Su gallo blanco cuando él no estaba le avisaba, si era necesario, que volviese, y si no le contaba todo lo que pasaba en su aucencia.
Un atardecer Obaibó le dijo a Iyemmú:
Mañana prepara mi jolongo que tengo que ir muy lejos.
Esa noche Iyemmú fue muy atenta con Obaibó.
Ella de inmediato le arreglò el jolongo y de madrugada salió a despedirlo. Obaibó no se alejo mucho de la casa y se escondió detrás de un matojo.
Después llegó Oggún y le preguntó a Iyemmú -
¿ Y Obaibó ? - Iyemmú le contestó: No volverá en todo el día. -Aprovechemos - dijo - Oggún.
Obaibó esperó un rato. El gallo blanco cantó:
Ogguudadié, ogguudaddié.
Al escuchar el llamado Obaibó salió de los atajos, llegó a la puerta de la casa y tocó. Después de un rato al fin Oggún le contesto de mal humor: - ¿Quién es?.
Lárgese de aquí y déjenos dormir. Ante la insistencia de los toques Oggún se levantó y quitó la tranca de la puerta y abrió, quedó pasmado al ver delante de él la cara de su padre....Apenas sín poder hablar le repetia:
-¨perdón taita señor¨- y suplicaba:
- Castigame de día y de noche.
Obaibó le contestó:
-Tu mísmo te condenas, mientra el mundo sea mundo, no podrás descansar ní de día ní de noche.
En prenda se llama Sarabanda:
Cuando Oggún se pone furioso y se esconde en el monte con su machete deseoso de derramar sangre, es la Diosa de la Miel y la Candela y la Diosa del Mar las que con un plato de miel en sus manos cantan y le bailan, hasta caer vencido y rendido a los pies de ellas.Es enemigo acérrimo del Rey Oyó. El toro Rojo de la Loma, como también se le dice a Shangó, siempre está deseoso de cobrarse las cosas que le ha hecho Oggún.
Oggún es uno de los orishas que junto a Elegguá y Ochosí conforman la legión de los guerreros.De este orisha son los colores negro y verde que simbolizan la muerte, la tristeza, la guerra, por el monte donde él vive y gobierna.
Por algunos avatares de Oggún se viste con el color morado, por Ochosí y por Obatalá su padre. El rojo también porque representa la vitalidad, el fuego de la fragua, y por ser hermano de Shangó. El nombre de Oggún. Alagguedé, significa pólvora, maleficio, guerra, guerrero, viento, brujería y sudor. Así vemos como Oggún castiga al que lo desobedece con la muerte solitaria.Este orisha se atiende los días martes y los días 4 de cada mes. Para hablar y saludar a este orisha se le canta o dice un rezo
Patakin N° 15
Según relata el Oddun de Ifá "Obbe-roso", un rey de mal gobierno en África, improductivo e inseguro, comenzó a temer de ciertos vasallos con proyecciones competentes a su reinado. Uno de ellos se convirtió en un verdadero peligro para él, por lo que urdió un plan para desaparecer al personaje, que se había convertido en su irrevocable sustituto. Así las cosas, ordenó la fabricación de una caja de madera, donde colocó el cuerpo con vida del temido personaje, que fue lanzado al mar en la noche, sin rumbo alguno, por sus seguidores.
Al unísono, en un pueblo cercano al suyo, cortesanos y vasallos de ese reinado lloraban con tristeza y desolación la pérdida de su muy querido e inolvidable mandatario; mientras que el Consejo de Ancianos trataba de desentrañar, con la ayuda el oráculo de Ifá, la designación de un nuevo rey.
Para el asombro del pueblo y del Consejo, la asignación no se dirigió a ninguno de los presentes, sino que extrañamente apuntó al mar, advirtiendo que el nuevo rey llegaría por esta vía. La espera e incertidumbre embargaron durante varios días a la población, en la que además se hallaban los reyes invitados de otros pueblos cercanos para celebrar la toma de posesión y ceremonia de coronación del nuevo gobernante.
Allí se encontraba, como era de esperar, el susodicho rey, anciano, repudiado y detestado desde siempre por su pueblo. Departía y conversaba desenfadadamente, en agradable charla con sus homólogos, cuando fue interrumpido súbitamente por los gritos y las voces que venían de la orilla del mar. Los asistentes se pusieron de pie, observando a un grupo de hombres acercarse corriendo, cargando una caja de madera; todos estaban invadidos por la sorpresa y sus rostros reflejaban la intriga.
El jefe del Consejo, adelantándose, dio inmediatamente la orden de abrir la caja, y frente a la perplejidad de la multitud, salió de ella el hombre desconocido a quien el oráculo había designado. El malévolo rey invitado, que había tramado el siniestro ardid, abrió los ojos desmesuradamente, sin salir de su estado catatónico, frente a los gritos de loa y "viva el rey recién llegado" de los habitantes de la región. El extranjero fue acogido como corresponde, aclamado, agasajado y honrado.

Patakin N° 16
Ochosi es el mejor de los cazadores y sus flechas no fallan nunca. Sin embargo, en una época, nunca podía llegar hasta su presa, porque la espesura del monte se lo impedía. Desesperado fue a ver a Orula, quien le aconsejó que hiciera ebbó.
Ochosi y Oggún eran enemigos porque Echu había sembrado cizaña entre ellos, pero Oggún tenía un problema similar. Aunque nadie era capaz de hacer trillos en el monte con más rapidez que él, nunca conseguía matar a sus presas y se le escapaban. También fue a ver a Orula y recibió instrucciones de hacer ebbó. Así, ambos rivales fueron a cumplir con lo suyo.
Sin darse cuenta, Ochosi dejó caer su ebbó arriba de Oggún, que estaba recostado en un tronco. Tuvieron una discusión muy fuerte, pero Ochosi se disculpó y se sentaron a conversar y a contarse sus problemas. Mientras hablaban, a lo lejos pasó un venado. Rápido como un rayo, Ochosi se incorporó y le tiró una flecha que le atravesó el cuello dejándolo muerto. “Ya ves”, suspiró Ochosi, “Yo no lo puedo coger”. Entonces Oggún cogió su machete y en menos de lo que canta un gallo abrió un trillo hasta el venado. Muy contentos, llegaron hasta el animal y lo compartieron.
Desde ese momento convinieron que eran necesarios el uno para el otro y que separados no eran nadie, por lo que hicieron un pacto en casa de Orula. Es por eso que Ochosi el cazador anda siempre con Oggún, el dueño de los hierros
Patakin N° 17
Jebioso (como se llama a Changó en el país de los Arará, en África), acababa de finalizar una gran batalla. Llegó entonces a la tierra de los ewes, donde reinaba un gran señor llamado Asojuano, el Babalú Ayé de los yorubas. El rey dio a Changó una gran acogida y hospitalidad en su palacio y entre su pueblo, donde reinaba una gran paz. Jebioso, ávido de poder, al ver la gran armonía de esa nación, comenzó a tramar la forma de instalarse en el trono. En una ocasión el rey Asojuano visitó a su hermana en un pueblo vecino, por lo que Jebioso, junto con otros huéspedes del rey, tomó las armas y se apropió del mando. Cuando volvió el rey derrocado comenzó una guerra sin cuartel, tan fiera que Somaddonu, Obatalá* en persona, decidió intervenir.otra vez: "A partir de ahora vivirán en tierras separadas: donde nazca una nunca prosperará la otra".
Asojuano fue también condenado a vivir errante mientras Jebioso jamás encontraría la paz en las tierras por donde pasara. El flamboyán, al cubrirse de flores anunciaría epidemias y muertes.
*Somaddonu u Obatalá: Oricha mayor, creador de la tierra y escultor del ser humano. Es la deida pura por excelencia, dueño de todo lo blanco, de la cabeza, de los pensamientos y de los sueños.
Patakin N° 18
Oddé, era un gran cazador, y acostumbraba poner todos los días al pie de una ceiba las piezas cazadas para que Olofi se bebiera la Sangre. Sólo después las llevaba a su casa.. La mujer de Oddé, celosa al fin como todas las mujeres, le preguntaba continuamente por qué los animales venían sin sangre, a lo cual él contestaba que eso no tenía importancia. Como la mujer no sabía dónde iba su marido, le abrió un huequito a su saco de cacería y echó ceniza dentro del saco, para así poder seguir el rastro.
Oddé caminaba detrás de sus piezas por toda la inmensidad del bosque; su mujer iba detrás sin que él lo supiera. Al llegar al árbol sagrado, la ceiba, Oddé depositó ahí lo cazado. Olfo rugió y le preguntó :"¿Quién está contigo?" Oddé le contestó "Yo solo Olofi". Peor Olofi que veía a través de los árboles y enredaderas tupidas del bosque, le dijo: "Curiosa te castigaré. Ya que quieres ver sangre, sangre tendrás siempre".

Patakin N° 19
En el principio no había más que Olorun y Olokun, Olokun fué origen de Yemayá. Durante mucho tiempo Olorun y Olokun lucharon por el dominio de la Tierra. Cada vez que Olorun mandaban algo a la Tierra, Olokun se lo apropiaba, Olorun quería reinar en todas partes y Olokun, para demostrarle su poder, provocó el ras de mar. Hubo que hacerle rogación a Olokun para que la Tierra volviese a existir. Tan terrible y poderoso es Olokun que cuando Olorun se separó de él y se fue a lo más alto, Olokun se quedo aquí abajo. Entonces fué cuando Obatalá tuvo que atarlo con siete cadenas porque al ver que los hombres descuidaban su culto. Olokun quiso ahogar a la humanidad entera y a todos los animales. Olokun vive en el fondo del Océano, junto a una gran serpiente marina que asoma la cabeza cuando hay Luna Nueva.......Algunos creen que la mitad hombre y la
mitad pez. Aún atado como está. con siete cadenas, cuando se ecoleriza hace estragos; por eso Obatalá fue muy prudente en dejarlo amarrado y los hombres en no olvidar su culto.......Olokun era anfibio, por lo que no queria tener relaciones con su gran amor, Orisha-Oko, para no ser objeto de ridículo. Le pidio consejo a Olofí, quien le aseguró que Orishá-Oko era un hombre serio y reservado. Olokun cogió confianza y se fue a vivir con él orisha labrador, pero éste vio que tenía defectos en su naturaleza y se lo dijo al mundo. El bochorno hizo que Olokun se escondiera en el fondo del Océano, del que todo se ignora y donde nadie a podido llegar. Otros dicen que se convirtío en sirena o en una gran serpiente marina. Pero eso nadie lo sabe.

Patakin N° 20
A Oshosi , deidad de la caza, se le representa con un arco, una flecha, un perro que lo acompaña y un tarro de venado, su comida favorita.
En una hermosa leyenda, que nos recuerda otras de otros continentes donde una cierva encantada se transforma en bella mujer, Oshosi persigue a un hermoso aguaní (venado) que se transformó en una doncella al despojarse de la piel.
Oshosi la esperó; al regresar al claro del bosque donde ocurría su metamorfosis, la muchacha le rogó no revelar su secreto y a cambio de su silencio, se convertiría en su esposa. Oshosi corrió a advertirle a su primera mujer que debía ser amable con su nueva esposa porque podía convertirse en venado. La doncella, herida por la indiscreción de Oshosi, escapó de la casa con su piel y el pobre cazador, enamorado y abandonado a causa de su imprudencia, siempre pide ofrendas de venado en recuerdo de su amada.
Patakin N° 21
En una época muy remota, vivían en una tribu tres hermanas: Yemayá, Ochún y Oyá, quienes, aunque muy pobres, eran felices. La mayor, Yemayá, se adentraba en el mar y pescaba para sostener a las otras dos hermanas; como Ochún cuidaba de la más pequeña, iba al río, cogía peces y piedras y los vendia. Las tres hermanas se adoraban y vivían una para otra. Un buen día, enemigos de la tribu invadieron su territorio y arrasaron con todo. Como Ochún acostumbraba a amarrar a Oyá para que no se perdiese o hiciera alguna travesura mientras ella nadaba y se sumergia en el río, no sintió los gritos de Oyá, ni tampoco Yemayá, quien estaba muy lejos, en la costa. Así, los enemigos se llevaron a Oyá como rehén.
Las dos hermanas se impresionaron tanto con la captura de la pequeña que Ochún, enferma de melancolía se consumió lentamente. Pero había logrado conocer cuánto le costaría liberar a su hermana Oyá, y fue guardando poco a poco monedas de cobre. Por fin llegó el momento de cerrar la transacción de rescate con el jefe de la tribu enemiga.
Este, quien sabia que Ochún era muy pobre, aceptó el dinero, pero le dijo que duplicaba el precio de la niña. Ochún cayó de rodillas, suplicó y lloró, pero el jefe, perdidamente enamorado de ella, le pidió su virginidad a cambio de la libertad de su hermana.
Por el amor que profesaba a Oyá, Ochún accedió. Ya ambas, de regreso a la casa, le contaron todo a Yemayá, y ella, en reconocimiento al gesto generoso de Ochún y para que Oyá nunca olvidara el sacrificio de su hermana, adornó la cabeza y los brazos de la pequeña con monedas de cobre.
Mientras Oyá estaba cautiva, Olofi había repartido los bienes terrenales entre los habitantes de su tribu: a Yemayá la hizo dueña absoluta de los mares; a Ochún, de los ríos; a Oggún, de los metales, y así sucesivamente. Pero como Oyá no estaba presente, no le tocó nada. Ochún imploró a su padre que no la omitiera de su representación terrenal. Olofi, que quedó pensativo al percatarse de la justeza de la petición, recordó que sólo quedaba un lugar sin dueño: el cementerio. Oyá aceptó gustosa, y así se convirtió en ama y señora del camposanto.
Por eso, Oyá tiene herramientas de cobre para mostrar su eterno agradecimiento al sacrificio de Ochún, come a la orilla del río, como recuerdo de su niñez. Foribale Ochún, Foribale Yemayá, Foríbale Oyá.
La noche era ya profunda cuando nos fuimos a dormir, pero estaba segura que los cuentos, habian dejado un mensaje en la mente de los participantes al tour.





Domingo 3 de Agosto 2003
Despuès del desayuno, continuamos la caminata en direcciòn a Santiago, el sol de la mañana era demasiado fuerte, por lo que tuvimos que detenernos varias veces por el cansancio de los màs viejos, entre ellos yo por supuesto.
Casi todo el mediodia estuvimos en el improvisado campamento, la gente estaba un poco aletargada, por lo que los guias decidieron acampar hasta la mañana siguiente, para darle tiempo a la gente de recuperarse.
Los màs jòvenes improvisaron un campo de pelota, y jugaron toda la tarde, yo sin embargo decidi recuperarme del cansancio entre los brazos de mi Stefano. Casi a las 8 bajamos al campamento donde estaba el comedor, ya lleno por supuestos de los jòvenes, que no perdian jamàs el apetito.
Despuès del suculento cafè decidi continuar el recuento de mis historias, casi todos los excursionistas estaban interesados en escuchar, por lo que el pùblico habia aumentado considerablemente.

“ LAS CUEVAS DE LUCIFER”
Cuentan que por allà por Remedios, hay una gruta oscura y enmarañada, con espinosas zarzas, llamada del Boqueròn, que segùn las curiosas leyendas de remedio, era la puerta de salida del diablo.
A mediado del siglo XVII los hacendados, querian trasladar la villa, para otra zona, que estuviera cerca de sus terrenos, para aumentar el precio, al construirse lugares habitables.
Como los colonos, no querian traslar a Remedios para otra parte, sino quedarse en el mismo lugar, el señor Josè Gonzàlez de la Cruz, ademàs de vicario, juez eclesiàstico censor del santo oficio de la inquisiciòn, que era un destacado exorcista, al ver que la situaciòn se dilataba, ingeniò una historia sobre la salida del diablo, en la via hacia el
puerto y dijo haber hablado con Lucifer a travès del cuerpo de una esclava, en cuyo cuerpo habitaban 35 legiones de demonios.
Satanà le jurò no permitir el hundimiento de Remedios en las calderas del infierno sobre las cuales estaba situado, si se cumplia con el compromiso de trasladarla de alli.
Las palabras sobre malignos, fueron los argumentos que convencieron al capitàn general para ordenar la mudanza, un grupo de familias se adentraron màs al interior de la isla, fundandose en el 1689 la ciudad de Santa Clara.
Pero no todos los colonos se fueron, por lo que al final tuvieron que reconocer a ambas villas, para terminar asi la pelea entre demonios y colonos.

Lunes 04 de Agosto/ 2003
Iniciamos la mañana, caminando sobre un sendero usados solamente por las mulas, de piedras sueltas, que se deslizaban hasta el barranco, produciendo un poco de tensiòn
dentro del grupo. Al cabo de varias horas de agotadora marcha, llegamos al rio, donde se instalò nuevamente el campamento, se acardaron entre todos de pasar la noche, para continuar el viaje en direcciòn a Santiago, en una guagua de turismo que llegaria alrededor de las 9 de la mañana, los muchachos como simepre, iniciaron la creaciòn de un campo de pelotas, como si fuera lo ùnico que sabian hacer, los demàs (muchos màs viejos y cansados) como yo por supuesto, decidimos tirarnos a majasear hasta la llegada de la noche. Despuès de comida lògicamente inicie mis historias, bajo la mirada ansiosa de mis familia y mis amigos de travesia.





Muerte a mar abierto
Contaba mi padre, que por allà, por Cayo Mambi, en una pequeña ciudad de pescadores, mucho antes de la caida de Machado, vivia una familia que comia solamente de lo que pescaba el padre, un joven pescador. Antes que salieran los primeros rayos del sol que anunciaban la mañana sobre las oscuras aguas del pantano, preparaba sus
arreos de pesca, jamos, hilos y anzuelos , è infinidades de lombrices pequeñitas y asustadas por la gran tarea que le tocaria vivir en esta historia , y canturriando a voz baja algùn que otro tango de Carlos Gardel, Carlitos para sus amigos, muy de moda, en aquellos dias, se adentraba en el manglar, en direcciòn a la costa.
Quando llegaba a la orilla donde tenia anclada la barca, metia todos los intrumentos de pesca dentro , y partia fèliz, perdiendose entre las olas, de color azùl y el horizonte. Siempre pescaba solo, con la ayuda y compañia de su voz, que desafiaba el viento, como si quisiera atormentar los peces para que cayeran en el jamo ,lo que parece daba resultado por la infinidades de peces, que iban cubriendo el pequeño piso de la barca.
Dicen que una tarde, cuando el sol comenzaba a desaparecer en el horizonte, y la oscuridad le impedia poder observar todo el espacio solitario, y oscuro de las aguas, sintiò el llanto de un niño, al principio le pareciò que era solamente el rumor del viento al golpear las tablas de la barca, por lo que no le prestò mucha atenciòn, asi durante un buen rato continuò a recoger sus redes, cuando el llanto desenfrenado de un niño, le puso los pelos de puntas.
El mar a su alrededor parecia aparentemente desierto, el fuerte silencio, solamente disturbado por alguna que otra gaviota, que sobrevolaba la barca, hizo que el llanto pareciera totalmente aterrador . Solo el tiempo de enceder los faroles, y correr a proa para atizar el horizonte, que durante algunos minutos, no le dieron ninguna señal, solamente el rumor de las olas que se acercaban y alejaban como si estuvieran jugando al escondite, con las paredes de la chalupa.
Durante algunos minutos observò aterrorizado el horizonte, hasta un pequeño rayo de luz que iniciaba a retirarse de las aguas, le hicieron ver un trozo de madera, que flotaba sobre las quietas aguas del mar.
Sin pensarlo dos veces, se lanzò dentro de las oscuras aguas, sin tener en cuenta la infinidad de tiburones que a distancia observaban toda la escena, nadò a fuerte brazadas
hasta llegar al trozo de maderas, que asemejaba una barca, pero que en realidad, era una tabla de al menos un metro de ancho.
Dentro de una frazada habia un pequeño cuerpecito se batia entre el aire y el frio de esa madrugada de invierno, lo tomò en brazos, para calentarlo, sin todavia decidir como llevarlo a salvo sobre la sua barca, despuès de algunos segundos de refleciòn, se lanzò al agua , nadando con fuerzas con un solo brazo , mientràs en el otro alzaba el bulto de la frazada con el pequeño naufrago.
El niño de al menos 6 meses, lloraba desenfrenado de frio y hambre, tratò de taparlo pero lo ùnico que encontrò, fueron unos naylòn de polietileno, cubriò el pequeño cuerpo sin todavia saber como aliviarle el hambre, que se veia reflejado entre sus bellos ojos negros, que se abrian y cerraban en espera de compaciòn.
Durante minutos buscò alimentos que pudieran servirle, para al final solamente encontrar un poco de cafè, que calentò y gota a gota puso dentro de los labios del pequeño, con sus grosos dedos como tetera. Despuès de haber devorado algunas gotas del cafè caliente
comenzò a dormirse plàcidamente, con una pequeña mueca, que asemejaba a una sonrisa entre sus labios gordos y rosados.
Aprovechò la ocaciòn para encender el motor de la barca, y salir como “alma que lleva al diablo “, en direcciòn a la costa.
Al llegar a la orilla, solamente pensaba en como, hacerlo llegar a su familia, pero la respuesta a esta pregunta, lo dejaba en una situaciòn incierta, decidiendo llevarlo primero a su casa, para lavarlo, cambiarlo y darle de comer, seguro que su mujer seria mucho màs preparada para estas funciones.
Durante toda la noche tuvieron al pequeño naufrago en su casa, y temprano en la mañana, a pie, recorriò con su mujer, los 25 kilometros que lo separaban del pueblo, hasta llegar al centro de la plaza donde estaba la oficina de la policia.
El pequeño fuè llevado al olfelinato de las monjitas de las mercedes, y dejado alli, hasta la investigaciòn de quienes serian sus padres y como habia llegado a las aguas del mar adentro.
Todas las noches despuès de descargar la pesca, el joven pescador, recorria los kilometros que lo separaban del ospicio, para visitar a su joven nàufrago, que siempre lo recibia sonriente, como si pudiera agradecerle de haberle salvado la vida, hasta que casi tres meses màs tardes, descubrieron que los padres, acompañados de unos amigos, habian sufrido un accidente mientràs pescaban, y la barca habia afondado, quedando solamente esta tabla, que alguien habia utilizado para meter al pequeño naufrago, en espera que fuera salvado, antes de ser devorado por los tiburones.
El joven pescador, durante los años venideros, visitò al pequeño naufrago, y simpre que jaraneaba con sus amigos, sobre los peligros del mar hacia la misma observaciòn “El mar
amigos mios, nos envuelve con su belleza, y nos da de comer a sus hijos, pero si lo hacemos enfurecer, nos ataca con todas sus furias y entonces no hay nada que podamos hacer nosotros los mortales, que no sea rezar, esperando su compaciòn.”






Martes 05 de Agosto 2003

La mañana iniciò con un fuerte aguacero, lo que impidiò que continuaramos en direcciòn a Santiago, las carreteras estaban cerradas por las aguas y nos vimos obligados a permanecer en el campamento hasta que las situaciones meteorològicas cambiasen.
Esto por supuesto alargò mis noches de recuentos, todas las historias que recordaban habian sido contadas, era todo el dia que me llamaban para amenizar el aburrimiento de los jòvenes , entre ellos mis hijos,por supuesto, casi hasta la hora de comida, estuve escondiada entre los brazos de mi Romeo, por temor a no tener que contar, si me descubrian y obligaban a enfrentarlos. pero despuès de la comida, no pude escapar, me sentè delante del fuego, con dos lineas de mi ron favorito, envuelto en cafè y me decidi a poner al descubierto mis origenes , lo negro y lo blanco de mis ancestros.




“ La Esperanza”
Allà por el año 1880, aunque parezca increible, la emigraciòn era al revès, los españoles venian escondidos en grandes barcos de pesca, como polizontes, tratando de llegar a la isla en busca de mejoras econòmicas, mi abuelo me contaba cuando yo era chiquita,que entre los gallegos emigrantes, en el 1899, llegò un isleño de nombre Josè, traia entre las manos una vieja maleta, con un rosario y una vieja foto de su madre, y en la boca una mueca que asemejaba a una sonrisa, de optimismo y perceverancia .Durante algunos dias diabulò en busca de trabajo por todas las calles del puerto, hasta que un viejo matancero, le diò trabajo como barrendero en uno de sus almacenes de pescados, que se vendian en la mañana en el medio de la plaza, entre los gritos de los pregoneros, y el pasar incesante de las carretas.

Pasò alrededor de dos años limpiando los pisos, llenos de pescados, recibiendo solamente un catre roto, un colchòn llenos de pulgas, un pequeño rayo de luna atravès de una vieja ventana y alguno que otro plato de sopa, ya tarde en la noche.
Poco a poco, fue aprendiendo el trabajo de los pescadores, que almacenaban las cajas de pescados, hasta que 5 años màs tarde, le propusieron el puesto de almacenero.
Habia cumplido casi 22 años, y cada dia se sentia mucho màs solo y triste, pensando en su familia que habia dejado demasiado lejos, pero el dinero que habia llegado a reunir en los ùltimos años, no le alcanzaba ni siquiera para pagarse el billete de regreso. Hasta que una mañana delante del mostrador, sus ojos descubrieron los ojos de una bellisima mulata, de quien quedò totalmente hechisado. Durante algunos meses no le perdia ni pie ni pisada, la esperaba en la puerta de la plaza, aletargado, a punto de perder el trabajo,
con la lengua que colgaba de la boca, cada vez que la veia llegar, hasta que logrò intercambiar algunas palabras, se conocieron se enamoraron y se casaron.
Se fueron a Tenerife en Luna de miel y al regreso mi abuela estaba embarazada de mi padre, vivieron durante un tiempo en La habana, hasta que se trasladaron a Cayo Mambi, el pueblo donde yo naci.
Era un cayo todo rodeado de agua, con un gran batey donde se agrupaban casas lujosas construidas por los americanos que por supuesto eran los dueños del central azùcarero, yo con mi familia viviamos en las afuera del central, en un pequeño barrio de pescadores llamado “La Esperanza”. Las casas construidas sobre pilares de maderas parecian garsas, en baile a la orilla del mar, la larga linea del tren, atravesaba todo el pueblo, uniendo el central azucarero con el resto del pais, y que a nuestra “ pandilla” servia como lugar de entretenimiento, durante las tardes, caminabamos en dùo sobre los railes, manteniendo el equilibrio, mientràs nos agarrabamos de un palito para no caer. Siempre dejabamos a uno del grupo de guardia para que gritara si venia el tren, dandonos el tiempo suficiente para quitarnos de los railes. La linea siempre estaba desierta, alguna que otra vez pasaba la cigueña, una pequeña màquina dirigida a mano por dos maquinistas, que era peor el ruido que traia, que el tamaño de la màquina.
Esa tarde de primavera, mi prima fuè la designada a vigilar el tren, tenia 8 años, y era gorda como un tonel, grandes piernas salian de su vestido, y sus brazos redondos,
causando el respeto de todo el grupo, comenzamos nuestro paseo, cuando vimos a mi prima correr como alma que lleva el diablo, gritando desde la otra orilla, ¡ Ay madresita!.
Sus ojos estaban fuera de la òrbita, y gritaba sin cesar ¡ Ay madresita!, pero sin explicarnos el motivo de su espavento, pero no fuè necesario porque el grito ensordecedor de la màquina de fuego, comenzo a sentirse entre los chillidos, estaba a 5 metros de donde paseabamos, la vimos acercarse a una velocidad vertiginosa, todos corrimos desesperados tratando de ponernos fuera de los railes y ayudando a los màs chiquitos a pasar del otro lado de la linea. Cuando la locomotora comenzò a pasar delante de nuestros ojos, comenzè a buscar a todo el grupo con la mirada, para asegurame que todos hubieran pasado, pero mi prima no estaba, y por un momento el sudor recorriò mi cuerpo, habia escuchado infinidades de veces la historia de un màquinista que se habia quedado trabado en los railes y le habia pasado el tren cortandole la pierna, no queria asustar a los demàs , pero yo estaba aterrorizada, como decirselo a mi tia, que explicaciòn darles, si nos habian prohibido jugar sobre los railes, estaba a punto de caer a tierra cuando a travès de los vagones que se desplazaban a gran velocidad veia aparecer y desaparecer la cara regordeta de mi prima, que nos decia adios con sus manazas al aire.
La casa la habia construido mi abuelo, como cobija para su gran amor, que durò poco, se separaron y mi abuelo se fuè a vivir a Mayari, dejando a mi abuela con sus 2 hijos, que no perdiò tiempo en volverse a casar, esta vez con un gallego de quien tuvo 3 hijos, pero no le fuè bien y se separò, casandose con un jamaiquino, al que yo llamaba mi abuelo negro, aunque en verdad no era mi abuelo.
Despuès de la muerte de mi abuela, mi tia-abuela se hizo cargo de todos sus hermanos, hasta que llegò mi padre con la noticia del matrimonio, comenzando asi una de las guerras màs grande y sangrienta conocida hasta nuestros dias sin poder decir que haya terminado, solamente han hecho un tregua, considerando la edad de los participantes.
Mi madre soberbia, orgullosa y un poco malcriada por su familia desde que llegò, se propuso dividir la casa, como si fuera un cake, cosa por supuesto que mi tia-abuela no se lo permitiò, pero fueron tantas las perretas e insistencias por dividir, que un dia mucho antes de nacer yo, mi padre verde como una cafetera, mientràs le salia el humo por las orejas, y la sangre por la nariz, cogiò un machete y dividiò la casa a la mitad con una raya, que hoy todavia tienen los pisos de maderas, una parte para mi tia y la otra para mi madre.
Desde ese dia, mi madre y mi tia-abuela, se hablaban solamente lo necesario, y nunca se han perdonado.



Mi padre era un pescador, se levantaba temprano en la mañana, llenaba sus cubos de carnadas, recogia sus trasmayos y se alejaba en su barca, para regresar entrada la noche, lleno de peces y mariscos, sin preocuparse de los encuentros que durante el dia, terminaban en campos de batallas.
Yo era como mi padre, amaba el mar, por sobre todas las cosas, me
sentaba en su orilla, a escuchar el sonido de las olas, al romper sobre los arrecifes, lo veia irse y regresar , no importaba la hora en que debia levantarme, ni la hora en que debia acostarme, y cuando mi madre me lo impedia golpendome, escapaba por la ventana, o levantaba una de las tablas que cubrian el piso de mi cuarto , y que yo compartia con mis hermanas “ Lalo” y “ Ojos Brujos” . Mi tia-abuela siempre decia “ de tal palo tal astilla” , creo que tenia toda la razòn.
En las mañanas ibamos a la escuela, que se alzaba al otro lado del puente , era todo de maderas, imponente,con grandes vigas ,que se alzaban desafiando el cielo azùl , atraversado por la linea del tren, no teniamos donde protegernos, lo pasabamos casi corriendo, mirando el mar desde los altos , entre tronco y tronco, dejando en mi recuerdo un vèrtigo para toda la vida. Al regreso de la escuela vagabundeabamos por el barrio, entre los patios y el manglar, inventando infinidades de juegos prohibidos por los mayores, por lo que nos manteniamos a distancia, para no ser decubiertos.
“La pandilla” era un nombre que le habia dado mi tia-abuela, eramos alrededor de 10, todos de diferentes edades, y colores, habian negros, blancos mulatos, hijos de gallegos, hijos de jamaiquinos, y hasta el hijo de una americano que venia algunas veces del central a jugar con nosotros. Sòlo mi madre no los soportaba, no los dejaba entrar en la casa, los espantaba como mosca cuando los veia en la cerca, pero nosotras a escondida, esperabamos verla salir por la puerta , para escapar detràs, arrastrando a mi hermana màs chiquita, que nos chantajeaba con contarselo ,pero regresaba demasiado tarde en las noches, conspiraban contra el gobierno , durante todo el dia, ayudada de sus amigos, repartian pancartas , carteles, volantinos , que escondian en los dobladillos de los vestidos, cosiendolos nuevamente, recolectaban comidas y medicinas para mandarlas a las montaña donde luchaban los alzados o rebeldes, como los conocian todos en esa època.
Durante las noches se sentian disparos a lo lejos, todos decian que los alzados tomarian el pueblo, pero nadie les creia, a veces pensabamos que era solamente un sueño.
Ese sàbado mi madre saliò temprano, y nosotras nos quedamos con mi tia-abuela, que era fàcil perderla de vista, aprovechamos un descuido y escapamos a casa de mi abuelo-negro, tratamos de dejar a “ojos brujos” pero comenzò a gritar de contarselo a mi madre y decidimos llevarla.
Atravezamos la linea del tren, y caminamos hasta el portòn, adentro habia fiesta, en los patios gentes que mataban animales y los limpiaban para cocinarlos,nos escondimos en la parte del fondo de la casa, desde donde se escuchaba la mùsica, el toche de los tambores, llegaba hasta el patio, poco a poco el sonido y la mùsica comenzò a embriagarme, sentia el toche dentro de la piel, dentro del cuarto un negro con un machete en las manos, bailaba desenfrenado al compàs de la mùsica.Tenia el pecho descubierto y sus mùsculos brillaban del sudor que corria por su espalda, tenia un pañuelo rojo anudado a la cintura pero sus ojos tenia una expresiòn nunca vista ,estaban desorbitados, como poseido por el mismo diablo, a su alrededor otros bailarines coreaban sus pasos y cantaban, parecia que guerreara con un enemigo invisible.
Permanecimos inmòviles durante un buen rato, pero mi hermana “ojos brujos “ comenzò a llorar y regresamos a la casa, la imagèn del guerrero quedò fija en mi mente para toda la vida.Desde ese dia cada vez que sentia los tambores, corria como loca a travès de las casas del batey, para verlo danzar al compàs de la mùsica. Nunca supe si mi abuelo-negro me habia descubierto, si lo hizo se lo llevò a la tumba, porque nunca lo comentò con nadie, ni siquiera conmigo.
Durante el verano vendiamos mangos que madre colocaba en una cesta en el portal, esa mañana estabamos solas en casa, y habiamos vendido todos los mangos, mi hermana “Lalo” insistia que debiamos tumbar algunos para satisfacer a mi madre, yo negaba continuamente, pero mi hermana sabia como convencerme y nos arrastrò en su aventura.
Recogimos infinidades de piedras, mientràs mi hermana las tiraba, yo debia recoger los mangos antes que llegaran al piso y se lastimaran, pero todos los tentativos eran inùtiles, las piedras golpeaban el tronco, pero no el mango, asi pasaron algunos minutos, estaba soñando despierta, como siempre, decia mi abuela “ que estaba en Bellèn con los pastores”, porque perdia la nociòn del tiempo y me transportaba en el aire, hasta que senti un fuerte golpe en el centro de la cabeza que me trajo a la realidad, la sangre comenzò a bañar todo mi vestido blanco, mi hermana “ojos brujos” saliò corriendo “como alma que lleva el diablo” mientràs gritaba el nombre de mi tia-abuela. Mi hermana “Lalo” se asustò y me arrastrò en direcciòn al baño, metiendome la cabeza debajo del agua, para tratar de contener la sangre, todo comenzò a ponerse negro, comenzè a sentir el ruido de las olas del mar golpear los arrecifes y luego el silencio.
Como diria mi abuela “ Cuando el mal es de cagar no valen guayabas verdes”, me despertè en mi cama, con toda la cabeza vendada, suerte que los gritos de mi hermana “ojos brujos” surtieron efectos, porque si no llega a venir mi tia-abuela, hubiera muerto desangrada, porque mi hermana Lalo continuaba a bañarme la cabeza.Cuando llegò mi madre horas despuès, ya el medico se habia ido, de nada sirvieron las sùplicas de mi tia-abuela para salvar a mi hermana, la golpearon durante horas con un viejo cinto de mi padre y a mi me prometieron una igual cuando mejorara, por eso me demorè casi un mes en restablecerme, por temor a la golpiza de mi madre, creo que en el fondo mi hermana merecia los golpes como diria mi abuela “el que por su gusto muere, que la muerte le sepa a gloria”, en fin de cuentas habia sido todo culpa suya.
La convalecencia durò interminable, solo podia tomar sopitas de peces que me hacia mi tia-abuela y que mi padre pescaba con tanto amor, mis amigos de la pandilla venian a verme en las tardes despuès de la escuela, para desaparecer cuando veian llegar a mi madre, que siempre decia “dime con quien andas y te dirè quien eres”, pero creo que lo que màs le molestaba era que algunos eran negros, en el fondo era un poco racista.
En aquellos dias solo se hablaba de la guerra, y de los jòvenes rebeldes, que estaban alzados en las lomas, algunos dias aparecian en el pueblo a buscar suministros, pero el ejercito de Batista, que mi pueblo llamaba los casquitos, no le daban tregua, y durante horas se sentian los disparos en las inmediaciones del batey. Despuès que se habian retirado nuevamente a las lomas, cogian represalias con quien les ayudaba, ese dia mi padre contaba a sus hermanos en el portal, que habian arrastrado a un jòven del batey que los habia ayudado, amarrandolo al yeep, y destrozandolo de frente a los ojos de todo el pueblo, como escarmiento.
El terror comenzò a cubrirlo todo, la gente hablaba en voz bajas, temiendo la traiciòn de sus propios vecinos y amigos, veia salir a mi padre algunas noches a pescar, con mis tios cargados de bultos, para regresar en las mañanas, con las manos vacias y sin pescados, luego supe que le llevaban suministros a los alzados en las montañas. Nunca se lo contè a nadie, siempre se decia que habian chivatos, que le contaban las cosas a los casquitos para recibir algùn dinero, y yo tenia miedo por mi padre.
.Finalizando el verano comenzaron nuevamente las incursiones de los rebeldes en el pueblo, atacaban los campamentos del ejercito, le robaban las armas, destruian los arcenales militares y repartian los alimentos entre los pobre, que por su puesto los ayudaban a escapar, cuando eran descubiertos. A pesar de las torturas de los casquitos, todos los guajiros los ayudaban, estaban dispuestos a dar la vida por protegerlos, y cuando la situaciòn se hacia insostenibles, escapaban al monte para unirse a los guerrilleros en las montañas.
Al llegar ell invierno comenzaron a caerse todas las hojas de los àrboles, mi mata de mangos estaba casi sin hojas, y para colmos nos azotò un ciclòn, llegò de improviso, nadie habia protegido los techos, el tiempo era soleado , quièn podia imaginarse que habia un ciclòn en asecho, una noche nos despertamos entre rafajagas y un sonido horrible del
viento al meterse dentro de los àrboles, hasta se metiò en nuestro patio levantando el cedro y metiendolo por la ventana de la cocina, mi padre y algunos amigos clavaron todas las ventanas, durante la noche las ràfagas de aire entraban por las rendijas, haciendo un ruido ensordecedor, el techo de zinc, parecia que se levantaba con el aire, y mis hermanas no salian de las piernas de mi tia-abuela que rezaba y rogaba a dios de salvarnos, pero creo que dios no la escuchò porque nos quedamos sin techo y para colmo, lloviò torrencialmente durante una semana.
Despuès del ciclòn, todo volviò a la normalidad, sòlo se hablaba de la guerra y de los rebeldes, los encuentros eran continuos, y durante todo el dia se escuchaban los disparos, que venian de lejos, creo que todos esperaban que ocurriera algo que cambiara las cosas, los adultos querian que atacaran el pueblo, siempre decian “ para la vaca que da la leche” refiriendose al gobierno.
Mi padre continuaba ayudar a los alzados y mi madre recolectaba suministros, mientràs mi tia abuela compraba comida en el almacèn del central, para los dias negros como solia decir, hasta que la despensa estuvo tan llena, que tuvimos que ampliarla, con otro cuarto, para dar espacio a las nuevas cosas que comprara. pero nosotras reiamos y la considerabamos un poco loca.
Durante el invierno la situación había empeorado, habían cerrado la escuela , los encuentros entre casquitos y rebeldes eran diarios, se sentían a lo lejos los golpezazos de los encuentros, durante alguna escapada de los rebeldes al pueblo en busca de provisiones y medicinas, habían conquistado una gran parte del país, y sólo se esperaba la batalla final.

Se escuchaban los comentarios de muertes, y vendetas de los casquitos contra los guajiros que ayudaban a los rebeldes, pero la gente continuaba ayudando sin temor a las represalias. No nos dejaban salir de la casa “por loque pudiera pasar”, pero verdaderamente no pasaba nunca nada emocionante, todas las noches mi padre y mis tíos conversaban con la voz baja, en el portal de la casa, y algunos días no me podía dormir con el trasiego de bultos, en dirección al mar, muchas veces esperaba despierta a que regresaran, pero ese día sólo vi regresar a mi padre, con las manos vacías.
Cuando nos levantamos en la mañana, escuchamos a mi tía/abuela lloriquear por los rincones y entonces supimos que mis tíos se habían alzado con los rebeldes, y que no regresarían por ahora, hasta que no finalizara la guerra. Es cierto que el desconocimiento hace que nos comportemos de forma inhumana, porque yo lo encontraba verdaderamente emocionante: guerras, casquitos, rebeldes, bultos, eran temas que te erizaban la piel. Yo era más optimista que mi tia/abuela, sabia que regresarían sonriente con una larga barba y cantidad de collares al cuello, hechos con semillas de las lomas, estaba segura que mis sueños no me engañaban, porque si no iban a regresar los hubiese visto muertos.
Una mañana de invierno recibimos noticias de las montañas, donde mis tíos contaban todos los pormenores de la llegada a las lomas, la alegría nos envolvió a todos, pero “la alegría dura poco en casa del pobre”, porque ese día vino a vivir a casa de mi tia/abuela, la hermana de mi abuela muerta, una señora gorda, gordísima, que sólo sabía lamentarse y quejarse de achaques y dolores, sólo entonces comprendí de quien mi hermana “ojos brujos” había heredado sus lamentos y sus infartos.
La tía de mi padre se pasaba todo el día en el portal tejiendo grandes sábanas, manteles y pañuelos bellísimos, y cuando no estaba tejiendo, se quejaba de tantos dolores y

enfermedades desconocidas para mí, que ese día creo que decidí estudiar medicina, para descubrir cómo una persona puede estar viva con tantas enfermedades graves juntas.
Durante la noche, mi padre y algunos amigos pescadores corrieron la cama de mi madre y comenzaron a abrir un hueco profundo, como el puente que debía atravesar para ir a la escuela. Sacaron tierra y tierra durante toda la noche y al amanecer el hueco estuvo terminado, bajaron un escalera, colchones, cajas con comida, y después le pusieron arriba la cama de mi madre para que no se viera.
Toda la pandilla quería saber para que estaban haciendo ese hueco y para que serviria porque en todas las casas habían abierto uno, estábamos verdaderamente preocupadas, así que velamos la ocasión que mi padre estuviera sólo y le preguntamos, ya habiamos tratado de indagar con mi madre, pero su respuesta siempre era “esas no son cosas de niños”, mi padre sin embargo nos explicó que cuando comenzaran los bombardeos, debíamos meternos en ese hueco, porque las bombas podían tumbar la casa y caernos sobre la cabeza, asi dentro del hueco estariamos protegidas, entonces la guerra comenzó a dejar ver su cara fea, y se acabó el entusiasmo porque no me gustaban las alturas, no me gustaba estar encerrada, no soportaba tener que compartir el hueco con la tía de mi padre, mis hermanas y mi madre, ademàs del canario de mi hermana Lalo.Le rogaba a dios que sólo fueran alarde de mi padre para asustarnos y que no llegara nunca el momento de bajar por aquella escalera, hasta las profundidades de la tierra, como si fuéramos ratones.
Pero el tiempo me demostró que mi padre no estaba demasiado lejos de la verdad, porque a la noche siguiente comenzaron a sentirse horrendos bombazos y disparos. Mi padre nos ayudó a bajar por la escalera y nos acomodamos en el fondo, mientras afuera continuaba el retumbar de los disparos y grandes reflejos de luces que alumbraban toda la casa, para luego dejarla sumida en un horrendo silencio y oscuridad.
Los encuentros entre rebeldes y casquitos continuaron durante toda la noche, por lo que mi padre decidió dejarnos en el hueco por protección , creo que fue la noche más larga de toda mi vida, en la casa no había luz, nos alumbrábamos con velas y un viejo farol, que mi padre utilizaba para pescar. Mi hermana “ojos brujos” comió galletas y leche condensada durante toda la noche, mi hermana Lalo protegía su canario y todo el tiempo lo miraba por temor a que muriera del susto con los bombardeos, siempre había escuchado decir a mi padre, que los canarios eran demasiado débiles, y morían del corazón si se asustaban. Pero si no se murió durante el bombardeo era mentira.
A la mañana siguiente, mi padre corrió la cama de mi madre, y pudimos salir al sol que alumbraba reflejando sus rayos a través de la ventana del cuarto, dándole al hueco un aspecto fantasmal, oscuro y tenebroso. Durante todo el día permanecimos en cautiverio, no nos dejaban salir fuera de la casa, los encuentros de los rebeldes, habían sido cerca del central azucarero y bastante distante de la casa, pero el miedo de que se acercaran, nos impedía poder girar libremente por el batey. Me pasaba todo el día leyendo, me gustaban los versos de José Martí, sobre todo la poesía “La Bailarina Española”, siempre me gustó bailar y como sabía que tenía sangre española, me había aprendido la poesía y la recitaba en voz alta durante todo el día, desatando los gritos de mi madre y la sonrisa de mi padre. “ ahí llega la bailarina soberbia y pálida llega, como dicen que es gallega, dicen mal es divina, alza retando la frente, tirase al hombro la manta...”
Al llegar la noche, un amigo de mi padre vino a decirle que comenzarían los bombardeos nuevamente en la noche, y que debían proteger las familias del batey. En cuanto se escondió el sol, nos escondieron también a nosotras, metiéndonos nuevamente en el hueco, solamente que esta vez, mi padre hizo bajar a mi tia/abuela que protestaba todo el tiempo, y lógicamente trató de bajar a su gorda e insoportable tía.Esto verdaderamente fuè muy divertido y casi me hizo olvidar los bombardeos y el temor de estar encerrada dentro del hueco. La tía de mi padre comenzó a bajar con la ayuda de su marido y de mi padre, pero era del todo imposible lograr que pusiera los pies en la escalera, cada vez que iniciaba a bajar, la escalera se tambaleaba, parecía una malabarista del circo, hasta que mi padre creo que la empujó un poco para zafarla del borde, y en ese preciso momento, uno de sus pies quedó fuera de la escalera, y todo su peso comenzó a caer dentro del hueco entre gritos, lamentos, agujas de tejer, sabanas, encajes y además el cofre donde guardaba sus bordados, que todavía los tenía en las manos y trataba de bajar con ellos.
La caída fue estrèpitosa, mi padre se lanzó para tratar de alcanzarla pero el peso de su tía impidió que pudiera sostenerla, desplomándose en el piso del hueco como un saco de papas ante los ojos despavoridos de todas nosotras .Lo mejor de todo fuè que con la caída rompió el farol, cogiendo candela el colchón de mi madre, formándose una gran algarabía para salir nuevamente del hueco. Nosotras fuimos la primeras en salir con la ayuda de mi padre, que en su desesperaciòn y temiendo no poder sacar a su tía, comenzó a tirar cubos de aguas dentro del hueco convirtiéndolo en pocos minutos en un pozo, la tía de mi padre arriesgò de morir ahogada, quemada y apolimada, tuvimos que escuchar durante horas sus lamentos, pero creo que esta vez eran màs que justificados. La situaciòn era critica, ademàs se corrió la voz de que los rebeldes atacarían el pueblo para destruir la defensa de los casquitos, y le pedian a todos los vecinos de sacar a las familias, fuera del cerco. Mi padre decidiò que nos iriamos esa noche para casa de mi abuela.
Durante todo el día nos dedicamos a recoger lo que debíamos llevar, nos aclararon que solamente se cargaría con lo más importante, porque el trayecto sería a pie, alrededor de 60 kilometros, entre montañas y disparos y era imposible cargar con tantos bultos.

Mi hermana Lalo comenzó a envolver la jaula de su canario, antes la mirada de desacuerdo de mi madre que no quería que lo llevara, pero ante sus lamentos, mi padre intervino y quedó decidido, vendría también el canario. Mi hermana “ojos brujos” cargó con su caja de galletas, yo metí en una bolsa mi libro “ La edad de oro” que me había regalado mi vecina en mi 5to cumpleaños y un poco de flores de mi mata de jazmín de noche en un pomo con agua, para impedir que se murieran, pero todo el tiempo tenia en mi memoria, el cangrejo saliendo de la oreja del hombre del manglar.
Mi tia/abuela estaba renuente a abandonar su casa, decidiendo quedarse, mientras la tía de mi padre quería llevarse todos sus adornos, porcelanas, joyas y no sé cuantos bultos, llenaba jabas y jabas de cosas, que daba a su marido para que las cargara , el pobre estaba tan flaco que casi no se mantenia en pie, pero mi padre la obligò a dejarlo todo encerrados en un escaparate hasta su regreso, mientras se lamentaba, lloraba, y pedía a gritos a Dios, que le diera la muerte, porque no queria ver destruida su casa por los bombardeos, pero Dios, no quizo escucharla, porque no se muriò, sinò que tuvo que irse arrastrando a su marido lleno de bultos.
Partimos al anochecer, cuando se cerró la puerta de la casa comenzó a matarme la nostalgia de dejar mi mata de jasmines, mi pedacito de mar ,mis libros, mis recuerdos, no sabía si regresaríamos algún día, pero mi padre se me acercó, prometiéndome que regresaríamos sin dudas algún día no lejano, solamente debíamos esperar y todo sería mejor.
En la línea del tren encontramos a todos nuestros vecinos y familiares que vivían en el batey, la tía de mi padre se lamentaba todo el tiempo porque debíamos caminar, pero yo pensaba a mi tia/ abuela que se había quedado, mi padre no logró convencerla de dejar su casa, siempre decía que las cenizas de mi abuela la protegerían y que esperaría que regresáramos después de finalizada la guerra.
Caminamos durante horas, mientras sólo se escuchaba las conversaciones de las viejas de mi barrio, que no hacían otra cosa que lamentarse, hablaban todo el tiempo, de los que no quisieron irse del pueblo, que si eran inmaduros, irresponsables y no sé cuantos apelativos escuché durante el camino.Al principio este viaje nos parecía a todos muy emocionante, pero poco a poco comenzamos a darnos cuenta de la situación, el cansancio empezaba a ponernos las caras alargadas y los pies cansados, pero tuvimos que continuar caminando.
Casi tres horas después mi padre decidió hacer un alto para descansar, todos estábamos agotados, y mi hermana “ojos brujos” se había comido todas sus galletas, por lo que lloraba desconsolada porque tenía hambre nuevamente. Los gritos cambiaron el tono porque mi madre le diò un gaznatón para que se callara, provocando gritos aterradores, antes la mirada en desacuerdo de mi padre, que logró consolarla con la esperanza, que llegaríamos pronto y le compraría otra caja de galletas. Creo que entendió porque se calló inmediatamente, para la alegría de todos, que casi estábamos sordos.
Todo estaba oscuro, sólo se veían las luces de mis vecinos, que cargaban con faroles y velas. Continuamos caminando hasta que comenzó a salir el sol, y vimos aparecer delante de nuestros ojos cansados, un barracón. Era de haitianos que vivían en las afueras de nuestro pueblo, mi padre golpeó la puerta y le salió una señora, que volvió a entrar en el barracón, y salió con un negro que dijo ser el jefe de los haitianos, era alto y flaco, todo vestido de blanco, con bellisimos collares de colores que adornaban su cuello, y una bella sonrisa de dientes blancos y perfectos, hablaba la misma lengua de mi abuelo, lo que nos llenó de alegría,
Se acercò a mi padre pidiendole que entraramos en el barracòn y nos acomodara en hamacas que estaban alineadas en un rincón ,las que mi padre repartió entre las mujeres y niños, mientras los hombres se alineaban frente a la hoguera, con tabacos y una botella de aguardiente que trajo una mujer, a discutir sobre la guerra. En cuanto salió el sol nos despertaron, porque debíamos continuar, pero el jefe del barracón convenció a mi padre, de quedarnos hasta después de almuerzo, lo que llenó de alegría a mi hermana, que ya se quejaba nuevamente del hambre.
Pasamos la mañana jugando en un placer vecino al barracón, hasta que nos llamaron para almorzar. Las mujeres del barracón ayudadas por mi madre y algunas mujeres habían preparado una gran mesa, con un bello mantel blanco, donde nos invitaron a sentarnos.Toda la mesa estaba llena de platos con arroz blanco, frijoles negros, yuca con su mojito de ajos, e hígado a la italiana, que siempre ha sido uno de mis platos preferidos, devoraba cada cucharada sin mirar a nadie, ni prestar atención a la conversación sobre la guerra, que mantenía a todos en tensión. Comimos tranquilas, devorando con apetito todo lo que estaba encima de la mesa, porque sabíamos que no volveríamos a comer por un buen rato. Mi hermana Lalo daba de comer a su canario, y le limpiaba la jaula, para evitar que se enfermara, pobrecito creo que estaba tan cansado como nosotras, porque parecia una estatua quieto en su palito sin siquiera moverse.
Cuando más entretenida y concentrada estaba en mi plato de comida, escuchamos unos gritos aterradores que venían desde dentro del barracón, era una viejita, que estaba encerrada, porque no estaba bien de la cabeza, el jefe de los haitianos nos confortó diciendo que la tenían encerrada siempre y que no había nada que temer, continuamos comiendo bajo los gritos de la vieja, que nos acusaba de comernos su comida. Durante un buen rato sólo se escuchaban sus gritos, pero de pronto, sin apenas darnos cuentas, vimos aparecer delante de nosotros una vieja con todo el pelo alborotado, cubierta solamente por una bata blanca, el cuerpo lleno de huesos y pellejos, la boca abierta con un sòlo diente, que le daban un aire de espanto, sus ojos eran , negros y profundos, surcados por grandes arrugas, debajo de la boca una larga cicatriz que se alargaba hasta el cuello, provocando el grito màs aterrador e unànime jamàs escuchado, pero lo peor era que la vieja no venia sola, traía en la mano un machete, que mi padre y el resto de los hombres trataron de quitarle,, pero yo no queria esperar que se lo quitaran, asi que sali corriendo desenfrenada en direcciòn a la salida, y detràs de mi siguieron todos los muchachos y mujeres del grupo, menos mi hermana “ojos brujos”, que bajo ningùn concepto, queria dejar su plato de comida, de nada sirvieron las insistencias de mi madre, por lo que tuvo que cargarla junto con el plato, en direcciòn a la salida.
Cuando llegamos fuera del barracón vimos a mi padre que trataba inutilmente de agarrar a la viejita, que se debabia, blandiendo el machete en todas direcciones, entre todos lograron amarrarla, llevandola nuevamente en direcciòn al cuarto donde estaba encerrada, prima de escaparse.
El jefe de los haitianos nos pidiò de regresar a comer, pero todos estabamos demasiados asustados, mi padre decidiò continuar caminando, no queria que nos cogiera la noche todavia en la carretera. La gente del barracón nos despidió con cariño y se disculparon por las molestias y el susto que nos había causado la viejita, sabian que nos habiamos asustado, pero nos aseguraron que nunca le habia hecho daño a nadie. Nos contaron que los casquitos del ejercito de Batista le habian matado al hijo, que luchaba con los rebeldes, lo habian torturado, le habian sacado los ojos y habian dejado su cadaver delante del campamento de los haitianos para que sirviera como escarmiento, la pobre mujer desde ese dia no coordinaba sus acciones, y queria matar a todo el que llegaba al campamento. Todos sentimos gran pena por la viejita, pero era necesario continuar nuestro vieja.
Caminamos durante al menos tres horas, hasta llegar a la carretera que separaba nuestro pueblo del pueblo de mis abuelos maternos, todavía se escuchaban los disparos, y mientras caminábamos los sentíamos más cerca. Ya en la carretera, mi padre comenzò a pasarnos una a una, porque los bombardeos eran más intensos, cada cinco minutos sentiamos un fuerte estruendo, y luego una luz que lo alumbraba todo, mi padre tuvo que cargar a mi hermana Lalo con la jaula de su canario , la dejò en el otro lado y vino a buscarme a mi , trasladandome hasta el otro lado Regresó a buscar a mi madre y a mi hermana “ojos brujos” que durante todo el trayecto gritaba y gritaba, mientràs mi padre le decia que era peligroso gritar, màs gritaba, creo que casi opacaba el ruido de las bombas que caian a nuestro alrededor.Finalmente estábamos del otro lado de la carretera, caminamos bordeando la carretera, el trayecto que nos faltaba era demasiado distante todavía y esperábamos ver si podíamos parar algún vehículo que nos adelantara un poco de camino.
Esperamos durante un rato, hasta que vimos aparecer un camión del ejército, lleno de casquitos, mi padre nos obligó a tirarnos en el suelo y a mantenernos callados hasta que lo vimos desaparecer. Iban armados hasta los dientes, pero silenciosos y un poco atemorizados, porque miraban a todos lados, como tratando de descubrir si habían rebeldes emboscados. Continuaban los bombardeos, pero mucho màs cerca que antes, la mirada preocupada de mi padre, me puso en tensiòn. hasta que apareció un yipi, en cuanto se acercó, vimos iluminarse la cara de mi padre, que salió a la carretera y les hizo señales de detenerse, eran rebeldes, con largas barbas y cantidad de collares al cuello. Delante al lado del chofer había sentado un oficial, al que mi padre llamò capitàn, detràs dos soldados vestidos de verde olivo, eran jovenes, casi niños y llevaban al cuello un pañuelo rojo anudado, y una boina del mismo color les explicó que habíamos salido huyendo del pueblo habiamos caminado casi 20 kilometros y estabamos mnuertas del cansancio, que si era posible que nos adelantaran un poco el camino hasta el pueblo vecino, el capitàn se dirigiò al soldado, pidiendole nos ayudara a subir, y virandose al chofer le dijo en un tono serio
-Pon atenciòn a la carretera, primero muertos, antes que les pase nada a estas niñas. El chofer sonriò haciendo una señal de respeto con la mano apuntando su cabeza
-A su orden, mi capitàn.- dijo arrancando el yipi a toda velocidad.
Por primera vez vi a mi madre preocupada por la velocidad, pero el capitán la tranquilizó, asegurándole que estábamos en buenas manos. Durante un rato , sólo escuchábamos la conversación entre mi padre y el capitán, hasta que comenzó a nublarse y grandes gotas de agua, comenzaron a taladrarnos la cabeza. Mi hermana Lalo gritaba desesperada porque se mojaba su canario, mi madre sacó de la bolsa un mantel de hule, con millones de girasoles pintados en grandes jarrones, y nos cubrió por encima, pero no logrò impedir que el aire levantara el hule bañandonos casi por completo El agua nos impedía mirar fuera del hule, mi hermana, frotaba las plumas de su canario, que estaban todas mojadas, hasta que sentimos detenerse el yipi, vimos la entrada del pueblo donde vivía mi abuela, dejamos el hule a los rebeldes, que nos ayudaron a bajar, y los vimos partir a la velocidad del viento, hasta desaparecer en la curva de la carretera, sin siquiera decirnos sus nombres. Sòlo conservo en mi memoria unos rostros sonrientes, y un traje verde olivo.
La lluvia había aminorado un poco, caminábamos entre fango, hasta que logramos ver la casa de mi abuela que se alzaba en la montaña desafiando la guerra, toda cubierta de flores silvestre a pesar del invierno, todavía nos quedaba un buen tramo para llegar, caminabamos casi corriendo, subiamos y bajabamos lomas, pero el fango nos clavaba los pies dentro de la tierra, acumulandose en las zuelas y haciendo que pesaran el doble.
Caminamos casi 1 hora hasta que logramos iniciar el trillo, de frente a la casa y la alegria nos envolviò a todos, casi nos hizo volar por sobre el fango, nunca mis pies fueron tan ligeros, llevabamos dos dias caminando bajo los bombardeos y la lluvia que nos calaba los huesos, pero al fin habiamos llegado .Cuando los àrboles nos dejaron ver las casas, uno de mis primos, que araba la tierra, logró divisarnos y a sus gritos millones de parientes salieron a ayudarnos, hasta los perros, gallinas , gallos y pollitos de la finca, gritaban formando una algarabia a nuestro alrededor.
Casi estaba oscureciendo, el sol no habia salido en todo el dia, porque no habia dejado de llover, grandes nubes negras cubrian el cielo, formando animales gigantescos, y oscuros, pero ahora no tenia miedo, habiamos llegado al fin a casa de la abuela, la muerte nos habia rondado cerca, pero eramos demasiado pequeñas para sentirla, pero sabia por el comportamiento de mi padre, que por primera vez habia sentido miedo.
La casa de la abuela era toda de madera, con techo de guano, amplia y ventilada , al lado tenia un rancho lleno de animales, plantas de cosechas e infinidades de vacas y caballos , en la sala cantidad de flores adornaban la entrada, cortadas del jardin de mi abuela y en la cocina un maravilloso olor a café recién colado, que saboreamos lentamente, mientras preparaban de comer, todos querían saber cómo habíamos podido romper el cerco de los casquitos, y ante los ojos asombrados de todos, contamos nuestro viaje como una gran aventura, ante los ojos atónitos de mis primos, que nunca habían abandonado las lomas y sólo conocían los alrededores de la finca. El recuento de la historia, nos hizo revivirla nuevamente, pero el rostro de asombro de mis primos hacía que lográramos embellecer las palabras, dándole algún tono dramático y mucho más entusiasmante de lo que verdaderamente era, sólo mi abuela logró sacarnos del éxtasis de la historia, cuando oimos sus palabras tajantes, “basta de cacareo, a comer y a domir que mañana será otro día”.
Nos sentamos a la mesa y devoramos un exquisito plato de frijoles negros con carnes fritas de puerco, plátanos y hasta un maravilloso dulce de coco, y por un momento la guerra pasó a un segundo plano, y el hambre y el cansancio ocuparon el primer lugar. Mientras todos comíamos, mi hermana Lalo continuaba buscado con qué secar su canario, que tenía todas las plumas mojadas, parecía más flaco y casi trasparente , mi tía le dio un trapo viejo ,mi hermana trataba de mantenerlo cubierto, tarea àrdua e imposible, porque el canario salia huyendo cada vez que mi hermana metía las manos dentro de la jaula,era espaventado, mojado y muerto de hambre, por lo que finalizò su vuelo, posandose tranquilamente sobre la mesa de la cocina,
Mi abuela le explicò a mi hermana que por que no lo metia dentro del horno que ya estaba apagado, pero que se mantuviera caliente por toda la noche, mi hermana colocó la jaulita dentro del horno y cerró la puerta, para evitar que los gatos pudieran comérselo, porque desde que habiamos llegado, ronroneaban por los alrededores, tratando de enganchar la jaula del pobrecito canario. El fogón de mi abuela era grande, con 4 parrillas de carbón, que terminaban en un amplio horno, donde se agrupaban las cenizas, que hacían grandes lomas de luces, que a mi me encantaba mirar, porque parecía una reproducción de las lomas que rodeaban la casa, sólo que el destello de las chispas de carbón, lo hacia parecer mágico, sùblime y hasta un poco misterioso. Siempre se apagaba en la noche, pero continuaba caliente durante los carbones estuvieran encendido.
La noche comenzó a cerrarse lentamente, y junto con la noche llegaron mis recuerdos. Casi podía ver mi playa, adentrandome en sus aguas, que me envolvian por entero, dejándome un sabor a sal y un gran silencio, sólo disturbado por el sonido de la espuma que golpeaban la roca, como queriendo recordarme que aún estaba viva, y que aunque distante, podría sentir el agua bañándome la piel, podría sumergirme en sus olas, sin que ni bombas, ni disparos, ni casquitos, ni rebeldes, ni guerras, ni viejas con machetes,ni ninguna otra cosa pudiera interponerse entre el mar y yo, que estábamos unidos para siempre. El olor a café me trajo de regreso en la mañana, mi tía preparaba el desayuno, mientras mi madre trataba de espabilar a mi hermana “ojos brujos”, que se quejaba de dolores por todo el cuerpo, mi padre ya habia salido con mis tios a cazar, y mi abuela ayudaba a preparar el desayuno, mientràs le gritaba a las gallinas para que vinieran a comer su raciòn mañanera de maiz. El cacareo de las gallinas y el grito del gallo ,no nos dejaba lugar a duda que era hora de levantarse.
Nos lavamos corriendo para sentarnos a la mesa, que estaba llena de pastelitos, mantequilla, panes, leche y hasta algunos chicharrones de puercos, que mi abuela insistía para que probáramos. Comenzamos a desayunar hasta que mi hermana Lalo devorò su desayuno, para correr a buscar su canario. Entonces nos dimos cuenta de la horrible realidad.El canario estaba todavía dentro del horno, mi abuela se había olvidado de decirlo a mi tía, que había tostado panes, confeccionado panque, y había preparado el desayuno, dejando que todo el calor y las cenizas del fogón fueran a parar al horno, donde dormía el pobre canario.Mi abuela corriò ha abrir la puerta del horno, frente a los ojos desesperados de mi hermana, y apareció el canario, por suerte el gato no se lo había comido, pero era diferente, ya no tenía las plumas amarillas, ahora era negro, estaba parado, quieto sobre su palito, no se quejaba, si picoteaba la mano de mi abuela que lo sacò de la jaula, envolviendolo en un paño de la cocina, mientràs en todo el vecindario se escuchaban los gritos de mi hermana Lalo.
Mi padre le prometió que cuando finalizara la guerra le compraría otro igualito, pero ella insistía que quería su canario amarillo, lo enterraron en el jardín, y le pusieron sobre la tumba una mata de flores amarillas, como recuerdo al primer amigo de Lalo. Al final había muerto como un héroe, porque no había muerto de infarto durante los bombardeos, metido en el hueco, sino luchando por escapar de la guerra.
Mi hermana llorò su canario durante unos dias, pero al final tuvo que convencerse, que no podia revivirlo, y todo volviò a la normalidad. Pasábamos todo el día mataperreando por las lomas, mi abuela no permitía a mi madre que nos gritara, ni que nos dejara encerrada en la casa, nos daba libertad, para que en compañía de mis primos, recorriéramos la finca, nos bañáramos en el río y hasta montábamos caballo,en una vieja yegua, que hacía las labores de la finca.
Hacíamos competencias, montados en la yagua de una palma, dejándonos caer de las lomas,y soltando la piel en más de una ocasión, cuando se viraba la yagua y aterrizábamos fuera de la hierba, era doloroso, pero emocionante, y nos alegraba ver como mi abuela nos curaba, escondida de mi madre, para que no nos castigara, y muy bajito, nos aconsejaba de regresar nuevamente a la loma y a la yagua.
Durante dos meses estuvimos viviendo en casa de mi abuela, celebramos las navidades, hicimos un gran arbolito de navidad en el patio de la casa, y esperamos el fin de año llenas de optimismo, hasta que llegó el año nuevo y con él la noticia del triunfo de los rebeldes, habia llegado el momento de regresar nuevamente a casa. Era el 1ro de Enero de 1959. Esta vez el trayecto lo hicimos en la máquina de mi tio, el hermano de mi madre, que era el dueño de la finca de mis abuelos, y tenía dinero. A nuestro paso por el pueblo vecino, vimos la verdadera destrucción de la guerra, muchas casas estaban en el piso, o quemadas por los bombardeos, además de desoladas porque todos habían emigrado a los pueblos vecinos, donde los encuentros directos del ejército era menos evidente.
Cuando llegamos a nuestro pueblo, el batey estaba vacío, y nuestra casa milagrosamente en pie, mi tia/abuela nos esperaba en el jardín, para darnos la bienvenida, solamente habian destruido el jardin de mi madre, y en patio habia caido una bomba destruyendo, todo el tendido elèctrico. Días después los rebeldes regresaron al pueblo, todo mi barriò se apostò a ambos lado de las lineas para verlos entrar y darles la bienvenida, yo y mi pandilla desde temprano nos subimos sobre las rejas del jardín para ver la entrada en nuestro batey, vimos acercarse el tren repletos de jòvenes rebeldes, tenian entre 15 y 25 años, sonrientes y ansiosos, muchos no soportando la lentitud y se bajaban, para correr abrazar a sus familiares.Todos venían con largas barbas , en los cuellos infinidades de collares de diferentes colores, una boina roja y una pañoleta de igual color, que hacian ondular al viento en señal de saludo.
Entre los rebeldes venian mis tios , dos grandes guerrilleros, que habían luchado en nuestro pueblo, mi tia/abuela daba gracias al cielo porque habían regresado vivos, Casi muero del susto cuando dos barbudos nos alzaron en peso y nos restregaron la barba por la cara y nos llenaron de besos. Estaban flacos, y prietos del sol, pero sonrientes y felices.
Durante horas nos contaron todos los pormenores de los finales de la guerra y creo que por un momento hasta yo estuve en las montañas luchando con ellos, nos explicaron como lograron romper el cerco y destruir los puntos de control de los casquitos, como pudieron desarmar al ejército, y tomar el poder, todo era verdaderamente emocionante, mientràs mi madre se moria de envidia por no haber podido participar en la guerra, creo que por primera vez juraria que habia deseado, no habernos traido al mundo, habiamos sido el gran impedimento del mayor de sus sueños.
Pero la guerra al fin habia terminado, todos estabamos vivos, o casi todos, porque solamente habiamos tenido la pèrdida del canario de mi hermana.Durante días vimos nuestro pueblo se lleno de jóvenes rebeldes, que estaban reconstruyendo las casas destruidas por la guerra, pero poco a poco, todo comenzò a estabilizarse, mi padre comenzò a pescar y mi madre como ya no tenia que conspirar contra el gobierno, ahora ayudaba a los rebeldes en la reconstrucciòn de nuestro pueblo.

Después del triunfo de la revolución, mi tío decidió trasladarse a la capital, llevándose con él a mi tía/abuela, que lloró y se lamentó por horas, no quería irse y dejarnos a la merced de las furias de mi madre. Al final lo aceptó y la vimos partir llevándose con ella todos los recuerdos de mi abuela muerta, sus mimos y cuidados y hasta sus coquitos prietos, pero dejándonos con la promesa “ No se preocupen, las mandaré a buscar”.
Deambulábamos por la cazona, ahora completa sin divisiones, tratando de recordar la cara del cuadro de mi abuela, sus santos y sus flores, pero la realidad nos impuso su duro destino, hasta el fantasma de mi abuela se habia ido para la capital, ya no se sentian sus pasos cansados desplazarse por el corredor, ni se apagaban las velas, que encendiamos durante las noches, ni nos cantaba al oido sus canciones, mientràs dormiamos. A mi padre le propusieron un cargo en el pueblo, que no quiso aceptar, preferia continuar pescando, el mar lo relajaba de los tormentos y las broncas de la casa, casi no soportaba a mi madre, y creo que a veces hasta no nos soportaba a nosotras.
Una mañana de domingo, aprovechando, que mi madre estaba haciendo trabajos voluntarios en los campos del batey, decidimos crear algún juego interesante y entretenido, planificamos un encuentro de boxeo. Nos dimos a la tarea de escoger a los boxeadores, pero nadie quería proponerse, solamente mi prima Mabis y mi hermana Lalo dieron el paso al frente, creando una gran discusión en “la pandilla” por la gran diferencia de pesos entre los peleadores.
Durante un buen rato, analizamos los pormenores del encuentro, decidimos, que debíamos aumentar el peso de mi hermana Lalo, y fortalecer sus músculos, postergando el encuentro para dentro de 15 días. Todos los días al regreso de la escuela, sometíamos a mi hermana Lalo a tratamientos para fortalecerle los brazos, comenzamos con cubrirle el brazo con manteca de majá y hojas de plátanos, pero grandes ronchas que salieron al tercer día, nos hicieron desistir y cambiar el tratamiento.Iniciamos nuevamente con guao, una planta que hinchaba, al menos el brazo se vería más gordo, pero tampoco diò resultado, y mi padre tuvo que llamar al médico, porque la picazón tenia a mi hermana como loca.
Al final comenzamos un nuevo tratamiento con mastiti, una pomada, que se le ponía en las ubres a las vacas cuando tenían nudos de sangre, y parece que diò resultado porque mi hermana inició a golpear el tronco del árbol con gran entusiasmo y destreza.
El gran día había llegado, cobraríamos un mango como entrada, sentamos a mi hermana “ojos brujos” delante de la puerta de entrada y le hicimos prometer que no se comeria ningùn mango de la recolecta. Casi logramos recoger dos cajas de mangos.
Colocamos cajas de maderas como asientos, y trajimos cubos de agua, toallas para refrescar a los pugilistas y de protector para la boca un pedazo de goma de una bicicleta.
Mi hermana estaba vestida de rojo y mi prima de azùl, con una sàbana, hicimos las capas y con periódico y goma de pegar los guantes, que al rato, estaban tan duros, que no podíamos quitárselos durante el descanso, y yo lógicamente, sería el entrenador de mi hermana, orientándole como estrategia correr todo el tiempo, para que mi prima se cansara, porque como estaba tan gorda, sabía que no resistiría mucho la carrera y el calor. Le cubrimos todo el cuerpo de miel de abejas, evitando asi que cuando mi prima la agarrara, le resbalaran las manos amelcochadas, y pudiera librarse de sus golpes.
Cuando todo estuvo listo, sonamos la campana, ambos pugilistas se colocaron en las esquinas correspondientes a sus equipos, a la señal del arbrito, diò inicio la pelea.Mi hermana corría por todo el ring, mientras mi prima la perseguía, y todos gritaban para dar coraje a los boxeadores. Mi prima habia iniciado a ponerse roja, pienso de la sofocaciòn de la carrera, pero creo que estaba un poco molesta, por lo que era mejor sonar la campana, y cada boxeador regresó a su esquina. Mi hermana estaba cansada, y sudaba copiosamente, le eché todo el cubo de agua en la cabeza, para que quedara bien fresca para el otro tiempo. Reanudamos nuevamente la partida.
Mi hermana iniciò nuevamente su carrera de persecusiòn por todo el ring,mientràs mi prima la seguia a poca distancia, estaba verdaderamente molesta, tenia una expresiòn extraña, los ojos parecian ser màs grandes, la boca abierta, y la lengua fuera del protector, parecia arrabiada, nos miraba con malas intenciones cada vez que trataba de agarrarla y se le resbalaba de las manos, Lalo sonreia fèliz, miraba constantemente en direcciòn a la campana, hasta que vimos que aminoraba la marcha, para saludar a los del banco, momento que mi prima aprovechò para sacar su brazo izquierdo, de àtras del cuerpo y dejarlo caer con toda su furia, sobre el ojo derecho de mi hermana Lalo, que cayò en la lona, liquidada. Ante la inminente caída ,el árbitro comenzó el conteo, contaron hasta 50 y mi hermana continuaba en el piso, mi hermana “ojos brujos” saliò disparada en direcciòn a mi casa, con los ojos fuera de las òrbita y gritando “como alma que lleva el diablo”. Poco minutos despuès el campo estaba desierto, todos habian salido a las desbandadas, yo sin embargo trataba de levantarla, mojandole la cabeza con agua fria del cubo de la otra esquina, pero era inùtil , estaba grisosa, muerta tendida en tierra, un ojo abierto y otro cerrado, de la nariz hinchada salian gotas de sangre, que iniciaban a crear manchas rojisas sobre la toalla blanca, quando la voz de mi padre me sacò de mi letargo.
La cargaron en peso y la llevaron en brazos hasta su cuarto, el desmayo le duró alrededor de media hora, cuando se despertó tenía la cara gordísima y un ojo negro o verde, no estaba segura, porque miraba a través de una rendija de la puerta.

Mi madre esta vez, no pudo golpearnos, porque mi padre se quedó todo el tiempo en el cuarto cuidando a mi hermana Lalo, mientras mi hermana “ojos brujos” gritaba desconsolada ..” es culpa de ellas, a mi me obligaron, yo no quería, pero me obligaron”. Dias despuès supimos por uno de “la pandilla”, que ha mi prima la habian golpeado hasta dejarla varios dias en cama, mi madre le habia contado a mi tia lo del famoso jueguito, habia culpado a mi prima de ser la promotora, de todo lo ocurrido, mi hermana que era una cobarde no quizo hablar, tuve que ir yo a disculparme, pero mi prima jamàs no los perdonò, a partir de ese dia nos miraba un poco distante, y hasta nos evitaba, sòlo años despuès logramos obtener su perdòn.
Nos pusieron un castigo por un mes, pero sòlo estuvimos encerradas dos dias, porque a mi madre le convenia salir y como no tenia con quien dejarnos, no le quedò màs remedio que levantar el castigo.Una mañana sentimos los gritos del cartero, salimos corriendo en direcciòn a la puerta, todas queriamos coger la carta de mi tia/abuela, el cartero, nos hizo detenernos en seco:
-Un momento, quietas,- nos gritò- si no se ponen de acuerdo, me llevo la carta- dijo frunciendo las cejas en señal de desacuerdo. Era un viejo negro como el carbòn, la boca roja y los ojos blancos, cada vez que lo veia en mi puerta, me venia espontànea la risa, se parecia a uno de mis muñecos, que tocaban el piano, en una vieja orquesta de cartòn. Pero era una bella persona y siempre hacia muecas para hacernos reir.
No nos quedò màs remedio que dejar a Lalo recoger la famosa carta, estaba dirigida a mi padre, corrimos a la cocina, despuès de devolver al cartero una sonrisa. Comenzò entonces el “dale a quien no te diò”, Lalo decia que debiamos esperar a mi padre que regresara, yo y “ojos brujos” eramos demasiado curiosas y no queriamos esperar, hasta que logramos converserla, y al fin abrimos la carta, mi tia decia que nos estrañaba mucho, que el hermano de mi padre, habia aceptado que fueramos a vivir a la capital, y que nos esperaba impaciente. Mi madre se puso contentisima con la noticia, odiaba el campo, porque siempre habia vivido en la ciudad asi que a la mañana siguiente comenzò a vender todos los muebles, cuadros, adornos, y hasta las cosas de mi tia/abuela, que había dejado cuando se fuè, vimos salir uno a uno todas nuestras raíces, tradiciones, recuerdos y esperanzas, nada quedó en las paredes y cuartos vacíos, no quedó nada en mi jardín, hasta vi desaparecer entre machetes mi mata de jasmines y sólo un silencio, fuerte y desgarrador lo cubrió todo.
Todas nuestras riquezas quedaron reducidas a 3 maletas, y algunos maletines, mi madre no nos permitiò llevarnos el cuadro de cisnes que jugaban en el lago, y que adornaban nuestro cuarto desde antes de nacer mi padre, ni pudimos envolver los santos que descansaban sobre la mesita de noche del cuarto de mi abuela, los metiò en una bolsa y se los regalò a la tia de mi padre, con la convicciòn que sòlo eran muñecos de loza y yeso. Sòlo se salvò el San Làzaro que mi tia/abuela se habia llevado cuando se fuè.
En una mañana, todo quedò desierto, pasamos la tarde a despedirnos de todos, prometiendo de regresar algùn dia, cosa que sabiamos era imposible, nunca màs regresariamos, y de eso estabamos segura, nunca màs tendria tan cerca, tantas pequeñas cosas, que habian formado parte de mi vida ,nunca màs volveriamos a ser una familia, nunca màs volveria a sentir las voces de mis muertos, que quedaron encerradas en la vieja casa abandonada.





Casi estaba amaneciendo, la historia era terminada y todos seguian sentados delante del fuego, como hipnotizados, me pusè en pie ayudada por mi Stefano, era la hora de andar a dormir, mañana regresabamos a casa , a la Italia que me habia acogido entre sus brazos dandome mis tres grande amores, con pena y un poco de nostalgia abandonaria la tierra que me viò nacer y que guardaba en su seno mis antepasados, pero como diria mi abuela ” No valia la pena entristecerse, la tierra era dentro de mi, y los recuerdos viajaban conmigo, hasta el pròximo no lejano regreso”
Un fuerte aplauso al cuentero rompiò el silencio, pero los aplausos no eran solo para mi, eran para todos los cuenteros, que me habian dado vida, a algunos de los cuentos escuchados delante del fuego, sabia que cada uno de los presentes se llevaria de regreso a casa, un pedacito de mi tierra, un pedacito de mis recuerdos, un pedacito de nuestros cuentos y por que no, quizàs surgirian de ellos otros cuenteros, que repetirian los cuentos escuchados, para mantenerlas vivas en el recuerdo, a travès de los años venideros.

Texto agregado el 03-02-2007, y leído por 1710 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-03-2007 muy buno tu trabajo neison
03-02-2007 Me gusta más cuentacuentos o cuentistas. Cuenteros, en España tiene más el significado de persona que cuenta chismes, embustes o trolas. -Vera-
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]