Cuando llegué estaban podando los rosales, era 28 de mayo. Hoy lo recuerdo y resignifico una frase que le dije a mi analista en la última sesión… “no tengo ganas de leer”.

Esta mañana al verlos un tanto mustios y resecos pensé en podarlos, apenas es cuatro, habría que esperar hasta los finales del mes. Una sensación de extrañeza llegó hasta mí y me dije: No tengo ganas de leer… tal vez tengo ganas de escribir y aquí estoy.

Hay rosales y enredaderas, bancos largos como los de la plaza, algunos un poco deteriorados pero se pueden pintar tranquilamente del color que guste.

Había sufrido de muchas cosas aunque nunca por un... como diría!!! desalojo? algo así, pero... ojo! Pagando con puntualidad todos los servicios y alquileres, porque así soy… me gusta estar al día.

Fue sin mucha explicación: “retiresé” porque si nomás y si quiere explicaciones se las vamos a dar, total en estos tiempos de verdades devaluadas es posible armar rápidamente un argumento de tal consistencia que todos dirán… Ahhhh ¡!!! Mirala vos a esa!!!! Lo mejor es sacarla de aquí cuanto antes, necesitamos gente como nosotros! Que piense como nosotros o sea que no se le ocurra pensar y mucho menos proponer innovaciones y ni hablar de que quiera pintar la silla del jardín ahí donde da el solcito, esa silla debe permanecer así porque para eso está, para que le de el sol y adorne el patio.

Yo me ajusté a esas normas de la casa de inquilinato y a muchas otras sin chistar, lo que me benefició enormemente, todos los vecinos me hablaban y saludaban afectuosamente, y yo, me mostraba de acuerdo con ellos, total… se hablaba de cosas tan insignificantes que acordar o no, era prácticamente lo mismo, ahí lo único verdaderamente importante era lo que no se hablaba.

Resulta que con los años el sol comenzó a descascarar la silla, la lluvia también hacía lo suyo y cada vez se la veía mas deteriorada, cada día que pasaba pensaba que era una pena, me dije que sería algo bueno pintarla y arreglarla y que tal vez, por esas cosas del destino, una asamblea en el inquilinato podría cambiar normas tan absurdas.

Después de todo no estaba nada mal tener que irse porque el inquilinato desde hacía ya mucho tiempo era un lugar para nada decente. Lo de la silla era solo un detalle. Cuando la gente que comparte contigo la cocina y el baño no es gente apegada a la limpieza y vive como si los otros no existieran… entonces es mejor irse y diría más: Ser expulsado se convierte en un buen elogio.

De entrada ya no me había gustado nada la presencia de ese Bulldog en la puerta, que no dejaba acercar a nadie, ni yo misma se bien como hice para entrar, pasando medio de costado… metiendo panza… rozando mi espalda contra la pared y repitiendo sin cesar San Roque… San Roque… cada vez. Claro que pensé que algún día iba a reconocerme y ya no me ladraría desaforadamente, pero no, a lo sumo logré que solo mostrara los dientes y no hiciera tanto ruido.

A decir verdad ya estaba cansada de pensar que algún día la silla…. Que algún día la asamblea… que algún día la norma… que algún día… el Bulldog… que algún día. Y me puse a hacer por mi propia cuenta, lije la silla, le di una mano de pintura, también llegué a sentarme leer al sol alguna tarde. A veces con un hueso lograba distraer al Bulldog e incluso incentivé a los inquilinos a reunirnos en asamblea.
De modo que aquí estoy, en el nuevo inquilinato, pensando que sería conveniente podar los rosales a fin de mes.


*Dedicado a mis compañeros del Pabellon "I" que me recibieron con los brazos abiertos.