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Inicio / Cuenteros Locales / edgartorres / \"Un Cuento de hierba mala\"

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Fresca luz matutina, el ambiente se ajusta a una serie de figuras, que conjugadas dibujan el parque al que acude diariamente y a la misma hora aquel anciano. Como ya es su costumbre, se posa sobre aquella banca que ha envejecido con él. A sus espaldas se difunden los prados, dispuestos a sufrir los más emocionantes juegos de pelota, aunque el terreno no sea exclusivamente para ello.


Cada nuevo día este hombre se remoja la memoria con recuerdos que le dieron la imponente imagen que irradiaba en su juventud; merecida gracias a la dureza del concepto que tenía la gente con respecto a él, su efecto le correspondió con el más cobarde respeto, tan deshidratado de sentido; golpes físicos y emocionales mantenían a las personas bajo su control, abusos de distintos sabores paladeaban con la cuchara de la burla, como si cada víctima fuera un frasco que contiene la solución que será vertida a través de un embudo hasta su prepotente condicionamiento, incluso desarrolló cierta inteligencia en las graduaciones del abuso. Las situaciones resultaban como él lo planeaba contaminadamente. Su naturaleza parecía susurrarle por el lado oscuro, desde que su maldad era inofensiva y requería de entrenamiento para desarrollar la bajeza de sus actos.


Lejanas voces se mezclaban con un claxon en la fría y cansada cabeza del viejo, al paso en que desfilaban los pensamientos se iban acercando, conjugando y entonando frases que dan el acento a un grupo de jovenzuelos criados en la cuna del barrio bajo, una lágrima de nostalgia se escurrió en forma de sonrisa, pronunciando las arrugas de "Cancho". Con forzada lentitud giró con ese rostro su atención detrás suyo para conocer las nuevas generaciones que desarrollan el mismo instinto que él descubrió y fomento vorazmente, al punto de beneficiarle en incontables ocasiones.


-Huevos, pellejos y mollejas ¿Qué ves?- le dijo el chaval que pateaba el balón para no romper las jugadas de pared que realizaban desde antes de arribar al parque, "Cancho" no cambió su expresión, por encima de su hombro, miraba a cada "chamaco" esperar la respuesta que daría, pero solo se limitó a decir: –¿Nuevos? ...para ti si- -para tu mamá no- pensando para si mismo lo último.
La actitud siempre luce de la misma manera, la personalidad, la creatividad y la autenticidad es la que se encarga de propagar distintos tipos de gandallas. Por el blando roce que hubo, su posición volvió a ser la del comienzo, perdió pronto el interés en el equipo de pamboleros organizado en una "pinta"; ya que eran horas de escuela y eso hacía injustificable su presencia en las áreas verdes o al menos así se supone que debería de ser.


Frente a la banca, y detrás de las mesas de ping-pong, el contraste andante de "Cancho" recibía saludos y atentas preguntas que le abordaban al ser descubierto e inmediatamente reconocido; no solo por su expresión inofensiva sino por los buenos detalles que compartía sin interés convenenciero alguno, inclusive se le conocieron actos que sacrificaban cierta condición personal. Tanta bondad era imposible de digerir para nuestro odiado pero respetado "Cancho", ya que él se enorgullecía de sus actos, cual militar presumiendo condecoraciones.


-Ahí viene ese "afeminado"- refunfuñó mientras agachaba la cabeza para simular que dormía y así evitar el próximo saludo hipócrita; sobre todo por tratarse de alguien que representa todo lo contrario al sentido del respeto obtenido. Don "Abraham" se detuvo un momento para asegurarse de que estuviera dormido, "podría esta muerto" pensó Abraham; "Cancho" al no escuchar mas que los gritos de los chavos que jugaban detrás de él, entreabrió un ojo pero vio todavía la borrosa silueta del otro anciano e inmediatamente volvió a juntar los párpados. Segundos después los arrastrados pasos del "Don" comenzaron a tomar una dudosa ruta; el falso durmiente no abrió los ojos, pero mantuvo alertas los oídos, por que pensaba que tal vez podría estar caminando hacia donde él llevaba a cabo su dormir embustero. La situación resultó como le gusta a nuestro viejo gandul, ya que los pasos se fueron perdiendo entre los pasillos que dividen el área de aquellos juegos tubulares.

"Cancho" exageró en el lapso de tiempo, para asegurar el no-contacto con aquel hombre que en alguna ocasión le salvara el pellejo; claro, esto no era motivo suficiente para que él mostrase una pizca de reconocimiento aceptando su existir como un "pan de Dios". Así que, cuando este angelito tenía la libertad de abrir los ojos, no pudo porque se había quedado flotando en un "coyotito" mañanero. El viejo no duraba mucho dormido ya que el descaso representa un gran riesgo, un momento de distracción para personas como él, pues podrían llegar a sorprenderle así, sus enemigos, si es que todavía quedaba vivo alguno.


No se sabe cuanto tiempo faltaba para que abriera los ojos, pero por primera vez en su inerte vida fue repentinamente sacudido, y para su mal momento despertó para encontrarse la ovalada y arrugada cara de Abraham, mientras éste se disculpaba por su interrupción, pues el creía que tal vez había muerto, ya que él retornaba de haber ido por su "mandado" y "Cancho" seguía todavía dormido; una fuerte curiosidad le obligó averiguar sí aún seguía con nosotros... -¿Por qué me despiertas? ¿No ves que ahora si estaba dormido?- -entonces...- -¿Antes no lo estabas?- respondió acorralando el torpe descuido de "Cancho" -¿Qué deseas de este hermoso rufián?- preguntó evadiendo la inmensa metida de pata –nada- -ya te lo dije ese dormir tan quieto es raro en ti, provoca que uno piense lo peor, sobre todo por que tu aspecto es bastante similar a la de una persona cansada- mientras Abraham le decía esto, forcejeaba con su propio cuerpo, intentando sentarse junto a su "némesis; al percatarse el otro de sus intenciones, lo empujó por un costado del trasero con todas las fuerzas de un anciano y solo consiguió ladearlo para abrir espacio a la dirección en que se aproximaba el balón de los pequeños hampones.


Abraham ni se enteró de que "Cancho" le había salvado de un balonazo, aunque la intención original era no permitirle sentarse; esa era la única forma en que él le haría un favor, en medio de puras coincidencias. El reflejo característico del caballero, fue darle un sombrerazo al anciano que estaba todavía sentado, encendiendo en un golpe hueco, la creciente flama del coraje, -todavía que te salvo del cañonazo... iba directo a tu lomo- -no es cierto- interrumpió el que estaba de pie ya caliente de enojo -¡oye chavo! ¿Verdad que le salve de un balonazo en el lomo?- -no vi nada- dijo el "escuncle" cortando conversación; la voz salió bajo la presión de esfuerzo cuando despejó el balón hasta el inconcluso partido de fútbol -¿Cómo? ...no te diste cuenta tú que vienes detrás de la bola?, nosotros estábamos de espaldas y ninguno lo vio venir....-


Al buen Abraham le hartó la escurridiza explicación de "Cancho", sobre todo porque él sabe de su arcaico y falso heroísmo. Finalmente alteró la buena fe de este hombre que comenzó a lanzar en su lento volar una agraviada bofetada que chocó esparciendose de manera indignante "la causa" sobre las olas de su frágil rostro.


El testigo del "accidente frustrado en la fortuna de las coincidencias", continuó mirando el agravio desde el árbol que victimaba con orines; siendo este el más próximo al sitio que los ancianos acababan de inaugurar como "ring", el "morrito" comenzó a reírse mientras los dos viejos reñían en desfigurada pelea con pobres logros, la mente joven comenzó a vibrar por los brincos que daba al correr goteando un poco sobre sus pantalones cortos, el tramo que atravesó para llegar a su objetivo le permitió observar a los señores cayendo al suelo intentando dañarse torpemente. Todo ocurrió en un momento de dudoso contacto, en ese momento se demostró que era inocente de ubicación en otras visiones, porque el "chavo" continuó satisfactoriamente su "meada interrumpida", sobre la ridícula violencia de los ancianos, ahora se veían empapados también de risas inmediatas; algunos de la segunda euforia corrieron a intentar lo mismo, y unos cuantos lo lograron solo con chisguetes pero así dio inicio el repugnante sabor de la humillación y orines.


El distinguido Abraham falleció cuatro meses después de haber recibido la pasajera mancha de agresión involuntaria; como era de suponerse, el brillo celestial que le iluminó toda la vida, dejo un buen y merecido recuerdo en la memoria de conocidos cada vez que aparecía su nombre en dispersas charlas; así, brotando y entrando en la boca del remolino que succiona el tiempo, hasta volverse parte del olvido.


De "Cancho" no se supo nada después de la lección que debió haberle hecho reflexionar en vergüenza total, sobre todo cuando él se consideraba como el "rompe madres" más hábil que el barrio haya conocido. No salió de su casa en bastante tiempo, incluso se empezó a comentar entre la gente, que a lo mejor "ya estaba muerto", su recuerdo se mantuvo vivo por un rato, gracias a los chavales que hicieron un chiste de la dignidad que tanto enorgulleció a aquel respetable "gandalla", la verdad él nunca supo vivir sin ser hostil, por ello, la lección lo sepultó en su encierro hasta hoy que han visto salir, a un tipo más joven de intensa actitud.







Texto agregado el 18-06-2007, y leído por 137 visitantes. (0 votos)


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