Nunca tuvo tiempo para nada. Su gran ocupación lo alejaba del mundo. Su agenda mantenía repleta, llena de compromisos y citas, e igualmente, su cabeza estaba llena de pensamientos angustiantes: nunca le alcanzaba el tiempo, así que vivía demasiado preocupado por ello.
Lo peor de todo, es que con todo y agenda, siempre olvidaba el compromiso y la persona más importante. Era tanta su ocupación y su afán que un día se olvidó de sí mismo. Al principio creyó que podía vivir así, al fin y al cabo, para él eso nunca había importado... hasta el día que la vio: Era como la había soñado, era la mujer más hermosa, cautivante y sensual que había visto. De inmediato quedó cautivado, perdidamente enamorado, irremediablemente loco. Más, cuando quiso conocerla, no pudo, no supo decirle quién era él, pues ¡lo había olvidado!!!
Hoy día se la pasa recorriendo las calles, desesperado preguntándole a todo el mundo si alguna vez lo había visto, y se acordaba quién era él.
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