Hace mucho tiempo estuve en un lugar maravilloso, uno de esos parajes naturales que son imposibles de olvidar. Estuve en un bosque tocado por algo celestial, algo superior al entendimiento humano. Era increíble el poder percibir la magia de ese edén y no tuve mas remedio que desnudarme y correr entre los árboles, que bañados por una luz dorada, me acariciaban los brazos trasmitiéndome un calor que ninguna madre distinta a la propia naturaleza podía trasmitir. El suelo estaba recubierto por una impoluta alfombra verde, salpicada de grupos de margaritas sin ningún orden aparente. Notaba los pies hundiéndose entre la fresca hierba mientras el débil sol que se colaba entre las ondeantes copas de los árboles me calentaba la espalda y la nuca, y me causaba escalofríos que me ponían la piel de gallina. Todo era demasiado perfecto, incluso creí que me moría…. Luego, me pusieron Naloxona