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Inicio / Cuenteros Locales / pam1611 / La última oportunidad.

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Laura salió de trabajar tarde como de costumbre, había sido la última en salir durante un mes seguido debido a un gran proyecto que le iba a traer grandes propuestas de trabajo; lo único que le interesaba era su futuro. Al salir, siempre pasaba por su café al puesto más cercano y caminaba a casa pensando en lo que iba a hacer el día siguiente.

Llevaba tiempo trabajando en la misma empresa con la esperanza de un ascenso en el cual ponía todo su esfuerzo, sus compañeros de trabajo la conocían poco ya que no se dejaba conocer y llegaban al grado de pensar que era sangrona. Al llegar a casa, Lucía, su mejor amiga, con la que compartía departamento, ya no se preocupaba por su retraso ya que en Laura era normal.

Lucía era diferente, ella a su joven edad lo único que hacía era trabajar, divertirse, socializar y vivir la vida, mientras que Laura era una chica penosa, reservada, sensible, responsable y tímida, que lo único que hacía era encerrarse en su mundo y no salir de ahí, por miedo a ser juzgada por los demás.

Después de una tediosa semana, Lucía solo pensaba en salir a divertirse y olvidar el trabajo y el estrés que consigo traía, invitaba a Laura a acompañarla, pero ella se negaba, diciendo que lo único que quería hacer era descansar, pero en realidad por dentro se moría de ganas de salir a divertirse, pero su forma de ser no la dejaba. Y así se quedaba largas horas, sentada leyendo un libro y cuando Lucia regresaba de fiesta ella se acostaba a dormir tranquila de que ya había regresado.
Así eran todas las semanas, pero un día todo cambió y aquí es donde empieza la historia…

Un día por la mañana, Lucía invitó a Laura a desayunar para poder platicar, ya que no habían pasado tiempo juntas desde hace mucho, pero ella se negó, diciendo que iba a ser una mañana muy ocupada y tenía que llegar de urgencia a la oficina.
Laura concentrada en su trabajo paso todo el día sin fijarse en nada más, ni siquiera el reloj; pero había una sola cosa que le podía robar la atención, y ese era Daniel, su compañero de trabajo. Ella había estado enamorada en secreto de él por largo tiempo, pero perdía cualquier esperanza, ya que con su poca autoestima creía que él nunca se iba a fijar en una persona como ella. Él nunca había mostrado algún rechazo, siempre que se encontraban fuera del trabajo él la saludaba agradablemente, pero ella con sus ideas pensaba que él la odiaba por completo.

Ese día, Daniel junto con Laura, habían sido los últimos en quedarse, por lo que Laura creyó que ese era el momento indicado para acercarse a él, pero su timidez se lo impidió por completo; y por dentro la consumió el coraje de no poder romper esa barrera y aprovechar la oportunidad de hablar con aquella persona que llevaba tanto tiempo robándole el corazón. Él al notar la poca interacción con Laura, se fue sin decir nada, y a su partida, ella se sintió peor que de costumbre, porque incrementó aún más la idea de que ella no era de su agrado, y odiaba más la sensación de saber que nunca iba a poder ser tan siquiera su amiga.

Al llegar a casa, Lucía invitó a salir a Laura y ella sorprendentemente aceptó, quería salir y probarse a sí misma que tal vez no era tan mala persona como lo creía, y quería aprender a conversar con gente nueva, para que cuando llegará el momento de platicar con Daniel, no volviera a desperdiciar otra oportunidad.
Ambas fueron a un club conocido de la ciudad donde Lucía se encontró con varios amigos. Presentó a Laura, pero ella no pudo controlar su pena de nuevo, por lo que sintió el instantáneo rechazo de los amigos de Lucía. Sin quedarle de otra, entró a la fiesta y se sentó a ver como los demás se la pasaban bien y ella no, porque aún la atormentaba aquel rechazo que habían tenido esos completos desconocidos hacia ella. Entre la multitud de pronto notó como Lucía conocía más gente y entre esas personas, chavos que mostraban instantáneo interés por ella, por lo que Laura se preguntó ¿Por qué no puedo ser como ella y demostrarle a la gente la increíble persona que soy por dentro, en lugar de que solo se fijen por el exterior? Y al plantearse esta pregunta se retiró de la fiesta dándose cuenta que ya no había más que hacer por esa noche.

Al caminar de regreso a casa, se arrepintió de haber acompañado a Lucía y comenzó a recordar porque nunca sale con ella, prometiéndose a sí misma nunca volverlo hacer; pero al distraerse, cruzó la calle sin ver y una carro la atropelló lanzándola al pavimento violentamente.

Al despertar se encontró a sí misma en un lugar totalmente blanco, con un extraño hombre sentado a lo lejos en una silla viéndola sin quitarle la vista ni un segundo.
Laura asustada se levantó y le preguntó -¿Dónde estoy?-
–Voltea a tu alrededor, ¿Dónde crees que estas?- Dijo Él.
Laura soltó una risa nerviosa y se comenzó a repetir a sí misma que era un sueño y que mejor volviera a dormir. Se acostó en aquel frío, cómodo y blanco colchón, y cerró los ojos por unos segundos con la esperanza de que al abrirlos ya no estaría ahí, pero no fue así.
Al abrirlos seguía ahí, y un poco alterada, le pidió a aquel señor –Dígame donde estoy o llamo a la policía-
–Aquí la policía no existe- Respondió Él con cierta simpatía.

Laura comenzó a llorar sin razón y Él con la tranquilidad que inspiraba naturalmente la abrazó.
-Por favor deja de llorar, no hay nada que me duela más- dijo el triste y preocupado.
-¡Suélteme!- Gritó Laura. – ¡Aléjese de mí! ¡Esto debe de ser broma! ¡Ya fue suficiente! ¡No es nada chistoso!-
Él se acercó y sin decir una sola palabra la tomó del rostro y viéndola directamente a los ojos le hizo entender donde estaba y ella comenzó a llorar sin parar.

Después de un rato, se levantó del colchón donde se había quedado dormida después de tanto llanto, y se dio cuenta que aquel hombre seguía a su lado.
Ya ahora más tranquila, le preguntó -¿Por qué acabo mi vida tan pronto?-
Él no le respondió.
Laura lo abrazó y le dijo –Esto va a sonar absurdo, pero, ¿No tengo oportunidad de volver?-
-Eso es imposible- Respondió. –Tu tiempo ya terminó, ya no hay más por hacer-
-Tan solo la oportunidad de despedirme- Suplicó.
Claramente era imposible, ya que estando muerto, ¿Cómo puedes volver?
-De acuerdo, pero ellos no te podrán ver. Sólo tienes un día para verlos por última vez-
Ella aceptó un poco deprimida, pero reconoció que era una muy buena oportunidad.
-Muchas gracias- Agradeció Laura con el corazón aún en la garganta.

Al día siguiente amaneció y era tal su alivio de estar de nuevo ahí, que lo primero que quería hacer era ir a ver a su familia. Al llegar, notó algo completamente distinto en su casa, le habían hecho varios ajustes, pero ella nunca se había dado cuenta, porque hace tiempo que no iba de visita. En ese momento, escuchó como la puerta se abrió y por instinto se escondió, por lo cual se rió de sí misma, ya que obvio no la podían ver.
Vio a su hermana entrar corriendo directo a su cuarto, la siguió y se dio cuenta de cuánto había crecido. Andrea era 5 años menor que ella, y la última vez que la había visto, era una niña de primaria que jugaba con muñecas. Ahora ya era una joven por completo que se maquillaba y tenía novio. Laura la observó por largo tiempo, y rió de todas las cosas que Andrea decía por teléfono con su mejor amiga. Se acordó de ella y Lucía.

De pronto, Andrea colgó, y corrió por las escaleras hacía la sala, había llegado el punto más débil de Laura, sus padres. Laura bajó y observó como su hermana abrazaba por completo a su mamá y a su papá, lo cual la hizo que comenzará a llorar. Se dio cuenta que su familia aún no estaba enterada de su muerte.
Ella ya no parecía más parte de esta familia, hace tiempo que no se comunicaba y que no se aparecía por su casa. Se había concentrado tanto en su trabajo que había olvidado de donde venía. Permaneció largo tiempo observándolos, hasta que se dio cuenta que ya habían pasado más de 4 horas.
Ella no se quería ir, ya había vuelto a casa y lo último que deseaba era volver a partir, comenzó a llorar, ya que se había dado cuenta que ya no estaría ahí para ver a su hermana graduarse ni casarse, ni a sus papas festejar otro aniversario.
Finalmente se acercó y al oído le susurró a cada uno lo mucho que los quería y les agradeció a sus papas por todo lo que le dieron y lo mucho que siempre la habían apoyado.

Recorrió el camino de vuelta a casa totalmente deprimida, no estaba preparada para ver por última vez a Lucía. Ellas habían estado juntas desde chicas, habían estudiado juntas desde primaria y las dos sabían todo de la otra. A pesar de la diferencia de carácter y forma de ser, Laura la estimaba muchísimo, y le daba miedo ir y verla sufrir, después de su partida.

Al llegar notó que el departamento estaba totalmente descuidado. Había miles de trastes sucios, una montaña de ropa en el cuarto de servicio y comida fría en la sala de televisión.
No había nadie, y se preocupó por completo, porque sabía que Lucía estaba sufriendo.
En eso, el teléfono sonó, y entró directamente a la grabadora, la cual todavía conservaba el mensaje que ella y Lucía habían grabado juntas. Se rió. Era un mensaje de la mamá de Lucía que decía que estaba preocupada por su estado, que por favor le regresara la llamada.
Temblorosa, entró a su habitación, la cual sorprendentemente encontró impecable. Todo estaba igual, todavía estaba la cama sin hacer y su estuche de maquillaje abierto en el tocador, tal cual lo había dejado por la prisa de llegar al trabajo aquel día.
Al ir camino a la sala escuchó el ruido de que algo se rompió proveniente de la habitación de Lucía. Ella había estado ahí todo el tiempo.

Laura entró y la encontró recogiendo los pedazos de un vaso roto en el piso. Notó que su habitación estaba en peor estado en comparación con todo el departamento. Pero lo que más la preocupó fue la cara de cansancio y los ojos hinchados de tanto llorar de su mejor amiga.
Laura comenzó a llorar, lo cual en un día como este ya se había convertido en una costumbre.
El hecho de ver a su amiga tan afectada, le ocasionó un malestar peor de lo que se había imaginado.
Igual se quedó largo tiempo, durante el cual lloró la mayoría. Ya que junto con Lucía vio fotos de su niñez y la juventud, lo cual le causó una gran tristeza. Vio a Lucía llorar por más de 2 horas para luego quedarse dormida. Laura se sentía demasiado mal, y cada vez estaba más convencida de que había sido mala idea volver.
Se fue, deseándole la mejor de las suertes, que ojalá encontrara a un hombre que la hiciera completamente feliz, y le pidió una disculpa por no poder estar ahí para su boda o para el nacimiento de un hijo.

Laura ya quería volver a donde fuera que se encontrara con aquel hombre, se sentía mal por su petición. Prefería haberse quedado con la imagen de felicidad en el rostro de Lucía o con el recuerdo de cuando formó parte de su familia.

Se sentó en el parque para pensar, y ahí se dio cuenta que ya no había a quien más visitar.
Ya había visto a las personas más importantes de su vida, ya podía irse tranquila.

Pero en eso, algo le despertó curiosidad, quería ver como estaba Daniel. Estaba segura de que no lo encontraría afectado, pero quería verlo por última vez, y sabía que él sería a la única persona a la que no encontraría totalmente destrozada. Ya era noche, por lo que decidió ir a verlo a su casa.
En el camino, los nervios se expandieron por todo su cuerpo. Se encontraba igual de nerviosa que cuando lo tenía cerca y no podía decir nada. Sabía que esta vez sería la última vez. Y eso era lo que más la afectaba.

Espero media hora afuera de su casa, en lo que se aseguraba que lo que iba a hacer no era incorrecto, ella no había recibido esta oportunidad para vigilar a su amor platónico de toda la vida, se sentía mal por invadir su departamento, y tenía miedo de verlo fuera de su ambiente de trabajo.
Estaba sentada en el piso, cuando de repente notó unos zapatos perfectamente voleados justo frente a ella y sintió un aroma que reconocía al instante; al ir subiendo la mirada notó que era aquel que tanto le había robado los suspiros y que con tanta ansiedad deseaba volver a ver. Lo tenía más cerca que nunca.
Ella se encontraba justo entre la puerta y él. Se levantó y en el momento en que él abrió la puerta, y sin darse cuenta, ya estaba adentro junto con él. Una parte de ella se quería ir y otra se quería quedar.

Él fue directo al cuarto a darse un baño y ella se quedó, aún dudosa, en la sala observando algunas fotos que se encontraban encima de la chimenea. Sonrió al ver fotos, de él con su familia y de viaje, incluso tenía una de él vestido de Santa Claus la cual fue tomada durante una navidad que se festejó en la oficina.
Pasaron unos minutos, y el salió directo hacía la cocina, dejando esa aroma en el aire que Laura tanto amaba. Lo siguió y lo vio sentarse a comer, en silencio y totalmente solo. No podía entender como alguien tan perfecto como él se encontraba viviendo solo y que nadie lo acompañara a cenar.

Se sentó a acompañarlo y no podía dejar de pensar en lo perfecto que se veía ahí sentado comiendo, claro que para ella todo lo que él hiciera era perfecto.
Al estarlo observando durante largo tiempo, se dio cuenta que algo estaba mal con él, no lo veía igual de feliz que todos los días. Tal vez había tenido un mal día en el trabajo o su familia se encontraba mal. Laura se preocupó.

En ese momento, sonó el teléfono y él se levantó rápidamente a contestarlo.
Solo escuchó como el dijo -¿Si?... ¡A claro! Pasa-
Laura se puso extremadamente nerviosa, estaba segura de que ya había llegado la afortunada novia de la que no sabía su existencia y ella ahí de metiche.

Se abrió la puerta y vio a Lucía entrar. Daniel la abrazó. Laura no lo podía creer. ¿Qué hacía Lucía ahí? Se le fue el aire y se comenzó a marear, no podía creer que su mejor amiga tuviera algo que ver con su gran amor platónico. Se le salió una lágrima. Se acercó para ver que decían, no escuchaba nada, sólo veía como Daniel estaba entre los brazos de Lucía.
Justo ahí escuchó algo, el llanto de Daniel.

Laura se impactó por completo, ¿Por qué Daniel lloraba? ¿Quién más se había muerto? Y más que nada ¿Por qué abrazaba casualmente a su mejor amiga?
-La extraño- escuchó decir a Daniel.
Laura comenzó a llorar, se alejó por completo de ellos y se sentó en la sala. Ya no podía ni mantenerse parada, la duda la invadió por completo, ¿A quién extrañaba?, se preguntó una y otra vez. ¿A ella? Se dijo a sí misma que eso era imposible.
-Yo igual- escuchó decir ahora a Lucía.
¡Si era a ella! Daniel la extrañaba. El llanto de Laura aumentó cada vez más conforme pasaban los segundos. El amor de su vida se veía a afectado por su partida.
-¿Por qué nunca le dijiste?- le preguntaba Lucía a Daniel mientras le secaba las lágrimas de su perfecto rostro.
-No pude. Nunca tuve el valor- decía Daniel mientras agachaba la mirada.
-Ella siempre te quiso- confirmó Lucía.
Laura la quería matar, ¡Como le había dicho a Daniel lo que se guardó por tanto tiempo!
-¿Porque no le dijiste tú?- le reclamó Daniel.
-Porque nunca me hubiera creído. La conozco… conocía-Ambos se soltaron a llorar.

Laura tenía una cara de sorpresa inigualable, se soltó a llorar y se salió del departamento. Tenía el estomago revuelto. Era increíble que Daniel la quisiera, y no podía creer que su mejor amiga siempre supo que él le correspondía. Comenzaron a surgir miles de preguntas en su cabeza mientras seguía llorando. No entendía como Lucía y Daniel se conocían.

De repente todo se puso blanco. Estaba de vuelta con Él.
-¿Ya entendiste?- Preguntó.
Laura seguía llorando y entendió por lo completo lo que había sucedido.

-Señorita, ¿Se encuentra bien?- Escuchó una voz a lo lejos.
-¿Señorita?- Repetía aquella voz.
Laura abrió los ojos, sintió un impresionante dolor de cabeza. -¿Qué paso?- Preguntó.
-La atropelle por accidente- dijo el hombre muy preocupado.
-¿Estoy viva?- Dijo Laura dudosa.
-¡Claro que sí! Gracias a Dios. ¡Imagínese! Me muero si le hubiera pasado algo peor-
En ese momento Laura dejó de escuchar, estaba de vuelta, tenía tantas cosas que hacer.
-Estoy bien gracias- Se levantó y se fue.
-¿Segura?- Gritó el hombre mientras se alejaba.

Llegó corriendo a su departamento que se encontraba tan sólo a unas cuantas cuadras.
Con trabajo y pudo abrir la puerta, lo único que quería ser era entrar.
-¿Dónde estabas?- Preguntó Lucía exaltada por completo.
Laura la abrazo y comenzó a llorar.
-¿Qué te paso?- Pregunto Lucía preocupada.
-Eres mi mejor amiga. Te quiero mucho- dijo Laura llorando.
-Yo también- dijo Lucía quien aún no entendía nada.
Laura se acordó de su familia. Quería aprovechar por completo los primeros minutos.
-¿Me prestas tu coche?- Preguntó Laura limpiándose las lágrimas.
-¿A esta hora?- Preguntó Lucía sorprendida.
-Si, es que tengo algo pendiente-

Laura manejó extremadamente rápido hasta su casa. Sintió como si le estuvieran contando el tiempo. Al llegar notó que desde afuera, no había tanto cambio como en su sueño.
-¡Mamá, papá, Andrea!- Gritó desde la calle.
Salieron sus papas muy exaltados. -Laura ¿Qué haces aquí?-
-Los amo- Comenzó a llorar. –Perdón por no haber venido en tanto tiempo- Se abrazaron.
Andrea bajó corriendo las escaleras.
-¿Quién es?- Preguntó muy preocupada.
-Tú hermana- Respondieron sus papas, mientras la abrazaban, llorando también.
-¿Laura?- Abrió los ojos por completo sorprendida.
-Los amo- Dijo Laura con la voz totalmente temblorosa.
Disfrutó de unos minutos ese momento, todavía le faltaba una persona más.
-Ahora regreso- dijo casi desde el interior del carro. -¡Los amo!- Gritó.

Laura se sentía totalmente valiente. Ya no le importaba cual sería la respuesta, lo único que quería saber era que se lo había dicho antes de morir.
Tocó la puerta desesperadamente. Él abrió aun dormido.
-¿Laura?- Preguntó mientras apenas podía abrir los ojos.
-Daniel, perdón por la hora, soy una tonta, perdón por nunca hablarte, perdón por ser totalmente antisocial y cerrada, sólo tenía que verte porque no se que pueda pasar mañana- dijo casi sin respirar.
Estaba a punto de confesarle a su gran amor por fin todo lo que sentía.
-Sólo tenía que decirte que… - Hizo una pausa, lo dudó por un momento.
-Mejor deja que yo te lo diga- La interrumpió.
Ya no era solo una ilusión de su sueño. Era real.

Él sonrió desde allá arriba.

Texto agregado el 28-11-2008, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


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