La semana que siguió a la cita entre Arena y Rojo estuvo llena de tardes similares, en donde ambos muchachos se reunían, intentaban conocerse mejor y también disfrutar de sus besos y caricias. Arena parecía estarse involucrando demasiado en una relación que, por todo lo vivido durante el año pasado, Rojo parecía no estar seguro de continuar. Honestamente a Rojo le parecía apresurado iniciar una relación después de lo tormentosa que fue su desilusión con Marrón y la separación de Bermellón, su corazón no estaba listo aún y se sentía estúpido y arrepentido de haberle dado esperanzas a Arena, quién no tenía ninguna culpa de lo sucedido, era un chico bastante atractivo y sumamente cariñoso, pero al que Rojo no podía prometer amor tan apresuradamente.

Rojo siempre creyó algo que en su relación con Marrón confirmó; En los romances siempre hay uno que entrega más amor, se engancha más y por tanto se vuelve vulnerable a la otra persona…no solía conversar aquellas teorías con otros, con miedo de que le criticaran su frialdad. No sólo su machacado corazón frenaba las intenciones de pasar del “nos estamos conociendo” al “somos novios”, los “Te quiero” que Arena profesaba y que Rojo respondía con un insípido “Gracias” sonaban tentadores, pero el muchacho percibía en su pretendiente pequeñas actitudes recelosas que lo inquietaban. Porque en sí los celos eran algo que siempre lo asustó, estaban muy presentes en su vida, en la relación de sus padres y en la forma en que Opaco poseía a Dorado. Por eso el tema no le agradaba, además que, Rojo había construido todo una forma de relacionarse con las personas en donde los celos no tenían el más mínimo espacio. Y para agregar otra problemática a la eventual relación que podría surgir, Rojo esperaba la confirmación de una de sus profesoras universitarias y ver si era aceptado como su ayudante durante una semana, la cual, obviamente tendría que pasarla en Ciudad Capital. El sólo pretender iniciar aquella conversación era ganarse una fría mirada de Arena, Rojo la sentía en parte injustificada pero por otro lado, la presión que Arena debía sentir al estar vinculando sentimientos a alguien que parecía no retribuirlos, lo hacía sentirse merecedor de aquello.

Aquella semana fue complicada, estaba viviendo cosas que jamás había sentido con Marrón, Bermellón o sus predecesores, Arena realmente se preocupaba por él, y eso mismo aterraba a Rojo…pocas veces alguien lo había invitado a comer, Rojo siempre pagaba todo y era un poco intimidante sentirse agasajado…siempre fue el agasajador, pero Arena rompía lo establecido, cocinó uno de sus platos preferidos, todo iba inquietantemente bien encaminado…lo que enrabiaba a Rojo, deseaba tener los consejos de su amiga Violeta…tenía la sensación de que estaba pensando mucho todo y era eso lo que estaba arruinando la relación.

El día en que Borgoña, la profesora de Rojo, lo confirmó como su ayudante, fue un día genial para el muchacho, Arena pareció tomárselo bastante bien, después de todo era sólo una semana de separación, luego podrían seguir su historia, si es que la falta de confianza con terminaba con ella antes del verdadero comienzo. Aquel viernes Arena volvió a despedirse de Rojo en el paradero, donde el muchacho tomó la locomoción a su hogar, se miraron, y entonces el muchacho notó que aquello que hacía tan extraño el rostro de Arena y sus besos tan intensos era su casi mínimo labio superior…la anécdota le causó risa, se sabía un buen besador y fisonomista…y ese detalle había pasado desapercibido toda una semana. Mientras seguía sonriendo en el bus, regreso a casa, Rojo contempló el cielo anaranjado, miró su celular y se alegró mucho al ver que Fénix, su amigo virtual le había enviando un mensaje de texto, dentro de las imperfecciones típicas de la vida todo parecía marchar bien y a Rojo le daba la sensación de que sería posible dejar atrás lo vivido durante el año recién pasado.