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Inicio / Cuenteros Locales / lira / Postales de Valparaíso: Restauradores y Cachivaches

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Cuando mis abuelos decidieron vivir juntos allá por los años sesenta, recibieron por parte de sus vecinos numerosos muebles que ya en esa época eran antiguos. Aún conservan comedores, mesas curvas, roperos, una radio Grundig Majestic, entre otras cosas. Cuando decidí vivir sin mis padres y como una tradición familiar de ayudar a quienes comienzan mi abuela me obsequio una hermosa mesa que se la había regalado la mamá de un intendente cuando éste era tan solo un púber. Mi hermosa mesa, de un cuadrado perfecto, que en vez de patas tiene un pilar que termina en tres puntas enroscadas, de finas terminaciones y madera oscura, tiene sobre su cubierta las cicatrices del tiempo. Fue entonces que decidí RESTAURARLA, palabra tan de moda en esta ciudad patrimonial. No fue fácil encontrar quien llevase a cabo el trabajo, no confiaba en quienes se ofrecían en comprar mi mesa. Hasta que por fin di con unos muchachos jóvenes y profesionales en su trabajo, como meros artistas, sin frases recónditas, sin páginas Web, sin estar ubicados en la “picá”, ni codearse con los ultra-renombrados artistas de este puerto, llegar acá es casi por dato. Aquí le va. Tiene que llegar a la Iglesia del Sagrado Corazón de María (1913, MN), si no le suena queda al final de la calle Uruguay, es un lugar extraño, como ajeno a la ciudad, es importante que sepa que usted estará en terrenos de claretianos, mercedarios y vulcanizadores. De ahí caminé tan solo un par de cuadras por calle Pocuro y en la esquina se encontrara con un montón de fierros y maderas que esperan volver a la vida. No exclusivamente tiene que ir para reparar su querido mueble, también puede adquirir los trabajos que tienen a la venta. Después de eso, atrévase de pasear por ahí y no piense que porque este la morgue cerca el lugar no tiene gracia. Visite los restos del ascensor Las Cañas y sorpréndase con su interminable escalera a un costado de éste y medite que muy pronto cualquier ascensor que no tenga fines turísticos va a terminar en ruinas, sin importar las formas de vida y de transporte de moros y cristianos que vivan empinados sobre el nivel del mar.
De vuelta por calle Hontaneda encontrará un barrio exclusivo para reparar automóviles, pero que la negrura y la grasa que no lo ahuyente y trate de visualizar la arquitectura de los edificios, algunos de tres pisos y con cúpulas, al igual que la iglesia que se encuentra cerrada al público por los daños estructurales que les ocasionó el terremoto de 1971. Pero no mire al suelo, mantenga la vista en alto y no se detenga en caminar. Pierdase por calle Rancagua, encontrará un lindo restaurante, o bien tomar un café en el antiecológico Ébano y Marfil de calle Retamo, que por cierto su gracia es ser un anticuario. Y si tiene tiempo podría irse recorriendo el Almendral de iglesia en iglesia, y en agradecimiento a la enorme ayuda espiritual que le han dado a este malogrado puerto, no nos queda más que rezar: “Santo BID acuérdate de nosotros”

Texto agregado el 14-04-2009, y leído por 84 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-08-2010 Una petición que merece ser cumplida.Me encantó el paseo y tu compañía. Gracias.¡Ah! Yo soy de Rancagua.(Prov. del Libertador Bdo. OH'iggins). pantera1
23-04-2009 me ha llamado la atención, ¿podré ir algún día?, estupendo texto****** JAGOMEZ
 
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