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El guerrero de reluciente armadura llevaba mil años combatiendo a capa y espada en sangrientas e innumerables batallas, siempre con un vacio en su alma pues nunca conoció el amor. Un día en que el olor a sangre emborracho sus sentidos decidió por fin buscar la doncella que alegraría sus días. Camino continentes y nado mares eternos hasta llegar a un bosque taciturno donde el cansancio venció sus fuerzas, se dispuso a descansar dentro de la corteza de un enorme árbol que le brindaba abrigo. Durmió profundamente y cayó en un sueño donde vio un corazón en medio de la nada, un corazón que poco a poco formaba venas y arterias, paulatinamente se visualizaron nervios y viseras, huesos, músculos y piel se fueron constituyendo hasta darle forma a una hermosa mujer, se acerco, la miro y de un beso en los inertes labios dio vida a su primer amor, segundos después despertó.
Triste, pero con la imagen vida de la bella doncella en su cabeza, decidió en aquel árbol que le dio abrigo, tallar con su espada reluciente el cuerpo y rostro de esta mujer. Al terminar y con su corazón latiendo cual bestia asustada, se acerco, la miro y de un beso toca la fría corteza, que nunca cobro vida.
Vagó desesperanzado hasta llegar a un bar donde ahogo sus penas, inconsciente por la borrachera soñó una vez más, miro la doncella al rostro y vio el gesto de tristeza que indica que le faltaba algo muy importante para existir, supo que tenía que sacrificar su inmortalidad para arrancar a su dama de la nada y traerla al mundo real, y no dudo en hacerlo.
Lejos, al otro lado, una fría corteza se tornaba suave y rosada, pariendo a la hermosa mujer que desnuda corría a las manos de su caballero de reluciente armadura. Llego hasta el bar y su radiante desnudes enceguecía a los bebedores, miro a su amado tirado en el suelo, lo tomo del brazo, lo acerco a su pecho, lo miro a los ojos y él le correspondió. Se amaron, se extrañaron, se desearon el uno al otro y cuando sus labios se acercaron, cuando por fin ambos creyeron que serian felices por siempre…
Sonaron estruendosas las tejas de zinc en medio de la lluvia, aquella débil construcción de madera, plástico y chatarra no soportaba la misericordia de la noche, ella se despertó y levanto del frio piso, sus mugrientas manos se acercaron a su sucio rostro a limpiar unas tibias lagrimas que rodaban a la deriva, esa noche lloro largo la pérdida de su caballero de reluciente armadura.

Texto agregado el 15-04-2009, y leído por 59 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-04-2009 Mistico, encantado, sublime, doloroso al final. Mucho animo! Najazamel
 
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