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Ella era la criatura predilecta del doctor; la que amó, cuidó y sufrió. No era más que una niña, otra de las tantas almas en pena que había recogido en algún lugar de la nada. El doctor, al cruzar mirada con aquel rostro infantil, inocente, endemoniadamente bello, no dudó en llevarse a su portadora. La nombró en base a lo que él más ansiaba y Sofía, la sabiduría, iluminó los umbrales de lo que aquéllos llegaron a llamar hogar.

Ahora que ni el doctor ni Sofía existen, quedan las sombras de sus recuerdos, tristes notas eternamente perdidas, vagando por mares de ilusión. A veces no se logran distinguir, pero en noches vacías y secas se escuchan ligeros gemidos que añoran cantar, que desean volar y correr a través de brisas en un viento multicolor... gemidos que recuerdan bailes y damiselas, gentíos sin caras, majestuosas cenas en otras eras. Sus fantasmas, inmortales como la tierra y siempre presentes, reviven aquella historia una y otra vez sin poder descansar, sin consciencia siquiera de lo que son o lo que fueron, de lo que se les olvidó.

Los rizos rubios de Sofía eran lo único que se distinguía en las noches oscuras sin luna, noches sin viento. No hablaba mucho y observaba con cautela. No se acercaba mucho y jamás jugaba con los otros niños. El doctor la fue alejando de la ciudad y repentinamente, sin que nadie se diera cuenta, la gente ya no existía. Ellos ya no existían. De las fiestas y señoras con voces graves, de las risas, siempre risas, no quedó más que el silencio. No, eso no es verdad; el canto de los pájaros, el juego de los árboles, los murmullos del río y la vaguedad de las montañas estaban siempre presentes. Eran suficiente; en ocasiones mejor compañía que la gente, parecían dar una calidez al alma. Pero el corazón de la niña estaba helado y los experimentos del doctor no progresaban. Ellos no progresaban. El mundo no progresaba. Sin embargo, las montañas seguían ahí, los únicos testigos a la impotencia; y lo primero que ella hacía era mirar a la luna a través de su ventana, comerla con sus pensamientos.

- ¿Qué quieres?
- Siento como si alguien caminara sobre nosotros.
- ¿A qué te refieres?
- ... ¿No ves la luna?

El doctor trataba, pero todo era en vano. Ella lo amaba y el sentimiento surgía de sus extrañas, ¿pero qué más se podía hacer? Él la veneraba tanto; era un viejo loco, una eminente carrera desperdiciada. Pero sí, Sofía ERA la sabiduría; era todo.

- ¿Estás triste niña?
- No... la felicidad se regocija en mi ser.

Cuando se vive gloriosamente, alusiones de lo peor aparecen y se desprecia todo lo que se tiene, todo lo que se adora. La luz en un sólo camino alumbra a la humanidad, sin embargo, a veces sobran fantasías acerca de lo que se debería ser. Faltan miradas y palabras que realmente no dicen nada y desperdician espacio, llamaradas de ficción que apaciguan a la mente. Sofía fue la perdición desde su concepción. En una noche con sueños de color crepúsculo, dejó de respirar. Fue una muerte tranquila y muy necesaria según el doctor. ¡Los experimentos no progresaban! El doctor alejó la almohada del rostro de la pequeña y como un chiquillo que había tenido que robar por necesidad, se sentó en la silla a lado de la cama de su amada y sollozó hasta el amanecer.

Hubo un último experimento fallido y el veterano murió de tristeza, tan siquiera, eso nos gustaría creer. Hoy ninguno de los dos existe, si es que realmente llegaron a existir. Son espíritus que tejen la vida del universo, corriendo de la mano con grandes sonrisas plásticas en donde se supone irían sus rostros. Más felices de lo que fueron alguna vez en vida, embrujan a las montañas con su melancolía, especialmente en noches vacías y secas; es un ciclo que jamás acaba.

Texto agregado el 28-05-2004, y leído por 447 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
21-09-2008 En este momento como siento la desgtracia en mí -no de una forma tan cruda-, me encanta y logro armonizar con tu texto. Saludos Extra-Polar
22-03-2008 Sencillamente precioso. Es tarde, las 2:50 de la mañana, y me voy a la cama con cierta melancolia, con cierta tristeza. Pero ¿Sabes? Quizás mañana sonria sabiendo que la melancolia y la tristeza son necesarias...Un abrazo Lothard
23-06-2007 ME ENCUENTRO ANTE TREMENDA MAJESTUOSIDAD!, excelente texto, me gustò, por cierto mil gracias por leer el mio. No dejes de invitarme. Hasta pronto. LoReNzHo
17-06-2007 Estas son las historias que poco leemos y que tanta falta nos hacen ya sea para alegrar el alma o quebrantarla es infartante como te gusta jugar con las mascaras que tus personajes llevan como si se tratase mas que un loco y una niña un padre y su hija en una eterna fiesta de disfracez... (5*) arcangel_solar
08-12-2006 Te gusta disfrazar o prefieres la nostalgia como norte. Lo puedo ver en tu foto. Te vez y sientes sola, al menos eso parece. Tienes un potencial y eso vale la pena, eres especial, ojalá todos vean tus dotes, esos que se ocultan en las ilusiones, en las frases cortadas y los desabridos comentarios sobre la vida perdida. lenraf
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