Mis fisuras irreverentes y mis consabidas grietas están prestas y se exhiben todos los días en que existo.
Porque en determinados momentos no lo hago.
En ocasiones suelo perder contacto con el planeta.
Es entonces cuando sueño ininterrumpidamente.
En esos sueños insomnes una y otra vez te apareces.Siempre rutilante como en aquella ocasión del Claridge e incluso en Maquiavelo.
Con sabor de tu presencia inconfundible. Con destino de misil a mi ternura.
Allí instalamos, de común y no tácito acuerdo, la prohibición de juzgarnos.
Hubo un tiempo de espera sin presencias que conservó ese mandato.
Compartimos, en lugares distintos,
un mensaje recíproco en una mutua necesidad.
Para el tiempo fue un ínfimo lapso como un parpadeo.
Cada vez mas cerca de cumplirse el desenlace inevitable en pos del contacto el golpe incontrastable de ternura se ciñe a nuestro alrededor.
Así, cuando nos encontremos me dispongo a observar tu rostro para estamparlo en el mío y tener tu cara y la mía.
Dos mitades al unísono para hacer mas débil lo oscuro.
Para animarme a colocar el dedo en mis grietas y fisuras.