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Cuando estoy con ustedes


Tratar de comprender nuestras emociones es tan importante como cultivar el intelecto, acceder a la conducta racional reconociendo la validez de nuestros procesos emotivos.
Adherirnos a esta premisa sería una forma práctica de enfrentar muchos de los males que nos aquejan. Con una conducta encarrilada en este sentido, tal vez sería posible una vida mejor no solo individualmente, acaso también para todos aquellos quienes nos rodean. Esta actitud primaria e individual cobraría una dimensión superadora y muchos de los obstáculos que parecen ser infranqueables se transformarían en menos hostiles.

Es verdad que por lo general primero sentimos y luego pensamos, hay situaciones donde los sentimientos dejan de lado el razonamiento,y se entregan a los avatares de la emoción.
Sería imposible imaginar con certeza que es lo que sucede en la mente de un hombre al que se le empañan los ojos y se le acongoja el corazón mientras escucha desde su butaca una ópera. Convencido de la realidad que el argumento propone y que además conoce y memoriza, no se detiene a recapacitar ni tampoco categorizar lo que recibe.
Es indudable que hay algo que lo está tocando en un punto y reacciona en consecuencia sin intervención de ninguna lógica racional explicativa
.
Para quienes amamos la música, somos concientes de que el género operístico carece de argumentaciones valiosas, sus diálogos semejan una especie de comedia a veces trágica, triunfal o romántica, inmersa en infortunios donde solo se destaca la música que sostiene el argumento más la capacidad vocal e interpretativa de los cantantes. Sin embargo por influjo de la melodía y de la emoción que nos transmiten los intérpretes, salteamos la fragilidad del relato y nos entregamos al disfrute de lo que estamos recibiendo.

Por supuesto que después vendrá la oportunidad para el análisis, tomaremos nuevamente conciencia de que los guiones eran apropiados para el público al que se dirigían, en muchos casos para una nobleza por así llamarla, que de nobles poco tenían. Solo les atribuyo la virtud de haber dado albergue y ser los mecenas de artistas que a través de sus obras consiguieron la inmortalidad, mientras que ellos se fueron sin dejar otra señal que no fuese la de su ostentosa inutilidad. No dejan sin embargo de ser meritorias estas inquietudes, más aún cuando se trata de personajes que tenían el intelecto pegado a la línea de partida.

Nunca supe a ciencia cierta cuál es la clave para ser feliz. Fueron solo momentos que por lo general supe aprovechar. Me equivoqué muchas veces, muchas más de las que acerté. Tampoco soy adivino. Recuerdo un criollo de mi pueblo al que las cosas no le habían ido bien, por lo que solía decir después de un par de ginebras, “que si el hubiese sabido primero lo que su mujer sabía después, las cosas le habrían resultado más favorables”.
Sin embargo conservo cuotas de optimismo y de cierta esperanza. Espero no volver a nacer, por lo tanto no me veo en la obligación de educarme para una próxima vida, lo cual ya de por sí es un alivio.
Amo la naturaleza, los cielos celestes, el paisaje de la Pampa, el aroma de los eucaliptos, las lagunas salitrosas. Respeto y amo a la gente buena, a los de buen corazón, al que sufre junto al con el dolor de los que sufren. Detesto a los corruptos, a los políticos, a las religiones y sus castas y a todos aquellos que solo piensan en su propio bienestar y muy especialmente a los que no aman a su patria.

No sé que me lleva a escribir estas cosas, es posible que llevado por mis propias limitaciones, más las que me impone la vida, una vida en la que prevalecieron más las razones del corazón que las de la inteligencia. Es hora de tomar conciencia que el éxito depende mucho del equilibrio, y que cuando el llanto que se derrama sobre el pasado se mantiene más de la cuenta, es la razón la que debe ocupar el lugar y restablecer la armonía.
Por sobre todas las cosas amo a mis hijos y me siento amado y respetado por ellos. Algún día seguramente leerán estas líneas y se enterarán por ellas que detrás de la cara sonriente de un hombre, suelen convivir situaciones emocionales dolorosas, y que muchas veces se traga amargo y se escupe dulce, que los quiero mucho y que cuando estoy con ellos trago dulce y escupo miel.

Andre, laplume.
26 de Agosto del 2009.

Texto agregado el 27-08-2009, y leído por 94 visitantes. (0 votos)


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