Cuánto cuesta sostener tus tiritonas manos,
Ordenar tus alocados rizos
Y cortar las matas que sepultan tus pensamientos.
Cuánto cuesta despertarte de tu sueño inverosímil
Y recordarte que no eres más que una flor marchita,
Que tu aroma comienza a mezclarse
Con las partículas desperdiciadas de este jardín,
En el que nunca pudiste ser de un color intermedio:
Elegir ser la pertenencia de un punto a una recta,
Ser la recta compañera a la otra perpendicular y coincidente,
O elegir desatorarte leyendo una historia,
Perderte en la alegoría de tu presente.

Cuánto cuesta hacerte entender que ya es tarde,
Que sólo te queda contemplar esa piedra
Que comienza a hacer espacio para tu fracaso:
Es el molde que ordena,
Y deforma) los sueños,
Sólo quedarán las arrugas
que el tiempo no irá menguando,
y como las cenizas,
se irán esparciendo,
para decir que alguna vez
las guardaron en la semillas.

Cuánto cuesta hacerte/hacerlos entender
Que cuando te pisoteen
Y cuando ya nadie quede calvo por recordarte,
No importará la medida del punto medio de un segmento
O cuánto mal te quedó escrito este poema;
Importará cuánto te reíste
Cuántas veces te piropearon
Cuántas lágrimas derramaste
Importará porque por eso floreciste
Por eso destacaste
Y ese era el reflejo en el espejo
Que dibujaba el bosquejo de tus ilusiones
Pero que ya no importará
Porque recordarán que ya no soy más que una flor marchita.