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La Noche.




Siempre he tenido curiosidad por la noche… sobre todo cuando las últimas luces de la tarde irisan con ese tono rojizo a las nubes, las que, tales copos de nieve ardiente, permanecen suspendidas como volantín gobernado por el deseo de la brisa, y así el día va dando paso a la penumbra, después de su cansado caminar, perdiéndose lentamente detrás de los cerros. ¿ Cómo hará el sol, para proporcionar calor a este Sistema Solar?. Deben ser muchos los obreros que atizan el fuego… Los imagino con sus uniformes incandescentes, trabajando incansablemente en un turno eterno, sin relevos. Hacen su trabajo con dedicación, y el combustible que usan, debe ser un material desconocido acá en la tierra. Supongo interminables procesiones de máquinas fabulosas, y de una tecnología que ya envidiarían muchos de los mineros de este planeta, con una perfección inigualable.
Decía que siento curiosidad por la noche…
Siempre me aconsejaron que era peligrosa. Más yo quisiera tenerla por amiga.
Cierto atardecer la llamé, y vino a mí presurosa. No dudó conversar conmigo, porque la noche, omnisciente, es amiga de todos. Está ahí presente en primavera, cuidando las flores de los jardines. En invierno sale a jugar con sus amigos El Viento, La Lluvia, El Trueno, El Relámpago y La Nieve… Y cuando todos se juntan en una tertulia interminable, sus juegos y bromas, a veces, o casi siempre, dejan una estela de caos y destrucción. Y ella permanece impasible, esperando la amanecida, para que sus traviesos amigos vayan a descansar. Ella sabia, les aconseja como una madre diligente y preocupada, que traten de no ser tan bruscos en sus juegos. A veces le hacen caso, y otras, como hijos descarriados, se divierten en juegos violentos: huracanes, avalanchas, tormentas eléctricas e inundaciones. Ni pensar cuando se despiertan los Volcanes…
Por eso la noche está feliz en verano y primavera, por lo menos aparentemente. El otoño la hace sentir triste, porque las hojas de los árboles mueren en un ocre descenso, y ella no sabe qué hacer cuando los ve desnudos, y los pájaros, en un concierto de alas multicolores y en frenético viaje, traspasan distancias siderales en busca del verano, que está esperando el concierto de las aves viajeras.
Después de que me comentara sus preocupaciones, le sugerí de que vayamos a algún lugar donde pudiéramos conversar tranquilamente.
Caminamos, y a nadie le llamó la atención su presencia. Las calles, el bullicio, los autos, el humo, no parecían afectarle…Ingresamos a un lugar, tan inquieto como afuera, y sin problemas, porque ella tiene pase libre a cualquier lugar donde quisiera entrar.
No se sorprendió por lo que vio. Según dijo, era común en todas partes donde ella había estado. Incluso me comentó, que todo era igual como hace siglos… ( ¿Cómo dicen que la noche es joven? ).
Se negó con delicadeza a aceptar el trago que le ofreciera. Me dijo que ella bebía el sueño de los hombres, y eso, la mantenía con vida. No entendí mucho su explicación. El ruido de la gente conversando, la música estridente, las risas, hacían casi imposible enhebrar una idea o plantear un tema, haciéndonos entender con ademanes.
Casi amaneciendo, me propuso que hiciéramos un viaje a un lugar donde el silencio se deja escuchar. Me advirtió que le quedaba poco tiempo. Cerré los ojos y me sentí transportado a un lugar lejano, pero conocido.
Dijo que escuchara con los sentidos de la imaginación. Me esforcé un poco y el Silencio se hizo presente, como por arte de magia, porque es mágico escuchar el ladrido de los perros, el croar de las ranas, el rechinar metálico de los insectos…Ver el titilar de las estrellas moribundas, cansadas de su viaje intergaláctico.
Me llamó la atención la voz pausada y serena del Mar. Ese ir y venir incansable. La explosión de las olas, eclosión de millones de luces de agua y sal…y ese ruido, como de tenores cantando un coro interminable, acompañado por canto de gaviotas, arpegios engarzados en una deliciosa romanza. Me pregunto entonces : ¿Qué siente una ola al morir en la arena?. Un silencio de limbo me invade.
Absorto estaba, escuchando los trinos de las primeras avecillas, cuando tras los cerros aparece el sol. “ ¡ Noche ¡ “, le dije, “¡ llegó el amanecer! “ . Me di vuelta, y la noche, sin decir palabra se había desvanecido entre la neblina. Había cumplido su promesa.
Ahora el sol está más alto que los cerros. Todos sus obreros y máquinas trabajando a un ritmo endemoniado…El calor se hace presente…
De pronto una voz me despierta:
“¡ Mauricio !, ¡ Mauricio! Despierta, son casi las ocho y debes ir a trabajar “…


Texto agregado el 15-11-2009, y leído por 135 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
15-11-2009 Muy buena tarea. Poetacacho
 
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