TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / deletreando / Sexo en el geriátrico

[C:439315]



Estaba radiante. Sus compañeros la habían elegido reina de la primavera. Lucía elegante sus setenta años, enfundada en el único vestido de noche – estrenado hacía más de treinta - que debió apenas ensanchar un poco en las caderas. Su amiga la había maquillado como para enamorar a cualquiera.

Entre todos habían quitado la larga mesa y colocado sillas contra las paredes para dejar en el centro del salón la improvisada pista de baile.
Los sectores donde la pintura comenzaba a descascararse habían sido cubiertos por los habilidosos ancianos utilizando ingenio, globos y guirnaldas de colores. Sin saber cómo, aparecieron dos altoparlantes y una de esas esferas con espejitos que giran reflejando luces profusas de distintos colores.

Ester se había casado muy joven sin tener muy claro si estaba enamorada o sólo quería escapar del despotismo de su padre. Su segundo novio fue su esposo y padre de su único hijo. Cuando enviudó, tomó la determinación de vivir en el geriátrico. No se llevaba bien con su nuera y no quería amargarle la vida a su hijo, ese pollerudo que se dejaba manejar por la mujer. Alquiló su casita de Mataderos y sumó su producido a la pensión para estar en condiciones de vivir más o menos dignamente y pagar la mensualidad.

Mientras conversaba con su amiga estaba atenta a la puerta que daba al sector de los dormitorios masculinos, esperando la mirada de admiración del hombre que le había prometido asistir al baile.

Él también tenía setenta años era un mujeriego que a los veinte se escapó de su pueblo dejando embarazada a una niña de quince. Era soltero, elegante y un simpático caradura. Pero no era eso lo que atraía a Ester.
Antonio le recordaba mucho a su primer novio, aquel desfachatado manolarga, que tenía la idea fija. El que la arrastró con el estímulo de ardientes caricias. El que casi estuvo a punto de …
El que desapareció cuando comprobó que no podía conseguir lo que pretendía sin pasar antes por el altar.
Ella seguía recordando esos momentos como algo inconcluso que había quedado pendiente en su vida..

De pronto, este desvergonzado Antonio había abierto ese resquicio del pasado con su manera provocativa de actuar, removiéndole los recuerdos y el deseo. Durante el baile le insinuaba repetidas propuestas de encuentros ocultos en los más recónditos lugares del geriátrico; propuestas que Ester rechazaba con firmeza al principio, con sonrisas más tarde; con picardía en los ojos finalmente.. En uno de los movimientos del baile, sus caras quedaron próximas y, con un giro casi imperceptible, él apoyó sus labios en los de ella.

El baile finalizó y Ester regresó a la habitación que compartía con su amiga. Dos camitas desvencijadas, con respaldar de caños de hierro pintado de marrón. Un armario transformado en ropero, también marrón, cuya puerta había que levantar para poder cerrarla; una mesita de luz compartida adornada con una carpeta de hilo. Sobre ella, una pequeña imagen de la Virgen de Lujan y una estampa de San Expedito, además de algunas monedas, una tarjeta de teléfono y un llavero. En el suelo, entre las dos camas, algo que debería ser una alfombra, pero que no es más que un trozo de frazada para no pisar el suelo descalzas. En el aire el olor a humedad de las casas viejas y el olor a viejo de los geriátricos, apenas disimulados por el perfume que Ester se había echado encima.

Aún no se había quitado el vestido y revivía en su mente los últimos momentos y los lejanos recuerdos de aquel fuego inextinguido.
Conversaba con su amiga, que la animaba:
- ¡Hoy es tu día! ¿ qué podrías perder?

No necesitó más que eso. Se levantó y descalza, aún vestida de reina, salió con temor de la habitación.
En el pasillo iluminado por una débil luz para la noche, estaba Antonio esperándola, insolente, seguro a pesar de no haber recibido ninguna señal.
Recorrieron juntos el pasillo con paso sigiloso, tratando de evitar que el antiguo piso de madera hiciera ruido. Pasaron velozmente delante de una de las puertas entreabiertas.
Al finalizar el pasillo estaba el lavadero, lugar seguramente vacío durante la noche. Abrieron con cautela e ingresaron.
El beso y el abrazo surgieron espontáneos, ardientes, desesperados, en una fusión casi total de los cuerpos. Ella temblando de miedo, de ansiedad, pero dominada por sus anhelos. Él dulce, seguro, experimentado.
Voló el vestido de noche. La ropa dispuesta para el planchado los recibió como mullido lecho.El vértigo y el desorden de la lujuria los envolvió.
Ester sintió que descendía hasta las más oscuras profundidades del deseo y subía hasta la gloria de la excitación.

Ester sabía que para él aquello no sería más que una nueva muesca en la empuñadura del revolver, para ella – en cambio – era la superación de una materia pendiente que recordaría como la más sublime historia de amor.


Texto agregado el 15-01-2010, y leído por 592 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
06-02-2010 Muyyyyy bueno tu historia de amor!!! te felicito me encanto!!!! que lindo es el amor a cualquier edad!! mis5* y besitos yo_nilda
22-01-2010 Excelente relato! Poder cumplir con una materia pendiente sin tener en cuenta la edad y lo que se supone que corresponde a los años. "Ya no estoy para esos trotes" suelen decir. Aplausos para quienes se permiten sentir, dejando de lado sus propios prejuicios y el qué dirán! Parnaso
17-01-2010 Pasan los años pero los sentimientos no mueren. Muy buen relato. ***** walker
16-01-2010 Aunque ya conocía este trabajo tuyo, creeme que no dejé de leerlo una vez más. Muy enternecedoras tus letras. Te saludo amigo! Tienes mis 5 como debe ser. Catman
15-01-2010 JAJAJAJAAAAAAAAAAAAAAAA SI CIERRAS TU LIBRO COMO SABRAS ..A QUE SE DEBE EL HAY JEJEJEJ..ERES BELO AMIGO Palomita_Ausente
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]