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Inicio / Cuenteros Locales / mitkathena / Lo que me pasó por un beso

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Tenía los ojos oscuros, lo había visto todo desde un mundo distinto. Entre puteríos y trabajos de otros, sin saber para qué, solo lo hacía.
La vida le quitó lo más dulce que tuvo y a la hora de amarlo, no supe más que mirarlo de lejos, porque se me hizo más difícil que vientre a punto de estallar, sin poder robarle miradas, ni sonrisas que le hicieran en su corazón un tatuaje de mis ojos.
No me amo como mañana de julio con la humedad de la lluvia que recién paraba, no amo mis piernas curvas, ni mi risa de fiesta, no amo mi canto ni mi rostro furioso cuando las cosas de arrebatos no salían, más bien creo que me miró como miró a muchas más, como el frío susurro que me arrebato de su corazón la esperanza de que existiera un poco más en mi vida.
Porque no alcanzó a ser mi suspiro y más que nada y antes que todo, se fue como se va el invierno, lento, con calma para que lo atrapen, pero tajante para que todos supiéramos que se iba, con la llegada de la primavera.
No duró nada y solo fue un beso, solo uno.
Como hubiese deseado que fueran dos o tres, con tal de poder recordarlo más. Como hubiese añorado tener su número de teléfono en el celular, para solo ver su nombre escrito en algo que fuera mío. Como hubiese querido que me pusiera algún apodo, de esos que se le dice a la gente cuando le gustas. Sin embargo no fue nada para él y para mi lo fue todo.
La culpa la tiene la boca, esa caprichosa que tengo bajo mi nariz, esta misma que me ayuda con los cigarros que me fumo para recordarle. Tiene que ser la boca, ella la muy idiota que hace no mucho me enseño lo personal e intimo que puede ser un beso, menos mal que solo me permitió un beso, porque de haber sido de otra forma, el vacío que tengo adentro ahora cuando lo tengo más lejos, estaría anclado en el alma que es donde no quiero que entre.
De la piel pálida que se me ha puesto, con el pasar del tiempo y buscando el mimetismo perfecto entre la suya y la mía me desgaste. Es que fue nada más que eso, como esa divina noche donde le pude tocar las manos, durante un buen rato y sin miedo, pero con el escalofrío que siento ahora mismo mientras gasto mis gélidos dedos en evocarle.
Ahora que con su mirada eterna, sus dientes dispares y su baja estatura, ahora que solo no quiere verme, me hace de frente con el desdén es cuando prefiero bajar los brazos y no implorar nada desde el cielo, ni su cercanía ni un segundo beso.
Porque siempre esperé otro beso que nunca me dio, ahora solo tengo un recuerdo que casi se me desvanece y prefiero mantenerle lejos y distante para que me odie por eso, antes que me ame y no saber como mantenerle sin que quiera irse.
El corazón se acostumbra, eso quiero pensar, el cariño puede ahogarse y no importa lo que pasa ahora, así son las cosas y no van a cambiar, prefiero pensar que ahogue la planta por mucha agua antes que sentir que no hice nada, es ahora cuando baje los brazos y no fue antes porque antes todavía tenía miedo, ahora se que puedo ponerme de pie mientras tenga como afirmarme.

Texto agregado el 09-10-2010, y leído por 142 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-10-2010 Bella reflexión, cargada de intimidad y denotando ternura. 5* nesravazza
09-10-2010 Los besos siempre son traicioneros. Mas aun cuando son muchos en una tarde... oceanmind
 
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