TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / tevaagustar / EL COFRE FANTASMAL

[C:487930]

Sí, por fin, lo había conseguido.

Yacía ante mí, inerme, espectral, impotente, el cadáver del hombre a quien durante tantos años había aborrecido con profundo desprecio. El meticuloso plan que había ideado con milimétrica precisión para acabar con la vida de mi detestable enemigo había sido llevado a cabo con éxito. Nunca un homicidio se había realizado con semejante perfección y maestría.

Me regodeé unos instantes delante del cuerpo de mi víctima, como se recrea el artista ante la maravillosa obra que acaba de terminar. Clavé mi mirada en sus vidriosos ojos, cuya esencia ya la muerte se había encargado de borrar, y recordé con sádico placer todas las veces que en el pasado había sido vejado por el repugnante ser con cuya existencia yo había acabado hoy.

Había sido en vida un hombre en extremo arrogante y cínico, rasgos éstos de su personalidad que probablemente le impidieron darse cuenta del creciente odio que comenzaba a sentir hacia él. Él me veía como una especie de insecto insignificante, incapaz de hacer cualquier cosa. Hoy, frente a su cadáver, respiraba yo el dulce aire de la venganza.

Poseído por mi macabra alegría, me apresuré a abandonar la escena del crimen. Lo hice sin dejar el más mínimo rastro. Mi asesino plan era la expresión pura de la perfección, nadie jamás descubriría la identidad del héroe que había librado al mundo de un ser tan despreciable. Absolutamente nadie conocía mis verdaderos sentimientos hacia mi yaciente rival, es más, la gente me tomaba como uno de sus más íntimos amigos, de manera tal que era poco probable que recayera sobre mí cualquier sospecha.

Grande fue mi beneplácito cuando al día siguiente fue descubierto el cadáver. Las averiguaciones policiales comenzaron de inmediato, pero a medida que el tiempo pasaba, no se arrojaba la menor luz sobre el asunto. Todo sucedía tal como lo había calculado.

Durante los meses siguientes a mi genial crimen, me sentí verdaderamente feliz; mi dignidad había sido vengada, y mi estado de ánimo era inmejorable. Pero los días fueron transcurriendo, y fue naciendo en mí, sigilosa y de la nada, una inquietante turbación nerviosa, que al principio me tomó por sorpresa, pero que luego fue haciéndose cada vez más insoportable y opresora, mermando mi alegría de forma tan persistente como la obstinada filtración que acaba con destruir la maciza pared.

Pronto, lo que otrora fuera alegría, se fue convirtiendo en hosquedad. Me volví huraño e irritable, eso sin mencionar un sueño que iba haciéndose cada vez más recurrente. De noche, al cerrar los ojos, tenía una pavorosa pesadilla, en la que era observado por mi asesinado enemigo de manera terrorífica e inquisidora. La tensión iba en aumento, pero ocurrió algo verdaderamente curioso, cuando, a los pocos días, fui invitado por el hijo de mi difunto rival a su casa, en las afueras de la ciudad, donde le sería realizado un homenaje a su padre, al cumplirse el primer aniversario de mi ignorado crimen.

Fue como si los perversos demonios que me hostigaban internamente, se hubiesen calmado de pronto, pero no era ésa la calma proveniente de la resolución de un problema que a uno le preocupa mucho, no. La sentía más bien como la inquietante tranquilidad que precede a una catastrófica tormenta.

En todo caso, no sé por cuál misteriosa fuerza fui empujado a aceptar la invitación del joven caballero al que yo, con total premeditación y sangre fría, había dejado huérfano.

Asistí el día en cuestión a la casa, y desde que pisé ese lugar, me sentí como ausente. Era como si una parte de mi voluntad me hubiese abandonado.

Realizado el homenaje, la mayoría de los invitados se fue retirando, hasta ser yo el último en permanecer allí. Cuando también me disponía a irme, estalló de pronto una súbita tormenta que echó por tierra cualquier esperanza de regresar pronto a mi casa. La tempestad rugía con agitada voz de trueno, y mientras entraba la noche, continuaba lloviendo a cántaros. Fue entonces, cuando el hijo de mi enemigo, ignorando obviamente que trataba con el asesino de su padre, me ofreció con suma amabilidad pasar la noche en su casa. Dada mi situación, no tuve otra alternativa que aceptar. Fui instalado en la habitación de huéspedes, y me dispuse a pasar la noche allí.

Seguía lloviendo con una furia indescriptible. Intentaba en vano conciliar el sueño. Había en mi pecho una opresora sensación que me impedía dormir y me tenía dando vueltas sobre la cama. Mis aterradoras preocupaciones volvían a aflorar, y sin saber por qué, empecé a sentir miedo.

De repente, cesó la tempestad, y algo muy extraño sucedió dentro de mí. Me encontré de súbito en un estado de semi-sonambulismo, en el cual, definitivamente, ya no era el dueño de mi voluntad. Como movido por hilos invisibles, salí calladamente de la habitación. Todo se encontraba sumergido en un silencio sepulcral. Seguramente mi anfitrión dormía. Sin saber lo que estaba haciendo caminé por la enorme mansión, hasta llegar a la sala, donde me encontré de frente con el brillante cofre que contenía las cenizas del hombre que un año atrás había asesinado tan magistralmente. Mi cuerpo, que desde hacía rato no me obedecía, quedó petrificado ante el recipiente que contenía los restos pulverizados de mi víctima. En ese instante, fui presa del mayor horror que quizás pueda experimentar corazón humano alguno, ya que vi a mi enemigo surgir de la nada a pocos metros frente a mí, con una maligna sonrisa dibujada en su rostro fantasmal. Quise correr, gritar, vociferar, salir huyendo, pedir ayuda, pero repito que me era imposible, ninguna fibra de mi cuerpo respondía a mis órdenes. Al notar mi enorme sufrimiento el espectro soltó una carcajada estremecedora, y se dirigió hacia mí sobrevolando el suelo. Cuando pasó a través de mi cuerpo sentí un frío indecible, que me heló las venas y paralizó mi corazón con un fulminante infarto. Fue esa terrible sensación la última que experimenté, antes de caer desplomado sobre el piso. A la mañana siguiente fue hallado mi cadáver, yaciente ante el cofre que guardaba las cenizas de quien en un principio fuera mi víctima, y finalmente mi victimario.


Texto agregado el 24-10-2011, y leído por 72 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]