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1-2-1-DISPERSOS PUBLICADOS EN NO CUENTOS
RELATOS DISPERSOS-2
INDICE DE RELATOS DISPERSOS PAGINA N°

1. ESTELA, MI ESPOSA ……………………………………… N°3
2.2 CUANDO CONOCI A ESTELA, MI ESPOSA…………… N°4
2.2 LA CHICA DEL ZAGUAN…………………………………….N°6
3. VACACIONES CON LOS NIETOS…………………………. N°7
4. ¿QIEN SOY YO AHORA? ……………………………………. N°9
5. DON AMERICO……………………………………………….. N°11
6. MI HISTORIA CON ESTELA………………………………… .N°13
7. EN LA PLAYA LA ENCONTRɅ…………………………… N°18
8. OTROS TRABAJOS Y LOS VIAJES………………………… N°22
9. LA FACULTAD…………………………………………………. N°34
10. EL PROYECTO INDEMISU…………………………………… N°45
11. EL CABALLO IMAGINARIO…………………………………. N°47
12. EL FANTASMA DEL PARQUE LEZAMA…………………… N°49
13. ESTELA MARÍA TERESITA………………………………….. N°50
14. LA CALLE FLORIDA………………………………………….. N°51
15. LA REINA DE LA NIEVE: LA QUINTRALA………………….. N°53
16. EL PRIMER VIAJE LARGO A MENDOZA……………………. N°55
17. EL REGRESO A SANTA FE, Y EL FIN CON CECILIA……… N°56
18. JIMBO 24Z………………………………………………………… N°59
19. HISTORIAS DE MI PLAZA: LA VUELTA AL PERRO………. N°61
20. JORGE MI AMIGO……………………………………………… N°64
21. EL VECTRA OPEL MODELO 94………………………………. N° 65
22. LOS DÍAS DE TRABAJO, FINAL DE LA UNIVERSIDAD….. N°66
23. MI TÍO HUGO, INGENIERO, CAZADOR Y PESCADOR…… N°73
24. EL BMW 525………………………………………………………. N°76
25. LUNÁTICO………………………………………………………… N°78
26. FIESTA DE CAMPO……………………………………………… N°81
27. EL PIBE, EL CABALLO DE MI PAPÁ, Y EL PERRO………...N°84
28. TRANSILVANIA, LA CASA DE LAS SIERRAS/CARLOS PAZ.N°86
29. SOBRE EL ARROYO………………………………………………N°87
30. SALVAJE, ESE POTRILLO MALO………………………………N°93
31. VIAJE A BRASIL………………………………………………… N°98
32. MAESTRA RURAL…………………………………………………N°102
33. EL VIAJE A VILLA GESELL………………………………………N°109
34. LA MUERTE DEL PERRO DE LA CHANCHERÍA…………… N°111
35. MI SUEÑO, LA CAMA A MOTOR……………………………… N°112
36. LOS CABALLOS DE CARLITOS…………………………………N°114
37. EL TROMPO DE DIEGO EN UNO DE LOS VIAJES A JUNÍN.N°116
38. NICO NICÓMANO, ERA UN TOSS………………………………N°117
39. INTRUSO…………………………………………………………….N°121
40. EL VIAJE A LA SIERRA DE CÓRDOBA…………………………N°123
41. LAS CUATRO ESTACIONES…………………………………… N°124
42. PORQUÉ SE LLAMÓ INTRUSO MI CABALLO…………………N°125
43. LA CASA DE IRENE……………………………………………… N°129
44. QUERIDO PIERO……………………………………………………N°132
45. LA PUERTA DE LA FÁBRICA Y OTRO DE MIS VIAJES…… N°134
46 EL CHOQUE CON MARIELA………………………………………N°135
47. EL CONSEJO……………………………………………………… N°136
48. EL LINYERA RICO………………………………………………… N°143
49. MI NUERA: LA MUJER MARAVILLA…………………………… N°146
50. BARRIO POBRE……………………………………… ……………N°148
53 EL PADRE MARIO POCHINTESTA…………………………… N°151
51. CARNAVALES………………………………………………………… N°149
54. CASTILLO DE CHANTILLY ¡QUÉ LUJO!.................................N°156
55. MI AMIGO GAYLON: EL TEJANO………………………………… N°157

JORGE EDUARDO



















































N°1
ESTELA, MI ESPOSA.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Cerca de la casa Villa de los Desamparados vivía una pibita muy bonita, pero chiquita para mí. Ella tenía catorce y yo tenía veintiún años. Un día me invitó a un baile en la casa de Silvia Risso- Era un grupo totalmente ajeno a mí, y salvo a ella: Silvita Poupeau, yo no conocía a nadie.

Silvita me tiraba onda pero era muy mocosita, bailé un poquito con ella y me puse a conversar con una chica que estaba cerca de las tortas, le pedí que me sirviera y me contestó que lo podía hacer yo solo, le dije que me gustaba que me sirvieran las chicas lindas, ella acusó el golpe y me sirvió; le agradecí y la invité a bailar, bailamos mucho y cuando me fui quedé en verla algún día, ya que vivía cerca de mi casa.

Las relaciones con Estela se hacían cada vez más estrechas y cuando Cecilia rompió conmigo, yo empecé a salir con ella y antes de que me tuviera que ir de Santa Fe ya éramos novios.

Estela es mi esposa y la mamá de Pablo, Mariela, Diego y Yanina, con treinta y seis años de matrimonio, y cuarenta y tres que nos conocemos, unidos y felices.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.
1966-2009

























N°2.1
CUANDO CONOCI A ESTELA, MI ESPOSA.



Por Jorge Eduardo
Argentina / 1958
Fecha de alta 13-02-2008

Era hermosa, tenía los ojos color miel más expresivos que había visto. Cuando la conocí me sorprendió su grácil figura y su cuerpo vestido con una pequeña minifalda blanca que dejaba al descubierto un par de lindas piernas, sus cabellos largos y pesados, lacios y castaños, quedaban enmarcando una carita delicadamente bella, blanca, que recibía permanentemente sol para tostarse. Eso hacía que su sinusitis se complicara y no saliera de su enfermedad por estar expuesta permanentemente al sol.

Su casa tenía un antiguo zaguán que estaba recubierto con un blanco mármol de Carrara, allí solía estar parada (a la puerta de su casa); era común verla en la puerta del zaguán sola o con sus hermanas. Yo la veía desde la puerta de mi casa y la saludaba con la mano aunque probablemente a veces no me veía por las dos cuadras que nos separaban.

Se nos hizo costumbre salir después del almuerzo, los días de invierno con sol -cosa no muy difícil en Santa Fe-. De a poco tomé confianza y fui hasta su casa a conversar con ella, nos hicimos amigos y así sin darnos cuentas teníamos una rutina de visitas diarias aunque no nos unía más que un sentimiento de amistad.

Yo le llevaba cartas a mi novia -que vivía en otra provincia-, y ella me acompañaba al correo. También de a poco empezamos a salir los fines de semana a tomar alguna cerveza, era ella la que pedía cerveza y yo pedía naranja, el mozo nos ponía los vasos cambiados, por lo que los volvíamos a cambiar: La cerveza para ella y la naranja para mí. Aprendí a tomar cerveza: Chop tirado y con ello aprendí a conocer mejor su afición a la cerveza tirada. Algunas tardes íbamos al cine. En esa época había muchas salas, la televisión y la computadora no le habían quitado –aun- su lugar al cine.

Faltaba un año para que terminara mis estudios universitarios, cuando me dejó Cecilia mi novia de muchos años. Volví a Santa Fe con la idea fija de contarle a mi amiga lo que había sucedido durante el último viaje, a San Juan a visitarla, después de un año. Ella me dio apoyo y todo redundó en que la vieja amistad fue cambiando de curso y al cabo de un año que la conocía, se transformó en noviazgo. Hasta ese entonces habíamos tenido una relación muy cercana pero de amigos, cuando nos pusimos de novios las cosas cambiaron. Fue el 8, el día que empezamos de novios, en el mes de diciembre de 1966.

En enero, cuando no había comedor, fui muchas veces a cenar a su casa; allí al despedirnos nos quedábamos en el zaguán, el lugar donde nos dimos los besos más apasionados, y que nunca olvidaré. Ese año fue distinto ya que había terminado de rendir y no tenía que estudiar, sólo debía terminar el proyecto para presentarlo y recibirme; no obstante, tenía tiempo suficiente para ir con ella a los lugares más lindos como la Laguna Setúbal; caminábamos por la orilla o nos metíamos en la laguna, algunos días nos juntábamos un grupo grande de chicas y varones y cantábamos canciones populares, siendo uno de los varones el que dirigía el grupo y tocaba la guitarra.

Ella se quedó en Santa Fe y yo cuando me recibí me fui a trabajar. Esta separación temporal y espacial nos trajo algunas complicaciones pero finalmente todo se arregló con final feliz (cuatro hijos, dos nietos y treinta y ocho años de casados muy felices).

Jorge Eduardo
Santa Fe (1966)
LA PLATA 2009-09-23

P/D 2011 TRES NIETOS: JOAQUIN, SANTI Y MANUEL










































N°3
VACACIONES CON LOS NIETOS

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 20-01-2008

Diego decidió que fuéramos unos días de vacaciones juntos, serían los últimos días que pasaríamos con los nietos, y todos ellos juntos, antes de volverse a su trabajo en el Hotel de Costa Rica, en Bahía Los Papagayos, en el área de influencia de Liberia.

En realidad ni lo pensamos, y el viaje a Pinamar quedó decidido en un instante. Allí Diego tiene un amigo que posee un complejo habitacional con diez casas de tres pisos y para ocho ocupantes con comodidad.

El edificio tiene una forma y diseño moderno y agradable, con muebles y escaleras de madera sólida, un amplio living comedor de un sólo ambiente, la cocina en planta baja, dormitorios en el primer piso y el altillo, baños en todos los niveles, servicios, parrilla y sillones bajo los pinos frente a la casa.

Salir con los hijos es una experiencia que hicimos por muchos años al mar y a las sierras. Pero salir con los nietos era nuestro debut, estábamos pendientes que no se metieran al mar porque había bandera de peligro, el sol brillaba como nunca y era imposible prohibirles que se bañaran, así que lo hacían con nosotros.

Hacía muchos años que no construía castillos en la arena, de nada me valía recordar los tiempos que los hice para mis cuatro hijos; el más chiquito de los nietos "que tiene superpoderes" venía y, cuando estaban terminados, de un sólo pisotón los rompía.

Ir caminando y volver de la playa significaban veinticuatro cuadras por calles con pendientes pronunciadas; otra vez el más chiquito quería que lo alzaran, así que se convertían en cuarenta y ocho cuadras.

En la playa caminábamos también otras cuarenta cuadras, así que terminábamos el día deseando una buena ducha y un reposo antes de la cena. Allí no terminaba nuestro “raid” diario, había que ir a los autitos chocadores (otras treinta cuadras ida y vuelta).

A la mañana siguiente estaba nublado, y como no íbamos a la playa el nieto más grande (Joaquín), Diego y yo, decidimos hacer lo que hacíamos cuando Diego tenía siete años: Ir a andar a caballo, buscamos en villa Gesell los viejos palenques, ya no estaban allí, así que fuimos al de Pinamar, nos dieron hermosos caballos según el requerimiento de cada uno.

A Diego un caballo puro muy vivaz, a Joaquín un bayo de muy buen carácter pero ágil, y a mí un tordillo robusto que llevó muy bien mi pesada humanidad; juntos con nosotros vino una señora y su nena de tres años en un caballo mañero que se quedaba atrás y había que ayudarle a que no se retrasara.

El guía nos fue llevando por un lugar de ensueño, una plantación de pinos añosos que están entre Cariló y Pinamar.

En medio del pinar y por un camino muy estrecho entre los pinos, la nena de tres años se golpeó el pié contra un árbol y se puso a llorar desconsoladamente, todos nos preocupamos y Diego, que tiene más habilidad que la mamá de la nena Celeste, la pasó a su montura y la llevó; al poco tiempo la nena conversaba con Joaquín y dejó de llorar, calmando nuestros nervios por lo que pudiera haberle pasado.

Llegamos al palenque y todos contentos. Joaquín, Diego y yo, fuimos a un potrero cercano a galopar, en medio del galope Joaquín perdió un estribo y tuvo que hacer malabarismo para no caerse y se levantó a fuerza con sus seis añitos sin siquiera asustarse.

Este paseo a caballo se parece a los que hicimos hace treinta años por las sierras de Córdoba, en Mendoza en la finca de mi papá Américo, en Villa Gesell, cuando compramos a Intruso en Madariaga.
Pero son distintos, aquellos fueron con mis hijos y este fue con mis nietos.

Jorge Eduardo

PINAMAR 2008
LA PLATA-2009.


































N°4
¿QIEN SOY YO AHORA?


Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 06-02-2008

Dedicado a Rafael R. Valcárcel

Cuando niño y hasta los quince años viví en el campo de Mendoza, no es que ahora haya renegado de quién era, pero es que ya no soy más ese niño y como dice Valcárcel: “He desaparecido”.

Mi visión de adulto, grande, sesenta y seis años, es que de niño aproveché todas las ocasiones posibles para jugar, ya fuera solo o acompañado. De niño ataba unas latas de sardinas como si fueran un tren, una a continuación de otra, las llenaba con arena, las tiraba arrastrando por la acequia con fondo de arena y gritaba “tarantín-tarantín"; luego las descargaba haciendo montoncitos con la forma de las latas.

He intentado que mis nietos de cuatro y seis años se diviertan con ello y no hay caso, prefieren los juegos de la computadora; a los que me cuesta jugar para entretenerme con ellos.

En aquel tiempo una pelota de futbol fue una aparición de los Reyes, verdaderamente, “Magos”; con los chicos armamos un equipo que pronto competía con otros grupos, ahora no me veo corriendo en la cancha de arena y no tengo intención de enseñarles a los nietos a jugar en equipo, puesto que no se sumarían a un grupo a pegarle patadas a la pelota; ellos juegan a las carreras de motos, autos y futbol de forma virtual. Yo estoy gordo y no me animo a correr por miedo a romperme un tobillo.

Se que no tengo relación con aquel niño que desapareció en una cacería detrás de una bandada de martinetas copetonas; hace cincuenta y uno años que no voy a cazar; por los diez que cacé ya estoy perdonado por mí, por mi salvaje vida juvenil. Ahora no tengo ningún arma de caza ni de uso civil desde hace cincuenta y uno años, y aunque quisiera no podría; toda mi familia, educada a tal fin por mí, me lo impediría.

Antes mataba toda clase de animales de caza, ahora no sólo no los mato, sino que obtengo placer al verlos libres por el campo. De ninguna manera volvería a recorrer los campos, arma al hombro, para cazar -¿Quién soy: ¿Ese pacifista protector de la naturaleza, o aquel que hasta los quince años mató a “Troche y Moche” animalitos? ¡No cabe duda que alguien desapareció!

Es cierto que entre un niño y un adulto el tiempo impone cambios que no permiten reconocer el origen del adulto, pero siempre quedan hábitos y rasgos que la educación impuso.

Del niño, en mi caso, quedó el hábito de la equitación que les enseñé a mis cuatro hijos; todos aprendieron a montar a caballo y alguno de ellos se dedicó en forma amateur al deporte ecuestre del salto. Los paseos a caballo que realizamos todos juntos nos vincula con nuestro pasado y vuelve a encontrar el niño que se ha perdido.

En mi adolescencia, a los quince años, me fui a estudiar a otra provincia; adquirí nuevos hábitos y costumbres, tuve que estudiar muchas y diversas materias hasta recibirme de ingeniero. No podía volver a casa y estudiar allí, pues me dedicaba a visitar a mis amigos, a hacer cosas, pero no estudiaba. Así que a los pocos días pegaba la vuelta a mi casa de estudiante, como dice Valcárcel, cuando “yo era” y “dejé de ser” estudiante para convertirme en Ingeniero Químico, tuve una gran transformación, ya no tenía la vida, a veces desordenada, que estaba dedicada al estudio, (por periodos en forma muy intensa), y a veces a salir con amigos y amigas.

Al recibirme se perdió un idealista que hacía muchas cosas para ayudar a los más necesitados, pero de algún modo lo remplazó uno nuevo que surgió en su profesión. Volví a mi facultad y di cursos sobre: “La relación entre la industria y la investigación en la facultad de ingeniería química”. Hice acuerdos de investigación con la facultad, cuando yo era el Gerente Industrial de una empresa petroquímica.

De ese estudiante que fui quedó poco frente a un profesional polifacético y de aspiraciones múltiples; trabajé en la industria petroquímica, en la industria aceitera, en instituciones como el Concejo Federal de Inversiones (CFI), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Todos estos lugares tuvieron nuevos desafíos y hasta mi jubilación pasé desde los veinticinco años hasta los sesenta y cinco, empeñado en dar lo mejor de mí para obtener buenos resultados.

El profesional de horas in interrumpidas de trabajo, de largos días de puesta en marcha, de reuniones con ingenieros para el diseño de nuevas plantas, se transformó en una persona diferente después de su jubilación. Ahora que estoy jubilado aprecio leer libros que muchas veces postergué por falta de tiempo, aprendo cosas nuevas no relacionadas con mi profesión, escribo y leo y no sé quién soy ahora: El niño, el estudiante, el ingeniero o el adulto con intereses diversos.
Quedó de todos ellos un ser inquieto que podría volver a encontrarse con cualquiera de los perdidos.


Jorge Eduardo
Campamentos- Rivadavia- Mendoza
1941-nacio JORGE EDUARDO FURLANI
No se cuando morire-













N°5
DON AMERICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 15-02-2008

Don Américo; era bajito, de tez muy colorada, rubio (su papá era pelirrojo), ojos verdes como los míos. Él, mi papá, era la persona más bondadosa que yo conocí, ayudaba en las medidas de sus posibilidades a quien lo necesitaba.
Todos le decían “Don”, no sé si es una costumbre italiana, ya que en la finca había muchos italianos que trajo su papá, el nono Lorenzo, para cultivar las viñas. A su mamá no la conoció, ya que ella falleció cuando él nació; el último de siete hijos, de la nona Constanza.
De chico fue a la escuela de Maipú, iba en tren (el medio de transporte más moderno de esa época corría entre Lulunta y Maipú). Su infancia la pasó en Russell, el colegio secundario lo hizo en un prestigioso colegio de curas de Mendoza: Los Hermanos Maristas, allí estuvo hasta el 5to año, un poco antes de terminar el secundario se peleó con un hermano Marista y le tiró un tintero por la cabeza, con tanta puntería, que se lo explotó en la frente lastimándolo y manchándolo con tinta.
Esto le costó la expulsión del colegio y tener que irse a la finca nueva que estaba construyendo el nono en Los Campamentos. Tenía dieciocho años y una inteligencia muy aguda, enseguida tomó el manejo de toda la finca y quedó encargado él y el nono del desarrollo de la finca.
Tuvo un caballo muy lindo y ligero que lo usó para correr carreras cuadreras, se llamaba El Pibe, era zaino colorado, pura sangre, de cuerpo grande pero liviano; ganó muchas carreras y casi no había quien quisiera correrle. Junto con el caballo crió un perro ovejero de collar blanco, se acostumbró a ir a buscar el caballo al potrero cuando estaba suelto, tenían el perro y el caballo una gran empatía, siempre que estaban juntos, parecían que estaban jugando y cuando mi papá lo dejaba atado el perro no se movía de su lado. Un día mi papá no encontró al perro, se lo habían robado, ese fue el día más triste de su juventud. Otro gran dolor tuvo cuando vendió su caballo.
Por esa época conoció a una vecina de la finca del frente, se llama Elena y con el tiempo pasó a ser Doña Elena, mi mamá. Ella descendía de españoles y tuvo varios hermanos que fueron tíos muy cariñosos conmigo y mis tres hermanos.
Papá aprendió muchísimo de su papá. Siempre ponía en práctica lo que él le decía. Así fue desarrollando sus conocimientos y en forma práctica contribuyó con el Nono a plantar una finca de trecientas hectáreas. Cuando el Nono enfermó, papá le prometió que terminaría de hacer la finca, y cuando papá tenía menos de sesenta años ya la había terminado de plantar con viñas y frutales. Que luego se dividieron entre los nueve hermanos y la nona Luisa.
La vida de casados de mamá y papá en la finca, fue amena y divertida. Tenían muchas cosas que en la ciudad no las podrían tener, por ejemplo: un sulky mariposa con el que íbamos de paseo al campo, hacíamos picnic, llevábamos comida y pasábamos el día entretenidos, a veces íbamos a los diques o al canal donde nos bañábamos en el agua fresca.
A papá le costo incorporarse a la civilización del automóvil, cuando compró el primer auto emprendimos un viaje desde Los Campamentos hasta San Rafael; por el camino (al cruzar un puente), mientras salía del puente, un camión entró por el medio y lo chocó arrastrándolo hasta el costado del río, quedando a metros de ser arrastrado por el agua. Ese fue el primero y último viaje con su auto que lo vendió por chatarra y siguió todo el resto de su vida andando en ómnibus y a caballo.
A mamá le gustaba cazar y salía con papá de cacería, también a veces salía a caballo en la yegua negra y con mi perro Tell; mamá cazaba más que papá a pesar que usaba una escopeta de un sólo tiro y de calibre más chico.
Papá leía el diario que lo traía del pueblo que estaba a media hora de viaje en colectivo. Él trabajaba desde muy temprano y a la nochecita casi todos los días se juntaba con sus amigos en un bar a tomar un vermouth, escuchaba la radio y en particular a su amigo Rasquín que explicaba lo que pasaría con el tiempo y hacía predicciones sobre la cantidad de agua que habría en los diferentes meses del año y también los pronósticos sobre las posibles heladas tardías que son las más perjudiciales, la posibilidad que cayera piedra, y la humedad ambiente que hacía prosperar la enfermedad de la peronospora, que se combate con sulfato de cobre. Cuando grande papá se hizo muy amigo de Rasquín, y lo invitaba a quedarse una semana en casa cada tanto, cosa que este disfrutaba en medio de las viñas y los frutales juntos con mi papa.
Papá era un ser generoso y eso lo aplicó con nosotros sus hijos, a veces cuando teníamos entren catorce y quince años queríamos salir y él nos daba el único dinero que tenía en ese momento.
Papá disfrutaba de los carneos de chanchos, para eso criaba de quince a veinte cerdos que los faenaba cada año, dándole a sus hermanos y otros parientes un jamón a cada uno. Al terminar el carneo le regalaba a los peones que venían a ayudarle: Chorizos, morcillas, jamones; los tres que habían participado del carneo se iban como si ellos hubiesen hecho el propio.
Cuando los chorizos se secaban y eran salames papá con un amigo comían una picada con vino al medio día, después de recorrer la finca.
Era muy amigo de Don José, que a su vez fue muy amigo de mi Nono. Al igual que a Don José, a mi papá le gustaban los caballos de carrera, lo que me inculcó a mí también. Don José me contó muchas historias del Nono.
Para estudiar papá me hacía un giro mensual, que no le fue siempre fácil, pero nunca me faltó y pude recibirme para satisfacción de él, que fue quien me dijo que estudiara Ingeniería Química. Papá, Don Américo, conoció a tres de mis cuatro hijos y con el más grande jugó a la pelota.

Yo estaba una noche en La Plata, ya me había mudado de Campana, cuando me avisaron que papá había fallecido. Viajé en avión y llegué cerca del medio día, a la tarde lo iban a enterrar. Entre los parientes conocí a Don Ángel Furlotti, primo de papá y uno de los bodegueros más importantes de Mendoza. Mucha gente de Los Campamentos y de Rivadavia, hablaban de quien fue en vida ese ser tan bueno; y yo estuve siempre muy orgulloso de que fuera Don Américo: Mi Papá.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.1976-Publicado-15/2/2008- La Plata
2009-09-23
N°6
MI HISTORIA CON ESTELA



Por Jorge Eduardo
Argentina / 1966
Fecha de alta 29-01-2008

Cuando llegué al barrio, a la Villa De Los Desamparados, Estela vivía a una cuadra y media de distancia de mi casa; tenía catorce años y yo tenía veintiún años, alguna vez la vi pasar por la puerta de mi casa pero no reparé en ella ni tampoco supe que vivía allí cerca.

Fueron pasando los años y yo estaba por terminar mi carrera, cuando quiso el destino que me invitaran a una fiesta donde estaba también Estela, yo fui con una amiguita muy jovencita (catorce años), bailé con ella hasta que la dejé sola.

Junto a las tortas vi a una chica más grande (diecisiete años) y muy bonita, una carita y cuerpito precioso. Yo tenía veinticuatro años, y en Santa Fe era a uno de los tres bailes que fui en casas particulares; no digo de familia porque uno fue en casa de unos empleados del banco de Inglaterra, otro en una casa de chicas estudiantes y éste donde conocí a Estela.

Le pedí que me diera torta, a lo que se negó diciéndome que podía servirme yo solo, le dije que prefería que me sirviera una linda chica y allí aceptó y me sirvió. Nos pusimos a conversar y luego salimos a bailar, bailamos toda la noche y cuando terminó la fiesta quedamos en que nos veríamos. Ya que vivíamos cerca, nos encontrábamos con sólo salir a la calle y vernos desde nuestras casas.

Estela en los fue una adorable amiga que empezó a moverme la estantería. Yo tenía mi novia de San Juan; Cecilia, con la cual pasé de novio durante toda mi carrera; al terminar de rendir las materias y faltándome sólo el proyecto INDEMISU, fui a San Juan después de un año de no ir, ella estudiaba literatura en Mendoza. Cecilia era muy inteligente y estudiosa; el último año se enamoró de un médico; cuando yo llegué a su casa me estaba esperando en la puerta y sin mediar ninguna conversación me dijo:
…¡Jorge quiero que nos dejemos!...

Comprendí la situación, ya que alguna vez habíamos dicho que si los sentimientos no eran los que nos habían unido, nos separaríamos sin más. Le dije: Voy a saludar a tu mama y me voy. En eso llegó el padre, que se enteró de lo que pasaba, se puso muy triste y se le notó en los ojos, éramos muy amigos y yo sentía por él un gran afecto.

Al volver a Santa Fe mi relación con Estela fue más íntima y a fin de ese año, el 8 de Diciembre, nos pusimos formalmente de novios después de haber sido amigos por un año. A partir de entonces fui feliz en Santa Fe, aprendí con Estela lo que es disfrutar la compañía muy cerca de una novia siendo grande.

Hasta terminar el proyecto pasó un año que lo disfrutamos juntos y con los amigos de ambos; íbamos a la laguna Setúbal, nos metíamos a la laguna de a pie y en bote, teníamos un grupo de amigos con los que cantábamos hasta el anochecer.

Pasamos todo el verano en la playa de La Laguna; muchas veces íbamos a mirar la casa más grande que había a la orilla de la laguna y que fue del abuelo de Estela, quien era el dueño de la empresa de construcciones civiles más grande de Santa Fe: “Beltrame Hermanos”, en La Rioja construyó el Colegio Nacional, construyó el cuartel del regimiento que había en Santa Fe, construyó el puerto de la ciudad de Santa Fe y un montón de viviendas que aun están en pie con la inscripción del nombre de la empresa en el frente.
Estela me explicó cómo era la casa, una mansión que la compró el Sindicato Petrolero para hacer su sede, que aun hoy ocupan, treinta y cinco años después.
La familia de Estela estaba compuesta por la mamá María Luisa, (Mari), sus hermanas: Martha y Cristina; el papá, René, falleció cuando eran las tres hijas muy chicas. Otros familiares muy directos y que vivían en la misma casa de 1º de Mayo, eran: La nona Herminia, La tía Eva que fue quien prácticamente la crió a Estela, la tía Nelly, el tío Coco, y sus hijos: Jorgelina Y Gustavo.

El año del proyecto fue un año diferente a todos ya que mi única ocupación era proyectar una planta de industrialización de minerales sulfurosos (INDEMISU).
Dedicaba gran parte de la mañana al proyecto y la tarde a estar con Estela, a menudo comía en su casa y la nona Herminia me preguntaba: ¿Cuándo te recibís?

Las tardes con Estela se parecían a la felicidad; íbamos a la laguna, más tarde a tomar cervezas, cosa que aprendí a hacer en Santa Fe, en las noches calurosas después de cenar nos íbamos a una plaza con árboles grandes y de ramas muy abiertas que ocupaban un diámetro de cincuenta metros.(todavía están en la Plaza España).

Un día llegó el final, rendí el proyecto y me recibí de Ingeniero Químico, ese día rendimos, formando parte de un equipo, cuatro ingenieros que entre todos hicimos INDEMISU, y festejamos en mi casa de estudiantes Villa de los Desamparados. Fue el 31 de octubre de 1967, la fecha en que nos recibimos, y el 1 de diciembre de 1967, el festejo.

Ese día nos recibimos: Carlos Federico (el flaco), “Villa” (el chango), Abel (el “Gordo”), y yo.
Festejamos con Estela, Martha, María Esther; los amigos de la casa: Antonio, Enzo.Los de la facultad de Ingeniería: Gubert y el vecino.
Ese día, de manera improvisada, Antonio leyó una poesía que compuso al correr de la pluma con mucha gracia y quedó para el recuerdo.

HISTORIA DE TRES FULANOS

Se reunieron una tarde
En “Villa los Desamparados
¡Yo haría un alto horno!
Al más flaco se le oyó
¡Métele y entre los dos
Yo una refinería
(crepitó el mendocino)
Dominamos el mercado!
¡No sean tarados!
Dijo Villa enloquecido
Que sea fácil y rápido
Yo ya quiero terminar
Mi “wife” me está esperando
Cada uno hace lo suyo,
Dijo uno de lejos,
No me hablen de complejos.
¡Vayan a cantar a los yuyos!

Los minerales pesados
Flotaban en el ambiente
Poca plata para unos
Y plomo para los restantes
Y así de lo indeciso
Surgió el Complejo INDEMISU.
El proyecto del norteño
Por lo visto nada vago
Laburaba ya sin sueño
Sin dejar de darle al “trago”
Terminaron el proyecto.
Esta vida y la carrera.
Sin embargo me parece
Que nada finiquitó.
Harán proyectos más de trece.
La vida no terminó
Y de carreras ni hablar,
La de galgos comenzó.
Para uno es el día,
de dejarse de embromar.
La cosa está que pela,
por la casa de Estela.

Para otros las vacaciones
del estudio terminaron.
¡Es hora de laburar!

La carrera no es corta.
En Jujuy lo conminaron.
Sea con notas o a los golpes.
Cada uno la termina
como quiere o como puede.
Algunos le dan en esta ocasión
Una “acabada” terminación.
Autor Antonio


Desde el día que me recibí hasta enero que me fui a trabajar, salvo algún día que viajé por lo de Canadá, estuve todos los días con Estela y fueron los mejores días que pasamos juntos.

A partir de entonces el Flaco y yo empezamos a buscar trabajo, la primera entrevista seria la tuvimos con un amigo que se había recibido tres años antes y trabajaba en la construcción de una planta de Urea para Petrosur en Campana. La entrevista fue en la Facultad el 24 de diciembre de 1967 (insólito, por la fecha). Mientras tanto nosotros fuimos a la embajada de Canadá, que tomaban ingenieros jóvenes, hicimos los papeles y nuestro mayor problema era conseguir algo de dinero para viajar y estar los primeros tiempos.

Un día de enero estábamos en Buenos Aires en la embajada, y me llegó un telegrama de Estela, al hotel, de que debía presentarme al otro día en Petrosur. (Yo había dado el teléfono de Estela). Fui a la entrevista, donde además de mi amigo estaba el Gerente de Producción, me confirmaron mi incorporación y les comenté que si no ingresaba el Flaco me iría con él a Canadá; se sorprendieron con mi actitud pero me dijeron que el Flaco estaba citado para el día siguiente.
Al día siguiente también lo incorporaron junto con los quince ingenieros sin experiencia; idea del Gerente General, italiano seleccionado en un concurso internacional en Londres.

En diciembre se había cumplido el primer año de novios con Estela, y la Nona se puso muy contenta cuando me fui a trabajar en enero a Campana, ya no sería el vago que rondaba todo el día por su casa.

El primer año en Campana fue un desquicio, igual que un perro que lo sueltan de la cadena y puede correr por la calle, el parque o la plaza. La responsabilidad del trabajo eran ocho horas diarias y tenía dieciséis para acomodar a mi antojo.

Con unos amigos nos compramos una lancha con un poderoso motor Carnitti italiano, había que importar los repuestos cuando se le rompía algo (la pata). Andábamos por el río Paraná Guazú y por el Paraná de Las Palmas.

Durante el primer año Estela me fue a visitar además de yo ir todas las semanas que podía, las cosas andaban bien pero metí la pata y nos dejamos por un tiempo. Yo estaba muy seguro del cariño de Estela y que podría volver cuando me lo propusiera, así fue que un día estando separados la vi en Buenos Aires y le propuse volver, pero Estela contra mis predicciones me dijo que no, hasta que no cambiara mi comportamiento, y decidiera volver en serio para casarnos.
Un día la llamé por teléfono, hablamos seis horas durante el turno de la noche, y quedamos en vernos; el día que nos encontramos hablamos mucho y decidimos que nos casaríamos antes de que yo me fuera a Alemania. Tenía una propuesta para ir a trabajar, con un amigo que había sido mi jefe, y luego ir a Alemania a traer la ingeniería de un proyecto nuevo.

El 8 de Octubre de 1970 nos casamos, fuimos a las Cataratas del Iguazú, pasamos una linda luna de miel; fuimos por las cataratas argentinas y brasileras, además anduvimos por las tres fronteras Argentina- Brasil- Paraguay. La vuelta la dimos por un camino de tierra, en la selva que limita la Argentina con Brasil; con un compañero de ruta que encontramos en Iguazú.

Nuestro primer año de casados fue armonioso y divertido, salíamos mucho y yo había dejado de trabajar en turno, es decir no trabajaba más de noche, los fines de semana hacíamos excursiones por los pueblos de los alrededores, o íbamos a pasear en lancha.

Nuestro primer hijo Pablo, llegó llenándonos de felicidad. Yo era tan maníaco, que en los días fríos controlaba con un termómetro la temperatura de la sala donde estaba el bebé. En esa época vivíamos en Zárate, luego nos cambiamos a Campana y nacieron Mariela y Diego.

Finalmente me fui de Petrosur al Consejo Federal de Inversiones, en la Capital Federal, y de allí pasé a Ipako, y luego me fui a Maleic, las dos en La Plata, allí nació Yanina; mi situación económica había mejorado y tenía una hermosa familia, saliamos de vacaciones con los chicos a diversos lugares: y como era lógico unos días en Santa Fe y otros en Mendoza.

También disfrutamos de varias vacaciones en la sierra de Córdoba; al mar fuimos a Mar del Plata, Necochea, Miramar, Villa Gesell y otros lugares de la costa. También fuimos a Brasil, a Bombas y Bombiñas, Florianóplis, Gramado, Porto Alegre, Blumeneau. En Uruguay a Punta del Este

Criamos los hijos, todos están casados o juntados, sólo uno nos dio dos nietos que los hemos disfrutado mucho este verano en Pinamar. Estela sigue tan linda como cuando la conocí, sigo enamorado, estamos otra vez solos en la casa grande que construí cuando éramos seis.

Ahora vienen a veces los hijos a quedarse, sobre todo Diego con los dos nietos porque vive en Costa Rica. Pablo estuvo viviendo un tiempo cuando se cambiaron de Buenos Aires a La Plata, Mariela nos visita casi todos los días, vive a veinte cuadras, Yanina vino para fin de año y se quedaron con Cesar por tres días y se volvieron a Rosario donde habitan.

Estela es una abuela moderna, chatea con sus nueras, usa el celular y maneja las cuentas bancarias, lleva mi agenda como la mejor secretaria y me cuida que no haga nada que pueda perjudicarme, pero algo vuelve hacer mal:
¡No me sirve torta!
¡Y ahora sí, tengo que servirme solo!
! Pero la quiero igual!

Jorge Eduardo Santa Fe 1960-1967-
La Plata1976-2009-Publicado 29/1/2008

2009-09-23
2011 nacio el 3er nieto Manuel











N°7
EN LA PLAYA LA ENCONTRÉ

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1962
Fecha de alta 01-03-2008

Su piel blanca sobresalía en el grupo de las que habían tomado mucho sol. Estar negra era una costumbre para el verano, y todas se quedaban tiradas al sol como lagartos asoleándose; caminaba por la playa cuando la encontré, lo primero que me llamó la atención fue su blancura. Caminaba con mi amigo cuando la vi y le dije en voz alta:
… ¡A mi me gustan las chicas sin quemarse!...
O mejor dicho las chicas blancas. Ella que había escuchado se dio vuelta para no mirarme. Yo seguí caminando y cuando volvíamos notamos que el grupito, ya no estaba en el lugar que tomaban sol.

Pasaron varios días y no las vimos en esa playa, a la semana supusimos que se habrían ido de la playa o terminado sus vacaciones; después de diez días pasábamos entre un grupo de carpas y volvimos a ver a todas las chicas tiradas al sol y a la que estaba blanca… muy negra... Era sin lugar a dudas la más linda de todas, ya fuera quemada o blanca; atrajo mi atención pero no me dio ni la hora, esto hirió mi amor propio y me propuse conquistarla.

El pueblito al lado del mar no tenía más que una sola discoteca y si se proponían salir tenían que ir a ella: “El refugio del dinosaurio marino”. La entrada era una gruta que dejaba paso a un patio a cielo abierto, sin techo, donde se bailaba; adentro de la gruta estaba el bar donde la gente llegaba y se conocía, con sillas y mesas para sentarse a tomar un trago, a media luz. La pista permitía ver las estrellas y era un lugar muy romántico, no tenía luces sólo el pequeño resplandor que llegaba de la gruta.

Esa noche era viernes y el domingo era nuestro último día de vacaciones, llegamos a El Refugio… a eso de las tres de la mañana la música era lenta y la luz muy tenue, entramos a la gruta y nos fuimos a un rincón lejos de la pista que, por su ubicación, no había casi nadie salvo un grupo que no distinguíamos si eran hombres o mujeres.

Vino el mozo y preguntó qué tomábamos: Cuba libre dijimos todos, una bebida de moda en 1962, alcanzamos a observar que a la mesa cercana le traían cuatro botellas chicas de cerveza; pensamos entonces que eran hombres ya que las mujeres por ese entonces tomaban bebidas gaseosas. Nuestra curiosidad aumentó cuando les trajeron el segundo y tercer pedido de cerveza, con muy pocos alimentos para acompañarlas.

El cuba libre nos duró hasta el cuarto pedido de cerveza, y recién entonces nos dimos cuenta que las cuatro eran chicas, pues fueron al baño de mujeres, pero aun no las habíamos visto. Al volver ellas del baño nos paramos y fuimos nosotros.

La música pasó de los lentos a música de Elvis Presley, los cuatro nos levantamos al mismo tiempo y fuimos a la mesa vecina, cada uno invitó a bailar a una chica y todas aceptaron el ofrecimiento de bailar rock, estábamos seguros que no las habíamos visto nunca, pues la que bailaba conmigo primero la vi muy blanca y después muy negra. Tampoco sabíamos de dónde venían, dado que se habían puesto de acuerdo en no decirlo, tiraron como al pasar que de una provincia muy linda donde se toma mucha cerveza.

Cuando les dijimos que estudiábamos en una provincia muy linda que se toma mucha cerveza, se miraron y no dijeron nada. No podía ser que no las hubiésemos visto nunca y ellas tampoco.

La noche se terminaba pronto y los lentos volvieron a sonar; allí fue cuando intenté intimar, pero la primera reacción de ella fue ponerme el codo adelante impidiendo que la apretara, me hice el distraído y seguí bailando lento como si todo estuviera esplendido, cuando terminó la pieza la llevé a su mesa sin decirle ninguna palabra y le agradecí por bailar conmigo. Las otras siguieron bailando lo que quedó de los lentos y luego Rock, eran las últimas piezas y los dos estábamos solos en nuestras mesas.

La bronca que yo tenía no se notaba por la falta de luz, pero se adivinaba porque no la saqué a bailar más esa noche. Tocaron el carnaval carioca y tampoco la saqué a bailar. Las amigas vinieron a buscarla para hacer un trencito y ella fue lo más tranquila, luego pasaron por mi mesa y me llevaron, tocándome atrás de ella, los últimos veinte minutos del carnaval carioca me hicieron pasar la mala honda que tenía, y empecé a divertirme de nuevo, bailaba con las chicas como un loco pero sin invitarla a ella.

En eso el grupo se armó como estaba, cada uno con su pareja y yo quedé de nuevo en pareja con ella. La primera palabra fue preguntarme: ¿Cómo estas?...¡Bien descansado,...¡pero me gustaría bailar lentos!... en eso como para cerrar la noche , el disk jockey puso un popurrí de lentos, los que habíamos bailado y otros que no, ella se había dado cuenta de cuál fue el motivo de mi reacción y sacó su brazo que ponía siempre instintivamente, para separar; bailamos los lentos con la cara pegada y sin ningún contratiempo, terminamos la noche despidiéndonos en la puerta del boliche, ellas venían en auto y nosotros de a pie.

La noche terminó y no hubo promesas de encontrarnos, pero el destino lo cambió, pues el día domingo cuando fuimos a tomar el colectivo, ellas iban en el mismo viaje. Las cuatro chicas venían en el auto que habían usado esa noche, lleno de valijas que las ayudamos a cargar en el baúl de los equipajes; teníamos los ocho primeros asientos de la parte superior, y decidimos sentarnos por parejas como estuvimos bailando en el boliche, de este modo el viaje sería menos aburrido.

Hasta que salió el colectivo ellas estuvieron abajo con su tía, primas y amigas. A nosotros no nos despidió nadie, así que ocupamos los cuatro asientos del lado del pasillo, dejándoles a las chicas los del lado de la ventana... El ómnibus viajaba de noche y llegamos a la mañana temprano; tomaron un taxi y se fueron, nosotros hicimos lo mismo, casi ni hubo despedida en la terminal, pero el viaje fue agradable. Ninguna dejó dirección, ni teléfono, tampoco dónde encontrarlas, pero otra vez el azar nos ubicó en el lugar que más nos gustaba ir: La Laguna.

Allí empezamos a frecuentarnos, a jugar en el agua y a vernos para tomar cervezas en las noches de calor insoportable. Las relaciones eran cada vez mas estrechas y nadie del grupo tenía novia o novio, sólo amigos; empezamos a dejar el grupo y salir solos, ya fuera a bailar o tomar algo. También empecé a pasar los domingos a buscarla, íbamos al cine o a escuchar grupos folklóricos, el Chango Nieto estaba de moda y cantaba muy lindo, ella se moría por él, así que cada vez que venía la llevaba a escucharlo y verlo. Habían pasado largos meses desde el verano y se venía la primavera.

Por esos días conocimos otro grupo de chicas, en una fiesta del día de la primavera, fue en una quinta que tenía un cartel que decía “Dentre el que traiga alimento”. Nosotros llevábamos asado para seis personas, al ver el cartel no sabíamos si había chicas o varones y nos mandamos, grande fue la sorpresa al verlas, eran todas mujeres, no podía ser mejor el grupo ya que las mujeres eran también seis. Pasamos un día de la primavera con todo, jugamos a la pelota con las chicas, a las cartas, nos encontramos con una víbora yarará, dispuesta a picar enrollada en una pisada de vaca.

Al volver fuimos caminando los diez kilómetros que nos separaban de la ciudad. El regreso lo emprendimos a la medianoche, después de haber estado cantando junto al fuego. Comiendo asado y cosas que quedaron del mediodía.

Con las chicas del picnic nos seguimos viendo, salíamos a la Laguna, nos bañábamos y jugábamos en el agua; al grupo se unieron otras amigas que no estuvieron en el asado, una de ellas era una morocha muy bonita, estas nuevas amistades me separaron circunstancialmente de mi amiga de la playa, dejé de salir con ella sin ningún motivo, cuando ella ya estaba enterada de quienes eran mis amistades, les tomó bronca ,ya las conocía de la facultad; y un día que nos encontramos me recalcó el hecho de que había dejado de ir a visitarla, le dije que estaba estudiando y que no salía porque tenía que rendir, como ella sabía que era mentira me lo dijo y quedamos en salir el sábado a la tarde.

Pasé por su casa y ella estaba con una falda cortita que le quedaba preciosa, era sin lugar a dudas la chica más bonita de todas las que conocí, descubrí que era mucho más linda de lo que la había visto junto al mar en el verano, su cuerpo era armonioso y delicado, tenía la cola perfecta y el busto chiquito, muy bonito, por la perfección de sus formas .Ese día fuimos a tomar cerveza en el centro

La Laguna era muy playa y permitía que camináramos más de doscientos metros desde la costa y el agua nos llegaba hasta la altura del pecho, estábamos alejados de las pocas personas que había a esa hora en la laguna, estaba cayendo el sol y los últimos rayos nos dieron impulso para, por primera vez en mucho tiempo, empezarnos a besar.

Nunca la había besado en los nueve meses que hacía que la conocía, la relación de amigos inhibía un poco esa situación y también el hecho de que siempre estábamos en lugares públicos como bares, cines, o en la calle caminando.

Esto fue algo nuevo que despertó mi interés sexual por ella, cada beso que me daba o le daba me llevaba a intentar un paso más adelante, no fue fácil conseguir que ella consintiera algo más que besos, y esa nochecita fuimos a tomar cervezas con el último beso en la boca.

Durante la semana siguiente dejé de salir con mis amigas de La Primavera, y ya posteriormente no salí más; estaba empeñado en conseguir que mi “amiga” fuera algo más que amiga, al llegar el verano empezamos a ir todos los días a la Laguna, y también los besos fueron más apasionados, hasta que un día estando sentados en el agua, con el agua al cuello, que nos dejaba la cabeza solamente afuera, toqué por debajo del agua -en forma muy sutil-, sus delicados senos a la par que la besaba, eso la estimuló y dejó que mi mano se posara sobre su malla. Yo sabía que las cosas de allí no podrían pasar por ahora y debía actuar con mucho tacto si no quería ligarme un cachetón y todo terminara allí.

No obstante los pocos logros, estaba feliz y sin saberlo me estaba enamorando perdidamente, las noches y los días de amigos se estaban terminando y yo sin saber estaba actuando como un novio verdadero. La cuidaba y estaba pendiente de todo lo que hacía, la iba a buscar a su facultad, la visitaba todos los días, la acompañaba a hacer compras para la escuela, a la biblioteca a buscar libros, y cuando deseaba la acompañaba a tomar cerveza.

Ella había pasado de una actitud amable pero distante a una posición cada vez más cariñosa, con menos actos reflejos defensivos, y yo ya podía acariciarla por sus senos en ocasiones que no hubieren testigos.

Fue en el día más caluroso del mes de diciembre que fuimos a La Laguna como tantas otras veces, llegó la tarde y nos sorprendió en el lugar más lejano de la playa donde comienza el bosque: El Monte, hasta ese lugar no llegaba gente, salvo uno que otro expedicionario que buscaba ver algunos flamencos rosados que se asentaban en la laguna; fuera de la vista de los bañistas que iban a las playas más al centro.

No nos habíamos dado cuenta de qué, caminando por la orilla habíamos cruzado los muchos kilómetros, que separaban el comienzo de la playa, del Monte; haría como tres o más horas que caminábamos sin saber que llegaríamos a ese lugar emblemático de La Laguna. Cuando encontramos los flamencos, recién caímos en la cuenta de que estábamos muy lejos del lugar al que habitualmente íbamos a nadar.

El lugar del Monte tenía una vegetación virgen con preciosas plantas salvajes con flores: Como los ceibos, o las enredaderas como las pasionarias con unas flores delicadísimas, habían otras plantas de flores como los aromillos, con lindas flores amarillas; los chañares también crecían en forma salvaje, habiendo grandes ejemplares sorprendentemente protegidos de algún buscador de leña furtivo.

La sensación de estar solos nos invadió y a la sombra de un ceibo empezamos a besarnos profusa y apasionadamente. Las primeras palabras que pronuncié después de un largo silencio fueron:
…¡Te amo!
… ¡No tuvieron respuesta verbal, pero su conducta no fue la misma, mi locura se imponía a su cordura entre los ceibos y pasionarias ¡
Con el reloj detenido, con la arena besando nuestros cuerpos, con el sol rojo que se hundía en la laguna y nos dejaba solos, sin testigos de nuestro amor
Jorge Eduardo-En la playa, Santa Fe-1962-1968La Plata 1/ 3 /2008//20
N°8
OTROS TRABAJOS Y LOS VIAJES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 14-01-2008

El cambio a Maleic
Un día había decidido cambiarme de Ipako a una empresa de Ingeniería: SADE, Donde trabajaba mi amigo y ex jefe, de Petrosur. ´

Fui a buscarlo y cuando estaba en la puerta de su oficina, frente a diagonal norte, cerca de la oficina de YPF, pasó por la esquina Willy (un amigo), que me dijo que me estaban buscando, porque iban a hacer una fabrica nueva: Maleic y necesitaban un ingeniero con experiencia en petroquímica, para el cargo de Jefe de Producción.

La fábrica era en Ensenada, pegada a PGM; de donde recibiría materia prima, que por entonces era benceno, aunque tres años después cambió a butano, que también lo recibió de PGM; además recibió servicios auxiliares: Agua de enfriamiento, nitrógeno y aire de instrumento. Maleic fue concebida como la fabrica más moderna en esa época. Tenía control automático por un sistema desarrollado por computadoras, específico para esa fábrica, sistemas independientes de seguridad que controlaba la relación aire-butano y cortaba con una milésima debajo del valor máximo permitido con seguridad; que a su vez se tomaba unas décimas por debajo del máximo establecido.

Si la relación de aire- butano tenía más butano que el permitido, se producía una explosión, por lo cual siempre calibrábamos el medidor de relación y controlábamos el instrumento que cortaba el butano.

Maleic me puso contento porque hacía mucho que quería trabajar en la construcción de una fábrica nueva. Me reuní con el Gerente General y a los diez días estaba trabajando. Empezamos por montar las oficinas en La Galería Jardín Florida, que era de los dueños de Maleic:

Los viajes a: Brasil, Francia, Estados Unidos y México
A los pocos días, “el ingeniero” (el Gerente General) y “el General”, (El Presidente) empezaron a proyectar los viajes que haríamos para visitar fábricas en Brasil, Francia, Estados Unidos y México.

El viaje a Brasil lo hicimos “el ingeniero” que era mi jefe y yo. Esta fue la primera visita a una fábrica de Anhídrido Maleico, fuimos a Bahía, donde vivía Chicho y otro amigo de Chicho que trabajaba en Ciquine; por intermedio de ellos organizamos la visita, allí nos recibió el Ingeniero Otto, una persona educada y gentil que nos explicó perfectamente cómo no había que hacer las cosas para que no salieran mal. Nos dio mucha información en sólo un día.

Visitamos la fábrica en medio de la lluvia tropical de Bahía, a la tardecita fuimos a visitar la catedral de Bahía y a la noche Chicho nos llevó a ver un espectáculo de Capoeira; una danza de los esclavos de la época de la colonia, que les servía como medio de defensa. Aprendían el Capoeira en los Quilombos, el lugar donde en la selva se reunían los negros fugados de sus patrones, que los habían comprado como esclavos.

Cuando íbamos a tomar el avión a Río se nos hizo tarde y “el ingeniero” llamó al aeropuerto y logró que nos esperara el avión quince minutos, ya estaba en la pista cuando subimos, les agradecimos y el avión partió.

Paris y Nueva York
En el mes de Julio, el 21 de Julio de 1978, nació Yanina, cómo a Paris y Nueva York iríamos en Noviembre, Yanina sería muy chiquita, además nació con siete meses.

Afortunadamente creció mucho y rápido y cuando llegó la partida estaba gordita y con el peso normal. Se la dejamos a las tías y a la abuela. Todo el viaje la estuvimos extrañando y no veíamos la hora de volver a verla.

A Paris iríamos con Hugo a conocer fábricas de Anhídrido Maleico; “el ingeniero” había tenido un cargo oficial en la embajada de Paris, conocía Paris perfectamente, por lo que “el General” le dijo:

¡“Nenucho”!: ¿Por qué no les enseñas Paris a los ingenieros?
A lo que éste respondió:
…¡Déjalos que se pierdan y aprenderán solos!

Así fue, llegamos y nos perdimos, confundimos un viejo arco romano con el Arco de Triunfo; y recién cuándo descubrimos el verdadero, encontramos nuestro hotel de cinco estrellas.
El viaje lo hicimos con nuestras esposas; fuimos a Paris al hotel de cinco estrellas, que teníamos contratado, pero luego nos cansamos y nos fuimos a una hermosa hostería, de un amigo de una amiga de Estela. La hija del dueño de la cervecería Schneider de Santa Fe.
Habían sido compañeras del secundario y se había ido por la persecución de los militares. Por ese temor que teníamos, ya en el mes de noviembre, después del golpe no fuimos a verla y Estela no me lo perdonó. La hostería era de un gallego, macanudo. Estaba muy cerca de la Torre Eiffel, en lo que era el sector del mercado de frutos, en la calle. Allí vendían toda clase de animales silvestres y era increíble en el medio de Paris conseguir: Ciervos, cerdos jabalíes, liebres, todo era muy atractivo.

La fabrica
Íbamos durante la semana, de Paris a la fábrica, que estaba a cien kilómetros; teníamos un auto alquilado que de noche lo dejábamos estacionado en el lugar donde de día era la feria o mercado, arriba de la vereda, como es costumbre en Paris.

La fábrica estaba junto a un río muy importante de Francia, ellos tomaban agua después que el río pasaba el limite de la fabrica y volcaban el agua tratada en una posición que estaba “antes” de donde captaban el agua para su uso; lo que los obligaba a tirar agua bien tratada, de lo contrario tomarían el agua por ellos contaminada.

El Gerente de la fábrica era un científico que trabajaba en la Universidad de Paris: La Sorbona. Fue el primero en alertarnos de los posibles problemas que enfrentaríamos con la empresa de ingeniería básica.

Para que nos recibieran en la empresa de Francia, Maleic pagó US$10.000; ello hizo que nos atendieran en todo sentido muy bien, tanto en la faz técnica como en la comida que nos dieron.

El profesor nos dio explicaciones muy completas de cómo teníamos que diseñar la fábrica, fueron muy útiles porque ellos habían construido la primer planta que se construyó en el mundo con la tecnología que habíamos comprado y luego hicieron la segunda con grandes mejoras y ellos personalmente, ya habían vuelto a mejorar el diseño, la primer fábrica había quedado como museo y no la habían destruido.

La comida merece un párrafo aparte, comíamos manjares hechos por un gran chef; lo principal eran frutos de mar, como: Langostinos, cangrejos y langostas.

El Castillo de Chantilly
La gente de la fábrica nos llevó a comer al castillo de Chantilly, en ese lugar, había un establo que perteneció al conde de Chantilly, donde guardaba su caballo.
A medida que nos aproximábamos a la caballeriza, ésta nos deslumbraba cada vez más; es que el duque había construido como establo, para su caballo, una replica exacta en menor tamaño del castillo. El predio tenía otras pesebreras más modernas, pero no igualaban el lujo del viejo y pequeño castillo; Las Caballerizas, reconocidas como las más bellas del mundo, albergan el “Museo Vivo del Caballo”, que reúne más de mil cuadros, esculturas y dibujos de artistas contemporáneos. El castillo tiene un foso de agua y un viejo puente levadizo para cruzarlo.

Las noches en Paris:
Los días que estuvimos en Francia, fuimos a cenar a diferentes lugares, no pudimos cenar en Maxim porque siempre estaba lleno y había que reservar con un largo tiempo de anticipación; pero fuimos a otro comedor que tenía recipientes con truchas nadando en la puerta del comercio, uno podía elegir la trucha que más le gustaba, ellos la preparaban como vos elegías; en esas ocasiones se piden los mejores vinos y eso hicimos, pero salimos frustrados con el mejor vino de la casa, no nos gusto: Dulzón y gusto frutado.

Cuando finalizaba nuestra estadía en Paris fuimos al museo Pompidou, una construcción muy interesante y llamativa con las cañerías por afuera. A ese lugar fuimos a la noche solos con Estela, y estábamos en un café lindero tomando cerveza y cenando unos sándwiches; en eso se arrimó un hombre con cara de japonés y en inglés nos dijo que no anduviéramos caminado por ese barrio, porque era muy peligroso. Con esa advertencia no nos volvimos caminando, tomamos un taxi que nos trajo a las dos de la mañana a la hostería.

Una noche con Estela, fuimos al Lido que estaba de temporada; cuando está el Lido abierto el Moulin Rouge cierra y viceversa.

Llegamos y estacionamos el auto en la vereda frente al Lido; en París es legal estacionar en la vereda, enseguida fuimos a sacar entrada y como buen argentino en la época de la plata dulce, le di una suculenta propina al vendedor de las entradas, para que me diera la mejor ubicación. Me dio un lugar pegado a la pista, donde bailaban las coristas. Las coristas pasaban sus piernas por sobre mi cabeza y yo desperté la atención de una de ellas, tanto que Estela se enojó conmigo porque la miraba demasiado.

Al lado nuestro había una delegación de japoneses, que no veían ni miraban nada, porque estaban todos dormidos, eran miembros de esas excursiones que salen a las ocho de la mañana, recorren todo Paris y los alrededores y terminan a las once de la noche en el Lido, sin ganas de ver nada, ni las mujeres más bonitas. Vimos japoneses por todas partes, en los hoteles, en los comedores, en la torre, en la calle y en el Lido.

Otra noche fuimos hasta el lugar donde está el Moulin Rouge, donde dibujó sus celebres bailarinas Toulouse Lautrec, sobre el papel de las servilletas que había en el local. La verdad que hubiese preferido que el Moulin Rouge estuviera abierto y no el Lido, por la historia que conocía. Lo único impactante en lo que vimos por allí, fue que en los alrededores del Moulin Rouge había toda clase de mujeres y como era invierno andaban con un tapado blanco de piel, no se veía nada, pero cuando se arrimaban al auto para ofrecerse, se abrían el tapado y quedaban mostrando todas sus intimidades sin ningún recato.

Inglaterra por Estados Unidos:
Los últimos días en París, decidimos no ir a Inglaterra con Hugo y señora, adelantamos el viaje a Estados unidos y llegamos dos días antes a Nueva York, de lo que teníamos previstos. Nos vinimos del aeropuerto de Paris, Charles De Gaulle, al de Nueva York, J. F. Kennedy; vimos al salir, en la pista, un avión Concorde, que en esa época estaba en plena prestación de servicios, era una belleza y me hubiese gustado viajar en él. Era el año 1976

A Estados Unidos llegamos un día sábado y recorrimos grandes tiendas en Nueva York, compramos un equipo de música japonés de última generación, incluidos dos enormes parlantes marca Pioneer. No fue fácil cargar todo pero lo hicimos.

Estuvimos en el Rockefeller Center, allí fuimos a una enorme biblioteca técnica que editaba el manual Perry de ingeniería química. Vimos el famoso árbol de navidad que hacen frente al Rockefeller Center.

El día domingo lo pasamos recorriendo muchos lugares de Nueva York: La catedral de San Patricio, El Central Park, Las Naciones Unidas etc. El lunes salimos para la fábrica, acompañados siempre por el ingeniero de Scientific Desing, viajamos como 1000km en avión y llegamos a la tarde, nos atendieron tan mal que les propuse que nos retiráramos y así fue, no nos explicaron nada y todo de mala onda.

Nos recibieron con los pies sobre el escritorio y desde allí conversaban con la persona que nos guiaba. Nos fuimos de la fábrica con un gran enfado por el mal trato y no les agradecimos la visita. Esta fue la única visita que no le sacamos provecho.

La última visita: México:
Ya teníamos la planta en construcción avanzada cuando decidimos ir a México, para ver cómo se hacía el cambio de catalizador que tenía ciertos requisitos, fui yo solo para traer información y aplicarla en nuestra fábrica.

Fue una experiencia espectacular, eran unas personas con una gran gentileza que me enseñaron no sólo a cambiar el catalizador, sino secretos operativos y detalles de cómo operar la planta. Me recibió el dueño que manejaba un complejo industrial de unas quince veces el tamaño de la planta que estábamos construyendo; diferentes tecnologías, grandes tamaños de plantas y distintos productos. Al llegar, el dueño, me invitó a un curso de Dirección de Empresas, que darían en la planta de Puebla, estuve allí una semana y fue lo más interesante que recibí como training, de todos los que había hecho.

Recorrí los pueblos vecinos y disfruté del hotel con sus grandes comidas (le decían “el comedero”),… en las inmediaciones de Puebla, había un cerro, que era en realidad un montículo hecho por los indios en época de Cortes para cubrir con tierra sus lugares sagrados...

El Gerente de Fábrica de todas las unidades, era un mejicano súper cordial, que no sólo me llevó por todos lados, sino que me explicó todo con lujo de detalles; recordaba la actitud de lo americanos y me daban aversión.

Mi estadía en México fue útil, divertida y placentera. Recorrí las pirámides, varios pueblos con iglesias bañadas en oro, visité las pinturas de Rivera en la casa de gobierno y la catedral de nuestra señora de Guadalupe.

El día que me vine había recogido una gran experiencia, estuve en el Instituto del Petróleo Mexicano (PEMEX) en la ciudad de México, me dieron un montón de información sobre temas de mi interés y quedé con contactos para consultarlos el día de mañana.

Todo llega a su fin y ese extraordinario viaje me deparó una sorpresa más, en el aeropuerto me encontré con un amigo que no veía desde que me fui de San Juan, hacía dieciséis años.

El proyecto de Ingeniería Básica lo hizo una empresa de mucho prestigio en este tipo de tecnologías: Scientific Desing, de origen estadounidense, la primera que vendió tecnología para terceros, las otras tecnologías eran cautivas como la de Monsanto.

La ingeniería de detalle la hicimos con una empresa que salía de un grupo de ingeniería de Atanor. La construcción y montaje la dirigió la empresa de ingeniería de detalle: Tecnor. El proyecto y construcción se hizo en los plazos previstos; la construcción la hizo la empresa Saieva Patagónica; al llegar cerca de la finalización, el Gerente General, se fue de la empresa a dirigir el proyecto de modificación más grande de la argentina, el de YPF por 1000 millones de dólares, en las dos refinerías : Cuyo y La Plata. Me quedé a cargo de todo lo que fue la organización final de la empresa, la incorporación de los ingenieros, técnicos y de los operadores, que harían la puesta en marcha.

La puesta en marcha tuvo un primer contratiempo, se produjo una gran explosión que nos obligó a rediseñar un separador de benceno; esto ya había pasado en otra planta en Yugoeslavla, pero los que hicieron la ingeniería básica fueron ingenieros distintos y habían pasado muchos años, no pudiéndose aprovechar la experiencia.

El rediseño fue exitoso y el segundo arranque resultó con pleno éxito.
La empresa se desarrolló en todos los ámbitos: producción, tecnología de control de calidad, personal, mantenimiento mecánico, ventas, exportación, importación de repuestos, de catalizadores etc. El mayor éxito fue competir con empresas asentadas en Brasil y desarrollar un amplio mercado por calidad y precio en ese país.

Hicimos el proyecto con la definición de hacer una segunda planta a los diez años de establecida la primera y lo logramos con un éxito singular. Cuando cambiamos de materia prima de benceno a butano, usamos un catalizador de Scientific Desing, este funcionó mal y de inmediato lo cambiamos por uno de Denka, una empresa con tecnología propia, muy buena, que luego utilizamos en la segunda planta.

Maleic, la segunda planta:
Cuando íbamos a construir la segunda planta, estuvimos explorando una laga lista de opciones de otros proyectos posibles; con buen criterio decidimos construir la otra planta de maleico, que en nuestra imaginación, suponíamos, iba a ser el mejor modo de expandir los negocios de una empresa petroquímica; que había surgido de la nada, sólo de un grupo económico que no tenía atrás un grupo industrial.

Cuando empezamos, el negocio era nuevo para todos, desde el grupo contratado para ingeniería de detalle, hasta los equipos de apoyo al desarrollo de la empresa; la experiencia acumulada en los diez años de operación eficiente de la planta inicial, nos dio la seguridad que nos convenía seguir con un negocio que ya conocíamos.

También el conocimiento de la gente de Denka y el ver que ellos tenían una gran industria basada en dos productos diferentes pero básicos y de gran rentabilidad; uno era con dos grandes plantas de caucho y el otro con cinco plantas de anhídrido maleico con reactores de 10.000 toneladas por año. La gran experiencia acumulada por Denka en el aspecto operativo y su producción de catalizador en forma por demás exitosa, hizo que junto con Scientific Desing, nos pusiéramos en mente hacer el nuevo diseño de una planta que reuniera todas las ventajas que se consideraran factibles para ese momento.
Se dio la situación que Denka compró a Scientific Desing y entonces ya no habría necesidad de un acuerdo entre las tres empresas para la transferencia de tecnología por parte de Denka, sino que sólo le compraríamos a Denka la ingeniería básica con todos los beneficios que llevaba la experiencia de Denka.

A pesar que comparativamente éramos una empresa pequeñita en relación a Denka, ellos cuando vinieron a colocarnos catalizador de su producción, tomaron con mucho respeto la planta que habíamos construido y observaron que habíamos hecho un diseño que era superior en aspectos esenciales a su planta de Houston.

El diseño de la segunda planta comenzó de una manera informal en Ensenada, donde fuimos comentando los aspectos fundamentales a tener en cuenta, por ejemplo el movimiento del anhídrido maleico por las diferentes etapas.

En nuestra planta se decía que el movimiento era por gravedad con el uso de una sola bomba que subía el maléfico al último piso y luego iba pasando por las diferentes etapas del proceso por efecto de la gravedad, esto permitía que en el caso de un corte de electricidad la planta se pudiera evacuar sin quedar con el producto en las cañerías y correr el riesgo de solidificarse.

Las plantas de Denka eran del viejo diseño de Scientific Desing y no eran construidas en altura sino que tenían un sólo piso y gran extensión a nivel del suelo, cinco veces mayor que la planta nuestra, que tenía una estructura de hormigón de cinco pisos.

La conferencia de diseño para nuestra futura planta se hizo en Denka con la participación de todo el Staff técnico de esa empresa, ellos tenían interés en el proyecto nuestro, no solo porque debían garantizar el funcionamiento, sino también porque tenían la gran oportunidad de construir la planta más moderna, que hasta ese momento no se había ejecutado.

Era importante decir que nuestra planta era la única de las que conocíamos, ingeniería abierta, que tenía control por computadora y recién las plantas petroquímicas modernas se ejecutaban con el sistema que habíamos implementado diez años atrás.

La Conferencia de Diseño fue la oportunidad para viajar a Houston, Texas, teniendo de Cicerone a uno de los dueños de Denka, quien era un buen amigo, relación mantenida durante sus visitas a cambiar nuestro catalizador, que ellos nos suministraban.

Yo me esmeraba en la atención durante sus visitas a la Argentina y los llevaba por ejemplo a comer a un restaurante donde servían ciervo, chancho jabalí, liebres, perdices, mulitas es decir animales exóticos, para ellos y nosotros. Eso le agradó mucho a Click y cuando fuimos a Houston nos devolvió las atenciones llevándonos a lugares muy clásicos y pintorescos.

El viaje a Denka, fue un buen motivo para visitar Houston, uno de los lugares con mayor desarrollo industrial del mundo. Cuando llegamos al aeropuerto de Texas, en Houston, nos esperaba Click con otro ingeniero que siempre viajaba con él a la argentina. Un hombre amable de perfil bajo, que era fanático de Gabriela Sabattini, quien ese día ganó el torneo del abierto de Estados Unidos, y nos hizo festejar juntos la victoria de Gabriela, nos llevó del aeropuerto, en forma inmediata a la NASA.

Allí vimos la mayoría de los cohetes que se usaron durante la campaña espacial y que permanecían en exposición: Originales y réplicas exactas; lo mismo que el Discovery, el cual visitamos por su interior, detalle súper interesante. Click había trabajado para la NASA, como Químico y tenía permiso para ingresar a los diferentes sitios de las instalaciones y equipos de la NASA.

Estuvimos en la sala de control de vuelo, donde se ve el mapamundi expandido de toda la tierra y sobre el cual se pueden trazar los giros de los cohetes que orbitan la tierra. También estuvimos en la sala donde se entrenan los astronautas en situación de antigravedad, fue una experiencia inédita y muy enriquecedora, nunca supuse que pasaría por ella.

Durante el viaje en avión comí, era una aerolínea norteamericana que está acostumbrada a servir comidas muy picantes durante el vuelo. Al salir de la NASA fuimos a un comedor mejicano que también tenía comidas muy picantes que aumentaron mi insipiente descompostura estomacal, a un dolor insoportable.

Esa tarde soporte una descompostura de gran magnitud que me obligó a pasar la siesta en cama en el hotel que teníamos reservado. Estuve tomando remedios que me sacaron de la situación de extrema gravedad, a la noche pasó Click a buscarme para ir a cenar.

Fuimos a un comedor de pescados y mariscos, de un italiano. El lugar estaba decorado con el tema del comedor, todas las paredes estaban revestidas por grandes acuarios, que tenían enormes peces de mar, tales como tiburones, rayas marinas, enormes tortugas marinas de tamaños y colores increíbles, además de toda clase de peces de colores que se reproducen en los arrecifes de coral.

La cena consistió en ostras de caparazón nacarado de color blanco, comí una sola con limón y sal, cruda, tomé te frío como bebida y salvé mi primera noche en Texas.

Al día siguiente comenzó la Conferencia De Diseño, nos reunimos en un salón, en una mesa para veinte personas.

Se tomó el diseño por especialidades y se establecieron comparativamente las mejores condiciones de diseño. Comparamos las Ingeniería Básicas Scientific Desing y las condiciones del último diseño realizado por Denka. Escribimos las pautas para cada área de la planta y esto permitió que Scientific Desing confeccionara una nueva Ingeniería Básica para nuestra segunda planta, lo que nos obligó a un pago por ingeniería básica; la nueva planta mantuvo criterios importantes de la primera como la construcción en cinco pisos, en contraposición al diseño de Denka de un piso.

Las modificaciones sin embargo fueron muchas sobre todo en el diseño de equipos críticos como el reactor, intercambiadores de calor etc. También cambiamos el criterio de provisión de equipos ya no teníamos equipos cautivos como en la primer planta que debíamos comprar sí o sí de determinadas marcas.

La cena de despedida de la conferencia de diseño, se realizó la noche anterior a irnos de Houston. La calidez y calidad del grupo humano de Denka era excepcional, nos invitaron a un comedor construido en un viejo galpón del año 1800, uno de los primeros galpones que se construyeron al lado del canal que unía el mar con las primeras plantas industriales construidas en Houston.

Fueron todos los que participaron de la Conferencia De Diseño, con sus respectivas esposas, excepto los representantes de Maleic y Scientific Desing que no habíamos viajado con ellas.

El lugar era deslumbrante, las paredes viejas de madera de pino estaban reforzadas por el lado exterior con maderas cruzadas, clavadas en diagonal con las maderas originales del galpón. De ese modo permitió que el galpón se mantuviera en pie por doscientos años y un arquitecto de gran creatividad, construyó un comedor súper original, con detalles y adornos con elementos antiguos, de los que usaron los granjeros que vivieron de la agricultura y ganadería; hacía también un montón de años.

El comedor tenía mesas que fueron construidas por los granjeros, con herramientas muy rudimentarias, le dejaron un sello singular de su tiempo. Todo lo que era los baños y la cocina había sido construido con el mayor lujo que jamás me pudiera imaginar. En medio de detalles de antiguas cosas, el modernismo y belleza de algunos locales eran otro toque destacable en este bello y raro comedor, el interior tenía desniveles como alguna vez tuvo el galpón original; los parques y estacionamiento tenían ciertos aspectos de diseño que parecía que se iban atar carretas de caballos y no estacionar autos último modelo.

No obstante lo comentado sobre el modernismo del que gozaban algunos sectores, el comedor era un autentico restaurante del Lejano Oeste, faltaban los cowboy que asediaron al galpón cuando recién lo habían construido; todo armonizaba y transportaba al pasado, por la originalidad de las cosas exhibidas en ese simpático y extraño restaurante del oeste. No faltaban los revólveres tipo “Colt El Pacificador”, en sus vitrinas, ni los dos modelos de rifles Winchester y otros de mayor antigüedad de un sólo tiro, que se usaron en las luchas desiguales contra los indios.

Cuando me iba me pareció ver a lo lejos un arreo de vacas con largos cuernos, que eran asediadas por un grupo de “caballo loco” y los vaqueros defendiéndose con sus rifles y revólveres, dejando muertos propios y ajenos tirados en los medanos de arenas, que sería alimento para las aves y animales carroñeros.

La planta se construyó con la ingeniería básica realizada por SD (Scientific Desing) y chequeada por DK (Denka); la Ingeniería de detalle la hizo una empresa argentina: Sade, que también realizó la Obra Civil y el Montaje. Quedó perfecta y producía con gran eficiencia y no tenía problemas operativos, la computadora de control automático de la planta, era de última generación para control de plantas industriales y tuvo un gran adelanto informático, con respecto a la instalada, doce años antes.

Pero no todo fue de absoluta felicidad, la tapa del reactor se debió re-mecanizar, antes de la puesta en marcha…, en el Astillero Rió Santiago y quedó perfecta, siendo el único contratiempo para una planta nueva, que después anduvo muy bien y que resultó muy barata en su equipamiento, de gran calidad debido a la experiencia que se tenía.

Cuando entró en producción la segunda planta de Anhídrido Maleico, fuimos los mayores productores de América Latina. Esto nos puso a competir con Ciquine, el único productor que existía en Sudamérica, de Méjico para abajo, hasta que apareció nuestra pequeña empresa, pero que cuando creció molestó a lo brasileros por el manejo que tenían primero del mercado en solitario y luego compartido y finalmente compitiendo con una planta de mejor tecnología.

Entraron en negociaciones Ciquine y Maleic. Ciquine era una empresa de capitales mixtos 33% brasileros privados, 33% gobierno brasilero y 33% capitales extranjeros (japoneses) y su tamaño en inversión realizada sería unas quince veces mayor que nuestra empresa.

El atractivo que tenía comprar nuestra planta era quedarse con toda la producción de esta parte de América y con todo el mercado, sacándonos del negocio.

Los dueños de Maleic vieron la oportunidad de hacerse de capital efectivo, habiendo partido de un negocio que puso muy poco dinero de contado y se desenvolvió con fondos del Banco Nacional De Desarrollo, con muy bajas tasas de interés a valores promociónales, con leyes que favorecían el desarrollo de la Industria Petroquímica Nacional, Los préstamos se pagaron con producción y a los doce años estaba amortizada la primera planta y en plan de pago la segunda, negocio que les interesó también a los brasileros. El negocio se hizo por un monto en efectivo muy superior al capital propio que usó el grupo propietario de Maleic, y un pago anual porcentual a las ventas producidas.
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Para Ciquine significó ser el único productor sudamericano y dominó el mercado de todos los países de América Latina. Los dueños de Maleic, durante la formación de la empresa, sólo se interesaron por los aspectos financieros, nunca se ocuparon de aspectos relacionados con la industria.

Después que se fue “el Ingeniero”, yo quede como único responsable técnico que desarrollo la empresa en su faz técnica y humana. Sólo tenía contacto con el Presidente que era abogado, que ponía buena disposición en los aspectos de manejo operativo y en algunos casos relativos al personal, pero que no participó fundamentalmente en las negociaciones al igual que yo, lo hicieron los dueños y al cerrar el trato no se estableció ningún punto de arreglo para con el personal jerárquico, que quedaría desplazado.

Este aspecto quedó librado a las negociaciones personales con los brasileros. Yo fui el Gerente Industrial desde 1978 y hasta 1993, es decir durante quince años, dirigí en planta todas las actividades de la empresa. Los brasileros se hicieron cargo de la empresa de una manera casi furtiva para el personal jerárquico, vinieron un día con uno de los dueños, fueron presentados como los nuevos dueños, y que a partir de ese momento tomaban el control de la empresa con su absoluto criterio, reubicando a quienes creyeran conveniente o despidiendo a quienes consideraran prescindibles.

Demás está decir el zafarrancho que armaron, el primero en perder su posición y jerarquía, no así el sueldo fui yo, el Negro que vino para hacerse cargo era un descastado con el que no pude negociar. Me fui de la empresa sin renunciar, y estuve un año cobrando el sueldo que me lo traía el nuevo Jefe de Personal a mi casa.

Como dije me alejé de Maleic sin renunciar y arreglé un viaje a China con SD, iba ir a Beijing, que eran donde construían una planta y tenían problemas con las relaciones entre los franceses, constructores y los dueños de la planta: Los chinos.

Mi viaje empezó por Nueva York, donde de casualidad nos encontramos los franceses, SD y yo, en las reuniones que tuvimos establecimos un plan de relaciones con los chinos, y los franceses se hicieron cargo de que los chinos lo cumplieran.


Esta propuesta fue aprobada por SD, los franceses y yo y quedó vigente.
A los chinos le significó perder autonomía para cambiar el proyecto pero la aceptaron y a partir de entonces la construcción tomó un ritmo de entendimiento y los ánimos se calmaron.

NIDERA:
Después de irme de Maleic, entré a trabajar en NIDERA, como subgerente de producción a cargo de la planta: Producción y Mantenimiento. Fueron años interesantes que viví en Junín, la relación que hice con los encargados: Jefes de turno y encargados de mantenimiento, fue muy adulta y simpática. Había cambiado mi actitud con el personal y me ocupé dedicadamente en tener buenas relaciones con todos: jefes y operarios.

En los años que estuve llegue a sentir que se habían puesto la camiseta y todos se esmeraban en trabajar para que todo saliera bien. Como dato de interés resultó el número de despedidos durante mi gestión, un operario de caldera que lo despidió el jefe sin consulta previa; cosa que les tenía indicado como no deseable, salvo falta grave intencional. .

Alquilé una casa que la eligió Estela y el alquiler lo pagaba Nidera. Durante el primer verano, mientras buscábamos una casa para alquilar, conseguí, una casa quinta con pileta, un hermoso parque y plantación de frutales. Esa casa quinta sirvió para reunir en diferentes ocasiones a muchos amigos nuestros de Estela y míos y de los Chicos.
Entre los que estuvieron allí, estuvo un amigo y su señora, le gustó tanto el lugar que quería comprarse un predio vecino; era un bosque con árboles antiguos y con algunos frutales. Otros que vinieron fueron los amigos, amigas, novias y novios de los hijos y las hijas. A algunos conocí en esa ocasión más detalladamente ya que vivían con nosotros y se quedaban a dormir en la quinta, una de ellas fue la novia oficial de mi hijo mayor, la primera novia que presentó y con la que se casó. Era menudita, chiquita y de perfil bajo, era calladita, muy mona y nos hicimos amigos. Conocí, el novio de Mariela, que se fue desde La Plata en moto, una moto grande de 750cc. Buen chico ahora hace un par de años que viven en pareja, pero no se casaron y yo los embromo. Los amigos eran el Toti y La Flaca, los que más estuvieron. También los amigos del Rana de villa Constitución. Los parientes Tito y Martha y todos sus hijos: Gisela, el Rana, Valeria, Cristina y Pocho, con todos sus hijos: Gabi, Alejandro, Pablo, y Nani. Comíamos asado todos los días, que hacía Tito, que fue por dos días y se quedó todo un mes; comíamos carne de vaca, cordero que yo traía del campo donde iba a andar a caballo, con los caballos de Leopoldo, y hasta pescado a la parrilla, carpas que pescaban Diego con el Rana en la lagunas de Junín. Tito se lastimó la espalda, tirándose a la pileta de media vuelta para atrás.

Yo compré un auto nuevo, un Vectra Opel Alemán, un auto precioso con una calidad de marcha incomparable, me quedé con el BMW, que quedó en La Plata y viajaban los chicos con Estela a Junín. El Vectra era un auto súper veloz, andaba a 225 Km. /h y un poco más, tenía un sistema computarizado que hacía que siempre estuviera a punto y no pistoneara por más que lo sacara en tercera.

En Junín los fines de semana al lado del cementerio, en el verano se hacían bailes frente al templo en la calle, allí íbamos con los chicos y bailábamos sin parar.
Los operarios de Nidera, pedían en el templo, que Dios intercediera por mí, me querían mucho y desde que yo me hice cargo, las relaciones entre la empresa y el personal cambiaron para bien y de ciento veinte operarios que habían despedido en dos años, se pasó a un sólo operario. También recibieron cursos de capacitación y todos rotaban por todos los puestos, convirtiendo al personal en polivalentes lo que significó que si alguien faltaba porque se enfermaba cualquiera lo podía reemplazar.

La llegada del nuevo Gerente, terminó con mi permanencia en Nidera, él trajo a un amigo de la Planta de Avellaneda y al año me fui

Aceitera Terminal 6:
Mi alejamiento de Nidera me permitió trabajar en el diseño de otra aceitera: Terminal 6, en San Lorenzo junto al río Paraná. Entré por mi relación con el Gerente de Ingeniería de Aceitera General Dehesa de Córdoba.
Allí participe del diseño y la corrección de diseños mal ejecutados, como el de todas las bombas centrífugas.Todo terminó y la aceitera no dejó de convertirse en la planta más grande construida en la Republica Argentina para la producción de aceite de soja.

La Cámara Química Y Petroquímica:
Mi relación con el gerente de Petroken me permitió entrar a la Cámara Química y Petroquímica para realizar un estudio sobre las asimetrías de la Industria Petroquímica entre Brasil y Argentina.

Hice un estudio comparativo de todos los factores que incidían sobre la industria, consulté la bibliografía sobre el MERCOSUR y las ordenanzas que regulaban la producción en cada país y el comercio bilateral. Conseguí información de la Cámara Petroquímica brasilera, también recurrí a la Biblioteca Argentino-Brasilera.

El estudio de las asimetrías se termino al año y fue expuesto en la exposición de la Industria Petroquímica, tuvo buena repercusión, pero fue presentado sin mencionar ningún autor.

El INTI:
Cuando había terminado mi relación con la Cámara, me llamó “el Ingeniero” que había sido mi jeje en Maleic y era el presidente del INTI, para que realizara en colaboración con otros ingenieros del Instituto, un estudio sobre derivados del etanol, para una planta de alcohol que construiría YPF en Neuquén.

El trabajo contó con la participación del INTI, terminándose en corto tiempo y con el agrado de YPF y a su vez del INTI. Como mi relación era sólo para este trabajo fui a hablar con el Director del CFI.

Mi Segundo Contrato Con El CFI:
El CFI necesitaba que se investigara la relación que tenían los industriales de las PYMES que recibían créditos mixtos del CFI y el Banco Nación, había demoras en la concesión de los créditos que no estaban bien explicitadas...

La Jubilación:
Cuando terminé los trámites de la jubilación y esta me salió, dejé mi trabajo en el CFI. Sin obligaciones diarias de trabajo inicié un nuevo estilo de vida.

Con el monto inicial de jubilación me compré un auto nuevo Peugeot 206 Diesel, ya no tuve que viajar a Buenos Aires y me dediqué a cursar computación para afirmar mis conocimientos ; empecé a escribir mails a mis amigos e hijos que están lejos: A España, Costa rica, Chile.

Me abrió un panorama que desconocía, también empecé a revisar temas por Internet y lo último que hice fue comenzar a escribir sobre mi vida sin que por ello lo escrito fuera de rigurosidad histórica, sino más bien una fantasía que se cruzaba con lo real en un modo llamativo.

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Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.1958
San Juan-1960-
Santa Fe-1962-1967 Campana-1968-Capital-1974-1976-La Plata-1976-2009


N°9
LA FACULTAD

El galpón- San Juan- Santa Fe-La Colimba-Santa Fe

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1958
Fecha de alta 11-01-2008


El galpón:
El ingreso a la Universidad para estudiar ingeniería química, terminó con Fu manchú, ya que nadie me decía por ese apodo.
Fu manchú había escrito sobre la pared de un galpón de su casa: “Viva Jorge Eduardo; maestro e ingeniero químico”. Era una manera de despedir a Fu manchú para siempre y transformarse en el futuro maestro e ingeniero, cosas que Fu manchú ya había decidido antes de recibirse de maestro.
El galpón servía para hacer catarsis, dejar mensajes de interés sobre sus paredes, (nada más que para Fu manchú); así también había mensajes referidos a su equipo de fútbol y a sus corredores de auto, aunque en este aspecto en esa época había menos información sobre fútbol y automovilismo.
El equipo de fútbol de Fu manchú era River, y su ídolo automovilístico era el Aguilucho (Oscar Gálvez), el aliento se traducía en un “River Campeón” y “Vamos Aguilucho”. La escritura sobre las paredes no era con aerosol, sino con carbón que era el medio de escribir paredes de esa época.
El galpón guardó sus mensajes por unos cuantos años pero no alcanzó a recibir la noticia en 1967, de que su leyenda “Jorge Eduardo: Ingeniero Químico”, se había cumplido. Uno de los tantos temblores desmoronó su techo y algunas paredes y mi papá por seguridad lo hizo voltear; había estado en pie en ese lugar cerca de cincuenta años, lo construyó el nono como primer galpón de la finca Furlani, sería por el año 1920; allí se guardaron las monturas, las maquinas de sulfatar, los tablones que se usaban para carnear chanchos, las cadenas que se usaban en la finca, los aperos de los carritos de sulfatar, la prensa para hacer los libros copiadores de las facturas y los libros en papel Biblia, esa prensa yo la vi usarse finalmente para prensar los jamones, aunque conocí algunos libros de papel Biblia.
El galpón tenía, como la mayoría de las construcciones de esa época, techos de cañas y barro, soportados por palos de álamos. Eran adecuados para fabricar el techo, pero no tenían muchos años de vida y terminaban podridos cayéndose. Ese fue el motivo principal por el que se cayó el techo y el galpón no resistió el sismo que lo tiró.
El galpón era alto y muy fresco, construido de adobes de barro y elegíamos algunos lugares que no estaban ocupados para pasar las siestas calurosas, tirábamos bolsas de arpillera que se usaban con las bolsas de avena, que también se guardaban en el galpón cuando estaban vacías, de ese modo teníamos un lugar fresco y cómodo para jugar o dormir la siesta según tuviésemos ganas. Cuando el galpón fue destruido yo ya no estaba viviendo en casa y cuando vine y no lo vi, me dio mucha pena, era como si un viejo amigo hubiese partido y yo no estuve allí para saludarlo.



La inscripción en la universidad:
Unos años antes de terminar el secundario pensaba estudiar medicina, pero un día fui a un sanatorio a ver un enfermo y sentí un fuerte olor a cloroformo que me descompuso, me dio como nauseas y salí inmediatamente. Allí me di cuenta que mi elección estaba equivocada y que tenía que elegir otra carrera.
Hablé con mi papá a quien le tenía mucha consideración por sus conocimientos y me conocía mejor que nadie, él a pesar que desde los dieciocho años estaba en la finca trabajando con su papa, era una persona muy informada y con una cultura general muy elevada.
Él me aconsejó que estudiara Ingeniería Química, una carrera que no hacía muchos años existía y por entonces se dictaba en San Juan, él estaba siempre informado, no parecía un campesino que se ganaba la vida cultivando viñas y frutales de lo que sabía una enormidad.
Hice mis averiguaciones y completé todos los papeles que tenía que presentar, me fui a San Juan sin conocer nada ni a nadie, me presenté en la sección alumnos y me dieron un comprobante de la inscripción. Fue mi primer contacto con la Universidad, había ido solo y no tenía en ese momento ningún amigo, aunque después me encontré con dos compañeros de la Escuela Normal.
Los primeros tiempos había alquilado una pensión, la pensión Oller, que era un hotel para pasajeros. En realidad era una hostería que fue construida con los fondos de reconstrucción que dio por el terremoto el gobierno de Perón. Me salía bastante caro por mes y se lo comenté al Turco y al Barullo; Si bien el lugar tenía grandes comodidades: café con leche en la mañana con medialunas, sabanas limpias, cama hecha y pieza barrida.
Decidí cambiarme a la vieja casona que alquilaban el Turco y el Barullo, era una casa abandonada que los estudiantes más pobres alquilaban, nunca le hacían mantenimiento y era un lugar realmente desagradable. También estaban con ellos otros tres estudiantes, unos del liceo de Mendoza General Espejo, eran dos tipos mal educados y vagos, que dormían hasta tarde y rara vez iban a todas las cursadas que tenían.
Entre sus malas costumbres estaba traer mujeres feas y viejas cuando estábamos estudiando y molestarnos para que fuéramos con ellas, eran tan despreciables, que no podíamos comprender cómo tenían estomago para intimar con ellas.
El otro era un tipo muy singular a veces estudiaba y fue pasando a garrotazos, pero con el tiempo fue el director de las refinerías de YPF de Mendoza y de La Plata.
Un día lo fui a visitar por un problema de materias primas y se acordaba de los pocos días que vivimos juntos en San Juan. Yo era el gerente de la empresa Maleic que usaba materia prima de PGM y habían pasado treinta años o más de la última vez que nos vimos.
Finalmente nos hartamos de estos tipos y nos fuimos los cuatro: El Turco y el Barullo y mi compañero de cuarto: Florindo; conseguimos unas pensión para estudiantes que era barata y decente, la atendía una señora y un ayudante, nos hacían la pieza y limpiaban y nos daban de comer.
Con el tiempo conseguimos una casa de familia, que tenía dos dormitorios nuevos, en una casa nueva, con un gran fondo con frutales, donde aprovechábamos para estudiar a la sombra de los árboles y evitar el calor sanjuanino; los días que corría el caluroso viento Zonda o los soleados días de mucho calor.



Mi compañero de pieza:
Florindo, era un italiano que vivió, hasta venir a estudiar a San Juan, en Villa Regina, en el Alto Valle de Río Negro, estudiaba Ingeniería en Minas, su método era muy practico leía un poco antes de cada examen y el resto del tiempo leía libros de pistoleros, que eran el entretenimiento típico de esa época; ya que no había televisión ni computadoras, como elementos de distracción , y sólo se podía ir al cine o los bailes los fines de semana, en casas de familias donde nos invitaban las chicas amigas.
Su horario de lectura era la noche y cuando yo me acostaba él se ponía a leer con la luz encendida en el medio de la pieza, arriba, ya que no tenía luz en la mesa de luz. Yo le hacía el aguante pero Florindo era insoportable, permanecía con la luz encendida arriba de la cabeza, hasta la seis de la mañana, cuando conciliaba el sueño y apagaba la luz.
Con el tiempo me acostumbré a los hábitos de Florindo, y no me importó más que no apagara la luz y aun ahora puedo dormir con luz prendida en el cuarto o con la televisión encendida, cuando me duermo nada me molesta ni soy fan del silencio.
Yo me fui de San Juan a Santa Fe y Florindo terminó su carrera en San Juan, se recibió, y fue a trabajar a una mina en Rió Negro.

La muerte de Florindo:
El preparaba las explosiones para extraer el mineral, cuando un día se equivocó en la carga y voló con todo, encontrando la muerte de un minero que se leyó todas las novelas de pistoleros que se habían escrito en castellano, hasta esa época.

Doña Rosa:
Como en la casa de familia no nos daban de comer, el primer año y hasta rendir dos materias, íbamos al comedor de doña Rosa, que era un lugar que daba comida muy barata a los estudiantes y a donde iban los que todavía no tenían acceso al comedor universitario; pues había que tener dos materias aprobadas para comer allí, en forma gratuita, subvencionado por el estado. Esto lo implementó Perón pero lo sacaron los gobiernos militares que querían estudiantes de élite y eliminar los pobres. El comedor universitario permitió que muchos estudiantes de bajos recursos económicos pudieran recibirse.

La partida del Turco y del Barullo:
El Turco y el Barullo aprobaron los dos años que se hacían en San Juan y se fueron a terminar en Mendoza su carrera de Ingeniería Petróleo, allí se recibieron haciendo cada uno una brillante carrera. El Turco se dedicó más a ganar dinero y el Barullo a la investigación.
Desde que nos separamos los he visto en muy pocas ocasiones, aunque ahora con el Barullo nos mandamos algún mail.

La bicicleta:
En San Juan el medio de transporte que teníamos los estudiantes era la bicicleta, no había otra posibilidad de viajar desde las afueras de San Juan hasta el parque donde estaba el comedor y la facultad. El recorrido desde la casa hasta el comedor lo hacíamos con los ojos cerrados.
Tan así era de cierto que un día estaba el campeón mundial de resistencia en bicicleta; el que más horas había permanecido sin bajarse de la bicicleta, batiendo su propio record en los circuitos internos del parque, cuando yo distraídamente pasaba para el comedor y sin saber que estaba el campeón mundial, cuando apareció de golpe y yo sin verlo lo llevé por delante, dejándolo tirado en el suelo; subí a mi bicicleta y escapé a toda velocidad, ya que aparecieron personas preguntando por quien lo había golpeado. Al otro día salió en el diario que un campeón debió abandonar su record de permanencia porque lo había chocado y tirado una persona que había desaparecido del lugar.

La facultad:
La facultad era mi única ocupación, me pasaba el día en clases o estudiando en algún aula vacía solo o con otros compañeros. Todas las clases las daban excelentes profesores, se destacaban la profesora de algebra y el profesor de análisis matemático I.La profesora era hija de un destacado profesor italiano que daba física y manejaba el Instituto de Sismología de San Juan, el primero de América Latina; ella era muy gentil y cuando fui a rendir el examen final de la materia Algebra, me preguntó si quería demostrar una propiedad de las elipses: Le contesté que no, como si pudiera hacer la elección por si o por no. Me dijo: ¡No, no, tiene que demostrar la propiedad! Lo hice bien y me aprobó con un diez.
Un clásico de la facultad eran los parciales, las practicas de análisis matemático de “derivadas”. El jefe de trabajos prácticos tomaba estos exámenes y la prueba era escrita sobre un pizarrón que tenía todo el ancho del aula. El tiempo que duraba un examen podía variar desde unos pocos minutos si te daba un ejercicio y no lo resolvías, hasta seis horas continuas resolviendo diferentes tipos de derivadas.
Siempre te encontraba una falla y te hacía volver por segunda vez, esto no significaba que él te tuviera menos consideración, o que pensara que no sabías, pero siempre te tenía que encontrar una falla que demostraba que él era el que más sabía; entré a rendir a las ocho de la tarde de un día sábado, él había estado tomando exámenes desde las dos de la tarde, me dio diferentes ejercicios con enormes grados de dificultad. Los resolví todos, y cuando eran las dos de la mañana me dio un ejercicio muy simple y me dijo:
“¡Queda aprobado!”.

Yo salí en mi bicicleta el día domingo, por las calles desiertas festejando y sin poder contarle a nadie, ya que ni en la facultad ni en la calle había ningún amigo para contarle.
Un examen que recuerdo con bronca y satisfacción a la vez fue el primero de inorgánica y química general. Me presenté a rendir en el primer turno de diciembre. El examen lo tomaban dos profesores: el de inorgánica, el ruso Sitrinovich y el de química general, el ingeniero Toro.
Rendí primero con el ingeniero Toro, la parte que a él más le gustaba tomar, di un brillante examen y luego me tomó el ruso, me hizo una sola pregunta y me bochó: derivados del acido sulfúrico caliente, no recuerdo pero era un número extenso y yo puse cuatro ó cinco.
Me presenté por segunda vez en marzo, cuando Toro me vio me preguntó: …“¿Qué hace usted aquí?”. Le conté qué me pasó el examen anterior. Él tomó mi libreta y como era el presidente de mesa la firmó y me puso un diez, sin tomarme de nuevo examen. Cuando salí estaba contento pero indignado, no obstante difundí la situación haciéndole toda la fama de hijo de p… que el ruso se merecía.

El comedor universitario:
Cuando aprobé dos materias, pasé al comedor Universitario. Era un hotel de lujo que albergaba a los estudiantes de los últimos años y les daba comida gratis a los que tenían dos o más materias rendidas. El hotel tenía cinco pisos y unas cien habitaciones, allí vivían estudiantes de 3º a 5º año, por esa razón se hacía una lista de méritos por cantidad de materias aprobadas. Cuando se recibía alguno de los habitantes, debía dejar su lugar a otro en el plazo de un mes.
El hotel era de un gran lujo y fue construido inicialmente como hotel de turismo, pero en esa época peronista los centros de estudiantes tenían mucha participación en la juventud y consiguieron que se habilitara como hotel y residencia estudiantil.
Los militares cuando voltearon a Perón, decían que era un nido de guerrilleros y lo cerraron para todo uso estudiantil: Hotel y comedor.

La casa de Desamparados:
Estaba en Los Desamparados, sobre la calle Sarmiento, un barrio de los alrededores de San Juan, cerca de la calle principal que recorría todo el centro y las afueras hasta llegar a una zona de diques, pasando por bodegas importantes de la provincia y por las casas de familias muy reconocidas de la ciudad.

Vecina a mi casa vivía una chica que cuando yo llegué tenía quince años y yo dieciséis. Nos hicimos amigos y comenzamos a vernos seguido. Yo tenía una novia mendocina, pero los años y la distancia nos separaron y terminé de novio con Cecilia.
Cecilia fue mi primera novia de estudiante universitario, me hice muy amigo del papá, un excelente tipo que congeniaba muy bien conmigo. Fueron varias veces a Mendoza a mi casa de Los Campamentos. Me consiguió una beca del senado de San Juan y por varios años, me ayudó a costear mis estudios.

El estudiante, casos y cosas:
Debo dar un salto para atrás y volver a San Juan a mi vida de estudiante, para contar algunas de las cosas más simpáticas o diferentes de la vida de un estudiante. Estas cosas sucedieron cuando vivía en Desamparados (un barrio). Vivíamos en una casa de familia, con el Turco, Barullo, y Florindo. Llegó la fecha del viernes santo y el Turco con unos amigos re-vagos, decidieron salir a robar gallinas para comerlas en puchero el viernes santo. Salieron a eso de la una de la mañana y fueron hasta un gallinero que tenían marcado, cerca de la casa de uno de los amigos, que iba con el Turco, a robar gallinas.

Cuando llegaron al lugar se fijaron que no hubiera perros, porque podrían echar todo a perder, al principio tomaron unas gallinas y las metieron dentro de las bolsas de arpillera que llevaban; sin darse cuenta enfocaron una gallina que era más grande que las otras y trataron de agarrarla, pero esta gallina no se sometió y empezó a cacarear, era el gallo, el que no se dejó meter en la bolsa y debieron salir escapando porque se vieron luces dentro de la casa.
Llegaron corriendo a nuestra casa, se fueron para la quinta y allí en un tacho cortado por la mitad calentaron agua y pelaron cuatro gallinas que habían traído.

Las gallinas quedaron colgadas en un árbol, bien altas hasta la mañana siguiente, al otro día las cortaron en presas y las cocinaron en una gran olla que le prestó la señora de la casa, pusieron verduras a cocinar junto con las gallinas, condimentos: sal, pimienta, pimentón y no sé que más. También le habían puesto pedazos de tocino de cerdo, panceta y chorizos colorados.
El puchero fue casi un invento porque realmente nadie sabía mucho de cocinar, pero salió muy rico y entre los seis de la casa y los dos que vinieron, nos comimos cuatro gallinas sin dejar verduras, ni chorizos, ni pancetas, sólo quedó una sopa y a la noche con alguna sobra la comimos. El invento de comer las gallinas fue porque discutíamos que no se podía comer carne en viernes santo.

Los carnavales:
Unas fiestas que se festejan muy intensamente en San Juan, son los Carnavales. Como la mayoría de los días corre agua por las acequias, no había necesidad de ir muy lejos a buscar agua.
Las chicas juegan a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa. Se juntaban dos hermanas del barrio pasando la avenida principal, dos amigas de la bodega vecina, Cecilia con su hermana, las primas de Cecilia y unas chicas que venían de no sé donde que eran amigas de las chicas, unas diez en total.

Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, con el que luego me fui a Santa Fe, los amigos del Turco, que eran dos, y otros dos de otras casas de estudiantes, nueve en total .
Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de dieciocho, y salía a flor de piel la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas. Pipo les tiraba tan fuerte el agua, con el balde, que por poco las desnudaba.
Jugábamos hasta bien entrada la tarde y luego nos íbamos todos a cambiar. Esto lo hacíamos todos los días de carnaval, por supuesto que esos días en San Juan no había clase.
Las chicas tenían una técnica propia, salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.
En las noches nos íbamos en grupo a los clubes, nosotros llevábamos a nuestro grupo y las cuidábamos en el baile; en esa época no había trifulcas ni problemas en los bailes como las hay hoy; los padres las dejaban salir a bailar con nosotros sin problemas. Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados a pesar de que fui a varios.

El baño:
Una anécdota de algo que me sucedió en la casa de los amigos del Turco, fue muy graciosa. Yo estaba bañándome en la casa del mellizo Randich, uno de los que casaba gallinas, porque no había agua en casa desde hacía una semana. Estaba lo más bien bajo la ducha, cantando, contento, cuando en eso entra al baño una rubia linda totalmente desnuda, me dice: “¡Hola! ¿Cómo te va? –Bien. Qué haces.
¡Me vengo a bañar! ¿Me haces un lugar? –Bueno.
Y allí terminamos bañándonos; sin saber quién era cada uno.



El estudio bajo los árboles:
En el fondo de la casa estudiábamos por dos razones fundamentales. Primero: el dormitorio era chico y no cabían mesas para estudiar, y segundo: el fondo era fresco, corría aire y había olor a flores en primavera.

Los viajes a Mendoza-( El CFI-IPAKO)
Algunos meses aprovechábamos los feriados para viajar a Mendoza, esto lo hacíamos dos o tres veces al año. Viajábamos coincidentemente muchos alumnos que vivíamos en San Martín, Rivadavia y Junín. Todos veníamos cantando y embromando en el tren, pero había uno que se destacaba por sus bromas y ganas de joder a todo el mundo, ese era El loco, ((Fue Director del CFI. Yo entré a trabajar allí por él, pero después del golpe militar del 76 me fui a Ipako. Llegué a La Plata en pleno proceso de la dictadura militar, el 2 de abril de 1976. Me vine solo a un hotel, sin la familia, en ese entonces habían nacido Pablo, Mariela y Diego. No me di cuenta de lo que pasaba pero La Plata era un hervidero, con muertos por los caminos cercanos y en el parque)).

Los viajes al Zonda:
También salíamos de raid en bicicleta por los alrededores de San Juan, uno de los lugares preferidos era el valle del Zonda; allí se encontraba el Jardín de los Poetas, que tiene bustos de los poetas argentinos y latinoamericanos destacados, también íbamos en bici hasta la piedra donde Sarmiento escapando para Chile escribió: “¡Bárbaros, las ideas no se matan!”
Allí nos sacamos fotos con una maquina de aquellas elementales con rollos de ocho fotos, que eran los más baratos. Lo único que quedó como importante es que todos estamos en un arroyo tomando sol y se nos veían todas las costillas del cuerpo, como si fuéramos refugiados de la India, ya quisiéramos ahora emular aquellos desvalidos y flacos estudiantes de San Juan, con nuestra panzas que sólo dejan ver gruesos rollos de grasa y que hacen el hazmerreír de los amigos que nos conocen desde muchos años.

El cambio de facultad:
Los años de estudio en San Juan fueron dos, ya que para cursar el tercero había que tener “el bienio propedéutico aprobado” y consistía en tener todas las materias cursadas y aprobadas antes de comenzar las clases del tercer. año.
Yo rendí y aprobé todas, menos geometría analítica y descriptiva. La había cursado y aprobado los prácticos (láminas), por esa razón me permitían rendir la materia una vez comenzadas las clases; pero Chicho Lombardozzi y Koko Montoro, se fueron a Santa Fe y averiguaron las condiciones para cambiar de facultad. Ellos nos contaron a Pipo Arboit y a mí, (que nos quedaba una materia sin rendir), sobre la Facultad de Ingeniería Química de Santa Fe, y dada las facilidades de cambiarnos nos fuimos para Santa Fe, y Chicho y Koko se quedaron en San Juan.
El viaje a Santa Fe lo hicimos con Pipo en su camioneta Dodge, la cargamos con las pocas cosas que teníamos: Una camita, colchón, almohada, ropero, mesitas, silla y ropa.
Cuando quisimos acordar la camioneta contenía nuestras pertenencias, Pipo se había cambiado y vivía conmigo y Florindo; cuando se fueron el Turco y Barullo a Mendoza, al terminar el segundo año.

Queríamos despedirnos de los dueños de casa y de Florindo pero no podíamos, así que nos subimos y sin mirar para atrás, nos fuimos yendo despacito como para acomodar las cargas, pero en realidad era para ver por última vez y hasta quién sabe cuándo, las cosas y las personas que nos despedían. De Cecilia ya me había despedido, igual que de sus padres y tíos.
San Juan quedo en nuestras retinas y a medida que devorábamos kilómetros a alta velocidad, por las rutas que nos llevarían a Santa Fe, con Pipo nos preguntábamos si al llegar encontraríamos al amigo de un amigo que quedó en San Juan.
En el viaje íbamos tan ligero que las mesas que iban arriba de todo se volaron, hicieron un planeo y cayeron atrás de la camioneta como a cien metros, pasando por arriba de un fitito (un Fiat 600), al que si lo llegan agarrar lo destrozan, por la velocidad que llevábamos, las mesas quedaron inservibles y las dejamos; atamos bien la carga y seguimos a Santa Fe.

La llegada a Santa Fe:
Llegamos a Santa Fe después de doce agotadoras horas de viaje, por muy malos caminos, algo típico de esa época; no había caminos concesionados ni se les hacía mantenimiento, los pozos estaban a la orden del día y consistían peligros verdaderos para andar a alta velocidad.
Cuando llegamos era el atardecer del final del verano, fuimos a la dirección que buscábamos en calle Marcial Candiotti, pero allí no encontramos a la persona que llevábamos como referencia, el Formica más grande, que de él se trataba, había tenido un accidente en moto, poco tiempo atrás que lo mantendría por seis meses, alejado de Santa Fe, ya que él vivía en Córdoba.
Los muchachos, de la casa que alquilaban donde había vivido Formica, nos hicieron los contactos con el dueño, un italiano insoportable y nos alquiló una pieza a Pipo y a mí. Con Pipo veníamos de vivir en una casa con unas personas delicadas y atentas a nuestras necesidades, así que fuimos los primeros en disparar la disconformidad por el trato de la pensión.
La casita
Esto nos llevó a irnos de la casa al poco tiempo; en la casa vivía un chico de dieciséis años que cursaba el secundario, sus padres tenían una casa en Santa Fe, pero no querían que viviera solo por seguridad; cuando le propusimos alquilar su casa, el padre nos dejó utilizarla sin cobrarnos nada con tal que acompañáramos al hijo.
Los primeros días se dio una situación muy singular, la casa no tenía la luz conectada, a pesar de haberla pedido con anticipación y al llegar la noche salíamos a la calle y nos poníamos debajo del foco, que iluminaba la esquina, con nuestras pequeñas mesitas de estudio.
El barrio era un barrio por el cual no circulaban muchos extraños, sólo la gente del lugar y que en su mayoría no tenían autos, así que podíamos estudiar hasta las doce de la noche sin ninguna molestia y aprovechando el fresco que venía de la laguna Setúbal que estaba a pocas cuadras.
La vida en esa casa fue linda, la casita era chica pero nueva, no teníamos gastos de vivienda y eso nos simplificó el costo y mejoró nuestra economía.
Yo al año siguiente me tuve que ir a Mendoza a hacer el servicio militar en Uspallata.
La vida en la casita transcurría entre nuestras obligaciones y algunos juegos que incluían ir a bañarnos a la laguna. Una noche tuve un sueño muy particular y que al despertar le contaba a los que habían sido actores del mismo.

Mira le decía a Pipo, vos eras el actor principal de la película y eras un pistolero y forajido de reconocida maldad que venía a visitarnos aquí a la casa, en eso estabas cuando aparece Iván en la película preguntándole al pistolero: ¿Y usted quién es? Y éste le responde ¿No me conoces? Y acto seguido le dio una trompada dejándolo tirado en el suelo. Yo mientras soñaba me reía con gran intensidad, al ver a Iván caído en el sueño, los muchachos me despertaron y allí Iván volvió a caer por efecto del cuento que realicé, las risas fueron de todos los que escucharon este disparatado sueño. En la casita vivíamos Pipo, Iván, Luis, el dueño de casa y yo.

Los prácticos y las equivalencias:
Ese año que llegué a Santa Fe, el primer trimestre cursé una materia nueva: Estática y resistencia de materiales y además completé todos los prácticos de las once materias que me habían reconocido; una más en número que las que había rendido en San Juan: Inorgánica y química general. (Era una y me dieron dos.) Terminó el año y me fui a la colimba.

La colimba:
Los primeros meses de entrenamiento fueron duros, teníamos como autoridades: Un capitán, un teniente primero, un subteniente y un sargento.
Los que nos daban instrucción eran siempre el sargento y alguna vez el subteniente; los otros dos no se rebajaban a estar con la tropa y cuando venían al cuartel estaban encerrados en su escritorio, el resto del tiempo lo pasaban con sus amigos en el casino del regimiento. Los primeros meses de instrucción, a decir del Sargento que la daba, nos pondrían en línea y nos harían resistir esfuerzos, como debe hacerlo un buen soldado. EL Sargento tenía cara de indio aimará, cara redonda y ojos aceitunados; verdaderamente nadie sabía su origen étnico y el tampoco lo decía.Los primeros quince días, corríamos y hacíamos ejercicios en el campo de entrenamiento, adentro del regimiento. Cuando consideró que podíamos aguantar un ejercicio más prolongado, nos sacó a correr primero diez kilómetros, y día a día lo fue extendiendo hasta que a los dos mese corríamos sin parar veinticinco kilómetros.Hasta llegar a esa capacidad de correr varios quedaron por el camino, descompuestos y que se debieron volver en algun caso en ambulancia.
La colimba fue una experiencia nueva, si bien yo estaba acostumbrado a comer mal y fuera de casa, la colimba batió todos los record de mala calidad y fea comida.

En particular yo, me ensañé con el tipo que vendía las empanadas y la carne, éste tenía que vender empanadas de carne y traía unas empanadas que no tenían nada de carne y sólo un poco de cebolla. Yo y mis compañeros del regimiento, éramos Aspirantes a Oficiales de Reserva con el grado de Subteniente de Reserva; teníamos que hacer las guardias de Oficiales de Guardia, controlando todo lo que entraba y salía del cuartel. La calidad de las empanadas era lamentable: Pura cebolla.

Cansado que el proveedor nos tomara de idiotas, le hice controlar una docena de empanadas y le rechacé el envío de quinientas empanadas que debía proveer, porque no cumplía el requisito escrito de la calidad y composición de las empanadas.

El tipo me amenazó con que me iba a tirar la camioneta encima cuando saliera de franco, dejé asentada la amenaza en el libro de guardia y el jefe del regimiento no tuvo más remedio que sacarlo como proveedor. Además proveía la carne que era otro mal negocio para el regimiento por la mala calidad. El personaje este había engañado por años al regimiento y se le terminó el mejor negocio que había en Uspallata.

Ni hablar que a partir de entonces tuvimos una mejora sustancial en la comida y todos mis amigos me felicitaron por haber logrado lo que en muchos años era sólo una queja no oída. Eso sí, desde entonces me cuidaba cuando salía de franco que no me fuera a pisar con la camioneta.

Si bien éramos aspirantes a oficiales, recién recibíamos el grado de dragoniante después de jurar la bandera, por ese motivo los dos primeros meses la pasamos muy mal. Cuando volvimos del primer franco al mes de estar incorporados, nos recibió un Subteniente pendejo, de muy mala leche, nos dio un baile mal intencionado, nos hacía correr y salto de rana en el medio de un pantano, donde caíamos en el barro y manchábamos el uniforme que habíamos lavado en la casa con mucho esmero.

Todos intentábamos tirarnos sobre los pastos para evitar el barro pero un compañero se tiraba donde la daban la orden y quedó negro por el barro de la charca, esto se le vino en contra al Subteniente, ya que se enteró el Teniente Primero y le dio días de castigo. Cuando ya se comentaba la fecha que saldríamos de baja, sucedió algo calamitoso para un grupo de Subtenientes de Reserva.
Era un día al mediodía después del almuerzo, cuando estábamos en la cuadra para pasar la siesta, en eso se escuchó una fuerte explosión y cuentan los que pudieron verla que había salido un intenso humo y polvo hacia arriba por el techo de paja donde estaba el depósito de pólvora.

Adentro de ese depósito de pólvora había cuatro Soldados y dos Subtenientes de Reserva comiendo un asado, cuando uno de ellos tiró una colilla de cigarrillo que cayo justo adentro de un tambor de pólvora negra que estaba allí abierto.

La suerte fue doble e inmensa para los que estaban adentro, primero el tambor redondo direccionó la explosión hacia arriba y segundo el techo era de paja y voló con facilidad, sin que la habitación se presionara, no ocasionándole daños a los que allí estaban.

La explosión no fue tan grave como las penas que en cadena se desataron para muchos de nosotros. A los que comían el asado les dieron un castigo que perdieron la fecha para salir de baja. Yo estaba leyendo el libro de Dumas: Los Tres Mosqueteros y no me había enterado del terrible revoltijo que había, en eso me vieron apoyado sobre un ropero leyendo lo más tranquilo; también me dieron un castigo, mandándome al último lugar de mérito para salir de baja y además me dieron un carro tirado por mulas malas y mañeras para recoger la basura del regimiento.

Yo creía que mi baja se esfumaba pero a los pocos días otro Subteniente cometió una falta, lo cual lo puso en el lugar mío y yo subí un lugar, que me permitió salir en la primera baja, en la última posición.

Antes de salir de baja teníamos los últimos francos, en uno de ellos salimos con un grupo de amigos de mi primo Jhonny a bailar en un boliche que estaba de moda, había que ser mayor de dieciocho años para que te dejaran entrar; una de las chicas que iba con el grupo me dijo: “A vos no te van a dejar entrar porque sos menor”, ella creía que yo era más chico, cuando en realidad tenía veinte años; la edad a la que se hacía el servicio militar. -Te juego una apuesta: Si entro salís conmigo la próxima vez que salgo de franco -le dije-. Aceptó la apuesta y la perdió y el próximo franco la pasé a buscar por su casa para ir al boliche más oscuro de todo Mendoza, donde pasé uno de los francos más divertidos en todo un año.

La suerte de esta piba fue muy mala, ya que un día viniendo de la bodega que tenían en Tupungato, los padres se accidentaron y murieron. Ella quedó con veinte años a cargo de la administración de la finca y la bodega; cinco años después la encontré vendiendo unos bonos para Caritas, yo venía de Santa Fe, apenas si la reconocí, estaba muy linda y supe por ella que había superado su infortunio.

La instrucción en el ejército era muy exigente, pero recuerdo con alegría cuando nos enseñaron a esquiar en Las Cuevas, fuimos en pleno invierno y la nieve alcanzaba mas de un metro, tapando las piedras y las tumbas que habían donde esquiábamos.
Las tumbas estaban marcadas por cruces de maderas que apenas sobresalían, el viejo cementerio era un excelente lugar para esquiar. Estuvimos una semana y al final nos deslizábamos sin caernos.

Cuando hacíamos el servició militar, se produjo el golpe contra el gobierno de Frondizi; me mandaron junto con otros soldados a cuidar el camino de acceso al regimiento. Por primera vez desde que estábamos haciendo la colimba nos dieron pertrechos militares en serio: fusiles FAL, FAP, granadas de manos.
Estuvimos en una curva del camino escondidos en la montaña, había un pequeño grupo de avanzada que estaba más adelante desde donde se podía ver unos cuantos metros antes que alguien llegara a la curva. La espera no rindió ningún resultado positivo, nadie vino por la montaña a tomar el regimiento y la fantasía de armar un tiroteo contra los invasores pronto desapareció y volvimos con la amargura de no poder participar en un encuentro armado, supuestamente contra insurgentes del regimiento vecino, el 16 de artillería.
El golpe desalojó a Frondizi del poder y a los pocos días el ritmo del regimiento siguió siendo el mismo, ya que los militares tomaron el poder sin ninguna división interna.
La vida en el regimiento, a medida que se acercaba el día de baja, se soportaba menos y todo nos caía mal, ya no nos bailaban, pero igual tenían actitudes feas por las cuales los recordaré.

El regreso a Santa Fe:
Terminado el servicio militar regresé a estudiar a Santa Fe.Tenía veintiún años recién cumplidos me recibí un 30 de octubre antes de cumplir losveintiseis.

Jorge Eduardo.
Campamentos – Rivadavia – Mendoza.-1958
San Juan –Santa Fe-Uspallata-1960-1962
La Plata-2009

N°10
EL PROYECTO INDEMISU


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Pasó un año hasta que terminé el proyecto: INDEMISU (Industrialización De Minerales Sulfurosos). Ese año sabía que era el último con Estela de estudiantes. Sólo me quedó el proyecto. Los convencí al Flaco y a Villarroel: El Chango, de hacer un proyecto en conjunto, algo que nunca se había hecho, así fue que encaramos un proyecto interdisciplinario.

Yo primero tomaba la mina y explotaba los minerales hasta obtener concentrados de sulfuro de plomo y de sulfuro de zinc, con restos de plata en el zinc y el plomo. El Flaco tomaba el sulfuro de zinc y la plata y hacía zinc electrolítico y plata. El Chango tomaba el sulfuro de plomo y la plata y hacía plomo refinado y plata refinada. El gordo Degrande tomaba los gases de la planta de sulfuro de zinc y hacía ácido sulfúrico.

Para realizar el proyecto de industrialización de minerales sulfurosos, tomé de modelo el complejo industrial más grande de la Republica Argentina, el complejo minero El Aguilar de Jujuy, allí se explotaban estos minerales tal cual era el proyecto propuesto por mí.

Con la colaboración del Chango que había trabajado en El Aguilar, conseguí una visita a la mina y al laboratorio industrial de concentración de plomo y zinc. El Chango estaba muy relacionado y también conseguí el apoyo del Secretario de Minería de Jujuy. (El Secretario tenía una hija que era una monada).

Cuando llegué a Tres Cruces cerca de la frontera con Bolivia, me esperaba una camioneta para llevarme los kilómetros. que la separaban del complejo minero.
Llegué muy al atardecer y ese día lo usamos para reconocer mis aposentos, que eran lujosos, para ser que pertenecían a una mina en el medio de los cerros. Como toda empresa norteamericana que se precie, tenía unos cuartos para huéspedes con un lujo oriental, pisos de alfombra mullida, heladera con diferentes bebidas y comidas: gaseosas, whiskys, chocolate, almendras. Y todo al servicio del huésped, ya que era una invitación.

La persona que me recibió fue el encargado del laboratorio, que así se llamaba a la planta que procesaba los minerales por flotación diferencial; era sin lugar a dudas el miembro del Staff que más conocía la mineralogía y la química asociada a los productos de la molienda; para obtener el mejor rendimiento en minerales durante el proceso de flotación diferencial. y la menor cantidad de ganga, que luego se tiraba al dique de colas.

La mina era un dechado de buen diseño y buena filosofía empresarial; sus obreros vivían en viviendas nuevas con su familia; tenían escuelas para los niños que hacían toda la primaria allí.

El socavón minero tenía galería de ingreso y extracción de minerales, sumamente prolijo; la sala de maquinas brillaba por su limpieza, los equipos eran mantenidos con todo esmero y debían funcionar correctamente, ya de que no ser así podría poner en peligro a los mineros que dependían del aire de los compresores y de la energía eléctrica de los generadores.

Paniggi, quien era el jefe del laboratorio, me llevó por toda la mina y me dio información que utilicé para mi proyecto; las planillas de control, los tamaños de molienda, la composición de las soluciones ácidas y alcalinas. Fuimos a ver cada equipo como trabajaba, y de allí tuve la sensación acabada de cómo iba a ser mi proyecto.

Al mediodía comíamos con los directivos de la planta y con una maestra que era hija de madre indígena boliviana y de padre caucásico alemán. Tenía la piel aceitunada, ojos verdes, era hermosa. (Me quería quedar, pero mi viaje terminaba y a pesar del buen trato todo terminó).

El Aguilar fue una experiencia sin igual, era la primera vez que veía de cerca una explotación de tal magnitud, volví con un bagaje de conocimientos que de otro modo no los hubiera adquirido, Paniggi resultó ser un personaje clave para mi proyecto.

Trabajé un año para completar el proyecto que tuvo una definición muy buena y de gran concepción; los cinco que presentamos los proyectos juntos sacamos diez , una nota que por primera vez se ponía a un grupo tan grande con el beneplácito del profesor de la cátedra de proyecto.

Jorge Eduardo
Mina El Aguilar: Jujuy 1966- Santa Fe: Facultad De Ingeniería Química 1967.






























N°11
EL CABALLO IMAGINARIO
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1978
Fecha de alta 25-04-2008

Cuando nació Pablito siempre quise regalarle un caballo. Desde chiquito le dije que el nono Américo, en Mendoza, le estaba criando un potrillo que se llamaba Tornado. Nunca habíamos visto siquiera una foto, pero en la imaginación; Tornado era negro, manso y se dejaba agarrar. Cuando fuéramos, en el verano a lo del nono Américo nos encontraríamos con Tornado.
Pablito siempre me preguntaba cuando iríamos a Mendoza, y yo le contestaba que en el verano. Hasta que un día, sin más ni más, estábamos camino a Mendoza; la ansiedad de Pablito por llegar y encontrarse con Tornado, era mucha y lo mantuvo inquieto todo el viaje, durante las catorce horas que nos llevó llegar a Campamentos a la casa del nono Américo.
El nono Américo tenía una plantación de viñedos de veinte hectáreas, y allí podía soltar a Tornado para que comiera y sería difícil verlo cuando se encontraba entre las viñas. Lo fuimos a buscar y no lo encontramos y por más que recorrimos las viñas Tornado no se encontraba. Tornado no existió nunca y el jueguito de chiquito que le habíamos hecho a Pablito se convirtió, en la más cruel de las mentiras, con el afán de hacerle creer que tenía un caballo en Mendoza inventamos a Tornado: “El Caballo Imaginario”, total Pablito estaba en Buenos Aires.
Pero todo día que debe llegar, llega; y el día de descubrir nuestra mentira, llegó. Para Pablito fue imperdonable, y habiendo querido ocasionarle una alegría, le originamos la mayor de las tristezas. Así fue que Pablo nunca quiso otro caballo, y cuando era más grande: Cinco o seis años, encontré en Campana un potrillo bayo, precioso; parecido al del padre en “Bonaza”, tenía un año (el potrillo) cuando lo vi; estuve negociando con el dueño y decidió vendérmelo. Ese día le compré un bozalito y se lo dejé puesto, al otro día iría a pagarle el potrillo y me lo llevaría a un box cerca de casa.
Cuando fui al día siguiente, el dueño del potrillo me dio la mala noticia que unos muchachotes habían entrado al campo el domingo a la mañana, y se subieron a caballo del potrillo, rompiéndole el espinazo y dejándolo en agonía, situación en la que se encontraba. Yo le dije voy a buscar un veterinario para que lo vea; enseguida que lo examinó me dijo: No tiene salvación y lo más sensato es ponerlo a dormir; con una inyección que llevaba preparada en su maletín. Cuando lo iban a matar mi tristeza era infinita y si no fuera que era un hombre grande hubiese llorado a moco tendido. Sólo me quedó el pequeño bozal, que no lo quise llevar a casa y se lo di al hombre de la tropilla.
Este potrillo era una sorpresa que le iba a dar a Pablo, pero nunca se enteró. Sí se enteró Estela, que me multó, si compraba otro caballo para Pablo y/o Diego que era muy chiquito.

Cuando vinimos a vivir a La Plata, íbamos al parque Pereyra Iraola y allí los chicos Pablo, Mariela, Diego y Yanina aprendieron a andar en los caballos que alquilaban en el parque. Cuando fuimos con los chicos a Córdoba, por primera vez a Carlos Paz, encontramos un caballo pura sangre, tordillo, casi blanco, que era muy bueno para andar y paciente con los chicos.
Habíamos alquilado una casa muy grande, de dos pisos, que la ocupábamos con mi amigo Alfredo y su familia, en el fondo tenía un parque con pocos árboles y mucho pasto; por el fondo pasaba un arroyito que siempre llevaba un hilo de agua y desaguaba en el Lago San Roque. Era el lugar ideal para tener caballos y allí llevamos por un mes cinco caballos, uno para cada uno; Yanina era la más chiquita pero estaba tan entusiasmada con su “mala cara” que enseguida lo dominó por completo y andaba al galope por el parque de la casa, a la par de sus hermanos que habían aprendido a montar antes en el parque Pereyra, mientras que ella iba en la montura conmigo.
Ese verano, todos salieron buenos jinetes, tuvimos un mes la “tropilla” y salíamos por los cerros alrededor de casa, íbamos hasta el lago y galopábamos por pequeños caminos de tierra.
Al año siguiente compraríamos el tordillo, pero no pudo ser porque lo balearon los policías, recién al otro año compramos a Intruso y fue el primer caballo propio de los chicos. El caballo Imaginario aun persistía en el recuerdo de Pablo.

Jorge Eduardo
Carlos Paz-1978- Madariaga1980
La Plata, 2008
2009-09-25




































N°12
EL FANTASMA DEL PARQUE LEZAMA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2005
Fecha de alta 24-01-2008

Alguien comentó alguna vez que en el cuarto número cinco del conventillo, vivía una monja que había venido de Francia en el año1955. Ahora, hacía muchos años que la monja no vivía más allí; pero tampoco se sabía que alguien hubiese ocupado ese cuarto después que ella desapareció en 1965.

Treinta años después, Pedro venía de trabajar. Él siempre cruzaba el parque caminando a las siete de la tarde, hora que salía de su trabajo. A menudo percibía que algo o alguien estaban cerca de él pero nunca vio nada.
A medida que llegaba el invierno el parque estaba cada día más oscuro. Un día sin darse cuenta cambió de camino y caminaba por la vereda del parque, cuando en un instante vio adelante suyo, que alguien de blanco cruzaba la calle y entraba por un pasillo estrecho donde se perdió de vista, vio que entraba con conocimientos en un oscuro y estrecho pasillo, pero no vio más.
Alcanzó a leer en un desprolijo cartel: Conventillo. Se alquila.
Los días siguientes volvió a hacer el mismo camino y todas las veces se aparecía esa mujer de blanco y entraba por el mismo pasillo.
Un día la mujer se paró y esperó que él la alcanzara; no sin dudar se aproximó a ella, había luz de luna llena y algún foco que mortecinamente iluminaba algo entre los árboles. Hacía mucho frío, él la saludó y no recuerda que le contestó pero entendió por los ademanes que lo invitaba a pasar con ella al cuarto del frente, en el pasillo.
Él aceptó. El olor de la habitación era mohoso y húmedo, con ventanas que nunca se abrían para que entrara aire y sol; todo tenía un aire de misterio y aquel ambiente se parecía mucho a una tumba. En la habitación había una escasez de muebles que llamaba la atención: Sólo una cama estrecha de hierro forjado con un cubrecama blanco y un retrato de una monja con su hábito blanco que colgaba de la pared más oscura y sin ventanas.

La mujer que a simple vista era enigmática y hermosa se sacó la túnica y quedó absolutamente sin ropa, su cuerpo era leve e indescriptible, ella le pidió que también se quitara la ropa. Él le puso las manos sobre los senos y sintió que eran dos cubos de hielo; quiso tocarle el sexo y no encontró nada, sólo frío y más frío.
Cuando se dio cuenta que caminaba por el Parque Lezama, estaba vestido y eran las seis de la mañana.

Pasó toda la noche con ella y no recordaba nada de lo que pasó en el cuarto número cinco del conventillo que alquiló la monja que vino de Francia. Seguro que no hubo besos ni hubo sexo. Sólo recordaba el frió inmenso del invierno.
Al día siguiente cambió de camino.

Jorge Eduardo
La Plata-Argentina.2005
2009-09-25


N°-13
ESTELA MARÍA TERESITA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 25-05-2008

Ella es suave, delicada, bonita, amable, inteligente. Muy deseable. La primera vez que la vi no la tuve en cuenta. Era muy pequeña para que yo me fijara en ella. No la miraba siquiera, tampoco sabía quien era. Tenía doce años cuando pasaba por mi puerta

Fue por eso que yo sin saber, por ella un día estaría alerta. Esperando verla en su puerta desde mi puerta. Éramos casi vecinos cuando fue que la descubrí en una fiesta con baile en nuestra juventud. Allí le pedí que me diera un pedazo de torta, pero ella ni siquiera me lo arrimó. Sólo me contestó: ¡te lo puedes servir vos! Ni siquiera me enojé, enseguida le contesté: ¡Quiero que me lo sirvas tú, porque eres muy bonita!
Ella acusó el golpe, la vanidad le ganó. Enseguida, muy amable, un platillo me alcanzó. Fue el comienzo de cuarenta años de relaciones y vínculos que no cedieron. Cuatro hijos que vinieron a darnos felicidad. No fue por casualidad que todavía estamos juntos. Ella es muy inteligente, diplomática y generosa. No ha hecho en muchos años ninguna otra cosa que amarme y cuidarme. Ella se convirtió en el centro de mi universo, cual un astro alrededor del sol yo giro alrededor de ella, buscándola, entre todas las estrellas, por su luz y su fulgor.
Siempre que la busco, a mi lado está ubicada.
Jamás me imaginé que se convirtiera en una luz verdadera.
Que por extraño que sea es la única que me alumbró.
Cuando en tinieblas quedé yo, esperando el momento que en el firmamento otras estrellas brillasen, que de pronto me alumbrasen para seguir por el camino, más lo quiso mi destino, la única estrella fue ella. Me acompaña noche y día, haciendo de mi vida una total armonía. El amo con todo mí ser completo: con el corazón, el alma y el esqueleto.
Nunca dejó de quererme ni cuando muy enfermo estuve, siempre se preocupó de mis remedios y sus horas. Tanto que Joaquín; parodió: Mamá de la abuela hago yo y vos del Abu Jorge.
…Abuela: ¡Te tomaste las pastillas!... ¡Te pusiste las gotas!
…Abu Jorge: ¡ya me tomé todo y me puse todo también.

Joaquín: ¡muy bien y felicitado sus remedios han tomado!

Cuando salímos de vacaciones si de dar un ejemplo se trata. Ella se tira primero al mar, antes de que el barco arrime, del chapuzón no la exime ni el calor, ni el mareo por el continuo movimiento. Yo, solo me la imagino, asustada nadando contra las olas, pero ella gran nadadora enfrenta con temeridad al mar, que en su inmensidad la asemeja a una ola sola que flota, una ola sola que flota y flota y a la orilla llega sola con las olas.

Jorge Eduardo
La Plata – Buenos Aires.:25/05/2008
2009-09-25

N°14
LA CALLE FLORIDA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 02-01-2008

Calle Florida: Así como el callejón del medio era la huella en la arena que permitía el paso de las personas, los caballos, las vacas, los carros, de los vendedores ambulantes, los camiones con uva de las cosechas y de toda cosa con rueda o con patas que quisiera circula por la finca; la calle Florida era la vía análoga que permitía comunicarse con las otras fincas que por cuarenta y cinco kilómetros, se extendían con sus frentes a la calle Florida.

Por la calle Florida venía el colectivo que nos llevaba a la escuela: (en el pueblo, luego ciudad), Bernardino Rivadavia. El viaje duraba media hora y el pueblo estaba a veinte kilómetros. En el trayecto subían muchos chicos que iban a la primaria y algunos mayores que hacían el secundario.
En invierno esperábamos el colectivo al lado de un fuego de hojas, y cuando el chofer no nos veía nos tocaba bocina y esperaba que saliéramos de la casa pero no nos dejaba.
La calle Florida estaba bordeada por enormes árboles que los regaban una acequia por cada lado, en su mayoría eran: álamos, carolinos, siempre-verdes, sauces llorones; hacían una sombra perfecta los días del verano y en invierno perdían casi todos las hojas, dejando pasar el sol que en los días muy fríos ayudaba a calentarse, cuando íbamos a pie o a caballo a lo del tío Octavio, a lo de Ernesto, ó cuando iba a la Escuela de La Verde.
La calle Florida cambió radicalmente cuando la asfaltaron. Los automóviles ya no andaban despacio y se convirtió en peligrosa porque no era muy ancha y estaba rodeada de árboles y de ese peligro guardo dos recuerdos muy tristes: El de mi perro ojito, cuando niño y el de mi amigo Cacho Aguirre, cuando grande.
La muerte de ojito la conté, en un relato separado, y ahora contaré la de Cacho.
El era un amigo muy especial, casi de mi edad, fue un amigo del alma, de esos que no se pierden por nada. Fue el amigo de los paseos a caballo, en sus caballos pura sangre de carrera que él cuidaba para correr cuadreras ó en el hipódromo.
Primero nombraré a los caballos más famosos que tenían cuando yo contaba entre ocho y diez años: Rebusque y Radical, dos caballos muy ligeros en carreras cortas y cuadreras; Yuyumita, una yegua que junto con Rebusque ganaron carreras por muchas provincias.
Rebusque no era puro con papeles por un error en su anotación de nacimiento, pero era un caballo perfecto con toda la clase de un pura sangre. En Mendoza, en el hipódromo, corrió con los mestizos. Nunca perdió una carrera y ya el último año se tuvo que ir a correr cuadreras por Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires.
Ganó en todos lados, carreras muy bravas y por mucho dinero. Largando con partidas (en movimiento) les sacaba tres cuerpos en la largada.
Otro caballo fue Desalmado el padre de mi caballo Negro.
Mi caballo Negro era de sobrepaso, su marcha acompasada era más rápida que el galope y no cansaba. Yo iba a los cerros cruzando el canal Los Andes. Como a veinte kilómetros desde casa y en una hora estaba en el lugar de cacería.
Con Cacho mi amigo hicimos de todo, íbamos a cazar, a pescar, a las cuadreras y cuando se puso el primer gimnasio de box, hacíamos la pelea estelar para que los grandotes se divirtieran; nos bajábamos los pantalones a trompadas, nos rompíamos el alma, pero después de la pelea entre nosotros no había pasado nada, salíamos abrazados: Éramos profesionales.
Con Cacho nos hacíamos la rabona (faltar a clase) a la escuela, para ir a jugar al villar. Cacho fue el gran vago del colegio primario y secundario, pero se recibió de médico muy rápido y muy joven. Una vez recibido se volvió a vivir a sus pagos: La Verde.
Era un médico muy querido, y siendo muy joven se encontró con la muerte, chocó a toda velocidad contra un árbol en la calle Florida en la ruta que va de Rivadavia a Gargantini y a La verde. Un viejo sauce quedó con la cicatriz del choque recordándonos cada vez que pasábamos por el lugar.

Ese es un hito trágico de la calle Florida. Ese fue el día más trágico que se vivió sobre la calle Florida.

Jorge Eduardo, Campamentos, Rivadavia, Mendoza.
La Plata-02/01/2008
2009-09-25































N°15
LA REINA DE LA NIEVE: LA QUINTRALA

Por Jef pacheco
Argentina / 1955
Fecha de alta 07-02-2008

Fue la primera reina de la nieve. Con apenas catorce años, ambos teníamos la misma edad y concurríamos a la misma escuela. Ella siempre caminaba muy rápido, casi corría. Su aspecto era muy llamativo: Cabello largo, negro, ojos negros muy grandes y tez blanca, muy alta, con su cuerpo esbelto pero bien formado, era lo que se dice seria, casi antipática; los muchachos de la escuela le pusieron de sobrenombre "La Quintrala" por un personaje de una película de Hugo Del Carril, estrenada en 1955.
El personaje representaba a Doña Catalina De Los Ríos y Lisperguer, el afiche de promoción de la película tenía una figura femenina que en los rasgos podía semejar a Mirta, que de ella se trata, la reina de la nieve, era una mujer con un látigo en la mano y estaba representada por la actriz Ana María Lynch, de gran belleza.
Mirta despreciaba que la relacionaran con La Quintrala, y aunque no encarnaba ni por asomo la figura de ella, por su apodo sufrió hasta que pudo superarlo. Ella era amiga de una muy amiga mía que nos presentó, y a partir de entonces aunque éramos muy jóvenes nos relacionamos. Nos veíamos todos los días en la escuela, hasta que empecé a visitarla los fines de semana -La pasaba a buscar por su casa y salíamos a caminar por las calles muy cubiertas de árboles -.
Tanto ella como yo no habíamos estado de novios, así que nuestro comportamiento era genuinamente ingenuo, hasta que un día nos dimos el primer beso a la sombra de los árboles una tarde de primavera. Obviamente no la he olvidado, aunque le dijeran La Quintrala, era la personita más dulce y sincera que conocí hasta entonces. Mi relación con ella duró cuarto y quinto año, hasta que me fui a estudiar a otra provincia.
Teníamos quince años cuando yo la dejé sin comprender el daño que le hice. Ella, al terminar el secundario, ingresó pupila a una congregación de monjas; afortunadamente para mí, comprendió que debía realizar otra vida y salió a los dos años de internada, posteriormente se casó y tuvo hijos, para finalmente dedicarse a la literatura. Sé por Susana -la amiga de ambos-, que fue feliz con su familia.

De los muchos besos
Que te di
Ya no los recuerdo
Sólo deseo
Que a mí
Me tengas en el olvido
Fue cuando partí
Y estuve
Lejos de ti
Que te dejé
Haciéndote sufrir,
Sólo anhelo

Que tu amor
Haya partido
Hacia el cielo.

JORGE EDUARDO
RIVADAVIA- MENDOZA













































N °16
EL PRIMER VIAJE LARGO A MENDOZA
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1983
Fecha de alta 31-10-2008

Salimos a las cinco de la mañana, era verano, los chicos tenían pocos años, el mayor tenía once años, la siguiente nueve, el otro varón siete y la nena más chica cinco; iban todos juntos atrás, jugaban y dormían, también jugaban con nosotros a decir el número de la patente de los autos que venían de frente, también de qué color sería el próximo auto que aún no se veía.
Por primera vez hacíamos un viaje tan largo en el BMW 525. No fue todo lo feliz que queríamos, en el camino se nos rompió la bomba de nafta, por suerte el repuesto del Peugeot 505 andaba perfectamente rotando un tornillo (esa bomba duró todos los años que lo tuve).
Después de eso el auto anduvo maravillosamente bien, era increíble la velocidad y no se notaba, pasábamos a todos en la ruta, en ese tiempo ir a 140 kilómetros por hora era una exageración, no había nadie, o casi, que nos pasara. El auto era súper cómodo, tenía amortiguadores nuevos a gas, frenos a disco, tenía una gran seguridad. En una subida, la única importante que hay entre Junín y Villa Mercedes, por la ruta 7, fui a pasar un camión y de frente venía otro que apareció en la subida; como yo me había abierto unos cien metros antes de pasar, a 140 kilómetros por hora me tiré atrás del camión que iba y empecé a frenar, sin hacerlo rayar, el auto frenó de una manera sensacional, pero igual tuve que tirarme al pasto para terminar de pararlo. El BMW525 tenía frenos a disco, con “circuitos independientes”, cada uno con su “cubeta”; la brusca frenada rompió una cubeta delantera, pero gracias a Dios no impidió que las otras tres funcionaran perfectamente y no nos pasara nada

Íbamos a la casa de mi papá en Mendoza, una enorme casa de ladrillo a la vista de cuatrocientos cuarenta metros cuadrados, quedaba en Los Campamentos, un paraje de Rivadavia, donde yo nací y me críe, hasta que me recibí de maestro y luego me fui a estudiar en la universidad en San Juan. La casa tenía un hermoso parque de pinos y estaba rodeada de viñas y frutales con una extensión de finca de trecientas hectáreas. El viaje siguió normal y en Mendoza cambiamos la cubeta rota. Anduvimos por los caminos de montaña, fuimos a San Rafael: al Nihuil, anduvimos por la cordillera en lugares que había nieve, todo lo más bien; realmente estaba encantado con el BMW525.



Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina

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N°17
EL REGRESO A SANTA FE, Y EL FIN CON CECILIA
Por Jorge Eduardo
Argentina /1962- 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Terminado el servicio militar debí regresar a estudiar en Santa Fe, me inscribí en las tres materias por cuatrimestre y empecé a cursar regularmente, los prácticos los había rendido todos al cursar notando la gran diferencia de equipos y métodos con la facultad de San Juan.

Cuando llegué a Santa Fe no tenía muebles, puesto que no los pude guardar durante el año que me fui al servicio militar. Por esta razón busqué una pensión, encontrando en una farmacia, allí me encontré con el Flaco mi amigo de toda la vida.
A partir de entonces, viajé en ómnibus desde Mendoza a Santa Fe; fui por otro camino ya que cuando vinimos con Pipo, lo hicimos por San Francisco, Córdoba. Esta vez lo hice por Rosario. Ese camino no lo conocía y me deslumbré con las fábricas que había en San Lorenzo: Duperial (petroquímica), la refinería de YPF. Sulfacid (fábrica de zinc electrolítico y ácido sulfúrico), la fabrica de cerámicos San Lorenzo, la Fabrica Militar de armas, y muchas otras que con el tiempo desaparecerían.
Ahora en San Lorenzo se han instalado grandes aceiteras, acopiadoras y exportadoras de granos y también la planta de exportación de los minerales de cobre y oro de Bajo de La Alumbrera, que los traen de Catamarca.
Años después quiso el destino que yo, que había pensado que alguna vez ejercería mi profesión en esas industrias, trabajara allí en el diseño de la planta más grande de Argentina, productora de aceite de soja: Terminal 6; antes había trabajado en la Planta más grande construida en la Argentina para aceite de soja y girasol: Nidera, en Junín.
Nidera también tenía una planta en San Lorenzo, desde donde exportaba junto con la de Junín, grandes cantidades de semillas y aceites...El flaco también volvía del servicio militar y estaba con una cantidad de materias cursadas como yo, así que seguimos juntos.

El dueño de la farmacia, nos ubicó en la misma pieza, del segundo piso. Por la ventana de esa pieza se salía a los techos y se podía entrar a un edificio vecino y bajar por la escalera y salir a la calle, la inversa era para entrar al dormitorio, el edificio no cerraba la puerta de la escalera y así teníamos vía libre para salir del encierro del dueño de la farmacia...
Este camino lo usábamos de noche después de las 11:00, cuando él cerraba la puerta de calle.

La casa de Villa de los Desamparados:
Cuando nos cansó, fuimos a la pensión de dos hermanas. Allí nos juntamos con otros amigos: Iván, Pipo, Luís y Roby, y decidimos alquilar una casa independiente. Se llamó Villa Los Desamparados por Pipo y yo que veníamos de San Juan. Desde la casa de Los Desamparados, el nombre del barrio sanjuanino.
El garante del alquiler fue mi papá; el dueño de la casa vivía a la vuelta de la casa de Estela, a quien yo conocería recién cinco años más tarde, cuando ella tenía diecisiete años, y fue en un baile en lo de Silvia Risso. En la época que llegué al barrio, a La Villa de los Desamparados, Estela era una nena que pasaba con su guardapolvo blanco por la puerta de mi casa y sus doce años, vivíamos en la misma calle: 1º de Mayo, a dos cuadras y yo la veía parada en su puerta.

EL MUI:
Los que vivíamos en la casa Pipo, Iván, Luís, junto con otros alumnos de la facultad, y entre ellos un profesor ayudante, otro muchacho muy inteligente que había cursado la Escuela Militar de la Armada y que antes de recibirse se fue a estudiar Ingeniería Química, fundamos un movimiento estudiantil: MUI (Movimiento Universitario Independiente). Propusimos un patrón de conducta, con leyes que estuvieran regidas por la moral.
El dinero que recolectamos en el baile de los estudiantes el 21 de julio de cada año, lo destinamos a la biblioteca para comprar libros. Los principios básicos era que no discriminábamos a nadie por ideología o religión, pero tampoco eran temas que se discutían, si bien lo hacíamos con los de actualidad. No teníamos afinidad ni con los de izquierda del Centro, ni con los de orientación católica (con curas de asesores) del Ateneo; intentábamos dialogar con todos los centros de estudiantes, en las primeras elecciones les ganamos al viejo Centro.
Ese día festejamos, con todos los simpatizantes del MUI. Un momento de gracia ocurrió cuando el inglés le dijo al Tano:
…¿Sabes lo que más me gusta de vos?
…¿Qué?-
…¡La mechita!
Ella era muy bonita y llamaba la atención y más a un borracho que le decía al novio de la fulana, que ella era lo que más le gustaba de él.

La morocha:
Desde la casa de 1º de Mayo, iba con unas amigas que venían a buscarme en auto hasta la laguna Setúbal y allí nos divertíamos jugando en el agua con las chicas que eran tres, por ese motivo lo invité un día al flaco y vino la dueña del 404 a buscarlo. Él sin conocerla decidió no ir porque según él debía estudiar.
La morocha era bellísima. Un día estábamos en el viejo mercado, cuando el flaco me llama para que vea una morocha hermosa; era ella y le dije tantas cosas, que se quedó arrepentido de no haber ido, ya que después del desplante la piba no vino más.

El final con Cecilia/ Los padres:
A medida que yo iba terminado la carrera en Santa Fe, a Cecilia la veía cada vez más distante en tiempo. El último año cuando ya había terminado de cursar y me quedaba rendir solamente el proyecto, viajé a San Juan después de un año que no la veía.
Cuando llegué Cecilia me esperaba en la puerta de su casa, me saludó y sin darme tiempo a decirle nada me dijo: “Jorge quiero que nos dejemos”, no me dio ninguna explicación y era algo pensado y definido por su parte.
Yo tenía conversado con ella que sin algún día no sentíamos más lo mismo uno por el otro, ese sería el último día que estaríamos juntos. Comprendí la situación y le dije: Bueno voy a saludar a tu mamá y me voy.
La mamá no tenía cara de alegría ni de tristeza y me dijo solamente que me apreciaba mucho pero no podía decirle a Cecilia qué hacer con su vida. Cuando me estaba por ir llegó el papá, se enteró en ese momento de lo que pasaba se puso muy triste y se le notaba.
Me volví, la historia con Cecilia terminó, finalicé el proyecto y me recibí de Ingeniero Químico en Santa Fe, le mandé el proyecto por correo al papá quien me agradeció con una conceptuosa carta. El proyecto fue hecho tomando como base una mina de plomo y plata del papá de Cecilia, y como referencia la mina El Aguilar.

Para redondear esta historia daré un salto en el tiempo, y llegaré a cuando muchos años después de recibido (diez) y trabajaba en el CFI (Consejo Federal de Inversiones). Vino un día, sin yo saber que lo haría, a verme, la mamá de Cecilia, preguntó por mi a la secretaria de la oficina. Yo no la reconocí de inmediato hasta que me habló, hacían quince años que no nos veíamos y estábamos ambos muy cambiados. Me dijo que el hermano de Cecilia, a quien yo había encontrado, en la calle le había dado mi dirección y que desde hacía mucho tiempo querían saber de mí, tanto ella como el esposo, que se había quedado en Córdoba, donde vivían desde hacía muchos años. Vino a traer recuerdos de cosas olvidadas, nunca más supe nada de Cecilia y la curiosidad quedó latente para saber que fue de su vida. A los pocos meses vino el papá, lo invité a mi casa y conoció mi familia. Yo tenía dos hijos, se quedó a dormir, después de cenar con nosotros. Al otro día se fue con una gran tristeza como si los hijos míos le significaran algo más que niños desconocidos. Cuando me fui a Santa Fe nos escribíamos seguido y yo pensaba en Cecilia como que iba a ser mi única y definitiva novia, eso me permitió pasar varios años sin involucrarme seriamente con ninguna chica y me ayudó a estudiar.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.
San Juan- 1960
Santa Fe-1966
























N°18
JIMBO 24Z

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 17-03-2008

Fue el primer hijo de Raymond Z que nació en la Argentina, su mamá fue una yegua pura sangre, era el primer hijo y nació en una estancia de Brandsen, de Yayo, allí fue criado con tanta dedicación y esmero que, desde potrillo aprendió a reconocer a su cuidador.

De potrillo estaba a box de noche y a campo de día, esto le permitió desarrollarse como un caballo libre, pero con mucho seguimiento por parte de sus dueños. Respondía a su nombre cuando lo llamaban, y perdió desde chico todas las cosquillas y se convirtió en un caballo muy manso de “abajo”, a medida que creció se mostraba como un magnífico ejemplar, heredando de su padre el magnifico porte de un Hannoveriano, su color o su capa como dicen los españoles era zaino oscuro, con reflejos dorados en algunas partes, tirando mucho a negro.

Un día estando en un concurso de salto en City Bell, me puse a conversar con el “Paisano”, quien vestía siempre con Bridges de montar verdes y botas marrones. Esta era la persona que más sabía de comprar y vender caballos, probablemente en el mundo; para no parecer exagerado, diré que la princesa Ana de Inglaterra que era la Presidente de la Federación Ecuestre Internacional, lo llamaba por teléfono y lo consultaba sobre cualquier tema relacionado con equitación.

Le dije que me quería comprar un caballo alemán, que iría a Alemania y en la Feria Mundial De Deportes Ecuestres de Essen, Alemania realizada en Essen Messengelade, intentaría elegir un gran potrillo de dos años; la feria se realiza cada dos años en los años impares: 01-03-05-07-09- La próxima es en marzo del 2009. En Equitana los visitantes pueden encontrar todo lo que posiblemente podrían desear en relación con caballos, desde caballos y accesorios del jinete, cercas, y establos completos, monturas, hasta equipos de entrenamientos, etc.

En Equitana lo principal son los caballos y mostrarlos, se presentan más de treinta razas a la venta, y se puede elegir el mejor potrillo de la raza o caballo que uno desee. La feria se especializa en vender a compradores internacionales y hacer todo para el envío.

Cuando le conté la idea que tenía, el “Paisano” que era una persona muy sensata me dijo: Mira aquí en la Argentina hay un criador de caballos que tiene un hijo de uno de los mejores caballos de Alemania, el padre es Raymond Z, y yo lo vendí a Méjico en una suma superior a los 100.000 dólares americanos, quiso el destino que Yayo que era el criador pasara en ese momento por donde estábamos con el Paisano y se parara a saludarlo, allí el “PAISA” le contó que Yo quería un caballo Alemán, entonces él me dijo que tenía varios potrillos para vender, incluso el que fue primer premio potrillos de dos años en la Rural.
Quedamos en que el próximo viernes yo iría a verlos en el Club Hípico Monte Grande, adonde los iba a traer desde la Rural.

Lo invité a ir a mi sobrino Fabián que sabe mucho de caballos, llegamos y Yayo ya nos estaba esperando en el club. Me mostró el campeón potrillo de la Rural, un alazán de porte importante y cabeza muy grande pero bonita, lo estuve mirando, era lindo pero no tenía algo que me enloqueciera y así se lo dije a Yayo, él me dijo que tenía el potrillo que salió segundo en la Rural, pero que no lo vendía, ese era el hijo de Raymond Z, lo sacó del box y salió relinchando porque habían yeguas en la pista y las vio u olio, cuándo lo vi, se paró medio estirado con su cuello arqueado, posición típica de él. Ese potrillo me impresionó como nunca antes lo había hecho otro caballo, le dije que ese sí me enloquecía y que si me lo vendía se lo compraba.

Él estaba en la posición de no venderlo porque era el único hijo de Raymond Z, que tenía y el primero que nació en la Argentina, pero yo estaba enloquecido con el caballo y le pregunté a Fabián si pagaría por el potrillo 10.000 dólares americanos. Fabián me dijo que sí, que los valía, entonces le hice una oferta singular a Yayo: Comprarle el 50% del potrillo por 5.000 dólares. Él se quedó sorprendido por la oferta ya que en la Rural le ofrecieron 1.000 dólares. Me dijo “el próximo domingo voy a La Plata al concurso por el Aniversario”.
¡Allí te contesto!

Cuando llegó el domingo, yo estuve temprano y fui a buscarlo, le pregunté qué decidió, entonces me dijo que aceptaba venderme la mitad y que lo tuviéramos a media, pero que el monto del 50% sería 7.500 dólares, ¡está bien pero te lo pago en diez cuotas!... le dije, y sin mediar discusión nos pusimos de acuerdo, para ello haríamos un contrato, de copropiedad y del manejo y gastos de cada uno. Nos pusimos de acuerdo que la doma del potrillo la contrataría Yayo a un domador conocido, la pagaríamos entre los dos, y luego Yayo personalmente le enseñaría a saltar.

Antes de pagar la primera cuota le hice hacer radiografías de todas las patas, las radiografías salieron bien salvo en una mano un pequeño sobrehueso causa de hacerlo saltar en la manga de potrillito de un año y medio, pero estaba bien y no lo afectaría en el futuro. También Yayo quiso que lo viera saltar en la manga, y lo probamos una tarde en la estancia de Brandsen. Ese día lo llevamos a la manga y empezamos a hacerlo saltar desde un metro de alto, para ir subiendo la altura de los palos hasta llegar a un metro y medio, era increíble cómo los pasaba volando, sin tocar. Tenía alas, sí me gustaba, con eso terminé de enloquecerme por ese caballo Jimbo24z.

El día que lo probábamos en la manga que estaba construida con tablas colocadas horizontalmente, dejando un espacio entre tablas de tres centímetros, vino el peón que lo cuidaba desde que era chiquito y puso los ojos entre el espacio libre de las tablas. Cuando en eso pasó Jimbo24z y vio parte de su cara y sus ojos, iba a toda velocidad para saltar el palo y se paró en seco cuando adivinó que estaba su cuidador, dio la vuelta y se paró a oler su cara contra las maderas, desde ese entonces me di cuenta que no sólo era hermoso sino que era cariñoso.

Hicimos el contrato, y pagué la primera cuota convenida, ya era dueño de la mitad de Jimbo24z, de acuerdo a las obligaciones yo pagaba la mantención en el club de Monte Grande, y Yayo lo entrenaba para saltar.

Era un caballo manso que se podía hacer cualquier cosa con él, no patearía ni haría nada extraño, pero resultó ser muy brioso montado, por esa razón después de hacerlo participar en concursos de salto le pusimos una profesora de adiestramiento, integrante del equipo argentino, con la finalidad que lo educara y le enseñara a obedecer a las ordenes de piernas y boca.

La profesora a los pocos días de tenerlo se dio cuenta que era un caballo súper inteligente y que podría concursar con buena participación en los juegos olímpicos de Winnipeg, que se harían en dos años, dándole tiempo para entrenar. Concursó en el Club Hípico Argentino, en primeras exigencias y el primer concurso les ganó a todos los caballos que en ese momento estaban en training para esa categoría, esto fue un estimulo para la profesora, quien nos propuso que ella se haría cargo del cuidado y entrenamiento de Jimbo24z.

Acordamos que ella tendría una participación en la propiedad del 33.33% igual que nosotros dos. Jimbo24z tenía tres personas que lo cuidaban, y se fue convirtiendo en un caballo espectacular que respondía a las expectativas centradas en él.

Jimbo estaba a pensión en una unidad militar de Palermo, allí la profesora lo entrenaba, y un día recibo una llamada por teléfono, temprano, la voz de Yayo que me dice que Jimbo está con un ataque de un cólico, que el veterinario le dijo que no tenía salvación y que sufriría mucho. Yo le dije: si la situación es tan grave que la decida el veterinario. Y si le tiene que poner una inyección que lo decida él.

Ese fue mi último contacto con Yayo a quien aprecio infinitamente, me cuesta hablarle y no lo he hecho en diez años, ni he vuelto a la estancia, el dolor por Jimbo24z se ha cerrado ya y estoy pensando en viajar a Brandsen a visitar a mi amigo Yayo.

Jorge Eduardo.
La Plata - Argentina



























N°19
HISTORIAS DE MI PLAZA: LA VUELTA AL PERRO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1954
Fecha de alta 14-07-2009

La plaza era el lugar de reunión de los habitantes del pueblo, hoy ciudad de Rivadavia. Tenía un diseño particular: Cuadrada, de una cuadra de cien metros por lado; los laterales de la plaza tenían una doble hilera de plátanos, de gran tamaño, que en época de primavera daban unas pelotas de dos centímetros de diámetro, eran unas inflorescencias que al llegar el verano maduraban y soltaban unos finos pelos desparramando polen al ambiente. (Algunas personas son alérgicas a estos pelos y al polen y le generan un grave problema, algunos además de sufrir de un permanente moquillo ven agravado sus afecciones de asma.)
Los árboles eran muy grandes y se juntaban en las copas, allí en el verano dormían infinidad de pájaros: Gorriones y palomas eran los más abundantes, pero habían otras clases de pájaros que hacían del lugar un verdadero zoológico de aves.
El día clave era el domingo a la tarde, si era verano y había sol mucho mejor para aprovechar la sombra, en el invierno los árboles perdían las hojas y favorecían la calidez del paseo; ese día salíamos a dar la vuelta al perro, no sé de dónde salió ese nombre, pero siempre decíamos a los amigos: ¿Vas a la vuelta al perro?, y en el pueblo, los domingos no había nada, a la tarde, más llamativo.
La vuelta al perro tenía sus reglas: Los varones dábamos vuelta a la izquierda al revés de las agujas de reloj y las mujeres a la derecha; de ese modo nos veíamos los chicos con las chicas, esas vueltas armaban parejas, muchas de ellas abuelos de este hermoso pueblo.

La vuelta al perro no era la única actividad que había en la plaza; en el espacio libre del centro, adonde se juntaban las diagonales, se reunían los músicos contratados por la municipalidad, siendo en realidad músicos que en su mayoría habían aprendido a tocar con sus colegas, pero sin ir a ninguna escuela.
Yo era amigo de uno de ellos, iba a su casa y jugaba con sus hijas mellizas. Cuando evoco mi pueblo siempre recuerdo la plaza y mis amigos que se reunían allí a dar la vuelta al perro.

Una historia que se contaba por aquellos tiempos, 1955, era la del Loco, un estupendo mecánico que preparaba para correr una “cafetera” (Ford T), cuando la tenía lista y para tomarle el tiempo, daba una vuelta a la plaza, esperaba un día de semana que no hubiera gente y salía a probar su “cafetera”; lo que pasaba era que un policía (que tenía la comisaría en la esquina de la plaza), lo veía, lo paraba y le decía:
…¡Tiene que pagar una multa!
…¿Cuánto es?
…¡Una vuelta diez pesos!
…¡Bueno tome veinte y me doy otra!

¡Eso lo cuentan y es muy probable que sea cierto!

Los 25 de mayo, siempre se hacía un acto del que participaban todas las escuelas del pueblo, recuerdo el año 1954: Cayó un fuerte nevada la noche anterior, dejando los árboles cubiertos de nieve y cuando terminamos el acto, después de romper filas, empezamos entre los alumnos de las diferente escuelas, una guerra de pelotas de nieve; a pesar que hacía mucho frío la guerra nos permitía entrar en calor, recién la terminamos cuando nos fuimos a comer.

Al salir de la escuela nos reuníamos en la plaza, que quedaba a media cuadra; la escuela de maestros tenía más mujeres que varones, muchos se relacionaban en la escuela y se reunían a la tardecita en la plaza; Nadie sabía cómo hacía el placero para tener todo el año los canteros con flores de cada temporada, la plaza era un dechado de armonía y belleza que todos disfrutábamos.

Jorge Eduardo
RIVADAVIA 1954
LA PLATA-2009




































N°20
JORGE MI AMIGO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976

Fecha de alta 11-09-2009

En el barrio hacia pocos días se había inaugurado un nuevo comercio. En su frente estaba escrito un nombre raro, para entonces: Pollajería. ¿Qué sería?, seguro que no era ni una verdulería ni una zapatería; mirar de afuera de nada servía, habían sólo heladeras y el producto estaba adentro. Me animé y entré a preguntar:
… ¿Qué vendían?:
…¡Pollos hombre!
… ¿Acaso no viste el cartel?...
Fue así que lo conocí a Jorge, el dueño de este singular negocio. El primero que se instaló en el ejido de la ciudad y él fue el primer “Pollajero”.
Como siempre, cuando surge un negocio nuevo, muchos se copian la idea, las nuevas pollajerías salieron por doquier y con ellas los pollajeros. Mi casa quedaba justo enfrente y a medida que nos hacíamos clientes, nos convertíamos en amigos: Jorge tenía la pollajería cuidada con todo esmero; brillaba, limpia por todas partes, no había olor a nada.
La bondad de Jorge pronto se conoció en el barrio, él siempre estaba dispuesto; los más pobres recibían gratis los elementos que él vendía más baratos como: alitas y menudos. Cuando nació nuestra última hija, fue sietemesina, y debíamos controlar su peso una vez por semana. La única balanza electrónica que había cerca era la de Jorge, quien la pesaba todas las semanas. Su peso inicial de 2300gr. aumentó hasta él límite de la balanza.
Por aquel tiempo apareció Jorge con su hijo: Leo. Un rubiecito chiquito y hermoso. Ambos crecerían y a Leo no lo vi más hasta que lo “conocí” de grande; cuando ya era casi un ingeniero; ella se casó y se fue del pueblo.
Los días de invierno o de lluvia, yo le pegaba un grito por la ventana: … ¡Jorge…tráeme un pollo! Y él al rato se aparecía en mi puerta con lo pedido.
Las milanesas que él hace son las mejores que existen, no tiene rival, ni ningún pollajero las hace igual.
Un día Jorge se apareció con un invento “chorizos de pollos”, fue sorprendente, eran verdaderamente ricos y los llevaban muchos clientes; no sé por qué un día decidió que no era negocio y no los vendió más; nos quedamos afligidos, ya que era muy difícil encontrar un lugar donde los hicieran… ¡tan ricos!
Siempre le digo a Jorge que con todo lo que le compré, durante 33 años podría comprarme un auto; la cuenta es muy sencilla, son 396 meses, en casa éramos seis hasta hace poco, a un promedio mínimo de 200 $ /mes. En todo ese tiempo gaste: 79200$... ¿Que auto elijo?
Pero ahora me tomo el desquite, cuando plata no tengo le compro “fiado” porque tengo crédito. Es que pasé de ser un ingeniero bien remunerado a ser un jubilado, con el sueldo ajustado; “Por la ley de trampas”. Jorge no es mi Pollajero es MI AMIGO.

Jorge Eduardo-La Plata-2009


N°21
EL VECTRA OPEL MODELO 94

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 07-11-2008

Como yo tenía el auto BMW525 en Junín, en la casa de la Plata se quedaron de a pie y decidí comprar un auto nuevo, tenía decidido que sería un auto importado, todavía no sabía cuál, pero no sería un argentino, la experiencia que tuve con el BMW525 la quería repetir y probable que comprara un auto alemán, el único auto que compré nuevo anteriormente fue el Falcón 221, con caja de tercera y todavía me quedaba el mal recuerdo.

Un sábado que vine a La Plata empecé a recorrer las concesionarias de venta de autos nuevos, empecé por la de Opel que recién había abierto; vendía un Vectra Alemán con motor de 2000 centímetros cúbicos, el auto era sobrio y tenía muchos adelantos sobre lo que yo conocía, lo hice arrancar sin sacarlo del negocio, se sentía un motor poderoso y silencioso, me gustó y el precio era en ese momento interesante: 28000 dólares.

Luego fui a la concesionaria de Subaru que estaba en la calle principal, frente a mi casa, a media cuadra. Por esa época había salido el Subaru Impresa, que a simple vista semejaba un auto del futuro, tenía unas líneas modernas y era muy fachero, deportivo; al probar el arranque no lo sentí bien, daba dos o tres vueltas: rum rum rum y arrancaba; no me gustó, pero el vendedor, en ese momento, no me dijo que lo que hacía la computadora era ponerlo a punto y recién arrancaba; estaba perfecto pero al que no sabía le sonaba mal. El precio del Subaru era de 34000 dólares, realmente era un auto hermoso pero me confundió el hecho de que no arrancaba bien.

Me fui a la Toyota, tenía un Sedan y una Coupé muy lindos, el precio 48000 dólares la Coupé que era la que me gustó, pero era mucho y decidí volver a ver al Vectra.

Cuando volví le pedí que lo probáramos, me resultó fantástico, y allí nomás hicimos los papeles, me tomó todos los datos e hicimos con el banco City una financiación de 10000 dólares, una línea para profesionales que con un recibo de sueldo me la dieron. A la semana siguiente fui al banco a firmar los trámites que había hecho el agenciero, firmé los papeles, y quedé a la espera.

El 12 de noviembre se apareció, en Junín, Estela con Pablo y Claudio y el auto nuevo, era el día de mi cumpleaños que lo festejé con ellos; a la vuelta se vinieron con el BMW525, al que tendríamos un tiempo pero no lo usé más.

El Vectra era un Opel fantástico, corría a 230 kilómetros por hora, pero a esa velocidad no se lo podía andar en las rutas. Cuando vendí el BMW525, y a pesar de que tenía un auto excelente, lo extrañaba, fueron doce años que me llevó por todas partes y casi nunca se rompió.

Jorge Eduardo-La Plata - Buenos Aires - Argentina



N°22
LOS DÍAS DE TRABAJO, FINAL DE LA UNIVERSIDAD


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1970
Fecha de alta 13-01-2008

Los días de trabajo. Final de la universidad: Finalmente todo llega a su fin y el 30 de octubre de 1967, me recibí de ingeniero.

La Nona de Estela, Herminia, estaba más contenta que yo, ya no me aguantaría todos los días en su casa y me iría a trabajar para luego casarme.

No obstante haber terminado me quedé en Santa Fe hasta el mes de febrero que empecé a trabajar en Petrosur, en Campana.

Un poco antes de que me llamaran de Petrosur hice los trámites para ir a Canadá, junto con el Flaco. Le dije a Mediavilla que si no le daba el empleo al Flaco yo me iría con él a Canadá, finalmente nos dieron empleo en Campana y nos quedamos para siempre, empezando desde allí a recorrer diferentes lugares de trabajo.

Petrosur fue un excelente lugar de trabajo, una petroquímica con todos los adelantos tecnológicos para la época; ahí tuve varios amigos, con algunos salíamos de farra y con otros éramos amigos de su familia. Los más frecuentados fueron Koko, el Flaco, Iperico, los dos Gatti, el Tucumano, Pocho Garcés y uno de San Lorenzo.

También hicimos algunas amigas, chicas simpáticas y que fueron buenas compañeras de farras. Entre ellas contamos a Mari, Evelia, Tessi, Marisa, la morocha pelo muy largo (enfermera), y la Plástica.

Salíamos a bailar por los pueblos de los alrededores, en Zarate y Campana, algunas veces salíamos con chicas de Zarate, entre ellas la Plástica (morocha muy linda), Tessi, Marisa.; ó chicas de Campana Evelia, Mari.

Una navidad fuimos a la casa de Gattí, festejábamos con todo y se nos soltó la chaveta, en medio de la fiesta empezamos a tirar desde la parte alta de la casa sifones de soda de vidrio, contra un patio de cemento. Explotaban como bombas y los vecinos vinieron a ver qué pasaba, lo más que pasaba era el vino que habíamos tomado.

De la casa fuimos al Club de Regatas de Zarate, donde teníamos una lancha y éramos socios. Para poder entrar tuvimos que disimular la borrachera, sino no dejaban entrar.

Esa noche hicimos toda clase de locuras, bailamos en el trampolín sobre el rió Paraná, acción muy riesgosa (para mí) ya que no sabia nadar en el río y era profundo y correntoso. También bailamos arriba de las mesas, hasta que del club nos echaron y fuimos a casa.

Teníamos un sólo disco con un tocadiscos Winco nuevo, el disco era de Pepito Pérez: “Faltan cinco para las doce”. Tocamos el disco hasta el amanecer y la fiesta se acabó a las cinco de la mañana.

El plan de casamiento:
La separación de Estela, ocurrió porque yo salía con las otras chicas; indefectiblemente iba a ocurrir, pero no duró demasiado. Un día nos encontramos en Buenos Aires y era tan linda, quise volver, ella no me dio bola y me dijo: Sólo cuando quieras casarte y dejar este tipo de vida volveré con vos.

Habían pasado unos meses y una noche decido llamarla desde la fábrica, estuvimos hablando desde las doce de la noche hasta las seis de la mañana. Finalmente arreglamos que la iría a ver y hablaríamos del casamiento.
(La llamada me salió el equivalente de dos sueldos y los pagué años después).
Cuando volvimos a encontrarnos en Santa Fe, empezamos a planear el casamiento, decidimos que nos comprometeríamos en Mendoza y fuimos con la mamá de Estela y la tía Eva. Nos comprometimos en la iglesia San Isidro Labrador, en julio de 1970, y fijamos fecha para la boda: el 8 de octubre de 1970.

El casamiento tuvo pocos invitados: Koko, el Flaco, Eugenio (el cura), María Esther, Susana, los tíos que vivían en la casa de Estela, mi mamá y mi hermana.
Nos fuimos de viaje a las cataratas del Iguazú, fuimos por el camino que va de Santa Fe a Misiones por la orilla del Paraná, nos quedamos en el pueblo de La Paz en Entre Ríos.
El Hotel era muy modesto, tanto que no tenía baño privado, lo que disgustó mucho a Estela. En el Hotel tenían unos cachorros de gatos montes que eran muy lindos, se dejaban acariciar y comían lo que le dábamos en la mano.
Llegamos a Puerto Iguazú, conseguimos el último lugar en la única pensión barata que había en Puerto Iguazú. Al día siguiente fuimos a las cataratas, caminamos por las pasarelas que en esa época no estaban muy bien cuidadas, llegamos hasta la garganta del diablo y vimos unos nidos de boyeros que colgaban, muy bonitos.
Al día siguiente hicimos una excursión que nos llevó hasta la triple frontera y nos quedamos a comer del lado de Brasil, después de haber ido a ver las cataratas del lado brasileño. Allí conocimos a una pareja de Buenos Aires que cumplía cincuenta años de la luna de miel, nos vinimos juntos a la vuelta, por el camino, peligroso, del límite con Brasil en plena selva.
Encontramos animales salvajes como pequeños ciervos, cacatúas, loros de diversa especies, tucanes, y al comienzo del viaje cerca del hotel Cataratas un hermoso ejemplar de Charata que se parece mucho a un pavo negro.

Después de ocupar varios cargos (Jefe de turno, Ingeniero de proceso y Jefe de ingeniería) en los ocho años que estuve trabajando en Petrosur, y con la familia casi numerosa, decido irme al Consejo Federal de Inversiones.
Ya estaban Pablo y Mariela… Pablo nació el 16 de junio de 1971, Mariela nació el 20 de mayo de 1973, mientras trabajaba en Petrosur, en el sanatorio de Campana.

CFI:
El CFI fue como un alo de frescura, empecé a trabajar en consultoría, mi primer trabajo fue la construcción de un frigorífico en General Acha La Pampa, con la selección de las empresas que se postularían para hacer la ingeniería.

Me hice muy amigo de mi jefe. Tanto, que cuando nació mi tercer hijo, Diego, el 8 de junio de 1975, Gustavo Miranda Gallino fue el padrino.
El nacimiento de Diego tuvo muchas dificultades, nació por cesárea, unos vecinos llevaron a Estela hasta el sanatorio y el vecino firmó la orden para hacerle la cesárea.

En aquella época, el Flaco puso una fábrica de cobre electrolítico, alambres de cobre, pidió un crédito de un millón de dólares, para PYMES y luego tuvo que entregarle la fabrica a los socios después de haber hecho todo el desarrollo técnico.

En el CFI trabajé a gusto un año y medio, pero cuando vino el golpe militar del 76 decidí cambiarme y justo salió un aviso para Ipako que era una petroquímica muy conocida.
Mi último trabajo en el CFI, lo hice después del golpe militar, mi jefe preocupado por una Exposición de Artesanías Argentinas, que se había armado en España en las Galerías Preciados de Madrid, con representación de todas las provincias, me envió a San Juan, Mendoza y San Luís.
Yo llegué a Mendoza dos días después del golpe. El mismo día que a la noche Martínez de Oz, dijo el discurso, me entrevisté con el militar Ministro de Economía, que era de quien dependía la recolección de las artesanías, me dijo que todo estaba en orden y que no me preocupara, que todo llegaría de la forma pactada: Cantidad y fecha y así fue. El camión llegó con artesanías de cuero trenzado que eran una belleza.
Me fui acostumbrando a ver sobre el escritorio la gorra de fajina del militar de la fuerza aérea en Mendoza, con una ametralladora sobre la mesa.
En San Juan también llegué a la oficina del Ministro de Economía, gorra de fajina y ametralladora sobre la mesa, sin dejar el revolver al cinto, igual que los otros militares, este estuvo más rudo, me dijo: “Vea, aquí se robaron todo”-, - la hermana del gobernador -que era la que manejó los cheques en la Casa de la Provincia. Yo, me dijo, hablé con el artesano y no le pagaron nada, pero si le pagan adelantado está dispuesto a hacerlo en veinte días y mandar los odres y otras artesanías a Buenos Aires.
Esa misma mañana fui a ver al artesano y quedé en pedirle a Buenos Aires, un nuevo pago, ya que el otro lo había robado la directora de la casa de San Juan. Me mandaron un giro telegráfico por $ 3500, era poca plata para robar pero ella había decidido robársela y dejar mal a su país, que estaba pagando las artesanías con el dinero que enviaron desde España.
El camión de San Juan era enorme porque las artesanías eran livianas pero de gran volumen, cacharros de barro que ocupaban un gran espacio. Los odres que usaron los griegos para poner el vino, fueron reproducidos con gran calidad artesanal.

Mi tercera entrevista fue con el Secretario de minería de San Luís (un rengo), quien era el encargado de enviar artesanías de Ónix, allí también se lo habían robado, pero quién firmó el recibo del dinero entregado fue el Secretario y al no darme ninguna explicación de lo que pasaba, fui directamente a la oficina del gobernador y le expliqué que este individuo tenía el dinero para pagar y le mostré el recibo y que las artesanías debían llegar en veinte días a Buenos Aires.

El gobernador me quiso mandar con el “rengo” a visitar los artesanos, pero le mentí diciéndole que tenía que salir para otra provincia en forma urgente, el rengo salió el día siguiente y pagó de algún modo, era domingo y yo tomé un milagroso avión para Buenos Aires desde San Luís.

El proyecto de las artesanías se cumplió perfectamente, el último camión que llegó fue el de San Luís, enviado por el rengo, pero las artesanías: Las piezas de ónix eran unas hermosas piezas con diseños muy lindos.

El golpe militar del 76 fue tremendo, mataron gente que no tenía nada que ver con la guerrilla, así fue como la mataron a la negrita Ferrer. Hermana del famoso Aldo Ferrer. La noche que la secuestraron ella hizo una reunión para despedir a Pereyra que se iba a Venezuela, todo lo que le imputaron fue que tenía en su libreta de direcciones, el teléfono de uno de los muchachos que mataron en Trelew y había sido novio de ella y ella figuraba en la libreta de él.
Hacía tiempo que no se habían visto más, pero la muerte los unió a los dos, como Dios hubiese querido: En el cielo. Yo no fui a la reunión porque era muy tarde y debía llegar a Campana.
Teníamos amigos en contacto con Aldo Ferrer pero no pudo o no quiso hacer nada por salvarla. Tampoco pudieron otros amigos que conocían generales.
También supimos que probablemente la tiraron de un avión sobre el río de La Plata.
La negrita no era una chica cualquiera del consejo, era la secretaria del director, y gozaba del cariño de toda la institución.

Los amigos del CFI eran: Gustavo (mi jefe. Falleció y me enteré muchos años después que deje el CFI), Chicho y Pocho, ellos fueron los más cercanos a mí. A Pepe le agradecí haberme permitido ingresar. También tuve otros amigos, el negro Otero, Tranier (el contador), Baggley, Bonanni, Russelli algunas chicas y otros más.

IPAKO:
Después del golpe militar me fui a Ipako, una gran empresa que ya cerró su actividad comercial, se vendió en Bahía Blanca y vendió Petrokem en Ensenada, donde yo trabajé para la presentación a la Secretaría de Desarrollo Industrial, para la autorización de su construcción.

La Plata después del golpe fue un infierno, muertos por todos los caminos vecinales, por el parque junto al zoológico, también los centros de reclusión y los destacamentos como el que mató a Bru. La mala policía no tenía moral y habían adoptado todos los malos hábitos de los militares, tampoco la iglesia con el arzobispo a la cabeza, Monseñor Plaza y también el cura Von Wuernich.

Otro represor fue el General Camps, quien llegó a dar conferencias sobre el ínclito general Moscóni, y fue el jefe de la policía de Buenos Aires, junto con Echecolazt y el médico de los centros de detención, se robaron muchos recién nacidos y le quitaron la vida a sus padres.

El día del golpe el Profesor Pereyra, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de La Plata, me dijo que se iba a Venezuela, pero me trajo hasta La Plata porque yo le comenté que me venía a Ipako.

En esos días estábamos muy confundidos, no sabíamos que pasaría y unos amigos Pocho Garcés y la señora diputada, se fueron a España. Yo los llevé a Ezeiza cuando se fueron.

Muchos años después volvieron y tratamos de hacer estudios sobre tratamientos ecológicos, pero no anduvo. Se volvieron a ir porque ya no se acostumbraron a la Argentina de las crisis y los malos ingresos.

España esta mejor y pensar que Argentina, les llenó la panza a los gallegos olvidadizos e ingratos, y que ahora no quieren sudamericanos (“sudacas”, como los llaman peyorativamente).

Los japoneses también se mataron el hambre después de la guerra y no se olvidaron de la Argentina, pero Japón por su idioma no es plaza para sudamericanos. Sin embargo los japoneses como síntoma de recuerdo y agradecimiento a la Argentina, cantan y bailan el dos por cuatro, escuchan a Troilo, D’Arienzo, Canaro, Piázola y todos los grandes que lleguen a su reproductor.

Mientras estuve en Ipako pasé muy bien con amigos y amigas que fueron receptivos y me dieron lugar en su sociedad, Alberto, Mario, Niria, Sábato, el Gerente General Anello, Tesoriero y muchos más, para incluirlos en una lista.

Durante un tiempo viví sin la familia en un hotel, después vinieron todos, y aquí nació Yanina, el 21 de julio de 1978.

Los primeros meses, los militares tenían espías por todas partes y yo como tenía que salir de noche a comer me seguían para saber lo que hacía, hasta que un día uno me paró y me dijo que no saliera más de noche porque era peligroso. Después de cerciorarse que yo sólo salía a comer, no me detuvieron pero ante la menor duda te llevaban detenido en averiguación y así desparecieron muchos inocentes.

Mientras estaba en Ipako, una empresa de servicios, tratamiento de agua, invitó al Gerente a un congreso sobre toda clase de servicios auxiliares, que su empresa ofrecía en Brasil. El Gerente no pudo ir y me ofreció a mí que fuera. Tuve dos días para preparar el viaje y este fue mi primer viaje a Sao Paulo.

Para el viaje me dieron una cantidad grande de dinero que no debía rendir y lo podía gastar a mi antojo. Me dieron dólares y en Brasil rendía como en los años que en la Argentina los dólares se cambiaban por muchos pesos y todo resultaba muy barato al cambio.

Fui desde la Argentina con el dueño argentino de la empresa y allá en Brasil nos recibió el socio brasilero. El congreso resultó un éxito, expusieron expertos en cada tema, y al terminar los temas dedicaron algunos días a la parte social.
Lo más destacado fueron los viajes a la playa de Santos: Guaruja fue mi primera vez que entré al mar, nunca había estado en el mar y me resultó fascinante; también se destacó la Cena de Despedida en la casa, departamento duplex del dueño brasilero.
Era un edificio magnifico y los dos últimos pisos pertenecían al dueño de la empresa, tenía en la terraza una pileta de natación. La fiesta estuvo muy bien organizada y fuimos invitados una gran cantidad de participantes, en su mayoría pertenecientes a empresas argentinas.
Yo estuve un rato largo conversando con la dueña de casa que asombrosamente estaba muy en tema de lo que se había dado en las conferencias, me había contado que era psicóloga y que había escrito muchos libros de la especialidad, pero yo me asombraba de lo que sabía de tratamiento de agua y temas relativos a la Empresa. Grande fue mi sorpresa, cuando me confirmó que antes de ser psicóloga se había recibido de ingeniera química.

En la mitad de la charla apareció un ingeniero argentino, con cara de baboso y borracho, sin que mediara ningún trato previo se coló en la conversación y la derivó para el lado de avanzarse a la mujer, esto me produjo gran indignación y logré que se fuera como había venido sin darle importancia ni participar de su estúpida conversación de borracho.
La fiesta terminó tarde y junto con otro amigo de Ipako nos fuimos para el hotel, cuando salimos nos dimos cuenta que estábamos perdidos, en eso vimos un hombre grande de edad, rubio, que nos inspiró confianza. Le preguntamos dónde quedaba el hotel (el más pituco de Sao Paulo), allí se había hospedado el esposo de la reina de Inglaterra: Felipe.
El hombre era muy amable y nos contestó en castellano al mal portugués que nosotros usábamos para comunicarnos, a poco tiempo de conversar el hombre nos dijo después de lo que voy hacer ustedes se darán cuenta quien soy.
No sé cómo ni porqué tuvimos confianza para darle un billete de quinientos cruzeiros con los que iba a hacer una magia; resultó ser un brillante mago que en medio de la noche nos deslumbró con un excepcional truco, que nos paralizó y nos quitó confianza mientras lo hacía: Dobló el billete cuatro veces y quedó reducido a un cuadradito pequeño, y fue cortando el billete con sus manos por cada uno de los pliegues, hasta que llegó al último y el billete era un bollito todo cortado, lo sopló, tiró de la punta de un papel y apareció un billete entero que nos lo devolvió.
- Yo soy el mago mágico Tiany, estuve en la Argentina hasta que los militares del proceso, en Tucumán me raptaron a mi hijo y me pidieron un rescate cuantioso. Lo pagué y al otro día me retiré con todas mis pertenencias y no he vuelto ni lo haré mientras estén los militares en el poder. Me gusta mucho la Argentina, la gente es especial para el tipo de circo mágico que yo hago, por eso se que un día voy a volver a trabajar allí.
Muchos años después fui a verlo en Mar del Plata, allí transformó una hermosa chica morocha en una pantera negra sin posibilidad de que no fuera eso. Conversamos un largo rato y recordaba el encuentro de Sao Paulo.

El hotel en Sao Paulo, como todo Sao Paulo, estaba edificado sobre un morro que era uno de los más altos de la ciudad. El primer día al llegar allí, salimos a conocer los alrededores y como cualquier argentino lo primero que hicimos fue dar una vuelta a la manzana, pero, oh sorpresa, cuando terminamos supuestamente de dar la vuelta estábamos en otro lado, habíamos descendido por el morro ya que no era plano, nos tuvieron que explicar como volver.
Como el dinero que llevé me sobraba, una tarde organicé una picada con cervezas en el hotel para todos los argentinos que residían allí, quedé impactado por lo barato que me salió la invitación. Lo que no pude superar fue el olor del aceite de soja que se utilizaba para todas las comidas, así que después de devolver un pituco plato de pollo a la strogonoff, hablé con el mozo para que no me cocinaran nada con aceite y sí con manteca, lo que me resultó muy apreciado.
En esa época era muy difícil ir con pesos argentinos y lograr que te los cambiaran mucho mas, no había nadie dispuesto a hacerlo y si te cambiaban era tan desfavorable el cambio que perdías un porcentaje importante.

Una noche caminaba inconcientemente por la ciudad y llegué hasta donde construían el primer subterráneo de Sao Paulo, allí encontré uno de los grandes males, de una ciudad inmensa con grandes focos de pobreza: la gente más miserable durmiendo en los pozos que hacían a pico y pala para construir el túnel, a cielo abierto.

Mientras viví solo en La Plata, me iba los viernes con el ingeniero Anello hasta Buenos Aires y de allí en ómnibus a Campana.
En Ipako estuve 2 años solamente pero guardé siempre un gran recuerdo de todos ellos.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.















































N°23
MI TÍO HUGO, INGENIERO, CAZADOR Y PESCADOR
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1947
Fecha de alta 27-01-2008

Parece mentira que hayan pasado sesenta y un años desde el día que mi tío Hugo regresó de Córdoba con mi tía Blanca. Yo tenia seis años, recuerdo el momento que fuimos a encontrarlos “al pie” del primer cuartel de uvas frente a la casa de la nona Luisa.(“se dice cabecera por donde entra el agua y pie por donde sale”)
Hugo me dijo con mucho cariño “te presento a tu tía Blanca”; desde que estudiaba ingeniería Civil en Córdoba viajaba a Mendoza una vez por año y para mí era una fiesta su llegada, ya que desde muy chiquito salía a cazar con él, toda clase de bichos y eso fue algo que formó parte de mi infancia: Ir a cazar. Volvimos en la Voituré que era un antiguo vehículo muy pintoresco y útil, se podía meter por cualquier huella de arena sin problemas.
La tía Blanca se sorprendió con mi actitud, y quiso ganarse mi confianza, Hugo se dio cuenta que algo no funcionaba y me preguntó -¿te gusta la tía? -¡No, no me gusta! -¿Por qué?
Y Yo le contesté -¡Es tan compadrita, y habla tan finito!
La tía fue mi tía preferida, era muy compañera de mi Tío Hugo y salía con nosotros de viajes de cacería, aunque ella no cazaba se integraba perfectamente a las excursiones que hacíamos a la provincia de San Luis, donde si se dedicaba a pescar pejerreyes en los lagos artificiales.
Tuvieron un bebe, una nena que heredó los ojos y el pelo de la nona Luisa, era rubia con dos ojazos azules que le significó ser cuando grande una hermosa mujer igual que la nona Luisa, su abuela.
Hugo me enseñó todo lo que aprendí de cacerías, aprendí a cazar palomitas torcazas de noche en los dormideros, íbamos con un rifle 22 largo; con una linterna buscábamos entre las ramas de los siempre verdes, cuando encontrábamos un dormidero de una bandada, cazábamos cuatro ó cinco palomitas de un sólo saque, al final de la noche cazábamos quince ó veinte y las comíamos como “polenta con pajaritos”.
También aprendí a cazar patos en las lagunas, martinetas y perdices en el campo.
Hugo era tirador profesional, había ganado el campeonato argentino de tiro al platillo, y el campeonato vendimia de platillo. La copa que ganó en ese campeonato vendimia la conservo yo como un imborrable recuerdo de este tío que tanto amé.
Hugo ganó en su trayectoria de tirador deportivo, infinidad de trofeos, sobresaliendo los campeonatos vendimia ya que eran en Mendoza y siempre se presentaba a concursar, también ganó en San Juan, Córdoba, Buenos Aires. Fue campeón Argentino de tiro con fusil, su destreza con las armas fue heredada del nono Lorenzo quien lo hacía muy bien con pistola y escopeta y era un hombre grande y todavía tiraba muy bien.
Nunca aprendí a cazar al nivel del profesor que tuve, pero si bien fui un mal tirador tenía mucho entusiasmo y no me perdía ningún viaje a las provincias vecinas como Córdoba y San Luis.
Hugo estudió ingeniería Civil y se recibió primero de Agrimensor, quedándole dos materias para terminar su carrera de Ingeniería Civil, trabajó haciendo mensuras de los campos desérticos y salvajes de Mendoza, para eso le sirvió su jeep, para meterse por las huellas de arena, aprovechó esas excursiones también para cazar martinetas copetonas típicas de los campos de Mendoza.

Hugo, además de un excelente cazador fue un destacado pescador y cuando en la Argentina no se pescaba con mosca él construía sus propias moscas y pescaba truchas en La Laguna Del Diamante en plena cordillera de los Andes. Las moscas las construía con plumas de colas de gallos, con hilos de cobre y anzuelos pata larga. Además construía sus propias cucharas, cuando los señuelos no eran comercializados, las cucharitas eran de bronce pulido y luego marcado dándole la forma de cucharita. Hugo cocinaba los animales que capturaba y las truchas arco iris de la montaña eran riquísimas, preparadas “ahumadas”.

A pesar que era un cazador empedernido, habían especies que decía que no se debían cazar, así por ejemplo él no cazaba guanacos puesto que decía que eran animales muy bellos y si se los cazaba se extinguirían. En sus viajes a La Laguna Del Diamante encontraba rebaños de hasta 500 animales; en los valles de la alta montaña, también encontró cientos de guanacos muertos en el faldeo de los cerros, hizo averiguaciones y los habían matado unos militares desde un helicóptero. Fue al Diario, y los denunció, apareciendo una nota con fotos de los guanacos muertos, generando replicas airadas de la población y debiendo el ejército pedir disculpas por matar animales salvajes en riesgo de extinción.

Paisanos del lugar fueron testigos de la matanza y aprovecharon algo del mucho daño que hicieron, pero sin embargo muchos guanacos se perdieron, tanto su carne como su cuero.

Hugo hacía accesorios para sus propias escopetas y así a una escopeta de caños superpuestos muy valiosa, le construyó una hermosa culata de raíz de nogal, la talló a mano y le dio la forma y el “debíase” apropiado a su cuerpo, cuando la colocó en el arma no se sabía si era la original o la hecha a mano. Estaba lustrada a muñeca y brillaba de una manera increíble resaltando las vetas de la raíz de nogal.

Hasta los 15 años anduve cazando y pescando con él, cuando me fui a la universidad dejé de cazar para siempre, pero cuando venía de San Juan o Santa Fe, a mi casa de campamentos, iba a Rivadavia a visitarlo, me recibí de ingeniero Químico y me fui a trabajar a Campana y seguí yendo cada tanto. Me casé, nacieron mis hijos y allí estábamos con mi tío que poco a poco se ponía más viejo.

Hubiese querido que mis nietos lo conocieran, pero cuando nacieron él ya estaba mal y los nietos se cambiaron a otros países (Uruguay y Costa Rica).
Yo ahora les cuento algunas de las anécdotas del tío Hugo, las que me divertían cuando era chico: Colgábamos botellas llenas de arena con un piolín de esos blancos que se usaban para atar paquetes, a una altura de tres metros y diez centímetros una de otra; mi tío empezaba por la de la izquierda cortando el piolín y cuando la botella caía rompiéndola, para seguir en serie haciendo lo mismo con las otras dos botellas, todo a una velocidad increíble, con su rifle 22 de repetición.
Otra de las demostraciones de habilidad y destreza, consistía en tirar una moneda para arriba y él le pegaba en el aire, con la repetición de varias series sin errar un sólo tiro. Esto lo hacía con su rifle 22.
Profesionalmente tiraba con revolver en un polígono lo que se conoce “tiro a la silueta” esta era una destreza para la que se usaba una pistola automática.
Cuando grande perdió la vista a un nivel que apenas si le permitía deambular, pero él siguió cazando como cuando era más joven. Les tiraba a las perdices guiándose por el ruido de sus alas al volar. Cuando ya no pudo cazar más, iba al campo con su perro para oír el vuelo de las martinetas o de las perdices, aunque ya no cazara, disfrutaba del campo y los animales; de viejo se volvió ecólogo.
Un día se fue, dejó a su única hija pocas cosas de las infinitas que tuvo; cientos de cañas de diferentes épocas, fusiles magnum, escopetas, botes de pesca, pistolas y revólveres, y muchos trofeos, su camioneta Estanciera doble tracción, además de su avioncito Air Coupé se perdieron al final de su vida. Su último perro se le adelantó a ver si adonde iban habían perdices.
Hugo tu sobrino Jorge recuerda las cacerías que hicimos, los viajes en el avioncito y tu destreza, desea que andes por los campos cubiertos de estrellas, admirando el cielo auque ya tu instinto de cazador se haya dormido.

Jorge Eduardo
Campamentos- Rivadavia- Mendoza.








































N°24-
El BMW 525

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1983
Fecha de alta 30-10-2008

Cuando mi suegra se enfermó en Santa Fe, yo fui a buscarla para traerla a La Plata. Había comprado un auto Ford Falcón 221 color “oro inca” (amarillo oro), era el único que había para entrega inmediata en la concesionaria y tenía caja de tercera. Cuando fui a Santa Fe, sólo lo había usado dos mil kilómetros, lo había asentado y había ido de vacaciones a las sierras de Córdoba.
Era un auto que tenía mucha fuerza pero… ¡tenía caja de tercera! Al principio no me di cuenta…lo que era esto. ¡Era insoportable!… ¡De lento! No corría (a fondo) ni a ciento veinte kilómetros por hora, y lo común era ir a cien-ciento cinco, kilómetros por hora, velocidad a la que el motor sonaba como aceptable.
Como lo había usado en la sierra no tuve necesidad de ir rápido, era muy bueno para trepar… ¡era un burro! Nada lo detenía, ni la subida más abrupta, ni un arroyo, ninguna colina sin caminos. En ese sentido era ideal.
Pero cuando quise venir de Santa Fe, rápido, me encontré con que no aceleraba en forma normal más de ciento diez kilómetros por hora. Me puse violento contra el comportamiento del auto que además se deslizaba de cola si entraba fuerte a una curva; entonces dije por el camino:
¡Llego y lo cambio por otro!… ¡aunque esté nuevo!… ¡Aunque tenga dos mil kilómetros de uso!
Y así fue que llegamos a las tres de la tarde, la interné donde tenía previsto, y de allí me fui a una concesionaria de calle 13, y empezamos con Estela, a elegir el nuevo auto; el Ford era modelo 1982; nos gustó y elegimos un Renault 18, full, modelo 1982, tenía una diferencia con el Falcón de 1000 dólares, el valor del falcón era de 5000 dólares.

Hablamos de la parte financiera, yo le entregaba el Falcón y los 1000 dólares en diciembre, unos ochenta días después. Quedamos en volver temprano al otro día para probarlo y firmar los papeles que fuese necesario. Cuando nos íbamos le digo a Estela:
… ¡Lindo el auto!… ¡caja de quinta!… ¡aire acondicionado y levanta vidrios!… ¿Te gusta?
A lo que ella me contestó… ¡Si!… ¡Pero me gusta más el que está al lado!
Yo no había prestado mucha atención a ese auto, porque era “importado”, corría 1983 y el auto era un BMW 525 y en esa época costaba conseguir los repuestos de los autos importados, era de color gris metalizado, un auto hermoso; ganó en 1980, el premio del Auto del Año; pertenecía a la señora del dueño de la concesionaria; lo vendía porque quería comprarse una rural nueva Peugeot 505, que recién salía y era muy grande, ideal para su familia.
Entonces le dije a Estela… ¡Pero es un auto “importado”!… ¡y será muy caro!
El hombre me escuchó y dijo… ¡No este es más barato que el otro!
…¡No puede ser! Dije
Y me dijo:
… ¡Cuesta 1000 dólares menos!
Era justo el valor del Ford, tenía 70000 kilómetros y de pintura estaba flamante.
Cuando abrió la puerta, vi el tapizado, nuevo y olor a limpio, la palanca de cambio al piso y automático, los asientos con apoya cabezas y reclinables del todo, la radio con pasa casetes, levanta vidrios automático, calefacción regulable y un montón de chiches.

Decidí venir a verlo con un mecánico por la desconfianza a lo “importado”. Al otro día vinimos tres: un mecánico, un amigo que sabía mucho de autos y yo
Llegamos, y el dueño lo sacó afuera, salimos por la calle 13 hasta la avenida Centenario, cuando el auto calentó lo puso en cambio manual y empezó a correr entre una cuadra y otra con semáforos, frenando con los frenos a disco de una manera increíble; al llegar al camino Centenario, puso la caja en cambio automático y lo aceleró a fondo, los cambios fueron entrando a medida que la velocidad subía, hasta llegar a ciento ochenta kilómetros por hora; el auto tenía un equilibrio perfecto, no vibraba, frenaba y salía a toda velocidad.
Volvimos y sólo hicimos las transferencias de los dos autos, que fueron valuados en 5000 dólares, en esa época en La Plata sólo había dos autos BMW 525, Modelo 1979. Eran tan pocos que la concesionaria oficial había cerrado y había apenas un representante, pero particular, que cuando le llevabas el auto te cobraba muy caro, así lo empecé a llevar a un taller de un ingeniero que me lo atendió los doce años que lo tuve.

Con el BMW525 viví gran parte de mi vida, lo tuve desde 1983 hasta el año 1995, fueron doce años en los que sucedieron muchas de las cosas importantes de mi vida. Crié a mis hijos, los varones manejaban en él como si fuera un auto de rally, de carrera; desde los diez años manejaban en el Parque Pereyra Iraola, Diego era el más audaz y cuando tenía catorce años lo hacía doblar frenando y hacia trompos.

Lo tuve tantos años porque era de la familia y cuando lo quise vender todos se enojaron, cuando ya eran grandes compré un Vectra y recién al tiempo lo vendí; el muchacho que lo compró lo arregló a nuevo y lo tiene hecho un chiche.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina—1983-1995
























N°25
LUNÁTICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 19-03-2008

Lunático. ¡Sí! ¡Se llamaba como el caballo de Gardel! En el año 1994 estaba trabajando en Junín, en la empresa aceitera más grande del país en ese momento. Entré como Gerente de producción, a cargo de todas las áreas de la empresa, salvo recepción de granos. Trabajábamos con Girasol y Soja, grandes cantidades diarias, procesábamos dos mil quinientas toneladas por día de soja.

Al principio yo tenía poco tiempo pero cuando las cosas se ordenaron empecé a hacer amigos que les gustaban los caballos como a mí. Uno de ellos criaba caballos árabes y otros caballos pura sangre. Otro amigo tenía un stud con cincuenta Boxes pero ya no cuidaba más caballos de carreras y los usaba para yeguas y potrillos chicos, sobre todo en invierno. Tenía un campo de cría con alrededor de 30 yeguas. Nos juntábamos los domingos en el campo de alguno de ellos, hacíamos asados, y andábamos a caballo; esto me distendía y hacía que pudiera soportar estar solo sin la familia.
Algunos caballos eran muy lindos pero yo me empecé a entusiasmar con un potrillo pura sangre que mi amigo tenía en un potrero, era un zaino colorado con cabeza acarnerada, perfecto de aplomos, de patas y cuello y se llamaba Lunático, como el caballo de Gardel… Estaba solo en un potrero porque era padrillo y ya tenía tres años, no le habían prestado mucha atención y era bastante arisco. Yo le empecé a dar avena en un morral y eso hizo que se fuera amansando y fuera menos desconfiado, cada vez que lo llamábamos para darle avena lo encerrábamos en un corral que había en la esquina del potrero, le dábamos de comer y le poníamos un bozal. Era inteligente y aprendía lo que le enseñábamos rápidamente, así aprendió a trotar a la cuerda y eso permitió que obedeciera a llevarlo de tiro con otro caballo.
Cuando se había amansado de cabeza y permitía sin problemas que le pusieran el bozal y lo llevaran de tiro, consideré que iba a ser un hermoso caballo para disfrutarlo y se lo compré al dueño. Se lo llevé a un domador legendario que había domado algunos de los caballos más importantes de carrera que habían salido de los muchos campos de Junín y que luego ganaron en Palermo y algunos fueron para Estados Unidos.
El domador tenía 85 años y caminaba medio doblado, lo amansó de “arriba” sin subirlo ni una sola vez; ¿cómo hizo?, lo amansó con un muñeco de arena, le colocaba una montura y arriba el muñeco que tenía unas piernas largas que se las pasaba y ataba por debajo de la panza, en uno de los brazos que iba suelto igual que el otro, el muñeco llevaba un talero, que al moverse el caballo asemejaba la intención de pegarle. El primer galope con el muñeco lo hizo en un picadero redondo atado del bozal con una soga larga a un palo o “palenque”, que estaba en el medio del picadero, daba vueltas en redondo y corría asustado y pateaba.

El peso del muñeco era considerable y si bien al principio se enloqueció, se dio cuenta de que el muñeco o lo que fuera no se caería y no intentó más, voltearlo. Dejó de corcovear y con eso el talero que iba en el brazo suelto quedó quieto al costado, a medida que no saltaba más, no recibía más azotes.
Así lo tuvo dando vueltas al trote un rato muy largo y cuando el domador vio que estaba entregado y que no corcovearía más; le sacó el muñeco, le dio un buen baño con manguera y jabón liquido (no detergente), lo llevó a la sombra y le dio una buena ración de avena, una vez que estaba tranquilo y descansado.

En un sólo día lo amansó de “arriba”, pero le faltaba amansarlo de “abajo”; le puso maneas en las cuatro patas y lo empezó tocar por todos lados sacándole las cosquillas de los ijares, lo bañó repetidas veces por las patas para tranquilizarlo y sacarle las cosquillas, también lo acarició por la cabeza y le empezó a sacar la costumbre de morder que había adquirido como una manera de pedir azúcar.
El primer día lo largó en el box con el bozal puesto. Con esto logró que al día siguiente fuera más fácil sacarlo del box. Había que dejar de darle azúcar, diagnosticó el domador, y con ello perdió la costumbre de morder. Al día siguiente cuando le puso el muñeco de arena, no pateo ni corcoveo, sólo trotó sin reparar que llevaba el muñeco de arena, así pasaron cinco días hasta que el anciano domador lo ensilló con una montura de bastos, le puso un bocado de hierro, contra la costumbre de ponerles a los potrillos una guatana, hecha de media de seda de mujer.
Lo sacó por la calle, por un camino de tierra sin vehículos, iba sólo con el caballo como lo había hecho siempre durante sesenta y cinco años que era domador profesional. Lo sacó muchas veces hasta que no se asustaba de los pocos autos que había en la calle, lo llevó por el costado de la ruta, pasaban camiones grandes tocando bocina y Lunático era como uno de los tantos caballos de los gauchos que andaban por allí; aprendió a trotar a la orden del jinete, a galopar, a dar vueltas, a correr y parar en seco; Don Rovira, el domador, convirtió a Lunático en un caballo manso, obediente y muy aprestado para responder a una orden.
Para lograr todo eso Don Rovira no necesitó de mucho tiempo, lo hizo en un plazo realmente muy corto y esto nos dejó deslumbrados a todos los que seguimos los progresos de Lunático.
Cuando apenas lo habían amansado, se lo regalé a Diego para su cumpleaños, lo traje a La Plata y aquí Diego terminó de enseñarle todo lo que sabía de equitación: Cambiar de mano, trote inglés, trotar reunido, saltar obstáculos, y entrar al río montado.
Se convirtió en un verdadero caballo que respondía a todas las órdenes; se mostraba dispuesto a trotar, galopar, correr, saltar, siempre obedeciendo a quien lo montaba. Con Diego se volvió cariñoso y se lo demostraba; si le arrimaba la cara, Lunático le ponía las fosas nasales contra la cara y lo olfateaba; era un acto de cariño.
Cuando terminé mi vinculo con la empresa de Junín me fui a trabajar a Santa Fe y Diego se fue a Buenos Aires a trabajar, así que Lunático de golpe se quedó sin quien lo cuidara, salvo un peón que sólo le daba de comer. Lo mandé de vuelta a Junín al campo de mi amigo que tenía cincuenta boxes. Estando tan lejos el caballo, se lo regalamos al dueño del campo, ya que sería muy difícil ir por placer los fines de semana.
Leopoldo era un avezado jinete de salto y lo utilizó profesionalmente durante un tiempo, para finalmente venderlo. Con el tiempo, para el Campeonato Argentino de Salto, voy al club Hípico Argentino, y en la prueba principal aparece un zaino colorado, cabeza acarnerada saltando muy bien 1,50 metros.
Cuando termina el recorrido sin faltas, y antes del desempate, me arrimo hasta el caballo; el jinete se lo había entregado al peón y estaba desmontado, lo tenía del bozal y lo paseaba para que no se enfriara, caminando despacio, me pongo a la par del caballo y le digo:… ¡Lunático!…, el caballo sorprendido me miró y Yo me di cuenta que recordaba su viejo nombre de cuando andaba con el muñeco de arena.

Me fui sin esperar el final del concurso, pero al otro día leyendo el diario me entero que el nuevo Campeón Argentino, era Good Horse un zaino colorado y había una foto de Lunático ilustrando la noticia.

Jorge Eduardo
1994 Junín














































N °26
FIESTA DE CAMPO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 10-08-2009

En el campo las fiestas se arman un poco entre todos los invitados, según es la costumbre todos colaboran con algo: Uno un cordero, otro un lechón y el que puede una ternera de trecientos kilos para el asado con cuero.

Agustín había llegado a la finca el verano anterior, buscando trabajo, era época de cosecha de uva y ese trabajo le dio mi papá.
Su habilidad era manejar caballos: sabía domar, amansarlos de arriba y de abajo, tirarlos de boca, capar, desgusanar enfermos.

Del tema caballos y animales grandes: vacas, mulas…se encargaba Don Juan El Caballerizo, cuando un día, para el final de la cosecha, Don Juan decidió ir en ómnibus hasta el pueblo; volvió con unas copas demás y al bajar del colectivo, se tiró mirando hacia atrás, se dio vuelta y pegó con la cabeza en el pavimento nuevo que precisamente él había querido estrenar viajando. Murió en el acto y por suerte el ómnibus no lo piso con las ruedas de atrás.

Hubo un gran duelo en toda la finca, era el peón más viejo que tenía papá; mientras Don Juan vivía, él se encargaba de muchas cosas que por simples pasaban desapercibidas: Sacaba la leche para la casa y las familias de la finca; traía los animales para atar: Al carro, a los arados, al sulky; las vacas lecheras las ponía en potreros con buen pasto, les daba de beber en la represa a todos los animales; le traía en verano el caballo que ensillaba mi papá y se lo dejaba preparado para recorrer la finca. Eso lo hacía a diario y además se encargaba de capar los potrillos, amansar los caballos que traían para los arados, matar terneros y hacer asados cuando mi papa le pedía. También y de una manera especial amansó mi primer caballo Chiquito.
…¿Y ahora?
…¿Quién haría las tareas de Don Juan?
…¡Fue una suerte que estaba Agustín ¡… y sabía de todo lo del campo y lo pudo reemplazar perfectamente.

Agustín era aun muy joven, pero como hombre de campo responsable y respetuoso; al poco tiempo mi papá se dio cuenta que podía contar con él para todo tipo de trabajo que antes hacía Don Juan.

Agustín había hecho el servicio militar en el regimiento de Uspallata, el 16 de infantería, allí tenían mulas, la mayoría mala y resabiada; por eso se las dieron a Agustín para que les sacara las mañas; al final del año algunas eran silleras y otras tiraban de carros sin problemas.

Una mención aparte merece la atención que Agustín le prodigó a Chiquito; a pesar del buen trato que le había dado Don Juan, yo no lo dejé que lo terminara de domar perfectamente y por ansioso se lo saqué; eso lo perjudicó al caballo, que no era blando de boca y cuando lo estaba reeducando se mató; después de eso lo tomó Agustín y le enseñó muchas cosas que no sabía y que yo por tener diez años no lo podía adiestrar.

Papá le tenía mucho afecto a Agustín, quien se esmeraba en hacer bien las cosas que le encargaba, así fue que un día lo vio con una chica que había nacido en la finca, hija de un contratista italiano, que vino con el nono a trabajar la viña, cuando los vio juntos varias veces les preguntó si estaban de novios y si se iban casar;
… ¡Si estamos Don Américo!
…¡Pero cómo nos vamos a casar!
…¿Dónde vamos a vivir?

Agustín vivía en las pequeñitas piezas del secadero de frutas abandonado, y papá se dio cuenta que ese lugar no era muy adecuado para llevar a la esposa.
Agustín había recibido en los últimos meses un considerable aumento de sueldo y eso le permitía casarse, cobraba lo mismo que Don Juan, que por haber sido el peón más viejo, tenía el sueldo más alto.

Al enterarse papa de las intenciones de Agustín , hablo con Don Páez, el albañil para que hiciera una casa nueva de dos dormitorios, cerca del corral de los caballos, junto a la acequia del agua que regaba los potreros, eso le permitiría regar una huerta y el jardín. El albañil pidió los materiales y se puso a construir la casa con planos que tenía en su cabeza, había construido muchas casas y refaccionado otras y en la finca todo lo que tenía que ver con construcciones Don Páez lo hacía.

La casa era pequeña: Dos dormitorio, una cocina, un living comedor y un baño, todo distribuido en un cuadrado de 60 m2. Papá no le había dicho a Agustín que esa casa era para que él fuera a vivir con su esposa; cuando lo supo quedó loco de contento y decidieron casarse, ya que no tenían la principal excusa para no hacerlo. Se tomaron un tiempo, pero mientras tanto Agustín hizo los corrales para criar cerdos, un huerto de frutos variados y un jardín al frente de la casa.

Tenía cerdos, gallinas, verduras del huerto y el jardín florecido; definió la fecha de casamiento y eligió como su padrino de bodas al carnicero, el hijo de Don José, el mejor jockey del lugar, amigo de las cuadreras.

La fiesta se realizó en la casa del padrino, fueron invitados muchos de los amigos del novio, gente de la finca, las familias de los novios y por supuesto mi papá y su familia, en total eran como cien, que se acomodaron en una mesa semicircular, en el patio de la casa que era muy grande.

Para el asado todos contribuyeron, en total le regalaron cinco corderos diez lechones y una ternera de trescientos kilos, para el asado con cuero, se la regaló mi papá y le dijo:..¡Anda a llevarla a la carnicería, para que la preparen para el asado con cuero!; la cocción le llevaría toda la noche y el medio día.
El padrino organizó los asadores; quienes harían el asado con cuero y quienes los corderos y lechones; la leña se prendió fuego el día anterior para calentar el pozo del asado con cuero, y se la mantuvo toda la noche para darle calor; los corderos y lechones, a las brasas, estuvieron tres horas en el asador.
Todo salió perfecto, la experiencia de los asadores hacía prever que sucedería eso.

En Mendoza el vino que se sirve en una fiesta en el campo, es casero y este era de diversos proveedores, todos regalos del casamiento. Frío y dulzón, con sabor a uva, patero, rápidamente caló en los huéspedes, muchos sintieron rápido la acción del vino, otros se dominaron y llegaron a los postres, la fiesta resultaba maravillosa, todo a punto y gran variedad de comidas, ensaladas y tortas que trajeron las invitadas.

Cuando llegó la hora de bailar, pudieron hacerlo con cuidado los padrinos y los novios, no así muchos de los invitados que habían caído en brazos de Morfeo.
Al llegar la noche la fiesta terminó, la cena no estaba prevista, pero casi nadie se fue y como había mucha comida y vino todavía, siguió hasta el amanecer; al salir el sol los que estaban “vivos” se fueron y se quedaron “los muertos”.

Jorge Eduardo
Los Campamentos – Rivadavia – Mendoza, 1951
La Plata, Buenos Aires – Argentina 2009.



















































N°27
EL PIBE, EL CABALLO DE MI PAPÁ, Y EL PERRO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1936
Fecha de alta 03-04-2008

Cuando papá se fue de Rusell a la finca de Campamentos tenía 18 años, allí empezó a trabajar con el nono Lorenzo en la construcción de una finca nueva de 300 hectáreas, era soltero y su única compañía y diversión eran un caballo llamado El Pibe y un perro ovejero de collar blanco y color amarillo (igual que Rin Tin Tin, un perro legendario del cine).

Con ellos salía los fines de semana a pasear y con ellos andaba por toda la extensión de la finca inspeccionando los trabajos, numerosos, que se hacían. Al caballo lo cuidaba como al mejor parejero y todo lo que lo hacía caminar y galopar durante la semana lo ponía en un estado ideal de entrenamiento para correr carreras por el campo, cuadreras, con otros caballos que también recibían un buen trato y los llevaban a correr.

El perro fue enseñado a ir a buscar el caballo al potrero y el caballo se venía junto a él, ambos parecían hermanos jugando; cuando papá dejaba al caballo atado afuera de algún sitio, el perro se quedaba echado junto al caballo y por más horas que pasaran no se movía, tampoco permitía que nadie se arrimara al Pibe, con sus ladridos estridentes alertaba a mi papa si alguien lo hacía.

Papá era muy joven y disfrutaba andar de un lado para otro corriendo cuadreras, para evitar que lo identificaran solía ir a lugares distantes 50 a 100 kilómetros del lugar donde vivía, en esa época eran muy diversos los lugares donde se corría.

Cuando El Pibe se empezó a hacer famoso por ganar todas las carreras que corría, había menos candidatos dispuestos a correrle, vinieron caballos, muy buenos, de las provincias vecinas y no tanto y corrieron y no le pudieron ganar, su “tiro” era de 300 metros libres, largando con partidas. No hubo un caballo cuadrero tan rápido, le tomaban el tiempo con cronómetro y hacía en menos de 17 segundos los 300 metros, largando con partida, es decir en movimiento.

Un día conoció a una vecina, que vivía en la finca de enfrente. Una chica morocha de ojos vivaces y cabello muy largo, se llama Elena y es mi mamá. Ella le pidió que si se iban a casar debería vender el caballo porque con toda la dedicación que le daba, no tendrían tiempo de vivir juntos. A Papá no le hizo mucha gracia el pedido de mamá, pero por esa época valía más su opinión que la de él.

Papá se decidió y puso en venta el caballo, y en esos días le robaron el perro, su estado de ánimo no era el mejor y en pocos días, la única compañía que tenía fue mamá. Así que decidieron casarse y con la venta del caballo compraron los muebles que necesitaban para la casa que había construido a la entrada de la finca, del otro lado donde estaba la casa de la nona Luisa y el nono Lorenzo.

Cuando nació el primer hijo, mi hermano, papá se puso muy contento y de a poco empezó a llenar el hueco que le había dejado la pérdida de sus dos grandes amores: El Pibe y el Perro.

















































N°28
TRANSILVANIA, LA CASA DE LAS SIERRAS/CARLOS PAZ


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1985
Fecha de alta 21-01-2008

Esas vacaciones, decidimos con un amigo alquilar una casa grande para ir juntos de vacaciones. Estuvimos buscando en Carlos Paz y encontramos una casa muy grande que tenía dos plantas con muchos dormitorios, tenía un parque por donde pasaba -por el medio- un arroyo que hacía muy singular el lugar, lo que nos permitía tener cinco caballos que los alquilábamos por todo el mes.

También tenía una hermosa pileta de natación donde Estela y Alfredo corrían carreras de resistencia viendo quién hacía mayor número de piletas, la primera competencia contra todo lo previsible, la ganó Estela, como era lógico por una pileta; y la segunda, Alfredo nadó hasta que ganó por una pileta.

Entre los caballos que teníamos se destacó un tordillo pura sangre súper inteligente y manso, anduvimos mucho y bien en él, de manera que decidimos que al año siguiente se lo compraríamos.

Al año siguiente volvimos y cuál fue nuestra sorpresa cuando la dueña nos dijo que la policía lo mató por salirse a la ruta.

Ese año fuimos a pescar al dique San Roque y pescábamos "carpas" pescábamos tres o cuatro por día, y las poníamos en un recipiente grande con agua, cuando tuvimos una docena las hicimos fritas. Fue la única vez que comí un pescado capturado por mí.

Salíamos a pasear por la sierra a caballo, mis cuatro hijos y yo. Yanina era chiquita y tenía una yegua mala cara y le gustaba llamarla "mi mala cara".

El verano se pasó muy rápido y cuando nos dimos cuenta se había pasado todo el mes de enero, no obstante pasamos unas hermosas vacaciones.
En la casa nos dejaron dos perros: Duque y Farkas, de raza Doberman. Farkas era importado de Hungría y Duque el hijo; con ellos estábamos muy tranquilos ya que de noche eran muy guardianes.

De día jugaban con los chicos y eran muy buenos, si no conocían a las personas no las dejaban entrar. Al pobre diarero lo tenían mal, ya que no lo incorporaron como miembro de la casa.

Ese verano recorrimos todas las sierras. Yo llevé un auto Ford Falcon 221, tenía una fuerza increíble y trepaba los lugares más inaccesibles, también hicimos muchas caminatas, subiendo y bajando hasta quedar agotados.
Esas vacaciones nos alentaron para volver al año siguiente.

Jorge Eduardo
Campamentos – Rivadavia – Mendoza.


N°29
SOBRE EL ARROYO


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1930
Fecha de alta 25-05-2008

El valle, la estancia y el dique sobre el arroyo. El valle estaba bordeado por dos cordones de cerros; el arroyo se formaba con las vertientes que drenaban a un corte entre las montañas, juntando el agua que llegaba al valle.

El viejo alemán: Federico, vino antes de la segunda guerra mundial a trabajar en la estancia del Conde Tissen; cuidaba los caballos Hannoverianos que había en la estancia; el principal cliente a quien le vendían los caballos era el Ejercito Argentino, ellos los empezaron a entrenar como caballos de salto; salieron caballos excelentes, muy buenos; uno de ellos fue vendido al Ejercito Chileno. Ese caballo, con nombre cambiado, saltó la mayor altura en el mundo en un concurso de “potencia”.

Federico se casó, tuvo un hijo: Hans, quien sería único hijo; quería dejarle un futuro para sus nietos y empezó a soñar con transformar el valle que en ese momento no tenía ninguna explotación productiva y estaba escondido entre los cerros, por ello le llamaron Valle Escondido. Tenía todo para transformarlo en un valle con regadío. Pertenecía al Conde Tissen quien no le vio el potencial que después Federico descubriría. Compró todo el valle con partes de los cerros incluidos y después de diez años de trabajar para el Conde, este le dio la escritura.

Federico hizo una casa y se fue a vivir al Valle Escondido, Hans se casó a los veinte años y tuvo tres hijos, cuando Federico murió el valle había crecido, tenía habitantes, una escuela y las plantaciones de maíz y sorgo, los campos de crianza de caballos y vacas. Federico y Hans le dieron un gran desarrollo al valle. El Ministerio de Agricultura de la Provincia hizo un dique en la parte montañosa del arroyo, que formó un embalse montaña adentro. Del dique sacaron cañerías que drenaban sobre canales abiertos a los costados del valle, en la falda, al comienzo de los cerros. Fue una gran obra de ingeniería por su concepción más que por su tamaño. Esto permitió que, 2300 hectáreas tuvieran riego, convirtiendo al Valle Escondido en la mayor superficie bajo riego de la provincia.

Hans heredó del padre el apego al trabajo y al sacrificio, sus tres hijos le ayudaron a conseguir los sueños del abuelo Federico. Carlos, Hernán y Rogelio fueron a la escuela solamente hasta sexto grado, a la escuela rancho que por ese entonces existía; estaba en la curva del camino que bajaba de los cerros y sobre las estribaciones donde ya no hay cultivos. El camino llegaba hasta el valle, por una quebrada angosta pasaba el puente de madera sobre el arroyo, construido en quebracho, el arroyo allí se encajonaba con altas barrancas. La escuela rancho fue reemplazada por una nueva escuela, allí iban a dar clases Ana y Clara, vinieron a vivir en la Estancia del Valle Escondido; inauguraron la escuela que tenía treinta alumnos entre primero y quinto grado. Ana era la maestra de primero, segundo y tercero; mientras que Clara daba clases en cuarto y quinto grado.

El valle estaba dividido en potreros grandes con alambradas que lo atravesaban a lo ancho, hasta llegar en cada lado a los cerros. La mitad del valle estaba cultivado con sorgo y maíz, la otra mitad tenía potreros de alfalfa donde pastaban doscientos caballos y trecientos vacunos. Los caballos que se criaban eran criollos y hannoverianos originarios de la estancia de Tissen, el ganado vacuno eran negros Aberdeen Angus. En los campos con animales, había bajadas artificiales hacia el arroyo que siempre venía con agua, para la bebida de vacas, caballos y cabras.

El arroyo bajaba cruzando el valle; hasta que se hizo el embalse y sus aguas fueron derivadas por los canales para el riego, dejando sólo el agua necesaria para la bebida de los animales. Dentro del cauce crecían árboles que mostraban, a lo lejos, el contorno zigzagueante; el agua serpenteaba bajando hacia el fondo del valle hasta donde no llegaban los canales de regadío y el campo era virgen como en el principio: de pastos duros y rústicos que servían de alimento para cabras.

Las dos maestras llegaron a la Estancia del Valle para inaugurar la escuela. Ana venía de la ciudad y no sabía nada de campo, en cambio Clara se crió en el campo y fue a estudiar a la ciudad. En el campo Clara andaba a caballo y en la ciudad fue a un club de equitación donde aprendió a saltar; ganó a los diecisiete años el campeonato provincial de “Jóvenes Jinetes”; se recibió de maestra y se fue a trabajar a la campaña. Cuando surgió la posibilidad de trabajar en la escuela que se inauguraba, Clara aceptó y le dieron el cargo de: “Directora a cargo de aula”. Para Ana fue distinto, ella recién empezaba y aceptó el ofrecimiento de escuela, casa y comida, que le hicieron las autoridades escolares estimulados por los dueños de La Estancia del Valle.

La cría de caballos en el valle era una de las actividades más importantes y la que mayor tiempo y dedicación requería, se vendían caballos domados mansos de andar y chúcaros sin amansar. Los hannoverianos, por lo general se vendían amansados y de rienda; los criollos podían venderse mansos o chúcaros de dos años para que los amanse el nuevo dueño.

Cuando Clara llegó a la estancia a buscar su habitación, se encontró con que en el corral estaban domando un potro negro Hannoveriano; era zaino oscuro, con brillos dorados, tenía una cabeza grande pero perfecta, el cuello naturalmente arqueado y el pecho musculoso sobresalía como si hubiese sido un deportista. Enseguida se “enamoró” de ese potrillo, que además se “veía” que era absolutamente manso; ella lo distinguió como un futuro caballo de salto.

En la estancia no “hacían” caballos de salto, solamente los amansaban “de andar”. Clara pensó que ese potrillo no tendría un precio muy caro y quizás podría comprarlo; cuando habló con Hans sobre el precio del caballo, este le contestó:
… ¡Por ser vos lo mismo que me costó mi primer caballo!
…¿Y cuánto costó?
…¡Nada, Tissen me lo regaló!… ¡Yo se lo pagué amansándole caballos!
Clara lloraba, lo besaba a Hans y este se emocionó, porque no tuvo hijas y Clara era una “pero postiza”.

Los hijos de Hans se pusieron contentos que el potrillo quedara en poder de Clara, y le dijeron que cuando le dieran unos galopes y lo tiraran de la boca, se lo darían para que empezara a usarlo y enseñarle a saltar.

Los chicos de la escuela estaban felices con sus maestras, con el diseño de las aulas que tenían salamandras para calefacción en el invierno y con el comedor que les daba a muchos la única comida fuerte del día, y además les daban una ollita con arroz para el sábado y el domingo.

La escuela tenía agua corriente que se podía beber, era sumamente limpia y venía del dique que embalsaba el arroyo por los canales; tenía baños para varones y mujeres separados, nunca habían usado baños de ese tipo tan lindos y limpios. Las clases empezaban a las diez de la mañana y duraban sin recreo hasta las doce; luego de doce a catorce era el tiempo para descansar, jugar y comer. Se repartían las dos horas libres en una hora para juego y descanso y otra hora para comer. Luego seguían las clases hasta las dieciséis horas, previo tomar un mate con leche y alguna factura o torta frita, productos que traían de la estancia, donde tenían vacas en ordeñe y horno para el pan.

Los alumnos venían de las casas que estaban en el valle, hijos de los empleados de la estancia y también de estancias “cercanas” que estaban a dos horas de viaje a caballo. Las maestras iban a la escuela en un carro tirado por caballos y tardaban media hora en llegar. Salían temprano porque llevaban la leche y la comida para el desayuno, y la merienda, también para el almuerzo. La cocinera llegaba y prendía el fuego. Luego preparaba el desayuno para los chicos y las maestras; que venían con hambre por el tiempo que tardaban en llegar desde sus respectivos lugares. Los que vivían en el valle en las zonas de cultivo, en su mayoría venían caminado ya que no tenían que cruzar cerros; los otros venían a caballo o en burros, cruzando los cerros. La escuela era para ellos una fiesta: estudiaban, jugaban y comían; los que vivían en parajes aislados encontraban en la escuela los únicos amigos que tenían.

Todos los años en la primavera, se hacía una gran fiesta en la estancia donde se ponían a la venta los animales que allí se criaban. En realidad se vendían los animales de la última zafra: chivitos, potrillos y novillos. Hacían publicidad en la radio de la ciudad, la única que se escuchaba entre los cerros y el valle; también en la última feria publicaron avisos en el Club Hípico de la ciudad, quienes además mandaron invitaciones a otros clubes grandes entre ellos de Córdoba, Rosario, y Buenos Aires. La feria duraba todo el día, los caballos se vendían con un precio fijo y algunos salían a remate.
El lugar de reunión era el picadero techado, que Hans preparó para que Clara entrenara los caballos. El picadero se había preparado con un grueso piso de arena, que sacaron de los cerros.
El 12 de noviembre se hizo ese año la feria, vinieron como cincuenta personas incluidas algunas mujeres que entendían de caballos y de salto. A la entrada al picadero y en un costado había una larga mesa con manteles blancos; allí se había dispuesto los cubiertos para todas las personas que concurrieron y en pequeñas mesas estaban las empanadas, las botellas de vino, el hielo y los vasos. En otra mesa había soda, gaseosas y agua. La gente llegó entre las diez y las once, comieron empanadas con alguna bebida.
Luego Clara entró, con su caballo negro a la pista, brillaba por todas partes y Clara bestia con bridges blancos, saco negro y botas negras.
La pista estaba armada con muy pocos obstáculos, saltaría vallas aisladas mostrando más que nada la potencia de su caballo, las cinco vallas terminaban en un “muro de ladrillos” el cual cada vez se elevaba más alto. En la primera vuelta los obstáculos empezaban con noventa centímetros y terminaban en el muro con un metro treinta centímetros, Clara dio dos vueltas con este armado y luego subió todos los obstáculos de a diez centímetros cada vuelta. Paso uno cuarenta y subió a uno cincuenta, el muro parecía muy alto, Clara sacó los tres primeros obstáculos y dejó una valla y el muro: saltó uno cincuenta y luego puso el muro en un metro sesenta, la gente hizo silencio Clara arrimó el caballo al muro y dio una vuelta al galope por el picadero, el galope de Jimbo era cortito pero firme ; saltó el primer obstáculo y sin ningún temor enfrentó la valla de uno sesenta, parecía que flotaba pasó por encima lejos de rozarla, sus patas se encogían para no tocar la valla, las manos las quebró, dobladas contra su pecho. Podía saltar eso y mucho más, para Clara fue suficiente, Jimbo hacia solo nueve meses que entrenaba y tenía menos de cuatro años. Ella sabría esperarlo y no lo exigiría más para no dañarlo.
En el cobertizo cuando Clara pasó el último obstáculo se hizo un pequeño silencio, que fue un signo de admiración y luego todos rompieron en un cerrado aplauso al caballo y el jinete.
Clara se bajó del caballo y se lo entregó a su cuidador, que lo llevó al box, allí tomó agua y un rato después comió. La gente reunida le preguntó cuanto hacía que lo entrenaba, cuantos años tenía , si lo había entrenado ella sola, quien le había enseñado a montar y saltar, todas preguntas que ella respondía.

Entre los asistentes estaba un hombre que solo escuchaba lo que se decía, cuando Clara se apartó del grupo y fue a la mesa a beber agua y comer una empanada, el hombre se le arrimó y en forma muy segura le dijo:
¡Tengo una propuesta para vos!
Y a continuación le ofreció que fuera a trabajar con él en su estancia de Lujan, en Buenos Aires; le ofrecía un sueldo, el alojamiento, comida y ropa limpia, llevar su caballo a Buenos Aires y darle pensión gratis; podría concursar en cualquier lugar que quisiera y la llevarían a ella con los caballos de la estancia que estuviera entrenando y el suyo. La oferta era “completa” y comparando la situación con la que tenía esta nueva era inmejorable.
Clara se quedó pensando y le dijo:
… ¡Lo tengo que hablar con Hans y mis padres!
Además estaba Hernán con quien tenía una relación de más que buenos amigos.
En un rato que tuvo habló con Hans y con Hernán, ambos se mostraron complacidos con que Clara tuviera esa oportunidad, podría aprender más y saltar en concursos importantes, hasta podría saltar por el campeonato argentino.
Esto la tranquilizó y el señor le ofreció ir hasta el campo de su papá, esa noche y al otro día traerla.
Después del asado, compuesto de chivitos y costillas de terneras, se realizó la subasta del ganado y de los caballos que salieron a remate, los que se vendían a precio fijo tuvieron gran aceptación y fueron enseguida comprados. Cuando la tarde moría se retiraban del Valle Escondido los compradores, que habían venido de diversas provincias y habían comprado la producción que ya tenía fama tanto de sus caballos como de sus bovinos y caprinos.
Cuando llegaron a su casa, no la esperaban y se alegraron de verla; les sorprendió la propuesta que este señor le hacía, pero consideraron que socialmente era mejor que su vida en Valle Escondido, y económicamente era muy superior ya que no tendría gastos y ganaría mucho más.
Les ofreció a los padres llevarlos y traerlos dentro de quince días; irían y se quedarían un fin de semana donde Clara participaría en un concurso con caballos de la estancia.

La estancia “La Ponderosa” en Lujan era hermosa; Jorge su dueño había plantado montes de árboles en todos los potreros, las ochocientas veinte hectáreas estaban cultivadas con pasturas para caballos exclusivamente, todos los años vendían y compraban hermosos caballos, muchos de esos animales venían de Valle Escondido, se exportaban a Europa y Estados Unidos , Brasil , Colombia y Venezuela. Esta vez Jorge no solo se trajo veinte caballos hannoverianos del valle; sino que se traería la entrenadora de caballos que la estancia tenía. Por eso hicieron un arreglo con Hans, este mandaría los caballos a La Ponderosa, donde los entrenarían y concursarían, y sobre el precio original del caballo se repartirían las ganancias por la mayor valorización que al venderlo compitiendo tendrían.
Cuando Clara llegó a la estancia de Lujan, quedó sorprendida con todo lo que encontró: por una avenida de árboles se entraba a la estancia, allí al final de la arboleda había un cerramiento en maderas blancas, que rodeaba la casa principal y la casa donde viviría Clara. Atrás de las casas, había un inmenso prado verde con montes de pinos, robles y alerces y empezaban las instalaciones que estaban divididas en galpones de servicio, de un lado y corrales, mangas de entrenamientos, (tres), picadero techado y potreros pequeños para soltar los caballos que estaban trabajando, al otro lado.
Los galpones eran varios, el más cercano a las casas era para guardar herramientas, tractores y vehículos: autos, camionetas, camiones de transporte de caballos y de cargas.
El galpón con los boxees estaba aislado de todos los galpones, por seguridad, dentro de ese galpón había la menor cantidad de elementos inflamables y por ello el piso de los boxees era de arena seca que se cambiaba todos los días donde se ensuciaba. Afuera, frente a los boxees habían árboles en hilera, allí se colgaban los caballos; el techo del galpón que tenía los boxees, estaba aislado con una capa de fibra de vidrio y otra de telgopor, arriba estaba pintado de blanco, esto protegía a los caballos del frío y el calor.

Ese fin de semana Clara descubrió un mundo nuevo, concursó con los caballos de La Ponderosa, estuvo feliz y sus padres aprobaron el ambiente en que Clara viviría; la comida al medio día la tendría en su casa ya que sería rápida y vendría de entrenar caballos; a la noche, cambiada, cenaría en lo de Jorge con su familia.
Pactaron que vendría en Diciembre cuando terminaran las clases; la irían a buscar y traería su caballo en un trailer que Jorge tiraba con su camioneta 4x4.

Los alumnos y los padres hicieron una fiesta de despedida, no lloraron, pero las canciones eran sentidas, sabían que Clara no volvía, hubo muchos besos y algún puchero de los más pequeños.
Ana quedó de: “Directora a cargo de aula”, la maestra que reemplazó a Clara era muy buena con los chicos.
La despedida de Hans, su mujer y los hijos fue con besos y promesas de ir a visitarla y ella de volver a verlos; en el periodo de vacaciones, diez días dos veces al año, volvería a su casa y al Valle Escondido.

Clara ganó con Jimbo muchos concursos y por último salió Campeón Argentino; y fue padrillo, después de eso fue vendido a México donde también ganó muchos concursos, sus hijos fueron de vuelta a Alemania y el rancho Z compró un hijo de Jimbo, que se llamó Jimbo 24Z y fue campeón de Europa.
Clara viajó a Europa, con un nuevo caballo de Valle Escondido; lo entrenó y saltó en Buenos Aires, formó parte del Equipo Argentino que salió Campeón Mundial, en la misma Republica de Alemania. Participaron dos caballos de Valle Escondido sobre los seis que con los suplentes habían ido. Figuraban como:
… ¡“Criados en Valle Escondido y entrenados en La Ponderosa”!
Clara a su vuelta se casó con Hernán, siguieron criando, amansando y entrenando caballos en la Estancia del Valle Escondido, tuvieron hijos. Cuando Hans murió los sueños de Federico y de Hans estaban totalmente cumplidos.

Valle Escondido 1930-1980- Federico
Valle Escondido 1932-2002-Hans
Valle Escondido 1954-2008-Carlos-Hernán-Rogelio
Valle Escondido 1974-1978 -Jimbo
Valle Escondido 1977-2008- Clara
Valle Escondido 1977-1992 –Ana
La Ponderosa1978-1980-Jimbo
La Ponderosa 1978-2008 -Jorge
Cabaña Z Alemania1985-Jimbo 24Z

Gracias a Clara y Hernán por lo que me contaron.

Jorge Eduardo
La Plata


















N°30
SALVAJE ESE POTRILLO MALO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1993
Fecha de alta 21-04-2008

Los padres de salvajes eran dos magníficos ejemplares, se destacaban por su altura y condiciones para dar descendientes que podrían ser sobresalientes para saltar; la madre de salvaje era una yegua que provenía de una estancia que se dedicaba a la cría de caballos para salto, hijos de ella estaban en actividad saltando con mucho éxito; el padre de salvaje un caballo pura sangre de pedigrí vinculado con Yatasto, muy alto y musculoso, con patas con buenos aplomos y canillas gruesas , haciendo juego con su cuerpo.

Salvaje nació en lo del profesor, él se encargó de hacer servir a la yegua con el magnífico ejemplar y tenerlos a ambos hasta que Salvaje fue vendido a un señor que le gustó el potrillo cuando tenía dos años. Cuando me enteré que el profesor había vendido al potrillo flacucho y muy alto, que sabía andar suelto por la pista y en la quinta de al lado, me enojé con él, porque yo le había dicho que me gustaba mucho ese potrillo, por ese entonces tenía a Intruso, que saltaba pero no lo hacía en serie, se disparaba al saltar la primera valla.
El hombre que compró el potrillo vino a ofrecerme comprar a Intruso, yo le dije:
¡Le propongo un cambio! ¡Le doy a intruso por el potrillo!

No entendía nada, cómo un potrillo de dos años lo iba a cambiar por un caballo muy lindo que era conocido como un gran caballo para correr carreras cuadreras, enseguida aceptó el trato y me dijo que me traería el potrillo y se llevaría el caballo. El potrillo estaba en un Stud del barrio del hipódromo de La Plata, allí es costumbre poner con los caballos a otro animal pequeño para que lo “acompañe”, y al potrillo lo habían puesto con un carnero que tenía la mala costumbre de comerles las colas a los caballos, así fue como el potrillo se quedó sin cola, hasta el “marlo” se la había comido, sin comerle precisamente el “marlo, por lo que le podía volver a crecer con el tiempo de forma normal.

El potrillo no tenía marca, entonces el hombre que lo trajo lo marcó con su propia maca y me dio los papeles a mi nombre. La marca era del tipo abierta y apenas si se la aplicó, por lo que no tuvo ningún contratiempo y cicatrizó rápidamente, quedándole los trazos muy poco profundos. Junto con la aplicación de la marca lo capamos y juré que sería el último potrillo que caparía, promesa que no pude cumplir porque a Nico tuve que caparlo por indicación del veterinario, aunque Jimbo24z quedó padrillo hasta que murió de un cólico. Junto con la marca y la capadura, lo cuidamos en box, dándole la comida los primeros días en un morral adentro del box, costumbre que el potrillo adquirió rápidamente, no tuvo ningún inconveniente y ni siquiera adelgazó más de lo que ya estaba.

Los primeros días que volvió con nosotros, era muy arisco y no se dejaba embozalar fácilmente dentro del box, lo habían maltratado durante ese tiempo que lo tuvieron en el Stud del barrio hipódromo. Como no era un caballo que cuidaran para correr, los peones no le prestaban mucha atención y apenas si alguna vez lo caminaban a la cincha de algún caballo manso. Estaba bastante desmejorado, con la cola hecha un plumero, y no tenía buena relación con sus cuidadores. Nuestra preocupación pasaba por ponerle un nombre: “Salvaje”, dijimos a coro con Diego.

Era un potrillo de escapar adentro del box cuando lo íbamos a embozalar, casi no se podía creer porque antes de que se lo llevaran se dejaba agarrar cuando andaba suelto por la pista, cosa que yo hacía a menudo y lo llevaba de tiro corriendo detrás de mí, luego le soltaba el bozal y él me seguía corriendo. Yo saltaba una valla baja de a pie y el atrás mío, suelto, me imitaba.

Salvaje que se “había” puesto malo por el trato que recibió, fue cediendo en su actitud, y cundo estuvo sano de las operaciones que sufrió lo empezamos a amansar de abajo sistemáticamente. Todos los fines de semana íbamos con Diego y lo sacábamos del box, en un par de meses le había crecido la cola y ya no se le veía el rabo. Lo acostumbramos primero a bañarlo, cosa que nunca le disgustó. Era primavera por esa época y algunos días, después de correr suelto en la manga lo manguereábamos por las verijas y las patas, para sacarle las cosquillas. Salvaje fue perdiendo el pelo del invierno y adquirió un brillo de zaino cabos negros, muy lindo.

Nunca lo colgábamos al sol, para que no se “mareara” o se pusiera amarillo. Lo bañábamos día por medio porque no todos los día lo sacábamos a la manga, y si no sudaba no hacía falta bañarlo, cosa que tampoco siendo tan nuevo lo beneficiaba, puesto que el baño con jabón le sacaba la grasitud natural que mejoraba y le daba brillo al pelo, tenía la tuza sin cortar como todos los potrillos y hasta que no estuviera manso de andar no se la cortaríamos, tampoco le cortaríamos la cola que a los seis meses ya la tenía de un largo casi normal; tanto la tuza como la cola eran de color negro y muy gruesas y pesadas lo que le fue mejorando sobremanera su aspecto.

Salvaje fue olvidando el mal trato anterior y cada día nos sorprendía con algo nuevo, como el primer día que respondió a mi llamado de… ¡Salvaje!... Mientras estaba en el box: con un relincho de saludo. Por ese entonces Salvaje saltaba suelto en la manga, no le poníamos palos altos, sólo para que tuviera que saltar al galope, era potrillo y no era conveniente que se esforzara en altura, sólo que adquiriera la costumbre de saltar.

También le poníamos la montura y lo hacíamos correr y saltar con la montura sin jinete en la manga. Hasta que cuando había pasado un tiempo considerable y que Salvaje ya no mañereaba en el box para agarrarlo, también lo habíamos hecho herrar con el mejor herrero: el del Regimiento de granaderos a Caballos. Este señor era un gran profesional y gracias a su técnica Salvaje mejoró la posición de las manos, ambas las metía ligeramente para adentro, después de unas cuantas herradas y ante de mandarlo al campo, Salvaje había corregido su defecto de nacimiento.

Con Diego lo acostumbramos a que llevara un jinete sin enojarse pero no lo domábamos realmente bien, por lo que decidí enviárselo a un gaucho domador; con los baños y las herradas le sacamos las cosquillas de las patas, quedaba hacerlo bien de andar y blando de rienda, algo muy necesario para saltar.

El gaucho, por indicación mía, si bien lo soltó al campo, le daba avena de ración todos los días. Yo le pagaba mensualmente por la doma y la mantención y Salvaje en el campo se puso muy lindo. Lo ensillaba con montura de bastos, que son mucho mas pesadas que las inglesas de salto, lo llevaba al campo y trabajaba con la hacienda, haciendo todos los trabajos requejidos: Corría ganado, enlazaba y tiraba a la cincha, empujaba y tiraba una vaca al suelo si era necesario. Salvaje adquirió una prestancia y un desempeño para todas las tareas rurales que mostraban su fibra de pura sangre, acostumbrado al campo.

El gaucho cuando lo hacía correr en el campo, se dio cuenta que Salvaje tenía un pique y una velocidad que sus otros caballos no tenían, lo dejó a box por un tiempo y lo entrenó para cuadreras, cosa que era común hacer en la estancia
Cuando Salvaje estaba bien entrenado lo llevó a unas cuadreras en Magdalena, en ese lugar corrían casi todos los domingos, se conocían todos, cuando vieron este caballo nuevo muchos no le quisieron correr, así fue que solamente pudieron hacer carrera con una yegua pura sangre que se sabía era muy ligera.

Fijaron el monto de la carrera y el tiro: mil dólares, no uno a uno, y seiscientos metros. Esta distancia le venía muy bien a Salvaje, ya que era muy alto con patas largas y también era bueno en carreras de trescientos metros. Sería con salida desde el cajón y si bien Salvaje había entrenado saliendo del cajón, no había corrido una carrera brava como era esta.

La pura sangre estaba muy fogueada y no tendría inconvenientes en la largada; no sabíamos como respondería Salvaje a su nueva situación. La carrera se corrió como última de la tarde ya que costó armarla, porque no nos poníamos de acuerdo con el tiro, y tampoco por la plata. Cuando estuvimos de acuerdo y se anunciaron las condiciones de la carrera, la gente ofrecía “doble contra sencillo” por la pura sangre; estaban todas las apuestas en contra de Salvaje y sólo aceptaban jugar a favor de Salvaje si le daban alguna ventaja: Que la yegua gane cortando. Que pague doble si pierde...

Pero entre todos los que jugaban había un señor que aceptaba todas las apuestas a favor de Salvaje: Mano a mano, doble, cortando, derecho, había jugado más de lo que era la apuesta de la carrera, había un misterio que resolver: ¿por qué si todos dudaban de Salvaje él jugaba tan seguro?

El hombre no era otro que el dueño de la estancia del frente, que veía correr a Salvaje cuando lo entrenaban casi todos los días y le llamaba la atención lo rápido que era en cualquier distancia. La yegüita que se sabía rápida estaba muy cuidada, y ya había corrido en esa cancha con buenos caballos y había ganado; eso si esta vez el tiro era más largo de lo habitual en ella, pero el dueño estaba muy confiado. Cuando dieron el paseo, se vio que Salvaje era un hermoso animal que no desmerecía con la yegua, que además tenía mucho más envergadura y era de contextura más musculosa; allí salieron a jugar algunos a favor del caballo, pero siempre pidiendo ventajas, se armaron unas cuantas apuestas mano a mano.

Los llevaron para los partidores y el juez de largada dio la partida, contra lo que se suponía de que la yegua saltaría en punta y correría así, por lo menos hasta pasada la mitad de la carrera, el que pico y de forma sobresaliente fue Salvaje y en el tiro corto le sacó una ventaja tan importante que la yegua no se recuperó. Le ganó por cinco cuerpos a la yegua más ligera que frecuentaba las cuadreras. Los dueños argumentaron que la yegua largó mal porque se había tropezado al salir; yo no me dí cuenta y si fue cierto igual perdió sin atenuantes, con esta carrera el gaucho sin arriesgar plata de su bolsillo ganó el treinta por ciento, de la apuesta, que yo le pagué por cuidarlo y correrlo, para mí me quedaron setecientos dólares, que me ayudaron a pagar todo el año en el campo.

Corrió y ganó tres carreras más. No fueron todas por mil dólares pero por ahí andaban; Corrimos por setecientos, seiscientos, y ochocientos cincuenta. Me quedaron limpios: Un total de dos mil doscientos cinco dólares más novecientos cuarenta y cinco para el gaucho que lo corría y lo cuidaba. Fue mucha plata en poco tiempo y el final de las cuadreras se dio cuando me lo llevé para que se convirtiera en un caballo de salto.

El hecho de haberlo cuidado para las cuadreras le mejoró el físico, ya no tenía panza de comer mucho pasto. Y también sirvió para que se pusiera más manso, una experiencia buena de su estadía a box. Cuando lo trajimos a los boxees del profesor, era un caballo totalmente diferente al que se fue. Había aprendido de todo: Caballo de campo, buena rienda y obediente a las ayudas de la pierna y mandatos de la boca, tiraba de la cincha, topaba vacas, saltaba yuyos en el campo, era bueno para correr y enlazar, podía comer tanto a box como a campo, y como broche de oro resultó ser digno hijo de su padre: muy ligero.

Salvaje pudo ganarse la vida corriendo cuadreras, pero el objetivo mío era que Diego lo usara para saltar y así empezamos a entrenarlo con el profesor dando las indicaciones para salto. Lo único que le quedó de antes fue el nombre, que ya no hacía juego con su comportamiento, a partir de los cuatro años estaba en training y aprendizaje de salto, nada lo distraía puesto que de chico andaba por la pista mirando obstáculos y caballos saltando con sus jinetes. Cuando le tocó el turno a él, lo hizo rápido y con corrección. No recuerdo si fue en el primer concurso que participó, que le robaron el premio dándoselo a la chica que salió en segundo lugar, pero era del club. Fue tan evidente el robo que tenían anotado el nombre de Diego en el primer puesto y leyeron el de la chica.

Diego ganó otros concursos con Salvaje, el último lo ganó en Montegrande y no salto más, por ello vendí o regalé los caballos que tenía para salto. A Nico lo regalé. A Salvaje lo vendí barato a una nena que recién se iniciaba, y creí que lo cuidaría pero no fue así. En realidad el que tuvo la culpa de no cuidarlo bien fue el peón del club, que le robaba la comida; yo descubrí la maniobra y lo hice echar.

Con Diego en su categoría, Salvaje fue exitoso, tuvo un periodo de no saltar porque yo lo había dañado en la “cuerda” de la mano izquierda, para entrenarlo, equivocadamente lo hacía subir y bajar a toda carrera montículos de tierra en un canal que habían construido entre City Bell y Punta Lara. Lo dejé de ver cuando lo vendí y al poco tiempo no fui más al club, me quedaba un poco lejos, y al no tener un motivo dejé de ir, a Jimbo24z lo habíamos llevado a Buenos Aires.

Salvaje, me enteré en el club hípico Argentino, tenía un hermano mayor por otra madre, pero de apariencia muy parecida; cuando la dueña se enteró que yo era el dueño del hermano de su caballo, me lo quiso comprar a toda costa a pesar que Salvaje no tenía papeles de pura sangre, porque la madre siendo pura no los tenía. Lo quería para saltar dado que su hermano era muy bueno.

Algunas de las perrería que les hice a Salvaje y Nico, fue probarlos con Diego, para saber cual era más ligero; los dos suponíamos que Nico lo sería, pero hasta que no nos dimos el gusto de correr una carrera, prohibida para caballos de salto, no lo supimos y nunca lo supimos, porque la carrera que corrimos por la orilla del arroyo, se interrumpió al llegar al puente que cruzaba el arroyo, y hasta allí llegamos juntos, más de mil metros.

Con culpa de ambos no volvimos a correr, ninguno perdió. Otra falta que cometí fue desafiar con Salvaje a un cuadrero que lo guardaba en lo del profesor. Un día salimos a caminar por afuera y estando en una calle pareja, muy larga y derecha, hicimos un desafío: La carrera se limitó a la partida de parado, le saqué en el salto como tres cuerpos y frené. Esos deslices fueron lo único que le recordó a Salvaje que fue un cuadrero, pero nunca más volví a hacerlo.

2003-2008
Jorge Eduardo
City Bell –Buenos Aires.











































N°31
VIAJE A BRASIL


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1988
Fecha de alta 01-11-2008

Nos reunimos un grupo de amigos y decidimos alquilar unas casas en Brasil, íbamos en dos autos, un camión Ford chico con cabina, y una camioneta Chevrolet.

La camioneta Chevrolet era nueva, pero en el camino antes de llegar a Porto Alegre, se le rompió una correa, y por suerte (era domingo), encontramos un taller abierto que tenía un repuesto.

Durante el camino paramos a dormir, primero en Santana Do Livramento; allí dormimos en la “pousada” de un gaucho brasilero; los varones dormimos adentro de un galpón sobre unas monturas y las mujeres afuera en los autos.

Recuerdo que una de las señoras tenía miedo de que nos fueran a secuestrar o robarnos el dinero que llevábamos para un mes de viaje. Nada de eso sucedió, el gaucho era un señor con todas las letras y nos despertó con un fabuloso desayuno brasilero; lo recuerdo después de veinte años con mucho cariño, ya que esa noche no había alojamiento en Santana Do Livramento. En ese lugar se reunían frecuentemente la agrupación gaucha de Santana.

La segunda parada la hicimos en Torres, nos habíamos demorado por la rotura de la correa, en Porto Alegre, y debimos parar de nuevo a dormir, era un viaje más lento de lo previsto, pero finalmente llegamos a Bombas y Bombiñas donde fuimos a la casa alquilada, la nuestra compartida con uno de los amigos, la habíamos alquilado por intermedio de otro amigo; la casa era una porquería, estaba en medio de unos cerros en el fondo de un pozo donde el sol y la falta de aire hacían que fuera un horno.

Además no estaba lista para entregarla, porque la estaban pintando y haciendo arreglos que no estuvimos dispuestos a esperarlos, le dijimos al dueño que no la queríamos y perdimos la seña de cien dólares que habíamos entregado.

De la casa nos fuimos a una pousada muy pero muy linda en un cerro frente al mar.

Después que nos acomodamos, yo me fui a caminar por la orilla del mar al mediodía. No había nadie en la playa, comenzaba el carnaval, y en un puestito hecho con hojas de palmeras encontré un borracho que estaba solo y sentado, tuve el ánimo de preguntarle si no sabía quien alquilaba una casa; como por arte de magia me contestó: ¡Mi primo se dedica a ese negocio: a alquilar casas!

Y para mejor vivía en el camino que llevaba a la pousada, me dio todos los detalles de cómo encontrar la casa y lo saludé; me fui para la pousada, allí hablé con mi amigo y fuimos hasta la casa del primo del borracho, este no estaba pero si su señora, quien nos dijo que después del carnaval se desocupaba una casa muy bonita, arriba del cerro que divide la península y que se ven las dos costas del mar.

Habiendo conseguido casa para dentro de unos 3 días decidimos irnos a otra ciudad y de allí partimos para Blumeneau.

En Blumenau fuimos a un lindo hotel donde nos daban el típico desayuno que era muy rico, íbamos a comer también a un lugar típico de la región que hacía comidas brasileras y alemanas.

En Blumenau encontramos un señor quien era el representante de la cerveza Brahma para todo el sur de Brasil hasta Porto Alegre, un negocio descomunal; como a todos nos gustaban los caballos y por ser de Argentina empezamos a hablar de caballos, y Diego, de salto, porque él saltaba. Este señor le contó que tenía un predio con 25 caballos de salto en pesebreras y que había un grupo de personas que los cuidaban y un profesor que tenía alumnos que iban a montar.

Los caballos en Brasil no se alimentan de la misma forma que en Argentina, ni tampoco el box se tiene igual, el piso por empezar es de arena, lo cual no está mal pero es más duro que el de aserrín.

Nos invitó que fuéramos al otro día al lugar, pero debíamos ir solos, él se iba de viaje. Lo llamó al profesor y le dijo que nos esperara a la mañana y nos llevara a su residencia en el campo; el ama de casa nos daría de comer con el profesor.

El lugar de los saltos era una pista entre cerros y árboles espectaculares, las caballerizas eran tan pitucas que por ser el representante de la cerveza tenía un bar donde se comía y bebía con naturalidad como si fuera en la ciudad.

Alrededor de la pista había asientos y en un extremo un grupo de departamentos para cuando venían invitados. El profesor le prestó a Diego su caballo, que era de origen argentino, un anglo árabe muy lindo, Diego saltó muy bien y lo hizo saltar alto para la edad que tenía 9 ó 10 años; le dijo: “tienes un profesor muy bueno, por tu postura y tu accionar, yo no podría enseñarte mejor”.

Luego fuimos a la residencia del campo, el lugar era hermoso con flores salvajes, árboles y potreros donde estaban los caballos, la casa tenía una pileta enorme que era ideal para ese día de calo; donde después de comer nos metimos al agua.

El profesor nos explicó que a los padrillos los traían al campo con las yeguas que iban a tener crías y así no se juntaban con yeguas en el sitio de salto, de esa forma no había ningún problema.

Entre los caballos que conocí por primera vez había unos de raza Apaloosa: los caballos de los indios americanos.

Nos despedimos a la tarde después de pasar un día súper agradable, no sin antes, el profesor, invitarnos para el domingo (era miércoles), a una exhibición de saltos en la arena a la orilla del mar.

Para ese día ya estábamos instalados en Bombas y Bombiñas, y fuimos unos sesenta kilómetros al lugar donde saltaban. Las vallas eran bajas, no más de un metro, porque la arena era muy pesada, fina y se enterraban mucho, al final, después que habían saltado todos, el profesor le preguntó a Diego si quería saltar; le prestó su caballo y Diego saltó la mayor de las alturas que habían saltado, la gente lo distinguió con un fuerte aplauso, y el profesor le regaló un banderín del club de salto.

Con la gente de Blumeneau pasamos muy bien los días de carnaval, cuando volvimos teníamos una casa hermosa y grande que habitamos casi un mes, la pasamos muy bien. A veces salíamos de mañana, muy temprano, a caminar por la orilla del mar, si bien desde la casa que estaba en lo alto de un cerro que dividía la península en dos, se veían dos orillas de mar: una con mucha arena y la otra cubierta de selva.

Sentíamos atracción en ir por la selva juntando orquídeas y otras flores que después las pusimos en latas y las trajimos a la Argentina, entre ellas muchos helechos diferentes.

Caminábamos por la selva, pero bajábamos y disfrutábamos del mar, las caminatas duraban desde las seis AM hasta las diez AM. Un día habíamos juntado un montón de plantas y las escondimos al costado del camino para retirarlas a la vuelta, pero las escondimos tan bien que nunca las encontramos.

Muy temprano, a la salida del sol, salíamos con Mariela y Coco por la costa, que tenía árboles y flores preciosas; la costa era en algunos lugares escarpada y en otros ofrecía una suave bajada hacia el mar, había unas bahías que permitían llegar a unas aguas calidas y serenas y era un verdadero placer disfrutar de ellas.

Todas las noches nos juntábamos con Carlos y la familia, también en las tardes; íbamos a cenar juntos, a veces en un local que vendían pequeños pollos a la parrilla.

A pesar que el carnaval había terminado en las playas de brasil, en algunos lugares muy especiales lo seguían festejando. Encontramos una noche que caminábamos con Estela, hacia la punta de la península por donde todavía había selva, una especie de bar hecho con maderas de la selva, sólo había luz de velas y era a la orilla el mar; desde antes de llegar escuchábamos cantar en portugués, cuando llegamos y nos encontramos con el primero de los parroquianos, le dijimos que éramos argentinos y que “morábamos “ en Bombas y Bombiñas; nos dijeron que ese lugar sólo lo frecuentaban brasileros y que en realidad no era un comercio, sólo un grupo de amigos; pero si queríamos quedarnos a escuchar sus canciones gustosos nos ofrecían unas cervezas.

Aceptamos el ofrecimiento y nos quedamos un rato largo, cuando nos fuimos les aseguramos que habíamos disfrutado mucho el encuentro, eran los últimos días y ya nos íbamos.

La vuelta de Bombas y Bombiñas la hicimos por Gramado; fuimos hasta allí por un camino en medio de la selva, desde la costa del mar a la ciudad de Gramado; fuimos en parte bordeando un río que tenía una vegetación frondosa y llamativa. En una estación de servicio, vimos que un señor se bajaba de una camioneta con un revolver al cinto,

En medio del camino y plena selva le pregunté: “¿Por qué? Y me dijo que en esos caminos por donde él andaba y más adentro de la selva, había salteadores de los que debía protegerse de esa manera. Me aseguró que yendo hacia Gramado ya no había peligro porque era un camino concurrid; el mayor riesgo era en los caminos solitarios. “¡Menos mal!”, dije, y nos fuimos rezando para que todo salga bien.

En Gramado fuimos al mejor hotel, pero las señoras nuestras no se quisieron hospedar en él, porque era demasiado pituco; fuimos a otro que estaba fuera del centro, en un lugar abierto y campestre, era un hotel muy lindo, con pileta y parques, donde pasamos tres días muy bien.

El BMW525 venía cargado con todas las cosas que compramos a lo largo del viaje; venía achatado hacia atrás. Habíamos dejado Porto Alegre, donde estuvimos dos días y fuimos al club de salto cuyo presidente era un argentino de La Plata, nos atendió un minuto y no nos dio ni cinco de bola; fue una decepción enorme porque el club era muy grande y lindo. Por la mitad de camino entre Porto Alegre y Santana veníamos con mucho calor y cargado al máximo, se me rompió una goma, tuve que bajar todo lo que había en el baúl y sacar la goma de repuesto.

El regreso lo hicimos en el día desde Porto Alegre a Campana, sólo perdimos una hora con la goma y vinimos todo el viaje, a pesar de lo cargado: ¡A ciento cuarenta kilómetros por hora!

El viaje a Brasil tuvo momentos de gran emoción y probé lo bueno que era ese auto para pasar camiones en caminos de montaña, en subidas y también en bajadas en los lugares que hay para sobrepaso, acelerando de primera a tercera y viceversa, en bajadas y subidas.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina

























N°32
MAESTRA RURAL


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1974
Fecha de alta 04-04-2008

La conocí en un bar de la calle Justa Lima, en Zárate, en el año 1968, por esa época estaba de moda ir a tomar con amigos algunas cervezas los domingos a la tarde y encontrar chicas que también iban al bar, nosotros éramos un grupo de ingenieros recién recibidos que trabajábamos todos en la misma fábrica y vivíamos en la misma casa que alquilábamos sobre la calle Justa Lima.

Muchos de nosotros fuimos compañeros de facultad y en mi caso particular tenía compañeros de San Juan y de Santa Fe ya que cursé en las dos facultades mi carrera de Ingeniero Químico. La mayoría éramos Ingenieros Químicos, pero había un único Ingeniero Mecánico que fue contratado junto con quince Ingenieros Químicos, para la puesta en marcha del primer complejo de fertilizantes de la República Argentina.

No es vanidad, pero el grupo numeroso de ingenieros había atraído el interés de chicas de Campana que venían a Zárate, al bar que solíamos concurrir. Allí se juntaban tanto chicas de Zárate como de Campana, y nosotros, juntos con algunos muchachos del pueblo; el bar ponía mesas adentro y afuera, por lo que a veces las chicas que buscábamos con interés, no las encontrábamos.

Un domingo de tantos yo vi por primera vez a una rubiecita que me partió la cabeza. Ese día estaba con un amigo reciente que era de Santa Fe, el único de los que estábamos allí que tenía auto. Ella estaba acompañada por una morocha muy linda también; yo le mostré las chicas a mi amigo y cruzamos unas miradas con ellas.

Al llegar la nochecita las chicas salieron del bar, nosotros nos propusimos encontrarlas y salimos trás de ellas. Como sospechábamos, estaban en la esquina de la plaza que quedaba frente al bar, esperaban el ómnibus que las llevaría hasta Campana. Allí las abordamos y nos presentamos, les dijimos que no conocíamos a nadie y que queríamos hacer amistad con ellas. Les dijimos donde vivíamos y les preguntamos adonde iban, fue así que nos ofrecimos a llevarlas hasta su casa, el auto estaba estacionado muy cerca y fuimos caminado hasta llegar al mismo, uno de los primeros Peugeot 404 que habían salido al mercado.

Campana dista de Zarate por el camino viejo, unos veinticinco kilómetros, pero dado que en esa época e camino estaba en muy mal estado, el tiempo para recorrerlo se hacía prolongado, lo que aprovechamos para conocer de ellas y contarles de nosotros. Así fue que antes de llegar, habíamos quedado de acuerdo, en encontrarnos el miércoles siguiente en el bar del único hotel importante, que había en Campana.
La rubia tenía veinticuatro años, era maestra rural, trabajaba en una villa muy pobre.
La morocha era empleada administrativa de la única fábrica de FM (Fabricaciones Militares) que había en Campana (hoy está cerrada); tenía treinta años y era muy simpática.

Cuando volvíamos con mi amigo nos felicitamos de haber intentado entablar amistad con estas chicas, eran por cierto muy agradables como personas y aunque adelanto el relato fueron grandes amigas por muchos años.

El miércoles a la noche después de las veintidós horas, salíamos de trabajar del turno tarde, nos encontramos con ambas, llegamos al bar-comedor del hotel, que pertenecía a la fabrica de caños y atendía gente de afuera, pero no así el hotel que era sólo para empleados de la fábrica.

Ese encuentro resultó muy entretenido y ellas se mostraron muy amables, lo que nos facilitó para que las invitáramos el sábado siguiente a bailar, aceptaron, pero nos pidieron que fuésemos a Lujan, que dista de Campana unos cuarenta y cinco kilómetros más o menos. La razón de este pedido, nos dijeron luego, era que no las vieran con gente extraña a Campana, porque se lanzarían comentarios que las perjudicarían. En Lujan probablemente no las reconocería nadie, ya que no eran habitué de esos lugares.

La cena del miércoles terminó tarde, cerca de la una de la mañana y las llevamos a sus casas. Hacía tres días que las conocíamos y ya teníamos un trato muy familiar, todo parecía indicar que ellas también se sentían a gusto con nosotros. En aquellos tiempos para ir un sábado a bailar había que vestirse prolijamente, de saco y corbata o traje, las chicas se arreglaban muy lindas, con polleras cortas y nada de pantalones.

Nuestra experiencia con lugares de baile en pueblos vecinos era nula, las chicas si bien alguna vez fueron a Lujan, no conocían el lugar como para indicarnos el camino, por lo que debimos preguntar al llegar donde habían lugares bailables y como se iba. Dimos con un buen lugar y que tenía bastante gente, se pagaba una entrada que daba derecho a una consumición, allí entramos y nos ubicamos en un sector apartado de la pista donde no se sentía tanto el sonido. Conversamos un rato largo entre los cuatro, nos enteramos de muchas historias y del tipo de vida y la conducta de la gente del lugar. Cuando ya era como la una o más de la mañana, salimos los cuatro a bailar lentos, algo clásico para mi tiempo y muy lindo.

Este tipo de música de por sí es romántica y teniendo una chica hermosa entre los brazos es más romántica todavía. Los lentos si bien permiten conversar, son más para bailar en silencio, y aunque recién la conocía, a los veinticinco años uno tiene una audacia y un comportamiento que no tiene mucha lógica. La posición típica para bailar lentos es pegar las mejillas y esa fue mi primera intención, no la afectó mi actitud y ella dejó su mejilla contra la mía sin objeción, bailábamos muy entretenidos, cuando veíamos que alrededor nuestro muchas parejas se hacían mimos y se besaban, entonces sin forzar las cosas, yo le di un beso en la mejilla, al cual ella respondió del mismo modo. La noche siguió con rock y quedamos separados, si bien nos gustaba bailar algo movido, no lo pasamos mal con los lentos.

Salimos del boliche y fuimos a dar una pequeña vuelta al pueblo, pasamos por delante de la basílica y de los museos, a las cuatro de la mañana, ya la gente se iba a su casa y nosotros nos volvimos para Campana; al llegar fuimos a una vieja pulpería que nos gustaba mucho, todavía permanecía abierta y con muchos de los noctámbulos que deambulaban a esa hora tomando algo o comiendo.

Allí nos bajamos los cuatro, pero yo le dije a mi amigo… anda a buscar una mesa que ya voy… Ella presentía por qué me quedé y era porque quería besarla, no puso objeción a mi trato y nos besamos una y otra vez apasionadamente, esa ere el broche de despedida a una noche maravillosa que llegó a su fin.

Los próximos encuentros fueron en el bar del hotel, siempre nos encontrábamos a la noche cuando yo trabajaba de tarde o a la tarde cuando yo trabajaba de noche o de mañana. Dejamos de salir los cuatro juntos, ellos salían por su lado ya que tenían el auto y nosotros teníamos algunas limitaciones. No obstante un día que teníamos toda la tarde para nosotros la invité a mi casa, ya que esa tarde no abría nadie.

Su llegada me tenía impaciente, habíamos quedado a las quince y no vino se hicieron las diecisiete y yo pensé que no llegaría; cuando escucho el timbre y miro por el balcón del segundo piso de nuestro departamento, era ella vestida de pollerita corta, corrí escalera abajo, que era muy empinada, abrí la puerta y luego de cerrarla lo primero que hice fue besarla, ese beso duró mucho y era el preámbulo de nuestra tarde de amor.

Mi vida había cambiado significativamente, todos los días iba a Campana en taxi y volvía en taxi, no tenía aun mi propio auto. Algunos días iba a Campana y volvía con ella, la llevaba de vuelta y me volvía: Eran cien kilómetros en taxi en un sólo día. La fábrica estaba todavía en construcción y nosotros los quince ingenieros que la pondríamos en marcha, junto con los japoneses que la proveían “llave en mano” (con la puesta en marcha asegurada), estudiábamos todos los manuales que estaban en japonés con traducción al inglés (hecha por un japonés).

No era fácil la tarea que teníamos encomendada, los japoneses que conocían el proceso eran ingenieros que apenas hablaban castellano, palabras sueltas y casi nada de inglés, por lo tanto nuestro entrenamiento era por nuestra cuenta, con toda una simbología de planos que nunca en la vida habíamos visto, por suerte el periodo de finalización se prolongó como diez meses más de lo previsto, por lo que tuvimos un plazo de unos catorce meses para prepararnos y que ayudó para que inventáramos un idioma; entre japonés –castellano e ingles.

Los japoneses eran muy buenas personas y ponían mucho empeño en transmitirnos sus conocimientos, esto iba en su beneficio, ya que ellos deberían poner la planta en marcha y después de un periodo de cuatro meses entregarnos a nosotros, la planta funcionando.

El grupo de ingenieros jóvenes resultó ser muy calificado y todo salió mejor de lo previsto, por ello el Gerente General, un italiano que ganó el puesto en un concurso de oposición en Inglaterra, nos dio una carta de felicitación donde nos anunciaba que nos aumentaba a todos el salario, de setenta y cinco mil pesos a ciento veinte mil pesos, después de dieciocho meses sin ajustes.

Ese incremento de dinero me dio mayor libertad para mis gastos, lo primero que hice fue sacar un crédito y comprar un auto en doce cuotas, después le compré a un japonés una filmadora ocho milímetros..., las primeras filmadoras caseras… a cuerda manual.
Con la filmadora empecé a filmar mis propios documentales, mandaba el rollo a Estados Unidos, y tenía que hacer aduana cuando lo recibía, confieso que este tremendo incordio no me afectaba.

Mis películas eran todas de “arte”, mis personajes eran: 1) un hormiguero tomado con la lente de cerca; 2) un linyera que vivía debajo de un puente de la ruta Nº 9, su historia es realmente dramática, vivía en un caño que atravesaba el camino ,la ruta 9,que permitía el paso del agua de las lluvias, en una total indigencia, cuando lo encontré casi ni hablaba y el día que le llevé comida por primera vez no salió de adentro del caño a recibirla, a pesar de que él buscaba la comida en el vaciadero de basura que estaba enfrente de su “guarida”.

Le conté al jefe de personal de la empresa, que era un señor muy cristiano sin ser católico, se interesó por la vida de su semejante en desgracia y no sólo le llevaba comida, sino que empezó a conocer su historia. El linyera se dio más con mi amigo y con él hablaba de su vida, con esfuerzo porque hacía cuatro años que no hablaba, según el pudo deducir.

Su provincia de origen era Misiones, allí, le contó, era dueño de una plantación de frutales y de yerba mate, hasta que un día su hermana y su cuñado en combinación con la policía del lugar, lo hicieron pasar por loco y lo internaron en Open Doors, en la provincia de Buenos Aires. El naturalmente tenía una conducta retraída pero no era demente, cuando quedó internado nadie lo escuchó y el tampoco podía defenderse por si mismo. Después de cuatro años de estar solo y encerrado ya casi loco de verdad, fortuitamente encontró el modo de escaparse. Se vino caminando unos cincuenta kilómetros, hasta llegar a Campana, donde encontró el basural que le proporcionó la primer comida en varios días, por ese motivo buscó cobijo en el puente…, tenía la comida cerca...

Cuando mi amigo conoció la historia se propuso ayudarlo, lo primero que hizo fue ir a un juez federal y le contó, llevando al Linyera de traje y bien comido con la comida que él le daba.

El juez era conocido de él, le dijo que se tomaría unos días para investigar el caso y que después verían como se le restituía la propiedad al linyera.
Cuando el juez averiguó todo, era como le contó mi amigo, la propiedad aun figuraba a nombre del linyera, yo estaba más que deslumbrado por lo bien que había actuado mi amigo; la cosa terminó con la hermana y el cuñado presos y el linyera en posesión de sus frutales y yerba mate.

Mis avances en el séptimo arte, me llevaron a proyectar una película con mi amiga rubia, ojos azules, maestra del barrio más pobre de la ciudad. Allí los niños salían a recibirla cada vez que llegaba al barrio, ella daba clase en una escuela rancho, tenía un mástil hecho con un palo donde todos los días izaban la bandera; su sensibilidad la llevó a comprar comida para los chicos, con su sueldo miserable de maestra.

El guión argumental estaba basado en la vida real de la maestra, así que no le dijimos nada a los niños y filmamos lo que ellos hacían siempre: La maestra llegaba y cruzaba unas vías que bordeaban el barrio, allí los niños la descubrían y venían todos, todos, todos…, eran sus alumnos desde primer grado hasta el grado que hubiera alumnos…ella los besaba uno por uno y cuando terminaba, tomaba dos al azar y los llevaba de la mano hasta la escuelita…

El día que filmé la película, había una bandera hecha con arroz, pintado de azul y blanco, tirada en el suelo, que desparramó ella antes de izar la bandera verdadera; en eso unas gallinas que por allí pasaban, descubrieron que esa bandera del suelo era comida y no sólo ellas, sino otras gallinas que escucharon los sonidos que emitían las que comían, también vinieron y en un santiamén se comieron la bandera. Esa alegoría de que la bandera a todos nos hermana, quedó trunca por el hambre,…de las gallinas… y de los niños.

La bandera grande quedó izada y la clase comenzó, con todos los alumnos en la misma aula, la clase era del 25 de mayo y la misma para todos… cuando la filmación llegaba a su fin… por la ventana se veía pasar el tren que iba a Buenos Aires, la capital de la Argentina, un país muy rico, y con mayor cantidad de alimentos… y allí estaban esos niños que sus padres no tenían trabajo para darles de comer.

EL Barrio Pobre fue parte de la vida de esta maestra jovencita y cuando la trasladaron a una escuela céntrica de la ciudad ella escribió la poesía siguiente:

Barrio pobre:

Barrio pobre de casas uniforme.
Barrio sombrío de gente pobre.
Camino de tierra y barro.
Barro humano por nosotros marginado.

Amanece, el sol ilumina el barrio.
Niños tristes aparecen.
Caras morenas, brazos desnudos,
con un cuaderno en la mano.

Traen el rostro endurecido.
Los ojos vacíos, el paso sin prisa.
La alegría olvidó pintarles
en la cara una sonrisa.

Niños tristes aparecen.
Rostros sin luz, cara opaca.
Ante el mástil musitan:
¡Bandera de la patria!: Celeste y blanca.

¡Pobrecitos niños tristes, que tan solo
la bandera con nosotros los hermana!
¡Dime Dios! ¡Tú que lo abarcas todo!
¿Por qué no pones en ellos tu mirada?

La vida de la maestra cambió al irse de la escuela rancho, estaba en una escuela limpia, donde tenía material para dar las clases, donde los alumnos no le contagiaban los piojos y donde todos llegaban sin hambre porque habían comido. No obstante por mucho tiempo ella estuvo entristecida por el cambio, pensando en sus “negritos”.

Unos años después de haberla conocido, yo me compré un lote de media hectárea en una isla del Delta, junto al canal Yrigoyen; allí construí una casa con troncos de pino tipo canadiense; entre un arquitecto, un carpintero y un albañil le dieron forma a mi idea, los pinos los saqué de la parte que rocé para construir la casa y dejar un patio sin árboles alrededor de ella por seguridad, por caso de incendio del pinar que cubría todo el campo, y para evitar que las víboras tuviesen lugar donde esconderse cerca de la casa.

Con el diseño del arquitecto amigo, los principales ejecutores: El albañil y el carpintero le fueron dando forma. La casa de madera y parte de hormigón a la vista quedó muy linda, la estufa a leña, estaba en el núcleo central de la casa; construida toda de hormigón incluida la parte que recibía los troncos y la chimenea que sacaba los gases. Estaba abierta del lado del living comedor y del lado del dormitorio calentando los dos ambientes a la vez, en hormigón tenía estantes para libros de cada lado donde no estaba abierta. Los muebles que fueron ejecutados para la cocina, el comedor, el baño y el dormitorio, incluida una cama grande, los diseñó el carpintero con árboles del predio, y en algunos casos los compró con su supervisión terminados.

Tuve que pedir un crédito, y lo hice en un prestamista, pero para que se entienda la cosa me cobró seis % anual sobre saldo, pagadero en dieciocho cuotas.
El esfuerzo no duró sólo los dieciocho meses, tuve que comprar muebles y elementos que también fueron a crédito. Mi posición en la empresa había mejorado, era Jefe de Ingeniería y ya ganaba un salario mayor que el inicial; lo que me permitió progresar, pero siempre sobre el principio de comprar todo a crédito.

Ella participó todo el tiempo en el diseño y decoración de la casa, y cuando la tuve terminada se vino a vivir conmigo por un tiempo, durante las vacaciones de verano, su padre era un isleño que vivía en otra isla cercana y venía a veces los fines de semana a visitarnos. Tenía un trabajo muy pesado y ya estaba grande, se dedicaba a la forestación y explotación de la madera, el único hijo varón nunca quiso ayudarle en la isla. Cuando ella venía a visitarme los perros ladraban de algarabía y por la forma de ladrar, yo sabía que había llegado.
Le gustaba la casa, la sentía profundamente porque ella inventó mucho de lo que tenía, pero sentía que allí no viviría para siempre.

Su recuerdo quedó plasmado en esta poesía:
Los pinos:

Como gigantes guardianes de este amor agreste.
Se alzan mudos y altivos los pinos en la costa.
Oculta casi entre los troncos duros.
De duros troncos y con flores blancas.
Encerrando la hoguera roja, del fuego de los leños.
Y la roja hoguera de este amor nuestro:
¡Levantaste tu casa!

Cuando llego a ella, una brisa silvestre me purifica.
Y siento correr la sangre por mis venas,
que a borbotones
Mi corazón impulsa a venas plenas.
Tus perros ladran dando brincos incansables,
Me quedo quieta parada en la orilla verde.
Te asomas y al verme,
avanzas tras tus perros, corriendo a recibirme.

Te desnudas. Me desnudas suavemente.
Me besas, me acaricias, me llevas a Tu cama.
Ya están los leños encendidos,
Y encendida la lámpara azul
que todo lo vuelve azul en la penumbra.
Me acuesto junto a ti en las sábanas rojas.
El silencio del cuarto se habita,
Con el gemir de la leña que se quema y crepita,
Y el aliento de nuestro amor, también es rojo
De nuestro amor que se consuma, como la leña

Me amas. El silencio es ahora más silencio.
Me detengo a oír que ocurre afuera y un cigarrillo
ilumina tu boca que beso en silencio,
escuchando a la costa.
Es el río que baja apacible. Es la noche,
tachada de estrellas que titilan.
Es la luna que se moja en el agua llenándola de plata,

Amanece. El río ha crecido
Otras veces descendido,
hasta mostrar el fondo de su lecho pedregoso.
Te despiertas. Me miras con ojos descansados y profundos.
Te veo desnudo. Te miro con amor, feliz, intensa; debo volver.
¡Este es mi mundo de dicha,
más no es mi hogar!

Durante los cinco años que viví allí, ella estuvo muchas veces conmigo, hasta que un día vendí todo, y me fui para siempre de la isla, la dejé de ver, nunca volví por la casa de la isla. Cuando todo se estaba terminando entre nosotros ella me dio esta poesía:

Hoy siento que a tu lado,
Cada día, poco a poco
muere mi alegría de tenerte

Tú dejas que se extinga,
nada haces porque viva
Así mudo. Indolente

Mientras mi alma desespera,
Tú presentías: mi alegría
era breve, pronto acabaría

Por eso indiferente dejas que ahora muera.
Miras como la llama más pequeña,
ya es casi ceniza fría

Solo pocos trozos de leña permanecen encendidos,
que con vanos esfuerzos quieren que la llama siga.
A la llama no le basta Mi calor, Mi dolor, a la zaga

pide que Tú la vivifiques con Tus manos.
¿Y Tus manos?... Se cierran, enmudecen.
Mientras Tu impávido, miras como perecen las llamas,
quizás aceleren otro fuego. ¡Este se apaga!

Mi vida quedó desdoblada y siempre deseé verla, pero no lo hice; hasta que en una iglesia la encontré cuando bautizaba a su segundo hijo varón y yo a mi cuarta hija; habían pasado diez años desde la última vez que estuvimos en la isla. En la iglesia la vi de atrás, para no verla, hasta hoy treinta años después, nunca más.

1974- 2008
Jef Pacheco
Zárate – Campana – La Plata













































N°3 3
EL VIAJE A VILLA GESELL
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1980
Fecha de alta 04-11-2008

Juntos, con Alfredo, un amigo del trabajo; fuimos por tercera vez de vacaciones con nuestras familias. Lo pasábamos divertido. El año que fuimos a villa Gesell, fui a un campo a comprar un caballo y nos metimos, con el BMW525 por los arenales sin huellas, luego subimos medanos en la costa, y parecía un bugui, trepaba y andaba como si nada. Todos disfrutábamos de tener un auto tan bueno.

Ese año compramos un caballo al que Estela lo bautizó Intruso, lo tuvimos todas las vacaciones en un corral de caballos de paseo, luego lo trajimos cerca de La Plata; allí estaba en un campo que se inundaba, y nos metíamos en el auto con veinte centímetros de agua por el pasto, parecía un bote, tiraba agua para los costados, y yo creía que era un anfibio.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina

































N°34
LA MUERTE DEL PERRO DE LA CHANCHERÍA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1998
Fecha de alta 25-04-2008

Muchas veces pasé por la “Chanchería”, donde criaban chanchos con comida de la basura. En el lugar siempre había chanchos revolviendo basura y perros que buscaban también comida entre ella. Muchas veces los perros “no salían” a ladrar a los caballos y esto solamente si uno venía al paso un trecho anterior, para no alertar a los perros, pero en cuanto uno de los “Cuscos” empezaba a ladrar, la jauría se venía encima de los caballos y había uno, grande, blanco, que era el que hacía punta y se abalanzaba a morder la boca o los garrones.
De verdad no les tenía miedo, pero sí les tenía bronca a los perros, y más aun al dueño que estando allí no hacía ningún intento por pararlos, retándolos o llamándolos para que no salgan. Yo había pasado muchas veces en mis caballos por allí con Intruso, Salvaje y Nico; caballos que estaban siempre a box y no sabían de perros, así que no se defendían como lo hacen otros caballos tirándoles patadas.

Un día estaba con Carlitos y le comenté lo de los perros, me dijo que en cierto modo eran peligrosos porque si lo mordían mal en el garrón a un caballo lo podían arruinar. Así fue que una tarde decidimos ir por la orilla del arroyo donde estaban los perros. Carlitos montaba a No Sé y me prestó una yegua criolla, robusta de patas gruesas con vasos redondos y grandes. Cuando llegamos al camino del arroyo empezamos a galopar, No Sé era mucho más rápido que la yegua y Carlitos se fue adelante. Cuando llegó a la chanchería No Sé aceleró más, y no le dio tiempo a los perros de que lo alcanzaran; lo que si hicieron conmigo que venía atrás. El perro blanco, grande, se abalanzó sobre la boca de la yegua y de casualidad no la mordió, los otros perros agresivos a su modo, no eran tan peligrosos como el blanco.

El hombre de la chanchería miraba cómo el perro blanco y lo otros querían morder a mi yegua, sin mover un dedo para impedirlo. Aceleré la yegua lo más que pude y los perros se volvieron, no tenía claro de cómo hacer para defenderme del ataque de los perros, y cuando Carlitos se paró y lo alcancé le comenté de lo cerca que estuvo el perro de morder la boca de la yegua. Carlitos me dijo que: O pasaba muy ligero así los perros no me alcanzaban, o lo hacía al tranco y la paraba cuando iban a garronearla, permitiendo que la yegua estando parada se defendiera a patadas.

A la vuelta de nuevo No Sé viene adelante y pasa a un galope tendido sin darles oportunidad a los perros a que salgan a morder, pero estos se quedaron esperando que pasara yo, que venía al galope pero más despacio. El perro blanco se vino con furia y cuando lo vi venir pasé del galope al tranco y cuando el perro fue a garronear a la yegua la paré en seco. El perro le tiró un mordisco al garrón y la yegua que estaba parada lo sacudió con una patada en el centro de la cabeza. No emitió ni siquiera un quejido, quedó tirado inmóvil sin dar ninguna señal de vida, ni pataleo; el hombre que estaba mirando la acción no dijo ni un sola palabra dirigida a mí o al caballo, llamó a los otros perros que le obedecieron instantáneamente. Seguí al paso y ningún perro volvió a molestarme.

Carlitos que iba adelante, no vio cuando la yegua lo pateó al perro; pero se dio cuenta que algo raro pasó, pues no vio más perros ladrando. Cuando lo alcancé y le conté lo que pasó, le dio risa; no por el pobre perro, sino por el maldito del dueño que nos gozaba mirando como los perros nos atacaban.

A los pocos días decidimos volver por el camino del arroyo, íbamos al galope y cuando el dueño nos vio llamó a los perros que ya habían salido a esperarnos, cuando pasamos frente a la chanchería los perros estaban con los chanchos en la basura.

Jorge Eduardo
Punta Lara - Buenos Aires, 2008










































N°35
MI SUEÑO, LA CAMA A MOTOR

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 17-09-2009

Las mañanas eran muy frías, el invierno no perdonaba y traía temperaturas bajo cero. El único lugar para estar dentro de la casa, sin calefacción, era la cama: En el campo se usaba las cocinas tipo salamandra, pero se le acababa la leña y se apagaba el fuego durante la noche.

Yo no me quería levantar para tomar el ómnibus que me llevaba a la escuela, mi papá se levantaba, prendía de nuevo el fuego, tomaba unos mates, a las 7 de la mañana nos sacaba de la cama para tomar el desayuno, pero mi hermano y yo éramos remolones, dejábamos pasar el tiempo; cuando faltaban 5 minutos para que pase el autobús, pegábamos un salto de la cama y a medio lavar la cara y medio peinar, salíamos corriendo al camino.

Si venía cerca, las luces así lo indicaban, esperábamos cubiertos por una frazada que papá luego entraba. Si no se veían luces, hacíamos fuego al costado del camino, las grandes hojas de los carolinos, secas, encendían muy fácil, y ese fuego de hojas duraba lo que un suspiro, pero nos daba un respiro de haber salido, calentitos, de la cama, el lugar con más abrigo; al crudo frío del invierno.

De tanto sufrir el frío me salieron sabañones en los dedos de las manos; ni los guantes de lana que tejía mi mamá me protegían de tremendas heladas: 7 grados bajo cero, como normal, y a veces llegó a -14 °C.

Los días de invierno esperar el colectivo era un acto de valor, si no fuera por el fuego con hojas que juntábamos en el suelo, lo hubiésemos pasado peor.

Una noche, sintiendo que hacía mucho frío, tuve un raro sueño. Salía en mi cama por la puerta de la casa hasta el Callejón Del Medio, desde allí bajaba a la calle Florida, el camino que recorría el colectivo,... ¡Mi cama tenía motor!; volante y ruedas; ya no tenía frío allí adentro, tapado hasta las orejas, con sólo los ojos afuera para mirar. Mi maravillosa cama tenía un motor poderoso que le permitía correr por la calle pasando autos. El delirio onírico me llevó hasta la escuela y una vez allí entré: “Entré en cama” al aula.
Les dije a mis compañeros que iba en cama para no perder el curso, pero lo que tenía no era una enfermedad contagiosa; sólo era una parálisis de una pierna que me impedía caminar. Los profesores al verme se asombraron y pronto aceptaron la situación como normal, así pasé el invierno y según el sueño muchos compañeros se pusieron a mirar la “cama con motor”.
El sueño no se interrumpió, pasó el verano; el próximo invierno ya éramos dos los “enfermos” qué íbamos en cama a motor.
Cuando papá me despertó, habían muchos compañeros fabricando la propia; lo feo fue al salir a la calle y encontrar que el crudo invierno estaba allí esperándome.
Jorge Eduardo- Los Campamentos- La Plata-2009-Septiembre-28




N°36
LOS CABALLOS DE CARLITOS
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1996
Fecha de alta 10-03-2008

El río inmenso no dejaba ver su otra orilla, el “lado desconocido” para los que estábamos de este lado, se podía confundir con el mar, pero su color marrón oscuro no dejaba lugar a dudas: “era el río”, muchas veces la gente de la municipalidad cerraba las playas porque hablaban de que las aguas estaban contaminadas y era peligroso bañarse, aparecían muchos peces muertos, se hablaba de toneladas de sábalos de hasta cinco kilos, algunos decían que los pescadores los tiraban (porque eran todos grandes) y lo hacían para subir el precio.

La playa del río era un lugar ideal para ir a galopar, a veces íbamos cuando habíamos dado toda la vuelta y venían sudados los caballos, galopábamos por
la arena y de a poco los hacíamos entrar en el agua hasta la cincha. “No Sé”, era un caballo espectacular, Campeón Argentino De Marcha De Resistencia, en varias oportunidades (era por años). Carlitos lo compró redomón, casi salvaje cuando se lo dio a su domador; era tan malo que lo tiró sobre un alambrado de púas y le dejó cicatrices en los brazos y el torso para toda la vida.

Cuando él lo empezó a andar ya estaba más tranquilo, Carlitos le fue sacando todas las cosquillas y mañas y lo convirtió en un caballo sensible, no sólo a la rienda y la pierna sino a las órdenes verbales. Le enseñó que tenía que orinar dentro de un balde, él le ponía el balde en el box, y hacía una espacie de chistido suave, el caballo estimulado y por el acondicionamiento previo, meaba dentro del balde y así no ensuciaba la viruta. Era un caballo interminable, en las carreras de resistencia galopaba y galopaba sin que su ritmo cardiaco pasara de un número que era el máximo permitido por los reglamentos.

Salíamos juntos, yo en el otro caballo, un tordillo oscuro que originalmente lo bautizamos “Pompon”. Este vino al establo después de muchos años que estaba “No Sé”, creíamos que sería tan bueno como él, pero no fue así, hasta que lo educamos pasó un largo año de enseñarle buenas costumbres.

“No Sé” era una cruza de Hackney con Árabe y Pura Sangre, alto, fuerte de patas, cabeza bonita y musculoso, el Tordillo tenía mucho de Pura Sangre con un poco de Árabe, era muy galopeador y el segundo año que corrió salió Subcampeón Argentino De Marcha Y Resistencia. Tenía un defecto grave, no veía de un ojo y por cualquier cosa inesperada se boleaba o pegaba la vuelta a toda velocidad. Un día íbamos por una avenida, con un sector con pasto al medio, por el cual venía un grupo de deportistas corriendo, el caballo esperó hasta que estuvieran a veinte o treinta metros y sin dar muestras de susto previo, se dio una vuelta y escapó desbocado a toda velocidad, Carlitos que iba la par con “No Sé”, lo corrió y lo agarró del bozal y lo fue parando, de lo contrario podría haberme atropellado un auto.

Para comprender el caballo que era “No Sé”, es buena una anécdota de algo que me sucedió con él. Yo le había pedido a Carlitos que me lo prestara, cosa que era la primera vez que iba a suceder, ya que “nunca” pero “nunca” se lo había prestado a nadie; no sabía cómo reaccionaría frente a un extraño sobre su montura. Pero para “No Sé”, yo no era un “extraño”, puesto que le hacía muchos mimos, le daba comida y agua y siempre que llevaba zanahorias lo llamaba por su nombre y el venía y se las daba.

Ese día estábamos todos expectantes, pero Carlitos tenía una sensación extraña al ver por primera vez a alguien arriba de la montura de “No Sé”. Montamos y salimos, “No Sé”, se comportó de maravillas y Carlitos por primera vez lo pudo apreciar en toda su dimensión de gran pingo. Encaramos para un campo donde estaba el viejo camino de eucaliptos que venía de Villa Elisa hasta Ensenada, pero teníamos que cruzar un puente muy angosto y yo sin darme cuenta pasé por la orilla haciendo que el caballo perdiera pie y se cayera a la zanja; yo caí primero y el caballo encima mío, cuando se dio cuenta de que me iba a pisar empezó a sacar las patas y ni me tocó, nadie hubiese creído que el caballo lograría no aplastarme.

El Tordillo no era tan amigable, era un caballo que había que manejar con cuidado aun dentro del box, el hecho de que no viera de un ojo, lo volvía peligroso y pateador si se le acercaba por el lado ciego, pero tenía su meritó, con apenas un año de entrenamiento corrió y estuvo a punto de ganar el Campeonato Argentino, que lo ganó “No Sé”.

Ese año lo entrené yo porque el muchacho que lo corría no tenía tiempo de venir para entrenarlo, sí para correrlo los fines de semana. Mi sentimiento por el Tordillo era muy grande por la dificultad que tenía para ver y lo que logró en tan poco tiempo. Cuando se fue poniendo a punto galopábamos sin pararlos siete a ocho kilómetros para entrenar, el defecto que tenía en el ojo nadie se lo había detectado, y lo querían utilizar para salto, obviamente que en esas condiciones no podía enfrentar una valla.

Externamente era un caballo ideal para salto: Alto, corpulento pero liviano para andar, su sangre árabe lo hacía ideal para correr y galopar sin cansarse. Cuando se dieron cuenta que nunca saltaría, aunque no supieran porqué, lo vendieron y para un caballo de su clase, muy barato.

Los últimos días el Tordillo los pasó en un campo bajo con pasto de invierno, se enfermó y se murió sin que el veterinario pudiera hacer algo por él, cuando ya hacían muchos meses que no lo veía, fui hasta donde siempre estaba en el establo, la noticia me tomó de sorpresa, pero mitigó mi pena al ver a “No Sé”, viejito pero con toda su pinta, gordo y vivaz para andar aunque ya no corriera más.

Jorge Eduardo

Punta Lara 1996
La Plata 2008






N°37
EL TROMPO DE DIEGO EN UNO DE LOS VIAJES A JUNÍN
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1980
Fecha de alta 06-11-2008

Después de trabajar 18 años en Maleic, renuncié y me fui a trabajar a Junín, allí hice un arreglo y me daban la casa, pero Estela no quería vivir en forma permanente porque los chicos todavía vivían en nuestra casa, aunque los 4 ya estaban grandes.

Entonces hicimos un arreglo, yo viajaba a mitad del mes y la llevaba, luego la traía al final del mes, a la semana siguiente volvía solo y viajaba de vuelta solo, para venir a buscarla a la mitad del mes; así la historia: el auto corría que daba gusto y el viaje se me hacía descansado y fácil.

Unos de esos viajes Diego manejaba hacia Junín, cuando pasábamos por una estación de servicio, Estela le pidió: “¡entra aquí!”

Estábamos sobre la entrada, entonces Diego no encontró mejor remedio que mandarse una maniobra de corredor de rally, ensayada en el Parque Pereyra Iraola: Clavó el freno de mano e hizo un semi trompo y quedó mirando para la estación, junto con un reventón de una goma trasera, veníamos rápido pero por suerte había aminorado la marcha porque salían autos de la estación y no nos paso nada.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina


























N°38
NICO NICÓMANO, ERA UN TOSS

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1990
Fecha de alta 19-04-2008

Nico (su nombre de pura sangre, era Nicómano), era un Toss. Nicómano era hijo de un padrillo de la sangre Toss, un abolengo reconocido por los criadores de caballos de carrera, cuando lo compré tenía ya siete años y ese mismo año había ganado un clásico en el Hipódromo de La Plata. Su dueño lo quería mucho y hasta que lo vendió lo cuidó con el mayor esmero.

El profesor de equitación de Diego, tenía siempre contactos con la gente del hipódromo y se enteró de que iban a vender a Nicómano, un ganador de varios clásicos y con una estructura física más que interesante para ser un caballo de salto; que era para lo que lo usaríamos con Diego.

Por esa época estábamos con Salvaje solamente y queríamos comprar un buen caballo para entrenarlo; veíamos que el profesor preparaba caballos en un año, y que luego de entrenados valían muchísimo más de lo que costaron.
Nicómano lucía precioso cuando lo fuimos a ver y el precio era razonable; el dueño se preocupaba porque, quien lo fuera a comprar estuviera interesado en cuidarlo, más que en el precio en que lo vendería. Tenía que ser alguien que lo tendría cómo él lo tuvo y le gustó la idea de convertirlo en caballo de salto.

Cuando llegamos al box donde estaba, del lado de Ensenada cerca del hipódromo, el dueño nos explicó todo el linaje que tenía Nicómano, que por parte de padre venía de Edge Toss, uno de los caballos que dio muchos hijos ganadores de clásicos importantes. A Nicómano lo probó Diego por la calle del Stud yendo para el lado del río. Lo hizo galopar y resultaba muy manso, no se asustaba de los autos que pasaban ni de ninguna persona o carro que por allí circulaban.

Me pidió un monto en dólares y le hice una contrapropuesta; le ofrecí lo mismo que tiempo atrás había pagado por Intruso, al fin le pareció aceptable y me lo dejó por el mismo precio que pagué a Intruso. Le pagué el caballo y quedé en venir a retirarlo al otro día que era domingo, lo llevaría de tiro y vendría en Salvaje. Él me ofreció regalarme el bozal que por muchos años usó Nicómano.
Lo llevé por el camino de Punta Lara, hasta el camino que va junto al arroyo que pasaba cerca de la caballeriza donde estaría alojado en City Bell. Todo el recorrido lo hice bien por la banquina, y el camino del arroyo era desértico, no pasaba nunca nadie, rara vez encontraba alguien a caballo.

El camino de unos veinte kilómetros lo hice despacio, tardé como cerca de tres horas, pero el caballo fue tranquilo y a pesar de algunas “chancherías” que estaban a la vera del camino del arroyo, y que tenían muchos perros malos que salieron a ladrar, Nicómano no se asustó y siguió atrás de Salvaje lo más tranquilo.

Cuando llegué a lo del Profesor -ya era pasado el mediodía-, hacía calor y les di a los dos caballos un buen baño; me encantaba bañar los caballos, sobre todo en verano. Los puse a la sombra y les di un morral de avena y pasto en fardo. Para Nicomano todo era nuevo; él como padrillo detectó que había yeguas y empezó a relinchar cuando lo metí al box.

Nicómano tenía un problema con sus testículos demasiados desarrollados. Eran naturales, no padecía de ninguna enfermedad que se los hubiese desarrollado, pero le originaban un problema, sobre todo en invierno. Se trababa y le costaba caminar hasta no entrar en calor; era como si el roce con su cuerpo le produjera dolor y esto lo complicaba para hacer ejercicios.

Al día siguiente de haberlo llevado, lo ensillé y lo saqué a la pista de salto montado, le puse bridón, esos frenos que se manejan con las riendas separadas; en la pista había un alumno con el Profesor haciendo unos ejercicios, la pista tenía muchos obstáculos con formas y colores llamativos para acostumbrar a los caballos a sortearlos, algunos de los obstáculos eran montículos de gomas viejas con un palo sobre ellas.

Nicómano no se asustó tanto de los obstáculos como del caballo que saltaba sobre ellos, y pasó de ir al galope lo más tranquilo a una enloquecida carrera; lo dejé correr alrededor de la pista y cuando dio dos o tres vueltas y ya estaba más sereno lo empecé a frenar hasta que lo paré. Después de eso lo saqué caminando de la pista y lo desensillé. Ya se había tranquilizado, le di su baño y lo “colgué” en la mora que sería su lugar, si estaba afuera del box. Cuando estaba “colgado” en la mora, él me veía llegar en mi auto BMW gris, grande; empezaba primero a relincharme y se levantaba de manos hasta que yo me bajaba y lo acariciaba. Generalmente le traía zanahorias que le encantaban, y se las comía golosamente.

Los días siguientes ya no se asustaba de los caballos saltando, y Diego empezó a hacerle hacer unos ejercicios, le hacía pasar en la manga palos tirados en el suelo a dos metros unos de otro. Primero al tranco, luego al trote y por último al galope. Este ejercicio duró varios días y cuando ya no mostraba ninguna desconfianza hacia los palos tirados en el suelo, inició otro ejercicio similar pero con la punta de los palos apoyada sobre un palo soporte y el otro extremo en el suelo. Los obstáculos estaban en el centro de la manga, de ambos lados, esta era de forma elipsoidal de veinte por cuarenta metros, así podía colocar cuatro obstáculos de cada lado, a cinco metros unos de otros.

Nicómano, que era inteligente, aprendió a cruzar estos obstáculos rápidamente y a los pocos días Diego le subió un grado de dificultad: Los palos estaban sostenidos por las dos puntas, al principio estaban muy bajos para que los cruzara caminando, luego le fue aumentando la altura y allí empezó a saltar al trote, lo hacía con gran agilidad y desenfado, no le costaba ni física ni psicológicamente cruzar esos palos. Después de varios días que saltaba al trote le subió más la altura y saltó por primera vez al galope, fue muy emocionante ver como enfrentaba sin miedo y al galope palos de sesenta centímetros, que si bien muy bajos no le representaban ninguna complicación, era cuestión de esperar y “Nico” prometía que saltaría más alto y mejor.

Diego saltaba en juveniles en alturas de noventa centímetros, cuando Nico llegó a saltar un metro con veinte centímetros en la manga, y hacía en la pista recorridos de un metro sin contratiempos, lo presentó en un concurso donde saltaban chicos y chicas de la misma edad. Nico ganó, es decir: Diego en la primera presentación, mostró docilidad y rapidez para saltar los diez obstáculos.

Por esos días apareció un comprador de caballos que lo había visto saltar en el club hípico, me ofreció un valor por el caballo, que yo no lo consideré adecuado y no se lo vendí. Pero este no fue el único que lo quiso comprar después del debut a Nico. Pero yo le puse un cartel: “No se vende”.

Después del primer concurso nos hicimos, con Diego, socios del club hípico, y ellos nos permitían usar las instalaciones. Es decir que Nico se familiarizaría con los obstáculos más complicados que allí habían como: La zanja de agua, el pulverman, vallas arriba de elevaciones donde el caballo primero debía subir sobre un terraplén de un metro de altura y saltar en corto recorrido las vallas que estaban allí.

Todas estas complicaciones no estaban todavía en las exigencias que tenían los concursos de los más chicos, pero el aprender a sortearlas les daba un entrenamiento a futuro y mostraba la potencialidad del dúo caballo- jinete.
Estuvimos casi dos años en lo del Profesor pero cuando compré a Jimbo24z, llevé a Salvaje y a Nico al club donde estaba Jimbo24z.
Esta es la historia de Nico, por ello no contaré sobre Salvaje y Jimbo24z, que lo haré por separado.

Diego subió de categoría y para competir con éxito necesitaba un caballo que hiciera recorridos de un metro treinta y en la manga saltara un metro cincuenta. Nico por el problema que tenía con sus testículos muy desarrollados, se estancó y no fue más allá de un metro veinte en recorridos y con faltas.

Hablamos con el veterinario de mi socio, que era criador de caballos (tenía 300 entre Brandsen y La Pampa). Me aconsejó que lo capáramos, si bien era grande no tendría problemas de hacerlo con los requisitos necesarios.
Conseguí el mejor veterinario que trabajaba en el club, y de refuerzo el veterinario de la estancia, donde estaba el box, en donde lo dejaría de postoperatorio.

Lo llevamos a la estancia y allí el veterinario principal y con la ayuda del otro más joven, lo caparon. Yo estuve todo el tiempo al lado de ellos y lo primero que les pedí fue que me confirmaran si tenía un tumor. Revisaron los dos testículos que le habían cortado y me dijeron: ¡Son naturales así de grande!
Esto me tranquilizó, pero no del todo. Nico tenía ocho años y era una edad avanzada para caparlo, aunque se hacía, no era frecuente y yo sabía que podía morirse en el intento.

Como era obvio perdió sangre, y los primeros días no probó bocado y no sé si agua. Se empezó a “chupar” y los primeros quince días iba para atrás, llegué a preocuparme mucho y le pedí a los dos veterinarios que se turnaran para verlo. Ellos en persona se ocupaban de que tomara agua y empezara a comer con más asiduidad, hubo un día como una bisagra: Se lo empezó a ver más animado y a pesar que había adquirido una flacura impresionante en su físico de atleta, empezó a moverse con soltura y con más energía.

Lo empezaron a “colgar” en un bosquecito que estaba en frente de los boxees, allí no habían moscas porque esparcían fluido Manchester por todo el parque. Cada día comía más y tomaba agua. Cuando ya iban unos 25 días desde que lo caparon, por primera vez tuve la sensación de que Nico no se moriría. Fue un alivio ver que de a poco empezaba a engordar y que se notaba su mejoría.
Es fácil para un caballo perder peso, pero el camino inverso es sumamente costoso.

Al mes Nico estaba flaco pero de buen ánimo y se podía ver que había cruzado la línea para el lado de la vida. Lo caminábamos mañana y tarde y le dábamos pequeñas raciones pero en espacios de tiempos más cortos. Después de los cuarenta días de operado, empezó a recuperar peso en forma acelerada, lo movíamos con más intensidad y durante más tiempo, esto hacía que mejorara su apetito. Le incorporamos un poco de maíz a la ración, con precaución de los cólicos, que son muy agudos y mortales.

Yo le seguí pagando -hasta los 60 días de operado- a los dos veterinarios, más el box, más el peón que lo cuidaba, más la comida, más los remedios. Gasté cuatro veces lo que me había costado Nicómano… y esto no es todo… cuando pasó un tiempo y Nico trabajaba, normalmente vimos con Diego que Nico tenía un techo y que no iría más alto… por lo que decidimos regalarlo… era mejor “inversión” que esperar a venderlo, pues en tres meses pagaba de pensión lo que valía el caballo.

Mi socio con Jimbo24z, consiguió un “admirador” de Nico, que tenía box, estancia y buenos pastos para soltarlo cuando no estaba a box; sin dudarlo se lo regalé, vino al día siguiente que Yayo le avisó, y con un trailer se lo llevó a su estancia que quedaría a unos ochenta kilómetros. Cuando venía al club nos visitaba a Yayo y a mí, nos contaba todas las cosas que Nico aprendía; hasta enlazaban desde arriba de él.

Si bien cada vez que uno se separa de un caballo que se quiere se sufre, por Nico me alegré porque en la estancia era el “Caballo del patrón”. Nunca volví a verlo, supe de él hasta que dejé de ir al club de Montegrande, cuando Diego dejó de saltar y yo vendí también a Salvaje.

JORGE EDUARDO
LA PLATA - LO DE OLIVA-MONTE GRANDE





















N°39
INTRUSO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1972
Fecha de alta 26-01-2008

Intruso, era un zaino cabo negro, cruza de pura sangre con árabe, lo encontré en Madariaga y era un caballo de correr cuadreras. Cuando se convirtió en el caballo de mis hijos, era el caballo más manso e inteligente que yo había tenido, lo llevamos al mar y se metía profundo sin miedo al agua, lo llevamos al campo y se dejaba agarrar sin disparar, era manso; aprendió a saltar de una valla.

Dado que al saltar salía disparado y no se lo podía arreglar para la próxima valla, decidimos cambiarlo por un potrillo que le pusimos salvaje.
Intruso, una vez que había viento norte, en Agosto, se puso muy violento y cosa que nunca sucedió con él, cuando fuimos al potrero donde estaban las vacas se largó a correr como enloquecido.

Lo pude parar y me bajé, le di pasto para que comiera y se tranquilizó, cuando estuve un rato creí que la influencia del viento norte se le había pasado pero no fue así, apenas volví a subir sobre la montura quiso salir corriendo y yo lo tiré con demasiada fuerza de la boca y se dio vuelta, se “boleó”, se me cayó encima y me aplastó una pierna sin hacerme daño, se levantó y como yo le había soltado las riendas salió corriendo, cruzó por el campo hasta una esquina donde había un corral, el corral estaba construido con los mismos alambres que el alambrado perimetral, Intruso llegó y lo saltó limpiamente, allí se paró y quedó quieto esperando mi llegada.

Un gaucho que pasaba por el camino lindero vio la escena del caballo que se boleó y se disparó, luego me comentó que no había visto un caballo tan ligero, se ofreció a llevarme hasta el corral y fuimos recogiendo los mandiles que Intruso perdió, llegamos y entramos por la puerta abriéndola ya que no tenía ningún candado, a Intruso le llamaba la atención el caballo en que íbamos montados, por esa razón me bajé y aproximé solo.

Intruso no se movió, se quedó quieto como diciendo “aquí no pasó nada”, lo agarré del bozal y luego de las riendas, le puse lo que había perdido en la carrera y lo volví a cinchar, ya se veía que Intruso con la carrera se había tranquilizado, lo subí y salí al paso lo más tranquilo para la puerta del corral.

El gaucho se despidió y volvió a su huella. Yo salí para el box donde lo guardaba, éste se comportó como si nunca hubiese tenido ese ataque de nervios por el viento norte, que dicho sea de paso ya había desaparecido con la intensidad que corrió a la mañana. Lo llevé al paso y en ningún momento quiso disparase o enojarse.

Al otro día salió como siempre, tranquilo, al paso y al galope fuimos al campo donde se había disparado y anduvo lo más bien. Esos fueron los últimos paseos con intruso, lo cambiamos por Salvaje, un hermoso potrillo con mucha clase para salto, muy alto y de muy buena estructura.

Intruso terminó siendo nuevamente un caballo de correr carreras cuadreras, volvió a ganar y sólo perdió una porque se lastimó la pata en la partida. Por muchos años era el caballo más famoso del pago de Magdalena, y cuando viejo se dedicó a pasear chiquilines que lo cuidaban y mimaban hasta que rodeado de ellos murió suelto en un campo de Magdalena.

Jorge Eduardo
Argentina.
Madariaga- La Plata- Magdalena
















































N°40
EL VIAJE A LA SIERRA DE CÓRDOBA


Por Jorge Eduardo
Argentina / 79
Fecha de alta 03-11-2008

El viaje anterior lo había hecho con el Ford que tenía mucha fuerza pero no doblaba y si iba rápido en las curvas derrapaba de cola y era un verdadero peligro. Por ese motivo empecé entrando despacio en las curvas pero el auto no se movía hasta que fui tomando experiencia y aceleré cada vez más, llegando a tomar curvas a 100 kilómetros, por hora o más, en la parte trabada de la sierra de La Punilla.

Lo fantástico del BMW525, era que en los tramos rectos levantaba velocidad muy rápido y que no debía frenar tanto para doblar en las curvas, yo conocía el camino perfectamente, porque muchos años fui allí de vacaciones, y con un auto tan seguro para doblar y frenar, no correría riesgos.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina






























N°41
LAS CUATRO ESTACIONES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2000
Fecha de alta 17-09-2009

El invierno llegó con copiosas nevadas, el techo de la casa y los caminos quedaron cubiertos, solamente la nona llevó su pala y sacó la nieve; sola paleó y paleó el techo, el frente de la casa y los caminos para llegar al criadero de aves y de cerdos.

La vieja casona albergaba a los tres hijos y 5 nietos de la nona con sus familiares; el nono había muerto. Ninguno de ellos se ocupó en ayudarla con todas las tareas de la casa; sólo le pedían nunca le daban. A la nona no la consideraban como alguien importante de la casa; flaquita y chiquita nunca valoraron el tremendo trabajo que ella ejecutaba.

Con la primavera nacieron las flores blancas, hermosas y perfumadas, cubrían el prado; al llegar el verano la nona cortó las flores y fabricó con ellas “su vino”.
El vino de flores blancas tenía su secreto: Era un vino negro, con sabor a tinto; y perfume a flores.

La despensa guardaba los jamones, chorizos, dulces, y el vino que ella hizo.
Al finalizar el ciclo, el otoño, cayeron las hojas y la nona murió; la enterraron con un pequeño cajón y nadie se percató de lo que sucedería; la nona murió y era lógico: Estaba vieja; alguno lloró, pronto se dieron cuenta que nada era igual.

La nieve cubrió los caminos, y aplastó el techo, los animales murieron de hambre, las flores por los rincones de la casa ya no perfumaban y el vino se acabó.

Fueron estos hechos que los llevaron a valorar a la nona y a pensar que había muerto. ¿Fue por eso que la vida para ellos no era igual?
…¡No la consideraron, no le ayudaron!
…¡Pero cuánto valía la nona!

Jorge Eduardo
La Plata













N°42
PORQUÉ SE LLAMÓ INTRUSO MI CABALLO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1987
Fecha de alta 22-01-2008

El año anterior fuimos de nuevo de vacaciones a Córdoba, con la intención de comprar el caballo tordillo pura sangre que lo habíamos tenido en el parque de Transilvania durante un mes. Pero al llegar tuvimos una triste noticia: El caballo había sido muerto a balazos por la policía la única vez que se salió a la ruta.

Todos quedamos muy tristes ese verano y planificamos con los chicos Pablo, Mariela, Diego y Yanina que buscaríamos otro caballo que nos gustara y lo compraríamos. El proceso de selección debía ser en el verano, durante las vacaciones ya que estábamos todos juntos y teníamos tiempo para elegir un buen caballo.

Esas vacaciones no encontramos ningún caballo que nos gustara, es que el recuerdo del tordillo era muy fuerte, nos fuimos de Córdoba pensando que el año siguiente encontraríamos un buen caballo aunque no sabíamos adonde iríamos de vacaciones.

Alfredo me propuso que fuéramos en noviembre a Villa Gesell a buscar casa y encontramos una hermosa casa de dos plantas con todas las comodidades, estaba en medio de un bosque de pinos de los que plantó el propio Gesell. Eran añosos con un gran follaje y estaba muy cerca de la casa original que construyó muchos años atrás Gesell.

Llegamos el 1 de enero y nos ubicamos en la casa. Era el tercer año que salíamos juntos, los chiquitos de Alfredo estaban un poco más grandes y los nuestros también.

La casa estaba a ocho cuadras del mar y a diez del palenque, por lo que íbamos a todas partes caminando. Fuimos unas cuantas veces al palenque y ya teníamos los caballos para cada uno.

Yanina andaba en una yegüita mansa pero vivaracha que con sus 5 años podía dominar bien, Diego que era el que le seguía en edad andaba en Lunita, una petisa rajadora que corría muy rápido y Diego la disfrutaba.

Cuando íbamos de noche por la playa, a las 12 de la noche, andaba una que otra pareja y algún borracho. Nosotros íbamos por la parte mojada y a veces nos metíamos más adentro, los caballos no tenían miedo al agua.

Mariela andaba en Pinocho un buen caballo para andar pero peligroso en el palenque ya que le daba por morder. Pablo, el mayor de los hermanos, iba en un bayo rápido y muy bonito. Por último, yo tenía una yegua zaina oscura de tipo silla argentino: La Sombra, muy alta y veloz que le gustaba ir corriendo adelante.

Cuando llegábamos atábamos los caballos en la red de voleibol que siempre estaba puesta. Íbamos a un bar, tomábamos gaseosas con sándwiches; la vuelta no era por la playa, veníamos por calles de tierra cruzando la avenida 3, la calle principal, la vuelta era siempre mucho más rápida porque veníamos a toda velocidad como a la 1 de la mañana, hora que no había casi nadie por las calles de tierra.

Cuando me hice amigo del dueño del palenque le conté que quería comprar un buen caballo, que fuera manso y tuviera clase. A los pocos días me dijo que en Madariaga había un señor que exportaba caballos y que vendía para el mercado local, que había averiguado que eran buenos caballos y tenían un precio razonable.

Decidimos ir al otro día y fuimos en mi auto que en esa época era un BMW 525, un auto muy grande y rápido, que nos permitía andar cómodos a los 6 miembros de la familia. Fuimos a la mañana temprano para evitar el sol en el campo.

La velocidad que yo andaba era siempre 140km/h. y de allí no lo pasaba. A la 8 de la mañana estábamos en lo de Aspiró, le explicamos lo que queríamos: quince caballos para el palenque y uno bueno de clase para mí.

Llegamos al campo que estaba cerca y Aspiró hizo juntar los caballos en un corral grande donde podían correr con soltura, Salinas elegía los caballos para el palenque, Aspiró le decía si servían para ese uso por ser mansos y de buena rienda, eran todos caballos bien domados pero algunos tenían más trabajo que otros y ofrecían más garantía de que no ocasionarían problemas.

No todos tenían el mismo precio, los de más de 500 pesos los desechaba, así se fue armando la tropilla hasta que quedaron seleccionados los quince. Yo rápidamente decidí que no compraría ningún caballo de esa tropilla.

Volvimos a la casa de Aspiró para pagar y hablar de los papeles que nos daría junto con los análisis de fiebre equina hecho por el veterinario del pueblo. Cuando estábamos en su casa Aspiró nos mostró dos caballos que tenía allí.

Uno era un pura sangre de carrera, zaino colorado muy bonito, lo estaba preparando para correr, pero todavía no había debutado, el otro era un zaino oscuro con cabos negros, lo usaba para pasear al pura sangre, este también era un pura sangre con algo de mestizaje con árabe, era un caballo precioso con un gran porte y un aspecto que impactaba, tenía un defecto -si así puede llamárselo-, la cruz muy alta y había que protegerlo con mantas para que la montura no lo lastimara.

Aspiró me dijo que era un caballo sensacional, que había ganado muchas carreras, le pregunté si era manso como para los chicos y me aseguró que era un caballo de calesita.

Entonces le pregunté si lo podían probar los chicos, me dijo que sí y a continuación fue Mariela, la primera que lo probó. Salió al paso y luego al galope, era verdaderamente un caballo manso y muy ágil, se bajó Mariela y subió Diego, este ya salió al galope de entrada, por un potrero frente a los boxees, lo hizo correr rápido y el caballo no se excitaba, nos gustó mucho y le pregunté cuanto valía, me contestó que no menos de 500 dólares,- que pena- le dije- tengo sólo 300 -eso es poco,- pero vio el interés de los chicos y me lo dejó por los 300 dólares.

Cuando lo vi al veterinario y le conté qué caballo había comprado, me dijo: Ese caballo es el cuadrero más ligero de Madariaga. No volverá a correr cuadreras será para equitación.

Los caballos los mandó con un paisano en un arreo a los dos días con los papeles en orden. Yo fui al encuentro del arreo y venía mi caballo en primer lugar tirando la tropilla, habían salido muy de madrugada y venían llegando para el mediodía. Yo los pasé adelante y avisé para que cortaran la calle y los hicieran entrar al corral donde quedaron encerrados.

El corral estaba dividido en dos, en un lado quedaron los nuevos del palenque y del otro lado los viejos. Con esto se consiguió que no se disputaran territorio entre los líderes de la manada.

Quedaron todo el día, les dimos agua y comida. Yo le di una ración importante de avena, al otro día empezamos a probar los caballos, solamente dos de los quince le devolvió y Aspiro le mandó otros dos y se llevó los que le devolvieron.

Yo probé mi caballo por los médanos que hay entre Gesell y Cariló, se comportó fantásticamente y decidí que los chicos podían usarlo sin restricciones.

Cuando llegué a casa le pedí a Estela que le pusiera un nombre al caballo, ella no participaba del entusiasmo con que recibimos nuestro caballo, sin embargo se puso contenta que le pidiera que le diera un nombre.

Se llamará Intruso porque siempre estará entre nosotros, deberemos cuidar de él como de un hijo más.

Los chicos aprobaron el nombre y hasta que estuvo con nosotros, Intruso respondió a ése nombre como si siempre lo hubiesen llamado por él.

Lejos de significar un nombre peyorativo, para nosotros tenía una acepción como de Curioso, que se metía a husmear en cualquier lado. Intruso aprendió rápidamente a meterse al mar sin tenerle miedo al agua, esto permitía que estuviera siempre limpio, además de los baños que le dábamos con la manguera.

Un día que lo montaba Diego, hizo una hazaña; se fue galopando por los médanos y sin parar subió hasta la punta de un médano que tenía como 100m de alto, ese esfuerzo sólo lo puede hacer un caballo como Intruso, mezcla de árabe y pura sangre.

Fuimos muchas noches por la playa, siendo Intruso el que corría adelante independiente de quien lo montara. Se disputaban con La Sombra el correr en la punta y era peligroso en la ciudad cuando íbamos por las calles de arena por que podía cruzarse alguien.

Esas vacaciones llegaron a su fin, nos divertimos mucho, y yo las recuerdo con nostalgia porque los chicos tenían una edad que los pude disfrutar como loco a los cuatro, que me seguían a todos lados.

Cuando volvíamos a La Plata conocí una chica que tenía una yegua árabe y que debía traerla hasta la ruta 2, cerca de La Plata, me ofreció que compartiéramos el camión y así nos salió la mitad el flete, además me ofreció cuidarme el caballo en el campo que ella vivía, lo tuve allí todo el final del verano y el otoño, pero al llegar el invierno el campo se inundó e Intruso se enfermó de los vasos, así que lo llevé a un campo cercano pero más alto y que no tenía agua.

Ese campo era muy grande y junto con Intruso había una manada de yeguas chúcaras, esto hizo que Intruso se pusiera como jefe de la manada y las yeguas lo seguían a él por donde iba.

Un día que voy a verlo quiero agarrarlo pero Intruso estaba hecho un verdadero caballo salvaje; para agarrarlo, un gaucho dentro de un corral tuvo que enlazarlo. Allí descubrí que Intruso tenía la pata trasera -junto al vaso- cortada y que se había agusanado.

El gaucho me dijo que si no se le sacaban los gusanos perdería la pata, allí había un muchacho que tenía una serie de boxees en su casa cerca del campo, junto a la ruta 2. Se ofreció a curarlo y darle de comer a box, a los dos meses se había mejorado de aspecto y parecía que la herida estaba sana.

Salimos a probarlo pero se le abrió, tuvimos que dejarlo dos meses sin andar pero en ese tiempo se curó y se puso gordo y lindo. Cuando la herida mejoró lo empezamos a pasear de tiro y tomo un lindo estado.

Al llegar la primavera lo llevé a La Plata, a un lugar que el dueño era profesor de equitación y básicamente de salto, allí todos aprendieron equitación con reglas y buen arte y Diego aprendió muy bien a saltar, Intruso saltaba 1.20m rápidamente, pero no aprendió a saltar y seguir al galope, saltaba y salía a toda carrera lo que hacía que no pudiera saltar dos vallas seguidas.

Como nos habíamos entusiasmado con el salto, decidimos cambiarlo por un potrillo de muchísima clase, hijo de una yegua muy buena de salto y un padrillo de la línea de Yatasto, muy alto pura sangre que lo buscaban por su linaje.

Al potrillo le pusimos de nombre Salvaje por lo malo que era. Lo fuimos amansando hasta llegar a que lo podíamos agarrar, embozalar, levantarle las patas, ponerle la montura y cincharlo. Por último aprendió a andar montado, y luego -que era manso de abajo- lo mandamos a un campo para que un gaucho lo amansara y lo tirara de la boca.
El gaucho lo tuvo un año, lo dejó blando de boca, lo ensillaba con recado y corría vacas en el campo, también las tiraba de la cincha, además lo llevó a las cuadreras y ganó algunas.
Tenía cuatro años y era un verdadero caballo de andar, lo trajimos a lo del profesor y allí rápidamente aprendió a andar con bridón, especie de freno. Aprendió a saltar, era tranquilo y hacía un recorrido hasta 1.20 metros.

Intruso a pesar de mi vaticinio volvió a correr cuadreras y ganó todas menos una que se lastimó al saltar en la partida. En muchas ocasiones corría y ganaba dos carreras por día.

Lo tuvo un señor que se lo compró al que me lo cambió por el potrillo, fueron diez años y cuando Intruso no sirvió para correr por su edad se lo regaló al que se lo vendió, allí se dedico a pasear chicos hasta que se murió rodeado de chiquilines que lo lloraron.

Jorge Eduardo
La Plata.
N°43
LA CASA DE IRENE

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1965
Fecha de alta 19-05-2008

El Club Universitario estaba en la cuadra siguiente de la casa de Irene. Allí era un “Colegio Menor” donde vivían ocho chicas que habían llegado de diferentes pueblos del interior de la provincia y también de otras provincias. Eran pibas amigables donde se reunían varios amigos; los fines de semanas solíamos juntarnos en la Casa de Irene a cantar, tomar mate; después de haber ido a cenar al club universitario.
El Club era un viejo edificio; típico de una ciudad de cuatrocientos años de antigüedad que era muy pintoresco. En el verano usábamos la terraza para cenar a la luz de las estrellas, recibir el viento fresco que venía del río y tomar vino riojano, casero, pisado a pata, que lo comprábamos en damajuanas de diez litros en el mismo club. Tomábamos vino en copones grandes que se usaban para chops de cerveza; los llenábamos de hielo y, a veces, le agregábamos soda.
La mesa la componían diversos y muy calificados curdas del ambiente estudiantil; uno de los más conspicuos miembros, era el brillante profesor-fisicomatemático- de nacionalidad nicaragüense, recibido en el instituto Balseiro de Bariloche; otro era el Kako, un distinguido estudiante con formación filosófica y teológica que discutía con mi compañero de cuarto sobre filosofía y teología; mi compañero tenía mucho aguante para el trago, y con el Kako eran excelentes estudiantes de ingeniería.
El club universitario estaba relacionado con la casa de Irene, porque al terminar la noche esta quedaba en el camino de todos y pasábamos por la casa; siempre que fuera sábado o domingo. La casa estaba en un segundo piso y no tenía ascensor, por esta razón algunos que llegaban medios tomados debían ser auxiliados para llegar a destino. La casa recibía la visita de nosotros cuatros y de algunos eximios músicos que tocaban la flauta quechua, la guitarra, y el violín; con los músicos llegaban cantores de folklore y las chicas que se sumaban al coro, armando un espectáculo notable.
La música se acompañaba con un poco de cerveza pero nada en demasía; lo que favorecía que pudiéramos cantar sin terminar en el inodoro vomitando el vino, que habíamos bebido antes en el club. Los sábados y domingos estaba permitido cantar hasta las dos de la mañana, después había que hacer silencio, para que la que quisiera dormir, pudiera hacerlo sin que nadie interrumpiera el sueño. Las canciones estaban muy bien interpretadas, y nos llenaba de regocijo. Las chicas, en general no tenían novios, salvo dos que eran de Paraná y los fines de semana iban a su casa y a ver sus novios.
El grupo nuestro no aportaba con los conocimientos musicales, pero sí con los cuentos y anécdotas de otros lugares. El profesor contaba historias y costumbres de su país, un país centroamericano, con un rico folklore nacional y con canciones conocidas que los músicos interpretaban, como: “El Jibarito”…que dice en sus párrafos:

“Sale loco de contento
Con su cargamento para la ciudad
Lleva en su pensamiento
Todo un mundo lleno de felicidad
Piensa remediar la situación
Del hogar que es toda su ilusión
Y alegre, el jibarito va, cantando así
Diciendo así, pensando así por el camino
Si yo vendo mi carga mi dios querido
Un traje nuevo a mi viejito voy a comprar

Y alegre también su yegua va
Al presentir que aquel cantar
Es todo un himno de alegría
En esto le sorprende la luz del día
Y llegan al mercado de la ciudad

Piensa remediar la situación
Del hogar que es toda su ilusión

Y al llegar, el jibarito va, cantando así
Diciendo así, pensando así por el camino
Si yo vendo mi carga mi dios querido
Un traje nuevo a mi viejita voy a comprar

Y alegre también su yegua va
Al presentir que aquel cantar
Es todo un himno de alegría
En esto le sorprende la luz del día
Y llegan al mercado de la ciudad

Sale loco de contento
Con su cargamento para la ciudad
Para la ciudad…

Las fiestas eran sin organización previa, a medida que íbamos llegando nos reuníamos en el salón comedor y empezábamos a conversar de nuestros pagos, todos éramos de provincias distintas y algunos de Santa Fe, de pueblos y ciudades del norte, santafecino. El profesor; mi compañero de pieza: el Flaco; el Kako, y yo teníamos una relación muy estrecha, ya que además de ser él nuestro profesor de física; dirigía una comisión de investigación de semiconductores, en la cual empeñábamos gran parte de las horas libres; investigábamos sobre la purificación de metales; la teoría de estos temas estaban relacionadas con las teorías quánticas y las leyes de Plank, razón por la cual pasábamos horas estudiando.

Mucho del material tórico lo recibíamos de una universidad de Checoslovaquia, a través de la embajada, por medio del Kako que era de nacionalidad checoslovaca; para mi satisfacción nos enviaron una gran cantidad de material bibliográfico que con el Kako tradujimos al castellano y lo aportamos en copias a la biblioteca de nuestra facultad. Universidades de Praga y otras de Checoslovaquia tienen Una Antigua Historia.

La relación con la universidad de Praga fue siempre muy abierta y eficiente y si teníamos alguna inquietud en particular consultábamos a los profesores de las cátedras específicas. El profesor nos alentaba en la investigación y nos daba clases teóricas de los temas relacionados; como dije era alumno graduado en el instituto Balseiro de Bariloche. Doctorado en fisicomatemática.

La casa de Irene era un lugar de encuentro, sin que los que íbamos pretendiéramos relaciones más allá de la amistad que teníamos con las chicas, quienes nos agrupaban para pasar sólo ratos entretenidos.

El profesor tenía una gran vocación por la enseñanza y lograba que los alumnos lo siguieran, formando comisiones de investigaciones diversas, También tenía actividades industriales en sociedad con el Kako, fabricaban transformadores pequeños, de potencias bajas para alimentar viviendas en el campo y pequeñas industrias. Diseñaron un modelo muy pequeño y práctico, incluido su bajo costo, la base estaba dada por un recipiente cilíndrico. Y fueron esto los que después otros fabricantes copiaron de sus diseños y los distribuyeron en gran cantidad por los campos energizados.

La estadía del profesor en nuestra facultad se dio en pleno proceso de formación de Los Montoneros, y aunque él era de izquierda no se metió con ellos; sin embargo cuando el proceso tomó el poder, lo empezaron a perseguir y a investigar, obligándolo a irse a su país natal; una vez allí se metió en el Gobierno que recién asumía y le dieron el cargo de Ministro de Ciencia y Educación. Su país era un caos y venía de un gobierno militar de muchos años que se dedicó a robar y a perseguir a los opositores.

Esos años que investigábamos semiconductores, fueron desde el punto de vista intelectual, muy importantes, recargados de estudio y trabajo en la comisión, además de las materias cursadas, y por ello era buena la vía de escape con los amigos en el club y la casa de Irene.

Una noche que tomé el colectivo como a las diez de la noche, subo y… ¿con quién me encuentro?... con el profesor en estado medio lamentable… Me dice:
¡Jorge! ¡Vamos a la casa de Irene, tiene que haber guitarreada!… ¡Bueno vamos!... Y sin dudar nos bajamos en la esquina de la casa de Irene, tocamos timbre y bajó uno de los muchachos de la guitarra a abrir la puerta.

A pesar que era sábado no se habían juntado todos los que iban a cantar, y por ello nos tuvimos que incorporar al coro; la fiesta no desmereció a otras con mejores cantores, los borrachos son divertidos y el profesor le puso la cuota de alegría que hacía falta. La casa de Irene a los dos años de abrir cerró sus puertas, no sé si fue por las fiestas o porque no tuvo más postulantes, cosa que ignoro. Cuando voy a la ciudad que me cobijó como estudiante, siempre paso por el frente de la casa de Irene y recuerdos aquellos días de fiesta de los fines de semana.

Santa Fe-1965
Jorge Eduardo
La plata
2009-09-28











N°44
QUERIDO PIERO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1963
Fecha de alta 19-05-2008

Piero vino de Italia con pocos años, como todos los italianos que soñaron con un mundo mejor, un mejor destino: Estudió y trabajó. Yo no lo conocí hasta que fue mi compañero de trabajo en la nueva Petrosur; la primera de las fabricas de fertilizantes nitrogenados en gran escala que hubo en el país, estuvo allí desde su construcción y luego su puesta en marcha.

Fue como mi nono Lorenzo que llegó aquí con catorce años y fundó la finca Furlani con sólo veinte. Piero fundo “el señor Comani”, en la fábrica todos lo consultaban, todos lo necesitaban para que “arreglara las cosas”. Quiso el destino que fuéramos a trabajar juntos, en la misma oficina; hablábamos todo el día, por trabajo, por la vida, y Piero ya sabía que “esto está lleno de ladrones”; mucho antes que yo “se avivó” de lo que pasaba y me contó. ¡Quería arreglar el mundo! Y como un pequeño Quijote de Petrosur “iba deshaciendo entuertos”.

Cuando nacieron nuestros “hijos mellizos” nos pusimos muy contentos: Diego y Sergio. El Gerente de ese entonces me quería invitar a almorzar, con Piero y nuestras señoras, pero me mandaba la invitación con Piero para su casa. Yo la rechazaba porque consideraba que él me debía invitar.

Un día se apareció por la oficina y me dijo: ¡A vos qué te pasa!... ¿no quieres venir a mi casa? Me sorprendió, pero le dije que en mi casa mando yo cuando no está mi mujer, que por eso para responderle la debía consultar. Al fin aceptamos los cuatro: Piero, Ofelia, Estela y yo. Fuimos invitados por él con su señora a un restaurante nuevo que se comía adentro de una vasija de vino; era muy original, pero allí adentro no se podía respirar; nos fuimos antes de pedir la comida, no recuerdo dónde terminamos, pero sí, que fuimos a tomar un té o café a la casa del gerente a quien hacía poco le habían puesto una bomba en el dormitorio de la pareja. Por ese motivo quise saber dónde quedaba el dormitorio, y él me dijo es ese de arriba al frente; no le podes errar. Parecía que intuía mi pensamiento, pero aunque lo pensara nunca sería capaz de hacerlo.

Estela siempre recuerda la paquetería del té, la señora era hija de un afamado bodeguero mendocino, cuando sirvió, a la hora de abrir la azucarera, empezaron a salir hormigas rojas. Parecía una escena de “Cuentos de la Selva” de Horacio Quiroga. ¿Tiró el azúcar? …¡no, recogió las hormigas!

Piero tenía una pequeña pero maravillosa familia, su mujer lo cuidó mucho, mientras pudo; cuando estaba deprimido le ofrecí que se viniera a pasar unos días conmigo a La Plata, pero no quiso; yo lo veía caído pero no supe cómo hacer para convencerlo. El destino; Dios, quiso que nos dejara, todos lo sentimos y lloramos por él.

… ¿Cuánto disfrutaría de su familia, de su mujer hermosa y buena, de su nuera, de su nieta, y de su hijo? Hasta podría haber vuelto a Italia; o andar en camello por entre las pirámides, o como él era muy visionario, poner una empresa de transporte en camellos, y como el italiano no se usa en Egipto, debería llamarse: “Piero Comani, a company of transport in camels.”

Piero, siempre te recuerdo y no lo entiendo; pero lo acepto.

Jorge Eduardo - Campana
La Plata
















































N°45
LA PUERTA DE LA FÁBRICA Y OTRO DE MIS VIAJES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1989
Fecha de alta 02-11-2008

El BMW525 servía para hacer cosas muy locas o de muy loco, el día que descubrí un chapista y pintor cuando el portero no me abría la puerta de la fabrica Maleic, la chocaba y la abría rompiendo un guardabarros, de esa manara los obligaba a que cuando yo salía estuvieran muy atentos para abrir la puerta, porque después el jefe de personal los echaba por estar desatentos.
El viaje a la costa del río la noche de tormenta:
Esa noche a las dos de la mañana miraba por televisión el tremendo temporal que se había desatado en el Río de la Plata, cuando en un acto de locura dije me voy a ver cómo está el río desbordado. Me fui por el camino de Villa Elisa y fue una equivocación porque a la orilla del río, entrando por Boca Cerrada hay unos tremendos pozos que dejan el capot bajo el agua; yo conocía la ubicación de muchos pozos pero no todos y caí en uno, el agua renvalsaba desde el río por el murallón.
Dejé el auto hundido hasta el capot y me bajé, me fui caminado para el lado donde estaban el stud con los caballos de Carlitos, la tormenta de lluvia había terminado y se levantó viento que ayudó a que el río bajara rápidamente. Me encontré en la parte más alta con unos tipos que estaban en un Fiat 600, se ofrecieron a llevarme para el lado de la rotonda de Punta Lara; empezaron una conversación de tipo dudoso, me hicieron presentir que eran ladrones al acecho, y en el medio de la conversación les dije: Ustedes podrán robarme la cartera, pero no podrán robarme la inteligencia, ni los sueños, ni los amigos y ustedes no serán más ricos y si peores personas. Después de esto y sin darles tiempo a que pensaran alguna cosa les dije: “¡me bajo aquí! ¡Para!” Y me bajé rápidamente. Los tipos siguieron.

Luego de ello fui caminado, pero prestando atención al panorama que veía y una cosa que me llamó mucho la atención: Era que había muchos autos BMW, cosa que hacía diez años atrás no se veían.

La noche me llevó a ver los caballos y estos estaban asustados en el box; los llamé por sus nombres y cada uno vino a mi encuentro, hasta pompon, el más chúcaro; fue como si comprendieran que les ofrecía cariño.

Al volver al auto el agua había drenado al río, le di arranque y como si no hubiera estado sumergido arrancó sin problema, de nuevo quedé sorprendido con mi auto BMW525.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina







N°46
CHOQUE CON MARIELA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1993
Fecha de alta 05-11-2008

Estela se había ido de viaje a Santa Fe, y yo quedé en ir a buscarla el fin de semana: Salí un viernes a la tarde, a la hora que todos salen de Buenos Aires, iba por la costanera con la calle llena de autos cuando un semáforo nos paró, y quedé en cuarta fila por la mano rápida, una señora que venía atrás, zigzagueando, se puso en segunda fila y antes que los semáforos se cambiaran arrancó y se tiró a la mano rápida con lo que generó que todos los que estaban adelante mío frenaran. Como sucede en las frenadas en línea, el último es el más perjudicado y yo choqué contra un Renault 18. Nos bajamos y estábamos en el medio del tránsito, con gran riesgo para nuestra integridad; le pedí una tarjeta, era abogado, le dije que mi seguro se comunicaría con él a la brevedad, confió en mí y se fue.

A mí me ayudó un canillita que vendía diarios, a empujar mi auto hasta el cordón. Todo sucedió tan rápido que Mariela recién se dio cuenta cuando todo estaba calmo, ella venía durmiendo desde que salimos de casa.

El auto lo remolqué con el ACA, hasta La Plata.

En el acceso norte, en un Shopping, me encontré como un año después con la persona que choqué y nos reconocimos; me dijo que mi seguro lo atendió muy bien y le pagó todo el daño, era el primer siniestro que tenía en diez años con el BMW525, y es el único importante que he tenido desde los veinticinco años, que manejo en forma constante. Estoy afiliado a La Patronal y tengo el máximo descuento por no siniestrabilidad, a eso contribuyó en mucho el BMW525.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina



















N°47
EL CONSEJO


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1974
Fecha de alta 20-08-2009

Los días de trabajo se hacían cada vez menos agradables, el motivo valedero era la falta de incentivos en mi profesión de ingeniero...Todos los días pensaba en cambiar de trabajo; decidí ir al Consejo con la ilusión de trabajar en proyectos importantes de inversiones para el país como los del Chocón, el de Yaciretá, los Bajos Submeridionales; este organismo dependía de los Ministerios de Economía de las provincias y cada una participaba en su capitalización, en un porcentaje del monto que recibía por la coparticipación federal.

Ingresé al Área De Administración De Proyectos; participaría en su ejecución, contrataría empresas especializadas y de construcción de los mismos.
Renuncié a mi trabajo a mediados de agosto, y mientras hacía los tramites para ingresar al Consejo, empecé a concurrir todos los días al Área de Administración de Proyectos; de esa manera me fui compenetrando de las ideas de quien sería mi nuevo jefe, cada día él me transmitía su experiencia; era la primera vez que trabajaría en relación a políticas y también en contacto con políticos.

El Frigorífico de General Acha:

Ingresé el primer día de Septiembre de 1974. El primer proyecto fue un frigorífico para la provincia de La Pampa: El Frigorífico de General Acha.
Las reuniones diarias con mi jefe, eran de lo más entretenidas; él me contó cómo se gestaron muchos de los proyectos que manejó el Consejo. Debido a sus contactos políticos con los funcionarios de las provincias, le dieron la jefatura de la nueva área. Las conversaciones siempre giraban alrededor de un tema: Geopolítica de la región, y él no dejaba escapar la oportunidad de referirse a las tensiones con Chile y Brasil; a la falta de integración regional que existía, y que posteriormente Alfonsín con Sarney, crearon la idea de una asociación aduanera; el hoy famoso MERCOSUR. “El año 2000 nos encontraría unidos o dominados”.
Cuando ingresé al Consejo, el ministerio de economía de la Pampa, a través de su ministro, ejerció una fuerte presión, para que en el mes de marzo de 1976, se licitara el comienzo de la construcción del Frigorífico de General Acha.
Era una carrera contra el tiempo, y probablemente la perdiéramos, generando un desprestigio para la naciente área de gestión de proyectos; el jefe apuntó todos los recursos a la concreción de lo pedido.

Nos dividimos y cada uno o por grupos tomamos el desarrollo del proyecto: El jefe, el subjefe y yo tomaríamos a cargo la selección de la empresa de ingeniería de detalle. Una primera medida fue que las empresas que cotizarían, la ingeniería de detalle, para construir el Frigorífico de General Acha, debían al menos tener un proyecto aprobado por SENASA, en los últimos diez años. No fue posible reunir el grupo de diez empresas, que nos habíamos propuesto, como mínimo, inspeccionar sus trabajos anteriores e invitarlas a la licitación; por el modo de selección parecía un proceso cerrado, pero no lo era y lo que se buscó fue la mayor idoneidad en el ramo frigorífico y capacidad en el rubro ingeniería de detalle.

Lamentablemente, no encontramos ni con la ayuda de SENASA, las diez empresas propuestas, apenas si encontramos cuatro.
De las cuatro, una se cayó porque el proyecto aprobado por SENASA no se construyó, así que proyectos aprobados y construidos, en los últimos diez años fueron tres. Afortunadamente las empresa eran de buen nivel; una había construido el frigorífico más grande de la Provincia De Buenos Aires, tenía su sede en la calle Sarmiento de capital; otra había construido una remodelación muy importante en el frigorífico más grande de la ciudad de Rosario, esta tenía sede en Capital Federal, y la tercera había construido frigoríficos diseminados por la provincia de Santa Fe y estaba proveyendo a Cuba, para Camaguey, un frigorífico “llave en mano,” de grandes dimensiones .Tenía sus oficinas en Santa Fe.

Todas las empresas pasaron el examen de idoneidad y calidad para ejecutar el proyecto y hacer la dirección de obra. En ningún caso cotizarían por la construcción y montaje, esto lo harían empresas constructoras con antecedentes, preferentemente del área de general Acha, si se encontraban calificadas. (Cosa que no sucedió.)

Elegida la empresa de ingeniería, los arquitectos, dos, que formaban parte del Área, se instalaron en la oficina de la adjudicataria y participaron durante toda la etapa del proyecto, mejorando y corrigiendo el mismo antes de ser concluido; a su vez participé en la elaboración de los diseños de las áreas de procesamientos; Carnes cocidas, recuperación de sangre y otras; por último cuando el proyecto fue entregado para revisión, con sus carpetas para construcción y montaje, selección y compra de equipos; un grupo de ingenieros químicos e industriales, civiles y arquitectos, que pertenecían al Concejo, revisaron todo el proyecto; después de efectuar la correcciones, recién se emitió el pliego definitivo con toda la documentación aprobada por SENASA, para la licitación de la construcción de la obra, con dirección técnica de la empresa diseñadora.

La documentación la constituía más de trecientos planos, y varios tomos de manuales con detalles escritos y dibujos atinentes a las normas de la ingeniería básica.
El grupo de profesionales que revisó totalmente el proyecto inicial, dando recomendaciones para modificar y/o mejorar el diseño, pertenecían al Consejo, entre ellos habían calificados ingenieros químicos con experiencia, de uno de ellos me hice muy amigo, llevamos treinta y tres años de amistad y a decir verdad es uno de los mejores que he tenido.

Durante el proceso de selección, yo redacté con la ayuda de los arquitectos un: Manual de selección de empresas de ingeniería y Selección de empresas de construcción y montaje; para hacerlo recabé información y ayuda de las empresas más grande de la Argentina, en el rubro ingeniería y construcciones; por suerte en esa época había unas cuantas de prestigio; que se ofrecieron a colaborar. El manual sirvió como norma escrita de selección, aplicando puntajes, para elegir la empresa de ingeniería, también, a la de construcciones.
Finalmente las empresas que pasaron el corte de calificación técnica cotizaron en sobre cerrado y fue adjudicada la de menor precio.

Durante la etapa de selección fuimos a visitar una obra terminada de cada una; esto nos obligó a viajar por las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, durante una semana. La ingeniería, básica y de detalle, se adjudicó en el mes de mayo de 1975 y la parte principal, para construir la obra, con información suficiente y corregida, se entregó a las empresas que licitaban la construcción en el mes de septiembre 1975. La empresa de ingeniería terminaría de ejecutar los planos de obra durante el proceso de construcción.
Las de construcción presentaron su cotización, 90 días después, en el mes de diciembre.

El mes de Enero es “vacaciones”, pero los del Área seguimos 1976 de largo y éramos los únicos que estábamos en un edificio silencioso trabajando para cumplir con lo pactado, así fue que en el mes de enero de 1976 se empezó la construcción; siendo lo primero el alambrado perimetral, y el tanque de agua; junto con ello se compraron una gran variedad de equipos, los cuales en su mayoría eran de provisión nacional; para guardar los equipos, se hizo el galpón que en el futuro sería para el área de mantenimiento. Había una lista de equipos, los cuales eran pagados por el Consejo; el resto, es decir todos los materiales y la mano de obra eran puestos por la empresa de construcción y montaje, quien los cobraba a través de los certificados de obra, habiendo recibido un adelanto del quince por ciento del monto estipulado por el total de la obra contratada....Los proveedores daban una garantía de los equipos provistos.

El financiamiento lo hacia el Consejo, junto con el Ministerio de Economía de La Pampa. Esta sería la primera obra de ingeniería gestionada en su totalidad por el Consejo, por ello había un gran empeño para que saliera bien, y ello incluyó no tener vacaciones.

Además de la supervisión que hacían directamente sobre la obra los dos arquitectos, la provincia también designó un equipo de colaboradores que estaban instalados en forma permanente en General Acha y que respondían al control de los arquitectos nombrados por el Consejo. Esto generó un equipo con gran espíritu de cooperación; la provincia había designado profesionales por especialidades, que aceptaron complacientes la dirección de los arquitectos, quienes contaban con una rica experiencia en obras de todo tipo.

Casi todos los profesionales, puestos por la provincia a instancias del Consejo, eran jóvenes y esta sería su primera experiencia en una obra de gran magnitud. Se destacaba en ellos, el interés por cumplir con las bases del diseño; y por la forma en que se armó el control, con la dirección de obra por la empresa diseñadora, y la participación de la Provincia y el Consejo, todos teníamos la certeza que este proyecto se ejecutaría correctamente.

Cuando se cumplía el plazo puesto por la provincia para iniciar la obra, ésta estaba en pleno desarrollo; quiso el destino que el cambio de gobierno del 26 de marzo de 1976, terminara con los esfuerzos realizados.
Yo me fui del consejo, la obra se paralizó, pero terminaron la parte del proyecto destinada al mercado local. Algo es algo pero no resultó la magnífica obra inicialmente proyectada a pedido de la provincia de La Pampa.

Estos son los datos actuales del frigorífico:
Frigorífico General Acha.
Abastecedores de Carne

Razón Social Frigorífico General Acha
Dirección Ruta 152 km 31
Localidad General Acha
Web http://www.guiaenlapampa.com.ar

Otros trabajos realizados en paralelo:

Si bien el Frigorífico de General Acha fue mi principal ocupación, también y en forma paralela realicé otras tareas en periodos más cortos.
El Área tenía también compromisos con las Provincias de Corrientes, el Chaco y Misiones y todas las demás.
Un proyecto desarrollado en forma integral para las provincias, fue suministrar “Plantas frigoríficas modulares” a pequeñas localidades, ubicadas algunas en el medio de la selva como en Misiones, otras en Sáenz Peña en el Chaco, y algunas en localidades del interior correntino.

Se terminaron las de Misiones, y las del Chaco; quedaron muy bien, los beneficios que trajeron a los lugares donde se emplazaron fueron múltiples; pero la obra de Corriente no se alcanzó a hacer.

De cada provincia tengo un gran recuerdo, la amabilidad de la gente, el esfuerzo para que lo que hacíamos llegara a buen puerto; todos querían lo mejor para su pueblo y esto me conmovía y me hacía feliz.

En Misiones además de las cámaras frigoríficas construimos una planta de alimentos balanceados; la licitación estuvo orientada, a hacer uso en la mayor parte, en la constitución del alimento, de forrajes que se cultivaran en la zona.
Durante mis recorridas por el interior de Misiones, busqué un lugar donde instalar la planta de alimentos balanceados y llegué a la conclusión de que el mejor era un colegio, escuela granja, de una orden de curas que estaban instalados hacía unos cuantos años, y eran de origen alemán.
Ellos criaban diversos animales en la granja y serían importantes consumidores del producto de la planta, distribuyendo el resto entre los granjeros que lo solicitaran.

Esta planta sustituiría la provisión realizada desde Entre Ríos a un precio exorbitante y que impedía competir con productos avícolas y cerdos del mismo origen; siendo que tenían capacidad de producción, pero, no le daban los costos.

Los curas fueron un factor importante, ya que tenían conocimiento de todos los productos disponibles, su ubicación y costo, determinando la conveniencia de poner la planta de productos balanceados.

Después de pedir cotizaciones, y con participación de la Secretaría de Industria, seleccionamos una planta provista por una empresa de Mendoza “llave en mano”.

Esta planta permitió, junto con la planta frigorífica modular, el crecimiento de una industria avícola y porcina; que ubicaron sus productos en la ciudad capital de Misiones y también en algunas otras ciudades del interior. La región se desarrolló; los agricultores empezaron a plantar cereales, que se usaban en la planta de alimentos balanceados y la agricultura tuvo un factor de diversificación que los ayudó en su economía.
Pequeños agricultores que tenían criaderos de cerdos y aves, cambiaban cereales por alimentos balanceados; haciendo su economía integrada, con mejor rendimiento. También la planta de balanceados compraba pescados que criaban en pequeños embalses en forma artificial; Para producir harina de pescado, originando una nueva fuente de trabajo y producción; donde antes sólo pasaba un pequeño arroyo.
Lo más importante fue que todos estos emprendimientos eran de bajo capital de inversión, tanto los frigoríficos, como la planta de balanceado y los criaderos de peces, artificiales.

En Corrientes el pedido por las cámaras frigoríficas surgió más tarde que las de Misiones y el Chaco; finalmente el 26 de marzo dejamos todo de lado.

En Corrientes pasamos los mejores días de trabajo, justo llegamos en la semana del carnaval, la experiencia fue muy interesante, por esa época el carnaval correntino era el único que se hacía con un gran despliegue similar al de Brasil.

En el Chaco, a pesar de los días muy calurosos, la pasamos también de manera muy agradable. El surubí al roquefort fue para mí un descubrimiento.

En Misiones y por asuntos de trabajo recorrimos con un funcionario de la provincia, vastos sectores de selvas con plantaciones de productos típicos en los rozados, había muchas plantaciones de ananás que daban unos frutos hermosos; también para mi sorpresa había durazneros, yo creía que no se darían en ese clima. Vimos las micro turbinas hidráulicas colocadas por la Universidad en pequeñísimos arroyos, que entregaban una potencia suficiente para hacer funcionar simultáneamente: Un televisor una radio, y un foco de iluminación; se podían cambiar los usos y tener más iluminación. Esto permitió que jóvenes que se veían obligados a dejar su casa para estudiar, tuvieran facilidad para leer de noche y se quedaran colaborando con sus padres en la economía familiar.

Mi paso por el Consejo, si bien fue breve, me permitió desarrollarme humanamente y hacer cosas que en otra oportunidad no me hubiera animado. Un ejemplo de ello fue cuando me pidieron que hiciera hacer una impresión de todos los escudos provinciales. Busqué información en las Casas De Provincias, pero para mi desasosiego ninguna tenía ni idea de dónde lo podía sacar. Hasta que llamé por teléfono a la Secretaría de la Presidencia de la Nación; hablé con el secretario, quien me citó para hablar del tema, ya que a él también le interesaba la impresión.

Cuando llegué, el Secretario ya se había comunicado con el Ministro Del Interior, y esta persona me dio el único libro de escudos provinciales que se sabía existía hasta entonces, nunca se me hubiese ocurrido verificar si figuraban allí todos los escudos, pero muy tarde me enteré que faltaba uno: El de Río Negro. La Imprenta Nacional, imprimió 2000 libros.
Eran un montón y los iba a repartir la CGT. En una reunión en Mar Del Plata, donde se hacía un congreso con todos los gobernadores de las provincias; por suerte yo no estaba, cada gobernador que recibía el libro, lo primero que miraba era su escudo, impreso en un papel grueso y brillante; al llegar el de Río Negro para desconsuelo no encuentra el escudo, simplemente no estaba. El original, un libro viejo, y con una encuadernación muy simple lo había perdido.
Tomé el compromiso de imprimirlo y enviárselos a cada provincia como fe de erratas, así lo hice, pero el mal trago lo pasé igual.

Mi último trabajo:

Mi último acto de servicio para el Consejo, lo realice entre el 29 de marzo y el 3 de abril de 1976, después que asumió el nuevo gobierno, el 26 de marzo. Me encargaron una tarea, sin preparación previa ni contactos previos en las provincias; debía presentarme y analizar con los Ministros de Economía, cual era la situación de las artesanías que se habían comprometido enviar las provincias, y que ya estaban pagas, para remitir a España, a las Galerías Preciados De Madrid.

El Consejo había hecho un acuerdo con todas las provincias de enviar las artesanías más representativas a España y la Galería Preciados de Madrid pagaría por ellas el valor previamente estipulado, más los gastos de envío.
Los trámites y acuerdos con las provincias llevaban un año en el Área de Artesanías, que estaba compuesto absolutamente por artesanas.
Para el 26 de marzo las artesanías deberían entregarse, por lo que el cambio de gobierno produjo una zozobra en el proyecto.
Cuando decidieron mandar un representante del Consejo a las provincias, pensaron en los hombres del Área, por múltiples razones, una de ellas la de seguridad. Las mujeres de artesanías tenían todos los papeles en orden. Cada provincia con una carpeta completa de documentación que me entregaron.

Todo se manejó a través de los Ministerios de Economía de las provincias, El 28 me informaron de la “misión” que tenía: Ir a Mendoza, San Juan y San Luis. Hablar con los Ministros de Economía y recibir la repuesta deseada.
El viaje lo iniciamos (con un joven economista de 25 años), por la Provincia de Mendoza.

A la mañana siguiente, temprano, estábamos en la casa de gobierno mendocina, para entrevistar al Ministro de Economía.
La entrevista fue breve, el Ministro aseguró conocer perfectamente el tema y que no habría ningún inconveniente en enviar las artesanías en la fecha estipulada; nos saludamos cordialmente y nos fuimos, no sin antes mirar con cierto temor la ametralladora que reposaba sobre el escritorio del Ministro; un militar en ropa de fajina que pertenecía a la Fuerza Aérea.

En la fecha prevista llegaron desde Malargue Mendoza, recados de cuero, boleadoras y demás elementos de cuero trenzados...

Fuimos al hotel retiramos nuestras pertenencias y pagamos la cuenta, de allí nos dirigimos a San Juan.

Llegamos al mediodía con tiempo de dejar las cosas, entrevistarnos con el Ministro de Economía, un militar del Ejercito, éste también tenía el panorama muy claro; con una gran diferencia: La hermana del anterior gobernador que estaba en la Casa De La Provincia, se había robado el dinero y estaba presa por eso; el artesano, al no cobrar, paró la ejecución de las vasijas de barro, (Odres griegos para colocar vino). El Ministro me aseguró que él estaba dispuesto a cumplir la entrega en plazo y forma, en caso de que se le pagara. Me fui a verlo y después de una corta reunión quedamos en que pediría el dinero al Consejo y si me enviaban un giro telegráfico, al otro día saldaría la deuda. Esa tarde hablé con mi jefe, quien a primera hora del día siguiente, me envió un giro telegráfico al hotel; lo cobré y fui a pagarle a “Uñac el artesano”.

Las vasijas llegaron a tiempo llenando un enorme camión.

Los Odres Griegos eran auténticos y parecían construidos en la antigüedad; quedamos en muy buenos términos y le aseguré que cuando volviera por San Juan me llevaría uno. Las vasijas de barro siempre me han gustado y tengo en mi mente de que a pesar de los 33 años transcurridos todavía el viejito Uñac podrá entregarme mi vasija.

De San Juan fuimos a San Luis, el viaje nos llevó la tarde, recién al día siguiente fuimos a la casa de gobierno, pero en esta oportunidad fuimos a entrevistar, al Secretario de Minería, quien había firmado el convenio y cobrado el monto total por las artesanías; según constaba en la documentación escrita que llevaba en la carpeta ”San Luis”.
Este funcionario había quedado, todavía, de la administración anterior de la provincia. Nos recibió de mala manera, con una actitud negativa hacia la entrega de las artesanías; nos dio a entender que los artesanos no mandarían, según lo pactado con la provincia, las artesanías comprometidas y pagadas con anterioridad por el Consejo al mismo.

En realidad los artesanos no habían cobrado, y el dinero se lo había quedado este funcionario.

Decidimos que no había nada que hacer con él y nos fuimos directamente a hablar con el Gobernador; a quien encontramos en su oficina, después de explicarle al Secretario del Gobernador, que veníamos del Consejo por el tema de las artesanías. El Gobernador nos recibió y escuchó atentamente; una vez que vio la documentación, decidió que llamaría al Secretario de Minería

En nuestra presencia le dijo que al otro día, a primera hora iría a La Toma, donde residen los artesanos que en San Luis trabajan la piedra ónix, y que realizaría los pagos, ya que él había recibido el dinero.

El Secretario salió de la oficina del gobernador refunfuñando y sin saludarnos. El Gobernador nos preguntó si deseábamos acompañarlo, y le mentí diciéndole que no tenía más tiempo para estar en San Luis.

El Gobernador, un militar de la Fuerza Aérea, también tenía una ametralladora sobre su escritorio, nos despidió con amabilidad, gracias a él la provincia de San Luis cumplió con lo prometido.

Las artesanías de ónix, preciosas, se destacaban entre las muchas artesanías que habían llegado.

Al llegar a Buenos Aires, ya tenía decidido que me iría del Consejo y a los pocos días encontré un aviso de una empresa que buscaba un ingeniero con experiencia en Petroquímica, conseguí el trabajo y renuncié; el 2 de Abril estaba en mi nuevo puesto.

Aún recuerdo, jubilado, los días de fecundo trabajo en el Consejo.

Jorge Eduardo
Capital Federal 1974
La Plata – Buenos Aires, 2009




EL LINYERA RICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1968
Fecha de alta 30-06-2009

El día que lo encontré caminaba bajo la lluvia en dirección al basural, el lugar que acumulaba la basura del pueblo de Campana; estaba junto a la vía y tenía la entrada por un camino de tierra que salía a la ruta N°9. Yo iba en mi auto viejo, una Renoleta color beige.

Cuando pasé junto a él, algo me llamó la atención: sus intensos ojos azules, su espesa barba rubia y su tremendo y desaliñado aspecto de linyera. Sin embargo no pude descifrar qué era esa mezcla de hombre blanco y linyera andrajoso con ropas rotas.

Crucé la ruta 9 y me encaminé a mi trabajo. Quedé preocupado por el hombre que había visto tan desamparado; del lado de la fábrica venía un arroyo que cruzaba la ruta por unos tubos de gran tamaño, estos eran utilizados para desagotar el agua de lluvia en el río Paraná, que estaba a unos pocos kilómetros del lugar.

Iba a la mañana y volvía a la tarde, comía en la fábrica; por esos días estábamos en la puesta en marcha de la primera productora de fertilizantes de argentina; los japoneses que vinieron a poner en marcha habían traído máquinas filmadoras manuales que para la época eran un dechado de tecnología; así fue que compré una pequeña máquina a cuerda manual, de ocho milímetros, la más pequeña, todavía no habían salidos las súper ocho, que eran un poco más grandes.

Estaba muy entusiasmado con mi filmadora y pensé que el linyera sería un buen modelo para mis filmes documentales. Resultó que al volver, llegando a los tubos que cruzan la ruta encontré al linyera parado en la boca de los enormes caños. Sin dudar y sin su consentimiento, lo empecé a filmar por la ventanilla del auto, cuando se dio cuenta me hizo un ademán para que dejara de hacer lo que estaba haciendo; e inmediatamente guardé la filmadora. Mi relación con el linyera no había empezado de la mejor manera, no obstante paré el auto y me arrimé sin la cámara hasta donde él estaba; quise iniciar una conversación pero no me contestaba, después de preguntarle algunas cosas: dónde vivía y de dónde sacaba la comida me dio a entender que vivía dentro del caño y comía del basural.

Quedé muy impresionado por la información, ya que era pleno invierno y el lugar sólo lo protegía de la lluvia pero no del intenso frío ni de la humedad; me propuse ayudarlo como pudiera y al otro día le traje ropa seca, unos pantalones viejos pero sanos de lana y también unas camisetas mangas largas y pulóveres que había recolectado entre los amigos de la casa.

Al llegar la noche las ratas se cruzaban la ruta hacia el basural por dentro de los caños, evitando el fino hilo de agua que se cortaba en el caño que estaba más alto. El lugar sólo recibía los reflejos de los autos que pasaban por la ruta y estaba lleno de yuyos, cortaderas, que hacían peligroso caminar por allí de noche.

Después que le entregué la ropa, a la tarde le llevé de la fabrica comida que me dio el cocinero, eran sobras pero comida buena, se la acerqué en una bandeja de cartón con una botella de Coca Cola. No tenía mucha empatía conmigo y me di cuenta porque no quería hablar; sin saber que hacían cuatro años que no hablaba con nadie.

La historia de este personaje se empezaría a conocer cuando le conté al Gerente de Relaciones Industriales, el señor Fíe... de su existencia, él me dijo un día que le llevaría de comer, y cuando tuvo su primer contacto, la relación con el linyera se hizo de una manera natural y fluida; con él empezó a hablar y de a poco le fue contando su historia: Vino de Misiones, lo habían traído hasta el hospital neuropsiquiátrico de Open Doors; su hermana y su cuñado lo internaron por “loco”, con la complicidad de la policía del lugar. El objetivo fue hacerlo pasar por loco e internarlo para robarle sus propiedades en Misiones, que consistían en quintas de frutales: Naranjas mandarinas, duraznos; plantaciones de té y ananás; cuando lo dejaron internado, nunca más preguntaron por él y así pasaron cuatro años que vivió solo y abandonado por su familia.

Un día después de mucho prepararlo, logró fugarse y como el lugar donde estaba está sobre la ruta que lleva a Campana, su primer encuentro con una ciudad fue al cruzar frente al pueblo; allí encontró el basural que le dio la primer comida después de escapar, la “casa” fue el caño y después nuestra relación y su afortunado encuentro con el señor Fíe...quien después de conocer su historia se propuso ayudarlo a salir de esa mala situación y como era una persona muy relacionada le contó la historia al juez del lugar. Esto facilitó la investigación y con el antecedente de que la policía del lugar en Misiones estaba involucrada no acudieron a ella y lo hicieron a través de la Policía Federal, así pudieron determinar que el linyera era el dueño y lo habían desalojado su hermana y su cuñado; el juez de Campana se puso en contacto con el de Misiones y le pasó los antecedentes del caso, este por fin y luego de otras investigaciones logró meterlos presos por varios años.

Mientras sucedía eso yo me había retirado de la fabrica y trabajaba en Buenos Aires, había pasado un año y no sabía nada del caso, hasta que un día fui a visitar a un amigo y me encontré con el señor Fíe... y este me contó el final del cuento del linyera que estando pobre era rico.

La hermana y el cuñado tuvieron un proceso y quedaron presos por “robo calificado agravado por el vínculo, privación de la libertad y secuestro de persona”… y seguro algo más.

El comisario que participó fue separado de su cargo y desvinculado de la fuerza y los vecinos que hablaron con la policía disfrutaron de nuevo con su amigo a quien querían, a ellos los habían engañado diciéndoles que se había mudado a vivir a otro país.

El señor Fíe... me contó que el último tiempo antes de volver a Misiones estuvo viviendo en su casa, y que le había comprado ropa nueva, lo que lo hacía aparecer como un señor y que lo era; Fíe... era un hombre bueno de profundos principios humanos, se preocupaba por sus semejantes; de ese linyera abandonado que yo dejé en el caño no quedaba nada, ni la ropa ni los modales. Era un señor elegante que vivía en su campo de frutales.

Al llegar al campo todavía vivían algunos de sus perros que saltaban de alegría al volver a ver a su dueño, y Fie... entusiasmado pegó un grito: ¡Gracias a Dios todo terminó como habíamos deseado!

Jorge Eduardo
CAMPANA

















































N°49
MI NUERA: LA MUJER MARAVILLA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2000
Fecha de alta 02-08-2009

Cuando la conocí, fue algo muy extraño, mi hijo varón, menor, vino a la una de la mañana hasta mi cama me dice sin despertarme casi: ¡Papá vas a ser abuelo! Como no tengo sueño profundo escuché y entendí lo que me dijo, y en ese momento reaccioné diciéndole: ¡Jodete!

Esa noche la conocí, ella me haría abuelo; chiquita, flaquita insignificante, quién diría que un día iba a pensar de ella que era La Mujer Maravilla. De a poco fui aceptando la idea de ser abuelo y a medida que llegaba el día tomaba más conciencia de lo que ello significaba.

Finalmente llegó mi primer nieto y allí recién supe lo que era querer a un pedacito de vida que me había entregado mi nuera La Mujer Maravilla.

Junto con mi hijo trabajaron mucho, trabajaban juntos, se compraron un departamento antes de que naciera el primero, el padre de ella los ayudó; buscando mejorar partieron en busca de nuevos horizontes, se fueron del país, primero más cerca: Al Uruguay; allí estuvieron hasta que nació el segundo hijo, tener los únicos nietos un tanto lejos nos producía dolor, pero de vez en cuando nos hacíamos un viaje de varios días y los disfrutábamos; yo le contaba cuentos al mayor. Me los hacía repetir hasta aprendérselos de memoria, y yo inventaba cuentos nuevos y también los heredados que me había contado mi papá.

Tanto mi hijo como mi nuera trabajaban en una empresa muy grande que los trasladó desde Buenos Aires, iban a la mañana muy temprano y volvían a la noche tarde. Ella era la mano derecha del Gerente y prácticamente organizaba la empresa, el lugar era lindo y tranquilo y estaba a seis horas de viaje en auto, cosa que hacíamos con relativa comodidad; ella aprovechó esos viajes para que le enseñara a manejar, confieso que aprendió, en una semana, a manejar por el pueblo y la ruta y yo andaba con ella con toda tranquilidad.

Cada viaje tenía una sorpresa; una vez estudiaba diseño, en otro estaba estudiando portugués, era buena en computación y se manejaba con solvencia en cosas de la administración; por esta razón su jefe le delegaba cada vez más cosas, hasta llegó a administrar al encargado de los caballos y paseos por el bosque de pinos.

Cuando ya hacía un par de años que vivían en Uruguay se les presentó la oportunidad de trabajar en Costa Rica, era también una mejora para ambos, dentro de la misma empresa, mi hijo tendría un salario que le permitiría a ella ocuparse sólo de sus hijos; ella siempre lo hizo bien pero tenía poco tiempo, eso la afligía así que cuando apareció esto aceptaron el nuevo puesto y hacia allá viajaron, una nueva mudanza, mi hijo se fue primero, y ella con las cosas después. Viajó sola, con los chicos, los bártulos, a un país extraño; aunque hablaban el mismo idioma.

Loa chicos ya iban al jardín así que apenas llegó tuvo que ocuparse en encontrar un buen jardín para el más grande y el más chico.

A los nenes no les fue fácil el cambio y sobre todo al más grande. Era rubio y de ojos claros; “el diferente”, pero con el tiempo se adaptó a sus nuevos compañeros y pasaron otro par de años, hasta que la empresa les propuso nuevamente un cambio, obviamente que significaban mejoras, y hacia México se fueron, dejando atrás los paisajes a orillas del mar donde trabajaba mi hijo, los volcanes, las selvas, su club de salto, sus caballos y algunos amigos. También la camioneta que los llevaba por todos los paisajes de la selva, caminos en subidas, era cuatro por cuatro y su primera camioneta: La amaban.

Las partidas son dolorosas pero esta les resultó dificultosa, ella debió coordinar el envío de las cosas por barco que demoró más de lo previsto, llegar a México y buscar casa (una linda casa en un barrio cerrado).

Mi esposa y yo nos volvimos expertos en buscar sitios por Earth Google, ubicamos primero el barrio y luego “vimos” la casa, con algo nos conformábamos, al menos saber en qué lugar del mundo estaban nuestros hijos; la experiencia ya la habíamos desarrollado cuando se fueron a Costa Rica. En Costa Rica mi nuera empezó una carrera Universitaria de Administración de Empresas, “on line” con una universidad argentina. Así que cuando en la empresa le ofrecieron un puesto de administración de un área de seguros con tiempo part time, aceptó, volviendo a sus actividades locas: la casa, los hijos, los estudios y el trabajo.

Flaquita, bonita, querida por todos: Sus hijos, su marido, sus padres, sus hermanos y sus suegros. Yo te digo, la canción del arquero te viene de perillas:

Tenemos un arquero
Que es una maravilla
Se ataja los penales
Sentado en una silla.
Y vos sos La Mujer Maravilla.

Jorge Eduardo
La Plata
Buenos Aires, Argentina
















N°50
BARRIO POBRE

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1966
Fecha de alta 11-09-2009

Barrio pobre de casas uniforme. Barrio sombrío de gente pobre. El barrio de los más humildes, los marginales, de ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires.
Cuando yo la conocí ella era la maestra de todos los grados de la escuela rancho, que estaba junto a la vía del tren Rosario-Buenos Aires; y Campana tenía villas, que surgieron al calor de muchas industrias nuevas, allá por 1966.
Tenía para con sus alumnos, un sentimiento de cariño y respeto; ellos la amaban. Nadie los había tratado como ella lo hizo y por eso ellos le devolvían con amor lo que les daba.
En merito a su dedicación y por los logros alcanzados, la trasladaron a una escuela del centro, pero ella extrañaba a los que fueron sus primeros alumnos, su escuelita y a los chiquitos que iban, descalzos en invierno, a esperarla cada día.
El día que se fue todos lloraron, también la maestra; sólo les pudo dejar esta poesía que quedó como reflejo de su gran amor.

Barrio pobre

Barrio pobre de casas uniforme.
Barrio sombrío de gente pobre.
Camino de tierra y barro;
barro humano por nosotros marginado.

Amanece, el sol ilumina el barrio
niños tristes aparecen
con un cuaderno en la mano, caras morenas
brazos desnudos. Flaquitos y bajos.

Traen el rostro endurecido.
El estómago vacío. Los ojos perdidos,
el paso sin prisa. La alegría olvidó pintarles
en la cara una sonrisa.

Niños tristes aparecen.
Rostros sin luz, cara opaca.
Ante el mástil musitan:
-! Bandera de la patria: Celeste y blanca!

-¡Pobrecitos niños tristes que tan sólo
la bandera con nosotros los hermana!
-¡Dime Dios! - ¡Tú que lo abarcas todo!-
-¡Porqué no pones en ellos tu mirada!

La maestra Evelia.

Jorge Eduardo
Campana-La Plata

N°149
CARNAVALES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1957
Fecha de alta 11-09-2009

Unas fiestas que se festejan muy intensamente, en San Juan, son los Carnavales. Cómo la mayoría de los días corría agua por las acequias no había necesidad de ir muy lejos a buscarla.

Las chicas jugaban a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa; se juntaban: Dos amigas de la bodega vecina, más Emilia con su hermana, la prima de Emilia y una chica que venía de no sé dónde, que era amiga de las chicas; unas seis en total.
Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, con el que luego me fui a Santa Fe y los amigos del turco, que eran dos; en total seis.

Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de diecisiete años, y salía a flor de piel, la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas, que por poco las desnudaba. Jugábamos hasta la tarde y luego nos íbamos todos a la casa, a tomar mates. Esto lo hacíamos todos los días de carnaval; por supuesto que esos días en San Juan no había clases.

Las chicas tenían una técnica propia: Salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.

En las noches nos íbamos a los clubes, nosotros llevábamos nuestro grupo al baile; en esa época no había problemas.
Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados, a pesar de que fui a varios. Los carnavales tenían su parte más linda después de los chapuzones con agua a la siesta y era cuando cada uno se iba con una piba a la tardecita a su pieza de la casa de estudiantes.

Los dueños de nuestra pensión se iban los días de carnaval a Pocito, distante unos cuantos kilómetros, así quedaban varias piezas para ocupar con nuestras “parejas de carnaval”. Llegábamos a la casa y cada pareja ocupaba una pieza, no había discusión por cual ocuparía cada uno, el primero que llegaba elegía la que estaba vacía y luego se iban ocupando progresivamente.

Estábamos allí hasta las ocho de la tarde, cuando ya empezaba a bajar el sol, eso para tener tiempo de ir a cenar y luego pasar a buscarlas para ir a bailar.
Los primeros días de carnaval fueron encuentros por primera vez con la compañera, todo comenzó de a poco; pero mi relación con Emilia ya venía de hacía un tiempo.

Recuerdo especialmente el primer encuentro en la casa. Ella era preciosa, con sus quince años parecía una figurita dibujada por el mejor pintor; la situación nos llevó a que nos besáramos y nos dijéramos dulces palabras de amor; pues este enamoramiento venía de nuestras salidas anteriores y de muchas noches bajos los enormes carolinos de su casa.

Su grácil figura me tentaba no sólo a besarla. La locura se había desatado y estábamos a la puerta del paraíso, ninguno de los dos comprendía cómo éramos tan felices.

Jorge Eduardo
San Juan -La Plata














































N °52
EL PADRE MARIO POCHINTESTA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1982
Fecha de alta 01-05-2009

Era un medico que se retiró a los sesenta años de su profesión, nació en Montevideo, tierra de candombe, mulatas y negros, trabajó en muchos lugares: En hospitales públicos, en pequeñas salas de barrio, viajó a pueblos del interior de Uruguay y atendía allí pocas veces al mes, pero iba donde no habían médicos; porque la pobreza del lugar impedía cobrar los honorarios, era el médico de los más pobres, y como tal él también fue pobre.

Su único bien material consistía en una humilde vivienda donde vivía con su esposa y los cuatro hijos que tuvo. Escribió libros sobre su profesión y la obligación social del médico para con los desamparados; junto con su pasión por los necesitados, era un profundo practicante católico y cuando la vida lo fue dejando solo, al morir su esposa y los hijos se marcharon del hogar paterno, al recibirse de profesionales, Mario tomo la decisión de ingresar en un monasterio y ordenarse de cura.

El Parque Pereyra Iraola, reúne la mayor colección de árboles exóticos, traídos de todas partes del mundo; en el centro de una selva cultivada por el hombre, está la hermosa y vieja casona de la estancia de Don Pereyra Iraola; allí entre árboles gigantes y bellos está también la pequeña capilla de la estancia, construida a instancias de la señora de Don Pereyra.

Esta capilla tiene un bello interior con mucha madera y fue construida casi a finales del siglo XIX. Durante muchos años, permaneció cerrada al público, y se abría excepcionalmente para celebrar algún casamiento, de alguien allegado: o a la familia, o a la curia, o al Gobierno.

El parque fue confiscado por el gobierno del General Perón en la década de 1950 y declarado Parque Público Provincial; el acceso irrestricto del público, que hacía fuegos para cocinar asados, al pie de los grandes árboles, lo degradó en muchos aspectos, principalmente a los grandes árboles que sufrieron la acción destructora de los fuegos realizados, quemándolos y haciéndoles grandes huecos, que a la postre significaron que se cayeran con el viento o se secaran por la acción del fuego. La capilla abandonada, un día cobró vida, sus puertas permanecían abiertas todo el día, durante las horas de luz era posible visitarla o ir a rezar en el silencio y la paz del lugar.

Yo estaba recorriendo el parque, enseñándoselo a mi sobrino Fabián, cuando él me preguntó qué era ese edificio que parecía una iglesia en el medio de la arboleda que estaba con las puertas abiertas, le dije: La capilla es muy linda ¡vamos a verla! y hacia la capilla fuimos, entramos, estaba desierta y en silencio, aprovechamos para recorrerla toda; cuando estábamos mirando el altar tallado en madera apareció un viejito, delgado, de unos setenta años, bajo, y con una tupida y larga barba blanca; nos saludó con amabilidad. Empezamos una conversación que luego se extendería por más de una hora, así de a poco, sin reservas, todos dimos un pantallazo de nuestras vidas; como sucede entre extraños; es más fácil contar quiénes somos.

La situación se prestó para saber quién era cada uno, el viejito era Mario, como a él le gustaba que le dijeran, y no Padre Mario, por su condición de cura de la capilla. Como dije fue medico hasta los sesenta años y luego cura, quiso la suerte traerlo a ser el párroco titular de esta capilla , no fue en premio a sus méritos como sacerdote, fue más bien ponerlo afuera de circulación, afuera de las grandes iglesias, que no se escuchara demasiado su voz pregonando que hay que ayudar a los más débiles y pobres de toda pobreza, y practicarlo con el ejemplo, siendo médico dio muestras de sus convicciones cabales de ayudar a los pobres y siendo cura ya anciano quiso irse con los más humildes del planeta; como al Sertao en Brasil o las aldeas pigmeas del Congo Belga.

Tenía una familia con cuatro hijos, su esposa fue débil de salud y le dedicó todo su tiempo posible para cuidarla. Sus hijos estudiaron medicina y letras, recibiéndose: dos de médicos y dos de profesores de filosofía y letra.

La vida de Mario fue sacrificada y humilde, pero llegó a ser un médico reconocido por sus pares.

Entre sus amistades figuraba el Ministro de Salud de la República Argentina: El Dr. Carrillo. Mario lo admiró por la obra que hizo. Tuvieron un prolongado intercambio epistolar, y Mario fue objeto de consultas por parte de Carrillo, a la hora de dictar normas para los hospitales públicos. El Dr. Carrillo inspirado en los libros de Mario, construyó la mayor cantidad de hospitales nuevos que se hayan hecho durante un periodo de gobierno. ¿Cómo les alcanzaba el dinero público, el superávit fiscal? ¿No robaban?...

¡No!

¿Aún están en píe los altivos hospitales de ladrillos a la vista, mostrando su inconfundible arquitectura de ladrillos?

La señora de Mario falleció cuando él tenía sesenta años y los hijos se habían ido a trabajar, algunos a Brasil y otros a la Argentina. Mario decidió, al quedar solo, que podía consagrar su vida a Dios y al prójimo y pidió dispensas papales para ordenarse como sacerdote. Como alumno Mario fue brillante y al egresar recibió elogios de los padres superiores y de quienes fueron sus profesores, eran un caso muy singular que un profesional tomara los hábitos a una edad tan avanzada.

Las vueltas del destino hicieron que yo, que no tenía ninguna relación con la iglesia, que no había entrado a una iglesia en muchos años, fuera a conocer a Mario en aquella capilla, antes abandonada, le contara mi vida y escuchara la de él.

Fabián se fue al otro día, con una grata sorpresa, al conocer a alguien tan especial, me dijo que lo cultivara, que me hiciera amigo, y sin él saberlo fue el último amigo importante que hice, siendo yo mucho menor que Mario, que a la sazón teníamos: él 70 años y yo 48. La diferencia de edad no fue obstáculo para generar entre ambos una corriente de amistad y simpatía, en el corto tiempo que compartimos juntos...

Fue en la primavera cuando lo conocimos con Fabián, y era la mitad del invierno cuando se murió, solo, en la capilla.

Yo empecé a ir a la capilla, donde teníamos con Mario largas conversaciones, me mostraba su gran biblioteca con una cantidad elevada de libros especializados en medicina y religión con gran cantidad de libros de filosofía y de política y numerosos temas más. Sus libros estaban ajados y leídos y no eran meros libros decorativos.

En uno de los tantos viajes que yo hacía a la empresa donde trabajaba en Buenos Aires, en la Calle Florida; lo llevé a Mario para que comprara libros y traérselos en el auto, al llegar al estacionamiento de un auto lujoso bajaron dos muchachos, cuando uno de ellos le dijo al otro riéndose: … ¡Mira, ahora se de dónde sale el viejo de los pájaros!...esa expresión socarrona, acerca del aspecto de Mario, me puso tan violento que lo increpé y le dije: ¡El viejo de los pájaros? que puede ser tu padre, es un excelente médico y ahora es sacerdote, porqué no lo respetas y le pides disculpas ¡

Para mi asombro el muchacho, de unos 25 años aproximadamente, se aproximó a Mario y le dijo: ¡Discúlpeme padre si lo he ofendido!...

Mario tenía una larga y poblada barba blanca, y en verdad se parecía al viejo de los pájaros; aunque nunca Mario supo quién era, dado que no miraba TV.
Una tarde, en el verano, fui temprano y lo invité a que fuésemos a bañarnos en una cantera que está junto a las vías del ferrocarril Roca que va de Constitución a La Plata. La cantera en muchas ocasiones estaba seca y después de grandes lluvias se llenaba, por suerte no era profunda y en lo más hondo tendría a lo sumo un metro de profundidad. Cuando llegamos estaba llena de agua de lluvia, caliente por el sol del verano y bastante cristalina, ya que nadie la usaba. Disfruté verlo a Mario bañarse y luego tirarse al sol para secarse, fue una gran idea, no había ningún peligro.

La cantera fue utilizada, quizás, 100 años atrás, construida con rastrones tirados por caballos o bueyes, utilizaron la tosca para elevar el camino que cruza el parque hasta la casa de Pereyra Iraola.

Una noche fui a buscarlo para que viniera cenar a casa, Estela había preparado una comida sencilla pero rica; Mario dijo al terminar la cena: Si no fuera que estamos en La Plata, diría que estoy en Montevideo, en mi casa con mi familia.

Otro día íbamos a la parroquia del Cura Brochero, en Berazategui, coincidió su apellido con el del cura gaucho, que tiene una localidad en Traslasierra, en Córdoba, que lleva su nombre. Cuando cruzábamos el destacamento del parque Pereyra, en pleno proceso militar, los policías paraban a todos los que pasaban; al aproximarse un policía Mario me dijo: ¡Jorge no pares, que estos lo único que hacen es molestar a la gente!...los policías lo conocían y lo saludaban con todo respeto y tal como decía Mario no paramos.

El cura Brochero le tenía una particular estima y ese día que me veía a mi por primera vez, me preguntó si yo era familiar de Mario, le dije que no, ¡Sólo un amigo reciente, pero a quién aprecio mucho!

Estuve conversando un rato con el cura Brochero, y me confirmó algo que yo ya sabía. Cuando Mario vino a cenar a casa, se volvió en colectivo y las cinco cuadras que hay hasta la terminal las hicimos caminado, en la mitad del camino se para y dice: ¡No te preocupes, esto lo arreglo con una pastilla! Le había dado un fuerte dolor en el pecho y por los síntomas, que él como médico conocía, era el corazón. Se tomó la pastilla y se quedó un rato sentado en el borde de una ventana, no quiso volver a mi casa, esto se me pasa, después de veinte minutos de haberse tomado la pastilla me dijo: ¡ya está!, ¡vamos! Y cabeza dura siguió caminado a tomar el ómnibus, que pasaba por el parque, allí debía caminar quince cuadras. Sólo, de noche, en la oscuridad del parque Pereyra Iraola.

¡Jorge!...me dijo Brochero, a Mario hay que cuidarlo mucho porque Dios se lo quiere llevar con él para que no sufra, ya que está muy enfermo. Esto ya se sabía desde la época en que estuvo en el monasterio internado.

Un día llegué a la capilla y la puerta estaba cerrada, era un domingo a la tarde, Mario siempre la dejaba abierta, para que la gente pudiera entrar a rezar, la puerta de su casa también estaba cerrada, confieso que me inquieté, estacioné frente a la casa, bajé rápido y golpee la puerta, la voz de Mario:¿Quién es?...¡Yo, Jorge!...¡pasa!... y en ese momento lo veo en la cama, en el cuarto pegado a la capilla junto a la puerta de su casa. Estaba mal, con expresión de angustia, ¿qué te pasa Mari ?... ¡Me robaron todos mis ahorros, de todos estos años que viví en la capilla!...

Mario no era rico, pero tenía dos sueldos: uno, la jubilación de médico, y dos el sueldo de párroco de la capilla.

¿Quién ingresa a tu cuarto?... ¡Vos!... ¿Y quién más?... ¡El chico que corta el pasto tres veces por semana y limpia la capilla!... ¿Te vio manipular la cajita metálica? ¡Dónde guardabas el dinero!... ¡Si!

Yo sacaba la caja detrás de los libros y le pagaba todos los sábados y él me veía de donde la sacaba y a dónde la ponía. ¿No hay ninguna señal de violencia, sólo faltó la caja, de atrás de los libros dónde la escondías?... la pudo poner entre sus ropas y retirarse sin que nadie se diera cuenta. ¿Cuándo le pagaste por última vez?... ¡Fue el sábado anterior, y esta semana no vino ninguno de los días que debió venir!...

El muchacho que decía llamarse Juan y vivir en Berazategui, apenas hacía unos pocos meses que trabajaba para Mario, él le pagaba por su cuenta para que la capilla y los alrededores estuvieran prolijos y limpios. Juan o quien fuera me resultó un tipo tosco que no me inspiraba confianza. De todos modos agradezco que no se encontrara con Mario cuando fue a robar.

Mario hasta ese momento no sospechó de Juan, pero todos los indicios llevaban a que era él el ladrón. No hizo la denuncia y pasados los días asumió la realidad, Juan no apareció nunca más.

El robo lo dejó en bancarrota, terminó con su fantasía de irse al Congo Belga o al Sertao en Brasil a ayudar a los miserables de esos lugares.

No puedo decir que me alegré que le robaran todos sus ahorros, pero ello impidió que se fuera solo y enfermo a esos lugares desolados, con culturas extrañas, viejo y sin fuerzas para afrontar a los nativos del lugar y a su propia naturaleza.

Su plan sobre el África, consistía en ir al Congo donde habitan los Pigmeos, ayudarlos con medicinas para enfermedades tropicales y enseñarles la idea de Dios.

Las guerrillas del Congo utilizan la carne de Pigmeos porque piensan que les confieren poderes mágicos. La deforestación obliga a que cada vez, abandonen más las selvas y se los ve en ciudades como Mombasa, donde malviven con trabajos ocasionales o dedicándose a la prostitución.

Ota Benga fue el primer Pigmeo llevado como extraño animal a EEUU en 1888. Lo encerraron en la jaula del orangután y cuando lo liberaron se suicidó.
Mario conocía la historia de Ota Benga y eso lo llevó a pensar en ir de misionero. Su segunda fantasía frustrada por el robo fue ir al Sertao la región más pobre de todo Brasil. Los sertaneros se bañan en los ríos, y sus casas son de barro, no obstante es un pueblo optimista que protagoniza a diario historias de lucha y esperanza.

La última vez que lo vi, estuve toda la tarde con él, estaba melancólico y me ofreció toda su biblioteca que tendría como 500 libros o más, le dije que le agradecía el gesto pero que tal vez le fuera de más utilidad al padre Brochero, no obstante Mario me envió a la semana una enorme caja llena de libros que el consideraba debía leer, por ejemplo: Alborada del hombre nuevo.

Cuando volví a visitarlo habían pasado unos cuantos días, debido a que tuve el auto roto, y debí traer los repuestos de Alemania, al llegar vi que estaba todo cerrado, no había nadie en la capilla, fui hasta el kiosco donde Mario hacía algunas compras , la mujer me dijo: cómo, ¿no sabe que el padre falleció?...

Su último acto recordándome fue enviarme con un amigo sus libros. Yo me quedé con el dolor de no haber despedido a este pequeño gran hombre, noble y bondadoso, con quien en corto tiempo nos unió una verdura amistad.

Jorge Eduardo
La Plata


























CASTILLO DE CHANTILLY ¡QUÉ LUJO!

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 27-05-2009

Como una atención del Gerente General de la fábrica, que visitábamos en Francia, recibimos una invitación a almorzar en el castillo de Chantilly que estaba preparado para recibir visitas.
Recuerdo que el plato de entrada fue una tabla de quesos franceses, y el almuerzo fue a base de “frutos de mar”; enormes langostinos, langostas de mar, cangrejos; todo acompañado por un vino fino de la última cosecha de uvas blancas de Chantilly.
La mesa estaba puesta con manteles antiguos de hilo, la mejor cristalería y los cubiertos eran de plata.
¡Qué lujo!
¡Verdaderamente estábamos en un castillo!
El castillo de Chantilly y su célebre Museo Conde reúne la primera colección pictórica privada de Francia y la segunda colección de cuadros antiguos después del Louvre. Al castillo, en pleno siglo XX, se accede por el mismo puente que fue instalado por el duque, sobre la fosa de agua que lo rodea en todo su contorno. El puente de madera tiene aún, a pesar del tiempo transcurrido, la misma belleza, y sus maderas conservan el estilo y esplendor con que fue construido; su condición de puente levadizo lo hace más atractivo a los ojos de quienes muchos años después lo visitan; reúne una belleza increíble y junto al castillo recuerdan las épocas en que tanto uno como otro servían para la seguridad del duque.
El castillo del duque de Chantilly no es muy grande, y conserva su diseño original de los días en que fue edificado. Sus habitaciones son excesivamente grandes para habitar, lo que hoy consideramos ambientes demasiados extensos para refrigerar o calefaccionar.
Terminado el almuerzo, salimos a recorrerlo; primero los aposentos interiores junto al comedor: la biblioteca, la sala y las habitaciones, todos con sus lujosos muebles de estilo; cruzamos por el jardín de invierno cubierto con vidrio; finalmente recorrimos los otros jardines y el foso hasta cruzar el puente rumbo a la caballeriza.
A medida que nos aproximábamos a la caballeriza, ésta nos deslumbraba cada vez más; es que el duque había construido como establo, para su caballo, una replica exacta en menor tamaño del castillo. El predio tenía otras pesebreras más modernas, pero no igualaban el lujo del viejo y pequeño castillo; Las Caballerizas, reconocidas como las más bellas del mundo, albergan el Museo Vivo del Caballo, que reúne más de mil cuadros, esculturas y dibujos de artistas contemporáneos. Allí construyeron posteriormente la pista de caballos de carrera de Chantilly; lugar donde las damas concurren vestidas con sus mejores atuendos: elegantes, coquetas, llenas de lujos;… ¡que aquel ambiente no desmerece!

Jorge Eduardo
FRANCIA-CHANTILLY-1976
LA PLATA-
2009-09-29


MI AMIGO GAYLON: EL TEJANO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1984
Fecha de alta 13-05-2009

Gaylon trabajó durante treinta años en una fábrica de caucho y de anhídrido maleico; esta tuvo varios dueños antes de que el personal de la fábrica se la comprara a los últimos dueños japoneses.

Los japoneses se la vendieron al personal; estos hicieron la cosa más ingeniosa que había escuchado hasta entonces para comprarla. Cada miembro de la empresa aportaba una parte del capital necesario para la entrega al contado, lo que quedaban debiendo lo pagaban con lo producido por la fábrica, en diez años.

Para conseguir la parte de entrega al contado la mayoría hipotecó su casa, consiguiendo dinero barato sobre la hipoteca; algunos como la Secretaria de Gaylon tenían ahorros en plazos fijos para cuando se jubilaran y los sacaron. El capital aportado, era diferente para cada uno y no dependía de la jerarquía que ocupaba en ese momento. Hasta un cierto porcentaje estaban sentados en el directorio.

Se dio con cierta lógica que los que más aportaron fueron: El actual Presidente de la empresa; Gaylon que era el Gerente General y Gerente Técnico; y… ¡Oh sorpresa!: La secretaria de Gaylon. Ellos pasaron a ser los tres mayores accionistas y miembros del directorio con algún empleado más.

La empresa bajo su conducción hizo un cambio estratégico muy singular, en los años que no rendía el maleico ampliaron la capacidad de las plantas de caucho; cuando el maleico se convirtió en un buen negocio, hicieron dos plantas más de maleico; teniendo la segunda capacidad instalada en ese momento en EE.UU. Tuvieron mucha suerte, esa fue la década de las resinas de ingeniería; recién se hacían algunas nuevas y para muchas de ellas se utiliza anhídrido maleico.

Yo lo conocí, porque era el gerente de la única planta, que en la argentina producía anhídrido maleico; habíamos tomado la decisión de cambiar la materia prima y no conseguíamos un catalizador para esa nueva materia prima que era butano.

La empresa de ingeniería básica, después de fracasar con la primera carga de un catalizador nuevo para butano, en experimentación; nos relacionó con una empresa productora de anhídrido maleico, que fabricaba su propio catalizador; lo había desarrollado bajo la dirección técnica de Gaylon y funcionaba perfectamente; el primer encuentro fue en Houston, donde tenían la fábrica. Demás está decir que tanto Gaylon como el presidente eran dos señores que entendieron a las mil maravillas la situación de nuestra empresa casi quebrada.
Nos vendieron: La ingeniería para efectuar los cambios al diseño de la planta para que funcionara perfectamente; la supervisión durante la construcción de las reformas; y la puesta en marcha (la situación más delicada para el acondicionamiento del catalizador).

Esta venta ascendía a varios millones de dólares que se los pagamos en los años que duró el catalizador y a medida que íbamos produciendo; nuestro agradecimiento se transformó en una mutua amistad que no fue nunca fracturada por ninguna de las dos partes.

Gaylon se comportaba como el señor que era; recuerdo la primera vez que vino a almorzar a casa, se apareció con un ramo grande de rosas rojas para mi señora a quien no conocía.

Por esos años, 1984, había en La Plata un restaurante en la calle 4 que servia comidas exóticas: siervo a la cacerola, jabalí a la parrilla (jabatos), liebres en escabeche, perdices en escabeche y algunos otros platos exóticos. Gaylon amaba ir a comer allí y yo lo llevaba todas las veces que venía. También lo llevé a Santelmo a escuchar tango, a la Botica del Ángel y a un local Árabe con comida, música y bailes típicos. Gaylon disfrutaba esas salidas y me lo agradecía cada vez que tenía una ocasión.

Sin que yo lo quisiera él se tomó para sí un compromiso de llevarme a Houston, invitado por él, con todos los gastos pagos; y así fue que un día me hizo llegar una propuesta de viajar a Houston, en American Airlines, por 10 días; aprovecharíamos de pasear además de hacer la conferencia de diseño para la nueva planta que Maleic construiría después de 10 años de funcionar con la primera. No me hice rogar y viajé con escala en Miami. Al llegar a Houston me esperaba Gaylon con el ingeniero que lo acompañaba cuando venía a cambiar el catalizador; una excelente persona y tan cortés como Gaylon.

Las sorpresas empezaron desde la llegada; fuimos a comer a un restaurante mexicano, con unos aderezos tan picantes que me cayeron muy mal y me mandaron toda la tarde a la cama. A la noche estaba un poco mejor, pero sin soportar una cena; fuimos con su señora al mejor restaurante italiano de Houston, una belleza la decoración; el salón estaba rodeado de peceras enormes con peces de mar, entre ellos mantas rayas y tiburones.
Lo único que probé fue una ostra cruda, de caparazón anacarada blanca, con un chorrito de limón, y para tomar te frío.

Al día siguiente me pasó a buscar por el hotel y fuimos a conocer la fábrica; esta era espectacular con siete plantas diferentes: Cinco de anhídrido maleico y dos grandes de caucho. Me mostró en detalle la planta más moderna de anhídrido maleico; recuerdo que le hice algunas observaciones y quedamos que cuando hiciéramos la conferencia de diseño para nuestra nueva planta; íbamos a poner lo mejor de cada una de las plantas y haríamos un diseño, mejorado, integral. La conferencia la hicimos dos días después de haber recorrido todas las instalaciones, incluidas las plantas de tratamientos de residuos industriales.

La conferencia reunió a once personas, especialistas, quienes aportaron todos sus conocimientos; por nuestra parte estaban tres representantes de la empresa de ingeniería básica que vinieron de New York. El mitin se desarrolló durante tres días con interrupciones para ajustar detalles de tamaños y nuevos diseños; el resultado fue la base con que la empresa de ingeniería básica desarrolló el proyecto: Una nueva planta con el reactor más grande realizado en ese modelo hasta entonces. (Lecho fijo)

Terminada la conferencia, dedicamos un día a juntar toda la información que acompañaba al acta que firmamos de cooperación entre ambas empresas, disponiendo por nuestra parte y la de ellos dar toda la información que se requiriese, en forma total y abierta, de nuestros datos de producción.
Estar entre esos monstruos de la ingeniería me produjo una egocéntrica satisfacción, nunca hubiera imaginado que ellos tomaran con interés mis observaciones de cambios a la ingeniería, que ya habíamos realizado en la primera de las plantas y esta nueva tendría el mejor diseño posible en plantas de reactor de lecho fijo; cuando se terminó el trabajo Gaylon organizó una cena en el lugar más pintoresco de Houston.

Estaban invitados todos los que participaron del proyecto, con sus esposas, el lugar estaba al lado del canal que comunica el mar con las industrias que están en esa área de Houston.

Consistía en un galpón del comienzo de la colonización española en Texas, con techos de madera, a las que se había protegido con membranas y chapas de zinc, dejando las maderas a la vista desde el lado interior. Externamente se veía el enorme galpón que sirvió de acopio de bolsa de cereales y otros productos, con maderas clavadas en forma cruzadas para proteger la vieja estructura.

Al entrar la primera impresión era de un local con muebles fabricados por artesanos primitivos, en muy lindas maderas; sin embargo al cruzar la puerta del baño nos encontramos con muebles de último diseño que tenían toda la tecnología, para abrir y cerrar el agua, tirar los papeles en un lugar, que se habría y cerraba con un rayo de luz al interceptarlo. Las paredes y los muebles mezclaban lo viejo con lo nuevo.

En las paredes la exposición de armamento de la época en que Búfalo Bill perseguía a los indios, era muy llamativa; junto a los diversos modelos de Winchester que se desarrollaron estaban los Colt, entre ellos el famoso” pacificador”; que ayudó a conquistar el oeste y a todo el territorio norteamericano.

Las mesas grandes y rusticas, donde se podía apreciar los gruesos troncos que conformaban las patas, daban la sensación de estar en una cantina del viejo oeste, del techo colgaban luminarias hechas en ruedas de carros; pero en las orilla y otros lugares habían mesas súper modernas rodeadas de sillones de tan moderno diseño, que uno no podía imaginar.

El lugar estaba ambientado en el pasado y el lujo más moderno.

Afuera el estacionamiento era en un jardín; con lugares marcados entre las flores.

Pasamos una noche brillante y si bien todos los asistentes hablaban en tejano, que al decir de los neoyorquinos:
… ¡es el único idioma que no entienden!

Mi largo contacto con Gaylon me permitió entenderlos perfectamente y poder mantener entretenidas conversaciones con cualquiera de ellos, aún con las mujeres que son más difíciles. Debo decir que la mayoría entendía perfectamente castellano y ello hizo que la conversación fuera en forma bilingüe.

Gaylon me deparaba otra sorpresa, un día antes de partir me llevó a las instalaciones de la NASA, un lugar en el que se concentraban replicas de los cohetes originales que habían viajado al espacio; subimos al Space Shuttle Discovery, recuerdo que esa fue una experiencia inolvidable.

El último día almorcé en su casa y me mostró fotos del lugar donde construiría el rancho que pensaba hacer el día que vendiera la fábrica.

La señora de Gaylon tenía los rasgos más dulces que se pueda imaginar, de delicada salud irradiaba a través de sus hermosos y raros ojos azules una paz interior que compartía con él.

Al volver extrañaba el cariño y dedicación que Gaylon me prodigó en esa corta estadía, que me permitió conocer un mundo de la ingeniería, del cual nunca hubiera participado; visitamos las fábricas más importantes de Houston que tenían una gran tecnología; esta visita me dio acceso a los conocimientos que Gaylon compartió conmigo.

Tal como habíamos planificado al construir la primera planta, de 7.000 toneladas/año de producción, a los diez años, si la situación lo permitía haríamos una más grande: de 12.000 ton/año. Esta planta era la que habíamos proyectado con el grupo de Gaylon; terminar el proyecto nos llevó un año entre los agregados a la ingeniería básica que debió ser modificada y la ejecución completa de la ingeniería de detalle, que fue perfectamente ejecutada por una de las más importantes empresas de ingeniería del país, y que hoy junto con muchas otras han cerrado sus puertas.

La construcción la realizó la misma empresa de ingeniera de detalle, esto ayudó a que el proyecto se ejecutara tal cual lo planificado. Los equipos se compraron con un criterio de tecnología y economía; salvo los muy críticos que eran de reconocidas marcas, el resto de los equipos se construyeron en Argentina y Brasil, con empresas importantes a un costo muy inferior que si los hubiéramos comprado en las empresas más tradicionales.

La nueva planta estuvo en funcionamiento a los dos años de entregada la ingeniería básica y a un precio final entre equipos y costo de la construcción, muy inferior a lo inicialmente pensado; cosa impensada en estos casos. Para acelerar la construcción durante la ejecución de la ingeniería de detalle se compraron todos los equipos definidos en la ingeniería básica.

La planta lucía imponente y todavía funciona perfectamente, a casi 30 años de su puesta en marcha; lo que habla bien de las bondades de los materiales usados en su construcción.

La empresa pasaba a ser la mayor productora de anhídrido maleico de América Latina. El otro productor que para ese tiempo existía era una fábrica ubicada en el polo de Bahía (Brasil), con una producción de 6.000 ton/año.

Nosotros vendíamos en el mercado interno de Brasil y competíamos, por lo cual esta empresa que era inmensamente más grande y poderosa le puso los ojos a la nuestra; esperó la puesta en marcha de la nueva planta e hizo una oferta que el dueño aceptó y vendió rápidamente.

La última vez que estuvimos juntos fue cuando Gaylon vino a poner en marcha la planta nueva que habíamos proyectado en Houston. Funcionó perfectamente desde el comienzo y ello sirvió para arreglar la venta de las unidades, que producirían 19.000 ton/año y con ello los brasileros tendrían el control total del mercado latino americano; ya que no había otras empresas del exterior que vendieran anhídrido maleico.

La venta se mantuvo en secreto, el personal de la empresa a nivel de Gerente de Planta, mi puesto, nos enteramos que habíamos cambiado de dueño el día que llegó una comisión encargada de recibir los bienes a cargo de la empresa.
Yo me fui y seguí trabajando en una empresa aceitera, la más grande del país.
Con Gaylon nos hablábamos por teléfono, y un día me contó que el también había vendido su parte en la empresa; con una gran diferencia; recibió 11.000.000 (once millones) de USD.

Las fantasías que tenía se harían realidad; se compraría el rancho de 5.000 has; se haría la casa en el rancho y tendría una crianza racional de ganado: vacas y caballos.

Yo conocía de las posibilidades que ofrecía el campo, largas charlas de sobremesa en sus viajes y cuando fui a Texas, me habían informado de las posibilidades de armar un “rancho” tejano, sus sueños eran más que un proyecto, eran sueños verdaderos que empezaban poco a poco a cumplirse.
La compra del campo y el armado de los potreros le insumieron un millón y medio de dólares, la construcción de la casa cerca de un millón y compró ganado para cría de raza Hereford, y caballos Mustang de raza Appaloosa por alrededor de otro millón.

Tenía todo lo que había anhelado y su vejez la pasaría en el rancho criando ganado; no obstante armó un negoció adicional y en relación con su vida de ingeniero: Hizo acuerdos con una empresa explotadora de pozos de petróleo, para que exploraran en el campo y si había petróleo lo sacaran con una participación; fue un éxito.

La última vez que hablamos por teléfono me contó que me hablaba desde la plataforma que había hecho en un árbol junto al río, cerca de su casa. Allí tenía el lugar ideal para expiar a los chanchos jabalíes, ciervos, pavos, y otros animales que venían al abrevadero, donde el cazaba alguno exclusivamente para comerlo.

Un amigo, tejano, un excelente tipo, no lo he perdido pero está distante y no sé de él; quizás su promesa de venir a la Argentina y cruzarla de sur a norte conmigo ya no la pueda cumplir.

Jorge Eduardo
Houston-Tejas 1984
La Plata, 2009-09-19.




















1-2-1-DISPERSOS PUBLICADOS EN NO CUENTOS
RELATOS DISPERSOS-2
INDICE DE RELATOS DISPERSOS PAGINA N°

1. ESTELA, MI ESPOSA ……………………………………… N°3
2.2 CUANDO CONOCI A ESTELA, MI ESPOSA…………… N°4
2.2 LA CHICA DEL ZAGUAN…………………………………….N°6
3. VACACIONES CON LOS NIETOS…………………………. N°7
4. ¿QIEN SOY YO AHORA? ……………………………………. N°9
5. DON AMERICO……………………………………………….. N°11
6. MI HISTORIA CON ESTELA………………………………… .N°13
7. EN LA PLAYA LA ENCONTRɅ…………………………… N°18
8. OTROS TRABAJOS Y LOS VIAJES………………………… N°22
9. LA FACULTAD…………………………………………………. N°34
10. EL PROYECTO INDEMISU…………………………………… N°45
11. EL CABALLO IMAGINARIO…………………………………. N°47
12. EL FANTASMA DEL PARQUE LEZAMA…………………… N°49
13. ESTELA MARÍA TERESITA………………………………….. N°50
14. LA CALLE FLORIDA………………………………………….. N°51
15. LA REINA DE LA NIEVE: LA QUINTRALA………………….. N°53
16. EL PRIMER VIAJE LARGO A MENDOZA……………………. N°55
17. EL REGRESO A SANTA FE, Y EL FIN CON CECILIA……… N°56
18. JIMBO 24Z………………………………………………………… N°59
19. HISTORIAS DE MI PLAZA: LA VUELTA AL PERRO………. N°61
20. JORGE MI AMIGO……………………………………………… N°64
21. EL VECTRA OPEL MODELO 94………………………………. N° 65
22. LOS DÍAS DE TRABAJO, FINAL DE LA UNIVERSIDAD….. N°66
23. MI TÍO HUGO, INGENIERO, CAZADOR Y PESCADOR…… N°73
24. EL BMW 525………………………………………………………. N°76
25. LUNÁTICO………………………………………………………… N°78
26. FIESTA DE CAMPO……………………………………………… N°81
27. EL PIBE, EL CABALLO DE MI PAPÁ, Y EL PERRO………...N°84
28. TRANSILVANIA, LA CASA DE LAS SIERRAS/CARLOS PAZ.N°86
29. SOBRE EL ARROYO………………………………………………N°87
30. SALVAJE, ESE POTRILLO MALO………………………………N°93
31. VIAJE A BRASIL………………………………………………… N°98
32. MAESTRA RURAL…………………………………………………N°102
33. EL VIAJE A VILLA GESELL………………………………………N°109
34. LA MUERTE DEL PERRO DE LA CHANCHERÍA…………… N°111
35. MI SUEÑO, LA CAMA A MOTOR……………………………… N°112
36. LOS CABALLOS DE CARLITOS…………………………………N°114
37. EL TROMPO DE DIEGO EN UNO DE LOS VIAJES A JUNÍN.N°116
38. NICO NICÓMANO, ERA UN TOSS………………………………N°117
39. INTRUSO…………………………………………………………….N°121
40. EL VIAJE A LA SIERRA DE CÓRDOBA…………………………N°123
41. LAS CUATRO ESTACIONES…………………………………… N°124
42. PORQUÉ SE LLAMÓ INTRUSO MI CABALLO…………………N°125
43. LA CASA DE IRENE……………………………………………… N°129
44. QUERIDO PIERO……………………………………………………N°132
45. LA PUERTA DE LA FÁBRICA Y OTRO DE MIS VIAJES…… N°134
46 EL CHOQUE CON MARIELA………………………………………N°135
47. EL CONSEJO……………………………………………………… N°136
48. EL LINYERA RICO………………………………………………… N°143
49. MI NUERA: LA MUJER MARAVILLA…………………………… N°146
50. BARRIO POBRE……………………………………… ……………N°148
53 EL PADRE MARIO POCHINTESTA…………………………… N°151
51. CARNAVALES………………………………………………………… N°149
54. CASTILLO DE CHANTILLY ¡QUÉ LUJO!.................................N°156
55. MI AMIGO GAYLON: EL TEJANO………………………………… N°157

JORGE EDUARDO



















































N°1
ESTELA, MI ESPOSA.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Cerca de la casa Villa de los Desamparados vivía una pibita muy bonita, pero chiquita para mí. Ella tenía catorce y yo tenía veintiún años. Un día me invitó a un baile en la casa de Silvia Risso- Era un grupo totalmente ajeno a mí, y salvo a ella: Silvita Poupeau, yo no conocía a nadie.

Silvita me tiraba onda pero era muy mocosita, bailé un poquito con ella y me puse a conversar con una chica que estaba cerca de las tortas, le pedí que me sirviera y me contestó que lo podía hacer yo solo, le dije que me gustaba que me sirvieran las chicas lindas, ella acusó el golpe y me sirvió; le agradecí y la invité a bailar, bailamos mucho y cuando me fui quedé en verla algún día, ya que vivía cerca de mi casa.

Las relaciones con Estela se hacían cada vez más estrechas y cuando Cecilia rompió conmigo, yo empecé a salir con ella y antes de que me tuviera que ir de Santa Fe ya éramos novios.

Estela es mi esposa y la mamá de Pablo, Mariela, Diego y Yanina, con treinta y seis años de matrimonio, y cuarenta y tres que nos conocemos, unidos y felices.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.
1966-2009

























N°2.1
CUANDO CONOCI A ESTELA, MI ESPOSA.



Por Jorge Eduardo
Argentina / 1958
Fecha de alta 13-02-2008

Era hermosa, tenía los ojos color miel más expresivos que había visto. Cuando la conocí me sorprendió su grácil figura y su cuerpo vestido con una pequeña minifalda blanca que dejaba al descubierto un par de lindas piernas, sus cabellos largos y pesados, lacios y castaños, quedaban enmarcando una carita delicadamente bella, blanca, que recibía permanentemente sol para tostarse. Eso hacía que su sinusitis se complicara y no saliera de su enfermedad por estar expuesta permanentemente al sol.

Su casa tenía un antiguo zaguán que estaba recubierto con un blanco mármol de Carrara, allí solía estar parada (a la puerta de su casa); era común verla en la puerta del zaguán sola o con sus hermanas. Yo la veía desde la puerta de mi casa y la saludaba con la mano aunque probablemente a veces no me veía por las dos cuadras que nos separaban.

Se nos hizo costumbre salir después del almuerzo, los días de invierno con sol -cosa no muy difícil en Santa Fe-. De a poco tomé confianza y fui hasta su casa a conversar con ella, nos hicimos amigos y así sin darnos cuentas teníamos una rutina de visitas diarias aunque no nos unía más que un sentimiento de amistad.

Yo le llevaba cartas a mi novia -que vivía en otra provincia-, y ella me acompañaba al correo. También de a poco empezamos a salir los fines de semana a tomar alguna cerveza, era ella la que pedía cerveza y yo pedía naranja, el mozo nos ponía los vasos cambiados, por lo que los volvíamos a cambiar: La cerveza para ella y la naranja para mí. Aprendí a tomar cerveza: Chop tirado y con ello aprendí a conocer mejor su afición a la cerveza tirada. Algunas tardes íbamos al cine. En esa época había muchas salas, la televisión y la computadora no le habían quitado –aun- su lugar al cine.

Faltaba un año para que terminara mis estudios universitarios, cuando me dejó Cecilia mi novia de muchos años. Volví a Santa Fe con la idea fija de contarle a mi amiga lo que había sucedido durante el último viaje, a San Juan a visitarla, después de un año. Ella me dio apoyo y todo redundó en que la vieja amistad fue cambiando de curso y al cabo de un año que la conocía, se transformó en noviazgo. Hasta ese entonces habíamos tenido una relación muy cercana pero de amigos, cuando nos pusimos de novios las cosas cambiaron. Fue el 8, el día que empezamos de novios, en el mes de diciembre de 1966.

En enero, cuando no había comedor, fui muchas veces a cenar a su casa; allí al despedirnos nos quedábamos en el zaguán, el lugar donde nos dimos los besos más apasionados, y que nunca olvidaré. Ese año fue distinto ya que había terminado de rendir y no tenía que estudiar, sólo debía terminar el proyecto para presentarlo y recibirme; no obstante, tenía tiempo suficiente para ir con ella a los lugares más lindos como la Laguna Setúbal; caminábamos por la orilla o nos metíamos en la laguna, algunos días nos juntábamos un grupo grande de chicas y varones y cantábamos canciones populares, siendo uno de los varones el que dirigía el grupo y tocaba la guitarra.

Ella se quedó en Santa Fe y yo cuando me recibí me fui a trabajar. Esta separación temporal y espacial nos trajo algunas complicaciones pero finalmente todo se arregló con final feliz (cuatro hijos, dos nietos y treinta y ocho años de casados muy felices).

Jorge Eduardo
Santa Fe (1966)
LA PLATA 2009-09-23

P/D 2011 TRES NIETOS: JOAQUIN, SANTI Y MANUEL










































N°3
VACACIONES CON LOS NIETOS

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 20-01-2008

Diego decidió que fuéramos unos días de vacaciones juntos, serían los últimos días que pasaríamos con los nietos, y todos ellos juntos, antes de volverse a su trabajo en el Hotel de Costa Rica, en Bahía Los Papagayos, en el área de influencia de Liberia.

En realidad ni lo pensamos, y el viaje a Pinamar quedó decidido en un instante. Allí Diego tiene un amigo que posee un complejo habitacional con diez casas de tres pisos y para ocho ocupantes con comodidad.

El edificio tiene una forma y diseño moderno y agradable, con muebles y escaleras de madera sólida, un amplio living comedor de un sólo ambiente, la cocina en planta baja, dormitorios en el primer piso y el altillo, baños en todos los niveles, servicios, parrilla y sillones bajo los pinos frente a la casa.

Salir con los hijos es una experiencia que hicimos por muchos años al mar y a las sierras. Pero salir con los nietos era nuestro debut, estábamos pendientes que no se metieran al mar porque había bandera de peligro, el sol brillaba como nunca y era imposible prohibirles que se bañaran, así que lo hacían con nosotros.

Hacía muchos años que no construía castillos en la arena, de nada me valía recordar los tiempos que los hice para mis cuatro hijos; el más chiquito de los nietos "que tiene superpoderes" venía y, cuando estaban terminados, de un sólo pisotón los rompía.

Ir caminando y volver de la playa significaban veinticuatro cuadras por calles con pendientes pronunciadas; otra vez el más chiquito quería que lo alzaran, así que se convertían en cuarenta y ocho cuadras.

En la playa caminábamos también otras cuarenta cuadras, así que terminábamos el día deseando una buena ducha y un reposo antes de la cena. Allí no terminaba nuestro “raid” diario, había que ir a los autitos chocadores (otras treinta cuadras ida y vuelta).

A la mañana siguiente estaba nublado, y como no íbamos a la playa el nieto más grande (Joaquín), Diego y yo, decidimos hacer lo que hacíamos cuando Diego tenía siete años: Ir a andar a caballo, buscamos en villa Gesell los viejos palenques, ya no estaban allí, así que fuimos al de Pinamar, nos dieron hermosos caballos según el requerimiento de cada uno.

A Diego un caballo puro muy vivaz, a Joaquín un bayo de muy buen carácter pero ágil, y a mí un tordillo robusto que llevó muy bien mi pesada humanidad; juntos con nosotros vino una señora y su nena de tres años en un caballo mañero que se quedaba atrás y había que ayudarle a que no se retrasara.

El guía nos fue llevando por un lugar de ensueño, una plantación de pinos añosos que están entre Cariló y Pinamar.

En medio del pinar y por un camino muy estrecho entre los pinos, la nena de tres años se golpeó el pié contra un árbol y se puso a llorar desconsoladamente, todos nos preocupamos y Diego, que tiene más habilidad que la mamá de la nena Celeste, la pasó a su montura y la llevó; al poco tiempo la nena conversaba con Joaquín y dejó de llorar, calmando nuestros nervios por lo que pudiera haberle pasado.

Llegamos al palenque y todos contentos. Joaquín, Diego y yo, fuimos a un potrero cercano a galopar, en medio del galope Joaquín perdió un estribo y tuvo que hacer malabarismo para no caerse y se levantó a fuerza con sus seis añitos sin siquiera asustarse.

Este paseo a caballo se parece a los que hicimos hace treinta años por las sierras de Córdoba, en Mendoza en la finca de mi papá Américo, en Villa Gesell, cuando compramos a Intruso en Madariaga.
Pero son distintos, aquellos fueron con mis hijos y este fue con mis nietos.

Jorge Eduardo

PINAMAR 2008
LA PLATA-2009.


































N°4
¿QIEN SOY YO AHORA?


Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 06-02-2008

Dedicado a Rafael R. Valcárcel

Cuando niño y hasta los quince años viví en el campo de Mendoza, no es que ahora haya renegado de quién era, pero es que ya no soy más ese niño y como dice Valcárcel: “He desaparecido”.

Mi visión de adulto, grande, sesenta y seis años, es que de niño aproveché todas las ocasiones posibles para jugar, ya fuera solo o acompañado. De niño ataba unas latas de sardinas como si fueran un tren, una a continuación de otra, las llenaba con arena, las tiraba arrastrando por la acequia con fondo de arena y gritaba “tarantín-tarantín"; luego las descargaba haciendo montoncitos con la forma de las latas.

He intentado que mis nietos de cuatro y seis años se diviertan con ello y no hay caso, prefieren los juegos de la computadora; a los que me cuesta jugar para entretenerme con ellos.

En aquel tiempo una pelota de futbol fue una aparición de los Reyes, verdaderamente, “Magos”; con los chicos armamos un equipo que pronto competía con otros grupos, ahora no me veo corriendo en la cancha de arena y no tengo intención de enseñarles a los nietos a jugar en equipo, puesto que no se sumarían a un grupo a pegarle patadas a la pelota; ellos juegan a las carreras de motos, autos y futbol de forma virtual. Yo estoy gordo y no me animo a correr por miedo a romperme un tobillo.

Se que no tengo relación con aquel niño que desapareció en una cacería detrás de una bandada de martinetas copetonas; hace cincuenta y uno años que no voy a cazar; por los diez que cacé ya estoy perdonado por mí, por mi salvaje vida juvenil. Ahora no tengo ningún arma de caza ni de uso civil desde hace cincuenta y uno años, y aunque quisiera no podría; toda mi familia, educada a tal fin por mí, me lo impediría.

Antes mataba toda clase de animales de caza, ahora no sólo no los mato, sino que obtengo placer al verlos libres por el campo. De ninguna manera volvería a recorrer los campos, arma al hombro, para cazar -¿Quién soy: ¿Ese pacifista protector de la naturaleza, o aquel que hasta los quince años mató a “Troche y Moche” animalitos? ¡No cabe duda que alguien desapareció!

Es cierto que entre un niño y un adulto el tiempo impone cambios que no permiten reconocer el origen del adulto, pero siempre quedan hábitos y rasgos que la educación impuso.

Del niño, en mi caso, quedó el hábito de la equitación que les enseñé a mis cuatro hijos; todos aprendieron a montar a caballo y alguno de ellos se dedicó en forma amateur al deporte ecuestre del salto. Los paseos a caballo que realizamos todos juntos nos vincula con nuestro pasado y vuelve a encontrar el niño que se ha perdido.

En mi adolescencia, a los quince años, me fui a estudiar a otra provincia; adquirí nuevos hábitos y costumbres, tuve que estudiar muchas y diversas materias hasta recibirme de ingeniero. No podía volver a casa y estudiar allí, pues me dedicaba a visitar a mis amigos, a hacer cosas, pero no estudiaba. Así que a los pocos días pegaba la vuelta a mi casa de estudiante, como dice Valcárcel, cuando “yo era” y “dejé de ser” estudiante para convertirme en Ingeniero Químico, tuve una gran transformación, ya no tenía la vida, a veces desordenada, que estaba dedicada al estudio, (por periodos en forma muy intensa), y a veces a salir con amigos y amigas.

Al recibirme se perdió un idealista que hacía muchas cosas para ayudar a los más necesitados, pero de algún modo lo remplazó uno nuevo que surgió en su profesión. Volví a mi facultad y di cursos sobre: “La relación entre la industria y la investigación en la facultad de ingeniería química”. Hice acuerdos de investigación con la facultad, cuando yo era el Gerente Industrial de una empresa petroquímica.

De ese estudiante que fui quedó poco frente a un profesional polifacético y de aspiraciones múltiples; trabajé en la industria petroquímica, en la industria aceitera, en instituciones como el Concejo Federal de Inversiones (CFI), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Todos estos lugares tuvieron nuevos desafíos y hasta mi jubilación pasé desde los veinticinco años hasta los sesenta y cinco, empeñado en dar lo mejor de mí para obtener buenos resultados.

El profesional de horas in interrumpidas de trabajo, de largos días de puesta en marcha, de reuniones con ingenieros para el diseño de nuevas plantas, se transformó en una persona diferente después de su jubilación. Ahora que estoy jubilado aprecio leer libros que muchas veces postergué por falta de tiempo, aprendo cosas nuevas no relacionadas con mi profesión, escribo y leo y no sé quién soy ahora: El niño, el estudiante, el ingeniero o el adulto con intereses diversos.
Quedó de todos ellos un ser inquieto que podría volver a encontrarse con cualquiera de los perdidos.


Jorge Eduardo
Campamentos- Rivadavia- Mendoza
1941-nacio JORGE EDUARDO FURLANI
No se cuando morire-













N°5
DON AMERICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 15-02-2008

Don Américo; era bajito, de tez muy colorada, rubio (su papá era pelirrojo), ojos verdes como los míos. Él, mi papá, era la persona más bondadosa que yo conocí, ayudaba en las medidas de sus posibilidades a quien lo necesitaba.
Todos le decían “Don”, no sé si es una costumbre italiana, ya que en la finca había muchos italianos que trajo su papá, el nono Lorenzo, para cultivar las viñas. A su mamá no la conoció, ya que ella falleció cuando él nació; el último de siete hijos, de la nona Constanza.
De chico fue a la escuela de Maipú, iba en tren (el medio de transporte más moderno de esa época corría entre Lulunta y Maipú). Su infancia la pasó en Russell, el colegio secundario lo hizo en un prestigioso colegio de curas de Mendoza: Los Hermanos Maristas, allí estuvo hasta el 5to año, un poco antes de terminar el secundario se peleó con un hermano Marista y le tiró un tintero por la cabeza, con tanta puntería, que se lo explotó en la frente lastimándolo y manchándolo con tinta.
Esto le costó la expulsión del colegio y tener que irse a la finca nueva que estaba construyendo el nono en Los Campamentos. Tenía dieciocho años y una inteligencia muy aguda, enseguida tomó el manejo de toda la finca y quedó encargado él y el nono del desarrollo de la finca.
Tuvo un caballo muy lindo y ligero que lo usó para correr carreras cuadreras, se llamaba El Pibe, era zaino colorado, pura sangre, de cuerpo grande pero liviano; ganó muchas carreras y casi no había quien quisiera correrle. Junto con el caballo crió un perro ovejero de collar blanco, se acostumbró a ir a buscar el caballo al potrero cuando estaba suelto, tenían el perro y el caballo una gran empatía, siempre que estaban juntos, parecían que estaban jugando y cuando mi papá lo dejaba atado el perro no se movía de su lado. Un día mi papá no encontró al perro, se lo habían robado, ese fue el día más triste de su juventud. Otro gran dolor tuvo cuando vendió su caballo.
Por esa época conoció a una vecina de la finca del frente, se llama Elena y con el tiempo pasó a ser Doña Elena, mi mamá. Ella descendía de españoles y tuvo varios hermanos que fueron tíos muy cariñosos conmigo y mis tres hermanos.
Papá aprendió muchísimo de su papá. Siempre ponía en práctica lo que él le decía. Así fue desarrollando sus conocimientos y en forma práctica contribuyó con el Nono a plantar una finca de trecientas hectáreas. Cuando el Nono enfermó, papá le prometió que terminaría de hacer la finca, y cuando papá tenía menos de sesenta años ya la había terminado de plantar con viñas y frutales. Que luego se dividieron entre los nueve hermanos y la nona Luisa.
La vida de casados de mamá y papá en la finca, fue amena y divertida. Tenían muchas cosas que en la ciudad no las podrían tener, por ejemplo: un sulky mariposa con el que íbamos de paseo al campo, hacíamos picnic, llevábamos comida y pasábamos el día entretenidos, a veces íbamos a los diques o al canal donde nos bañábamos en el agua fresca.
A papá le costo incorporarse a la civilización del automóvil, cuando compró el primer auto emprendimos un viaje desde Los Campamentos hasta San Rafael; por el camino (al cruzar un puente), mientras salía del puente, un camión entró por el medio y lo chocó arrastrándolo hasta el costado del río, quedando a metros de ser arrastrado por el agua. Ese fue el primero y último viaje con su auto que lo vendió por chatarra y siguió todo el resto de su vida andando en ómnibus y a caballo.
A mamá le gustaba cazar y salía con papá de cacería, también a veces salía a caballo en la yegua negra y con mi perro Tell; mamá cazaba más que papá a pesar que usaba una escopeta de un sólo tiro y de calibre más chico.
Papá leía el diario que lo traía del pueblo que estaba a media hora de viaje en colectivo. Él trabajaba desde muy temprano y a la nochecita casi todos los días se juntaba con sus amigos en un bar a tomar un vermouth, escuchaba la radio y en particular a su amigo Rasquín que explicaba lo que pasaría con el tiempo y hacía predicciones sobre la cantidad de agua que habría en los diferentes meses del año y también los pronósticos sobre las posibles heladas tardías que son las más perjudiciales, la posibilidad que cayera piedra, y la humedad ambiente que hacía prosperar la enfermedad de la peronospora, que se combate con sulfato de cobre. Cuando grande papá se hizo muy amigo de Rasquín, y lo invitaba a quedarse una semana en casa cada tanto, cosa que este disfrutaba en medio de las viñas y los frutales juntos con mi papa.
Papá era un ser generoso y eso lo aplicó con nosotros sus hijos, a veces cuando teníamos entren catorce y quince años queríamos salir y él nos daba el único dinero que tenía en ese momento.
Papá disfrutaba de los carneos de chanchos, para eso criaba de quince a veinte cerdos que los faenaba cada año, dándole a sus hermanos y otros parientes un jamón a cada uno. Al terminar el carneo le regalaba a los peones que venían a ayudarle: Chorizos, morcillas, jamones; los tres que habían participado del carneo se iban como si ellos hubiesen hecho el propio.
Cuando los chorizos se secaban y eran salames papá con un amigo comían una picada con vino al medio día, después de recorrer la finca.
Era muy amigo de Don José, que a su vez fue muy amigo de mi Nono. Al igual que a Don José, a mi papá le gustaban los caballos de carrera, lo que me inculcó a mí también. Don José me contó muchas historias del Nono.
Para estudiar papá me hacía un giro mensual, que no le fue siempre fácil, pero nunca me faltó y pude recibirme para satisfacción de él, que fue quien me dijo que estudiara Ingeniería Química. Papá, Don Américo, conoció a tres de mis cuatro hijos y con el más grande jugó a la pelota.

Yo estaba una noche en La Plata, ya me había mudado de Campana, cuando me avisaron que papá había fallecido. Viajé en avión y llegué cerca del medio día, a la tarde lo iban a enterrar. Entre los parientes conocí a Don Ángel Furlotti, primo de papá y uno de los bodegueros más importantes de Mendoza. Mucha gente de Los Campamentos y de Rivadavia, hablaban de quien fue en vida ese ser tan bueno; y yo estuve siempre muy orgulloso de que fuera Don Américo: Mi Papá.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.1976-Publicado-15/2/2008- La Plata
2009-09-23
N°6
MI HISTORIA CON ESTELA



Por Jorge Eduardo
Argentina / 1966
Fecha de alta 29-01-2008

Cuando llegué al barrio, a la Villa De Los Desamparados, Estela vivía a una cuadra y media de distancia de mi casa; tenía catorce años y yo tenía veintiún años, alguna vez la vi pasar por la puerta de mi casa pero no reparé en ella ni tampoco supe que vivía allí cerca.

Fueron pasando los años y yo estaba por terminar mi carrera, cuando quiso el destino que me invitaran a una fiesta donde estaba también Estela, yo fui con una amiguita muy jovencita (catorce años), bailé con ella hasta que la dejé sola.

Junto a las tortas vi a una chica más grande (diecisiete años) y muy bonita, una carita y cuerpito precioso. Yo tenía veinticuatro años, y en Santa Fe era a uno de los tres bailes que fui en casas particulares; no digo de familia porque uno fue en casa de unos empleados del banco de Inglaterra, otro en una casa de chicas estudiantes y éste donde conocí a Estela.

Le pedí que me diera torta, a lo que se negó diciéndome que podía servirme yo solo, le dije que prefería que me sirviera una linda chica y allí aceptó y me sirvió. Nos pusimos a conversar y luego salimos a bailar, bailamos toda la noche y cuando terminó la fiesta quedamos en que nos veríamos. Ya que vivíamos cerca, nos encontrábamos con sólo salir a la calle y vernos desde nuestras casas.

Estela en los fue una adorable amiga que empezó a moverme la estantería. Yo tenía mi novia de San Juan; Cecilia, con la cual pasé de novio durante toda mi carrera; al terminar de rendir las materias y faltándome sólo el proyecto INDEMISU, fui a San Juan después de un año de no ir, ella estudiaba literatura en Mendoza. Cecilia era muy inteligente y estudiosa; el último año se enamoró de un médico; cuando yo llegué a su casa me estaba esperando en la puerta y sin mediar ninguna conversación me dijo:
…¡Jorge quiero que nos dejemos!...

Comprendí la situación, ya que alguna vez habíamos dicho que si los sentimientos no eran los que nos habían unido, nos separaríamos sin más. Le dije: Voy a saludar a tu mama y me voy. En eso llegó el padre, que se enteró de lo que pasaba, se puso muy triste y se le notó en los ojos, éramos muy amigos y yo sentía por él un gran afecto.

Al volver a Santa Fe mi relación con Estela fue más íntima y a fin de ese año, el 8 de Diciembre, nos pusimos formalmente de novios después de haber sido amigos por un año. A partir de entonces fui feliz en Santa Fe, aprendí con Estela lo que es disfrutar la compañía muy cerca de una novia siendo grande.

Hasta terminar el proyecto pasó un año que lo disfrutamos juntos y con los amigos de ambos; íbamos a la laguna Setúbal, nos metíamos a la laguna de a pie y en bote, teníamos un grupo de amigos con los que cantábamos hasta el anochecer.

Pasamos todo el verano en la playa de La Laguna; muchas veces íbamos a mirar la casa más grande que había a la orilla de la laguna y que fue del abuelo de Estela, quien era el dueño de la empresa de construcciones civiles más grande de Santa Fe: “Beltrame Hermanos”, en La Rioja construyó el Colegio Nacional, construyó el cuartel del regimiento que había en Santa Fe, construyó el puerto de la ciudad de Santa Fe y un montón de viviendas que aun están en pie con la inscripción del nombre de la empresa en el frente.
Estela me explicó cómo era la casa, una mansión que la compró el Sindicato Petrolero para hacer su sede, que aun hoy ocupan, treinta y cinco años después.
La familia de Estela estaba compuesta por la mamá María Luisa, (Mari), sus hermanas: Martha y Cristina; el papá, René, falleció cuando eran las tres hijas muy chicas. Otros familiares muy directos y que vivían en la misma casa de 1º de Mayo, eran: La nona Herminia, La tía Eva que fue quien prácticamente la crió a Estela, la tía Nelly, el tío Coco, y sus hijos: Jorgelina Y Gustavo.

El año del proyecto fue un año diferente a todos ya que mi única ocupación era proyectar una planta de industrialización de minerales sulfurosos (INDEMISU).
Dedicaba gran parte de la mañana al proyecto y la tarde a estar con Estela, a menudo comía en su casa y la nona Herminia me preguntaba: ¿Cuándo te recibís?

Las tardes con Estela se parecían a la felicidad; íbamos a la laguna, más tarde a tomar cervezas, cosa que aprendí a hacer en Santa Fe, en las noches calurosas después de cenar nos íbamos a una plaza con árboles grandes y de ramas muy abiertas que ocupaban un diámetro de cincuenta metros.(todavía están en la Plaza España).

Un día llegó el final, rendí el proyecto y me recibí de Ingeniero Químico, ese día rendimos, formando parte de un equipo, cuatro ingenieros que entre todos hicimos INDEMISU, y festejamos en mi casa de estudiantes Villa de los Desamparados. Fue el 31 de octubre de 1967, la fecha en que nos recibimos, y el 1 de diciembre de 1967, el festejo.

Ese día nos recibimos: Carlos Federico (el flaco), “Villa” (el chango), Abel (el “Gordo”), y yo.
Festejamos con Estela, Martha, María Esther; los amigos de la casa: Antonio, Enzo.Los de la facultad de Ingeniería: Gubert y el vecino.
Ese día, de manera improvisada, Antonio leyó una poesía que compuso al correr de la pluma con mucha gracia y quedó para el recuerdo.

HISTORIA DE TRES FULANOS

Se reunieron una tarde
En “Villa los Desamparados
¡Yo haría un alto horno!
Al más flaco se le oyó
¡Métele y entre los dos
Yo una refinería
(crepitó el mendocino)
Dominamos el mercado!
¡No sean tarados!
Dijo Villa enloquecido
Que sea fácil y rápido
Yo ya quiero terminar
Mi “wife” me está esperando
Cada uno hace lo suyo,
Dijo uno de lejos,
No me hablen de complejos.
¡Vayan a cantar a los yuyos!

Los minerales pesados
Flotaban en el ambiente
Poca plata para unos
Y plomo para los restantes
Y así de lo indeciso
Surgió el Complejo INDEMISU.
El proyecto del norteño
Por lo visto nada vago
Laburaba ya sin sueño
Sin dejar de darle al “trago”
Terminaron el proyecto.
Esta vida y la carrera.
Sin embargo me parece
Que nada finiquitó.
Harán proyectos más de trece.
La vida no terminó
Y de carreras ni hablar,
La de galgos comenzó.
Para uno es el día,
de dejarse de embromar.
La cosa está que pela,
por la casa de Estela.

Para otros las vacaciones
del estudio terminaron.
¡Es hora de laburar!

La carrera no es corta.
En Jujuy lo conminaron.
Sea con notas o a los golpes.
Cada uno la termina
como quiere o como puede.
Algunos le dan en esta ocasión
Una “acabada” terminación.
Autor Antonio


Desde el día que me recibí hasta enero que me fui a trabajar, salvo algún día que viajé por lo de Canadá, estuve todos los días con Estela y fueron los mejores días que pasamos juntos.

A partir de entonces el Flaco y yo empezamos a buscar trabajo, la primera entrevista seria la tuvimos con un amigo que se había recibido tres años antes y trabajaba en la construcción de una planta de Urea para Petrosur en Campana. La entrevista fue en la Facultad el 24 de diciembre de 1967 (insólito, por la fecha). Mientras tanto nosotros fuimos a la embajada de Canadá, que tomaban ingenieros jóvenes, hicimos los papeles y nuestro mayor problema era conseguir algo de dinero para viajar y estar los primeros tiempos.

Un día de enero estábamos en Buenos Aires en la embajada, y me llegó un telegrama de Estela, al hotel, de que debía presentarme al otro día en Petrosur. (Yo había dado el teléfono de Estela). Fui a la entrevista, donde además de mi amigo estaba el Gerente de Producción, me confirmaron mi incorporación y les comenté que si no ingresaba el Flaco me iría con él a Canadá; se sorprendieron con mi actitud pero me dijeron que el Flaco estaba citado para el día siguiente.
Al día siguiente también lo incorporaron junto con los quince ingenieros sin experiencia; idea del Gerente General, italiano seleccionado en un concurso internacional en Londres.

En diciembre se había cumplido el primer año de novios con Estela, y la Nona se puso muy contenta cuando me fui a trabajar en enero a Campana, ya no sería el vago que rondaba todo el día por su casa.

El primer año en Campana fue un desquicio, igual que un perro que lo sueltan de la cadena y puede correr por la calle, el parque o la plaza. La responsabilidad del trabajo eran ocho horas diarias y tenía dieciséis para acomodar a mi antojo.

Con unos amigos nos compramos una lancha con un poderoso motor Carnitti italiano, había que importar los repuestos cuando se le rompía algo (la pata). Andábamos por el río Paraná Guazú y por el Paraná de Las Palmas.

Durante el primer año Estela me fue a visitar además de yo ir todas las semanas que podía, las cosas andaban bien pero metí la pata y nos dejamos por un tiempo. Yo estaba muy seguro del cariño de Estela y que podría volver cuando me lo propusiera, así fue que un día estando separados la vi en Buenos Aires y le propuse volver, pero Estela contra mis predicciones me dijo que no, hasta que no cambiara mi comportamiento, y decidiera volver en serio para casarnos.
Un día la llamé por teléfono, hablamos seis horas durante el turno de la noche, y quedamos en vernos; el día que nos encontramos hablamos mucho y decidimos que nos casaríamos antes de que yo me fuera a Alemania. Tenía una propuesta para ir a trabajar, con un amigo que había sido mi jefe, y luego ir a Alemania a traer la ingeniería de un proyecto nuevo.

El 8 de Octubre de 1970 nos casamos, fuimos a las Cataratas del Iguazú, pasamos una linda luna de miel; fuimos por las cataratas argentinas y brasileras, además anduvimos por las tres fronteras Argentina- Brasil- Paraguay. La vuelta la dimos por un camino de tierra, en la selva que limita la Argentina con Brasil; con un compañero de ruta que encontramos en Iguazú.

Nuestro primer año de casados fue armonioso y divertido, salíamos mucho y yo había dejado de trabajar en turno, es decir no trabajaba más de noche, los fines de semana hacíamos excursiones por los pueblos de los alrededores, o íbamos a pasear en lancha.

Nuestro primer hijo Pablo, llegó llenándonos de felicidad. Yo era tan maníaco, que en los días fríos controlaba con un termómetro la temperatura de la sala donde estaba el bebé. En esa época vivíamos en Zárate, luego nos cambiamos a Campana y nacieron Mariela y Diego.

Finalmente me fui de Petrosur al Consejo Federal de Inversiones, en la Capital Federal, y de allí pasé a Ipako, y luego me fui a Maleic, las dos en La Plata, allí nació Yanina; mi situación económica había mejorado y tenía una hermosa familia, saliamos de vacaciones con los chicos a diversos lugares: y como era lógico unos días en Santa Fe y otros en Mendoza.

También disfrutamos de varias vacaciones en la sierra de Córdoba; al mar fuimos a Mar del Plata, Necochea, Miramar, Villa Gesell y otros lugares de la costa. También fuimos a Brasil, a Bombas y Bombiñas, Florianóplis, Gramado, Porto Alegre, Blumeneau. En Uruguay a Punta del Este

Criamos los hijos, todos están casados o juntados, sólo uno nos dio dos nietos que los hemos disfrutado mucho este verano en Pinamar. Estela sigue tan linda como cuando la conocí, sigo enamorado, estamos otra vez solos en la casa grande que construí cuando éramos seis.

Ahora vienen a veces los hijos a quedarse, sobre todo Diego con los dos nietos porque vive en Costa Rica. Pablo estuvo viviendo un tiempo cuando se cambiaron de Buenos Aires a La Plata, Mariela nos visita casi todos los días, vive a veinte cuadras, Yanina vino para fin de año y se quedaron con Cesar por tres días y se volvieron a Rosario donde habitan.

Estela es una abuela moderna, chatea con sus nueras, usa el celular y maneja las cuentas bancarias, lleva mi agenda como la mejor secretaria y me cuida que no haga nada que pueda perjudicarme, pero algo vuelve hacer mal:
¡No me sirve torta!
¡Y ahora sí, tengo que servirme solo!
! Pero la quiero igual!

Jorge Eduardo Santa Fe 1960-1967-
La Plata1976-2009-Publicado 29/1/2008

2009-09-23
2011 nacio el 3er nieto Manuel











N°7
EN LA PLAYA LA ENCONTRÉ

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1962
Fecha de alta 01-03-2008

Su piel blanca sobresalía en el grupo de las que habían tomado mucho sol. Estar negra era una costumbre para el verano, y todas se quedaban tiradas al sol como lagartos asoleándose; caminaba por la playa cuando la encontré, lo primero que me llamó la atención fue su blancura. Caminaba con mi amigo cuando la vi y le dije en voz alta:
… ¡A mi me gustan las chicas sin quemarse!...
O mejor dicho las chicas blancas. Ella que había escuchado se dio vuelta para no mirarme. Yo seguí caminando y cuando volvíamos notamos que el grupito, ya no estaba en el lugar que tomaban sol.

Pasaron varios días y no las vimos en esa playa, a la semana supusimos que se habrían ido de la playa o terminado sus vacaciones; después de diez días pasábamos entre un grupo de carpas y volvimos a ver a todas las chicas tiradas al sol y a la que estaba blanca… muy negra... Era sin lugar a dudas la más linda de todas, ya fuera quemada o blanca; atrajo mi atención pero no me dio ni la hora, esto hirió mi amor propio y me propuse conquistarla.

El pueblito al lado del mar no tenía más que una sola discoteca y si se proponían salir tenían que ir a ella: “El refugio del dinosaurio marino”. La entrada era una gruta que dejaba paso a un patio a cielo abierto, sin techo, donde se bailaba; adentro de la gruta estaba el bar donde la gente llegaba y se conocía, con sillas y mesas para sentarse a tomar un trago, a media luz. La pista permitía ver las estrellas y era un lugar muy romántico, no tenía luces sólo el pequeño resplandor que llegaba de la gruta.

Esa noche era viernes y el domingo era nuestro último día de vacaciones, llegamos a El Refugio… a eso de las tres de la mañana la música era lenta y la luz muy tenue, entramos a la gruta y nos fuimos a un rincón lejos de la pista que, por su ubicación, no había casi nadie salvo un grupo que no distinguíamos si eran hombres o mujeres.

Vino el mozo y preguntó qué tomábamos: Cuba libre dijimos todos, una bebida de moda en 1962, alcanzamos a observar que a la mesa cercana le traían cuatro botellas chicas de cerveza; pensamos entonces que eran hombres ya que las mujeres por ese entonces tomaban bebidas gaseosas. Nuestra curiosidad aumentó cuando les trajeron el segundo y tercer pedido de cerveza, con muy pocos alimentos para acompañarlas.

El cuba libre nos duró hasta el cuarto pedido de cerveza, y recién entonces nos dimos cuenta que las cuatro eran chicas, pues fueron al baño de mujeres, pero aun no las habíamos visto. Al volver ellas del baño nos paramos y fuimos nosotros.

La música pasó de los lentos a música de Elvis Presley, los cuatro nos levantamos al mismo tiempo y fuimos a la mesa vecina, cada uno invitó a bailar a una chica y todas aceptaron el ofrecimiento de bailar rock, estábamos seguros que no las habíamos visto nunca, pues la que bailaba conmigo primero la vi muy blanca y después muy negra. Tampoco sabíamos de dónde venían, dado que se habían puesto de acuerdo en no decirlo, tiraron como al pasar que de una provincia muy linda donde se toma mucha cerveza.

Cuando les dijimos que estudiábamos en una provincia muy linda que se toma mucha cerveza, se miraron y no dijeron nada. No podía ser que no las hubiésemos visto nunca y ellas tampoco.

La noche se terminaba pronto y los lentos volvieron a sonar; allí fue cuando intenté intimar, pero la primera reacción de ella fue ponerme el codo adelante impidiendo que la apretara, me hice el distraído y seguí bailando lento como si todo estuviera esplendido, cuando terminó la pieza la llevé a su mesa sin decirle ninguna palabra y le agradecí por bailar conmigo. Las otras siguieron bailando lo que quedó de los lentos y luego Rock, eran las últimas piezas y los dos estábamos solos en nuestras mesas.

La bronca que yo tenía no se notaba por la falta de luz, pero se adivinaba porque no la saqué a bailar más esa noche. Tocaron el carnaval carioca y tampoco la saqué a bailar. Las amigas vinieron a buscarla para hacer un trencito y ella fue lo más tranquila, luego pasaron por mi mesa y me llevaron, tocándome atrás de ella, los últimos veinte minutos del carnaval carioca me hicieron pasar la mala honda que tenía, y empecé a divertirme de nuevo, bailaba con las chicas como un loco pero sin invitarla a ella.

En eso el grupo se armó como estaba, cada uno con su pareja y yo quedé de nuevo en pareja con ella. La primera palabra fue preguntarme: ¿Cómo estas?...¡Bien descansado,...¡pero me gustaría bailar lentos!... en eso como para cerrar la noche , el disk jockey puso un popurrí de lentos, los que habíamos bailado y otros que no, ella se había dado cuenta de cuál fue el motivo de mi reacción y sacó su brazo que ponía siempre instintivamente, para separar; bailamos los lentos con la cara pegada y sin ningún contratiempo, terminamos la noche despidiéndonos en la puerta del boliche, ellas venían en auto y nosotros de a pie.

La noche terminó y no hubo promesas de encontrarnos, pero el destino lo cambió, pues el día domingo cuando fuimos a tomar el colectivo, ellas iban en el mismo viaje. Las cuatro chicas venían en el auto que habían usado esa noche, lleno de valijas que las ayudamos a cargar en el baúl de los equipajes; teníamos los ocho primeros asientos de la parte superior, y decidimos sentarnos por parejas como estuvimos bailando en el boliche, de este modo el viaje sería menos aburrido.

Hasta que salió el colectivo ellas estuvieron abajo con su tía, primas y amigas. A nosotros no nos despidió nadie, así que ocupamos los cuatro asientos del lado del pasillo, dejándoles a las chicas los del lado de la ventana... El ómnibus viajaba de noche y llegamos a la mañana temprano; tomaron un taxi y se fueron, nosotros hicimos lo mismo, casi ni hubo despedida en la terminal, pero el viaje fue agradable. Ninguna dejó dirección, ni teléfono, tampoco dónde encontrarlas, pero otra vez el azar nos ubicó en el lugar que más nos gustaba ir: La Laguna.

Allí empezamos a frecuentarnos, a jugar en el agua y a vernos para tomar cervezas en las noches de calor insoportable. Las relaciones eran cada vez mas estrechas y nadie del grupo tenía novia o novio, sólo amigos; empezamos a dejar el grupo y salir solos, ya fuera a bailar o tomar algo. También empecé a pasar los domingos a buscarla, íbamos al cine o a escuchar grupos folklóricos, el Chango Nieto estaba de moda y cantaba muy lindo, ella se moría por él, así que cada vez que venía la llevaba a escucharlo y verlo. Habían pasado largos meses desde el verano y se venía la primavera.

Por esos días conocimos otro grupo de chicas, en una fiesta del día de la primavera, fue en una quinta que tenía un cartel que decía “Dentre el que traiga alimento”. Nosotros llevábamos asado para seis personas, al ver el cartel no sabíamos si había chicas o varones y nos mandamos, grande fue la sorpresa al verlas, eran todas mujeres, no podía ser mejor el grupo ya que las mujeres eran también seis. Pasamos un día de la primavera con todo, jugamos a la pelota con las chicas, a las cartas, nos encontramos con una víbora yarará, dispuesta a picar enrollada en una pisada de vaca.

Al volver fuimos caminando los diez kilómetros que nos separaban de la ciudad. El regreso lo emprendimos a la medianoche, después de haber estado cantando junto al fuego. Comiendo asado y cosas que quedaron del mediodía.

Con las chicas del picnic nos seguimos viendo, salíamos a la Laguna, nos bañábamos y jugábamos en el agua; al grupo se unieron otras amigas que no estuvieron en el asado, una de ellas era una morocha muy bonita, estas nuevas amistades me separaron circunstancialmente de mi amiga de la playa, dejé de salir con ella sin ningún motivo, cuando ella ya estaba enterada de quienes eran mis amistades, les tomó bronca ,ya las conocía de la facultad; y un día que nos encontramos me recalcó el hecho de que había dejado de ir a visitarla, le dije que estaba estudiando y que no salía porque tenía que rendir, como ella sabía que era mentira me lo dijo y quedamos en salir el sábado a la tarde.

Pasé por su casa y ella estaba con una falda cortita que le quedaba preciosa, era sin lugar a dudas la chica más bonita de todas las que conocí, descubrí que era mucho más linda de lo que la había visto junto al mar en el verano, su cuerpo era armonioso y delicado, tenía la cola perfecta y el busto chiquito, muy bonito, por la perfección de sus formas .Ese día fuimos a tomar cerveza en el centro

La Laguna era muy playa y permitía que camináramos más de doscientos metros desde la costa y el agua nos llegaba hasta la altura del pecho, estábamos alejados de las pocas personas que había a esa hora en la laguna, estaba cayendo el sol y los últimos rayos nos dieron impulso para, por primera vez en mucho tiempo, empezarnos a besar.

Nunca la había besado en los nueve meses que hacía que la conocía, la relación de amigos inhibía un poco esa situación y también el hecho de que siempre estábamos en lugares públicos como bares, cines, o en la calle caminando.

Esto fue algo nuevo que despertó mi interés sexual por ella, cada beso que me daba o le daba me llevaba a intentar un paso más adelante, no fue fácil conseguir que ella consintiera algo más que besos, y esa nochecita fuimos a tomar cervezas con el último beso en la boca.

Durante la semana siguiente dejé de salir con mis amigas de La Primavera, y ya posteriormente no salí más; estaba empeñado en conseguir que mi “amiga” fuera algo más que amiga, al llegar el verano empezamos a ir todos los días a la Laguna, y también los besos fueron más apasionados, hasta que un día estando sentados en el agua, con el agua al cuello, que nos dejaba la cabeza solamente afuera, toqué por debajo del agua -en forma muy sutil-, sus delicados senos a la par que la besaba, eso la estimuló y dejó que mi mano se posara sobre su malla. Yo sabía que las cosas de allí no podrían pasar por ahora y debía actuar con mucho tacto si no quería ligarme un cachetón y todo terminara allí.

No obstante los pocos logros, estaba feliz y sin saberlo me estaba enamorando perdidamente, las noches y los días de amigos se estaban terminando y yo sin saber estaba actuando como un novio verdadero. La cuidaba y estaba pendiente de todo lo que hacía, la iba a buscar a su facultad, la visitaba todos los días, la acompañaba a hacer compras para la escuela, a la biblioteca a buscar libros, y cuando deseaba la acompañaba a tomar cerveza.

Ella había pasado de una actitud amable pero distante a una posición cada vez más cariñosa, con menos actos reflejos defensivos, y yo ya podía acariciarla por sus senos en ocasiones que no hubieren testigos.

Fue en el día más caluroso del mes de diciembre que fuimos a La Laguna como tantas otras veces, llegó la tarde y nos sorprendió en el lugar más lejano de la playa donde comienza el bosque: El Monte, hasta ese lugar no llegaba gente, salvo uno que otro expedicionario que buscaba ver algunos flamencos rosados que se asentaban en la laguna; fuera de la vista de los bañistas que iban a las playas más al centro.

No nos habíamos dado cuenta de qué, caminando por la orilla habíamos cruzado los muchos kilómetros, que separaban el comienzo de la playa, del Monte; haría como tres o más horas que caminábamos sin saber que llegaríamos a ese lugar emblemático de La Laguna. Cuando encontramos los flamencos, recién caímos en la cuenta de que estábamos muy lejos del lugar al que habitualmente íbamos a nadar.

El lugar del Monte tenía una vegetación virgen con preciosas plantas salvajes con flores: Como los ceibos, o las enredaderas como las pasionarias con unas flores delicadísimas, habían otras plantas de flores como los aromillos, con lindas flores amarillas; los chañares también crecían en forma salvaje, habiendo grandes ejemplares sorprendentemente protegidos de algún buscador de leña furtivo.

La sensación de estar solos nos invadió y a la sombra de un ceibo empezamos a besarnos profusa y apasionadamente. Las primeras palabras que pronuncié después de un largo silencio fueron:
…¡Te amo!
… ¡No tuvieron respuesta verbal, pero su conducta no fue la misma, mi locura se imponía a su cordura entre los ceibos y pasionarias ¡
Con el reloj detenido, con la arena besando nuestros cuerpos, con el sol rojo que se hundía en la laguna y nos dejaba solos, sin testigos de nuestro amor
Jorge Eduardo-En la playa, Santa Fe-1962-1968La Plata 1/ 3 /2008//20
N°8
OTROS TRABAJOS Y LOS VIAJES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 14-01-2008

El cambio a Maleic
Un día había decidido cambiarme de Ipako a una empresa de Ingeniería: SADE, Donde trabajaba mi amigo y ex jefe, de Petrosur. ´

Fui a buscarlo y cuando estaba en la puerta de su oficina, frente a diagonal norte, cerca de la oficina de YPF, pasó por la esquina Willy (un amigo), que me dijo que me estaban buscando, porque iban a hacer una fabrica nueva: Maleic y necesitaban un ingeniero con experiencia en petroquímica, para el cargo de Jefe de Producción.

La fábrica era en Ensenada, pegada a PGM; de donde recibiría materia prima, que por entonces era benceno, aunque tres años después cambió a butano, que también lo recibió de PGM; además recibió servicios auxiliares: Agua de enfriamiento, nitrógeno y aire de instrumento. Maleic fue concebida como la fabrica más moderna en esa época. Tenía control automático por un sistema desarrollado por computadoras, específico para esa fábrica, sistemas independientes de seguridad que controlaba la relación aire-butano y cortaba con una milésima debajo del valor máximo permitido con seguridad; que a su vez se tomaba unas décimas por debajo del máximo establecido.

Si la relación de aire- butano tenía más butano que el permitido, se producía una explosión, por lo cual siempre calibrábamos el medidor de relación y controlábamos el instrumento que cortaba el butano.

Maleic me puso contento porque hacía mucho que quería trabajar en la construcción de una fábrica nueva. Me reuní con el Gerente General y a los diez días estaba trabajando. Empezamos por montar las oficinas en La Galería Jardín Florida, que era de los dueños de Maleic:

Los viajes a: Brasil, Francia, Estados Unidos y México
A los pocos días, “el ingeniero” (el Gerente General) y “el General”, (El Presidente) empezaron a proyectar los viajes que haríamos para visitar fábricas en Brasil, Francia, Estados Unidos y México.

El viaje a Brasil lo hicimos “el ingeniero” que era mi jefe y yo. Esta fue la primera visita a una fábrica de Anhídrido Maleico, fuimos a Bahía, donde vivía Chicho y otro amigo de Chicho que trabajaba en Ciquine; por intermedio de ellos organizamos la visita, allí nos recibió el Ingeniero Otto, una persona educada y gentil que nos explicó perfectamente cómo no había que hacer las cosas para que no salieran mal. Nos dio mucha información en sólo un día.

Visitamos la fábrica en medio de la lluvia tropical de Bahía, a la tardecita fuimos a visitar la catedral de Bahía y a la noche Chicho nos llevó a ver un espectáculo de Capoeira; una danza de los esclavos de la época de la colonia, que les servía como medio de defensa. Aprendían el Capoeira en los Quilombos, el lugar donde en la selva se reunían los negros fugados de sus patrones, que los habían comprado como esclavos.

Cuando íbamos a tomar el avión a Río se nos hizo tarde y “el ingeniero” llamó al aeropuerto y logró que nos esperara el avión quince minutos, ya estaba en la pista cuando subimos, les agradecimos y el avión partió.

Paris y Nueva York
En el mes de Julio, el 21 de Julio de 1978, nació Yanina, cómo a Paris y Nueva York iríamos en Noviembre, Yanina sería muy chiquita, además nació con siete meses.

Afortunadamente creció mucho y rápido y cuando llegó la partida estaba gordita y con el peso normal. Se la dejamos a las tías y a la abuela. Todo el viaje la estuvimos extrañando y no veíamos la hora de volver a verla.

A Paris iríamos con Hugo a conocer fábricas de Anhídrido Maleico; “el ingeniero” había tenido un cargo oficial en la embajada de Paris, conocía Paris perfectamente, por lo que “el General” le dijo:

¡“Nenucho”!: ¿Por qué no les enseñas Paris a los ingenieros?
A lo que éste respondió:
…¡Déjalos que se pierdan y aprenderán solos!

Así fue, llegamos y nos perdimos, confundimos un viejo arco romano con el Arco de Triunfo; y recién cuándo descubrimos el verdadero, encontramos nuestro hotel de cinco estrellas.
El viaje lo hicimos con nuestras esposas; fuimos a Paris al hotel de cinco estrellas, que teníamos contratado, pero luego nos cansamos y nos fuimos a una hermosa hostería, de un amigo de una amiga de Estela. La hija del dueño de la cervecería Schneider de Santa Fe.
Habían sido compañeras del secundario y se había ido por la persecución de los militares. Por ese temor que teníamos, ya en el mes de noviembre, después del golpe no fuimos a verla y Estela no me lo perdonó. La hostería era de un gallego, macanudo. Estaba muy cerca de la Torre Eiffel, en lo que era el sector del mercado de frutos, en la calle. Allí vendían toda clase de animales silvestres y era increíble en el medio de Paris conseguir: Ciervos, cerdos jabalíes, liebres, todo era muy atractivo.

La fabrica
Íbamos durante la semana, de Paris a la fábrica, que estaba a cien kilómetros; teníamos un auto alquilado que de noche lo dejábamos estacionado en el lugar donde de día era la feria o mercado, arriba de la vereda, como es costumbre en Paris.

La fábrica estaba junto a un río muy importante de Francia, ellos tomaban agua después que el río pasaba el limite de la fabrica y volcaban el agua tratada en una posición que estaba “antes” de donde captaban el agua para su uso; lo que los obligaba a tirar agua bien tratada, de lo contrario tomarían el agua por ellos contaminada.

El Gerente de la fábrica era un científico que trabajaba en la Universidad de Paris: La Sorbona. Fue el primero en alertarnos de los posibles problemas que enfrentaríamos con la empresa de ingeniería básica.

Para que nos recibieran en la empresa de Francia, Maleic pagó US$10.000; ello hizo que nos atendieran en todo sentido muy bien, tanto en la faz técnica como en la comida que nos dieron.

El profesor nos dio explicaciones muy completas de cómo teníamos que diseñar la fábrica, fueron muy útiles porque ellos habían construido la primer planta que se construyó en el mundo con la tecnología que habíamos comprado y luego hicieron la segunda con grandes mejoras y ellos personalmente, ya habían vuelto a mejorar el diseño, la primer fábrica había quedado como museo y no la habían destruido.

La comida merece un párrafo aparte, comíamos manjares hechos por un gran chef; lo principal eran frutos de mar, como: Langostinos, cangrejos y langostas.

El Castillo de Chantilly
La gente de la fábrica nos llevó a comer al castillo de Chantilly, en ese lugar, había un establo que perteneció al conde de Chantilly, donde guardaba su caballo.
A medida que nos aproximábamos a la caballeriza, ésta nos deslumbraba cada vez más; es que el duque había construido como establo, para su caballo, una replica exacta en menor tamaño del castillo. El predio tenía otras pesebreras más modernas, pero no igualaban el lujo del viejo y pequeño castillo; Las Caballerizas, reconocidas como las más bellas del mundo, albergan el “Museo Vivo del Caballo”, que reúne más de mil cuadros, esculturas y dibujos de artistas contemporáneos. El castillo tiene un foso de agua y un viejo puente levadizo para cruzarlo.

Las noches en Paris:
Los días que estuvimos en Francia, fuimos a cenar a diferentes lugares, no pudimos cenar en Maxim porque siempre estaba lleno y había que reservar con un largo tiempo de anticipación; pero fuimos a otro comedor que tenía recipientes con truchas nadando en la puerta del comercio, uno podía elegir la trucha que más le gustaba, ellos la preparaban como vos elegías; en esas ocasiones se piden los mejores vinos y eso hicimos, pero salimos frustrados con el mejor vino de la casa, no nos gusto: Dulzón y gusto frutado.

Cuando finalizaba nuestra estadía en Paris fuimos al museo Pompidou, una construcción muy interesante y llamativa con las cañerías por afuera. A ese lugar fuimos a la noche solos con Estela, y estábamos en un café lindero tomando cerveza y cenando unos sándwiches; en eso se arrimó un hombre con cara de japonés y en inglés nos dijo que no anduviéramos caminado por ese barrio, porque era muy peligroso. Con esa advertencia no nos volvimos caminando, tomamos un taxi que nos trajo a las dos de la mañana a la hostería.

Una noche con Estela, fuimos al Lido que estaba de temporada; cuando está el Lido abierto el Moulin Rouge cierra y viceversa.

Llegamos y estacionamos el auto en la vereda frente al Lido; en París es legal estacionar en la vereda, enseguida fuimos a sacar entrada y como buen argentino en la época de la plata dulce, le di una suculenta propina al vendedor de las entradas, para que me diera la mejor ubicación. Me dio un lugar pegado a la pista, donde bailaban las coristas. Las coristas pasaban sus piernas por sobre mi cabeza y yo desperté la atención de una de ellas, tanto que Estela se enojó conmigo porque la miraba demasiado.

Al lado nuestro había una delegación de japoneses, que no veían ni miraban nada, porque estaban todos dormidos, eran miembros de esas excursiones que salen a las ocho de la mañana, recorren todo Paris y los alrededores y terminan a las once de la noche en el Lido, sin ganas de ver nada, ni las mujeres más bonitas. Vimos japoneses por todas partes, en los hoteles, en los comedores, en la torre, en la calle y en el Lido.

Otra noche fuimos hasta el lugar donde está el Moulin Rouge, donde dibujó sus celebres bailarinas Toulouse Lautrec, sobre el papel de las servilletas que había en el local. La verdad que hubiese preferido que el Moulin Rouge estuviera abierto y no el Lido, por la historia que conocía. Lo único impactante en lo que vimos por allí, fue que en los alrededores del Moulin Rouge había toda clase de mujeres y como era invierno andaban con un tapado blanco de piel, no se veía nada, pero cuando se arrimaban al auto para ofrecerse, se abrían el tapado y quedaban mostrando todas sus intimidades sin ningún recato.

Inglaterra por Estados Unidos:
Los últimos días en París, decidimos no ir a Inglaterra con Hugo y señora, adelantamos el viaje a Estados unidos y llegamos dos días antes a Nueva York, de lo que teníamos previstos. Nos vinimos del aeropuerto de Paris, Charles De Gaulle, al de Nueva York, J. F. Kennedy; vimos al salir, en la pista, un avión Concorde, que en esa época estaba en plena prestación de servicios, era una belleza y me hubiese gustado viajar en él. Era el año 1976

A Estados Unidos llegamos un día sábado y recorrimos grandes tiendas en Nueva York, compramos un equipo de música japonés de última generación, incluidos dos enormes parlantes marca Pioneer. No fue fácil cargar todo pero lo hicimos.

Estuvimos en el Rockefeller Center, allí fuimos a una enorme biblioteca técnica que editaba el manual Perry de ingeniería química. Vimos el famoso árbol de navidad que hacen frente al Rockefeller Center.

El día domingo lo pasamos recorriendo muchos lugares de Nueva York: La catedral de San Patricio, El Central Park, Las Naciones Unidas etc. El lunes salimos para la fábrica, acompañados siempre por el ingeniero de Scientific Desing, viajamos como 1000km en avión y llegamos a la tarde, nos atendieron tan mal que les propuse que nos retiráramos y así fue, no nos explicaron nada y todo de mala onda.

Nos recibieron con los pies sobre el escritorio y desde allí conversaban con la persona que nos guiaba. Nos fuimos de la fábrica con un gran enfado por el mal trato y no les agradecimos la visita. Esta fue la única visita que no le sacamos provecho.

La última visita: México:
Ya teníamos la planta en construcción avanzada cuando decidimos ir a México, para ver cómo se hacía el cambio de catalizador que tenía ciertos requisitos, fui yo solo para traer información y aplicarla en nuestra fábrica.

Fue una experiencia espectacular, eran unas personas con una gran gentileza que me enseñaron no sólo a cambiar el catalizador, sino secretos operativos y detalles de cómo operar la planta. Me recibió el dueño que manejaba un complejo industrial de unas quince veces el tamaño de la planta que estábamos construyendo; diferentes tecnologías, grandes tamaños de plantas y distintos productos. Al llegar, el dueño, me invitó a un curso de Dirección de Empresas, que darían en la planta de Puebla, estuve allí una semana y fue lo más interesante que recibí como training, de todos los que había hecho.

Recorrí los pueblos vecinos y disfruté del hotel con sus grandes comidas (le decían “el comedero”),… en las inmediaciones de Puebla, había un cerro, que era en realidad un montículo hecho por los indios en época de Cortes para cubrir con tierra sus lugares sagrados...

El Gerente de Fábrica de todas las unidades, era un mejicano súper cordial, que no sólo me llevó por todos lados, sino que me explicó todo con lujo de detalles; recordaba la actitud de lo americanos y me daban aversión.

Mi estadía en México fue útil, divertida y placentera. Recorrí las pirámides, varios pueblos con iglesias bañadas en oro, visité las pinturas de Rivera en la casa de gobierno y la catedral de nuestra señora de Guadalupe.

El día que me vine había recogido una gran experiencia, estuve en el Instituto del Petróleo Mexicano (PEMEX) en la ciudad de México, me dieron un montón de información sobre temas de mi interés y quedé con contactos para consultarlos el día de mañana.

Todo llega a su fin y ese extraordinario viaje me deparó una sorpresa más, en el aeropuerto me encontré con un amigo que no veía desde que me fui de San Juan, hacía dieciséis años.

El proyecto de Ingeniería Básica lo hizo una empresa de mucho prestigio en este tipo de tecnologías: Scientific Desing, de origen estadounidense, la primera que vendió tecnología para terceros, las otras tecnologías eran cautivas como la de Monsanto.

La ingeniería de detalle la hicimos con una empresa que salía de un grupo de ingeniería de Atanor. La construcción y montaje la dirigió la empresa de ingeniería de detalle: Tecnor. El proyecto y construcción se hizo en los plazos previstos; la construcción la hizo la empresa Saieva Patagónica; al llegar cerca de la finalización, el Gerente General, se fue de la empresa a dirigir el proyecto de modificación más grande de la argentina, el de YPF por 1000 millones de dólares, en las dos refinerías : Cuyo y La Plata. Me quedé a cargo de todo lo que fue la organización final de la empresa, la incorporación de los ingenieros, técnicos y de los operadores, que harían la puesta en marcha.

La puesta en marcha tuvo un primer contratiempo, se produjo una gran explosión que nos obligó a rediseñar un separador de benceno; esto ya había pasado en otra planta en Yugoeslavla, pero los que hicieron la ingeniería básica fueron ingenieros distintos y habían pasado muchos años, no pudiéndose aprovechar la experiencia.

El rediseño fue exitoso y el segundo arranque resultó con pleno éxito.
La empresa se desarrolló en todos los ámbitos: producción, tecnología de control de calidad, personal, mantenimiento mecánico, ventas, exportación, importación de repuestos, de catalizadores etc. El mayor éxito fue competir con empresas asentadas en Brasil y desarrollar un amplio mercado por calidad y precio en ese país.

Hicimos el proyecto con la definición de hacer una segunda planta a los diez años de establecida la primera y lo logramos con un éxito singular. Cuando cambiamos de materia prima de benceno a butano, usamos un catalizador de Scientific Desing, este funcionó mal y de inmediato lo cambiamos por uno de Denka, una empresa con tecnología propia, muy buena, que luego utilizamos en la segunda planta.

Maleic, la segunda planta:
Cuando íbamos a construir la segunda planta, estuvimos explorando una laga lista de opciones de otros proyectos posibles; con buen criterio decidimos construir la otra planta de maleico, que en nuestra imaginación, suponíamos, iba a ser el mejor modo de expandir los negocios de una empresa petroquímica; que había surgido de la nada, sólo de un grupo económico que no tenía atrás un grupo industrial.

Cuando empezamos, el negocio era nuevo para todos, desde el grupo contratado para ingeniería de detalle, hasta los equipos de apoyo al desarrollo de la empresa; la experiencia acumulada en los diez años de operación eficiente de la planta inicial, nos dio la seguridad que nos convenía seguir con un negocio que ya conocíamos.

También el conocimiento de la gente de Denka y el ver que ellos tenían una gran industria basada en dos productos diferentes pero básicos y de gran rentabilidad; uno era con dos grandes plantas de caucho y el otro con cinco plantas de anhídrido maleico con reactores de 10.000 toneladas por año. La gran experiencia acumulada por Denka en el aspecto operativo y su producción de catalizador en forma por demás exitosa, hizo que junto con Scientific Desing, nos pusiéramos en mente hacer el nuevo diseño de una planta que reuniera todas las ventajas que se consideraran factibles para ese momento.
Se dio la situación que Denka compró a Scientific Desing y entonces ya no habría necesidad de un acuerdo entre las tres empresas para la transferencia de tecnología por parte de Denka, sino que sólo le compraríamos a Denka la ingeniería básica con todos los beneficios que llevaba la experiencia de Denka.

A pesar que comparativamente éramos una empresa pequeñita en relación a Denka, ellos cuando vinieron a colocarnos catalizador de su producción, tomaron con mucho respeto la planta que habíamos construido y observaron que habíamos hecho un diseño que era superior en aspectos esenciales a su planta de Houston.

El diseño de la segunda planta comenzó de una manera informal en Ensenada, donde fuimos comentando los aspectos fundamentales a tener en cuenta, por ejemplo el movimiento del anhídrido maleico por las diferentes etapas.

En nuestra planta se decía que el movimiento era por gravedad con el uso de una sola bomba que subía el maléfico al último piso y luego iba pasando por las diferentes etapas del proceso por efecto de la gravedad, esto permitía que en el caso de un corte de electricidad la planta se pudiera evacuar sin quedar con el producto en las cañerías y correr el riesgo de solidificarse.

Las plantas de Denka eran del viejo diseño de Scientific Desing y no eran construidas en altura sino que tenían un sólo piso y gran extensión a nivel del suelo, cinco veces mayor que la planta nuestra, que tenía una estructura de hormigón de cinco pisos.

La conferencia de diseño para nuestra futura planta se hizo en Denka con la participación de todo el Staff técnico de esa empresa, ellos tenían interés en el proyecto nuestro, no solo porque debían garantizar el funcionamiento, sino también porque tenían la gran oportunidad de construir la planta más moderna, que hasta ese momento no se había ejecutado.

Era importante decir que nuestra planta era la única de las que conocíamos, ingeniería abierta, que tenía control por computadora y recién las plantas petroquímicas modernas se ejecutaban con el sistema que habíamos implementado diez años atrás.

La Conferencia de Diseño fue la oportunidad para viajar a Houston, Texas, teniendo de Cicerone a uno de los dueños de Denka, quien era un buen amigo, relación mantenida durante sus visitas a cambiar nuestro catalizador, que ellos nos suministraban.

Yo me esmeraba en la atención durante sus visitas a la Argentina y los llevaba por ejemplo a comer a un restaurante donde servían ciervo, chancho jabalí, liebres, perdices, mulitas es decir animales exóticos, para ellos y nosotros. Eso le agradó mucho a Click y cuando fuimos a Houston nos devolvió las atenciones llevándonos a lugares muy clásicos y pintorescos.

El viaje a Denka, fue un buen motivo para visitar Houston, uno de los lugares con mayor desarrollo industrial del mundo. Cuando llegamos al aeropuerto de Texas, en Houston, nos esperaba Click con otro ingeniero que siempre viajaba con él a la argentina. Un hombre amable de perfil bajo, que era fanático de Gabriela Sabattini, quien ese día ganó el torneo del abierto de Estados Unidos, y nos hizo festejar juntos la victoria de Gabriela, nos llevó del aeropuerto, en forma inmediata a la NASA.

Allí vimos la mayoría de los cohetes que se usaron durante la campaña espacial y que permanecían en exposición: Originales y réplicas exactas; lo mismo que el Discovery, el cual visitamos por su interior, detalle súper interesante. Click había trabajado para la NASA, como Químico y tenía permiso para ingresar a los diferentes sitios de las instalaciones y equipos de la NASA.

Estuvimos en la sala de control de vuelo, donde se ve el mapamundi expandido de toda la tierra y sobre el cual se pueden trazar los giros de los cohetes que orbitan la tierra. También estuvimos en la sala donde se entrenan los astronautas en situación de antigravedad, fue una experiencia inédita y muy enriquecedora, nunca supuse que pasaría por ella.

Durante el viaje en avión comí, era una aerolínea norteamericana que está acostumbrada a servir comidas muy picantes durante el vuelo. Al salir de la NASA fuimos a un comedor mejicano que también tenía comidas muy picantes que aumentaron mi insipiente descompostura estomacal, a un dolor insoportable.

Esa tarde soporte una descompostura de gran magnitud que me obligó a pasar la siesta en cama en el hotel que teníamos reservado. Estuve tomando remedios que me sacaron de la situación de extrema gravedad, a la noche pasó Click a buscarme para ir a cenar.

Fuimos a un comedor de pescados y mariscos, de un italiano. El lugar estaba decorado con el tema del comedor, todas las paredes estaban revestidas por grandes acuarios, que tenían enormes peces de mar, tales como tiburones, rayas marinas, enormes tortugas marinas de tamaños y colores increíbles, además de toda clase de peces de colores que se reproducen en los arrecifes de coral.

La cena consistió en ostras de caparazón nacarado de color blanco, comí una sola con limón y sal, cruda, tomé te frío como bebida y salvé mi primera noche en Texas.

Al día siguiente comenzó la Conferencia De Diseño, nos reunimos en un salón, en una mesa para veinte personas.

Se tomó el diseño por especialidades y se establecieron comparativamente las mejores condiciones de diseño. Comparamos las Ingeniería Básicas Scientific Desing y las condiciones del último diseño realizado por Denka. Escribimos las pautas para cada área de la planta y esto permitió que Scientific Desing confeccionara una nueva Ingeniería Básica para nuestra segunda planta, lo que nos obligó a un pago por ingeniería básica; la nueva planta mantuvo criterios importantes de la primera como la construcción en cinco pisos, en contraposición al diseño de Denka de un piso.

Las modificaciones sin embargo fueron muchas sobre todo en el diseño de equipos críticos como el reactor, intercambiadores de calor etc. También cambiamos el criterio de provisión de equipos ya no teníamos equipos cautivos como en la primer planta que debíamos comprar sí o sí de determinadas marcas.

La cena de despedida de la conferencia de diseño, se realizó la noche anterior a irnos de Houston. La calidez y calidad del grupo humano de Denka era excepcional, nos invitaron a un comedor construido en un viejo galpón del año 1800, uno de los primeros galpones que se construyeron al lado del canal que unía el mar con las primeras plantas industriales construidas en Houston.

Fueron todos los que participaron de la Conferencia De Diseño, con sus respectivas esposas, excepto los representantes de Maleic y Scientific Desing que no habíamos viajado con ellas.

El lugar era deslumbrante, las paredes viejas de madera de pino estaban reforzadas por el lado exterior con maderas cruzadas, clavadas en diagonal con las maderas originales del galpón. De ese modo permitió que el galpón se mantuviera en pie por doscientos años y un arquitecto de gran creatividad, construyó un comedor súper original, con detalles y adornos con elementos antiguos, de los que usaron los granjeros que vivieron de la agricultura y ganadería; hacía también un montón de años.

El comedor tenía mesas que fueron construidas por los granjeros, con herramientas muy rudimentarias, le dejaron un sello singular de su tiempo. Todo lo que era los baños y la cocina había sido construido con el mayor lujo que jamás me pudiera imaginar. En medio de detalles de antiguas cosas, el modernismo y belleza de algunos locales eran otro toque destacable en este bello y raro comedor, el interior tenía desniveles como alguna vez tuvo el galpón original; los parques y estacionamiento tenían ciertos aspectos de diseño que parecía que se iban atar carretas de caballos y no estacionar autos último modelo.

No obstante lo comentado sobre el modernismo del que gozaban algunos sectores, el comedor era un autentico restaurante del Lejano Oeste, faltaban los cowboy que asediaron al galpón cuando recién lo habían construido; todo armonizaba y transportaba al pasado, por la originalidad de las cosas exhibidas en ese simpático y extraño restaurante del oeste. No faltaban los revólveres tipo “Colt El Pacificador”, en sus vitrinas, ni los dos modelos de rifles Winchester y otros de mayor antigüedad de un sólo tiro, que se usaron en las luchas desiguales contra los indios.

Cuando me iba me pareció ver a lo lejos un arreo de vacas con largos cuernos, que eran asediadas por un grupo de “caballo loco” y los vaqueros defendiéndose con sus rifles y revólveres, dejando muertos propios y ajenos tirados en los medanos de arenas, que sería alimento para las aves y animales carroñeros.

La planta se construyó con la ingeniería básica realizada por SD (Scientific Desing) y chequeada por DK (Denka); la Ingeniería de detalle la hizo una empresa argentina: Sade, que también realizó la Obra Civil y el Montaje. Quedó perfecta y producía con gran eficiencia y no tenía problemas operativos, la computadora de control automático de la planta, era de última generación para control de plantas industriales y tuvo un gran adelanto informático, con respecto a la instalada, doce años antes.

Pero no todo fue de absoluta felicidad, la tapa del reactor se debió re-mecanizar, antes de la puesta en marcha…, en el Astillero Rió Santiago y quedó perfecta, siendo el único contratiempo para una planta nueva, que después anduvo muy bien y que resultó muy barata en su equipamiento, de gran calidad debido a la experiencia que se tenía.

Cuando entró en producción la segunda planta de Anhídrido Maleico, fuimos los mayores productores de América Latina. Esto nos puso a competir con Ciquine, el único productor que existía en Sudamérica, de Méjico para abajo, hasta que apareció nuestra pequeña empresa, pero que cuando creció molestó a lo brasileros por el manejo que tenían primero del mercado en solitario y luego compartido y finalmente compitiendo con una planta de mejor tecnología.

Entraron en negociaciones Ciquine y Maleic. Ciquine era una empresa de capitales mixtos 33% brasileros privados, 33% gobierno brasilero y 33% capitales extranjeros (japoneses) y su tamaño en inversión realizada sería unas quince veces mayor que nuestra empresa.

El atractivo que tenía comprar nuestra planta era quedarse con toda la producción de esta parte de América y con todo el mercado, sacándonos del negocio.

Los dueños de Maleic vieron la oportunidad de hacerse de capital efectivo, habiendo partido de un negocio que puso muy poco dinero de contado y se desenvolvió con fondos del Banco Nacional De Desarrollo, con muy bajas tasas de interés a valores promociónales, con leyes que favorecían el desarrollo de la Industria Petroquímica Nacional, Los préstamos se pagaron con producción y a los doce años estaba amortizada la primera planta y en plan de pago la segunda, negocio que les interesó también a los brasileros. El negocio se hizo por un monto en efectivo muy superior al capital propio que usó el grupo propietario de Maleic, y un pago anual porcentual a las ventas producidas.
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Para Ciquine significó ser el único productor sudamericano y dominó el mercado de todos los países de América Latina. Los dueños de Maleic, durante la formación de la empresa, sólo se interesaron por los aspectos financieros, nunca se ocuparon de aspectos relacionados con la industria.

Después que se fue “el Ingeniero”, yo quede como único responsable técnico que desarrollo la empresa en su faz técnica y humana. Sólo tenía contacto con el Presidente que era abogado, que ponía buena disposición en los aspectos de manejo operativo y en algunos casos relativos al personal, pero que no participó fundamentalmente en las negociaciones al igual que yo, lo hicieron los dueños y al cerrar el trato no se estableció ningún punto de arreglo para con el personal jerárquico, que quedaría desplazado.

Este aspecto quedó librado a las negociaciones personales con los brasileros. Yo fui el Gerente Industrial desde 1978 y hasta 1993, es decir durante quince años, dirigí en planta todas las actividades de la empresa. Los brasileros se hicieron cargo de la empresa de una manera casi furtiva para el personal jerárquico, vinieron un día con uno de los dueños, fueron presentados como los nuevos dueños, y que a partir de ese momento tomaban el control de la empresa con su absoluto criterio, reubicando a quienes creyeran conveniente o despidiendo a quienes consideraran prescindibles.

Demás está decir el zafarrancho que armaron, el primero en perder su posición y jerarquía, no así el sueldo fui yo, el Negro que vino para hacerse cargo era un descastado con el que no pude negociar. Me fui de la empresa sin renunciar, y estuve un año cobrando el sueldo que me lo traía el nuevo Jefe de Personal a mi casa.

Como dije me alejé de Maleic sin renunciar y arreglé un viaje a China con SD, iba ir a Beijing, que eran donde construían una planta y tenían problemas con las relaciones entre los franceses, constructores y los dueños de la planta: Los chinos.

Mi viaje empezó por Nueva York, donde de casualidad nos encontramos los franceses, SD y yo, en las reuniones que tuvimos establecimos un plan de relaciones con los chinos, y los franceses se hicieron cargo de que los chinos lo cumplieran.


Esta propuesta fue aprobada por SD, los franceses y yo y quedó vigente.
A los chinos le significó perder autonomía para cambiar el proyecto pero la aceptaron y a partir de entonces la construcción tomó un ritmo de entendimiento y los ánimos se calmaron.

NIDERA:
Después de irme de Maleic, entré a trabajar en NIDERA, como subgerente de producción a cargo de la planta: Producción y Mantenimiento. Fueron años interesantes que viví en Junín, la relación que hice con los encargados: Jefes de turno y encargados de mantenimiento, fue muy adulta y simpática. Había cambiado mi actitud con el personal y me ocupé dedicadamente en tener buenas relaciones con todos: jefes y operarios.

En los años que estuve llegue a sentir que se habían puesto la camiseta y todos se esmeraban en trabajar para que todo saliera bien. Como dato de interés resultó el número de despedidos durante mi gestión, un operario de caldera que lo despidió el jefe sin consulta previa; cosa que les tenía indicado como no deseable, salvo falta grave intencional. .

Alquilé una casa que la eligió Estela y el alquiler lo pagaba Nidera. Durante el primer verano, mientras buscábamos una casa para alquilar, conseguí, una casa quinta con pileta, un hermoso parque y plantación de frutales. Esa casa quinta sirvió para reunir en diferentes ocasiones a muchos amigos nuestros de Estela y míos y de los Chicos.
Entre los que estuvieron allí, estuvo un amigo y su señora, le gustó tanto el lugar que quería comprarse un predio vecino; era un bosque con árboles antiguos y con algunos frutales. Otros que vinieron fueron los amigos, amigas, novias y novios de los hijos y las hijas. A algunos conocí en esa ocasión más detalladamente ya que vivían con nosotros y se quedaban a dormir en la quinta, una de ellas fue la novia oficial de mi hijo mayor, la primera novia que presentó y con la que se casó. Era menudita, chiquita y de perfil bajo, era calladita, muy mona y nos hicimos amigos. Conocí, el novio de Mariela, que se fue desde La Plata en moto, una moto grande de 750cc. Buen chico ahora hace un par de años que viven en pareja, pero no se casaron y yo los embromo. Los amigos eran el Toti y La Flaca, los que más estuvieron. También los amigos del Rana de villa Constitución. Los parientes Tito y Martha y todos sus hijos: Gisela, el Rana, Valeria, Cristina y Pocho, con todos sus hijos: Gabi, Alejandro, Pablo, y Nani. Comíamos asado todos los días, que hacía Tito, que fue por dos días y se quedó todo un mes; comíamos carne de vaca, cordero que yo traía del campo donde iba a andar a caballo, con los caballos de Leopoldo, y hasta pescado a la parrilla, carpas que pescaban Diego con el Rana en la lagunas de Junín. Tito se lastimó la espalda, tirándose a la pileta de media vuelta para atrás.

Yo compré un auto nuevo, un Vectra Opel Alemán, un auto precioso con una calidad de marcha incomparable, me quedé con el BMW, que quedó en La Plata y viajaban los chicos con Estela a Junín. El Vectra era un auto súper veloz, andaba a 225 Km. /h y un poco más, tenía un sistema computarizado que hacía que siempre estuviera a punto y no pistoneara por más que lo sacara en tercera.

En Junín los fines de semana al lado del cementerio, en el verano se hacían bailes frente al templo en la calle, allí íbamos con los chicos y bailábamos sin parar.
Los operarios de Nidera, pedían en el templo, que Dios intercediera por mí, me querían mucho y desde que yo me hice cargo, las relaciones entre la empresa y el personal cambiaron para bien y de ciento veinte operarios que habían despedido en dos años, se pasó a un sólo operario. También recibieron cursos de capacitación y todos rotaban por todos los puestos, convirtiendo al personal en polivalentes lo que significó que si alguien faltaba porque se enfermaba cualquiera lo podía reemplazar.

La llegada del nuevo Gerente, terminó con mi permanencia en Nidera, él trajo a un amigo de la Planta de Avellaneda y al año me fui

Aceitera Terminal 6:
Mi alejamiento de Nidera me permitió trabajar en el diseño de otra aceitera: Terminal 6, en San Lorenzo junto al río Paraná. Entré por mi relación con el Gerente de Ingeniería de Aceitera General Dehesa de Córdoba.
Allí participe del diseño y la corrección de diseños mal ejecutados, como el de todas las bombas centrífugas.Todo terminó y la aceitera no dejó de convertirse en la planta más grande construida en la Republica Argentina para la producción de aceite de soja.

La Cámara Química Y Petroquímica:
Mi relación con el gerente de Petroken me permitió entrar a la Cámara Química y Petroquímica para realizar un estudio sobre las asimetrías de la Industria Petroquímica entre Brasil y Argentina.

Hice un estudio comparativo de todos los factores que incidían sobre la industria, consulté la bibliografía sobre el MERCOSUR y las ordenanzas que regulaban la producción en cada país y el comercio bilateral. Conseguí información de la Cámara Petroquímica brasilera, también recurrí a la Biblioteca Argentino-Brasilera.

El estudio de las asimetrías se termino al año y fue expuesto en la exposición de la Industria Petroquímica, tuvo buena repercusión, pero fue presentado sin mencionar ningún autor.

El INTI:
Cuando había terminado mi relación con la Cámara, me llamó “el Ingeniero” que había sido mi jeje en Maleic y era el presidente del INTI, para que realizara en colaboración con otros ingenieros del Instituto, un estudio sobre derivados del etanol, para una planta de alcohol que construiría YPF en Neuquén.

El trabajo contó con la participación del INTI, terminándose en corto tiempo y con el agrado de YPF y a su vez del INTI. Como mi relación era sólo para este trabajo fui a hablar con el Director del CFI.

Mi Segundo Contrato Con El CFI:
El CFI necesitaba que se investigara la relación que tenían los industriales de las PYMES que recibían créditos mixtos del CFI y el Banco Nación, había demoras en la concesión de los créditos que no estaban bien explicitadas...

La Jubilación:
Cuando terminé los trámites de la jubilación y esta me salió, dejé mi trabajo en el CFI. Sin obligaciones diarias de trabajo inicié un nuevo estilo de vida.

Con el monto inicial de jubilación me compré un auto nuevo Peugeot 206 Diesel, ya no tuve que viajar a Buenos Aires y me dediqué a cursar computación para afirmar mis conocimientos ; empecé a escribir mails a mis amigos e hijos que están lejos: A España, Costa rica, Chile.

Me abrió un panorama que desconocía, también empecé a revisar temas por Internet y lo último que hice fue comenzar a escribir sobre mi vida sin que por ello lo escrito fuera de rigurosidad histórica, sino más bien una fantasía que se cruzaba con lo real en un modo llamativo.

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Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.1958
San Juan-1960-
Santa Fe-1962-1967 Campana-1968-Capital-1974-1976-La Plata-1976-2009


N°9
LA FACULTAD

El galpón- San Juan- Santa Fe-La Colimba-Santa Fe

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1958
Fecha de alta 11-01-2008


El galpón:
El ingreso a la Universidad para estudiar ingeniería química, terminó con Fu manchú, ya que nadie me decía por ese apodo.
Fu manchú había escrito sobre la pared de un galpón de su casa: “Viva Jorge Eduardo; maestro e ingeniero químico”. Era una manera de despedir a Fu manchú para siempre y transformarse en el futuro maestro e ingeniero, cosas que Fu manchú ya había decidido antes de recibirse de maestro.
El galpón servía para hacer catarsis, dejar mensajes de interés sobre sus paredes, (nada más que para Fu manchú); así también había mensajes referidos a su equipo de fútbol y a sus corredores de auto, aunque en este aspecto en esa época había menos información sobre fútbol y automovilismo.
El equipo de fútbol de Fu manchú era River, y su ídolo automovilístico era el Aguilucho (Oscar Gálvez), el aliento se traducía en un “River Campeón” y “Vamos Aguilucho”. La escritura sobre las paredes no era con aerosol, sino con carbón que era el medio de escribir paredes de esa época.
El galpón guardó sus mensajes por unos cuantos años pero no alcanzó a recibir la noticia en 1967, de que su leyenda “Jorge Eduardo: Ingeniero Químico”, se había cumplido. Uno de los tantos temblores desmoronó su techo y algunas paredes y mi papá por seguridad lo hizo voltear; había estado en pie en ese lugar cerca de cincuenta años, lo construyó el nono como primer galpón de la finca Furlani, sería por el año 1920; allí se guardaron las monturas, las maquinas de sulfatar, los tablones que se usaban para carnear chanchos, las cadenas que se usaban en la finca, los aperos de los carritos de sulfatar, la prensa para hacer los libros copiadores de las facturas y los libros en papel Biblia, esa prensa yo la vi usarse finalmente para prensar los jamones, aunque conocí algunos libros de papel Biblia.
El galpón tenía, como la mayoría de las construcciones de esa época, techos de cañas y barro, soportados por palos de álamos. Eran adecuados para fabricar el techo, pero no tenían muchos años de vida y terminaban podridos cayéndose. Ese fue el motivo principal por el que se cayó el techo y el galpón no resistió el sismo que lo tiró.
El galpón era alto y muy fresco, construido de adobes de barro y elegíamos algunos lugares que no estaban ocupados para pasar las siestas calurosas, tirábamos bolsas de arpillera que se usaban con las bolsas de avena, que también se guardaban en el galpón cuando estaban vacías, de ese modo teníamos un lugar fresco y cómodo para jugar o dormir la siesta según tuviésemos ganas. Cuando el galpón fue destruido yo ya no estaba viviendo en casa y cuando vine y no lo vi, me dio mucha pena, era como si un viejo amigo hubiese partido y yo no estuve allí para saludarlo.



La inscripción en la universidad:
Unos años antes de terminar el secundario pensaba estudiar medicina, pero un día fui a un sanatorio a ver un enfermo y sentí un fuerte olor a cloroformo que me descompuso, me dio como nauseas y salí inmediatamente. Allí me di cuenta que mi elección estaba equivocada y que tenía que elegir otra carrera.
Hablé con mi papá a quien le tenía mucha consideración por sus conocimientos y me conocía mejor que nadie, él a pesar que desde los dieciocho años estaba en la finca trabajando con su papa, era una persona muy informada y con una cultura general muy elevada.
Él me aconsejó que estudiara Ingeniería Química, una carrera que no hacía muchos años existía y por entonces se dictaba en San Juan, él estaba siempre informado, no parecía un campesino que se ganaba la vida cultivando viñas y frutales de lo que sabía una enormidad.
Hice mis averiguaciones y completé todos los papeles que tenía que presentar, me fui a San Juan sin conocer nada ni a nadie, me presenté en la sección alumnos y me dieron un comprobante de la inscripción. Fue mi primer contacto con la Universidad, había ido solo y no tenía en ese momento ningún amigo, aunque después me encontré con dos compañeros de la Escuela Normal.
Los primeros tiempos había alquilado una pensión, la pensión Oller, que era un hotel para pasajeros. En realidad era una hostería que fue construida con los fondos de reconstrucción que dio por el terremoto el gobierno de Perón. Me salía bastante caro por mes y se lo comenté al Turco y al Barullo; Si bien el lugar tenía grandes comodidades: café con leche en la mañana con medialunas, sabanas limpias, cama hecha y pieza barrida.
Decidí cambiarme a la vieja casona que alquilaban el Turco y el Barullo, era una casa abandonada que los estudiantes más pobres alquilaban, nunca le hacían mantenimiento y era un lugar realmente desagradable. También estaban con ellos otros tres estudiantes, unos del liceo de Mendoza General Espejo, eran dos tipos mal educados y vagos, que dormían hasta tarde y rara vez iban a todas las cursadas que tenían.
Entre sus malas costumbres estaba traer mujeres feas y viejas cuando estábamos estudiando y molestarnos para que fuéramos con ellas, eran tan despreciables, que no podíamos comprender cómo tenían estomago para intimar con ellas.
El otro era un tipo muy singular a veces estudiaba y fue pasando a garrotazos, pero con el tiempo fue el director de las refinerías de YPF de Mendoza y de La Plata.
Un día lo fui a visitar por un problema de materias primas y se acordaba de los pocos días que vivimos juntos en San Juan. Yo era el gerente de la empresa Maleic que usaba materia prima de PGM y habían pasado treinta años o más de la última vez que nos vimos.
Finalmente nos hartamos de estos tipos y nos fuimos los cuatro: El Turco y el Barullo y mi compañero de cuarto: Florindo; conseguimos unas pensión para estudiantes que era barata y decente, la atendía una señora y un ayudante, nos hacían la pieza y limpiaban y nos daban de comer.
Con el tiempo conseguimos una casa de familia, que tenía dos dormitorios nuevos, en una casa nueva, con un gran fondo con frutales, donde aprovechábamos para estudiar a la sombra de los árboles y evitar el calor sanjuanino; los días que corría el caluroso viento Zonda o los soleados días de mucho calor.



Mi compañero de pieza:
Florindo, era un italiano que vivió, hasta venir a estudiar a San Juan, en Villa Regina, en el Alto Valle de Río Negro, estudiaba Ingeniería en Minas, su método era muy practico leía un poco antes de cada examen y el resto del tiempo leía libros de pistoleros, que eran el entretenimiento típico de esa época; ya que no había televisión ni computadoras, como elementos de distracción , y sólo se podía ir al cine o los bailes los fines de semana, en casas de familias donde nos invitaban las chicas amigas.
Su horario de lectura era la noche y cuando yo me acostaba él se ponía a leer con la luz encendida en el medio de la pieza, arriba, ya que no tenía luz en la mesa de luz. Yo le hacía el aguante pero Florindo era insoportable, permanecía con la luz encendida arriba de la cabeza, hasta la seis de la mañana, cuando conciliaba el sueño y apagaba la luz.
Con el tiempo me acostumbré a los hábitos de Florindo, y no me importó más que no apagara la luz y aun ahora puedo dormir con luz prendida en el cuarto o con la televisión encendida, cuando me duermo nada me molesta ni soy fan del silencio.
Yo me fui de San Juan a Santa Fe y Florindo terminó su carrera en San Juan, se recibió, y fue a trabajar a una mina en Rió Negro.

La muerte de Florindo:
El preparaba las explosiones para extraer el mineral, cuando un día se equivocó en la carga y voló con todo, encontrando la muerte de un minero que se leyó todas las novelas de pistoleros que se habían escrito en castellano, hasta esa época.

Doña Rosa:
Como en la casa de familia no nos daban de comer, el primer año y hasta rendir dos materias, íbamos al comedor de doña Rosa, que era un lugar que daba comida muy barata a los estudiantes y a donde iban los que todavía no tenían acceso al comedor universitario; pues había que tener dos materias aprobadas para comer allí, en forma gratuita, subvencionado por el estado. Esto lo implementó Perón pero lo sacaron los gobiernos militares que querían estudiantes de élite y eliminar los pobres. El comedor universitario permitió que muchos estudiantes de bajos recursos económicos pudieran recibirse.

La partida del Turco y del Barullo:
El Turco y el Barullo aprobaron los dos años que se hacían en San Juan y se fueron a terminar en Mendoza su carrera de Ingeniería Petróleo, allí se recibieron haciendo cada uno una brillante carrera. El Turco se dedicó más a ganar dinero y el Barullo a la investigación.
Desde que nos separamos los he visto en muy pocas ocasiones, aunque ahora con el Barullo nos mandamos algún mail.

La bicicleta:
En San Juan el medio de transporte que teníamos los estudiantes era la bicicleta, no había otra posibilidad de viajar desde las afueras de San Juan hasta el parque donde estaba el comedor y la facultad. El recorrido desde la casa hasta el comedor lo hacíamos con los ojos cerrados.
Tan así era de cierto que un día estaba el campeón mundial de resistencia en bicicleta; el que más horas había permanecido sin bajarse de la bicicleta, batiendo su propio record en los circuitos internos del parque, cuando yo distraídamente pasaba para el comedor y sin saber que estaba el campeón mundial, cuando apareció de golpe y yo sin verlo lo llevé por delante, dejándolo tirado en el suelo; subí a mi bicicleta y escapé a toda velocidad, ya que aparecieron personas preguntando por quien lo había golpeado. Al otro día salió en el diario que un campeón debió abandonar su record de permanencia porque lo había chocado y tirado una persona que había desaparecido del lugar.

La facultad:
La facultad era mi única ocupación, me pasaba el día en clases o estudiando en algún aula vacía solo o con otros compañeros. Todas las clases las daban excelentes profesores, se destacaban la profesora de algebra y el profesor de análisis matemático I.La profesora era hija de un destacado profesor italiano que daba física y manejaba el Instituto de Sismología de San Juan, el primero de América Latina; ella era muy gentil y cuando fui a rendir el examen final de la materia Algebra, me preguntó si quería demostrar una propiedad de las elipses: Le contesté que no, como si pudiera hacer la elección por si o por no. Me dijo: ¡No, no, tiene que demostrar la propiedad! Lo hice bien y me aprobó con un diez.
Un clásico de la facultad eran los parciales, las practicas de análisis matemático de “derivadas”. El jefe de trabajos prácticos tomaba estos exámenes y la prueba era escrita sobre un pizarrón que tenía todo el ancho del aula. El tiempo que duraba un examen podía variar desde unos pocos minutos si te daba un ejercicio y no lo resolvías, hasta seis horas continuas resolviendo diferentes tipos de derivadas.
Siempre te encontraba una falla y te hacía volver por segunda vez, esto no significaba que él te tuviera menos consideración, o que pensara que no sabías, pero siempre te tenía que encontrar una falla que demostraba que él era el que más sabía; entré a rendir a las ocho de la tarde de un día sábado, él había estado tomando exámenes desde las dos de la tarde, me dio diferentes ejercicios con enormes grados de dificultad. Los resolví todos, y cuando eran las dos de la mañana me dio un ejercicio muy simple y me dijo:
“¡Queda aprobado!”.

Yo salí en mi bicicleta el día domingo, por las calles desiertas festejando y sin poder contarle a nadie, ya que ni en la facultad ni en la calle había ningún amigo para contarle.
Un examen que recuerdo con bronca y satisfacción a la vez fue el primero de inorgánica y química general. Me presenté a rendir en el primer turno de diciembre. El examen lo tomaban dos profesores: el de inorgánica, el ruso Sitrinovich y el de química general, el ingeniero Toro.
Rendí primero con el ingeniero Toro, la parte que a él más le gustaba tomar, di un brillante examen y luego me tomó el ruso, me hizo una sola pregunta y me bochó: derivados del acido sulfúrico caliente, no recuerdo pero era un número extenso y yo puse cuatro ó cinco.
Me presenté por segunda vez en marzo, cuando Toro me vio me preguntó: …“¿Qué hace usted aquí?”. Le conté qué me pasó el examen anterior. Él tomó mi libreta y como era el presidente de mesa la firmó y me puso un diez, sin tomarme de nuevo examen. Cuando salí estaba contento pero indignado, no obstante difundí la situación haciéndole toda la fama de hijo de p… que el ruso se merecía.

El comedor universitario:
Cuando aprobé dos materias, pasé al comedor Universitario. Era un hotel de lujo que albergaba a los estudiantes de los últimos años y les daba comida gratis a los que tenían dos o más materias rendidas. El hotel tenía cinco pisos y unas cien habitaciones, allí vivían estudiantes de 3º a 5º año, por esa razón se hacía una lista de méritos por cantidad de materias aprobadas. Cuando se recibía alguno de los habitantes, debía dejar su lugar a otro en el plazo de un mes.
El hotel era de un gran lujo y fue construido inicialmente como hotel de turismo, pero en esa época peronista los centros de estudiantes tenían mucha participación en la juventud y consiguieron que se habilitara como hotel y residencia estudiantil.
Los militares cuando voltearon a Perón, decían que era un nido de guerrilleros y lo cerraron para todo uso estudiantil: Hotel y comedor.

La casa de Desamparados:
Estaba en Los Desamparados, sobre la calle Sarmiento, un barrio de los alrededores de San Juan, cerca de la calle principal que recorría todo el centro y las afueras hasta llegar a una zona de diques, pasando por bodegas importantes de la provincia y por las casas de familias muy reconocidas de la ciudad.

Vecina a mi casa vivía una chica que cuando yo llegué tenía quince años y yo dieciséis. Nos hicimos amigos y comenzamos a vernos seguido. Yo tenía una novia mendocina, pero los años y la distancia nos separaron y terminé de novio con Cecilia.
Cecilia fue mi primera novia de estudiante universitario, me hice muy amigo del papá, un excelente tipo que congeniaba muy bien conmigo. Fueron varias veces a Mendoza a mi casa de Los Campamentos. Me consiguió una beca del senado de San Juan y por varios años, me ayudó a costear mis estudios.

El estudiante, casos y cosas:
Debo dar un salto para atrás y volver a San Juan a mi vida de estudiante, para contar algunas de las cosas más simpáticas o diferentes de la vida de un estudiante. Estas cosas sucedieron cuando vivía en Desamparados (un barrio). Vivíamos en una casa de familia, con el Turco, Barullo, y Florindo. Llegó la fecha del viernes santo y el Turco con unos amigos re-vagos, decidieron salir a robar gallinas para comerlas en puchero el viernes santo. Salieron a eso de la una de la mañana y fueron hasta un gallinero que tenían marcado, cerca de la casa de uno de los amigos, que iba con el Turco, a robar gallinas.

Cuando llegaron al lugar se fijaron que no hubiera perros, porque podrían echar todo a perder, al principio tomaron unas gallinas y las metieron dentro de las bolsas de arpillera que llevaban; sin darse cuenta enfocaron una gallina que era más grande que las otras y trataron de agarrarla, pero esta gallina no se sometió y empezó a cacarear, era el gallo, el que no se dejó meter en la bolsa y debieron salir escapando porque se vieron luces dentro de la casa.
Llegaron corriendo a nuestra casa, se fueron para la quinta y allí en un tacho cortado por la mitad calentaron agua y pelaron cuatro gallinas que habían traído.

Las gallinas quedaron colgadas en un árbol, bien altas hasta la mañana siguiente, al otro día las cortaron en presas y las cocinaron en una gran olla que le prestó la señora de la casa, pusieron verduras a cocinar junto con las gallinas, condimentos: sal, pimienta, pimentón y no sé que más. También le habían puesto pedazos de tocino de cerdo, panceta y chorizos colorados.
El puchero fue casi un invento porque realmente nadie sabía mucho de cocinar, pero salió muy rico y entre los seis de la casa y los dos que vinieron, nos comimos cuatro gallinas sin dejar verduras, ni chorizos, ni pancetas, sólo quedó una sopa y a la noche con alguna sobra la comimos. El invento de comer las gallinas fue porque discutíamos que no se podía comer carne en viernes santo.

Los carnavales:
Unas fiestas que se festejan muy intensamente en San Juan, son los Carnavales. Como la mayoría de los días corre agua por las acequias, no había necesidad de ir muy lejos a buscar agua.
Las chicas juegan a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa. Se juntaban dos hermanas del barrio pasando la avenida principal, dos amigas de la bodega vecina, Cecilia con su hermana, las primas de Cecilia y unas chicas que venían de no sé donde que eran amigas de las chicas, unas diez en total.

Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, con el que luego me fui a Santa Fe, los amigos del Turco, que eran dos, y otros dos de otras casas de estudiantes, nueve en total .
Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de dieciocho, y salía a flor de piel la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas. Pipo les tiraba tan fuerte el agua, con el balde, que por poco las desnudaba.
Jugábamos hasta bien entrada la tarde y luego nos íbamos todos a cambiar. Esto lo hacíamos todos los días de carnaval, por supuesto que esos días en San Juan no había clase.
Las chicas tenían una técnica propia, salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.
En las noches nos íbamos en grupo a los clubes, nosotros llevábamos a nuestro grupo y las cuidábamos en el baile; en esa época no había trifulcas ni problemas en los bailes como las hay hoy; los padres las dejaban salir a bailar con nosotros sin problemas. Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados a pesar de que fui a varios.

El baño:
Una anécdota de algo que me sucedió en la casa de los amigos del Turco, fue muy graciosa. Yo estaba bañándome en la casa del mellizo Randich, uno de los que casaba gallinas, porque no había agua en casa desde hacía una semana. Estaba lo más bien bajo la ducha, cantando, contento, cuando en eso entra al baño una rubia linda totalmente desnuda, me dice: “¡Hola! ¿Cómo te va? –Bien. Qué haces.
¡Me vengo a bañar! ¿Me haces un lugar? –Bueno.
Y allí terminamos bañándonos; sin saber quién era cada uno.



El estudio bajo los árboles:
En el fondo de la casa estudiábamos por dos razones fundamentales. Primero: el dormitorio era chico y no cabían mesas para estudiar, y segundo: el fondo era fresco, corría aire y había olor a flores en primavera.

Los viajes a Mendoza-( El CFI-IPAKO)
Algunos meses aprovechábamos los feriados para viajar a Mendoza, esto lo hacíamos dos o tres veces al año. Viajábamos coincidentemente muchos alumnos que vivíamos en San Martín, Rivadavia y Junín. Todos veníamos cantando y embromando en el tren, pero había uno que se destacaba por sus bromas y ganas de joder a todo el mundo, ese era El loco, ((Fue Director del CFI. Yo entré a trabajar allí por él, pero después del golpe militar del 76 me fui a Ipako. Llegué a La Plata en pleno proceso de la dictadura militar, el 2 de abril de 1976. Me vine solo a un hotel, sin la familia, en ese entonces habían nacido Pablo, Mariela y Diego. No me di cuenta de lo que pasaba pero La Plata era un hervidero, con muertos por los caminos cercanos y en el parque)).

Los viajes al Zonda:
También salíamos de raid en bicicleta por los alrededores de San Juan, uno de los lugares preferidos era el valle del Zonda; allí se encontraba el Jardín de los Poetas, que tiene bustos de los poetas argentinos y latinoamericanos destacados, también íbamos en bici hasta la piedra donde Sarmiento escapando para Chile escribió: “¡Bárbaros, las ideas no se matan!”
Allí nos sacamos fotos con una maquina de aquellas elementales con rollos de ocho fotos, que eran los más baratos. Lo único que quedó como importante es que todos estamos en un arroyo tomando sol y se nos veían todas las costillas del cuerpo, como si fuéramos refugiados de la India, ya quisiéramos ahora emular aquellos desvalidos y flacos estudiantes de San Juan, con nuestra panzas que sólo dejan ver gruesos rollos de grasa y que hacen el hazmerreír de los amigos que nos conocen desde muchos años.

El cambio de facultad:
Los años de estudio en San Juan fueron dos, ya que para cursar el tercero había que tener “el bienio propedéutico aprobado” y consistía en tener todas las materias cursadas y aprobadas antes de comenzar las clases del tercer. año.
Yo rendí y aprobé todas, menos geometría analítica y descriptiva. La había cursado y aprobado los prácticos (láminas), por esa razón me permitían rendir la materia una vez comenzadas las clases; pero Chicho Lombardozzi y Koko Montoro, se fueron a Santa Fe y averiguaron las condiciones para cambiar de facultad. Ellos nos contaron a Pipo Arboit y a mí, (que nos quedaba una materia sin rendir), sobre la Facultad de Ingeniería Química de Santa Fe, y dada las facilidades de cambiarnos nos fuimos para Santa Fe, y Chicho y Koko se quedaron en San Juan.
El viaje a Santa Fe lo hicimos con Pipo en su camioneta Dodge, la cargamos con las pocas cosas que teníamos: Una camita, colchón, almohada, ropero, mesitas, silla y ropa.
Cuando quisimos acordar la camioneta contenía nuestras pertenencias, Pipo se había cambiado y vivía conmigo y Florindo; cuando se fueron el Turco y Barullo a Mendoza, al terminar el segundo año.

Queríamos despedirnos de los dueños de casa y de Florindo pero no podíamos, así que nos subimos y sin mirar para atrás, nos fuimos yendo despacito como para acomodar las cargas, pero en realidad era para ver por última vez y hasta quién sabe cuándo, las cosas y las personas que nos despedían. De Cecilia ya me había despedido, igual que de sus padres y tíos.
San Juan quedo en nuestras retinas y a medida que devorábamos kilómetros a alta velocidad, por las rutas que nos llevarían a Santa Fe, con Pipo nos preguntábamos si al llegar encontraríamos al amigo de un amigo que quedó en San Juan.
En el viaje íbamos tan ligero que las mesas que iban arriba de todo se volaron, hicieron un planeo y cayeron atrás de la camioneta como a cien metros, pasando por arriba de un fitito (un Fiat 600), al que si lo llegan agarrar lo destrozan, por la velocidad que llevábamos, las mesas quedaron inservibles y las dejamos; atamos bien la carga y seguimos a Santa Fe.

La llegada a Santa Fe:
Llegamos a Santa Fe después de doce agotadoras horas de viaje, por muy malos caminos, algo típico de esa época; no había caminos concesionados ni se les hacía mantenimiento, los pozos estaban a la orden del día y consistían peligros verdaderos para andar a alta velocidad.
Cuando llegamos era el atardecer del final del verano, fuimos a la dirección que buscábamos en calle Marcial Candiotti, pero allí no encontramos a la persona que llevábamos como referencia, el Formica más grande, que de él se trataba, había tenido un accidente en moto, poco tiempo atrás que lo mantendría por seis meses, alejado de Santa Fe, ya que él vivía en Córdoba.
Los muchachos, de la casa que alquilaban donde había vivido Formica, nos hicieron los contactos con el dueño, un italiano insoportable y nos alquiló una pieza a Pipo y a mí. Con Pipo veníamos de vivir en una casa con unas personas delicadas y atentas a nuestras necesidades, así que fuimos los primeros en disparar la disconformidad por el trato de la pensión.
La casita
Esto nos llevó a irnos de la casa al poco tiempo; en la casa vivía un chico de dieciséis años que cursaba el secundario, sus padres tenían una casa en Santa Fe, pero no querían que viviera solo por seguridad; cuando le propusimos alquilar su casa, el padre nos dejó utilizarla sin cobrarnos nada con tal que acompañáramos al hijo.
Los primeros días se dio una situación muy singular, la casa no tenía la luz conectada, a pesar de haberla pedido con anticipación y al llegar la noche salíamos a la calle y nos poníamos debajo del foco, que iluminaba la esquina, con nuestras pequeñas mesitas de estudio.
El barrio era un barrio por el cual no circulaban muchos extraños, sólo la gente del lugar y que en su mayoría no tenían autos, así que podíamos estudiar hasta las doce de la noche sin ninguna molestia y aprovechando el fresco que venía de la laguna Setúbal que estaba a pocas cuadras.
La vida en esa casa fue linda, la casita era chica pero nueva, no teníamos gastos de vivienda y eso nos simplificó el costo y mejoró nuestra economía.
Yo al año siguiente me tuve que ir a Mendoza a hacer el servicio militar en Uspallata.
La vida en la casita transcurría entre nuestras obligaciones y algunos juegos que incluían ir a bañarnos a la laguna. Una noche tuve un sueño muy particular y que al despertar le contaba a los que habían sido actores del mismo.

Mira le decía a Pipo, vos eras el actor principal de la película y eras un pistolero y forajido de reconocida maldad que venía a visitarnos aquí a la casa, en eso estabas cuando aparece Iván en la película preguntándole al pistolero: ¿Y usted quién es? Y éste le responde ¿No me conoces? Y acto seguido le dio una trompada dejándolo tirado en el suelo. Yo mientras soñaba me reía con gran intensidad, al ver a Iván caído en el sueño, los muchachos me despertaron y allí Iván volvió a caer por efecto del cuento que realicé, las risas fueron de todos los que escucharon este disparatado sueño. En la casita vivíamos Pipo, Iván, Luis, el dueño de casa y yo.

Los prácticos y las equivalencias:
Ese año que llegué a Santa Fe, el primer trimestre cursé una materia nueva: Estática y resistencia de materiales y además completé todos los prácticos de las once materias que me habían reconocido; una más en número que las que había rendido en San Juan: Inorgánica y química general. (Era una y me dieron dos.) Terminó el año y me fui a la colimba.

La colimba:
Los primeros meses de entrenamiento fueron duros, teníamos como autoridades: Un capitán, un teniente primero, un subteniente y un sargento.
Los que nos daban instrucción eran siempre el sargento y alguna vez el subteniente; los otros dos no se rebajaban a estar con la tropa y cuando venían al cuartel estaban encerrados en su escritorio, el resto del tiempo lo pasaban con sus amigos en el casino del regimiento. Los primeros meses de instrucción, a decir del Sargento que la daba, nos pondrían en línea y nos harían resistir esfuerzos, como debe hacerlo un buen soldado. EL Sargento tenía cara de indio aimará, cara redonda y ojos aceitunados; verdaderamente nadie sabía su origen étnico y el tampoco lo decía.Los primeros quince días, corríamos y hacíamos ejercicios en el campo de entrenamiento, adentro del regimiento. Cuando consideró que podíamos aguantar un ejercicio más prolongado, nos sacó a correr primero diez kilómetros, y día a día lo fue extendiendo hasta que a los dos mese corríamos sin parar veinticinco kilómetros.Hasta llegar a esa capacidad de correr varios quedaron por el camino, descompuestos y que se debieron volver en algun caso en ambulancia.
La colimba fue una experiencia nueva, si bien yo estaba acostumbrado a comer mal y fuera de casa, la colimba batió todos los record de mala calidad y fea comida.

En particular yo, me ensañé con el tipo que vendía las empanadas y la carne, éste tenía que vender empanadas de carne y traía unas empanadas que no tenían nada de carne y sólo un poco de cebolla. Yo y mis compañeros del regimiento, éramos Aspirantes a Oficiales de Reserva con el grado de Subteniente de Reserva; teníamos que hacer las guardias de Oficiales de Guardia, controlando todo lo que entraba y salía del cuartel. La calidad de las empanadas era lamentable: Pura cebolla.

Cansado que el proveedor nos tomara de idiotas, le hice controlar una docena de empanadas y le rechacé el envío de quinientas empanadas que debía proveer, porque no cumplía el requisito escrito de la calidad y composición de las empanadas.

El tipo me amenazó con que me iba a tirar la camioneta encima cuando saliera de franco, dejé asentada la amenaza en el libro de guardia y el jefe del regimiento no tuvo más remedio que sacarlo como proveedor. Además proveía la carne que era otro mal negocio para el regimiento por la mala calidad. El personaje este había engañado por años al regimiento y se le terminó el mejor negocio que había en Uspallata.

Ni hablar que a partir de entonces tuvimos una mejora sustancial en la comida y todos mis amigos me felicitaron por haber logrado lo que en muchos años era sólo una queja no oída. Eso sí, desde entonces me cuidaba cuando salía de franco que no me fuera a pisar con la camioneta.

Si bien éramos aspirantes a oficiales, recién recibíamos el grado de dragoniante después de jurar la bandera, por ese motivo los dos primeros meses la pasamos muy mal. Cuando volvimos del primer franco al mes de estar incorporados, nos recibió un Subteniente pendejo, de muy mala leche, nos dio un baile mal intencionado, nos hacía correr y salto de rana en el medio de un pantano, donde caíamos en el barro y manchábamos el uniforme que habíamos lavado en la casa con mucho esmero.

Todos intentábamos tirarnos sobre los pastos para evitar el barro pero un compañero se tiraba donde la daban la orden y quedó negro por el barro de la charca, esto se le vino en contra al Subteniente, ya que se enteró el Teniente Primero y le dio días de castigo. Cuando ya se comentaba la fecha que saldríamos de baja, sucedió algo calamitoso para un grupo de Subtenientes de Reserva.
Era un día al mediodía después del almuerzo, cuando estábamos en la cuadra para pasar la siesta, en eso se escuchó una fuerte explosión y cuentan los que pudieron verla que había salido un intenso humo y polvo hacia arriba por el techo de paja donde estaba el depósito de pólvora.

Adentro de ese depósito de pólvora había cuatro Soldados y dos Subtenientes de Reserva comiendo un asado, cuando uno de ellos tiró una colilla de cigarrillo que cayo justo adentro de un tambor de pólvora negra que estaba allí abierto.

La suerte fue doble e inmensa para los que estaban adentro, primero el tambor redondo direccionó la explosión hacia arriba y segundo el techo era de paja y voló con facilidad, sin que la habitación se presionara, no ocasionándole daños a los que allí estaban.

La explosión no fue tan grave como las penas que en cadena se desataron para muchos de nosotros. A los que comían el asado les dieron un castigo que perdieron la fecha para salir de baja. Yo estaba leyendo el libro de Dumas: Los Tres Mosqueteros y no me había enterado del terrible revoltijo que había, en eso me vieron apoyado sobre un ropero leyendo lo más tranquilo; también me dieron un castigo, mandándome al último lugar de mérito para salir de baja y además me dieron un carro tirado por mulas malas y mañeras para recoger la basura del regimiento.

Yo creía que mi baja se esfumaba pero a los pocos días otro Subteniente cometió una falta, lo cual lo puso en el lugar mío y yo subí un lugar, que me permitió salir en la primera baja, en la última posición.

Antes de salir de baja teníamos los últimos francos, en uno de ellos salimos con un grupo de amigos de mi primo Jhonny a bailar en un boliche que estaba de moda, había que ser mayor de dieciocho años para que te dejaran entrar; una de las chicas que iba con el grupo me dijo: “A vos no te van a dejar entrar porque sos menor”, ella creía que yo era más chico, cuando en realidad tenía veinte años; la edad a la que se hacía el servicio militar. -Te juego una apuesta: Si entro salís conmigo la próxima vez que salgo de franco -le dije-. Aceptó la apuesta y la perdió y el próximo franco la pasé a buscar por su casa para ir al boliche más oscuro de todo Mendoza, donde pasé uno de los francos más divertidos en todo un año.

La suerte de esta piba fue muy mala, ya que un día viniendo de la bodega que tenían en Tupungato, los padres se accidentaron y murieron. Ella quedó con veinte años a cargo de la administración de la finca y la bodega; cinco años después la encontré vendiendo unos bonos para Caritas, yo venía de Santa Fe, apenas si la reconocí, estaba muy linda y supe por ella que había superado su infortunio.

La instrucción en el ejército era muy exigente, pero recuerdo con alegría cuando nos enseñaron a esquiar en Las Cuevas, fuimos en pleno invierno y la nieve alcanzaba mas de un metro, tapando las piedras y las tumbas que habían donde esquiábamos.
Las tumbas estaban marcadas por cruces de maderas que apenas sobresalían, el viejo cementerio era un excelente lugar para esquiar. Estuvimos una semana y al final nos deslizábamos sin caernos.

Cuando hacíamos el servició militar, se produjo el golpe contra el gobierno de Frondizi; me mandaron junto con otros soldados a cuidar el camino de acceso al regimiento. Por primera vez desde que estábamos haciendo la colimba nos dieron pertrechos militares en serio: fusiles FAL, FAP, granadas de manos.
Estuvimos en una curva del camino escondidos en la montaña, había un pequeño grupo de avanzada que estaba más adelante desde donde se podía ver unos cuantos metros antes que alguien llegara a la curva. La espera no rindió ningún resultado positivo, nadie vino por la montaña a tomar el regimiento y la fantasía de armar un tiroteo contra los invasores pronto desapareció y volvimos con la amargura de no poder participar en un encuentro armado, supuestamente contra insurgentes del regimiento vecino, el 16 de artillería.
El golpe desalojó a Frondizi del poder y a los pocos días el ritmo del regimiento siguió siendo el mismo, ya que los militares tomaron el poder sin ninguna división interna.
La vida en el regimiento, a medida que se acercaba el día de baja, se soportaba menos y todo nos caía mal, ya no nos bailaban, pero igual tenían actitudes feas por las cuales los recordaré.

El regreso a Santa Fe:
Terminado el servicio militar regresé a estudiar a Santa Fe.Tenía veintiún años recién cumplidos me recibí un 30 de octubre antes de cumplir losveintiseis.

Jorge Eduardo.
Campamentos – Rivadavia – Mendoza.-1958
San Juan –Santa Fe-Uspallata-1960-1962
La Plata-2009

N°10
EL PROYECTO INDEMISU


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Pasó un año hasta que terminé el proyecto: INDEMISU (Industrialización De Minerales Sulfurosos). Ese año sabía que era el último con Estela de estudiantes. Sólo me quedó el proyecto. Los convencí al Flaco y a Villarroel: El Chango, de hacer un proyecto en conjunto, algo que nunca se había hecho, así fue que encaramos un proyecto interdisciplinario.

Yo primero tomaba la mina y explotaba los minerales hasta obtener concentrados de sulfuro de plomo y de sulfuro de zinc, con restos de plata en el zinc y el plomo. El Flaco tomaba el sulfuro de zinc y la plata y hacía zinc electrolítico y plata. El Chango tomaba el sulfuro de plomo y la plata y hacía plomo refinado y plata refinada. El gordo Degrande tomaba los gases de la planta de sulfuro de zinc y hacía ácido sulfúrico.

Para realizar el proyecto de industrialización de minerales sulfurosos, tomé de modelo el complejo industrial más grande de la Republica Argentina, el complejo minero El Aguilar de Jujuy, allí se explotaban estos minerales tal cual era el proyecto propuesto por mí.

Con la colaboración del Chango que había trabajado en El Aguilar, conseguí una visita a la mina y al laboratorio industrial de concentración de plomo y zinc. El Chango estaba muy relacionado y también conseguí el apoyo del Secretario de Minería de Jujuy. (El Secretario tenía una hija que era una monada).

Cuando llegué a Tres Cruces cerca de la frontera con Bolivia, me esperaba una camioneta para llevarme los kilómetros. que la separaban del complejo minero.
Llegué muy al atardecer y ese día lo usamos para reconocer mis aposentos, que eran lujosos, para ser que pertenecían a una mina en el medio de los cerros. Como toda empresa norteamericana que se precie, tenía unos cuartos para huéspedes con un lujo oriental, pisos de alfombra mullida, heladera con diferentes bebidas y comidas: gaseosas, whiskys, chocolate, almendras. Y todo al servicio del huésped, ya que era una invitación.

La persona que me recibió fue el encargado del laboratorio, que así se llamaba a la planta que procesaba los minerales por flotación diferencial; era sin lugar a dudas el miembro del Staff que más conocía la mineralogía y la química asociada a los productos de la molienda; para obtener el mejor rendimiento en minerales durante el proceso de flotación diferencial. y la menor cantidad de ganga, que luego se tiraba al dique de colas.

La mina era un dechado de buen diseño y buena filosofía empresarial; sus obreros vivían en viviendas nuevas con su familia; tenían escuelas para los niños que hacían toda la primaria allí.

El socavón minero tenía galería de ingreso y extracción de minerales, sumamente prolijo; la sala de maquinas brillaba por su limpieza, los equipos eran mantenidos con todo esmero y debían funcionar correctamente, ya de que no ser así podría poner en peligro a los mineros que dependían del aire de los compresores y de la energía eléctrica de los generadores.

Paniggi, quien era el jefe del laboratorio, me llevó por toda la mina y me dio información que utilicé para mi proyecto; las planillas de control, los tamaños de molienda, la composición de las soluciones ácidas y alcalinas. Fuimos a ver cada equipo como trabajaba, y de allí tuve la sensación acabada de cómo iba a ser mi proyecto.

Al mediodía comíamos con los directivos de la planta y con una maestra que era hija de madre indígena boliviana y de padre caucásico alemán. Tenía la piel aceitunada, ojos verdes, era hermosa. (Me quería quedar, pero mi viaje terminaba y a pesar del buen trato todo terminó).

El Aguilar fue una experiencia sin igual, era la primera vez que veía de cerca una explotación de tal magnitud, volví con un bagaje de conocimientos que de otro modo no los hubiera adquirido, Paniggi resultó ser un personaje clave para mi proyecto.

Trabajé un año para completar el proyecto que tuvo una definición muy buena y de gran concepción; los cinco que presentamos los proyectos juntos sacamos diez , una nota que por primera vez se ponía a un grupo tan grande con el beneplácito del profesor de la cátedra de proyecto.

Jorge Eduardo
Mina El Aguilar: Jujuy 1966- Santa Fe: Facultad De Ingeniería Química 1967.






























N°11
EL CABALLO IMAGINARIO
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1978
Fecha de alta 25-04-2008

Cuando nació Pablito siempre quise regalarle un caballo. Desde chiquito le dije que el nono Américo, en Mendoza, le estaba criando un potrillo que se llamaba Tornado. Nunca habíamos visto siquiera una foto, pero en la imaginación; Tornado era negro, manso y se dejaba agarrar. Cuando fuéramos, en el verano a lo del nono Américo nos encontraríamos con Tornado.
Pablito siempre me preguntaba cuando iríamos a Mendoza, y yo le contestaba que en el verano. Hasta que un día, sin más ni más, estábamos camino a Mendoza; la ansiedad de Pablito por llegar y encontrarse con Tornado, era mucha y lo mantuvo inquieto todo el viaje, durante las catorce horas que nos llevó llegar a Campamentos a la casa del nono Américo.
El nono Américo tenía una plantación de viñedos de veinte hectáreas, y allí podía soltar a Tornado para que comiera y sería difícil verlo cuando se encontraba entre las viñas. Lo fuimos a buscar y no lo encontramos y por más que recorrimos las viñas Tornado no se encontraba. Tornado no existió nunca y el jueguito de chiquito que le habíamos hecho a Pablito se convirtió, en la más cruel de las mentiras, con el afán de hacerle creer que tenía un caballo en Mendoza inventamos a Tornado: “El Caballo Imaginario”, total Pablito estaba en Buenos Aires.
Pero todo día que debe llegar, llega; y el día de descubrir nuestra mentira, llegó. Para Pablito fue imperdonable, y habiendo querido ocasionarle una alegría, le originamos la mayor de las tristezas. Así fue que Pablo nunca quiso otro caballo, y cuando era más grande: Cinco o seis años, encontré en Campana un potrillo bayo, precioso; parecido al del padre en “Bonaza”, tenía un año (el potrillo) cuando lo vi; estuve negociando con el dueño y decidió vendérmelo. Ese día le compré un bozalito y se lo dejé puesto, al otro día iría a pagarle el potrillo y me lo llevaría a un box cerca de casa.
Cuando fui al día siguiente, el dueño del potrillo me dio la mala noticia que unos muchachotes habían entrado al campo el domingo a la mañana, y se subieron a caballo del potrillo, rompiéndole el espinazo y dejándolo en agonía, situación en la que se encontraba. Yo le dije voy a buscar un veterinario para que lo vea; enseguida que lo examinó me dijo: No tiene salvación y lo más sensato es ponerlo a dormir; con una inyección que llevaba preparada en su maletín. Cuando lo iban a matar mi tristeza era infinita y si no fuera que era un hombre grande hubiese llorado a moco tendido. Sólo me quedó el pequeño bozal, que no lo quise llevar a casa y se lo di al hombre de la tropilla.
Este potrillo era una sorpresa que le iba a dar a Pablo, pero nunca se enteró. Sí se enteró Estela, que me multó, si compraba otro caballo para Pablo y/o Diego que era muy chiquito.

Cuando vinimos a vivir a La Plata, íbamos al parque Pereyra Iraola y allí los chicos Pablo, Mariela, Diego y Yanina aprendieron a andar en los caballos que alquilaban en el parque. Cuando fuimos con los chicos a Córdoba, por primera vez a Carlos Paz, encontramos un caballo pura sangre, tordillo, casi blanco, que era muy bueno para andar y paciente con los chicos.
Habíamos alquilado una casa muy grande, de dos pisos, que la ocupábamos con mi amigo Alfredo y su familia, en el fondo tenía un parque con pocos árboles y mucho pasto; por el fondo pasaba un arroyito que siempre llevaba un hilo de agua y desaguaba en el Lago San Roque. Era el lugar ideal para tener caballos y allí llevamos por un mes cinco caballos, uno para cada uno; Yanina era la más chiquita pero estaba tan entusiasmada con su “mala cara” que enseguida lo dominó por completo y andaba al galope por el parque de la casa, a la par de sus hermanos que habían aprendido a montar antes en el parque Pereyra, mientras que ella iba en la montura conmigo.
Ese verano, todos salieron buenos jinetes, tuvimos un mes la “tropilla” y salíamos por los cerros alrededor de casa, íbamos hasta el lago y galopábamos por pequeños caminos de tierra.
Al año siguiente compraríamos el tordillo, pero no pudo ser porque lo balearon los policías, recién al otro año compramos a Intruso y fue el primer caballo propio de los chicos. El caballo Imaginario aun persistía en el recuerdo de Pablo.

Jorge Eduardo
Carlos Paz-1978- Madariaga1980
La Plata, 2008
2009-09-25




































N°12
EL FANTASMA DEL PARQUE LEZAMA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2005
Fecha de alta 24-01-2008

Alguien comentó alguna vez que en el cuarto número cinco del conventillo, vivía una monja que había venido de Francia en el año1955. Ahora, hacía muchos años que la monja no vivía más allí; pero tampoco se sabía que alguien hubiese ocupado ese cuarto después que ella desapareció en 1965.

Treinta años después, Pedro venía de trabajar. Él siempre cruzaba el parque caminando a las siete de la tarde, hora que salía de su trabajo. A menudo percibía que algo o alguien estaban cerca de él pero nunca vio nada.
A medida que llegaba el invierno el parque estaba cada día más oscuro. Un día sin darse cuenta cambió de camino y caminaba por la vereda del parque, cuando en un instante vio adelante suyo, que alguien de blanco cruzaba la calle y entraba por un pasillo estrecho donde se perdió de vista, vio que entraba con conocimientos en un oscuro y estrecho pasillo, pero no vio más.
Alcanzó a leer en un desprolijo cartel: Conventillo. Se alquila.
Los días siguientes volvió a hacer el mismo camino y todas las veces se aparecía esa mujer de blanco y entraba por el mismo pasillo.
Un día la mujer se paró y esperó que él la alcanzara; no sin dudar se aproximó a ella, había luz de luna llena y algún foco que mortecinamente iluminaba algo entre los árboles. Hacía mucho frío, él la saludó y no recuerda que le contestó pero entendió por los ademanes que lo invitaba a pasar con ella al cuarto del frente, en el pasillo.
Él aceptó. El olor de la habitación era mohoso y húmedo, con ventanas que nunca se abrían para que entrara aire y sol; todo tenía un aire de misterio y aquel ambiente se parecía mucho a una tumba. En la habitación había una escasez de muebles que llamaba la atención: Sólo una cama estrecha de hierro forjado con un cubrecama blanco y un retrato de una monja con su hábito blanco que colgaba de la pared más oscura y sin ventanas.

La mujer que a simple vista era enigmática y hermosa se sacó la túnica y quedó absolutamente sin ropa, su cuerpo era leve e indescriptible, ella le pidió que también se quitara la ropa. Él le puso las manos sobre los senos y sintió que eran dos cubos de hielo; quiso tocarle el sexo y no encontró nada, sólo frío y más frío.
Cuando se dio cuenta que caminaba por el Parque Lezama, estaba vestido y eran las seis de la mañana.

Pasó toda la noche con ella y no recordaba nada de lo que pasó en el cuarto número cinco del conventillo que alquiló la monja que vino de Francia. Seguro que no hubo besos ni hubo sexo. Sólo recordaba el frió inmenso del invierno.
Al día siguiente cambió de camino.

Jorge Eduardo
La Plata-Argentina.2005
2009-09-25


N°-13
ESTELA MARÍA TERESITA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 25-05-2008

Ella es suave, delicada, bonita, amable, inteligente. Muy deseable. La primera vez que la vi no la tuve en cuenta. Era muy pequeña para que yo me fijara en ella. No la miraba siquiera, tampoco sabía quien era. Tenía doce años cuando pasaba por mi puerta

Fue por eso que yo sin saber, por ella un día estaría alerta. Esperando verla en su puerta desde mi puerta. Éramos casi vecinos cuando fue que la descubrí en una fiesta con baile en nuestra juventud. Allí le pedí que me diera un pedazo de torta, pero ella ni siquiera me lo arrimó. Sólo me contestó: ¡te lo puedes servir vos! Ni siquiera me enojé, enseguida le contesté: ¡Quiero que me lo sirvas tú, porque eres muy bonita!
Ella acusó el golpe, la vanidad le ganó. Enseguida, muy amable, un platillo me alcanzó. Fue el comienzo de cuarenta años de relaciones y vínculos que no cedieron. Cuatro hijos que vinieron a darnos felicidad. No fue por casualidad que todavía estamos juntos. Ella es muy inteligente, diplomática y generosa. No ha hecho en muchos años ninguna otra cosa que amarme y cuidarme. Ella se convirtió en el centro de mi universo, cual un astro alrededor del sol yo giro alrededor de ella, buscándola, entre todas las estrellas, por su luz y su fulgor.
Siempre que la busco, a mi lado está ubicada.
Jamás me imaginé que se convirtiera en una luz verdadera.
Que por extraño que sea es la única que me alumbró.
Cuando en tinieblas quedé yo, esperando el momento que en el firmamento otras estrellas brillasen, que de pronto me alumbrasen para seguir por el camino, más lo quiso mi destino, la única estrella fue ella. Me acompaña noche y día, haciendo de mi vida una total armonía. El amo con todo mí ser completo: con el corazón, el alma y el esqueleto.
Nunca dejó de quererme ni cuando muy enfermo estuve, siempre se preocupó de mis remedios y sus horas. Tanto que Joaquín; parodió: Mamá de la abuela hago yo y vos del Abu Jorge.
…Abuela: ¡Te tomaste las pastillas!... ¡Te pusiste las gotas!
…Abu Jorge: ¡ya me tomé todo y me puse todo también.

Joaquín: ¡muy bien y felicitado sus remedios han tomado!

Cuando salímos de vacaciones si de dar un ejemplo se trata. Ella se tira primero al mar, antes de que el barco arrime, del chapuzón no la exime ni el calor, ni el mareo por el continuo movimiento. Yo, solo me la imagino, asustada nadando contra las olas, pero ella gran nadadora enfrenta con temeridad al mar, que en su inmensidad la asemeja a una ola sola que flota, una ola sola que flota y flota y a la orilla llega sola con las olas.

Jorge Eduardo
La Plata – Buenos Aires.:25/05/2008
2009-09-25

N°14
LA CALLE FLORIDA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 02-01-2008

Calle Florida: Así como el callejón del medio era la huella en la arena que permitía el paso de las personas, los caballos, las vacas, los carros, de los vendedores ambulantes, los camiones con uva de las cosechas y de toda cosa con rueda o con patas que quisiera circula por la finca; la calle Florida era la vía análoga que permitía comunicarse con las otras fincas que por cuarenta y cinco kilómetros, se extendían con sus frentes a la calle Florida.

Por la calle Florida venía el colectivo que nos llevaba a la escuela: (en el pueblo, luego ciudad), Bernardino Rivadavia. El viaje duraba media hora y el pueblo estaba a veinte kilómetros. En el trayecto subían muchos chicos que iban a la primaria y algunos mayores que hacían el secundario.
En invierno esperábamos el colectivo al lado de un fuego de hojas, y cuando el chofer no nos veía nos tocaba bocina y esperaba que saliéramos de la casa pero no nos dejaba.
La calle Florida estaba bordeada por enormes árboles que los regaban una acequia por cada lado, en su mayoría eran: álamos, carolinos, siempre-verdes, sauces llorones; hacían una sombra perfecta los días del verano y en invierno perdían casi todos las hojas, dejando pasar el sol que en los días muy fríos ayudaba a calentarse, cuando íbamos a pie o a caballo a lo del tío Octavio, a lo de Ernesto, ó cuando iba a la Escuela de La Verde.
La calle Florida cambió radicalmente cuando la asfaltaron. Los automóviles ya no andaban despacio y se convirtió en peligrosa porque no era muy ancha y estaba rodeada de árboles y de ese peligro guardo dos recuerdos muy tristes: El de mi perro ojito, cuando niño y el de mi amigo Cacho Aguirre, cuando grande.
La muerte de ojito la conté, en un relato separado, y ahora contaré la de Cacho.
El era un amigo muy especial, casi de mi edad, fue un amigo del alma, de esos que no se pierden por nada. Fue el amigo de los paseos a caballo, en sus caballos pura sangre de carrera que él cuidaba para correr cuadreras ó en el hipódromo.
Primero nombraré a los caballos más famosos que tenían cuando yo contaba entre ocho y diez años: Rebusque y Radical, dos caballos muy ligeros en carreras cortas y cuadreras; Yuyumita, una yegua que junto con Rebusque ganaron carreras por muchas provincias.
Rebusque no era puro con papeles por un error en su anotación de nacimiento, pero era un caballo perfecto con toda la clase de un pura sangre. En Mendoza, en el hipódromo, corrió con los mestizos. Nunca perdió una carrera y ya el último año se tuvo que ir a correr cuadreras por Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires.
Ganó en todos lados, carreras muy bravas y por mucho dinero. Largando con partidas (en movimiento) les sacaba tres cuerpos en la largada.
Otro caballo fue Desalmado el padre de mi caballo Negro.
Mi caballo Negro era de sobrepaso, su marcha acompasada era más rápida que el galope y no cansaba. Yo iba a los cerros cruzando el canal Los Andes. Como a veinte kilómetros desde casa y en una hora estaba en el lugar de cacería.
Con Cacho mi amigo hicimos de todo, íbamos a cazar, a pescar, a las cuadreras y cuando se puso el primer gimnasio de box, hacíamos la pelea estelar para que los grandotes se divirtieran; nos bajábamos los pantalones a trompadas, nos rompíamos el alma, pero después de la pelea entre nosotros no había pasado nada, salíamos abrazados: Éramos profesionales.
Con Cacho nos hacíamos la rabona (faltar a clase) a la escuela, para ir a jugar al villar. Cacho fue el gran vago del colegio primario y secundario, pero se recibió de médico muy rápido y muy joven. Una vez recibido se volvió a vivir a sus pagos: La Verde.
Era un médico muy querido, y siendo muy joven se encontró con la muerte, chocó a toda velocidad contra un árbol en la calle Florida en la ruta que va de Rivadavia a Gargantini y a La verde. Un viejo sauce quedó con la cicatriz del choque recordándonos cada vez que pasábamos por el lugar.

Ese es un hito trágico de la calle Florida. Ese fue el día más trágico que se vivió sobre la calle Florida.

Jorge Eduardo, Campamentos, Rivadavia, Mendoza.
La Plata-02/01/2008
2009-09-25































N°15
LA REINA DE LA NIEVE: LA QUINTRALA

Por Jef pacheco
Argentina / 1955
Fecha de alta 07-02-2008

Fue la primera reina de la nieve. Con apenas catorce años, ambos teníamos la misma edad y concurríamos a la misma escuela. Ella siempre caminaba muy rápido, casi corría. Su aspecto era muy llamativo: Cabello largo, negro, ojos negros muy grandes y tez blanca, muy alta, con su cuerpo esbelto pero bien formado, era lo que se dice seria, casi antipática; los muchachos de la escuela le pusieron de sobrenombre "La Quintrala" por un personaje de una película de Hugo Del Carril, estrenada en 1955.
El personaje representaba a Doña Catalina De Los Ríos y Lisperguer, el afiche de promoción de la película tenía una figura femenina que en los rasgos podía semejar a Mirta, que de ella se trata, la reina de la nieve, era una mujer con un látigo en la mano y estaba representada por la actriz Ana María Lynch, de gran belleza.
Mirta despreciaba que la relacionaran con La Quintrala, y aunque no encarnaba ni por asomo la figura de ella, por su apodo sufrió hasta que pudo superarlo. Ella era amiga de una muy amiga mía que nos presentó, y a partir de entonces aunque éramos muy jóvenes nos relacionamos. Nos veíamos todos los días en la escuela, hasta que empecé a visitarla los fines de semana -La pasaba a buscar por su casa y salíamos a caminar por las calles muy cubiertas de árboles -.
Tanto ella como yo no habíamos estado de novios, así que nuestro comportamiento era genuinamente ingenuo, hasta que un día nos dimos el primer beso a la sombra de los árboles una tarde de primavera. Obviamente no la he olvidado, aunque le dijeran La Quintrala, era la personita más dulce y sincera que conocí hasta entonces. Mi relación con ella duró cuarto y quinto año, hasta que me fui a estudiar a otra provincia.
Teníamos quince años cuando yo la dejé sin comprender el daño que le hice. Ella, al terminar el secundario, ingresó pupila a una congregación de monjas; afortunadamente para mí, comprendió que debía realizar otra vida y salió a los dos años de internada, posteriormente se casó y tuvo hijos, para finalmente dedicarse a la literatura. Sé por Susana -la amiga de ambos-, que fue feliz con su familia.

De los muchos besos
Que te di
Ya no los recuerdo
Sólo deseo
Que a mí
Me tengas en el olvido
Fue cuando partí
Y estuve
Lejos de ti
Que te dejé
Haciéndote sufrir,
Sólo anhelo

Que tu amor
Haya partido
Hacia el cielo.

JORGE EDUARDO
RIVADAVIA- MENDOZA













































N °16
EL PRIMER VIAJE LARGO A MENDOZA
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1983
Fecha de alta 31-10-2008

Salimos a las cinco de la mañana, era verano, los chicos tenían pocos años, el mayor tenía once años, la siguiente nueve, el otro varón siete y la nena más chica cinco; iban todos juntos atrás, jugaban y dormían, también jugaban con nosotros a decir el número de la patente de los autos que venían de frente, también de qué color sería el próximo auto que aún no se veía.
Por primera vez hacíamos un viaje tan largo en el BMW 525. No fue todo lo feliz que queríamos, en el camino se nos rompió la bomba de nafta, por suerte el repuesto del Peugeot 505 andaba perfectamente rotando un tornillo (esa bomba duró todos los años que lo tuve).
Después de eso el auto anduvo maravillosamente bien, era increíble la velocidad y no se notaba, pasábamos a todos en la ruta, en ese tiempo ir a 140 kilómetros por hora era una exageración, no había nadie, o casi, que nos pasara. El auto era súper cómodo, tenía amortiguadores nuevos a gas, frenos a disco, tenía una gran seguridad. En una subida, la única importante que hay entre Junín y Villa Mercedes, por la ruta 7, fui a pasar un camión y de frente venía otro que apareció en la subida; como yo me había abierto unos cien metros antes de pasar, a 140 kilómetros por hora me tiré atrás del camión que iba y empecé a frenar, sin hacerlo rayar, el auto frenó de una manera sensacional, pero igual tuve que tirarme al pasto para terminar de pararlo. El BMW525 tenía frenos a disco, con “circuitos independientes”, cada uno con su “cubeta”; la brusca frenada rompió una cubeta delantera, pero gracias a Dios no impidió que las otras tres funcionaran perfectamente y no nos pasara nada

Íbamos a la casa de mi papá en Mendoza, una enorme casa de ladrillo a la vista de cuatrocientos cuarenta metros cuadrados, quedaba en Los Campamentos, un paraje de Rivadavia, donde yo nací y me críe, hasta que me recibí de maestro y luego me fui a estudiar en la universidad en San Juan. La casa tenía un hermoso parque de pinos y estaba rodeada de viñas y frutales con una extensión de finca de trecientas hectáreas. El viaje siguió normal y en Mendoza cambiamos la cubeta rota. Anduvimos por los caminos de montaña, fuimos a San Rafael: al Nihuil, anduvimos por la cordillera en lugares que había nieve, todo lo más bien; realmente estaba encantado con el BMW525.



Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina

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N°17
EL REGRESO A SANTA FE, Y EL FIN CON CECILIA
Por Jorge Eduardo
Argentina /1962- 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Terminado el servicio militar debí regresar a estudiar en Santa Fe, me inscribí en las tres materias por cuatrimestre y empecé a cursar regularmente, los prácticos los había rendido todos al cursar notando la gran diferencia de equipos y métodos con la facultad de San Juan.

Cuando llegué a Santa Fe no tenía muebles, puesto que no los pude guardar durante el año que me fui al servicio militar. Por esta razón busqué una pensión, encontrando en una farmacia, allí me encontré con el Flaco mi amigo de toda la vida.
A partir de entonces, viajé en ómnibus desde Mendoza a Santa Fe; fui por otro camino ya que cuando vinimos con Pipo, lo hicimos por San Francisco, Córdoba. Esta vez lo hice por Rosario. Ese camino no lo conocía y me deslumbré con las fábricas que había en San Lorenzo: Duperial (petroquímica), la refinería de YPF. Sulfacid (fábrica de zinc electrolítico y ácido sulfúrico), la fabrica de cerámicos San Lorenzo, la Fabrica Militar de armas, y muchas otras que con el tiempo desaparecerían.
Ahora en San Lorenzo se han instalado grandes aceiteras, acopiadoras y exportadoras de granos y también la planta de exportación de los minerales de cobre y oro de Bajo de La Alumbrera, que los traen de Catamarca.
Años después quiso el destino que yo, que había pensado que alguna vez ejercería mi profesión en esas industrias, trabajara allí en el diseño de la planta más grande de Argentina, productora de aceite de soja: Terminal 6; antes había trabajado en la Planta más grande construida en la Argentina para aceite de soja y girasol: Nidera, en Junín.
Nidera también tenía una planta en San Lorenzo, desde donde exportaba junto con la de Junín, grandes cantidades de semillas y aceites...El flaco también volvía del servicio militar y estaba con una cantidad de materias cursadas como yo, así que seguimos juntos.

El dueño de la farmacia, nos ubicó en la misma pieza, del segundo piso. Por la ventana de esa pieza se salía a los techos y se podía entrar a un edificio vecino y bajar por la escalera y salir a la calle, la inversa era para entrar al dormitorio, el edificio no cerraba la puerta de la escalera y así teníamos vía libre para salir del encierro del dueño de la farmacia...
Este camino lo usábamos de noche después de las 11:00, cuando él cerraba la puerta de calle.

La casa de Villa de los Desamparados:
Cuando nos cansó, fuimos a la pensión de dos hermanas. Allí nos juntamos con otros amigos: Iván, Pipo, Luís y Roby, y decidimos alquilar una casa independiente. Se llamó Villa Los Desamparados por Pipo y yo que veníamos de San Juan. Desde la casa de Los Desamparados, el nombre del barrio sanjuanino.
El garante del alquiler fue mi papá; el dueño de la casa vivía a la vuelta de la casa de Estela, a quien yo conocería recién cinco años más tarde, cuando ella tenía diecisiete años, y fue en un baile en lo de Silvia Risso. En la época que llegué al barrio, a La Villa de los Desamparados, Estela era una nena que pasaba con su guardapolvo blanco por la puerta de mi casa y sus doce años, vivíamos en la misma calle: 1º de Mayo, a dos cuadras y yo la veía parada en su puerta.

EL MUI:
Los que vivíamos en la casa Pipo, Iván, Luís, junto con otros alumnos de la facultad, y entre ellos un profesor ayudante, otro muchacho muy inteligente que había cursado la Escuela Militar de la Armada y que antes de recibirse se fue a estudiar Ingeniería Química, fundamos un movimiento estudiantil: MUI (Movimiento Universitario Independiente). Propusimos un patrón de conducta, con leyes que estuvieran regidas por la moral.
El dinero que recolectamos en el baile de los estudiantes el 21 de julio de cada año, lo destinamos a la biblioteca para comprar libros. Los principios básicos era que no discriminábamos a nadie por ideología o religión, pero tampoco eran temas que se discutían, si bien lo hacíamos con los de actualidad. No teníamos afinidad ni con los de izquierda del Centro, ni con los de orientación católica (con curas de asesores) del Ateneo; intentábamos dialogar con todos los centros de estudiantes, en las primeras elecciones les ganamos al viejo Centro.
Ese día festejamos, con todos los simpatizantes del MUI. Un momento de gracia ocurrió cuando el inglés le dijo al Tano:
…¿Sabes lo que más me gusta de vos?
…¿Qué?-
…¡La mechita!
Ella era muy bonita y llamaba la atención y más a un borracho que le decía al novio de la fulana, que ella era lo que más le gustaba de él.

La morocha:
Desde la casa de 1º de Mayo, iba con unas amigas que venían a buscarme en auto hasta la laguna Setúbal y allí nos divertíamos jugando en el agua con las chicas que eran tres, por ese motivo lo invité un día al flaco y vino la dueña del 404 a buscarlo. Él sin conocerla decidió no ir porque según él debía estudiar.
La morocha era bellísima. Un día estábamos en el viejo mercado, cuando el flaco me llama para que vea una morocha hermosa; era ella y le dije tantas cosas, que se quedó arrepentido de no haber ido, ya que después del desplante la piba no vino más.

El final con Cecilia/ Los padres:
A medida que yo iba terminado la carrera en Santa Fe, a Cecilia la veía cada vez más distante en tiempo. El último año cuando ya había terminado de cursar y me quedaba rendir solamente el proyecto, viajé a San Juan después de un año que no la veía.
Cuando llegué Cecilia me esperaba en la puerta de su casa, me saludó y sin darme tiempo a decirle nada me dijo: “Jorge quiero que nos dejemos”, no me dio ninguna explicación y era algo pensado y definido por su parte.
Yo tenía conversado con ella que sin algún día no sentíamos más lo mismo uno por el otro, ese sería el último día que estaríamos juntos. Comprendí la situación y le dije: Bueno voy a saludar a tu mamá y me voy.
La mamá no tenía cara de alegría ni de tristeza y me dijo solamente que me apreciaba mucho pero no podía decirle a Cecilia qué hacer con su vida. Cuando me estaba por ir llegó el papá, se enteró en ese momento de lo que pasaba se puso muy triste y se le notaba.
Me volví, la historia con Cecilia terminó, finalicé el proyecto y me recibí de Ingeniero Químico en Santa Fe, le mandé el proyecto por correo al papá quien me agradeció con una conceptuosa carta. El proyecto fue hecho tomando como base una mina de plomo y plata del papá de Cecilia, y como referencia la mina El Aguilar.

Para redondear esta historia daré un salto en el tiempo, y llegaré a cuando muchos años después de recibido (diez) y trabajaba en el CFI (Consejo Federal de Inversiones). Vino un día, sin yo saber que lo haría, a verme, la mamá de Cecilia, preguntó por mi a la secretaria de la oficina. Yo no la reconocí de inmediato hasta que me habló, hacían quince años que no nos veíamos y estábamos ambos muy cambiados. Me dijo que el hermano de Cecilia, a quien yo había encontrado, en la calle le había dado mi dirección y que desde hacía mucho tiempo querían saber de mí, tanto ella como el esposo, que se había quedado en Córdoba, donde vivían desde hacía muchos años. Vino a traer recuerdos de cosas olvidadas, nunca más supe nada de Cecilia y la curiosidad quedó latente para saber que fue de su vida. A los pocos meses vino el papá, lo invité a mi casa y conoció mi familia. Yo tenía dos hijos, se quedó a dormir, después de cenar con nosotros. Al otro día se fue con una gran tristeza como si los hijos míos le significaran algo más que niños desconocidos. Cuando me fui a Santa Fe nos escribíamos seguido y yo pensaba en Cecilia como que iba a ser mi única y definitiva novia, eso me permitió pasar varios años sin involucrarme seriamente con ninguna chica y me ayudó a estudiar.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.
San Juan- 1960
Santa Fe-1966
























N°18
JIMBO 24Z

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 17-03-2008

Fue el primer hijo de Raymond Z que nació en la Argentina, su mamá fue una yegua pura sangre, era el primer hijo y nació en una estancia de Brandsen, de Yayo, allí fue criado con tanta dedicación y esmero que, desde potrillo aprendió a reconocer a su cuidador.

De potrillo estaba a box de noche y a campo de día, esto le permitió desarrollarse como un caballo libre, pero con mucho seguimiento por parte de sus dueños. Respondía a su nombre cuando lo llamaban, y perdió desde chico todas las cosquillas y se convirtió en un caballo muy manso de “abajo”, a medida que creció se mostraba como un magnífico ejemplar, heredando de su padre el magnifico porte de un Hannoveriano, su color o su capa como dicen los españoles era zaino oscuro, con reflejos dorados en algunas partes, tirando mucho a negro.

Un día estando en un concurso de salto en City Bell, me puse a conversar con el “Paisano”, quien vestía siempre con Bridges de montar verdes y botas marrones. Esta era la persona que más sabía de comprar y vender caballos, probablemente en el mundo; para no parecer exagerado, diré que la princesa Ana de Inglaterra que era la Presidente de la Federación Ecuestre Internacional, lo llamaba por teléfono y lo consultaba sobre cualquier tema relacionado con equitación.

Le dije que me quería comprar un caballo alemán, que iría a Alemania y en la Feria Mundial De Deportes Ecuestres de Essen, Alemania realizada en Essen Messengelade, intentaría elegir un gran potrillo de dos años; la feria se realiza cada dos años en los años impares: 01-03-05-07-09- La próxima es en marzo del 2009. En Equitana los visitantes pueden encontrar todo lo que posiblemente podrían desear en relación con caballos, desde caballos y accesorios del jinete, cercas, y establos completos, monturas, hasta equipos de entrenamientos, etc.

En Equitana lo principal son los caballos y mostrarlos, se presentan más de treinta razas a la venta, y se puede elegir el mejor potrillo de la raza o caballo que uno desee. La feria se especializa en vender a compradores internacionales y hacer todo para el envío.

Cuando le conté la idea que tenía, el “Paisano” que era una persona muy sensata me dijo: Mira aquí en la Argentina hay un criador de caballos que tiene un hijo de uno de los mejores caballos de Alemania, el padre es Raymond Z, y yo lo vendí a Méjico en una suma superior a los 100.000 dólares americanos, quiso el destino que Yayo que era el criador pasara en ese momento por donde estábamos con el Paisano y se parara a saludarlo, allí el “PAISA” le contó que Yo quería un caballo Alemán, entonces él me dijo que tenía varios potrillos para vender, incluso el que fue primer premio potrillos de dos años en la Rural.
Quedamos en que el próximo viernes yo iría a verlos en el Club Hípico Monte Grande, adonde los iba a traer desde la Rural.

Lo invité a ir a mi sobrino Fabián que sabe mucho de caballos, llegamos y Yayo ya nos estaba esperando en el club. Me mostró el campeón potrillo de la Rural, un alazán de porte importante y cabeza muy grande pero bonita, lo estuve mirando, era lindo pero no tenía algo que me enloqueciera y así se lo dije a Yayo, él me dijo que tenía el potrillo que salió segundo en la Rural, pero que no lo vendía, ese era el hijo de Raymond Z, lo sacó del box y salió relinchando porque habían yeguas en la pista y las vio u olio, cuándo lo vi, se paró medio estirado con su cuello arqueado, posición típica de él. Ese potrillo me impresionó como nunca antes lo había hecho otro caballo, le dije que ese sí me enloquecía y que si me lo vendía se lo compraba.

Él estaba en la posición de no venderlo porque era el único hijo de Raymond Z, que tenía y el primero que nació en la Argentina, pero yo estaba enloquecido con el caballo y le pregunté a Fabián si pagaría por el potrillo 10.000 dólares americanos. Fabián me dijo que sí, que los valía, entonces le hice una oferta singular a Yayo: Comprarle el 50% del potrillo por 5.000 dólares. Él se quedó sorprendido por la oferta ya que en la Rural le ofrecieron 1.000 dólares. Me dijo “el próximo domingo voy a La Plata al concurso por el Aniversario”.
¡Allí te contesto!

Cuando llegó el domingo, yo estuve temprano y fui a buscarlo, le pregunté qué decidió, entonces me dijo que aceptaba venderme la mitad y que lo tuviéramos a media, pero que el monto del 50% sería 7.500 dólares, ¡está bien pero te lo pago en diez cuotas!... le dije, y sin mediar discusión nos pusimos de acuerdo, para ello haríamos un contrato, de copropiedad y del manejo y gastos de cada uno. Nos pusimos de acuerdo que la doma del potrillo la contrataría Yayo a un domador conocido, la pagaríamos entre los dos, y luego Yayo personalmente le enseñaría a saltar.

Antes de pagar la primera cuota le hice hacer radiografías de todas las patas, las radiografías salieron bien salvo en una mano un pequeño sobrehueso causa de hacerlo saltar en la manga de potrillito de un año y medio, pero estaba bien y no lo afectaría en el futuro. También Yayo quiso que lo viera saltar en la manga, y lo probamos una tarde en la estancia de Brandsen. Ese día lo llevamos a la manga y empezamos a hacerlo saltar desde un metro de alto, para ir subiendo la altura de los palos hasta llegar a un metro y medio, era increíble cómo los pasaba volando, sin tocar. Tenía alas, sí me gustaba, con eso terminé de enloquecerme por ese caballo Jimbo24z.

El día que lo probábamos en la manga que estaba construida con tablas colocadas horizontalmente, dejando un espacio entre tablas de tres centímetros, vino el peón que lo cuidaba desde que era chiquito y puso los ojos entre el espacio libre de las tablas. Cuando en eso pasó Jimbo24z y vio parte de su cara y sus ojos, iba a toda velocidad para saltar el palo y se paró en seco cuando adivinó que estaba su cuidador, dio la vuelta y se paró a oler su cara contra las maderas, desde ese entonces me di cuenta que no sólo era hermoso sino que era cariñoso.

Hicimos el contrato, y pagué la primera cuota convenida, ya era dueño de la mitad de Jimbo24z, de acuerdo a las obligaciones yo pagaba la mantención en el club de Monte Grande, y Yayo lo entrenaba para saltar.

Era un caballo manso que se podía hacer cualquier cosa con él, no patearía ni haría nada extraño, pero resultó ser muy brioso montado, por esa razón después de hacerlo participar en concursos de salto le pusimos una profesora de adiestramiento, integrante del equipo argentino, con la finalidad que lo educara y le enseñara a obedecer a las ordenes de piernas y boca.

La profesora a los pocos días de tenerlo se dio cuenta que era un caballo súper inteligente y que podría concursar con buena participación en los juegos olímpicos de Winnipeg, que se harían en dos años, dándole tiempo para entrenar. Concursó en el Club Hípico Argentino, en primeras exigencias y el primer concurso les ganó a todos los caballos que en ese momento estaban en training para esa categoría, esto fue un estimulo para la profesora, quien nos propuso que ella se haría cargo del cuidado y entrenamiento de Jimbo24z.

Acordamos que ella tendría una participación en la propiedad del 33.33% igual que nosotros dos. Jimbo24z tenía tres personas que lo cuidaban, y se fue convirtiendo en un caballo espectacular que respondía a las expectativas centradas en él.

Jimbo estaba a pensión en una unidad militar de Palermo, allí la profesora lo entrenaba, y un día recibo una llamada por teléfono, temprano, la voz de Yayo que me dice que Jimbo está con un ataque de un cólico, que el veterinario le dijo que no tenía salvación y que sufriría mucho. Yo le dije: si la situación es tan grave que la decida el veterinario. Y si le tiene que poner una inyección que lo decida él.

Ese fue mi último contacto con Yayo a quien aprecio infinitamente, me cuesta hablarle y no lo he hecho en diez años, ni he vuelto a la estancia, el dolor por Jimbo24z se ha cerrado ya y estoy pensando en viajar a Brandsen a visitar a mi amigo Yayo.

Jorge Eduardo.
La Plata - Argentina



























N°19
HISTORIAS DE MI PLAZA: LA VUELTA AL PERRO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1954
Fecha de alta 14-07-2009

La plaza era el lugar de reunión de los habitantes del pueblo, hoy ciudad de Rivadavia. Tenía un diseño particular: Cuadrada, de una cuadra de cien metros por lado; los laterales de la plaza tenían una doble hilera de plátanos, de gran tamaño, que en época de primavera daban unas pelotas de dos centímetros de diámetro, eran unas inflorescencias que al llegar el verano maduraban y soltaban unos finos pelos desparramando polen al ambiente. (Algunas personas son alérgicas a estos pelos y al polen y le generan un grave problema, algunos además de sufrir de un permanente moquillo ven agravado sus afecciones de asma.)
Los árboles eran muy grandes y se juntaban en las copas, allí en el verano dormían infinidad de pájaros: Gorriones y palomas eran los más abundantes, pero habían otras clases de pájaros que hacían del lugar un verdadero zoológico de aves.
El día clave era el domingo a la tarde, si era verano y había sol mucho mejor para aprovechar la sombra, en el invierno los árboles perdían las hojas y favorecían la calidez del paseo; ese día salíamos a dar la vuelta al perro, no sé de dónde salió ese nombre, pero siempre decíamos a los amigos: ¿Vas a la vuelta al perro?, y en el pueblo, los domingos no había nada, a la tarde, más llamativo.
La vuelta al perro tenía sus reglas: Los varones dábamos vuelta a la izquierda al revés de las agujas de reloj y las mujeres a la derecha; de ese modo nos veíamos los chicos con las chicas, esas vueltas armaban parejas, muchas de ellas abuelos de este hermoso pueblo.

La vuelta al perro no era la única actividad que había en la plaza; en el espacio libre del centro, adonde se juntaban las diagonales, se reunían los músicos contratados por la municipalidad, siendo en realidad músicos que en su mayoría habían aprendido a tocar con sus colegas, pero sin ir a ninguna escuela.
Yo era amigo de uno de ellos, iba a su casa y jugaba con sus hijas mellizas. Cuando evoco mi pueblo siempre recuerdo la plaza y mis amigos que se reunían allí a dar la vuelta al perro.

Una historia que se contaba por aquellos tiempos, 1955, era la del Loco, un estupendo mecánico que preparaba para correr una “cafetera” (Ford T), cuando la tenía lista y para tomarle el tiempo, daba una vuelta a la plaza, esperaba un día de semana que no hubiera gente y salía a probar su “cafetera”; lo que pasaba era que un policía (que tenía la comisaría en la esquina de la plaza), lo veía, lo paraba y le decía:
…¡Tiene que pagar una multa!
…¿Cuánto es?
…¡Una vuelta diez pesos!
…¡Bueno tome veinte y me doy otra!

¡Eso lo cuentan y es muy probable que sea cierto!

Los 25 de mayo, siempre se hacía un acto del que participaban todas las escuelas del pueblo, recuerdo el año 1954: Cayó un fuerte nevada la noche anterior, dejando los árboles cubiertos de nieve y cuando terminamos el acto, después de romper filas, empezamos entre los alumnos de las diferente escuelas, una guerra de pelotas de nieve; a pesar que hacía mucho frío la guerra nos permitía entrar en calor, recién la terminamos cuando nos fuimos a comer.

Al salir de la escuela nos reuníamos en la plaza, que quedaba a media cuadra; la escuela de maestros tenía más mujeres que varones, muchos se relacionaban en la escuela y se reunían a la tardecita en la plaza; Nadie sabía cómo hacía el placero para tener todo el año los canteros con flores de cada temporada, la plaza era un dechado de armonía y belleza que todos disfrutábamos.

Jorge Eduardo
RIVADAVIA 1954
LA PLATA-2009




































N°20
JORGE MI AMIGO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976

Fecha de alta 11-09-2009

En el barrio hacia pocos días se había inaugurado un nuevo comercio. En su frente estaba escrito un nombre raro, para entonces: Pollajería. ¿Qué sería?, seguro que no era ni una verdulería ni una zapatería; mirar de afuera de nada servía, habían sólo heladeras y el producto estaba adentro. Me animé y entré a preguntar:
… ¿Qué vendían?:
…¡Pollos hombre!
… ¿Acaso no viste el cartel?...
Fue así que lo conocí a Jorge, el dueño de este singular negocio. El primero que se instaló en el ejido de la ciudad y él fue el primer “Pollajero”.
Como siempre, cuando surge un negocio nuevo, muchos se copian la idea, las nuevas pollajerías salieron por doquier y con ellas los pollajeros. Mi casa quedaba justo enfrente y a medida que nos hacíamos clientes, nos convertíamos en amigos: Jorge tenía la pollajería cuidada con todo esmero; brillaba, limpia por todas partes, no había olor a nada.
La bondad de Jorge pronto se conoció en el barrio, él siempre estaba dispuesto; los más pobres recibían gratis los elementos que él vendía más baratos como: alitas y menudos. Cuando nació nuestra última hija, fue sietemesina, y debíamos controlar su peso una vez por semana. La única balanza electrónica que había cerca era la de Jorge, quien la pesaba todas las semanas. Su peso inicial de 2300gr. aumentó hasta él límite de la balanza.
Por aquel tiempo apareció Jorge con su hijo: Leo. Un rubiecito chiquito y hermoso. Ambos crecerían y a Leo no lo vi más hasta que lo “conocí” de grande; cuando ya era casi un ingeniero; ella se casó y se fue del pueblo.
Los días de invierno o de lluvia, yo le pegaba un grito por la ventana: … ¡Jorge…tráeme un pollo! Y él al rato se aparecía en mi puerta con lo pedido.
Las milanesas que él hace son las mejores que existen, no tiene rival, ni ningún pollajero las hace igual.
Un día Jorge se apareció con un invento “chorizos de pollos”, fue sorprendente, eran verdaderamente ricos y los llevaban muchos clientes; no sé por qué un día decidió que no era negocio y no los vendió más; nos quedamos afligidos, ya que era muy difícil encontrar un lugar donde los hicieran… ¡tan ricos!
Siempre le digo a Jorge que con todo lo que le compré, durante 33 años podría comprarme un auto; la cuenta es muy sencilla, son 396 meses, en casa éramos seis hasta hace poco, a un promedio mínimo de 200 $ /mes. En todo ese tiempo gaste: 79200$... ¿Que auto elijo?
Pero ahora me tomo el desquite, cuando plata no tengo le compro “fiado” porque tengo crédito. Es que pasé de ser un ingeniero bien remunerado a ser un jubilado, con el sueldo ajustado; “Por la ley de trampas”. Jorge no es mi Pollajero es MI AMIGO.

Jorge Eduardo-La Plata-2009


N°21
EL VECTRA OPEL MODELO 94

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 07-11-2008

Como yo tenía el auto BMW525 en Junín, en la casa de la Plata se quedaron de a pie y decidí comprar un auto nuevo, tenía decidido que sería un auto importado, todavía no sabía cuál, pero no sería un argentino, la experiencia que tuve con el BMW525 la quería repetir y probable que comprara un auto alemán, el único auto que compré nuevo anteriormente fue el Falcón 221, con caja de tercera y todavía me quedaba el mal recuerdo.

Un sábado que vine a La Plata empecé a recorrer las concesionarias de venta de autos nuevos, empecé por la de Opel que recién había abierto; vendía un Vectra Alemán con motor de 2000 centímetros cúbicos, el auto era sobrio y tenía muchos adelantos sobre lo que yo conocía, lo hice arrancar sin sacarlo del negocio, se sentía un motor poderoso y silencioso, me gustó y el precio era en ese momento interesante: 28000 dólares.

Luego fui a la concesionaria de Subaru que estaba en la calle principal, frente a mi casa, a media cuadra. Por esa época había salido el Subaru Impresa, que a simple vista semejaba un auto del futuro, tenía unas líneas modernas y era muy fachero, deportivo; al probar el arranque no lo sentí bien, daba dos o tres vueltas: rum rum rum y arrancaba; no me gustó, pero el vendedor, en ese momento, no me dijo que lo que hacía la computadora era ponerlo a punto y recién arrancaba; estaba perfecto pero al que no sabía le sonaba mal. El precio del Subaru era de 34000 dólares, realmente era un auto hermoso pero me confundió el hecho de que no arrancaba bien.

Me fui a la Toyota, tenía un Sedan y una Coupé muy lindos, el precio 48000 dólares la Coupé que era la que me gustó, pero era mucho y decidí volver a ver al Vectra.

Cuando volví le pedí que lo probáramos, me resultó fantástico, y allí nomás hicimos los papeles, me tomó todos los datos e hicimos con el banco City una financiación de 10000 dólares, una línea para profesionales que con un recibo de sueldo me la dieron. A la semana siguiente fui al banco a firmar los trámites que había hecho el agenciero, firmé los papeles, y quedé a la espera.

El 12 de noviembre se apareció, en Junín, Estela con Pablo y Claudio y el auto nuevo, era el día de mi cumpleaños que lo festejé con ellos; a la vuelta se vinieron con el BMW525, al que tendríamos un tiempo pero no lo usé más.

El Vectra era un Opel fantástico, corría a 230 kilómetros por hora, pero a esa velocidad no se lo podía andar en las rutas. Cuando vendí el BMW525, y a pesar de que tenía un auto excelente, lo extrañaba, fueron doce años que me llevó por todas partes y casi nunca se rompió.

Jorge Eduardo-La Plata - Buenos Aires - Argentina



N°22
LOS DÍAS DE TRABAJO, FINAL DE LA UNIVERSIDAD


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1970
Fecha de alta 13-01-2008

Los días de trabajo. Final de la universidad: Finalmente todo llega a su fin y el 30 de octubre de 1967, me recibí de ingeniero.

La Nona de Estela, Herminia, estaba más contenta que yo, ya no me aguantaría todos los días en su casa y me iría a trabajar para luego casarme.

No obstante haber terminado me quedé en Santa Fe hasta el mes de febrero que empecé a trabajar en Petrosur, en Campana.

Un poco antes de que me llamaran de Petrosur hice los trámites para ir a Canadá, junto con el Flaco. Le dije a Mediavilla que si no le daba el empleo al Flaco yo me iría con él a Canadá, finalmente nos dieron empleo en Campana y nos quedamos para siempre, empezando desde allí a recorrer diferentes lugares de trabajo.

Petrosur fue un excelente lugar de trabajo, una petroquímica con todos los adelantos tecnológicos para la época; ahí tuve varios amigos, con algunos salíamos de farra y con otros éramos amigos de su familia. Los más frecuentados fueron Koko, el Flaco, Iperico, los dos Gatti, el Tucumano, Pocho Garcés y uno de San Lorenzo.

También hicimos algunas amigas, chicas simpáticas y que fueron buenas compañeras de farras. Entre ellas contamos a Mari, Evelia, Tessi, Marisa, la morocha pelo muy largo (enfermera), y la Plástica.

Salíamos a bailar por los pueblos de los alrededores, en Zarate y Campana, algunas veces salíamos con chicas de Zarate, entre ellas la Plástica (morocha muy linda), Tessi, Marisa.; ó chicas de Campana Evelia, Mari.

Una navidad fuimos a la casa de Gattí, festejábamos con todo y se nos soltó la chaveta, en medio de la fiesta empezamos a tirar desde la parte alta de la casa sifones de soda de vidrio, contra un patio de cemento. Explotaban como bombas y los vecinos vinieron a ver qué pasaba, lo más que pasaba era el vino que habíamos tomado.

De la casa fuimos al Club de Regatas de Zarate, donde teníamos una lancha y éramos socios. Para poder entrar tuvimos que disimular la borrachera, sino no dejaban entrar.

Esa noche hicimos toda clase de locuras, bailamos en el trampolín sobre el rió Paraná, acción muy riesgosa (para mí) ya que no sabia nadar en el río y era profundo y correntoso. También bailamos arriba de las mesas, hasta que del club nos echaron y fuimos a casa.

Teníamos un sólo disco con un tocadiscos Winco nuevo, el disco era de Pepito Pérez: “Faltan cinco para las doce”. Tocamos el disco hasta el amanecer y la fiesta se acabó a las cinco de la mañana.

El plan de casamiento:
La separación de Estela, ocurrió porque yo salía con las otras chicas; indefectiblemente iba a ocurrir, pero no duró demasiado. Un día nos encontramos en Buenos Aires y era tan linda, quise volver, ella no me dio bola y me dijo: Sólo cuando quieras casarte y dejar este tipo de vida volveré con vos.

Habían pasado unos meses y una noche decido llamarla desde la fábrica, estuvimos hablando desde las doce de la noche hasta las seis de la mañana. Finalmente arreglamos que la iría a ver y hablaríamos del casamiento.
(La llamada me salió el equivalente de dos sueldos y los pagué años después).
Cuando volvimos a encontrarnos en Santa Fe, empezamos a planear el casamiento, decidimos que nos comprometeríamos en Mendoza y fuimos con la mamá de Estela y la tía Eva. Nos comprometimos en la iglesia San Isidro Labrador, en julio de 1970, y fijamos fecha para la boda: el 8 de octubre de 1970.

El casamiento tuvo pocos invitados: Koko, el Flaco, Eugenio (el cura), María Esther, Susana, los tíos que vivían en la casa de Estela, mi mamá y mi hermana.
Nos fuimos de viaje a las cataratas del Iguazú, fuimos por el camino que va de Santa Fe a Misiones por la orilla del Paraná, nos quedamos en el pueblo de La Paz en Entre Ríos.
El Hotel era muy modesto, tanto que no tenía baño privado, lo que disgustó mucho a Estela. En el Hotel tenían unos cachorros de gatos montes que eran muy lindos, se dejaban acariciar y comían lo que le dábamos en la mano.
Llegamos a Puerto Iguazú, conseguimos el último lugar en la única pensión barata que había en Puerto Iguazú. Al día siguiente fuimos a las cataratas, caminamos por las pasarelas que en esa época no estaban muy bien cuidadas, llegamos hasta la garganta del diablo y vimos unos nidos de boyeros que colgaban, muy bonitos.
Al día siguiente hicimos una excursión que nos llevó hasta la triple frontera y nos quedamos a comer del lado de Brasil, después de haber ido a ver las cataratas del lado brasileño. Allí conocimos a una pareja de Buenos Aires que cumplía cincuenta años de la luna de miel, nos vinimos juntos a la vuelta, por el camino, peligroso, del límite con Brasil en plena selva.
Encontramos animales salvajes como pequeños ciervos, cacatúas, loros de diversa especies, tucanes, y al comienzo del viaje cerca del hotel Cataratas un hermoso ejemplar de Charata que se parece mucho a un pavo negro.

Después de ocupar varios cargos (Jefe de turno, Ingeniero de proceso y Jefe de ingeniería) en los ocho años que estuve trabajando en Petrosur, y con la familia casi numerosa, decido irme al Consejo Federal de Inversiones.
Ya estaban Pablo y Mariela… Pablo nació el 16 de junio de 1971, Mariela nació el 20 de mayo de 1973, mientras trabajaba en Petrosur, en el sanatorio de Campana.

CFI:
El CFI fue como un alo de frescura, empecé a trabajar en consultoría, mi primer trabajo fue la construcción de un frigorífico en General Acha La Pampa, con la selección de las empresas que se postularían para hacer la ingeniería.

Me hice muy amigo de mi jefe. Tanto, que cuando nació mi tercer hijo, Diego, el 8 de junio de 1975, Gustavo Miranda Gallino fue el padrino.
El nacimiento de Diego tuvo muchas dificultades, nació por cesárea, unos vecinos llevaron a Estela hasta el sanatorio y el vecino firmó la orden para hacerle la cesárea.

En aquella época, el Flaco puso una fábrica de cobre electrolítico, alambres de cobre, pidió un crédito de un millón de dólares, para PYMES y luego tuvo que entregarle la fabrica a los socios después de haber hecho todo el desarrollo técnico.

En el CFI trabajé a gusto un año y medio, pero cuando vino el golpe militar del 76 decidí cambiarme y justo salió un aviso para Ipako que era una petroquímica muy conocida.
Mi último trabajo en el CFI, lo hice después del golpe militar, mi jefe preocupado por una Exposición de Artesanías Argentinas, que se había armado en España en las Galerías Preciados de Madrid, con representación de todas las provincias, me envió a San Juan, Mendoza y San Luís.
Yo llegué a Mendoza dos días después del golpe. El mismo día que a la noche Martínez de Oz, dijo el discurso, me entrevisté con el militar Ministro de Economía, que era de quien dependía la recolección de las artesanías, me dijo que todo estaba en orden y que no me preocupara, que todo llegaría de la forma pactada: Cantidad y fecha y así fue. El camión llegó con artesanías de cuero trenzado que eran una belleza.
Me fui acostumbrando a ver sobre el escritorio la gorra de fajina del militar de la fuerza aérea en Mendoza, con una ametralladora sobre la mesa.
En San Juan también llegué a la oficina del Ministro de Economía, gorra de fajina y ametralladora sobre la mesa, sin dejar el revolver al cinto, igual que los otros militares, este estuvo más rudo, me dijo: “Vea, aquí se robaron todo”-, - la hermana del gobernador -que era la que manejó los cheques en la Casa de la Provincia. Yo, me dijo, hablé con el artesano y no le pagaron nada, pero si le pagan adelantado está dispuesto a hacerlo en veinte días y mandar los odres y otras artesanías a Buenos Aires.
Esa misma mañana fui a ver al artesano y quedé en pedirle a Buenos Aires, un nuevo pago, ya que el otro lo había robado la directora de la casa de San Juan. Me mandaron un giro telegráfico por $ 3500, era poca plata para robar pero ella había decidido robársela y dejar mal a su país, que estaba pagando las artesanías con el dinero que enviaron desde España.
El camión de San Juan era enorme porque las artesanías eran livianas pero de gran volumen, cacharros de barro que ocupaban un gran espacio. Los odres que usaron los griegos para poner el vino, fueron reproducidos con gran calidad artesanal.

Mi tercera entrevista fue con el Secretario de minería de San Luís (un rengo), quien era el encargado de enviar artesanías de Ónix, allí también se lo habían robado, pero quién firmó el recibo del dinero entregado fue el Secretario y al no darme ninguna explicación de lo que pasaba, fui directamente a la oficina del gobernador y le expliqué que este individuo tenía el dinero para pagar y le mostré el recibo y que las artesanías debían llegar en veinte días a Buenos Aires.

El gobernador me quiso mandar con el “rengo” a visitar los artesanos, pero le mentí diciéndole que tenía que salir para otra provincia en forma urgente, el rengo salió el día siguiente y pagó de algún modo, era domingo y yo tomé un milagroso avión para Buenos Aires desde San Luís.

El proyecto de las artesanías se cumplió perfectamente, el último camión que llegó fue el de San Luís, enviado por el rengo, pero las artesanías: Las piezas de ónix eran unas hermosas piezas con diseños muy lindos.

El golpe militar del 76 fue tremendo, mataron gente que no tenía nada que ver con la guerrilla, así fue como la mataron a la negrita Ferrer. Hermana del famoso Aldo Ferrer. La noche que la secuestraron ella hizo una reunión para despedir a Pereyra que se iba a Venezuela, todo lo que le imputaron fue que tenía en su libreta de direcciones, el teléfono de uno de los muchachos que mataron en Trelew y había sido novio de ella y ella figuraba en la libreta de él.
Hacía tiempo que no se habían visto más, pero la muerte los unió a los dos, como Dios hubiese querido: En el cielo. Yo no fui a la reunión porque era muy tarde y debía llegar a Campana.
Teníamos amigos en contacto con Aldo Ferrer pero no pudo o no quiso hacer nada por salvarla. Tampoco pudieron otros amigos que conocían generales.
También supimos que probablemente la tiraron de un avión sobre el río de La Plata.
La negrita no era una chica cualquiera del consejo, era la secretaria del director, y gozaba del cariño de toda la institución.

Los amigos del CFI eran: Gustavo (mi jefe. Falleció y me enteré muchos años después que deje el CFI), Chicho y Pocho, ellos fueron los más cercanos a mí. A Pepe le agradecí haberme permitido ingresar. También tuve otros amigos, el negro Otero, Tranier (el contador), Baggley, Bonanni, Russelli algunas chicas y otros más.

IPAKO:
Después del golpe militar me fui a Ipako, una gran empresa que ya cerró su actividad comercial, se vendió en Bahía Blanca y vendió Petrokem en Ensenada, donde yo trabajé para la presentación a la Secretaría de Desarrollo Industrial, para la autorización de su construcción.

La Plata después del golpe fue un infierno, muertos por todos los caminos vecinales, por el parque junto al zoológico, también los centros de reclusión y los destacamentos como el que mató a Bru. La mala policía no tenía moral y habían adoptado todos los malos hábitos de los militares, tampoco la iglesia con el arzobispo a la cabeza, Monseñor Plaza y también el cura Von Wuernich.

Otro represor fue el General Camps, quien llegó a dar conferencias sobre el ínclito general Moscóni, y fue el jefe de la policía de Buenos Aires, junto con Echecolazt y el médico de los centros de detención, se robaron muchos recién nacidos y le quitaron la vida a sus padres.

El día del golpe el Profesor Pereyra, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de La Plata, me dijo que se iba a Venezuela, pero me trajo hasta La Plata porque yo le comenté que me venía a Ipako.

En esos días estábamos muy confundidos, no sabíamos que pasaría y unos amigos Pocho Garcés y la señora diputada, se fueron a España. Yo los llevé a Ezeiza cuando se fueron.

Muchos años después volvieron y tratamos de hacer estudios sobre tratamientos ecológicos, pero no anduvo. Se volvieron a ir porque ya no se acostumbraron a la Argentina de las crisis y los malos ingresos.

España esta mejor y pensar que Argentina, les llenó la panza a los gallegos olvidadizos e ingratos, y que ahora no quieren sudamericanos (“sudacas”, como los llaman peyorativamente).

Los japoneses también se mataron el hambre después de la guerra y no se olvidaron de la Argentina, pero Japón por su idioma no es plaza para sudamericanos. Sin embargo los japoneses como síntoma de recuerdo y agradecimiento a la Argentina, cantan y bailan el dos por cuatro, escuchan a Troilo, D’Arienzo, Canaro, Piázola y todos los grandes que lleguen a su reproductor.

Mientras estuve en Ipako pasé muy bien con amigos y amigas que fueron receptivos y me dieron lugar en su sociedad, Alberto, Mario, Niria, Sábato, el Gerente General Anello, Tesoriero y muchos más, para incluirlos en una lista.

Durante un tiempo viví sin la familia en un hotel, después vinieron todos, y aquí nació Yanina, el 21 de julio de 1978.

Los primeros meses, los militares tenían espías por todas partes y yo como tenía que salir de noche a comer me seguían para saber lo que hacía, hasta que un día uno me paró y me dijo que no saliera más de noche porque era peligroso. Después de cerciorarse que yo sólo salía a comer, no me detuvieron pero ante la menor duda te llevaban detenido en averiguación y así desparecieron muchos inocentes.

Mientras estaba en Ipako, una empresa de servicios, tratamiento de agua, invitó al Gerente a un congreso sobre toda clase de servicios auxiliares, que su empresa ofrecía en Brasil. El Gerente no pudo ir y me ofreció a mí que fuera. Tuve dos días para preparar el viaje y este fue mi primer viaje a Sao Paulo.

Para el viaje me dieron una cantidad grande de dinero que no debía rendir y lo podía gastar a mi antojo. Me dieron dólares y en Brasil rendía como en los años que en la Argentina los dólares se cambiaban por muchos pesos y todo resultaba muy barato al cambio.

Fui desde la Argentina con el dueño argentino de la empresa y allá en Brasil nos recibió el socio brasilero. El congreso resultó un éxito, expusieron expertos en cada tema, y al terminar los temas dedicaron algunos días a la parte social.
Lo más destacado fueron los viajes a la playa de Santos: Guaruja fue mi primera vez que entré al mar, nunca había estado en el mar y me resultó fascinante; también se destacó la Cena de Despedida en la casa, departamento duplex del dueño brasilero.
Era un edificio magnifico y los dos últimos pisos pertenecían al dueño de la empresa, tenía en la terraza una pileta de natación. La fiesta estuvo muy bien organizada y fuimos invitados una gran cantidad de participantes, en su mayoría pertenecientes a empresas argentinas.
Yo estuve un rato largo conversando con la dueña de casa que asombrosamente estaba muy en tema de lo que se había dado en las conferencias, me había contado que era psicóloga y que había escrito muchos libros de la especialidad, pero yo me asombraba de lo que sabía de tratamiento de agua y temas relativos a la Empresa. Grande fue mi sorpresa, cuando me confirmó que antes de ser psicóloga se había recibido de ingeniera química.

En la mitad de la charla apareció un ingeniero argentino, con cara de baboso y borracho, sin que mediara ningún trato previo se coló en la conversación y la derivó para el lado de avanzarse a la mujer, esto me produjo gran indignación y logré que se fuera como había venido sin darle importancia ni participar de su estúpida conversación de borracho.
La fiesta terminó tarde y junto con otro amigo de Ipako nos fuimos para el hotel, cuando salimos nos dimos cuenta que estábamos perdidos, en eso vimos un hombre grande de edad, rubio, que nos inspiró confianza. Le preguntamos dónde quedaba el hotel (el más pituco de Sao Paulo), allí se había hospedado el esposo de la reina de Inglaterra: Felipe.
El hombre era muy amable y nos contestó en castellano al mal portugués que nosotros usábamos para comunicarnos, a poco tiempo de conversar el hombre nos dijo después de lo que voy hacer ustedes se darán cuenta quien soy.
No sé cómo ni porqué tuvimos confianza para darle un billete de quinientos cruzeiros con los que iba a hacer una magia; resultó ser un brillante mago que en medio de la noche nos deslumbró con un excepcional truco, que nos paralizó y nos quitó confianza mientras lo hacía: Dobló el billete cuatro veces y quedó reducido a un cuadradito pequeño, y fue cortando el billete con sus manos por cada uno de los pliegues, hasta que llegó al último y el billete era un bollito todo cortado, lo sopló, tiró de la punta de un papel y apareció un billete entero que nos lo devolvió.
- Yo soy el mago mágico Tiany, estuve en la Argentina hasta que los militares del proceso, en Tucumán me raptaron a mi hijo y me pidieron un rescate cuantioso. Lo pagué y al otro día me retiré con todas mis pertenencias y no he vuelto ni lo haré mientras estén los militares en el poder. Me gusta mucho la Argentina, la gente es especial para el tipo de circo mágico que yo hago, por eso se que un día voy a volver a trabajar allí.
Muchos años después fui a verlo en Mar del Plata, allí transformó una hermosa chica morocha en una pantera negra sin posibilidad de que no fuera eso. Conversamos un largo rato y recordaba el encuentro de Sao Paulo.

El hotel en Sao Paulo, como todo Sao Paulo, estaba edificado sobre un morro que era uno de los más altos de la ciudad. El primer día al llegar allí, salimos a conocer los alrededores y como cualquier argentino lo primero que hicimos fue dar una vuelta a la manzana, pero, oh sorpresa, cuando terminamos supuestamente de dar la vuelta estábamos en otro lado, habíamos descendido por el morro ya que no era plano, nos tuvieron que explicar como volver.
Como el dinero que llevé me sobraba, una tarde organicé una picada con cervezas en el hotel para todos los argentinos que residían allí, quedé impactado por lo barato que me salió la invitación. Lo que no pude superar fue el olor del aceite de soja que se utilizaba para todas las comidas, así que después de devolver un pituco plato de pollo a la strogonoff, hablé con el mozo para que no me cocinaran nada con aceite y sí con manteca, lo que me resultó muy apreciado.
En esa época era muy difícil ir con pesos argentinos y lograr que te los cambiaran mucho mas, no había nadie dispuesto a hacerlo y si te cambiaban era tan desfavorable el cambio que perdías un porcentaje importante.

Una noche caminaba inconcientemente por la ciudad y llegué hasta donde construían el primer subterráneo de Sao Paulo, allí encontré uno de los grandes males, de una ciudad inmensa con grandes focos de pobreza: la gente más miserable durmiendo en los pozos que hacían a pico y pala para construir el túnel, a cielo abierto.

Mientras viví solo en La Plata, me iba los viernes con el ingeniero Anello hasta Buenos Aires y de allí en ómnibus a Campana.
En Ipako estuve 2 años solamente pero guardé siempre un gran recuerdo de todos ellos.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.















































N°23
MI TÍO HUGO, INGENIERO, CAZADOR Y PESCADOR
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1947
Fecha de alta 27-01-2008

Parece mentira que hayan pasado sesenta y un años desde el día que mi tío Hugo regresó de Córdoba con mi tía Blanca. Yo tenia seis años, recuerdo el momento que fuimos a encontrarlos “al pie” del primer cuartel de uvas frente a la casa de la nona Luisa.(“se dice cabecera por donde entra el agua y pie por donde sale”)
Hugo me dijo con mucho cariño “te presento a tu tía Blanca”; desde que estudiaba ingeniería Civil en Córdoba viajaba a Mendoza una vez por año y para mí era una fiesta su llegada, ya que desde muy chiquito salía a cazar con él, toda clase de bichos y eso fue algo que formó parte de mi infancia: Ir a cazar. Volvimos en la Voituré que era un antiguo vehículo muy pintoresco y útil, se podía meter por cualquier huella de arena sin problemas.
La tía Blanca se sorprendió con mi actitud, y quiso ganarse mi confianza, Hugo se dio cuenta que algo no funcionaba y me preguntó -¿te gusta la tía? -¡No, no me gusta! -¿Por qué?
Y Yo le contesté -¡Es tan compadrita, y habla tan finito!
La tía fue mi tía preferida, era muy compañera de mi Tío Hugo y salía con nosotros de viajes de cacería, aunque ella no cazaba se integraba perfectamente a las excursiones que hacíamos a la provincia de San Luis, donde si se dedicaba a pescar pejerreyes en los lagos artificiales.
Tuvieron un bebe, una nena que heredó los ojos y el pelo de la nona Luisa, era rubia con dos ojazos azules que le significó ser cuando grande una hermosa mujer igual que la nona Luisa, su abuela.
Hugo me enseñó todo lo que aprendí de cacerías, aprendí a cazar palomitas torcazas de noche en los dormideros, íbamos con un rifle 22 largo; con una linterna buscábamos entre las ramas de los siempre verdes, cuando encontrábamos un dormidero de una bandada, cazábamos cuatro ó cinco palomitas de un sólo saque, al final de la noche cazábamos quince ó veinte y las comíamos como “polenta con pajaritos”.
También aprendí a cazar patos en las lagunas, martinetas y perdices en el campo.
Hugo era tirador profesional, había ganado el campeonato argentino de tiro al platillo, y el campeonato vendimia de platillo. La copa que ganó en ese campeonato vendimia la conservo yo como un imborrable recuerdo de este tío que tanto amé.
Hugo ganó en su trayectoria de tirador deportivo, infinidad de trofeos, sobresaliendo los campeonatos vendimia ya que eran en Mendoza y siempre se presentaba a concursar, también ganó en San Juan, Córdoba, Buenos Aires. Fue campeón Argentino de tiro con fusil, su destreza con las armas fue heredada del nono Lorenzo quien lo hacía muy bien con pistola y escopeta y era un hombre grande y todavía tiraba muy bien.
Nunca aprendí a cazar al nivel del profesor que tuve, pero si bien fui un mal tirador tenía mucho entusiasmo y no me perdía ningún viaje a las provincias vecinas como Córdoba y San Luis.
Hugo estudió ingeniería Civil y se recibió primero de Agrimensor, quedándole dos materias para terminar su carrera de Ingeniería Civil, trabajó haciendo mensuras de los campos desérticos y salvajes de Mendoza, para eso le sirvió su jeep, para meterse por las huellas de arena, aprovechó esas excursiones también para cazar martinetas copetonas típicas de los campos de Mendoza.

Hugo, además de un excelente cazador fue un destacado pescador y cuando en la Argentina no se pescaba con mosca él construía sus propias moscas y pescaba truchas en La Laguna Del Diamante en plena cordillera de los Andes. Las moscas las construía con plumas de colas de gallos, con hilos de cobre y anzuelos pata larga. Además construía sus propias cucharas, cuando los señuelos no eran comercializados, las cucharitas eran de bronce pulido y luego marcado dándole la forma de cucharita. Hugo cocinaba los animales que capturaba y las truchas arco iris de la montaña eran riquísimas, preparadas “ahumadas”.

A pesar que era un cazador empedernido, habían especies que decía que no se debían cazar, así por ejemplo él no cazaba guanacos puesto que decía que eran animales muy bellos y si se los cazaba se extinguirían. En sus viajes a La Laguna Del Diamante encontraba rebaños de hasta 500 animales; en los valles de la alta montaña, también encontró cientos de guanacos muertos en el faldeo de los cerros, hizo averiguaciones y los habían matado unos militares desde un helicóptero. Fue al Diario, y los denunció, apareciendo una nota con fotos de los guanacos muertos, generando replicas airadas de la población y debiendo el ejército pedir disculpas por matar animales salvajes en riesgo de extinción.

Paisanos del lugar fueron testigos de la matanza y aprovecharon algo del mucho daño que hicieron, pero sin embargo muchos guanacos se perdieron, tanto su carne como su cuero.

Hugo hacía accesorios para sus propias escopetas y así a una escopeta de caños superpuestos muy valiosa, le construyó una hermosa culata de raíz de nogal, la talló a mano y le dio la forma y el “debíase” apropiado a su cuerpo, cuando la colocó en el arma no se sabía si era la original o la hecha a mano. Estaba lustrada a muñeca y brillaba de una manera increíble resaltando las vetas de la raíz de nogal.

Hasta los 15 años anduve cazando y pescando con él, cuando me fui a la universidad dejé de cazar para siempre, pero cuando venía de San Juan o Santa Fe, a mi casa de campamentos, iba a Rivadavia a visitarlo, me recibí de ingeniero Químico y me fui a trabajar a Campana y seguí yendo cada tanto. Me casé, nacieron mis hijos y allí estábamos con mi tío que poco a poco se ponía más viejo.

Hubiese querido que mis nietos lo conocieran, pero cuando nacieron él ya estaba mal y los nietos se cambiaron a otros países (Uruguay y Costa Rica).
Yo ahora les cuento algunas de las anécdotas del tío Hugo, las que me divertían cuando era chico: Colgábamos botellas llenas de arena con un piolín de esos blancos que se usaban para atar paquetes, a una altura de tres metros y diez centímetros una de otra; mi tío empezaba por la de la izquierda cortando el piolín y cuando la botella caía rompiéndola, para seguir en serie haciendo lo mismo con las otras dos botellas, todo a una velocidad increíble, con su rifle 22 de repetición.
Otra de las demostraciones de habilidad y destreza, consistía en tirar una moneda para arriba y él le pegaba en el aire, con la repetición de varias series sin errar un sólo tiro. Esto lo hacía con su rifle 22.
Profesionalmente tiraba con revolver en un polígono lo que se conoce “tiro a la silueta” esta era una destreza para la que se usaba una pistola automática.
Cuando grande perdió la vista a un nivel que apenas si le permitía deambular, pero él siguió cazando como cuando era más joven. Les tiraba a las perdices guiándose por el ruido de sus alas al volar. Cuando ya no pudo cazar más, iba al campo con su perro para oír el vuelo de las martinetas o de las perdices, aunque ya no cazara, disfrutaba del campo y los animales; de viejo se volvió ecólogo.
Un día se fue, dejó a su única hija pocas cosas de las infinitas que tuvo; cientos de cañas de diferentes épocas, fusiles magnum, escopetas, botes de pesca, pistolas y revólveres, y muchos trofeos, su camioneta Estanciera doble tracción, además de su avioncito Air Coupé se perdieron al final de su vida. Su último perro se le adelantó a ver si adonde iban habían perdices.
Hugo tu sobrino Jorge recuerda las cacerías que hicimos, los viajes en el avioncito y tu destreza, desea que andes por los campos cubiertos de estrellas, admirando el cielo auque ya tu instinto de cazador se haya dormido.

Jorge Eduardo
Campamentos- Rivadavia- Mendoza.








































N°24-
El BMW 525

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1983
Fecha de alta 30-10-2008

Cuando mi suegra se enfermó en Santa Fe, yo fui a buscarla para traerla a La Plata. Había comprado un auto Ford Falcón 221 color “oro inca” (amarillo oro), era el único que había para entrega inmediata en la concesionaria y tenía caja de tercera. Cuando fui a Santa Fe, sólo lo había usado dos mil kilómetros, lo había asentado y había ido de vacaciones a las sierras de Córdoba.
Era un auto que tenía mucha fuerza pero… ¡tenía caja de tercera! Al principio no me di cuenta…lo que era esto. ¡Era insoportable!… ¡De lento! No corría (a fondo) ni a ciento veinte kilómetros por hora, y lo común era ir a cien-ciento cinco, kilómetros por hora, velocidad a la que el motor sonaba como aceptable.
Como lo había usado en la sierra no tuve necesidad de ir rápido, era muy bueno para trepar… ¡era un burro! Nada lo detenía, ni la subida más abrupta, ni un arroyo, ninguna colina sin caminos. En ese sentido era ideal.
Pero cuando quise venir de Santa Fe, rápido, me encontré con que no aceleraba en forma normal más de ciento diez kilómetros por hora. Me puse violento contra el comportamiento del auto que además se deslizaba de cola si entraba fuerte a una curva; entonces dije por el camino:
¡Llego y lo cambio por otro!… ¡aunque esté nuevo!… ¡Aunque tenga dos mil kilómetros de uso!
Y así fue que llegamos a las tres de la tarde, la interné donde tenía previsto, y de allí me fui a una concesionaria de calle 13, y empezamos con Estela, a elegir el nuevo auto; el Ford era modelo 1982; nos gustó y elegimos un Renault 18, full, modelo 1982, tenía una diferencia con el Falcón de 1000 dólares, el valor del falcón era de 5000 dólares.

Hablamos de la parte financiera, yo le entregaba el Falcón y los 1000 dólares en diciembre, unos ochenta días después. Quedamos en volver temprano al otro día para probarlo y firmar los papeles que fuese necesario. Cuando nos íbamos le digo a Estela:
… ¡Lindo el auto!… ¡caja de quinta!… ¡aire acondicionado y levanta vidrios!… ¿Te gusta?
A lo que ella me contestó… ¡Si!… ¡Pero me gusta más el que está al lado!
Yo no había prestado mucha atención a ese auto, porque era “importado”, corría 1983 y el auto era un BMW 525 y en esa época costaba conseguir los repuestos de los autos importados, era de color gris metalizado, un auto hermoso; ganó en 1980, el premio del Auto del Año; pertenecía a la señora del dueño de la concesionaria; lo vendía porque quería comprarse una rural nueva Peugeot 505, que recién salía y era muy grande, ideal para su familia.
Entonces le dije a Estela… ¡Pero es un auto “importado”!… ¡y será muy caro!
El hombre me escuchó y dijo… ¡No este es más barato que el otro!
…¡No puede ser! Dije
Y me dijo:
… ¡Cuesta 1000 dólares menos!
Era justo el valor del Ford, tenía 70000 kilómetros y de pintura estaba flamante.
Cuando abrió la puerta, vi el tapizado, nuevo y olor a limpio, la palanca de cambio al piso y automático, los asientos con apoya cabezas y reclinables del todo, la radio con pasa casetes, levanta vidrios automático, calefacción regulable y un montón de chiches.

Decidí venir a verlo con un mecánico por la desconfianza a lo “importado”. Al otro día vinimos tres: un mecánico, un amigo que sabía mucho de autos y yo
Llegamos, y el dueño lo sacó afuera, salimos por la calle 13 hasta la avenida Centenario, cuando el auto calentó lo puso en cambio manual y empezó a correr entre una cuadra y otra con semáforos, frenando con los frenos a disco de una manera increíble; al llegar al camino Centenario, puso la caja en cambio automático y lo aceleró a fondo, los cambios fueron entrando a medida que la velocidad subía, hasta llegar a ciento ochenta kilómetros por hora; el auto tenía un equilibrio perfecto, no vibraba, frenaba y salía a toda velocidad.
Volvimos y sólo hicimos las transferencias de los dos autos, que fueron valuados en 5000 dólares, en esa época en La Plata sólo había dos autos BMW 525, Modelo 1979. Eran tan pocos que la concesionaria oficial había cerrado y había apenas un representante, pero particular, que cuando le llevabas el auto te cobraba muy caro, así lo empecé a llevar a un taller de un ingeniero que me lo atendió los doce años que lo tuve.

Con el BMW525 viví gran parte de mi vida, lo tuve desde 1983 hasta el año 1995, fueron doce años en los que sucedieron muchas de las cosas importantes de mi vida. Crié a mis hijos, los varones manejaban en él como si fuera un auto de rally, de carrera; desde los diez años manejaban en el Parque Pereyra Iraola, Diego era el más audaz y cuando tenía catorce años lo hacía doblar frenando y hacia trompos.

Lo tuve tantos años porque era de la familia y cuando lo quise vender todos se enojaron, cuando ya eran grandes compré un Vectra y recién al tiempo lo vendí; el muchacho que lo compró lo arregló a nuevo y lo tiene hecho un chiche.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina—1983-1995
























N°25
LUNÁTICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 19-03-2008

Lunático. ¡Sí! ¡Se llamaba como el caballo de Gardel! En el año 1994 estaba trabajando en Junín, en la empresa aceitera más grande del país en ese momento. Entré como Gerente de producción, a cargo de todas las áreas de la empresa, salvo recepción de granos. Trabajábamos con Girasol y Soja, grandes cantidades diarias, procesábamos dos mil quinientas toneladas por día de soja.

Al principio yo tenía poco tiempo pero cuando las cosas se ordenaron empecé a hacer amigos que les gustaban los caballos como a mí. Uno de ellos criaba caballos árabes y otros caballos pura sangre. Otro amigo tenía un stud con cincuenta Boxes pero ya no cuidaba más caballos de carreras y los usaba para yeguas y potrillos chicos, sobre todo en invierno. Tenía un campo de cría con alrededor de 30 yeguas. Nos juntábamos los domingos en el campo de alguno de ellos, hacíamos asados, y andábamos a caballo; esto me distendía y hacía que pudiera soportar estar solo sin la familia.
Algunos caballos eran muy lindos pero yo me empecé a entusiasmar con un potrillo pura sangre que mi amigo tenía en un potrero, era un zaino colorado con cabeza acarnerada, perfecto de aplomos, de patas y cuello y se llamaba Lunático, como el caballo de Gardel… Estaba solo en un potrero porque era padrillo y ya tenía tres años, no le habían prestado mucha atención y era bastante arisco. Yo le empecé a dar avena en un morral y eso hizo que se fuera amansando y fuera menos desconfiado, cada vez que lo llamábamos para darle avena lo encerrábamos en un corral que había en la esquina del potrero, le dábamos de comer y le poníamos un bozal. Era inteligente y aprendía lo que le enseñábamos rápidamente, así aprendió a trotar a la cuerda y eso permitió que obedeciera a llevarlo de tiro con otro caballo.
Cuando se había amansado de cabeza y permitía sin problemas que le pusieran el bozal y lo llevaran de tiro, consideré que iba a ser un hermoso caballo para disfrutarlo y se lo compré al dueño. Se lo llevé a un domador legendario que había domado algunos de los caballos más importantes de carrera que habían salido de los muchos campos de Junín y que luego ganaron en Palermo y algunos fueron para Estados Unidos.
El domador tenía 85 años y caminaba medio doblado, lo amansó de “arriba” sin subirlo ni una sola vez; ¿cómo hizo?, lo amansó con un muñeco de arena, le colocaba una montura y arriba el muñeco que tenía unas piernas largas que se las pasaba y ataba por debajo de la panza, en uno de los brazos que iba suelto igual que el otro, el muñeco llevaba un talero, que al moverse el caballo asemejaba la intención de pegarle. El primer galope con el muñeco lo hizo en un picadero redondo atado del bozal con una soga larga a un palo o “palenque”, que estaba en el medio del picadero, daba vueltas en redondo y corría asustado y pateaba.

El peso del muñeco era considerable y si bien al principio se enloqueció, se dio cuenta de que el muñeco o lo que fuera no se caería y no intentó más, voltearlo. Dejó de corcovear y con eso el talero que iba en el brazo suelto quedó quieto al costado, a medida que no saltaba más, no recibía más azotes.
Así lo tuvo dando vueltas al trote un rato muy largo y cuando el domador vio que estaba entregado y que no corcovearía más; le sacó el muñeco, le dio un buen baño con manguera y jabón liquido (no detergente), lo llevó a la sombra y le dio una buena ración de avena, una vez que estaba tranquilo y descansado.

En un sólo día lo amansó de “arriba”, pero le faltaba amansarlo de “abajo”; le puso maneas en las cuatro patas y lo empezó tocar por todos lados sacándole las cosquillas de los ijares, lo bañó repetidas veces por las patas para tranquilizarlo y sacarle las cosquillas, también lo acarició por la cabeza y le empezó a sacar la costumbre de morder que había adquirido como una manera de pedir azúcar.
El primer día lo largó en el box con el bozal puesto. Con esto logró que al día siguiente fuera más fácil sacarlo del box. Había que dejar de darle azúcar, diagnosticó el domador, y con ello perdió la costumbre de morder. Al día siguiente cuando le puso el muñeco de arena, no pateo ni corcoveo, sólo trotó sin reparar que llevaba el muñeco de arena, así pasaron cinco días hasta que el anciano domador lo ensilló con una montura de bastos, le puso un bocado de hierro, contra la costumbre de ponerles a los potrillos una guatana, hecha de media de seda de mujer.
Lo sacó por la calle, por un camino de tierra sin vehículos, iba sólo con el caballo como lo había hecho siempre durante sesenta y cinco años que era domador profesional. Lo sacó muchas veces hasta que no se asustaba de los pocos autos que había en la calle, lo llevó por el costado de la ruta, pasaban camiones grandes tocando bocina y Lunático era como uno de los tantos caballos de los gauchos que andaban por allí; aprendió a trotar a la orden del jinete, a galopar, a dar vueltas, a correr y parar en seco; Don Rovira, el domador, convirtió a Lunático en un caballo manso, obediente y muy aprestado para responder a una orden.
Para lograr todo eso Don Rovira no necesitó de mucho tiempo, lo hizo en un plazo realmente muy corto y esto nos dejó deslumbrados a todos los que seguimos los progresos de Lunático.
Cuando apenas lo habían amansado, se lo regalé a Diego para su cumpleaños, lo traje a La Plata y aquí Diego terminó de enseñarle todo lo que sabía de equitación: Cambiar de mano, trote inglés, trotar reunido, saltar obstáculos, y entrar al río montado.
Se convirtió en un verdadero caballo que respondía a todas las órdenes; se mostraba dispuesto a trotar, galopar, correr, saltar, siempre obedeciendo a quien lo montaba. Con Diego se volvió cariñoso y se lo demostraba; si le arrimaba la cara, Lunático le ponía las fosas nasales contra la cara y lo olfateaba; era un acto de cariño.
Cuando terminé mi vinculo con la empresa de Junín me fui a trabajar a Santa Fe y Diego se fue a Buenos Aires a trabajar, así que Lunático de golpe se quedó sin quien lo cuidara, salvo un peón que sólo le daba de comer. Lo mandé de vuelta a Junín al campo de mi amigo que tenía cincuenta boxes. Estando tan lejos el caballo, se lo regalamos al dueño del campo, ya que sería muy difícil ir por placer los fines de semana.
Leopoldo era un avezado jinete de salto y lo utilizó profesionalmente durante un tiempo, para finalmente venderlo. Con el tiempo, para el Campeonato Argentino de Salto, voy al club Hípico Argentino, y en la prueba principal aparece un zaino colorado, cabeza acarnerada saltando muy bien 1,50 metros.
Cuando termina el recorrido sin faltas, y antes del desempate, me arrimo hasta el caballo; el jinete se lo había entregado al peón y estaba desmontado, lo tenía del bozal y lo paseaba para que no se enfriara, caminando despacio, me pongo a la par del caballo y le digo:… ¡Lunático!…, el caballo sorprendido me miró y Yo me di cuenta que recordaba su viejo nombre de cuando andaba con el muñeco de arena.

Me fui sin esperar el final del concurso, pero al otro día leyendo el diario me entero que el nuevo Campeón Argentino, era Good Horse un zaino colorado y había una foto de Lunático ilustrando la noticia.

Jorge Eduardo
1994 Junín














































N °26
FIESTA DE CAMPO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 10-08-2009

En el campo las fiestas se arman un poco entre todos los invitados, según es la costumbre todos colaboran con algo: Uno un cordero, otro un lechón y el que puede una ternera de trecientos kilos para el asado con cuero.

Agustín había llegado a la finca el verano anterior, buscando trabajo, era época de cosecha de uva y ese trabajo le dio mi papá.
Su habilidad era manejar caballos: sabía domar, amansarlos de arriba y de abajo, tirarlos de boca, capar, desgusanar enfermos.

Del tema caballos y animales grandes: vacas, mulas…se encargaba Don Juan El Caballerizo, cuando un día, para el final de la cosecha, Don Juan decidió ir en ómnibus hasta el pueblo; volvió con unas copas demás y al bajar del colectivo, se tiró mirando hacia atrás, se dio vuelta y pegó con la cabeza en el pavimento nuevo que precisamente él había querido estrenar viajando. Murió en el acto y por suerte el ómnibus no lo piso con las ruedas de atrás.

Hubo un gran duelo en toda la finca, era el peón más viejo que tenía papá; mientras Don Juan vivía, él se encargaba de muchas cosas que por simples pasaban desapercibidas: Sacaba la leche para la casa y las familias de la finca; traía los animales para atar: Al carro, a los arados, al sulky; las vacas lecheras las ponía en potreros con buen pasto, les daba de beber en la represa a todos los animales; le traía en verano el caballo que ensillaba mi papá y se lo dejaba preparado para recorrer la finca. Eso lo hacía a diario y además se encargaba de capar los potrillos, amansar los caballos que traían para los arados, matar terneros y hacer asados cuando mi papa le pedía. También y de una manera especial amansó mi primer caballo Chiquito.
…¿Y ahora?
…¿Quién haría las tareas de Don Juan?
…¡Fue una suerte que estaba Agustín ¡… y sabía de todo lo del campo y lo pudo reemplazar perfectamente.

Agustín era aun muy joven, pero como hombre de campo responsable y respetuoso; al poco tiempo mi papá se dio cuenta que podía contar con él para todo tipo de trabajo que antes hacía Don Juan.

Agustín había hecho el servicio militar en el regimiento de Uspallata, el 16 de infantería, allí tenían mulas, la mayoría mala y resabiada; por eso se las dieron a Agustín para que les sacara las mañas; al final del año algunas eran silleras y otras tiraban de carros sin problemas.

Una mención aparte merece la atención que Agustín le prodigó a Chiquito; a pesar del buen trato que le había dado Don Juan, yo no lo dejé que lo terminara de domar perfectamente y por ansioso se lo saqué; eso lo perjudicó al caballo, que no era blando de boca y cuando lo estaba reeducando se mató; después de eso lo tomó Agustín y le enseñó muchas cosas que no sabía y que yo por tener diez años no lo podía adiestrar.

Papá le tenía mucho afecto a Agustín, quien se esmeraba en hacer bien las cosas que le encargaba, así fue que un día lo vio con una chica que había nacido en la finca, hija de un contratista italiano, que vino con el nono a trabajar la viña, cuando los vio juntos varias veces les preguntó si estaban de novios y si se iban casar;
… ¡Si estamos Don Américo!
…¡Pero cómo nos vamos a casar!
…¿Dónde vamos a vivir?

Agustín vivía en las pequeñitas piezas del secadero de frutas abandonado, y papá se dio cuenta que ese lugar no era muy adecuado para llevar a la esposa.
Agustín había recibido en los últimos meses un considerable aumento de sueldo y eso le permitía casarse, cobraba lo mismo que Don Juan, que por haber sido el peón más viejo, tenía el sueldo más alto.

Al enterarse papa de las intenciones de Agustín , hablo con Don Páez, el albañil para que hiciera una casa nueva de dos dormitorios, cerca del corral de los caballos, junto a la acequia del agua que regaba los potreros, eso le permitiría regar una huerta y el jardín. El albañil pidió los materiales y se puso a construir la casa con planos que tenía en su cabeza, había construido muchas casas y refaccionado otras y en la finca todo lo que tenía que ver con construcciones Don Páez lo hacía.

La casa era pequeña: Dos dormitorio, una cocina, un living comedor y un baño, todo distribuido en un cuadrado de 60 m2. Papá no le había dicho a Agustín que esa casa era para que él fuera a vivir con su esposa; cuando lo supo quedó loco de contento y decidieron casarse, ya que no tenían la principal excusa para no hacerlo. Se tomaron un tiempo, pero mientras tanto Agustín hizo los corrales para criar cerdos, un huerto de frutos variados y un jardín al frente de la casa.

Tenía cerdos, gallinas, verduras del huerto y el jardín florecido; definió la fecha de casamiento y eligió como su padrino de bodas al carnicero, el hijo de Don José, el mejor jockey del lugar, amigo de las cuadreras.

La fiesta se realizó en la casa del padrino, fueron invitados muchos de los amigos del novio, gente de la finca, las familias de los novios y por supuesto mi papá y su familia, en total eran como cien, que se acomodaron en una mesa semicircular, en el patio de la casa que era muy grande.

Para el asado todos contribuyeron, en total le regalaron cinco corderos diez lechones y una ternera de trescientos kilos, para el asado con cuero, se la regaló mi papá y le dijo:..¡Anda a llevarla a la carnicería, para que la preparen para el asado con cuero!; la cocción le llevaría toda la noche y el medio día.
El padrino organizó los asadores; quienes harían el asado con cuero y quienes los corderos y lechones; la leña se prendió fuego el día anterior para calentar el pozo del asado con cuero, y se la mantuvo toda la noche para darle calor; los corderos y lechones, a las brasas, estuvieron tres horas en el asador.
Todo salió perfecto, la experiencia de los asadores hacía prever que sucedería eso.

En Mendoza el vino que se sirve en una fiesta en el campo, es casero y este era de diversos proveedores, todos regalos del casamiento. Frío y dulzón, con sabor a uva, patero, rápidamente caló en los huéspedes, muchos sintieron rápido la acción del vino, otros se dominaron y llegaron a los postres, la fiesta resultaba maravillosa, todo a punto y gran variedad de comidas, ensaladas y tortas que trajeron las invitadas.

Cuando llegó la hora de bailar, pudieron hacerlo con cuidado los padrinos y los novios, no así muchos de los invitados que habían caído en brazos de Morfeo.
Al llegar la noche la fiesta terminó, la cena no estaba prevista, pero casi nadie se fue y como había mucha comida y vino todavía, siguió hasta el amanecer; al salir el sol los que estaban “vivos” se fueron y se quedaron “los muertos”.

Jorge Eduardo
Los Campamentos – Rivadavia – Mendoza, 1951
La Plata, Buenos Aires – Argentina 2009.



















































N°27
EL PIBE, EL CABALLO DE MI PAPÁ, Y EL PERRO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1936
Fecha de alta 03-04-2008

Cuando papá se fue de Rusell a la finca de Campamentos tenía 18 años, allí empezó a trabajar con el nono Lorenzo en la construcción de una finca nueva de 300 hectáreas, era soltero y su única compañía y diversión eran un caballo llamado El Pibe y un perro ovejero de collar blanco y color amarillo (igual que Rin Tin Tin, un perro legendario del cine).

Con ellos salía los fines de semana a pasear y con ellos andaba por toda la extensión de la finca inspeccionando los trabajos, numerosos, que se hacían. Al caballo lo cuidaba como al mejor parejero y todo lo que lo hacía caminar y galopar durante la semana lo ponía en un estado ideal de entrenamiento para correr carreras por el campo, cuadreras, con otros caballos que también recibían un buen trato y los llevaban a correr.

El perro fue enseñado a ir a buscar el caballo al potrero y el caballo se venía junto a él, ambos parecían hermanos jugando; cuando papá dejaba al caballo atado afuera de algún sitio, el perro se quedaba echado junto al caballo y por más horas que pasaran no se movía, tampoco permitía que nadie se arrimara al Pibe, con sus ladridos estridentes alertaba a mi papa si alguien lo hacía.

Papá era muy joven y disfrutaba andar de un lado para otro corriendo cuadreras, para evitar que lo identificaran solía ir a lugares distantes 50 a 100 kilómetros del lugar donde vivía, en esa época eran muy diversos los lugares donde se corría.

Cuando El Pibe se empezó a hacer famoso por ganar todas las carreras que corría, había menos candidatos dispuestos a correrle, vinieron caballos, muy buenos, de las provincias vecinas y no tanto y corrieron y no le pudieron ganar, su “tiro” era de 300 metros libres, largando con partidas. No hubo un caballo cuadrero tan rápido, le tomaban el tiempo con cronómetro y hacía en menos de 17 segundos los 300 metros, largando con partida, es decir en movimiento.

Un día conoció a una vecina, que vivía en la finca de enfrente. Una chica morocha de ojos vivaces y cabello muy largo, se llama Elena y es mi mamá. Ella le pidió que si se iban a casar debería vender el caballo porque con toda la dedicación que le daba, no tendrían tiempo de vivir juntos. A Papá no le hizo mucha gracia el pedido de mamá, pero por esa época valía más su opinión que la de él.

Papá se decidió y puso en venta el caballo, y en esos días le robaron el perro, su estado de ánimo no era el mejor y en pocos días, la única compañía que tenía fue mamá. Así que decidieron casarse y con la venta del caballo compraron los muebles que necesitaban para la casa que había construido a la entrada de la finca, del otro lado donde estaba la casa de la nona Luisa y el nono Lorenzo.

Cuando nació el primer hijo, mi hermano, papá se puso muy contento y de a poco empezó a llenar el hueco que le había dejado la pérdida de sus dos grandes amores: El Pibe y el Perro.

















































N°28
TRANSILVANIA, LA CASA DE LAS SIERRAS/CARLOS PAZ


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1985
Fecha de alta 21-01-2008

Esas vacaciones, decidimos con un amigo alquilar una casa grande para ir juntos de vacaciones. Estuvimos buscando en Carlos Paz y encontramos una casa muy grande que tenía dos plantas con muchos dormitorios, tenía un parque por donde pasaba -por el medio- un arroyo que hacía muy singular el lugar, lo que nos permitía tener cinco caballos que los alquilábamos por todo el mes.

También tenía una hermosa pileta de natación donde Estela y Alfredo corrían carreras de resistencia viendo quién hacía mayor número de piletas, la primera competencia contra todo lo previsible, la ganó Estela, como era lógico por una pileta; y la segunda, Alfredo nadó hasta que ganó por una pileta.

Entre los caballos que teníamos se destacó un tordillo pura sangre súper inteligente y manso, anduvimos mucho y bien en él, de manera que decidimos que al año siguiente se lo compraríamos.

Al año siguiente volvimos y cuál fue nuestra sorpresa cuando la dueña nos dijo que la policía lo mató por salirse a la ruta.

Ese año fuimos a pescar al dique San Roque y pescábamos "carpas" pescábamos tres o cuatro por día, y las poníamos en un recipiente grande con agua, cuando tuvimos una docena las hicimos fritas. Fue la única vez que comí un pescado capturado por mí.

Salíamos a pasear por la sierra a caballo, mis cuatro hijos y yo. Yanina era chiquita y tenía una yegua mala cara y le gustaba llamarla "mi mala cara".

El verano se pasó muy rápido y cuando nos dimos cuenta se había pasado todo el mes de enero, no obstante pasamos unas hermosas vacaciones.
En la casa nos dejaron dos perros: Duque y Farkas, de raza Doberman. Farkas era importado de Hungría y Duque el hijo; con ellos estábamos muy tranquilos ya que de noche eran muy guardianes.

De día jugaban con los chicos y eran muy buenos, si no conocían a las personas no las dejaban entrar. Al pobre diarero lo tenían mal, ya que no lo incorporaron como miembro de la casa.

Ese verano recorrimos todas las sierras. Yo llevé un auto Ford Falcon 221, tenía una fuerza increíble y trepaba los lugares más inaccesibles, también hicimos muchas caminatas, subiendo y bajando hasta quedar agotados.
Esas vacaciones nos alentaron para volver al año siguiente.

Jorge Eduardo
Campamentos – Rivadavia – Mendoza.


N°29
SOBRE EL ARROYO


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1930
Fecha de alta 25-05-2008

El valle, la estancia y el dique sobre el arroyo. El valle estaba bordeado por dos cordones de cerros; el arroyo se formaba con las vertientes que drenaban a un corte entre las montañas, juntando el agua que llegaba al valle.

El viejo alemán: Federico, vino antes de la segunda guerra mundial a trabajar en la estancia del Conde Tissen; cuidaba los caballos Hannoverianos que había en la estancia; el principal cliente a quien le vendían los caballos era el Ejercito Argentino, ellos los empezaron a entrenar como caballos de salto; salieron caballos excelentes, muy buenos; uno de ellos fue vendido al Ejercito Chileno. Ese caballo, con nombre cambiado, saltó la mayor altura en el mundo en un concurso de “potencia”.

Federico se casó, tuvo un hijo: Hans, quien sería único hijo; quería dejarle un futuro para sus nietos y empezó a soñar con transformar el valle que en ese momento no tenía ninguna explotación productiva y estaba escondido entre los cerros, por ello le llamaron Valle Escondido. Tenía todo para transformarlo en un valle con regadío. Pertenecía al Conde Tissen quien no le vio el potencial que después Federico descubriría. Compró todo el valle con partes de los cerros incluidos y después de diez años de trabajar para el Conde, este le dio la escritura.

Federico hizo una casa y se fue a vivir al Valle Escondido, Hans se casó a los veinte años y tuvo tres hijos, cuando Federico murió el valle había crecido, tenía habitantes, una escuela y las plantaciones de maíz y sorgo, los campos de crianza de caballos y vacas. Federico y Hans le dieron un gran desarrollo al valle. El Ministerio de Agricultura de la Provincia hizo un dique en la parte montañosa del arroyo, que formó un embalse montaña adentro. Del dique sacaron cañerías que drenaban sobre canales abiertos a los costados del valle, en la falda, al comienzo de los cerros. Fue una gran obra de ingeniería por su concepción más que por su tamaño. Esto permitió que, 2300 hectáreas tuvieran riego, convirtiendo al Valle Escondido en la mayor superficie bajo riego de la provincia.

Hans heredó del padre el apego al trabajo y al sacrificio, sus tres hijos le ayudaron a conseguir los sueños del abuelo Federico. Carlos, Hernán y Rogelio fueron a la escuela solamente hasta sexto grado, a la escuela rancho que por ese entonces existía; estaba en la curva del camino que bajaba de los cerros y sobre las estribaciones donde ya no hay cultivos. El camino llegaba hasta el valle, por una quebrada angosta pasaba el puente de madera sobre el arroyo, construido en quebracho, el arroyo allí se encajonaba con altas barrancas. La escuela rancho fue reemplazada por una nueva escuela, allí iban a dar clases Ana y Clara, vinieron a vivir en la Estancia del Valle Escondido; inauguraron la escuela que tenía treinta alumnos entre primero y quinto grado. Ana era la maestra de primero, segundo y tercero; mientras que Clara daba clases en cuarto y quinto grado.

El valle estaba dividido en potreros grandes con alambradas que lo atravesaban a lo ancho, hasta llegar en cada lado a los cerros. La mitad del valle estaba cultivado con sorgo y maíz, la otra mitad tenía potreros de alfalfa donde pastaban doscientos caballos y trecientos vacunos. Los caballos que se criaban eran criollos y hannoverianos originarios de la estancia de Tissen, el ganado vacuno eran negros Aberdeen Angus. En los campos con animales, había bajadas artificiales hacia el arroyo que siempre venía con agua, para la bebida de vacas, caballos y cabras.

El arroyo bajaba cruzando el valle; hasta que se hizo el embalse y sus aguas fueron derivadas por los canales para el riego, dejando sólo el agua necesaria para la bebida de los animales. Dentro del cauce crecían árboles que mostraban, a lo lejos, el contorno zigzagueante; el agua serpenteaba bajando hacia el fondo del valle hasta donde no llegaban los canales de regadío y el campo era virgen como en el principio: de pastos duros y rústicos que servían de alimento para cabras.

Las dos maestras llegaron a la Estancia del Valle para inaugurar la escuela. Ana venía de la ciudad y no sabía nada de campo, en cambio Clara se crió en el campo y fue a estudiar a la ciudad. En el campo Clara andaba a caballo y en la ciudad fue a un club de equitación donde aprendió a saltar; ganó a los diecisiete años el campeonato provincial de “Jóvenes Jinetes”; se recibió de maestra y se fue a trabajar a la campaña. Cuando surgió la posibilidad de trabajar en la escuela que se inauguraba, Clara aceptó y le dieron el cargo de: “Directora a cargo de aula”. Para Ana fue distinto, ella recién empezaba y aceptó el ofrecimiento de escuela, casa y comida, que le hicieron las autoridades escolares estimulados por los dueños de La Estancia del Valle.

La cría de caballos en el valle era una de las actividades más importantes y la que mayor tiempo y dedicación requería, se vendían caballos domados mansos de andar y chúcaros sin amansar. Los hannoverianos, por lo general se vendían amansados y de rienda; los criollos podían venderse mansos o chúcaros de dos años para que los amanse el nuevo dueño.

Cuando Clara llegó a la estancia a buscar su habitación, se encontró con que en el corral estaban domando un potro negro Hannoveriano; era zaino oscuro, con brillos dorados, tenía una cabeza grande pero perfecta, el cuello naturalmente arqueado y el pecho musculoso sobresalía como si hubiese sido un deportista. Enseguida se “enamoró” de ese potrillo, que además se “veía” que era absolutamente manso; ella lo distinguió como un futuro caballo de salto.

En la estancia no “hacían” caballos de salto, solamente los amansaban “de andar”. Clara pensó que ese potrillo no tendría un precio muy caro y quizás podría comprarlo; cuando habló con Hans sobre el precio del caballo, este le contestó:
… ¡Por ser vos lo mismo que me costó mi primer caballo!
…¿Y cuánto costó?
…¡Nada, Tissen me lo regaló!… ¡Yo se lo pagué amansándole caballos!
Clara lloraba, lo besaba a Hans y este se emocionó, porque no tuvo hijas y Clara era una “pero postiza”.

Los hijos de Hans se pusieron contentos que el potrillo quedara en poder de Clara, y le dijeron que cuando le dieran unos galopes y lo tiraran de la boca, se lo darían para que empezara a usarlo y enseñarle a saltar.

Los chicos de la escuela estaban felices con sus maestras, con el diseño de las aulas que tenían salamandras para calefacción en el invierno y con el comedor que les daba a muchos la única comida fuerte del día, y además les daban una ollita con arroz para el sábado y el domingo.

La escuela tenía agua corriente que se podía beber, era sumamente limpia y venía del dique que embalsaba el arroyo por los canales; tenía baños para varones y mujeres separados, nunca habían usado baños de ese tipo tan lindos y limpios. Las clases empezaban a las diez de la mañana y duraban sin recreo hasta las doce; luego de doce a catorce era el tiempo para descansar, jugar y comer. Se repartían las dos horas libres en una hora para juego y descanso y otra hora para comer. Luego seguían las clases hasta las dieciséis horas, previo tomar un mate con leche y alguna factura o torta frita, productos que traían de la estancia, donde tenían vacas en ordeñe y horno para el pan.

Los alumnos venían de las casas que estaban en el valle, hijos de los empleados de la estancia y también de estancias “cercanas” que estaban a dos horas de viaje a caballo. Las maestras iban a la escuela en un carro tirado por caballos y tardaban media hora en llegar. Salían temprano porque llevaban la leche y la comida para el desayuno, y la merienda, también para el almuerzo. La cocinera llegaba y prendía el fuego. Luego preparaba el desayuno para los chicos y las maestras; que venían con hambre por el tiempo que tardaban en llegar desde sus respectivos lugares. Los que vivían en el valle en las zonas de cultivo, en su mayoría venían caminado ya que no tenían que cruzar cerros; los otros venían a caballo o en burros, cruzando los cerros. La escuela era para ellos una fiesta: estudiaban, jugaban y comían; los que vivían en parajes aislados encontraban en la escuela los únicos amigos que tenían.

Todos los años en la primavera, se hacía una gran fiesta en la estancia donde se ponían a la venta los animales que allí se criaban. En realidad se vendían los animales de la última zafra: chivitos, potrillos y novillos. Hacían publicidad en la radio de la ciudad, la única que se escuchaba entre los cerros y el valle; también en la última feria publicaron avisos en el Club Hípico de la ciudad, quienes además mandaron invitaciones a otros clubes grandes entre ellos de Córdoba, Rosario, y Buenos Aires. La feria duraba todo el día, los caballos se vendían con un precio fijo y algunos salían a remate.
El lugar de reunión era el picadero techado, que Hans preparó para que Clara entrenara los caballos. El picadero se había preparado con un grueso piso de arena, que sacaron de los cerros.
El 12 de noviembre se hizo ese año la feria, vinieron como cincuenta personas incluidas algunas mujeres que entendían de caballos y de salto. A la entrada al picadero y en un costado había una larga mesa con manteles blancos; allí se había dispuesto los cubiertos para todas las personas que concurrieron y en pequeñas mesas estaban las empanadas, las botellas de vino, el hielo y los vasos. En otra mesa había soda, gaseosas y agua. La gente llegó entre las diez y las once, comieron empanadas con alguna bebida.
Luego Clara entró, con su caballo negro a la pista, brillaba por todas partes y Clara bestia con bridges blancos, saco negro y botas negras.
La pista estaba armada con muy pocos obstáculos, saltaría vallas aisladas mostrando más que nada la potencia de su caballo, las cinco vallas terminaban en un “muro de ladrillos” el cual cada vez se elevaba más alto. En la primera vuelta los obstáculos empezaban con noventa centímetros y terminaban en el muro con un metro treinta centímetros, Clara dio dos vueltas con este armado y luego subió todos los obstáculos de a diez centímetros cada vuelta. Paso uno cuarenta y subió a uno cincuenta, el muro parecía muy alto, Clara sacó los tres primeros obstáculos y dejó una valla y el muro: saltó uno cincuenta y luego puso el muro en un metro sesenta, la gente hizo silencio Clara arrimó el caballo al muro y dio una vuelta al galope por el picadero, el galope de Jimbo era cortito pero firme ; saltó el primer obstáculo y sin ningún temor enfrentó la valla de uno sesenta, parecía que flotaba pasó por encima lejos de rozarla, sus patas se encogían para no tocar la valla, las manos las quebró, dobladas contra su pecho. Podía saltar eso y mucho más, para Clara fue suficiente, Jimbo hacia solo nueve meses que entrenaba y tenía menos de cuatro años. Ella sabría esperarlo y no lo exigiría más para no dañarlo.
En el cobertizo cuando Clara pasó el último obstáculo se hizo un pequeño silencio, que fue un signo de admiración y luego todos rompieron en un cerrado aplauso al caballo y el jinete.
Clara se bajó del caballo y se lo entregó a su cuidador, que lo llevó al box, allí tomó agua y un rato después comió. La gente reunida le preguntó cuanto hacía que lo entrenaba, cuantos años tenía , si lo había entrenado ella sola, quien le había enseñado a montar y saltar, todas preguntas que ella respondía.

Entre los asistentes estaba un hombre que solo escuchaba lo que se decía, cuando Clara se apartó del grupo y fue a la mesa a beber agua y comer una empanada, el hombre se le arrimó y en forma muy segura le dijo:
¡Tengo una propuesta para vos!
Y a continuación le ofreció que fuera a trabajar con él en su estancia de Lujan, en Buenos Aires; le ofrecía un sueldo, el alojamiento, comida y ropa limpia, llevar su caballo a Buenos Aires y darle pensión gratis; podría concursar en cualquier lugar que quisiera y la llevarían a ella con los caballos de la estancia que estuviera entrenando y el suyo. La oferta era “completa” y comparando la situación con la que tenía esta nueva era inmejorable.
Clara se quedó pensando y le dijo:
… ¡Lo tengo que hablar con Hans y mis padres!
Además estaba Hernán con quien tenía una relación de más que buenos amigos.
En un rato que tuvo habló con Hans y con Hernán, ambos se mostraron complacidos con que Clara tuviera esa oportunidad, podría aprender más y saltar en concursos importantes, hasta podría saltar por el campeonato argentino.
Esto la tranquilizó y el señor le ofreció ir hasta el campo de su papá, esa noche y al otro día traerla.
Después del asado, compuesto de chivitos y costillas de terneras, se realizó la subasta del ganado y de los caballos que salieron a remate, los que se vendían a precio fijo tuvieron gran aceptación y fueron enseguida comprados. Cuando la tarde moría se retiraban del Valle Escondido los compradores, que habían venido de diversas provincias y habían comprado la producción que ya tenía fama tanto de sus caballos como de sus bovinos y caprinos.
Cuando llegaron a su casa, no la esperaban y se alegraron de verla; les sorprendió la propuesta que este señor le hacía, pero consideraron que socialmente era mejor que su vida en Valle Escondido, y económicamente era muy superior ya que no tendría gastos y ganaría mucho más.
Les ofreció a los padres llevarlos y traerlos dentro de quince días; irían y se quedarían un fin de semana donde Clara participaría en un concurso con caballos de la estancia.

La estancia “La Ponderosa” en Lujan era hermosa; Jorge su dueño había plantado montes de árboles en todos los potreros, las ochocientas veinte hectáreas estaban cultivadas con pasturas para caballos exclusivamente, todos los años vendían y compraban hermosos caballos, muchos de esos animales venían de Valle Escondido, se exportaban a Europa y Estados Unidos , Brasil , Colombia y Venezuela. Esta vez Jorge no solo se trajo veinte caballos hannoverianos del valle; sino que se traería la entrenadora de caballos que la estancia tenía. Por eso hicieron un arreglo con Hans, este mandaría los caballos a La Ponderosa, donde los entrenarían y concursarían, y sobre el precio original del caballo se repartirían las ganancias por la mayor valorización que al venderlo compitiendo tendrían.
Cuando Clara llegó a la estancia de Lujan, quedó sorprendida con todo lo que encontró: por una avenida de árboles se entraba a la estancia, allí al final de la arboleda había un cerramiento en maderas blancas, que rodeaba la casa principal y la casa donde viviría Clara. Atrás de las casas, había un inmenso prado verde con montes de pinos, robles y alerces y empezaban las instalaciones que estaban divididas en galpones de servicio, de un lado y corrales, mangas de entrenamientos, (tres), picadero techado y potreros pequeños para soltar los caballos que estaban trabajando, al otro lado.
Los galpones eran varios, el más cercano a las casas era para guardar herramientas, tractores y vehículos: autos, camionetas, camiones de transporte de caballos y de cargas.
El galpón con los boxees estaba aislado de todos los galpones, por seguridad, dentro de ese galpón había la menor cantidad de elementos inflamables y por ello el piso de los boxees era de arena seca que se cambiaba todos los días donde se ensuciaba. Afuera, frente a los boxees habían árboles en hilera, allí se colgaban los caballos; el techo del galpón que tenía los boxees, estaba aislado con una capa de fibra de vidrio y otra de telgopor, arriba estaba pintado de blanco, esto protegía a los caballos del frío y el calor.

Ese fin de semana Clara descubrió un mundo nuevo, concursó con los caballos de La Ponderosa, estuvo feliz y sus padres aprobaron el ambiente en que Clara viviría; la comida al medio día la tendría en su casa ya que sería rápida y vendría de entrenar caballos; a la noche, cambiada, cenaría en lo de Jorge con su familia.
Pactaron que vendría en Diciembre cuando terminaran las clases; la irían a buscar y traería su caballo en un trailer que Jorge tiraba con su camioneta 4x4.

Los alumnos y los padres hicieron una fiesta de despedida, no lloraron, pero las canciones eran sentidas, sabían que Clara no volvía, hubo muchos besos y algún puchero de los más pequeños.
Ana quedó de: “Directora a cargo de aula”, la maestra que reemplazó a Clara era muy buena con los chicos.
La despedida de Hans, su mujer y los hijos fue con besos y promesas de ir a visitarla y ella de volver a verlos; en el periodo de vacaciones, diez días dos veces al año, volvería a su casa y al Valle Escondido.

Clara ganó con Jimbo muchos concursos y por último salió Campeón Argentino; y fue padrillo, después de eso fue vendido a México donde también ganó muchos concursos, sus hijos fueron de vuelta a Alemania y el rancho Z compró un hijo de Jimbo, que se llamó Jimbo 24Z y fue campeón de Europa.
Clara viajó a Europa, con un nuevo caballo de Valle Escondido; lo entrenó y saltó en Buenos Aires, formó parte del Equipo Argentino que salió Campeón Mundial, en la misma Republica de Alemania. Participaron dos caballos de Valle Escondido sobre los seis que con los suplentes habían ido. Figuraban como:
… ¡“Criados en Valle Escondido y entrenados en La Ponderosa”!
Clara a su vuelta se casó con Hernán, siguieron criando, amansando y entrenando caballos en la Estancia del Valle Escondido, tuvieron hijos. Cuando Hans murió los sueños de Federico y de Hans estaban totalmente cumplidos.

Valle Escondido 1930-1980- Federico
Valle Escondido 1932-2002-Hans
Valle Escondido 1954-2008-Carlos-Hernán-Rogelio
Valle Escondido 1974-1978 -Jimbo
Valle Escondido 1977-2008- Clara
Valle Escondido 1977-1992 –Ana
La Ponderosa1978-1980-Jimbo
La Ponderosa 1978-2008 -Jorge
Cabaña Z Alemania1985-Jimbo 24Z

Gracias a Clara y Hernán por lo que me contaron.

Jorge Eduardo
La Plata


















N°30
SALVAJE ESE POTRILLO MALO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1993
Fecha de alta 21-04-2008

Los padres de salvajes eran dos magníficos ejemplares, se destacaban por su altura y condiciones para dar descendientes que podrían ser sobresalientes para saltar; la madre de salvaje era una yegua que provenía de una estancia que se dedicaba a la cría de caballos para salto, hijos de ella estaban en actividad saltando con mucho éxito; el padre de salvaje un caballo pura sangre de pedigrí vinculado con Yatasto, muy alto y musculoso, con patas con buenos aplomos y canillas gruesas , haciendo juego con su cuerpo.

Salvaje nació en lo del profesor, él se encargó de hacer servir a la yegua con el magnífico ejemplar y tenerlos a ambos hasta que Salvaje fue vendido a un señor que le gustó el potrillo cuando tenía dos años. Cuando me enteré que el profesor había vendido al potrillo flacucho y muy alto, que sabía andar suelto por la pista y en la quinta de al lado, me enojé con él, porque yo le había dicho que me gustaba mucho ese potrillo, por ese entonces tenía a Intruso, que saltaba pero no lo hacía en serie, se disparaba al saltar la primera valla.
El hombre que compró el potrillo vino a ofrecerme comprar a Intruso, yo le dije:
¡Le propongo un cambio! ¡Le doy a intruso por el potrillo!

No entendía nada, cómo un potrillo de dos años lo iba a cambiar por un caballo muy lindo que era conocido como un gran caballo para correr carreras cuadreras, enseguida aceptó el trato y me dijo que me traería el potrillo y se llevaría el caballo. El potrillo estaba en un Stud del barrio del hipódromo de La Plata, allí es costumbre poner con los caballos a otro animal pequeño para que lo “acompañe”, y al potrillo lo habían puesto con un carnero que tenía la mala costumbre de comerles las colas a los caballos, así fue como el potrillo se quedó sin cola, hasta el “marlo” se la había comido, sin comerle precisamente el “marlo, por lo que le podía volver a crecer con el tiempo de forma normal.

El potrillo no tenía marca, entonces el hombre que lo trajo lo marcó con su propia maca y me dio los papeles a mi nombre. La marca era del tipo abierta y apenas si se la aplicó, por lo que no tuvo ningún contratiempo y cicatrizó rápidamente, quedándole los trazos muy poco profundos. Junto con la aplicación de la marca lo capamos y juré que sería el último potrillo que caparía, promesa que no pude cumplir porque a Nico tuve que caparlo por indicación del veterinario, aunque Jimbo24z quedó padrillo hasta que murió de un cólico. Junto con la marca y la capadura, lo cuidamos en box, dándole la comida los primeros días en un morral adentro del box, costumbre que el potrillo adquirió rápidamente, no tuvo ningún inconveniente y ni siquiera adelgazó más de lo que ya estaba.

Los primeros días que volvió con nosotros, era muy arisco y no se dejaba embozalar fácilmente dentro del box, lo habían maltratado durante ese tiempo que lo tuvieron en el Stud del barrio hipódromo. Como no era un caballo que cuidaran para correr, los peones no le prestaban mucha atención y apenas si alguna vez lo caminaban a la cincha de algún caballo manso. Estaba bastante desmejorado, con la cola hecha un plumero, y no tenía buena relación con sus cuidadores. Nuestra preocupación pasaba por ponerle un nombre: “Salvaje”, dijimos a coro con Diego.

Era un potrillo de escapar adentro del box cuando lo íbamos a embozalar, casi no se podía creer porque antes de que se lo llevaran se dejaba agarrar cuando andaba suelto por la pista, cosa que yo hacía a menudo y lo llevaba de tiro corriendo detrás de mí, luego le soltaba el bozal y él me seguía corriendo. Yo saltaba una valla baja de a pie y el atrás mío, suelto, me imitaba.

Salvaje que se “había” puesto malo por el trato que recibió, fue cediendo en su actitud, y cundo estuvo sano de las operaciones que sufrió lo empezamos a amansar de abajo sistemáticamente. Todos los fines de semana íbamos con Diego y lo sacábamos del box, en un par de meses le había crecido la cola y ya no se le veía el rabo. Lo acostumbramos primero a bañarlo, cosa que nunca le disgustó. Era primavera por esa época y algunos días, después de correr suelto en la manga lo manguereábamos por las verijas y las patas, para sacarle las cosquillas. Salvaje fue perdiendo el pelo del invierno y adquirió un brillo de zaino cabos negros, muy lindo.

Nunca lo colgábamos al sol, para que no se “mareara” o se pusiera amarillo. Lo bañábamos día por medio porque no todos los día lo sacábamos a la manga, y si no sudaba no hacía falta bañarlo, cosa que tampoco siendo tan nuevo lo beneficiaba, puesto que el baño con jabón le sacaba la grasitud natural que mejoraba y le daba brillo al pelo, tenía la tuza sin cortar como todos los potrillos y hasta que no estuviera manso de andar no se la cortaríamos, tampoco le cortaríamos la cola que a los seis meses ya la tenía de un largo casi normal; tanto la tuza como la cola eran de color negro y muy gruesas y pesadas lo que le fue mejorando sobremanera su aspecto.

Salvaje fue olvidando el mal trato anterior y cada día nos sorprendía con algo nuevo, como el primer día que respondió a mi llamado de… ¡Salvaje!... Mientras estaba en el box: con un relincho de saludo. Por ese entonces Salvaje saltaba suelto en la manga, no le poníamos palos altos, sólo para que tuviera que saltar al galope, era potrillo y no era conveniente que se esforzara en altura, sólo que adquiriera la costumbre de saltar.

También le poníamos la montura y lo hacíamos correr y saltar con la montura sin jinete en la manga. Hasta que cuando había pasado un tiempo considerable y que Salvaje ya no mañereaba en el box para agarrarlo, también lo habíamos hecho herrar con el mejor herrero: el del Regimiento de granaderos a Caballos. Este señor era un gran profesional y gracias a su técnica Salvaje mejoró la posición de las manos, ambas las metía ligeramente para adentro, después de unas cuantas herradas y ante de mandarlo al campo, Salvaje había corregido su defecto de nacimiento.

Con Diego lo acostumbramos a que llevara un jinete sin enojarse pero no lo domábamos realmente bien, por lo que decidí enviárselo a un gaucho domador; con los baños y las herradas le sacamos las cosquillas de las patas, quedaba hacerlo bien de andar y blando de rienda, algo muy necesario para saltar.

El gaucho, por indicación mía, si bien lo soltó al campo, le daba avena de ración todos los días. Yo le pagaba mensualmente por la doma y la mantención y Salvaje en el campo se puso muy lindo. Lo ensillaba con montura de bastos, que son mucho mas pesadas que las inglesas de salto, lo llevaba al campo y trabajaba con la hacienda, haciendo todos los trabajos requejidos: Corría ganado, enlazaba y tiraba a la cincha, empujaba y tiraba una vaca al suelo si era necesario. Salvaje adquirió una prestancia y un desempeño para todas las tareas rurales que mostraban su fibra de pura sangre, acostumbrado al campo.

El gaucho cuando lo hacía correr en el campo, se dio cuenta que Salvaje tenía un pique y una velocidad que sus otros caballos no tenían, lo dejó a box por un tiempo y lo entrenó para cuadreras, cosa que era común hacer en la estancia
Cuando Salvaje estaba bien entrenado lo llevó a unas cuadreras en Magdalena, en ese lugar corrían casi todos los domingos, se conocían todos, cuando vieron este caballo nuevo muchos no le quisieron correr, así fue que solamente pudieron hacer carrera con una yegua pura sangre que se sabía era muy ligera.

Fijaron el monto de la carrera y el tiro: mil dólares, no uno a uno, y seiscientos metros. Esta distancia le venía muy bien a Salvaje, ya que era muy alto con patas largas y también era bueno en carreras de trescientos metros. Sería con salida desde el cajón y si bien Salvaje había entrenado saliendo del cajón, no había corrido una carrera brava como era esta.

La pura sangre estaba muy fogueada y no tendría inconvenientes en la largada; no sabíamos como respondería Salvaje a su nueva situación. La carrera se corrió como última de la tarde ya que costó armarla, porque no nos poníamos de acuerdo con el tiro, y tampoco por la plata. Cuando estuvimos de acuerdo y se anunciaron las condiciones de la carrera, la gente ofrecía “doble contra sencillo” por la pura sangre; estaban todas las apuestas en contra de Salvaje y sólo aceptaban jugar a favor de Salvaje si le daban alguna ventaja: Que la yegua gane cortando. Que pague doble si pierde...

Pero entre todos los que jugaban había un señor que aceptaba todas las apuestas a favor de Salvaje: Mano a mano, doble, cortando, derecho, había jugado más de lo que era la apuesta de la carrera, había un misterio que resolver: ¿por qué si todos dudaban de Salvaje él jugaba tan seguro?

El hombre no era otro que el dueño de la estancia del frente, que veía correr a Salvaje cuando lo entrenaban casi todos los días y le llamaba la atención lo rápido que era en cualquier distancia. La yegüita que se sabía rápida estaba muy cuidada, y ya había corrido en esa cancha con buenos caballos y había ganado; eso si esta vez el tiro era más largo de lo habitual en ella, pero el dueño estaba muy confiado. Cuando dieron el paseo, se vio que Salvaje era un hermoso animal que no desmerecía con la yegua, que además tenía mucho más envergadura y era de contextura más musculosa; allí salieron a jugar algunos a favor del caballo, pero siempre pidiendo ventajas, se armaron unas cuantas apuestas mano a mano.

Los llevaron para los partidores y el juez de largada dio la partida, contra lo que se suponía de que la yegua saltaría en punta y correría así, por lo menos hasta pasada la mitad de la carrera, el que pico y de forma sobresaliente fue Salvaje y en el tiro corto le sacó una ventaja tan importante que la yegua no se recuperó. Le ganó por cinco cuerpos a la yegua más ligera que frecuentaba las cuadreras. Los dueños argumentaron que la yegua largó mal porque se había tropezado al salir; yo no me dí cuenta y si fue cierto igual perdió sin atenuantes, con esta carrera el gaucho sin arriesgar plata de su bolsillo ganó el treinta por ciento, de la apuesta, que yo le pagué por cuidarlo y correrlo, para mí me quedaron setecientos dólares, que me ayudaron a pagar todo el año en el campo.

Corrió y ganó tres carreras más. No fueron todas por mil dólares pero por ahí andaban; Corrimos por setecientos, seiscientos, y ochocientos cincuenta. Me quedaron limpios: Un total de dos mil doscientos cinco dólares más novecientos cuarenta y cinco para el gaucho que lo corría y lo cuidaba. Fue mucha plata en poco tiempo y el final de las cuadreras se dio cuando me lo llevé para que se convirtiera en un caballo de salto.

El hecho de haberlo cuidado para las cuadreras le mejoró el físico, ya no tenía panza de comer mucho pasto. Y también sirvió para que se pusiera más manso, una experiencia buena de su estadía a box. Cuando lo trajimos a los boxees del profesor, era un caballo totalmente diferente al que se fue. Había aprendido de todo: Caballo de campo, buena rienda y obediente a las ayudas de la pierna y mandatos de la boca, tiraba de la cincha, topaba vacas, saltaba yuyos en el campo, era bueno para correr y enlazar, podía comer tanto a box como a campo, y como broche de oro resultó ser digno hijo de su padre: muy ligero.

Salvaje pudo ganarse la vida corriendo cuadreras, pero el objetivo mío era que Diego lo usara para saltar y así empezamos a entrenarlo con el profesor dando las indicaciones para salto. Lo único que le quedó de antes fue el nombre, que ya no hacía juego con su comportamiento, a partir de los cuatro años estaba en training y aprendizaje de salto, nada lo distraía puesto que de chico andaba por la pista mirando obstáculos y caballos saltando con sus jinetes. Cuando le tocó el turno a él, lo hizo rápido y con corrección. No recuerdo si fue en el primer concurso que participó, que le robaron el premio dándoselo a la chica que salió en segundo lugar, pero era del club. Fue tan evidente el robo que tenían anotado el nombre de Diego en el primer puesto y leyeron el de la chica.

Diego ganó otros concursos con Salvaje, el último lo ganó en Montegrande y no salto más, por ello vendí o regalé los caballos que tenía para salto. A Nico lo regalé. A Salvaje lo vendí barato a una nena que recién se iniciaba, y creí que lo cuidaría pero no fue así. En realidad el que tuvo la culpa de no cuidarlo bien fue el peón del club, que le robaba la comida; yo descubrí la maniobra y lo hice echar.

Con Diego en su categoría, Salvaje fue exitoso, tuvo un periodo de no saltar porque yo lo había dañado en la “cuerda” de la mano izquierda, para entrenarlo, equivocadamente lo hacía subir y bajar a toda carrera montículos de tierra en un canal que habían construido entre City Bell y Punta Lara. Lo dejé de ver cuando lo vendí y al poco tiempo no fui más al club, me quedaba un poco lejos, y al no tener un motivo dejé de ir, a Jimbo24z lo habíamos llevado a Buenos Aires.

Salvaje, me enteré en el club hípico Argentino, tenía un hermano mayor por otra madre, pero de apariencia muy parecida; cuando la dueña se enteró que yo era el dueño del hermano de su caballo, me lo quiso comprar a toda costa a pesar que Salvaje no tenía papeles de pura sangre, porque la madre siendo pura no los tenía. Lo quería para saltar dado que su hermano era muy bueno.

Algunas de las perrería que les hice a Salvaje y Nico, fue probarlos con Diego, para saber cual era más ligero; los dos suponíamos que Nico lo sería, pero hasta que no nos dimos el gusto de correr una carrera, prohibida para caballos de salto, no lo supimos y nunca lo supimos, porque la carrera que corrimos por la orilla del arroyo, se interrumpió al llegar al puente que cruzaba el arroyo, y hasta allí llegamos juntos, más de mil metros.

Con culpa de ambos no volvimos a correr, ninguno perdió. Otra falta que cometí fue desafiar con Salvaje a un cuadrero que lo guardaba en lo del profesor. Un día salimos a caminar por afuera y estando en una calle pareja, muy larga y derecha, hicimos un desafío: La carrera se limitó a la partida de parado, le saqué en el salto como tres cuerpos y frené. Esos deslices fueron lo único que le recordó a Salvaje que fue un cuadrero, pero nunca más volví a hacerlo.

2003-2008
Jorge Eduardo
City Bell –Buenos Aires.











































N°31
VIAJE A BRASIL


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1988
Fecha de alta 01-11-2008

Nos reunimos un grupo de amigos y decidimos alquilar unas casas en Brasil, íbamos en dos autos, un camión Ford chico con cabina, y una camioneta Chevrolet.

La camioneta Chevrolet era nueva, pero en el camino antes de llegar a Porto Alegre, se le rompió una correa, y por suerte (era domingo), encontramos un taller abierto que tenía un repuesto.

Durante el camino paramos a dormir, primero en Santana Do Livramento; allí dormimos en la “pousada” de un gaucho brasilero; los varones dormimos adentro de un galpón sobre unas monturas y las mujeres afuera en los autos.

Recuerdo que una de las señoras tenía miedo de que nos fueran a secuestrar o robarnos el dinero que llevábamos para un mes de viaje. Nada de eso sucedió, el gaucho era un señor con todas las letras y nos despertó con un fabuloso desayuno brasilero; lo recuerdo después de veinte años con mucho cariño, ya que esa noche no había alojamiento en Santana Do Livramento. En ese lugar se reunían frecuentemente la agrupación gaucha de Santana.

La segunda parada la hicimos en Torres, nos habíamos demorado por la rotura de la correa, en Porto Alegre, y debimos parar de nuevo a dormir, era un viaje más lento de lo previsto, pero finalmente llegamos a Bombas y Bombiñas donde fuimos a la casa alquilada, la nuestra compartida con uno de los amigos, la habíamos alquilado por intermedio de otro amigo; la casa era una porquería, estaba en medio de unos cerros en el fondo de un pozo donde el sol y la falta de aire hacían que fuera un horno.

Además no estaba lista para entregarla, porque la estaban pintando y haciendo arreglos que no estuvimos dispuestos a esperarlos, le dijimos al dueño que no la queríamos y perdimos la seña de cien dólares que habíamos entregado.

De la casa nos fuimos a una pousada muy pero muy linda en un cerro frente al mar.

Después que nos acomodamos, yo me fui a caminar por la orilla del mar al mediodía. No había nadie en la playa, comenzaba el carnaval, y en un puestito hecho con hojas de palmeras encontré un borracho que estaba solo y sentado, tuve el ánimo de preguntarle si no sabía quien alquilaba una casa; como por arte de magia me contestó: ¡Mi primo se dedica a ese negocio: a alquilar casas!

Y para mejor vivía en el camino que llevaba a la pousada, me dio todos los detalles de cómo encontrar la casa y lo saludé; me fui para la pousada, allí hablé con mi amigo y fuimos hasta la casa del primo del borracho, este no estaba pero si su señora, quien nos dijo que después del carnaval se desocupaba una casa muy bonita, arriba del cerro que divide la península y que se ven las dos costas del mar.

Habiendo conseguido casa para dentro de unos 3 días decidimos irnos a otra ciudad y de allí partimos para Blumeneau.

En Blumenau fuimos a un lindo hotel donde nos daban el típico desayuno que era muy rico, íbamos a comer también a un lugar típico de la región que hacía comidas brasileras y alemanas.

En Blumenau encontramos un señor quien era el representante de la cerveza Brahma para todo el sur de Brasil hasta Porto Alegre, un negocio descomunal; como a todos nos gustaban los caballos y por ser de Argentina empezamos a hablar de caballos, y Diego, de salto, porque él saltaba. Este señor le contó que tenía un predio con 25 caballos de salto en pesebreras y que había un grupo de personas que los cuidaban y un profesor que tenía alumnos que iban a montar.

Los caballos en Brasil no se alimentan de la misma forma que en Argentina, ni tampoco el box se tiene igual, el piso por empezar es de arena, lo cual no está mal pero es más duro que el de aserrín.

Nos invitó que fuéramos al otro día al lugar, pero debíamos ir solos, él se iba de viaje. Lo llamó al profesor y le dijo que nos esperara a la mañana y nos llevara a su residencia en el campo; el ama de casa nos daría de comer con el profesor.

El lugar de los saltos era una pista entre cerros y árboles espectaculares, las caballerizas eran tan pitucas que por ser el representante de la cerveza tenía un bar donde se comía y bebía con naturalidad como si fuera en la ciudad.

Alrededor de la pista había asientos y en un extremo un grupo de departamentos para cuando venían invitados. El profesor le prestó a Diego su caballo, que era de origen argentino, un anglo árabe muy lindo, Diego saltó muy bien y lo hizo saltar alto para la edad que tenía 9 ó 10 años; le dijo: “tienes un profesor muy bueno, por tu postura y tu accionar, yo no podría enseñarte mejor”.

Luego fuimos a la residencia del campo, el lugar era hermoso con flores salvajes, árboles y potreros donde estaban los caballos, la casa tenía una pileta enorme que era ideal para ese día de calo; donde después de comer nos metimos al agua.

El profesor nos explicó que a los padrillos los traían al campo con las yeguas que iban a tener crías y así no se juntaban con yeguas en el sitio de salto, de esa forma no había ningún problema.

Entre los caballos que conocí por primera vez había unos de raza Apaloosa: los caballos de los indios americanos.

Nos despedimos a la tarde después de pasar un día súper agradable, no sin antes, el profesor, invitarnos para el domingo (era miércoles), a una exhibición de saltos en la arena a la orilla del mar.

Para ese día ya estábamos instalados en Bombas y Bombiñas, y fuimos unos sesenta kilómetros al lugar donde saltaban. Las vallas eran bajas, no más de un metro, porque la arena era muy pesada, fina y se enterraban mucho, al final, después que habían saltado todos, el profesor le preguntó a Diego si quería saltar; le prestó su caballo y Diego saltó la mayor de las alturas que habían saltado, la gente lo distinguió con un fuerte aplauso, y el profesor le regaló un banderín del club de salto.

Con la gente de Blumeneau pasamos muy bien los días de carnaval, cuando volvimos teníamos una casa hermosa y grande que habitamos casi un mes, la pasamos muy bien. A veces salíamos de mañana, muy temprano, a caminar por la orilla del mar, si bien desde la casa que estaba en lo alto de un cerro que dividía la península en dos, se veían dos orillas de mar: una con mucha arena y la otra cubierta de selva.

Sentíamos atracción en ir por la selva juntando orquídeas y otras flores que después las pusimos en latas y las trajimos a la Argentina, entre ellas muchos helechos diferentes.

Caminábamos por la selva, pero bajábamos y disfrutábamos del mar, las caminatas duraban desde las seis AM hasta las diez AM. Un día habíamos juntado un montón de plantas y las escondimos al costado del camino para retirarlas a la vuelta, pero las escondimos tan bien que nunca las encontramos.

Muy temprano, a la salida del sol, salíamos con Mariela y Coco por la costa, que tenía árboles y flores preciosas; la costa era en algunos lugares escarpada y en otros ofrecía una suave bajada hacia el mar, había unas bahías que permitían llegar a unas aguas calidas y serenas y era un verdadero placer disfrutar de ellas.

Todas las noches nos juntábamos con Carlos y la familia, también en las tardes; íbamos a cenar juntos, a veces en un local que vendían pequeños pollos a la parrilla.

A pesar que el carnaval había terminado en las playas de brasil, en algunos lugares muy especiales lo seguían festejando. Encontramos una noche que caminábamos con Estela, hacia la punta de la península por donde todavía había selva, una especie de bar hecho con maderas de la selva, sólo había luz de velas y era a la orilla el mar; desde antes de llegar escuchábamos cantar en portugués, cuando llegamos y nos encontramos con el primero de los parroquianos, le dijimos que éramos argentinos y que “morábamos “ en Bombas y Bombiñas; nos dijeron que ese lugar sólo lo frecuentaban brasileros y que en realidad no era un comercio, sólo un grupo de amigos; pero si queríamos quedarnos a escuchar sus canciones gustosos nos ofrecían unas cervezas.

Aceptamos el ofrecimiento y nos quedamos un rato largo, cuando nos fuimos les aseguramos que habíamos disfrutado mucho el encuentro, eran los últimos días y ya nos íbamos.

La vuelta de Bombas y Bombiñas la hicimos por Gramado; fuimos hasta allí por un camino en medio de la selva, desde la costa del mar a la ciudad de Gramado; fuimos en parte bordeando un río que tenía una vegetación frondosa y llamativa. En una estación de servicio, vimos que un señor se bajaba de una camioneta con un revolver al cinto,

En medio del camino y plena selva le pregunté: “¿Por qué? Y me dijo que en esos caminos por donde él andaba y más adentro de la selva, había salteadores de los que debía protegerse de esa manera. Me aseguró que yendo hacia Gramado ya no había peligro porque era un camino concurrid; el mayor riesgo era en los caminos solitarios. “¡Menos mal!”, dije, y nos fuimos rezando para que todo salga bien.

En Gramado fuimos al mejor hotel, pero las señoras nuestras no se quisieron hospedar en él, porque era demasiado pituco; fuimos a otro que estaba fuera del centro, en un lugar abierto y campestre, era un hotel muy lindo, con pileta y parques, donde pasamos tres días muy bien.

El BMW525 venía cargado con todas las cosas que compramos a lo largo del viaje; venía achatado hacia atrás. Habíamos dejado Porto Alegre, donde estuvimos dos días y fuimos al club de salto cuyo presidente era un argentino de La Plata, nos atendió un minuto y no nos dio ni cinco de bola; fue una decepción enorme porque el club era muy grande y lindo. Por la mitad de camino entre Porto Alegre y Santana veníamos con mucho calor y cargado al máximo, se me rompió una goma, tuve que bajar todo lo que había en el baúl y sacar la goma de repuesto.

El regreso lo hicimos en el día desde Porto Alegre a Campana, sólo perdimos una hora con la goma y vinimos todo el viaje, a pesar de lo cargado: ¡A ciento cuarenta kilómetros por hora!

El viaje a Brasil tuvo momentos de gran emoción y probé lo bueno que era ese auto para pasar camiones en caminos de montaña, en subidas y también en bajadas en los lugares que hay para sobrepaso, acelerando de primera a tercera y viceversa, en bajadas y subidas.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina

























N°32
MAESTRA RURAL


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1974
Fecha de alta 04-04-2008

La conocí en un bar de la calle Justa Lima, en Zárate, en el año 1968, por esa época estaba de moda ir a tomar con amigos algunas cervezas los domingos a la tarde y encontrar chicas que también iban al bar, nosotros éramos un grupo de ingenieros recién recibidos que trabajábamos todos en la misma fábrica y vivíamos en la misma casa que alquilábamos sobre la calle Justa Lima.

Muchos de nosotros fuimos compañeros de facultad y en mi caso particular tenía compañeros de San Juan y de Santa Fe ya que cursé en las dos facultades mi carrera de Ingeniero Químico. La mayoría éramos Ingenieros Químicos, pero había un único Ingeniero Mecánico que fue contratado junto con quince Ingenieros Químicos, para la puesta en marcha del primer complejo de fertilizantes de la República Argentina.

No es vanidad, pero el grupo numeroso de ingenieros había atraído el interés de chicas de Campana que venían a Zárate, al bar que solíamos concurrir. Allí se juntaban tanto chicas de Zárate como de Campana, y nosotros, juntos con algunos muchachos del pueblo; el bar ponía mesas adentro y afuera, por lo que a veces las chicas que buscábamos con interés, no las encontrábamos.

Un domingo de tantos yo vi por primera vez a una rubiecita que me partió la cabeza. Ese día estaba con un amigo reciente que era de Santa Fe, el único de los que estábamos allí que tenía auto. Ella estaba acompañada por una morocha muy linda también; yo le mostré las chicas a mi amigo y cruzamos unas miradas con ellas.

Al llegar la nochecita las chicas salieron del bar, nosotros nos propusimos encontrarlas y salimos trás de ellas. Como sospechábamos, estaban en la esquina de la plaza que quedaba frente al bar, esperaban el ómnibus que las llevaría hasta Campana. Allí las abordamos y nos presentamos, les dijimos que no conocíamos a nadie y que queríamos hacer amistad con ellas. Les dijimos donde vivíamos y les preguntamos adonde iban, fue así que nos ofrecimos a llevarlas hasta su casa, el auto estaba estacionado muy cerca y fuimos caminado hasta llegar al mismo, uno de los primeros Peugeot 404 que habían salido al mercado.

Campana dista de Zarate por el camino viejo, unos veinticinco kilómetros, pero dado que en esa época e camino estaba en muy mal estado, el tiempo para recorrerlo se hacía prolongado, lo que aprovechamos para conocer de ellas y contarles de nosotros. Así fue que antes de llegar, habíamos quedado de acuerdo, en encontrarnos el miércoles siguiente en el bar del único hotel importante, que había en Campana.
La rubia tenía veinticuatro años, era maestra rural, trabajaba en una villa muy pobre.
La morocha era empleada administrativa de la única fábrica de FM (Fabricaciones Militares) que había en Campana (hoy está cerrada); tenía treinta años y era muy simpática.

Cuando volvíamos con mi amigo nos felicitamos de haber intentado entablar amistad con estas chicas, eran por cierto muy agradables como personas y aunque adelanto el relato fueron grandes amigas por muchos años.

El miércoles a la noche después de las veintidós horas, salíamos de trabajar del turno tarde, nos encontramos con ambas, llegamos al bar-comedor del hotel, que pertenecía a la fabrica de caños y atendía gente de afuera, pero no así el hotel que era sólo para empleados de la fábrica.

Ese encuentro resultó muy entretenido y ellas se mostraron muy amables, lo que nos facilitó para que las invitáramos el sábado siguiente a bailar, aceptaron, pero nos pidieron que fuésemos a Lujan, que dista de Campana unos cuarenta y cinco kilómetros más o menos. La razón de este pedido, nos dijeron luego, era que no las vieran con gente extraña a Campana, porque se lanzarían comentarios que las perjudicarían. En Lujan probablemente no las reconocería nadie, ya que no eran habitué de esos lugares.

La cena del miércoles terminó tarde, cerca de la una de la mañana y las llevamos a sus casas. Hacía tres días que las conocíamos y ya teníamos un trato muy familiar, todo parecía indicar que ellas también se sentían a gusto con nosotros. En aquellos tiempos para ir un sábado a bailar había que vestirse prolijamente, de saco y corbata o traje, las chicas se arreglaban muy lindas, con polleras cortas y nada de pantalones.

Nuestra experiencia con lugares de baile en pueblos vecinos era nula, las chicas si bien alguna vez fueron a Lujan, no conocían el lugar como para indicarnos el camino, por lo que debimos preguntar al llegar donde habían lugares bailables y como se iba. Dimos con un buen lugar y que tenía bastante gente, se pagaba una entrada que daba derecho a una consumición, allí entramos y nos ubicamos en un sector apartado de la pista donde no se sentía tanto el sonido. Conversamos un rato largo entre los cuatro, nos enteramos de muchas historias y del tipo de vida y la conducta de la gente del lugar. Cuando ya era como la una o más de la mañana, salimos los cuatro a bailar lentos, algo clásico para mi tiempo y muy lindo.

Este tipo de música de por sí es romántica y teniendo una chica hermosa entre los brazos es más romántica todavía. Los lentos si bien permiten conversar, son más para bailar en silencio, y aunque recién la conocía, a los veinticinco años uno tiene una audacia y un comportamiento que no tiene mucha lógica. La posición típica para bailar lentos es pegar las mejillas y esa fue mi primera intención, no la afectó mi actitud y ella dejó su mejilla contra la mía sin objeción, bailábamos muy entretenidos, cuando veíamos que alrededor nuestro muchas parejas se hacían mimos y se besaban, entonces sin forzar las cosas, yo le di un beso en la mejilla, al cual ella respondió del mismo modo. La noche siguió con rock y quedamos separados, si bien nos gustaba bailar algo movido, no lo pasamos mal con los lentos.

Salimos del boliche y fuimos a dar una pequeña vuelta al pueblo, pasamos por delante de la basílica y de los museos, a las cuatro de la mañana, ya la gente se iba a su casa y nosotros nos volvimos para Campana; al llegar fuimos a una vieja pulpería que nos gustaba mucho, todavía permanecía abierta y con muchos de los noctámbulos que deambulaban a esa hora tomando algo o comiendo.

Allí nos bajamos los cuatro, pero yo le dije a mi amigo… anda a buscar una mesa que ya voy… Ella presentía por qué me quedé y era porque quería besarla, no puso objeción a mi trato y nos besamos una y otra vez apasionadamente, esa ere el broche de despedida a una noche maravillosa que llegó a su fin.

Los próximos encuentros fueron en el bar del hotel, siempre nos encontrábamos a la noche cuando yo trabajaba de tarde o a la tarde cuando yo trabajaba de noche o de mañana. Dejamos de salir los cuatro juntos, ellos salían por su lado ya que tenían el auto y nosotros teníamos algunas limitaciones. No obstante un día que teníamos toda la tarde para nosotros la invité a mi casa, ya que esa tarde no abría nadie.

Su llegada me tenía impaciente, habíamos quedado a las quince y no vino se hicieron las diecisiete y yo pensé que no llegaría; cuando escucho el timbre y miro por el balcón del segundo piso de nuestro departamento, era ella vestida de pollerita corta, corrí escalera abajo, que era muy empinada, abrí la puerta y luego de cerrarla lo primero que hice fue besarla, ese beso duró mucho y era el preámbulo de nuestra tarde de amor.

Mi vida había cambiado significativamente, todos los días iba a Campana en taxi y volvía en taxi, no tenía aun mi propio auto. Algunos días iba a Campana y volvía con ella, la llevaba de vuelta y me volvía: Eran cien kilómetros en taxi en un sólo día. La fábrica estaba todavía en construcción y nosotros los quince ingenieros que la pondríamos en marcha, junto con los japoneses que la proveían “llave en mano” (con la puesta en marcha asegurada), estudiábamos todos los manuales que estaban en japonés con traducción al inglés (hecha por un japonés).

No era fácil la tarea que teníamos encomendada, los japoneses que conocían el proceso eran ingenieros que apenas hablaban castellano, palabras sueltas y casi nada de inglés, por lo tanto nuestro entrenamiento era por nuestra cuenta, con toda una simbología de planos que nunca en la vida habíamos visto, por suerte el periodo de finalización se prolongó como diez meses más de lo previsto, por lo que tuvimos un plazo de unos catorce meses para prepararnos y que ayudó para que inventáramos un idioma; entre japonés –castellano e ingles.

Los japoneses eran muy buenas personas y ponían mucho empeño en transmitirnos sus conocimientos, esto iba en su beneficio, ya que ellos deberían poner la planta en marcha y después de un periodo de cuatro meses entregarnos a nosotros, la planta funcionando.

El grupo de ingenieros jóvenes resultó ser muy calificado y todo salió mejor de lo previsto, por ello el Gerente General, un italiano que ganó el puesto en un concurso de oposición en Inglaterra, nos dio una carta de felicitación donde nos anunciaba que nos aumentaba a todos el salario, de setenta y cinco mil pesos a ciento veinte mil pesos, después de dieciocho meses sin ajustes.

Ese incremento de dinero me dio mayor libertad para mis gastos, lo primero que hice fue sacar un crédito y comprar un auto en doce cuotas, después le compré a un japonés una filmadora ocho milímetros..., las primeras filmadoras caseras… a cuerda manual.
Con la filmadora empecé a filmar mis propios documentales, mandaba el rollo a Estados Unidos, y tenía que hacer aduana cuando lo recibía, confieso que este tremendo incordio no me afectaba.

Mis películas eran todas de “arte”, mis personajes eran: 1) un hormiguero tomado con la lente de cerca; 2) un linyera que vivía debajo de un puente de la ruta Nº 9, su historia es realmente dramática, vivía en un caño que atravesaba el camino ,la ruta 9,que permitía el paso del agua de las lluvias, en una total indigencia, cuando lo encontré casi ni hablaba y el día que le llevé comida por primera vez no salió de adentro del caño a recibirla, a pesar de que él buscaba la comida en el vaciadero de basura que estaba enfrente de su “guarida”.

Le conté al jefe de personal de la empresa, que era un señor muy cristiano sin ser católico, se interesó por la vida de su semejante en desgracia y no sólo le llevaba comida, sino que empezó a conocer su historia. El linyera se dio más con mi amigo y con él hablaba de su vida, con esfuerzo porque hacía cuatro años que no hablaba, según el pudo deducir.

Su provincia de origen era Misiones, allí, le contó, era dueño de una plantación de frutales y de yerba mate, hasta que un día su hermana y su cuñado en combinación con la policía del lugar, lo hicieron pasar por loco y lo internaron en Open Doors, en la provincia de Buenos Aires. El naturalmente tenía una conducta retraída pero no era demente, cuando quedó internado nadie lo escuchó y el tampoco podía defenderse por si mismo. Después de cuatro años de estar solo y encerrado ya casi loco de verdad, fortuitamente encontró el modo de escaparse. Se vino caminando unos cincuenta kilómetros, hasta llegar a Campana, donde encontró el basural que le proporcionó la primer comida en varios días, por ese motivo buscó cobijo en el puente…, tenía la comida cerca...

Cuando mi amigo conoció la historia se propuso ayudarlo, lo primero que hizo fue ir a un juez federal y le contó, llevando al Linyera de traje y bien comido con la comida que él le daba.

El juez era conocido de él, le dijo que se tomaría unos días para investigar el caso y que después verían como se le restituía la propiedad al linyera.
Cuando el juez averiguó todo, era como le contó mi amigo, la propiedad aun figuraba a nombre del linyera, yo estaba más que deslumbrado por lo bien que había actuado mi amigo; la cosa terminó con la hermana y el cuñado presos y el linyera en posesión de sus frutales y yerba mate.

Mis avances en el séptimo arte, me llevaron a proyectar una película con mi amiga rubia, ojos azules, maestra del barrio más pobre de la ciudad. Allí los niños salían a recibirla cada vez que llegaba al barrio, ella daba clase en una escuela rancho, tenía un mástil hecho con un palo donde todos los días izaban la bandera; su sensibilidad la llevó a comprar comida para los chicos, con su sueldo miserable de maestra.

El guión argumental estaba basado en la vida real de la maestra, así que no le dijimos nada a los niños y filmamos lo que ellos hacían siempre: La maestra llegaba y cruzaba unas vías que bordeaban el barrio, allí los niños la descubrían y venían todos, todos, todos…, eran sus alumnos desde primer grado hasta el grado que hubiera alumnos…ella los besaba uno por uno y cuando terminaba, tomaba dos al azar y los llevaba de la mano hasta la escuelita…

El día que filmé la película, había una bandera hecha con arroz, pintado de azul y blanco, tirada en el suelo, que desparramó ella antes de izar la bandera verdadera; en eso unas gallinas que por allí pasaban, descubrieron que esa bandera del suelo era comida y no sólo ellas, sino otras gallinas que escucharon los sonidos que emitían las que comían, también vinieron y en un santiamén se comieron la bandera. Esa alegoría de que la bandera a todos nos hermana, quedó trunca por el hambre,…de las gallinas… y de los niños.

La bandera grande quedó izada y la clase comenzó, con todos los alumnos en la misma aula, la clase era del 25 de mayo y la misma para todos… cuando la filmación llegaba a su fin… por la ventana se veía pasar el tren que iba a Buenos Aires, la capital de la Argentina, un país muy rico, y con mayor cantidad de alimentos… y allí estaban esos niños que sus padres no tenían trabajo para darles de comer.

EL Barrio Pobre fue parte de la vida de esta maestra jovencita y cuando la trasladaron a una escuela céntrica de la ciudad ella escribió la poesía siguiente:

Barrio pobre:

Barrio pobre de casas uniforme.
Barrio sombrío de gente pobre.
Camino de tierra y barro.
Barro humano por nosotros marginado.

Amanece, el sol ilumina el barrio.
Niños tristes aparecen.
Caras morenas, brazos desnudos,
con un cuaderno en la mano.

Traen el rostro endurecido.
Los ojos vacíos, el paso sin prisa.
La alegría olvidó pintarles
en la cara una sonrisa.

Niños tristes aparecen.
Rostros sin luz, cara opaca.
Ante el mástil musitan:
¡Bandera de la patria!: Celeste y blanca.

¡Pobrecitos niños tristes, que tan solo
la bandera con nosotros los hermana!
¡Dime Dios! ¡Tú que lo abarcas todo!
¿Por qué no pones en ellos tu mirada?

La vida de la maestra cambió al irse de la escuela rancho, estaba en una escuela limpia, donde tenía material para dar las clases, donde los alumnos no le contagiaban los piojos y donde todos llegaban sin hambre porque habían comido. No obstante por mucho tiempo ella estuvo entristecida por el cambio, pensando en sus “negritos”.

Unos años después de haberla conocido, yo me compré un lote de media hectárea en una isla del Delta, junto al canal Yrigoyen; allí construí una casa con troncos de pino tipo canadiense; entre un arquitecto, un carpintero y un albañil le dieron forma a mi idea, los pinos los saqué de la parte que rocé para construir la casa y dejar un patio sin árboles alrededor de ella por seguridad, por caso de incendio del pinar que cubría todo el campo, y para evitar que las víboras tuviesen lugar donde esconderse cerca de la casa.

Con el diseño del arquitecto amigo, los principales ejecutores: El albañil y el carpintero le fueron dando forma. La casa de madera y parte de hormigón a la vista quedó muy linda, la estufa a leña, estaba en el núcleo central de la casa; construida toda de hormigón incluida la parte que recibía los troncos y la chimenea que sacaba los gases. Estaba abierta del lado del living comedor y del lado del dormitorio calentando los dos ambientes a la vez, en hormigón tenía estantes para libros de cada lado donde no estaba abierta. Los muebles que fueron ejecutados para la cocina, el comedor, el baño y el dormitorio, incluida una cama grande, los diseñó el carpintero con árboles del predio, y en algunos casos los compró con su supervisión terminados.

Tuve que pedir un crédito, y lo hice en un prestamista, pero para que se entienda la cosa me cobró seis % anual sobre saldo, pagadero en dieciocho cuotas.
El esfuerzo no duró sólo los dieciocho meses, tuve que comprar muebles y elementos que también fueron a crédito. Mi posición en la empresa había mejorado, era Jefe de Ingeniería y ya ganaba un salario mayor que el inicial; lo que me permitió progresar, pero siempre sobre el principio de comprar todo a crédito.

Ella participó todo el tiempo en el diseño y decoración de la casa, y cuando la tuve terminada se vino a vivir conmigo por un tiempo, durante las vacaciones de verano, su padre era un isleño que vivía en otra isla cercana y venía a veces los fines de semana a visitarnos. Tenía un trabajo muy pesado y ya estaba grande, se dedicaba a la forestación y explotación de la madera, el único hijo varón nunca quiso ayudarle en la isla. Cuando ella venía a visitarme los perros ladraban de algarabía y por la forma de ladrar, yo sabía que había llegado.
Le gustaba la casa, la sentía profundamente porque ella inventó mucho de lo que tenía, pero sentía que allí no viviría para siempre.

Su recuerdo quedó plasmado en esta poesía:
Los pinos:

Como gigantes guardianes de este amor agreste.
Se alzan mudos y altivos los pinos en la costa.
Oculta casi entre los troncos duros.
De duros troncos y con flores blancas.
Encerrando la hoguera roja, del fuego de los leños.
Y la roja hoguera de este amor nuestro:
¡Levantaste tu casa!

Cuando llego a ella, una brisa silvestre me purifica.
Y siento correr la sangre por mis venas,
que a borbotones
Mi corazón impulsa a venas plenas.
Tus perros ladran dando brincos incansables,
Me quedo quieta parada en la orilla verde.
Te asomas y al verme,
avanzas tras tus perros, corriendo a recibirme.

Te desnudas. Me desnudas suavemente.
Me besas, me acaricias, me llevas a Tu cama.
Ya están los leños encendidos,
Y encendida la lámpara azul
que todo lo vuelve azul en la penumbra.
Me acuesto junto a ti en las sábanas rojas.
El silencio del cuarto se habita,
Con el gemir de la leña que se quema y crepita,
Y el aliento de nuestro amor, también es rojo
De nuestro amor que se consuma, como la leña

Me amas. El silencio es ahora más silencio.
Me detengo a oír que ocurre afuera y un cigarrillo
ilumina tu boca que beso en silencio,
escuchando a la costa.
Es el río que baja apacible. Es la noche,
tachada de estrellas que titilan.
Es la luna que se moja en el agua llenándola de plata,

Amanece. El río ha crecido
Otras veces descendido,
hasta mostrar el fondo de su lecho pedregoso.
Te despiertas. Me miras con ojos descansados y profundos.
Te veo desnudo. Te miro con amor, feliz, intensa; debo volver.
¡Este es mi mundo de dicha,
más no es mi hogar!

Durante los cinco años que viví allí, ella estuvo muchas veces conmigo, hasta que un día vendí todo, y me fui para siempre de la isla, la dejé de ver, nunca volví por la casa de la isla. Cuando todo se estaba terminando entre nosotros ella me dio esta poesía:

Hoy siento que a tu lado,
Cada día, poco a poco
muere mi alegría de tenerte

Tú dejas que se extinga,
nada haces porque viva
Así mudo. Indolente

Mientras mi alma desespera,
Tú presentías: mi alegría
era breve, pronto acabaría

Por eso indiferente dejas que ahora muera.
Miras como la llama más pequeña,
ya es casi ceniza fría

Solo pocos trozos de leña permanecen encendidos,
que con vanos esfuerzos quieren que la llama siga.
A la llama no le basta Mi calor, Mi dolor, a la zaga

pide que Tú la vivifiques con Tus manos.
¿Y Tus manos?... Se cierran, enmudecen.
Mientras Tu impávido, miras como perecen las llamas,
quizás aceleren otro fuego. ¡Este se apaga!

Mi vida quedó desdoblada y siempre deseé verla, pero no lo hice; hasta que en una iglesia la encontré cuando bautizaba a su segundo hijo varón y yo a mi cuarta hija; habían pasado diez años desde la última vez que estuvimos en la isla. En la iglesia la vi de atrás, para no verla, hasta hoy treinta años después, nunca más.

1974- 2008
Jef Pacheco
Zárate – Campana – La Plata













































N°3 3
EL VIAJE A VILLA GESELL
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1980
Fecha de alta 04-11-2008

Juntos, con Alfredo, un amigo del trabajo; fuimos por tercera vez de vacaciones con nuestras familias. Lo pasábamos divertido. El año que fuimos a villa Gesell, fui a un campo a comprar un caballo y nos metimos, con el BMW525 por los arenales sin huellas, luego subimos medanos en la costa, y parecía un bugui, trepaba y andaba como si nada. Todos disfrutábamos de tener un auto tan bueno.

Ese año compramos un caballo al que Estela lo bautizó Intruso, lo tuvimos todas las vacaciones en un corral de caballos de paseo, luego lo trajimos cerca de La Plata; allí estaba en un campo que se inundaba, y nos metíamos en el auto con veinte centímetros de agua por el pasto, parecía un bote, tiraba agua para los costados, y yo creía que era un anfibio.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina

































N°34
LA MUERTE DEL PERRO DE LA CHANCHERÍA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1998
Fecha de alta 25-04-2008

Muchas veces pasé por la “Chanchería”, donde criaban chanchos con comida de la basura. En el lugar siempre había chanchos revolviendo basura y perros que buscaban también comida entre ella. Muchas veces los perros “no salían” a ladrar a los caballos y esto solamente si uno venía al paso un trecho anterior, para no alertar a los perros, pero en cuanto uno de los “Cuscos” empezaba a ladrar, la jauría se venía encima de los caballos y había uno, grande, blanco, que era el que hacía punta y se abalanzaba a morder la boca o los garrones.
De verdad no les tenía miedo, pero sí les tenía bronca a los perros, y más aun al dueño que estando allí no hacía ningún intento por pararlos, retándolos o llamándolos para que no salgan. Yo había pasado muchas veces en mis caballos por allí con Intruso, Salvaje y Nico; caballos que estaban siempre a box y no sabían de perros, así que no se defendían como lo hacen otros caballos tirándoles patadas.

Un día estaba con Carlitos y le comenté lo de los perros, me dijo que en cierto modo eran peligrosos porque si lo mordían mal en el garrón a un caballo lo podían arruinar. Así fue que una tarde decidimos ir por la orilla del arroyo donde estaban los perros. Carlitos montaba a No Sé y me prestó una yegua criolla, robusta de patas gruesas con vasos redondos y grandes. Cuando llegamos al camino del arroyo empezamos a galopar, No Sé era mucho más rápido que la yegua y Carlitos se fue adelante. Cuando llegó a la chanchería No Sé aceleró más, y no le dio tiempo a los perros de que lo alcanzaran; lo que si hicieron conmigo que venía atrás. El perro blanco, grande, se abalanzó sobre la boca de la yegua y de casualidad no la mordió, los otros perros agresivos a su modo, no eran tan peligrosos como el blanco.

El hombre de la chanchería miraba cómo el perro blanco y lo otros querían morder a mi yegua, sin mover un dedo para impedirlo. Aceleré la yegua lo más que pude y los perros se volvieron, no tenía claro de cómo hacer para defenderme del ataque de los perros, y cuando Carlitos se paró y lo alcancé le comenté de lo cerca que estuvo el perro de morder la boca de la yegua. Carlitos me dijo que: O pasaba muy ligero así los perros no me alcanzaban, o lo hacía al tranco y la paraba cuando iban a garronearla, permitiendo que la yegua estando parada se defendiera a patadas.

A la vuelta de nuevo No Sé viene adelante y pasa a un galope tendido sin darles oportunidad a los perros a que salgan a morder, pero estos se quedaron esperando que pasara yo, que venía al galope pero más despacio. El perro blanco se vino con furia y cuando lo vi venir pasé del galope al tranco y cuando el perro fue a garronear a la yegua la paré en seco. El perro le tiró un mordisco al garrón y la yegua que estaba parada lo sacudió con una patada en el centro de la cabeza. No emitió ni siquiera un quejido, quedó tirado inmóvil sin dar ninguna señal de vida, ni pataleo; el hombre que estaba mirando la acción no dijo ni un sola palabra dirigida a mí o al caballo, llamó a los otros perros que le obedecieron instantáneamente. Seguí al paso y ningún perro volvió a molestarme.

Carlitos que iba adelante, no vio cuando la yegua lo pateó al perro; pero se dio cuenta que algo raro pasó, pues no vio más perros ladrando. Cuando lo alcancé y le conté lo que pasó, le dio risa; no por el pobre perro, sino por el maldito del dueño que nos gozaba mirando como los perros nos atacaban.

A los pocos días decidimos volver por el camino del arroyo, íbamos al galope y cuando el dueño nos vio llamó a los perros que ya habían salido a esperarnos, cuando pasamos frente a la chanchería los perros estaban con los chanchos en la basura.

Jorge Eduardo
Punta Lara - Buenos Aires, 2008










































N°35
MI SUEÑO, LA CAMA A MOTOR

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 17-09-2009

Las mañanas eran muy frías, el invierno no perdonaba y traía temperaturas bajo cero. El único lugar para estar dentro de la casa, sin calefacción, era la cama: En el campo se usaba las cocinas tipo salamandra, pero se le acababa la leña y se apagaba el fuego durante la noche.

Yo no me quería levantar para tomar el ómnibus que me llevaba a la escuela, mi papá se levantaba, prendía de nuevo el fuego, tomaba unos mates, a las 7 de la mañana nos sacaba de la cama para tomar el desayuno, pero mi hermano y yo éramos remolones, dejábamos pasar el tiempo; cuando faltaban 5 minutos para que pase el autobús, pegábamos un salto de la cama y a medio lavar la cara y medio peinar, salíamos corriendo al camino.

Si venía cerca, las luces así lo indicaban, esperábamos cubiertos por una frazada que papá luego entraba. Si no se veían luces, hacíamos fuego al costado del camino, las grandes hojas de los carolinos, secas, encendían muy fácil, y ese fuego de hojas duraba lo que un suspiro, pero nos daba un respiro de haber salido, calentitos, de la cama, el lugar con más abrigo; al crudo frío del invierno.

De tanto sufrir el frío me salieron sabañones en los dedos de las manos; ni los guantes de lana que tejía mi mamá me protegían de tremendas heladas: 7 grados bajo cero, como normal, y a veces llegó a -14 °C.

Los días de invierno esperar el colectivo era un acto de valor, si no fuera por el fuego con hojas que juntábamos en el suelo, lo hubiésemos pasado peor.

Una noche, sintiendo que hacía mucho frío, tuve un raro sueño. Salía en mi cama por la puerta de la casa hasta el Callejón Del Medio, desde allí bajaba a la calle Florida, el camino que recorría el colectivo,... ¡Mi cama tenía motor!; volante y ruedas; ya no tenía frío allí adentro, tapado hasta las orejas, con sólo los ojos afuera para mirar. Mi maravillosa cama tenía un motor poderoso que le permitía correr por la calle pasando autos. El delirio onírico me llevó hasta la escuela y una vez allí entré: “Entré en cama” al aula.
Les dije a mis compañeros que iba en cama para no perder el curso, pero lo que tenía no era una enfermedad contagiosa; sólo era una parálisis de una pierna que me impedía caminar. Los profesores al verme se asombraron y pronto aceptaron la situación como normal, así pasé el invierno y según el sueño muchos compañeros se pusieron a mirar la “cama con motor”.
El sueño no se interrumpió, pasó el verano; el próximo invierno ya éramos dos los “enfermos” qué íbamos en cama a motor.
Cuando papá me despertó, habían muchos compañeros fabricando la propia; lo feo fue al salir a la calle y encontrar que el crudo invierno estaba allí esperándome.
Jorge Eduardo- Los Campamentos- La Plata-2009-Septiembre-28




N°36
LOS CABALLOS DE CARLITOS
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1996
Fecha de alta 10-03-2008

El río inmenso no dejaba ver su otra orilla, el “lado desconocido” para los que estábamos de este lado, se podía confundir con el mar, pero su color marrón oscuro no dejaba lugar a dudas: “era el río”, muchas veces la gente de la municipalidad cerraba las playas porque hablaban de que las aguas estaban contaminadas y era peligroso bañarse, aparecían muchos peces muertos, se hablaba de toneladas de sábalos de hasta cinco kilos, algunos decían que los pescadores los tiraban (porque eran todos grandes) y lo hacían para subir el precio.

La playa del río era un lugar ideal para ir a galopar, a veces íbamos cuando habíamos dado toda la vuelta y venían sudados los caballos, galopábamos por
la arena y de a poco los hacíamos entrar en el agua hasta la cincha. “No Sé”, era un caballo espectacular, Campeón Argentino De Marcha De Resistencia, en varias oportunidades (era por años). Carlitos lo compró redomón, casi salvaje cuando se lo dio a su domador; era tan malo que lo tiró sobre un alambrado de púas y le dejó cicatrices en los brazos y el torso para toda la vida.

Cuando él lo empezó a andar ya estaba más tranquilo, Carlitos le fue sacando todas las cosquillas y mañas y lo convirtió en un caballo sensible, no sólo a la rienda y la pierna sino a las órdenes verbales. Le enseñó que tenía que orinar dentro de un balde, él le ponía el balde en el box, y hacía una espacie de chistido suave, el caballo estimulado y por el acondicionamiento previo, meaba dentro del balde y así no ensuciaba la viruta. Era un caballo interminable, en las carreras de resistencia galopaba y galopaba sin que su ritmo cardiaco pasara de un número que era el máximo permitido por los reglamentos.

Salíamos juntos, yo en el otro caballo, un tordillo oscuro que originalmente lo bautizamos “Pompon”. Este vino al establo después de muchos años que estaba “No Sé”, creíamos que sería tan bueno como él, pero no fue así, hasta que lo educamos pasó un largo año de enseñarle buenas costumbres.

“No Sé” era una cruza de Hackney con Árabe y Pura Sangre, alto, fuerte de patas, cabeza bonita y musculoso, el Tordillo tenía mucho de Pura Sangre con un poco de Árabe, era muy galopeador y el segundo año que corrió salió Subcampeón Argentino De Marcha Y Resistencia. Tenía un defecto grave, no veía de un ojo y por cualquier cosa inesperada se boleaba o pegaba la vuelta a toda velocidad. Un día íbamos por una avenida, con un sector con pasto al medio, por el cual venía un grupo de deportistas corriendo, el caballo esperó hasta que estuvieran a veinte o treinta metros y sin dar muestras de susto previo, se dio una vuelta y escapó desbocado a toda velocidad, Carlitos que iba la par con “No Sé”, lo corrió y lo agarró del bozal y lo fue parando, de lo contrario podría haberme atropellado un auto.

Para comprender el caballo que era “No Sé”, es buena una anécdota de algo que me sucedió con él. Yo le había pedido a Carlitos que me lo prestara, cosa que era la primera vez que iba a suceder, ya que “nunca” pero “nunca” se lo había prestado a nadie; no sabía cómo reaccionaría frente a un extraño sobre su montura. Pero para “No Sé”, yo no era un “extraño”, puesto que le hacía muchos mimos, le daba comida y agua y siempre que llevaba zanahorias lo llamaba por su nombre y el venía y se las daba.

Ese día estábamos todos expectantes, pero Carlitos tenía una sensación extraña al ver por primera vez a alguien arriba de la montura de “No Sé”. Montamos y salimos, “No Sé”, se comportó de maravillas y Carlitos por primera vez lo pudo apreciar en toda su dimensión de gran pingo. Encaramos para un campo donde estaba el viejo camino de eucaliptos que venía de Villa Elisa hasta Ensenada, pero teníamos que cruzar un puente muy angosto y yo sin darme cuenta pasé por la orilla haciendo que el caballo perdiera pie y se cayera a la zanja; yo caí primero y el caballo encima mío, cuando se dio cuenta de que me iba a pisar empezó a sacar las patas y ni me tocó, nadie hubiese creído que el caballo lograría no aplastarme.

El Tordillo no era tan amigable, era un caballo que había que manejar con cuidado aun dentro del box, el hecho de que no viera de un ojo, lo volvía peligroso y pateador si se le acercaba por el lado ciego, pero tenía su meritó, con apenas un año de entrenamiento corrió y estuvo a punto de ganar el Campeonato Argentino, que lo ganó “No Sé”.

Ese año lo entrené yo porque el muchacho que lo corría no tenía tiempo de venir para entrenarlo, sí para correrlo los fines de semana. Mi sentimiento por el Tordillo era muy grande por la dificultad que tenía para ver y lo que logró en tan poco tiempo. Cuando se fue poniendo a punto galopábamos sin pararlos siete a ocho kilómetros para entrenar, el defecto que tenía en el ojo nadie se lo había detectado, y lo querían utilizar para salto, obviamente que en esas condiciones no podía enfrentar una valla.

Externamente era un caballo ideal para salto: Alto, corpulento pero liviano para andar, su sangre árabe lo hacía ideal para correr y galopar sin cansarse. Cuando se dieron cuenta que nunca saltaría, aunque no supieran porqué, lo vendieron y para un caballo de su clase, muy barato.

Los últimos días el Tordillo los pasó en un campo bajo con pasto de invierno, se enfermó y se murió sin que el veterinario pudiera hacer algo por él, cuando ya hacían muchos meses que no lo veía, fui hasta donde siempre estaba en el establo, la noticia me tomó de sorpresa, pero mitigó mi pena al ver a “No Sé”, viejito pero con toda su pinta, gordo y vivaz para andar aunque ya no corriera más.

Jorge Eduardo

Punta Lara 1996
La Plata 2008






N°37
EL TROMPO DE DIEGO EN UNO DE LOS VIAJES A JUNÍN
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1980
Fecha de alta 06-11-2008

Después de trabajar 18 años en Maleic, renuncié y me fui a trabajar a Junín, allí hice un arreglo y me daban la casa, pero Estela no quería vivir en forma permanente porque los chicos todavía vivían en nuestra casa, aunque los 4 ya estaban grandes.

Entonces hicimos un arreglo, yo viajaba a mitad del mes y la llevaba, luego la traía al final del mes, a la semana siguiente volvía solo y viajaba de vuelta solo, para venir a buscarla a la mitad del mes; así la historia: el auto corría que daba gusto y el viaje se me hacía descansado y fácil.

Unos de esos viajes Diego manejaba hacia Junín, cuando pasábamos por una estación de servicio, Estela le pidió: “¡entra aquí!”

Estábamos sobre la entrada, entonces Diego no encontró mejor remedio que mandarse una maniobra de corredor de rally, ensayada en el Parque Pereyra Iraola: Clavó el freno de mano e hizo un semi trompo y quedó mirando para la estación, junto con un reventón de una goma trasera, veníamos rápido pero por suerte había aminorado la marcha porque salían autos de la estación y no nos paso nada.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina


























N°38
NICO NICÓMANO, ERA UN TOSS

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1990
Fecha de alta 19-04-2008

Nico (su nombre de pura sangre, era Nicómano), era un Toss. Nicómano era hijo de un padrillo de la sangre Toss, un abolengo reconocido por los criadores de caballos de carrera, cuando lo compré tenía ya siete años y ese mismo año había ganado un clásico en el Hipódromo de La Plata. Su dueño lo quería mucho y hasta que lo vendió lo cuidó con el mayor esmero.

El profesor de equitación de Diego, tenía siempre contactos con la gente del hipódromo y se enteró de que iban a vender a Nicómano, un ganador de varios clásicos y con una estructura física más que interesante para ser un caballo de salto; que era para lo que lo usaríamos con Diego.

Por esa época estábamos con Salvaje solamente y queríamos comprar un buen caballo para entrenarlo; veíamos que el profesor preparaba caballos en un año, y que luego de entrenados valían muchísimo más de lo que costaron.
Nicómano lucía precioso cuando lo fuimos a ver y el precio era razonable; el dueño se preocupaba porque, quien lo fuera a comprar estuviera interesado en cuidarlo, más que en el precio en que lo vendería. Tenía que ser alguien que lo tendría cómo él lo tuvo y le gustó la idea de convertirlo en caballo de salto.

Cuando llegamos al box donde estaba, del lado de Ensenada cerca del hipódromo, el dueño nos explicó todo el linaje que tenía Nicómano, que por parte de padre venía de Edge Toss, uno de los caballos que dio muchos hijos ganadores de clásicos importantes. A Nicómano lo probó Diego por la calle del Stud yendo para el lado del río. Lo hizo galopar y resultaba muy manso, no se asustaba de los autos que pasaban ni de ninguna persona o carro que por allí circulaban.

Me pidió un monto en dólares y le hice una contrapropuesta; le ofrecí lo mismo que tiempo atrás había pagado por Intruso, al fin le pareció aceptable y me lo dejó por el mismo precio que pagué a Intruso. Le pagué el caballo y quedé en venir a retirarlo al otro día que era domingo, lo llevaría de tiro y vendría en Salvaje. Él me ofreció regalarme el bozal que por muchos años usó Nicómano.
Lo llevé por el camino de Punta Lara, hasta el camino que va junto al arroyo que pasaba cerca de la caballeriza donde estaría alojado en City Bell. Todo el recorrido lo hice bien por la banquina, y el camino del arroyo era desértico, no pasaba nunca nadie, rara vez encontraba alguien a caballo.

El camino de unos veinte kilómetros lo hice despacio, tardé como cerca de tres horas, pero el caballo fue tranquilo y a pesar de algunas “chancherías” que estaban a la vera del camino del arroyo, y que tenían muchos perros malos que salieron a ladrar, Nicómano no se asustó y siguió atrás de Salvaje lo más tranquilo.

Cuando llegué a lo del Profesor -ya era pasado el mediodía-, hacía calor y les di a los dos caballos un buen baño; me encantaba bañar los caballos, sobre todo en verano. Los puse a la sombra y les di un morral de avena y pasto en fardo. Para Nicomano todo era nuevo; él como padrillo detectó que había yeguas y empezó a relinchar cuando lo metí al box.

Nicómano tenía un problema con sus testículos demasiados desarrollados. Eran naturales, no padecía de ninguna enfermedad que se los hubiese desarrollado, pero le originaban un problema, sobre todo en invierno. Se trababa y le costaba caminar hasta no entrar en calor; era como si el roce con su cuerpo le produjera dolor y esto lo complicaba para hacer ejercicios.

Al día siguiente de haberlo llevado, lo ensillé y lo saqué a la pista de salto montado, le puse bridón, esos frenos que se manejan con las riendas separadas; en la pista había un alumno con el Profesor haciendo unos ejercicios, la pista tenía muchos obstáculos con formas y colores llamativos para acostumbrar a los caballos a sortearlos, algunos de los obstáculos eran montículos de gomas viejas con un palo sobre ellas.

Nicómano no se asustó tanto de los obstáculos como del caballo que saltaba sobre ellos, y pasó de ir al galope lo más tranquilo a una enloquecida carrera; lo dejé correr alrededor de la pista y cuando dio dos o tres vueltas y ya estaba más sereno lo empecé a frenar hasta que lo paré. Después de eso lo saqué caminando de la pista y lo desensillé. Ya se había tranquilizado, le di su baño y lo “colgué” en la mora que sería su lugar, si estaba afuera del box. Cuando estaba “colgado” en la mora, él me veía llegar en mi auto BMW gris, grande; empezaba primero a relincharme y se levantaba de manos hasta que yo me bajaba y lo acariciaba. Generalmente le traía zanahorias que le encantaban, y se las comía golosamente.

Los días siguientes ya no se asustaba de los caballos saltando, y Diego empezó a hacerle hacer unos ejercicios, le hacía pasar en la manga palos tirados en el suelo a dos metros unos de otro. Primero al tranco, luego al trote y por último al galope. Este ejercicio duró varios días y cuando ya no mostraba ninguna desconfianza hacia los palos tirados en el suelo, inició otro ejercicio similar pero con la punta de los palos apoyada sobre un palo soporte y el otro extremo en el suelo. Los obstáculos estaban en el centro de la manga, de ambos lados, esta era de forma elipsoidal de veinte por cuarenta metros, así podía colocar cuatro obstáculos de cada lado, a cinco metros unos de otros.

Nicómano, que era inteligente, aprendió a cruzar estos obstáculos rápidamente y a los pocos días Diego le subió un grado de dificultad: Los palos estaban sostenidos por las dos puntas, al principio estaban muy bajos para que los cruzara caminando, luego le fue aumentando la altura y allí empezó a saltar al trote, lo hacía con gran agilidad y desenfado, no le costaba ni física ni psicológicamente cruzar esos palos. Después de varios días que saltaba al trote le subió más la altura y saltó por primera vez al galope, fue muy emocionante ver como enfrentaba sin miedo y al galope palos de sesenta centímetros, que si bien muy bajos no le representaban ninguna complicación, era cuestión de esperar y “Nico” prometía que saltaría más alto y mejor.

Diego saltaba en juveniles en alturas de noventa centímetros, cuando Nico llegó a saltar un metro con veinte centímetros en la manga, y hacía en la pista recorridos de un metro sin contratiempos, lo presentó en un concurso donde saltaban chicos y chicas de la misma edad. Nico ganó, es decir: Diego en la primera presentación, mostró docilidad y rapidez para saltar los diez obstáculos.

Por esos días apareció un comprador de caballos que lo había visto saltar en el club hípico, me ofreció un valor por el caballo, que yo no lo consideré adecuado y no se lo vendí. Pero este no fue el único que lo quiso comprar después del debut a Nico. Pero yo le puse un cartel: “No se vende”.

Después del primer concurso nos hicimos, con Diego, socios del club hípico, y ellos nos permitían usar las instalaciones. Es decir que Nico se familiarizaría con los obstáculos más complicados que allí habían como: La zanja de agua, el pulverman, vallas arriba de elevaciones donde el caballo primero debía subir sobre un terraplén de un metro de altura y saltar en corto recorrido las vallas que estaban allí.

Todas estas complicaciones no estaban todavía en las exigencias que tenían los concursos de los más chicos, pero el aprender a sortearlas les daba un entrenamiento a futuro y mostraba la potencialidad del dúo caballo- jinete.
Estuvimos casi dos años en lo del Profesor pero cuando compré a Jimbo24z, llevé a Salvaje y a Nico al club donde estaba Jimbo24z.
Esta es la historia de Nico, por ello no contaré sobre Salvaje y Jimbo24z, que lo haré por separado.

Diego subió de categoría y para competir con éxito necesitaba un caballo que hiciera recorridos de un metro treinta y en la manga saltara un metro cincuenta. Nico por el problema que tenía con sus testículos muy desarrollados, se estancó y no fue más allá de un metro veinte en recorridos y con faltas.

Hablamos con el veterinario de mi socio, que era criador de caballos (tenía 300 entre Brandsen y La Pampa). Me aconsejó que lo capáramos, si bien era grande no tendría problemas de hacerlo con los requisitos necesarios.
Conseguí el mejor veterinario que trabajaba en el club, y de refuerzo el veterinario de la estancia, donde estaba el box, en donde lo dejaría de postoperatorio.

Lo llevamos a la estancia y allí el veterinario principal y con la ayuda del otro más joven, lo caparon. Yo estuve todo el tiempo al lado de ellos y lo primero que les pedí fue que me confirmaran si tenía un tumor. Revisaron los dos testículos que le habían cortado y me dijeron: ¡Son naturales así de grande!
Esto me tranquilizó, pero no del todo. Nico tenía ocho años y era una edad avanzada para caparlo, aunque se hacía, no era frecuente y yo sabía que podía morirse en el intento.

Como era obvio perdió sangre, y los primeros días no probó bocado y no sé si agua. Se empezó a “chupar” y los primeros quince días iba para atrás, llegué a preocuparme mucho y le pedí a los dos veterinarios que se turnaran para verlo. Ellos en persona se ocupaban de que tomara agua y empezara a comer con más asiduidad, hubo un día como una bisagra: Se lo empezó a ver más animado y a pesar que había adquirido una flacura impresionante en su físico de atleta, empezó a moverse con soltura y con más energía.

Lo empezaron a “colgar” en un bosquecito que estaba en frente de los boxees, allí no habían moscas porque esparcían fluido Manchester por todo el parque. Cada día comía más y tomaba agua. Cuando ya iban unos 25 días desde que lo caparon, por primera vez tuve la sensación de que Nico no se moriría. Fue un alivio ver que de a poco empezaba a engordar y que se notaba su mejoría.
Es fácil para un caballo perder peso, pero el camino inverso es sumamente costoso.

Al mes Nico estaba flaco pero de buen ánimo y se podía ver que había cruzado la línea para el lado de la vida. Lo caminábamos mañana y tarde y le dábamos pequeñas raciones pero en espacios de tiempos más cortos. Después de los cuarenta días de operado, empezó a recuperar peso en forma acelerada, lo movíamos con más intensidad y durante más tiempo, esto hacía que mejorara su apetito. Le incorporamos un poco de maíz a la ración, con precaución de los cólicos, que son muy agudos y mortales.

Yo le seguí pagando -hasta los 60 días de operado- a los dos veterinarios, más el box, más el peón que lo cuidaba, más la comida, más los remedios. Gasté cuatro veces lo que me había costado Nicómano… y esto no es todo… cuando pasó un tiempo y Nico trabajaba, normalmente vimos con Diego que Nico tenía un techo y que no iría más alto… por lo que decidimos regalarlo… era mejor “inversión” que esperar a venderlo, pues en tres meses pagaba de pensión lo que valía el caballo.

Mi socio con Jimbo24z, consiguió un “admirador” de Nico, que tenía box, estancia y buenos pastos para soltarlo cuando no estaba a box; sin dudarlo se lo regalé, vino al día siguiente que Yayo le avisó, y con un trailer se lo llevó a su estancia que quedaría a unos ochenta kilómetros. Cuando venía al club nos visitaba a Yayo y a mí, nos contaba todas las cosas que Nico aprendía; hasta enlazaban desde arriba de él.

Si bien cada vez que uno se separa de un caballo que se quiere se sufre, por Nico me alegré porque en la estancia era el “Caballo del patrón”. Nunca volví a verlo, supe de él hasta que dejé de ir al club de Montegrande, cuando Diego dejó de saltar y yo vendí también a Salvaje.

JORGE EDUARDO
LA PLATA - LO DE OLIVA-MONTE GRANDE





















N°39
INTRUSO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1972
Fecha de alta 26-01-2008

Intruso, era un zaino cabo negro, cruza de pura sangre con árabe, lo encontré en Madariaga y era un caballo de correr cuadreras. Cuando se convirtió en el caballo de mis hijos, era el caballo más manso e inteligente que yo había tenido, lo llevamos al mar y se metía profundo sin miedo al agua, lo llevamos al campo y se dejaba agarrar sin disparar, era manso; aprendió a saltar de una valla.

Dado que al saltar salía disparado y no se lo podía arreglar para la próxima valla, decidimos cambiarlo por un potrillo que le pusimos salvaje.
Intruso, una vez que había viento norte, en Agosto, se puso muy violento y cosa que nunca sucedió con él, cuando fuimos al potrero donde estaban las vacas se largó a correr como enloquecido.

Lo pude parar y me bajé, le di pasto para que comiera y se tranquilizó, cuando estuve un rato creí que la influencia del viento norte se le había pasado pero no fue así, apenas volví a subir sobre la montura quiso salir corriendo y yo lo tiré con demasiada fuerza de la boca y se dio vuelta, se “boleó”, se me cayó encima y me aplastó una pierna sin hacerme daño, se levantó y como yo le había soltado las riendas salió corriendo, cruzó por el campo hasta una esquina donde había un corral, el corral estaba construido con los mismos alambres que el alambrado perimetral, Intruso llegó y lo saltó limpiamente, allí se paró y quedó quieto esperando mi llegada.

Un gaucho que pasaba por el camino lindero vio la escena del caballo que se boleó y se disparó, luego me comentó que no había visto un caballo tan ligero, se ofreció a llevarme hasta el corral y fuimos recogiendo los mandiles que Intruso perdió, llegamos y entramos por la puerta abriéndola ya que no tenía ningún candado, a Intruso le llamaba la atención el caballo en que íbamos montados, por esa razón me bajé y aproximé solo.

Intruso no se movió, se quedó quieto como diciendo “aquí no pasó nada”, lo agarré del bozal y luego de las riendas, le puse lo que había perdido en la carrera y lo volví a cinchar, ya se veía que Intruso con la carrera se había tranquilizado, lo subí y salí al paso lo más tranquilo para la puerta del corral.

El gaucho se despidió y volvió a su huella. Yo salí para el box donde lo guardaba, éste se comportó como si nunca hubiese tenido ese ataque de nervios por el viento norte, que dicho sea de paso ya había desaparecido con la intensidad que corrió a la mañana. Lo llevé al paso y en ningún momento quiso disparase o enojarse.

Al otro día salió como siempre, tranquilo, al paso y al galope fuimos al campo donde se había disparado y anduvo lo más bien. Esos fueron los últimos paseos con intruso, lo cambiamos por Salvaje, un hermoso potrillo con mucha clase para salto, muy alto y de muy buena estructura.

Intruso terminó siendo nuevamente un caballo de correr carreras cuadreras, volvió a ganar y sólo perdió una porque se lastimó la pata en la partida. Por muchos años era el caballo más famoso del pago de Magdalena, y cuando viejo se dedicó a pasear chiquilines que lo cuidaban y mimaban hasta que rodeado de ellos murió suelto en un campo de Magdalena.

Jorge Eduardo
Argentina.
Madariaga- La Plata- Magdalena
















































N°40
EL VIAJE A LA SIERRA DE CÓRDOBA


Por Jorge Eduardo
Argentina / 79
Fecha de alta 03-11-2008

El viaje anterior lo había hecho con el Ford que tenía mucha fuerza pero no doblaba y si iba rápido en las curvas derrapaba de cola y era un verdadero peligro. Por ese motivo empecé entrando despacio en las curvas pero el auto no se movía hasta que fui tomando experiencia y aceleré cada vez más, llegando a tomar curvas a 100 kilómetros, por hora o más, en la parte trabada de la sierra de La Punilla.

Lo fantástico del BMW525, era que en los tramos rectos levantaba velocidad muy rápido y que no debía frenar tanto para doblar en las curvas, yo conocía el camino perfectamente, porque muchos años fui allí de vacaciones, y con un auto tan seguro para doblar y frenar, no correría riesgos.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina






























N°41
LAS CUATRO ESTACIONES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2000
Fecha de alta 17-09-2009

El invierno llegó con copiosas nevadas, el techo de la casa y los caminos quedaron cubiertos, solamente la nona llevó su pala y sacó la nieve; sola paleó y paleó el techo, el frente de la casa y los caminos para llegar al criadero de aves y de cerdos.

La vieja casona albergaba a los tres hijos y 5 nietos de la nona con sus familiares; el nono había muerto. Ninguno de ellos se ocupó en ayudarla con todas las tareas de la casa; sólo le pedían nunca le daban. A la nona no la consideraban como alguien importante de la casa; flaquita y chiquita nunca valoraron el tremendo trabajo que ella ejecutaba.

Con la primavera nacieron las flores blancas, hermosas y perfumadas, cubrían el prado; al llegar el verano la nona cortó las flores y fabricó con ellas “su vino”.
El vino de flores blancas tenía su secreto: Era un vino negro, con sabor a tinto; y perfume a flores.

La despensa guardaba los jamones, chorizos, dulces, y el vino que ella hizo.
Al finalizar el ciclo, el otoño, cayeron las hojas y la nona murió; la enterraron con un pequeño cajón y nadie se percató de lo que sucedería; la nona murió y era lógico: Estaba vieja; alguno lloró, pronto se dieron cuenta que nada era igual.

La nieve cubrió los caminos, y aplastó el techo, los animales murieron de hambre, las flores por los rincones de la casa ya no perfumaban y el vino se acabó.

Fueron estos hechos que los llevaron a valorar a la nona y a pensar que había muerto. ¿Fue por eso que la vida para ellos no era igual?
…¡No la consideraron, no le ayudaron!
…¡Pero cuánto valía la nona!

Jorge Eduardo
La Plata













N°42
PORQUÉ SE LLAMÓ INTRUSO MI CABALLO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1987
Fecha de alta 22-01-2008

El año anterior fuimos de nuevo de vacaciones a Córdoba, con la intención de comprar el caballo tordillo pura sangre que lo habíamos tenido en el parque de Transilvania durante un mes. Pero al llegar tuvimos una triste noticia: El caballo había sido muerto a balazos por la policía la única vez que se salió a la ruta.

Todos quedamos muy tristes ese verano y planificamos con los chicos Pablo, Mariela, Diego y Yanina que buscaríamos otro caballo que nos gustara y lo compraríamos. El proceso de selección debía ser en el verano, durante las vacaciones ya que estábamos todos juntos y teníamos tiempo para elegir un buen caballo.

Esas vacaciones no encontramos ningún caballo que nos gustara, es que el recuerdo del tordillo era muy fuerte, nos fuimos de Córdoba pensando que el año siguiente encontraríamos un buen caballo aunque no sabíamos adonde iríamos de vacaciones.

Alfredo me propuso que fuéramos en noviembre a Villa Gesell a buscar casa y encontramos una hermosa casa de dos plantas con todas las comodidades, estaba en medio de un bosque de pinos de los que plantó el propio Gesell. Eran añosos con un gran follaje y estaba muy cerca de la casa original que construyó muchos años atrás Gesell.

Llegamos el 1 de enero y nos ubicamos en la casa. Era el tercer año que salíamos juntos, los chiquitos de Alfredo estaban un poco más grandes y los nuestros también.

La casa estaba a ocho cuadras del mar y a diez del palenque, por lo que íbamos a todas partes caminando. Fuimos unas cuantas veces al palenque y ya teníamos los caballos para cada uno.

Yanina andaba en una yegüita mansa pero vivaracha que con sus 5 años podía dominar bien, Diego que era el que le seguía en edad andaba en Lunita, una petisa rajadora que corría muy rápido y Diego la disfrutaba.

Cuando íbamos de noche por la playa, a las 12 de la noche, andaba una que otra pareja y algún borracho. Nosotros íbamos por la parte mojada y a veces nos metíamos más adentro, los caballos no tenían miedo al agua.

Mariela andaba en Pinocho un buen caballo para andar pero peligroso en el palenque ya que le daba por morder. Pablo, el mayor de los hermanos, iba en un bayo rápido y muy bonito. Por último, yo tenía una yegua zaina oscura de tipo silla argentino: La Sombra, muy alta y veloz que le gustaba ir corriendo adelante.

Cuando llegábamos atábamos los caballos en la red de voleibol que siempre estaba puesta. Íbamos a un bar, tomábamos gaseosas con sándwiches; la vuelta no era por la playa, veníamos por calles de tierra cruzando la avenida 3, la calle principal, la vuelta era siempre mucho más rápida porque veníamos a toda velocidad como a la 1 de la mañana, hora que no había casi nadie por las calles de tierra.

Cuando me hice amigo del dueño del palenque le conté que quería comprar un buen caballo, que fuera manso y tuviera clase. A los pocos días me dijo que en Madariaga había un señor que exportaba caballos y que vendía para el mercado local, que había averiguado que eran buenos caballos y tenían un precio razonable.

Decidimos ir al otro día y fuimos en mi auto que en esa época era un BMW 525, un auto muy grande y rápido, que nos permitía andar cómodos a los 6 miembros de la familia. Fuimos a la mañana temprano para evitar el sol en el campo.

La velocidad que yo andaba era siempre 140km/h. y de allí no lo pasaba. A la 8 de la mañana estábamos en lo de Aspiró, le explicamos lo que queríamos: quince caballos para el palenque y uno bueno de clase para mí.

Llegamos al campo que estaba cerca y Aspiró hizo juntar los caballos en un corral grande donde podían correr con soltura, Salinas elegía los caballos para el palenque, Aspiró le decía si servían para ese uso por ser mansos y de buena rienda, eran todos caballos bien domados pero algunos tenían más trabajo que otros y ofrecían más garantía de que no ocasionarían problemas.

No todos tenían el mismo precio, los de más de 500 pesos los desechaba, así se fue armando la tropilla hasta que quedaron seleccionados los quince. Yo rápidamente decidí que no compraría ningún caballo de esa tropilla.

Volvimos a la casa de Aspiró para pagar y hablar de los papeles que nos daría junto con los análisis de fiebre equina hecho por el veterinario del pueblo. Cuando estábamos en su casa Aspiró nos mostró dos caballos que tenía allí.

Uno era un pura sangre de carrera, zaino colorado muy bonito, lo estaba preparando para correr, pero todavía no había debutado, el otro era un zaino oscuro con cabos negros, lo usaba para pasear al pura sangre, este también era un pura sangre con algo de mestizaje con árabe, era un caballo precioso con un gran porte y un aspecto que impactaba, tenía un defecto -si así puede llamárselo-, la cruz muy alta y había que protegerlo con mantas para que la montura no lo lastimara.

Aspiró me dijo que era un caballo sensacional, que había ganado muchas carreras, le pregunté si era manso como para los chicos y me aseguró que era un caballo de calesita.

Entonces le pregunté si lo podían probar los chicos, me dijo que sí y a continuación fue Mariela, la primera que lo probó. Salió al paso y luego al galope, era verdaderamente un caballo manso y muy ágil, se bajó Mariela y subió Diego, este ya salió al galope de entrada, por un potrero frente a los boxees, lo hizo correr rápido y el caballo no se excitaba, nos gustó mucho y le pregunté cuanto valía, me contestó que no menos de 500 dólares,- que pena- le dije- tengo sólo 300 -eso es poco,- pero vio el interés de los chicos y me lo dejó por los 300 dólares.

Cuando lo vi al veterinario y le conté qué caballo había comprado, me dijo: Ese caballo es el cuadrero más ligero de Madariaga. No volverá a correr cuadreras será para equitación.

Los caballos los mandó con un paisano en un arreo a los dos días con los papeles en orden. Yo fui al encuentro del arreo y venía mi caballo en primer lugar tirando la tropilla, habían salido muy de madrugada y venían llegando para el mediodía. Yo los pasé adelante y avisé para que cortaran la calle y los hicieran entrar al corral donde quedaron encerrados.

El corral estaba dividido en dos, en un lado quedaron los nuevos del palenque y del otro lado los viejos. Con esto se consiguió que no se disputaran territorio entre los líderes de la manada.

Quedaron todo el día, les dimos agua y comida. Yo le di una ración importante de avena, al otro día empezamos a probar los caballos, solamente dos de los quince le devolvió y Aspiro le mandó otros dos y se llevó los que le devolvieron.

Yo probé mi caballo por los médanos que hay entre Gesell y Cariló, se comportó fantásticamente y decidí que los chicos podían usarlo sin restricciones.

Cuando llegué a casa le pedí a Estela que le pusiera un nombre al caballo, ella no participaba del entusiasmo con que recibimos nuestro caballo, sin embargo se puso contenta que le pidiera que le diera un nombre.

Se llamará Intruso porque siempre estará entre nosotros, deberemos cuidar de él como de un hijo más.

Los chicos aprobaron el nombre y hasta que estuvo con nosotros, Intruso respondió a ése nombre como si siempre lo hubiesen llamado por él.

Lejos de significar un nombre peyorativo, para nosotros tenía una acepción como de Curioso, que se metía a husmear en cualquier lado. Intruso aprendió rápidamente a meterse al mar sin tenerle miedo al agua, esto permitía que estuviera siempre limpio, además de los baños que le dábamos con la manguera.

Un día que lo montaba Diego, hizo una hazaña; se fue galopando por los médanos y sin parar subió hasta la punta de un médano que tenía como 100m de alto, ese esfuerzo sólo lo puede hacer un caballo como Intruso, mezcla de árabe y pura sangre.

Fuimos muchas noches por la playa, siendo Intruso el que corría adelante independiente de quien lo montara. Se disputaban con La Sombra el correr en la punta y era peligroso en la ciudad cuando íbamos por las calles de arena por que podía cruzarse alguien.

Esas vacaciones llegaron a su fin, nos divertimos mucho, y yo las recuerdo con nostalgia porque los chicos tenían una edad que los pude disfrutar como loco a los cuatro, que me seguían a todos lados.

Cuando volvíamos a La Plata conocí una chica que tenía una yegua árabe y que debía traerla hasta la ruta 2, cerca de La Plata, me ofreció que compartiéramos el camión y así nos salió la mitad el flete, además me ofreció cuidarme el caballo en el campo que ella vivía, lo tuve allí todo el final del verano y el otoño, pero al llegar el invierno el campo se inundó e Intruso se enfermó de los vasos, así que lo llevé a un campo cercano pero más alto y que no tenía agua.

Ese campo era muy grande y junto con Intruso había una manada de yeguas chúcaras, esto hizo que Intruso se pusiera como jefe de la manada y las yeguas lo seguían a él por donde iba.

Un día que voy a verlo quiero agarrarlo pero Intruso estaba hecho un verdadero caballo salvaje; para agarrarlo, un gaucho dentro de un corral tuvo que enlazarlo. Allí descubrí que Intruso tenía la pata trasera -junto al vaso- cortada y que se había agusanado.

El gaucho me dijo que si no se le sacaban los gusanos perdería la pata, allí había un muchacho que tenía una serie de boxees en su casa cerca del campo, junto a la ruta 2. Se ofreció a curarlo y darle de comer a box, a los dos meses se había mejorado de aspecto y parecía que la herida estaba sana.

Salimos a probarlo pero se le abrió, tuvimos que dejarlo dos meses sin andar pero en ese tiempo se curó y se puso gordo y lindo. Cuando la herida mejoró lo empezamos a pasear de tiro y tomo un lindo estado.

Al llegar la primavera lo llevé a La Plata, a un lugar que el dueño era profesor de equitación y básicamente de salto, allí todos aprendieron equitación con reglas y buen arte y Diego aprendió muy bien a saltar, Intruso saltaba 1.20m rápidamente, pero no aprendió a saltar y seguir al galope, saltaba y salía a toda carrera lo que hacía que no pudiera saltar dos vallas seguidas.

Como nos habíamos entusiasmado con el salto, decidimos cambiarlo por un potrillo de muchísima clase, hijo de una yegua muy buena de salto y un padrillo de la línea de Yatasto, muy alto pura sangre que lo buscaban por su linaje.

Al potrillo le pusimos de nombre Salvaje por lo malo que era. Lo fuimos amansando hasta llegar a que lo podíamos agarrar, embozalar, levantarle las patas, ponerle la montura y cincharlo. Por último aprendió a andar montado, y luego -que era manso de abajo- lo mandamos a un campo para que un gaucho lo amansara y lo tirara de la boca.
El gaucho lo tuvo un año, lo dejó blando de boca, lo ensillaba con recado y corría vacas en el campo, también las tiraba de la cincha, además lo llevó a las cuadreras y ganó algunas.
Tenía cuatro años y era un verdadero caballo de andar, lo trajimos a lo del profesor y allí rápidamente aprendió a andar con bridón, especie de freno. Aprendió a saltar, era tranquilo y hacía un recorrido hasta 1.20 metros.

Intruso a pesar de mi vaticinio volvió a correr cuadreras y ganó todas menos una que se lastimó al saltar en la partida. En muchas ocasiones corría y ganaba dos carreras por día.

Lo tuvo un señor que se lo compró al que me lo cambió por el potrillo, fueron diez años y cuando Intruso no sirvió para correr por su edad se lo regaló al que se lo vendió, allí se dedico a pasear chicos hasta que se murió rodeado de chiquilines que lo lloraron.

Jorge Eduardo
La Plata.
N°43
LA CASA DE IRENE

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1965
Fecha de alta 19-05-2008

El Club Universitario estaba en la cuadra siguiente de la casa de Irene. Allí era un “Colegio Menor” donde vivían ocho chicas que habían llegado de diferentes pueblos del interior de la provincia y también de otras provincias. Eran pibas amigables donde se reunían varios amigos; los fines de semanas solíamos juntarnos en la Casa de Irene a cantar, tomar mate; después de haber ido a cenar al club universitario.
El Club era un viejo edificio; típico de una ciudad de cuatrocientos años de antigüedad que era muy pintoresco. En el verano usábamos la terraza para cenar a la luz de las estrellas, recibir el viento fresco que venía del río y tomar vino riojano, casero, pisado a pata, que lo comprábamos en damajuanas de diez litros en el mismo club. Tomábamos vino en copones grandes que se usaban para chops de cerveza; los llenábamos de hielo y, a veces, le agregábamos soda.
La mesa la componían diversos y muy calificados curdas del ambiente estudiantil; uno de los más conspicuos miembros, era el brillante profesor-fisicomatemático- de nacionalidad nicaragüense, recibido en el instituto Balseiro de Bariloche; otro era el Kako, un distinguido estudiante con formación filosófica y teológica que discutía con mi compañero de cuarto sobre filosofía y teología; mi compañero tenía mucho aguante para el trago, y con el Kako eran excelentes estudiantes de ingeniería.
El club universitario estaba relacionado con la casa de Irene, porque al terminar la noche esta quedaba en el camino de todos y pasábamos por la casa; siempre que fuera sábado o domingo. La casa estaba en un segundo piso y no tenía ascensor, por esta razón algunos que llegaban medios tomados debían ser auxiliados para llegar a destino. La casa recibía la visita de nosotros cuatros y de algunos eximios músicos que tocaban la flauta quechua, la guitarra, y el violín; con los músicos llegaban cantores de folklore y las chicas que se sumaban al coro, armando un espectáculo notable.
La música se acompañaba con un poco de cerveza pero nada en demasía; lo que favorecía que pudiéramos cantar sin terminar en el inodoro vomitando el vino, que habíamos bebido antes en el club. Los sábados y domingos estaba permitido cantar hasta las dos de la mañana, después había que hacer silencio, para que la que quisiera dormir, pudiera hacerlo sin que nadie interrumpiera el sueño. Las canciones estaban muy bien interpretadas, y nos llenaba de regocijo. Las chicas, en general no tenían novios, salvo dos que eran de Paraná y los fines de semana iban a su casa y a ver sus novios.
El grupo nuestro no aportaba con los conocimientos musicales, pero sí con los cuentos y anécdotas de otros lugares. El profesor contaba historias y costumbres de su país, un país centroamericano, con un rico folklore nacional y con canciones conocidas que los músicos interpretaban, como: “El Jibarito”…que dice en sus párrafos:

“Sale loco de contento
Con su cargamento para la ciudad
Lleva en su pensamiento
Todo un mundo lleno de felicidad
Piensa remediar la situación
Del hogar que es toda su ilusión
Y alegre, el jibarito va, cantando así
Diciendo así, pensando así por el camino
Si yo vendo mi carga mi dios querido
Un traje nuevo a mi viejito voy a comprar

Y alegre también su yegua va
Al presentir que aquel cantar
Es todo un himno de alegría
En esto le sorprende la luz del día
Y llegan al mercado de la ciudad

Piensa remediar la situación
Del hogar que es toda su ilusión

Y al llegar, el jibarito va, cantando así
Diciendo así, pensando así por el camino
Si yo vendo mi carga mi dios querido
Un traje nuevo a mi viejita voy a comprar

Y alegre también su yegua va
Al presentir que aquel cantar
Es todo un himno de alegría
En esto le sorprende la luz del día
Y llegan al mercado de la ciudad

Sale loco de contento
Con su cargamento para la ciudad
Para la ciudad…

Las fiestas eran sin organización previa, a medida que íbamos llegando nos reuníamos en el salón comedor y empezábamos a conversar de nuestros pagos, todos éramos de provincias distintas y algunos de Santa Fe, de pueblos y ciudades del norte, santafecino. El profesor; mi compañero de pieza: el Flaco; el Kako, y yo teníamos una relación muy estrecha, ya que además de ser él nuestro profesor de física; dirigía una comisión de investigación de semiconductores, en la cual empeñábamos gran parte de las horas libres; investigábamos sobre la purificación de metales; la teoría de estos temas estaban relacionadas con las teorías quánticas y las leyes de Plank, razón por la cual pasábamos horas estudiando.

Mucho del material tórico lo recibíamos de una universidad de Checoslovaquia, a través de la embajada, por medio del Kako que era de nacionalidad checoslovaca; para mi satisfacción nos enviaron una gran cantidad de material bibliográfico que con el Kako tradujimos al castellano y lo aportamos en copias a la biblioteca de nuestra facultad. Universidades de Praga y otras de Checoslovaquia tienen Una Antigua Historia.

La relación con la universidad de Praga fue siempre muy abierta y eficiente y si teníamos alguna inquietud en particular consultábamos a los profesores de las cátedras específicas. El profesor nos alentaba en la investigación y nos daba clases teóricas de los temas relacionados; como dije era alumno graduado en el instituto Balseiro de Bariloche. Doctorado en fisicomatemática.

La casa de Irene era un lugar de encuentro, sin que los que íbamos pretendiéramos relaciones más allá de la amistad que teníamos con las chicas, quienes nos agrupaban para pasar sólo ratos entretenidos.

El profesor tenía una gran vocación por la enseñanza y lograba que los alumnos lo siguieran, formando comisiones de investigaciones diversas, También tenía actividades industriales en sociedad con el Kako, fabricaban transformadores pequeños, de potencias bajas para alimentar viviendas en el campo y pequeñas industrias. Diseñaron un modelo muy pequeño y práctico, incluido su bajo costo, la base estaba dada por un recipiente cilíndrico. Y fueron esto los que después otros fabricantes copiaron de sus diseños y los distribuyeron en gran cantidad por los campos energizados.

La estadía del profesor en nuestra facultad se dio en pleno proceso de formación de Los Montoneros, y aunque él era de izquierda no se metió con ellos; sin embargo cuando el proceso tomó el poder, lo empezaron a perseguir y a investigar, obligándolo a irse a su país natal; una vez allí se metió en el Gobierno que recién asumía y le dieron el cargo de Ministro de Ciencia y Educación. Su país era un caos y venía de un gobierno militar de muchos años que se dedicó a robar y a perseguir a los opositores.

Esos años que investigábamos semiconductores, fueron desde el punto de vista intelectual, muy importantes, recargados de estudio y trabajo en la comisión, además de las materias cursadas, y por ello era buena la vía de escape con los amigos en el club y la casa de Irene.

Una noche que tomé el colectivo como a las diez de la noche, subo y… ¿con quién me encuentro?... con el profesor en estado medio lamentable… Me dice:
¡Jorge! ¡Vamos a la casa de Irene, tiene que haber guitarreada!… ¡Bueno vamos!... Y sin dudar nos bajamos en la esquina de la casa de Irene, tocamos timbre y bajó uno de los muchachos de la guitarra a abrir la puerta.

A pesar que era sábado no se habían juntado todos los que iban a cantar, y por ello nos tuvimos que incorporar al coro; la fiesta no desmereció a otras con mejores cantores, los borrachos son divertidos y el profesor le puso la cuota de alegría que hacía falta. La casa de Irene a los dos años de abrir cerró sus puertas, no sé si fue por las fiestas o porque no tuvo más postulantes, cosa que ignoro. Cuando voy a la ciudad que me cobijó como estudiante, siempre paso por el frente de la casa de Irene y recuerdos aquellos días de fiesta de los fines de semana.

Santa Fe-1965
Jorge Eduardo
La plata
2009-09-28











N°44
QUERIDO PIERO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1963
Fecha de alta 19-05-2008

Piero vino de Italia con pocos años, como todos los italianos que soñaron con un mundo mejor, un mejor destino: Estudió y trabajó. Yo no lo conocí hasta que fue mi compañero de trabajo en la nueva Petrosur; la primera de las fabricas de fertilizantes nitrogenados en gran escala que hubo en el país, estuvo allí desde su construcción y luego su puesta en marcha.

Fue como mi nono Lorenzo que llegó aquí con catorce años y fundó la finca Furlani con sólo veinte. Piero fundo “el señor Comani”, en la fábrica todos lo consultaban, todos lo necesitaban para que “arreglara las cosas”. Quiso el destino que fuéramos a trabajar juntos, en la misma oficina; hablábamos todo el día, por trabajo, por la vida, y Piero ya sabía que “esto está lleno de ladrones”; mucho antes que yo “se avivó” de lo que pasaba y me contó. ¡Quería arreglar el mundo! Y como un pequeño Quijote de Petrosur “iba deshaciendo entuertos”.

Cuando nacieron nuestros “hijos mellizos” nos pusimos muy contentos: Diego y Sergio. El Gerente de ese entonces me quería invitar a almorzar, con Piero y nuestras señoras, pero me mandaba la invitación con Piero para su casa. Yo la rechazaba porque consideraba que él me debía invitar.

Un día se apareció por la oficina y me dijo: ¡A vos qué te pasa!... ¿no quieres venir a mi casa? Me sorprendió, pero le dije que en mi casa mando yo cuando no está mi mujer, que por eso para responderle la debía consultar. Al fin aceptamos los cuatro: Piero, Ofelia, Estela y yo. Fuimos invitados por él con su señora a un restaurante nuevo que se comía adentro de una vasija de vino; era muy original, pero allí adentro no se podía respirar; nos fuimos antes de pedir la comida, no recuerdo dónde terminamos, pero sí, que fuimos a tomar un té o café a la casa del gerente a quien hacía poco le habían puesto una bomba en el dormitorio de la pareja. Por ese motivo quise saber dónde quedaba el dormitorio, y él me dijo es ese de arriba al frente; no le podes errar. Parecía que intuía mi pensamiento, pero aunque lo pensara nunca sería capaz de hacerlo.

Estela siempre recuerda la paquetería del té, la señora era hija de un afamado bodeguero mendocino, cuando sirvió, a la hora de abrir la azucarera, empezaron a salir hormigas rojas. Parecía una escena de “Cuentos de la Selva” de Horacio Quiroga. ¿Tiró el azúcar? …¡no, recogió las hormigas!

Piero tenía una pequeña pero maravillosa familia, su mujer lo cuidó mucho, mientras pudo; cuando estaba deprimido le ofrecí que se viniera a pasar unos días conmigo a La Plata, pero no quiso; yo lo veía caído pero no supe cómo hacer para convencerlo. El destino; Dios, quiso que nos dejara, todos lo sentimos y lloramos por él.

… ¿Cuánto disfrutaría de su familia, de su mujer hermosa y buena, de su nuera, de su nieta, y de su hijo? Hasta podría haber vuelto a Italia; o andar en camello por entre las pirámides, o como él era muy visionario, poner una empresa de transporte en camellos, y como el italiano no se usa en Egipto, debería llamarse: “Piero Comani, a company of transport in camels.”

Piero, siempre te recuerdo y no lo entiendo; pero lo acepto.

Jorge Eduardo - Campana
La Plata
















































N°45
LA PUERTA DE LA FÁBRICA Y OTRO DE MIS VIAJES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1989
Fecha de alta 02-11-2008

El BMW525 servía para hacer cosas muy locas o de muy loco, el día que descubrí un chapista y pintor cuando el portero no me abría la puerta de la fabrica Maleic, la chocaba y la abría rompiendo un guardabarros, de esa manara los obligaba a que cuando yo salía estuvieran muy atentos para abrir la puerta, porque después el jefe de personal los echaba por estar desatentos.
El viaje a la costa del río la noche de tormenta:
Esa noche a las dos de la mañana miraba por televisión el tremendo temporal que se había desatado en el Río de la Plata, cuando en un acto de locura dije me voy a ver cómo está el río desbordado. Me fui por el camino de Villa Elisa y fue una equivocación porque a la orilla del río, entrando por Boca Cerrada hay unos tremendos pozos que dejan el capot bajo el agua; yo conocía la ubicación de muchos pozos pero no todos y caí en uno, el agua renvalsaba desde el río por el murallón.
Dejé el auto hundido hasta el capot y me bajé, me fui caminado para el lado donde estaban el stud con los caballos de Carlitos, la tormenta de lluvia había terminado y se levantó viento que ayudó a que el río bajara rápidamente. Me encontré en la parte más alta con unos tipos que estaban en un Fiat 600, se ofrecieron a llevarme para el lado de la rotonda de Punta Lara; empezaron una conversación de tipo dudoso, me hicieron presentir que eran ladrones al acecho, y en el medio de la conversación les dije: Ustedes podrán robarme la cartera, pero no podrán robarme la inteligencia, ni los sueños, ni los amigos y ustedes no serán más ricos y si peores personas. Después de esto y sin darles tiempo a que pensaran alguna cosa les dije: “¡me bajo aquí! ¡Para!” Y me bajé rápidamente. Los tipos siguieron.

Luego de ello fui caminado, pero prestando atención al panorama que veía y una cosa que me llamó mucho la atención: Era que había muchos autos BMW, cosa que hacía diez años atrás no se veían.

La noche me llevó a ver los caballos y estos estaban asustados en el box; los llamé por sus nombres y cada uno vino a mi encuentro, hasta pompon, el más chúcaro; fue como si comprendieran que les ofrecía cariño.

Al volver al auto el agua había drenado al río, le di arranque y como si no hubiera estado sumergido arrancó sin problema, de nuevo quedé sorprendido con mi auto BMW525.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina







N°46
CHOQUE CON MARIELA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1993
Fecha de alta 05-11-2008

Estela se había ido de viaje a Santa Fe, y yo quedé en ir a buscarla el fin de semana: Salí un viernes a la tarde, a la hora que todos salen de Buenos Aires, iba por la costanera con la calle llena de autos cuando un semáforo nos paró, y quedé en cuarta fila por la mano rápida, una señora que venía atrás, zigzagueando, se puso en segunda fila y antes que los semáforos se cambiaran arrancó y se tiró a la mano rápida con lo que generó que todos los que estaban adelante mío frenaran. Como sucede en las frenadas en línea, el último es el más perjudicado y yo choqué contra un Renault 18. Nos bajamos y estábamos en el medio del tránsito, con gran riesgo para nuestra integridad; le pedí una tarjeta, era abogado, le dije que mi seguro se comunicaría con él a la brevedad, confió en mí y se fue.

A mí me ayudó un canillita que vendía diarios, a empujar mi auto hasta el cordón. Todo sucedió tan rápido que Mariela recién se dio cuenta cuando todo estaba calmo, ella venía durmiendo desde que salimos de casa.

El auto lo remolqué con el ACA, hasta La Plata.

En el acceso norte, en un Shopping, me encontré como un año después con la persona que choqué y nos reconocimos; me dijo que mi seguro lo atendió muy bien y le pagó todo el daño, era el primer siniestro que tenía en diez años con el BMW525, y es el único importante que he tenido desde los veinticinco años, que manejo en forma constante. Estoy afiliado a La Patronal y tengo el máximo descuento por no siniestrabilidad, a eso contribuyó en mucho el BMW525.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina



















N°47
EL CONSEJO


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1974
Fecha de alta 20-08-2009

Los días de trabajo se hacían cada vez menos agradables, el motivo valedero era la falta de incentivos en mi profesión de ingeniero...Todos los días pensaba en cambiar de trabajo; decidí ir al Consejo con la ilusión de trabajar en proyectos importantes de inversiones para el país como los del Chocón, el de Yaciretá, los Bajos Submeridionales; este organismo dependía de los Ministerios de Economía de las provincias y cada una participaba en su capitalización, en un porcentaje del monto que recibía por la coparticipación federal.

Ingresé al Área De Administración De Proyectos; participaría en su ejecución, contrataría empresas especializadas y de construcción de los mismos.
Renuncié a mi trabajo a mediados de agosto, y mientras hacía los tramites para ingresar al Consejo, empecé a concurrir todos los días al Área de Administración de Proyectos; de esa manera me fui compenetrando de las ideas de quien sería mi nuevo jefe, cada día él me transmitía su experiencia; era la primera vez que trabajaría en relación a políticas y también en contacto con políticos.

El Frigorífico de General Acha:

Ingresé el primer día de Septiembre de 1974. El primer proyecto fue un frigorífico para la provincia de La Pampa: El Frigorífico de General Acha.
Las reuniones diarias con mi jefe, eran de lo más entretenidas; él me contó cómo se gestaron muchos de los proyectos que manejó el Consejo. Debido a sus contactos políticos con los funcionarios de las provincias, le dieron la jefatura de la nueva área. Las conversaciones siempre giraban alrededor de un tema: Geopolítica de la región, y él no dejaba escapar la oportunidad de referirse a las tensiones con Chile y Brasil; a la falta de integración regional que existía, y que posteriormente Alfonsín con Sarney, crearon la idea de una asociación aduanera; el hoy famoso MERCOSUR. “El año 2000 nos encontraría unidos o dominados”.
Cuando ingresé al Consejo, el ministerio de economía de la Pampa, a través de su ministro, ejerció una fuerte presión, para que en el mes de marzo de 1976, se licitara el comienzo de la construcción del Frigorífico de General Acha.
Era una carrera contra el tiempo, y probablemente la perdiéramos, generando un desprestigio para la naciente área de gestión de proyectos; el jefe apuntó todos los recursos a la concreción de lo pedido.

Nos dividimos y cada uno o por grupos tomamos el desarrollo del proyecto: El jefe, el subjefe y yo tomaríamos a cargo la selección de la empresa de ingeniería de detalle. Una primera medida fue que las empresas que cotizarían, la ingeniería de detalle, para construir el Frigorífico de General Acha, debían al menos tener un proyecto aprobado por SENASA, en los últimos diez años. No fue posible reunir el grupo de diez empresas, que nos habíamos propuesto, como mínimo, inspeccionar sus trabajos anteriores e invitarlas a la licitación; por el modo de selección parecía un proceso cerrado, pero no lo era y lo que se buscó fue la mayor idoneidad en el ramo frigorífico y capacidad en el rubro ingeniería de detalle.

Lamentablemente, no encontramos ni con la ayuda de SENASA, las diez empresas propuestas, apenas si encontramos cuatro.
De las cuatro, una se cayó porque el proyecto aprobado por SENASA no se construyó, así que proyectos aprobados y construidos, en los últimos diez años fueron tres. Afortunadamente las empresa eran de buen nivel; una había construido el frigorífico más grande de la Provincia De Buenos Aires, tenía su sede en la calle Sarmiento de capital; otra había construido una remodelación muy importante en el frigorífico más grande de la ciudad de Rosario, esta tenía sede en Capital Federal, y la tercera había construido frigoríficos diseminados por la provincia de Santa Fe y estaba proveyendo a Cuba, para Camaguey, un frigorífico “llave en mano,” de grandes dimensiones .Tenía sus oficinas en Santa Fe.

Todas las empresas pasaron el examen de idoneidad y calidad para ejecutar el proyecto y hacer la dirección de obra. En ningún caso cotizarían por la construcción y montaje, esto lo harían empresas constructoras con antecedentes, preferentemente del área de general Acha, si se encontraban calificadas. (Cosa que no sucedió.)

Elegida la empresa de ingeniería, los arquitectos, dos, que formaban parte del Área, se instalaron en la oficina de la adjudicataria y participaron durante toda la etapa del proyecto, mejorando y corrigiendo el mismo antes de ser concluido; a su vez participé en la elaboración de los diseños de las áreas de procesamientos; Carnes cocidas, recuperación de sangre y otras; por último cuando el proyecto fue entregado para revisión, con sus carpetas para construcción y montaje, selección y compra de equipos; un grupo de ingenieros químicos e industriales, civiles y arquitectos, que pertenecían al Concejo, revisaron todo el proyecto; después de efectuar la correcciones, recién se emitió el pliego definitivo con toda la documentación aprobada por SENASA, para la licitación de la construcción de la obra, con dirección técnica de la empresa diseñadora.

La documentación la constituía más de trecientos planos, y varios tomos de manuales con detalles escritos y dibujos atinentes a las normas de la ingeniería básica.
El grupo de profesionales que revisó totalmente el proyecto inicial, dando recomendaciones para modificar y/o mejorar el diseño, pertenecían al Consejo, entre ellos habían calificados ingenieros químicos con experiencia, de uno de ellos me hice muy amigo, llevamos treinta y tres años de amistad y a decir verdad es uno de los mejores que he tenido.

Durante el proceso de selección, yo redacté con la ayuda de los arquitectos un: Manual de selección de empresas de ingeniería y Selección de empresas de construcción y montaje; para hacerlo recabé información y ayuda de las empresas más grande de la Argentina, en el rubro ingeniería y construcciones; por suerte en esa época había unas cuantas de prestigio; que se ofrecieron a colaborar. El manual sirvió como norma escrita de selección, aplicando puntajes, para elegir la empresa de ingeniería, también, a la de construcciones.
Finalmente las empresas que pasaron el corte de calificación técnica cotizaron en sobre cerrado y fue adjudicada la de menor precio.

Durante la etapa de selección fuimos a visitar una obra terminada de cada una; esto nos obligó a viajar por las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, durante una semana. La ingeniería, básica y de detalle, se adjudicó en el mes de mayo de 1975 y la parte principal, para construir la obra, con información suficiente y corregida, se entregó a las empresas que licitaban la construcción en el mes de septiembre 1975. La empresa de ingeniería terminaría de ejecutar los planos de obra durante el proceso de construcción.
Las de construcción presentaron su cotización, 90 días después, en el mes de diciembre.

El mes de Enero es “vacaciones”, pero los del Área seguimos 1976 de largo y éramos los únicos que estábamos en un edificio silencioso trabajando para cumplir con lo pactado, así fue que en el mes de enero de 1976 se empezó la construcción; siendo lo primero el alambrado perimetral, y el tanque de agua; junto con ello se compraron una gran variedad de equipos, los cuales en su mayoría eran de provisión nacional; para guardar los equipos, se hizo el galpón que en el futuro sería para el área de mantenimiento. Había una lista de equipos, los cuales eran pagados por el Consejo; el resto, es decir todos los materiales y la mano de obra eran puestos por la empresa de construcción y montaje, quien los cobraba a través de los certificados de obra, habiendo recibido un adelanto del quince por ciento del monto estipulado por el total de la obra contratada....Los proveedores daban una garantía de los equipos provistos.

El financiamiento lo hacia el Consejo, junto con el Ministerio de Economía de La Pampa. Esta sería la primera obra de ingeniería gestionada en su totalidad por el Consejo, por ello había un gran empeño para que saliera bien, y ello incluyó no tener vacaciones.

Además de la supervisión que hacían directamente sobre la obra los dos arquitectos, la provincia también designó un equipo de colaboradores que estaban instalados en forma permanente en General Acha y que respondían al control de los arquitectos nombrados por el Consejo. Esto generó un equipo con gran espíritu de cooperación; la provincia había designado profesionales por especialidades, que aceptaron complacientes la dirección de los arquitectos, quienes contaban con una rica experiencia en obras de todo tipo.

Casi todos los profesionales, puestos por la provincia a instancias del Consejo, eran jóvenes y esta sería su primera experiencia en una obra de gran magnitud. Se destacaba en ellos, el interés por cumplir con las bases del diseño; y por la forma en que se armó el control, con la dirección de obra por la empresa diseñadora, y la participación de la Provincia y el Consejo, todos teníamos la certeza que este proyecto se ejecutaría correctamente.

Cuando se cumplía el plazo puesto por la provincia para iniciar la obra, ésta estaba en pleno desarrollo; quiso el destino que el cambio de gobierno del 26 de marzo de 1976, terminara con los esfuerzos realizados.
Yo me fui del consejo, la obra se paralizó, pero terminaron la parte del proyecto destinada al mercado local. Algo es algo pero no resultó la magnífica obra inicialmente proyectada a pedido de la provincia de La Pampa.

Estos son los datos actuales del frigorífico:
Frigorífico General Acha.
Abastecedores de Carne

Razón Social Frigorífico General Acha
Dirección Ruta 152 km 31
Localidad General Acha
Web http://www.guiaenlapampa.com.ar

Otros trabajos realizados en paralelo:

Si bien el Frigorífico de General Acha fue mi principal ocupación, también y en forma paralela realicé otras tareas en periodos más cortos.
El Área tenía también compromisos con las Provincias de Corrientes, el Chaco y Misiones y todas las demás.
Un proyecto desarrollado en forma integral para las provincias, fue suministrar “Plantas frigoríficas modulares” a pequeñas localidades, ubicadas algunas en el medio de la selva como en Misiones, otras en Sáenz Peña en el Chaco, y algunas en localidades del interior correntino.

Se terminaron las de Misiones, y las del Chaco; quedaron muy bien, los beneficios que trajeron a los lugares donde se emplazaron fueron múltiples; pero la obra de Corriente no se alcanzó a hacer.

De cada provincia tengo un gran recuerdo, la amabilidad de la gente, el esfuerzo para que lo que hacíamos llegara a buen puerto; todos querían lo mejor para su pueblo y esto me conmovía y me hacía feliz.

En Misiones además de las cámaras frigoríficas construimos una planta de alimentos balanceados; la licitación estuvo orientada, a hacer uso en la mayor parte, en la constitución del alimento, de forrajes que se cultivaran en la zona.
Durante mis recorridas por el interior de Misiones, busqué un lugar donde instalar la planta de alimentos balanceados y llegué a la conclusión de que el mejor era un colegio, escuela granja, de una orden de curas que estaban instalados hacía unos cuantos años, y eran de origen alemán.
Ellos criaban diversos animales en la granja y serían importantes consumidores del producto de la planta, distribuyendo el resto entre los granjeros que lo solicitaran.

Esta planta sustituiría la provisión realizada desde Entre Ríos a un precio exorbitante y que impedía competir con productos avícolas y cerdos del mismo origen; siendo que tenían capacidad de producción, pero, no le daban los costos.

Los curas fueron un factor importante, ya que tenían conocimiento de todos los productos disponibles, su ubicación y costo, determinando la conveniencia de poner la planta de productos balanceados.

Después de pedir cotizaciones, y con participación de la Secretaría de Industria, seleccionamos una planta provista por una empresa de Mendoza “llave en mano”.

Esta planta permitió, junto con la planta frigorífica modular, el crecimiento de una industria avícola y porcina; que ubicaron sus productos en la ciudad capital de Misiones y también en algunas otras ciudades del interior. La región se desarrolló; los agricultores empezaron a plantar cereales, que se usaban en la planta de alimentos balanceados y la agricultura tuvo un factor de diversificación que los ayudó en su economía.
Pequeños agricultores que tenían criaderos de cerdos y aves, cambiaban cereales por alimentos balanceados; haciendo su economía integrada, con mejor rendimiento. También la planta de balanceados compraba pescados que criaban en pequeños embalses en forma artificial; Para producir harina de pescado, originando una nueva fuente de trabajo y producción; donde antes sólo pasaba un pequeño arroyo.
Lo más importante fue que todos estos emprendimientos eran de bajo capital de inversión, tanto los frigoríficos, como la planta de balanceado y los criaderos de peces, artificiales.

En Corrientes el pedido por las cámaras frigoríficas surgió más tarde que las de Misiones y el Chaco; finalmente el 26 de marzo dejamos todo de lado.

En Corrientes pasamos los mejores días de trabajo, justo llegamos en la semana del carnaval, la experiencia fue muy interesante, por esa época el carnaval correntino era el único que se hacía con un gran despliegue similar al de Brasil.

En el Chaco, a pesar de los días muy calurosos, la pasamos también de manera muy agradable. El surubí al roquefort fue para mí un descubrimiento.

En Misiones y por asuntos de trabajo recorrimos con un funcionario de la provincia, vastos sectores de selvas con plantaciones de productos típicos en los rozados, había muchas plantaciones de ananás que daban unos frutos hermosos; también para mi sorpresa había durazneros, yo creía que no se darían en ese clima. Vimos las micro turbinas hidráulicas colocadas por la Universidad en pequeñísimos arroyos, que entregaban una potencia suficiente para hacer funcionar simultáneamente: Un televisor una radio, y un foco de iluminación; se podían cambiar los usos y tener más iluminación. Esto permitió que jóvenes que se veían obligados a dejar su casa para estudiar, tuvieran facilidad para leer de noche y se quedaran colaborando con sus padres en la economía familiar.

Mi paso por el Consejo, si bien fue breve, me permitió desarrollarme humanamente y hacer cosas que en otra oportunidad no me hubiera animado. Un ejemplo de ello fue cuando me pidieron que hiciera hacer una impresión de todos los escudos provinciales. Busqué información en las Casas De Provincias, pero para mi desasosiego ninguna tenía ni idea de dónde lo podía sacar. Hasta que llamé por teléfono a la Secretaría de la Presidencia de la Nación; hablé con el secretario, quien me citó para hablar del tema, ya que a él también le interesaba la impresión.

Cuando llegué, el Secretario ya se había comunicado con el Ministro Del Interior, y esta persona me dio el único libro de escudos provinciales que se sabía existía hasta entonces, nunca se me hubiese ocurrido verificar si figuraban allí todos los escudos, pero muy tarde me enteré que faltaba uno: El de Río Negro. La Imprenta Nacional, imprimió 2000 libros.
Eran un montón y los iba a repartir la CGT. En una reunión en Mar Del Plata, donde se hacía un congreso con todos los gobernadores de las provincias; por suerte yo no estaba, cada gobernador que recibía el libro, lo primero que miraba era su escudo, impreso en un papel grueso y brillante; al llegar el de Río Negro para desconsuelo no encuentra el escudo, simplemente no estaba. El original, un libro viejo, y con una encuadernación muy simple lo había perdido.
Tomé el compromiso de imprimirlo y enviárselos a cada provincia como fe de erratas, así lo hice, pero el mal trago lo pasé igual.

Mi último trabajo:

Mi último acto de servicio para el Consejo, lo realice entre el 29 de marzo y el 3 de abril de 1976, después que asumió el nuevo gobierno, el 26 de marzo. Me encargaron una tarea, sin preparación previa ni contactos previos en las provincias; debía presentarme y analizar con los Ministros de Economía, cual era la situación de las artesanías que se habían comprometido enviar las provincias, y que ya estaban pagas, para remitir a España, a las Galerías Preciados De Madrid.

El Consejo había hecho un acuerdo con todas las provincias de enviar las artesanías más representativas a España y la Galería Preciados de Madrid pagaría por ellas el valor previamente estipulado, más los gastos de envío.
Los trámites y acuerdos con las provincias llevaban un año en el Área de Artesanías, que estaba compuesto absolutamente por artesanas.
Para el 26 de marzo las artesanías deberían entregarse, por lo que el cambio de gobierno produjo una zozobra en el proyecto.
Cuando decidieron mandar un representante del Consejo a las provincias, pensaron en los hombres del Área, por múltiples razones, una de ellas la de seguridad. Las mujeres de artesanías tenían todos los papeles en orden. Cada provincia con una carpeta completa de documentación que me entregaron.

Todo se manejó a través de los Ministerios de Economía de las provincias, El 28 me informaron de la “misión” que tenía: Ir a Mendoza, San Juan y San Luis. Hablar con los Ministros de Economía y recibir la repuesta deseada.
El viaje lo iniciamos (con un joven economista de 25 años), por la Provincia de Mendoza.

A la mañana siguiente, temprano, estábamos en la casa de gobierno mendocina, para entrevistar al Ministro de Economía.
La entrevista fue breve, el Ministro aseguró conocer perfectamente el tema y que no habría ningún inconveniente en enviar las artesanías en la fecha estipulada; nos saludamos cordialmente y nos fuimos, no sin antes mirar con cierto temor la ametralladora que reposaba sobre el escritorio del Ministro; un militar en ropa de fajina que pertenecía a la Fuerza Aérea.

En la fecha prevista llegaron desde Malargue Mendoza, recados de cuero, boleadoras y demás elementos de cuero trenzados...

Fuimos al hotel retiramos nuestras pertenencias y pagamos la cuenta, de allí nos dirigimos a San Juan.

Llegamos al mediodía con tiempo de dejar las cosas, entrevistarnos con el Ministro de Economía, un militar del Ejercito, éste también tenía el panorama muy claro; con una gran diferencia: La hermana del anterior gobernador que estaba en la Casa De La Provincia, se había robado el dinero y estaba presa por eso; el artesano, al no cobrar, paró la ejecución de las vasijas de barro, (Odres griegos para colocar vino). El Ministro me aseguró que él estaba dispuesto a cumplir la entrega en plazo y forma, en caso de que se le pagara. Me fui a verlo y después de una corta reunión quedamos en que pediría el dinero al Consejo y si me enviaban un giro telegráfico, al otro día saldaría la deuda. Esa tarde hablé con mi jefe, quien a primera hora del día siguiente, me envió un giro telegráfico al hotel; lo cobré y fui a pagarle a “Uñac el artesano”.

Las vasijas llegaron a tiempo llenando un enorme camión.

Los Odres Griegos eran auténticos y parecían construidos en la antigüedad; quedamos en muy buenos términos y le aseguré que cuando volviera por San Juan me llevaría uno. Las vasijas de barro siempre me han gustado y tengo en mi mente de que a pesar de los 33 años transcurridos todavía el viejito Uñac podrá entregarme mi vasija.

De San Juan fuimos a San Luis, el viaje nos llevó la tarde, recién al día siguiente fuimos a la casa de gobierno, pero en esta oportunidad fuimos a entrevistar, al Secretario de Minería, quien había firmado el convenio y cobrado el monto total por las artesanías; según constaba en la documentación escrita que llevaba en la carpeta ”San Luis”.
Este funcionario había quedado, todavía, de la administración anterior de la provincia. Nos recibió de mala manera, con una actitud negativa hacia la entrega de las artesanías; nos dio a entender que los artesanos no mandarían, según lo pactado con la provincia, las artesanías comprometidas y pagadas con anterioridad por el Consejo al mismo.

En realidad los artesanos no habían cobrado, y el dinero se lo había quedado este funcionario.

Decidimos que no había nada que hacer con él y nos fuimos directamente a hablar con el Gobernador; a quien encontramos en su oficina, después de explicarle al Secretario del Gobernador, que veníamos del Consejo por el tema de las artesanías. El Gobernador nos recibió y escuchó atentamente; una vez que vio la documentación, decidió que llamaría al Secretario de Minería

En nuestra presencia le dijo que al otro día, a primera hora iría a La Toma, donde residen los artesanos que en San Luis trabajan la piedra ónix, y que realizaría los pagos, ya que él había recibido el dinero.

El Secretario salió de la oficina del gobernador refunfuñando y sin saludarnos. El Gobernador nos preguntó si deseábamos acompañarlo, y le mentí diciéndole que no tenía más tiempo para estar en San Luis.

El Gobernador, un militar de la Fuerza Aérea, también tenía una ametralladora sobre su escritorio, nos despidió con amabilidad, gracias a él la provincia de San Luis cumplió con lo prometido.

Las artesanías de ónix, preciosas, se destacaban entre las muchas artesanías que habían llegado.

Al llegar a Buenos Aires, ya tenía decidido que me iría del Consejo y a los pocos días encontré un aviso de una empresa que buscaba un ingeniero con experiencia en Petroquímica, conseguí el trabajo y renuncié; el 2 de Abril estaba en mi nuevo puesto.

Aún recuerdo, jubilado, los días de fecundo trabajo en el Consejo.

Jorge Eduardo
Capital Federal 1974
La Plata – Buenos Aires, 2009




EL LINYERA RICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1968
Fecha de alta 30-06-2009

El día que lo encontré caminaba bajo la lluvia en dirección al basural, el lugar que acumulaba la basura del pueblo de Campana; estaba junto a la vía y tenía la entrada por un camino de tierra que salía a la ruta N°9. Yo iba en mi auto viejo, una Renoleta color beige.

Cuando pasé junto a él, algo me llamó la atención: sus intensos ojos azules, su espesa barba rubia y su tremendo y desaliñado aspecto de linyera. Sin embargo no pude descifrar qué era esa mezcla de hombre blanco y linyera andrajoso con ropas rotas.

Crucé la ruta 9 y me encaminé a mi trabajo. Quedé preocupado por el hombre que había visto tan desamparado; del lado de la fábrica venía un arroyo que cruzaba la ruta por unos tubos de gran tamaño, estos eran utilizados para desagotar el agua de lluvia en el río Paraná, que estaba a unos pocos kilómetros del lugar.

Iba a la mañana y volvía a la tarde, comía en la fábrica; por esos días estábamos en la puesta en marcha de la primera productora de fertilizantes de argentina; los japoneses que vinieron a poner en marcha habían traído máquinas filmadoras manuales que para la época eran un dechado de tecnología; así fue que compré una pequeña máquina a cuerda manual, de ocho milímetros, la más pequeña, todavía no habían salidos las súper ocho, que eran un poco más grandes.

Estaba muy entusiasmado con mi filmadora y pensé que el linyera sería un buen modelo para mis filmes documentales. Resultó que al volver, llegando a los tubos que cruzan la ruta encontré al linyera parado en la boca de los enormes caños. Sin dudar y sin su consentimiento, lo empecé a filmar por la ventanilla del auto, cuando se dio cuenta me hizo un ademán para que dejara de hacer lo que estaba haciendo; e inmediatamente guardé la filmadora. Mi relación con el linyera no había empezado de la mejor manera, no obstante paré el auto y me arrimé sin la cámara hasta donde él estaba; quise iniciar una conversación pero no me contestaba, después de preguntarle algunas cosas: dónde vivía y de dónde sacaba la comida me dio a entender que vivía dentro del caño y comía del basural.

Quedé muy impresionado por la información, ya que era pleno invierno y el lugar sólo lo protegía de la lluvia pero no del intenso frío ni de la humedad; me propuse ayudarlo como pudiera y al otro día le traje ropa seca, unos pantalones viejos pero sanos de lana y también unas camisetas mangas largas y pulóveres que había recolectado entre los amigos de la casa.

Al llegar la noche las ratas se cruzaban la ruta hacia el basural por dentro de los caños, evitando el fino hilo de agua que se cortaba en el caño que estaba más alto. El lugar sólo recibía los reflejos de los autos que pasaban por la ruta y estaba lleno de yuyos, cortaderas, que hacían peligroso caminar por allí de noche.

Después que le entregué la ropa, a la tarde le llevé de la fabrica comida que me dio el cocinero, eran sobras pero comida buena, se la acerqué en una bandeja de cartón con una botella de Coca Cola. No tenía mucha empatía conmigo y me di cuenta porque no quería hablar; sin saber que hacían cuatro años que no hablaba con nadie.

La historia de este personaje se empezaría a conocer cuando le conté al Gerente de Relaciones Industriales, el señor Fíe... de su existencia, él me dijo un día que le llevaría de comer, y cuando tuvo su primer contacto, la relación con el linyera se hizo de una manera natural y fluida; con él empezó a hablar y de a poco le fue contando su historia: Vino de Misiones, lo habían traído hasta el hospital neuropsiquiátrico de Open Doors; su hermana y su cuñado lo internaron por “loco”, con la complicidad de la policía del lugar. El objetivo fue hacerlo pasar por loco e internarlo para robarle sus propiedades en Misiones, que consistían en quintas de frutales: Naranjas mandarinas, duraznos; plantaciones de té y ananás; cuando lo dejaron internado, nunca más preguntaron por él y así pasaron cuatro años que vivió solo y abandonado por su familia.

Un día después de mucho prepararlo, logró fugarse y como el lugar donde estaba está sobre la ruta que lleva a Campana, su primer encuentro con una ciudad fue al cruzar frente al pueblo; allí encontró el basural que le dio la primer comida después de escapar, la “casa” fue el caño y después nuestra relación y su afortunado encuentro con el señor Fíe...quien después de conocer su historia se propuso ayudarlo a salir de esa mala situación y como era una persona muy relacionada le contó la historia al juez del lugar. Esto facilitó la investigación y con el antecedente de que la policía del lugar en Misiones estaba involucrada no acudieron a ella y lo hicieron a través de la Policía Federal, así pudieron determinar que el linyera era el dueño y lo habían desalojado su hermana y su cuñado; el juez de Campana se puso en contacto con el de Misiones y le pasó los antecedentes del caso, este por fin y luego de otras investigaciones logró meterlos presos por varios años.

Mientras sucedía eso yo me había retirado de la fabrica y trabajaba en Buenos Aires, había pasado un año y no sabía nada del caso, hasta que un día fui a visitar a un amigo y me encontré con el señor Fíe... y este me contó el final del cuento del linyera que estando pobre era rico.

La hermana y el cuñado tuvieron un proceso y quedaron presos por “robo calificado agravado por el vínculo, privación de la libertad y secuestro de persona”… y seguro algo más.

El comisario que participó fue separado de su cargo y desvinculado de la fuerza y los vecinos que hablaron con la policía disfrutaron de nuevo con su amigo a quien querían, a ellos los habían engañado diciéndoles que se había mudado a vivir a otro país.

El señor Fíe... me contó que el último tiempo antes de volver a Misiones estuvo viviendo en su casa, y que le había comprado ropa nueva, lo que lo hacía aparecer como un señor y que lo era; Fíe... era un hombre bueno de profundos principios humanos, se preocupaba por sus semejantes; de ese linyera abandonado que yo dejé en el caño no quedaba nada, ni la ropa ni los modales. Era un señor elegante que vivía en su campo de frutales.

Al llegar al campo todavía vivían algunos de sus perros que saltaban de alegría al volver a ver a su dueño, y Fie... entusiasmado pegó un grito: ¡Gracias a Dios todo terminó como habíamos deseado!

Jorge Eduardo
CAMPANA

















































N°49
MI NUERA: LA MUJER MARAVILLA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2000
Fecha de alta 02-08-2009

Cuando la conocí, fue algo muy extraño, mi hijo varón, menor, vino a la una de la mañana hasta mi cama me dice sin despertarme casi: ¡Papá vas a ser abuelo! Como no tengo sueño profundo escuché y entendí lo que me dijo, y en ese momento reaccioné diciéndole: ¡Jodete!

Esa noche la conocí, ella me haría abuelo; chiquita, flaquita insignificante, quién diría que un día iba a pensar de ella que era La Mujer Maravilla. De a poco fui aceptando la idea de ser abuelo y a medida que llegaba el día tomaba más conciencia de lo que ello significaba.

Finalmente llegó mi primer nieto y allí recién supe lo que era querer a un pedacito de vida que me había entregado mi nuera La Mujer Maravilla.

Junto con mi hijo trabajaron mucho, trabajaban juntos, se compraron un departamento antes de que naciera el primero, el padre de ella los ayudó; buscando mejorar partieron en busca de nuevos horizontes, se fueron del país, primero más cerca: Al Uruguay; allí estuvieron hasta que nació el segundo hijo, tener los únicos nietos un tanto lejos nos producía dolor, pero de vez en cuando nos hacíamos un viaje de varios días y los disfrutábamos; yo le contaba cuentos al mayor. Me los hacía repetir hasta aprendérselos de memoria, y yo inventaba cuentos nuevos y también los heredados que me había contado mi papá.

Tanto mi hijo como mi nuera trabajaban en una empresa muy grande que los trasladó desde Buenos Aires, iban a la mañana muy temprano y volvían a la noche tarde. Ella era la mano derecha del Gerente y prácticamente organizaba la empresa, el lugar era lindo y tranquilo y estaba a seis horas de viaje en auto, cosa que hacíamos con relativa comodidad; ella aprovechó esos viajes para que le enseñara a manejar, confieso que aprendió, en una semana, a manejar por el pueblo y la ruta y yo andaba con ella con toda tranquilidad.

Cada viaje tenía una sorpresa; una vez estudiaba diseño, en otro estaba estudiando portugués, era buena en computación y se manejaba con solvencia en cosas de la administración; por esta razón su jefe le delegaba cada vez más cosas, hasta llegó a administrar al encargado de los caballos y paseos por el bosque de pinos.

Cuando ya hacía un par de años que vivían en Uruguay se les presentó la oportunidad de trabajar en Costa Rica, era también una mejora para ambos, dentro de la misma empresa, mi hijo tendría un salario que le permitiría a ella ocuparse sólo de sus hijos; ella siempre lo hizo bien pero tenía poco tiempo, eso la afligía así que cuando apareció esto aceptaron el nuevo puesto y hacia allá viajaron, una nueva mudanza, mi hijo se fue primero, y ella con las cosas después. Viajó sola, con los chicos, los bártulos, a un país extraño; aunque hablaban el mismo idioma.

Loa chicos ya iban al jardín así que apenas llegó tuvo que ocuparse en encontrar un buen jardín para el más grande y el más chico.

A los nenes no les fue fácil el cambio y sobre todo al más grande. Era rubio y de ojos claros; “el diferente”, pero con el tiempo se adaptó a sus nuevos compañeros y pasaron otro par de años, hasta que la empresa les propuso nuevamente un cambio, obviamente que significaban mejoras, y hacia México se fueron, dejando atrás los paisajes a orillas del mar donde trabajaba mi hijo, los volcanes, las selvas, su club de salto, sus caballos y algunos amigos. También la camioneta que los llevaba por todos los paisajes de la selva, caminos en subidas, era cuatro por cuatro y su primera camioneta: La amaban.

Las partidas son dolorosas pero esta les resultó dificultosa, ella debió coordinar el envío de las cosas por barco que demoró más de lo previsto, llegar a México y buscar casa (una linda casa en un barrio cerrado).

Mi esposa y yo nos volvimos expertos en buscar sitios por Earth Google, ubicamos primero el barrio y luego “vimos” la casa, con algo nos conformábamos, al menos saber en qué lugar del mundo estaban nuestros hijos; la experiencia ya la habíamos desarrollado cuando se fueron a Costa Rica. En Costa Rica mi nuera empezó una carrera Universitaria de Administración de Empresas, “on line” con una universidad argentina. Así que cuando en la empresa le ofrecieron un puesto de administración de un área de seguros con tiempo part time, aceptó, volviendo a sus actividades locas: la casa, los hijos, los estudios y el trabajo.

Flaquita, bonita, querida por todos: Sus hijos, su marido, sus padres, sus hermanos y sus suegros. Yo te digo, la canción del arquero te viene de perillas:

Tenemos un arquero
Que es una maravilla
Se ataja los penales
Sentado en una silla.
Y vos sos La Mujer Maravilla.

Jorge Eduardo
La Plata
Buenos Aires, Argentina
















N°50
BARRIO POBRE

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1966
Fecha de alta 11-09-2009

Barrio pobre de casas uniforme. Barrio sombrío de gente pobre. El barrio de los más humildes, los marginales, de ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires.
Cuando yo la conocí ella era la maestra de todos los grados de la escuela rancho, que estaba junto a la vía del tren Rosario-Buenos Aires; y Campana tenía villas, que surgieron al calor de muchas industrias nuevas, allá por 1966.
Tenía para con sus alumnos, un sentimiento de cariño y respeto; ellos la amaban. Nadie los había tratado como ella lo hizo y por eso ellos le devolvían con amor lo que les daba.
En merito a su dedicación y por los logros alcanzados, la trasladaron a una escuela del centro, pero ella extrañaba a los que fueron sus primeros alumnos, su escuelita y a los chiquitos que iban, descalzos en invierno, a esperarla cada día.
El día que se fue todos lloraron, también la maestra; sólo les pudo dejar esta poesía que quedó como reflejo de su gran amor.

Barrio pobre

Barrio pobre de casas uniforme.
Barrio sombrío de gente pobre.
Camino de tierra y barro;
barro humano por nosotros marginado.

Amanece, el sol ilumina el barrio
niños tristes aparecen
con un cuaderno en la mano, caras morenas
brazos desnudos. Flaquitos y bajos.

Traen el rostro endurecido.
El estómago vacío. Los ojos perdidos,
el paso sin prisa. La alegría olvidó pintarles
en la cara una sonrisa.

Niños tristes aparecen.
Rostros sin luz, cara opaca.
Ante el mástil musitan:
-! Bandera de la patria: Celeste y blanca!

-¡Pobrecitos niños tristes que tan sólo
la bandera con nosotros los hermana!
-¡Dime Dios! - ¡Tú que lo abarcas todo!-
-¡Porqué no pones en ellos tu mirada!

La maestra Evelia.

Jorge Eduardo
Campana-La Plata

N°149
CARNAVALES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1957
Fecha de alta 11-09-2009

Unas fiestas que se festejan muy intensamente, en San Juan, son los Carnavales. Cómo la mayoría de los días corría agua por las acequias no había necesidad de ir muy lejos a buscarla.

Las chicas jugaban a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa; se juntaban: Dos amigas de la bodega vecina, más Emilia con su hermana, la prima de Emilia y una chica que venía de no sé dónde, que era amiga de las chicas; unas seis en total.
Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, con el que luego me fui a Santa Fe y los amigos del turco, que eran dos; en total seis.

Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de diecisiete años, y salía a flor de piel, la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas, que por poco las desnudaba. Jugábamos hasta la tarde y luego nos íbamos todos a la casa, a tomar mates. Esto lo hacíamos todos los días de carnaval; por supuesto que esos días en San Juan no había clases.

Las chicas tenían una técnica propia: Salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.

En las noches nos íbamos a los clubes, nosotros llevábamos nuestro grupo al baile; en esa época no había problemas.
Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados, a pesar de que fui a varios. Los carnavales tenían su parte más linda después de los chapuzones con agua a la siesta y era cuando cada uno se iba con una piba a la tardecita a su pieza de la casa de estudiantes.

Los dueños de nuestra pensión se iban los días de carnaval a Pocito, distante unos cuantos kilómetros, así quedaban varias piezas para ocupar con nuestras “parejas de carnaval”. Llegábamos a la casa y cada pareja ocupaba una pieza, no había discusión por cual ocuparía cada uno, el primero que llegaba elegía la que estaba vacía y luego se iban ocupando progresivamente.

Estábamos allí hasta las ocho de la tarde, cuando ya empezaba a bajar el sol, eso para tener tiempo de ir a cenar y luego pasar a buscarlas para ir a bailar.
Los primeros días de carnaval fueron encuentros por primera vez con la compañera, todo comenzó de a poco; pero mi relación con Emilia ya venía de hacía un tiempo.

Recuerdo especialmente el primer encuentro en la casa. Ella era preciosa, con sus quince años parecía una figurita dibujada por el mejor pintor; la situación nos llevó a que nos besáramos y nos dijéramos dulces palabras de amor; pues este enamoramiento venía de nuestras salidas anteriores y de muchas noches bajos los enormes carolinos de su casa.

Su grácil figura me tentaba no sólo a besarla. La locura se había desatado y estábamos a la puerta del paraíso, ninguno de los dos comprendía cómo éramos tan felices.

Jorge Eduardo
San Juan -La Plata














































N °52
EL PADRE MARIO POCHINTESTA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1982
Fecha de alta 01-05-2009

Era un medico que se retiró a los sesenta años de su profesión, nació en Montevideo, tierra de candombe, mulatas y negros, trabajó en muchos lugares: En hospitales públicos, en pequeñas salas de barrio, viajó a pueblos del interior de Uruguay y atendía allí pocas veces al mes, pero iba donde no habían médicos; porque la pobreza del lugar impedía cobrar los honorarios, era el médico de los más pobres, y como tal él también fue pobre.

Su único bien material consistía en una humilde vivienda donde vivía con su esposa y los cuatro hijos que tuvo. Escribió libros sobre su profesión y la obligación social del médico para con los desamparados; junto con su pasión por los necesitados, era un profundo practicante católico y cuando la vida lo fue dejando solo, al morir su esposa y los hijos se marcharon del hogar paterno, al recibirse de profesionales, Mario tomo la decisión de ingresar en un monasterio y ordenarse de cura.

El Parque Pereyra Iraola, reúne la mayor colección de árboles exóticos, traídos de todas partes del mundo; en el centro de una selva cultivada por el hombre, está la hermosa y vieja casona de la estancia de Don Pereyra Iraola; allí entre árboles gigantes y bellos está también la pequeña capilla de la estancia, construida a instancias de la señora de Don Pereyra.

Esta capilla tiene un bello interior con mucha madera y fue construida casi a finales del siglo XIX. Durante muchos años, permaneció cerrada al público, y se abría excepcionalmente para celebrar algún casamiento, de alguien allegado: o a la familia, o a la curia, o al Gobierno.

El parque fue confiscado por el gobierno del General Perón en la década de 1950 y declarado Parque Público Provincial; el acceso irrestricto del público, que hacía fuegos para cocinar asados, al pie de los grandes árboles, lo degradó en muchos aspectos, principalmente a los grandes árboles que sufrieron la acción destructora de los fuegos realizados, quemándolos y haciéndoles grandes huecos, que a la postre significaron que se cayeran con el viento o se secaran por la acción del fuego. La capilla abandonada, un día cobró vida, sus puertas permanecían abiertas todo el día, durante las horas de luz era posible visitarla o ir a rezar en el silencio y la paz del lugar.

Yo estaba recorriendo el parque, enseñándoselo a mi sobrino Fabián, cuando él me preguntó qué era ese edificio que parecía una iglesia en el medio de la arboleda que estaba con las puertas abiertas, le dije: La capilla es muy linda ¡vamos a verla! y hacia la capilla fuimos, entramos, estaba desierta y en silencio, aprovechamos para recorrerla toda; cuando estábamos mirando el altar tallado en madera apareció un viejito, delgado, de unos setenta años, bajo, y con una tupida y larga barba blanca; nos saludó con amabilidad. Empezamos una conversación que luego se extendería por más de una hora, así de a poco, sin reservas, todos dimos un pantallazo de nuestras vidas; como sucede entre extraños; es más fácil contar quiénes somos.

La situación se prestó para saber quién era cada uno, el viejito era Mario, como a él le gustaba que le dijeran, y no Padre Mario, por su condición de cura de la capilla. Como dije fue medico hasta los sesenta años y luego cura, quiso la suerte traerlo a ser el párroco titular de esta capilla , no fue en premio a sus méritos como sacerdote, fue más bien ponerlo afuera de circulación, afuera de las grandes iglesias, que no se escuchara demasiado su voz pregonando que hay que ayudar a los más débiles y pobres de toda pobreza, y practicarlo con el ejemplo, siendo médico dio muestras de sus convicciones cabales de ayudar a los pobres y siendo cura ya anciano quiso irse con los más humildes del planeta; como al Sertao en Brasil o las aldeas pigmeas del Congo Belga.

Tenía una familia con cuatro hijos, su esposa fue débil de salud y le dedicó todo su tiempo posible para cuidarla. Sus hijos estudiaron medicina y letras, recibiéndose: dos de médicos y dos de profesores de filosofía y letra.

La vida de Mario fue sacrificada y humilde, pero llegó a ser un médico reconocido por sus pares.

Entre sus amistades figuraba el Ministro de Salud de la República Argentina: El Dr. Carrillo. Mario lo admiró por la obra que hizo. Tuvieron un prolongado intercambio epistolar, y Mario fue objeto de consultas por parte de Carrillo, a la hora de dictar normas para los hospitales públicos. El Dr. Carrillo inspirado en los libros de Mario, construyó la mayor cantidad de hospitales nuevos que se hayan hecho durante un periodo de gobierno. ¿Cómo les alcanzaba el dinero público, el superávit fiscal? ¿No robaban?...

¡No!

¿Aún están en píe los altivos hospitales de ladrillos a la vista, mostrando su inconfundible arquitectura de ladrillos?

La señora de Mario falleció cuando él tenía sesenta años y los hijos se habían ido a trabajar, algunos a Brasil y otros a la Argentina. Mario decidió, al quedar solo, que podía consagrar su vida a Dios y al prójimo y pidió dispensas papales para ordenarse como sacerdote. Como alumno Mario fue brillante y al egresar recibió elogios de los padres superiores y de quienes fueron sus profesores, eran un caso muy singular que un profesional tomara los hábitos a una edad tan avanzada.

Las vueltas del destino hicieron que yo, que no tenía ninguna relación con la iglesia, que no había entrado a una iglesia en muchos años, fuera a conocer a Mario en aquella capilla, antes abandonada, le contara mi vida y escuchara la de él.

Fabián se fue al otro día, con una grata sorpresa, al conocer a alguien tan especial, me dijo que lo cultivara, que me hiciera amigo, y sin él saberlo fue el último amigo importante que hice, siendo yo mucho menor que Mario, que a la sazón teníamos: él 70 años y yo 48. La diferencia de edad no fue obstáculo para generar entre ambos una corriente de amistad y simpatía, en el corto tiempo que compartimos juntos...

Fue en la primavera cuando lo conocimos con Fabián, y era la mitad del invierno cuando se murió, solo, en la capilla.

Yo empecé a ir a la capilla, donde teníamos con Mario largas conversaciones, me mostraba su gran biblioteca con una cantidad elevada de libros especializados en medicina y religión con gran cantidad de libros de filosofía y de política y numerosos temas más. Sus libros estaban ajados y leídos y no eran meros libros decorativos.

En uno de los tantos viajes que yo hacía a la empresa donde trabajaba en Buenos Aires, en la Calle Florida; lo llevé a Mario para que comprara libros y traérselos en el auto, al llegar al estacionamiento de un auto lujoso bajaron dos muchachos, cuando uno de ellos le dijo al otro riéndose: … ¡Mira, ahora se de dónde sale el viejo de los pájaros!...esa expresión socarrona, acerca del aspecto de Mario, me puso tan violento que lo increpé y le dije: ¡El viejo de los pájaros? que puede ser tu padre, es un excelente médico y ahora es sacerdote, porqué no lo respetas y le pides disculpas ¡

Para mi asombro el muchacho, de unos 25 años aproximadamente, se aproximó a Mario y le dijo: ¡Discúlpeme padre si lo he ofendido!...

Mario tenía una larga y poblada barba blanca, y en verdad se parecía al viejo de los pájaros; aunque nunca Mario supo quién era, dado que no miraba TV.
Una tarde, en el verano, fui temprano y lo invité a que fuésemos a bañarnos en una cantera que está junto a las vías del ferrocarril Roca que va de Constitución a La Plata. La cantera en muchas ocasiones estaba seca y después de grandes lluvias se llenaba, por suerte no era profunda y en lo más hondo tendría a lo sumo un metro de profundidad. Cuando llegamos estaba llena de agua de lluvia, caliente por el sol del verano y bastante cristalina, ya que nadie la usaba. Disfruté verlo a Mario bañarse y luego tirarse al sol para secarse, fue una gran idea, no había ningún peligro.

La cantera fue utilizada, quizás, 100 años atrás, construida con rastrones tirados por caballos o bueyes, utilizaron la tosca para elevar el camino que cruza el parque hasta la casa de Pereyra Iraola.

Una noche fui a buscarlo para que viniera cenar a casa, Estela había preparado una comida sencilla pero rica; Mario dijo al terminar la cena: Si no fuera que estamos en La Plata, diría que estoy en Montevideo, en mi casa con mi familia.

Otro día íbamos a la parroquia del Cura Brochero, en Berazategui, coincidió su apellido con el del cura gaucho, que tiene una localidad en Traslasierra, en Córdoba, que lleva su nombre. Cuando cruzábamos el destacamento del parque Pereyra, en pleno proceso militar, los policías paraban a todos los que pasaban; al aproximarse un policía Mario me dijo: ¡Jorge no pares, que estos lo único que hacen es molestar a la gente!...los policías lo conocían y lo saludaban con todo respeto y tal como decía Mario no paramos.

El cura Brochero le tenía una particular estima y ese día que me veía a mi por primera vez, me preguntó si yo era familiar de Mario, le dije que no, ¡Sólo un amigo reciente, pero a quién aprecio mucho!

Estuve conversando un rato con el cura Brochero, y me confirmó algo que yo ya sabía. Cuando Mario vino a cenar a casa, se volvió en colectivo y las cinco cuadras que hay hasta la terminal las hicimos caminado, en la mitad del camino se para y dice: ¡No te preocupes, esto lo arreglo con una pastilla! Le había dado un fuerte dolor en el pecho y por los síntomas, que él como médico conocía, era el corazón. Se tomó la pastilla y se quedó un rato sentado en el borde de una ventana, no quiso volver a mi casa, esto se me pasa, después de veinte minutos de haberse tomado la pastilla me dijo: ¡ya está!, ¡vamos! Y cabeza dura siguió caminado a tomar el ómnibus, que pasaba por el parque, allí debía caminar quince cuadras. Sólo, de noche, en la oscuridad del parque Pereyra Iraola.

¡Jorge!...me dijo Brochero, a Mario hay que cuidarlo mucho porque Dios se lo quiere llevar con él para que no sufra, ya que está muy enfermo. Esto ya se sabía desde la época en que estuvo en el monasterio internado.

Un día llegué a la capilla y la puerta estaba cerrada, era un domingo a la tarde, Mario siempre la dejaba abierta, para que la gente pudiera entrar a rezar, la puerta de su casa también estaba cerrada, confieso que me inquieté, estacioné frente a la casa, bajé rápido y golpee la puerta, la voz de Mario:¿Quién es?...¡Yo, Jorge!...¡pasa!... y en ese momento lo veo en la cama, en el cuarto pegado a la capilla junto a la puerta de su casa. Estaba mal, con expresión de angustia, ¿qué te pasa Mari ?... ¡Me robaron todos mis ahorros, de todos estos años que viví en la capilla!...

Mario no era rico, pero tenía dos sueldos: uno, la jubilación de médico, y dos el sueldo de párroco de la capilla.

¿Quién ingresa a tu cuarto?... ¡Vos!... ¿Y quién más?... ¡El chico que corta el pasto tres veces por semana y limpia la capilla!... ¿Te vio manipular la cajita metálica? ¡Dónde guardabas el dinero!... ¡Si!

Yo sacaba la caja detrás de los libros y le pagaba todos los sábados y él me veía de donde la sacaba y a dónde la ponía. ¿No hay ninguna señal de violencia, sólo faltó la caja, de atrás de los libros dónde la escondías?... la pudo poner entre sus ropas y retirarse sin que nadie se diera cuenta. ¿Cuándo le pagaste por última vez?... ¡Fue el sábado anterior, y esta semana no vino ninguno de los días que debió venir!...

El muchacho que decía llamarse Juan y vivir en Berazategui, apenas hacía unos pocos meses que trabajaba para Mario, él le pagaba por su cuenta para que la capilla y los alrededores estuvieran prolijos y limpios. Juan o quien fuera me resultó un tipo tosco que no me inspiraba confianza. De todos modos agradezco que no se encontrara con Mario cuando fue a robar.

Mario hasta ese momento no sospechó de Juan, pero todos los indicios llevaban a que era él el ladrón. No hizo la denuncia y pasados los días asumió la realidad, Juan no apareció nunca más.

El robo lo dejó en bancarrota, terminó con su fantasía de irse al Congo Belga o al Sertao en Brasil a ayudar a los miserables de esos lugares.

No puedo decir que me alegré que le robaran todos sus ahorros, pero ello impidió que se fuera solo y enfermo a esos lugares desolados, con culturas extrañas, viejo y sin fuerzas para afrontar a los nativos del lugar y a su propia naturaleza.

Su plan sobre el África, consistía en ir al Congo donde habitan los Pigmeos, ayudarlos con medicinas para enfermedades tropicales y enseñarles la idea de Dios.

Las guerrillas del Congo utilizan la carne de Pigmeos porque piensan que les confieren poderes mágicos. La deforestación obliga a que cada vez, abandonen más las selvas y se los ve en ciudades como Mombasa, donde malviven con trabajos ocasionales o dedicándose a la prostitución.

Ota Benga fue el primer Pigmeo llevado como extraño animal a EEUU en 1888. Lo encerraron en la jaula del orangután y cuando lo liberaron se suicidó.
Mario conocía la historia de Ota Benga y eso lo llevó a pensar en ir de misionero. Su segunda fantasía frustrada por el robo fue ir al Sertao la región más pobre de todo Brasil. Los sertaneros se bañan en los ríos, y sus casas son de barro, no obstante es un pueblo optimista que protagoniza a diario historias de lucha y esperanza.

La última vez que lo vi, estuve toda la tarde con él, estaba melancólico y me ofreció toda su biblioteca que tendría como 500 libros o más, le dije que le agradecía el gesto pero que tal vez le fuera de más utilidad al padre Brochero, no obstante Mario me envió a la semana una enorme caja llena de libros que el consideraba debía leer, por ejemplo: Alborada del hombre nuevo.

Cuando volví a visitarlo habían pasado unos cuantos días, debido a que tuve el auto roto, y debí traer los repuestos de Alemania, al llegar vi que estaba todo cerrado, no había nadie en la capilla, fui hasta el kiosco donde Mario hacía algunas compras , la mujer me dijo: cómo, ¿no sabe que el padre falleció?...

Su último acto recordándome fue enviarme con un amigo sus libros. Yo me quedé con el dolor de no haber despedido a este pequeño gran hombre, noble y bondadoso, con quien en corto tiempo nos unió una verdura amistad.

Jorge Eduardo
La Plata


























CASTILLO DE CHANTILLY ¡QUÉ LUJO!

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 27-05-2009

Como una atención del Gerente General de la fábrica, que visitábamos en Francia, recibimos una invitación a almorzar en el castillo de Chantilly que estaba preparado para recibir visitas.
Recuerdo que el plato de entrada fue una tabla de quesos franceses, y el almuerzo fue a base de “frutos de mar”; enormes langostinos, langostas de mar, cangrejos; todo acompañado por un vino fino de la última cosecha de uvas blancas de Chantilly.
La mesa estaba puesta con manteles antiguos de hilo, la mejor cristalería y los cubiertos eran de plata.
¡Qué lujo!
¡Verdaderamente estábamos en un castillo!
El castillo de Chantilly y su célebre Museo Conde reúne la primera colección pictórica privada de Francia y la segunda colección de cuadros antiguos después del Louvre. Al castillo, en pleno siglo XX, se accede por el mismo puente que fue instalado por el duque, sobre la fosa de agua que lo rodea en todo su contorno. El puente de madera tiene aún, a pesar del tiempo transcurrido, la misma belleza, y sus maderas conservan el estilo y esplendor con que fue construido; su condición de puente levadizo lo hace más atractivo a los ojos de quienes muchos años después lo visitan; reúne una belleza increíble y junto al castillo recuerdan las épocas en que tanto uno como otro servían para la seguridad del duque.
El castillo del duque de Chantilly no es muy grande, y conserva su diseño original de los días en que fue edificado. Sus habitaciones son excesivamente grandes para habitar, lo que hoy consideramos ambientes demasiados extensos para refrigerar o calefaccionar.
Terminado el almuerzo, salimos a recorrerlo; primero los aposentos interiores junto al comedor: la biblioteca, la sala y las habitaciones, todos con sus lujosos muebles de estilo; cruzamos por el jardín de invierno cubierto con vidrio; finalmente recorrimos los otros jardines y el foso hasta cruzar el puente rumbo a la caballeriza.
A medida que nos aproximábamos a la caballeriza, ésta nos deslumbraba cada vez más; es que el duque había construido como establo, para su caballo, una replica exacta en menor tamaño del castillo. El predio tenía otras pesebreras más modernas, pero no igualaban el lujo del viejo y pequeño castillo; Las Caballerizas, reconocidas como las más bellas del mundo, albergan el Museo Vivo del Caballo, que reúne más de mil cuadros, esculturas y dibujos de artistas contemporáneos. Allí construyeron posteriormente la pista de caballos de carrera de Chantilly; lugar donde las damas concurren vestidas con sus mejores atuendos: elegantes, coquetas, llenas de lujos;… ¡que aquel ambiente no desmerece!

Jorge Eduardo
FRANCIA-CHANTILLY-1976
LA PLATA-
2009-09-29


MI AMIGO GAYLON: EL TEJANO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1984
Fecha de alta 13-05-2009

Gaylon trabajó durante treinta años en una fábrica de caucho y de anhídrido maleico; esta tuvo varios dueños antes de que el personal de la fábrica se la comprara a los últimos dueños japoneses.

Los japoneses se la vendieron al personal; estos hicieron la cosa más ingeniosa que había escuchado hasta entonces para comprarla. Cada miembro de la empresa aportaba una parte del capital necesario para la entrega al contado, lo que quedaban debiendo lo pagaban con lo producido por la fábrica, en diez años.

Para conseguir la parte de entrega al contado la mayoría hipotecó su casa, consiguiendo dinero barato sobre la hipoteca; algunos como la Secretaria de Gaylon tenían ahorros en plazos fijos para cuando se jubilaran y los sacaron. El capital aportado, era diferente para cada uno y no dependía de la jerarquía que ocupaba en ese momento. Hasta un cierto porcentaje estaban sentados en el directorio.

Se dio con cierta lógica que los que más aportaron fueron: El actual Presidente de la empresa; Gaylon que era el Gerente General y Gerente Técnico; y… ¡Oh sorpresa!: La secretaria de Gaylon. Ellos pasaron a ser los tres mayores accionistas y miembros del directorio con algún empleado más.

La empresa bajo su conducción hizo un cambio estratégico muy singular, en los años que no rendía el maleico ampliaron la capacidad de las plantas de caucho; cuando el maleico se convirtió en un buen negocio, hicieron dos plantas más de maleico; teniendo la segunda capacidad instalada en ese momento en EE.UU. Tuvieron mucha suerte, esa fue la década de las resinas de ingeniería; recién se hacían algunas nuevas y para muchas de ellas se utiliza anhídrido maleico.

Yo lo conocí, porque era el gerente de la única planta, que en la argentina producía anhídrido maleico; habíamos tomado la decisión de cambiar la materia prima y no conseguíamos un catalizador para esa nueva materia prima que era butano.

La empresa de ingeniería básica, después de fracasar con la primera carga de un catalizador nuevo para butano, en experimentación; nos relacionó con una empresa productora de anhídrido maleico, que fabricaba su propio catalizador; lo había desarrollado bajo la dirección técnica de Gaylon y funcionaba perfectamente; el primer encuentro fue en Houston, donde tenían la fábrica. Demás está decir que tanto Gaylon como el presidente eran dos señores que entendieron a las mil maravillas la situación de nuestra empresa casi quebrada.
Nos vendieron: La ingeniería para efectuar los cambios al diseño de la planta para que funcionara perfectamente; la supervisión durante la construcción de las reformas; y la puesta en marcha (la situación más delicada para el acondicionamiento del catalizador).

Esta venta ascendía a varios millones de dólares que se los pagamos en los años que duró el catalizador y a medida que íbamos produciendo; nuestro agradecimiento se transformó en una mutua amistad que no fue nunca fracturada por ninguna de las dos partes.

Gaylon se comportaba como el señor que era; recuerdo la primera vez que vino a almorzar a casa, se apareció con un ramo grande de rosas rojas para mi señora a quien no conocía.

Por esos años, 1984, había en La Plata un restaurante en la calle 4 que servia comidas exóticas: siervo a la cacerola, jabalí a la parrilla (jabatos), liebres en escabeche, perdices en escabeche y algunos otros platos exóticos. Gaylon amaba ir a comer allí y yo lo llevaba todas las veces que venía. También lo llevé a Santelmo a escuchar tango, a la Botica del Ángel y a un local Árabe con comida, música y bailes típicos. Gaylon disfrutaba esas salidas y me lo agradecía cada vez que tenía una ocasión.

Sin que yo lo quisiera él se tomó para sí un compromiso de llevarme a Houston, invitado por él, con todos los gastos pagos; y así fue que un día me hizo llegar una propuesta de viajar a Houston, en American Airlines, por 10 días; aprovecharíamos de pasear además de hacer la conferencia de diseño para la nueva planta que Maleic construiría después de 10 años de funcionar con la primera. No me hice rogar y viajé con escala en Miami. Al llegar a Houston me esperaba Gaylon con el ingeniero que lo acompañaba cuando venía a cambiar el catalizador; una excelente persona y tan cortés como Gaylon.

Las sorpresas empezaron desde la llegada; fuimos a comer a un restaurante mexicano, con unos aderezos tan picantes que me cayeron muy mal y me mandaron toda la tarde a la cama. A la noche estaba un poco mejor, pero sin soportar una cena; fuimos con su señora al mejor restaurante italiano de Houston, una belleza la decoración; el salón estaba rodeado de peceras enormes con peces de mar, entre ellos mantas rayas y tiburones.
Lo único que probé fue una ostra cruda, de caparazón anacarada blanca, con un chorrito de limón, y para tomar te frío.

Al día siguiente me pasó a buscar por el hotel y fuimos a conocer la fábrica; esta era espectacular con siete plantas diferentes: Cinco de anhídrido maleico y dos grandes de caucho. Me mostró en detalle la planta más moderna de anhídrido maleico; recuerdo que le hice algunas observaciones y quedamos que cuando hiciéramos la conferencia de diseño para nuestra nueva planta; íbamos a poner lo mejor de cada una de las plantas y haríamos un diseño, mejorado, integral. La conferencia la hicimos dos días después de haber recorrido todas las instalaciones, incluidas las plantas de tratamientos de residuos industriales.

La conferencia reunió a once personas, especialistas, quienes aportaron todos sus conocimientos; por nuestra parte estaban tres representantes de la empresa de ingeniería básica que vinieron de New York. El mitin se desarrolló durante tres días con interrupciones para ajustar detalles de tamaños y nuevos diseños; el resultado fue la base con que la empresa de ingeniería básica desarrolló el proyecto: Una nueva planta con el reactor más grande realizado en ese modelo hasta entonces. (Lecho fijo)

Terminada la conferencia, dedicamos un día a juntar toda la información que acompañaba al acta que firmamos de cooperación entre ambas empresas, disponiendo por nuestra parte y la de ellos dar toda la información que se requiriese, en forma total y abierta, de nuestros datos de producción.
Estar entre esos monstruos de la ingeniería me produjo una egocéntrica satisfacción, nunca hubiera imaginado que ellos tomaran con interés mis observaciones de cambios a la ingeniería, que ya habíamos realizado en la primera de las plantas y esta nueva tendría el mejor diseño posible en plantas de reactor de lecho fijo; cuando se terminó el trabajo Gaylon organizó una cena en el lugar más pintoresco de Houston.

Estaban invitados todos los que participaron del proyecto, con sus esposas, el lugar estaba al lado del canal que comunica el mar con las industrias que están en esa área de Houston.

Consistía en un galpón del comienzo de la colonización española en Texas, con techos de madera, a las que se había protegido con membranas y chapas de zinc, dejando las maderas a la vista desde el lado interior. Externamente se veía el enorme galpón que sirvió de acopio de bolsa de cereales y otros productos, con maderas clavadas en forma cruzadas para proteger la vieja estructura.

Al entrar la primera impresión era de un local con muebles fabricados por artesanos primitivos, en muy lindas maderas; sin embargo al cruzar la puerta del baño nos encontramos con muebles de último diseño que tenían toda la tecnología, para abrir y cerrar el agua, tirar los papeles en un lugar, que se habría y cerraba con un rayo de luz al interceptarlo. Las paredes y los muebles mezclaban lo viejo con lo nuevo.

En las paredes la exposición de armamento de la época en que Búfalo Bill perseguía a los indios, era muy llamativa; junto a los diversos modelos de Winchester que se desarrollaron estaban los Colt, entre ellos el famoso” pacificador”; que ayudó a conquistar el oeste y a todo el territorio norteamericano.

Las mesas grandes y rusticas, donde se podía apreciar los gruesos troncos que conformaban las patas, daban la sensación de estar en una cantina del viejo oeste, del techo colgaban luminarias hechas en ruedas de carros; pero en las orilla y otros lugares habían mesas súper modernas rodeadas de sillones de tan moderno diseño, que uno no podía imaginar.

El lugar estaba ambientado en el pasado y el lujo más moderno.

Afuera el estacionamiento era en un jardín; con lugares marcados entre las flores.

Pasamos una noche brillante y si bien todos los asistentes hablaban en tejano, que al decir de los neoyorquinos:
… ¡es el único idioma que no entienden!

Mi largo contacto con Gaylon me permitió entenderlos perfectamente y poder mantener entretenidas conversaciones con cualquiera de ellos, aún con las mujeres que son más difíciles. Debo decir que la mayoría entendía perfectamente castellano y ello hizo que la conversación fuera en forma bilingüe.

Gaylon me deparaba otra sorpresa, un día antes de partir me llevó a las instalaciones de la NASA, un lugar en el que se concentraban replicas de los cohetes originales que habían viajado al espacio; subimos al Space Shuttle Discovery, recuerdo que esa fue una experiencia inolvidable.

El último día almorcé en su casa y me mostró fotos del lugar donde construiría el rancho que pensaba hacer el día que vendiera la fábrica.

La señora de Gaylon tenía los rasgos más dulces que se pueda imaginar, de delicada salud irradiaba a través de sus hermosos y raros ojos azules una paz interior que compartía con él.

Al volver extrañaba el cariño y dedicación que Gaylon me prodigó en esa corta estadía, que me permitió conocer un mundo de la ingeniería, del cual nunca hubiera participado; visitamos las fábricas más importantes de Houston que tenían una gran tecnología; esta visita me dio acceso a los conocimientos que Gaylon compartió conmigo.

Tal como habíamos planificado al construir la primera planta, de 7.000 toneladas/año de producción, a los diez años, si la situación lo permitía haríamos una más grande: de 12.000 ton/año. Esta planta era la que habíamos proyectado con el grupo de Gaylon; terminar el proyecto nos llevó un año entre los agregados a la ingeniería básica que debió ser modificada y la ejecución completa de la ingeniería de detalle, que fue perfectamente ejecutada por una de las más importantes empresas de ingeniería del país, y que hoy junto con muchas otras han cerrado sus puertas.

La construcción la realizó la misma empresa de ingeniera de detalle, esto ayudó a que el proyecto se ejecutara tal cual lo planificado. Los equipos se compraron con un criterio de tecnología y economía; salvo los muy críticos que eran de reconocidas marcas, el resto de los equipos se construyeron en Argentina y Brasil, con empresas importantes a un costo muy inferior que si los hubiéramos comprado en las empresas más tradicionales.

La nueva planta estuvo en funcionamiento a los dos años de entregada la ingeniería básica y a un precio final entre equipos y costo de la construcción, muy inferior a lo inicialmente pensado; cosa impensada en estos casos. Para acelerar la construcción durante la ejecución de la ingeniería de detalle se compraron todos los equipos definidos en la ingeniería básica.

La planta lucía imponente y todavía funciona perfectamente, a casi 30 años de su puesta en marcha; lo que habla bien de las bondades de los materiales usados en su construcción.

La empresa pasaba a ser la mayor productora de anhídrido maleico de América Latina. El otro productor que para ese tiempo existía era una fábrica ubicada en el polo de Bahía (Brasil), con una producción de 6.000 ton/año.

Nosotros vendíamos en el mercado interno de Brasil y competíamos, por lo cual esta empresa que era inmensamente más grande y poderosa le puso los ojos a la nuestra; esperó la puesta en marcha de la nueva planta e hizo una oferta que el dueño aceptó y vendió rápidamente.

La última vez que estuvimos juntos fue cuando Gaylon vino a poner en marcha la planta nueva que habíamos proyectado en Houston. Funcionó perfectamente desde el comienzo y ello sirvió para arreglar la venta de las unidades, que producirían 19.000 ton/año y con ello los brasileros tendrían el control total del mercado latino americano; ya que no había otras empresas del exterior que vendieran anhídrido maleico.

La venta se mantuvo en secreto, el personal de la empresa a nivel de Gerente de Planta, mi puesto, nos enteramos que habíamos cambiado de dueño el día que llegó una comisión encargada de recibir los bienes a cargo de la empresa.
Yo me fui y seguí trabajando en una empresa aceitera, la más grande del país.
Con Gaylon nos hablábamos por teléfono, y un día me contó que el también había vendido su parte en la empresa; con una gran diferencia; recibió 11.000.000 (once millones) de USD.

Las fantasías que tenía se harían realidad; se compraría el rancho de 5.000 has; se haría la casa en el rancho y tendría una crianza racional de ganado: vacas y caballos.

Yo conocía de las posibilidades que ofrecía el campo, largas charlas de sobremesa en sus viajes y cuando fui a Texas, me habían informado de las posibilidades de armar un “rancho” tejano, sus sueños eran más que un proyecto, eran sueños verdaderos que empezaban poco a poco a cumplirse.
La compra del campo y el armado de los potreros le insumieron un millón y medio de dólares, la construcción de la casa cerca de un millón y compró ganado para cría de raza Hereford, y caballos Mustang de raza Appaloosa por alrededor de otro millón.

Tenía todo lo que había anhelado y su vejez la pasaría en el rancho criando ganado; no obstante armó un negoció adicional y en relación con su vida de ingeniero: Hizo acuerdos con una empresa explotadora de pozos de petróleo, para que exploraran en el campo y si había petróleo lo sacaran con una participación; fue un éxito.

La última vez que hablamos por teléfono me contó que me hablaba desde la plataforma que había hecho en un árbol junto al río, cerca de su casa. Allí tenía el lugar ideal para expiar a los chanchos jabalíes, ciervos, pavos, y otros animales que venían al abrevadero, donde el cazaba alguno exclusivamente para comerlo.

Un amigo, tejano, un excelente tipo, no lo he perdido pero está distante y no sé de él; quizás su promesa de venir a la Argentina y cruzarla de sur a norte conmigo ya no la pueda cumplir.

Jorge Eduardo
Houston-Tejas 1984
La Plata, 2009-09-19.






















1-2-1-DISPERSOS PUBLICADOS EN NO CUENTOS
RELATOS DISPERSOS-2
INDICE DE RELATOS DISPERSOS PAGINA N°

1. ESTELA, MI ESPOSA ……………………………………… N°3
2.2 CUANDO CONOCI A ESTELA, MI ESPOSA…………… N°4
2.2 LA CHICA DEL ZAGUAN…………………………………….N°6
3. VACACIONES CON LOS NIETOS…………………………. N°7
4. ¿QIEN SOY YO AHORA? ……………………………………. N°9
5. DON AMERICO……………………………………………….. N°11
6. MI HISTORIA CON ESTELA………………………………… .N°13
7. EN LA PLAYA LA ENCONTRɅ…………………………… N°18
8. OTROS TRABAJOS Y LOS VIAJES………………………… N°22
9. LA FACULTAD…………………………………………………. N°34
10. EL PROYECTO INDEMISU…………………………………… N°45
11. EL CABALLO IMAGINARIO…………………………………. N°47
12. EL FANTASMA DEL PARQUE LEZAMA…………………… N°49
13. ESTELA MARÍA TERESITA………………………………….. N°50
14. LA CALLE FLORIDA………………………………………….. N°51
15. LA REINA DE LA NIEVE: LA QUINTRALA………………….. N°53
16. EL PRIMER VIAJE LARGO A MENDOZA……………………. N°55
17. EL REGRESO A SANTA FE, Y EL FIN CON CECILIA……… N°56
18. JIMBO 24Z………………………………………………………… N°59
19. HISTORIAS DE MI PLAZA: LA VUELTA AL PERRO………. N°61
20. JORGE MI AMIGO……………………………………………… N°64
21. EL VECTRA OPEL MODELO 94………………………………. N° 65
22. LOS DÍAS DE TRABAJO, FINAL DE LA UNIVERSIDAD….. N°66
23. MI TÍO HUGO, INGENIERO, CAZADOR Y PESCADOR…… N°73
24. EL BMW 525………………………………………………………. N°76
25. LUNÁTICO………………………………………………………… N°78
26. FIESTA DE CAMPO……………………………………………… N°81
27. EL PIBE, EL CABALLO DE MI PAPÁ, Y EL PERRO………...N°84
28. TRANSILVANIA, LA CASA DE LAS SIERRAS/CARLOS PAZ.N°86
29. SOBRE EL ARROYO………………………………………………N°87
30. SALVAJE, ESE POTRILLO MALO………………………………N°93
31. VIAJE A BRASIL………………………………………………… N°98
32. MAESTRA RURAL…………………………………………………N°102
33. EL VIAJE A VILLA GESELL………………………………………N°109
34. LA MUERTE DEL PERRO DE LA CHANCHERÍA…………… N°111
35. MI SUEÑO, LA CAMA A MOTOR……………………………… N°112
36. LOS CABALLOS DE CARLITOS…………………………………N°114
37. EL TROMPO DE DIEGO EN UNO DE LOS VIAJES A JUNÍN.N°116
38. NICO NICÓMANO, ERA UN TOSS………………………………N°117
39. INTRUSO…………………………………………………………….N°121
40. EL VIAJE A LA SIERRA DE CÓRDOBA…………………………N°123
41. LAS CUATRO ESTACIONES…………………………………… N°124
42. PORQUÉ SE LLAMÓ INTRUSO MI CABALLO…………………N°125
43. LA CASA DE IRENE……………………………………………… N°129
44. QUERIDO PIERO……………………………………………………N°132
45. LA PUERTA DE LA FÁBRICA Y OTRO DE MIS VIAJES…… N°134
46 EL CHOQUE CON MARIELA………………………………………N°135
47. EL CONSEJO……………………………………………………… N°136
48. EL LINYERA RICO………………………………………………… N°143
49. MI NUERA: LA MUJER MARAVILLA…………………………… N°146
50. BARRIO POBRE……………………………………… ……………N°148
53 EL PADRE MARIO POCHINTESTA…………………………… N°151
51. CARNAVALES………………………………………………………… N°149
54. CASTILLO DE CHANTILLY ¡QUÉ LUJO!.................................N°156
55. MI AMIGO GAYLON: EL TEJANO………………………………… N°157

JORGE EDUARDO



















































N°1
ESTELA, MI ESPOSA.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Cerca de la casa Villa de los Desamparados vivía una pibita muy bonita, pero chiquita para mí. Ella tenía catorce y yo tenía veintiún años. Un día me invitó a un baile en la casa de Silvia Risso- Era un grupo totalmente ajeno a mí, y salvo a ella: Silvita Poupeau, yo no conocía a nadie.

Silvita me tiraba onda pero era muy mocosita, bailé un poquito con ella y me puse a conversar con una chica que estaba cerca de las tortas, le pedí que me sirviera y me contestó que lo podía hacer yo solo, le dije que me gustaba que me sirvieran las chicas lindas, ella acusó el golpe y me sirvió; le agradecí y la invité a bailar, bailamos mucho y cuando me fui quedé en verla algún día, ya que vivía cerca de mi casa.

Las relaciones con Estela se hacían cada vez más estrechas y cuando Cecilia rompió conmigo, yo empecé a salir con ella y antes de que me tuviera que ir de Santa Fe ya éramos novios.

Estela es mi esposa y la mamá de Pablo, Mariela, Diego y Yanina, con treinta y seis años de matrimonio, y cuarenta y tres que nos conocemos, unidos y felices.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.
1966-2009

























N°2.1
CUANDO CONOCI A ESTELA, MI ESPOSA.



Por Jorge Eduardo
Argentina / 1958
Fecha de alta 13-02-2008

Era hermosa, tenía los ojos color miel más expresivos que había visto. Cuando la conocí me sorprendió su grácil figura y su cuerpo vestido con una pequeña minifalda blanca que dejaba al descubierto un par de lindas piernas, sus cabellos largos y pesados, lacios y castaños, quedaban enmarcando una carita delicadamente bella, blanca, que recibía permanentemente sol para tostarse. Eso hacía que su sinusitis se complicara y no saliera de su enfermedad por estar expuesta permanentemente al sol.

Su casa tenía un antiguo zaguán que estaba recubierto con un blanco mármol de Carrara, allí solía estar parada (a la puerta de su casa); era común verla en la puerta del zaguán sola o con sus hermanas. Yo la veía desde la puerta de mi casa y la saludaba con la mano aunque probablemente a veces no me veía por las dos cuadras que nos separaban.

Se nos hizo costumbre salir después del almuerzo, los días de invierno con sol -cosa no muy difícil en Santa Fe-. De a poco tomé confianza y fui hasta su casa a conversar con ella, nos hicimos amigos y así sin darnos cuentas teníamos una rutina de visitas diarias aunque no nos unía más que un sentimiento de amistad.

Yo le llevaba cartas a mi novia -que vivía en otra provincia-, y ella me acompañaba al correo. También de a poco empezamos a salir los fines de semana a tomar alguna cerveza, era ella la que pedía cerveza y yo pedía naranja, el mozo nos ponía los vasos cambiados, por lo que los volvíamos a cambiar: La cerveza para ella y la naranja para mí. Aprendí a tomar cerveza: Chop tirado y con ello aprendí a conocer mejor su afición a la cerveza tirada. Algunas tardes íbamos al cine. En esa época había muchas salas, la televisión y la computadora no le habían quitado –aun- su lugar al cine.

Faltaba un año para que terminara mis estudios universitarios, cuando me dejó Cecilia mi novia de muchos años. Volví a Santa Fe con la idea fija de contarle a mi amiga lo que había sucedido durante el último viaje, a San Juan a visitarla, después de un año. Ella me dio apoyo y todo redundó en que la vieja amistad fue cambiando de curso y al cabo de un año que la conocía, se transformó en noviazgo. Hasta ese entonces habíamos tenido una relación muy cercana pero de amigos, cuando nos pusimos de novios las cosas cambiaron. Fue el 8, el día que empezamos de novios, en el mes de diciembre de 1966.

En enero, cuando no había comedor, fui muchas veces a cenar a su casa; allí al despedirnos nos quedábamos en el zaguán, el lugar donde nos dimos los besos más apasionados, y que nunca olvidaré. Ese año fue distinto ya que había terminado de rendir y no tenía que estudiar, sólo debía terminar el proyecto para presentarlo y recibirme; no obstante, tenía tiempo suficiente para ir con ella a los lugares más lindos como la Laguna Setúbal; caminábamos por la orilla o nos metíamos en la laguna, algunos días nos juntábamos un grupo grande de chicas y varones y cantábamos canciones populares, siendo uno de los varones el que dirigía el grupo y tocaba la guitarra.

Ella se quedó en Santa Fe y yo cuando me recibí me fui a trabajar. Esta separación temporal y espacial nos trajo algunas complicaciones pero finalmente todo se arregló con final feliz (cuatro hijos, dos nietos y treinta y ocho años de casados muy felices).

Jorge Eduardo
Santa Fe (1966)
LA PLATA 2009-09-23

P/D 2011 TRES NIETOS: JOAQUIN, SANTI Y MANUEL










































N°3
VACACIONES CON LOS NIETOS

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 20-01-2008

Diego decidió que fuéramos unos días de vacaciones juntos, serían los últimos días que pasaríamos con los nietos, y todos ellos juntos, antes de volverse a su trabajo en el Hotel de Costa Rica, en Bahía Los Papagayos, en el área de influencia de Liberia.

En realidad ni lo pensamos, y el viaje a Pinamar quedó decidido en un instante. Allí Diego tiene un amigo que posee un complejo habitacional con diez casas de tres pisos y para ocho ocupantes con comodidad.

El edificio tiene una forma y diseño moderno y agradable, con muebles y escaleras de madera sólida, un amplio living comedor de un sólo ambiente, la cocina en planta baja, dormitorios en el primer piso y el altillo, baños en todos los niveles, servicios, parrilla y sillones bajo los pinos frente a la casa.

Salir con los hijos es una experiencia que hicimos por muchos años al mar y a las sierras. Pero salir con los nietos era nuestro debut, estábamos pendientes que no se metieran al mar porque había bandera de peligro, el sol brillaba como nunca y era imposible prohibirles que se bañaran, así que lo hacían con nosotros.

Hacía muchos años que no construía castillos en la arena, de nada me valía recordar los tiempos que los hice para mis cuatro hijos; el más chiquito de los nietos "que tiene superpoderes" venía y, cuando estaban terminados, de un sólo pisotón los rompía.

Ir caminando y volver de la playa significaban veinticuatro cuadras por calles con pendientes pronunciadas; otra vez el más chiquito quería que lo alzaran, así que se convertían en cuarenta y ocho cuadras.

En la playa caminábamos también otras cuarenta cuadras, así que terminábamos el día deseando una buena ducha y un reposo antes de la cena. Allí no terminaba nuestro “raid” diario, había que ir a los autitos chocadores (otras treinta cuadras ida y vuelta).

A la mañana siguiente estaba nublado, y como no íbamos a la playa el nieto más grande (Joaquín), Diego y yo, decidimos hacer lo que hacíamos cuando Diego tenía siete años: Ir a andar a caballo, buscamos en villa Gesell los viejos palenques, ya no estaban allí, así que fuimos al de Pinamar, nos dieron hermosos caballos según el requerimiento de cada uno.

A Diego un caballo puro muy vivaz, a Joaquín un bayo de muy buen carácter pero ágil, y a mí un tordillo robusto que llevó muy bien mi pesada humanidad; juntos con nosotros vino una señora y su nena de tres años en un caballo mañero que se quedaba atrás y había que ayudarle a que no se retrasara.

El guía nos fue llevando por un lugar de ensueño, una plantación de pinos añosos que están entre Cariló y Pinamar.

En medio del pinar y por un camino muy estrecho entre los pinos, la nena de tres años se golpeó el pié contra un árbol y se puso a llorar desconsoladamente, todos nos preocupamos y Diego, que tiene más habilidad que la mamá de la nena Celeste, la pasó a su montura y la llevó; al poco tiempo la nena conversaba con Joaquín y dejó de llorar, calmando nuestros nervios por lo que pudiera haberle pasado.

Llegamos al palenque y todos contentos. Joaquín, Diego y yo, fuimos a un potrero cercano a galopar, en medio del galope Joaquín perdió un estribo y tuvo que hacer malabarismo para no caerse y se levantó a fuerza con sus seis añitos sin siquiera asustarse.

Este paseo a caballo se parece a los que hicimos hace treinta años por las sierras de Córdoba, en Mendoza en la finca de mi papá Américo, en Villa Gesell, cuando compramos a Intruso en Madariaga.
Pero son distintos, aquellos fueron con mis hijos y este fue con mis nietos.

Jorge Eduardo

PINAMAR 2008
LA PLATA-2009.


































N°4
¿QIEN SOY YO AHORA?


Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 06-02-2008

Dedicado a Rafael R. Valcárcel

Cuando niño y hasta los quince años viví en el campo de Mendoza, no es que ahora haya renegado de quién era, pero es que ya no soy más ese niño y como dice Valcárcel: “He desaparecido”.

Mi visión de adulto, grande, sesenta y seis años, es que de niño aproveché todas las ocasiones posibles para jugar, ya fuera solo o acompañado. De niño ataba unas latas de sardinas como si fueran un tren, una a continuación de otra, las llenaba con arena, las tiraba arrastrando por la acequia con fondo de arena y gritaba “tarantín-tarantín"; luego las descargaba haciendo montoncitos con la forma de las latas.

He intentado que mis nietos de cuatro y seis años se diviertan con ello y no hay caso, prefieren los juegos de la computadora; a los que me cuesta jugar para entretenerme con ellos.

En aquel tiempo una pelota de futbol fue una aparición de los Reyes, verdaderamente, “Magos”; con los chicos armamos un equipo que pronto competía con otros grupos, ahora no me veo corriendo en la cancha de arena y no tengo intención de enseñarles a los nietos a jugar en equipo, puesto que no se sumarían a un grupo a pegarle patadas a la pelota; ellos juegan a las carreras de motos, autos y futbol de forma virtual. Yo estoy gordo y no me animo a correr por miedo a romperme un tobillo.

Se que no tengo relación con aquel niño que desapareció en una cacería detrás de una bandada de martinetas copetonas; hace cincuenta y uno años que no voy a cazar; por los diez que cacé ya estoy perdonado por mí, por mi salvaje vida juvenil. Ahora no tengo ningún arma de caza ni de uso civil desde hace cincuenta y uno años, y aunque quisiera no podría; toda mi familia, educada a tal fin por mí, me lo impediría.

Antes mataba toda clase de animales de caza, ahora no sólo no los mato, sino que obtengo placer al verlos libres por el campo. De ninguna manera volvería a recorrer los campos, arma al hombro, para cazar -¿Quién soy: ¿Ese pacifista protector de la naturaleza, o aquel que hasta los quince años mató a “Troche y Moche” animalitos? ¡No cabe duda que alguien desapareció!

Es cierto que entre un niño y un adulto el tiempo impone cambios que no permiten reconocer el origen del adulto, pero siempre quedan hábitos y rasgos que la educación impuso.

Del niño, en mi caso, quedó el hábito de la equitación que les enseñé a mis cuatro hijos; todos aprendieron a montar a caballo y alguno de ellos se dedicó en forma amateur al deporte ecuestre del salto. Los paseos a caballo que realizamos todos juntos nos vincula con nuestro pasado y vuelve a encontrar el niño que se ha perdido.

En mi adolescencia, a los quince años, me fui a estudiar a otra provincia; adquirí nuevos hábitos y costumbres, tuve que estudiar muchas y diversas materias hasta recibirme de ingeniero. No podía volver a casa y estudiar allí, pues me dedicaba a visitar a mis amigos, a hacer cosas, pero no estudiaba. Así que a los pocos días pegaba la vuelta a mi casa de estudiante, como dice Valcárcel, cuando “yo era” y “dejé de ser” estudiante para convertirme en Ingeniero Químico, tuve una gran transformación, ya no tenía la vida, a veces desordenada, que estaba dedicada al estudio, (por periodos en forma muy intensa), y a veces a salir con amigos y amigas.

Al recibirme se perdió un idealista que hacía muchas cosas para ayudar a los más necesitados, pero de algún modo lo remplazó uno nuevo que surgió en su profesión. Volví a mi facultad y di cursos sobre: “La relación entre la industria y la investigación en la facultad de ingeniería química”. Hice acuerdos de investigación con la facultad, cuando yo era el Gerente Industrial de una empresa petroquímica.

De ese estudiante que fui quedó poco frente a un profesional polifacético y de aspiraciones múltiples; trabajé en la industria petroquímica, en la industria aceitera, en instituciones como el Concejo Federal de Inversiones (CFI), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Todos estos lugares tuvieron nuevos desafíos y hasta mi jubilación pasé desde los veinticinco años hasta los sesenta y cinco, empeñado en dar lo mejor de mí para obtener buenos resultados.

El profesional de horas in interrumpidas de trabajo, de largos días de puesta en marcha, de reuniones con ingenieros para el diseño de nuevas plantas, se transformó en una persona diferente después de su jubilación. Ahora que estoy jubilado aprecio leer libros que muchas veces postergué por falta de tiempo, aprendo cosas nuevas no relacionadas con mi profesión, escribo y leo y no sé quién soy ahora: El niño, el estudiante, el ingeniero o el adulto con intereses diversos.
Quedó de todos ellos un ser inquieto que podría volver a encontrarse con cualquiera de los perdidos.


Jorge Eduardo
Campamentos- Rivadavia- Mendoza
1941-nacio JORGE EDUARDO FURLANI
No se cuando morire-













N°5
DON AMERICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 15-02-2008

Don Américo; era bajito, de tez muy colorada, rubio (su papá era pelirrojo), ojos verdes como los míos. Él, mi papá, era la persona más bondadosa que yo conocí, ayudaba en las medidas de sus posibilidades a quien lo necesitaba.
Todos le decían “Don”, no sé si es una costumbre italiana, ya que en la finca había muchos italianos que trajo su papá, el nono Lorenzo, para cultivar las viñas. A su mamá no la conoció, ya que ella falleció cuando él nació; el último de siete hijos, de la nona Constanza.
De chico fue a la escuela de Maipú, iba en tren (el medio de transporte más moderno de esa época corría entre Lulunta y Maipú). Su infancia la pasó en Russell, el colegio secundario lo hizo en un prestigioso colegio de curas de Mendoza: Los Hermanos Maristas, allí estuvo hasta el 5to año, un poco antes de terminar el secundario se peleó con un hermano Marista y le tiró un tintero por la cabeza, con tanta puntería, que se lo explotó en la frente lastimándolo y manchándolo con tinta.
Esto le costó la expulsión del colegio y tener que irse a la finca nueva que estaba construyendo el nono en Los Campamentos. Tenía dieciocho años y una inteligencia muy aguda, enseguida tomó el manejo de toda la finca y quedó encargado él y el nono del desarrollo de la finca.
Tuvo un caballo muy lindo y ligero que lo usó para correr carreras cuadreras, se llamaba El Pibe, era zaino colorado, pura sangre, de cuerpo grande pero liviano; ganó muchas carreras y casi no había quien quisiera correrle. Junto con el caballo crió un perro ovejero de collar blanco, se acostumbró a ir a buscar el caballo al potrero cuando estaba suelto, tenían el perro y el caballo una gran empatía, siempre que estaban juntos, parecían que estaban jugando y cuando mi papá lo dejaba atado el perro no se movía de su lado. Un día mi papá no encontró al perro, se lo habían robado, ese fue el día más triste de su juventud. Otro gran dolor tuvo cuando vendió su caballo.
Por esa época conoció a una vecina de la finca del frente, se llama Elena y con el tiempo pasó a ser Doña Elena, mi mamá. Ella descendía de españoles y tuvo varios hermanos que fueron tíos muy cariñosos conmigo y mis tres hermanos.
Papá aprendió muchísimo de su papá. Siempre ponía en práctica lo que él le decía. Así fue desarrollando sus conocimientos y en forma práctica contribuyó con el Nono a plantar una finca de trecientas hectáreas. Cuando el Nono enfermó, papá le prometió que terminaría de hacer la finca, y cuando papá tenía menos de sesenta años ya la había terminado de plantar con viñas y frutales. Que luego se dividieron entre los nueve hermanos y la nona Luisa.
La vida de casados de mamá y papá en la finca, fue amena y divertida. Tenían muchas cosas que en la ciudad no las podrían tener, por ejemplo: un sulky mariposa con el que íbamos de paseo al campo, hacíamos picnic, llevábamos comida y pasábamos el día entretenidos, a veces íbamos a los diques o al canal donde nos bañábamos en el agua fresca.
A papá le costo incorporarse a la civilización del automóvil, cuando compró el primer auto emprendimos un viaje desde Los Campamentos hasta San Rafael; por el camino (al cruzar un puente), mientras salía del puente, un camión entró por el medio y lo chocó arrastrándolo hasta el costado del río, quedando a metros de ser arrastrado por el agua. Ese fue el primero y último viaje con su auto que lo vendió por chatarra y siguió todo el resto de su vida andando en ómnibus y a caballo.
A mamá le gustaba cazar y salía con papá de cacería, también a veces salía a caballo en la yegua negra y con mi perro Tell; mamá cazaba más que papá a pesar que usaba una escopeta de un sólo tiro y de calibre más chico.
Papá leía el diario que lo traía del pueblo que estaba a media hora de viaje en colectivo. Él trabajaba desde muy temprano y a la nochecita casi todos los días se juntaba con sus amigos en un bar a tomar un vermouth, escuchaba la radio y en particular a su amigo Rasquín que explicaba lo que pasaría con el tiempo y hacía predicciones sobre la cantidad de agua que habría en los diferentes meses del año y también los pronósticos sobre las posibles heladas tardías que son las más perjudiciales, la posibilidad que cayera piedra, y la humedad ambiente que hacía prosperar la enfermedad de la peronospora, que se combate con sulfato de cobre. Cuando grande papá se hizo muy amigo de Rasquín, y lo invitaba a quedarse una semana en casa cada tanto, cosa que este disfrutaba en medio de las viñas y los frutales juntos con mi papa.
Papá era un ser generoso y eso lo aplicó con nosotros sus hijos, a veces cuando teníamos entren catorce y quince años queríamos salir y él nos daba el único dinero que tenía en ese momento.
Papá disfrutaba de los carneos de chanchos, para eso criaba de quince a veinte cerdos que los faenaba cada año, dándole a sus hermanos y otros parientes un jamón a cada uno. Al terminar el carneo le regalaba a los peones que venían a ayudarle: Chorizos, morcillas, jamones; los tres que habían participado del carneo se iban como si ellos hubiesen hecho el propio.
Cuando los chorizos se secaban y eran salames papá con un amigo comían una picada con vino al medio día, después de recorrer la finca.
Era muy amigo de Don José, que a su vez fue muy amigo de mi Nono. Al igual que a Don José, a mi papá le gustaban los caballos de carrera, lo que me inculcó a mí también. Don José me contó muchas historias del Nono.
Para estudiar papá me hacía un giro mensual, que no le fue siempre fácil, pero nunca me faltó y pude recibirme para satisfacción de él, que fue quien me dijo que estudiara Ingeniería Química. Papá, Don Américo, conoció a tres de mis cuatro hijos y con el más grande jugó a la pelota.

Yo estaba una noche en La Plata, ya me había mudado de Campana, cuando me avisaron que papá había fallecido. Viajé en avión y llegué cerca del medio día, a la tarde lo iban a enterrar. Entre los parientes conocí a Don Ángel Furlotti, primo de papá y uno de los bodegueros más importantes de Mendoza. Mucha gente de Los Campamentos y de Rivadavia, hablaban de quien fue en vida ese ser tan bueno; y yo estuve siempre muy orgulloso de que fuera Don Américo: Mi Papá.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.1976-Publicado-15/2/2008- La Plata
2009-09-23
N°6
MI HISTORIA CON ESTELA



Por Jorge Eduardo
Argentina / 1966
Fecha de alta 29-01-2008

Cuando llegué al barrio, a la Villa De Los Desamparados, Estela vivía a una cuadra y media de distancia de mi casa; tenía catorce años y yo tenía veintiún años, alguna vez la vi pasar por la puerta de mi casa pero no reparé en ella ni tampoco supe que vivía allí cerca.

Fueron pasando los años y yo estaba por terminar mi carrera, cuando quiso el destino que me invitaran a una fiesta donde estaba también Estela, yo fui con una amiguita muy jovencita (catorce años), bailé con ella hasta que la dejé sola.

Junto a las tortas vi a una chica más grande (diecisiete años) y muy bonita, una carita y cuerpito precioso. Yo tenía veinticuatro años, y en Santa Fe era a uno de los tres bailes que fui en casas particulares; no digo de familia porque uno fue en casa de unos empleados del banco de Inglaterra, otro en una casa de chicas estudiantes y éste donde conocí a Estela.

Le pedí que me diera torta, a lo que se negó diciéndome que podía servirme yo solo, le dije que prefería que me sirviera una linda chica y allí aceptó y me sirvió. Nos pusimos a conversar y luego salimos a bailar, bailamos toda la noche y cuando terminó la fiesta quedamos en que nos veríamos. Ya que vivíamos cerca, nos encontrábamos con sólo salir a la calle y vernos desde nuestras casas.

Estela en los fue una adorable amiga que empezó a moverme la estantería. Yo tenía mi novia de San Juan; Cecilia, con la cual pasé de novio durante toda mi carrera; al terminar de rendir las materias y faltándome sólo el proyecto INDEMISU, fui a San Juan después de un año de no ir, ella estudiaba literatura en Mendoza. Cecilia era muy inteligente y estudiosa; el último año se enamoró de un médico; cuando yo llegué a su casa me estaba esperando en la puerta y sin mediar ninguna conversación me dijo:
…¡Jorge quiero que nos dejemos!...

Comprendí la situación, ya que alguna vez habíamos dicho que si los sentimientos no eran los que nos habían unido, nos separaríamos sin más. Le dije: Voy a saludar a tu mama y me voy. En eso llegó el padre, que se enteró de lo que pasaba, se puso muy triste y se le notó en los ojos, éramos muy amigos y yo sentía por él un gran afecto.

Al volver a Santa Fe mi relación con Estela fue más íntima y a fin de ese año, el 8 de Diciembre, nos pusimos formalmente de novios después de haber sido amigos por un año. A partir de entonces fui feliz en Santa Fe, aprendí con Estela lo que es disfrutar la compañía muy cerca de una novia siendo grande.

Hasta terminar el proyecto pasó un año que lo disfrutamos juntos y con los amigos de ambos; íbamos a la laguna Setúbal, nos metíamos a la laguna de a pie y en bote, teníamos un grupo de amigos con los que cantábamos hasta el anochecer.

Pasamos todo el verano en la playa de La Laguna; muchas veces íbamos a mirar la casa más grande que había a la orilla de la laguna y que fue del abuelo de Estela, quien era el dueño de la empresa de construcciones civiles más grande de Santa Fe: “Beltrame Hermanos”, en La Rioja construyó el Colegio Nacional, construyó el cuartel del regimiento que había en Santa Fe, construyó el puerto de la ciudad de Santa Fe y un montón de viviendas que aun están en pie con la inscripción del nombre de la empresa en el frente.
Estela me explicó cómo era la casa, una mansión que la compró el Sindicato Petrolero para hacer su sede, que aun hoy ocupan, treinta y cinco años después.
La familia de Estela estaba compuesta por la mamá María Luisa, (Mari), sus hermanas: Martha y Cristina; el papá, René, falleció cuando eran las tres hijas muy chicas. Otros familiares muy directos y que vivían en la misma casa de 1º de Mayo, eran: La nona Herminia, La tía Eva que fue quien prácticamente la crió a Estela, la tía Nelly, el tío Coco, y sus hijos: Jorgelina Y Gustavo.

El año del proyecto fue un año diferente a todos ya que mi única ocupación era proyectar una planta de industrialización de minerales sulfurosos (INDEMISU).
Dedicaba gran parte de la mañana al proyecto y la tarde a estar con Estela, a menudo comía en su casa y la nona Herminia me preguntaba: ¿Cuándo te recibís?

Las tardes con Estela se parecían a la felicidad; íbamos a la laguna, más tarde a tomar cervezas, cosa que aprendí a hacer en Santa Fe, en las noches calurosas después de cenar nos íbamos a una plaza con árboles grandes y de ramas muy abiertas que ocupaban un diámetro de cincuenta metros.(todavía están en la Plaza España).

Un día llegó el final, rendí el proyecto y me recibí de Ingeniero Químico, ese día rendimos, formando parte de un equipo, cuatro ingenieros que entre todos hicimos INDEMISU, y festejamos en mi casa de estudiantes Villa de los Desamparados. Fue el 31 de octubre de 1967, la fecha en que nos recibimos, y el 1 de diciembre de 1967, el festejo.

Ese día nos recibimos: Carlos Federico (el flaco), “Villa” (el chango), Abel (el “Gordo”), y yo.
Festejamos con Estela, Martha, María Esther; los amigos de la casa: Antonio, Enzo.Los de la facultad de Ingeniería: Gubert y el vecino.
Ese día, de manera improvisada, Antonio leyó una poesía que compuso al correr de la pluma con mucha gracia y quedó para el recuerdo.

HISTORIA DE TRES FULANOS

Se reunieron una tarde
En “Villa los Desamparados
¡Yo haría un alto horno!
Al más flaco se le oyó
¡Métele y entre los dos
Yo una refinería
(crepitó el mendocino)
Dominamos el mercado!
¡No sean tarados!
Dijo Villa enloquecido
Que sea fácil y rápido
Yo ya quiero terminar
Mi “wife” me está esperando
Cada uno hace lo suyo,
Dijo uno de lejos,
No me hablen de complejos.
¡Vayan a cantar a los yuyos!

Los minerales pesados
Flotaban en el ambiente
Poca plata para unos
Y plomo para los restantes
Y así de lo indeciso
Surgió el Complejo INDEMISU.
El proyecto del norteño
Por lo visto nada vago
Laburaba ya sin sueño
Sin dejar de darle al “trago”
Terminaron el proyecto.
Esta vida y la carrera.
Sin embargo me parece
Que nada finiquitó.
Harán proyectos más de trece.
La vida no terminó
Y de carreras ni hablar,
La de galgos comenzó.
Para uno es el día,
de dejarse de embromar.
La cosa está que pela,
por la casa de Estela.

Para otros las vacaciones
del estudio terminaron.
¡Es hora de laburar!

La carrera no es corta.
En Jujuy lo conminaron.
Sea con notas o a los golpes.
Cada uno la termina
como quiere o como puede.
Algunos le dan en esta ocasión
Una “acabada” terminación.
Autor Antonio


Desde el día que me recibí hasta enero que me fui a trabajar, salvo algún día que viajé por lo de Canadá, estuve todos los días con Estela y fueron los mejores días que pasamos juntos.

A partir de entonces el Flaco y yo empezamos a buscar trabajo, la primera entrevista seria la tuvimos con un amigo que se había recibido tres años antes y trabajaba en la construcción de una planta de Urea para Petrosur en Campana. La entrevista fue en la Facultad el 24 de diciembre de 1967 (insólito, por la fecha). Mientras tanto nosotros fuimos a la embajada de Canadá, que tomaban ingenieros jóvenes, hicimos los papeles y nuestro mayor problema era conseguir algo de dinero para viajar y estar los primeros tiempos.

Un día de enero estábamos en Buenos Aires en la embajada, y me llegó un telegrama de Estela, al hotel, de que debía presentarme al otro día en Petrosur. (Yo había dado el teléfono de Estela). Fui a la entrevista, donde además de mi amigo estaba el Gerente de Producción, me confirmaron mi incorporación y les comenté que si no ingresaba el Flaco me iría con él a Canadá; se sorprendieron con mi actitud pero me dijeron que el Flaco estaba citado para el día siguiente.
Al día siguiente también lo incorporaron junto con los quince ingenieros sin experiencia; idea del Gerente General, italiano seleccionado en un concurso internacional en Londres.

En diciembre se había cumplido el primer año de novios con Estela, y la Nona se puso muy contenta cuando me fui a trabajar en enero a Campana, ya no sería el vago que rondaba todo el día por su casa.

El primer año en Campana fue un desquicio, igual que un perro que lo sueltan de la cadena y puede correr por la calle, el parque o la plaza. La responsabilidad del trabajo eran ocho horas diarias y tenía dieciséis para acomodar a mi antojo.

Con unos amigos nos compramos una lancha con un poderoso motor Carnitti italiano, había que importar los repuestos cuando se le rompía algo (la pata). Andábamos por el río Paraná Guazú y por el Paraná de Las Palmas.

Durante el primer año Estela me fue a visitar además de yo ir todas las semanas que podía, las cosas andaban bien pero metí la pata y nos dejamos por un tiempo. Yo estaba muy seguro del cariño de Estela y que podría volver cuando me lo propusiera, así fue que un día estando separados la vi en Buenos Aires y le propuse volver, pero Estela contra mis predicciones me dijo que no, hasta que no cambiara mi comportamiento, y decidiera volver en serio para casarnos.
Un día la llamé por teléfono, hablamos seis horas durante el turno de la noche, y quedamos en vernos; el día que nos encontramos hablamos mucho y decidimos que nos casaríamos antes de que yo me fuera a Alemania. Tenía una propuesta para ir a trabajar, con un amigo que había sido mi jefe, y luego ir a Alemania a traer la ingeniería de un proyecto nuevo.

El 8 de Octubre de 1970 nos casamos, fuimos a las Cataratas del Iguazú, pasamos una linda luna de miel; fuimos por las cataratas argentinas y brasileras, además anduvimos por las tres fronteras Argentina- Brasil- Paraguay. La vuelta la dimos por un camino de tierra, en la selva que limita la Argentina con Brasil; con un compañero de ruta que encontramos en Iguazú.

Nuestro primer año de casados fue armonioso y divertido, salíamos mucho y yo había dejado de trabajar en turno, es decir no trabajaba más de noche, los fines de semana hacíamos excursiones por los pueblos de los alrededores, o íbamos a pasear en lancha.

Nuestro primer hijo Pablo, llegó llenándonos de felicidad. Yo era tan maníaco, que en los días fríos controlaba con un termómetro la temperatura de la sala donde estaba el bebé. En esa época vivíamos en Zárate, luego nos cambiamos a Campana y nacieron Mariela y Diego.

Finalmente me fui de Petrosur al Consejo Federal de Inversiones, en la Capital Federal, y de allí pasé a Ipako, y luego me fui a Maleic, las dos en La Plata, allí nació Yanina; mi situación económica había mejorado y tenía una hermosa familia, saliamos de vacaciones con los chicos a diversos lugares: y como era lógico unos días en Santa Fe y otros en Mendoza.

También disfrutamos de varias vacaciones en la sierra de Córdoba; al mar fuimos a Mar del Plata, Necochea, Miramar, Villa Gesell y otros lugares de la costa. También fuimos a Brasil, a Bombas y Bombiñas, Florianóplis, Gramado, Porto Alegre, Blumeneau. En Uruguay a Punta del Este

Criamos los hijos, todos están casados o juntados, sólo uno nos dio dos nietos que los hemos disfrutado mucho este verano en Pinamar. Estela sigue tan linda como cuando la conocí, sigo enamorado, estamos otra vez solos en la casa grande que construí cuando éramos seis.

Ahora vienen a veces los hijos a quedarse, sobre todo Diego con los dos nietos porque vive en Costa Rica. Pablo estuvo viviendo un tiempo cuando se cambiaron de Buenos Aires a La Plata, Mariela nos visita casi todos los días, vive a veinte cuadras, Yanina vino para fin de año y se quedaron con Cesar por tres días y se volvieron a Rosario donde habitan.

Estela es una abuela moderna, chatea con sus nueras, usa el celular y maneja las cuentas bancarias, lleva mi agenda como la mejor secretaria y me cuida que no haga nada que pueda perjudicarme, pero algo vuelve hacer mal:
¡No me sirve torta!
¡Y ahora sí, tengo que servirme solo!
! Pero la quiero igual!

Jorge Eduardo Santa Fe 1960-1967-
La Plata1976-2009-Publicado 29/1/2008

2009-09-23
2011 nacio el 3er nieto Manuel











N°7
EN LA PLAYA LA ENCONTRÉ

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1962
Fecha de alta 01-03-2008

Su piel blanca sobresalía en el grupo de las que habían tomado mucho sol. Estar negra era una costumbre para el verano, y todas se quedaban tiradas al sol como lagartos asoleándose; caminaba por la playa cuando la encontré, lo primero que me llamó la atención fue su blancura. Caminaba con mi amigo cuando la vi y le dije en voz alta:
… ¡A mi me gustan las chicas sin quemarse!...
O mejor dicho las chicas blancas. Ella que había escuchado se dio vuelta para no mirarme. Yo seguí caminando y cuando volvíamos notamos que el grupito, ya no estaba en el lugar que tomaban sol.

Pasaron varios días y no las vimos en esa playa, a la semana supusimos que se habrían ido de la playa o terminado sus vacaciones; después de diez días pasábamos entre un grupo de carpas y volvimos a ver a todas las chicas tiradas al sol y a la que estaba blanca… muy negra... Era sin lugar a dudas la más linda de todas, ya fuera quemada o blanca; atrajo mi atención pero no me dio ni la hora, esto hirió mi amor propio y me propuse conquistarla.

El pueblito al lado del mar no tenía más que una sola discoteca y si se proponían salir tenían que ir a ella: “El refugio del dinosaurio marino”. La entrada era una gruta que dejaba paso a un patio a cielo abierto, sin techo, donde se bailaba; adentro de la gruta estaba el bar donde la gente llegaba y se conocía, con sillas y mesas para sentarse a tomar un trago, a media luz. La pista permitía ver las estrellas y era un lugar muy romántico, no tenía luces sólo el pequeño resplandor que llegaba de la gruta.

Esa noche era viernes y el domingo era nuestro último día de vacaciones, llegamos a El Refugio… a eso de las tres de la mañana la música era lenta y la luz muy tenue, entramos a la gruta y nos fuimos a un rincón lejos de la pista que, por su ubicación, no había casi nadie salvo un grupo que no distinguíamos si eran hombres o mujeres.

Vino el mozo y preguntó qué tomábamos: Cuba libre dijimos todos, una bebida de moda en 1962, alcanzamos a observar que a la mesa cercana le traían cuatro botellas chicas de cerveza; pensamos entonces que eran hombres ya que las mujeres por ese entonces tomaban bebidas gaseosas. Nuestra curiosidad aumentó cuando les trajeron el segundo y tercer pedido de cerveza, con muy pocos alimentos para acompañarlas.

El cuba libre nos duró hasta el cuarto pedido de cerveza, y recién entonces nos dimos cuenta que las cuatro eran chicas, pues fueron al baño de mujeres, pero aun no las habíamos visto. Al volver ellas del baño nos paramos y fuimos nosotros.

La música pasó de los lentos a música de Elvis Presley, los cuatro nos levantamos al mismo tiempo y fuimos a la mesa vecina, cada uno invitó a bailar a una chica y todas aceptaron el ofrecimiento de bailar rock, estábamos seguros que no las habíamos visto nunca, pues la que bailaba conmigo primero la vi muy blanca y después muy negra. Tampoco sabíamos de dónde venían, dado que se habían puesto de acuerdo en no decirlo, tiraron como al pasar que de una provincia muy linda donde se toma mucha cerveza.

Cuando les dijimos que estudiábamos en una provincia muy linda que se toma mucha cerveza, se miraron y no dijeron nada. No podía ser que no las hubiésemos visto nunca y ellas tampoco.

La noche se terminaba pronto y los lentos volvieron a sonar; allí fue cuando intenté intimar, pero la primera reacción de ella fue ponerme el codo adelante impidiendo que la apretara, me hice el distraído y seguí bailando lento como si todo estuviera esplendido, cuando terminó la pieza la llevé a su mesa sin decirle ninguna palabra y le agradecí por bailar conmigo. Las otras siguieron bailando lo que quedó de los lentos y luego Rock, eran las últimas piezas y los dos estábamos solos en nuestras mesas.

La bronca que yo tenía no se notaba por la falta de luz, pero se adivinaba porque no la saqué a bailar más esa noche. Tocaron el carnaval carioca y tampoco la saqué a bailar. Las amigas vinieron a buscarla para hacer un trencito y ella fue lo más tranquila, luego pasaron por mi mesa y me llevaron, tocándome atrás de ella, los últimos veinte minutos del carnaval carioca me hicieron pasar la mala honda que tenía, y empecé a divertirme de nuevo, bailaba con las chicas como un loco pero sin invitarla a ella.

En eso el grupo se armó como estaba, cada uno con su pareja y yo quedé de nuevo en pareja con ella. La primera palabra fue preguntarme: ¿Cómo estas?...¡Bien descansado,...¡pero me gustaría bailar lentos!... en eso como para cerrar la noche , el disk jockey puso un popurrí de lentos, los que habíamos bailado y otros que no, ella se había dado cuenta de cuál fue el motivo de mi reacción y sacó su brazo que ponía siempre instintivamente, para separar; bailamos los lentos con la cara pegada y sin ningún contratiempo, terminamos la noche despidiéndonos en la puerta del boliche, ellas venían en auto y nosotros de a pie.

La noche terminó y no hubo promesas de encontrarnos, pero el destino lo cambió, pues el día domingo cuando fuimos a tomar el colectivo, ellas iban en el mismo viaje. Las cuatro chicas venían en el auto que habían usado esa noche, lleno de valijas que las ayudamos a cargar en el baúl de los equipajes; teníamos los ocho primeros asientos de la parte superior, y decidimos sentarnos por parejas como estuvimos bailando en el boliche, de este modo el viaje sería menos aburrido.

Hasta que salió el colectivo ellas estuvieron abajo con su tía, primas y amigas. A nosotros no nos despidió nadie, así que ocupamos los cuatro asientos del lado del pasillo, dejándoles a las chicas los del lado de la ventana... El ómnibus viajaba de noche y llegamos a la mañana temprano; tomaron un taxi y se fueron, nosotros hicimos lo mismo, casi ni hubo despedida en la terminal, pero el viaje fue agradable. Ninguna dejó dirección, ni teléfono, tampoco dónde encontrarlas, pero otra vez el azar nos ubicó en el lugar que más nos gustaba ir: La Laguna.

Allí empezamos a frecuentarnos, a jugar en el agua y a vernos para tomar cervezas en las noches de calor insoportable. Las relaciones eran cada vez mas estrechas y nadie del grupo tenía novia o novio, sólo amigos; empezamos a dejar el grupo y salir solos, ya fuera a bailar o tomar algo. También empecé a pasar los domingos a buscarla, íbamos al cine o a escuchar grupos folklóricos, el Chango Nieto estaba de moda y cantaba muy lindo, ella se moría por él, así que cada vez que venía la llevaba a escucharlo y verlo. Habían pasado largos meses desde el verano y se venía la primavera.

Por esos días conocimos otro grupo de chicas, en una fiesta del día de la primavera, fue en una quinta que tenía un cartel que decía “Dentre el que traiga alimento”. Nosotros llevábamos asado para seis personas, al ver el cartel no sabíamos si había chicas o varones y nos mandamos, grande fue la sorpresa al verlas, eran todas mujeres, no podía ser mejor el grupo ya que las mujeres eran también seis. Pasamos un día de la primavera con todo, jugamos a la pelota con las chicas, a las cartas, nos encontramos con una víbora yarará, dispuesta a picar enrollada en una pisada de vaca.

Al volver fuimos caminando los diez kilómetros que nos separaban de la ciudad. El regreso lo emprendimos a la medianoche, después de haber estado cantando junto al fuego. Comiendo asado y cosas que quedaron del mediodía.

Con las chicas del picnic nos seguimos viendo, salíamos a la Laguna, nos bañábamos y jugábamos en el agua; al grupo se unieron otras amigas que no estuvieron en el asado, una de ellas era una morocha muy bonita, estas nuevas amistades me separaron circunstancialmente de mi amiga de la playa, dejé de salir con ella sin ningún motivo, cuando ella ya estaba enterada de quienes eran mis amistades, les tomó bronca ,ya las conocía de la facultad; y un día que nos encontramos me recalcó el hecho de que había dejado de ir a visitarla, le dije que estaba estudiando y que no salía porque tenía que rendir, como ella sabía que era mentira me lo dijo y quedamos en salir el sábado a la tarde.

Pasé por su casa y ella estaba con una falda cortita que le quedaba preciosa, era sin lugar a dudas la chica más bonita de todas las que conocí, descubrí que era mucho más linda de lo que la había visto junto al mar en el verano, su cuerpo era armonioso y delicado, tenía la cola perfecta y el busto chiquito, muy bonito, por la perfección de sus formas .Ese día fuimos a tomar cerveza en el centro

La Laguna era muy playa y permitía que camináramos más de doscientos metros desde la costa y el agua nos llegaba hasta la altura del pecho, estábamos alejados de las pocas personas que había a esa hora en la laguna, estaba cayendo el sol y los últimos rayos nos dieron impulso para, por primera vez en mucho tiempo, empezarnos a besar.

Nunca la había besado en los nueve meses que hacía que la conocía, la relación de amigos inhibía un poco esa situación y también el hecho de que siempre estábamos en lugares públicos como bares, cines, o en la calle caminando.

Esto fue algo nuevo que despertó mi interés sexual por ella, cada beso que me daba o le daba me llevaba a intentar un paso más adelante, no fue fácil conseguir que ella consintiera algo más que besos, y esa nochecita fuimos a tomar cervezas con el último beso en la boca.

Durante la semana siguiente dejé de salir con mis amigas de La Primavera, y ya posteriormente no salí más; estaba empeñado en conseguir que mi “amiga” fuera algo más que amiga, al llegar el verano empezamos a ir todos los días a la Laguna, y también los besos fueron más apasionados, hasta que un día estando sentados en el agua, con el agua al cuello, que nos dejaba la cabeza solamente afuera, toqué por debajo del agua -en forma muy sutil-, sus delicados senos a la par que la besaba, eso la estimuló y dejó que mi mano se posara sobre su malla. Yo sabía que las cosas de allí no podrían pasar por ahora y debía actuar con mucho tacto si no quería ligarme un cachetón y todo terminara allí.

No obstante los pocos logros, estaba feliz y sin saberlo me estaba enamorando perdidamente, las noches y los días de amigos se estaban terminando y yo sin saber estaba actuando como un novio verdadero. La cuidaba y estaba pendiente de todo lo que hacía, la iba a buscar a su facultad, la visitaba todos los días, la acompañaba a hacer compras para la escuela, a la biblioteca a buscar libros, y cuando deseaba la acompañaba a tomar cerveza.

Ella había pasado de una actitud amable pero distante a una posición cada vez más cariñosa, con menos actos reflejos defensivos, y yo ya podía acariciarla por sus senos en ocasiones que no hubieren testigos.

Fue en el día más caluroso del mes de diciembre que fuimos a La Laguna como tantas otras veces, llegó la tarde y nos sorprendió en el lugar más lejano de la playa donde comienza el bosque: El Monte, hasta ese lugar no llegaba gente, salvo uno que otro expedicionario que buscaba ver algunos flamencos rosados que se asentaban en la laguna; fuera de la vista de los bañistas que iban a las playas más al centro.

No nos habíamos dado cuenta de qué, caminando por la orilla habíamos cruzado los muchos kilómetros, que separaban el comienzo de la playa, del Monte; haría como tres o más horas que caminábamos sin saber que llegaríamos a ese lugar emblemático de La Laguna. Cuando encontramos los flamencos, recién caímos en la cuenta de que estábamos muy lejos del lugar al que habitualmente íbamos a nadar.

El lugar del Monte tenía una vegetación virgen con preciosas plantas salvajes con flores: Como los ceibos, o las enredaderas como las pasionarias con unas flores delicadísimas, habían otras plantas de flores como los aromillos, con lindas flores amarillas; los chañares también crecían en forma salvaje, habiendo grandes ejemplares sorprendentemente protegidos de algún buscador de leña furtivo.

La sensación de estar solos nos invadió y a la sombra de un ceibo empezamos a besarnos profusa y apasionadamente. Las primeras palabras que pronuncié después de un largo silencio fueron:
…¡Te amo!
… ¡No tuvieron respuesta verbal, pero su conducta no fue la misma, mi locura se imponía a su cordura entre los ceibos y pasionarias ¡
Con el reloj detenido, con la arena besando nuestros cuerpos, con el sol rojo que se hundía en la laguna y nos dejaba solos, sin testigos de nuestro amor
Jorge Eduardo-En la playa, Santa Fe-1962-1968La Plata 1/ 3 /2008//20
N°8
OTROS TRABAJOS Y LOS VIAJES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 14-01-2008

El cambio a Maleic
Un día había decidido cambiarme de Ipako a una empresa de Ingeniería: SADE, Donde trabajaba mi amigo y ex jefe, de Petrosur. ´

Fui a buscarlo y cuando estaba en la puerta de su oficina, frente a diagonal norte, cerca de la oficina de YPF, pasó por la esquina Willy (un amigo), que me dijo que me estaban buscando, porque iban a hacer una fabrica nueva: Maleic y necesitaban un ingeniero con experiencia en petroquímica, para el cargo de Jefe de Producción.

La fábrica era en Ensenada, pegada a PGM; de donde recibiría materia prima, que por entonces era benceno, aunque tres años después cambió a butano, que también lo recibió de PGM; además recibió servicios auxiliares: Agua de enfriamiento, nitrógeno y aire de instrumento. Maleic fue concebida como la fabrica más moderna en esa época. Tenía control automático por un sistema desarrollado por computadoras, específico para esa fábrica, sistemas independientes de seguridad que controlaba la relación aire-butano y cortaba con una milésima debajo del valor máximo permitido con seguridad; que a su vez se tomaba unas décimas por debajo del máximo establecido.

Si la relación de aire- butano tenía más butano que el permitido, se producía una explosión, por lo cual siempre calibrábamos el medidor de relación y controlábamos el instrumento que cortaba el butano.

Maleic me puso contento porque hacía mucho que quería trabajar en la construcción de una fábrica nueva. Me reuní con el Gerente General y a los diez días estaba trabajando. Empezamos por montar las oficinas en La Galería Jardín Florida, que era de los dueños de Maleic:

Los viajes a: Brasil, Francia, Estados Unidos y México
A los pocos días, “el ingeniero” (el Gerente General) y “el General”, (El Presidente) empezaron a proyectar los viajes que haríamos para visitar fábricas en Brasil, Francia, Estados Unidos y México.

El viaje a Brasil lo hicimos “el ingeniero” que era mi jefe y yo. Esta fue la primera visita a una fábrica de Anhídrido Maleico, fuimos a Bahía, donde vivía Chicho y otro amigo de Chicho que trabajaba en Ciquine; por intermedio de ellos organizamos la visita, allí nos recibió el Ingeniero Otto, una persona educada y gentil que nos explicó perfectamente cómo no había que hacer las cosas para que no salieran mal. Nos dio mucha información en sólo un día.

Visitamos la fábrica en medio de la lluvia tropical de Bahía, a la tardecita fuimos a visitar la catedral de Bahía y a la noche Chicho nos llevó a ver un espectáculo de Capoeira; una danza de los esclavos de la época de la colonia, que les servía como medio de defensa. Aprendían el Capoeira en los Quilombos, el lugar donde en la selva se reunían los negros fugados de sus patrones, que los habían comprado como esclavos.

Cuando íbamos a tomar el avión a Río se nos hizo tarde y “el ingeniero” llamó al aeropuerto y logró que nos esperara el avión quince minutos, ya estaba en la pista cuando subimos, les agradecimos y el avión partió.

Paris y Nueva York
En el mes de Julio, el 21 de Julio de 1978, nació Yanina, cómo a Paris y Nueva York iríamos en Noviembre, Yanina sería muy chiquita, además nació con siete meses.

Afortunadamente creció mucho y rápido y cuando llegó la partida estaba gordita y con el peso normal. Se la dejamos a las tías y a la abuela. Todo el viaje la estuvimos extrañando y no veíamos la hora de volver a verla.

A Paris iríamos con Hugo a conocer fábricas de Anhídrido Maleico; “el ingeniero” había tenido un cargo oficial en la embajada de Paris, conocía Paris perfectamente, por lo que “el General” le dijo:

¡“Nenucho”!: ¿Por qué no les enseñas Paris a los ingenieros?
A lo que éste respondió:
…¡Déjalos que se pierdan y aprenderán solos!

Así fue, llegamos y nos perdimos, confundimos un viejo arco romano con el Arco de Triunfo; y recién cuándo descubrimos el verdadero, encontramos nuestro hotel de cinco estrellas.
El viaje lo hicimos con nuestras esposas; fuimos a Paris al hotel de cinco estrellas, que teníamos contratado, pero luego nos cansamos y nos fuimos a una hermosa hostería, de un amigo de una amiga de Estela. La hija del dueño de la cervecería Schneider de Santa Fe.
Habían sido compañeras del secundario y se había ido por la persecución de los militares. Por ese temor que teníamos, ya en el mes de noviembre, después del golpe no fuimos a verla y Estela no me lo perdonó. La hostería era de un gallego, macanudo. Estaba muy cerca de la Torre Eiffel, en lo que era el sector del mercado de frutos, en la calle. Allí vendían toda clase de animales silvestres y era increíble en el medio de Paris conseguir: Ciervos, cerdos jabalíes, liebres, todo era muy atractivo.

La fabrica
Íbamos durante la semana, de Paris a la fábrica, que estaba a cien kilómetros; teníamos un auto alquilado que de noche lo dejábamos estacionado en el lugar donde de día era la feria o mercado, arriba de la vereda, como es costumbre en Paris.

La fábrica estaba junto a un río muy importante de Francia, ellos tomaban agua después que el río pasaba el limite de la fabrica y volcaban el agua tratada en una posición que estaba “antes” de donde captaban el agua para su uso; lo que los obligaba a tirar agua bien tratada, de lo contrario tomarían el agua por ellos contaminada.

El Gerente de la fábrica era un científico que trabajaba en la Universidad de Paris: La Sorbona. Fue el primero en alertarnos de los posibles problemas que enfrentaríamos con la empresa de ingeniería básica.

Para que nos recibieran en la empresa de Francia, Maleic pagó US$10.000; ello hizo que nos atendieran en todo sentido muy bien, tanto en la faz técnica como en la comida que nos dieron.

El profesor nos dio explicaciones muy completas de cómo teníamos que diseñar la fábrica, fueron muy útiles porque ellos habían construido la primer planta que se construyó en el mundo con la tecnología que habíamos comprado y luego hicieron la segunda con grandes mejoras y ellos personalmente, ya habían vuelto a mejorar el diseño, la primer fábrica había quedado como museo y no la habían destruido.

La comida merece un párrafo aparte, comíamos manjares hechos por un gran chef; lo principal eran frutos de mar, como: Langostinos, cangrejos y langostas.

El Castillo de Chantilly
La gente de la fábrica nos llevó a comer al castillo de Chantilly, en ese lugar, había un establo que perteneció al conde de Chantilly, donde guardaba su caballo.
A medida que nos aproximábamos a la caballeriza, ésta nos deslumbraba cada vez más; es que el duque había construido como establo, para su caballo, una replica exacta en menor tamaño del castillo. El predio tenía otras pesebreras más modernas, pero no igualaban el lujo del viejo y pequeño castillo; Las Caballerizas, reconocidas como las más bellas del mundo, albergan el “Museo Vivo del Caballo”, que reúne más de mil cuadros, esculturas y dibujos de artistas contemporáneos. El castillo tiene un foso de agua y un viejo puente levadizo para cruzarlo.

Las noches en Paris:
Los días que estuvimos en Francia, fuimos a cenar a diferentes lugares, no pudimos cenar en Maxim porque siempre estaba lleno y había que reservar con un largo tiempo de anticipación; pero fuimos a otro comedor que tenía recipientes con truchas nadando en la puerta del comercio, uno podía elegir la trucha que más le gustaba, ellos la preparaban como vos elegías; en esas ocasiones se piden los mejores vinos y eso hicimos, pero salimos frustrados con el mejor vino de la casa, no nos gusto: Dulzón y gusto frutado.

Cuando finalizaba nuestra estadía en Paris fuimos al museo Pompidou, una construcción muy interesante y llamativa con las cañerías por afuera. A ese lugar fuimos a la noche solos con Estela, y estábamos en un café lindero tomando cerveza y cenando unos sándwiches; en eso se arrimó un hombre con cara de japonés y en inglés nos dijo que no anduviéramos caminado por ese barrio, porque era muy peligroso. Con esa advertencia no nos volvimos caminando, tomamos un taxi que nos trajo a las dos de la mañana a la hostería.

Una noche con Estela, fuimos al Lido que estaba de temporada; cuando está el Lido abierto el Moulin Rouge cierra y viceversa.

Llegamos y estacionamos el auto en la vereda frente al Lido; en París es legal estacionar en la vereda, enseguida fuimos a sacar entrada y como buen argentino en la época de la plata dulce, le di una suculenta propina al vendedor de las entradas, para que me diera la mejor ubicación. Me dio un lugar pegado a la pista, donde bailaban las coristas. Las coristas pasaban sus piernas por sobre mi cabeza y yo desperté la atención de una de ellas, tanto que Estela se enojó conmigo porque la miraba demasiado.

Al lado nuestro había una delegación de japoneses, que no veían ni miraban nada, porque estaban todos dormidos, eran miembros de esas excursiones que salen a las ocho de la mañana, recorren todo Paris y los alrededores y terminan a las once de la noche en el Lido, sin ganas de ver nada, ni las mujeres más bonitas. Vimos japoneses por todas partes, en los hoteles, en los comedores, en la torre, en la calle y en el Lido.

Otra noche fuimos hasta el lugar donde está el Moulin Rouge, donde dibujó sus celebres bailarinas Toulouse Lautrec, sobre el papel de las servilletas que había en el local. La verdad que hubiese preferido que el Moulin Rouge estuviera abierto y no el Lido, por la historia que conocía. Lo único impactante en lo que vimos por allí, fue que en los alrededores del Moulin Rouge había toda clase de mujeres y como era invierno andaban con un tapado blanco de piel, no se veía nada, pero cuando se arrimaban al auto para ofrecerse, se abrían el tapado y quedaban mostrando todas sus intimidades sin ningún recato.

Inglaterra por Estados Unidos:
Los últimos días en París, decidimos no ir a Inglaterra con Hugo y señora, adelantamos el viaje a Estados unidos y llegamos dos días antes a Nueva York, de lo que teníamos previstos. Nos vinimos del aeropuerto de Paris, Charles De Gaulle, al de Nueva York, J. F. Kennedy; vimos al salir, en la pista, un avión Concorde, que en esa época estaba en plena prestación de servicios, era una belleza y me hubiese gustado viajar en él. Era el año 1976

A Estados Unidos llegamos un día sábado y recorrimos grandes tiendas en Nueva York, compramos un equipo de música japonés de última generación, incluidos dos enormes parlantes marca Pioneer. No fue fácil cargar todo pero lo hicimos.

Estuvimos en el Rockefeller Center, allí fuimos a una enorme biblioteca técnica que editaba el manual Perry de ingeniería química. Vimos el famoso árbol de navidad que hacen frente al Rockefeller Center.

El día domingo lo pasamos recorriendo muchos lugares de Nueva York: La catedral de San Patricio, El Central Park, Las Naciones Unidas etc. El lunes salimos para la fábrica, acompañados siempre por el ingeniero de Scientific Desing, viajamos como 1000km en avión y llegamos a la tarde, nos atendieron tan mal que les propuse que nos retiráramos y así fue, no nos explicaron nada y todo de mala onda.

Nos recibieron con los pies sobre el escritorio y desde allí conversaban con la persona que nos guiaba. Nos fuimos de la fábrica con un gran enfado por el mal trato y no les agradecimos la visita. Esta fue la única visita que no le sacamos provecho.

La última visita: México:
Ya teníamos la planta en construcción avanzada cuando decidimos ir a México, para ver cómo se hacía el cambio de catalizador que tenía ciertos requisitos, fui yo solo para traer información y aplicarla en nuestra fábrica.

Fue una experiencia espectacular, eran unas personas con una gran gentileza que me enseñaron no sólo a cambiar el catalizador, sino secretos operativos y detalles de cómo operar la planta. Me recibió el dueño que manejaba un complejo industrial de unas quince veces el tamaño de la planta que estábamos construyendo; diferentes tecnologías, grandes tamaños de plantas y distintos productos. Al llegar, el dueño, me invitó a un curso de Dirección de Empresas, que darían en la planta de Puebla, estuve allí una semana y fue lo más interesante que recibí como training, de todos los que había hecho.

Recorrí los pueblos vecinos y disfruté del hotel con sus grandes comidas (le decían “el comedero”),… en las inmediaciones de Puebla, había un cerro, que era en realidad un montículo hecho por los indios en época de Cortes para cubrir con tierra sus lugares sagrados...

El Gerente de Fábrica de todas las unidades, era un mejicano súper cordial, que no sólo me llevó por todos lados, sino que me explicó todo con lujo de detalles; recordaba la actitud de lo americanos y me daban aversión.

Mi estadía en México fue útil, divertida y placentera. Recorrí las pirámides, varios pueblos con iglesias bañadas en oro, visité las pinturas de Rivera en la casa de gobierno y la catedral de nuestra señora de Guadalupe.

El día que me vine había recogido una gran experiencia, estuve en el Instituto del Petróleo Mexicano (PEMEX) en la ciudad de México, me dieron un montón de información sobre temas de mi interés y quedé con contactos para consultarlos el día de mañana.

Todo llega a su fin y ese extraordinario viaje me deparó una sorpresa más, en el aeropuerto me encontré con un amigo que no veía desde que me fui de San Juan, hacía dieciséis años.

El proyecto de Ingeniería Básica lo hizo una empresa de mucho prestigio en este tipo de tecnologías: Scientific Desing, de origen estadounidense, la primera que vendió tecnología para terceros, las otras tecnologías eran cautivas como la de Monsanto.

La ingeniería de detalle la hicimos con una empresa que salía de un grupo de ingeniería de Atanor. La construcción y montaje la dirigió la empresa de ingeniería de detalle: Tecnor. El proyecto y construcción se hizo en los plazos previstos; la construcción la hizo la empresa Saieva Patagónica; al llegar cerca de la finalización, el Gerente General, se fue de la empresa a dirigir el proyecto de modificación más grande de la argentina, el de YPF por 1000 millones de dólares, en las dos refinerías : Cuyo y La Plata. Me quedé a cargo de todo lo que fue la organización final de la empresa, la incorporación de los ingenieros, técnicos y de los operadores, que harían la puesta en marcha.

La puesta en marcha tuvo un primer contratiempo, se produjo una gran explosión que nos obligó a rediseñar un separador de benceno; esto ya había pasado en otra planta en Yugoeslavla, pero los que hicieron la ingeniería básica fueron ingenieros distintos y habían pasado muchos años, no pudiéndose aprovechar la experiencia.

El rediseño fue exitoso y el segundo arranque resultó con pleno éxito.
La empresa se desarrolló en todos los ámbitos: producción, tecnología de control de calidad, personal, mantenimiento mecánico, ventas, exportación, importación de repuestos, de catalizadores etc. El mayor éxito fue competir con empresas asentadas en Brasil y desarrollar un amplio mercado por calidad y precio en ese país.

Hicimos el proyecto con la definición de hacer una segunda planta a los diez años de establecida la primera y lo logramos con un éxito singular. Cuando cambiamos de materia prima de benceno a butano, usamos un catalizador de Scientific Desing, este funcionó mal y de inmediato lo cambiamos por uno de Denka, una empresa con tecnología propia, muy buena, que luego utilizamos en la segunda planta.

Maleic, la segunda planta:
Cuando íbamos a construir la segunda planta, estuvimos explorando una laga lista de opciones de otros proyectos posibles; con buen criterio decidimos construir la otra planta de maleico, que en nuestra imaginación, suponíamos, iba a ser el mejor modo de expandir los negocios de una empresa petroquímica; que había surgido de la nada, sólo de un grupo económico que no tenía atrás un grupo industrial.

Cuando empezamos, el negocio era nuevo para todos, desde el grupo contratado para ingeniería de detalle, hasta los equipos de apoyo al desarrollo de la empresa; la experiencia acumulada en los diez años de operación eficiente de la planta inicial, nos dio la seguridad que nos convenía seguir con un negocio que ya conocíamos.

También el conocimiento de la gente de Denka y el ver que ellos tenían una gran industria basada en dos productos diferentes pero básicos y de gran rentabilidad; uno era con dos grandes plantas de caucho y el otro con cinco plantas de anhídrido maleico con reactores de 10.000 toneladas por año. La gran experiencia acumulada por Denka en el aspecto operativo y su producción de catalizador en forma por demás exitosa, hizo que junto con Scientific Desing, nos pusiéramos en mente hacer el nuevo diseño de una planta que reuniera todas las ventajas que se consideraran factibles para ese momento.
Se dio la situación que Denka compró a Scientific Desing y entonces ya no habría necesidad de un acuerdo entre las tres empresas para la transferencia de tecnología por parte de Denka, sino que sólo le compraríamos a Denka la ingeniería básica con todos los beneficios que llevaba la experiencia de Denka.

A pesar que comparativamente éramos una empresa pequeñita en relación a Denka, ellos cuando vinieron a colocarnos catalizador de su producción, tomaron con mucho respeto la planta que habíamos construido y observaron que habíamos hecho un diseño que era superior en aspectos esenciales a su planta de Houston.

El diseño de la segunda planta comenzó de una manera informal en Ensenada, donde fuimos comentando los aspectos fundamentales a tener en cuenta, por ejemplo el movimiento del anhídrido maleico por las diferentes etapas.

En nuestra planta se decía que el movimiento era por gravedad con el uso de una sola bomba que subía el maléfico al último piso y luego iba pasando por las diferentes etapas del proceso por efecto de la gravedad, esto permitía que en el caso de un corte de electricidad la planta se pudiera evacuar sin quedar con el producto en las cañerías y correr el riesgo de solidificarse.

Las plantas de Denka eran del viejo diseño de Scientific Desing y no eran construidas en altura sino que tenían un sólo piso y gran extensión a nivel del suelo, cinco veces mayor que la planta nuestra, que tenía una estructura de hormigón de cinco pisos.

La conferencia de diseño para nuestra futura planta se hizo en Denka con la participación de todo el Staff técnico de esa empresa, ellos tenían interés en el proyecto nuestro, no solo porque debían garantizar el funcionamiento, sino también porque tenían la gran oportunidad de construir la planta más moderna, que hasta ese momento no se había ejecutado.

Era importante decir que nuestra planta era la única de las que conocíamos, ingeniería abierta, que tenía control por computadora y recién las plantas petroquímicas modernas se ejecutaban con el sistema que habíamos implementado diez años atrás.

La Conferencia de Diseño fue la oportunidad para viajar a Houston, Texas, teniendo de Cicerone a uno de los dueños de Denka, quien era un buen amigo, relación mantenida durante sus visitas a cambiar nuestro catalizador, que ellos nos suministraban.

Yo me esmeraba en la atención durante sus visitas a la Argentina y los llevaba por ejemplo a comer a un restaurante donde servían ciervo, chancho jabalí, liebres, perdices, mulitas es decir animales exóticos, para ellos y nosotros. Eso le agradó mucho a Click y cuando fuimos a Houston nos devolvió las atenciones llevándonos a lugares muy clásicos y pintorescos.

El viaje a Denka, fue un buen motivo para visitar Houston, uno de los lugares con mayor desarrollo industrial del mundo. Cuando llegamos al aeropuerto de Texas, en Houston, nos esperaba Click con otro ingeniero que siempre viajaba con él a la argentina. Un hombre amable de perfil bajo, que era fanático de Gabriela Sabattini, quien ese día ganó el torneo del abierto de Estados Unidos, y nos hizo festejar juntos la victoria de Gabriela, nos llevó del aeropuerto, en forma inmediata a la NASA.

Allí vimos la mayoría de los cohetes que se usaron durante la campaña espacial y que permanecían en exposición: Originales y réplicas exactas; lo mismo que el Discovery, el cual visitamos por su interior, detalle súper interesante. Click había trabajado para la NASA, como Químico y tenía permiso para ingresar a los diferentes sitios de las instalaciones y equipos de la NASA.

Estuvimos en la sala de control de vuelo, donde se ve el mapamundi expandido de toda la tierra y sobre el cual se pueden trazar los giros de los cohetes que orbitan la tierra. También estuvimos en la sala donde se entrenan los astronautas en situación de antigravedad, fue una experiencia inédita y muy enriquecedora, nunca supuse que pasaría por ella.

Durante el viaje en avión comí, era una aerolínea norteamericana que está acostumbrada a servir comidas muy picantes durante el vuelo. Al salir de la NASA fuimos a un comedor mejicano que también tenía comidas muy picantes que aumentaron mi insipiente descompostura estomacal, a un dolor insoportable.

Esa tarde soporte una descompostura de gran magnitud que me obligó a pasar la siesta en cama en el hotel que teníamos reservado. Estuve tomando remedios que me sacaron de la situación de extrema gravedad, a la noche pasó Click a buscarme para ir a cenar.

Fuimos a un comedor de pescados y mariscos, de un italiano. El lugar estaba decorado con el tema del comedor, todas las paredes estaban revestidas por grandes acuarios, que tenían enormes peces de mar, tales como tiburones, rayas marinas, enormes tortugas marinas de tamaños y colores increíbles, además de toda clase de peces de colores que se reproducen en los arrecifes de coral.

La cena consistió en ostras de caparazón nacarado de color blanco, comí una sola con limón y sal, cruda, tomé te frío como bebida y salvé mi primera noche en Texas.

Al día siguiente comenzó la Conferencia De Diseño, nos reunimos en un salón, en una mesa para veinte personas.

Se tomó el diseño por especialidades y se establecieron comparativamente las mejores condiciones de diseño. Comparamos las Ingeniería Básicas Scientific Desing y las condiciones del último diseño realizado por Denka. Escribimos las pautas para cada área de la planta y esto permitió que Scientific Desing confeccionara una nueva Ingeniería Básica para nuestra segunda planta, lo que nos obligó a un pago por ingeniería básica; la nueva planta mantuvo criterios importantes de la primera como la construcción en cinco pisos, en contraposición al diseño de Denka de un piso.

Las modificaciones sin embargo fueron muchas sobre todo en el diseño de equipos críticos como el reactor, intercambiadores de calor etc. También cambiamos el criterio de provisión de equipos ya no teníamos equipos cautivos como en la primer planta que debíamos comprar sí o sí de determinadas marcas.

La cena de despedida de la conferencia de diseño, se realizó la noche anterior a irnos de Houston. La calidez y calidad del grupo humano de Denka era excepcional, nos invitaron a un comedor construido en un viejo galpón del año 1800, uno de los primeros galpones que se construyeron al lado del canal que unía el mar con las primeras plantas industriales construidas en Houston.

Fueron todos los que participaron de la Conferencia De Diseño, con sus respectivas esposas, excepto los representantes de Maleic y Scientific Desing que no habíamos viajado con ellas.

El lugar era deslumbrante, las paredes viejas de madera de pino estaban reforzadas por el lado exterior con maderas cruzadas, clavadas en diagonal con las maderas originales del galpón. De ese modo permitió que el galpón se mantuviera en pie por doscientos años y un arquitecto de gran creatividad, construyó un comedor súper original, con detalles y adornos con elementos antiguos, de los que usaron los granjeros que vivieron de la agricultura y ganadería; hacía también un montón de años.

El comedor tenía mesas que fueron construidas por los granjeros, con herramientas muy rudimentarias, le dejaron un sello singular de su tiempo. Todo lo que era los baños y la cocina había sido construido con el mayor lujo que jamás me pudiera imaginar. En medio de detalles de antiguas cosas, el modernismo y belleza de algunos locales eran otro toque destacable en este bello y raro comedor, el interior tenía desniveles como alguna vez tuvo el galpón original; los parques y estacionamiento tenían ciertos aspectos de diseño que parecía que se iban atar carretas de caballos y no estacionar autos último modelo.

No obstante lo comentado sobre el modernismo del que gozaban algunos sectores, el comedor era un autentico restaurante del Lejano Oeste, faltaban los cowboy que asediaron al galpón cuando recién lo habían construido; todo armonizaba y transportaba al pasado, por la originalidad de las cosas exhibidas en ese simpático y extraño restaurante del oeste. No faltaban los revólveres tipo “Colt El Pacificador”, en sus vitrinas, ni los dos modelos de rifles Winchester y otros de mayor antigüedad de un sólo tiro, que se usaron en las luchas desiguales contra los indios.

Cuando me iba me pareció ver a lo lejos un arreo de vacas con largos cuernos, que eran asediadas por un grupo de “caballo loco” y los vaqueros defendiéndose con sus rifles y revólveres, dejando muertos propios y ajenos tirados en los medanos de arenas, que sería alimento para las aves y animales carroñeros.

La planta se construyó con la ingeniería básica realizada por SD (Scientific Desing) y chequeada por DK (Denka); la Ingeniería de detalle la hizo una empresa argentina: Sade, que también realizó la Obra Civil y el Montaje. Quedó perfecta y producía con gran eficiencia y no tenía problemas operativos, la computadora de control automático de la planta, era de última generación para control de plantas industriales y tuvo un gran adelanto informático, con respecto a la instalada, doce años antes.

Pero no todo fue de absoluta felicidad, la tapa del reactor se debió re-mecanizar, antes de la puesta en marcha…, en el Astillero Rió Santiago y quedó perfecta, siendo el único contratiempo para una planta nueva, que después anduvo muy bien y que resultó muy barata en su equipamiento, de gran calidad debido a la experiencia que se tenía.

Cuando entró en producción la segunda planta de Anhídrido Maleico, fuimos los mayores productores de América Latina. Esto nos puso a competir con Ciquine, el único productor que existía en Sudamérica, de Méjico para abajo, hasta que apareció nuestra pequeña empresa, pero que cuando creció molestó a lo brasileros por el manejo que tenían primero del mercado en solitario y luego compartido y finalmente compitiendo con una planta de mejor tecnología.

Entraron en negociaciones Ciquine y Maleic. Ciquine era una empresa de capitales mixtos 33% brasileros privados, 33% gobierno brasilero y 33% capitales extranjeros (japoneses) y su tamaño en inversión realizada sería unas quince veces mayor que nuestra empresa.

El atractivo que tenía comprar nuestra planta era quedarse con toda la producción de esta parte de América y con todo el mercado, sacándonos del negocio.

Los dueños de Maleic vieron la oportunidad de hacerse de capital efectivo, habiendo partido de un negocio que puso muy poco dinero de contado y se desenvolvió con fondos del Banco Nacional De Desarrollo, con muy bajas tasas de interés a valores promociónales, con leyes que favorecían el desarrollo de la Industria Petroquímica Nacional, Los préstamos se pagaron con producción y a los doce años estaba amortizada la primera planta y en plan de pago la segunda, negocio que les interesó también a los brasileros. El negocio se hizo por un monto en efectivo muy superior al capital propio que usó el grupo propietario de Maleic, y un pago anual porcentual a las ventas producidas.
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Para Ciquine significó ser el único productor sudamericano y dominó el mercado de todos los países de América Latina. Los dueños de Maleic, durante la formación de la empresa, sólo se interesaron por los aspectos financieros, nunca se ocuparon de aspectos relacionados con la industria.

Después que se fue “el Ingeniero”, yo quede como único responsable técnico que desarrollo la empresa en su faz técnica y humana. Sólo tenía contacto con el Presidente que era abogado, que ponía buena disposición en los aspectos de manejo operativo y en algunos casos relativos al personal, pero que no participó fundamentalmente en las negociaciones al igual que yo, lo hicieron los dueños y al cerrar el trato no se estableció ningún punto de arreglo para con el personal jerárquico, que quedaría desplazado.

Este aspecto quedó librado a las negociaciones personales con los brasileros. Yo fui el Gerente Industrial desde 1978 y hasta 1993, es decir durante quince años, dirigí en planta todas las actividades de la empresa. Los brasileros se hicieron cargo de la empresa de una manera casi furtiva para el personal jerárquico, vinieron un día con uno de los dueños, fueron presentados como los nuevos dueños, y que a partir de ese momento tomaban el control de la empresa con su absoluto criterio, reubicando a quienes creyeran conveniente o despidiendo a quienes consideraran prescindibles.

Demás está decir el zafarrancho que armaron, el primero en perder su posición y jerarquía, no así el sueldo fui yo, el Negro que vino para hacerse cargo era un descastado con el que no pude negociar. Me fui de la empresa sin renunciar, y estuve un año cobrando el sueldo que me lo traía el nuevo Jefe de Personal a mi casa.

Como dije me alejé de Maleic sin renunciar y arreglé un viaje a China con SD, iba ir a Beijing, que eran donde construían una planta y tenían problemas con las relaciones entre los franceses, constructores y los dueños de la planta: Los chinos.

Mi viaje empezó por Nueva York, donde de casualidad nos encontramos los franceses, SD y yo, en las reuniones que tuvimos establecimos un plan de relaciones con los chinos, y los franceses se hicieron cargo de que los chinos lo cumplieran.


Esta propuesta fue aprobada por SD, los franceses y yo y quedó vigente.
A los chinos le significó perder autonomía para cambiar el proyecto pero la aceptaron y a partir de entonces la construcción tomó un ritmo de entendimiento y los ánimos se calmaron.

NIDERA:
Después de irme de Maleic, entré a trabajar en NIDERA, como subgerente de producción a cargo de la planta: Producción y Mantenimiento. Fueron años interesantes que viví en Junín, la relación que hice con los encargados: Jefes de turno y encargados de mantenimiento, fue muy adulta y simpática. Había cambiado mi actitud con el personal y me ocupé dedicadamente en tener buenas relaciones con todos: jefes y operarios.

En los años que estuve llegue a sentir que se habían puesto la camiseta y todos se esmeraban en trabajar para que todo saliera bien. Como dato de interés resultó el número de despedidos durante mi gestión, un operario de caldera que lo despidió el jefe sin consulta previa; cosa que les tenía indicado como no deseable, salvo falta grave intencional. .

Alquilé una casa que la eligió Estela y el alquiler lo pagaba Nidera. Durante el primer verano, mientras buscábamos una casa para alquilar, conseguí, una casa quinta con pileta, un hermoso parque y plantación de frutales. Esa casa quinta sirvió para reunir en diferentes ocasiones a muchos amigos nuestros de Estela y míos y de los Chicos.
Entre los que estuvieron allí, estuvo un amigo y su señora, le gustó tanto el lugar que quería comprarse un predio vecino; era un bosque con árboles antiguos y con algunos frutales. Otros que vinieron fueron los amigos, amigas, novias y novios de los hijos y las hijas. A algunos conocí en esa ocasión más detalladamente ya que vivían con nosotros y se quedaban a dormir en la quinta, una de ellas fue la novia oficial de mi hijo mayor, la primera novia que presentó y con la que se casó. Era menudita, chiquita y de perfil bajo, era calladita, muy mona y nos hicimos amigos. Conocí, el novio de Mariela, que se fue desde La Plata en moto, una moto grande de 750cc. Buen chico ahora hace un par de años que viven en pareja, pero no se casaron y yo los embromo. Los amigos eran el Toti y La Flaca, los que más estuvieron. También los amigos del Rana de villa Constitución. Los parientes Tito y Martha y todos sus hijos: Gisela, el Rana, Valeria, Cristina y Pocho, con todos sus hijos: Gabi, Alejandro, Pablo, y Nani. Comíamos asado todos los días, que hacía Tito, que fue por dos días y se quedó todo un mes; comíamos carne de vaca, cordero que yo traía del campo donde iba a andar a caballo, con los caballos de Leopoldo, y hasta pescado a la parrilla, carpas que pescaban Diego con el Rana en la lagunas de Junín. Tito se lastimó la espalda, tirándose a la pileta de media vuelta para atrás.

Yo compré un auto nuevo, un Vectra Opel Alemán, un auto precioso con una calidad de marcha incomparable, me quedé con el BMW, que quedó en La Plata y viajaban los chicos con Estela a Junín. El Vectra era un auto súper veloz, andaba a 225 Km. /h y un poco más, tenía un sistema computarizado que hacía que siempre estuviera a punto y no pistoneara por más que lo sacara en tercera.

En Junín los fines de semana al lado del cementerio, en el verano se hacían bailes frente al templo en la calle, allí íbamos con los chicos y bailábamos sin parar.
Los operarios de Nidera, pedían en el templo, que Dios intercediera por mí, me querían mucho y desde que yo me hice cargo, las relaciones entre la empresa y el personal cambiaron para bien y de ciento veinte operarios que habían despedido en dos años, se pasó a un sólo operario. También recibieron cursos de capacitación y todos rotaban por todos los puestos, convirtiendo al personal en polivalentes lo que significó que si alguien faltaba porque se enfermaba cualquiera lo podía reemplazar.

La llegada del nuevo Gerente, terminó con mi permanencia en Nidera, él trajo a un amigo de la Planta de Avellaneda y al año me fui

Aceitera Terminal 6:
Mi alejamiento de Nidera me permitió trabajar en el diseño de otra aceitera: Terminal 6, en San Lorenzo junto al río Paraná. Entré por mi relación con el Gerente de Ingeniería de Aceitera General Dehesa de Córdoba.
Allí participe del diseño y la corrección de diseños mal ejecutados, como el de todas las bombas centrífugas.Todo terminó y la aceitera no dejó de convertirse en la planta más grande construida en la Republica Argentina para la producción de aceite de soja.

La Cámara Química Y Petroquímica:
Mi relación con el gerente de Petroken me permitió entrar a la Cámara Química y Petroquímica para realizar un estudio sobre las asimetrías de la Industria Petroquímica entre Brasil y Argentina.

Hice un estudio comparativo de todos los factores que incidían sobre la industria, consulté la bibliografía sobre el MERCOSUR y las ordenanzas que regulaban la producción en cada país y el comercio bilateral. Conseguí información de la Cámara Petroquímica brasilera, también recurrí a la Biblioteca Argentino-Brasilera.

El estudio de las asimetrías se termino al año y fue expuesto en la exposición de la Industria Petroquímica, tuvo buena repercusión, pero fue presentado sin mencionar ningún autor.

El INTI:
Cuando había terminado mi relación con la Cámara, me llamó “el Ingeniero” que había sido mi jeje en Maleic y era el presidente del INTI, para que realizara en colaboración con otros ingenieros del Instituto, un estudio sobre derivados del etanol, para una planta de alcohol que construiría YPF en Neuquén.

El trabajo contó con la participación del INTI, terminándose en corto tiempo y con el agrado de YPF y a su vez del INTI. Como mi relación era sólo para este trabajo fui a hablar con el Director del CFI.

Mi Segundo Contrato Con El CFI:
El CFI necesitaba que se investigara la relación que tenían los industriales de las PYMES que recibían créditos mixtos del CFI y el Banco Nación, había demoras en la concesión de los créditos que no estaban bien explicitadas...

La Jubilación:
Cuando terminé los trámites de la jubilación y esta me salió, dejé mi trabajo en el CFI. Sin obligaciones diarias de trabajo inicié un nuevo estilo de vida.

Con el monto inicial de jubilación me compré un auto nuevo Peugeot 206 Diesel, ya no tuve que viajar a Buenos Aires y me dediqué a cursar computación para afirmar mis conocimientos ; empecé a escribir mails a mis amigos e hijos que están lejos: A España, Costa rica, Chile.

Me abrió un panorama que desconocía, también empecé a revisar temas por Internet y lo último que hice fue comenzar a escribir sobre mi vida sin que por ello lo escrito fuera de rigurosidad histórica, sino más bien una fantasía que se cruzaba con lo real en un modo llamativo.

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Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.1958
San Juan-1960-
Santa Fe-1962-1967 Campana-1968-Capital-1974-1976-La Plata-1976-2009


N°9
LA FACULTAD

El galpón- San Juan- Santa Fe-La Colimba-Santa Fe

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1958
Fecha de alta 11-01-2008


El galpón:
El ingreso a la Universidad para estudiar ingeniería química, terminó con Fu manchú, ya que nadie me decía por ese apodo.
Fu manchú había escrito sobre la pared de un galpón de su casa: “Viva Jorge Eduardo; maestro e ingeniero químico”. Era una manera de despedir a Fu manchú para siempre y transformarse en el futuro maestro e ingeniero, cosas que Fu manchú ya había decidido antes de recibirse de maestro.
El galpón servía para hacer catarsis, dejar mensajes de interés sobre sus paredes, (nada más que para Fu manchú); así también había mensajes referidos a su equipo de fútbol y a sus corredores de auto, aunque en este aspecto en esa época había menos información sobre fútbol y automovilismo.
El equipo de fútbol de Fu manchú era River, y su ídolo automovilístico era el Aguilucho (Oscar Gálvez), el aliento se traducía en un “River Campeón” y “Vamos Aguilucho”. La escritura sobre las paredes no era con aerosol, sino con carbón que era el medio de escribir paredes de esa época.
El galpón guardó sus mensajes por unos cuantos años pero no alcanzó a recibir la noticia en 1967, de que su leyenda “Jorge Eduardo: Ingeniero Químico”, se había cumplido. Uno de los tantos temblores desmoronó su techo y algunas paredes y mi papá por seguridad lo hizo voltear; había estado en pie en ese lugar cerca de cincuenta años, lo construyó el nono como primer galpón de la finca Furlani, sería por el año 1920; allí se guardaron las monturas, las maquinas de sulfatar, los tablones que se usaban para carnear chanchos, las cadenas que se usaban en la finca, los aperos de los carritos de sulfatar, la prensa para hacer los libros copiadores de las facturas y los libros en papel Biblia, esa prensa yo la vi usarse finalmente para prensar los jamones, aunque conocí algunos libros de papel Biblia.
El galpón tenía, como la mayoría de las construcciones de esa época, techos de cañas y barro, soportados por palos de álamos. Eran adecuados para fabricar el techo, pero no tenían muchos años de vida y terminaban podridos cayéndose. Ese fue el motivo principal por el que se cayó el techo y el galpón no resistió el sismo que lo tiró.
El galpón era alto y muy fresco, construido de adobes de barro y elegíamos algunos lugares que no estaban ocupados para pasar las siestas calurosas, tirábamos bolsas de arpillera que se usaban con las bolsas de avena, que también se guardaban en el galpón cuando estaban vacías, de ese modo teníamos un lugar fresco y cómodo para jugar o dormir la siesta según tuviésemos ganas. Cuando el galpón fue destruido yo ya no estaba viviendo en casa y cuando vine y no lo vi, me dio mucha pena, era como si un viejo amigo hubiese partido y yo no estuve allí para saludarlo.



La inscripción en la universidad:
Unos años antes de terminar el secundario pensaba estudiar medicina, pero un día fui a un sanatorio a ver un enfermo y sentí un fuerte olor a cloroformo que me descompuso, me dio como nauseas y salí inmediatamente. Allí me di cuenta que mi elección estaba equivocada y que tenía que elegir otra carrera.
Hablé con mi papá a quien le tenía mucha consideración por sus conocimientos y me conocía mejor que nadie, él a pesar que desde los dieciocho años estaba en la finca trabajando con su papa, era una persona muy informada y con una cultura general muy elevada.
Él me aconsejó que estudiara Ingeniería Química, una carrera que no hacía muchos años existía y por entonces se dictaba en San Juan, él estaba siempre informado, no parecía un campesino que se ganaba la vida cultivando viñas y frutales de lo que sabía una enormidad.
Hice mis averiguaciones y completé todos los papeles que tenía que presentar, me fui a San Juan sin conocer nada ni a nadie, me presenté en la sección alumnos y me dieron un comprobante de la inscripción. Fue mi primer contacto con la Universidad, había ido solo y no tenía en ese momento ningún amigo, aunque después me encontré con dos compañeros de la Escuela Normal.
Los primeros tiempos había alquilado una pensión, la pensión Oller, que era un hotel para pasajeros. En realidad era una hostería que fue construida con los fondos de reconstrucción que dio por el terremoto el gobierno de Perón. Me salía bastante caro por mes y se lo comenté al Turco y al Barullo; Si bien el lugar tenía grandes comodidades: café con leche en la mañana con medialunas, sabanas limpias, cama hecha y pieza barrida.
Decidí cambiarme a la vieja casona que alquilaban el Turco y el Barullo, era una casa abandonada que los estudiantes más pobres alquilaban, nunca le hacían mantenimiento y era un lugar realmente desagradable. También estaban con ellos otros tres estudiantes, unos del liceo de Mendoza General Espejo, eran dos tipos mal educados y vagos, que dormían hasta tarde y rara vez iban a todas las cursadas que tenían.
Entre sus malas costumbres estaba traer mujeres feas y viejas cuando estábamos estudiando y molestarnos para que fuéramos con ellas, eran tan despreciables, que no podíamos comprender cómo tenían estomago para intimar con ellas.
El otro era un tipo muy singular a veces estudiaba y fue pasando a garrotazos, pero con el tiempo fue el director de las refinerías de YPF de Mendoza y de La Plata.
Un día lo fui a visitar por un problema de materias primas y se acordaba de los pocos días que vivimos juntos en San Juan. Yo era el gerente de la empresa Maleic que usaba materia prima de PGM y habían pasado treinta años o más de la última vez que nos vimos.
Finalmente nos hartamos de estos tipos y nos fuimos los cuatro: El Turco y el Barullo y mi compañero de cuarto: Florindo; conseguimos unas pensión para estudiantes que era barata y decente, la atendía una señora y un ayudante, nos hacían la pieza y limpiaban y nos daban de comer.
Con el tiempo conseguimos una casa de familia, que tenía dos dormitorios nuevos, en una casa nueva, con un gran fondo con frutales, donde aprovechábamos para estudiar a la sombra de los árboles y evitar el calor sanjuanino; los días que corría el caluroso viento Zonda o los soleados días de mucho calor.



Mi compañero de pieza:
Florindo, era un italiano que vivió, hasta venir a estudiar a San Juan, en Villa Regina, en el Alto Valle de Río Negro, estudiaba Ingeniería en Minas, su método era muy practico leía un poco antes de cada examen y el resto del tiempo leía libros de pistoleros, que eran el entretenimiento típico de esa época; ya que no había televisión ni computadoras, como elementos de distracción , y sólo se podía ir al cine o los bailes los fines de semana, en casas de familias donde nos invitaban las chicas amigas.
Su horario de lectura era la noche y cuando yo me acostaba él se ponía a leer con la luz encendida en el medio de la pieza, arriba, ya que no tenía luz en la mesa de luz. Yo le hacía el aguante pero Florindo era insoportable, permanecía con la luz encendida arriba de la cabeza, hasta la seis de la mañana, cuando conciliaba el sueño y apagaba la luz.
Con el tiempo me acostumbré a los hábitos de Florindo, y no me importó más que no apagara la luz y aun ahora puedo dormir con luz prendida en el cuarto o con la televisión encendida, cuando me duermo nada me molesta ni soy fan del silencio.
Yo me fui de San Juan a Santa Fe y Florindo terminó su carrera en San Juan, se recibió, y fue a trabajar a una mina en Rió Negro.

La muerte de Florindo:
El preparaba las explosiones para extraer el mineral, cuando un día se equivocó en la carga y voló con todo, encontrando la muerte de un minero que se leyó todas las novelas de pistoleros que se habían escrito en castellano, hasta esa época.

Doña Rosa:
Como en la casa de familia no nos daban de comer, el primer año y hasta rendir dos materias, íbamos al comedor de doña Rosa, que era un lugar que daba comida muy barata a los estudiantes y a donde iban los que todavía no tenían acceso al comedor universitario; pues había que tener dos materias aprobadas para comer allí, en forma gratuita, subvencionado por el estado. Esto lo implementó Perón pero lo sacaron los gobiernos militares que querían estudiantes de élite y eliminar los pobres. El comedor universitario permitió que muchos estudiantes de bajos recursos económicos pudieran recibirse.

La partida del Turco y del Barullo:
El Turco y el Barullo aprobaron los dos años que se hacían en San Juan y se fueron a terminar en Mendoza su carrera de Ingeniería Petróleo, allí se recibieron haciendo cada uno una brillante carrera. El Turco se dedicó más a ganar dinero y el Barullo a la investigación.
Desde que nos separamos los he visto en muy pocas ocasiones, aunque ahora con el Barullo nos mandamos algún mail.

La bicicleta:
En San Juan el medio de transporte que teníamos los estudiantes era la bicicleta, no había otra posibilidad de viajar desde las afueras de San Juan hasta el parque donde estaba el comedor y la facultad. El recorrido desde la casa hasta el comedor lo hacíamos con los ojos cerrados.
Tan así era de cierto que un día estaba el campeón mundial de resistencia en bicicleta; el que más horas había permanecido sin bajarse de la bicicleta, batiendo su propio record en los circuitos internos del parque, cuando yo distraídamente pasaba para el comedor y sin saber que estaba el campeón mundial, cuando apareció de golpe y yo sin verlo lo llevé por delante, dejándolo tirado en el suelo; subí a mi bicicleta y escapé a toda velocidad, ya que aparecieron personas preguntando por quien lo había golpeado. Al otro día salió en el diario que un campeón debió abandonar su record de permanencia porque lo había chocado y tirado una persona que había desaparecido del lugar.

La facultad:
La facultad era mi única ocupación, me pasaba el día en clases o estudiando en algún aula vacía solo o con otros compañeros. Todas las clases las daban excelentes profesores, se destacaban la profesora de algebra y el profesor de análisis matemático I.La profesora era hija de un destacado profesor italiano que daba física y manejaba el Instituto de Sismología de San Juan, el primero de América Latina; ella era muy gentil y cuando fui a rendir el examen final de la materia Algebra, me preguntó si quería demostrar una propiedad de las elipses: Le contesté que no, como si pudiera hacer la elección por si o por no. Me dijo: ¡No, no, tiene que demostrar la propiedad! Lo hice bien y me aprobó con un diez.
Un clásico de la facultad eran los parciales, las practicas de análisis matemático de “derivadas”. El jefe de trabajos prácticos tomaba estos exámenes y la prueba era escrita sobre un pizarrón que tenía todo el ancho del aula. El tiempo que duraba un examen podía variar desde unos pocos minutos si te daba un ejercicio y no lo resolvías, hasta seis horas continuas resolviendo diferentes tipos de derivadas.
Siempre te encontraba una falla y te hacía volver por segunda vez, esto no significaba que él te tuviera menos consideración, o que pensara que no sabías, pero siempre te tenía que encontrar una falla que demostraba que él era el que más sabía; entré a rendir a las ocho de la tarde de un día sábado, él había estado tomando exámenes desde las dos de la tarde, me dio diferentes ejercicios con enormes grados de dificultad. Los resolví todos, y cuando eran las dos de la mañana me dio un ejercicio muy simple y me dijo:
“¡Queda aprobado!”.

Yo salí en mi bicicleta el día domingo, por las calles desiertas festejando y sin poder contarle a nadie, ya que ni en la facultad ni en la calle había ningún amigo para contarle.
Un examen que recuerdo con bronca y satisfacción a la vez fue el primero de inorgánica y química general. Me presenté a rendir en el primer turno de diciembre. El examen lo tomaban dos profesores: el de inorgánica, el ruso Sitrinovich y el de química general, el ingeniero Toro.
Rendí primero con el ingeniero Toro, la parte que a él más le gustaba tomar, di un brillante examen y luego me tomó el ruso, me hizo una sola pregunta y me bochó: derivados del acido sulfúrico caliente, no recuerdo pero era un número extenso y yo puse cuatro ó cinco.
Me presenté por segunda vez en marzo, cuando Toro me vio me preguntó: …“¿Qué hace usted aquí?”. Le conté qué me pasó el examen anterior. Él tomó mi libreta y como era el presidente de mesa la firmó y me puso un diez, sin tomarme de nuevo examen. Cuando salí estaba contento pero indignado, no obstante difundí la situación haciéndole toda la fama de hijo de p… que el ruso se merecía.

El comedor universitario:
Cuando aprobé dos materias, pasé al comedor Universitario. Era un hotel de lujo que albergaba a los estudiantes de los últimos años y les daba comida gratis a los que tenían dos o más materias rendidas. El hotel tenía cinco pisos y unas cien habitaciones, allí vivían estudiantes de 3º a 5º año, por esa razón se hacía una lista de méritos por cantidad de materias aprobadas. Cuando se recibía alguno de los habitantes, debía dejar su lugar a otro en el plazo de un mes.
El hotel era de un gran lujo y fue construido inicialmente como hotel de turismo, pero en esa época peronista los centros de estudiantes tenían mucha participación en la juventud y consiguieron que se habilitara como hotel y residencia estudiantil.
Los militares cuando voltearon a Perón, decían que era un nido de guerrilleros y lo cerraron para todo uso estudiantil: Hotel y comedor.

La casa de Desamparados:
Estaba en Los Desamparados, sobre la calle Sarmiento, un barrio de los alrededores de San Juan, cerca de la calle principal que recorría todo el centro y las afueras hasta llegar a una zona de diques, pasando por bodegas importantes de la provincia y por las casas de familias muy reconocidas de la ciudad.

Vecina a mi casa vivía una chica que cuando yo llegué tenía quince años y yo dieciséis. Nos hicimos amigos y comenzamos a vernos seguido. Yo tenía una novia mendocina, pero los años y la distancia nos separaron y terminé de novio con Cecilia.
Cecilia fue mi primera novia de estudiante universitario, me hice muy amigo del papá, un excelente tipo que congeniaba muy bien conmigo. Fueron varias veces a Mendoza a mi casa de Los Campamentos. Me consiguió una beca del senado de San Juan y por varios años, me ayudó a costear mis estudios.

El estudiante, casos y cosas:
Debo dar un salto para atrás y volver a San Juan a mi vida de estudiante, para contar algunas de las cosas más simpáticas o diferentes de la vida de un estudiante. Estas cosas sucedieron cuando vivía en Desamparados (un barrio). Vivíamos en una casa de familia, con el Turco, Barullo, y Florindo. Llegó la fecha del viernes santo y el Turco con unos amigos re-vagos, decidieron salir a robar gallinas para comerlas en puchero el viernes santo. Salieron a eso de la una de la mañana y fueron hasta un gallinero que tenían marcado, cerca de la casa de uno de los amigos, que iba con el Turco, a robar gallinas.

Cuando llegaron al lugar se fijaron que no hubiera perros, porque podrían echar todo a perder, al principio tomaron unas gallinas y las metieron dentro de las bolsas de arpillera que llevaban; sin darse cuenta enfocaron una gallina que era más grande que las otras y trataron de agarrarla, pero esta gallina no se sometió y empezó a cacarear, era el gallo, el que no se dejó meter en la bolsa y debieron salir escapando porque se vieron luces dentro de la casa.
Llegaron corriendo a nuestra casa, se fueron para la quinta y allí en un tacho cortado por la mitad calentaron agua y pelaron cuatro gallinas que habían traído.

Las gallinas quedaron colgadas en un árbol, bien altas hasta la mañana siguiente, al otro día las cortaron en presas y las cocinaron en una gran olla que le prestó la señora de la casa, pusieron verduras a cocinar junto con las gallinas, condimentos: sal, pimienta, pimentón y no sé que más. También le habían puesto pedazos de tocino de cerdo, panceta y chorizos colorados.
El puchero fue casi un invento porque realmente nadie sabía mucho de cocinar, pero salió muy rico y entre los seis de la casa y los dos que vinieron, nos comimos cuatro gallinas sin dejar verduras, ni chorizos, ni pancetas, sólo quedó una sopa y a la noche con alguna sobra la comimos. El invento de comer las gallinas fue porque discutíamos que no se podía comer carne en viernes santo.

Los carnavales:
Unas fiestas que se festejan muy intensamente en San Juan, son los Carnavales. Como la mayoría de los días corre agua por las acequias, no había necesidad de ir muy lejos a buscar agua.
Las chicas juegan a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa. Se juntaban dos hermanas del barrio pasando la avenida principal, dos amigas de la bodega vecina, Cecilia con su hermana, las primas de Cecilia y unas chicas que venían de no sé donde que eran amigas de las chicas, unas diez en total.

Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, con el que luego me fui a Santa Fe, los amigos del Turco, que eran dos, y otros dos de otras casas de estudiantes, nueve en total .
Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de dieciocho, y salía a flor de piel la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas. Pipo les tiraba tan fuerte el agua, con el balde, que por poco las desnudaba.
Jugábamos hasta bien entrada la tarde y luego nos íbamos todos a cambiar. Esto lo hacíamos todos los días de carnaval, por supuesto que esos días en San Juan no había clase.
Las chicas tenían una técnica propia, salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.
En las noches nos íbamos en grupo a los clubes, nosotros llevábamos a nuestro grupo y las cuidábamos en el baile; en esa época no había trifulcas ni problemas en los bailes como las hay hoy; los padres las dejaban salir a bailar con nosotros sin problemas. Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados a pesar de que fui a varios.

El baño:
Una anécdota de algo que me sucedió en la casa de los amigos del Turco, fue muy graciosa. Yo estaba bañándome en la casa del mellizo Randich, uno de los que casaba gallinas, porque no había agua en casa desde hacía una semana. Estaba lo más bien bajo la ducha, cantando, contento, cuando en eso entra al baño una rubia linda totalmente desnuda, me dice: “¡Hola! ¿Cómo te va? –Bien. Qué haces.
¡Me vengo a bañar! ¿Me haces un lugar? –Bueno.
Y allí terminamos bañándonos; sin saber quién era cada uno.



El estudio bajo los árboles:
En el fondo de la casa estudiábamos por dos razones fundamentales. Primero: el dormitorio era chico y no cabían mesas para estudiar, y segundo: el fondo era fresco, corría aire y había olor a flores en primavera.

Los viajes a Mendoza-( El CFI-IPAKO)
Algunos meses aprovechábamos los feriados para viajar a Mendoza, esto lo hacíamos dos o tres veces al año. Viajábamos coincidentemente muchos alumnos que vivíamos en San Martín, Rivadavia y Junín. Todos veníamos cantando y embromando en el tren, pero había uno que se destacaba por sus bromas y ganas de joder a todo el mundo, ese era El loco, ((Fue Director del CFI. Yo entré a trabajar allí por él, pero después del golpe militar del 76 me fui a Ipako. Llegué a La Plata en pleno proceso de la dictadura militar, el 2 de abril de 1976. Me vine solo a un hotel, sin la familia, en ese entonces habían nacido Pablo, Mariela y Diego. No me di cuenta de lo que pasaba pero La Plata era un hervidero, con muertos por los caminos cercanos y en el parque)).

Los viajes al Zonda:
También salíamos de raid en bicicleta por los alrededores de San Juan, uno de los lugares preferidos era el valle del Zonda; allí se encontraba el Jardín de los Poetas, que tiene bustos de los poetas argentinos y latinoamericanos destacados, también íbamos en bici hasta la piedra donde Sarmiento escapando para Chile escribió: “¡Bárbaros, las ideas no se matan!”
Allí nos sacamos fotos con una maquina de aquellas elementales con rollos de ocho fotos, que eran los más baratos. Lo único que quedó como importante es que todos estamos en un arroyo tomando sol y se nos veían todas las costillas del cuerpo, como si fuéramos refugiados de la India, ya quisiéramos ahora emular aquellos desvalidos y flacos estudiantes de San Juan, con nuestra panzas que sólo dejan ver gruesos rollos de grasa y que hacen el hazmerreír de los amigos que nos conocen desde muchos años.

El cambio de facultad:
Los años de estudio en San Juan fueron dos, ya que para cursar el tercero había que tener “el bienio propedéutico aprobado” y consistía en tener todas las materias cursadas y aprobadas antes de comenzar las clases del tercer. año.
Yo rendí y aprobé todas, menos geometría analítica y descriptiva. La había cursado y aprobado los prácticos (láminas), por esa razón me permitían rendir la materia una vez comenzadas las clases; pero Chicho Lombardozzi y Koko Montoro, se fueron a Santa Fe y averiguaron las condiciones para cambiar de facultad. Ellos nos contaron a Pipo Arboit y a mí, (que nos quedaba una materia sin rendir), sobre la Facultad de Ingeniería Química de Santa Fe, y dada las facilidades de cambiarnos nos fuimos para Santa Fe, y Chicho y Koko se quedaron en San Juan.
El viaje a Santa Fe lo hicimos con Pipo en su camioneta Dodge, la cargamos con las pocas cosas que teníamos: Una camita, colchón, almohada, ropero, mesitas, silla y ropa.
Cuando quisimos acordar la camioneta contenía nuestras pertenencias, Pipo se había cambiado y vivía conmigo y Florindo; cuando se fueron el Turco y Barullo a Mendoza, al terminar el segundo año.

Queríamos despedirnos de los dueños de casa y de Florindo pero no podíamos, así que nos subimos y sin mirar para atrás, nos fuimos yendo despacito como para acomodar las cargas, pero en realidad era para ver por última vez y hasta quién sabe cuándo, las cosas y las personas que nos despedían. De Cecilia ya me había despedido, igual que de sus padres y tíos.
San Juan quedo en nuestras retinas y a medida que devorábamos kilómetros a alta velocidad, por las rutas que nos llevarían a Santa Fe, con Pipo nos preguntábamos si al llegar encontraríamos al amigo de un amigo que quedó en San Juan.
En el viaje íbamos tan ligero que las mesas que iban arriba de todo se volaron, hicieron un planeo y cayeron atrás de la camioneta como a cien metros, pasando por arriba de un fitito (un Fiat 600), al que si lo llegan agarrar lo destrozan, por la velocidad que llevábamos, las mesas quedaron inservibles y las dejamos; atamos bien la carga y seguimos a Santa Fe.

La llegada a Santa Fe:
Llegamos a Santa Fe después de doce agotadoras horas de viaje, por muy malos caminos, algo típico de esa época; no había caminos concesionados ni se les hacía mantenimiento, los pozos estaban a la orden del día y consistían peligros verdaderos para andar a alta velocidad.
Cuando llegamos era el atardecer del final del verano, fuimos a la dirección que buscábamos en calle Marcial Candiotti, pero allí no encontramos a la persona que llevábamos como referencia, el Formica más grande, que de él se trataba, había tenido un accidente en moto, poco tiempo atrás que lo mantendría por seis meses, alejado de Santa Fe, ya que él vivía en Córdoba.
Los muchachos, de la casa que alquilaban donde había vivido Formica, nos hicieron los contactos con el dueño, un italiano insoportable y nos alquiló una pieza a Pipo y a mí. Con Pipo veníamos de vivir en una casa con unas personas delicadas y atentas a nuestras necesidades, así que fuimos los primeros en disparar la disconformidad por el trato de la pensión.
La casita
Esto nos llevó a irnos de la casa al poco tiempo; en la casa vivía un chico de dieciséis años que cursaba el secundario, sus padres tenían una casa en Santa Fe, pero no querían que viviera solo por seguridad; cuando le propusimos alquilar su casa, el padre nos dejó utilizarla sin cobrarnos nada con tal que acompañáramos al hijo.
Los primeros días se dio una situación muy singular, la casa no tenía la luz conectada, a pesar de haberla pedido con anticipación y al llegar la noche salíamos a la calle y nos poníamos debajo del foco, que iluminaba la esquina, con nuestras pequeñas mesitas de estudio.
El barrio era un barrio por el cual no circulaban muchos extraños, sólo la gente del lugar y que en su mayoría no tenían autos, así que podíamos estudiar hasta las doce de la noche sin ninguna molestia y aprovechando el fresco que venía de la laguna Setúbal que estaba a pocas cuadras.
La vida en esa casa fue linda, la casita era chica pero nueva, no teníamos gastos de vivienda y eso nos simplificó el costo y mejoró nuestra economía.
Yo al año siguiente me tuve que ir a Mendoza a hacer el servicio militar en Uspallata.
La vida en la casita transcurría entre nuestras obligaciones y algunos juegos que incluían ir a bañarnos a la laguna. Una noche tuve un sueño muy particular y que al despertar le contaba a los que habían sido actores del mismo.

Mira le decía a Pipo, vos eras el actor principal de la película y eras un pistolero y forajido de reconocida maldad que venía a visitarnos aquí a la casa, en eso estabas cuando aparece Iván en la película preguntándole al pistolero: ¿Y usted quién es? Y éste le responde ¿No me conoces? Y acto seguido le dio una trompada dejándolo tirado en el suelo. Yo mientras soñaba me reía con gran intensidad, al ver a Iván caído en el sueño, los muchachos me despertaron y allí Iván volvió a caer por efecto del cuento que realicé, las risas fueron de todos los que escucharon este disparatado sueño. En la casita vivíamos Pipo, Iván, Luis, el dueño de casa y yo.

Los prácticos y las equivalencias:
Ese año que llegué a Santa Fe, el primer trimestre cursé una materia nueva: Estática y resistencia de materiales y además completé todos los prácticos de las once materias que me habían reconocido; una más en número que las que había rendido en San Juan: Inorgánica y química general. (Era una y me dieron dos.) Terminó el año y me fui a la colimba.

La colimba:
Los primeros meses de entrenamiento fueron duros, teníamos como autoridades: Un capitán, un teniente primero, un subteniente y un sargento.
Los que nos daban instrucción eran siempre el sargento y alguna vez el subteniente; los otros dos no se rebajaban a estar con la tropa y cuando venían al cuartel estaban encerrados en su escritorio, el resto del tiempo lo pasaban con sus amigos en el casino del regimiento. Los primeros meses de instrucción, a decir del Sargento que la daba, nos pondrían en línea y nos harían resistir esfuerzos, como debe hacerlo un buen soldado. EL Sargento tenía cara de indio aimará, cara redonda y ojos aceitunados; verdaderamente nadie sabía su origen étnico y el tampoco lo decía.Los primeros quince días, corríamos y hacíamos ejercicios en el campo de entrenamiento, adentro del regimiento. Cuando consideró que podíamos aguantar un ejercicio más prolongado, nos sacó a correr primero diez kilómetros, y día a día lo fue extendiendo hasta que a los dos mese corríamos sin parar veinticinco kilómetros.Hasta llegar a esa capacidad de correr varios quedaron por el camino, descompuestos y que se debieron volver en algun caso en ambulancia.
La colimba fue una experiencia nueva, si bien yo estaba acostumbrado a comer mal y fuera de casa, la colimba batió todos los record de mala calidad y fea comida.

En particular yo, me ensañé con el tipo que vendía las empanadas y la carne, éste tenía que vender empanadas de carne y traía unas empanadas que no tenían nada de carne y sólo un poco de cebolla. Yo y mis compañeros del regimiento, éramos Aspirantes a Oficiales de Reserva con el grado de Subteniente de Reserva; teníamos que hacer las guardias de Oficiales de Guardia, controlando todo lo que entraba y salía del cuartel. La calidad de las empanadas era lamentable: Pura cebolla.

Cansado que el proveedor nos tomara de idiotas, le hice controlar una docena de empanadas y le rechacé el envío de quinientas empanadas que debía proveer, porque no cumplía el requisito escrito de la calidad y composición de las empanadas.

El tipo me amenazó con que me iba a tirar la camioneta encima cuando saliera de franco, dejé asentada la amenaza en el libro de guardia y el jefe del regimiento no tuvo más remedio que sacarlo como proveedor. Además proveía la carne que era otro mal negocio para el regimiento por la mala calidad. El personaje este había engañado por años al regimiento y se le terminó el mejor negocio que había en Uspallata.

Ni hablar que a partir de entonces tuvimos una mejora sustancial en la comida y todos mis amigos me felicitaron por haber logrado lo que en muchos años era sólo una queja no oída. Eso sí, desde entonces me cuidaba cuando salía de franco que no me fuera a pisar con la camioneta.

Si bien éramos aspirantes a oficiales, recién recibíamos el grado de dragoniante después de jurar la bandera, por ese motivo los dos primeros meses la pasamos muy mal. Cuando volvimos del primer franco al mes de estar incorporados, nos recibió un Subteniente pendejo, de muy mala leche, nos dio un baile mal intencionado, nos hacía correr y salto de rana en el medio de un pantano, donde caíamos en el barro y manchábamos el uniforme que habíamos lavado en la casa con mucho esmero.

Todos intentábamos tirarnos sobre los pastos para evitar el barro pero un compañero se tiraba donde la daban la orden y quedó negro por el barro de la charca, esto se le vino en contra al Subteniente, ya que se enteró el Teniente Primero y le dio días de castigo. Cuando ya se comentaba la fecha que saldríamos de baja, sucedió algo calamitoso para un grupo de Subtenientes de Reserva.
Era un día al mediodía después del almuerzo, cuando estábamos en la cuadra para pasar la siesta, en eso se escuchó una fuerte explosión y cuentan los que pudieron verla que había salido un intenso humo y polvo hacia arriba por el techo de paja donde estaba el depósito de pólvora.

Adentro de ese depósito de pólvora había cuatro Soldados y dos Subtenientes de Reserva comiendo un asado, cuando uno de ellos tiró una colilla de cigarrillo que cayo justo adentro de un tambor de pólvora negra que estaba allí abierto.

La suerte fue doble e inmensa para los que estaban adentro, primero el tambor redondo direccionó la explosión hacia arriba y segundo el techo era de paja y voló con facilidad, sin que la habitación se presionara, no ocasionándole daños a los que allí estaban.

La explosión no fue tan grave como las penas que en cadena se desataron para muchos de nosotros. A los que comían el asado les dieron un castigo que perdieron la fecha para salir de baja. Yo estaba leyendo el libro de Dumas: Los Tres Mosqueteros y no me había enterado del terrible revoltijo que había, en eso me vieron apoyado sobre un ropero leyendo lo más tranquilo; también me dieron un castigo, mandándome al último lugar de mérito para salir de baja y además me dieron un carro tirado por mulas malas y mañeras para recoger la basura del regimiento.

Yo creía que mi baja se esfumaba pero a los pocos días otro Subteniente cometió una falta, lo cual lo puso en el lugar mío y yo subí un lugar, que me permitió salir en la primera baja, en la última posición.

Antes de salir de baja teníamos los últimos francos, en uno de ellos salimos con un grupo de amigos de mi primo Jhonny a bailar en un boliche que estaba de moda, había que ser mayor de dieciocho años para que te dejaran entrar; una de las chicas que iba con el grupo me dijo: “A vos no te van a dejar entrar porque sos menor”, ella creía que yo era más chico, cuando en realidad tenía veinte años; la edad a la que se hacía el servicio militar. -Te juego una apuesta: Si entro salís conmigo la próxima vez que salgo de franco -le dije-. Aceptó la apuesta y la perdió y el próximo franco la pasé a buscar por su casa para ir al boliche más oscuro de todo Mendoza, donde pasé uno de los francos más divertidos en todo un año.

La suerte de esta piba fue muy mala, ya que un día viniendo de la bodega que tenían en Tupungato, los padres se accidentaron y murieron. Ella quedó con veinte años a cargo de la administración de la finca y la bodega; cinco años después la encontré vendiendo unos bonos para Caritas, yo venía de Santa Fe, apenas si la reconocí, estaba muy linda y supe por ella que había superado su infortunio.

La instrucción en el ejército era muy exigente, pero recuerdo con alegría cuando nos enseñaron a esquiar en Las Cuevas, fuimos en pleno invierno y la nieve alcanzaba mas de un metro, tapando las piedras y las tumbas que habían donde esquiábamos.
Las tumbas estaban marcadas por cruces de maderas que apenas sobresalían, el viejo cementerio era un excelente lugar para esquiar. Estuvimos una semana y al final nos deslizábamos sin caernos.

Cuando hacíamos el servició militar, se produjo el golpe contra el gobierno de Frondizi; me mandaron junto con otros soldados a cuidar el camino de acceso al regimiento. Por primera vez desde que estábamos haciendo la colimba nos dieron pertrechos militares en serio: fusiles FAL, FAP, granadas de manos.
Estuvimos en una curva del camino escondidos en la montaña, había un pequeño grupo de avanzada que estaba más adelante desde donde se podía ver unos cuantos metros antes que alguien llegara a la curva. La espera no rindió ningún resultado positivo, nadie vino por la montaña a tomar el regimiento y la fantasía de armar un tiroteo contra los invasores pronto desapareció y volvimos con la amargura de no poder participar en un encuentro armado, supuestamente contra insurgentes del regimiento vecino, el 16 de artillería.
El golpe desalojó a Frondizi del poder y a los pocos días el ritmo del regimiento siguió siendo el mismo, ya que los militares tomaron el poder sin ninguna división interna.
La vida en el regimiento, a medida que se acercaba el día de baja, se soportaba menos y todo nos caía mal, ya no nos bailaban, pero igual tenían actitudes feas por las cuales los recordaré.

El regreso a Santa Fe:
Terminado el servicio militar regresé a estudiar a Santa Fe.Tenía veintiún años recién cumplidos me recibí un 30 de octubre antes de cumplir losveintiseis.

Jorge Eduardo.
Campamentos – Rivadavia – Mendoza.-1958
San Juan –Santa Fe-Uspallata-1960-1962
La Plata-2009

N°10
EL PROYECTO INDEMISU


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Pasó un año hasta que terminé el proyecto: INDEMISU (Industrialización De Minerales Sulfurosos). Ese año sabía que era el último con Estela de estudiantes. Sólo me quedó el proyecto. Los convencí al Flaco y a Villarroel: El Chango, de hacer un proyecto en conjunto, algo que nunca se había hecho, así fue que encaramos un proyecto interdisciplinario.

Yo primero tomaba la mina y explotaba los minerales hasta obtener concentrados de sulfuro de plomo y de sulfuro de zinc, con restos de plata en el zinc y el plomo. El Flaco tomaba el sulfuro de zinc y la plata y hacía zinc electrolítico y plata. El Chango tomaba el sulfuro de plomo y la plata y hacía plomo refinado y plata refinada. El gordo Degrande tomaba los gases de la planta de sulfuro de zinc y hacía ácido sulfúrico.

Para realizar el proyecto de industrialización de minerales sulfurosos, tomé de modelo el complejo industrial más grande de la Republica Argentina, el complejo minero El Aguilar de Jujuy, allí se explotaban estos minerales tal cual era el proyecto propuesto por mí.

Con la colaboración del Chango que había trabajado en El Aguilar, conseguí una visita a la mina y al laboratorio industrial de concentración de plomo y zinc. El Chango estaba muy relacionado y también conseguí el apoyo del Secretario de Minería de Jujuy. (El Secretario tenía una hija que era una monada).

Cuando llegué a Tres Cruces cerca de la frontera con Bolivia, me esperaba una camioneta para llevarme los kilómetros. que la separaban del complejo minero.
Llegué muy al atardecer y ese día lo usamos para reconocer mis aposentos, que eran lujosos, para ser que pertenecían a una mina en el medio de los cerros. Como toda empresa norteamericana que se precie, tenía unos cuartos para huéspedes con un lujo oriental, pisos de alfombra mullida, heladera con diferentes bebidas y comidas: gaseosas, whiskys, chocolate, almendras. Y todo al servicio del huésped, ya que era una invitación.

La persona que me recibió fue el encargado del laboratorio, que así se llamaba a la planta que procesaba los minerales por flotación diferencial; era sin lugar a dudas el miembro del Staff que más conocía la mineralogía y la química asociada a los productos de la molienda; para obtener el mejor rendimiento en minerales durante el proceso de flotación diferencial. y la menor cantidad de ganga, que luego se tiraba al dique de colas.

La mina era un dechado de buen diseño y buena filosofía empresarial; sus obreros vivían en viviendas nuevas con su familia; tenían escuelas para los niños que hacían toda la primaria allí.

El socavón minero tenía galería de ingreso y extracción de minerales, sumamente prolijo; la sala de maquinas brillaba por su limpieza, los equipos eran mantenidos con todo esmero y debían funcionar correctamente, ya de que no ser así podría poner en peligro a los mineros que dependían del aire de los compresores y de la energía eléctrica de los generadores.

Paniggi, quien era el jefe del laboratorio, me llevó por toda la mina y me dio información que utilicé para mi proyecto; las planillas de control, los tamaños de molienda, la composición de las soluciones ácidas y alcalinas. Fuimos a ver cada equipo como trabajaba, y de allí tuve la sensación acabada de cómo iba a ser mi proyecto.

Al mediodía comíamos con los directivos de la planta y con una maestra que era hija de madre indígena boliviana y de padre caucásico alemán. Tenía la piel aceitunada, ojos verdes, era hermosa. (Me quería quedar, pero mi viaje terminaba y a pesar del buen trato todo terminó).

El Aguilar fue una experiencia sin igual, era la primera vez que veía de cerca una explotación de tal magnitud, volví con un bagaje de conocimientos que de otro modo no los hubiera adquirido, Paniggi resultó ser un personaje clave para mi proyecto.

Trabajé un año para completar el proyecto que tuvo una definición muy buena y de gran concepción; los cinco que presentamos los proyectos juntos sacamos diez , una nota que por primera vez se ponía a un grupo tan grande con el beneplácito del profesor de la cátedra de proyecto.

Jorge Eduardo
Mina El Aguilar: Jujuy 1966- Santa Fe: Facultad De Ingeniería Química 1967.






























N°11
EL CABALLO IMAGINARIO
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1978
Fecha de alta 25-04-2008

Cuando nació Pablito siempre quise regalarle un caballo. Desde chiquito le dije que el nono Américo, en Mendoza, le estaba criando un potrillo que se llamaba Tornado. Nunca habíamos visto siquiera una foto, pero en la imaginación; Tornado era negro, manso y se dejaba agarrar. Cuando fuéramos, en el verano a lo del nono Américo nos encontraríamos con Tornado.
Pablito siempre me preguntaba cuando iríamos a Mendoza, y yo le contestaba que en el verano. Hasta que un día, sin más ni más, estábamos camino a Mendoza; la ansiedad de Pablito por llegar y encontrarse con Tornado, era mucha y lo mantuvo inquieto todo el viaje, durante las catorce horas que nos llevó llegar a Campamentos a la casa del nono Américo.
El nono Américo tenía una plantación de viñedos de veinte hectáreas, y allí podía soltar a Tornado para que comiera y sería difícil verlo cuando se encontraba entre las viñas. Lo fuimos a buscar y no lo encontramos y por más que recorrimos las viñas Tornado no se encontraba. Tornado no existió nunca y el jueguito de chiquito que le habíamos hecho a Pablito se convirtió, en la más cruel de las mentiras, con el afán de hacerle creer que tenía un caballo en Mendoza inventamos a Tornado: “El Caballo Imaginario”, total Pablito estaba en Buenos Aires.
Pero todo día que debe llegar, llega; y el día de descubrir nuestra mentira, llegó. Para Pablito fue imperdonable, y habiendo querido ocasionarle una alegría, le originamos la mayor de las tristezas. Así fue que Pablo nunca quiso otro caballo, y cuando era más grande: Cinco o seis años, encontré en Campana un potrillo bayo, precioso; parecido al del padre en “Bonaza”, tenía un año (el potrillo) cuando lo vi; estuve negociando con el dueño y decidió vendérmelo. Ese día le compré un bozalito y se lo dejé puesto, al otro día iría a pagarle el potrillo y me lo llevaría a un box cerca de casa.
Cuando fui al día siguiente, el dueño del potrillo me dio la mala noticia que unos muchachotes habían entrado al campo el domingo a la mañana, y se subieron a caballo del potrillo, rompiéndole el espinazo y dejándolo en agonía, situación en la que se encontraba. Yo le dije voy a buscar un veterinario para que lo vea; enseguida que lo examinó me dijo: No tiene salvación y lo más sensato es ponerlo a dormir; con una inyección que llevaba preparada en su maletín. Cuando lo iban a matar mi tristeza era infinita y si no fuera que era un hombre grande hubiese llorado a moco tendido. Sólo me quedó el pequeño bozal, que no lo quise llevar a casa y se lo di al hombre de la tropilla.
Este potrillo era una sorpresa que le iba a dar a Pablo, pero nunca se enteró. Sí se enteró Estela, que me multó, si compraba otro caballo para Pablo y/o Diego que era muy chiquito.

Cuando vinimos a vivir a La Plata, íbamos al parque Pereyra Iraola y allí los chicos Pablo, Mariela, Diego y Yanina aprendieron a andar en los caballos que alquilaban en el parque. Cuando fuimos con los chicos a Córdoba, por primera vez a Carlos Paz, encontramos un caballo pura sangre, tordillo, casi blanco, que era muy bueno para andar y paciente con los chicos.
Habíamos alquilado una casa muy grande, de dos pisos, que la ocupábamos con mi amigo Alfredo y su familia, en el fondo tenía un parque con pocos árboles y mucho pasto; por el fondo pasaba un arroyito que siempre llevaba un hilo de agua y desaguaba en el Lago San Roque. Era el lugar ideal para tener caballos y allí llevamos por un mes cinco caballos, uno para cada uno; Yanina era la más chiquita pero estaba tan entusiasmada con su “mala cara” que enseguida lo dominó por completo y andaba al galope por el parque de la casa, a la par de sus hermanos que habían aprendido a montar antes en el parque Pereyra, mientras que ella iba en la montura conmigo.
Ese verano, todos salieron buenos jinetes, tuvimos un mes la “tropilla” y salíamos por los cerros alrededor de casa, íbamos hasta el lago y galopábamos por pequeños caminos de tierra.
Al año siguiente compraríamos el tordillo, pero no pudo ser porque lo balearon los policías, recién al otro año compramos a Intruso y fue el primer caballo propio de los chicos. El caballo Imaginario aun persistía en el recuerdo de Pablo.

Jorge Eduardo
Carlos Paz-1978- Madariaga1980
La Plata, 2008
2009-09-25




































N°12
EL FANTASMA DEL PARQUE LEZAMA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2005
Fecha de alta 24-01-2008

Alguien comentó alguna vez que en el cuarto número cinco del conventillo, vivía una monja que había venido de Francia en el año1955. Ahora, hacía muchos años que la monja no vivía más allí; pero tampoco se sabía que alguien hubiese ocupado ese cuarto después que ella desapareció en 1965.

Treinta años después, Pedro venía de trabajar. Él siempre cruzaba el parque caminando a las siete de la tarde, hora que salía de su trabajo. A menudo percibía que algo o alguien estaban cerca de él pero nunca vio nada.
A medida que llegaba el invierno el parque estaba cada día más oscuro. Un día sin darse cuenta cambió de camino y caminaba por la vereda del parque, cuando en un instante vio adelante suyo, que alguien de blanco cruzaba la calle y entraba por un pasillo estrecho donde se perdió de vista, vio que entraba con conocimientos en un oscuro y estrecho pasillo, pero no vio más.
Alcanzó a leer en un desprolijo cartel: Conventillo. Se alquila.
Los días siguientes volvió a hacer el mismo camino y todas las veces se aparecía esa mujer de blanco y entraba por el mismo pasillo.
Un día la mujer se paró y esperó que él la alcanzara; no sin dudar se aproximó a ella, había luz de luna llena y algún foco que mortecinamente iluminaba algo entre los árboles. Hacía mucho frío, él la saludó y no recuerda que le contestó pero entendió por los ademanes que lo invitaba a pasar con ella al cuarto del frente, en el pasillo.
Él aceptó. El olor de la habitación era mohoso y húmedo, con ventanas que nunca se abrían para que entrara aire y sol; todo tenía un aire de misterio y aquel ambiente se parecía mucho a una tumba. En la habitación había una escasez de muebles que llamaba la atención: Sólo una cama estrecha de hierro forjado con un cubrecama blanco y un retrato de una monja con su hábito blanco que colgaba de la pared más oscura y sin ventanas.

La mujer que a simple vista era enigmática y hermosa se sacó la túnica y quedó absolutamente sin ropa, su cuerpo era leve e indescriptible, ella le pidió que también se quitara la ropa. Él le puso las manos sobre los senos y sintió que eran dos cubos de hielo; quiso tocarle el sexo y no encontró nada, sólo frío y más frío.
Cuando se dio cuenta que caminaba por el Parque Lezama, estaba vestido y eran las seis de la mañana.

Pasó toda la noche con ella y no recordaba nada de lo que pasó en el cuarto número cinco del conventillo que alquiló la monja que vino de Francia. Seguro que no hubo besos ni hubo sexo. Sólo recordaba el frió inmenso del invierno.
Al día siguiente cambió de camino.

Jorge Eduardo
La Plata-Argentina.2005
2009-09-25


N°-13
ESTELA MARÍA TERESITA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2008
Fecha de alta 25-05-2008

Ella es suave, delicada, bonita, amable, inteligente. Muy deseable. La primera vez que la vi no la tuve en cuenta. Era muy pequeña para que yo me fijara en ella. No la miraba siquiera, tampoco sabía quien era. Tenía doce años cuando pasaba por mi puerta

Fue por eso que yo sin saber, por ella un día estaría alerta. Esperando verla en su puerta desde mi puerta. Éramos casi vecinos cuando fue que la descubrí en una fiesta con baile en nuestra juventud. Allí le pedí que me diera un pedazo de torta, pero ella ni siquiera me lo arrimó. Sólo me contestó: ¡te lo puedes servir vos! Ni siquiera me enojé, enseguida le contesté: ¡Quiero que me lo sirvas tú, porque eres muy bonita!
Ella acusó el golpe, la vanidad le ganó. Enseguida, muy amable, un platillo me alcanzó. Fue el comienzo de cuarenta años de relaciones y vínculos que no cedieron. Cuatro hijos que vinieron a darnos felicidad. No fue por casualidad que todavía estamos juntos. Ella es muy inteligente, diplomática y generosa. No ha hecho en muchos años ninguna otra cosa que amarme y cuidarme. Ella se convirtió en el centro de mi universo, cual un astro alrededor del sol yo giro alrededor de ella, buscándola, entre todas las estrellas, por su luz y su fulgor.
Siempre que la busco, a mi lado está ubicada.
Jamás me imaginé que se convirtiera en una luz verdadera.
Que por extraño que sea es la única que me alumbró.
Cuando en tinieblas quedé yo, esperando el momento que en el firmamento otras estrellas brillasen, que de pronto me alumbrasen para seguir por el camino, más lo quiso mi destino, la única estrella fue ella. Me acompaña noche y día, haciendo de mi vida una total armonía. El amo con todo mí ser completo: con el corazón, el alma y el esqueleto.
Nunca dejó de quererme ni cuando muy enfermo estuve, siempre se preocupó de mis remedios y sus horas. Tanto que Joaquín; parodió: Mamá de la abuela hago yo y vos del Abu Jorge.
…Abuela: ¡Te tomaste las pastillas!... ¡Te pusiste las gotas!
…Abu Jorge: ¡ya me tomé todo y me puse todo también.

Joaquín: ¡muy bien y felicitado sus remedios han tomado!

Cuando salímos de vacaciones si de dar un ejemplo se trata. Ella se tira primero al mar, antes de que el barco arrime, del chapuzón no la exime ni el calor, ni el mareo por el continuo movimiento. Yo, solo me la imagino, asustada nadando contra las olas, pero ella gran nadadora enfrenta con temeridad al mar, que en su inmensidad la asemeja a una ola sola que flota, una ola sola que flota y flota y a la orilla llega sola con las olas.

Jorge Eduardo
La Plata – Buenos Aires.:25/05/2008
2009-09-25

N°14
LA CALLE FLORIDA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 02-01-2008

Calle Florida: Así como el callejón del medio era la huella en la arena que permitía el paso de las personas, los caballos, las vacas, los carros, de los vendedores ambulantes, los camiones con uva de las cosechas y de toda cosa con rueda o con patas que quisiera circula por la finca; la calle Florida era la vía análoga que permitía comunicarse con las otras fincas que por cuarenta y cinco kilómetros, se extendían con sus frentes a la calle Florida.

Por la calle Florida venía el colectivo que nos llevaba a la escuela: (en el pueblo, luego ciudad), Bernardino Rivadavia. El viaje duraba media hora y el pueblo estaba a veinte kilómetros. En el trayecto subían muchos chicos que iban a la primaria y algunos mayores que hacían el secundario.
En invierno esperábamos el colectivo al lado de un fuego de hojas, y cuando el chofer no nos veía nos tocaba bocina y esperaba que saliéramos de la casa pero no nos dejaba.
La calle Florida estaba bordeada por enormes árboles que los regaban una acequia por cada lado, en su mayoría eran: álamos, carolinos, siempre-verdes, sauces llorones; hacían una sombra perfecta los días del verano y en invierno perdían casi todos las hojas, dejando pasar el sol que en los días muy fríos ayudaba a calentarse, cuando íbamos a pie o a caballo a lo del tío Octavio, a lo de Ernesto, ó cuando iba a la Escuela de La Verde.
La calle Florida cambió radicalmente cuando la asfaltaron. Los automóviles ya no andaban despacio y se convirtió en peligrosa porque no era muy ancha y estaba rodeada de árboles y de ese peligro guardo dos recuerdos muy tristes: El de mi perro ojito, cuando niño y el de mi amigo Cacho Aguirre, cuando grande.
La muerte de ojito la conté, en un relato separado, y ahora contaré la de Cacho.
El era un amigo muy especial, casi de mi edad, fue un amigo del alma, de esos que no se pierden por nada. Fue el amigo de los paseos a caballo, en sus caballos pura sangre de carrera que él cuidaba para correr cuadreras ó en el hipódromo.
Primero nombraré a los caballos más famosos que tenían cuando yo contaba entre ocho y diez años: Rebusque y Radical, dos caballos muy ligeros en carreras cortas y cuadreras; Yuyumita, una yegua que junto con Rebusque ganaron carreras por muchas provincias.
Rebusque no era puro con papeles por un error en su anotación de nacimiento, pero era un caballo perfecto con toda la clase de un pura sangre. En Mendoza, en el hipódromo, corrió con los mestizos. Nunca perdió una carrera y ya el último año se tuvo que ir a correr cuadreras por Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires.
Ganó en todos lados, carreras muy bravas y por mucho dinero. Largando con partidas (en movimiento) les sacaba tres cuerpos en la largada.
Otro caballo fue Desalmado el padre de mi caballo Negro.
Mi caballo Negro era de sobrepaso, su marcha acompasada era más rápida que el galope y no cansaba. Yo iba a los cerros cruzando el canal Los Andes. Como a veinte kilómetros desde casa y en una hora estaba en el lugar de cacería.
Con Cacho mi amigo hicimos de todo, íbamos a cazar, a pescar, a las cuadreras y cuando se puso el primer gimnasio de box, hacíamos la pelea estelar para que los grandotes se divirtieran; nos bajábamos los pantalones a trompadas, nos rompíamos el alma, pero después de la pelea entre nosotros no había pasado nada, salíamos abrazados: Éramos profesionales.
Con Cacho nos hacíamos la rabona (faltar a clase) a la escuela, para ir a jugar al villar. Cacho fue el gran vago del colegio primario y secundario, pero se recibió de médico muy rápido y muy joven. Una vez recibido se volvió a vivir a sus pagos: La Verde.
Era un médico muy querido, y siendo muy joven se encontró con la muerte, chocó a toda velocidad contra un árbol en la calle Florida en la ruta que va de Rivadavia a Gargantini y a La verde. Un viejo sauce quedó con la cicatriz del choque recordándonos cada vez que pasábamos por el lugar.

Ese es un hito trágico de la calle Florida. Ese fue el día más trágico que se vivió sobre la calle Florida.

Jorge Eduardo, Campamentos, Rivadavia, Mendoza.
La Plata-02/01/2008
2009-09-25































N°15
LA REINA DE LA NIEVE: LA QUINTRALA

Por Jef pacheco
Argentina / 1955
Fecha de alta 07-02-2008

Fue la primera reina de la nieve. Con apenas catorce años, ambos teníamos la misma edad y concurríamos a la misma escuela. Ella siempre caminaba muy rápido, casi corría. Su aspecto era muy llamativo: Cabello largo, negro, ojos negros muy grandes y tez blanca, muy alta, con su cuerpo esbelto pero bien formado, era lo que se dice seria, casi antipática; los muchachos de la escuela le pusieron de sobrenombre "La Quintrala" por un personaje de una película de Hugo Del Carril, estrenada en 1955.
El personaje representaba a Doña Catalina De Los Ríos y Lisperguer, el afiche de promoción de la película tenía una figura femenina que en los rasgos podía semejar a Mirta, que de ella se trata, la reina de la nieve, era una mujer con un látigo en la mano y estaba representada por la actriz Ana María Lynch, de gran belleza.
Mirta despreciaba que la relacionaran con La Quintrala, y aunque no encarnaba ni por asomo la figura de ella, por su apodo sufrió hasta que pudo superarlo. Ella era amiga de una muy amiga mía que nos presentó, y a partir de entonces aunque éramos muy jóvenes nos relacionamos. Nos veíamos todos los días en la escuela, hasta que empecé a visitarla los fines de semana -La pasaba a buscar por su casa y salíamos a caminar por las calles muy cubiertas de árboles -.
Tanto ella como yo no habíamos estado de novios, así que nuestro comportamiento era genuinamente ingenuo, hasta que un día nos dimos el primer beso a la sombra de los árboles una tarde de primavera. Obviamente no la he olvidado, aunque le dijeran La Quintrala, era la personita más dulce y sincera que conocí hasta entonces. Mi relación con ella duró cuarto y quinto año, hasta que me fui a estudiar a otra provincia.
Teníamos quince años cuando yo la dejé sin comprender el daño que le hice. Ella, al terminar el secundario, ingresó pupila a una congregación de monjas; afortunadamente para mí, comprendió que debía realizar otra vida y salió a los dos años de internada, posteriormente se casó y tuvo hijos, para finalmente dedicarse a la literatura. Sé por Susana -la amiga de ambos-, que fue feliz con su familia.

De los muchos besos
Que te di
Ya no los recuerdo
Sólo deseo
Que a mí
Me tengas en el olvido
Fue cuando partí
Y estuve
Lejos de ti
Que te dejé
Haciéndote sufrir,
Sólo anhelo

Que tu amor
Haya partido
Hacia el cielo.

JORGE EDUARDO
RIVADAVIA- MENDOZA













































N °16
EL PRIMER VIAJE LARGO A MENDOZA
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1983
Fecha de alta 31-10-2008

Salimos a las cinco de la mañana, era verano, los chicos tenían pocos años, el mayor tenía once años, la siguiente nueve, el otro varón siete y la nena más chica cinco; iban todos juntos atrás, jugaban y dormían, también jugaban con nosotros a decir el número de la patente de los autos que venían de frente, también de qué color sería el próximo auto que aún no se veía.
Por primera vez hacíamos un viaje tan largo en el BMW 525. No fue todo lo feliz que queríamos, en el camino se nos rompió la bomba de nafta, por suerte el repuesto del Peugeot 505 andaba perfectamente rotando un tornillo (esa bomba duró todos los años que lo tuve).
Después de eso el auto anduvo maravillosamente bien, era increíble la velocidad y no se notaba, pasábamos a todos en la ruta, en ese tiempo ir a 140 kilómetros por hora era una exageración, no había nadie, o casi, que nos pasara. El auto era súper cómodo, tenía amortiguadores nuevos a gas, frenos a disco, tenía una gran seguridad. En una subida, la única importante que hay entre Junín y Villa Mercedes, por la ruta 7, fui a pasar un camión y de frente venía otro que apareció en la subida; como yo me había abierto unos cien metros antes de pasar, a 140 kilómetros por hora me tiré atrás del camión que iba y empecé a frenar, sin hacerlo rayar, el auto frenó de una manera sensacional, pero igual tuve que tirarme al pasto para terminar de pararlo. El BMW525 tenía frenos a disco, con “circuitos independientes”, cada uno con su “cubeta”; la brusca frenada rompió una cubeta delantera, pero gracias a Dios no impidió que las otras tres funcionaran perfectamente y no nos pasara nada

Íbamos a la casa de mi papá en Mendoza, una enorme casa de ladrillo a la vista de cuatrocientos cuarenta metros cuadrados, quedaba en Los Campamentos, un paraje de Rivadavia, donde yo nací y me críe, hasta que me recibí de maestro y luego me fui a estudiar en la universidad en San Juan. La casa tenía un hermoso parque de pinos y estaba rodeada de viñas y frutales con una extensión de finca de trecientas hectáreas. El viaje siguió normal y en Mendoza cambiamos la cubeta rota. Anduvimos por los caminos de montaña, fuimos a San Rafael: al Nihuil, anduvimos por la cordillera en lugares que había nieve, todo lo más bien; realmente estaba encantado con el BMW525.



Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina

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N°17
EL REGRESO A SANTA FE, Y EL FIN CON CECILIA
Por Jorge Eduardo
Argentina /1962- 1967
Fecha de alta 12-01-2008

Terminado el servicio militar debí regresar a estudiar en Santa Fe, me inscribí en las tres materias por cuatrimestre y empecé a cursar regularmente, los prácticos los había rendido todos al cursar notando la gran diferencia de equipos y métodos con la facultad de San Juan.

Cuando llegué a Santa Fe no tenía muebles, puesto que no los pude guardar durante el año que me fui al servicio militar. Por esta razón busqué una pensión, encontrando en una farmacia, allí me encontré con el Flaco mi amigo de toda la vida.
A partir de entonces, viajé en ómnibus desde Mendoza a Santa Fe; fui por otro camino ya que cuando vinimos con Pipo, lo hicimos por San Francisco, Córdoba. Esta vez lo hice por Rosario. Ese camino no lo conocía y me deslumbré con las fábricas que había en San Lorenzo: Duperial (petroquímica), la refinería de YPF. Sulfacid (fábrica de zinc electrolítico y ácido sulfúrico), la fabrica de cerámicos San Lorenzo, la Fabrica Militar de armas, y muchas otras que con el tiempo desaparecerían.
Ahora en San Lorenzo se han instalado grandes aceiteras, acopiadoras y exportadoras de granos y también la planta de exportación de los minerales de cobre y oro de Bajo de La Alumbrera, que los traen de Catamarca.
Años después quiso el destino que yo, que había pensado que alguna vez ejercería mi profesión en esas industrias, trabajara allí en el diseño de la planta más grande de Argentina, productora de aceite de soja: Terminal 6; antes había trabajado en la Planta más grande construida en la Argentina para aceite de soja y girasol: Nidera, en Junín.
Nidera también tenía una planta en San Lorenzo, desde donde exportaba junto con la de Junín, grandes cantidades de semillas y aceites...El flaco también volvía del servicio militar y estaba con una cantidad de materias cursadas como yo, así que seguimos juntos.

El dueño de la farmacia, nos ubicó en la misma pieza, del segundo piso. Por la ventana de esa pieza se salía a los techos y se podía entrar a un edificio vecino y bajar por la escalera y salir a la calle, la inversa era para entrar al dormitorio, el edificio no cerraba la puerta de la escalera y así teníamos vía libre para salir del encierro del dueño de la farmacia...
Este camino lo usábamos de noche después de las 11:00, cuando él cerraba la puerta de calle.

La casa de Villa de los Desamparados:
Cuando nos cansó, fuimos a la pensión de dos hermanas. Allí nos juntamos con otros amigos: Iván, Pipo, Luís y Roby, y decidimos alquilar una casa independiente. Se llamó Villa Los Desamparados por Pipo y yo que veníamos de San Juan. Desde la casa de Los Desamparados, el nombre del barrio sanjuanino.
El garante del alquiler fue mi papá; el dueño de la casa vivía a la vuelta de la casa de Estela, a quien yo conocería recién cinco años más tarde, cuando ella tenía diecisiete años, y fue en un baile en lo de Silvia Risso. En la época que llegué al barrio, a La Villa de los Desamparados, Estela era una nena que pasaba con su guardapolvo blanco por la puerta de mi casa y sus doce años, vivíamos en la misma calle: 1º de Mayo, a dos cuadras y yo la veía parada en su puerta.

EL MUI:
Los que vivíamos en la casa Pipo, Iván, Luís, junto con otros alumnos de la facultad, y entre ellos un profesor ayudante, otro muchacho muy inteligente que había cursado la Escuela Militar de la Armada y que antes de recibirse se fue a estudiar Ingeniería Química, fundamos un movimiento estudiantil: MUI (Movimiento Universitario Independiente). Propusimos un patrón de conducta, con leyes que estuvieran regidas por la moral.
El dinero que recolectamos en el baile de los estudiantes el 21 de julio de cada año, lo destinamos a la biblioteca para comprar libros. Los principios básicos era que no discriminábamos a nadie por ideología o religión, pero tampoco eran temas que se discutían, si bien lo hacíamos con los de actualidad. No teníamos afinidad ni con los de izquierda del Centro, ni con los de orientación católica (con curas de asesores) del Ateneo; intentábamos dialogar con todos los centros de estudiantes, en las primeras elecciones les ganamos al viejo Centro.
Ese día festejamos, con todos los simpatizantes del MUI. Un momento de gracia ocurrió cuando el inglés le dijo al Tano:
…¿Sabes lo que más me gusta de vos?
…¿Qué?-
…¡La mechita!
Ella era muy bonita y llamaba la atención y más a un borracho que le decía al novio de la fulana, que ella era lo que más le gustaba de él.

La morocha:
Desde la casa de 1º de Mayo, iba con unas amigas que venían a buscarme en auto hasta la laguna Setúbal y allí nos divertíamos jugando en el agua con las chicas que eran tres, por ese motivo lo invité un día al flaco y vino la dueña del 404 a buscarlo. Él sin conocerla decidió no ir porque según él debía estudiar.
La morocha era bellísima. Un día estábamos en el viejo mercado, cuando el flaco me llama para que vea una morocha hermosa; era ella y le dije tantas cosas, que se quedó arrepentido de no haber ido, ya que después del desplante la piba no vino más.

El final con Cecilia/ Los padres:
A medida que yo iba terminado la carrera en Santa Fe, a Cecilia la veía cada vez más distante en tiempo. El último año cuando ya había terminado de cursar y me quedaba rendir solamente el proyecto, viajé a San Juan después de un año que no la veía.
Cuando llegué Cecilia me esperaba en la puerta de su casa, me saludó y sin darme tiempo a decirle nada me dijo: “Jorge quiero que nos dejemos”, no me dio ninguna explicación y era algo pensado y definido por su parte.
Yo tenía conversado con ella que sin algún día no sentíamos más lo mismo uno por el otro, ese sería el último día que estaríamos juntos. Comprendí la situación y le dije: Bueno voy a saludar a tu mamá y me voy.
La mamá no tenía cara de alegría ni de tristeza y me dijo solamente que me apreciaba mucho pero no podía decirle a Cecilia qué hacer con su vida. Cuando me estaba por ir llegó el papá, se enteró en ese momento de lo que pasaba se puso muy triste y se le notaba.
Me volví, la historia con Cecilia terminó, finalicé el proyecto y me recibí de Ingeniero Químico en Santa Fe, le mandé el proyecto por correo al papá quien me agradeció con una conceptuosa carta. El proyecto fue hecho tomando como base una mina de plomo y plata del papá de Cecilia, y como referencia la mina El Aguilar.

Para redondear esta historia daré un salto en el tiempo, y llegaré a cuando muchos años después de recibido (diez) y trabajaba en el CFI (Consejo Federal de Inversiones). Vino un día, sin yo saber que lo haría, a verme, la mamá de Cecilia, preguntó por mi a la secretaria de la oficina. Yo no la reconocí de inmediato hasta que me habló, hacían quince años que no nos veíamos y estábamos ambos muy cambiados. Me dijo que el hermano de Cecilia, a quien yo había encontrado, en la calle le había dado mi dirección y que desde hacía mucho tiempo querían saber de mí, tanto ella como el esposo, que se había quedado en Córdoba, donde vivían desde hacía muchos años. Vino a traer recuerdos de cosas olvidadas, nunca más supe nada de Cecilia y la curiosidad quedó latente para saber que fue de su vida. A los pocos meses vino el papá, lo invité a mi casa y conoció mi familia. Yo tenía dos hijos, se quedó a dormir, después de cenar con nosotros. Al otro día se fue con una gran tristeza como si los hijos míos le significaran algo más que niños desconocidos. Cuando me fui a Santa Fe nos escribíamos seguido y yo pensaba en Cecilia como que iba a ser mi única y definitiva novia, eso me permitió pasar varios años sin involucrarme seriamente con ninguna chica y me ayudó a estudiar.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.
San Juan- 1960
Santa Fe-1966
























N°18
JIMBO 24Z

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 17-03-2008

Fue el primer hijo de Raymond Z que nació en la Argentina, su mamá fue una yegua pura sangre, era el primer hijo y nació en una estancia de Brandsen, de Yayo, allí fue criado con tanta dedicación y esmero que, desde potrillo aprendió a reconocer a su cuidador.

De potrillo estaba a box de noche y a campo de día, esto le permitió desarrollarse como un caballo libre, pero con mucho seguimiento por parte de sus dueños. Respondía a su nombre cuando lo llamaban, y perdió desde chico todas las cosquillas y se convirtió en un caballo muy manso de “abajo”, a medida que creció se mostraba como un magnífico ejemplar, heredando de su padre el magnifico porte de un Hannoveriano, su color o su capa como dicen los españoles era zaino oscuro, con reflejos dorados en algunas partes, tirando mucho a negro.

Un día estando en un concurso de salto en City Bell, me puse a conversar con el “Paisano”, quien vestía siempre con Bridges de montar verdes y botas marrones. Esta era la persona que más sabía de comprar y vender caballos, probablemente en el mundo; para no parecer exagerado, diré que la princesa Ana de Inglaterra que era la Presidente de la Federación Ecuestre Internacional, lo llamaba por teléfono y lo consultaba sobre cualquier tema relacionado con equitación.

Le dije que me quería comprar un caballo alemán, que iría a Alemania y en la Feria Mundial De Deportes Ecuestres de Essen, Alemania realizada en Essen Messengelade, intentaría elegir un gran potrillo de dos años; la feria se realiza cada dos años en los años impares: 01-03-05-07-09- La próxima es en marzo del 2009. En Equitana los visitantes pueden encontrar todo lo que posiblemente podrían desear en relación con caballos, desde caballos y accesorios del jinete, cercas, y establos completos, monturas, hasta equipos de entrenamientos, etc.

En Equitana lo principal son los caballos y mostrarlos, se presentan más de treinta razas a la venta, y se puede elegir el mejor potrillo de la raza o caballo que uno desee. La feria se especializa en vender a compradores internacionales y hacer todo para el envío.

Cuando le conté la idea que tenía, el “Paisano” que era una persona muy sensata me dijo: Mira aquí en la Argentina hay un criador de caballos que tiene un hijo de uno de los mejores caballos de Alemania, el padre es Raymond Z, y yo lo vendí a Méjico en una suma superior a los 100.000 dólares americanos, quiso el destino que Yayo que era el criador pasara en ese momento por donde estábamos con el Paisano y se parara a saludarlo, allí el “PAISA” le contó que Yo quería un caballo Alemán, entonces él me dijo que tenía varios potrillos para vender, incluso el que fue primer premio potrillos de dos años en la Rural.
Quedamos en que el próximo viernes yo iría a verlos en el Club Hípico Monte Grande, adonde los iba a traer desde la Rural.

Lo invité a ir a mi sobrino Fabián que sabe mucho de caballos, llegamos y Yayo ya nos estaba esperando en el club. Me mostró el campeón potrillo de la Rural, un alazán de porte importante y cabeza muy grande pero bonita, lo estuve mirando, era lindo pero no tenía algo que me enloqueciera y así se lo dije a Yayo, él me dijo que tenía el potrillo que salió segundo en la Rural, pero que no lo vendía, ese era el hijo de Raymond Z, lo sacó del box y salió relinchando porque habían yeguas en la pista y las vio u olio, cuándo lo vi, se paró medio estirado con su cuello arqueado, posición típica de él. Ese potrillo me impresionó como nunca antes lo había hecho otro caballo, le dije que ese sí me enloquecía y que si me lo vendía se lo compraba.

Él estaba en la posición de no venderlo porque era el único hijo de Raymond Z, que tenía y el primero que nació en la Argentina, pero yo estaba enloquecido con el caballo y le pregunté a Fabián si pagaría por el potrillo 10.000 dólares americanos. Fabián me dijo que sí, que los valía, entonces le hice una oferta singular a Yayo: Comprarle el 50% del potrillo por 5.000 dólares. Él se quedó sorprendido por la oferta ya que en la Rural le ofrecieron 1.000 dólares. Me dijo “el próximo domingo voy a La Plata al concurso por el Aniversario”.
¡Allí te contesto!

Cuando llegó el domingo, yo estuve temprano y fui a buscarlo, le pregunté qué decidió, entonces me dijo que aceptaba venderme la mitad y que lo tuviéramos a media, pero que el monto del 50% sería 7.500 dólares, ¡está bien pero te lo pago en diez cuotas!... le dije, y sin mediar discusión nos pusimos de acuerdo, para ello haríamos un contrato, de copropiedad y del manejo y gastos de cada uno. Nos pusimos de acuerdo que la doma del potrillo la contrataría Yayo a un domador conocido, la pagaríamos entre los dos, y luego Yayo personalmente le enseñaría a saltar.

Antes de pagar la primera cuota le hice hacer radiografías de todas las patas, las radiografías salieron bien salvo en una mano un pequeño sobrehueso causa de hacerlo saltar en la manga de potrillito de un año y medio, pero estaba bien y no lo afectaría en el futuro. También Yayo quiso que lo viera saltar en la manga, y lo probamos una tarde en la estancia de Brandsen. Ese día lo llevamos a la manga y empezamos a hacerlo saltar desde un metro de alto, para ir subiendo la altura de los palos hasta llegar a un metro y medio, era increíble cómo los pasaba volando, sin tocar. Tenía alas, sí me gustaba, con eso terminé de enloquecerme por ese caballo Jimbo24z.

El día que lo probábamos en la manga que estaba construida con tablas colocadas horizontalmente, dejando un espacio entre tablas de tres centímetros, vino el peón que lo cuidaba desde que era chiquito y puso los ojos entre el espacio libre de las tablas. Cuando en eso pasó Jimbo24z y vio parte de su cara y sus ojos, iba a toda velocidad para saltar el palo y se paró en seco cuando adivinó que estaba su cuidador, dio la vuelta y se paró a oler su cara contra las maderas, desde ese entonces me di cuenta que no sólo era hermoso sino que era cariñoso.

Hicimos el contrato, y pagué la primera cuota convenida, ya era dueño de la mitad de Jimbo24z, de acuerdo a las obligaciones yo pagaba la mantención en el club de Monte Grande, y Yayo lo entrenaba para saltar.

Era un caballo manso que se podía hacer cualquier cosa con él, no patearía ni haría nada extraño, pero resultó ser muy brioso montado, por esa razón después de hacerlo participar en concursos de salto le pusimos una profesora de adiestramiento, integrante del equipo argentino, con la finalidad que lo educara y le enseñara a obedecer a las ordenes de piernas y boca.

La profesora a los pocos días de tenerlo se dio cuenta que era un caballo súper inteligente y que podría concursar con buena participación en los juegos olímpicos de Winnipeg, que se harían en dos años, dándole tiempo para entrenar. Concursó en el Club Hípico Argentino, en primeras exigencias y el primer concurso les ganó a todos los caballos que en ese momento estaban en training para esa categoría, esto fue un estimulo para la profesora, quien nos propuso que ella se haría cargo del cuidado y entrenamiento de Jimbo24z.

Acordamos que ella tendría una participación en la propiedad del 33.33% igual que nosotros dos. Jimbo24z tenía tres personas que lo cuidaban, y se fue convirtiendo en un caballo espectacular que respondía a las expectativas centradas en él.

Jimbo estaba a pensión en una unidad militar de Palermo, allí la profesora lo entrenaba, y un día recibo una llamada por teléfono, temprano, la voz de Yayo que me dice que Jimbo está con un ataque de un cólico, que el veterinario le dijo que no tenía salvación y que sufriría mucho. Yo le dije: si la situación es tan grave que la decida el veterinario. Y si le tiene que poner una inyección que lo decida él.

Ese fue mi último contacto con Yayo a quien aprecio infinitamente, me cuesta hablarle y no lo he hecho en diez años, ni he vuelto a la estancia, el dolor por Jimbo24z se ha cerrado ya y estoy pensando en viajar a Brandsen a visitar a mi amigo Yayo.

Jorge Eduardo.
La Plata - Argentina



























N°19
HISTORIAS DE MI PLAZA: LA VUELTA AL PERRO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1954
Fecha de alta 14-07-2009

La plaza era el lugar de reunión de los habitantes del pueblo, hoy ciudad de Rivadavia. Tenía un diseño particular: Cuadrada, de una cuadra de cien metros por lado; los laterales de la plaza tenían una doble hilera de plátanos, de gran tamaño, que en época de primavera daban unas pelotas de dos centímetros de diámetro, eran unas inflorescencias que al llegar el verano maduraban y soltaban unos finos pelos desparramando polen al ambiente. (Algunas personas son alérgicas a estos pelos y al polen y le generan un grave problema, algunos además de sufrir de un permanente moquillo ven agravado sus afecciones de asma.)
Los árboles eran muy grandes y se juntaban en las copas, allí en el verano dormían infinidad de pájaros: Gorriones y palomas eran los más abundantes, pero habían otras clases de pájaros que hacían del lugar un verdadero zoológico de aves.
El día clave era el domingo a la tarde, si era verano y había sol mucho mejor para aprovechar la sombra, en el invierno los árboles perdían las hojas y favorecían la calidez del paseo; ese día salíamos a dar la vuelta al perro, no sé de dónde salió ese nombre, pero siempre decíamos a los amigos: ¿Vas a la vuelta al perro?, y en el pueblo, los domingos no había nada, a la tarde, más llamativo.
La vuelta al perro tenía sus reglas: Los varones dábamos vuelta a la izquierda al revés de las agujas de reloj y las mujeres a la derecha; de ese modo nos veíamos los chicos con las chicas, esas vueltas armaban parejas, muchas de ellas abuelos de este hermoso pueblo.

La vuelta al perro no era la única actividad que había en la plaza; en el espacio libre del centro, adonde se juntaban las diagonales, se reunían los músicos contratados por la municipalidad, siendo en realidad músicos que en su mayoría habían aprendido a tocar con sus colegas, pero sin ir a ninguna escuela.
Yo era amigo de uno de ellos, iba a su casa y jugaba con sus hijas mellizas. Cuando evoco mi pueblo siempre recuerdo la plaza y mis amigos que se reunían allí a dar la vuelta al perro.

Una historia que se contaba por aquellos tiempos, 1955, era la del Loco, un estupendo mecánico que preparaba para correr una “cafetera” (Ford T), cuando la tenía lista y para tomarle el tiempo, daba una vuelta a la plaza, esperaba un día de semana que no hubiera gente y salía a probar su “cafetera”; lo que pasaba era que un policía (que tenía la comisaría en la esquina de la plaza), lo veía, lo paraba y le decía:
…¡Tiene que pagar una multa!
…¿Cuánto es?
…¡Una vuelta diez pesos!
…¡Bueno tome veinte y me doy otra!

¡Eso lo cuentan y es muy probable que sea cierto!

Los 25 de mayo, siempre se hacía un acto del que participaban todas las escuelas del pueblo, recuerdo el año 1954: Cayó un fuerte nevada la noche anterior, dejando los árboles cubiertos de nieve y cuando terminamos el acto, después de romper filas, empezamos entre los alumnos de las diferente escuelas, una guerra de pelotas de nieve; a pesar que hacía mucho frío la guerra nos permitía entrar en calor, recién la terminamos cuando nos fuimos a comer.

Al salir de la escuela nos reuníamos en la plaza, que quedaba a media cuadra; la escuela de maestros tenía más mujeres que varones, muchos se relacionaban en la escuela y se reunían a la tardecita en la plaza; Nadie sabía cómo hacía el placero para tener todo el año los canteros con flores de cada temporada, la plaza era un dechado de armonía y belleza que todos disfrutábamos.

Jorge Eduardo
RIVADAVIA 1954
LA PLATA-2009




































N°20
JORGE MI AMIGO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976

Fecha de alta 11-09-2009

En el barrio hacia pocos días se había inaugurado un nuevo comercio. En su frente estaba escrito un nombre raro, para entonces: Pollajería. ¿Qué sería?, seguro que no era ni una verdulería ni una zapatería; mirar de afuera de nada servía, habían sólo heladeras y el producto estaba adentro. Me animé y entré a preguntar:
… ¿Qué vendían?:
…¡Pollos hombre!
… ¿Acaso no viste el cartel?...
Fue así que lo conocí a Jorge, el dueño de este singular negocio. El primero que se instaló en el ejido de la ciudad y él fue el primer “Pollajero”.
Como siempre, cuando surge un negocio nuevo, muchos se copian la idea, las nuevas pollajerías salieron por doquier y con ellas los pollajeros. Mi casa quedaba justo enfrente y a medida que nos hacíamos clientes, nos convertíamos en amigos: Jorge tenía la pollajería cuidada con todo esmero; brillaba, limpia por todas partes, no había olor a nada.
La bondad de Jorge pronto se conoció en el barrio, él siempre estaba dispuesto; los más pobres recibían gratis los elementos que él vendía más baratos como: alitas y menudos. Cuando nació nuestra última hija, fue sietemesina, y debíamos controlar su peso una vez por semana. La única balanza electrónica que había cerca era la de Jorge, quien la pesaba todas las semanas. Su peso inicial de 2300gr. aumentó hasta él límite de la balanza.
Por aquel tiempo apareció Jorge con su hijo: Leo. Un rubiecito chiquito y hermoso. Ambos crecerían y a Leo no lo vi más hasta que lo “conocí” de grande; cuando ya era casi un ingeniero; ella se casó y se fue del pueblo.
Los días de invierno o de lluvia, yo le pegaba un grito por la ventana: … ¡Jorge…tráeme un pollo! Y él al rato se aparecía en mi puerta con lo pedido.
Las milanesas que él hace son las mejores que existen, no tiene rival, ni ningún pollajero las hace igual.
Un día Jorge se apareció con un invento “chorizos de pollos”, fue sorprendente, eran verdaderamente ricos y los llevaban muchos clientes; no sé por qué un día decidió que no era negocio y no los vendió más; nos quedamos afligidos, ya que era muy difícil encontrar un lugar donde los hicieran… ¡tan ricos!
Siempre le digo a Jorge que con todo lo que le compré, durante 33 años podría comprarme un auto; la cuenta es muy sencilla, son 396 meses, en casa éramos seis hasta hace poco, a un promedio mínimo de 200 $ /mes. En todo ese tiempo gaste: 79200$... ¿Que auto elijo?
Pero ahora me tomo el desquite, cuando plata no tengo le compro “fiado” porque tengo crédito. Es que pasé de ser un ingeniero bien remunerado a ser un jubilado, con el sueldo ajustado; “Por la ley de trampas”. Jorge no es mi Pollajero es MI AMIGO.

Jorge Eduardo-La Plata-2009


N°21
EL VECTRA OPEL MODELO 94

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 07-11-2008

Como yo tenía el auto BMW525 en Junín, en la casa de la Plata se quedaron de a pie y decidí comprar un auto nuevo, tenía decidido que sería un auto importado, todavía no sabía cuál, pero no sería un argentino, la experiencia que tuve con el BMW525 la quería repetir y probable que comprara un auto alemán, el único auto que compré nuevo anteriormente fue el Falcón 221, con caja de tercera y todavía me quedaba el mal recuerdo.

Un sábado que vine a La Plata empecé a recorrer las concesionarias de venta de autos nuevos, empecé por la de Opel que recién había abierto; vendía un Vectra Alemán con motor de 2000 centímetros cúbicos, el auto era sobrio y tenía muchos adelantos sobre lo que yo conocía, lo hice arrancar sin sacarlo del negocio, se sentía un motor poderoso y silencioso, me gustó y el precio era en ese momento interesante: 28000 dólares.

Luego fui a la concesionaria de Subaru que estaba en la calle principal, frente a mi casa, a media cuadra. Por esa época había salido el Subaru Impresa, que a simple vista semejaba un auto del futuro, tenía unas líneas modernas y era muy fachero, deportivo; al probar el arranque no lo sentí bien, daba dos o tres vueltas: rum rum rum y arrancaba; no me gustó, pero el vendedor, en ese momento, no me dijo que lo que hacía la computadora era ponerlo a punto y recién arrancaba; estaba perfecto pero al que no sabía le sonaba mal. El precio del Subaru era de 34000 dólares, realmente era un auto hermoso pero me confundió el hecho de que no arrancaba bien.

Me fui a la Toyota, tenía un Sedan y una Coupé muy lindos, el precio 48000 dólares la Coupé que era la que me gustó, pero era mucho y decidí volver a ver al Vectra.

Cuando volví le pedí que lo probáramos, me resultó fantástico, y allí nomás hicimos los papeles, me tomó todos los datos e hicimos con el banco City una financiación de 10000 dólares, una línea para profesionales que con un recibo de sueldo me la dieron. A la semana siguiente fui al banco a firmar los trámites que había hecho el agenciero, firmé los papeles, y quedé a la espera.

El 12 de noviembre se apareció, en Junín, Estela con Pablo y Claudio y el auto nuevo, era el día de mi cumpleaños que lo festejé con ellos; a la vuelta se vinieron con el BMW525, al que tendríamos un tiempo pero no lo usé más.

El Vectra era un Opel fantástico, corría a 230 kilómetros por hora, pero a esa velocidad no se lo podía andar en las rutas. Cuando vendí el BMW525, y a pesar de que tenía un auto excelente, lo extrañaba, fueron doce años que me llevó por todas partes y casi nunca se rompió.

Jorge Eduardo-La Plata - Buenos Aires - Argentina



N°22
LOS DÍAS DE TRABAJO, FINAL DE LA UNIVERSIDAD


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1970
Fecha de alta 13-01-2008

Los días de trabajo. Final de la universidad: Finalmente todo llega a su fin y el 30 de octubre de 1967, me recibí de ingeniero.

La Nona de Estela, Herminia, estaba más contenta que yo, ya no me aguantaría todos los días en su casa y me iría a trabajar para luego casarme.

No obstante haber terminado me quedé en Santa Fe hasta el mes de febrero que empecé a trabajar en Petrosur, en Campana.

Un poco antes de que me llamaran de Petrosur hice los trámites para ir a Canadá, junto con el Flaco. Le dije a Mediavilla que si no le daba el empleo al Flaco yo me iría con él a Canadá, finalmente nos dieron empleo en Campana y nos quedamos para siempre, empezando desde allí a recorrer diferentes lugares de trabajo.

Petrosur fue un excelente lugar de trabajo, una petroquímica con todos los adelantos tecnológicos para la época; ahí tuve varios amigos, con algunos salíamos de farra y con otros éramos amigos de su familia. Los más frecuentados fueron Koko, el Flaco, Iperico, los dos Gatti, el Tucumano, Pocho Garcés y uno de San Lorenzo.

También hicimos algunas amigas, chicas simpáticas y que fueron buenas compañeras de farras. Entre ellas contamos a Mari, Evelia, Tessi, Marisa, la morocha pelo muy largo (enfermera), y la Plástica.

Salíamos a bailar por los pueblos de los alrededores, en Zarate y Campana, algunas veces salíamos con chicas de Zarate, entre ellas la Plástica (morocha muy linda), Tessi, Marisa.; ó chicas de Campana Evelia, Mari.

Una navidad fuimos a la casa de Gattí, festejábamos con todo y se nos soltó la chaveta, en medio de la fiesta empezamos a tirar desde la parte alta de la casa sifones de soda de vidrio, contra un patio de cemento. Explotaban como bombas y los vecinos vinieron a ver qué pasaba, lo más que pasaba era el vino que habíamos tomado.

De la casa fuimos al Club de Regatas de Zarate, donde teníamos una lancha y éramos socios. Para poder entrar tuvimos que disimular la borrachera, sino no dejaban entrar.

Esa noche hicimos toda clase de locuras, bailamos en el trampolín sobre el rió Paraná, acción muy riesgosa (para mí) ya que no sabia nadar en el río y era profundo y correntoso. También bailamos arriba de las mesas, hasta que del club nos echaron y fuimos a casa.

Teníamos un sólo disco con un tocadiscos Winco nuevo, el disco era de Pepito Pérez: “Faltan cinco para las doce”. Tocamos el disco hasta el amanecer y la fiesta se acabó a las cinco de la mañana.

El plan de casamiento:
La separación de Estela, ocurrió porque yo salía con las otras chicas; indefectiblemente iba a ocurrir, pero no duró demasiado. Un día nos encontramos en Buenos Aires y era tan linda, quise volver, ella no me dio bola y me dijo: Sólo cuando quieras casarte y dejar este tipo de vida volveré con vos.

Habían pasado unos meses y una noche decido llamarla desde la fábrica, estuvimos hablando desde las doce de la noche hasta las seis de la mañana. Finalmente arreglamos que la iría a ver y hablaríamos del casamiento.
(La llamada me salió el equivalente de dos sueldos y los pagué años después).
Cuando volvimos a encontrarnos en Santa Fe, empezamos a planear el casamiento, decidimos que nos comprometeríamos en Mendoza y fuimos con la mamá de Estela y la tía Eva. Nos comprometimos en la iglesia San Isidro Labrador, en julio de 1970, y fijamos fecha para la boda: el 8 de octubre de 1970.

El casamiento tuvo pocos invitados: Koko, el Flaco, Eugenio (el cura), María Esther, Susana, los tíos que vivían en la casa de Estela, mi mamá y mi hermana.
Nos fuimos de viaje a las cataratas del Iguazú, fuimos por el camino que va de Santa Fe a Misiones por la orilla del Paraná, nos quedamos en el pueblo de La Paz en Entre Ríos.
El Hotel era muy modesto, tanto que no tenía baño privado, lo que disgustó mucho a Estela. En el Hotel tenían unos cachorros de gatos montes que eran muy lindos, se dejaban acariciar y comían lo que le dábamos en la mano.
Llegamos a Puerto Iguazú, conseguimos el último lugar en la única pensión barata que había en Puerto Iguazú. Al día siguiente fuimos a las cataratas, caminamos por las pasarelas que en esa época no estaban muy bien cuidadas, llegamos hasta la garganta del diablo y vimos unos nidos de boyeros que colgaban, muy bonitos.
Al día siguiente hicimos una excursión que nos llevó hasta la triple frontera y nos quedamos a comer del lado de Brasil, después de haber ido a ver las cataratas del lado brasileño. Allí conocimos a una pareja de Buenos Aires que cumplía cincuenta años de la luna de miel, nos vinimos juntos a la vuelta, por el camino, peligroso, del límite con Brasil en plena selva.
Encontramos animales salvajes como pequeños ciervos, cacatúas, loros de diversa especies, tucanes, y al comienzo del viaje cerca del hotel Cataratas un hermoso ejemplar de Charata que se parece mucho a un pavo negro.

Después de ocupar varios cargos (Jefe de turno, Ingeniero de proceso y Jefe de ingeniería) en los ocho años que estuve trabajando en Petrosur, y con la familia casi numerosa, decido irme al Consejo Federal de Inversiones.
Ya estaban Pablo y Mariela… Pablo nació el 16 de junio de 1971, Mariela nació el 20 de mayo de 1973, mientras trabajaba en Petrosur, en el sanatorio de Campana.

CFI:
El CFI fue como un alo de frescura, empecé a trabajar en consultoría, mi primer trabajo fue la construcción de un frigorífico en General Acha La Pampa, con la selección de las empresas que se postularían para hacer la ingeniería.

Me hice muy amigo de mi jefe. Tanto, que cuando nació mi tercer hijo, Diego, el 8 de junio de 1975, Gustavo Miranda Gallino fue el padrino.
El nacimiento de Diego tuvo muchas dificultades, nació por cesárea, unos vecinos llevaron a Estela hasta el sanatorio y el vecino firmó la orden para hacerle la cesárea.

En aquella época, el Flaco puso una fábrica de cobre electrolítico, alambres de cobre, pidió un crédito de un millón de dólares, para PYMES y luego tuvo que entregarle la fabrica a los socios después de haber hecho todo el desarrollo técnico.

En el CFI trabajé a gusto un año y medio, pero cuando vino el golpe militar del 76 decidí cambiarme y justo salió un aviso para Ipako que era una petroquímica muy conocida.
Mi último trabajo en el CFI, lo hice después del golpe militar, mi jefe preocupado por una Exposición de Artesanías Argentinas, que se había armado en España en las Galerías Preciados de Madrid, con representación de todas las provincias, me envió a San Juan, Mendoza y San Luís.
Yo llegué a Mendoza dos días después del golpe. El mismo día que a la noche Martínez de Oz, dijo el discurso, me entrevisté con el militar Ministro de Economía, que era de quien dependía la recolección de las artesanías, me dijo que todo estaba en orden y que no me preocupara, que todo llegaría de la forma pactada: Cantidad y fecha y así fue. El camión llegó con artesanías de cuero trenzado que eran una belleza.
Me fui acostumbrando a ver sobre el escritorio la gorra de fajina del militar de la fuerza aérea en Mendoza, con una ametralladora sobre la mesa.
En San Juan también llegué a la oficina del Ministro de Economía, gorra de fajina y ametralladora sobre la mesa, sin dejar el revolver al cinto, igual que los otros militares, este estuvo más rudo, me dijo: “Vea, aquí se robaron todo”-, - la hermana del gobernador -que era la que manejó los cheques en la Casa de la Provincia. Yo, me dijo, hablé con el artesano y no le pagaron nada, pero si le pagan adelantado está dispuesto a hacerlo en veinte días y mandar los odres y otras artesanías a Buenos Aires.
Esa misma mañana fui a ver al artesano y quedé en pedirle a Buenos Aires, un nuevo pago, ya que el otro lo había robado la directora de la casa de San Juan. Me mandaron un giro telegráfico por $ 3500, era poca plata para robar pero ella había decidido robársela y dejar mal a su país, que estaba pagando las artesanías con el dinero que enviaron desde España.
El camión de San Juan era enorme porque las artesanías eran livianas pero de gran volumen, cacharros de barro que ocupaban un gran espacio. Los odres que usaron los griegos para poner el vino, fueron reproducidos con gran calidad artesanal.

Mi tercera entrevista fue con el Secretario de minería de San Luís (un rengo), quien era el encargado de enviar artesanías de Ónix, allí también se lo habían robado, pero quién firmó el recibo del dinero entregado fue el Secretario y al no darme ninguna explicación de lo que pasaba, fui directamente a la oficina del gobernador y le expliqué que este individuo tenía el dinero para pagar y le mostré el recibo y que las artesanías debían llegar en veinte días a Buenos Aires.

El gobernador me quiso mandar con el “rengo” a visitar los artesanos, pero le mentí diciéndole que tenía que salir para otra provincia en forma urgente, el rengo salió el día siguiente y pagó de algún modo, era domingo y yo tomé un milagroso avión para Buenos Aires desde San Luís.

El proyecto de las artesanías se cumplió perfectamente, el último camión que llegó fue el de San Luís, enviado por el rengo, pero las artesanías: Las piezas de ónix eran unas hermosas piezas con diseños muy lindos.

El golpe militar del 76 fue tremendo, mataron gente que no tenía nada que ver con la guerrilla, así fue como la mataron a la negrita Ferrer. Hermana del famoso Aldo Ferrer. La noche que la secuestraron ella hizo una reunión para despedir a Pereyra que se iba a Venezuela, todo lo que le imputaron fue que tenía en su libreta de direcciones, el teléfono de uno de los muchachos que mataron en Trelew y había sido novio de ella y ella figuraba en la libreta de él.
Hacía tiempo que no se habían visto más, pero la muerte los unió a los dos, como Dios hubiese querido: En el cielo. Yo no fui a la reunión porque era muy tarde y debía llegar a Campana.
Teníamos amigos en contacto con Aldo Ferrer pero no pudo o no quiso hacer nada por salvarla. Tampoco pudieron otros amigos que conocían generales.
También supimos que probablemente la tiraron de un avión sobre el río de La Plata.
La negrita no era una chica cualquiera del consejo, era la secretaria del director, y gozaba del cariño de toda la institución.

Los amigos del CFI eran: Gustavo (mi jefe. Falleció y me enteré muchos años después que deje el CFI), Chicho y Pocho, ellos fueron los más cercanos a mí. A Pepe le agradecí haberme permitido ingresar. También tuve otros amigos, el negro Otero, Tranier (el contador), Baggley, Bonanni, Russelli algunas chicas y otros más.

IPAKO:
Después del golpe militar me fui a Ipako, una gran empresa que ya cerró su actividad comercial, se vendió en Bahía Blanca y vendió Petrokem en Ensenada, donde yo trabajé para la presentación a la Secretaría de Desarrollo Industrial, para la autorización de su construcción.

La Plata después del golpe fue un infierno, muertos por todos los caminos vecinales, por el parque junto al zoológico, también los centros de reclusión y los destacamentos como el que mató a Bru. La mala policía no tenía moral y habían adoptado todos los malos hábitos de los militares, tampoco la iglesia con el arzobispo a la cabeza, Monseñor Plaza y también el cura Von Wuernich.

Otro represor fue el General Camps, quien llegó a dar conferencias sobre el ínclito general Moscóni, y fue el jefe de la policía de Buenos Aires, junto con Echecolazt y el médico de los centros de detención, se robaron muchos recién nacidos y le quitaron la vida a sus padres.

El día del golpe el Profesor Pereyra, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de La Plata, me dijo que se iba a Venezuela, pero me trajo hasta La Plata porque yo le comenté que me venía a Ipako.

En esos días estábamos muy confundidos, no sabíamos que pasaría y unos amigos Pocho Garcés y la señora diputada, se fueron a España. Yo los llevé a Ezeiza cuando se fueron.

Muchos años después volvieron y tratamos de hacer estudios sobre tratamientos ecológicos, pero no anduvo. Se volvieron a ir porque ya no se acostumbraron a la Argentina de las crisis y los malos ingresos.

España esta mejor y pensar que Argentina, les llenó la panza a los gallegos olvidadizos e ingratos, y que ahora no quieren sudamericanos (“sudacas”, como los llaman peyorativamente).

Los japoneses también se mataron el hambre después de la guerra y no se olvidaron de la Argentina, pero Japón por su idioma no es plaza para sudamericanos. Sin embargo los japoneses como síntoma de recuerdo y agradecimiento a la Argentina, cantan y bailan el dos por cuatro, escuchan a Troilo, D’Arienzo, Canaro, Piázola y todos los grandes que lleguen a su reproductor.

Mientras estuve en Ipako pasé muy bien con amigos y amigas que fueron receptivos y me dieron lugar en su sociedad, Alberto, Mario, Niria, Sábato, el Gerente General Anello, Tesoriero y muchos más, para incluirlos en una lista.

Durante un tiempo viví sin la familia en un hotel, después vinieron todos, y aquí nació Yanina, el 21 de julio de 1978.

Los primeros meses, los militares tenían espías por todas partes y yo como tenía que salir de noche a comer me seguían para saber lo que hacía, hasta que un día uno me paró y me dijo que no saliera más de noche porque era peligroso. Después de cerciorarse que yo sólo salía a comer, no me detuvieron pero ante la menor duda te llevaban detenido en averiguación y así desparecieron muchos inocentes.

Mientras estaba en Ipako, una empresa de servicios, tratamiento de agua, invitó al Gerente a un congreso sobre toda clase de servicios auxiliares, que su empresa ofrecía en Brasil. El Gerente no pudo ir y me ofreció a mí que fuera. Tuve dos días para preparar el viaje y este fue mi primer viaje a Sao Paulo.

Para el viaje me dieron una cantidad grande de dinero que no debía rendir y lo podía gastar a mi antojo. Me dieron dólares y en Brasil rendía como en los años que en la Argentina los dólares se cambiaban por muchos pesos y todo resultaba muy barato al cambio.

Fui desde la Argentina con el dueño argentino de la empresa y allá en Brasil nos recibió el socio brasilero. El congreso resultó un éxito, expusieron expertos en cada tema, y al terminar los temas dedicaron algunos días a la parte social.
Lo más destacado fueron los viajes a la playa de Santos: Guaruja fue mi primera vez que entré al mar, nunca había estado en el mar y me resultó fascinante; también se destacó la Cena de Despedida en la casa, departamento duplex del dueño brasilero.
Era un edificio magnifico y los dos últimos pisos pertenecían al dueño de la empresa, tenía en la terraza una pileta de natación. La fiesta estuvo muy bien organizada y fuimos invitados una gran cantidad de participantes, en su mayoría pertenecientes a empresas argentinas.
Yo estuve un rato largo conversando con la dueña de casa que asombrosamente estaba muy en tema de lo que se había dado en las conferencias, me había contado que era psicóloga y que había escrito muchos libros de la especialidad, pero yo me asombraba de lo que sabía de tratamiento de agua y temas relativos a la Empresa. Grande fue mi sorpresa, cuando me confirmó que antes de ser psicóloga se había recibido de ingeniera química.

En la mitad de la charla apareció un ingeniero argentino, con cara de baboso y borracho, sin que mediara ningún trato previo se coló en la conversación y la derivó para el lado de avanzarse a la mujer, esto me produjo gran indignación y logré que se fuera como había venido sin darle importancia ni participar de su estúpida conversación de borracho.
La fiesta terminó tarde y junto con otro amigo de Ipako nos fuimos para el hotel, cuando salimos nos dimos cuenta que estábamos perdidos, en eso vimos un hombre grande de edad, rubio, que nos inspiró confianza. Le preguntamos dónde quedaba el hotel (el más pituco de Sao Paulo), allí se había hospedado el esposo de la reina de Inglaterra: Felipe.
El hombre era muy amable y nos contestó en castellano al mal portugués que nosotros usábamos para comunicarnos, a poco tiempo de conversar el hombre nos dijo después de lo que voy hacer ustedes se darán cuenta quien soy.
No sé cómo ni porqué tuvimos confianza para darle un billete de quinientos cruzeiros con los que iba a hacer una magia; resultó ser un brillante mago que en medio de la noche nos deslumbró con un excepcional truco, que nos paralizó y nos quitó confianza mientras lo hacía: Dobló el billete cuatro veces y quedó reducido a un cuadradito pequeño, y fue cortando el billete con sus manos por cada uno de los pliegues, hasta que llegó al último y el billete era un bollito todo cortado, lo sopló, tiró de la punta de un papel y apareció un billete entero que nos lo devolvió.
- Yo soy el mago mágico Tiany, estuve en la Argentina hasta que los militares del proceso, en Tucumán me raptaron a mi hijo y me pidieron un rescate cuantioso. Lo pagué y al otro día me retiré con todas mis pertenencias y no he vuelto ni lo haré mientras estén los militares en el poder. Me gusta mucho la Argentina, la gente es especial para el tipo de circo mágico que yo hago, por eso se que un día voy a volver a trabajar allí.
Muchos años después fui a verlo en Mar del Plata, allí transformó una hermosa chica morocha en una pantera negra sin posibilidad de que no fuera eso. Conversamos un largo rato y recordaba el encuentro de Sao Paulo.

El hotel en Sao Paulo, como todo Sao Paulo, estaba edificado sobre un morro que era uno de los más altos de la ciudad. El primer día al llegar allí, salimos a conocer los alrededores y como cualquier argentino lo primero que hicimos fue dar una vuelta a la manzana, pero, oh sorpresa, cuando terminamos supuestamente de dar la vuelta estábamos en otro lado, habíamos descendido por el morro ya que no era plano, nos tuvieron que explicar como volver.
Como el dinero que llevé me sobraba, una tarde organicé una picada con cervezas en el hotel para todos los argentinos que residían allí, quedé impactado por lo barato que me salió la invitación. Lo que no pude superar fue el olor del aceite de soja que se utilizaba para todas las comidas, así que después de devolver un pituco plato de pollo a la strogonoff, hablé con el mozo para que no me cocinaran nada con aceite y sí con manteca, lo que me resultó muy apreciado.
En esa época era muy difícil ir con pesos argentinos y lograr que te los cambiaran mucho mas, no había nadie dispuesto a hacerlo y si te cambiaban era tan desfavorable el cambio que perdías un porcentaje importante.

Una noche caminaba inconcientemente por la ciudad y llegué hasta donde construían el primer subterráneo de Sao Paulo, allí encontré uno de los grandes males, de una ciudad inmensa con grandes focos de pobreza: la gente más miserable durmiendo en los pozos que hacían a pico y pala para construir el túnel, a cielo abierto.

Mientras viví solo en La Plata, me iba los viernes con el ingeniero Anello hasta Buenos Aires y de allí en ómnibus a Campana.
En Ipako estuve 2 años solamente pero guardé siempre un gran recuerdo de todos ellos.

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.















































N°23
MI TÍO HUGO, INGENIERO, CAZADOR Y PESCADOR
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1947
Fecha de alta 27-01-2008

Parece mentira que hayan pasado sesenta y un años desde el día que mi tío Hugo regresó de Córdoba con mi tía Blanca. Yo tenia seis años, recuerdo el momento que fuimos a encontrarlos “al pie” del primer cuartel de uvas frente a la casa de la nona Luisa.(“se dice cabecera por donde entra el agua y pie por donde sale”)
Hugo me dijo con mucho cariño “te presento a tu tía Blanca”; desde que estudiaba ingeniería Civil en Córdoba viajaba a Mendoza una vez por año y para mí era una fiesta su llegada, ya que desde muy chiquito salía a cazar con él, toda clase de bichos y eso fue algo que formó parte de mi infancia: Ir a cazar. Volvimos en la Voituré que era un antiguo vehículo muy pintoresco y útil, se podía meter por cualquier huella de arena sin problemas.
La tía Blanca se sorprendió con mi actitud, y quiso ganarse mi confianza, Hugo se dio cuenta que algo no funcionaba y me preguntó -¿te gusta la tía? -¡No, no me gusta! -¿Por qué?
Y Yo le contesté -¡Es tan compadrita, y habla tan finito!
La tía fue mi tía preferida, era muy compañera de mi Tío Hugo y salía con nosotros de viajes de cacería, aunque ella no cazaba se integraba perfectamente a las excursiones que hacíamos a la provincia de San Luis, donde si se dedicaba a pescar pejerreyes en los lagos artificiales.
Tuvieron un bebe, una nena que heredó los ojos y el pelo de la nona Luisa, era rubia con dos ojazos azules que le significó ser cuando grande una hermosa mujer igual que la nona Luisa, su abuela.
Hugo me enseñó todo lo que aprendí de cacerías, aprendí a cazar palomitas torcazas de noche en los dormideros, íbamos con un rifle 22 largo; con una linterna buscábamos entre las ramas de los siempre verdes, cuando encontrábamos un dormidero de una bandada, cazábamos cuatro ó cinco palomitas de un sólo saque, al final de la noche cazábamos quince ó veinte y las comíamos como “polenta con pajaritos”.
También aprendí a cazar patos en las lagunas, martinetas y perdices en el campo.
Hugo era tirador profesional, había ganado el campeonato argentino de tiro al platillo, y el campeonato vendimia de platillo. La copa que ganó en ese campeonato vendimia la conservo yo como un imborrable recuerdo de este tío que tanto amé.
Hugo ganó en su trayectoria de tirador deportivo, infinidad de trofeos, sobresaliendo los campeonatos vendimia ya que eran en Mendoza y siempre se presentaba a concursar, también ganó en San Juan, Córdoba, Buenos Aires. Fue campeón Argentino de tiro con fusil, su destreza con las armas fue heredada del nono Lorenzo quien lo hacía muy bien con pistola y escopeta y era un hombre grande y todavía tiraba muy bien.
Nunca aprendí a cazar al nivel del profesor que tuve, pero si bien fui un mal tirador tenía mucho entusiasmo y no me perdía ningún viaje a las provincias vecinas como Córdoba y San Luis.
Hugo estudió ingeniería Civil y se recibió primero de Agrimensor, quedándole dos materias para terminar su carrera de Ingeniería Civil, trabajó haciendo mensuras de los campos desérticos y salvajes de Mendoza, para eso le sirvió su jeep, para meterse por las huellas de arena, aprovechó esas excursiones también para cazar martinetas copetonas típicas de los campos de Mendoza.

Hugo, además de un excelente cazador fue un destacado pescador y cuando en la Argentina no se pescaba con mosca él construía sus propias moscas y pescaba truchas en La Laguna Del Diamante en plena cordillera de los Andes. Las moscas las construía con plumas de colas de gallos, con hilos de cobre y anzuelos pata larga. Además construía sus propias cucharas, cuando los señuelos no eran comercializados, las cucharitas eran de bronce pulido y luego marcado dándole la forma de cucharita. Hugo cocinaba los animales que capturaba y las truchas arco iris de la montaña eran riquísimas, preparadas “ahumadas”.

A pesar que era un cazador empedernido, habían especies que decía que no se debían cazar, así por ejemplo él no cazaba guanacos puesto que decía que eran animales muy bellos y si se los cazaba se extinguirían. En sus viajes a La Laguna Del Diamante encontraba rebaños de hasta 500 animales; en los valles de la alta montaña, también encontró cientos de guanacos muertos en el faldeo de los cerros, hizo averiguaciones y los habían matado unos militares desde un helicóptero. Fue al Diario, y los denunció, apareciendo una nota con fotos de los guanacos muertos, generando replicas airadas de la población y debiendo el ejército pedir disculpas por matar animales salvajes en riesgo de extinción.

Paisanos del lugar fueron testigos de la matanza y aprovecharon algo del mucho daño que hicieron, pero sin embargo muchos guanacos se perdieron, tanto su carne como su cuero.

Hugo hacía accesorios para sus propias escopetas y así a una escopeta de caños superpuestos muy valiosa, le construyó una hermosa culata de raíz de nogal, la talló a mano y le dio la forma y el “debíase” apropiado a su cuerpo, cuando la colocó en el arma no se sabía si era la original o la hecha a mano. Estaba lustrada a muñeca y brillaba de una manera increíble resaltando las vetas de la raíz de nogal.

Hasta los 15 años anduve cazando y pescando con él, cuando me fui a la universidad dejé de cazar para siempre, pero cuando venía de San Juan o Santa Fe, a mi casa de campamentos, iba a Rivadavia a visitarlo, me recibí de ingeniero Químico y me fui a trabajar a Campana y seguí yendo cada tanto. Me casé, nacieron mis hijos y allí estábamos con mi tío que poco a poco se ponía más viejo.

Hubiese querido que mis nietos lo conocieran, pero cuando nacieron él ya estaba mal y los nietos se cambiaron a otros países (Uruguay y Costa Rica).
Yo ahora les cuento algunas de las anécdotas del tío Hugo, las que me divertían cuando era chico: Colgábamos botellas llenas de arena con un piolín de esos blancos que se usaban para atar paquetes, a una altura de tres metros y diez centímetros una de otra; mi tío empezaba por la de la izquierda cortando el piolín y cuando la botella caía rompiéndola, para seguir en serie haciendo lo mismo con las otras dos botellas, todo a una velocidad increíble, con su rifle 22 de repetición.
Otra de las demostraciones de habilidad y destreza, consistía en tirar una moneda para arriba y él le pegaba en el aire, con la repetición de varias series sin errar un sólo tiro. Esto lo hacía con su rifle 22.
Profesionalmente tiraba con revolver en un polígono lo que se conoce “tiro a la silueta” esta era una destreza para la que se usaba una pistola automática.
Cuando grande perdió la vista a un nivel que apenas si le permitía deambular, pero él siguió cazando como cuando era más joven. Les tiraba a las perdices guiándose por el ruido de sus alas al volar. Cuando ya no pudo cazar más, iba al campo con su perro para oír el vuelo de las martinetas o de las perdices, aunque ya no cazara, disfrutaba del campo y los animales; de viejo se volvió ecólogo.
Un día se fue, dejó a su única hija pocas cosas de las infinitas que tuvo; cientos de cañas de diferentes épocas, fusiles magnum, escopetas, botes de pesca, pistolas y revólveres, y muchos trofeos, su camioneta Estanciera doble tracción, además de su avioncito Air Coupé se perdieron al final de su vida. Su último perro se le adelantó a ver si adonde iban habían perdices.
Hugo tu sobrino Jorge recuerda las cacerías que hicimos, los viajes en el avioncito y tu destreza, desea que andes por los campos cubiertos de estrellas, admirando el cielo auque ya tu instinto de cazador se haya dormido.

Jorge Eduardo
Campamentos- Rivadavia- Mendoza.








































N°24-
El BMW 525

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1983
Fecha de alta 30-10-2008

Cuando mi suegra se enfermó en Santa Fe, yo fui a buscarla para traerla a La Plata. Había comprado un auto Ford Falcón 221 color “oro inca” (amarillo oro), era el único que había para entrega inmediata en la concesionaria y tenía caja de tercera. Cuando fui a Santa Fe, sólo lo había usado dos mil kilómetros, lo había asentado y había ido de vacaciones a las sierras de Córdoba.
Era un auto que tenía mucha fuerza pero… ¡tenía caja de tercera! Al principio no me di cuenta…lo que era esto. ¡Era insoportable!… ¡De lento! No corría (a fondo) ni a ciento veinte kilómetros por hora, y lo común era ir a cien-ciento cinco, kilómetros por hora, velocidad a la que el motor sonaba como aceptable.
Como lo había usado en la sierra no tuve necesidad de ir rápido, era muy bueno para trepar… ¡era un burro! Nada lo detenía, ni la subida más abrupta, ni un arroyo, ninguna colina sin caminos. En ese sentido era ideal.
Pero cuando quise venir de Santa Fe, rápido, me encontré con que no aceleraba en forma normal más de ciento diez kilómetros por hora. Me puse violento contra el comportamiento del auto que además se deslizaba de cola si entraba fuerte a una curva; entonces dije por el camino:
¡Llego y lo cambio por otro!… ¡aunque esté nuevo!… ¡Aunque tenga dos mil kilómetros de uso!
Y así fue que llegamos a las tres de la tarde, la interné donde tenía previsto, y de allí me fui a una concesionaria de calle 13, y empezamos con Estela, a elegir el nuevo auto; el Ford era modelo 1982; nos gustó y elegimos un Renault 18, full, modelo 1982, tenía una diferencia con el Falcón de 1000 dólares, el valor del falcón era de 5000 dólares.

Hablamos de la parte financiera, yo le entregaba el Falcón y los 1000 dólares en diciembre, unos ochenta días después. Quedamos en volver temprano al otro día para probarlo y firmar los papeles que fuese necesario. Cuando nos íbamos le digo a Estela:
… ¡Lindo el auto!… ¡caja de quinta!… ¡aire acondicionado y levanta vidrios!… ¿Te gusta?
A lo que ella me contestó… ¡Si!… ¡Pero me gusta más el que está al lado!
Yo no había prestado mucha atención a ese auto, porque era “importado”, corría 1983 y el auto era un BMW 525 y en esa época costaba conseguir los repuestos de los autos importados, era de color gris metalizado, un auto hermoso; ganó en 1980, el premio del Auto del Año; pertenecía a la señora del dueño de la concesionaria; lo vendía porque quería comprarse una rural nueva Peugeot 505, que recién salía y era muy grande, ideal para su familia.
Entonces le dije a Estela… ¡Pero es un auto “importado”!… ¡y será muy caro!
El hombre me escuchó y dijo… ¡No este es más barato que el otro!
…¡No puede ser! Dije
Y me dijo:
… ¡Cuesta 1000 dólares menos!
Era justo el valor del Ford, tenía 70000 kilómetros y de pintura estaba flamante.
Cuando abrió la puerta, vi el tapizado, nuevo y olor a limpio, la palanca de cambio al piso y automático, los asientos con apoya cabezas y reclinables del todo, la radio con pasa casetes, levanta vidrios automático, calefacción regulable y un montón de chiches.

Decidí venir a verlo con un mecánico por la desconfianza a lo “importado”. Al otro día vinimos tres: un mecánico, un amigo que sabía mucho de autos y yo
Llegamos, y el dueño lo sacó afuera, salimos por la calle 13 hasta la avenida Centenario, cuando el auto calentó lo puso en cambio manual y empezó a correr entre una cuadra y otra con semáforos, frenando con los frenos a disco de una manera increíble; al llegar al camino Centenario, puso la caja en cambio automático y lo aceleró a fondo, los cambios fueron entrando a medida que la velocidad subía, hasta llegar a ciento ochenta kilómetros por hora; el auto tenía un equilibrio perfecto, no vibraba, frenaba y salía a toda velocidad.
Volvimos y sólo hicimos las transferencias de los dos autos, que fueron valuados en 5000 dólares, en esa época en La Plata sólo había dos autos BMW 525, Modelo 1979. Eran tan pocos que la concesionaria oficial había cerrado y había apenas un representante, pero particular, que cuando le llevabas el auto te cobraba muy caro, así lo empecé a llevar a un taller de un ingeniero que me lo atendió los doce años que lo tuve.

Con el BMW525 viví gran parte de mi vida, lo tuve desde 1983 hasta el año 1995, fueron doce años en los que sucedieron muchas de las cosas importantes de mi vida. Crié a mis hijos, los varones manejaban en él como si fuera un auto de rally, de carrera; desde los diez años manejaban en el Parque Pereyra Iraola, Diego era el más audaz y cuando tenía catorce años lo hacía doblar frenando y hacia trompos.

Lo tuve tantos años porque era de la familia y cuando lo quise vender todos se enojaron, cuando ya eran grandes compré un Vectra y recién al tiempo lo vendí; el muchacho que lo compró lo arregló a nuevo y lo tiene hecho un chiche.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina—1983-1995
























N°25
LUNÁTICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 19-03-2008

Lunático. ¡Sí! ¡Se llamaba como el caballo de Gardel! En el año 1994 estaba trabajando en Junín, en la empresa aceitera más grande del país en ese momento. Entré como Gerente de producción, a cargo de todas las áreas de la empresa, salvo recepción de granos. Trabajábamos con Girasol y Soja, grandes cantidades diarias, procesábamos dos mil quinientas toneladas por día de soja.

Al principio yo tenía poco tiempo pero cuando las cosas se ordenaron empecé a hacer amigos que les gustaban los caballos como a mí. Uno de ellos criaba caballos árabes y otros caballos pura sangre. Otro amigo tenía un stud con cincuenta Boxes pero ya no cuidaba más caballos de carreras y los usaba para yeguas y potrillos chicos, sobre todo en invierno. Tenía un campo de cría con alrededor de 30 yeguas. Nos juntábamos los domingos en el campo de alguno de ellos, hacíamos asados, y andábamos a caballo; esto me distendía y hacía que pudiera soportar estar solo sin la familia.
Algunos caballos eran muy lindos pero yo me empecé a entusiasmar con un potrillo pura sangre que mi amigo tenía en un potrero, era un zaino colorado con cabeza acarnerada, perfecto de aplomos, de patas y cuello y se llamaba Lunático, como el caballo de Gardel… Estaba solo en un potrero porque era padrillo y ya tenía tres años, no le habían prestado mucha atención y era bastante arisco. Yo le empecé a dar avena en un morral y eso hizo que se fuera amansando y fuera menos desconfiado, cada vez que lo llamábamos para darle avena lo encerrábamos en un corral que había en la esquina del potrero, le dábamos de comer y le poníamos un bozal. Era inteligente y aprendía lo que le enseñábamos rápidamente, así aprendió a trotar a la cuerda y eso permitió que obedeciera a llevarlo de tiro con otro caballo.
Cuando se había amansado de cabeza y permitía sin problemas que le pusieran el bozal y lo llevaran de tiro, consideré que iba a ser un hermoso caballo para disfrutarlo y se lo compré al dueño. Se lo llevé a un domador legendario que había domado algunos de los caballos más importantes de carrera que habían salido de los muchos campos de Junín y que luego ganaron en Palermo y algunos fueron para Estados Unidos.
El domador tenía 85 años y caminaba medio doblado, lo amansó de “arriba” sin subirlo ni una sola vez; ¿cómo hizo?, lo amansó con un muñeco de arena, le colocaba una montura y arriba el muñeco que tenía unas piernas largas que se las pasaba y ataba por debajo de la panza, en uno de los brazos que iba suelto igual que el otro, el muñeco llevaba un talero, que al moverse el caballo asemejaba la intención de pegarle. El primer galope con el muñeco lo hizo en un picadero redondo atado del bozal con una soga larga a un palo o “palenque”, que estaba en el medio del picadero, daba vueltas en redondo y corría asustado y pateaba.

El peso del muñeco era considerable y si bien al principio se enloqueció, se dio cuenta de que el muñeco o lo que fuera no se caería y no intentó más, voltearlo. Dejó de corcovear y con eso el talero que iba en el brazo suelto quedó quieto al costado, a medida que no saltaba más, no recibía más azotes.
Así lo tuvo dando vueltas al trote un rato muy largo y cuando el domador vio que estaba entregado y que no corcovearía más; le sacó el muñeco, le dio un buen baño con manguera y jabón liquido (no detergente), lo llevó a la sombra y le dio una buena ración de avena, una vez que estaba tranquilo y descansado.

En un sólo día lo amansó de “arriba”, pero le faltaba amansarlo de “abajo”; le puso maneas en las cuatro patas y lo empezó tocar por todos lados sacándole las cosquillas de los ijares, lo bañó repetidas veces por las patas para tranquilizarlo y sacarle las cosquillas, también lo acarició por la cabeza y le empezó a sacar la costumbre de morder que había adquirido como una manera de pedir azúcar.
El primer día lo largó en el box con el bozal puesto. Con esto logró que al día siguiente fuera más fácil sacarlo del box. Había que dejar de darle azúcar, diagnosticó el domador, y con ello perdió la costumbre de morder. Al día siguiente cuando le puso el muñeco de arena, no pateo ni corcoveo, sólo trotó sin reparar que llevaba el muñeco de arena, así pasaron cinco días hasta que el anciano domador lo ensilló con una montura de bastos, le puso un bocado de hierro, contra la costumbre de ponerles a los potrillos una guatana, hecha de media de seda de mujer.
Lo sacó por la calle, por un camino de tierra sin vehículos, iba sólo con el caballo como lo había hecho siempre durante sesenta y cinco años que era domador profesional. Lo sacó muchas veces hasta que no se asustaba de los pocos autos que había en la calle, lo llevó por el costado de la ruta, pasaban camiones grandes tocando bocina y Lunático era como uno de los tantos caballos de los gauchos que andaban por allí; aprendió a trotar a la orden del jinete, a galopar, a dar vueltas, a correr y parar en seco; Don Rovira, el domador, convirtió a Lunático en un caballo manso, obediente y muy aprestado para responder a una orden.
Para lograr todo eso Don Rovira no necesitó de mucho tiempo, lo hizo en un plazo realmente muy corto y esto nos dejó deslumbrados a todos los que seguimos los progresos de Lunático.
Cuando apenas lo habían amansado, se lo regalé a Diego para su cumpleaños, lo traje a La Plata y aquí Diego terminó de enseñarle todo lo que sabía de equitación: Cambiar de mano, trote inglés, trotar reunido, saltar obstáculos, y entrar al río montado.
Se convirtió en un verdadero caballo que respondía a todas las órdenes; se mostraba dispuesto a trotar, galopar, correr, saltar, siempre obedeciendo a quien lo montaba. Con Diego se volvió cariñoso y se lo demostraba; si le arrimaba la cara, Lunático le ponía las fosas nasales contra la cara y lo olfateaba; era un acto de cariño.
Cuando terminé mi vinculo con la empresa de Junín me fui a trabajar a Santa Fe y Diego se fue a Buenos Aires a trabajar, así que Lunático de golpe se quedó sin quien lo cuidara, salvo un peón que sólo le daba de comer. Lo mandé de vuelta a Junín al campo de mi amigo que tenía cincuenta boxes. Estando tan lejos el caballo, se lo regalamos al dueño del campo, ya que sería muy difícil ir por placer los fines de semana.
Leopoldo era un avezado jinete de salto y lo utilizó profesionalmente durante un tiempo, para finalmente venderlo. Con el tiempo, para el Campeonato Argentino de Salto, voy al club Hípico Argentino, y en la prueba principal aparece un zaino colorado, cabeza acarnerada saltando muy bien 1,50 metros.
Cuando termina el recorrido sin faltas, y antes del desempate, me arrimo hasta el caballo; el jinete se lo había entregado al peón y estaba desmontado, lo tenía del bozal y lo paseaba para que no se enfriara, caminando despacio, me pongo a la par del caballo y le digo:… ¡Lunático!…, el caballo sorprendido me miró y Yo me di cuenta que recordaba su viejo nombre de cuando andaba con el muñeco de arena.

Me fui sin esperar el final del concurso, pero al otro día leyendo el diario me entero que el nuevo Campeón Argentino, era Good Horse un zaino colorado y había una foto de Lunático ilustrando la noticia.

Jorge Eduardo
1994 Junín














































N °26
FIESTA DE CAMPO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 10-08-2009

En el campo las fiestas se arman un poco entre todos los invitados, según es la costumbre todos colaboran con algo: Uno un cordero, otro un lechón y el que puede una ternera de trecientos kilos para el asado con cuero.

Agustín había llegado a la finca el verano anterior, buscando trabajo, era época de cosecha de uva y ese trabajo le dio mi papá.
Su habilidad era manejar caballos: sabía domar, amansarlos de arriba y de abajo, tirarlos de boca, capar, desgusanar enfermos.

Del tema caballos y animales grandes: vacas, mulas…se encargaba Don Juan El Caballerizo, cuando un día, para el final de la cosecha, Don Juan decidió ir en ómnibus hasta el pueblo; volvió con unas copas demás y al bajar del colectivo, se tiró mirando hacia atrás, se dio vuelta y pegó con la cabeza en el pavimento nuevo que precisamente él había querido estrenar viajando. Murió en el acto y por suerte el ómnibus no lo piso con las ruedas de atrás.

Hubo un gran duelo en toda la finca, era el peón más viejo que tenía papá; mientras Don Juan vivía, él se encargaba de muchas cosas que por simples pasaban desapercibidas: Sacaba la leche para la casa y las familias de la finca; traía los animales para atar: Al carro, a los arados, al sulky; las vacas lecheras las ponía en potreros con buen pasto, les daba de beber en la represa a todos los animales; le traía en verano el caballo que ensillaba mi papá y se lo dejaba preparado para recorrer la finca. Eso lo hacía a diario y además se encargaba de capar los potrillos, amansar los caballos que traían para los arados, matar terneros y hacer asados cuando mi papa le pedía. También y de una manera especial amansó mi primer caballo Chiquito.
…¿Y ahora?
…¿Quién haría las tareas de Don Juan?
…¡Fue una suerte que estaba Agustín ¡… y sabía de todo lo del campo y lo pudo reemplazar perfectamente.

Agustín era aun muy joven, pero como hombre de campo responsable y respetuoso; al poco tiempo mi papá se dio cuenta que podía contar con él para todo tipo de trabajo que antes hacía Don Juan.

Agustín había hecho el servicio militar en el regimiento de Uspallata, el 16 de infantería, allí tenían mulas, la mayoría mala y resabiada; por eso se las dieron a Agustín para que les sacara las mañas; al final del año algunas eran silleras y otras tiraban de carros sin problemas.

Una mención aparte merece la atención que Agustín le prodigó a Chiquito; a pesar del buen trato que le había dado Don Juan, yo no lo dejé que lo terminara de domar perfectamente y por ansioso se lo saqué; eso lo perjudicó al caballo, que no era blando de boca y cuando lo estaba reeducando se mató; después de eso lo tomó Agustín y le enseñó muchas cosas que no sabía y que yo por tener diez años no lo podía adiestrar.

Papá le tenía mucho afecto a Agustín, quien se esmeraba en hacer bien las cosas que le encargaba, así fue que un día lo vio con una chica que había nacido en la finca, hija de un contratista italiano, que vino con el nono a trabajar la viña, cuando los vio juntos varias veces les preguntó si estaban de novios y si se iban casar;
… ¡Si estamos Don Américo!
…¡Pero cómo nos vamos a casar!
…¿Dónde vamos a vivir?

Agustín vivía en las pequeñitas piezas del secadero de frutas abandonado, y papá se dio cuenta que ese lugar no era muy adecuado para llevar a la esposa.
Agustín había recibido en los últimos meses un considerable aumento de sueldo y eso le permitía casarse, cobraba lo mismo que Don Juan, que por haber sido el peón más viejo, tenía el sueldo más alto.

Al enterarse papa de las intenciones de Agustín , hablo con Don Páez, el albañil para que hiciera una casa nueva de dos dormitorios, cerca del corral de los caballos, junto a la acequia del agua que regaba los potreros, eso le permitiría regar una huerta y el jardín. El albañil pidió los materiales y se puso a construir la casa con planos que tenía en su cabeza, había construido muchas casas y refaccionado otras y en la finca todo lo que tenía que ver con construcciones Don Páez lo hacía.

La casa era pequeña: Dos dormitorio, una cocina, un living comedor y un baño, todo distribuido en un cuadrado de 60 m2. Papá no le había dicho a Agustín que esa casa era para que él fuera a vivir con su esposa; cuando lo supo quedó loco de contento y decidieron casarse, ya que no tenían la principal excusa para no hacerlo. Se tomaron un tiempo, pero mientras tanto Agustín hizo los corrales para criar cerdos, un huerto de frutos variados y un jardín al frente de la casa.

Tenía cerdos, gallinas, verduras del huerto y el jardín florecido; definió la fecha de casamiento y eligió como su padrino de bodas al carnicero, el hijo de Don José, el mejor jockey del lugar, amigo de las cuadreras.

La fiesta se realizó en la casa del padrino, fueron invitados muchos de los amigos del novio, gente de la finca, las familias de los novios y por supuesto mi papá y su familia, en total eran como cien, que se acomodaron en una mesa semicircular, en el patio de la casa que era muy grande.

Para el asado todos contribuyeron, en total le regalaron cinco corderos diez lechones y una ternera de trescientos kilos, para el asado con cuero, se la regaló mi papá y le dijo:..¡Anda a llevarla a la carnicería, para que la preparen para el asado con cuero!; la cocción le llevaría toda la noche y el medio día.
El padrino organizó los asadores; quienes harían el asado con cuero y quienes los corderos y lechones; la leña se prendió fuego el día anterior para calentar el pozo del asado con cuero, y se la mantuvo toda la noche para darle calor; los corderos y lechones, a las brasas, estuvieron tres horas en el asador.
Todo salió perfecto, la experiencia de los asadores hacía prever que sucedería eso.

En Mendoza el vino que se sirve en una fiesta en el campo, es casero y este era de diversos proveedores, todos regalos del casamiento. Frío y dulzón, con sabor a uva, patero, rápidamente caló en los huéspedes, muchos sintieron rápido la acción del vino, otros se dominaron y llegaron a los postres, la fiesta resultaba maravillosa, todo a punto y gran variedad de comidas, ensaladas y tortas que trajeron las invitadas.

Cuando llegó la hora de bailar, pudieron hacerlo con cuidado los padrinos y los novios, no así muchos de los invitados que habían caído en brazos de Morfeo.
Al llegar la noche la fiesta terminó, la cena no estaba prevista, pero casi nadie se fue y como había mucha comida y vino todavía, siguió hasta el amanecer; al salir el sol los que estaban “vivos” se fueron y se quedaron “los muertos”.

Jorge Eduardo
Los Campamentos – Rivadavia – Mendoza, 1951
La Plata, Buenos Aires – Argentina 2009.



















































N°27
EL PIBE, EL CABALLO DE MI PAPÁ, Y EL PERRO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1936
Fecha de alta 03-04-2008

Cuando papá se fue de Rusell a la finca de Campamentos tenía 18 años, allí empezó a trabajar con el nono Lorenzo en la construcción de una finca nueva de 300 hectáreas, era soltero y su única compañía y diversión eran un caballo llamado El Pibe y un perro ovejero de collar blanco y color amarillo (igual que Rin Tin Tin, un perro legendario del cine).

Con ellos salía los fines de semana a pasear y con ellos andaba por toda la extensión de la finca inspeccionando los trabajos, numerosos, que se hacían. Al caballo lo cuidaba como al mejor parejero y todo lo que lo hacía caminar y galopar durante la semana lo ponía en un estado ideal de entrenamiento para correr carreras por el campo, cuadreras, con otros caballos que también recibían un buen trato y los llevaban a correr.

El perro fue enseñado a ir a buscar el caballo al potrero y el caballo se venía junto a él, ambos parecían hermanos jugando; cuando papá dejaba al caballo atado afuera de algún sitio, el perro se quedaba echado junto al caballo y por más horas que pasaran no se movía, tampoco permitía que nadie se arrimara al Pibe, con sus ladridos estridentes alertaba a mi papa si alguien lo hacía.

Papá era muy joven y disfrutaba andar de un lado para otro corriendo cuadreras, para evitar que lo identificaran solía ir a lugares distantes 50 a 100 kilómetros del lugar donde vivía, en esa época eran muy diversos los lugares donde se corría.

Cuando El Pibe se empezó a hacer famoso por ganar todas las carreras que corría, había menos candidatos dispuestos a correrle, vinieron caballos, muy buenos, de las provincias vecinas y no tanto y corrieron y no le pudieron ganar, su “tiro” era de 300 metros libres, largando con partidas. No hubo un caballo cuadrero tan rápido, le tomaban el tiempo con cronómetro y hacía en menos de 17 segundos los 300 metros, largando con partida, es decir en movimiento.

Un día conoció a una vecina, que vivía en la finca de enfrente. Una chica morocha de ojos vivaces y cabello muy largo, se llama Elena y es mi mamá. Ella le pidió que si se iban a casar debería vender el caballo porque con toda la dedicación que le daba, no tendrían tiempo de vivir juntos. A Papá no le hizo mucha gracia el pedido de mamá, pero por esa época valía más su opinión que la de él.

Papá se decidió y puso en venta el caballo, y en esos días le robaron el perro, su estado de ánimo no era el mejor y en pocos días, la única compañía que tenía fue mamá. Así que decidieron casarse y con la venta del caballo compraron los muebles que necesitaban para la casa que había construido a la entrada de la finca, del otro lado donde estaba la casa de la nona Luisa y el nono Lorenzo.

Cuando nació el primer hijo, mi hermano, papá se puso muy contento y de a poco empezó a llenar el hueco que le había dejado la pérdida de sus dos grandes amores: El Pibe y el Perro.

















































N°28
TRANSILVANIA, LA CASA DE LAS SIERRAS/CARLOS PAZ


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1985
Fecha de alta 21-01-2008

Esas vacaciones, decidimos con un amigo alquilar una casa grande para ir juntos de vacaciones. Estuvimos buscando en Carlos Paz y encontramos una casa muy grande que tenía dos plantas con muchos dormitorios, tenía un parque por donde pasaba -por el medio- un arroyo que hacía muy singular el lugar, lo que nos permitía tener cinco caballos que los alquilábamos por todo el mes.

También tenía una hermosa pileta de natación donde Estela y Alfredo corrían carreras de resistencia viendo quién hacía mayor número de piletas, la primera competencia contra todo lo previsible, la ganó Estela, como era lógico por una pileta; y la segunda, Alfredo nadó hasta que ganó por una pileta.

Entre los caballos que teníamos se destacó un tordillo pura sangre súper inteligente y manso, anduvimos mucho y bien en él, de manera que decidimos que al año siguiente se lo compraríamos.

Al año siguiente volvimos y cuál fue nuestra sorpresa cuando la dueña nos dijo que la policía lo mató por salirse a la ruta.

Ese año fuimos a pescar al dique San Roque y pescábamos "carpas" pescábamos tres o cuatro por día, y las poníamos en un recipiente grande con agua, cuando tuvimos una docena las hicimos fritas. Fue la única vez que comí un pescado capturado por mí.

Salíamos a pasear por la sierra a caballo, mis cuatro hijos y yo. Yanina era chiquita y tenía una yegua mala cara y le gustaba llamarla "mi mala cara".

El verano se pasó muy rápido y cuando nos dimos cuenta se había pasado todo el mes de enero, no obstante pasamos unas hermosas vacaciones.
En la casa nos dejaron dos perros: Duque y Farkas, de raza Doberman. Farkas era importado de Hungría y Duque el hijo; con ellos estábamos muy tranquilos ya que de noche eran muy guardianes.

De día jugaban con los chicos y eran muy buenos, si no conocían a las personas no las dejaban entrar. Al pobre diarero lo tenían mal, ya que no lo incorporaron como miembro de la casa.

Ese verano recorrimos todas las sierras. Yo llevé un auto Ford Falcon 221, tenía una fuerza increíble y trepaba los lugares más inaccesibles, también hicimos muchas caminatas, subiendo y bajando hasta quedar agotados.
Esas vacaciones nos alentaron para volver al año siguiente.

Jorge Eduardo
Campamentos – Rivadavia – Mendoza.


N°29
SOBRE EL ARROYO


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1930
Fecha de alta 25-05-2008

El valle, la estancia y el dique sobre el arroyo. El valle estaba bordeado por dos cordones de cerros; el arroyo se formaba con las vertientes que drenaban a un corte entre las montañas, juntando el agua que llegaba al valle.

El viejo alemán: Federico, vino antes de la segunda guerra mundial a trabajar en la estancia del Conde Tissen; cuidaba los caballos Hannoverianos que había en la estancia; el principal cliente a quien le vendían los caballos era el Ejercito Argentino, ellos los empezaron a entrenar como caballos de salto; salieron caballos excelentes, muy buenos; uno de ellos fue vendido al Ejercito Chileno. Ese caballo, con nombre cambiado, saltó la mayor altura en el mundo en un concurso de “potencia”.

Federico se casó, tuvo un hijo: Hans, quien sería único hijo; quería dejarle un futuro para sus nietos y empezó a soñar con transformar el valle que en ese momento no tenía ninguna explotación productiva y estaba escondido entre los cerros, por ello le llamaron Valle Escondido. Tenía todo para transformarlo en un valle con regadío. Pertenecía al Conde Tissen quien no le vio el potencial que después Federico descubriría. Compró todo el valle con partes de los cerros incluidos y después de diez años de trabajar para el Conde, este le dio la escritura.

Federico hizo una casa y se fue a vivir al Valle Escondido, Hans se casó a los veinte años y tuvo tres hijos, cuando Federico murió el valle había crecido, tenía habitantes, una escuela y las plantaciones de maíz y sorgo, los campos de crianza de caballos y vacas. Federico y Hans le dieron un gran desarrollo al valle. El Ministerio de Agricultura de la Provincia hizo un dique en la parte montañosa del arroyo, que formó un embalse montaña adentro. Del dique sacaron cañerías que drenaban sobre canales abiertos a los costados del valle, en la falda, al comienzo de los cerros. Fue una gran obra de ingeniería por su concepción más que por su tamaño. Esto permitió que, 2300 hectáreas tuvieran riego, convirtiendo al Valle Escondido en la mayor superficie bajo riego de la provincia.

Hans heredó del padre el apego al trabajo y al sacrificio, sus tres hijos le ayudaron a conseguir los sueños del abuelo Federico. Carlos, Hernán y Rogelio fueron a la escuela solamente hasta sexto grado, a la escuela rancho que por ese entonces existía; estaba en la curva del camino que bajaba de los cerros y sobre las estribaciones donde ya no hay cultivos. El camino llegaba hasta el valle, por una quebrada angosta pasaba el puente de madera sobre el arroyo, construido en quebracho, el arroyo allí se encajonaba con altas barrancas. La escuela rancho fue reemplazada por una nueva escuela, allí iban a dar clases Ana y Clara, vinieron a vivir en la Estancia del Valle Escondido; inauguraron la escuela que tenía treinta alumnos entre primero y quinto grado. Ana era la maestra de primero, segundo y tercero; mientras que Clara daba clases en cuarto y quinto grado.

El valle estaba dividido en potreros grandes con alambradas que lo atravesaban a lo ancho, hasta llegar en cada lado a los cerros. La mitad del valle estaba cultivado con sorgo y maíz, la otra mitad tenía potreros de alfalfa donde pastaban doscientos caballos y trecientos vacunos. Los caballos que se criaban eran criollos y hannoverianos originarios de la estancia de Tissen, el ganado vacuno eran negros Aberdeen Angus. En los campos con animales, había bajadas artificiales hacia el arroyo que siempre venía con agua, para la bebida de vacas, caballos y cabras.

El arroyo bajaba cruzando el valle; hasta que se hizo el embalse y sus aguas fueron derivadas por los canales para el riego, dejando sólo el agua necesaria para la bebida de los animales. Dentro del cauce crecían árboles que mostraban, a lo lejos, el contorno zigzagueante; el agua serpenteaba bajando hacia el fondo del valle hasta donde no llegaban los canales de regadío y el campo era virgen como en el principio: de pastos duros y rústicos que servían de alimento para cabras.

Las dos maestras llegaron a la Estancia del Valle para inaugurar la escuela. Ana venía de la ciudad y no sabía nada de campo, en cambio Clara se crió en el campo y fue a estudiar a la ciudad. En el campo Clara andaba a caballo y en la ciudad fue a un club de equitación donde aprendió a saltar; ganó a los diecisiete años el campeonato provincial de “Jóvenes Jinetes”; se recibió de maestra y se fue a trabajar a la campaña. Cuando surgió la posibilidad de trabajar en la escuela que se inauguraba, Clara aceptó y le dieron el cargo de: “Directora a cargo de aula”. Para Ana fue distinto, ella recién empezaba y aceptó el ofrecimiento de escuela, casa y comida, que le hicieron las autoridades escolares estimulados por los dueños de La Estancia del Valle.

La cría de caballos en el valle era una de las actividades más importantes y la que mayor tiempo y dedicación requería, se vendían caballos domados mansos de andar y chúcaros sin amansar. Los hannoverianos, por lo general se vendían amansados y de rienda; los criollos podían venderse mansos o chúcaros de dos años para que los amanse el nuevo dueño.

Cuando Clara llegó a la estancia a buscar su habitación, se encontró con que en el corral estaban domando un potro negro Hannoveriano; era zaino oscuro, con brillos dorados, tenía una cabeza grande pero perfecta, el cuello naturalmente arqueado y el pecho musculoso sobresalía como si hubiese sido un deportista. Enseguida se “enamoró” de ese potrillo, que además se “veía” que era absolutamente manso; ella lo distinguió como un futuro caballo de salto.

En la estancia no “hacían” caballos de salto, solamente los amansaban “de andar”. Clara pensó que ese potrillo no tendría un precio muy caro y quizás podría comprarlo; cuando habló con Hans sobre el precio del caballo, este le contestó:
… ¡Por ser vos lo mismo que me costó mi primer caballo!
…¿Y cuánto costó?
…¡Nada, Tissen me lo regaló!… ¡Yo se lo pagué amansándole caballos!
Clara lloraba, lo besaba a Hans y este se emocionó, porque no tuvo hijas y Clara era una “pero postiza”.

Los hijos de Hans se pusieron contentos que el potrillo quedara en poder de Clara, y le dijeron que cuando le dieran unos galopes y lo tiraran de la boca, se lo darían para que empezara a usarlo y enseñarle a saltar.

Los chicos de la escuela estaban felices con sus maestras, con el diseño de las aulas que tenían salamandras para calefacción en el invierno y con el comedor que les daba a muchos la única comida fuerte del día, y además les daban una ollita con arroz para el sábado y el domingo.

La escuela tenía agua corriente que se podía beber, era sumamente limpia y venía del dique que embalsaba el arroyo por los canales; tenía baños para varones y mujeres separados, nunca habían usado baños de ese tipo tan lindos y limpios. Las clases empezaban a las diez de la mañana y duraban sin recreo hasta las doce; luego de doce a catorce era el tiempo para descansar, jugar y comer. Se repartían las dos horas libres en una hora para juego y descanso y otra hora para comer. Luego seguían las clases hasta las dieciséis horas, previo tomar un mate con leche y alguna factura o torta frita, productos que traían de la estancia, donde tenían vacas en ordeñe y horno para el pan.

Los alumnos venían de las casas que estaban en el valle, hijos de los empleados de la estancia y también de estancias “cercanas” que estaban a dos horas de viaje a caballo. Las maestras iban a la escuela en un carro tirado por caballos y tardaban media hora en llegar. Salían temprano porque llevaban la leche y la comida para el desayuno, y la merienda, también para el almuerzo. La cocinera llegaba y prendía el fuego. Luego preparaba el desayuno para los chicos y las maestras; que venían con hambre por el tiempo que tardaban en llegar desde sus respectivos lugares. Los que vivían en el valle en las zonas de cultivo, en su mayoría venían caminado ya que no tenían que cruzar cerros; los otros venían a caballo o en burros, cruzando los cerros. La escuela era para ellos una fiesta: estudiaban, jugaban y comían; los que vivían en parajes aislados encontraban en la escuela los únicos amigos que tenían.

Todos los años en la primavera, se hacía una gran fiesta en la estancia donde se ponían a la venta los animales que allí se criaban. En realidad se vendían los animales de la última zafra: chivitos, potrillos y novillos. Hacían publicidad en la radio de la ciudad, la única que se escuchaba entre los cerros y el valle; también en la última feria publicaron avisos en el Club Hípico de la ciudad, quienes además mandaron invitaciones a otros clubes grandes entre ellos de Córdoba, Rosario, y Buenos Aires. La feria duraba todo el día, los caballos se vendían con un precio fijo y algunos salían a remate.
El lugar de reunión era el picadero techado, que Hans preparó para que Clara entrenara los caballos. El picadero se había preparado con un grueso piso de arena, que sacaron de los cerros.
El 12 de noviembre se hizo ese año la feria, vinieron como cincuenta personas incluidas algunas mujeres que entendían de caballos y de salto. A la entrada al picadero y en un costado había una larga mesa con manteles blancos; allí se había dispuesto los cubiertos para todas las personas que concurrieron y en pequeñas mesas estaban las empanadas, las botellas de vino, el hielo y los vasos. En otra mesa había soda, gaseosas y agua. La gente llegó entre las diez y las once, comieron empanadas con alguna bebida.
Luego Clara entró, con su caballo negro a la pista, brillaba por todas partes y Clara bestia con bridges blancos, saco negro y botas negras.
La pista estaba armada con muy pocos obstáculos, saltaría vallas aisladas mostrando más que nada la potencia de su caballo, las cinco vallas terminaban en un “muro de ladrillos” el cual cada vez se elevaba más alto. En la primera vuelta los obstáculos empezaban con noventa centímetros y terminaban en el muro con un metro treinta centímetros, Clara dio dos vueltas con este armado y luego subió todos los obstáculos de a diez centímetros cada vuelta. Paso uno cuarenta y subió a uno cincuenta, el muro parecía muy alto, Clara sacó los tres primeros obstáculos y dejó una valla y el muro: saltó uno cincuenta y luego puso el muro en un metro sesenta, la gente hizo silencio Clara arrimó el caballo al muro y dio una vuelta al galope por el picadero, el galope de Jimbo era cortito pero firme ; saltó el primer obstáculo y sin ningún temor enfrentó la valla de uno sesenta, parecía que flotaba pasó por encima lejos de rozarla, sus patas se encogían para no tocar la valla, las manos las quebró, dobladas contra su pecho. Podía saltar eso y mucho más, para Clara fue suficiente, Jimbo hacia solo nueve meses que entrenaba y tenía menos de cuatro años. Ella sabría esperarlo y no lo exigiría más para no dañarlo.
En el cobertizo cuando Clara pasó el último obstáculo se hizo un pequeño silencio, que fue un signo de admiración y luego todos rompieron en un cerrado aplauso al caballo y el jinete.
Clara se bajó del caballo y se lo entregó a su cuidador, que lo llevó al box, allí tomó agua y un rato después comió. La gente reunida le preguntó cuanto hacía que lo entrenaba, cuantos años tenía , si lo había entrenado ella sola, quien le había enseñado a montar y saltar, todas preguntas que ella respondía.

Entre los asistentes estaba un hombre que solo escuchaba lo que se decía, cuando Clara se apartó del grupo y fue a la mesa a beber agua y comer una empanada, el hombre se le arrimó y en forma muy segura le dijo:
¡Tengo una propuesta para vos!
Y a continuación le ofreció que fuera a trabajar con él en su estancia de Lujan, en Buenos Aires; le ofrecía un sueldo, el alojamiento, comida y ropa limpia, llevar su caballo a Buenos Aires y darle pensión gratis; podría concursar en cualquier lugar que quisiera y la llevarían a ella con los caballos de la estancia que estuviera entrenando y el suyo. La oferta era “completa” y comparando la situación con la que tenía esta nueva era inmejorable.
Clara se quedó pensando y le dijo:
… ¡Lo tengo que hablar con Hans y mis padres!
Además estaba Hernán con quien tenía una relación de más que buenos amigos.
En un rato que tuvo habló con Hans y con Hernán, ambos se mostraron complacidos con que Clara tuviera esa oportunidad, podría aprender más y saltar en concursos importantes, hasta podría saltar por el campeonato argentino.
Esto la tranquilizó y el señor le ofreció ir hasta el campo de su papá, esa noche y al otro día traerla.
Después del asado, compuesto de chivitos y costillas de terneras, se realizó la subasta del ganado y de los caballos que salieron a remate, los que se vendían a precio fijo tuvieron gran aceptación y fueron enseguida comprados. Cuando la tarde moría se retiraban del Valle Escondido los compradores, que habían venido de diversas provincias y habían comprado la producción que ya tenía fama tanto de sus caballos como de sus bovinos y caprinos.
Cuando llegaron a su casa, no la esperaban y se alegraron de verla; les sorprendió la propuesta que este señor le hacía, pero consideraron que socialmente era mejor que su vida en Valle Escondido, y económicamente era muy superior ya que no tendría gastos y ganaría mucho más.
Les ofreció a los padres llevarlos y traerlos dentro de quince días; irían y se quedarían un fin de semana donde Clara participaría en un concurso con caballos de la estancia.

La estancia “La Ponderosa” en Lujan era hermosa; Jorge su dueño había plantado montes de árboles en todos los potreros, las ochocientas veinte hectáreas estaban cultivadas con pasturas para caballos exclusivamente, todos los años vendían y compraban hermosos caballos, muchos de esos animales venían de Valle Escondido, se exportaban a Europa y Estados Unidos , Brasil , Colombia y Venezuela. Esta vez Jorge no solo se trajo veinte caballos hannoverianos del valle; sino que se traería la entrenadora de caballos que la estancia tenía. Por eso hicieron un arreglo con Hans, este mandaría los caballos a La Ponderosa, donde los entrenarían y concursarían, y sobre el precio original del caballo se repartirían las ganancias por la mayor valorización que al venderlo compitiendo tendrían.
Cuando Clara llegó a la estancia de Lujan, quedó sorprendida con todo lo que encontró: por una avenida de árboles se entraba a la estancia, allí al final de la arboleda había un cerramiento en maderas blancas, que rodeaba la casa principal y la casa donde viviría Clara. Atrás de las casas, había un inmenso prado verde con montes de pinos, robles y alerces y empezaban las instalaciones que estaban divididas en galpones de servicio, de un lado y corrales, mangas de entrenamientos, (tres), picadero techado y potreros pequeños para soltar los caballos que estaban trabajando, al otro lado.
Los galpones eran varios, el más cercano a las casas era para guardar herramientas, tractores y vehículos: autos, camionetas, camiones de transporte de caballos y de cargas.
El galpón con los boxees estaba aislado de todos los galpones, por seguridad, dentro de ese galpón había la menor cantidad de elementos inflamables y por ello el piso de los boxees era de arena seca que se cambiaba todos los días donde se ensuciaba. Afuera, frente a los boxees habían árboles en hilera, allí se colgaban los caballos; el techo del galpón que tenía los boxees, estaba aislado con una capa de fibra de vidrio y otra de telgopor, arriba estaba pintado de blanco, esto protegía a los caballos del frío y el calor.

Ese fin de semana Clara descubrió un mundo nuevo, concursó con los caballos de La Ponderosa, estuvo feliz y sus padres aprobaron el ambiente en que Clara viviría; la comida al medio día la tendría en su casa ya que sería rápida y vendría de entrenar caballos; a la noche, cambiada, cenaría en lo de Jorge con su familia.
Pactaron que vendría en Diciembre cuando terminaran las clases; la irían a buscar y traería su caballo en un trailer que Jorge tiraba con su camioneta 4x4.

Los alumnos y los padres hicieron una fiesta de despedida, no lloraron, pero las canciones eran sentidas, sabían que Clara no volvía, hubo muchos besos y algún puchero de los más pequeños.
Ana quedó de: “Directora a cargo de aula”, la maestra que reemplazó a Clara era muy buena con los chicos.
La despedida de Hans, su mujer y los hijos fue con besos y promesas de ir a visitarla y ella de volver a verlos; en el periodo de vacaciones, diez días dos veces al año, volvería a su casa y al Valle Escondido.

Clara ganó con Jimbo muchos concursos y por último salió Campeón Argentino; y fue padrillo, después de eso fue vendido a México donde también ganó muchos concursos, sus hijos fueron de vuelta a Alemania y el rancho Z compró un hijo de Jimbo, que se llamó Jimbo 24Z y fue campeón de Europa.
Clara viajó a Europa, con un nuevo caballo de Valle Escondido; lo entrenó y saltó en Buenos Aires, formó parte del Equipo Argentino que salió Campeón Mundial, en la misma Republica de Alemania. Participaron dos caballos de Valle Escondido sobre los seis que con los suplentes habían ido. Figuraban como:
… ¡“Criados en Valle Escondido y entrenados en La Ponderosa”!
Clara a su vuelta se casó con Hernán, siguieron criando, amansando y entrenando caballos en la Estancia del Valle Escondido, tuvieron hijos. Cuando Hans murió los sueños de Federico y de Hans estaban totalmente cumplidos.

Valle Escondido 1930-1980- Federico
Valle Escondido 1932-2002-Hans
Valle Escondido 1954-2008-Carlos-Hernán-Rogelio
Valle Escondido 1974-1978 -Jimbo
Valle Escondido 1977-2008- Clara
Valle Escondido 1977-1992 –Ana
La Ponderosa1978-1980-Jimbo
La Ponderosa 1978-2008 -Jorge
Cabaña Z Alemania1985-Jimbo 24Z

Gracias a Clara y Hernán por lo que me contaron.

Jorge Eduardo
La Plata


















N°30
SALVAJE ESE POTRILLO MALO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1993
Fecha de alta 21-04-2008

Los padres de salvajes eran dos magníficos ejemplares, se destacaban por su altura y condiciones para dar descendientes que podrían ser sobresalientes para saltar; la madre de salvaje era una yegua que provenía de una estancia que se dedicaba a la cría de caballos para salto, hijos de ella estaban en actividad saltando con mucho éxito; el padre de salvaje un caballo pura sangre de pedigrí vinculado con Yatasto, muy alto y musculoso, con patas con buenos aplomos y canillas gruesas , haciendo juego con su cuerpo.

Salvaje nació en lo del profesor, él se encargó de hacer servir a la yegua con el magnífico ejemplar y tenerlos a ambos hasta que Salvaje fue vendido a un señor que le gustó el potrillo cuando tenía dos años. Cuando me enteré que el profesor había vendido al potrillo flacucho y muy alto, que sabía andar suelto por la pista y en la quinta de al lado, me enojé con él, porque yo le había dicho que me gustaba mucho ese potrillo, por ese entonces tenía a Intruso, que saltaba pero no lo hacía en serie, se disparaba al saltar la primera valla.
El hombre que compró el potrillo vino a ofrecerme comprar a Intruso, yo le dije:
¡Le propongo un cambio! ¡Le doy a intruso por el potrillo!

No entendía nada, cómo un potrillo de dos años lo iba a cambiar por un caballo muy lindo que era conocido como un gran caballo para correr carreras cuadreras, enseguida aceptó el trato y me dijo que me traería el potrillo y se llevaría el caballo. El potrillo estaba en un Stud del barrio del hipódromo de La Plata, allí es costumbre poner con los caballos a otro animal pequeño para que lo “acompañe”, y al potrillo lo habían puesto con un carnero que tenía la mala costumbre de comerles las colas a los caballos, así fue como el potrillo se quedó sin cola, hasta el “marlo” se la había comido, sin comerle precisamente el “marlo, por lo que le podía volver a crecer con el tiempo de forma normal.

El potrillo no tenía marca, entonces el hombre que lo trajo lo marcó con su propia maca y me dio los papeles a mi nombre. La marca era del tipo abierta y apenas si se la aplicó, por lo que no tuvo ningún contratiempo y cicatrizó rápidamente, quedándole los trazos muy poco profundos. Junto con la aplicación de la marca lo capamos y juré que sería el último potrillo que caparía, promesa que no pude cumplir porque a Nico tuve que caparlo por indicación del veterinario, aunque Jimbo24z quedó padrillo hasta que murió de un cólico. Junto con la marca y la capadura, lo cuidamos en box, dándole la comida los primeros días en un morral adentro del box, costumbre que el potrillo adquirió rápidamente, no tuvo ningún inconveniente y ni siquiera adelgazó más de lo que ya estaba.

Los primeros días que volvió con nosotros, era muy arisco y no se dejaba embozalar fácilmente dentro del box, lo habían maltratado durante ese tiempo que lo tuvieron en el Stud del barrio hipódromo. Como no era un caballo que cuidaran para correr, los peones no le prestaban mucha atención y apenas si alguna vez lo caminaban a la cincha de algún caballo manso. Estaba bastante desmejorado, con la cola hecha un plumero, y no tenía buena relación con sus cuidadores. Nuestra preocupación pasaba por ponerle un nombre: “Salvaje”, dijimos a coro con Diego.

Era un potrillo de escapar adentro del box cuando lo íbamos a embozalar, casi no se podía creer porque antes de que se lo llevaran se dejaba agarrar cuando andaba suelto por la pista, cosa que yo hacía a menudo y lo llevaba de tiro corriendo detrás de mí, luego le soltaba el bozal y él me seguía corriendo. Yo saltaba una valla baja de a pie y el atrás mío, suelto, me imitaba.

Salvaje que se “había” puesto malo por el trato que recibió, fue cediendo en su actitud, y cundo estuvo sano de las operaciones que sufrió lo empezamos a amansar de abajo sistemáticamente. Todos los fines de semana íbamos con Diego y lo sacábamos del box, en un par de meses le había crecido la cola y ya no se le veía el rabo. Lo acostumbramos primero a bañarlo, cosa que nunca le disgustó. Era primavera por esa época y algunos días, después de correr suelto en la manga lo manguereábamos por las verijas y las patas, para sacarle las cosquillas. Salvaje fue perdiendo el pelo del invierno y adquirió un brillo de zaino cabos negros, muy lindo.

Nunca lo colgábamos al sol, para que no se “mareara” o se pusiera amarillo. Lo bañábamos día por medio porque no todos los día lo sacábamos a la manga, y si no sudaba no hacía falta bañarlo, cosa que tampoco siendo tan nuevo lo beneficiaba, puesto que el baño con jabón le sacaba la grasitud natural que mejoraba y le daba brillo al pelo, tenía la tuza sin cortar como todos los potrillos y hasta que no estuviera manso de andar no se la cortaríamos, tampoco le cortaríamos la cola que a los seis meses ya la tenía de un largo casi normal; tanto la tuza como la cola eran de color negro y muy gruesas y pesadas lo que le fue mejorando sobremanera su aspecto.

Salvaje fue olvidando el mal trato anterior y cada día nos sorprendía con algo nuevo, como el primer día que respondió a mi llamado de… ¡Salvaje!... Mientras estaba en el box: con un relincho de saludo. Por ese entonces Salvaje saltaba suelto en la manga, no le poníamos palos altos, sólo para que tuviera que saltar al galope, era potrillo y no era conveniente que se esforzara en altura, sólo que adquiriera la costumbre de saltar.

También le poníamos la montura y lo hacíamos correr y saltar con la montura sin jinete en la manga. Hasta que cuando había pasado un tiempo considerable y que Salvaje ya no mañereaba en el box para agarrarlo, también lo habíamos hecho herrar con el mejor herrero: el del Regimiento de granaderos a Caballos. Este señor era un gran profesional y gracias a su técnica Salvaje mejoró la posición de las manos, ambas las metía ligeramente para adentro, después de unas cuantas herradas y ante de mandarlo al campo, Salvaje había corregido su defecto de nacimiento.

Con Diego lo acostumbramos a que llevara un jinete sin enojarse pero no lo domábamos realmente bien, por lo que decidí enviárselo a un gaucho domador; con los baños y las herradas le sacamos las cosquillas de las patas, quedaba hacerlo bien de andar y blando de rienda, algo muy necesario para saltar.

El gaucho, por indicación mía, si bien lo soltó al campo, le daba avena de ración todos los días. Yo le pagaba mensualmente por la doma y la mantención y Salvaje en el campo se puso muy lindo. Lo ensillaba con montura de bastos, que son mucho mas pesadas que las inglesas de salto, lo llevaba al campo y trabajaba con la hacienda, haciendo todos los trabajos requejidos: Corría ganado, enlazaba y tiraba a la cincha, empujaba y tiraba una vaca al suelo si era necesario. Salvaje adquirió una prestancia y un desempeño para todas las tareas rurales que mostraban su fibra de pura sangre, acostumbrado al campo.

El gaucho cuando lo hacía correr en el campo, se dio cuenta que Salvaje tenía un pique y una velocidad que sus otros caballos no tenían, lo dejó a box por un tiempo y lo entrenó para cuadreras, cosa que era común hacer en la estancia
Cuando Salvaje estaba bien entrenado lo llevó a unas cuadreras en Magdalena, en ese lugar corrían casi todos los domingos, se conocían todos, cuando vieron este caballo nuevo muchos no le quisieron correr, así fue que solamente pudieron hacer carrera con una yegua pura sangre que se sabía era muy ligera.

Fijaron el monto de la carrera y el tiro: mil dólares, no uno a uno, y seiscientos metros. Esta distancia le venía muy bien a Salvaje, ya que era muy alto con patas largas y también era bueno en carreras de trescientos metros. Sería con salida desde el cajón y si bien Salvaje había entrenado saliendo del cajón, no había corrido una carrera brava como era esta.

La pura sangre estaba muy fogueada y no tendría inconvenientes en la largada; no sabíamos como respondería Salvaje a su nueva situación. La carrera se corrió como última de la tarde ya que costó armarla, porque no nos poníamos de acuerdo con el tiro, y tampoco por la plata. Cuando estuvimos de acuerdo y se anunciaron las condiciones de la carrera, la gente ofrecía “doble contra sencillo” por la pura sangre; estaban todas las apuestas en contra de Salvaje y sólo aceptaban jugar a favor de Salvaje si le daban alguna ventaja: Que la yegua gane cortando. Que pague doble si pierde...

Pero entre todos los que jugaban había un señor que aceptaba todas las apuestas a favor de Salvaje: Mano a mano, doble, cortando, derecho, había jugado más de lo que era la apuesta de la carrera, había un misterio que resolver: ¿por qué si todos dudaban de Salvaje él jugaba tan seguro?

El hombre no era otro que el dueño de la estancia del frente, que veía correr a Salvaje cuando lo entrenaban casi todos los días y le llamaba la atención lo rápido que era en cualquier distancia. La yegüita que se sabía rápida estaba muy cuidada, y ya había corrido en esa cancha con buenos caballos y había ganado; eso si esta vez el tiro era más largo de lo habitual en ella, pero el dueño estaba muy confiado. Cuando dieron el paseo, se vio que Salvaje era un hermoso animal que no desmerecía con la yegua, que además tenía mucho más envergadura y era de contextura más musculosa; allí salieron a jugar algunos a favor del caballo, pero siempre pidiendo ventajas, se armaron unas cuantas apuestas mano a mano.

Los llevaron para los partidores y el juez de largada dio la partida, contra lo que se suponía de que la yegua saltaría en punta y correría así, por lo menos hasta pasada la mitad de la carrera, el que pico y de forma sobresaliente fue Salvaje y en el tiro corto le sacó una ventaja tan importante que la yegua no se recuperó. Le ganó por cinco cuerpos a la yegua más ligera que frecuentaba las cuadreras. Los dueños argumentaron que la yegua largó mal porque se había tropezado al salir; yo no me dí cuenta y si fue cierto igual perdió sin atenuantes, con esta carrera el gaucho sin arriesgar plata de su bolsillo ganó el treinta por ciento, de la apuesta, que yo le pagué por cuidarlo y correrlo, para mí me quedaron setecientos dólares, que me ayudaron a pagar todo el año en el campo.

Corrió y ganó tres carreras más. No fueron todas por mil dólares pero por ahí andaban; Corrimos por setecientos, seiscientos, y ochocientos cincuenta. Me quedaron limpios: Un total de dos mil doscientos cinco dólares más novecientos cuarenta y cinco para el gaucho que lo corría y lo cuidaba. Fue mucha plata en poco tiempo y el final de las cuadreras se dio cuando me lo llevé para que se convirtiera en un caballo de salto.

El hecho de haberlo cuidado para las cuadreras le mejoró el físico, ya no tenía panza de comer mucho pasto. Y también sirvió para que se pusiera más manso, una experiencia buena de su estadía a box. Cuando lo trajimos a los boxees del profesor, era un caballo totalmente diferente al que se fue. Había aprendido de todo: Caballo de campo, buena rienda y obediente a las ayudas de la pierna y mandatos de la boca, tiraba de la cincha, topaba vacas, saltaba yuyos en el campo, era bueno para correr y enlazar, podía comer tanto a box como a campo, y como broche de oro resultó ser digno hijo de su padre: muy ligero.

Salvaje pudo ganarse la vida corriendo cuadreras, pero el objetivo mío era que Diego lo usara para saltar y así empezamos a entrenarlo con el profesor dando las indicaciones para salto. Lo único que le quedó de antes fue el nombre, que ya no hacía juego con su comportamiento, a partir de los cuatro años estaba en training y aprendizaje de salto, nada lo distraía puesto que de chico andaba por la pista mirando obstáculos y caballos saltando con sus jinetes. Cuando le tocó el turno a él, lo hizo rápido y con corrección. No recuerdo si fue en el primer concurso que participó, que le robaron el premio dándoselo a la chica que salió en segundo lugar, pero era del club. Fue tan evidente el robo que tenían anotado el nombre de Diego en el primer puesto y leyeron el de la chica.

Diego ganó otros concursos con Salvaje, el último lo ganó en Montegrande y no salto más, por ello vendí o regalé los caballos que tenía para salto. A Nico lo regalé. A Salvaje lo vendí barato a una nena que recién se iniciaba, y creí que lo cuidaría pero no fue así. En realidad el que tuvo la culpa de no cuidarlo bien fue el peón del club, que le robaba la comida; yo descubrí la maniobra y lo hice echar.

Con Diego en su categoría, Salvaje fue exitoso, tuvo un periodo de no saltar porque yo lo había dañado en la “cuerda” de la mano izquierda, para entrenarlo, equivocadamente lo hacía subir y bajar a toda carrera montículos de tierra en un canal que habían construido entre City Bell y Punta Lara. Lo dejé de ver cuando lo vendí y al poco tiempo no fui más al club, me quedaba un poco lejos, y al no tener un motivo dejé de ir, a Jimbo24z lo habíamos llevado a Buenos Aires.

Salvaje, me enteré en el club hípico Argentino, tenía un hermano mayor por otra madre, pero de apariencia muy parecida; cuando la dueña se enteró que yo era el dueño del hermano de su caballo, me lo quiso comprar a toda costa a pesar que Salvaje no tenía papeles de pura sangre, porque la madre siendo pura no los tenía. Lo quería para saltar dado que su hermano era muy bueno.

Algunas de las perrería que les hice a Salvaje y Nico, fue probarlos con Diego, para saber cual era más ligero; los dos suponíamos que Nico lo sería, pero hasta que no nos dimos el gusto de correr una carrera, prohibida para caballos de salto, no lo supimos y nunca lo supimos, porque la carrera que corrimos por la orilla del arroyo, se interrumpió al llegar al puente que cruzaba el arroyo, y hasta allí llegamos juntos, más de mil metros.

Con culpa de ambos no volvimos a correr, ninguno perdió. Otra falta que cometí fue desafiar con Salvaje a un cuadrero que lo guardaba en lo del profesor. Un día salimos a caminar por afuera y estando en una calle pareja, muy larga y derecha, hicimos un desafío: La carrera se limitó a la partida de parado, le saqué en el salto como tres cuerpos y frené. Esos deslices fueron lo único que le recordó a Salvaje que fue un cuadrero, pero nunca más volví a hacerlo.

2003-2008
Jorge Eduardo
City Bell –Buenos Aires.











































N°31
VIAJE A BRASIL


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1988
Fecha de alta 01-11-2008

Nos reunimos un grupo de amigos y decidimos alquilar unas casas en Brasil, íbamos en dos autos, un camión Ford chico con cabina, y una camioneta Chevrolet.

La camioneta Chevrolet era nueva, pero en el camino antes de llegar a Porto Alegre, se le rompió una correa, y por suerte (era domingo), encontramos un taller abierto que tenía un repuesto.

Durante el camino paramos a dormir, primero en Santana Do Livramento; allí dormimos en la “pousada” de un gaucho brasilero; los varones dormimos adentro de un galpón sobre unas monturas y las mujeres afuera en los autos.

Recuerdo que una de las señoras tenía miedo de que nos fueran a secuestrar o robarnos el dinero que llevábamos para un mes de viaje. Nada de eso sucedió, el gaucho era un señor con todas las letras y nos despertó con un fabuloso desayuno brasilero; lo recuerdo después de veinte años con mucho cariño, ya que esa noche no había alojamiento en Santana Do Livramento. En ese lugar se reunían frecuentemente la agrupación gaucha de Santana.

La segunda parada la hicimos en Torres, nos habíamos demorado por la rotura de la correa, en Porto Alegre, y debimos parar de nuevo a dormir, era un viaje más lento de lo previsto, pero finalmente llegamos a Bombas y Bombiñas donde fuimos a la casa alquilada, la nuestra compartida con uno de los amigos, la habíamos alquilado por intermedio de otro amigo; la casa era una porquería, estaba en medio de unos cerros en el fondo de un pozo donde el sol y la falta de aire hacían que fuera un horno.

Además no estaba lista para entregarla, porque la estaban pintando y haciendo arreglos que no estuvimos dispuestos a esperarlos, le dijimos al dueño que no la queríamos y perdimos la seña de cien dólares que habíamos entregado.

De la casa nos fuimos a una pousada muy pero muy linda en un cerro frente al mar.

Después que nos acomodamos, yo me fui a caminar por la orilla del mar al mediodía. No había nadie en la playa, comenzaba el carnaval, y en un puestito hecho con hojas de palmeras encontré un borracho que estaba solo y sentado, tuve el ánimo de preguntarle si no sabía quien alquilaba una casa; como por arte de magia me contestó: ¡Mi primo se dedica a ese negocio: a alquilar casas!

Y para mejor vivía en el camino que llevaba a la pousada, me dio todos los detalles de cómo encontrar la casa y lo saludé; me fui para la pousada, allí hablé con mi amigo y fuimos hasta la casa del primo del borracho, este no estaba pero si su señora, quien nos dijo que después del carnaval se desocupaba una casa muy bonita, arriba del cerro que divide la península y que se ven las dos costas del mar.

Habiendo conseguido casa para dentro de unos 3 días decidimos irnos a otra ciudad y de allí partimos para Blumeneau.

En Blumenau fuimos a un lindo hotel donde nos daban el típico desayuno que era muy rico, íbamos a comer también a un lugar típico de la región que hacía comidas brasileras y alemanas.

En Blumenau encontramos un señor quien era el representante de la cerveza Brahma para todo el sur de Brasil hasta Porto Alegre, un negocio descomunal; como a todos nos gustaban los caballos y por ser de Argentina empezamos a hablar de caballos, y Diego, de salto, porque él saltaba. Este señor le contó que tenía un predio con 25 caballos de salto en pesebreras y que había un grupo de personas que los cuidaban y un profesor que tenía alumnos que iban a montar.

Los caballos en Brasil no se alimentan de la misma forma que en Argentina, ni tampoco el box se tiene igual, el piso por empezar es de arena, lo cual no está mal pero es más duro que el de aserrín.

Nos invitó que fuéramos al otro día al lugar, pero debíamos ir solos, él se iba de viaje. Lo llamó al profesor y le dijo que nos esperara a la mañana y nos llevara a su residencia en el campo; el ama de casa nos daría de comer con el profesor.

El lugar de los saltos era una pista entre cerros y árboles espectaculares, las caballerizas eran tan pitucas que por ser el representante de la cerveza tenía un bar donde se comía y bebía con naturalidad como si fuera en la ciudad.

Alrededor de la pista había asientos y en un extremo un grupo de departamentos para cuando venían invitados. El profesor le prestó a Diego su caballo, que era de origen argentino, un anglo árabe muy lindo, Diego saltó muy bien y lo hizo saltar alto para la edad que tenía 9 ó 10 años; le dijo: “tienes un profesor muy bueno, por tu postura y tu accionar, yo no podría enseñarte mejor”.

Luego fuimos a la residencia del campo, el lugar era hermoso con flores salvajes, árboles y potreros donde estaban los caballos, la casa tenía una pileta enorme que era ideal para ese día de calo; donde después de comer nos metimos al agua.

El profesor nos explicó que a los padrillos los traían al campo con las yeguas que iban a tener crías y así no se juntaban con yeguas en el sitio de salto, de esa forma no había ningún problema.

Entre los caballos que conocí por primera vez había unos de raza Apaloosa: los caballos de los indios americanos.

Nos despedimos a la tarde después de pasar un día súper agradable, no sin antes, el profesor, invitarnos para el domingo (era miércoles), a una exhibición de saltos en la arena a la orilla del mar.

Para ese día ya estábamos instalados en Bombas y Bombiñas, y fuimos unos sesenta kilómetros al lugar donde saltaban. Las vallas eran bajas, no más de un metro, porque la arena era muy pesada, fina y se enterraban mucho, al final, después que habían saltado todos, el profesor le preguntó a Diego si quería saltar; le prestó su caballo y Diego saltó la mayor de las alturas que habían saltado, la gente lo distinguió con un fuerte aplauso, y el profesor le regaló un banderín del club de salto.

Con la gente de Blumeneau pasamos muy bien los días de carnaval, cuando volvimos teníamos una casa hermosa y grande que habitamos casi un mes, la pasamos muy bien. A veces salíamos de mañana, muy temprano, a caminar por la orilla del mar, si bien desde la casa que estaba en lo alto de un cerro que dividía la península en dos, se veían dos orillas de mar: una con mucha arena y la otra cubierta de selva.

Sentíamos atracción en ir por la selva juntando orquídeas y otras flores que después las pusimos en latas y las trajimos a la Argentina, entre ellas muchos helechos diferentes.

Caminábamos por la selva, pero bajábamos y disfrutábamos del mar, las caminatas duraban desde las seis AM hasta las diez AM. Un día habíamos juntado un montón de plantas y las escondimos al costado del camino para retirarlas a la vuelta, pero las escondimos tan bien que nunca las encontramos.

Muy temprano, a la salida del sol, salíamos con Mariela y Coco por la costa, que tenía árboles y flores preciosas; la costa era en algunos lugares escarpada y en otros ofrecía una suave bajada hacia el mar, había unas bahías que permitían llegar a unas aguas calidas y serenas y era un verdadero placer disfrutar de ellas.

Todas las noches nos juntábamos con Carlos y la familia, también en las tardes; íbamos a cenar juntos, a veces en un local que vendían pequeños pollos a la parrilla.

A pesar que el carnaval había terminado en las playas de brasil, en algunos lugares muy especiales lo seguían festejando. Encontramos una noche que caminábamos con Estela, hacia la punta de la península por donde todavía había selva, una especie de bar hecho con maderas de la selva, sólo había luz de velas y era a la orilla el mar; desde antes de llegar escuchábamos cantar en portugués, cuando llegamos y nos encontramos con el primero de los parroquianos, le dijimos que éramos argentinos y que “morábamos “ en Bombas y Bombiñas; nos dijeron que ese lugar sólo lo frecuentaban brasileros y que en realidad no era un comercio, sólo un grupo de amigos; pero si queríamos quedarnos a escuchar sus canciones gustosos nos ofrecían unas cervezas.

Aceptamos el ofrecimiento y nos quedamos un rato largo, cuando nos fuimos les aseguramos que habíamos disfrutado mucho el encuentro, eran los últimos días y ya nos íbamos.

La vuelta de Bombas y Bombiñas la hicimos por Gramado; fuimos hasta allí por un camino en medio de la selva, desde la costa del mar a la ciudad de Gramado; fuimos en parte bordeando un río que tenía una vegetación frondosa y llamativa. En una estación de servicio, vimos que un señor se bajaba de una camioneta con un revolver al cinto,

En medio del camino y plena selva le pregunté: “¿Por qué? Y me dijo que en esos caminos por donde él andaba y más adentro de la selva, había salteadores de los que debía protegerse de esa manera. Me aseguró que yendo hacia Gramado ya no había peligro porque era un camino concurrid; el mayor riesgo era en los caminos solitarios. “¡Menos mal!”, dije, y nos fuimos rezando para que todo salga bien.

En Gramado fuimos al mejor hotel, pero las señoras nuestras no se quisieron hospedar en él, porque era demasiado pituco; fuimos a otro que estaba fuera del centro, en un lugar abierto y campestre, era un hotel muy lindo, con pileta y parques, donde pasamos tres días muy bien.

El BMW525 venía cargado con todas las cosas que compramos a lo largo del viaje; venía achatado hacia atrás. Habíamos dejado Porto Alegre, donde estuvimos dos días y fuimos al club de salto cuyo presidente era un argentino de La Plata, nos atendió un minuto y no nos dio ni cinco de bola; fue una decepción enorme porque el club era muy grande y lindo. Por la mitad de camino entre Porto Alegre y Santana veníamos con mucho calor y cargado al máximo, se me rompió una goma, tuve que bajar todo lo que había en el baúl y sacar la goma de repuesto.

El regreso lo hicimos en el día desde Porto Alegre a Campana, sólo perdimos una hora con la goma y vinimos todo el viaje, a pesar de lo cargado: ¡A ciento cuarenta kilómetros por hora!

El viaje a Brasil tuvo momentos de gran emoción y probé lo bueno que era ese auto para pasar camiones en caminos de montaña, en subidas y también en bajadas en los lugares que hay para sobrepaso, acelerando de primera a tercera y viceversa, en bajadas y subidas.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina

























N°32
MAESTRA RURAL


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1974
Fecha de alta 04-04-2008

La conocí en un bar de la calle Justa Lima, en Zárate, en el año 1968, por esa época estaba de moda ir a tomar con amigos algunas cervezas los domingos a la tarde y encontrar chicas que también iban al bar, nosotros éramos un grupo de ingenieros recién recibidos que trabajábamos todos en la misma fábrica y vivíamos en la misma casa que alquilábamos sobre la calle Justa Lima.

Muchos de nosotros fuimos compañeros de facultad y en mi caso particular tenía compañeros de San Juan y de Santa Fe ya que cursé en las dos facultades mi carrera de Ingeniero Químico. La mayoría éramos Ingenieros Químicos, pero había un único Ingeniero Mecánico que fue contratado junto con quince Ingenieros Químicos, para la puesta en marcha del primer complejo de fertilizantes de la República Argentina.

No es vanidad, pero el grupo numeroso de ingenieros había atraído el interés de chicas de Campana que venían a Zárate, al bar que solíamos concurrir. Allí se juntaban tanto chicas de Zárate como de Campana, y nosotros, juntos con algunos muchachos del pueblo; el bar ponía mesas adentro y afuera, por lo que a veces las chicas que buscábamos con interés, no las encontrábamos.

Un domingo de tantos yo vi por primera vez a una rubiecita que me partió la cabeza. Ese día estaba con un amigo reciente que era de Santa Fe, el único de los que estábamos allí que tenía auto. Ella estaba acompañada por una morocha muy linda también; yo le mostré las chicas a mi amigo y cruzamos unas miradas con ellas.

Al llegar la nochecita las chicas salieron del bar, nosotros nos propusimos encontrarlas y salimos trás de ellas. Como sospechábamos, estaban en la esquina de la plaza que quedaba frente al bar, esperaban el ómnibus que las llevaría hasta Campana. Allí las abordamos y nos presentamos, les dijimos que no conocíamos a nadie y que queríamos hacer amistad con ellas. Les dijimos donde vivíamos y les preguntamos adonde iban, fue así que nos ofrecimos a llevarlas hasta su casa, el auto estaba estacionado muy cerca y fuimos caminado hasta llegar al mismo, uno de los primeros Peugeot 404 que habían salido al mercado.

Campana dista de Zarate por el camino viejo, unos veinticinco kilómetros, pero dado que en esa época e camino estaba en muy mal estado, el tiempo para recorrerlo se hacía prolongado, lo que aprovechamos para conocer de ellas y contarles de nosotros. Así fue que antes de llegar, habíamos quedado de acuerdo, en encontrarnos el miércoles siguiente en el bar del único hotel importante, que había en Campana.
La rubia tenía veinticuatro años, era maestra rural, trabajaba en una villa muy pobre.
La morocha era empleada administrativa de la única fábrica de FM (Fabricaciones Militares) que había en Campana (hoy está cerrada); tenía treinta años y era muy simpática.

Cuando volvíamos con mi amigo nos felicitamos de haber intentado entablar amistad con estas chicas, eran por cierto muy agradables como personas y aunque adelanto el relato fueron grandes amigas por muchos años.

El miércoles a la noche después de las veintidós horas, salíamos de trabajar del turno tarde, nos encontramos con ambas, llegamos al bar-comedor del hotel, que pertenecía a la fabrica de caños y atendía gente de afuera, pero no así el hotel que era sólo para empleados de la fábrica.

Ese encuentro resultó muy entretenido y ellas se mostraron muy amables, lo que nos facilitó para que las invitáramos el sábado siguiente a bailar, aceptaron, pero nos pidieron que fuésemos a Lujan, que dista de Campana unos cuarenta y cinco kilómetros más o menos. La razón de este pedido, nos dijeron luego, era que no las vieran con gente extraña a Campana, porque se lanzarían comentarios que las perjudicarían. En Lujan probablemente no las reconocería nadie, ya que no eran habitué de esos lugares.

La cena del miércoles terminó tarde, cerca de la una de la mañana y las llevamos a sus casas. Hacía tres días que las conocíamos y ya teníamos un trato muy familiar, todo parecía indicar que ellas también se sentían a gusto con nosotros. En aquellos tiempos para ir un sábado a bailar había que vestirse prolijamente, de saco y corbata o traje, las chicas se arreglaban muy lindas, con polleras cortas y nada de pantalones.

Nuestra experiencia con lugares de baile en pueblos vecinos era nula, las chicas si bien alguna vez fueron a Lujan, no conocían el lugar como para indicarnos el camino, por lo que debimos preguntar al llegar donde habían lugares bailables y como se iba. Dimos con un buen lugar y que tenía bastante gente, se pagaba una entrada que daba derecho a una consumición, allí entramos y nos ubicamos en un sector apartado de la pista donde no se sentía tanto el sonido. Conversamos un rato largo entre los cuatro, nos enteramos de muchas historias y del tipo de vida y la conducta de la gente del lugar. Cuando ya era como la una o más de la mañana, salimos los cuatro a bailar lentos, algo clásico para mi tiempo y muy lindo.

Este tipo de música de por sí es romántica y teniendo una chica hermosa entre los brazos es más romántica todavía. Los lentos si bien permiten conversar, son más para bailar en silencio, y aunque recién la conocía, a los veinticinco años uno tiene una audacia y un comportamiento que no tiene mucha lógica. La posición típica para bailar lentos es pegar las mejillas y esa fue mi primera intención, no la afectó mi actitud y ella dejó su mejilla contra la mía sin objeción, bailábamos muy entretenidos, cuando veíamos que alrededor nuestro muchas parejas se hacían mimos y se besaban, entonces sin forzar las cosas, yo le di un beso en la mejilla, al cual ella respondió del mismo modo. La noche siguió con rock y quedamos separados, si bien nos gustaba bailar algo movido, no lo pasamos mal con los lentos.

Salimos del boliche y fuimos a dar una pequeña vuelta al pueblo, pasamos por delante de la basílica y de los museos, a las cuatro de la mañana, ya la gente se iba a su casa y nosotros nos volvimos para Campana; al llegar fuimos a una vieja pulpería que nos gustaba mucho, todavía permanecía abierta y con muchos de los noctámbulos que deambulaban a esa hora tomando algo o comiendo.

Allí nos bajamos los cuatro, pero yo le dije a mi amigo… anda a buscar una mesa que ya voy… Ella presentía por qué me quedé y era porque quería besarla, no puso objeción a mi trato y nos besamos una y otra vez apasionadamente, esa ere el broche de despedida a una noche maravillosa que llegó a su fin.

Los próximos encuentros fueron en el bar del hotel, siempre nos encontrábamos a la noche cuando yo trabajaba de tarde o a la tarde cuando yo trabajaba de noche o de mañana. Dejamos de salir los cuatro juntos, ellos salían por su lado ya que tenían el auto y nosotros teníamos algunas limitaciones. No obstante un día que teníamos toda la tarde para nosotros la invité a mi casa, ya que esa tarde no abría nadie.

Su llegada me tenía impaciente, habíamos quedado a las quince y no vino se hicieron las diecisiete y yo pensé que no llegaría; cuando escucho el timbre y miro por el balcón del segundo piso de nuestro departamento, era ella vestida de pollerita corta, corrí escalera abajo, que era muy empinada, abrí la puerta y luego de cerrarla lo primero que hice fue besarla, ese beso duró mucho y era el preámbulo de nuestra tarde de amor.

Mi vida había cambiado significativamente, todos los días iba a Campana en taxi y volvía en taxi, no tenía aun mi propio auto. Algunos días iba a Campana y volvía con ella, la llevaba de vuelta y me volvía: Eran cien kilómetros en taxi en un sólo día. La fábrica estaba todavía en construcción y nosotros los quince ingenieros que la pondríamos en marcha, junto con los japoneses que la proveían “llave en mano” (con la puesta en marcha asegurada), estudiábamos todos los manuales que estaban en japonés con traducción al inglés (hecha por un japonés).

No era fácil la tarea que teníamos encomendada, los japoneses que conocían el proceso eran ingenieros que apenas hablaban castellano, palabras sueltas y casi nada de inglés, por lo tanto nuestro entrenamiento era por nuestra cuenta, con toda una simbología de planos que nunca en la vida habíamos visto, por suerte el periodo de finalización se prolongó como diez meses más de lo previsto, por lo que tuvimos un plazo de unos catorce meses para prepararnos y que ayudó para que inventáramos un idioma; entre japonés –castellano e ingles.

Los japoneses eran muy buenas personas y ponían mucho empeño en transmitirnos sus conocimientos, esto iba en su beneficio, ya que ellos deberían poner la planta en marcha y después de un periodo de cuatro meses entregarnos a nosotros, la planta funcionando.

El grupo de ingenieros jóvenes resultó ser muy calificado y todo salió mejor de lo previsto, por ello el Gerente General, un italiano que ganó el puesto en un concurso de oposición en Inglaterra, nos dio una carta de felicitación donde nos anunciaba que nos aumentaba a todos el salario, de setenta y cinco mil pesos a ciento veinte mil pesos, después de dieciocho meses sin ajustes.

Ese incremento de dinero me dio mayor libertad para mis gastos, lo primero que hice fue sacar un crédito y comprar un auto en doce cuotas, después le compré a un japonés una filmadora ocho milímetros..., las primeras filmadoras caseras… a cuerda manual.
Con la filmadora empecé a filmar mis propios documentales, mandaba el rollo a Estados Unidos, y tenía que hacer aduana cuando lo recibía, confieso que este tremendo incordio no me afectaba.

Mis películas eran todas de “arte”, mis personajes eran: 1) un hormiguero tomado con la lente de cerca; 2) un linyera que vivía debajo de un puente de la ruta Nº 9, su historia es realmente dramática, vivía en un caño que atravesaba el camino ,la ruta 9,que permitía el paso del agua de las lluvias, en una total indigencia, cuando lo encontré casi ni hablaba y el día que le llevé comida por primera vez no salió de adentro del caño a recibirla, a pesar de que él buscaba la comida en el vaciadero de basura que estaba enfrente de su “guarida”.

Le conté al jefe de personal de la empresa, que era un señor muy cristiano sin ser católico, se interesó por la vida de su semejante en desgracia y no sólo le llevaba comida, sino que empezó a conocer su historia. El linyera se dio más con mi amigo y con él hablaba de su vida, con esfuerzo porque hacía cuatro años que no hablaba, según el pudo deducir.

Su provincia de origen era Misiones, allí, le contó, era dueño de una plantación de frutales y de yerba mate, hasta que un día su hermana y su cuñado en combinación con la policía del lugar, lo hicieron pasar por loco y lo internaron en Open Doors, en la provincia de Buenos Aires. El naturalmente tenía una conducta retraída pero no era demente, cuando quedó internado nadie lo escuchó y el tampoco podía defenderse por si mismo. Después de cuatro años de estar solo y encerrado ya casi loco de verdad, fortuitamente encontró el modo de escaparse. Se vino caminando unos cincuenta kilómetros, hasta llegar a Campana, donde encontró el basural que le proporcionó la primer comida en varios días, por ese motivo buscó cobijo en el puente…, tenía la comida cerca...

Cuando mi amigo conoció la historia se propuso ayudarlo, lo primero que hizo fue ir a un juez federal y le contó, llevando al Linyera de traje y bien comido con la comida que él le daba.

El juez era conocido de él, le dijo que se tomaría unos días para investigar el caso y que después verían como se le restituía la propiedad al linyera.
Cuando el juez averiguó todo, era como le contó mi amigo, la propiedad aun figuraba a nombre del linyera, yo estaba más que deslumbrado por lo bien que había actuado mi amigo; la cosa terminó con la hermana y el cuñado presos y el linyera en posesión de sus frutales y yerba mate.

Mis avances en el séptimo arte, me llevaron a proyectar una película con mi amiga rubia, ojos azules, maestra del barrio más pobre de la ciudad. Allí los niños salían a recibirla cada vez que llegaba al barrio, ella daba clase en una escuela rancho, tenía un mástil hecho con un palo donde todos los días izaban la bandera; su sensibilidad la llevó a comprar comida para los chicos, con su sueldo miserable de maestra.

El guión argumental estaba basado en la vida real de la maestra, así que no le dijimos nada a los niños y filmamos lo que ellos hacían siempre: La maestra llegaba y cruzaba unas vías que bordeaban el barrio, allí los niños la descubrían y venían todos, todos, todos…, eran sus alumnos desde primer grado hasta el grado que hubiera alumnos…ella los besaba uno por uno y cuando terminaba, tomaba dos al azar y los llevaba de la mano hasta la escuelita…

El día que filmé la película, había una bandera hecha con arroz, pintado de azul y blanco, tirada en el suelo, que desparramó ella antes de izar la bandera verdadera; en eso unas gallinas que por allí pasaban, descubrieron que esa bandera del suelo era comida y no sólo ellas, sino otras gallinas que escucharon los sonidos que emitían las que comían, también vinieron y en un santiamén se comieron la bandera. Esa alegoría de que la bandera a todos nos hermana, quedó trunca por el hambre,…de las gallinas… y de los niños.

La bandera grande quedó izada y la clase comenzó, con todos los alumnos en la misma aula, la clase era del 25 de mayo y la misma para todos… cuando la filmación llegaba a su fin… por la ventana se veía pasar el tren que iba a Buenos Aires, la capital de la Argentina, un país muy rico, y con mayor cantidad de alimentos… y allí estaban esos niños que sus padres no tenían trabajo para darles de comer.

EL Barrio Pobre fue parte de la vida de esta maestra jovencita y cuando la trasladaron a una escuela céntrica de la ciudad ella escribió la poesía siguiente:

Barrio pobre:

Barrio pobre de casas uniforme.
Barrio sombrío de gente pobre.
Camino de tierra y barro.
Barro humano por nosotros marginado.

Amanece, el sol ilumina el barrio.
Niños tristes aparecen.
Caras morenas, brazos desnudos,
con un cuaderno en la mano.

Traen el rostro endurecido.
Los ojos vacíos, el paso sin prisa.
La alegría olvidó pintarles
en la cara una sonrisa.

Niños tristes aparecen.
Rostros sin luz, cara opaca.
Ante el mástil musitan:
¡Bandera de la patria!: Celeste y blanca.

¡Pobrecitos niños tristes, que tan solo
la bandera con nosotros los hermana!
¡Dime Dios! ¡Tú que lo abarcas todo!
¿Por qué no pones en ellos tu mirada?

La vida de la maestra cambió al irse de la escuela rancho, estaba en una escuela limpia, donde tenía material para dar las clases, donde los alumnos no le contagiaban los piojos y donde todos llegaban sin hambre porque habían comido. No obstante por mucho tiempo ella estuvo entristecida por el cambio, pensando en sus “negritos”.

Unos años después de haberla conocido, yo me compré un lote de media hectárea en una isla del Delta, junto al canal Yrigoyen; allí construí una casa con troncos de pino tipo canadiense; entre un arquitecto, un carpintero y un albañil le dieron forma a mi idea, los pinos los saqué de la parte que rocé para construir la casa y dejar un patio sin árboles alrededor de ella por seguridad, por caso de incendio del pinar que cubría todo el campo, y para evitar que las víboras tuviesen lugar donde esconderse cerca de la casa.

Con el diseño del arquitecto amigo, los principales ejecutores: El albañil y el carpintero le fueron dando forma. La casa de madera y parte de hormigón a la vista quedó muy linda, la estufa a leña, estaba en el núcleo central de la casa; construida toda de hormigón incluida la parte que recibía los troncos y la chimenea que sacaba los gases. Estaba abierta del lado del living comedor y del lado del dormitorio calentando los dos ambientes a la vez, en hormigón tenía estantes para libros de cada lado donde no estaba abierta. Los muebles que fueron ejecutados para la cocina, el comedor, el baño y el dormitorio, incluida una cama grande, los diseñó el carpintero con árboles del predio, y en algunos casos los compró con su supervisión terminados.

Tuve que pedir un crédito, y lo hice en un prestamista, pero para que se entienda la cosa me cobró seis % anual sobre saldo, pagadero en dieciocho cuotas.
El esfuerzo no duró sólo los dieciocho meses, tuve que comprar muebles y elementos que también fueron a crédito. Mi posición en la empresa había mejorado, era Jefe de Ingeniería y ya ganaba un salario mayor que el inicial; lo que me permitió progresar, pero siempre sobre el principio de comprar todo a crédito.

Ella participó todo el tiempo en el diseño y decoración de la casa, y cuando la tuve terminada se vino a vivir conmigo por un tiempo, durante las vacaciones de verano, su padre era un isleño que vivía en otra isla cercana y venía a veces los fines de semana a visitarnos. Tenía un trabajo muy pesado y ya estaba grande, se dedicaba a la forestación y explotación de la madera, el único hijo varón nunca quiso ayudarle en la isla. Cuando ella venía a visitarme los perros ladraban de algarabía y por la forma de ladrar, yo sabía que había llegado.
Le gustaba la casa, la sentía profundamente porque ella inventó mucho de lo que tenía, pero sentía que allí no viviría para siempre.

Su recuerdo quedó plasmado en esta poesía:
Los pinos:

Como gigantes guardianes de este amor agreste.
Se alzan mudos y altivos los pinos en la costa.
Oculta casi entre los troncos duros.
De duros troncos y con flores blancas.
Encerrando la hoguera roja, del fuego de los leños.
Y la roja hoguera de este amor nuestro:
¡Levantaste tu casa!

Cuando llego a ella, una brisa silvestre me purifica.
Y siento correr la sangre por mis venas,
que a borbotones
Mi corazón impulsa a venas plenas.
Tus perros ladran dando brincos incansables,
Me quedo quieta parada en la orilla verde.
Te asomas y al verme,
avanzas tras tus perros, corriendo a recibirme.

Te desnudas. Me desnudas suavemente.
Me besas, me acaricias, me llevas a Tu cama.
Ya están los leños encendidos,
Y encendida la lámpara azul
que todo lo vuelve azul en la penumbra.
Me acuesto junto a ti en las sábanas rojas.
El silencio del cuarto se habita,
Con el gemir de la leña que se quema y crepita,
Y el aliento de nuestro amor, también es rojo
De nuestro amor que se consuma, como la leña

Me amas. El silencio es ahora más silencio.
Me detengo a oír que ocurre afuera y un cigarrillo
ilumina tu boca que beso en silencio,
escuchando a la costa.
Es el río que baja apacible. Es la noche,
tachada de estrellas que titilan.
Es la luna que se moja en el agua llenándola de plata,

Amanece. El río ha crecido
Otras veces descendido,
hasta mostrar el fondo de su lecho pedregoso.
Te despiertas. Me miras con ojos descansados y profundos.
Te veo desnudo. Te miro con amor, feliz, intensa; debo volver.
¡Este es mi mundo de dicha,
más no es mi hogar!

Durante los cinco años que viví allí, ella estuvo muchas veces conmigo, hasta que un día vendí todo, y me fui para siempre de la isla, la dejé de ver, nunca volví por la casa de la isla. Cuando todo se estaba terminando entre nosotros ella me dio esta poesía:

Hoy siento que a tu lado,
Cada día, poco a poco
muere mi alegría de tenerte

Tú dejas que se extinga,
nada haces porque viva
Así mudo. Indolente

Mientras mi alma desespera,
Tú presentías: mi alegría
era breve, pronto acabaría

Por eso indiferente dejas que ahora muera.
Miras como la llama más pequeña,
ya es casi ceniza fría

Solo pocos trozos de leña permanecen encendidos,
que con vanos esfuerzos quieren que la llama siga.
A la llama no le basta Mi calor, Mi dolor, a la zaga

pide que Tú la vivifiques con Tus manos.
¿Y Tus manos?... Se cierran, enmudecen.
Mientras Tu impávido, miras como perecen las llamas,
quizás aceleren otro fuego. ¡Este se apaga!

Mi vida quedó desdoblada y siempre deseé verla, pero no lo hice; hasta que en una iglesia la encontré cuando bautizaba a su segundo hijo varón y yo a mi cuarta hija; habían pasado diez años desde la última vez que estuvimos en la isla. En la iglesia la vi de atrás, para no verla, hasta hoy treinta años después, nunca más.

1974- 2008
Jef Pacheco
Zárate – Campana – La Plata













































N°3 3
EL VIAJE A VILLA GESELL
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1980
Fecha de alta 04-11-2008

Juntos, con Alfredo, un amigo del trabajo; fuimos por tercera vez de vacaciones con nuestras familias. Lo pasábamos divertido. El año que fuimos a villa Gesell, fui a un campo a comprar un caballo y nos metimos, con el BMW525 por los arenales sin huellas, luego subimos medanos en la costa, y parecía un bugui, trepaba y andaba como si nada. Todos disfrutábamos de tener un auto tan bueno.

Ese año compramos un caballo al que Estela lo bautizó Intruso, lo tuvimos todas las vacaciones en un corral de caballos de paseo, luego lo trajimos cerca de La Plata; allí estaba en un campo que se inundaba, y nos metíamos en el auto con veinte centímetros de agua por el pasto, parecía un bote, tiraba agua para los costados, y yo creía que era un anfibio.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina

































N°34
LA MUERTE DEL PERRO DE LA CHANCHERÍA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1998
Fecha de alta 25-04-2008

Muchas veces pasé por la “Chanchería”, donde criaban chanchos con comida de la basura. En el lugar siempre había chanchos revolviendo basura y perros que buscaban también comida entre ella. Muchas veces los perros “no salían” a ladrar a los caballos y esto solamente si uno venía al paso un trecho anterior, para no alertar a los perros, pero en cuanto uno de los “Cuscos” empezaba a ladrar, la jauría se venía encima de los caballos y había uno, grande, blanco, que era el que hacía punta y se abalanzaba a morder la boca o los garrones.
De verdad no les tenía miedo, pero sí les tenía bronca a los perros, y más aun al dueño que estando allí no hacía ningún intento por pararlos, retándolos o llamándolos para que no salgan. Yo había pasado muchas veces en mis caballos por allí con Intruso, Salvaje y Nico; caballos que estaban siempre a box y no sabían de perros, así que no se defendían como lo hacen otros caballos tirándoles patadas.

Un día estaba con Carlitos y le comenté lo de los perros, me dijo que en cierto modo eran peligrosos porque si lo mordían mal en el garrón a un caballo lo podían arruinar. Así fue que una tarde decidimos ir por la orilla del arroyo donde estaban los perros. Carlitos montaba a No Sé y me prestó una yegua criolla, robusta de patas gruesas con vasos redondos y grandes. Cuando llegamos al camino del arroyo empezamos a galopar, No Sé era mucho más rápido que la yegua y Carlitos se fue adelante. Cuando llegó a la chanchería No Sé aceleró más, y no le dio tiempo a los perros de que lo alcanzaran; lo que si hicieron conmigo que venía atrás. El perro blanco, grande, se abalanzó sobre la boca de la yegua y de casualidad no la mordió, los otros perros agresivos a su modo, no eran tan peligrosos como el blanco.

El hombre de la chanchería miraba cómo el perro blanco y lo otros querían morder a mi yegua, sin mover un dedo para impedirlo. Aceleré la yegua lo más que pude y los perros se volvieron, no tenía claro de cómo hacer para defenderme del ataque de los perros, y cuando Carlitos se paró y lo alcancé le comenté de lo cerca que estuvo el perro de morder la boca de la yegua. Carlitos me dijo que: O pasaba muy ligero así los perros no me alcanzaban, o lo hacía al tranco y la paraba cuando iban a garronearla, permitiendo que la yegua estando parada se defendiera a patadas.

A la vuelta de nuevo No Sé viene adelante y pasa a un galope tendido sin darles oportunidad a los perros a que salgan a morder, pero estos se quedaron esperando que pasara yo, que venía al galope pero más despacio. El perro blanco se vino con furia y cuando lo vi venir pasé del galope al tranco y cuando el perro fue a garronear a la yegua la paré en seco. El perro le tiró un mordisco al garrón y la yegua que estaba parada lo sacudió con una patada en el centro de la cabeza. No emitió ni siquiera un quejido, quedó tirado inmóvil sin dar ninguna señal de vida, ni pataleo; el hombre que estaba mirando la acción no dijo ni un sola palabra dirigida a mí o al caballo, llamó a los otros perros que le obedecieron instantáneamente. Seguí al paso y ningún perro volvió a molestarme.

Carlitos que iba adelante, no vio cuando la yegua lo pateó al perro; pero se dio cuenta que algo raro pasó, pues no vio más perros ladrando. Cuando lo alcancé y le conté lo que pasó, le dio risa; no por el pobre perro, sino por el maldito del dueño que nos gozaba mirando como los perros nos atacaban.

A los pocos días decidimos volver por el camino del arroyo, íbamos al galope y cuando el dueño nos vio llamó a los perros que ya habían salido a esperarnos, cuando pasamos frente a la chanchería los perros estaban con los chanchos en la basura.

Jorge Eduardo
Punta Lara - Buenos Aires, 2008










































N°35
MI SUEÑO, LA CAMA A MOTOR

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1951
Fecha de alta 17-09-2009

Las mañanas eran muy frías, el invierno no perdonaba y traía temperaturas bajo cero. El único lugar para estar dentro de la casa, sin calefacción, era la cama: En el campo se usaba las cocinas tipo salamandra, pero se le acababa la leña y se apagaba el fuego durante la noche.

Yo no me quería levantar para tomar el ómnibus que me llevaba a la escuela, mi papá se levantaba, prendía de nuevo el fuego, tomaba unos mates, a las 7 de la mañana nos sacaba de la cama para tomar el desayuno, pero mi hermano y yo éramos remolones, dejábamos pasar el tiempo; cuando faltaban 5 minutos para que pase el autobús, pegábamos un salto de la cama y a medio lavar la cara y medio peinar, salíamos corriendo al camino.

Si venía cerca, las luces así lo indicaban, esperábamos cubiertos por una frazada que papá luego entraba. Si no se veían luces, hacíamos fuego al costado del camino, las grandes hojas de los carolinos, secas, encendían muy fácil, y ese fuego de hojas duraba lo que un suspiro, pero nos daba un respiro de haber salido, calentitos, de la cama, el lugar con más abrigo; al crudo frío del invierno.

De tanto sufrir el frío me salieron sabañones en los dedos de las manos; ni los guantes de lana que tejía mi mamá me protegían de tremendas heladas: 7 grados bajo cero, como normal, y a veces llegó a -14 °C.

Los días de invierno esperar el colectivo era un acto de valor, si no fuera por el fuego con hojas que juntábamos en el suelo, lo hubiésemos pasado peor.

Una noche, sintiendo que hacía mucho frío, tuve un raro sueño. Salía en mi cama por la puerta de la casa hasta el Callejón Del Medio, desde allí bajaba a la calle Florida, el camino que recorría el colectivo,... ¡Mi cama tenía motor!; volante y ruedas; ya no tenía frío allí adentro, tapado hasta las orejas, con sólo los ojos afuera para mirar. Mi maravillosa cama tenía un motor poderoso que le permitía correr por la calle pasando autos. El delirio onírico me llevó hasta la escuela y una vez allí entré: “Entré en cama” al aula.
Les dije a mis compañeros que iba en cama para no perder el curso, pero lo que tenía no era una enfermedad contagiosa; sólo era una parálisis de una pierna que me impedía caminar. Los profesores al verme se asombraron y pronto aceptaron la situación como normal, así pasé el invierno y según el sueño muchos compañeros se pusieron a mirar la “cama con motor”.
El sueño no se interrumpió, pasó el verano; el próximo invierno ya éramos dos los “enfermos” qué íbamos en cama a motor.
Cuando papá me despertó, habían muchos compañeros fabricando la propia; lo feo fue al salir a la calle y encontrar que el crudo invierno estaba allí esperándome.
Jorge Eduardo- Los Campamentos- La Plata-2009-Septiembre-28




N°36
LOS CABALLOS DE CARLITOS
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1996
Fecha de alta 10-03-2008

El río inmenso no dejaba ver su otra orilla, el “lado desconocido” para los que estábamos de este lado, se podía confundir con el mar, pero su color marrón oscuro no dejaba lugar a dudas: “era el río”, muchas veces la gente de la municipalidad cerraba las playas porque hablaban de que las aguas estaban contaminadas y era peligroso bañarse, aparecían muchos peces muertos, se hablaba de toneladas de sábalos de hasta cinco kilos, algunos decían que los pescadores los tiraban (porque eran todos grandes) y lo hacían para subir el precio.

La playa del río era un lugar ideal para ir a galopar, a veces íbamos cuando habíamos dado toda la vuelta y venían sudados los caballos, galopábamos por
la arena y de a poco los hacíamos entrar en el agua hasta la cincha. “No Sé”, era un caballo espectacular, Campeón Argentino De Marcha De Resistencia, en varias oportunidades (era por años). Carlitos lo compró redomón, casi salvaje cuando se lo dio a su domador; era tan malo que lo tiró sobre un alambrado de púas y le dejó cicatrices en los brazos y el torso para toda la vida.

Cuando él lo empezó a andar ya estaba más tranquilo, Carlitos le fue sacando todas las cosquillas y mañas y lo convirtió en un caballo sensible, no sólo a la rienda y la pierna sino a las órdenes verbales. Le enseñó que tenía que orinar dentro de un balde, él le ponía el balde en el box, y hacía una espacie de chistido suave, el caballo estimulado y por el acondicionamiento previo, meaba dentro del balde y así no ensuciaba la viruta. Era un caballo interminable, en las carreras de resistencia galopaba y galopaba sin que su ritmo cardiaco pasara de un número que era el máximo permitido por los reglamentos.

Salíamos juntos, yo en el otro caballo, un tordillo oscuro que originalmente lo bautizamos “Pompon”. Este vino al establo después de muchos años que estaba “No Sé”, creíamos que sería tan bueno como él, pero no fue así, hasta que lo educamos pasó un largo año de enseñarle buenas costumbres.

“No Sé” era una cruza de Hackney con Árabe y Pura Sangre, alto, fuerte de patas, cabeza bonita y musculoso, el Tordillo tenía mucho de Pura Sangre con un poco de Árabe, era muy galopeador y el segundo año que corrió salió Subcampeón Argentino De Marcha Y Resistencia. Tenía un defecto grave, no veía de un ojo y por cualquier cosa inesperada se boleaba o pegaba la vuelta a toda velocidad. Un día íbamos por una avenida, con un sector con pasto al medio, por el cual venía un grupo de deportistas corriendo, el caballo esperó hasta que estuvieran a veinte o treinta metros y sin dar muestras de susto previo, se dio una vuelta y escapó desbocado a toda velocidad, Carlitos que iba la par con “No Sé”, lo corrió y lo agarró del bozal y lo fue parando, de lo contrario podría haberme atropellado un auto.

Para comprender el caballo que era “No Sé”, es buena una anécdota de algo que me sucedió con él. Yo le había pedido a Carlitos que me lo prestara, cosa que era la primera vez que iba a suceder, ya que “nunca” pero “nunca” se lo había prestado a nadie; no sabía cómo reaccionaría frente a un extraño sobre su montura. Pero para “No Sé”, yo no era un “extraño”, puesto que le hacía muchos mimos, le daba comida y agua y siempre que llevaba zanahorias lo llamaba por su nombre y el venía y se las daba.

Ese día estábamos todos expectantes, pero Carlitos tenía una sensación extraña al ver por primera vez a alguien arriba de la montura de “No Sé”. Montamos y salimos, “No Sé”, se comportó de maravillas y Carlitos por primera vez lo pudo apreciar en toda su dimensión de gran pingo. Encaramos para un campo donde estaba el viejo camino de eucaliptos que venía de Villa Elisa hasta Ensenada, pero teníamos que cruzar un puente muy angosto y yo sin darme cuenta pasé por la orilla haciendo que el caballo perdiera pie y se cayera a la zanja; yo caí primero y el caballo encima mío, cuando se dio cuenta de que me iba a pisar empezó a sacar las patas y ni me tocó, nadie hubiese creído que el caballo lograría no aplastarme.

El Tordillo no era tan amigable, era un caballo que había que manejar con cuidado aun dentro del box, el hecho de que no viera de un ojo, lo volvía peligroso y pateador si se le acercaba por el lado ciego, pero tenía su meritó, con apenas un año de entrenamiento corrió y estuvo a punto de ganar el Campeonato Argentino, que lo ganó “No Sé”.

Ese año lo entrené yo porque el muchacho que lo corría no tenía tiempo de venir para entrenarlo, sí para correrlo los fines de semana. Mi sentimiento por el Tordillo era muy grande por la dificultad que tenía para ver y lo que logró en tan poco tiempo. Cuando se fue poniendo a punto galopábamos sin pararlos siete a ocho kilómetros para entrenar, el defecto que tenía en el ojo nadie se lo había detectado, y lo querían utilizar para salto, obviamente que en esas condiciones no podía enfrentar una valla.

Externamente era un caballo ideal para salto: Alto, corpulento pero liviano para andar, su sangre árabe lo hacía ideal para correr y galopar sin cansarse. Cuando se dieron cuenta que nunca saltaría, aunque no supieran porqué, lo vendieron y para un caballo de su clase, muy barato.

Los últimos días el Tordillo los pasó en un campo bajo con pasto de invierno, se enfermó y se murió sin que el veterinario pudiera hacer algo por él, cuando ya hacían muchos meses que no lo veía, fui hasta donde siempre estaba en el establo, la noticia me tomó de sorpresa, pero mitigó mi pena al ver a “No Sé”, viejito pero con toda su pinta, gordo y vivaz para andar aunque ya no corriera más.

Jorge Eduardo

Punta Lara 1996
La Plata 2008






N°37
EL TROMPO DE DIEGO EN UNO DE LOS VIAJES A JUNÍN
Por Jorge Eduardo
Argentina / 1980
Fecha de alta 06-11-2008

Después de trabajar 18 años en Maleic, renuncié y me fui a trabajar a Junín, allí hice un arreglo y me daban la casa, pero Estela no quería vivir en forma permanente porque los chicos todavía vivían en nuestra casa, aunque los 4 ya estaban grandes.

Entonces hicimos un arreglo, yo viajaba a mitad del mes y la llevaba, luego la traía al final del mes, a la semana siguiente volvía solo y viajaba de vuelta solo, para venir a buscarla a la mitad del mes; así la historia: el auto corría que daba gusto y el viaje se me hacía descansado y fácil.

Unos de esos viajes Diego manejaba hacia Junín, cuando pasábamos por una estación de servicio, Estela le pidió: “¡entra aquí!”

Estábamos sobre la entrada, entonces Diego no encontró mejor remedio que mandarse una maniobra de corredor de rally, ensayada en el Parque Pereyra Iraola: Clavó el freno de mano e hizo un semi trompo y quedó mirando para la estación, junto con un reventón de una goma trasera, veníamos rápido pero por suerte había aminorado la marcha porque salían autos de la estación y no nos paso nada.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina


























N°38
NICO NICÓMANO, ERA UN TOSS

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1990
Fecha de alta 19-04-2008

Nico (su nombre de pura sangre, era Nicómano), era un Toss. Nicómano era hijo de un padrillo de la sangre Toss, un abolengo reconocido por los criadores de caballos de carrera, cuando lo compré tenía ya siete años y ese mismo año había ganado un clásico en el Hipódromo de La Plata. Su dueño lo quería mucho y hasta que lo vendió lo cuidó con el mayor esmero.

El profesor de equitación de Diego, tenía siempre contactos con la gente del hipódromo y se enteró de que iban a vender a Nicómano, un ganador de varios clásicos y con una estructura física más que interesante para ser un caballo de salto; que era para lo que lo usaríamos con Diego.

Por esa época estábamos con Salvaje solamente y queríamos comprar un buen caballo para entrenarlo; veíamos que el profesor preparaba caballos en un año, y que luego de entrenados valían muchísimo más de lo que costaron.
Nicómano lucía precioso cuando lo fuimos a ver y el precio era razonable; el dueño se preocupaba porque, quien lo fuera a comprar estuviera interesado en cuidarlo, más que en el precio en que lo vendería. Tenía que ser alguien que lo tendría cómo él lo tuvo y le gustó la idea de convertirlo en caballo de salto.

Cuando llegamos al box donde estaba, del lado de Ensenada cerca del hipódromo, el dueño nos explicó todo el linaje que tenía Nicómano, que por parte de padre venía de Edge Toss, uno de los caballos que dio muchos hijos ganadores de clásicos importantes. A Nicómano lo probó Diego por la calle del Stud yendo para el lado del río. Lo hizo galopar y resultaba muy manso, no se asustaba de los autos que pasaban ni de ninguna persona o carro que por allí circulaban.

Me pidió un monto en dólares y le hice una contrapropuesta; le ofrecí lo mismo que tiempo atrás había pagado por Intruso, al fin le pareció aceptable y me lo dejó por el mismo precio que pagué a Intruso. Le pagué el caballo y quedé en venir a retirarlo al otro día que era domingo, lo llevaría de tiro y vendría en Salvaje. Él me ofreció regalarme el bozal que por muchos años usó Nicómano.
Lo llevé por el camino de Punta Lara, hasta el camino que va junto al arroyo que pasaba cerca de la caballeriza donde estaría alojado en City Bell. Todo el recorrido lo hice bien por la banquina, y el camino del arroyo era desértico, no pasaba nunca nadie, rara vez encontraba alguien a caballo.

El camino de unos veinte kilómetros lo hice despacio, tardé como cerca de tres horas, pero el caballo fue tranquilo y a pesar de algunas “chancherías” que estaban a la vera del camino del arroyo, y que tenían muchos perros malos que salieron a ladrar, Nicómano no se asustó y siguió atrás de Salvaje lo más tranquilo.

Cuando llegué a lo del Profesor -ya era pasado el mediodía-, hacía calor y les di a los dos caballos un buen baño; me encantaba bañar los caballos, sobre todo en verano. Los puse a la sombra y les di un morral de avena y pasto en fardo. Para Nicomano todo era nuevo; él como padrillo detectó que había yeguas y empezó a relinchar cuando lo metí al box.

Nicómano tenía un problema con sus testículos demasiados desarrollados. Eran naturales, no padecía de ninguna enfermedad que se los hubiese desarrollado, pero le originaban un problema, sobre todo en invierno. Se trababa y le costaba caminar hasta no entrar en calor; era como si el roce con su cuerpo le produjera dolor y esto lo complicaba para hacer ejercicios.

Al día siguiente de haberlo llevado, lo ensillé y lo saqué a la pista de salto montado, le puse bridón, esos frenos que se manejan con las riendas separadas; en la pista había un alumno con el Profesor haciendo unos ejercicios, la pista tenía muchos obstáculos con formas y colores llamativos para acostumbrar a los caballos a sortearlos, algunos de los obstáculos eran montículos de gomas viejas con un palo sobre ellas.

Nicómano no se asustó tanto de los obstáculos como del caballo que saltaba sobre ellos, y pasó de ir al galope lo más tranquilo a una enloquecida carrera; lo dejé correr alrededor de la pista y cuando dio dos o tres vueltas y ya estaba más sereno lo empecé a frenar hasta que lo paré. Después de eso lo saqué caminando de la pista y lo desensillé. Ya se había tranquilizado, le di su baño y lo “colgué” en la mora que sería su lugar, si estaba afuera del box. Cuando estaba “colgado” en la mora, él me veía llegar en mi auto BMW gris, grande; empezaba primero a relincharme y se levantaba de manos hasta que yo me bajaba y lo acariciaba. Generalmente le traía zanahorias que le encantaban, y se las comía golosamente.

Los días siguientes ya no se asustaba de los caballos saltando, y Diego empezó a hacerle hacer unos ejercicios, le hacía pasar en la manga palos tirados en el suelo a dos metros unos de otro. Primero al tranco, luego al trote y por último al galope. Este ejercicio duró varios días y cuando ya no mostraba ninguna desconfianza hacia los palos tirados en el suelo, inició otro ejercicio similar pero con la punta de los palos apoyada sobre un palo soporte y el otro extremo en el suelo. Los obstáculos estaban en el centro de la manga, de ambos lados, esta era de forma elipsoidal de veinte por cuarenta metros, así podía colocar cuatro obstáculos de cada lado, a cinco metros unos de otros.

Nicómano, que era inteligente, aprendió a cruzar estos obstáculos rápidamente y a los pocos días Diego le subió un grado de dificultad: Los palos estaban sostenidos por las dos puntas, al principio estaban muy bajos para que los cruzara caminando, luego le fue aumentando la altura y allí empezó a saltar al trote, lo hacía con gran agilidad y desenfado, no le costaba ni física ni psicológicamente cruzar esos palos. Después de varios días que saltaba al trote le subió más la altura y saltó por primera vez al galope, fue muy emocionante ver como enfrentaba sin miedo y al galope palos de sesenta centímetros, que si bien muy bajos no le representaban ninguna complicación, era cuestión de esperar y “Nico” prometía que saltaría más alto y mejor.

Diego saltaba en juveniles en alturas de noventa centímetros, cuando Nico llegó a saltar un metro con veinte centímetros en la manga, y hacía en la pista recorridos de un metro sin contratiempos, lo presentó en un concurso donde saltaban chicos y chicas de la misma edad. Nico ganó, es decir: Diego en la primera presentación, mostró docilidad y rapidez para saltar los diez obstáculos.

Por esos días apareció un comprador de caballos que lo había visto saltar en el club hípico, me ofreció un valor por el caballo, que yo no lo consideré adecuado y no se lo vendí. Pero este no fue el único que lo quiso comprar después del debut a Nico. Pero yo le puse un cartel: “No se vende”.

Después del primer concurso nos hicimos, con Diego, socios del club hípico, y ellos nos permitían usar las instalaciones. Es decir que Nico se familiarizaría con los obstáculos más complicados que allí habían como: La zanja de agua, el pulverman, vallas arriba de elevaciones donde el caballo primero debía subir sobre un terraplén de un metro de altura y saltar en corto recorrido las vallas que estaban allí.

Todas estas complicaciones no estaban todavía en las exigencias que tenían los concursos de los más chicos, pero el aprender a sortearlas les daba un entrenamiento a futuro y mostraba la potencialidad del dúo caballo- jinete.
Estuvimos casi dos años en lo del Profesor pero cuando compré a Jimbo24z, llevé a Salvaje y a Nico al club donde estaba Jimbo24z.
Esta es la historia de Nico, por ello no contaré sobre Salvaje y Jimbo24z, que lo haré por separado.

Diego subió de categoría y para competir con éxito necesitaba un caballo que hiciera recorridos de un metro treinta y en la manga saltara un metro cincuenta. Nico por el problema que tenía con sus testículos muy desarrollados, se estancó y no fue más allá de un metro veinte en recorridos y con faltas.

Hablamos con el veterinario de mi socio, que era criador de caballos (tenía 300 entre Brandsen y La Pampa). Me aconsejó que lo capáramos, si bien era grande no tendría problemas de hacerlo con los requisitos necesarios.
Conseguí el mejor veterinario que trabajaba en el club, y de refuerzo el veterinario de la estancia, donde estaba el box, en donde lo dejaría de postoperatorio.

Lo llevamos a la estancia y allí el veterinario principal y con la ayuda del otro más joven, lo caparon. Yo estuve todo el tiempo al lado de ellos y lo primero que les pedí fue que me confirmaran si tenía un tumor. Revisaron los dos testículos que le habían cortado y me dijeron: ¡Son naturales así de grande!
Esto me tranquilizó, pero no del todo. Nico tenía ocho años y era una edad avanzada para caparlo, aunque se hacía, no era frecuente y yo sabía que podía morirse en el intento.

Como era obvio perdió sangre, y los primeros días no probó bocado y no sé si agua. Se empezó a “chupar” y los primeros quince días iba para atrás, llegué a preocuparme mucho y le pedí a los dos veterinarios que se turnaran para verlo. Ellos en persona se ocupaban de que tomara agua y empezara a comer con más asiduidad, hubo un día como una bisagra: Se lo empezó a ver más animado y a pesar que había adquirido una flacura impresionante en su físico de atleta, empezó a moverse con soltura y con más energía.

Lo empezaron a “colgar” en un bosquecito que estaba en frente de los boxees, allí no habían moscas porque esparcían fluido Manchester por todo el parque. Cada día comía más y tomaba agua. Cuando ya iban unos 25 días desde que lo caparon, por primera vez tuve la sensación de que Nico no se moriría. Fue un alivio ver que de a poco empezaba a engordar y que se notaba su mejoría.
Es fácil para un caballo perder peso, pero el camino inverso es sumamente costoso.

Al mes Nico estaba flaco pero de buen ánimo y se podía ver que había cruzado la línea para el lado de la vida. Lo caminábamos mañana y tarde y le dábamos pequeñas raciones pero en espacios de tiempos más cortos. Después de los cuarenta días de operado, empezó a recuperar peso en forma acelerada, lo movíamos con más intensidad y durante más tiempo, esto hacía que mejorara su apetito. Le incorporamos un poco de maíz a la ración, con precaución de los cólicos, que son muy agudos y mortales.

Yo le seguí pagando -hasta los 60 días de operado- a los dos veterinarios, más el box, más el peón que lo cuidaba, más la comida, más los remedios. Gasté cuatro veces lo que me había costado Nicómano… y esto no es todo… cuando pasó un tiempo y Nico trabajaba, normalmente vimos con Diego que Nico tenía un techo y que no iría más alto… por lo que decidimos regalarlo… era mejor “inversión” que esperar a venderlo, pues en tres meses pagaba de pensión lo que valía el caballo.

Mi socio con Jimbo24z, consiguió un “admirador” de Nico, que tenía box, estancia y buenos pastos para soltarlo cuando no estaba a box; sin dudarlo se lo regalé, vino al día siguiente que Yayo le avisó, y con un trailer se lo llevó a su estancia que quedaría a unos ochenta kilómetros. Cuando venía al club nos visitaba a Yayo y a mí, nos contaba todas las cosas que Nico aprendía; hasta enlazaban desde arriba de él.

Si bien cada vez que uno se separa de un caballo que se quiere se sufre, por Nico me alegré porque en la estancia era el “Caballo del patrón”. Nunca volví a verlo, supe de él hasta que dejé de ir al club de Montegrande, cuando Diego dejó de saltar y yo vendí también a Salvaje.

JORGE EDUARDO
LA PLATA - LO DE OLIVA-MONTE GRANDE





















N°39
INTRUSO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1972
Fecha de alta 26-01-2008

Intruso, era un zaino cabo negro, cruza de pura sangre con árabe, lo encontré en Madariaga y era un caballo de correr cuadreras. Cuando se convirtió en el caballo de mis hijos, era el caballo más manso e inteligente que yo había tenido, lo llevamos al mar y se metía profundo sin miedo al agua, lo llevamos al campo y se dejaba agarrar sin disparar, era manso; aprendió a saltar de una valla.

Dado que al saltar salía disparado y no se lo podía arreglar para la próxima valla, decidimos cambiarlo por un potrillo que le pusimos salvaje.
Intruso, una vez que había viento norte, en Agosto, se puso muy violento y cosa que nunca sucedió con él, cuando fuimos al potrero donde estaban las vacas se largó a correr como enloquecido.

Lo pude parar y me bajé, le di pasto para que comiera y se tranquilizó, cuando estuve un rato creí que la influencia del viento norte se le había pasado pero no fue así, apenas volví a subir sobre la montura quiso salir corriendo y yo lo tiré con demasiada fuerza de la boca y se dio vuelta, se “boleó”, se me cayó encima y me aplastó una pierna sin hacerme daño, se levantó y como yo le había soltado las riendas salió corriendo, cruzó por el campo hasta una esquina donde había un corral, el corral estaba construido con los mismos alambres que el alambrado perimetral, Intruso llegó y lo saltó limpiamente, allí se paró y quedó quieto esperando mi llegada.

Un gaucho que pasaba por el camino lindero vio la escena del caballo que se boleó y se disparó, luego me comentó que no había visto un caballo tan ligero, se ofreció a llevarme hasta el corral y fuimos recogiendo los mandiles que Intruso perdió, llegamos y entramos por la puerta abriéndola ya que no tenía ningún candado, a Intruso le llamaba la atención el caballo en que íbamos montados, por esa razón me bajé y aproximé solo.

Intruso no se movió, se quedó quieto como diciendo “aquí no pasó nada”, lo agarré del bozal y luego de las riendas, le puse lo que había perdido en la carrera y lo volví a cinchar, ya se veía que Intruso con la carrera se había tranquilizado, lo subí y salí al paso lo más tranquilo para la puerta del corral.

El gaucho se despidió y volvió a su huella. Yo salí para el box donde lo guardaba, éste se comportó como si nunca hubiese tenido ese ataque de nervios por el viento norte, que dicho sea de paso ya había desaparecido con la intensidad que corrió a la mañana. Lo llevé al paso y en ningún momento quiso disparase o enojarse.

Al otro día salió como siempre, tranquilo, al paso y al galope fuimos al campo donde se había disparado y anduvo lo más bien. Esos fueron los últimos paseos con intruso, lo cambiamos por Salvaje, un hermoso potrillo con mucha clase para salto, muy alto y de muy buena estructura.

Intruso terminó siendo nuevamente un caballo de correr carreras cuadreras, volvió a ganar y sólo perdió una porque se lastimó la pata en la partida. Por muchos años era el caballo más famoso del pago de Magdalena, y cuando viejo se dedicó a pasear chiquilines que lo cuidaban y mimaban hasta que rodeado de ellos murió suelto en un campo de Magdalena.

Jorge Eduardo
Argentina.
Madariaga- La Plata- Magdalena
















































N°40
EL VIAJE A LA SIERRA DE CÓRDOBA


Por Jorge Eduardo
Argentina / 79
Fecha de alta 03-11-2008

El viaje anterior lo había hecho con el Ford que tenía mucha fuerza pero no doblaba y si iba rápido en las curvas derrapaba de cola y era un verdadero peligro. Por ese motivo empecé entrando despacio en las curvas pero el auto no se movía hasta que fui tomando experiencia y aceleré cada vez más, llegando a tomar curvas a 100 kilómetros, por hora o más, en la parte trabada de la sierra de La Punilla.

Lo fantástico del BMW525, era que en los tramos rectos levantaba velocidad muy rápido y que no debía frenar tanto para doblar en las curvas, yo conocía el camino perfectamente, porque muchos años fui allí de vacaciones, y con un auto tan seguro para doblar y frenar, no correría riesgos.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina






























N°41
LAS CUATRO ESTACIONES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2000
Fecha de alta 17-09-2009

El invierno llegó con copiosas nevadas, el techo de la casa y los caminos quedaron cubiertos, solamente la nona llevó su pala y sacó la nieve; sola paleó y paleó el techo, el frente de la casa y los caminos para llegar al criadero de aves y de cerdos.

La vieja casona albergaba a los tres hijos y 5 nietos de la nona con sus familiares; el nono había muerto. Ninguno de ellos se ocupó en ayudarla con todas las tareas de la casa; sólo le pedían nunca le daban. A la nona no la consideraban como alguien importante de la casa; flaquita y chiquita nunca valoraron el tremendo trabajo que ella ejecutaba.

Con la primavera nacieron las flores blancas, hermosas y perfumadas, cubrían el prado; al llegar el verano la nona cortó las flores y fabricó con ellas “su vino”.
El vino de flores blancas tenía su secreto: Era un vino negro, con sabor a tinto; y perfume a flores.

La despensa guardaba los jamones, chorizos, dulces, y el vino que ella hizo.
Al finalizar el ciclo, el otoño, cayeron las hojas y la nona murió; la enterraron con un pequeño cajón y nadie se percató de lo que sucedería; la nona murió y era lógico: Estaba vieja; alguno lloró, pronto se dieron cuenta que nada era igual.

La nieve cubrió los caminos, y aplastó el techo, los animales murieron de hambre, las flores por los rincones de la casa ya no perfumaban y el vino se acabó.

Fueron estos hechos que los llevaron a valorar a la nona y a pensar que había muerto. ¿Fue por eso que la vida para ellos no era igual?
…¡No la consideraron, no le ayudaron!
…¡Pero cuánto valía la nona!

Jorge Eduardo
La Plata













N°42
PORQUÉ SE LLAMÓ INTRUSO MI CABALLO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1987
Fecha de alta 22-01-2008

El año anterior fuimos de nuevo de vacaciones a Córdoba, con la intención de comprar el caballo tordillo pura sangre que lo habíamos tenido en el parque de Transilvania durante un mes. Pero al llegar tuvimos una triste noticia: El caballo había sido muerto a balazos por la policía la única vez que se salió a la ruta.

Todos quedamos muy tristes ese verano y planificamos con los chicos Pablo, Mariela, Diego y Yanina que buscaríamos otro caballo que nos gustara y lo compraríamos. El proceso de selección debía ser en el verano, durante las vacaciones ya que estábamos todos juntos y teníamos tiempo para elegir un buen caballo.

Esas vacaciones no encontramos ningún caballo que nos gustara, es que el recuerdo del tordillo era muy fuerte, nos fuimos de Córdoba pensando que el año siguiente encontraríamos un buen caballo aunque no sabíamos adonde iríamos de vacaciones.

Alfredo me propuso que fuéramos en noviembre a Villa Gesell a buscar casa y encontramos una hermosa casa de dos plantas con todas las comodidades, estaba en medio de un bosque de pinos de los que plantó el propio Gesell. Eran añosos con un gran follaje y estaba muy cerca de la casa original que construyó muchos años atrás Gesell.

Llegamos el 1 de enero y nos ubicamos en la casa. Era el tercer año que salíamos juntos, los chiquitos de Alfredo estaban un poco más grandes y los nuestros también.

La casa estaba a ocho cuadras del mar y a diez del palenque, por lo que íbamos a todas partes caminando. Fuimos unas cuantas veces al palenque y ya teníamos los caballos para cada uno.

Yanina andaba en una yegüita mansa pero vivaracha que con sus 5 años podía dominar bien, Diego que era el que le seguía en edad andaba en Lunita, una petisa rajadora que corría muy rápido y Diego la disfrutaba.

Cuando íbamos de noche por la playa, a las 12 de la noche, andaba una que otra pareja y algún borracho. Nosotros íbamos por la parte mojada y a veces nos metíamos más adentro, los caballos no tenían miedo al agua.

Mariela andaba en Pinocho un buen caballo para andar pero peligroso en el palenque ya que le daba por morder. Pablo, el mayor de los hermanos, iba en un bayo rápido y muy bonito. Por último, yo tenía una yegua zaina oscura de tipo silla argentino: La Sombra, muy alta y veloz que le gustaba ir corriendo adelante.

Cuando llegábamos atábamos los caballos en la red de voleibol que siempre estaba puesta. Íbamos a un bar, tomábamos gaseosas con sándwiches; la vuelta no era por la playa, veníamos por calles de tierra cruzando la avenida 3, la calle principal, la vuelta era siempre mucho más rápida porque veníamos a toda velocidad como a la 1 de la mañana, hora que no había casi nadie por las calles de tierra.

Cuando me hice amigo del dueño del palenque le conté que quería comprar un buen caballo, que fuera manso y tuviera clase. A los pocos días me dijo que en Madariaga había un señor que exportaba caballos y que vendía para el mercado local, que había averiguado que eran buenos caballos y tenían un precio razonable.

Decidimos ir al otro día y fuimos en mi auto que en esa época era un BMW 525, un auto muy grande y rápido, que nos permitía andar cómodos a los 6 miembros de la familia. Fuimos a la mañana temprano para evitar el sol en el campo.

La velocidad que yo andaba era siempre 140km/h. y de allí no lo pasaba. A la 8 de la mañana estábamos en lo de Aspiró, le explicamos lo que queríamos: quince caballos para el palenque y uno bueno de clase para mí.

Llegamos al campo que estaba cerca y Aspiró hizo juntar los caballos en un corral grande donde podían correr con soltura, Salinas elegía los caballos para el palenque, Aspiró le decía si servían para ese uso por ser mansos y de buena rienda, eran todos caballos bien domados pero algunos tenían más trabajo que otros y ofrecían más garantía de que no ocasionarían problemas.

No todos tenían el mismo precio, los de más de 500 pesos los desechaba, así se fue armando la tropilla hasta que quedaron seleccionados los quince. Yo rápidamente decidí que no compraría ningún caballo de esa tropilla.

Volvimos a la casa de Aspiró para pagar y hablar de los papeles que nos daría junto con los análisis de fiebre equina hecho por el veterinario del pueblo. Cuando estábamos en su casa Aspiró nos mostró dos caballos que tenía allí.

Uno era un pura sangre de carrera, zaino colorado muy bonito, lo estaba preparando para correr, pero todavía no había debutado, el otro era un zaino oscuro con cabos negros, lo usaba para pasear al pura sangre, este también era un pura sangre con algo de mestizaje con árabe, era un caballo precioso con un gran porte y un aspecto que impactaba, tenía un defecto -si así puede llamárselo-, la cruz muy alta y había que protegerlo con mantas para que la montura no lo lastimara.

Aspiró me dijo que era un caballo sensacional, que había ganado muchas carreras, le pregunté si era manso como para los chicos y me aseguró que era un caballo de calesita.

Entonces le pregunté si lo podían probar los chicos, me dijo que sí y a continuación fue Mariela, la primera que lo probó. Salió al paso y luego al galope, era verdaderamente un caballo manso y muy ágil, se bajó Mariela y subió Diego, este ya salió al galope de entrada, por un potrero frente a los boxees, lo hizo correr rápido y el caballo no se excitaba, nos gustó mucho y le pregunté cuanto valía, me contestó que no menos de 500 dólares,- que pena- le dije- tengo sólo 300 -eso es poco,- pero vio el interés de los chicos y me lo dejó por los 300 dólares.

Cuando lo vi al veterinario y le conté qué caballo había comprado, me dijo: Ese caballo es el cuadrero más ligero de Madariaga. No volverá a correr cuadreras será para equitación.

Los caballos los mandó con un paisano en un arreo a los dos días con los papeles en orden. Yo fui al encuentro del arreo y venía mi caballo en primer lugar tirando la tropilla, habían salido muy de madrugada y venían llegando para el mediodía. Yo los pasé adelante y avisé para que cortaran la calle y los hicieran entrar al corral donde quedaron encerrados.

El corral estaba dividido en dos, en un lado quedaron los nuevos del palenque y del otro lado los viejos. Con esto se consiguió que no se disputaran territorio entre los líderes de la manada.

Quedaron todo el día, les dimos agua y comida. Yo le di una ración importante de avena, al otro día empezamos a probar los caballos, solamente dos de los quince le devolvió y Aspiro le mandó otros dos y se llevó los que le devolvieron.

Yo probé mi caballo por los médanos que hay entre Gesell y Cariló, se comportó fantásticamente y decidí que los chicos podían usarlo sin restricciones.

Cuando llegué a casa le pedí a Estela que le pusiera un nombre al caballo, ella no participaba del entusiasmo con que recibimos nuestro caballo, sin embargo se puso contenta que le pidiera que le diera un nombre.

Se llamará Intruso porque siempre estará entre nosotros, deberemos cuidar de él como de un hijo más.

Los chicos aprobaron el nombre y hasta que estuvo con nosotros, Intruso respondió a ése nombre como si siempre lo hubiesen llamado por él.

Lejos de significar un nombre peyorativo, para nosotros tenía una acepción como de Curioso, que se metía a husmear en cualquier lado. Intruso aprendió rápidamente a meterse al mar sin tenerle miedo al agua, esto permitía que estuviera siempre limpio, además de los baños que le dábamos con la manguera.

Un día que lo montaba Diego, hizo una hazaña; se fue galopando por los médanos y sin parar subió hasta la punta de un médano que tenía como 100m de alto, ese esfuerzo sólo lo puede hacer un caballo como Intruso, mezcla de árabe y pura sangre.

Fuimos muchas noches por la playa, siendo Intruso el que corría adelante independiente de quien lo montara. Se disputaban con La Sombra el correr en la punta y era peligroso en la ciudad cuando íbamos por las calles de arena por que podía cruzarse alguien.

Esas vacaciones llegaron a su fin, nos divertimos mucho, y yo las recuerdo con nostalgia porque los chicos tenían una edad que los pude disfrutar como loco a los cuatro, que me seguían a todos lados.

Cuando volvíamos a La Plata conocí una chica que tenía una yegua árabe y que debía traerla hasta la ruta 2, cerca de La Plata, me ofreció que compartiéramos el camión y así nos salió la mitad el flete, además me ofreció cuidarme el caballo en el campo que ella vivía, lo tuve allí todo el final del verano y el otoño, pero al llegar el invierno el campo se inundó e Intruso se enfermó de los vasos, así que lo llevé a un campo cercano pero más alto y que no tenía agua.

Ese campo era muy grande y junto con Intruso había una manada de yeguas chúcaras, esto hizo que Intruso se pusiera como jefe de la manada y las yeguas lo seguían a él por donde iba.

Un día que voy a verlo quiero agarrarlo pero Intruso estaba hecho un verdadero caballo salvaje; para agarrarlo, un gaucho dentro de un corral tuvo que enlazarlo. Allí descubrí que Intruso tenía la pata trasera -junto al vaso- cortada y que se había agusanado.

El gaucho me dijo que si no se le sacaban los gusanos perdería la pata, allí había un muchacho que tenía una serie de boxees en su casa cerca del campo, junto a la ruta 2. Se ofreció a curarlo y darle de comer a box, a los dos meses se había mejorado de aspecto y parecía que la herida estaba sana.

Salimos a probarlo pero se le abrió, tuvimos que dejarlo dos meses sin andar pero en ese tiempo se curó y se puso gordo y lindo. Cuando la herida mejoró lo empezamos a pasear de tiro y tomo un lindo estado.

Al llegar la primavera lo llevé a La Plata, a un lugar que el dueño era profesor de equitación y básicamente de salto, allí todos aprendieron equitación con reglas y buen arte y Diego aprendió muy bien a saltar, Intruso saltaba 1.20m rápidamente, pero no aprendió a saltar y seguir al galope, saltaba y salía a toda carrera lo que hacía que no pudiera saltar dos vallas seguidas.

Como nos habíamos entusiasmado con el salto, decidimos cambiarlo por un potrillo de muchísima clase, hijo de una yegua muy buena de salto y un padrillo de la línea de Yatasto, muy alto pura sangre que lo buscaban por su linaje.

Al potrillo le pusimos de nombre Salvaje por lo malo que era. Lo fuimos amansando hasta llegar a que lo podíamos agarrar, embozalar, levantarle las patas, ponerle la montura y cincharlo. Por último aprendió a andar montado, y luego -que era manso de abajo- lo mandamos a un campo para que un gaucho lo amansara y lo tirara de la boca.
El gaucho lo tuvo un año, lo dejó blando de boca, lo ensillaba con recado y corría vacas en el campo, también las tiraba de la cincha, además lo llevó a las cuadreras y ganó algunas.
Tenía cuatro años y era un verdadero caballo de andar, lo trajimos a lo del profesor y allí rápidamente aprendió a andar con bridón, especie de freno. Aprendió a saltar, era tranquilo y hacía un recorrido hasta 1.20 metros.

Intruso a pesar de mi vaticinio volvió a correr cuadreras y ganó todas menos una que se lastimó al saltar en la partida. En muchas ocasiones corría y ganaba dos carreras por día.

Lo tuvo un señor que se lo compró al que me lo cambió por el potrillo, fueron diez años y cuando Intruso no sirvió para correr por su edad se lo regaló al que se lo vendió, allí se dedico a pasear chicos hasta que se murió rodeado de chiquilines que lo lloraron.

Jorge Eduardo
La Plata.
N°43
LA CASA DE IRENE

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1965
Fecha de alta 19-05-2008

El Club Universitario estaba en la cuadra siguiente de la casa de Irene. Allí era un “Colegio Menor” donde vivían ocho chicas que habían llegado de diferentes pueblos del interior de la provincia y también de otras provincias. Eran pibas amigables donde se reunían varios amigos; los fines de semanas solíamos juntarnos en la Casa de Irene a cantar, tomar mate; después de haber ido a cenar al club universitario.
El Club era un viejo edificio; típico de una ciudad de cuatrocientos años de antigüedad que era muy pintoresco. En el verano usábamos la terraza para cenar a la luz de las estrellas, recibir el viento fresco que venía del río y tomar vino riojano, casero, pisado a pata, que lo comprábamos en damajuanas de diez litros en el mismo club. Tomábamos vino en copones grandes que se usaban para chops de cerveza; los llenábamos de hielo y, a veces, le agregábamos soda.
La mesa la componían diversos y muy calificados curdas del ambiente estudiantil; uno de los más conspicuos miembros, era el brillante profesor-fisicomatemático- de nacionalidad nicaragüense, recibido en el instituto Balseiro de Bariloche; otro era el Kako, un distinguido estudiante con formación filosófica y teológica que discutía con mi compañero de cuarto sobre filosofía y teología; mi compañero tenía mucho aguante para el trago, y con el Kako eran excelentes estudiantes de ingeniería.
El club universitario estaba relacionado con la casa de Irene, porque al terminar la noche esta quedaba en el camino de todos y pasábamos por la casa; siempre que fuera sábado o domingo. La casa estaba en un segundo piso y no tenía ascensor, por esta razón algunos que llegaban medios tomados debían ser auxiliados para llegar a destino. La casa recibía la visita de nosotros cuatros y de algunos eximios músicos que tocaban la flauta quechua, la guitarra, y el violín; con los músicos llegaban cantores de folklore y las chicas que se sumaban al coro, armando un espectáculo notable.
La música se acompañaba con un poco de cerveza pero nada en demasía; lo que favorecía que pudiéramos cantar sin terminar en el inodoro vomitando el vino, que habíamos bebido antes en el club. Los sábados y domingos estaba permitido cantar hasta las dos de la mañana, después había que hacer silencio, para que la que quisiera dormir, pudiera hacerlo sin que nadie interrumpiera el sueño. Las canciones estaban muy bien interpretadas, y nos llenaba de regocijo. Las chicas, en general no tenían novios, salvo dos que eran de Paraná y los fines de semana iban a su casa y a ver sus novios.
El grupo nuestro no aportaba con los conocimientos musicales, pero sí con los cuentos y anécdotas de otros lugares. El profesor contaba historias y costumbres de su país, un país centroamericano, con un rico folklore nacional y con canciones conocidas que los músicos interpretaban, como: “El Jibarito”…que dice en sus párrafos:

“Sale loco de contento
Con su cargamento para la ciudad
Lleva en su pensamiento
Todo un mundo lleno de felicidad
Piensa remediar la situación
Del hogar que es toda su ilusión
Y alegre, el jibarito va, cantando así
Diciendo así, pensando así por el camino
Si yo vendo mi carga mi dios querido
Un traje nuevo a mi viejito voy a comprar

Y alegre también su yegua va
Al presentir que aquel cantar
Es todo un himno de alegría
En esto le sorprende la luz del día
Y llegan al mercado de la ciudad

Piensa remediar la situación
Del hogar que es toda su ilusión

Y al llegar, el jibarito va, cantando así
Diciendo así, pensando así por el camino
Si yo vendo mi carga mi dios querido
Un traje nuevo a mi viejita voy a comprar

Y alegre también su yegua va
Al presentir que aquel cantar
Es todo un himno de alegría
En esto le sorprende la luz del día
Y llegan al mercado de la ciudad

Sale loco de contento
Con su cargamento para la ciudad
Para la ciudad…

Las fiestas eran sin organización previa, a medida que íbamos llegando nos reuníamos en el salón comedor y empezábamos a conversar de nuestros pagos, todos éramos de provincias distintas y algunos de Santa Fe, de pueblos y ciudades del norte, santafecino. El profesor; mi compañero de pieza: el Flaco; el Kako, y yo teníamos una relación muy estrecha, ya que además de ser él nuestro profesor de física; dirigía una comisión de investigación de semiconductores, en la cual empeñábamos gran parte de las horas libres; investigábamos sobre la purificación de metales; la teoría de estos temas estaban relacionadas con las teorías quánticas y las leyes de Plank, razón por la cual pasábamos horas estudiando.

Mucho del material tórico lo recibíamos de una universidad de Checoslovaquia, a través de la embajada, por medio del Kako que era de nacionalidad checoslovaca; para mi satisfacción nos enviaron una gran cantidad de material bibliográfico que con el Kako tradujimos al castellano y lo aportamos en copias a la biblioteca de nuestra facultad. Universidades de Praga y otras de Checoslovaquia tienen Una Antigua Historia.

La relación con la universidad de Praga fue siempre muy abierta y eficiente y si teníamos alguna inquietud en particular consultábamos a los profesores de las cátedras específicas. El profesor nos alentaba en la investigación y nos daba clases teóricas de los temas relacionados; como dije era alumno graduado en el instituto Balseiro de Bariloche. Doctorado en fisicomatemática.

La casa de Irene era un lugar de encuentro, sin que los que íbamos pretendiéramos relaciones más allá de la amistad que teníamos con las chicas, quienes nos agrupaban para pasar sólo ratos entretenidos.

El profesor tenía una gran vocación por la enseñanza y lograba que los alumnos lo siguieran, formando comisiones de investigaciones diversas, También tenía actividades industriales en sociedad con el Kako, fabricaban transformadores pequeños, de potencias bajas para alimentar viviendas en el campo y pequeñas industrias. Diseñaron un modelo muy pequeño y práctico, incluido su bajo costo, la base estaba dada por un recipiente cilíndrico. Y fueron esto los que después otros fabricantes copiaron de sus diseños y los distribuyeron en gran cantidad por los campos energizados.

La estadía del profesor en nuestra facultad se dio en pleno proceso de formación de Los Montoneros, y aunque él era de izquierda no se metió con ellos; sin embargo cuando el proceso tomó el poder, lo empezaron a perseguir y a investigar, obligándolo a irse a su país natal; una vez allí se metió en el Gobierno que recién asumía y le dieron el cargo de Ministro de Ciencia y Educación. Su país era un caos y venía de un gobierno militar de muchos años que se dedicó a robar y a perseguir a los opositores.

Esos años que investigábamos semiconductores, fueron desde el punto de vista intelectual, muy importantes, recargados de estudio y trabajo en la comisión, además de las materias cursadas, y por ello era buena la vía de escape con los amigos en el club y la casa de Irene.

Una noche que tomé el colectivo como a las diez de la noche, subo y… ¿con quién me encuentro?... con el profesor en estado medio lamentable… Me dice:
¡Jorge! ¡Vamos a la casa de Irene, tiene que haber guitarreada!… ¡Bueno vamos!... Y sin dudar nos bajamos en la esquina de la casa de Irene, tocamos timbre y bajó uno de los muchachos de la guitarra a abrir la puerta.

A pesar que era sábado no se habían juntado todos los que iban a cantar, y por ello nos tuvimos que incorporar al coro; la fiesta no desmereció a otras con mejores cantores, los borrachos son divertidos y el profesor le puso la cuota de alegría que hacía falta. La casa de Irene a los dos años de abrir cerró sus puertas, no sé si fue por las fiestas o porque no tuvo más postulantes, cosa que ignoro. Cuando voy a la ciudad que me cobijó como estudiante, siempre paso por el frente de la casa de Irene y recuerdos aquellos días de fiesta de los fines de semana.

Santa Fe-1965
Jorge Eduardo
La plata
2009-09-28











N°44
QUERIDO PIERO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1963
Fecha de alta 19-05-2008

Piero vino de Italia con pocos años, como todos los italianos que soñaron con un mundo mejor, un mejor destino: Estudió y trabajó. Yo no lo conocí hasta que fue mi compañero de trabajo en la nueva Petrosur; la primera de las fabricas de fertilizantes nitrogenados en gran escala que hubo en el país, estuvo allí desde su construcción y luego su puesta en marcha.

Fue como mi nono Lorenzo que llegó aquí con catorce años y fundó la finca Furlani con sólo veinte. Piero fundo “el señor Comani”, en la fábrica todos lo consultaban, todos lo necesitaban para que “arreglara las cosas”. Quiso el destino que fuéramos a trabajar juntos, en la misma oficina; hablábamos todo el día, por trabajo, por la vida, y Piero ya sabía que “esto está lleno de ladrones”; mucho antes que yo “se avivó” de lo que pasaba y me contó. ¡Quería arreglar el mundo! Y como un pequeño Quijote de Petrosur “iba deshaciendo entuertos”.

Cuando nacieron nuestros “hijos mellizos” nos pusimos muy contentos: Diego y Sergio. El Gerente de ese entonces me quería invitar a almorzar, con Piero y nuestras señoras, pero me mandaba la invitación con Piero para su casa. Yo la rechazaba porque consideraba que él me debía invitar.

Un día se apareció por la oficina y me dijo: ¡A vos qué te pasa!... ¿no quieres venir a mi casa? Me sorprendió, pero le dije que en mi casa mando yo cuando no está mi mujer, que por eso para responderle la debía consultar. Al fin aceptamos los cuatro: Piero, Ofelia, Estela y yo. Fuimos invitados por él con su señora a un restaurante nuevo que se comía adentro de una vasija de vino; era muy original, pero allí adentro no se podía respirar; nos fuimos antes de pedir la comida, no recuerdo dónde terminamos, pero sí, que fuimos a tomar un té o café a la casa del gerente a quien hacía poco le habían puesto una bomba en el dormitorio de la pareja. Por ese motivo quise saber dónde quedaba el dormitorio, y él me dijo es ese de arriba al frente; no le podes errar. Parecía que intuía mi pensamiento, pero aunque lo pensara nunca sería capaz de hacerlo.

Estela siempre recuerda la paquetería del té, la señora era hija de un afamado bodeguero mendocino, cuando sirvió, a la hora de abrir la azucarera, empezaron a salir hormigas rojas. Parecía una escena de “Cuentos de la Selva” de Horacio Quiroga. ¿Tiró el azúcar? …¡no, recogió las hormigas!

Piero tenía una pequeña pero maravillosa familia, su mujer lo cuidó mucho, mientras pudo; cuando estaba deprimido le ofrecí que se viniera a pasar unos días conmigo a La Plata, pero no quiso; yo lo veía caído pero no supe cómo hacer para convencerlo. El destino; Dios, quiso que nos dejara, todos lo sentimos y lloramos por él.

… ¿Cuánto disfrutaría de su familia, de su mujer hermosa y buena, de su nuera, de su nieta, y de su hijo? Hasta podría haber vuelto a Italia; o andar en camello por entre las pirámides, o como él era muy visionario, poner una empresa de transporte en camellos, y como el italiano no se usa en Egipto, debería llamarse: “Piero Comani, a company of transport in camels.”

Piero, siempre te recuerdo y no lo entiendo; pero lo acepto.

Jorge Eduardo - Campana
La Plata
















































N°45
LA PUERTA DE LA FÁBRICA Y OTRO DE MIS VIAJES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1989
Fecha de alta 02-11-2008

El BMW525 servía para hacer cosas muy locas o de muy loco, el día que descubrí un chapista y pintor cuando el portero no me abría la puerta de la fabrica Maleic, la chocaba y la abría rompiendo un guardabarros, de esa manara los obligaba a que cuando yo salía estuvieran muy atentos para abrir la puerta, porque después el jefe de personal los echaba por estar desatentos.
El viaje a la costa del río la noche de tormenta:
Esa noche a las dos de la mañana miraba por televisión el tremendo temporal que se había desatado en el Río de la Plata, cuando en un acto de locura dije me voy a ver cómo está el río desbordado. Me fui por el camino de Villa Elisa y fue una equivocación porque a la orilla del río, entrando por Boca Cerrada hay unos tremendos pozos que dejan el capot bajo el agua; yo conocía la ubicación de muchos pozos pero no todos y caí en uno, el agua renvalsaba desde el río por el murallón.
Dejé el auto hundido hasta el capot y me bajé, me fui caminado para el lado donde estaban el stud con los caballos de Carlitos, la tormenta de lluvia había terminado y se levantó viento que ayudó a que el río bajara rápidamente. Me encontré en la parte más alta con unos tipos que estaban en un Fiat 600, se ofrecieron a llevarme para el lado de la rotonda de Punta Lara; empezaron una conversación de tipo dudoso, me hicieron presentir que eran ladrones al acecho, y en el medio de la conversación les dije: Ustedes podrán robarme la cartera, pero no podrán robarme la inteligencia, ni los sueños, ni los amigos y ustedes no serán más ricos y si peores personas. Después de esto y sin darles tiempo a que pensaran alguna cosa les dije: “¡me bajo aquí! ¡Para!” Y me bajé rápidamente. Los tipos siguieron.

Luego de ello fui caminado, pero prestando atención al panorama que veía y una cosa que me llamó mucho la atención: Era que había muchos autos BMW, cosa que hacía diez años atrás no se veían.

La noche me llevó a ver los caballos y estos estaban asustados en el box; los llamé por sus nombres y cada uno vino a mi encuentro, hasta pompon, el más chúcaro; fue como si comprendieran que les ofrecía cariño.

Al volver al auto el agua había drenado al río, le di arranque y como si no hubiera estado sumergido arrancó sin problema, de nuevo quedé sorprendido con mi auto BMW525.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires - Argentina







N°46
CHOQUE CON MARIELA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1993
Fecha de alta 05-11-2008

Estela se había ido de viaje a Santa Fe, y yo quedé en ir a buscarla el fin de semana: Salí un viernes a la tarde, a la hora que todos salen de Buenos Aires, iba por la costanera con la calle llena de autos cuando un semáforo nos paró, y quedé en cuarta fila por la mano rápida, una señora que venía atrás, zigzagueando, se puso en segunda fila y antes que los semáforos se cambiaran arrancó y se tiró a la mano rápida con lo que generó que todos los que estaban adelante mío frenaran. Como sucede en las frenadas en línea, el último es el más perjudicado y yo choqué contra un Renault 18. Nos bajamos y estábamos en el medio del tránsito, con gran riesgo para nuestra integridad; le pedí una tarjeta, era abogado, le dije que mi seguro se comunicaría con él a la brevedad, confió en mí y se fue.

A mí me ayudó un canillita que vendía diarios, a empujar mi auto hasta el cordón. Todo sucedió tan rápido que Mariela recién se dio cuenta cuando todo estaba calmo, ella venía durmiendo desde que salimos de casa.

El auto lo remolqué con el ACA, hasta La Plata.

En el acceso norte, en un Shopping, me encontré como un año después con la persona que choqué y nos reconocimos; me dijo que mi seguro lo atendió muy bien y le pagó todo el daño, era el primer siniestro que tenía en diez años con el BMW525, y es el único importante que he tenido desde los veinticinco años, que manejo en forma constante. Estoy afiliado a La Patronal y tengo el máximo descuento por no siniestrabilidad, a eso contribuyó en mucho el BMW525.

Jorge Eduardo
La Plata - Buenos Aires – Argentina



















N°47
EL CONSEJO


Por Jorge Eduardo
Argentina / 1974
Fecha de alta 20-08-2009

Los días de trabajo se hacían cada vez menos agradables, el motivo valedero era la falta de incentivos en mi profesión de ingeniero...Todos los días pensaba en cambiar de trabajo; decidí ir al Consejo con la ilusión de trabajar en proyectos importantes de inversiones para el país como los del Chocón, el de Yaciretá, los Bajos Submeridionales; este organismo dependía de los Ministerios de Economía de las provincias y cada una participaba en su capitalización, en un porcentaje del monto que recibía por la coparticipación federal.

Ingresé al Área De Administración De Proyectos; participaría en su ejecución, contrataría empresas especializadas y de construcción de los mismos.
Renuncié a mi trabajo a mediados de agosto, y mientras hacía los tramites para ingresar al Consejo, empecé a concurrir todos los días al Área de Administración de Proyectos; de esa manera me fui compenetrando de las ideas de quien sería mi nuevo jefe, cada día él me transmitía su experiencia; era la primera vez que trabajaría en relación a políticas y también en contacto con políticos.

El Frigorífico de General Acha:

Ingresé el primer día de Septiembre de 1974. El primer proyecto fue un frigorífico para la provincia de La Pampa: El Frigorífico de General Acha.
Las reuniones diarias con mi jefe, eran de lo más entretenidas; él me contó cómo se gestaron muchos de los proyectos que manejó el Consejo. Debido a sus contactos políticos con los funcionarios de las provincias, le dieron la jefatura de la nueva área. Las conversaciones siempre giraban alrededor de un tema: Geopolítica de la región, y él no dejaba escapar la oportunidad de referirse a las tensiones con Chile y Brasil; a la falta de integración regional que existía, y que posteriormente Alfonsín con Sarney, crearon la idea de una asociación aduanera; el hoy famoso MERCOSUR. “El año 2000 nos encontraría unidos o dominados”.
Cuando ingresé al Consejo, el ministerio de economía de la Pampa, a través de su ministro, ejerció una fuerte presión, para que en el mes de marzo de 1976, se licitara el comienzo de la construcción del Frigorífico de General Acha.
Era una carrera contra el tiempo, y probablemente la perdiéramos, generando un desprestigio para la naciente área de gestión de proyectos; el jefe apuntó todos los recursos a la concreción de lo pedido.

Nos dividimos y cada uno o por grupos tomamos el desarrollo del proyecto: El jefe, el subjefe y yo tomaríamos a cargo la selección de la empresa de ingeniería de detalle. Una primera medida fue que las empresas que cotizarían, la ingeniería de detalle, para construir el Frigorífico de General Acha, debían al menos tener un proyecto aprobado por SENASA, en los últimos diez años. No fue posible reunir el grupo de diez empresas, que nos habíamos propuesto, como mínimo, inspeccionar sus trabajos anteriores e invitarlas a la licitación; por el modo de selección parecía un proceso cerrado, pero no lo era y lo que se buscó fue la mayor idoneidad en el ramo frigorífico y capacidad en el rubro ingeniería de detalle.

Lamentablemente, no encontramos ni con la ayuda de SENASA, las diez empresas propuestas, apenas si encontramos cuatro.
De las cuatro, una se cayó porque el proyecto aprobado por SENASA no se construyó, así que proyectos aprobados y construidos, en los últimos diez años fueron tres. Afortunadamente las empresa eran de buen nivel; una había construido el frigorífico más grande de la Provincia De Buenos Aires, tenía su sede en la calle Sarmiento de capital; otra había construido una remodelación muy importante en el frigorífico más grande de la ciudad de Rosario, esta tenía sede en Capital Federal, y la tercera había construido frigoríficos diseminados por la provincia de Santa Fe y estaba proveyendo a Cuba, para Camaguey, un frigorífico “llave en mano,” de grandes dimensiones .Tenía sus oficinas en Santa Fe.

Todas las empresas pasaron el examen de idoneidad y calidad para ejecutar el proyecto y hacer la dirección de obra. En ningún caso cotizarían por la construcción y montaje, esto lo harían empresas constructoras con antecedentes, preferentemente del área de general Acha, si se encontraban calificadas. (Cosa que no sucedió.)

Elegida la empresa de ingeniería, los arquitectos, dos, que formaban parte del Área, se instalaron en la oficina de la adjudicataria y participaron durante toda la etapa del proyecto, mejorando y corrigiendo el mismo antes de ser concluido; a su vez participé en la elaboración de los diseños de las áreas de procesamientos; Carnes cocidas, recuperación de sangre y otras; por último cuando el proyecto fue entregado para revisión, con sus carpetas para construcción y montaje, selección y compra de equipos; un grupo de ingenieros químicos e industriales, civiles y arquitectos, que pertenecían al Concejo, revisaron todo el proyecto; después de efectuar la correcciones, recién se emitió el pliego definitivo con toda la documentación aprobada por SENASA, para la licitación de la construcción de la obra, con dirección técnica de la empresa diseñadora.

La documentación la constituía más de trecientos planos, y varios tomos de manuales con detalles escritos y dibujos atinentes a las normas de la ingeniería básica.
El grupo de profesionales que revisó totalmente el proyecto inicial, dando recomendaciones para modificar y/o mejorar el diseño, pertenecían al Consejo, entre ellos habían calificados ingenieros químicos con experiencia, de uno de ellos me hice muy amigo, llevamos treinta y tres años de amistad y a decir verdad es uno de los mejores que he tenido.

Durante el proceso de selección, yo redacté con la ayuda de los arquitectos un: Manual de selección de empresas de ingeniería y Selección de empresas de construcción y montaje; para hacerlo recabé información y ayuda de las empresas más grande de la Argentina, en el rubro ingeniería y construcciones; por suerte en esa época había unas cuantas de prestigio; que se ofrecieron a colaborar. El manual sirvió como norma escrita de selección, aplicando puntajes, para elegir la empresa de ingeniería, también, a la de construcciones.
Finalmente las empresas que pasaron el corte de calificación técnica cotizaron en sobre cerrado y fue adjudicada la de menor precio.

Durante la etapa de selección fuimos a visitar una obra terminada de cada una; esto nos obligó a viajar por las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, durante una semana. La ingeniería, básica y de detalle, se adjudicó en el mes de mayo de 1975 y la parte principal, para construir la obra, con información suficiente y corregida, se entregó a las empresas que licitaban la construcción en el mes de septiembre 1975. La empresa de ingeniería terminaría de ejecutar los planos de obra durante el proceso de construcción.
Las de construcción presentaron su cotización, 90 días después, en el mes de diciembre.

El mes de Enero es “vacaciones”, pero los del Área seguimos 1976 de largo y éramos los únicos que estábamos en un edificio silencioso trabajando para cumplir con lo pactado, así fue que en el mes de enero de 1976 se empezó la construcción; siendo lo primero el alambrado perimetral, y el tanque de agua; junto con ello se compraron una gran variedad de equipos, los cuales en su mayoría eran de provisión nacional; para guardar los equipos, se hizo el galpón que en el futuro sería para el área de mantenimiento. Había una lista de equipos, los cuales eran pagados por el Consejo; el resto, es decir todos los materiales y la mano de obra eran puestos por la empresa de construcción y montaje, quien los cobraba a través de los certificados de obra, habiendo recibido un adelanto del quince por ciento del monto estipulado por el total de la obra contratada....Los proveedores daban una garantía de los equipos provistos.

El financiamiento lo hacia el Consejo, junto con el Ministerio de Economía de La Pampa. Esta sería la primera obra de ingeniería gestionada en su totalidad por el Consejo, por ello había un gran empeño para que saliera bien, y ello incluyó no tener vacaciones.

Además de la supervisión que hacían directamente sobre la obra los dos arquitectos, la provincia también designó un equipo de colaboradores que estaban instalados en forma permanente en General Acha y que respondían al control de los arquitectos nombrados por el Consejo. Esto generó un equipo con gran espíritu de cooperación; la provincia había designado profesionales por especialidades, que aceptaron complacientes la dirección de los arquitectos, quienes contaban con una rica experiencia en obras de todo tipo.

Casi todos los profesionales, puestos por la provincia a instancias del Consejo, eran jóvenes y esta sería su primera experiencia en una obra de gran magnitud. Se destacaba en ellos, el interés por cumplir con las bases del diseño; y por la forma en que se armó el control, con la dirección de obra por la empresa diseñadora, y la participación de la Provincia y el Consejo, todos teníamos la certeza que este proyecto se ejecutaría correctamente.

Cuando se cumplía el plazo puesto por la provincia para iniciar la obra, ésta estaba en pleno desarrollo; quiso el destino que el cambio de gobierno del 26 de marzo de 1976, terminara con los esfuerzos realizados.
Yo me fui del consejo, la obra se paralizó, pero terminaron la parte del proyecto destinada al mercado local. Algo es algo pero no resultó la magnífica obra inicialmente proyectada a pedido de la provincia de La Pampa.

Estos son los datos actuales del frigorífico:
Frigorífico General Acha.
Abastecedores de Carne

Razón Social Frigorífico General Acha
Dirección Ruta 152 km 31
Localidad General Acha
Web http://www.guiaenlapampa.com.ar

Otros trabajos realizados en paralelo:

Si bien el Frigorífico de General Acha fue mi principal ocupación, también y en forma paralela realicé otras tareas en periodos más cortos.
El Área tenía también compromisos con las Provincias de Corrientes, el Chaco y Misiones y todas las demás.
Un proyecto desarrollado en forma integral para las provincias, fue suministrar “Plantas frigoríficas modulares” a pequeñas localidades, ubicadas algunas en el medio de la selva como en Misiones, otras en Sáenz Peña en el Chaco, y algunas en localidades del interior correntino.

Se terminaron las de Misiones, y las del Chaco; quedaron muy bien, los beneficios que trajeron a los lugares donde se emplazaron fueron múltiples; pero la obra de Corriente no se alcanzó a hacer.

De cada provincia tengo un gran recuerdo, la amabilidad de la gente, el esfuerzo para que lo que hacíamos llegara a buen puerto; todos querían lo mejor para su pueblo y esto me conmovía y me hacía feliz.

En Misiones además de las cámaras frigoríficas construimos una planta de alimentos balanceados; la licitación estuvo orientada, a hacer uso en la mayor parte, en la constitución del alimento, de forrajes que se cultivaran en la zona.
Durante mis recorridas por el interior de Misiones, busqué un lugar donde instalar la planta de alimentos balanceados y llegué a la conclusión de que el mejor era un colegio, escuela granja, de una orden de curas que estaban instalados hacía unos cuantos años, y eran de origen alemán.
Ellos criaban diversos animales en la granja y serían importantes consumidores del producto de la planta, distribuyendo el resto entre los granjeros que lo solicitaran.

Esta planta sustituiría la provisión realizada desde Entre Ríos a un precio exorbitante y que impedía competir con productos avícolas y cerdos del mismo origen; siendo que tenían capacidad de producción, pero, no le daban los costos.

Los curas fueron un factor importante, ya que tenían conocimiento de todos los productos disponibles, su ubicación y costo, determinando la conveniencia de poner la planta de productos balanceados.

Después de pedir cotizaciones, y con participación de la Secretaría de Industria, seleccionamos una planta provista por una empresa de Mendoza “llave en mano”.

Esta planta permitió, junto con la planta frigorífica modular, el crecimiento de una industria avícola y porcina; que ubicaron sus productos en la ciudad capital de Misiones y también en algunas otras ciudades del interior. La región se desarrolló; los agricultores empezaron a plantar cereales, que se usaban en la planta de alimentos balanceados y la agricultura tuvo un factor de diversificación que los ayudó en su economía.
Pequeños agricultores que tenían criaderos de cerdos y aves, cambiaban cereales por alimentos balanceados; haciendo su economía integrada, con mejor rendimiento. También la planta de balanceados compraba pescados que criaban en pequeños embalses en forma artificial; Para producir harina de pescado, originando una nueva fuente de trabajo y producción; donde antes sólo pasaba un pequeño arroyo.
Lo más importante fue que todos estos emprendimientos eran de bajo capital de inversión, tanto los frigoríficos, como la planta de balanceado y los criaderos de peces, artificiales.

En Corrientes el pedido por las cámaras frigoríficas surgió más tarde que las de Misiones y el Chaco; finalmente el 26 de marzo dejamos todo de lado.

En Corrientes pasamos los mejores días de trabajo, justo llegamos en la semana del carnaval, la experiencia fue muy interesante, por esa época el carnaval correntino era el único que se hacía con un gran despliegue similar al de Brasil.

En el Chaco, a pesar de los días muy calurosos, la pasamos también de manera muy agradable. El surubí al roquefort fue para mí un descubrimiento.

En Misiones y por asuntos de trabajo recorrimos con un funcionario de la provincia, vastos sectores de selvas con plantaciones de productos típicos en los rozados, había muchas plantaciones de ananás que daban unos frutos hermosos; también para mi sorpresa había durazneros, yo creía que no se darían en ese clima. Vimos las micro turbinas hidráulicas colocadas por la Universidad en pequeñísimos arroyos, que entregaban una potencia suficiente para hacer funcionar simultáneamente: Un televisor una radio, y un foco de iluminación; se podían cambiar los usos y tener más iluminación. Esto permitió que jóvenes que se veían obligados a dejar su casa para estudiar, tuvieran facilidad para leer de noche y se quedaran colaborando con sus padres en la economía familiar.

Mi paso por el Consejo, si bien fue breve, me permitió desarrollarme humanamente y hacer cosas que en otra oportunidad no me hubiera animado. Un ejemplo de ello fue cuando me pidieron que hiciera hacer una impresión de todos los escudos provinciales. Busqué información en las Casas De Provincias, pero para mi desasosiego ninguna tenía ni idea de dónde lo podía sacar. Hasta que llamé por teléfono a la Secretaría de la Presidencia de la Nación; hablé con el secretario, quien me citó para hablar del tema, ya que a él también le interesaba la impresión.

Cuando llegué, el Secretario ya se había comunicado con el Ministro Del Interior, y esta persona me dio el único libro de escudos provinciales que se sabía existía hasta entonces, nunca se me hubiese ocurrido verificar si figuraban allí todos los escudos, pero muy tarde me enteré que faltaba uno: El de Río Negro. La Imprenta Nacional, imprimió 2000 libros.
Eran un montón y los iba a repartir la CGT. En una reunión en Mar Del Plata, donde se hacía un congreso con todos los gobernadores de las provincias; por suerte yo no estaba, cada gobernador que recibía el libro, lo primero que miraba era su escudo, impreso en un papel grueso y brillante; al llegar el de Río Negro para desconsuelo no encuentra el escudo, simplemente no estaba. El original, un libro viejo, y con una encuadernación muy simple lo había perdido.
Tomé el compromiso de imprimirlo y enviárselos a cada provincia como fe de erratas, así lo hice, pero el mal trago lo pasé igual.

Mi último trabajo:

Mi último acto de servicio para el Consejo, lo realice entre el 29 de marzo y el 3 de abril de 1976, después que asumió el nuevo gobierno, el 26 de marzo. Me encargaron una tarea, sin preparación previa ni contactos previos en las provincias; debía presentarme y analizar con los Ministros de Economía, cual era la situación de las artesanías que se habían comprometido enviar las provincias, y que ya estaban pagas, para remitir a España, a las Galerías Preciados De Madrid.

El Consejo había hecho un acuerdo con todas las provincias de enviar las artesanías más representativas a España y la Galería Preciados de Madrid pagaría por ellas el valor previamente estipulado, más los gastos de envío.
Los trámites y acuerdos con las provincias llevaban un año en el Área de Artesanías, que estaba compuesto absolutamente por artesanas.
Para el 26 de marzo las artesanías deberían entregarse, por lo que el cambio de gobierno produjo una zozobra en el proyecto.
Cuando decidieron mandar un representante del Consejo a las provincias, pensaron en los hombres del Área, por múltiples razones, una de ellas la de seguridad. Las mujeres de artesanías tenían todos los papeles en orden. Cada provincia con una carpeta completa de documentación que me entregaron.

Todo se manejó a través de los Ministerios de Economía de las provincias, El 28 me informaron de la “misión” que tenía: Ir a Mendoza, San Juan y San Luis. Hablar con los Ministros de Economía y recibir la repuesta deseada.
El viaje lo iniciamos (con un joven economista de 25 años), por la Provincia de Mendoza.

A la mañana siguiente, temprano, estábamos en la casa de gobierno mendocina, para entrevistar al Ministro de Economía.
La entrevista fue breve, el Ministro aseguró conocer perfectamente el tema y que no habría ningún inconveniente en enviar las artesanías en la fecha estipulada; nos saludamos cordialmente y nos fuimos, no sin antes mirar con cierto temor la ametralladora que reposaba sobre el escritorio del Ministro; un militar en ropa de fajina que pertenecía a la Fuerza Aérea.

En la fecha prevista llegaron desde Malargue Mendoza, recados de cuero, boleadoras y demás elementos de cuero trenzados...

Fuimos al hotel retiramos nuestras pertenencias y pagamos la cuenta, de allí nos dirigimos a San Juan.

Llegamos al mediodía con tiempo de dejar las cosas, entrevistarnos con el Ministro de Economía, un militar del Ejercito, éste también tenía el panorama muy claro; con una gran diferencia: La hermana del anterior gobernador que estaba en la Casa De La Provincia, se había robado el dinero y estaba presa por eso; el artesano, al no cobrar, paró la ejecución de las vasijas de barro, (Odres griegos para colocar vino). El Ministro me aseguró que él estaba dispuesto a cumplir la entrega en plazo y forma, en caso de que se le pagara. Me fui a verlo y después de una corta reunión quedamos en que pediría el dinero al Consejo y si me enviaban un giro telegráfico, al otro día saldaría la deuda. Esa tarde hablé con mi jefe, quien a primera hora del día siguiente, me envió un giro telegráfico al hotel; lo cobré y fui a pagarle a “Uñac el artesano”.

Las vasijas llegaron a tiempo llenando un enorme camión.

Los Odres Griegos eran auténticos y parecían construidos en la antigüedad; quedamos en muy buenos términos y le aseguré que cuando volviera por San Juan me llevaría uno. Las vasijas de barro siempre me han gustado y tengo en mi mente de que a pesar de los 33 años transcurridos todavía el viejito Uñac podrá entregarme mi vasija.

De San Juan fuimos a San Luis, el viaje nos llevó la tarde, recién al día siguiente fuimos a la casa de gobierno, pero en esta oportunidad fuimos a entrevistar, al Secretario de Minería, quien había firmado el convenio y cobrado el monto total por las artesanías; según constaba en la documentación escrita que llevaba en la carpeta ”San Luis”.
Este funcionario había quedado, todavía, de la administración anterior de la provincia. Nos recibió de mala manera, con una actitud negativa hacia la entrega de las artesanías; nos dio a entender que los artesanos no mandarían, según lo pactado con la provincia, las artesanías comprometidas y pagadas con anterioridad por el Consejo al mismo.

En realidad los artesanos no habían cobrado, y el dinero se lo había quedado este funcionario.

Decidimos que no había nada que hacer con él y nos fuimos directamente a hablar con el Gobernador; a quien encontramos en su oficina, después de explicarle al Secretario del Gobernador, que veníamos del Consejo por el tema de las artesanías. El Gobernador nos recibió y escuchó atentamente; una vez que vio la documentación, decidió que llamaría al Secretario de Minería

En nuestra presencia le dijo que al otro día, a primera hora iría a La Toma, donde residen los artesanos que en San Luis trabajan la piedra ónix, y que realizaría los pagos, ya que él había recibido el dinero.

El Secretario salió de la oficina del gobernador refunfuñando y sin saludarnos. El Gobernador nos preguntó si deseábamos acompañarlo, y le mentí diciéndole que no tenía más tiempo para estar en San Luis.

El Gobernador, un militar de la Fuerza Aérea, también tenía una ametralladora sobre su escritorio, nos despidió con amabilidad, gracias a él la provincia de San Luis cumplió con lo prometido.

Las artesanías de ónix, preciosas, se destacaban entre las muchas artesanías que habían llegado.

Al llegar a Buenos Aires, ya tenía decidido que me iría del Consejo y a los pocos días encontré un aviso de una empresa que buscaba un ingeniero con experiencia en Petroquímica, conseguí el trabajo y renuncié; el 2 de Abril estaba en mi nuevo puesto.

Aún recuerdo, jubilado, los días de fecundo trabajo en el Consejo.

Jorge Eduardo
Capital Federal 1974
La Plata – Buenos Aires, 2009




EL LINYERA RICO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1968
Fecha de alta 30-06-2009

El día que lo encontré caminaba bajo la lluvia en dirección al basural, el lugar que acumulaba la basura del pueblo de Campana; estaba junto a la vía y tenía la entrada por un camino de tierra que salía a la ruta N°9. Yo iba en mi auto viejo, una Renoleta color beige.

Cuando pasé junto a él, algo me llamó la atención: sus intensos ojos azules, su espesa barba rubia y su tremendo y desaliñado aspecto de linyera. Sin embargo no pude descifrar qué era esa mezcla de hombre blanco y linyera andrajoso con ropas rotas.

Crucé la ruta 9 y me encaminé a mi trabajo. Quedé preocupado por el hombre que había visto tan desamparado; del lado de la fábrica venía un arroyo que cruzaba la ruta por unos tubos de gran tamaño, estos eran utilizados para desagotar el agua de lluvia en el río Paraná, que estaba a unos pocos kilómetros del lugar.

Iba a la mañana y volvía a la tarde, comía en la fábrica; por esos días estábamos en la puesta en marcha de la primera productora de fertilizantes de argentina; los japoneses que vinieron a poner en marcha habían traído máquinas filmadoras manuales que para la época eran un dechado de tecnología; así fue que compré una pequeña máquina a cuerda manual, de ocho milímetros, la más pequeña, todavía no habían salidos las súper ocho, que eran un poco más grandes.

Estaba muy entusiasmado con mi filmadora y pensé que el linyera sería un buen modelo para mis filmes documentales. Resultó que al volver, llegando a los tubos que cruzan la ruta encontré al linyera parado en la boca de los enormes caños. Sin dudar y sin su consentimiento, lo empecé a filmar por la ventanilla del auto, cuando se dio cuenta me hizo un ademán para que dejara de hacer lo que estaba haciendo; e inmediatamente guardé la filmadora. Mi relación con el linyera no había empezado de la mejor manera, no obstante paré el auto y me arrimé sin la cámara hasta donde él estaba; quise iniciar una conversación pero no me contestaba, después de preguntarle algunas cosas: dónde vivía y de dónde sacaba la comida me dio a entender que vivía dentro del caño y comía del basural.

Quedé muy impresionado por la información, ya que era pleno invierno y el lugar sólo lo protegía de la lluvia pero no del intenso frío ni de la humedad; me propuse ayudarlo como pudiera y al otro día le traje ropa seca, unos pantalones viejos pero sanos de lana y también unas camisetas mangas largas y pulóveres que había recolectado entre los amigos de la casa.

Al llegar la noche las ratas se cruzaban la ruta hacia el basural por dentro de los caños, evitando el fino hilo de agua que se cortaba en el caño que estaba más alto. El lugar sólo recibía los reflejos de los autos que pasaban por la ruta y estaba lleno de yuyos, cortaderas, que hacían peligroso caminar por allí de noche.

Después que le entregué la ropa, a la tarde le llevé de la fabrica comida que me dio el cocinero, eran sobras pero comida buena, se la acerqué en una bandeja de cartón con una botella de Coca Cola. No tenía mucha empatía conmigo y me di cuenta porque no quería hablar; sin saber que hacían cuatro años que no hablaba con nadie.

La historia de este personaje se empezaría a conocer cuando le conté al Gerente de Relaciones Industriales, el señor Fíe... de su existencia, él me dijo un día que le llevaría de comer, y cuando tuvo su primer contacto, la relación con el linyera se hizo de una manera natural y fluida; con él empezó a hablar y de a poco le fue contando su historia: Vino de Misiones, lo habían traído hasta el hospital neuropsiquiátrico de Open Doors; su hermana y su cuñado lo internaron por “loco”, con la complicidad de la policía del lugar. El objetivo fue hacerlo pasar por loco e internarlo para robarle sus propiedades en Misiones, que consistían en quintas de frutales: Naranjas mandarinas, duraznos; plantaciones de té y ananás; cuando lo dejaron internado, nunca más preguntaron por él y así pasaron cuatro años que vivió solo y abandonado por su familia.

Un día después de mucho prepararlo, logró fugarse y como el lugar donde estaba está sobre la ruta que lleva a Campana, su primer encuentro con una ciudad fue al cruzar frente al pueblo; allí encontró el basural que le dio la primer comida después de escapar, la “casa” fue el caño y después nuestra relación y su afortunado encuentro con el señor Fíe...quien después de conocer su historia se propuso ayudarlo a salir de esa mala situación y como era una persona muy relacionada le contó la historia al juez del lugar. Esto facilitó la investigación y con el antecedente de que la policía del lugar en Misiones estaba involucrada no acudieron a ella y lo hicieron a través de la Policía Federal, así pudieron determinar que el linyera era el dueño y lo habían desalojado su hermana y su cuñado; el juez de Campana se puso en contacto con el de Misiones y le pasó los antecedentes del caso, este por fin y luego de otras investigaciones logró meterlos presos por varios años.

Mientras sucedía eso yo me había retirado de la fabrica y trabajaba en Buenos Aires, había pasado un año y no sabía nada del caso, hasta que un día fui a visitar a un amigo y me encontré con el señor Fíe... y este me contó el final del cuento del linyera que estando pobre era rico.

La hermana y el cuñado tuvieron un proceso y quedaron presos por “robo calificado agravado por el vínculo, privación de la libertad y secuestro de persona”… y seguro algo más.

El comisario que participó fue separado de su cargo y desvinculado de la fuerza y los vecinos que hablaron con la policía disfrutaron de nuevo con su amigo a quien querían, a ellos los habían engañado diciéndoles que se había mudado a vivir a otro país.

El señor Fíe... me contó que el último tiempo antes de volver a Misiones estuvo viviendo en su casa, y que le había comprado ropa nueva, lo que lo hacía aparecer como un señor y que lo era; Fíe... era un hombre bueno de profundos principios humanos, se preocupaba por sus semejantes; de ese linyera abandonado que yo dejé en el caño no quedaba nada, ni la ropa ni los modales. Era un señor elegante que vivía en su campo de frutales.

Al llegar al campo todavía vivían algunos de sus perros que saltaban de alegría al volver a ver a su dueño, y Fie... entusiasmado pegó un grito: ¡Gracias a Dios todo terminó como habíamos deseado!

Jorge Eduardo
CAMPANA

















































N°49
MI NUERA: LA MUJER MARAVILLA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 2000
Fecha de alta 02-08-2009

Cuando la conocí, fue algo muy extraño, mi hijo varón, menor, vino a la una de la mañana hasta mi cama me dice sin despertarme casi: ¡Papá vas a ser abuelo! Como no tengo sueño profundo escuché y entendí lo que me dijo, y en ese momento reaccioné diciéndole: ¡Jodete!

Esa noche la conocí, ella me haría abuelo; chiquita, flaquita insignificante, quién diría que un día iba a pensar de ella que era La Mujer Maravilla. De a poco fui aceptando la idea de ser abuelo y a medida que llegaba el día tomaba más conciencia de lo que ello significaba.

Finalmente llegó mi primer nieto y allí recién supe lo que era querer a un pedacito de vida que me había entregado mi nuera La Mujer Maravilla.

Junto con mi hijo trabajaron mucho, trabajaban juntos, se compraron un departamento antes de que naciera el primero, el padre de ella los ayudó; buscando mejorar partieron en busca de nuevos horizontes, se fueron del país, primero más cerca: Al Uruguay; allí estuvieron hasta que nació el segundo hijo, tener los únicos nietos un tanto lejos nos producía dolor, pero de vez en cuando nos hacíamos un viaje de varios días y los disfrutábamos; yo le contaba cuentos al mayor. Me los hacía repetir hasta aprendérselos de memoria, y yo inventaba cuentos nuevos y también los heredados que me había contado mi papá.

Tanto mi hijo como mi nuera trabajaban en una empresa muy grande que los trasladó desde Buenos Aires, iban a la mañana muy temprano y volvían a la noche tarde. Ella era la mano derecha del Gerente y prácticamente organizaba la empresa, el lugar era lindo y tranquilo y estaba a seis horas de viaje en auto, cosa que hacíamos con relativa comodidad; ella aprovechó esos viajes para que le enseñara a manejar, confieso que aprendió, en una semana, a manejar por el pueblo y la ruta y yo andaba con ella con toda tranquilidad.

Cada viaje tenía una sorpresa; una vez estudiaba diseño, en otro estaba estudiando portugués, era buena en computación y se manejaba con solvencia en cosas de la administración; por esta razón su jefe le delegaba cada vez más cosas, hasta llegó a administrar al encargado de los caballos y paseos por el bosque de pinos.

Cuando ya hacía un par de años que vivían en Uruguay se les presentó la oportunidad de trabajar en Costa Rica, era también una mejora para ambos, dentro de la misma empresa, mi hijo tendría un salario que le permitiría a ella ocuparse sólo de sus hijos; ella siempre lo hizo bien pero tenía poco tiempo, eso la afligía así que cuando apareció esto aceptaron el nuevo puesto y hacia allá viajaron, una nueva mudanza, mi hijo se fue primero, y ella con las cosas después. Viajó sola, con los chicos, los bártulos, a un país extraño; aunque hablaban el mismo idioma.

Loa chicos ya iban al jardín así que apenas llegó tuvo que ocuparse en encontrar un buen jardín para el más grande y el más chico.

A los nenes no les fue fácil el cambio y sobre todo al más grande. Era rubio y de ojos claros; “el diferente”, pero con el tiempo se adaptó a sus nuevos compañeros y pasaron otro par de años, hasta que la empresa les propuso nuevamente un cambio, obviamente que significaban mejoras, y hacia México se fueron, dejando atrás los paisajes a orillas del mar donde trabajaba mi hijo, los volcanes, las selvas, su club de salto, sus caballos y algunos amigos. También la camioneta que los llevaba por todos los paisajes de la selva, caminos en subidas, era cuatro por cuatro y su primera camioneta: La amaban.

Las partidas son dolorosas pero esta les resultó dificultosa, ella debió coordinar el envío de las cosas por barco que demoró más de lo previsto, llegar a México y buscar casa (una linda casa en un barrio cerrado).

Mi esposa y yo nos volvimos expertos en buscar sitios por Earth Google, ubicamos primero el barrio y luego “vimos” la casa, con algo nos conformábamos, al menos saber en qué lugar del mundo estaban nuestros hijos; la experiencia ya la habíamos desarrollado cuando se fueron a Costa Rica. En Costa Rica mi nuera empezó una carrera Universitaria de Administración de Empresas, “on line” con una universidad argentina. Así que cuando en la empresa le ofrecieron un puesto de administración de un área de seguros con tiempo part time, aceptó, volviendo a sus actividades locas: la casa, los hijos, los estudios y el trabajo.

Flaquita, bonita, querida por todos: Sus hijos, su marido, sus padres, sus hermanos y sus suegros. Yo te digo, la canción del arquero te viene de perillas:

Tenemos un arquero
Que es una maravilla
Se ataja los penales
Sentado en una silla.
Y vos sos La Mujer Maravilla.

Jorge Eduardo
La Plata
Buenos Aires, Argentina
















N°50
BARRIO POBRE

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1966
Fecha de alta 11-09-2009

Barrio pobre de casas uniforme. Barrio sombrío de gente pobre. El barrio de los más humildes, los marginales, de ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires.
Cuando yo la conocí ella era la maestra de todos los grados de la escuela rancho, que estaba junto a la vía del tren Rosario-Buenos Aires; y Campana tenía villas, que surgieron al calor de muchas industrias nuevas, allá por 1966.
Tenía para con sus alumnos, un sentimiento de cariño y respeto; ellos la amaban. Nadie los había tratado como ella lo hizo y por eso ellos le devolvían con amor lo que les daba.
En merito a su dedicación y por los logros alcanzados, la trasladaron a una escuela del centro, pero ella extrañaba a los que fueron sus primeros alumnos, su escuelita y a los chiquitos que iban, descalzos en invierno, a esperarla cada día.
El día que se fue todos lloraron, también la maestra; sólo les pudo dejar esta poesía que quedó como reflejo de su gran amor.

Barrio pobre

Barrio pobre de casas uniforme.
Barrio sombrío de gente pobre.
Camino de tierra y barro;
barro humano por nosotros marginado.

Amanece, el sol ilumina el barrio
niños tristes aparecen
con un cuaderno en la mano, caras morenas
brazos desnudos. Flaquitos y bajos.

Traen el rostro endurecido.
El estómago vacío. Los ojos perdidos,
el paso sin prisa. La alegría olvidó pintarles
en la cara una sonrisa.

Niños tristes aparecen.
Rostros sin luz, cara opaca.
Ante el mástil musitan:
-! Bandera de la patria: Celeste y blanca!

-¡Pobrecitos niños tristes que tan sólo
la bandera con nosotros los hermana!
-¡Dime Dios! - ¡Tú que lo abarcas todo!-
-¡Porqué no pones en ellos tu mirada!

La maestra Evelia.

Jorge Eduardo
Campana-La Plata

N°149
CARNAVALES

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1957
Fecha de alta 11-09-2009

Unas fiestas que se festejan muy intensamente, en San Juan, son los Carnavales. Cómo la mayoría de los días corría agua por las acequias no había necesidad de ir muy lejos a buscarla.

Las chicas jugaban a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa; se juntaban: Dos amigas de la bodega vecina, más Emilia con su hermana, la prima de Emilia y una chica que venía de no sé dónde, que era amiga de las chicas; unas seis en total.
Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, con el que luego me fui a Santa Fe y los amigos del turco, que eran dos; en total seis.

Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de diecisiete años, y salía a flor de piel, la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas, que por poco las desnudaba. Jugábamos hasta la tarde y luego nos íbamos todos a la casa, a tomar mates. Esto lo hacíamos todos los días de carnaval; por supuesto que esos días en San Juan no había clases.

Las chicas tenían una técnica propia: Salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.

En las noches nos íbamos a los clubes, nosotros llevábamos nuestro grupo al baile; en esa época no había problemas.
Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados, a pesar de que fui a varios. Los carnavales tenían su parte más linda después de los chapuzones con agua a la siesta y era cuando cada uno se iba con una piba a la tardecita a su pieza de la casa de estudiantes.

Los dueños de nuestra pensión se iban los días de carnaval a Pocito, distante unos cuantos kilómetros, así quedaban varias piezas para ocupar con nuestras “parejas de carnaval”. Llegábamos a la casa y cada pareja ocupaba una pieza, no había discusión por cual ocuparía cada uno, el primero que llegaba elegía la que estaba vacía y luego se iban ocupando progresivamente.

Estábamos allí hasta las ocho de la tarde, cuando ya empezaba a bajar el sol, eso para tener tiempo de ir a cenar y luego pasar a buscarlas para ir a bailar.
Los primeros días de carnaval fueron encuentros por primera vez con la compañera, todo comenzó de a poco; pero mi relación con Emilia ya venía de hacía un tiempo.

Recuerdo especialmente el primer encuentro en la casa. Ella era preciosa, con sus quince años parecía una figurita dibujada por el mejor pintor; la situación nos llevó a que nos besáramos y nos dijéramos dulces palabras de amor; pues este enamoramiento venía de nuestras salidas anteriores y de muchas noches bajos los enormes carolinos de su casa.

Su grácil figura me tentaba no sólo a besarla. La locura se había desatado y estábamos a la puerta del paraíso, ninguno de los dos comprendía cómo éramos tan felices.

Jorge Eduardo
San Juan -La Plata














































N °52
EL PADRE MARIO POCHINTESTA

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1982
Fecha de alta 01-05-2009

Era un medico que se retiró a los sesenta años de su profesión, nació en Montevideo, tierra de candombe, mulatas y negros, trabajó en muchos lugares: En hospitales públicos, en pequeñas salas de barrio, viajó a pueblos del interior de Uruguay y atendía allí pocas veces al mes, pero iba donde no habían médicos; porque la pobreza del lugar impedía cobrar los honorarios, era el médico de los más pobres, y como tal él también fue pobre.

Su único bien material consistía en una humilde vivienda donde vivía con su esposa y los cuatro hijos que tuvo. Escribió libros sobre su profesión y la obligación social del médico para con los desamparados; junto con su pasión por los necesitados, era un profundo practicante católico y cuando la vida lo fue dejando solo, al morir su esposa y los hijos se marcharon del hogar paterno, al recibirse de profesionales, Mario tomo la decisión de ingresar en un monasterio y ordenarse de cura.

El Parque Pereyra Iraola, reúne la mayor colección de árboles exóticos, traídos de todas partes del mundo; en el centro de una selva cultivada por el hombre, está la hermosa y vieja casona de la estancia de Don Pereyra Iraola; allí entre árboles gigantes y bellos está también la pequeña capilla de la estancia, construida a instancias de la señora de Don Pereyra.

Esta capilla tiene un bello interior con mucha madera y fue construida casi a finales del siglo XIX. Durante muchos años, permaneció cerrada al público, y se abría excepcionalmente para celebrar algún casamiento, de alguien allegado: o a la familia, o a la curia, o al Gobierno.

El parque fue confiscado por el gobierno del General Perón en la década de 1950 y declarado Parque Público Provincial; el acceso irrestricto del público, que hacía fuegos para cocinar asados, al pie de los grandes árboles, lo degradó en muchos aspectos, principalmente a los grandes árboles que sufrieron la acción destructora de los fuegos realizados, quemándolos y haciéndoles grandes huecos, que a la postre significaron que se cayeran con el viento o se secaran por la acción del fuego. La capilla abandonada, un día cobró vida, sus puertas permanecían abiertas todo el día, durante las horas de luz era posible visitarla o ir a rezar en el silencio y la paz del lugar.

Yo estaba recorriendo el parque, enseñándoselo a mi sobrino Fabián, cuando él me preguntó qué era ese edificio que parecía una iglesia en el medio de la arboleda que estaba con las puertas abiertas, le dije: La capilla es muy linda ¡vamos a verla! y hacia la capilla fuimos, entramos, estaba desierta y en silencio, aprovechamos para recorrerla toda; cuando estábamos mirando el altar tallado en madera apareció un viejito, delgado, de unos setenta años, bajo, y con una tupida y larga barba blanca; nos saludó con amabilidad. Empezamos una conversación que luego se extendería por más de una hora, así de a poco, sin reservas, todos dimos un pantallazo de nuestras vidas; como sucede entre extraños; es más fácil contar quiénes somos.

La situación se prestó para saber quién era cada uno, el viejito era Mario, como a él le gustaba que le dijeran, y no Padre Mario, por su condición de cura de la capilla. Como dije fue medico hasta los sesenta años y luego cura, quiso la suerte traerlo a ser el párroco titular de esta capilla , no fue en premio a sus méritos como sacerdote, fue más bien ponerlo afuera de circulación, afuera de las grandes iglesias, que no se escuchara demasiado su voz pregonando que hay que ayudar a los más débiles y pobres de toda pobreza, y practicarlo con el ejemplo, siendo médico dio muestras de sus convicciones cabales de ayudar a los pobres y siendo cura ya anciano quiso irse con los más humildes del planeta; como al Sertao en Brasil o las aldeas pigmeas del Congo Belga.

Tenía una familia con cuatro hijos, su esposa fue débil de salud y le dedicó todo su tiempo posible para cuidarla. Sus hijos estudiaron medicina y letras, recibiéndose: dos de médicos y dos de profesores de filosofía y letra.

La vida de Mario fue sacrificada y humilde, pero llegó a ser un médico reconocido por sus pares.

Entre sus amistades figuraba el Ministro de Salud de la República Argentina: El Dr. Carrillo. Mario lo admiró por la obra que hizo. Tuvieron un prolongado intercambio epistolar, y Mario fue objeto de consultas por parte de Carrillo, a la hora de dictar normas para los hospitales públicos. El Dr. Carrillo inspirado en los libros de Mario, construyó la mayor cantidad de hospitales nuevos que se hayan hecho durante un periodo de gobierno. ¿Cómo les alcanzaba el dinero público, el superávit fiscal? ¿No robaban?...

¡No!

¿Aún están en píe los altivos hospitales de ladrillos a la vista, mostrando su inconfundible arquitectura de ladrillos?

La señora de Mario falleció cuando él tenía sesenta años y los hijos se habían ido a trabajar, algunos a Brasil y otros a la Argentina. Mario decidió, al quedar solo, que podía consagrar su vida a Dios y al prójimo y pidió dispensas papales para ordenarse como sacerdote. Como alumno Mario fue brillante y al egresar recibió elogios de los padres superiores y de quienes fueron sus profesores, eran un caso muy singular que un profesional tomara los hábitos a una edad tan avanzada.

Las vueltas del destino hicieron que yo, que no tenía ninguna relación con la iglesia, que no había entrado a una iglesia en muchos años, fuera a conocer a Mario en aquella capilla, antes abandonada, le contara mi vida y escuchara la de él.

Fabián se fue al otro día, con una grata sorpresa, al conocer a alguien tan especial, me dijo que lo cultivara, que me hiciera amigo, y sin él saberlo fue el último amigo importante que hice, siendo yo mucho menor que Mario, que a la sazón teníamos: él 70 años y yo 48. La diferencia de edad no fue obstáculo para generar entre ambos una corriente de amistad y simpatía, en el corto tiempo que compartimos juntos...

Fue en la primavera cuando lo conocimos con Fabián, y era la mitad del invierno cuando se murió, solo, en la capilla.

Yo empecé a ir a la capilla, donde teníamos con Mario largas conversaciones, me mostraba su gran biblioteca con una cantidad elevada de libros especializados en medicina y religión con gran cantidad de libros de filosofía y de política y numerosos temas más. Sus libros estaban ajados y leídos y no eran meros libros decorativos.

En uno de los tantos viajes que yo hacía a la empresa donde trabajaba en Buenos Aires, en la Calle Florida; lo llevé a Mario para que comprara libros y traérselos en el auto, al llegar al estacionamiento de un auto lujoso bajaron dos muchachos, cuando uno de ellos le dijo al otro riéndose: … ¡Mira, ahora se de dónde sale el viejo de los pájaros!...esa expresión socarrona, acerca del aspecto de Mario, me puso tan violento que lo increpé y le dije: ¡El viejo de los pájaros? que puede ser tu padre, es un excelente médico y ahora es sacerdote, porqué no lo respetas y le pides disculpas ¡

Para mi asombro el muchacho, de unos 25 años aproximadamente, se aproximó a Mario y le dijo: ¡Discúlpeme padre si lo he ofendido!...

Mario tenía una larga y poblada barba blanca, y en verdad se parecía al viejo de los pájaros; aunque nunca Mario supo quién era, dado que no miraba TV.
Una tarde, en el verano, fui temprano y lo invité a que fuésemos a bañarnos en una cantera que está junto a las vías del ferrocarril Roca que va de Constitución a La Plata. La cantera en muchas ocasiones estaba seca y después de grandes lluvias se llenaba, por suerte no era profunda y en lo más hondo tendría a lo sumo un metro de profundidad. Cuando llegamos estaba llena de agua de lluvia, caliente por el sol del verano y bastante cristalina, ya que nadie la usaba. Disfruté verlo a Mario bañarse y luego tirarse al sol para secarse, fue una gran idea, no había ningún peligro.

La cantera fue utilizada, quizás, 100 años atrás, construida con rastrones tirados por caballos o bueyes, utilizaron la tosca para elevar el camino que cruza el parque hasta la casa de Pereyra Iraola.

Una noche fui a buscarlo para que viniera cenar a casa, Estela había preparado una comida sencilla pero rica; Mario dijo al terminar la cena: Si no fuera que estamos en La Plata, diría que estoy en Montevideo, en mi casa con mi familia.

Otro día íbamos a la parroquia del Cura Brochero, en Berazategui, coincidió su apellido con el del cura gaucho, que tiene una localidad en Traslasierra, en Córdoba, que lleva su nombre. Cuando cruzábamos el destacamento del parque Pereyra, en pleno proceso militar, los policías paraban a todos los que pasaban; al aproximarse un policía Mario me dijo: ¡Jorge no pares, que estos lo único que hacen es molestar a la gente!...los policías lo conocían y lo saludaban con todo respeto y tal como decía Mario no paramos.

El cura Brochero le tenía una particular estima y ese día que me veía a mi por primera vez, me preguntó si yo era familiar de Mario, le dije que no, ¡Sólo un amigo reciente, pero a quién aprecio mucho!

Estuve conversando un rato con el cura Brochero, y me confirmó algo que yo ya sabía. Cuando Mario vino a cenar a casa, se volvió en colectivo y las cinco cuadras que hay hasta la terminal las hicimos caminado, en la mitad del camino se para y dice: ¡No te preocupes, esto lo arreglo con una pastilla! Le había dado un fuerte dolor en el pecho y por los síntomas, que él como médico conocía, era el corazón. Se tomó la pastilla y se quedó un rato sentado en el borde de una ventana, no quiso volver a mi casa, esto se me pasa, después de veinte minutos de haberse tomado la pastilla me dijo: ¡ya está!, ¡vamos! Y cabeza dura siguió caminado a tomar el ómnibus, que pasaba por el parque, allí debía caminar quince cuadras. Sólo, de noche, en la oscuridad del parque Pereyra Iraola.

¡Jorge!...me dijo Brochero, a Mario hay que cuidarlo mucho porque Dios se lo quiere llevar con él para que no sufra, ya que está muy enfermo. Esto ya se sabía desde la época en que estuvo en el monasterio internado.

Un día llegué a la capilla y la puerta estaba cerrada, era un domingo a la tarde, Mario siempre la dejaba abierta, para que la gente pudiera entrar a rezar, la puerta de su casa también estaba cerrada, confieso que me inquieté, estacioné frente a la casa, bajé rápido y golpee la puerta, la voz de Mario:¿Quién es?...¡Yo, Jorge!...¡pasa!... y en ese momento lo veo en la cama, en el cuarto pegado a la capilla junto a la puerta de su casa. Estaba mal, con expresión de angustia, ¿qué te pasa Mari ?... ¡Me robaron todos mis ahorros, de todos estos años que viví en la capilla!...

Mario no era rico, pero tenía dos sueldos: uno, la jubilación de médico, y dos el sueldo de párroco de la capilla.

¿Quién ingresa a tu cuarto?... ¡Vos!... ¿Y quién más?... ¡El chico que corta el pasto tres veces por semana y limpia la capilla!... ¿Te vio manipular la cajita metálica? ¡Dónde guardabas el dinero!... ¡Si!

Yo sacaba la caja detrás de los libros y le pagaba todos los sábados y él me veía de donde la sacaba y a dónde la ponía. ¿No hay ninguna señal de violencia, sólo faltó la caja, de atrás de los libros dónde la escondías?... la pudo poner entre sus ropas y retirarse sin que nadie se diera cuenta. ¿Cuándo le pagaste por última vez?... ¡Fue el sábado anterior, y esta semana no vino ninguno de los días que debió venir!...

El muchacho que decía llamarse Juan y vivir en Berazategui, apenas hacía unos pocos meses que trabajaba para Mario, él le pagaba por su cuenta para que la capilla y los alrededores estuvieran prolijos y limpios. Juan o quien fuera me resultó un tipo tosco que no me inspiraba confianza. De todos modos agradezco que no se encontrara con Mario cuando fue a robar.

Mario hasta ese momento no sospechó de Juan, pero todos los indicios llevaban a que era él el ladrón. No hizo la denuncia y pasados los días asumió la realidad, Juan no apareció nunca más.

El robo lo dejó en bancarrota, terminó con su fantasía de irse al Congo Belga o al Sertao en Brasil a ayudar a los miserables de esos lugares.

No puedo decir que me alegré que le robaran todos sus ahorros, pero ello impidió que se fuera solo y enfermo a esos lugares desolados, con culturas extrañas, viejo y sin fuerzas para afrontar a los nativos del lugar y a su propia naturaleza.

Su plan sobre el África, consistía en ir al Congo donde habitan los Pigmeos, ayudarlos con medicinas para enfermedades tropicales y enseñarles la idea de Dios.

Las guerrillas del Congo utilizan la carne de Pigmeos porque piensan que les confieren poderes mágicos. La deforestación obliga a que cada vez, abandonen más las selvas y se los ve en ciudades como Mombasa, donde malviven con trabajos ocasionales o dedicándose a la prostitución.

Ota Benga fue el primer Pigmeo llevado como extraño animal a EEUU en 1888. Lo encerraron en la jaula del orangután y cuando lo liberaron se suicidó.
Mario conocía la historia de Ota Benga y eso lo llevó a pensar en ir de misionero. Su segunda fantasía frustrada por el robo fue ir al Sertao la región más pobre de todo Brasil. Los sertaneros se bañan en los ríos, y sus casas son de barro, no obstante es un pueblo optimista que protagoniza a diario historias de lucha y esperanza.

La última vez que lo vi, estuve toda la tarde con él, estaba melancólico y me ofreció toda su biblioteca que tendría como 500 libros o más, le dije que le agradecía el gesto pero que tal vez le fuera de más utilidad al padre Brochero, no obstante Mario me envió a la semana una enorme caja llena de libros que el consideraba debía leer, por ejemplo: Alborada del hombre nuevo.

Cuando volví a visitarlo habían pasado unos cuantos días, debido a que tuve el auto roto, y debí traer los repuestos de Alemania, al llegar vi que estaba todo cerrado, no había nadie en la capilla, fui hasta el kiosco donde Mario hacía algunas compras , la mujer me dijo: cómo, ¿no sabe que el padre falleció?...

Su último acto recordándome fue enviarme con un amigo sus libros. Yo me quedé con el dolor de no haber despedido a este pequeño gran hombre, noble y bondadoso, con quien en corto tiempo nos unió una verdura amistad.

Jorge Eduardo
La Plata


























CASTILLO DE CHANTILLY ¡QUÉ LUJO!

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1976
Fecha de alta 27-05-2009

Como una atención del Gerente General de la fábrica, que visitábamos en Francia, recibimos una invitación a almorzar en el castillo de Chantilly que estaba preparado para recibir visitas.
Recuerdo que el plato de entrada fue una tabla de quesos franceses, y el almuerzo fue a base de “frutos de mar”; enormes langostinos, langostas de mar, cangrejos; todo acompañado por un vino fino de la última cosecha de uvas blancas de Chantilly.
La mesa estaba puesta con manteles antiguos de hilo, la mejor cristalería y los cubiertos eran de plata.
¡Qué lujo!
¡Verdaderamente estábamos en un castillo!
El castillo de Chantilly y su célebre Museo Conde reúne la primera colección pictórica privada de Francia y la segunda colección de cuadros antiguos después del Louvre. Al castillo, en pleno siglo XX, se accede por el mismo puente que fue instalado por el duque, sobre la fosa de agua que lo rodea en todo su contorno. El puente de madera tiene aún, a pesar del tiempo transcurrido, la misma belleza, y sus maderas conservan el estilo y esplendor con que fue construido; su condición de puente levadizo lo hace más atractivo a los ojos de quienes muchos años después lo visitan; reúne una belleza increíble y junto al castillo recuerdan las épocas en que tanto uno como otro servían para la seguridad del duque.
El castillo del duque de Chantilly no es muy grande, y conserva su diseño original de los días en que fue edificado. Sus habitaciones son excesivamente grandes para habitar, lo que hoy consideramos ambientes demasiados extensos para refrigerar o calefaccionar.
Terminado el almuerzo, salimos a recorrerlo; primero los aposentos interiores junto al comedor: la biblioteca, la sala y las habitaciones, todos con sus lujosos muebles de estilo; cruzamos por el jardín de invierno cubierto con vidrio; finalmente recorrimos los otros jardines y el foso hasta cruzar el puente rumbo a la caballeriza.
A medida que nos aproximábamos a la caballeriza, ésta nos deslumbraba cada vez más; es que el duque había construido como establo, para su caballo, una replica exacta en menor tamaño del castillo. El predio tenía otras pesebreras más modernas, pero no igualaban el lujo del viejo y pequeño castillo; Las Caballerizas, reconocidas como las más bellas del mundo, albergan el Museo Vivo del Caballo, que reúne más de mil cuadros, esculturas y dibujos de artistas contemporáneos. Allí construyeron posteriormente la pista de caballos de carrera de Chantilly; lugar donde las damas concurren vestidas con sus mejores atuendos: elegantes, coquetas, llenas de lujos;… ¡que aquel ambiente no desmerece!

Jorge Eduardo
FRANCIA-CHANTILLY-1976
LA PLATA-
2009-09-29


MI AMIGO GAYLON: EL TEJANO

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1984
Fecha de alta 13-05-2009

Gaylon trabajó durante treinta años en una fábrica de caucho y de anhídrido maleico; esta tuvo varios dueños antes de que el personal de la fábrica se la comprara a los últimos dueños japoneses.

Los japoneses se la vendieron al personal; estos hicieron la cosa más ingeniosa que había escuchado hasta entonces para comprarla. Cada miembro de la empresa aportaba una parte del capital necesario para la entrega al contado, lo que quedaban debiendo lo pagaban con lo producido por la fábrica, en diez años.

Para conseguir la parte de entrega al contado la mayoría hipotecó su casa, consiguiendo dinero barato sobre la hipoteca; algunos como la Secretaria de Gaylon tenían ahorros en plazos fijos para cuando se jubilaran y los sacaron. El capital aportado, era diferente para cada uno y no dependía de la jerarquía que ocupaba en ese momento. Hasta un cierto porcentaje estaban sentados en el directorio.

Se dio con cierta lógica que los que más aportaron fueron: El actual Presidente de la empresa; Gaylon que era el Gerente General y Gerente Técnico; y… ¡Oh sorpresa!: La secretaria de Gaylon. Ellos pasaron a ser los tres mayores accionistas y miembros del directorio con algún empleado más.

La empresa bajo su conducción hizo un cambio estratégico muy singular, en los años que no rendía el maleico ampliaron la capacidad de las plantas de caucho; cuando el maleico se convirtió en un buen negocio, hicieron dos plantas más de maleico; teniendo la segunda capacidad instalada en ese momento en EE.UU. Tuvieron mucha suerte, esa fue la década de las resinas de ingeniería; recién se hacían algunas nuevas y para muchas de ellas se utiliza anhídrido maleico.

Yo lo conocí, porque era el gerente de la única planta, que en la argentina producía anhídrido maleico; habíamos tomado la decisión de cambiar la materia prima y no conseguíamos un catalizador para esa nueva materia prima que era butano.

La empresa de ingeniería básica, después de fracasar con la primera carga de un catalizador nuevo para butano, en experimentación; nos relacionó con una empresa productora de anhídrido maleico, que fabricaba su propio catalizador; lo había desarrollado bajo la dirección técnica de Gaylon y funcionaba perfectamente; el primer encuentro fue en Houston, donde tenían la fábrica. Demás está decir que tanto Gaylon como el presidente eran dos señores que entendieron a las mil maravillas la situación de nuestra empresa casi quebrada.
Nos vendieron: La ingeniería para efectuar los cambios al diseño de la planta para que funcionara perfectamente; la supervisión durante la construcción de las reformas; y la puesta en marcha (la situación más delicada para el acondicionamiento del catalizador).

Esta venta ascendía a varios millones de dólares que se los pagamos en los años que duró el catalizador y a medida que íbamos produciendo; nuestro agradecimiento se transformó en una mutua amistad que no fue nunca fracturada por ninguna de las dos partes.

Gaylon se comportaba como el señor que era; recuerdo la primera vez que vino a almorzar a casa, se apareció con un ramo grande de rosas rojas para mi señora a quien no conocía.

Por esos años, 1984, había en La Plata un restaurante en la calle 4 que servia comidas exóticas: siervo a la cacerola, jabalí a la parrilla (jabatos), liebres en escabeche, perdices en escabeche y algunos otros platos exóticos. Gaylon amaba ir a comer allí y yo lo llevaba todas las veces que venía. También lo llevé a Santelmo a escuchar tango, a la Botica del Ángel y a un local Árabe con comida, música y bailes típicos. Gaylon disfrutaba esas salidas y me lo agradecía cada vez que tenía una ocasión.

Sin que yo lo quisiera él se tomó para sí un compromiso de llevarme a Houston, invitado por él, con todos los gastos pagos; y así fue que un día me hizo llegar una propuesta de viajar a Houston, en American Airlines, por 10 días; aprovecharíamos de pasear además de hacer la conferencia de diseño para la nueva planta que Maleic construiría después de 10 años de funcionar con la primera. No me hice rogar y viajé con escala en Miami. Al llegar a Houston me esperaba Gaylon con el ingeniero que lo acompañaba cuando venía a cambiar el catalizador; una excelente persona y tan cortés como Gaylon.

Las sorpresas empezaron desde la llegada; fuimos a comer a un restaurante mexicano, con unos aderezos tan picantes que me cayeron muy mal y me mandaron toda la tarde a la cama. A la noche estaba un poco mejor, pero sin soportar una cena; fuimos con su señora al mejor restaurante italiano de Houston, una belleza la decoración; el salón estaba rodeado de peceras enormes con peces de mar, entre ellos mantas rayas y tiburones.
Lo único que probé fue una ostra cruda, de caparazón anacarada blanca, con un chorrito de limón, y para tomar te frío.

Al día siguiente me pasó a buscar por el hotel y fuimos a conocer la fábrica; esta era espectacular con siete plantas diferentes: Cinco de anhídrido maleico y dos grandes de caucho. Me mostró en detalle la planta más moderna de anhídrido maleico; recuerdo que le hice algunas observaciones y quedamos que cuando hiciéramos la conferencia de diseño para nuestra nueva planta; íbamos a poner lo mejor de cada una de las plantas y haríamos un diseño, mejorado, integral. La conferencia la hicimos dos días después de haber recorrido todas las instalaciones, incluidas las plantas de tratamientos de residuos industriales.

La conferencia reunió a once personas, especialistas, quienes aportaron todos sus conocimientos; por nuestra parte estaban tres representantes de la empresa de ingeniería básica que vinieron de New York. El mitin se desarrolló durante tres días con interrupciones para ajustar detalles de tamaños y nuevos diseños; el resultado fue la base con que la empresa de ingeniería básica desarrolló el proyecto: Una nueva planta con el reactor más grande realizado en ese modelo hasta entonces. (Lecho fijo)

Terminada la conferencia, dedicamos un día a juntar toda la información que acompañaba al acta que firmamos de cooperación entre ambas empresas, disponiendo por nuestra parte y la de ellos dar toda la información que se requiriese, en forma total y abierta, de nuestros datos de producción.
Estar entre esos monstruos de la ingeniería me produjo una egocéntrica satisfacción, nunca hubiera imaginado que ellos tomaran con interés mis observaciones de cambios a la ingeniería, que ya habíamos realizado en la primera de las plantas y esta nueva tendría el mejor diseño posible en plantas de reactor de lecho fijo; cuando se terminó el trabajo Gaylon organizó una cena en el lugar más pintoresco de Houston.

Estaban invitados todos los que participaron del proyecto, con sus esposas, el lugar estaba al lado del canal que comunica el mar con las industrias que están en esa área de Houston.

Consistía en un galpón del comienzo de la colonización española en Texas, con techos de madera, a las que se había protegido con membranas y chapas de zinc, dejando las maderas a la vista desde el lado interior. Externamente se veía el enorme galpón que sirvió de acopio de bolsa de cereales y otros productos, con maderas clavadas en forma cruzadas para proteger la vieja estructura.

Al entrar la primera impresión era de un local con muebles fabricados por artesanos primitivos, en muy lindas maderas; sin embargo al cruzar la puerta del baño nos encontramos con muebles de último diseño que tenían toda la tecnología, para abrir y cerrar el agua, tirar los papeles en un lugar, que se habría y cerraba con un rayo de luz al interceptarlo. Las paredes y los muebles mezclaban lo viejo con lo nuevo.

En las paredes la exposición de armamento de la época en que Búfalo Bill perseguía a los indios, era muy llamativa; junto a los diversos modelos de Winchester que se desarrollaron estaban los Colt, entre ellos el famoso” pacificador”; que ayudó a conquistar el oeste y a todo el territorio norteamericano.

Las mesas grandes y rusticas, donde se podía apreciar los gruesos troncos que conformaban las patas, daban la sensación de estar en una cantina del viejo oeste, del techo colgaban luminarias hechas en ruedas de carros; pero en las orilla y otros lugares habían mesas súper modernas rodeadas de sillones de tan moderno diseño, que uno no podía imaginar.

El lugar estaba ambientado en el pasado y el lujo más moderno.

Afuera el estacionamiento era en un jardín; con lugares marcados entre las flores.

Pasamos una noche brillante y si bien todos los asistentes hablaban en tejano, que al decir de los neoyorquinos:
… ¡es el único idioma que no entienden!

Mi largo contacto con Gaylon me permitió entenderlos perfectamente y poder mantener entretenidas conversaciones con cualquiera de ellos, aún con las mujeres que son más difíciles. Debo decir que la mayoría entendía perfectamente castellano y ello hizo que la conversación fuera en forma bilingüe.

Gaylon me deparaba otra sorpresa, un día antes de partir me llevó a las instalaciones de la NASA, un lugar en el que se concentraban replicas de los cohetes originales que habían viajado al espacio; subimos al Space Shuttle Discovery, recuerdo que esa fue una experiencia inolvidable.

El último día almorcé en su casa y me mostró fotos del lugar donde construiría el rancho que pensaba hacer el día que vendiera la fábrica.

La señora de Gaylon tenía los rasgos más dulces que se pueda imaginar, de delicada salud irradiaba a través de sus hermosos y raros ojos azules una paz interior que compartía con él.

Al volver extrañaba el cariño y dedicación que Gaylon me prodigó en esa corta estadía, que me permitió conocer un mundo de la ingeniería, del cual nunca hubiera participado; visitamos las fábricas más importantes de Houston que tenían una gran tecnología; esta visita me dio acceso a los conocimientos que Gaylon compartió conmigo.

Tal como habíamos planificado al construir la primera planta, de 7.000 toneladas/año de producción, a los diez años, si la situación lo permitía haríamos una más grande: de 12.000 ton/año. Esta planta era la que habíamos proyectado con el grupo de Gaylon; terminar el proyecto nos llevó un año entre los agregados a la ingeniería básica que debió ser modificada y la ejecución completa de la ingeniería de detalle, que fue perfectamente ejecutada por una de las más importantes empresas de ingeniería del país, y que hoy junto con muchas otras han cerrado sus puertas.

La construcción la realizó la misma empresa de ingeniera de detalle, esto ayudó a que el proyecto se ejecutara tal cual lo planificado. Los equipos se compraron con un criterio de tecnología y economía; salvo los muy críticos que eran de reconocidas marcas, el resto de los equipos se construyeron en Argentina y Brasil, con empresas importantes a un costo muy inferior que si los hubiéramos comprado en las empresas más tradicionales.

La nueva planta estuvo en funcionamiento a los dos años de entregada la ingeniería básica y a un precio final entre equipos y costo de la construcción, muy inferior a lo inicialmente pensado; cosa impensada en estos casos. Para acelerar la construcción durante la ejecución de la ingeniería de detalle se compraron todos los equipos definidos en la ingeniería básica.

La planta lucía imponente y todavía funciona perfectamente, a casi 30 años de su puesta en marcha; lo que habla bien de las bondades de los materiales usados en su construcción.

La empresa pasaba a ser la mayor productora de anhídrido maleico de América Latina. El otro productor que para ese tiempo existía era una fábrica ubicada en el polo de Bahía (Brasil), con una producción de 6.000 ton/año.

Nosotros vendíamos en el mercado interno de Brasil y competíamos, por lo cual esta empresa que era inmensamente más grande y poderosa le puso los ojos a la nuestra; esperó la puesta en marcha de la nueva planta e hizo una oferta que el dueño aceptó y vendió rápidamente.

La última vez que estuvimos juntos fue cuando Gaylon vino a poner en marcha la planta nueva que habíamos proyectado en Houston. Funcionó perfectamente desde el comienzo y ello sirvió para arreglar la venta de las unidades, que producirían 19.000 ton/año y con ello los brasileros tendrían el control total del mercado latino americano; ya que no había otras empresas del exterior que vendieran anhídrido maleico.

La venta se mantuvo en secreto, el personal de la empresa a nivel de Gerente de Planta, mi puesto, nos enteramos que habíamos cambiado de dueño el día que llegó una comisión encargada de recibir los bienes a cargo de la empresa.
Yo me fui y seguí trabajando en una empresa aceitera, la más grande del país.
Con Gaylon nos hablábamos por teléfono, y un día me contó que el también había vendido su parte en la empresa; con una gran diferencia; recibió 11.000.000 (once millones) de USD.

Las fantasías que tenía se harían realidad; se compraría el rancho de 5.000 has; se haría la casa en el rancho y tendría una crianza racional de ganado: vacas y caballos.

Yo conocía de las posibilidades que ofrecía el campo, largas charlas de sobremesa en sus viajes y cuando fui a Texas, me habían informado de las posibilidades de armar un “rancho” tejano, sus sueños eran más que un proyecto, eran sueños verdaderos que empezaban poco a poco a cumplirse.
La compra del campo y el armado de los potreros le insumieron un millón y medio de dólares, la construcción de la casa cerca de un millón y compró ganado para cría de raza Hereford, y caballos Mustang de raza Appaloosa por alrededor de otro millón.

Tenía todo lo que había anhelado y su vejez la pasaría en el rancho criando ganado; no obstante armó un negoció adicional y en relación con su vida de ingeniero: Hizo acuerdos con una empresa explotadora de pozos de petróleo, para que exploraran en el campo y si había petróleo lo sacaran con una participación; fue un éxito.

La última vez que hablamos por teléfono me contó que me hablaba desde la plataforma que había hecho en un árbol junto al río, cerca de su casa. Allí tenía el lugar ideal para expiar a los chanchos jabalíes, ciervos, pavos, y otros animales que venían al abrevadero, donde el cazaba alguno exclusivamente para comerlo.

Un amigo, tejano, un excelente tipo, no lo he perdido pero está distante y no sé de él; quizás su promesa de venir a la Argentina y cruzarla de sur a norte conmigo ya no la pueda cumplir.

Jorge Eduardo
Houston-Tejas 1984
La Plata, 2009-09-19.



































Texto agregado el 24-10-2011, y leído por 1080 visitantes. (1 voto)


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