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Y ahí estaba yo. De repente me levantaba con la soledad a cuestas como todos los días, hacía que sienta a mis piernas arrastrar en vez de realizar paso por paso.
Me asombré de lo que estaba viendo en ése momento. El espejo no sólo era ese reflejo constante, sino que ésta vez iba hacia una dimensión desconocida porque, la profundidad con la que se encontraba ese día iba más allá de ese mísero reflejo, era penetrante y abstracto.
Nunca había visto mis ojos, en realidad jamás les había prestado atención porque, la rutina ésta de la soledad sólo se limitaba a lastimarme interiormente, por lo que no podía prestarle atención a lo exterior. Sin embargo mis ojos eran el fiel manifiesto de la angustia; su brillo no era sólo de dilatación, sino que me estaba dando cuenta que el dolor se transformaba en pequeñas lágrimas que me acompañaban durante todo el día pero que yo no podía notar, porque el viento se encargaba de que no lleguen a mi mejilla, y en ése corto trayecto que iba hasta apenas debajo de mi pestaña esa lágrima se secaba entrando por mis poros y volviendo nuevamente hacia el interior.
Así es como me estaba alimentando a mi mismo de mis propias lágrimas sin darme cuenta.
Ese día no salí de casa, estuve todo el tiempo acudiendo al espejo para comprobar cómo mis ojos derramaban dolor, y en un breve instante volvían a mi cuerpo para realizar ese circuito desde mi piel, pasar por mi sangre, llegar al corazón, salir nuevamente por mis venas, llegar a mi mente, hasta llegar a mis ojos. Salir, ver la luz y entrar nuevamente.
No eran simples lágrimas echas de agua salada, sino que en eso se transformaban cuando salían por mi ojo pero por dentro, mientras hacían su circuito, esa agua era el veneno espeso y poderoso que me intoxicaba e iba dejando sus restos a otras lágrimas hasta transformarse en una sola.
Así es como lograba engañarme todo el tiempo, y yo creyendo que era una simple y estúpida lágrima…Recuerdo el día que desperté, fue porque había tenido un sueño, entonces sentado en la cama me encontré totalmente rebalsado de preguntas y raro, lo que me llevó ir hacia el espejo porque no podía creer cómo fue que llegué a soñar con un pasado que creía haber dejado en una caja vieja que jamás volví a abrir.
¡Pero que increíble! ¡Me da bronca! Uno ya no se puede dignar ni siquiera a dormir, si en ese momento en que mi cuerpo en teoría “se apaga” tendría que dejar de funcionar todo ¡Tendría que estar descansando, se supone! Pero no, la ciencia comprueba lo que los soñadores creían un sueño, y nos dice la realidad, ahí es donde tenemos que admitir que los pies están sobre la tierra, porque nuestro corazón sigue funcionando y nuestra mente también. Pero no sé cómo es que te soñé, y no sólo eso, sino que el sueño fue tan real que me desperté con la misma sensación en la que me encontraba mientras te veía irrealmente, y con ésa misma sensación de vacío fue con la que me encontré en mis ojos cuando me dirigí hacia el espejo y me di cuenta que estaba intoxicado.
La cura, que si fuera tan fácil encontrarla ya estaría colocándome el suero en la venas, pero se que no existe cura, sino que de pronto un día mientras caminaba por la plaza, me encontré con que el remedio era que aparezca esa nueva belleza que caminaba inocentemente y sin prestarle atención al día, sino que su momento era una flor la cual parecía que estaba mostrando su mejor imagen ante ella sabiendo que la había atrapado con sus pétalos y aroma, por lo que ambas eran el mundo y eran el momento. Sin darse cuenta habían pasado a ser el mío y éramos tres, sólo que lo sabía la flor y yo, hasta que me acerqué y le dije: “¿Sabes qué es lo importante? Que la flor es hermosa porque vos la haces hermosa, y vos sos más hermosa porque la flor y yo te vemos hermosa…”
A pesar de que ésa flor fue sólo de época y el invierno terminó con ella, es el día de hoy que estamos sentados en ese banco temblando del frío, abrazados para hacer un intento de verano con nuestros cuerpos y ella me dice: “A pesar de que la flor se haya muerto, me dejó su reemplazo eterno”
Y más aún me sorprendí cuando me dijo: “Tus ojos…tienen lágrimas”. Yo la miré fijo y no supe qué decirle, entonces ella pasó sus dedos por mis ojos y me los secó; después a sus dedos mojados de mis lágrimas los pasó por el pasto y me dijo: “Las lágrimas vuelven a donde pertenecen”….
Sin darse cuenta, eliminó el veneno de mi cuerpo.

Texto agregado el 22-11-2011, y leído por 208 visitantes. (0 votos)


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