Llevo tres años soñando algo casi imposible, poder conseguir ese hermoso cuerpo, con un aroma encantador en su tierna piel morena y una armonía cuando le escucho hablar de sus amores y desamores, ese cuello con delicadas terminaciones. Es difícil aguantar tanto tiempo y saber que tendré que aguantar más.

Sólo imagino poder tocarle con el arco que le acompaña y producir un hermoso sonido, que la noche con su sinfónica del silencio y la maravillosa luna nos acompañen en un delirio de notas convertidas en almas. -Despierta ya!-escucho al fondo de mi sueño- que despierte!- abro los ojos, es mi mamá- es hora que se vaya al colegio, va a llegar tarde otra vez-. Me levanto de un salto, me baño y me pongo el uniforme cojo mi morral y salgo corriendo.

Estoy en undécimo grado apenas comenzando, tengo clase de comercio, aburrido e interesante para conocer más personas; hoy se supone que conoceré aun muchacho con el que eh hablado por Internet. Al pasar el tiempo nos unimos en noviazgo y luego nos casamos por medio de la naturaleza.

Al final estamos en la universidad y él me cumple uno de mis sueños, como tocar un piano y aprender, pero el más importante, tocar ese cuerpo hermoso. Un día él me pide que lo acompañe donde su maestra para presentar un parcial, al llegar lo primero que veo es un cello acostado en el piso con su forro, en ese momento me pongo inquieta y cada segundo que pasa me desespera más y más, ¡lo tengo enfrente mío y no puedo tocarlo!; luego pasa un tiempo y le pido a mi pareja, mejor amigo, novio, como se le puede decir a esa persona que uno ama, digo- amor, ¿ puede decirle a su maestra que si puedo tocar el cello?-una pena me invade y él sólo ríe y dice con su cabeza sí.

Finalizando el parcial él le dice a la maestra mi petición y ella accede, trae el cello y lo saca del forro y me llama y dice- todo suyo-.

Mis piernas tiemblan ante tal oportunidad, siento cada paso como los que muestran en cámara lenta y cuando lo cojo para sentarme, mi mano suda y mi corazón se acelera, me siento y cojo el arco, lo froto en la primera cuerda -Do- y su sonido me llena el espíritu de un aire maravilloso, luego pruebo con las otras tres cuerdas y mi sonrisa no para, la felicidad es tal que estoy a punto de llorar, luego intento tocar la lista Schindler, pero no me sale tan bien como en violín, al final ella me dice como poner los dedos sobre tan delicado cuello y vuelvo a intentar, después de un tiempo la maestra lo coge y guarda en su respectivo forro.
Yo camino hacía mi novio y lo abrazo y lloro de felicidad, es uno de los momentos más felices de mi vida, no paro de darle las gracias a la maestra y a él.