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Alamossa.


Lo último claro que recuerdo es haber despertado en mi auto en un bosque remoto. Tenía un fuerte dolor de cabeza, mi brazo izquierdo no respondía, tenía la cabeza apoyada en el volante, el parabrisas estaba destruido al igual que la carrocería delantera. Solo una cosa pudo haber pasado, tuve un accidente. Vi por el espejo retrovisor mi rostro ensangrentado, un corte en la ceja derecha y varios raspones. Fue un momento de completa amnesia, me costó poner mi mente en funcionamiento y pensar claramente, aunque había algo que sí recordaba... Mi esposa, mi hija... ¡no estaban!
En ese momento, imágenes y sonidos vinieron a mi mente. Choqué, si... tuve un accidente. Recordé haberme salido del camino y entrar en el bosque, aunque no supe el por qué me desvié de mi ruta, tal vez perdí el control, o me quedé dormido, o quizá algo o alguien se encontraba en el camino y no tuve otra alternativa que esquivarlo bruscamente. Todavía sentía el olor a llanta quemada, al igual que el sonido de frenado que escuchaba constantemente. Eran nuestras vacaciones, nuestro destino: Alamossa, un pequeño pueblo ubicado a orillas del lago Alamossa, de allí el nombre del pueblo. Habíamos alquilado una cabaña para pasar el fin de semana. En los folletos se veía acogedora y bonita, además el paisaje era hermoso, las montañas de fondo, pinares, el lago, etc. En ese momento fui algo egoísta, ya que quería ir allí, parecía importarme más la cabaña que mi familia y eso me hizo reflexionar inmediatamente, aunque todavía mi cabeza daba vueltas y vueltas, no era conciente de lo que pasaba, estaba perdido literalmente en todos los sentidos. Tenía que encontrar a mi esposa y a mi hija, algo ocurrió con ellas, y pensé lo peor, aunque tenía esperanza de encontrarlas, tal vez fueron a pedir ayuda. Podía ver el pueblo a lo lejos, las luces me lo decían. ¿Cuán lejos podría estar? ¿Cuatro o cinco kilómetros? Era momento de salir del coche y caminar, aunque estaba débil y dolorido, mi brazo parecía haberse quebrado y la sangre en mi rostro comenzaba a secarse. La oscuridad no se hacía notar, la luna iluminaba mi camino, parecía un gran reflector que me seguía, y agradezco eso, ya que más adelante por más raro que suene, la luna salvó mi vida…
Busqué las pertenencias de mi esposa, su cartera, su bolso, al igual que el de mi hija, y no encontré nada. Por un momento me sentí feliz, seguramente fueron al pueblo a pedir ayuda y tal vez a pasar la noche. Agarré mi bolso, los papeles del auto, mi celular, en definitiva, todas las cosas importantes que pueda llegar a perder y que necesite luego. Ya con el celular en la mano, decidí llamar a mi esposa, pero como en toda película, no tenía señal. Cerca del pueblo debería de haber señal seguramente, entonces no me quedó otra que esperar un par de kilómetros más para hacer la llamada. Me fijé la hora, eran las doce y diez de la mañana, quedé inconciente por más de tres horas. Guardé todas las cosas en el bolso, y en ese momento vi una nota sobre el tablero. “Fuimos a buscar ayuda, las dos estamos bien”. Ya está, no tuve más preocupaciones, ellas se encontraban bien, era hora de ir a buscarlas. Volví al camino, por allí me iba a resultar más fácil llegar al pueblo. Allí estaban las huellas de frenado, tenía razón, me desvié del camino. Caminé varios minutos, estaba un poco fresco, tenía hambre aunque comí un par de galletitas que sobraron en el auto. Miré a mi alrededor, el bosque se hacía cada vez más espeso, el sonido de los grillos era relajante, pero me paralicé en un instante, escuché el crujir de las hojas, alguien me seguía…
No sabía si era un animal o una persona, tal vez aquello era con lo que me topé en el camino, intenté intimidarlo. “Ya te vi, tengo un cuchillo, si te acercas te mato” fue lo primero que se me ocurrió decir. Era mentira, no lo iba a hacer, tampoco tenía un cuchillo, pero era la única manera que tenía de ahuyentarlo. Observé mi alrededor y no vi a nadie, tal vez se escondió detrás de un árbol, o solo fue especulación mía. Caminé unos cuantos metros más, a mi derecha había un pequeño galpón abandonado, cubierto de yuyos y ramas. Me acerqué a espiar si mi esposa y mi hija se encontraban allí escondidas, pero al acercar mis ojos a través de un vidrio roto de una de las ventanas solo logré ver estanterías vacías, alguna que otra caja y más yuyos. Lo supe porque aunque era de noche, mis ojos se acostumbraron a ver en la oscuridad y además la luna iluminaba todo, parecía de día. No tenía mas nada que hacer ahí, seguí entonces mi camino de búsqueda. Ya me quedaba poco por caminar, el pueblo cada vez estaba más cerca, agarré mi celular y volví a llamar a mi esposa, esta vez si había señal, pero su celular estaba apagado, me atendía el contestador. De pronto, a metros de donde estaba parado, vi tirado al costado del camino el bolso de mi esposa y varias prendas alrededor. Más adelante estaba el bolso de mi hija, me asusté, algo sucedió. Me perturbé, empecé a buscar cosas en los bolsos, no me acuerdo por qué lo hice, los nervios me incitaron a hacerlo. Comencé a correr y mirar hacia todos lados, me sentía perseguido, algo estaba pasando, las hojas comenzaron a crujir nuevamente, pero esta vez eran más repetitivas y veloces. Giré mi vista hacia atrás mientras corría, a lo lejos vi la figura de un hombre alto, bastante alto, sosteniendo un hacha con las manos. Corría detrás de mí, quería matarme, por suerte lo vi a tiempo, si no fuera por la iluminación de la luna no lo habría visto y no estaría vivo para contarlo. Seguí corriendo, pero él se acercaba cada vez más y más, yo sostenía el bolso con las manos, pesaba y no me dejaba correr rápidamente, entonces opté por dejarlo en el camino, lo tiré entre unos arbustos y corrí nuevamente. Tomé más velocidad, estaba cansado pero no me quedaba otra opción, tenía que correr hacia el pueblo y mantenerme a salvo, no lo dudé ni un segundo, ese hombre iba matarme...


No me había dado cuenta, tiré el bolso, al igual que lo hicieron mi esposa y mi hija. Seguramente ellas tuvieron la misma experiencia.
Al fin recordé, ese hombre fue el causante del accidente, estaba parado en medio del camino mientras manejaba. Iba rápido, me sorprendí al verlo y viré bruscamente, perdí el control y choqué.
Recordar eso me produjo un terror increíble, pensé y llegué a la conclusión. Si él era la persona con la que me topé en el accidente, entonces estuvo cerca de nosotros en todo momento. Mientras yo estaba inconciente él estaba ahí, pudo haber secuestrado a mi esposa y a mi hija, o peor aún, las pudo haber matado. Me ahogaba del miedo, no veía la hora de llegar al pueblo sano y salvo, el hombre me estaba persiguiendo, cada vez estaba más cerca.
Llegué al pueblo, me alivié al ver las casas y los faroles encendidos, los autos estacionados, un bar abierto con gente adentro, ya no me sentía tan perdido. Crucé el cartel de bienvenida, unas cuantas casas, volví a girar y el hombre ya no estaba. No me quedé a buscarlo, solo estaba enfocado en llegar al bar y pedir ayuda. Me sentí feliz de haber llegado al pueblo, Alamossa era un sitio que quería visitarlo desde que era un niño. Otra vez mostré egoísmo en mis pensamientos, lo siento, soy así, lucho por mis metas y lograr mis sueños, aunque algo imprevisto se interponga en mi camino. Y este era el caso, no debía estar feliz, debía preocuparme por mi familia, eso es lo que estaba haciendo desde un principio.

Entré al bar exaltado, todos me miraron sorprendidos, les conté la situación, el choque, mi familia, el hombre que me perseguía, en fin, todo lo que me sucedió desde que desperté en el auto. Unos hombres que estaban jugando a las cartas cerca de la puerta salieron afuera a ver que sucedía, el resto se quedó escuchándome. Pregunté si habían visto a mi esposa y a mi hija, les dije que era pequeña, que tenía once años, que podría estar asustada en cualquier sitio. Ellos negaron haberlas visto. Una camarera me ofreció un vaso de agua y algo de comer, otra mujer y un hombre me llevaron al baño a limpiarme la sangre y curar las heridas. Pero antes de entrar al baño escuché una voz que preguntó: “¿el hombre que lo perseguía era alto?”. Quedé atónito al escuchar esas palabras, asentí y le pregunté como sabía.
- Es el guardabosque, tal vez lo quería ayudar y usted se asustó y huyó.- contestó la mujer que realizó la pregunta.
- No lo creo, ¡Tenía un hacha, intentaba matarme! Él provocó el accidente, estaba cerca de nosotros cuando chocamos, creo que raptó a mi familia.- Le dije algo alterado.
- ¡Oigan! Dudo que sea el guardabosque, hace unas horas lo ví manejando su jeep a un par de cuadras de aquí…-interrumpió un hombre que estaba bebiendo una cerveza.
- Escuche, lo ayudaremos. Vaya a la policía y haga la denuncia. Tal vez lo ayuden más que nosotros, además lo pueden acompañar al lugar y buscar a su familia.- Dijo la mujer junto a otras personas.
- Entonces acompáñenme por favor, no conozco este sitio, estoy muy nervioso y asustado, solo quiero que esto se solucione.
Acto seguido, cuatro personas, entre ellas la mujer con la que hablé y el hombre que vió al guardabosque en su jeep, me acompañaron a la comisaría. Allí intenté hacer la denuncia, pero me dijeron que había un plazo de 24hs luego de desaparecida la persona para realizar la denuncia. Pedí por favor, pero se negaron, aunque denuncié al hombre del hacha y pedí que me llevasen a la zona donde tuve el accidente. Ellos accedieron, agradecí a las personas que me acompañaron y subí a la patrulla junto a un policía.
“Buen viaje” era lo que decía el cartel del otro lado. De a poco las luces de los faroles iban quedando atrás, yo estaba atento y observaba a todas direcciones, el hombre podría aparecer en cualquier momento. El policía vió mi bolso a un costado y más adelante los de mi esposa y mi hija. Allí nos detuvimos, tomó una linterna y dejó los faros de la patrulla encendidos. Me dijo que me quedara adentro y eso fue lo que hice. Salió de la patrulla y se adentró en el bosque. Veía como la luz de la linterna se movía entre los árboles, trabé las puertas y me mantuve sentado a la espera de alguna noticia. Sentí una vibración en el bolsillo y de repente empezó a sonar una melodía, era mi celular. Observé la pantalla y quedé boquiabierto, mi esposa me mandó un mensaje de texto. “Amor, estamos a salvo en la cabaña.”…
Grité al policía para que volviera y lo hizo rápidamente, le mostré el mensaje de texto y no dudó en ir para allá, le dije más o menos la ubicación y partimos. Ya la preocupación se me había ido, ellas estaban a salvo, no veía la hora de llegar y abrazarlas. Volvimos a Alamossa, pasamos el bar donde algunas personas estaban esperando afuera, querían saber lo que nos había ocurrido. Recorrimos unas cuantas cuadras más, veía el reflejo de la luna en el lago, parecía perseguirme en todo momento. Llegamos a la cabaña. Vimos un jeep estacionado a un costado, el jeep del guardabosque… Recibí nuevamente la orden de quedarme en el interior de la patrulla y luego, lentamente, el policía ingresó a la cabaña, alumbrando con la linterna el interior. Percibí algo maligno, ví como en el interior de la cabaña la linterna se enfocó de repente en un solo punto, salí de la patrulla procurando no hacer ruido, me asomé a la puerta e ingresé lentamente. Pasando un marco de madera se encontraba el living, allí estaba el policía, de espaldas a mí, alumbrando la noticia más terrible que pude haber recibido. Mi esposa estaba yaciendo sin vida en el sofá, toda ensangrentada, con cortes en todas partes, lo recuerdo tan claramente que sigo pensando en esa escena, nuevamente me derrumbé por dentro…
No recuerdo mucho de aquel momento, solamente el ruido que oímos en el jardín que hizo que el policía salga de la cabaña. Yo quedé junto a mi esposa, shockeado, esperando un milagro y que despertase de ese sueño eterno. Escuché un llanto, pensé que era mi imaginación y esperé un poco más,y si, alguien estaba llorando, una niña, mi hija… Corrí hacia el llanto, abrí una puerta del living que daba a una habitación y allí se encontraba ella.
Estaba amordazada y atada de manos a un lado de la cama, parecía que recién se había despertado, corrí hacia ella y la abracé fuertemente, ella seguía llorando mientras la liberaba de las ataduras. Me percaté de que no tuviera signos de violencia y acerté. Le pregunté qué le había pasado, pero sollozaba impidiendo que hable. Traté de que se calmase, la abracé nuevamente, apoyando su cabeza sobre mi hombro, y en ese momento alzó un grito de terror y de advertencia, el asesino estaba detrás de mí…
Con cierto reflejo dejé a mi hija en el suelo, giré rápidamente y me tumbé sobre él. En ese momento no pensé en derrotarlo, ni siquiera tenía la fuerza necesaria para enfrentarme con él, además estaba herido y con un brazo completamente inutilizable. Traté de sacarle el hacha, pero me costó muchísimo. Él tenía mucha fuerza, era muy alto, sentía algo espeluznante al estar frente a él, noté los rasgos en su cara y los contornos contrastados por la luz de la luna que entraba a través la ventana, sentí cierta angustia en su rostro, parecía sacado de las casillas, sentía vértigo al mirarlo a los ojos, una cierta lástima mezclada con odio emergía de su rostro.
Logré sacarle el hacha, no sé como, no lo recuerdo, pero fue en vano. Apretó con sus manos mi cuello y trató de estrangularme, mis movimientos eran inútiles, el machete se me cayó de las manos y ya me daba por muerto. Hasta que de repente escuché un disparo, acompañado de una lluvia de vidrios rotos y un grito de mi hija. A través de la ventana ví al policía, casi sin poder mantenerse de pie había disparado al hombre. Sentí como se aflojaba mi cuello y junto a eso el hombre se desplomó en el suelo. Le habían disparado en la espalda, la bala perforó un pulmón y algo más que no recuerdo, pero lo importante es que había muerto instantáneamente tras desangrarse.
Más tarde llegaron refuerzos, los había llamado el policía a escondidas. Me enteré luego que fue golpeado en la nuca con un palo (ahora sé que era el mango del hacha) por eso parecía débil, el hombre lo golpeó en el jardín para poder así matarme sin problemas, pero recobró la conciencia inmediatamente y vio a través de la ventana que estábamos en peligro y disparó.
Los policías se aseguraron de que el hombre estuviera muerto y registraron el cuerpo. Era el guardabosque, los policías lo reconocieron de inmediato. En uno de los bolsillos del camperón había una lapicera, un botón, un pedazo de pan y algo de tierra. En el otro bolsillo, un policía metió la mano y sacó un celular, el celular de mi esposa…
Ahora todo concuerda. Él envió el mensaje haciéndose pasar por mi esposa. Él escribió la nota y la dejó en el coche. Estaba jugando conmigo, quería desconcertarme, no sé por qué, pero tenía todo planeado desde un principio…

Mi hija a los pocos días se recuperó de ese traumático episodio y nos contó a mí y a los policías lo que sucedió. Nos dijo que luego del choque, ella y su mamá habían salido ilesas, me vieron a mí inconciente y trataron de despertarme, pero no pudieron. Luego dijo que su mamá salió del coche para buscar lo que se había atravesado en el camino y nunca volvió. “La escuché gritar y luego dejó de hacerlo” dijo lamentándose.
Continuó contando, dijo que se puso a llorar, no supo que hacer, esperó a que yo despertara. Luego, un hombre se asomó a la ventana del lado derecho y observó el interior del coche. “Abrió la puerta, me asusté, grité y lloré” dijo mi hija dejando caer unas lágrimas y luego siguió: “Sacó una lapicera del bolsillo y escribió algo en un papel”. Luego de eso, agarró a mi hija y le tapó la boca con un pañuelo y le dijo que no haga ruido, porque de lo contrario la mataría. La llevó a un sector del bosque y la dejó junto a su madre que estaba tirada en el suelo, no sabía si estaba muerta o si solo estaba desmayada.
Al contar eso mi hija se puso a llorar. Inevitablemente mi esposa fue asesinada minutos después de haber chocado, y mi hija tuvo que lidiar con esa situación. Dejé que se calmara y le dije que no siguiera, pero ella continuó: “El hombre volvió al auto y sacó los bolsos, luego fue hacia el camino y no lo ví más”. Dijo que más tarde volvió en un jeep, fue marcha atrás y lo estacionó. La subió a ella y a su madre en los asientos de atrás y comenzó a manejar. En el camino tiró los bolsos por la ventana (ahora entiendo, lo hizo para desconcertarme y guiarme el camino hacia el pueblo). Minutos mas tarde llegaron al pueblo y fueron hacia la cabaña, bajaron del auto y luego ingresaron. Dejó a mi esposa en el sofá y a mi hija la ató en la cama de la habitación contigua al living. “Después se fue caminando, no escuché arrancar el auto, pasó mucho tiempo y me dormí” dijo finalmente.
La declaración de mi hija fue clave, todo coincidía, excepto la manera de actuar del asesino. Dicen que estaba un poco loco, odiaba a los visitantes porque de vez en cuando hacían fogatas en los bosques y más de una ocasión se incendiaban algunas zonas. También dicen que cambió su forma de ser cuando le robaron sus pertenencias del galpón en donde vivía. Su vida era así, cuidaba el bosque como si fuera su propia familia. Permanecía instalado en aquel galpón, comiendo, descansando, leyendo libros, hasta que un día alguien se los robó... Otras personas dicen que estaba endemoniado y esas cosas, pero eran puras patrañas. Pero todavía existe una conmoción terrible de aquella noche, nadie entiende qué le pudo pasar por la cabeza al guardabosque. Supongo que quería asustarnos e irnos del pueblo, no lo se. Quisiera entender, pero estoy demasiado destruido por dentro, mató a mi esposa, a la mujer que amaba, y casi hizo lo mismo con mi hija.
Eso fue lo que ocurrió en mis últimas vacaciones, en Alamossa. Quiero estar allí y disfrutar de aquella cabaña, tal vez regrese…

Texto agregado el 28-09-2012, y leído por 92 visitantes. (0 votos)


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