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Inicio / Cuenteros Locales / geraldkurtt / La Séptima batalla milenaria - Las pruebas de los guardianes ( La revelación (Cáp. 01))

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Subía por una escalera larga e interminable, las penumbras atravesaban las ventanas y teñían las paredes interiores de luces y sombras.
Una puerta al final del corredor dejaba ver una pequeña hendidura de claridad que se extendía sobre los escalones y se reflejaba sobre un espejo agrietado.
Estiró la mano con un pensamiento reprimido que le golpeaba las sienes, sabía lo que habría al otro lado, siempre era igual.
Unos segundos de espasmo seguidos por una sonrisa empalagosa que se dibuja en su mirada inocente e infantil
Todo lo que hubiera deseado se encontraba en aquella habitación; un equipo de sonido estéreo; una computadora de última generación; juegos de video, reproductores, nintendos, una cama elástica, balones de fútbol firmados por sus equipos favoritos; un televisor gigante, una enorme cama y una mesita de noche con un retrato pequeño sobre ella: una foto vieja de un niño, una niña y sus padres.
La puerta del otro extremo de la habitación se abre de repente, como lo esperaba, una silueta la atraviesa con total facilidad proyectando una segunda sombra en la habitación iluminada.
– Papá – Exclama en un susurro de cariño y comprensión mientras se abalanza a los brazos robustos de su padre – te extraño cada día papá.
– Lo sé pequeño, mi pequeño; lo sé; pero hoy no podemos quedarnos a charlar, alguien quiere verte
Sus miradas se cruzan y un dejo de extrañeza recorre al muchacho, esto jamás había pasado
– ¿Que sucede papá? ¿Ocurre algo malo?
– No, sólo es alguien que tiene que hablar contigo, Presta atención Dylan, me dijo que era importante, que pronto lo comprenderías, está esperando tras esa puerta – señalando él lugar por él que hace unos cuantos momentos había entrado – No te preocupes y ve, no creo que tenga mucho tiempo
Dylan miró con avidez a su padre; normalmente solo tenían unos minutos juntos y nunca le había pedido que fuera a ver alguien más; sin duda todo eso no era usual; pero aún así decidió que no tenía nada que perder…
– Veré que quiere y volveré, no te vayas
– Sabes que no estaré cuando regreses, quizás nos veamos mañana; no te preocupes por mi – y tras estas palabras le hizo un gesto paternal indicando que se diera prisa.
Sin pensarlo la puerta se abrió de par en par y Dylan entró, o mejor dicho, salió a través de ella. Con un golpe seco se cerró tras si y desapareció en él aire.
Con los ojos desmesuradamente abiertos miró a su alrededor, jamás había estado allí ni en ningún sitio que se le pareciera; el cielo tenía un tinte anaranjado iluminado por él resplandor de lo que parecían dos soles inmensos.
El suelo era árido y torrentes de lo que parecía lava volcánica se arrastraba espesamente por ellos; unos árboles muertos adornaban las distancias y un sonido gutural rompía en ecos de las montañas lejanas.
Pese a los brotes de llamas desperdigados por aquel terreno el frío calaba los huesos; sin duda algo no marchaba bien.
Un pequeño niño lo miraba desde lejos, descalzo por lo que parecía, y envuelto en una túnica blanca, parado tranquilamente en medio de una isla rodeada de llamas y lava.
– Dónde estoy – gritó sin saber a quién estaba cuestionando, pero decidido a que seguramente ese niño extraño era la persona con quién debía hablar. Con rapidez acortó la distancia, y cuando estuvo lo suficientemente cerca para distinguirlo con claridad comprendió que este lugar era más excepcional de lo que había creído en un principio…
El niño no tendría ni 8 años, un pelo extrañamente rubio y con destellos plateado cubría su cabeza en bucles cortos, sus ojos dorados con un tinte naranja lo hacían ver mayor de alguna manera singular, pero sus manos y pies débiles, acompañados por la piel extremadamente blanca daban la sensación de que ese niño jamás hubiera salido de su cuarto, aunque con ese aspecto no era de extrañarse que normalmente se hallara recluido.
– Tú eres Dylan – aseveró el niño – tú padre te mandó a que hablaras conmigo
No era para nada una pregunta, por un momento, por la mente se le ocurrió que esto no podía estar pasando, pero una sensación de miedo y confianza que se relacionaban al niño desamparado que tenía en frente surcaron tenazmente en su cabeza; ese chico no podía saber quién lo había enviado.
– Si, eso creo – contestó alzando la voz para hacerse escuchar sobre él ruido de succión que despedía la viscosidad que los separaba.
– Te ha dicho que debo hablarte, lo cual es cierto – la seguridad de sus palabras le estaba erizando los pelos de la nuca, como podía tenerse tanta confianza – y no tenemos mucho tiempo
– ¿Pero que sucede? ¿Que haces tú acá? – esa pregunta le había estado carcomiendo de hacía rato; por lo menos desde que lo había encontrado
– Estos son tus sueños – Eso ya lo sabía, en que otro sitio podría encontrarse con su padre que llevaba ya dos años fallecido – ahora estamos en Acnaar y mi nombre es Elliott; me han enviado para que sepas que la hora se acerca.
– ¿La hora?
Eso no estaba en los planes, él solo quería charlar con su padre, ¿De dónde había salido este niño? ¿De que estaba hablando?, él nunca había oído hablar de Acnaar o un lugar parecido, esto estaba formándose extraño, además; ¿De qué era la hora? ¿De despertar?
– ¿Qué quieres decir? – preguntó confundido
– Pronto se celebrara él aniversario de una gran guerra; los 7 guerreros de la tierra, benditos por los dioses deberán enfrentarse a Laureen, el Heraldo y sus discípulos; evitando así que todo lo que conoces desaparezca.
Esto estaba impacientándolo, nada tenía sentido, simplemente este sueño se había salido de control, sólo debía despertar y comenzar de nuevo, era una de las cosas que había descubierto; podía dormir y despertar a voluntad, así como controlar con qué soñaba; claro que está vez se había salido fuera de control, cerró los ojos y pensó en despertar, nada sucedió
– ¿Por que no puedo…?
– ¿Despertar? Porque aún no me has escuchado, debes entender tú misión. Tienes que reunir a los guerreros, el tiempo se agota y deben prepararse; protegerás estas lágrimas y demostrarás quién eres y así podrás cumplir tú primera misión.
Con un gesto de la mano varias estrellas brillaron en él firmamento aún claro y se dirigieron como estrellas fugaces dispuestas a envestirlo, pero se detuvieron lentamente y flotaron entorno al niño, luego desfilaron hasta las manos abiertas de Dylan; con la cara de sorpresa las tomó con cuidado.
– Cuando estés con sus dueños los cristales los llamaran; pronto sabrás todo lo que debes hacer, solo es cuestión de tiempo, pero no lo olvides; él tiempo es algo que no tenemos ¡Ahora despierta!

Texto agregado el 30-09-2012, y leído por 55 visitantes. (1 voto)


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