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Inicio / Cuenteros Locales / Eriel / El Bosque de las Ánimas (Prólogo)

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¿Nunca os ha sucedido que mientras os miráis en el espejo tenéis la sensación de que vuestro reflejo os observa, autónomo y vivo?

Allí estaba él, mirándome a través del cristal, como si fuera un extraño al que acababa de ver por primera vez. Empecé a gesticular con las manos, la boca, moviendo la cabeza, esperando que se moviera y por el contrario me miraba todavía más extrañado. Cuando dejé de intentar que me imitara, presté más atención a los detalles. Él apenas se movía mientras que mi cuarto de baño, iluminado por la luz de una bombilla colgada del techo, permanecía igual. Apagué la luz y la volví a encender, quizá esperando que eso solucionara la paranoia en la que estaba convirtiendo aquella situación.

El reflejo cambió, ya no era “yo”, sino una silueta con volumen, claramente definida con mi misma forma y en un fondo completamente diferente. Era un lugar sombrío, una cueva bañada por una tenue luz grisácea, casi pálida, teñida de frío y abandono. En su cara, oscura como las sombras, no se apreciaban ojos, ni una mirada; más bien era un vacío penetrante y silencioso que estaba a punto de atraparme. Lo que sí se podía distinguir era esa sonrisa gélida y brillante, dotada de dientes afilados y blanquecinos, que tenía dibujada en la cara.

Paralizado por la visión del espejo tuve que presenciar como alzaba su mano y comenzaba a escribir algo ilegible en el espejo, símbolos y formas que jamás había visto. Cuando terminó, posó las dos manos en el cristal y, aterrorizado, vi cómo lo cruzaba poco a poco. Un relampagueo recorrió todo mi cuerpo y me sacó del asombro.
Entonces fue cuando me di cuenta de que ya no estaba en mi cuarto, sino en esa especie de cueva fría y abandonada de la vida, lejos de todo lo que conocía. Allí estábamos los dos, cara a cara, vida y reflejo en el mismo lugar congelado en el tiempo, esperando a que cualquier cosa ocurriera, a punto de asfixiarme por la falta de aire.

Entonces comenzó a hablar en un idioma que jamás había escuchado. Un sinuoso conjunto de seseantes y susurradas palabras, adornadas por un tono lúgubre y profundo que resonaba en todo mi cuerpo a modo de vibración. No entendía nada, solo quería que aquello acabara y mientras pensaba en qué podía hacer, se abalanzó sobre mí, atravesándome, disolviéndose contra mi cuerpo, desapareciendo ante mis ojos y dejando sobre mi piel una sensación fría y una marca sobre la mano izquierda, un Uróboros. Ésta tenía forma de dragón, con el lomo de color negro y el abdomen de color blanco.

Texto agregado el 18-02-2014, y leído por 97 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
08-03-2014 Por otro lado las imágenes me gustan, la historia podría ponerse muy interesante, lo del otro lado del espejo es inquietante, la mujer de las esferas, creas un mundo onírico atrayente y me gustaría ver como sigue vihima
08-03-2014 Está bien narrado y te has currado las descripciones, pero a mi juicio le falta emotividad, cuando se narra género fantástico creo que no hay que perder la percepción humana psicológica de cómo realmente reaccionaríamos si eso nos pasara, me falta miedo, ansiedad, fascinación... vihima
 
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