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Como cada mañana, José salió de su casa rumbo al trabajo, anduvo por el camino de siempre, con los pies cansados y el alma húmeda de tantos años, sin embargo caminó.
Trabajó durante todo el día arduamente; al sonar el timbre para salir a almorzar, como era costumbre para él, esperó a que sus amigos llegaran. A las 2:00 P.M.llegaron el "Negro Josefo" y Juan, sus dos amigos.
Se sentaron en el lugar de siempre y comenzaron a almorzar. Mientras comían no cruzaron palabras, no dijeron nada, a ratos dejaban de comer para mirarse amistosamente, realmente para José ellos eran importantes, comían con él desde hacía muchos años, y lo acompañaban en sus penas y alegrías eran los tres mejores amigos que pudieran imaginar, tal vez por eso su comunicación iba más allá de las palabras, conocían cada gesto, cada movimiento cada expresión, sabían cuando algo les aquejaba, les agradaba, etc.
Al terminar el almuerzo, José se despidió de Juan y del "Negro Josefo", y volvió al trabajo.
Juan y el "Negro Josefo" caminaron tranquilamente de regreso a sus casas por el camino de siempre, al llegar a la esquina de la avenida, se detuvieron, miraron para ambos lados para poder atravesarla, entonces Juan gritó: ¡¡¡Ahora!!!, y ambos corrienron para cruzar la avenida, sin embargo algo ocurrió, el "Negro Josefo" no alcanzó a llegar a la vereda y al volverse, Juan, vio en medio de la calle, el cuerpo destruido del que fuera su amigo, y a 100 metros de distancia el vehículo responsable de tan horrible crimen, Juan no sabía que hacer, miraba el cuerpo, quiso gritar, pero no pudo, se acercó, y con mucho esfuerzo lo arrastró a la orilla de la vereda, lo movió para ver si reaccionaba, se alejó, se quedó en la esquina, caminó unos metros, se devolvió, lo miraba, lloró un poco, pero no sabía cómo revivirlo, luego de 4 horas en que se dio cuenta que ya nada lo traería de vuelta, decidió partir, dejando atrás a su compañero de tantas andanzas, de tantas tardes y noches de ocio, de alegrías, se desperezó y se fue.
A las seis de la tarde cuando José salía del trabajo, comenzó a caminar a su casa, pero al llegar a la esquina, reconoció el cuerpo inerte de su amigo, su mejor amigo, y sintió cómo un hormigueo se expandía en la nariz, los ojos, la boca y su vista se nublo por las lágrimas, corrió al lugar, y tomó el cuerpo, sentía tanta impotencia, ya no podría hacer nada, no habría médicos, ambulancias, ni juicios a aquel que había matado parte de su vida, no habría funerales, ni velorios, nada, no habría nada, y lloró, sí, José lloró amargamente, la gente pasaba y lo miraba con compasión, pero nadie hacía nada, cómo no podían comprender que una vida había terminado,que a la muerte de aquel que para todos los que pasaban no era más que algo insignificante, algo de él se iba, no podía pensar, Dios, no podía pensar, luego de un rato se calmó, y deseó que alguien le ayudara, pero al fin y al cabo, ¿a quién le importa la vida o la muerte de un gato y un viejo loco que llora por él apretándolo contra su pecho?

En honor a mi abuelito que hace sólo dos años dejó su cuerpo atrás, para formar parte de las almas del mundo.

Texto agregado el 27-08-2004, y leído por 250 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
05-09-2004 Es una buena historia, pero trata de darle vuelta a las palabras. No me atrapó tanto como los anteriores. Te mando un beso. kurdo
27-08-2004 Interesante. hay, sin embargo, algunas palabras repetidas e incompatibilidades de número. seta
 
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