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Dios le dijo: "baja de tu cama y camina hacia la ventana, descubriras que el dia tiene diferentes matices. Deja el miedo salir de tu cuerpo, no busques màs el amor en los extrangeros, buscalo en ti misma. Es tu fuente la que te alimenta. No te critiques màs, ve la belleza que habita en ti. Aceptate, porque es en ella que podras llegar a tu propio corazón y del tuyo encontraras el mio… ahora estas preparada para volar"



EL DESIERTO


Fuera de mi esta esa gran muralla. Ella se ubica en un desierto y en ciertos momentos del día logra darme sombra. En otros, me deja al descubierto, con un sol calcitrante que hierve mi piel. Entonces, mis manos intentan cubrir mi cabeza y mi cuerpo se dobla como un fœtus, para que la exposición sea la menos posible.

El viento sopla y la arena intenta incorporarme como si yo fuera otro grano màs, uno màs grande, dificil de mover.

Cuando yo poseía vestimentas, ellas eran ligeras y bailaban con la brisa. Ondulantes me invitaban a ondular; entonces la musica sonaba en mis oidos y yo podía danzar. Un día, no recuerdo cual, mis velos se fueron uno a uno, partieron danzantes, màs ràpidos que mi paso y en su infidelidad yo vi mi vejez venir. Lloré y rezé, quizas para mojar esa tierra arida, seca como mis ojos, y mis palabras sonaron como écos: "tocame Dios con tu canto misericordioso, llevame a los oasis escondidos, a esos que mi ser no puede llegar. Quiero ser arena que nada en tus rutas, montaña que ofrece refugio, dejame ser el instrumento de tu bondad, llegar al corazón de los hombres para lograr llegar al tuyo".

Mi muro, asi lo llamo porque nadie màs lo ha reclamado, comienza a desaparecer; intenté repararlo pero creo que él esta fatigado de su existencia perenne. Ya no se que dia es hoy, el tiempo pasa y es en este equilibrio perfecto que se encuentra mi inercia.

Las noches del desierto son tan frias. Es en el frio que mis sentidos se agudizan. Puedo oler los aromas de fiestas lejanas, risas de reunion en torno al fuego, sonidos del desierto, el tronar de tormentas futuras, galopes de viejos camellos sedientos. Es en las noches que me apego màs a mi muro, el guarda todavía un poco de calor del día; y a veces lo siento palpitar.

Fuera de mi, el muro queda y yo parto. Y ahora desde la lejanía lo puedo ver como un punto imperceptible, al abrigo de si mismo, sin nadie que necesite de su sombra ni su calor nocturno.

Tengo por sombrero un sol calcitrante y de manto por las noches el frio del desierto. Pero yo ya no siento nada. Soy màs ràpida aun que el viento y la arena. Soy musica viajera y vaya donde vaya se que podré tocar los corazones de todo ser viviente, porque en mis notas se escucha el amor.



Texto agregado el 30-08-2004, y leído por 157 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
31-08-2004 Esto me gusta. ¿Podrías respirar con calma, releer tu desierto con calma y decidir si los pequeños ruidos que vuelan son premeditados o resultan de la urgencia del relato?. Me gustan los desiertos, en ellos, toda fábula es posible. ovich
 
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