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Hace mucho tiempo, cuando aun existía la inocencia entre los hombres. En un lejano bosque, donde los árboles, la hierba, los pájaros, el sol y el viento, eran excelentes compañeros, se hallaba aquella linda mujer, tratando de mantener inertes sus lagrimas en lo más profundo de sus ojos claros, sintiéndose sola y desesperada por alguna desconocida razón.
Ese día, el sol estaba tan contento, que sus rayos coloreaban sus mejillas de mujer, mientras el rio se encargaba de bañarla y yo de cubrirla y secarla, hasta verla cubrir su cuerpo desnudo con las hojas secas del otoño, que hacían conjunto con su negro y largo cabello.
Por las noches mientras ella miraba las estrellas, deseando olvidar ese pasado, se afrontaba a un presente en el que ella se negaba a sí misma la felicidad. Cuantas noches vi juguetear una lagrima en su rostro, mientras profundamente dormía y soñaba quizás con ese ladrón de emociones.
Algunas veces escribía con sus dedos, poemas de dolor en mi invisible cuerpo, sin notar jamás mi presencia.
Un frió amanecer, un extraño pájaro azul, se le acerco susurrándole al oído, soy la esperanza que se posa en tu alma, y tengo el poder de cumplir a mi poseedor un deseo.
Ella sobrecogida, no menciona palabra alguna, pero en sus ojos se notaba una tristeza tan enorme que conmovía las piedras.
Casi pude leer en su rostro su deseo, y apenas tantee cerrar sus labios, mas esto no bastaría, así, que me mostré ante sus ojos empapados, y acercándome a ella le mencione:“Siempre e ocultado mi sombra a los ojos humanos, me ocultaba detrás de los árboles, en el rechinar del agua contra las rocas, entre los pétalos de las flores,...


Yo, amada mía, soy la sombra del viento, y el poseedor de tu dolor escrito en mi cuerpo”.
En ese instante, ella observa como una sombra en forma humana se posaba a su lado. Asustada y temerosa, miro rápidamente al cielo en búsqueda de una nube de forma humana, pero el cielo reposaba.
Su mirada había cambiado, y un rostro aun más bello se revelaba, una leve sonrisa dejaba escapar su alegría, y aun yo, desconocía si había entendido, lo que yo era.
Mas su sonrisa y un ligero movimiento de labios que susurraban palabras a aquel ser mágico, confirmaron mi esperanza, y desde entonces cuentan, que al trino de los pájaros y a la sombra del viento se les ve siempre tomados de la mano.

07 de Octubre de 1997

Texto agregado el 31-08-2004, y leído por 266 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-06-2010 Delicado y sensible cuento.Me haces soñar. vava
25-09-2005 Fantasía deleitosa enkarny
 
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