La esencia del pasar de la lluvia y las agujas,
La sumisión de mi naturaleza al olvido,
La reflexión de mis misivas invisibles,
Y todo el sabor a hiel de la eterna espera,
Sabe a ti, mujer niña de mis témporas.
El río escucha mi arrullo y tu nombre ensordecedor,
Las nubes soportan mi garúa hasta que escampe el dolor,
La tierra serena soporta mi temblor de diciembre,
La oscuridad me teme en las noches de encierro,
Me recuerdan sus olvidos en el rosedal sempiterno.
Me consumo en las esquinas de mi habitación,
Echado en el catre de mis pesadillas y horror,
Abrazando almohadas de ensueño,
Soñando noches de enero con sabor a canción,
Extrañando tus ojos de oro, tus cabellos de Rosa Remedios y tu delicioso olor.
Visito sus jardines de albores y tormentos,
Los ojos del muerto no lloran los lamentos,
En el corredor amarillo de mi corazón,
Se detiene y a la vez se destruye el tiempo,
Y en él perduran los cabellos castaños,
las conversaciones de un vacío existente
y la confesión hecha a las cinco en el bus.
|