Desde el cubículo de mi oficina, levanto por un momento la vista por encima del teclado, por encima de la pantalla, incluso por encima de las fotos de mi mujer y mis hijas y veo aquel cielo estrellado sobre el Nilo. Recuerdo por un momento el silencio que había en la cubierta del barco el cual descendía con sigilo las aguas del río mientras sobre nosotros las estrellas parecían inspirar pirámides. Aparto las toneladas de basuras que ferries como el nuestro arrojaban en el cada vez más contaminado Nilo, o la miseria en torno al turismo y la venta de cachivaches en cada parada, o el propio buffet libre para la cena que esperaba dentro. Me quedo con las orillas durmientes del río apenas divisibles desde la silenciosa cubierta, la amenazante promesa del bosque apenas iluminado por la luna aquella noche.

Bajo la mirada desde la luna y cuando vuelvo a caer sobre el teclado, voy apagando el ordenador mientras pienso en mi cita con la nueva becaria del departamento de contabilidad.