DECIRES (VI)


Dicen que Francisco Rojas (1499/1502) cuando escribió su Celestina tuvo una visión futurista de la condición humana. “Adivinó” que a través de los siglos existirían mujeres que entre sus actividades cotidianas incluirían el oficio de la alcahuetería, es decir, restituirían con recursos siniestros amores extraviados, relaciones tortuosas, devaneos y caprichos seniles expresados en lacrimógenas despedidas que desde ya, están anunciando el regreso.

Desde luego que no estaba equivocado el buen señor, ejemplos los hay a simple vista. Solo que ahora la Celestina moderna no tiene en su casa huesos de corazón de ciervo, —Rojas dexit— lengua de víbora ni cabezas de codornices. Pero las siguen requiriendo ¿hombres? De poca vergüenza y mucho menos dignidad a quienes alcahuetean para que por ejemplo estos pobres seres regresen con alguna decencia al entorno del que se apartaron por su voluntad entre pataletas y escritos ramplones.

Ellas, las Celestinas modernas piden ayuda para resolver algún problema al público en general, pero la intención va dirigida expresamente entre líneas al ente llorón, para que este sujeto irrumpa con su cinismo habitual al escenario de donde el solo se apartó.

Así se cumple la premonición del escritor Francisco Rojas, pues centurias después de su obra, la celestina moderna se reúne con el chisguete del Calisto llorón para vivificar parte de lo más siniestro de la condición humana. Todo en medio de su burla y mentira que por desgracia no todos perciben.