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EL TREN FANTASMA

Con ganas de empezar de nuevo se mudaron al sur. Don Nahuel y su señora Margarita, venían arrastrando cruces inmensas por caminos empedrados, y cuando las ganas llegaron a su final decidieron cambiar. A 100 KM. Al este de Guaray, quedaba la finca del Señor Rogelio, esta era mas que inmensa, y se necesitaba de alguien que la cuide mientras el no estaba, y como solo la visitaba algunos fines de semana, Nahuel y Margarita, se quedaron a cuidar de ella todo el año y a cambio recibían comida, techo, y un sueldito bajo, pero que les servía para darse algunos gustitos.
Por la finca cruzaba un lago inmenso, unas montañas tan grandes como hermosas con las cumbres nevadas, y unos pinos que le llenaban el alma, y a tan solo 200 metros de la casita donde vivían, pasaba una vía de tren que parecía abandonada. El lugar era verdaderamente hermoso y amigable, parecía no tener fin y cuando se bañaba con las heladas, hacia parecerse a un espejo.
Pastoreando en un prado inmenso, El Chueco, ( así le decía Marga a su esposo ) se pasaba horas bajo el sol frío y las neviscas insoportables, siempre con una sonrisa dibujada en su rostro, y cazando alguna liebre o alguna que otra perdiz para poder hacer un riquísimo estofado. Mientras tanto, la huerta comenzaba a dar sus frutos, desde tomates hasta la lechuga mas rica que alguna vez existió, así La Marga no dejaba pasar un segundo sin darle color a su escenario.
Una noche, mientras cenaban La mujer le pregunto a su esposo…. pasará el tren alguna vez por acá?… no lo creo respondió El Chueco, casi no tiene vigas, y las vías tienen mas óxido que tornillos, debe estar abandonada, además, ayer mientras volvía con el rebaño, pude ver que le falta un tramo bastante importante, así que es imposible que pueda cruzar al otro lado. Los dos se fueron a dormir, y la mañana siguiente no fue como las anteriores.
El canto del gallo los despertó a los dos como de costumbre, pero Marga se dio cuenta que no podía abrir del todo los ojos. Con un suspiro inaguantable, empezó a quejarse. No se que pasa, tengo un dolor insoportable de cabeza, y no puedo parar de transpirar… repetía una y otra vez. El Chueco, sin darle demasiada importancia a lo que él creía un insignificante dolor de cabeza, le acercó un paño de agua caliente, se lo puso en la frente y le dijo…. Me voy al monte, ayer se perdió una oveja, y voy a ir a ver si la puedo encontrar. Su esposa no le pudo responder y sin dar marcha atrás agarró su abrigo y se fue.
Pasó el día, y cuando la noche ya iba cayendo, El Chueco volvía a casa con su oveja extraviada. De la casa no se veía el humo de la chimenea, y la huerta estaba completamente deshecha por animales. Que raro pensó, seguramente no se siente muy bien y no se levantó.
Cuando entró y se acercó a la cama, ahí estaba… totalmente bañada en sudor, con los ojos bien cerrados y sin pronunciar ningún sonido, respiraba suave y cuando vio que no respondía a su llamado, se asustó de verdad.
Que hago…. que hago….. que hago…. Se preguntaba mientras intentaba reanimarla humedeciéndole el pecho y la frente. Totalmente descontrolado la abrigó, le calzo unos zapatos para la nieve, hizo lo mismo con su propio cuerpo, la alzó y empezó a caminar.
Siguiendo la vía del tren, andaba y andaba, le hablaba al oído a su esposa, y le pedía perdón por haberla abandonado durante ese día. Las oraciones se escuchaban desde el propio cielo, las lágrimas le goteaban la nariz, y el cansancio le hacía perder las ilusiones.
De repente… algo se escucho a lo lejos…. Se dio vuelta… y no podía creer lo que veía. Era una luz inmensa que venía rápidamente, y hacía sonar una bocina aturdidamente.
Acostó a su mujer a un lado de la vía, y comenzó a hacer señas. Gritaba como loco, agitaba los brazos, lloraba y suplicaba, hasta que el chillido que producen los trenes al frenar se hizo escuchar.
A mitad del tren, se abrió una puerta, y sin pensarlo un segundo se subió al vagón con La Marga en brazos. La acostó en un asiento y le agarró bien fuerte la mano. La gente que había ahí adentro, que no era mucha, le ofrecía todo tipo de ayuda. Le dieron agua para saciar sus sedes, le ofrecieron mate casi hirviendo para tomar calor, los arroparon con mantas, y hasta les hablaban para que pudieran sentir compañía. La Marga seguía inconsciente, y El Chueco agradecía constantemente la ayuda recibida hasta que pudo cerrar los ojos y descansar un poco.
Después de más o menos 2 horas y media, el tren se detuvo en una estación vacía. El chofer del tren lo despertó y le ofreció ayudarle a bajar a su mujer, para que pueda llevarla urgentemente al hospital que quedaba a solo dos cuadras de ahí. Dando infinitas gracias a todos, la sujetó entre sus brazos nuevamente, y cordialmente los despidió. Llegó gritando a la sala de emergencias, y la gente que estaba de guardia los atendió.
Quédese tranquilo señor, ya esta siendo atendida le decían las enfermeras, el doctor esta con ella y hará todo lo posible para que todo termine bien. Usted venga por acá, le vamos a dar alimento, y así va a poder tener fuerza cuando tenga la posibilidad de verla consciente.
Finalmente se dejó mimar, se dejó abrigar, y se dejó cuidar. Nunca paró de rezar y mucho menos de pedir perdón. A la mañana siguiente se despertó con una voz inolvidable que le dijo…. Don Nahuel…. Su esposa está pidiendo verlo, acompáñeme. Entró a la sala donde Marga estaba siendo recuperada, y al verla sonriendo se sorprendió. Estoy bien amor le dijo contenta, y ahí nomás vino el abrazo esperado. Perdóname, perdóname, perdóname, repetía El Chueco mientras le agradecía a Dios en sus pensamientos. No pasó nada le respondía su mujer, fue solo un susto, ya estoy bien, no te preocupes. La fiebre había sido causa de una apendicitis muy aguda a la cual el médico le dijo… A hora buena llegaron, si hubieran tardado unos minutos mas, este habría estallado, y no podríamos haber hecho nada al respecto.
Ahí pasaron toda la mañana, mientras El Chueco le contaba lo que había sucedido esa noche. Le contó del tren, de la gente que los había ayudado, y de esa estación vacía que no podía recordar. Llegando la tardecita, le dieron el alta a La Marga, y caminando de la mano se fueron en busca del tren que había llegado en su momento justo, para que al fin los pudiera llevar nuevamente a casa.
Después de varias horas de estar esperando en la estación, sin ver a nadie a su alrededor, apareció un oficial que les preguntó…. Uds. son de acá???, No respondieron…. Y que hacen en esta estación abandonada?…. Se miraron y sorprendidos le respondieron…. Estamos esperando el tren para que nos lleve a casa. El oficial sonrió y les dijo… se pueden pasar horas, días, o meses esperando el tren, porque hasta que no lo habiliten nuevamente, no va hacer más viajes. Sin entender mucho, El Chueco le preguntó…. Y hace cuánto que no hace viajes?..... Y la respuesta fue….. y….. hace casi 15 años, desde que hubo ese accidente mortífero a cien km. de aquí. Parece que se habían robado unas vías, y el tren se descarriló, adentro viajaban 15 personas más el chofer, y murieron todas. Desde ahí que no anduvo nunca más.



A La Marga le empezaron a caer lágrimas desde los ojos, y no podía parar de mirar a su esposo, él, cerró los ojos, y cuándo los abrió sonrió, la tomo a su mujer de la mano y le dijo…. Vamos, empecemos a caminar ahora y estaremos llegando dentro de 2 días.
Se pararon del banco, saludaron al oficial, y empezaron a caminar riendo por lo bajo y rezando sin cesar.

Texto agregado el 14-09-2004, y leído por 619 visitantes. (0 votos)


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