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Inicio / Cuenteros Locales / MeliaAnber / Un secreto en Acapulco - Parte 1

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Era una mañana calurosa como cualquier otra en el puerto de Acapulco cuando la alarma sonó y despertó a Iván, un joven de 18 años, a las 8 de la mañana. Al recordar lo que tenía que hacer se sacudió la flojera, se levantó y se puso rápidamente su traje de baño y una playera; guardó un cambio de ropa en una mochila y bajó a desayunar su licuado de siempre.
De ser un día normal, estaría preparándose para ir a clases, pero como eran vacaciones ya no tenía que preocuparse por eso. Cualquier adolescente normal se hubiera quedado dormido hasta tarde, pero él no. Desde que iniciaron las vacaciones se había estado levantando temprano para ir con sus amigos a practicar con las motos acuáticas que su padre había comprado recientemente.
Desde que su madre murió, Iván y su padre habían estado ahorrando para abrir un negocio donde rentarían las motos, y apenas hace poco habían logrado abrirlo en la playa Icacos, pero, como era nuevo, no había mucha gente que lo conociera. Para resolver ese problema, Iván y sus amigos decidieron dar una exhibición esas vacaciones para promoverlo y atraer clientes, y esa era la razón por la cual practicaban todas las mañanas en el mar.
Cuando estuvo listo, Iván se subió en su bicicleta y pedaleó lo más rápido que pudo hasta el nuevo local, al cual llegó en menos de 15 minutos. Una vez ahí, guardó su bici y su mochila, se aseguró de cerrar bien la puerta y se fue corriendo hasta la playa donde sus dos amigos lo estaban esperando. El calor era tan bochornoso que solo podía pensar en meterse al agua.
Cuando estuvo cerca del lugar, pudo distinguir a dos personas platicando en la arena con el extenso mar azul detrás de ellos. Supo de inmediato que se trataba de Alfredo y Paulina, sus dos mejores amigos de toda la vida.
-Vaya que eres lento- dijo Alfredo con un tono serio cuando vio llegar a su amigo, mas a Iván no pareció afectarle el comentario. Notó que Alfredo traía como siempre la misma cuellera de protección negra, según él para ocultar una cicatriz bastante fea; a pesar de preguntar, nunca se las ha enseñado y eso solo despertaba más curiosidad entre sus dos amigos.
-No es mi culpa que seas un rarito al que le gusta madrugar en vacaciones- contraatacó Iván. Paulina sólo se les quedó viendo con los brazos cruzados; ya estaba acostumbrada a sus discusiones infantiles, por lo que se limitó a soltar un suspiro.
-A eso se le llama aprovechar el día. A la próxima no pongas hora si no la vas a respetar- se defendió Alfredo bastante molesto y eso puso nervioso a Iván. Los dos jóvenes se quedaron viendo fijamente a los ojos como si trataran de intimidar al otro, pero de pronto, sin poder aguantar más, Alfredo se echó a reír y captando que todo era broma, Iván se le unió.
-Eres pésimo actuando- mintió Iván- te falta mucho para engañarme-
-Eso es lo que crees. Tu cara me decía lo contrario- le dijo Alfredo dándole una palmada en la espalda.
-De eso se trataba. Deberías aprender de mí.- volvió a mentir Iván con una sonrisa para ocultar su derrota.
-Sí, claro. Lo que digas.
-¿Hace cuanto que llegaron?- quiso saber Iván. Odiaba dejar esperando a la gente y más cuando se trataba de sus amigos.
-No mucho.- respondió Paulina- Yo acabo de llegar hace unos minutos-
-Menos mal- dijo Iván con un suspiro.
-No es para hacerte sentir mal, pero yo estoy esperándolos desde hace más de media hora- se quejó Alfredo, pero era obvio que su intención solo era molestarlo.
-Como sea. ¿Mañana quieren ir al salto en la quebrada después de la exhibición?- propuso Iván ignorando el comentario. Luego se dirigió a su amigo -Tal vez ahora sí te animes a saltar-
-¿Yo? No lo creo. No me gustaría dejarlos en ridículo- mintió Alfredo.
Paulina e Iván se rieron, era obvio que tenía algo de miedo, y no lo culpaban, ellos tampoco se animaban a saltar.
-Si quieren seguir perdiendo el tiempo hablando, adelante- dijo Paulina rápidamente- yo voy al agua- sin esperar respuesta se dio media vuelta y comenzó a correr hacia donde estaban dos motos ya listas en el agua.
-Pobrecita, cree que me va a ganar con esa ventaja- se burló Alfredo y salió corriendo detrás de ella. Iván lo siguió, mas no con la intención de ganarles. Alfredo alcanzó a Paulina rápidamente y, como siempre, se apoderó del volante de la moto más cercana. Iván se subió en la otra y la encendió.
-¡No es justo!- se quejó Paulina. –siempre te toca manejar-
-Será porque eres lenta- se burló Alfredo-además, los tres sabemos que te encanta como manejo la moto- ante eso Paulina se rindió ya que lo que decía era verdad. Se subió en la parte trasera del asiento y lo abrazó con firmeza por la cintura para sujetarse bien, ya que su amigo se emocionaba demasiado cuando estaba al volante. Iván ya estaba dando vueltas en el agua mientras Alfredo lo alcanzaba. Una vez listos comenzaron a practicar dando saltos y giros procurando estar siempre bien sincronizados; giraban hacia lados opuestos, ganaban distancia y luego, estando frente a frente, dirigían las motos a toda velocidad dando la impresión de que iban a chocar, y en el último momento se esquivaban girando hacia lados contrarios.
Las horas se pasaron como minutos y Alfredo notó que la playa comenzaba a llenarse; le chocaba practicar con gente nadando debido a que no podía manejar como quería; ahora debían tener cuidado. Habiendo decidido que el tiempo de práctica se terminó, esperó a que Iván estuviera cerca de él, una vez que estuvo lo suficientemente cerca, aceleró a todo y se le atravesó por enfrente. Iván, a pesar de ir muy rápido, reaccionó a tiempo y giró bruscamente para evitar la colisión; sin embargo, a causa de la sorpresa y la vuelta tan cerrada, cayó de la moto.
-¡¿Qué rayos fue eso?!- gritó Paulina apenas recuperándose del susto; Alfredo seguía atacado de la risa -¡estás loco!-
-Como si no me conocieras- se defendió Alfredo tratando de calmarla, pero como eso no la tranquilizó agregó -tranquila Pau, lo tenía bien calculado-
Iván salió a la superficie y nadó hasta su moto, pero en vez de subirse, recargó sus brazos sobre el estabilizador mientras se recuperaba del susto. Alfredo llegó a su lado.
-Lamento eso, pero no encontré otra manera de decirte que se terminó el tiempo- dijo Alfredo. Iván se le quedó viendo con una mirada que decía «que bromas las tuyas»; de verdad le había dado el susto de su vida.
-Está bien, lo admito: esta vez me pasé- se disculpó Alfredo y le extendió la mano para ayudarlo a subir.
Iván se le quedó viendo por un momento, luego sonrió- sí que lo hiciste- y aceptó la ayuda.
Alfredo estaba jalándolo de la mano cuando de pronto Iván palideció. –chicos, hay algo en ag…- pero algo lo jaló por debajo y no pudo terminar la frase. Alfredo trato de ayudarlo pero todo fue tan rápido que no tuvo tiempo de reaccionar.
-¡Iván!- lo llamaron desesperados Paulina y Alfredo.
-No te muevas de aquí- le dijo Alfredo y antes de que Paulina pudiera responder, saltó al agua para ir tras su amigo. En cuanto se sumergió los vio: eran tres buzos los que se llevaban a Iván. A pesar de que tenían los trajes, Alfredo los reconoció de inmediato. Ahora que sabía quiénes se lo habían llevado, regresó donde lo esperaba Paulina.
-¿Qué pasó? ¿Dónde está Iván?- preguntó Paulina, notando la preocupación en su propia voz, en cuanto vio a Alfredo salir del agua.
-Fueron los hombres que nos siguieron la semana pasada- dijo Alfredo algo nervioso al recordar esa ocasión. Los habían seguido desde que cerraron el negocio hasta que se metieron a una tienda por horas para perderlos.
-¿Qué vas a hacer?-
-Iré por él. Tú espéranos en la playa, y, si alguien te pregunta, di que fuimos a buscar algo- dijo Alfredo. A Paulina no pareció gustarle mucho la idea pero asintió sin poder hacer más.

Texto agregado el 18-03-2018, y leído por 20 visitantes. (0 votos)


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