No te acostarás sin saber algo nuevo- se decía a modo de sentencia irrefutable en los tiempos de mi infancia. El tiempo me ha demostrado que siempre hay excepciones. Por ejemplo: hoy. Estoy a punto de meterme ente los brazos de Morfeo. Morfeo, que así se llama mi marido. Y, como decía, no tengo constancia de aprendizaje alguno. Le pregunto a Morfeo, y me dice que tampoco. Pero lo malo es que me pasa- nos pasa con frecuencia.
El otro día se lo comenté a la Chari, y creo que el hecho está cogiendo caracteres de epidemia; pues ella tampoco tiene constancia de ser cierto aquel opúsculo de nuestro refranero. Antes lo solucionábamos todo con un viaje; pero es llegada la fecha y te fichan como delincuente por salir a tomar el aire un poco. Con la televisión no se puede contar, a los efectos referidos del aprendizaje. Y es que creo que el coronavirus se está llevando una porción también de nuestro cerebelo.