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Me levanto de mi cama a media noche, con el cuerpo cubierto por un sudor frío, el corazón desbocado y la cabeza y el pecho llenos de temores. Me dirijo a la cocina, temblando, para intentar calmar ese desasosiego y vuelvan sus latidos a ritmo normal. La ventana está abierta debido al calor habitual del verano y me asomo para coger aire, perdiéndome en la oscuridad de la noche. Las lágrimas se asoman a mis ojos, queriendo resbalar por mis mejillas para liberarse, pero me contengo, aunque mi corazón esté roto en mil pedazos, porque no estoy sola y hoy, precisamente, tenemos visita.
Estoy asustada como una niña de seis o siete años cuando tiene una terrible pesadilla y se despierta llorando, buscando la mano de su madre para que la proteja. Pero esa niña, al abrir los ojos y oír las palabras tranquilizadoras de su madre, sabe que la pesadilla ha llegado a su fin, pero mi pesadilla es real, porque al abrir los ojos sigue ahí, torturándome. De pequeña ya era una niña asustadiza, llena de miedos, complejos y manías, siempre he vivido con algún temor en mi interior, temiendo que me sucediera esto o lo otro. Los años han pasado, y en algunos momentos de mi vida, mis miedos han aflorado a la superficie, haciéndome temblar y dudar. Ahora unos miedos transformados me atormentan día y noche, noches en blanco sin lograr dormir hasta altas horas de la madrugada.
Me falta el aire, respiro con dificultad, y tengo miedo, sobre todo tengo mucho miedo. Estoy desesperada, esta situación ya se esta alargando demasiado y todo comenzó con las vacaciones.
Bueno, en realidad, hace mucho más tiempo, tanto que creo que siempre he vivido con miedo. En momentos así, me gustaría poder separarme de mi cuerpo hasta que todo pasase. No, otra vez no, no me hagas pasar por esto otra vez. Una enorme soledad me invade de repente, un escalofrío recorre cada centímetro de mi cuerpo, intento relajarme, respirar hondo, recuperar la fuerza, pero todo está oscuro y frío, me encuentro perdida en medio de una pesadilla y no sé como salir.
La soledad, el vacío, el miedo, el dolor,se han clavado poco a poco en mi corazón, rompiéndolo. Ahora sólo siento miedo y rencor.
Había días en los que me gustaría emborracharme para olvidar, al menos por unas horas. También he pensado en el suicidio, pero no sé que saldría perdiendo, perdería la posibilidad de saber lo sucedería mañana, y quien sabe, tal vez me toque la lotería -improbable- o aparezca mi ángel salvador, quien sabe. Y sí, he pensado en luchar, en enfrentarme cara a cara con la realidad.
Me asusta, tal vez demasiado, enfrentarme al miedo, a esa sensación de vacío, de soledad, que araña el alma, y al mirar a mi alrededor todo me parezca extraño, infernal, como si estuviera perdida en medio de ninguna parte. Tal vez me asuste perder.
Parece que el caballo desvocado ha dejado de galopar, ya no lucha por salir de mi pecho, parece que el aire empieza a refrescar mis pulmones. En mi pulso todavía se siente la tensión del momento. Parece que nuestra visita ya se va, en otro momento no me importaría que se quedara, pero hoy no, ahora no. Permanece al lado de la puerta, mientras habla con mis padres y hace algún que otro comentario sobre mi al estilo de “Que guapa está ahora y qué bien está” Si supiera lo mal que me siento. Mientras hablan yo sólo sonrío tratando de disimular la ansiedad.
Es una mujer ya entrada en años, y en su voz percibo todo su dolor. En sus palabras se nota la falta de ilusión, y parece que su única meta es esperar a que se complete su camino.
-Eso no es vida-, le dice mi madre. Ella lo reconoce, pero ha perdido ya demasiado tiempo sufriendo como para recuperarlo ahora, que es cuando más sufre.
Todo esto me hace reflexionar, no quiero perder más tiempo, no quiero pasar la vida así, sola, asustada, necesito a alguien a mi lado, y espero que aparezca pronto, porque como todo el mundo necesito un abrazo y un hombro en el que llorar en algún momento.
La vida es demasiado corta como para desperdiciarla llorando -qué fácil es decirlo-. Lo verdaderamente difícil es levantarse cada mañana y enfrentarse cara a cara con los problemas, con la vida.
Quiero conocer la felicidad, aunque sólo sea por un instante, quiero ser feliz, para saber lo que se siente, para que perdure en el tiempo ese momento y recordarlo para siempre. Quiero tener la satisfacción de hacer lo que realmente quiero. Quiero sentir la verdadera libertad.

Texto agregado el 07-10-2004, y leído por 98 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-05-2005 esto suena tan sincero q conmueve, esta vez no alabaré o criticaré las formas, sólo te diré q no tengas miedo pq el miedo tmpoco existe, vive intensamente y si sientes dolor y miedo deja q atraviese tu pecho y abra canales por tus venas, esa ruptura de tu interior te hará libre... respecto a la felicidad es como un orgasmo llega d forma natural pero si la buscas ansiosamente se blokea tu cpacidad para sentirla Vihima
 
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