La última vez que te escribo.



Llegaste.

Cómo llegan las estaciones:
Sin pedir permiso
ni guardar espera;
Al compás del repiqueteo de tus tacones
como tambores de guerra.

Paraste delante de mi
como si fuera algo tuyo;
Como si aún lo fuera.
Con el corazón guardándome el impulso
de qué tu boca aún quisiera;
Sentir.
Y yo, lo creyera.

Pero solo fuiste pasajera
de un instante de ensoñación;

Un pañuelo gris que aletea
en la última parada de la estación;
Una vela que por nadie derrama
lágrimas de cera.

Un hola y un adiós de primavera;

Un suspiro.
Una perdida voz.

Y en tu adiós
me quebró dentro un otoño oscuro
cuando a vuelta de la esquina
ya no eras;
Y fui de nuevo invierno puro
cuando supe seguro
que perdería tu estela.

Partiste.

Cómo parten las estaciones:
Sin pedir permiso
ni guardar espera;
Sin importar cuánta lluvia,
hojas y barro en el suelo quedan.

Y esta, es la última vez que te escribo un verso, una rima;
Una palabra siquiera.

Sabrás que ya no vivo
cuando muera.