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La gente baila, se contorsiona, afina sus movimientos y los encadena al ritmo que se emite. La música aumenta su volumen y surgida desde los parlantes se transforma en cosa física, ingresa a esos cuerpos pletóricos, ondea en las articulaciones, se escapan aullidos de placer, sensualidad al trasluz. Alguien contempla todo desde un rincón. Pareciera no disfrutar de aquello y eso se refleja en su rostro sin expresión. ¿Qué hace allí, entonces? Nadie sabe, pero entre miradas furtivas y sonrisas evasivas, intentan descifrar ese misterio. Lo que no imaginan es que en uno de sus bolsillos se oculta un arma. En un instante desaparecerá y buscará en otro lugar donde la música destelle y la gente se entregue a lo revulsivo de su invitación. ¿Celos? Tal vez. ¿Un loco acaso? Es posible, pero dicho diagnóstico sólo puede decretarlo un especialista. ¿O usted se atreve? El arma tiene dos balas. Cuídese. Y baile, baile con ella, disfrute de esta otra locura de diapasones rebotando en cada fibra de sus cuerpos.
La ropa cuelga de los exhibidores. La gran variedad de tallas está dispuesta para que alguna persona se embuta en cualquiera de esos trajes y sonría al percibir la epifanía del calce. Mucho antes que eso, el proceso en línea ya ha producido centenares de vestimentas que después cobrarán vida en cada cuerpo que las elija. Y las que nunca sean elegidas, ¿Qué será de ellas? ¿Serán reconvertidas en otras prendas esperando que tengan mejor suerte? Acaso como algunas personas que se aventuran en una rotativa de cambios sin que ninguno los favorezca, pero persisten y vamos de nuevo a intentarlo tratando de derrotar a ese germen que los afecta y les impide una reinvención definitiva. Buena suerte para la próxima, al señor, no a la prenda que siendo un vestido, variará a pantalón y de allí a un trío de blusas mínimas que cubrirán poco y nada a las féminas que las elijan.
Los ojos artificiales cuelgan por cientos de la pared. Algunos reflejan su elegancia y rivalizan con los vecinos, menos suntuosos, más opacos, es posible que los elija quien desee sólo ver un entorno menos majestuoso. Un señor, por ejemplo, los necesita para internarse en la fascinante aventura de descifrar el pensamiento de los demás y habiendo perdido los suyos en alguna refriega, se ilusiona con recuperar la vida que se le dibuja a borrones. Así y así, las personas desfilan en pos de sus nuevos ojos, penetrantes, irisados, intelectuales o festivos. Una elegantísima y amena dama los guía en su elección, es receptiva a las opiniones de los demás y sin parecer intrusiva en las vacilaciones de la clientela, logra dirigirlos a lo más conveniente para cada uno de ellos. Una sonrisa siempre se dibuja bien, incluso en las retinas desgastadas de la gente.
El hombre ha ingresado a dicho lugar. Su mirada torva pareciera reptar por cada rincón. No busca nuevos ojos sino, en el peor de los casos, algo que los enceguezca y le impida encontrarse a boca de jarro con la evidencia. Se pasea contemplando esos artificios sin preocuparse de los demás. Aunque ya los ha visto a todos.
La sonrisa gentil de la mujer ha sintonizado con su mirada, pero la rehúye. Una línea casi invisible en su frente expresa en ella una interrogante que intenta disipar. Algo la inquieta, mas su papel es el de ser gentil con todos. Sus propios ojos se iluminan con esa mirada comprada a plazos. Un gesto suyo disparado al vacío es captado por otro de los vendedores, que se aproxima. Ha comprendido y se aproxima al hombre de gesto impasible.
El baile finalizó en la madrugada. Los danzantes se dirigen a la salida, aún con el ritmo culebreando en sus piernas. Hay risas y conversaciones altisonantes. Muchos continuarán la jarana en el lugar que encuentren disponible. Otros, partirán a sus domicilios antes que la luz del nuevo día los descubra con sus ojos somnolientos pero con el entusiasmo todavía latiendo en sus cuerpos.
Dos balas han sido percutadas entretanto. Una quebró una vidriera donde se exhibían unos vestidos en liquidación. La otra, surcó el espacio, sibilina como un pájaro metálico.
El hombre de gesto torvo recorre la ciudad. No logró encontrar un par de ojos nuevos, unos oscuros, ciegos, que le impidan tropezar con esos escenarios múltiples y no volver a reinventarse. Como ese vestido que fue atravesado por la bala y que será transformado en otra prenda.
Y regresará en un par de días a ese escenario bailable y contemplará la contorsión extrema de esos cuerpos exultantes de dicha y tan ajenos, para después internarse en la noche más oscura, buscándose a sí mismo con desesperación, sin encontrarse jamás.













Texto agregado el 30-12-2022, y leído por 132 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-01-2023 Desafortunadamente las armas están presentes en los festejos y son cuotas para una posible desgracia. La buena música crea buenos ambientes y el baile exalta los atributos de las damas. Excelente narración que implica una posible retaliación, por el nerviosismo de la anfitriona. Un abrazo grande. Azariel
31-12-2022 Exelente narrativa elevada. Brindemos guidos por un nuevo año te deseo lo mejor yosoyasi
30-12-2022 —Creo que entre todos los escenarios de la vida siempre habrá vasos comunicantes que el observador interesado los ubicará con la ayuda de ojos artificilaes que le sirvan para sus intereses. —Un abrazo de despedida por el año que se va y otro con buenos augurios para el nuevo que viene llegando. vicenterreramarquez
 
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