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¿Amor?

El cementerio de mi pueblo está casi siempre vacío, somos tan pocos que raramente se usa a no ser por los ancianos que poco a poco nos van dejando y por sus deudos que de vez en cuando los visitan.
A mis dieciséis años y sin otra atracción que mirar y contemplar antiguas lápidas, solía entrar a jugar con mis amigos, desde chico. A nuestra edad, sin cine ni ninguna otra atracción, nos ingeniábamos para hacer diabluras en el cementerio, nadie nos llamaba la atención debido a que sólo íbamos a pasar el rato, a subirnos a los altos árboles y a ver quién tiraba la pelota más alto.
La falta de atracciones nos hacía parecer más niños de lo que éramos.
La gente nos conocía desde que nacíamos ya que nadie nuevo venía al pueblo y éramos siempre las mismas familias por ese motivo a nadie preocupaba que lo visitáramos siempre y cuando respetáramos a los que allí descansaban.
Un domingo, después de haber ido a misa con mis padres, a la hora de la siesta, nos reunimos, mis amigos y yo en la puerta del cementerio, nuestro lugar preferido.
Dos de mis amigos ya me estaban esperando y tres éramos suficiente, otros eran obligados a dormir la siesta algo que a mí me desagradaba mucho, siempre pensé que eran horas perdidas y como por suerte mis padres si dormían, pude salir como siempre.
A poco de estar allí, nos cansamos, el cementerio estaba completamente en silencio, la suave brisa y el calor hacían sentir el olor a flores marchitas y era muy desagradable. Nos fuimos a jugar a otra parte y aunque sin saber por qué, luego que mis amigos se fueron a sus casas, volví solo al cementerio.
Recorrí las tumbas, aunque ya las conocía de memoria, al llegar a un montículo, encontré una que jamás había visto a pesar de conocerlas a todas, parecía estar muy limpia y nueva, pensé que sería de alguien que había muerto hacía muy poco tiempo, aunque no recordaba ningún fallecimiento desde el día que murió mi abuelo, tres años atrás.
La curiosidad me llevó a sentarme junto a ella y a leer lo que sus parientes habían escrito y de pronto vi una fotografía un tanto escondida, pero que llamó mi atención.
Era el retrato de una joven, eso me entristeció, no era justo que una niña aún, hubiera muerto tan joven.
Aquel era un retrato increíble no merecía estar en ese lugar, aquella joven tendría alrededor de quince años por lo menos era lo que pensaba hasta que leí todo lo que habían grabado en la lápida y lo corroboré, apenas quince años y había encontrado la muerte.
Lo curioso era que todo a su alrededor estaba completamente limpio y lo más curioso aún eran las rosas rojas que la adornaban, me llamó la atención porque un rato antes había pasado por el mismo lugar y no había notado nada, aquello no parecía real.
La fotografía mostraba a una muchachita de trenzas largas y una sonrisa angelical, hubiera querido llevarme aquella fotografía, pero era imposible, estaba incrustada en la lápida sin posibilidad de no romperla si intentaba sacarla.
Ese día volví a mi casa un poco triste, imaginaba tantas cosas, el motivo de su muerte tan temprana y hasta la vida que aquella niña había llevado y le pregunté a mi madre si sabía algo de ella, luego de contarle donde había estado aquella tarde.
Mi madre se extrañó mucho, ella no sabía de nadie que hubiera muerto recientemente y menos aún una niña, me dijo que a lo mejor me quedé dormido y lo soñé como solía hacerlo porque a pesar de no agradarme dormir de tarde, a veces si me levantaba muy temprano, me quedaba dormido en cualquier lado.
Al día siguiente al encontrarme con mis amigos les comenté lo que había visto, pero ellos me dijeron que jamás vieron esa lápida y esto me desconcertó.
Tuve que esperar hasta el domingo siguiente para volver al cementerio y esta vez fui solo, los muchachos estaban terminando la tarea del liceo y sus respectivas madres no les permitían salir hasta que no terminaran los trabajos.
Otra vez el silencio y la soledad del lugar me llevaron hacia la tumba de aquella muchacha desconocida, pero que me hacía sentir tan diferente.
Esta vez no había rosas, margaritas adornaban la tumba y esto me hizo sentir más extraño aún.
¿Quién las había colocado allí? me preguntaba, nadie había alrededor ni siquiera el cuidador para preguntarle por aquel misterio.
No podía apartar mi pensamiento de aquel misterio y comencé a caminar buscando una respuesta.
La tarde se fue sin que me diera cuenta y la noche llegó cubriendo el cementerio con un manto de oscuridad que no me permitía saber dónde estaba la salida.
Las rejas debían estar cerradas y aunque encontrara la salida si nadie las abría, sería imposible salir y opté por pasar la noche allí, no me asustaba en absoluto, había visitado tantas veces en mi vida ese lugar que era como mi propia casa.
Volví hasta el lugar donde estaba la tumba de la muchacha y me recosté pensando en ella, al poco rato debo haberme dormido, era verano y caluroso y en ese lugar el olor de las flores frescas me permitió dormir casi sin darme cuenta.
El primer rayo de sol me dio de lleno en los ojos para despertarme y darme cuenta de que mis padres estarían muy preocupados al no haber regresado en toda la noche, me levanté y me dirigí a la salida, encontrando al cuidador que me miraba extrañado.
Me preguntó qué estaba haciendo en el cementerio tan temprano, le expliqué lo que me había pasado y me abrió la reja para que pudiera salir no sin antes decirme que el cementerio no era para los vivos, que las almas de los muertos querían descansar y la presencia de los vivos les hacían recordar que ellas ya no lo eran, que no volviera a quedarme allí, la soledad y el silencio, pueden ser muy peligrosas.
Corrí hasta mi casa y otra sorpresa me estaba esperando, un policía estaba consolando a mis padres diciéndoles que no se preocuparan que ya aparecería, que aquel era un pueblo tranquilo, que a lo mejor me había quedado en casa de alguno de mis amigos sin avisarles.
Al verme llegar surgieron tantas preguntas que traté de contestar, aunque nadie me creyó.
El policía, luego de una reprimenda se fue diciéndome que no lo volviera a hacer, mis padres no se merecían sufrir por mi culpa.
Por la tarde ya todo estaba olvidado, después de volver del liceo, me reuní con mis amigos y les conté lo que me había sucedido, ellos tampoco me creyeron, estaban seguros de que había conocido a una muchacha mayor y me había quedado con ella.
A pesar de sentirme alagado porque me creían todo un hombre, me molestaba que no me creyeran.
Una semana más, tuve que esperar para volver al cementerio, me sentía tan atraído por aquella chica, que a pesar de saber que estaba muerta, no la podía apartar de mi mente.
Esta vez fui directamente hasta una pequeña choza donde vivía el cuidador, el hombre era un anciano que vivía en el cementerio, solo, sin más compañía que las almas de los muertos y al verme sonrió preguntándome por qué había vuelto después de lo que él me dijera y no tuve más remedio que contarle toda mi odisea respecto a aquella joven muerta que me llenaba la cabeza con ideas raras.
El anciano me hizo sentar junto a él y me dijo que iba a contarme una historia.
Llevaba más de setenta años en el cementerio, de tanto ir, cuando era apenas un muchacho, las autoridades le construyeron aquella pequeña choza y le dieron todo para que viviera allí a cambio de un sueldo para que se ocupara del cuidado del cementerio, aceptó. Era huérfano y en aquella época nadie se ocupaba de él, además estaba acostumbrado y aquello le pareció como un regalo del cielo.
Recorriendo las tumbas cierto día encontró, igual que yo, la tumba de una niña que antes no había visto, se sintió tan atraído hacia aquella fotografía que ya no pudo dejar de pensar en ella y desde entonces la cuida, limpia su tumba y cambia las flores antes de que se marchiten.
No entendía nada de lo que me estaba diciendo aquel anciano y le pregunté si era la misma tumba donde estaba enterrada la muchacha de la foto a lo que me respondió que sí, no pude creerle, aquello era imposible, aquella muchacha había muerto hacía muy poco tiempo, no más de setenta años antes, me estaba mintiendo y se lo dije.
Me llevó con él hasta la tumba y me mostró algo que no había visto y que me llamó mucho la atención, la fecha de la muerte de la muchacha, doce de enero del año mil ochocientos treinta.
Aquello me pareció algo imposible, pero me dijo que a él le había ocurrido lo mismo que a mí, pero que la atracción era tan fuerte que jamás pudo abandonar el cementerio y que sabiendo que le quedaba muy poco tiempo de vida, debido a su avanzada edad, me pedía encarecidamente que me fuera lo más lejos posible, que yo no debía tener un destino como el suyo.
Al principio no lo entendí, pero luego de un tiempo, cuando el anciano murió y aún no habían puesto un nuevo cuidador, volví a visitar la tumba de aquella muchacha y mi sorpresa fue mayúscula al contemplar la lápida, estaba muy gastada y la fotografía ya no era de una niña hermosa, aquella era la fotografía de una mujer muy vieja tanto así que pensé que me había equivocado, pero más adelante en una tumba muy nueva los vi, el retrato de un joven que luego supe que era el del anciano cuando era un muchacho y el retrato de aquella hermosa joven de trenzas largas, quiero creer que a pesar de la distancia en tiempo y de la muerte misma, ahora descansan juntos. La magia no era para mí sino para el anciano que había esperado toda una vida para estar junto a su amada que sin haberla conocido se enamoró perdidamente de ella.
Debo agradecerle al anciano que me abrió los ojos a tiempo, de lo contrario el hechizo hubiera seguido conmigo, hasta para mí es muy difícil entenderlo, pero pude seguir mi vida, enamorarme de una muchacha y casarme, en estos momentos está por nacer mi primer hijo y pienso mudarme lo antes posible, el pasado ya fue, quiero una vida distinta para los míos, sin olvidar algo que jamás entenderé, pero que formó parte de mi juventud, de mi vida y en ella no hay lugar para cementerios.

Omenia
17/8/2023

Texto agregado el 17-08-2023, y leído por 158 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
20-08-2023 Excelente el cuento y la forma de contarlo. Abrazo., sendero
19-08-2023 Uy, me encantan estas temáticas, también la manera en que en al último párrafo, el protagonista, habla de su presente. Me encantó tu cuento, como siempre una historia muy bien contada, cautivante. Gracias. gsap
19-08-2023 2. Y segundo, felicitarte por tu relato, ameno y novedoso. Me encantó 5* jdp
19-08-2023 Qué tremendo cuento querida Ome. Ante todo, lo primero que recordé es que mi abuela de niña también visitaba con otras amigas el cementerio y jugaban, corrían y tenían además un sentimiento de equidad, pues no les gustaba ver tumbas sin flores o descuidadas y se robaban flores de las qué tenían ramos grandotes recién renovados y repartían al menos con una flor a las tumbas sin nada. jdp
19-08-2023 La estructura es perfecta y sorprendente. Lo leí dos veces, siempre lo hago para ver sino me equivoco. Mantiene la tensión hasta el final, algo esencial en la narrativa. Me gusta mucho los tres ultimos párrafos. La incertidumbre, que acaso lo resuelve al final, pero queda como un enigma, en esos últimos tres párrafos (insisto), algo que se desprende y al mismo tiempo quiere conservar. El bien y el mal, el Yin y Yang chino, cara y seca...así es la vida. Felicitaciones. 5 Estrellas. dfabro
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