-Tío, qué opina del primer cuento que he escrito. ¿Lo apreció?
-Este, digamos, veamos, en realidad veo un problema de comunicabilidad, es decir, de traducción mental hacia el lector, digamos que esa vacila, tiembla, se pulveriza en cada frase, en cada párrafo, donde está ausente el escribir claro, y no lo tomes como una pretensión filistea.
-Explíquese mejor, tío, que me stoy confundiendo.
-Mmmm, veamos, digamos, sí, tienes razón, es que, mejor, vamos por parte. Quiero decir, y sin ofender eh, que usas y abusas de una terminología incapaz de ser unívoca y, además, la sintaxis es excesivamente ramificada y sinuosa, por lo tanto inútil.
-¿Ah, y que pasa con ello? Yo sólo trato de decir las cosas en el mejor modo que tengo a mi disposición.
-Exacto, ese es el punto sobrino, y lo lamento, créeme, de decirlo en un modo tan cáustico, ácido, pero un cuento es... algo que hay que tratar de comprender y no aprender una definición, que es un límite. Mejor dejemos hasta aquí el objeto cuento.
Te iba queriendo decir lo peligroso que es utilizar el instrumento de la palabra escrita mediante más útil a no decir que a decir.
En summa summarum, sobrino, que en tu simulacro, en tu bosquejo, en tu tibia intención de haber alzado tu pluma hasta esa altura peronal, donde tus palabras alcanzaran el triunfo de cobrar vida.
-Pienso, tío, me hizo polvo mi primera incursión literaria.
Una pregunta: ¿usted ha escrito algún cuento, un verso, una poesía, una novela?
-No, jamás!
Dime, en tanto, ¿qué conclusión has sacado de lo que te he expresado?
-He logrado imaginar, para mí, un ideal lingüístico que debería ser lo más cercano a lo concreto y, en lo posible, preciso.
-Exacto!, ¿y para ello?
-Debo suspender, por un par de décadas, mis vanidades literarias y leer muchos libros clásicos, principalmente.
-Bien, sobrino, esa es la vía regia, y buena suerte.
-Otro tanto, tío, y gracias
Nota de los dialogantes: en nuestra opinión, una tercera vía es tan legítima como las anteriores. Es decir, ambas pueden ser complementarias.
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